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La autoridad es el derecho para dar ordenes y el poder para exigir obediencia.

Hay que establecer


una diferencia entre la autoridad oficial de un director, derivada de su cargo, y la autoridad
personal integrada por su inteligencia, su experiencia, su valor moral y su capacidad directiva.

De tal manera que, en la formación de un buen jefe, la autoridad personal es el complemento


indispensable de la autoridad oficial. No podemos concebir la autoridad separada de la
responsabilidad, es decir, separada de las sanciones, recompensas o castigos que conlleva el
ejercicio del poder. Esto se debe a que la responsabilidad es una consecuencia natural y
contraparte esencial de la autoridad, por lo tanto, en el momento donde se ejerce la autoridad
debe surgir también la responsabilidad.

La aplicación de la sanción a los actos de autoridad forma parte de las condiciones esenciales para
una buena administración. Sin embargo, El juicio exige una elevada índole moral, imparcialidad y
firmeza; y si no se cumplen todas estas condiciones existe el peligro de que pueda desaparecer el
sentido de responsabilidad de la empresa.

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