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segundo hijo
Shanghái (China), 20 ene (EFE).- China empieza a reducir el desequilibrio demográfico de género
gracias, según los expertos, al fin de la política del único hijo que está haciendo que cada vez
nazcan más niñas en el país, informaron hoy fuentes oficiales.
A finales de 2017, China tenía 32,66 millones más de hombres que de mujeres, frente a 33,59
millones a finales de 2016, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas publicados hoy por la
agencia estatal Xinhua.
El pasado año se produjo la mayor reducción de la brecha desde hace cinco años, periodo en el
que esta tendencia se está produciendo a un ritmo de una reducción de alrededor de 1,2 millones
por año.
Según el subdirector de la Sociedad China de Reforma Económica, Chen Jian, la mejora del
equilibrio de género se debe a la introducción de la “política del segundo hijo”, que ha ayudado a
reducir el número de abortos selectivos realizados en regiones donde prefieren niños.
Datos divulgados este jueves por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) muestran que el pasado
año hubo en China 17,23 millones de nacimientos, en comparación con los 9,86 millones de
fallecimientos.
De los niños recién nacidos, un 51 % fueron segundos hijos, lo que supone un repunte de 5 puntos
respecto a la proporción que representaron a cierre de 2016.
Esta posibilidad antes solo la tenían algunas parejas como las formadas por matrimonios de hijos
únicos, campesinos o miembros de minorías étnicas.
Se puso así fin a un estricto control de natalidad que, según estimaciones, evitó unos 400 millones
de nacimientos y que, a la larga, causó desajustes en la pirámide demográfica con un
envejecimiento de la población y un desequilibrio entre el número de hombres y mujeres. EFE
El gran problema del excedente de población masculina
Desde que durante el tercer censo de población en 1982 se registró un desequilibro entre la
proporción de sexos, el fenómeno se ha ido acentuando en los últimos 30 años y en el 2008
alcanzó un pico de 120,56, convirtiéndose así China en uno de los países que presentan los
mayores desequilibrios en este aspecto.
“En los años ochenta, sólo existía un desequilibrio en las zonas rurales. Sin embargo, desde los
noventa el fenómeno también comenzó a registrarse en las ciudades. Al principio sólo se
evidenciaba en el caso del segundo o tercer nacimiento, sin embargo ahora también es alto en los
nacimientos únicos”, señaló Yuan Xin y agregó que la desproporción se ha ido expandiendo de
este a oeste y de las zonas rurales a las ciudades, cubriendo prácticamente todo el país.
El director de la Comisión Nacional de Planificación Familiar, Wang Xia, expresó que, a partir del
2009, esta tendencia mostró un punto de inflexión y por primera vez ha disminuido por tercer año
consecutivo, hasta alcanzar 117,78 en el 2011. Sin embargo, la disminución es limitada y aún se
encuentra 10 puntos por encima de la línea de advertencia.
Yuan Xin considera que los problemas sociales causados por el desequilibrio entre la cantidad de
mujeres y hombres han pasado de ser invisibles a ser visibles y su impacto más directo es evidente
en la dificultad de encontrar pareja para el matrimonio.
Yuan Xin destaca que el desequilibrio en la proporción de sexos a largo plazo no sólo será un
problema poblacional, sino se convertirá en un gran problema social.
Este desequilibrio afectará al desarrollo poblacional de China. Siendo las mujeres quienes dan a luz
a sus bebés, el “déficit” de mujeres conducirá inevitablemente a una disminución de los niveles de
natalidad, lo cual ayuda a reducir el tamaño de la población en su totalidad y consecuentemente la
cantidad de personas en edad laboral, además de acelerar el envejecimiento de la población. Todo
esto pone en peligro la estructura poblacional.
Este fenómeno también incide en el problema del desempleo. Un empresario de textiles que viaja
frecuentemente a Guangzhou, Hangzhou y Shanghai, entre otros lugares, dijo que actualmente
muchas fábricas del sector han debido cerrar, debido a la escasez de mano de obra femenina.
Yuan Xin piensa que, dentro de 10 ó 20 años, la superabundancia de trabajadores varones
aumentará, lo cual provocará una gran competencia en el mercado laboral, agravando la situación
para las mujeres. En algunas industrias y profesiones, probablemente la escasez de mano de obra
femenina genere su reemplazo por trabajadores masculinos. Por su parte, el excedente de varones
provocará una competencia feroz por algunos puestos de trabajo.
La dificultad para contraer matrimonio significará un gran impacto para la estabilidad de la familia
tradicional y podría desencadenar una crisis ética. La falta de mujeres en edad de contraer
matrimonio podría generar “matrimonios inter-generacionales”, “matrimonios entre hermanos”,
relaciones extramaritales, interferencia de terceros y nacimientos fuera del matrimonio, entre
otros fenómenos sociales.
El número de hombres en edad de contraer matrimonio, pero que no pueden hacerlo, continúa
acumulándose, aumentando el riesgo de inestabilidad e inseguridad social. El Informe técnico de
investigación sobre el desequilibrio de sexos y la estabilidad social en los pueblos muestra que una
parte de los adultos solteros encuestados participaron en actividades de desorden público en los
últimos tres años, como juegos de azar, disturbios, pandillas de ladrones y peleas.
Yuan Xin cree que el desequilibrio en la proporción de sexos en China en el largo plazo amenazará
la seguridad poblacional. En el futuro, los varones dominarán la estructura de clases sociales, de
consumo y de organización, lo cual tendrá un impacto en el desarrollo sostenible a nivel
económico y social. El alcance de su daño no será menor que el de la explosión poblacional de
mediados del siglo XX.
China: Desequilibrio poblacional mujer-hombre, según censo 2000
De acuerdo con el Censo de Población del año 2000, dado a conocer en julio pasado, en esa nación
viven 120 hombres por cada 100 mujeres, informa la agencia de noticias multimedia Cimac.
Es decir, la relación entre ambos sexos se amplió en 8.5 puntos en comparación con los resultados
del censo anterior, efectuado en 1990.
Se afirma que en el grupo de los niños de hasta nueve años de edad, los varones son 12.7 millones
más que las mujeres.
Expertos en demografía encendieron las alarmas y advirtieron que si la desproporción sexual sigue
sin ser resuelta, dentro de algo más de una década el 20 por ciento de los varones chinos
probablemente no encuentre pareja en la adolescencia o cuando arribe a la mayoría de edad.
Con alrededor de mil 300 millones de habitantes, China es el país más poblado del mundo, pero su
población podría sumar otros 300 millones de no haberse comenzado a aplicar, hace casi tres
décadas, una rigurosa política de planificación familiar.
Aplicada a partir de directivas y normas dictadas por el gobierno central durante muchos años, la
política de planificación familiar quedó establecida de manera uniforme y válida para todo el país
en una ley aprobada en septiembre del 2002.
Compuesta por siete capítulos y 47 artículos, esa ley reitera el principio de "un matrimonio, un
hijo", concede un tratamiento preferencial a las parejas que lo cumplen y penaliza por diversas
vías a las que tienen más de un infante.
Entre otros, el hijo único, con independencia de su sexo, se ha convertido en una especie
privilegiada en la sociedad china actual, en un ser "precioso" al que se le complace en todos sus
caprichos, con las inevitables consecuencias negativas en la formación de su carácter y en su
conducta social.
¿Por qué la desproporción sexual?
En el campo, donde viven dos terceras partes de la población, los hijos varones son indispensables
a la hora del relevo generacional en las labores agrícolas y, en muchísimos casos, constituyen una
fuerza laboral insustituible en el esfuerzo cotidiano por ganar el sustento familiar.
Esto hace que entre las familias campesinas se desee, por sobre todas las cosas, tener hijos
varones como medio de conseguir una vida económicamente más holgada, y perdure cierto
rechazo a las niñas, que sólo "traen gastos suplementarios sin posibilidad de retribución".
Dichos conceptos están tan arraigados en ciertas zonas que en familias muy pobres y atrasadas
culturalmente optan por abandonar o sacrificar al recién nacido si es niña y buscan al varón con un
nuevo embarazo, debido a que sólo se les permite tener un hijo, afirman expertos en la materia.
Aunque esta práctica está en proceso de extinción, se sustituye con otra más acorde con los
adelantos de la técnica. En la medida en que China ha ganado en desarrollo, el sistema sanitario
del país se ha ampliado y modernizado, y dispone actualmente de un rico arsenal de equipos
modernos, de la más avanzada tecnología, para diagnósticos clínicos y tratamiento médico.
Sin embargo, China es probablemente uno de los pocos países del mundo donde, contando con las
posibilidades técnicas de hacerlo, se prohíbe a los padres y madres conocer con antelación al
nacimiento el sexo del futuro hijo.
Esa medida ha sido dictada por las autoridades sanitarias para evitar que los propios padres
provoquen abortos, al saber que la criatura que esperan es de sexo femenino.
Ante esta compleja situación, las autoridades chinas están aplicando un vasto programa destinado
a preservar a las niñas, que persigue objetivos mucho más amplios que el simple equilibrio
demográfico entre los sexos.
Promovido por la Comisión Estatal de Población y Planificación Familiar (CEPPF), el programa sigue
el principio de que la eliminación de la discriminación sexual debe comenzar desde la gestación y
los esfuerzos por la igualdad entre hombres y mujeres deben iniciarse desde la niñez.
En ese sentido, desde el año pasado se extienden por ciudades, poblaciones y aldeas de gran parte
del país las "acciones para ocuparse de las niñas", en las que participan los gobiernos locales,
organizaciones sociales y otros sectores de la población.
Al mismo tiempo, las autoridades han reforzado las medidas contra los intentos de detectar el
sexo del feto en el vientre de la madre cuando no se trate de hacerlo con objetivos terapéuticos,
así como contra las interrupciones de embarazos por elección sexual. También se reprimen con
fuerza el abandono y sacrificio de recién nacidas niñas.
Todo esto, entre otras numerosas medidas aplicadas a nivel nacional, debe conducir en el futuro a
un mayor equilibrio demográfico entre los sexos y, además, a superar de manera sustancial las
prácticas discriminatorias que aún subsisten.
La nueva regla de nacimientos en China no podrá restaurar las mujeres faltantes y arreglar su
problema poblacional
El gobierno puso fin al límite de un hijo por familia, una regla que motivó millones de abortos de
fetos femeninos, causando un daño duradero.
La semana pasada, China puso fin a las normas que limitan a las familias a tener un solo hijo. Pero
es poco probable que la desaparición de este problemático experimento de ingeniería social de 35
años duración provoque una explosión demográfica e impulse el crecimiento económico. Muy a
pesar de lo que los líderes del Partido Comunista esperan, los datos disponibles sugieren que
China es ahora, en realidad, una sociedad de un solo hijo. Aún cuando se les da la opción de tener
dos hijos, muchos padres se deciden por uno solo. La norma, por su parte, ha creado una
población llena de decenas de millones de hombres "sobrantes", resultado de los abortos
selectivos de género —las mujeres embarazadas usaron ultrasonidos para conocer el sexo del feto
y abortaron si eran niñas—. (En la mayoría de los países del mundo, los datos sugieren que los
padres prefieren a los niños sobre las niñas. En China, una de las principales razones es que los
hombres son los que continúan la línea ancestral.) Limpiar ese desastre demográfico tomará
décadas.
La política de un solo hijo se basó en una promesa occidental de mediados del siglo XX: cortar la
tasa de natalidad produciría un "dividendo demográfico" de abundantes personas en edad laboral
con pocos dependientes que mantener. Las personas en todo el planeta estaban viviendo más que
nunca antes, gracias a avances en salud pública, y la preocupación por el crecimiento de la
población mundial había alcanzado un tono febril. A principios de la década de 1970, cuando los
líderes chinos comenzaron a instituir políticas dirigidas a reducir los nacimientos, los gobiernos y
organizaciones occidentales de ayuda estaban apoyando esquemas de control de la población en
los países en vías de desarrollo en toda Asia. Por ejemplo, en Corea del Sur en 1965 la Agencia de
Estados Unidos para el Desarrollo Internacional entregó once ambulancias del ejército
estadounidense, las cuales habían sido reacondicionadas para servir como clínicas móviles para
control de natalidad en aldeas rurales. Trabajadores de la salud pobremente entrenados y mal
pagados realizaron esterilizaciones y colocaron dispositivos intrauterinos. En 1972, mientras tanto,
un grupo de científicos llamado el “Club de Roma” publicó un informe polémico acerca del tamaño
de la población y los recursos mundiales, llamado The Limits to Growth (Los límites para el
crecimiento), que llamó la atención de la élite china.
Unos años más tarde, los líderes chinos comenzaron a tomar decisiones para hacer más estrictas
sus directivas de nacimiento, con el fin de ir hacia una política de un hijo único, la cual se dio a
conocer oficialmente en 1980. De acuerdo con Liang Zhongtang, economista de la Academia de
Ciencias Sociales de Shanghái, y quien participó en los debates sobre la puesta en práctica de la
norma, los resultados de The Limits to Growth —aunque muy criticados en otros sitios—
influyeron en algunas de las decisiones en China. De hecho, un influyente defensor de la política,
Song Jian, científico de misiles entrenado por la Unión Soviética, aplicó métodos teóricos tomados
de matemáticos europeos para generar enormes proyecciones de crecimiento de la población
china, lo que ayudó a influir en los líderes para adoptar el límite de nacimientos.
Hoy en día, el 12% de la población de China es mayor de 60 años, con una escasez de jóvenes que
proporcionen apoyo económico y social. Es poco probable que los adultos en edad laboral de
China generen el esperado “baby boom”, ya que entre estos se incluyen decenas de millones de
hombres que no pueden encontrar mujeres para casarse. Hay 62 millones de mujeres y niñas
"faltantes" en China debido al aborto y el abandono selectivo por sexo, según una estimación
reciente.
La selección del sexo había estado, de hecho, vinculada con control demográfico desde al menos la
década de 1950, cuando surgieron investigaciones que demostraban que, en todo el mundo, las
parejas continuaban teniendo hijos hasta tener un hijo varón. Mucho antes de que el ultrasonido
facilitara el determinar el sexo, expertos en un taller de 1969, convocados por el Instituto Nacional
de Salud Infantil y Desarrollo Humano de Estados Unidos y la Asociación Estadounidense para el
Avance de la Ciencia, identificaron la selección por género como un área prometedora de
investigación para los científicos que trabajaban en control demográfico. Cuando reportes acerca
de parejas que, presionadas por la política de un solo hijo, estaban abortando fetos femeninos
comenzaron a filtrarse fuera de China a principios de la década de 1980, difícilmente podría haber
sido una sorpresa.
En 2013, un gobierno distinto y preocupado por la juventud faltante comenzó a relajar la norma. A
las parejas se les permitió tener dos hijos si uno de los padres era hijo único. Sin embargo, esto fue
acogido con poco entusiasmo, porque las prioridades de los ciudadanos chinos promedio habían
cambiado a lo largo de las décadas. Muchas familias viven ahora en ciudades, donde los costos de
criar hijos son altos.
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Es poco probable que el fin en el límite de un hijo cambie las cosas en el corto plazo. En 2010, el
último año en que se llevó a cabo un censo, China tenía 118 niños por cada 100 niñas, muy por
encima de la proporción natural de sexos al nacer, que es de 105 niños por cada 100 niñas.
Catherine Tucker y Jennifer Van Hook, demógrafas del Instituto de Investigación de la Población de
la Universidad Estatal de Pensilvania, calcularon recientemente que aún si la proporción de sexos
al nacer se normalizara mañana, un total de 10% de los hombres en edad de trabajar en China
todavía carecerían de una contraparte femenina en el 2050, y eso es asumiendo que los hombres
empezaran a casarse con mujeres de su misma edad, lo cual supondría un cambio en la práctica
actual de buscar compañeras unos años más jóvenes. En una sociedad con una tasa de fertilidad
estable, casarse con mujeres más jóvenes ayudaría a compensar el desequilibrio de género, pero
la tasa de natalidad de China es actualmente tan baja que cada vez hay menos y menos mujeres
jóvenes que ingresan al mercado de los matrimonios.
Todo esto podría llegar a un punto culminante en 2030. Se espera que ese año, China supere a
Japón como la sociedad más anciana del mundo, y el número de hombres en edad de trabajar sin
contrapartes femeninas llegará a su nivel máximo con 29 millones (y eso suponiendo que la
desproporción de género en los nacimientos empezara a disminuir mañana). Tal vez ya para ese
lejano año, los líderes de China hayan descubierto nuevas y respetuosas maneras de valorar a las
mujeres en la sociedad, y también de hacer que la economía vuelva a tomar su rumbo.
No por esperada, la noticia ha tenido menos impacto. Cuando la demografía china estornuda…
corremos a rehacer las proyecciones de población mundial para los próximos años. China ha sido,
junto con la India, un icono en el imaginario social referente al crecimiento de la población
durante todo el siglo XX y, a juzgar por la repercusión de la noticia, lo sigue siendo en el nuevo
milenio.
Antes de dejarse llevar por las emociones sin embargo, sería sensato hacer un poco de historia, y
plantearse tres preguntas: ¿Cuándo y porqué se instituyó la política del hijo único? ¿Qué ha
significado la llamada ventana de oportunidades en el crecimiento económico chino? Y, por fin,
¿Por qué se abandona ahora y qué repercusiones podemos esperar?
En 1953 el primer censo y los 583 millones de habitantes detectados hicieron menos retundo el
rechazo a las ideas maltusianas, pero se las siguió identificando con el capitalismo. Así que China
acogió sólo parte, y con reticencias, del ideario desarrollista internacional en esta materia. A partir
de agosto de 1959, el Ministerio de Salud Pública desplegó la primera campaña de control de la
natalidad –centrada en el retraso de la edad al matrimonio-, más propagandista que efectiva, pero
la Revolución Cultural, truncó esa iniciativa y sus promotores fueron represaliados.
El fracaso del “Gran Salto Adelante”, que supuso el hundimiento de la producción agraria y se
saldó con unos 20 millones de muertos de hambre entre 1958 y 1963, y los resultados del segundo
censo moderno, de 1964, donde la población se había elevado a casi setecientos millones de
personas, hicieron que el Consejo de Estado se planteara un cambio radical. En 1972 se inició un
programa nacional de difusión y asesoramiento sobre el control de la fecundidad, con objetivos
fijados en cada unidad administrativa. Se crearon comités supervisores a todos los niveles de la
administración y en diversas empresas colectivas. En las áreas urbanas fueron las comisarías las
que incorporaron secciones de control de la población, y en las rurales correspondió a los
consejeros médicos distribuir información y anticonceptivos. El propio Mao prestó su imagen al
movimiento, dándole un gran impulso popular. Eran sólo los primeros pasos. Muchos dirigentes
del partido seguían reticentes, y los objetivos fijados eran “moderados” y locales; se aspiraba a
reducir las descendencias hasta un máximo de dos hijos en las ciudades, y tres o cuatro en las
zonas rurales.
Fue a finales de esa década cuando el Estado chino abrazó definitivamente el proyecto de modelar
la evolución demográfica planificando su estabilización en 1.200 millones de habitantes en el año
2000. Era un objetivo extremadamente restrictivo, dado el ritmo de crecimiento, todavía muy
rápido. Pero las proyecciones mostraban que los 1000 millones estaban ya apunto de superarse
(en el tercer censo, de 1982, esa cantidad, en efecto, se veía ya rebasada), lo que se interpretaba
como un peligro para los planes de desarrollo económico.
Fue en 1979 cuando se promulgó finalmente el objetivo de un sólo hijo para el conjunto del país,
con excepciones en algunas áreas especiales o para ciertas minorías étnicas. No había precedentes
de objetivos tan radicales, y tampoco los métodos eran los más corrientes. La auténtica oleada
mundial de programas nacionales de planificación demográfica, impulsada desde los organismos
internacionales, se había basado oficialmente en desarrollar nuevos medios anticonceptivos,
hacerlos accesibles y extender la información y los servicios médicos orientados a la planificación
familiar.
Combinaba propaganda, presión comunitaria y administrativa, incluía importantes sanciones, y
vinculaba el cumplimiento de la ley a beneficios o penalizaciones económicos. Las parejas con un
sólo hijo que se comprometían a no tener más, recibían un certificado que les permitía una baja de
maternidad más prolongada, mejores servicios pediátricos, preferencia en la asignación de
vivienda e incluso ayudas en metálico. En las áreas rurales, con fecundidad más alta, el control se
volvió omnipresente mediante brigadas de personal sanitario femenino que presionaban para que
los solteros retrasasen el matrimonio (de hecho en 1980 se prohibió el matrimonio antes de los 22
y los 20 años de hombres y mujeres respectivamente), y para que los recién casados esperasen
antes de tener su primer hijo. Quienes ya los tenían se vieron sometidos a exámenes y supervisión
de sus prácticas anticonceptivas, con fuerte presión hacia el aborto y la esterilización.
REFERENCIAS
Pérez, J. & Domingo, A. (2016) “ADIÓS AL HIJO ÚNICO EN CHINA”. Revista Mientras
Tanto, n. 146. Recuperado de: https://apuntesdedemografia.com/2016/06/23/adios-al-
hijos-unico-en-china/
Salazar C. (2018) China empieza a reducir desequilibrio de género con política del segundo
hijo. El País, Crónica. Recuperado de: https://www.elpais.cr/2018/01/20/china-empieza-a-
reducir-desequilibrio-de-genero-con-politica-del-segundo-hijo/