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Exposición Benjamin Final Nigjt
Exposición Benjamin Final Nigjt
Facultad de Filosofía
Seminario: La estética en Walter Benjamin
María Alejandra Rojas
Luis Antonio Cifuentes
4 de abril de 2018
A la más perfecta reproducción le hace falta algo: el aquí y el ahora de la obra de arte, su
existencia siempre irrepetible en el lugar mismo en que se encuentra. Este aquí y ahora
constituye el concepto de lo que es su autenticidad y esta autenticidad se sustrae por entero a
la reproductibilidad técnica. La obra de arte que nace en la época de la reproductibilidad
técnica tiene como característica esencial el ser reproducida siendo así que la pregunta por el
original carece de sentido.
Benjamin menciona que los griegos sólo conocían dos modos técnicos de reproducción, a
saber, la fundición y la acuñación. De esta manera, las únicas obras que se podían producir
en masa eran las monedas y las terracotas. La obra de arte era concebida como irrepetible,
podríamos decir, guardaba aquella irrepetibilidad propia de lo que él ha llamado auténtico y,
por esta misma razón, era una obra de arte para la eternidad.
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Igualmente, los griegos tenían en la cima de su arte la obra menos mejorable por excelencia,
a saber, la escultura, cuyo proceso de creación artística se juega en un solo intento, o como
dice el autor, cuya creación es de una pieza (Benjamin, 2008, p. 23). En resumen, las obras
griegas tenían un valor eterno, de culto, y poco aprecio por la mejorabilidad.
Así mismo, el cine tiene la cualidad especifica que los griegos habrían condenado: la
mejorabilidad. La película está hecha con una multitud de imágenes y secuencias de
imágenes que son elegidas por alguien que las monta de una manera o de otra. De esta
manera, en una película se puede cambiar la secuencia de imágenes, se puede quitar alguna
imagen, dejar otras etc2. Esto es todo lo contrario a lo que pasa con el artista que hace una
escultura: mientras éste se juega todo en el primer intento la película puede mejorarse una y
otra vez.
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Benjamin señala que en el momento mismo en que escribe su ensayo –años treinta del siglo veinte- el costo
de una película sólo puede ser recuperado si es vista por nueve millones y medio de espectadores (Aguirre,2012,
p.155).
2
Piénsese en la cantidad de veces que se puede filmar una escena en una película. Para Kubrik hasta más de
127 veces.
2
buscando en el cine, incluso en la época del autor, y si no en lo cultico al menos si en lo
sobre-natural.3 Se da así una búsqueda de aquella eternidad, de culto, cuando la esencia de
este arte ha cambiado por completo su carácter.
Benjamin afirma que la respuesta a esta pregunta deriva de la actuación del actor
cinematográfico. Éste es distinto del actor teatral porque su actuación no se produce ante un
público azaroso sino frente a un gremio de especialistas. El actor de cine actúa en frente del
jefe de producción, del director, del operador, del ingeniero de sonido y del iluminador, y
todos estos pueden intervenir en su actuación artística. Esta intervención, dice Benjamin, es
característica de las actuaciones deportivas, pero, además, es una intervención que se da en
toda prueba y esto es precisamente a lo que se somete el actor.
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Benjamin ejemplifica esto aludiendo a Sueño de una noche de verano de Reinhardt, donde Werfel dice que es
aquella copia estéril del mundo exterior en conjunto con sus calles, interiores y estaciones, sus restaurantes, sus
coches y sus playas, la que hasta ahora ha obstruido la ascensión del cine hasta el reino del arte “El cine todavía
no ha entendido su verdadero sentido, sus reales posibilidades… que consisten en su singular capacidad para
con los medios naturales y un incomparable poder de convicción, dar expresión a lo mágico, lo maravilloso, lo
sobre natural” (Werfel en Benjamin,2008, p. 64).
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En la actuación deportiva el deportista sólo conoce de alguna manera lo natural (a menos
que esté corriendo contra el reloj). Por el contrario, la prueba del actor está mecanizada
porque tiene que actuar en frente de un aparato: debe actuar ante los “sunlights” y debe
satisfacer a tiempo las condiciones propias del micrófono (Benjamin, 2008, p. 27). Como en
cualquier prueba aquél que no las puede superar es excluido del proceso de trabajo.
El aparato es quien presenta al público la actuación y éste aparato no está obligado a respetar
su actuación como totalidad (Benjamin, 2008, pp. 65). Por esta razón, el actor
cinematográfico, dado que no es él mismo quien presenta su actuación, pierde la posibilidad
de adaptar la función al público el cuál se encuentra en la actitud propia de un juez que no se
ve afectado por el contacto personal con el actor: el público empatiza con el actor tan sólo en
la medida en que empatiza con el aparato adoptando la misma actitud de este que consiste en
que el actor pasa una prueba. Es el público el que recibe la película y la juzga, como dice
Aguirre, se da un proceso de democratización masiva del juicio artístico (Aguirre, 2005, p.
155).
Exiliado no sólo de la escena, sino de su persona como tal. Con un malestar oscuro percibe
el vacío inexplicable causado por el hecho de que su cuerpo se convierte en una merma, se
volatiliza quedando de repente despojado de su realidad y de su vida, de su voz y de los ruidos
que produce al moverse, para así transformarse en una imagen muda que tiembla un instante
en la pantalla y pronto se desvanece en el silencio… El pequeño aparato es quien actúa,
proyectando su sombra frente al público, mientras él mismo debe contentarse con actuar ante
aquél (Pirandello en Benjamin, 2008, p. 28).
La escena teatral, a diferencia de la escena de cine, tiene siempre una entrada nueva y original
en la que el actor desempeña un papel. En la obra de teatro el actor mantiene siempre una
relación directa con el propio público lo que le permite reaccionar a las respuestas del mismo,
modificando, si es necesario, su propia actuación. Esto en el cine está completamente negado.
El actor de cine no tiene una visión de conjunto de la obra, no necesita tener clara la trama
argumental completa de la película en su conjunto, cosa que en cambio sí es absolutamente
requerida para el actor de teatro. Mientras el actor de teatro debe saber el vínculo de cada
escena con el conjunto de la obra, el intérprete de cine lo único que debe tener claro es la
reacción que ese día en esa escena debe representar, pues, un día se puede filmar una parte
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de la película y en tres meses otra, puede filmar hoy un salto por la ventana desde un andamio
y en tres meses la caída.
El actor llega a una situación en la que tiene que actuar con toda su persona pero tiene que
renunciar al aura de ésta. Su aura está ligada a su aquí y ahora y esta tiene que desaparecer y
así también la que envolvía a los personajes. La extrañeza del actor ante el aparato es de suyo
de la misma índole que la extrañeza propia del hombre romántico ante su imagen vista en el
espejo, pero a diferencia de esta, su imagen es desgajable, se vuelve transportable hacia la
masa (Benjamin, 2008, p.29).
La estrella de cine conecta con su público porque parece abrirle a cada uno la posibilidad de
hacer cine y, como menciona el autor, la idea de poder reproducirse mediante un aparato
ejerce sobre el hombre una atracción enorme. Todos tienen hoy una pretensión de ser
filmados (Benjamin,2008, p.33). Sucede entonces como sucedió con la apertura de los
buzones de prensa que permitió que el lector pudiera ser también escritor: en el cine todos
asisten como semi-expertos.
La masa es la que controla la actuación, y aunque ella no es visible –no existe para el autor
mientras actúa– aquella invisibilidad aumenta la autoridad de éste control. Sin embargo, el
autor menciona que la utilización política de dicho control se hará esperar hasta que el cine
se haya liberado de las cadenas de su explotación capitalista dado que el capital
cinematográfico transforma las perspectivas revolucionarias de dicho control en perspectivas
contrarevolucionarias. La industria cinematográfica:
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ha puesto a su servicio la carrera y vida amorosa de las estrellas, ha organizado plebiscitos y
convocado concursos de belleza. Todo ello para, por vía de la corrupción, falsear por
completo el interés original y legítimo de las masas dirigido al cine: un interés de
autoconocimiento y por lo tanto por el conocimiento de clase (Benjamin, 2008, p.34).
Dice Benjamin que es así cierto del capital cinematográfico lo que es cierto del fascismo: se
dedica a explotar la necesidad de unas nuevas estructuras sociales en interés de una minoría
propietaria. Es por ello que se hace cada vez más urgente la exigencia del proletariado de la
expropiación del capital cinematográfico, la liberación del cine de las cadenas de su
explotación.
Referencias
Aguirre C. (2012) “Walter Benjamin, el cine y el future del arte” en Izquierdas p.143-162.
Ziarek K. (2005) “The work of art in the age of its electronic mutability” En Benjamin A.
(Ed.) Walter Benjamin and Art. Londres, Inglaterra. Continuum.