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El rey león o cómo adaptar un clásico de Disney sin fallar en el intento

Plascencia Lugo José Eduardo

El rey león (2019) es la nueva apuesta del estudio Disney para este verano. Esta nueva versión
muestra el conocido y shakespeareano camino de Simba, el trasfondo político de su autoexilio y
el modus vivendi que engloba el popular mantra Hakuna Matata. Cabe mencionar que esta nueva
adaptación dista en ciertos aspectos con su análoga animada. Mas que esto no sea motivo de
conflictos entre los nostálgicos, ya que la esencia verdadera de la historia se encuentra presente
en la cinta, misma que fue estrenada el 19 de julio en los cines nacionales.
El director de esta entrega es Jon Favreau (Nueva York, 1966), mismo que es conocido
—entre tantas cosas— por encarnar a Happy Hogan en el Universo Cinematográfico de Marvel,
a Foggy Nelson en Daredevil de 2003 junto a Ben Affleck y por haber dirigido el remake live-
action del otro gran clásico de Disney: El libro de la selva (2016).
Esta adaptación cuenta en su reparto de actores de voz con Donald Glover como Simba,
Beyoncé como Nala, James Earl Jones como Mufasa, Chiwetel Ejiofor como Scar, Billy Eichner
como Timón y Seth Rogen como Pumba, entre muchos otros talentosos actores. En su versión
doblada al español latino participan star-talents como Carlos Rivera y Fela Domínguez,
acompañados de actores de doblaje como el gran Sebastián Llapur, Arturo Mercado, Luis
Leonardo Suárez, Sergio Carranza y Pisano.
Visualmente es un deleite para el espectador, pues crea un juego de adivinanzas en el que
todo parece real aun cuando se sabe que toda la película está construida con CGI —salvo una
secuencia, en palabras del director—. Nubes, lagos, texturas, hasta el pelaje de los personajes
deja en duda si realmente todo fue animado por computadora. Gestos, movimientos y
articulación lingüística, todo está perfectamente animado, mostrando una vez más de qué calidad
de productos es capaz Disney.
La historia no revela nada nuevo para los que ya conocen la cinta original. Se extrañan
algunas secuencias que, por prudencia o economía narrativa, era obvio que no estarían, como el
baile de Timón o el jugueteo de las hienas con el nombre de Mufasa. Sin embargo, cada pieza,
cada diálogo, se encuentran justamente donde deben estar. Las entrañables canciones son fieles
a las que acompañaron la infancia de muchos. (Destaco aquí la obertura de la película en voz del
antiguo Timón: Raúl Carballeda. Misma secuencia que plantea la importancia política dentro del
universo de El rey león que tiene la presentación del príncipe).
Lo controversial de la cinta, luego de su estreno, fue el doblaje latino ya que, la presencia
de star-talents, comprometió la recepción de los personajes. Esta situación nació a raíz de la
actuación de Carlos Rivera, quien dio voz a Simba tanto en diálogos como en canciones. Cabe
mencionar que este intérprete fue Simba en el musical de El rey león tanto en España como en
México. No obstante, el público fue severo con su trabajo, tachándolo de entregar una voz falsa
y fingida que recordaba al doblaje que Ricky Martin hizo con el protagonista de Hércules (1997).
Sin embargo, hay que considerar que el trabajo de todos los actores de doblaje y star-talents estuvo
bien dirigido a manos de Ricardo Tejedo, responsable de la dirección de doblaje de cintas como
Piratas del Caribe, varias entregas del UCM y muchas otras de Disney Pixar como Monsters Inc.
(2001) o Coco (2017). Claro que se extrañaron las voces de Francisco Colmenero, Raúl Aldana
o Carlos Petrel, pero al ser una versión nueva, reinventada, que fue hecha para el público de una
época distinta, todas las decisiones actorales y de doblaje se justifican.
En conclusión, El rey león de Jon Favreau supera con creces a su versión de El libro de la
selva —que, dicho sea de paso, es una joya cinematográfica— y se posiciona dignamente al lado
de su versión animada de 1994. Ambas, justo en el risco del rey, contemplando todo lo que cubre
la luz, señorean todo lo producido por Walt Disney Pictures, orgullosas, solemnes y altivas,
sabiendo que la una es el inicio y la otra el final de un ciclo sin fin.

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