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LA PIEDAD MARIANA Y LA VENERACION A LOS SANTOS Y SU

RELACION CON LA LITURGIA

Uno de los objetivos específicos del pasado encuentro nacional de liturgia era
precisamente lograr “presentar la piedad popular como un espacio de encuentro
con Jesucristo y una forma de expresar la fe de la Iglesia”, porque como todos
sabemos ha existido en América Latina diferentes acercamientos a la religiosidad
popular con cierto recelo acusada de ser una expresión que no está centrada en la
praxis sacramental.

Los tiempos hoy son más favorables, de hecho el documento conclusivo de


Aparecida presenta la piedad como “Espacio de encuentro con Jesucristo”, es decir
que la piedad no compite con la fe en Jesús sino que al contario, bien direccionada y
encausada lleva a los fieles a descubrir la presencia de Jesús, en la vida de la virgen
María y en la vida de los santos, lleva a descubrir a Jesús, en un rezo, en una oración
espontanea, en una peregrinación, en un pequeño altar, en las circunstancias de la
vida donde invocamos a Dios y el nos responde, cuando un familiar sana, cuando
en el hogar vemos la mano de Dios transformando, la piedad es un espacio que
conduce a Jesús.

El mismo documento de aparecida afirma también que la piedad es “una manera


legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia” (DA 264, es decir que
para muchas personas la piedad popular es a veces el único medio conocido para
sentirse parte de la Iglesia, comunidad de creyentes y de bautizados; tenemos un
pueblo de Dios formado en el ámbito de la fe, con los valores del Reino pero que por
diferentes circunstancias culturales, históricas y personales no participan de la vida
sacramental y la única forma de participación es en la fiesta patronal, en el rezo de
la novena o en el rezo del rosario, no podemos afirmar que eso sea suficiente y sea
el ideal de Cristianos, pero Dios utiliza la fe sencilla y pequeña para comunicarles a
sus hijos más pequeños la grandeza de su amor, esos pequeños actor de amor, de
devoción y de espiritualidad son para muchos la única ofrenda de alabanza que le
tributan a Dios y no tenemos idea clara de cuan grato a los ojos de Dios, sean esas
pequeñas ofrendas.

En medio de estas dos afirmaciones del Documento de aparecida, acontece la


conversión, en medio de estas dos realidades está el ser humano concreto, está el
cristiano que ve en la piedad un compendio, una síntesis del amor de Dios que le
habla al corazón, una certeza de que Dios camina con él y le llama a seguir nuevos
caminos, el mismo documento de aparecida nos pone a pensar cuantas vidas han
cambiado en un santuario, cuantas decisiones transcendentales e importantes se
toman en medio de una peregrinación o en una procesión delante de una imagen
que inspira piedad y cercanía de Dios.

Esa es la grandeza de la piedad popular que a un grupo no menor de personas logra


llegar y acercar no por medio de la vida sacramental, sino por la vía de lo
experiencial que puede ser conducido hacia la verdad de la celebración del misterio
de la fe.

En el contexto de la piedad de nuestros pueblos, sobresale la piedad sincera hacia la


Madre de Dios; lo primero que tenemos que afirmar es que la piedad mariana es
capaz de acercar a la fe en Jesús y a la praxis eclesial a aquellas personas que la
teología, el dogma o la catequesis no llega o no logra mover su corazón, no porque
estas ultimas sean infecundas, sino por particulares condiciones de las personas y
de sus experiencias de vida, que le permiten cierta sensibilidad a encontrarse con
Jesús y su Iglesia, por los caminos de la piedad a la virgen, una de las causas puede
ser una causa antropológica, estamos en una sociedad que valora significativamente
la labor de la madre, es muy fácil para el creyente comprender la relación vital que
une a un hijo con su madre, cada uno puede experimentar en María a la madre
propia; de esta manera los fieles intuyen la especialísima colaboración de ella en el
plan de Dios, por su estrecha colaboración en el misterio de la salvación operado por
Jesús; pero existe otra causa profunda de veneración, los fieles ven en María, en su
vida, una peregrinación misma de circunstancias humanas que ellos también
experimentan.

La segunda experiencia con la que quiero que reflexionemos en este espacio es con
la experiencia de la piedad hacia los amigos de Dios, aquellos santos y beatos que
ya han alcanzado la glorificación y que se convierten en nuestros patrones, en los
custodios de nuestros pueblos, de nuestras diócesis y de nuestras familias.

La piedad de nuestros pueblos se dirige también hacia los amigos de Dios…los


santos, antes de avanzar quisiera que nos preguntáramos la razón de la celebración
de la fiesta, porque celebramos con tanto regocijo, porque nos esmeramos para que
nuestras comunidades celebren de esa manera, el motivo es sin duda alguna la
alabanza y la glorificación al Dios que ánimo, inspiró y sostuvo la vida de los santos,
la grandeza es de Dios, la grandeza es de aquel a quien los santos estuvieron unidos,
por eso es necesario que al preparar sus celebraciones, reconduzcamos al encuentro
con el Señor de los santos y al encuentro del pueblo de Dios, donde el santo se
santifico, que es la Iglesia.

La veneración a los santos es un hecho Eclesial, antiquísimo en sus origines,


vinculado a los primeros mártires de la fe, que se configuraron con Jesús, exaltado y
defendido a lo largo de los siglos e ilustrado en sus fundamentos y propuesto este
culto como acción ejemplarizante de como viven y a que patria aspiran los discípulos
del Señor; La doctrina afirma que los santos son testigos históricos de la vocación
universal a la santidad, porque dios en cada época, cultura y contexto histórico llama
y muchos le responden y alcanzan en esta vida la madurez en cristo, por eso son
modelos de discipulado digno de imitar y el culto a ellos será mejor cuando se
propone en esta clave.

Vemos entonces como la Piedad Mariana y la veneración a los santos permite un


encuentro autentico con Jesucristo y con su Iglesia, entonces lejos de las aptitudes de
recelo, lo que tiene que existir en cada fiel, son los deseos verdaderos de descubrir
en ella, un medio autentico de ser cristiano y de ser Iglesia.

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