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Clementina
Clementina
Clementina llegó a nuestro país en 1961 desde Manchester, por iniciativa del matemático
Manuel Sadosky. Tras desembolsar la suma equivalente a 300.000 dólares actuales con un
subsidio del Conicet, Sadosky -que antes había fundado el Instituto de Cálculo- logró poner
en marcha el gigante electrónico.
Aquella máquina de 1961 medía 20 metros de largo por 2,3 m. de alto, se dividía en 12
paneles, operaba a válvulas y estaba superpoblada de circuitos y condensadores. Para
alojarla, en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales se acondicionó una sala con
temperatura y humedad controladas, y el grupo de trabajo liderado por Sadosky se dispuso
a crear un lenguaje específico para su manejo, bautizado ComIC (Compilador del Instituto
de Cálculo).
El nombre, en tanto, se les ocurrió a sus operadores tan pronto iniciaron el equipo: las
válvulas, cuando comenzaban a funcionar, emitían un sonido modulado que imitaba los
primeros compases del fox Clementine.