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Resumen

Este estudio etnográfico enfocado describe la formación del divorcio entre el método

científico occidental en la medicina y las prácticas alternativas o ancestrales como efecto del

Informe Flexner en 1910. En consecuencia, se desarrolló una posición hegemónica de la

llamada «medicina académica» con la exclusión de todas las demás prácticas de las

universidades y la implementación de un «colonialismo epistemológico».

Zoila, una practicante de la medicina andina ancestral, enfatiza que, para esta práctica,

no se necesita un don especial, solo la observación y el aprendizaje. Proporciona valiosa

información sobre el uso de plantas en ciertas enfermedades, y critica la incapacidad de la

medicina académica de incluso reconocer la existencia de ciertas patologías y, por ende, su

incapacidad de curarlas.

Se concluye con las palabras de Feyerabend de que existen muchos acercamientos a la

verdad, y la ciencia es solo uno entre varios, como el arte, la religión y otros. Al encontrar

objetos y contenidos en el límite de su alcance epistemológico, el racionalista crítico,

desconcertado y sin pistas, utiliza términos descriptivos con las mismas características de

aquellos empleados por las religiones para definir las herejías.

Abstract

This focused ethnographic study describes the process of divorce between the western

scientific method in medicine and alternative or ancestral practices as a result of the Flexner

Report in 1910. Consequently, a hegemonic position of the so-called “academic medicine”

was developed, excluding all other practices from the universities and implemented of a sort

of “epistemological colonialism”.

Zoila , a practitioner of ancestral Andean medicine, emphasizes that for this purpose,

one does not need a special gift, just observation and learning. She provides valuable
information about the use of plants in certain diseases and criticizes the inability of the

academic medicine to even recognize the existence of certain pathologies and, therefore, its

inability to heal them.

We conclude with the words of Feyerabend which state that there are many

approaches to the pursuit of truth, and science is only one among many, such as art, religion

and others. When finding objects and contents at the limits of their epistemological scope, the

critical rationalist, bewildered and clueless, uses terms of description having all the earmarks

of those employed by religions to define heresies.

Introducción y marco teórico

Las Ciencias de la Salud viven una extraña dicotomía que divide estás enseñanzas en

lo que llamaré la «medicina académica», enseñada en las universidades del mundo, y la

medicina alternativa, como si aquella fuese un bloque uniforme de prácticas médicas. Siempre

existían en la historia diferentes formas de ver y practicar la medicina. Sin embargo, esa

pseudo-dicotomía actual tiene un punto de inicio exacto y definido. Es el año 1910.

En aquel año, Abraham Flexner, un miembro del Círculo Hopkins de la prestigiosa

Universidad Johns Hopkins, después de haber recibido el encargo de realizar un extenso

estudio sobre el estado de la enseñanza médica en los Estados Unidos, financiado por la

Fundación Carnegie para el Avance de la Enseñanza, publicó sus hallazgos en forma de un

libro que cambiaría la enseñanza médica para siempre (Stahnisch & Verhoef, 2012).

Armado con su explosivo informe sobre el deplorable estado de la enseñanza médica y

con el enorme apoyo financiero de John D. Rockefeller y Andrew Carnegie, Flexner logró

forzar el cierre de las universidades o escuelas médicas de los Estados Unidos que no

cumplían con sus exigencias. Implementó su sistema basado en profesores que impartían una

ciencia médica con rigor científico occidental, a tiempo completo. No todo el mundo aceptaba
ese modelo con entusiasmo. Se enfrentó con voces críticas de médicos de renombre. Entre

ellos figuraban Sir William Osler y Harvey Cushing. Pero el transcurso de la historia enseña

que Flexner se impuso, gracias a sus poderosos patrocinadores (Duffy, 2011).

La cuasi purga consiguiente condujo a la desaparición de todo rastro de medicina

alternativa de las academias y también de los métodos no farmacológicos de tratamiento,

tendencia que continúa hasta el presente. Esto explica la situación trágica que, en un mundo

donde la hipertensión, la diabetes mellitus tipo 2 y la obesidad constituyen el principal reto

para la medicina, enfermedades íntimamente ligadas con la nutrición, la enseñanza en

nutrición para los médicos es escasa o simplemente no existente (Aggarwal et al., 2018;

Harvard T.H.Chan School of Public Health, 2017; Kohlmeier, Nowson, Dimaria-Ghalili, &

Ray, 2015).

En este contexto podemos entender las expresiones «monocultura del saber»,

«monocultura del tiempo lineal» y «lógica de la escala dominante» (de Sousa Santos, 2010).

La hegemonía de la ciencia occidental lleva a la exclusión. La falta de reconocimiento

de otros saberes se expresa en el colonialismo como forma dominante de conocimiento

regulador. Existe un colonialismo intelectual, una agenda reguladora de saberes y el

epistemicidio: Implican «la negación y destrucción de saberes contrarios al orden dominante»

(Binimelis-Espinoza & Roldán-Tonioni, 2017).

En otras palabras, la «violencia epistémica» del eurocentrismo o de cualquier otro

«centrismo» consiste en la imposición forzosa de una perspectiva epistémica ajena a la

población colonizada, es decir, un punto de vista europeo (o de cualquier otro centro portador

de hegemonía) en lo cognitivo, cultural, y epistemológico: Implica el poder de negar la visión

del mundo por los ojos propios (Garbe, 2013). Concuerda con la visión de Habermas en

cuanto a la «colonización del ámbito vital y la fragmentación de la consciencia diaria» (Tsai,

2009).
Según Foucault, el término «Episteme» en este sentido no se refiere al conocimiento

en sí, un enunciado científico o la veracidad. Más bien, cuestiona las condiciones y

posibilidades para la creación de discernimiento y conocimiento (Foucault, 1974).

Metodología

Realicé un estudio etnográfico enfocado, de acuerdo con la definición por Knoblauch,

describiendo aspectos pequeños, parciales de la sociedad o cultura, sin pretensión de

posibilidades de generalización (Knoblauch, 2005), desde un plano contrapicado o una

perspectiva de rana de descripción axonométrica (Castilla, 2016). Implementé la observación

participativa y la entrevista semiestructurada a una informante clave, con el objetivo de

describir aspectos del uso diario de la medicina tradicional andina. Se usa la descripción

densa (Geertz, 1973).

Resultados y discusión

Mi informante clave, Zoila, es una mujer de 48 años de edad. Vive en la zona de

Challuabamba, parroquia Nulti, cerca de Cuenca. Hace años dejó de vestir pollera por

insistencia de sus hijas; sin embargo, en cuanto a la medicina sigue siendo tradicionalista.

Más aún, presencié en múltiples ocasiones como ella aplicaba el conocimiento ancestral en

sus curas.

En la entrevista que Zoila me concedió, hace énfasis en 3 puntos claves de la medicina

tradicional andina.

En primer lugar, no se necesita tener talento para practicar la medicina natural. Todo

se puede aprender. Ella misma aprendió el arte de la curación observando a una vecina

cuando todavía vivía en El Valle.

En segundo lugar, dedica bastante tiempo a la explicación del uso de las plantas

medicinales. Por ejemplo, la ruda, una planta muy habitualmente utilizada en las prácticas

ancestrales para varias enfermedades. Es una planta medicinal reconocida y se conocen sus
ingredientes farmacológicamente activos, entre otros rutina, quercetina, psoraleno,

metoxipsoraleno, rutacridone, rutacridone epóxido y gravacridondiol (Asgarpanah &

Khoshkam, 2012). No obstante, sería un error atribuir el efecto de la curación tradicional

estrictamente a una acción farmacológica de las plantas utilizadas, pues se usan las mismas

plantas para diferentes enfermedades en diferentes regiones, y se usan diferentes plantas para

la misma enfermedad en diferentes regiones, como informa Quezada en su libro de las

prácticas de la medicina natural del Sur del Ecuador (Quezada Ramón, Hermida Piedra, Vega

Degado, Cañizares Aguilar, & Hermida Córdova, 1992).

El «mal aire», cuya etiología Zoila describe como un golpe de aire frío contra el

cuerpo abrigado, un viento cargado de elementos tóxicos de aguas servidas, etc., produce

cefalea, comezón y escozor en los ojos como si estuvieran con arena (conjuntivitis). En este

caso Zoila usa la ruda, rozándola con movimientos suaves sobre la cabeza y los párpados, en

ocasiones interrumpe su movimiento y dobla y estira los tallos de la ruda, en una suerte de

activación para acelerar el proceso curativo. Al terminar, explica, hay que lanzar la ruda sobre

la cabeza hacia atrás y hay que escupir para concluir exitosamente la limpia. El paciente no

debe decir «¡Gracias!» para no estropear el éxito de la intervención.

Cuando alguien «ojea» a los niños, incluso cuando mira al niño con mucho cariño,

pero con demasiada «carga energética», el pequeño sufre daño. Llora desesperadamente, hasta

puede morirse si no se le cura. Lo trata con ajo machacado y ruda. Zoila prefiere masticar el

ajo para este propósito. Exclamando «¡chuca!, ¡chuca!», coloca el emplaste en el ombligo del

bebé y con eso, dentro de unos cinco minutos el niño queda bien.

Desde luego, la práctica ancestral está permeada por elementos mágicos. Es

considerada un método «energético» de sanación.


Zoila también habló sobre el tratamiento de las heridas. Usa el geranio machacado en

forma en emplaste para el uso tópico. Pero para lograr una buena cicatrización interna, por

ejemplo luego de cirugías, hace falta la hierba de infante en forma de infusión.

La medicina tradicional también aconseja cierto régimen preventivo. Por ejemplo, la

prohibición de comer cuy o carne de chancho antes de cumplirse un mes luego de una

intervención quirúrgica, una práctica muy difundida incluso entre la población mestiza o

blanca urbana, tiene sus raíces en el saber andino.

El tercer punto que enfatiza Zoila es la incapacidad de la medicina académica de

reconocer ciertas enfermedades de conocimiento común en la medicina andina. Por lo tanto,

tampoco pueden tratarlas y, por la misma razón, es inferior a la medicina ancestral por lo

menos en ese aspecto.

Rompería el marco de este micro estudio reproducir todos los contenidos de la

entrevista con Zoila. Sin embargo, no quiero concluir el estudio sin antes mencionar unas

observaciones relevantes de un erudito austriaco prestigioso de la filosofía de la ciencia,

llamado por algunos el «anarquista de la epistemología»: Paul K. Feyerabend, profesor de la

Universidad de California en Berkeley, durante tres décadas, y de la Escuela Politécnica

Federal de Zúrich, Suiza. Ambas instituciones figuran entre las más prestigiosas del mundo.

Feyerabend vio la ciencia solo como una de muchas maneras de alcanzar el

conocimiento, junto con otros accesos, como la religión o el arte. Según Feyerabend, no es

posible asignar una escala de valores a los diferentes enfoques de la verdad, en parte porque

estos accesos a la verdad son inconmensurables entre sí (Kupke, 2013).

«Ningún racionalista crítico tiene una visión de los límites de las ciencias; para esto

tendría que saber qué sucede fuera de las ciencias […] Al mostrar a un racionalista crítico un

objeto fuera de su experiencia – no sabe qué hacer con eso, se comporta como un perro que ve

a su amo vestido de ropa inusual; no sabe si morderlo, huir o lamerle la cara. […] [C]uando
alcanzan los límites de la ciencia: para ellos, han llegado al final de su fe y lo único que

pueden decir es ‹tonterías irracionales› o ‹ad hoc› o ‹infalsificables› o ‹degenerando› –

términos que tienen exactamente el mismo propósito que las expresiones antiguas para

designar a un ‹hereje› etc.» (Feyerabend, 1981).


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