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CODIGO: 1860802007
FECHA: 04/12/2018
ILO – PERU
La situación del Apra
Bajo la conducción de Alan García, el APRA atraviesa en estos días su
situación más apretada. Como sabemos, la última encuesta de IPSOS le
concede apenas 5% y a punto de ser alcanzado por Verónika y Barnechea.
Por otro lado, en la entrevista del último domingo en El Comercio, luce
fastidiado por las preguntas incómodas, sin el énfasis que le era habitual.
Voy a ensayar una mirada de largo plazo para entender la coyuntura. En los
90 años de historia del APRA se han sucedido solo dos liderazgos: Haya y
García. Entender sus diferencias lleva al meollo del drama interno del
partido de la estrella.
Pero, ya no es de tipo heroico como Haya, sino más bien rutinario, un líder
cuya hegemonía se fundamenta en su capacidad para el éxito electoral. Para
recuperar la presidencia el 2006 tuvo que volver a la centro-derecha,
dejando la posición de izquierda democrática que el PAP ocupaba desde
hacía varios años. No importó, el partido estaba hecho para seguir al líder
carismático.
Perder esos comicios fue un revés que no consiguió digerir. Aunque otra
vez partió como favorita, una nueva movilización electoral de último
minuto permitió que Kuczynski le ganara por los pelos. La ofensiva total
lanzada contra el gobierno estuvo motivada por esta frustración, mezclada
con unos rumores sobre un fraude electoral que nunca fueron probados.
Estas demostraciones de prepotencia, acompañadas por unas formas poco
democráticas, una desvergonzada alianza con cuestionados grupos de
presión y una ausencia total de propuestas, mermaron la popularidad de
Fujimori. Esta sensación se agravó cuando lanzó u
n primer intento de vacancia contra PPK, en diciembre de 2017. Éste
sobrevivió inesperadamente, gracias a una alianza con Kenji Fujimori —
hermano menor de Keiko, con quien llevaba tiempo enfrentada— que le
facilitó los votos que controlaba dentro de la bancada. A cambio,
Kuczynski indultó a Alberto Fujimori.
La maniobra fracturó Fuerza Popular, pero no evitó que el Presidente
perdiera el cargo. Acorralado por un nuevo proceso de vacancia y por
graves denuncias de compra de votos para evitarla —en las que estuvo
involucrado Kenji Fujimori—, Kuczynski debió renunciar tres meses
después.
Con su líder fuera de juego, la incógnita ahora es lo que pasará con Fuerza
Popular. Todo haría pensar que en sus filas se ha iniciado una desbandada,
con algunas renuncias sumadas a los pedidos de licencia partidaria del
presidente y los tres vicepresidentes del Congreso. Lo más lógico sería que
este proceso de implosión se acelerara ahora que Keiko Fujimori está
detenida, luego de mostrarse incapaz de limpiar la imagen antidemocrática
y delincuencial del movimiento que su padre fundó hace casi 30 años.
¿De quién?
Parece cuento…
¡Es que estamos hablando de lo que hay que hacer para no dirigirnos hacia
una situación de renovación autoritaria en el país!
Fujimori regresaría.
¿Sano y salvo?
Sí, como regresó García, sano y salvo. Ahí sí no sé qué pasaría, qué tanto
podría resistir un organismo muy debilitado como el Apra con un
planteamiento, por ejemplo, sobre impunidad. Es decir, cerramos todo lo
que es estrategia contra la corrupción, cerramos todo lo que es violación de
derechos humanos. Miremos hacia adelante. Eso, en cierto modo, pasó en
Chile. El consenso político en Chile en 1990 fue eso. Pero una cosa es la
estructura de partidos que formaban la alianza que negocia con los militares
una salida y otra cosa es lo que tenemos acá. ¿Cuánto aguanta eso?
Políticamente hablando, plantear impunidad en el Perú es muy fácil. Hay
que mirar hacia delante y todo lo de atrás lo cerramos.
Sí, porque las penas por corrupción no son muy severas. Son cinco o seis
años.
El gran poder que tienen es que nunca se estableció una estrategia adecuada
frente a ese gran poder que es la información. Como tampoco hubo una
estrategia contra la corrupción. Lo que se hizo fue implementar un mínimo
aparato de ubicación de la persona corrupta, pero ninguna estrategia se
dirigió a tratar de encontrar dónde se fundamentaba la corrupción y qué
había que hacer para que no se siguiera reproduciendo. Vamos a decirlo de
otra manera: el gran pecado político de Toledo es que trató de combatir la
corrupción y, finalmente, se vio sumido en el mismo mecanismo corrupto
de la década de 1990 y que funcionó también desde años atrás; es la
manera como se relaciona finalmente el poder político con el poder
económico en este país. No hay negocio alguno relativamente grande que
no implique grados, más o menos importantes, de corrupción. Para hacer
negocios en este país tienes que corromper, y eso nunca se 5 quebró.
Toledo está sumido en ese fango. Fíjate, un tiempo atrás, qué cosa es lo que
pudo haber motivado que alguien como el Arzobispo de Lima, Juan Luis
Cipriani, dijera «paren ya la mano, basta de esta persecución en nombre de
la lucha contra la corrupción». Tiene que haber una cuestión muy grande
atrás para que intervenga una personalidad como el Arzobispo. Y esto es
poder. Cuando Waisman, sin querer queriendo, creo que más sin querer que
queriendo, toca a los viceministros y a los asesores del Ministerio de
Economía, cómo saltan. Las mismas personas que una semana antes
estaban pidiendo la vacancia presidencial. Eso significaba Waisman como
presidente. Hay que saber cómo se manejan los lobbies en el Ministerio de
Economía y cómo es que todas las leyes promulgadas por el gobierno
fujimorista para favorecer la acumulación de las grandes empresas
transnacionales en el país siguen vigentes. Y sigue vigente toda aquella
legislación que permite la corrupción, la evasión de impuestos.
No solo por lo que sabe Montesinos de Fujimori, sino por lo que sabe de
Alan. Y no se olviden de Mantilla: él tendría muchísimo que hablar, tanto
como Montesinos. De lo que se trata es de cómo establecer un juego al que
le pondrían punto final. Estoy hablando de cómo estaría pensando García
su gestión; igual los fujimoristas. Hay una conveniencia mutua y se
formaría un núcleo de acuerdos informales, y el resto se debatiría. Pero en
lo fundamental van a pactar, van a cubrirse las espaldas. No solo el Apra y
el fujimorismo están en ese juego, sino también otros sectores políticos que
no se harían mayores problemas en participar con esa lógica.
¿Quiénes?
Es que hasta eso está distorsionado. De repente encuentras que hay que
promover valores auspiciado por la Backus.
El ideal de Alan es llegar a una segunda vuelta con algún sector del
fujimorismo o con Fujimori a la cabeza. Ahí polariza. Una alianza en torno
de Lourdes Flores o de Valentín Paniagua, ahí sí pierde. Ahora, la segunda
parte es la gobernabilidad que tendría una alianza en torno de Paniagua o
de Lourdes Flores. Es impredecible. ¿Hasta dónde puede sostenerse un
gobierno de Valentín Paniagua con una oposición apro-fujimorista?
No.
Es muy factible. Hay muchas cosas que Toledo debió haber zanjado en su
momento y no lo hizo. Es cierto que la crítica que se plantea a Toledo es
despiadada y muchas veces sin razón, pero también es impresionante su
incapacidad política y la su entorno para capear todo eso. Desde el inicio de
su gobierno acumuló situaciones que siempre se mantuvieron como
problemas, sin poder darles algún tipo de solución. Casi igual a la manera
como reacciona frente a la protesta social. La violencia social necesita un
tiempo de maduración, lo que se tiene que hacer es prevenirla y encontrar
mecanismos para evitar que suceda. Pero, en todos los casos, el gobierno
interviene cuando el daño ya ha sido hecho y ve allí cómo puede negociar.
Así limita enormemente el espacio de negociación. Eso es lo que ha
pasado. Pleno de voluntad y poca capacidad para instrumentalizar
decisiones adecuadas. Un político así muere.
Que los diferentes grupos fujimoristas y el Apra tienen claro qué hacer
respecto a esto, no. Los cuatro grupos fujimoristas y el Apra saben que
pueden sacar algo políticamente positivo. No saben exactamente qué, pero
en el núcleo mismo sí están funcionando aspectos como, por ejemplo, hasta
dónde van a tener impunidad, hasta dónde van a dejar las mismas
estructuras tributarias, la misma estructura económica. Y al menos en uno
de esos aspectos, como es la cuestión de impunidad, ambos se necesitan. El
Apra no se va a atrever siquiera a sugerir un mínimo cambio en el modelo
económico. Ellos saben que tienen dos frentes debilitados: el frente
empresarial y el externo. Y a los fujimoristas les interesa saber cómo
pueden armar un contexto que les permita recomponerse políticamente con
el apoyo del grupo empresarial fuerte y con un grupo de las fuerzas
armadas igualmente fuerte. Dentro del fujimorismo se expresan ahora
abiertamente personajes como el general Fournier, un hombre visible del
servicio de inteligencia de Montesinos y movilizador actual de los comités
de autodefensa en la sierra central; y el empresario Pardo Mesones. Esto
significa el respaldo que el fujimorismo recibe