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Síntesis derecho comercial: derecho de la competencia

El mercado capitalista supone la competencia entre actores en la oferta de bienes y servicios. A


nivel económico, esto significa que existe más de un agente en el mercado que ofrece similares
bienes y/o servicios, y que por ello existe una rivalidad entre estos agentes por el dominio del
mercado y de los consumidores. Es en este sentido que la competencia debe ser reglada por el
derecho: ella implica una puesta en juego de la libertad, tanto de agentes de mercado como de
competidores. Cabe recordar que existe un derecho a la libre iniciativa privada, a la libre actividad
económica y a la libre competencia económica (art. 333, C.N.). En virtud de esto es que, por un
lado, se deben garantizar unas ciertas condiciones de mercado que permitan una competencia libre
entre actores, y, por el otro, debe garantizarse a libertad del consumidor para elegir productos y
servicios en el mercado. Y es que la competencia, desde el punto de vista jurídico, designa un modo
de ser de la iniciativa económica: unas condiciones consistentes con la libertad de los seres
humanos y con los principios del ordenamiento jurídico. El derecho de la competencia se encarga
de garantizar dichas condiciones.

La competencia desleal y las acciones monopolísticas son actos humanos que limitan la
libertad de competencia y la libertad de elección de los consumidores. La Ley 256 de 1996 se
encarga de regular lo relativo a los actos de competencia desleal, y el Decreto 2153 de 1992, en sus
artículos 46 y siguientes, lo relativo a las acciones monopolísticas. De igual forma, el citado decreto
estipula que son acciones monopolísticas las que están destinadas a restringir la libertad del
mercado. Procederemos a tratar con mayor detenimiento cada uno de estos regímenes.

A) La Ley de Competencia Desleal

Esta norma proviene del Convenio de Paris sobre competencia desleal. En dicho Convenio los
Estados firmantes se obligan a tomar medidas legislativas para contrarrestar una serie de conductas
consideradas desleales. La Ley 256 de 1996 (LCD) se limita a hacer esto: tipificar cada una de esas
conductas, y establecer las acciones legales que proceden contra ellas. Por esta razón, nuestra
exposición de la competencia desleal debe tener 3 partes. En primer lugar, nos encargaremos de
hacer una introducción a la prohibición general que da el artículo 7 de la LCD junto con la
definición de los actos de competencia desleal. En segundo lugar, procederemos a establecer, a la
luz de la jurisprudencia de la Superintendencia de Sociedades y el articulado de la LCD, los
elementos para que se configuren cada una de las conductas tipificadas como desleales. Finalmente,
nos encargaremos de hacer una explicación del derecho procesal de la competencia desleal.

I. La prohibición general

El artículo 7 de la LCD establece que es constitutivo de competencia desleal “todo acto o hecho
que se realice en el mercado con fines concurrenciales cuando resulte contrario a las sanas
costumbres mercantiles, al principio de buena fe comercial, a los usos honestos en materia
industrial o comercial, o bien cuando esté encaminado a afectar o afecte la libertad de decisión del
comprador o consumidor, o el funcionamiento concurrencial del mercado” (art. 7). De esto surgen
dos preguntas. Por un lado, los artículos siguientes a este se encargan de tipificar conductas
desleales. Con esto en mente, ¿para qué sirve la prohibición general? De otra parte, ¿qué son las
‘sanas costumbres mercantiles’, ‘los usos honestos en materia industrial o comercial’ y ‘el principio
de buena fe comercial’?

Respecto a la primera pregunta, debemos iniciar afirmando que la tipificación que hace la Ley
de Competencia Desleal no es taxativa: la ley da unos requisitos que debe tener toda conducta
desleal, así como proporciona casos de conductas desleales en los que opera una presunción juris
tantum1. El articulo 7 se encarga de lo primero: establece unos criterios generales que permiten
desvalorar toda conducta desleal, incluso cuando ella no se subsuma dentro de las conductas
tipificadas. “[L]as cláusulas generales son el mecanismo que le permite al juez, a través de su
función creadora e interpretativa, evitar que la norma entre en desuso y, por el contrario, se
mantenga vigente a pesar de la evolución constante de la actividad mercantil” (De la Cruz). El
derecho antimonopolios de Norteamérica establece una clausula similar en el Sherman Act de
1890.

De él podemos concluir que para que un hecho humano sea considerado como un acto de
competencia desleal deben concurrir 4 elementos: debe haber (i) un acto u omisión, (ii) realizado
en el mercado con fines concurrenciales, (iii) con medios inadmisibles valorativamente, y con (iv)

1
Algunos autores, como De la Cruz Camargo, consideran que las tipificaciones de la LCD son las principales, y la
cláusula de prohibición general simplemente un instrumento subsidiario. Este dice que “llegar a la cláusula general
implica que el comportamiento no se subsumió en alguno de los actos que [estipula la LCD]”. Su utilidad, según él,
yace en que aún cuando suceda lo anterior “queda la posibilidad de que [la conducta] vulnere alguno de los parámetros
establecidos en la norma general de prohibición”, y ella será la encargada de desvalorarlo. Creo que la diferencia con
el entendimiento aquí planteado, a nivel práctico, no es mucha. El efecto es el mismo: toda conducta desleal entra
dentro de la definición general, incluso cuando no entre en ninguna de las tipificaciones específicas.
la potencialidad de afectar el funcionamiento de la competencia entre competidores. Lo primero se
refiere a que debe existir una conducta humana que transcienda el ámbito interno de la organización
empresarial o del operador económico que lo realiza. Lo segundo implica que la conducta debe
haberse realizado por un agente económico con el fin de mantener o incrementar la participación
propia o de otro en el mercado. Lo tercero requiere que la conducta, desde el punto de vista del
correcto funcionamiento de la competencia entre competidores, sea contrario a la buena fe o a los
usos y costumbres mercantiles. Finalmente, lo cuarto se refiere a que la conducta sea peligrosa para
la libertad de los competidores y consumidores en el mercado. Con todo esto la Ley de
Competencia Desleal colombiana adopta lo que en la literatura comparada se ha considerado como
un ‘modelo social’. No sólo se defienden los intereses de los competidores, pues para que se
presente una conducta desleal no es necesaria una relación de competencia ni es necesario que el
acto sea realizado por un competidor. En cambio, lo que se defiende es el mercado como un bien
jurídico en sí: las relaciones que la sociedad tiene con él.

La segunda pregunta se resuelve mediante un mayor detenimiento en el tercer requisito de una


conducta desleal. De acuerdo con la Superintendencia de Industria y Comercio, obrar de acuerdo
con el principio de buena fe comercial implica “obrar de conformidad con la manera corriente de
las acciones de quienes obran honestamente en el comercio, [es decir], con un determinado estándar
de usos sociales y buenas prácticas mercantiles”2; es obrar “dentro de los parámetros morales y
éticos que se esperan de quienes acuden a un mercado con el propósito de disputar una clientela”3.
Así mismo, la doctrina comparada se dice que la buena fe comercial se refiere a “la adecuación [de
una conducta] a los parámetros y a las reglas éticas económicas generalmente acreditadas por un
determinado grupo social” (García, 2004, p. 61). Estas dos definiciones parten de un criterio
objetivo. Sin embargo, desde un punto de vista subjetivo la buena fe comercial se define como “la
creencia de estar actuando honestamente, con honradez y lealtad en el desarrollo y cumplimiento
de los negocios” (De la Cruz). De todo esto podemos concluir que actuar conforme al principio de
buena fe comercial y a las sanas costumbres mercantiles o industriales es un actuar conforme a los
parámetros del orden jurídico en general y del comercial en particular, así como conforme a los
usos sociales y la ética económica aceptada por el grupo social de los comerciantes.

2
SIC, Resolución 3279 del 29 de diciembre de 2004.
3
SIC, Sentencia 1170 de 2012.
II. Los actos de desviación de clientela

El articulo 8 de la LCD establece que será desleal “toda conducta que tenga como objeto o
como efecto desviar la clientela de la actividad, prestaciones mercantiles o establecimientos ajenos,
siempre que sea contraria a las sanas costumbres mercantiles o a los usos honestos en materia
industrial o comercial”. Esta cláusula tiene una gran similitud de la prohibición general. Todos los
actos constitutivos de competencia desleal tienen como efecto o finalidad desviar la clientela: eso
significa que una conducta tenga fines concurrenciales. Por esta razón, “la desviación de clientela
se da a elegir como una clausula general de los comportamientos donde se desvíe la clientela, pero
que no puedan subsumirse en ninguna de las otras conductas”4. Simplemente se requiere probar
dos cosas: (i) la existencia concreta de los clientes que pudieron hacerse desviado o que
efectivamente se hayan desviado como consecuencia de la conducta demandada y (ii) el uso de
medios desleales para tal desviación5.

III. Los actos de desorganización

El articulo 9 de la LCD establece que se “considera desleal toda conducta que tenga por objeto
o como efecto desorganizar internamente la empresa, las prestaciones mercantiles o el
establecimiento ajeno”. El articulo debe leerse en consonancia con la prohibición general: la
desorganización debe darse por medio de actos contrarios a la buena fe mercantil o a las buenas
costumbres mercantiles. Esto en razón de que “es viable la presentación de actos cuya realización
implique necesariamente la desorganización de una empresa que, sin embargo, no están inmersos
en una conducta desleal”6. Existen daños concurrenciales legítimos, basados en la utilización de
medios éticos y adecuados para disputar la cliente e, incluso, los medios de producción. Los
competidores tienen la carga de soportar los daños que le sean generados como resultado de
mejores ofertas fundadas en criterios de eficiencia y en el adecuado ejercicio de la libertad de
elección que el ordenamiento le concede a todo participante en el mercado.

Con esto en mente, la desorganización se refiere a una “secuencia de actos que afectan de
forma determinante la estructura organizativa de una empresa, que denotan el empleo del recurso
humano para conocer de los procedimientos internos, aprovechándose de los específicos métodos

4
SIC, Sentencia 11 de 2005.
5
SIC, Sentencia 3297 de 2012.
6
SIC, Sentencia 2389 del 2012
de producción en aras de la obstaculización del desarrollo empresarial, [causando así] la obtención
de una ventaja derivada de los frutos logrados por el competidor con clientes ya conquistados y
hasta el logro de información imprescindible para la fabricación de productos y la obtención de
materias primas”7. El asunto de esta conducta yace en que un agente económico tiene una cierta
efectividad y una posición en el mercado en virtud de su estructura organizativa. “Una organización
está hecha de personas y de las relaciones entre ellas” (Daft, 2010, p. 11). Los sujetos tienen
contactos con proveedores y clientes, tienen información sobre la manera en la cual se lleva la
actividad económica de la empresa. Por esta razón cuando un agente económico con fines
concurrenciales va por personas que hacen parte integral de la estructura organizativa de otro
agente económico, y va por ellas no por sus aptitudes profesionales sino por tales contactos e
informaciones, hay una conducta desleal de desorganización que afecta a este último. Es el
equivalente a quitarle un brazo a una persona, o quitarle un engranaje a un reloj: no se puede
funcionar de igual manera sin él. Son manifestaciones de los actos de desorganización el
aprovechamiento de la estructura empresarial de otro, el aprovechamiento de sus modos de
producción y la sustracción de personal de la estructura organizativa de otro agente económico.

IV. Actos de confusión

El articulo 10 estipula que se considera como desleal “toda conducta que tenga por objeto o
como efecto crear confusión con la actividad, las prestaciones mercantiles o establecimientos
ajenos”. Esta conducta, como todas, debe leerse en consonancia con la prohibición general: será
desleal sólo si se hace con finalidades concurrenciales. En esencia, lo que se examina aquí es que
las presentaciones, propagandas, nombres o productos de un agente económico estén destinados a
o tengan como efecto la producción de una asimilación entre los servicios o productos de este
último y los de otro agente económico, con el propósito de aprovecharse del Good Will generado
por aquel. Acá la confusión se genera por el uso de signos distintivos similares en lo ya
mencionado.

V. Actos de engaño

El articulo 11 establece que “se considera desleal toda conducta que tenga por objeto o como
efecto inducir al publico a error sobre la actividad, las prestaciones mercantiles o el establecimiento

7
Ibidem.
ajeno”. Así mismo, este articulo incluye una presunción: se “presume desleal la utilización o
difusión de indicaciones o aseveraciones falsas o incorrectas, la omisión de las verdaderas y
cualquier otro tipo de practica que, por las circunstancias en las que tenga lugar, sea susceptible de
inducir a error a las personas a las que se dirige o alcanza”. Con base a la lectura de este articulo
podemos afirmar que la conducta en cuestión cuenta con dos elementos: uno objetivo y otro
subjetivo. El primero se refiere a que las aseveraciones sean falsas, incorrectas o incompletas
respecto a la actividad, prestaciones, establecimientos o productos de un agente en el mercado. El
segundo se refiere a las consecuencias que tales aseveraciones tienen en la representación de la
realidad del consumidor: ellas deben, por un lado, tener la potencialidad de inducir a error al
consumidor y, por el otro, tener la capacidad de influenciar su comportamiento económico. La
potencialidad de inducir a error se refiere a la capacidad potencial de crear en los consumidores
una representación distorsionada de la realidad8. La capacidad de influenciar su comportamiento
económico se refiere a que esa representación distorsionada pueda tener efectos sobre las
decisiones que ellos toman en el mercado9.

VI. Actos de descrédito

De manera similar al artículo 11, el artículo 12 de la Ley 256 de 1996 tiene como propósito
asegurar la transparencia en la información a partir de la cual los consumidores toman decisiones
en el mercado (Lara, 2007 p. 45; Álvarez, 2017, p. 102). Este establece que “se considera desleal
la utilización o difusión de indicaciones o aseveraciones falsas o incorrectas, la omisión de las
verdaderas y cualquier otro tipo de practica que tenga por objeto o como efecto desacreditar la
actividad, las prestaciones, el establecimiento o las relaciones mercantiles de un tercero”. De esta
forma, puede decirse que el descredito es un tipo de engaño que versa sobre la reputación del agente
económico (De la Cruz, 2014). Los actos de descredito son aquellos que, por medio de información
falsa o incompleta, tienen el potencial de socavar el buen nombre de un agente en el mercado. Para
que se configure esta conducta hay tres requisitos. El mensaje emitido debe: (i) ser falso o presentar
verdades incompletas, (ii) versar sobre aspectos que tengan que ver con la actividad mercantil del
desacreditado y (iii) tener la potencialidad de afectar la reputación de este último en el mercado10.
En el artículo 12 existe, además, una exceptio veritatis: la conducta no será desleal si lo afirmado

8
Ver Superintendencia de Industria y Comercio, Sentencia 5321 de 2004.
9
Ver Superintendencia de Industria y Comercio, Sentencia 20 de 2010.
10
Ver Superintendencia de Industria y Comercio, Resolución 327499 de 2004.
es veraz. Para que esta excepción proceda las afirmaciones deben ser exactas, verdaderas y
pertinentes: la información debe generar en sus destinatarios una representación fiel de la realidad
(Barona, 2008, p. 437).

VII. Actos de comparación

El articulo 13 establece que “se considera desleal la comparación pública de la actividad, las
prestaciones mercantiles o el establecimiento propio o ajeno con los de un tercero, cuando dicha
comparación utilice aseveraciones o indicaciones incorrectas o falsas, u omita las verdaderas. Así
mismo, se considera desleal toda comparación que se refiera a extremos que no sean análogos, ni
comparables”. Estos actos son considerados desleales en tanto buscan generar, al igual que los
actos de descredito, una impresión negativa del competidor o de sus productos en los consumidores,
basándose en informaciones falsas o incompletas, o en la comparación de extremos no
comparables. En realidad, el acto de comparación es un acto de engaño que se realiza mediante una
comparación de productos. Lo que hace que sea desleal – pues existen comparaciones legales – es
que la información presentada sea falsa, incompleta, o que verse sobre elementos no comparables.

Para la configuración de esta conducta se requiere: (i) que haya comparación (un cara acara
entre actividades, prestaciones o establecimientos propios o ajenos, ya sea expresa o tácitamente –
cuando no se utilice el nombre del producto o competidor pero este sea reconocible por los
consumidores), (ii) que la comparación sea publica y (iii) que verse sobre la actividad, prestaciones
o establecimientos propios o ajeno. En caso de que se utilicen demostraciones, ellas deben reflejar
el uso y las condiciones normales que los consumidores dan a sus productos. En caso de que se
utilicen testimonios, debe quedar claro (i) que la opinión que expresa la persona que emite el juicio
responde a su propia experiencia, (ii) si existen o no estudios que soportan la opinión del testigo y,
para el caso de expertos, (iii) que el individuo anunciante cuenta o no con el conocimiento científico
para afirmar lo que afirma. Finalmente, en caso de que se utilicen mensajes probatorios, debe haber
soporte de lo afirmado mediante estudios que obedezcan a estándares científicos.

VIII. Actos de imitación

El articulo 14 establece que “la imitación exacta y minuciosa de las prestaciones de un tercero
será desleal cuando genere confusión acerca de la procedencia empresarial de la prestación o
comporte un aprovechamiento indebido de la reputación ajena” y que también “se considerará
desleal la imitación sistémica de las prestaciones e iniciativas empresariales de un competidor
cuando dicha estrategia se halle encaminada a impedir u obstaculice su afirmación en el mercado
y exceda de lo que según las circunstancias pueda reputarse como una respuesta natural del
mercado”. Debido a la similitud entre productos en el mercado, esta norma tiene un carácter
excepcional. No habrá competencia desleal cuando una marca imite los productos de otra, haciendo
claridad en que provienen de diferentes marcas. Lo desleal yace en que se imite absolutamente
todo, haciendo que el consumidor crea que ambos productos tienen la misma procedencia, o en que
la imitación se haga con el propósito o efecto de excluir a un competidor del mercado – como
cuando no compramos unos audífonos de una nueva marca porque Bose sacó unos exactamente
iguales.

IX. Explotación de la reputación ajena

El articulo 15 establece que “se considera desleal el aprovechamiento en beneficio propio o


ajeno de las ventajas de la reputación industrial, comercial o profesional adquirida por otro en el
mercado” y que “se considera desleal el empleo no autorizado de signos distintivos ajenos o de
denominaciones de origen falsa o engañosa, aunque estén acompañadas de la indicación acerca de
la verdadera procedencia del producto”. De nuevo, acá lo que se castiga es el error en el cual se
induce al consumidor, y que ese error provenga de una finalidad concurrencial. Son
manifestaciones del primer párrafo las conductas que vinculan la actividad actual del infractor con
la realizada anteriormente para un tercero, o la alusión a anteriores relaciones comerciales. En
cambio, son manifestaciones del segundo la utilización injustificada de denominaciones y signos
ajenos. En ambos casos, el aprovechamiento debe ser cierto y comprobable11, debe ser susceptible
de incidir en el comportamiento del consumidor12, y debe haber una reputación de la cual
aprovecharse13.

X. Violación de secretos

El articulo 16 reza que “se considera desleal la divulgación o explotación, sin autorización de
su titular, de secretos industriales o de cualquier otra clase de secretos empresariales a los que se
haya tenido acceso legítimamente pero con deber de reserva, o ilegítimamente, a consecuencia de

11
SIC, Sentencia 1990 de 2012.
12
SIC, Sentencia 4849 de 2012.
13
SIC, Resolución 4987 de 2004.
(…) espionaje o procedimientos análogos”, así como mediante la infracción general de normas. De
la Cruz Camargo establece que esta norma “protege cierto tipo de información que se produce en
el interior de la empresa, relacionada con su actividad económica, que sin que goce del derecho a
la exclusividad que otorga la propiedad industrial, es lo suficientemente importante para su
actividad competitiva como para optar por su protección”. De esta forma, el primer requisito de la
conducta es que la información sea relevante a nivel comercial: que tenga un valor o una utilidad
para el comercio en tanto sea susceptible de generar una ventaja competitiva14. El segundo requisito
es que la información sea secreta, es decir, que no sea divulgada y que no sea fácilmente accesible,
de manera tal que para llegar a ella se requeriría “una inversión de tiempo y esfuerzo en términos
cualitativos y cuantitativos”. El tercer requisito es que la divulgación o explotación se haya
realizado sin autorización, ya sea que se hubiera accedido a la información de manera legitima o
ilegitima.

XI. Inducción a la ruptura contractual

Según el articulo 17, se considera desleal “la inducción a trabajadores, proveedores, clientes y
demás obligados, a infringir los deberes contractuales básicos que han contraído con los
competidores”. Además, “la inducción a la terminación regular de un contrato o el
aprovechamiento en beneficio propio o ajeno de una infracción contractual ajena sólo se califica
de desleal cuando, siendo conocida, tenga por objeto la expansión de un sector industrial o
empresarial o vaya acompañada de circunstancias tales como el engaño, la intención de eliminar a
un competidor del mercado u otros análogos”. Como se vio en los actos de desorganización, el
factor humano en las empresas es uno de los elementos que hacen posible el ejercicio de una
actividad económica. Buena parte de lo que hace que ese factor humano permanezca cohesionado
es un universo de relaciones contractuales con empleados, proveedores y clientes. Lo que se castiga
en esta conducta es la alteración del factor humano de una estructura organizacional empresarial
por medio de la ruptura contractual.

Para que se configura esta conducta se necesita, en primer lugar, la existencia de un contrato.
En segundo lugar, debe haber una inducción por parte de un tercero diferente a los extremos de la
relación contractual que induzca a unos de los sujetos que se encuentran en ellos a dar por

14
La SIC consideró como secreto con valor comer comercial la información de clientes, estados financieros, situación
de cartera (Resolución 31714 de 2003).
terminado el contrato o a infringir sus deberes contractuales. En ambos casos, lo desleal es el acto
de inducir por medios desleales.

XII. Violación de normas

El articulo 19 reza que “se considera desleal la efectiva realización en el mercado de una
ventaja competitiva adquirida frente a los competidores mediante la infracción de una norma
jurídica”. Lo que se castiga acá no es la infracción a la norma, sino la ventaja competitiva que se
gana mediante ello. Recordemos la clausula general de competencia: parte de las expectativas de
comportamiento que se tienen sobre un agente del mercado provienen de las normas jurídicas. Por
ello, el hecho de romperlas es en sí mismo inadmisible desde el plano valorativo, y cuando tal
ruptura se utiliza para adquirir una mejor posición en el mercado estamos ante una conducta de
competencia desleal.

XIII. Pactos desleales de exclusividad

El articulo 20 establece que “se considera desleal pactar en los contratos de suministro
cláusulas de exclusividad, cuando dichas clausulas tengan por objeto o como efecto restringir el
acceso de los competidores al mercado, o monopolizar la distribución de productos o servicios”.
Este articulo se encuentra en el límite entre la regulación de los actos de competencia desleal y de
los actos monopolísticos. Para entender esta conducta debe entenderse que en el mercado cuenta
con varias escalas que dependen una de otra. Para la producción de palillos de madera se necesita
madera, y para su comercialización se necesitan minoristas. Cuando el único proveedor de madera
genera un pacto exclusividad con uno de los productores de palillos, con el propósito de dejar sin
materia prima a otro productor de palillos, estaremos ante una competencia desleal.

B) Régimen antimonopolios

Este régimen tiene como propósito “regular el poder actual o potencial de las empresas sobre
un determinado mercado, en aras del interés público”. El asunto que subyace a estas regulaciones
es que en un mercado especifico existe la posibilidad de que un agente económico adquiera
suficiente poder como para reducir o acabar con su competencia, imponiéndose como único
proveedor de ciertos bienes y servicios en el mercado. Esto limita la libre competencia e iniciativa
privada, pues no se puede competir en tal desventaja; pero también limita la libre adquisición de
productos por el consumidor: sólo hay un proveedor, y los consumidores se deben someter a las
reglas que él impone.

La disputa que subyace a esto es la relación entre la eficiencia económica y poder económico.
La pregunta es cómo lograr la mayor eficiencia económica posible sin que con ello se limiten las
libertades mencionadas, es decir, sin que ello permita las practicas restrictivas de mercado. Por
ello, el Decreto 2153 de 1992 junto con la Ley 155 de 1999 estipula una serie de conductas que se
consideran como monopolísticas. Procedemos a tratarlas individualmente.

I. Prohibiciones a la concentración de cargos administrativos

El articulo 6 de la Ley 155 de 1959 establece que los sujetos que ocupen cargos administrativos
no podrán distribuir por sí ni por persona interpuesta los productos, mercancías, artículos o
servicios producidos por la respectiva empresa o sus filiales, ni ser socios de empresas comerciales
que distribuyan o vendan principalmente tales productos, mercancías artículos o servicios. Con
esto se busca que pocas personas tengan una exagerada injerencia en la toma de decisiones de
crédito e inversión.

II. Restricciones a la fijación de precios y abuso de la posición dominante

La posición de dominio se da cuando un agente tiene la capacidad de determinar las


condiciones de un mercado (Almonacid & García, 1998, p. 175): sus precios, condiciones de venta
y sistemas de distribución15. En virtud de este poder, un agente de mercado puede realizar una serie
de abusos que atentan contra la libre competencia en el mercado y por tanto con la libertad del
consumidor al acudir a él. Estas conductas están tipificadas en el articulo 50 del Decreto 2153 de
1992. En general, todas estas practicas implican el cierre de la posibilidad de competir a otros
individuos en ciertos mercados específicos.

15
Ver Corte Constitucional, Sentencias T-240/93 y T-375/97.

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