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de Katherines
John Green.
El principio (del fin)
“¿Entonces en qué eres bueno exactamente? Ya sé que eres bueno en todo, pero ¿qué otra
cosa se te dan tan bien aparte de los idiomas?”
“Soy bueno con los códigos y esos temas. Y soy bueno en los juegos de palabras como los
anagramas. Es una de mis cosas favoritas, en realidad. Puedo hacer un anagrama de cualquier
cosa.”
“¿De cualquier cosa?”
“Night nay*,” respondió rápidamente, y ella se rió tras decir, “Katherine Carter.”
“Um, vale. Her karate Cretin** –em, oh. Me gusta este: their arcane trek***.”
Ella se rió, sacó su mano y la apoyó sobre su rodilla. Sus dedos eran suaves. Él pudo olerla
claramente por encima de la humedad del sótano. Pero no se atrevió a mirarla, no todavía.
Simplemente miraba la pantalla negra del televisor. Quería alargar momento tras momento –
porque al igual que como el sentimiento de un beso, nada sienta mejor que los momentos
anteriores.
“¿Cómo haces eso?” preguntó ella.
“Práctica, mayormente. Lo he estado haciendo durante mucho tiempo. Veo las letras y creo
una primera palabra que sea mejor –como karate o cretin –y después intento usar las otras letras
para hacer –Dios, esto es aburrido,” dijo, esperando que no lo fuera.
“Vale, entonces anagramas. Ese es uno. ¿Tienes otro talento encantador?” preguntó, y ahora
se sintió seguro.
Finalmente, Colin se giró hacia ella, reuniendo en su garganta la medida justa de valentía de
la que disponía, y dijo, “Bueno, soy un gran besador.”
Nunca significó:
4. Una chica llamada Katherine ha llamado mientras estabas en el baño. Lo siente. Aún te
quiere, ha cometido un terrible error y te está esperando abajo.
Pero a pesar de eso, Colin no podía hacer nada más que esperar que sus padres estuvieran en
su habitación para darle noticias sobre su diversidad Número 4. Era una persona muy pesimista,
pero parecía estar haciendo una excepción por las Katherines: siempre sintió que volverían a él.
*Palabra alemana que se refiere a alguien endeble, literalmente significa “un hombre que se sienta para mear.”
**Es una palabra mal sonante en árabe que significa “no-musulman”, usualmente traducida como “infiel.”
suelo, le sujetó los brazos y empezó a gritar, “¡No hay más Dios que Dios, y Mohamed es Su
Profeta! ¡Dilo conmigo sitzpinkler! ¡La ilaha illa-llah!* Colin empezó a reír casi sin respiración
bajo el peso de Hassan, y Hassan se rió también. “¡Estoy intentando salvar tu culo arrepentido
del infierno!”
“Quítate o iré ahí muy pronto,” murmuró Colin.
Hassan se levantó y abruptamente se puso serio. “¿Entonces, cuál es el problema
exactamente?”
“El problema exactamente es que me ha dejado. Que estoy solo. Oh Dios mío, estoy solo
otra vez. Y no solo eso, sino que soy un desastre total en el caso de que no te hayas dado cuenta.
Estoy lavado, soy un ex. El ex de Katherine XIX. Ex-prodigio. Ex-lleno de potencial.
Actualmente lleno de mierda.” Como Colin le había explicado a Hassan incontables veces, hay
una clara diferencia entre las palabras prodigio y genio.
Los prodigiosos pueden aprender rápidamente lo que otras personas han descubierto; los
genios descubren lo que nadie había descubierto previamente. Los prodigiosos aprenden; los
genios hacen. La gran mayoría de niños prodigio no se convierten en genios adultos. Colin
estaba casi seguro de que pertenecía a esa desafortunada mayoría.
Hassan se sentó en la cama y se estiró de la barba durante unos segundos. “¿El verdadero
problema es el tema de los genios o el tema de Katherine?”
“La quiero demasiado,” fue la respuesta de Colin. Pero la verdad era que, en la mente de
Colin, los problemas estaban relacionados. El problema era que este chico especial, magnífico y
brillante era –bueno, no. El problema en sí era que Él no importaba. Colin Singleton, conocido
niño prodigio, conocido veterano en los Conflictos de Katherine, conocido empollón y
sitzpinkler, no le importaba a Katherine XIX, y no le importaba al mundo. De repente, no era el
novio de nadie ni era ningún genio. Y eso –usando el tipo de palabra compleja que esperas de
un prodigio –apesta.
“Porque el tema de los genios,” dijo Hassan como si Colin no hubiera profesado su amor,
“no es nada. Eso simplemente es por querer ser famoso.”
“No, no lo es. Quiero importar,” dijo.
“Vale. Como he dicho, quieres fama. La fama es la nueva popularidad. Y tú no vas a ser El
Siguiente jotido Top Model Americano, eso tenlo por seguro. Quieres ser El Siguiente Top
Genio Americano y ahora te estás –y no te tomes esto personalmente –quejando de algo que no
ha pasado aún.”
“No me estás ayudando,” susurró Colin hacia la moqueta. Colin giró la cara para mirar a
Hassan.
“Levántate,” dijo Hassan, ofreciéndole una mano. Colin la cogió, se levantó, y después
intento soltar la mano de Hassan. Pero Hassan se la apretaba. “Kafir, tienes un problema muy
complicado con una solución muy simple.”
*La declaración de fe del islam, en árabe transliterado: no hay más Dios que Dios.
tres
“Un viaje,” dijo Colin. Tenía una bolsa de tela demasiado llena a sus pies y una mochila que
solo contenía libros. Él y Hassan estaban sentados en un sofá de cuero negro. Los padres de
Colin se sentaron frente a ellos en un sofá idéntico.
La madre de Colin meneó su cabeza rítmicamente, como un metrónomo desaprobador. “¿A
dónde?” preguntó. “¿Y por qué?”
“Sin ofender, Señora Singleton,” dijo Hassan, poniendo el pie en la mesita de café (algo que
no está permitido hacer), “pero no está pillando el sentido. No hay dónde ni por qué.”
“Piensa en todo lo que podrías hacer este verano, Colin. Podrías aprender sánscrito,” dijo su
padre. “Sé que querías aprender sánscrito.* ¿Serás feliz conduciendo por ahí sin rumbo? No es
propio de ti. Francamente, suena a abandono.”
“¿Abandonar qué, papá?
Su padre hizo una pausa. Siempre hacía una pausa tras una pregunta, y después cuando
hablaba, eran frases completas sin ums o como tal o uhs –como si memorizara su respuesta.
“Me duele decir esto, Colin, pero si quieres continuar creciendo intelectualmente, tienes que
trabajar ahora mucho más de lo que lo has hecho nunca. Si no, te arriesgas a perder tu
potencial.”
“Técnicamente,” respondió Colin, “Creo que ya lo he desperdiciado.” Quizás era porque
Colin nunca había decepcionado a sus padres: no bebía, ni tomaba drogas, ni fumaba cigarrillos,
ni llevaba una línea negra en los ojos, ni salía hasta tarde, ni sacaba malas notas, ni se hizo un
piercing en la lengua, ni tenía las palabras “KATHERINE AMOR DE POR VIDA” tatuadas en
la espalda. Quizás se sentían culpables, como si de alguna manera le hubieran fallado y lo
hubieran llevado a este momento o quizás solo querían pasar unas semanas a solas para reavivar
el romance, pero cinco minutos después de reconocer su potencial desperdiciado, Colin
Singleton estaba tras el volante de su largo Oldsmobile gris, conocido como el Coche Fúnebre
de Satán.
Dentro del coche, Hassan dijo, “Vale, ahora todo lo que tenemos que hacer es ir a mi casa,
coger algo de ropa, y milagrosamente convencer a mis padres de que me dejen ir de viaje.”
“Puedes decir que tienes un trabajo de verano. Como, por ejemplo, en un campamento o
algo,” propuso Colin.
“Cierto, excepto que no voy a mentir a mi madre, porque ¿qué cabrón mentiría a su propia
madre?
“Hmm.”
“Bueno, suficiente, alguien más podría mentirle. Podría vivir con eso.”
“Bien,” dijo Colin. Cinco minutos después aparcaron en doble fila en el vecindario de
Chicago llamado Ravenswood, y salieron del coche juntos. Hassan irrumpió en su casa con
Colin en el camino. En la bien equipada sala de estar, la madre de Hassan estaba sentada en un
sillón, durmiendo.
“Ey, mamá,” dijo Hassan. “Despierta.” Se sobresaltó, sonrió, y saludó a los dos chicos en
árabe. Colin respondió en árabe, diciendo, “Mi novia me ha dejado y estoy muy deprimido, así
que Hassan y yo vamos a ir a, a, uh, vacaciones donde conduzca. No sé cómo se dice en árabe.”
La señora Harbish meneó la cabeza y frunció los labios. “¿No te había dicho,” dijo con un
acento inglés, “que no te juntaras con las chicas? Hassan es un buen chico, no hace eso de
“salir” con ellas. Y mira lo feliz que es. Deberías aprender de él.”
*Lo que patéticamente era verdad. Colin de verdad había estado queriendo aprender sánscrito. Es como el Everest
de las lenguas muertas.
“Eso es lo que va a enseñarme en este viaje,” dijo Colin, a pesar de que nada podía estar más
lejos de la verdad. Hassan volvió de la habitación llevando una mochila de tela con media
cremallera rebosante de ropa. “Ohiboke,* mamá,” dijo, agachándose para darle un beso en la
mejilla.
De repente, en pijama, el señor Harbish entró en la sala de estar y dijo en inglés, “No vas a ir
a ningún sitio.”
“Oh, papá. Tenemos que hacerlo. Míralo. Está destrozado.” Colin miró al señor Harbish e
intento parecer lo más destrozado que podía. “Va a ir con o sin mí, pero conmigo al menos
podré vigilarlo.”
“Colin es un buen chico,” le dijo la señora Harbish a su marido.
“Te llamaré todos los días,” dijo Hassan. “No nos iremos mucho tiempo. Solo hasta que se
ponga mejor.”
Colin, ahora de forma completamente improvisada, tuvo una idea. “Voy a conseguirle a
Hassan un trabajo,” le dijo al señor Harbish. “Creo que los dos necesitamos aprender la
importancia de trabajar duro.”
El señor Harbish gruño en aprobación, después se giró hacia Hassan. “Tienes que aprender la
importancia de no ver ese horrible programa de La Juez Judy, para empezar. Si me llamas en
una semana y tienes un trabajo, puedes quedarte donde quieras todo el tiempo que quieras, por
lo que a mí respecta.”
Hassan parecía no haberse dado cuenta de los insultos, solo murmuró dócilmente, “Gracias,
papá.” Besó a su madre en las dos mejillas y se apresuró hacia la puerta.
“Qué idiota,” dijo Hassan una vez estuvieron a salvo dentro del Coche Fúnebre. “Una cosa
es acusarme de vago. Pero otra es maldecir el buen nombre del mejor programa de América de
jueces –eso es pasarse de la raya.”
Hassan se quedó dormido alrededor de la una de la mañana y Colin se medio bebió en una
gasolinera un café y la estimulante soledad de un camino libre durante la noche, condujo hacia
el sur por la I-65 a través de Indianápolis. Era una noche cálida para ser principios de junio, y
desde que el aire acondicionado del Coche Fúnebre de Satán no funcionaba hacía milenios, las
ventanas se dejaban abiertas. Y lo bueno de conducir era que se llevaba la mayoría de su
atención –coche aparcado fuera, quizás un policía, reducir la velocidad, hora de pasar ese
camión, poner el intermitente, comprobar la vista trasera, girar el cuello para comprobar el
punto muerto y sí, vale, carril de la izquierda –para distraerse del punzante agujero de su
vientre.
Para mantener su mente ocupada, pensó en los agujeros de otros estómagos. Pensó en el
Archiduque Franz Ferdinand, asesinado en 1914. Cuando miró hacia el sangrante agujero en
medio de su estómago y el Archiduque dijo, “No es nada.” Estaba equivocado. No había duda
de que el Archiduque Franz Ferdinand importaba, aunque nunca fue un prodigio ni un genio: su
asesinato provocó la Primera Guerra Mundial –así que su muerte conllevó la de otras 8.528.831.
Colin la echaba de menos. Echaba de menos que lo mantuviera despierto más que el café, y
cuando Hassan le preguntó que si conducía una hora, Colin dijo que no, porque conducir lo
ayudaba a seguir –mantenerse bajo los setenta; Dios, mi corazón se acelera; odio el sabor del
café; pero te echaba un cable; vale, y aclaraba la carretera; vale, sí; todo recto; y ahora solo
están mis propias luces contra la oscuridad. Hacía que la soledad del aplastamiento no fuera
enteramente demoledora. Conducir era un tipo de pensar, el único tipo que entonces podía
*Quizás sea de ayuda pensar en esto gráficamente. Colin veía la dicotomía de los Deshechores y los Deshechos
en una curva de campana. La mayoría de la gente está englobada en algún punto del medio; es decir, son pequeños
Deshechores o pequeños Deshechos. Pero después tienes los Katherines y los Colins.
Katherine I: El principio (del principio)
Los padres de Colin nunca lo consideraron algo más de lo normal hasta una mañana de junio.
Un Colin de veinticinco meses estaba sentado en una silla gigante, desayunando una
indeterminada comida de origen vegetariano mientras su padre leía el Chicago Tribune en la
pequeña mesa de la cocina. Colin era delgado para su edad, pero alto, con fuertes rizos castaños
que irrumpían de su cabeza con una imprevisibilidad Einsteniana.
“Tres deed en el West Side,” dijo Colin tras un mordisco. “No querer más verdes,” añadió,
refiriéndose a su comida.
“¿Qué has dicho, colega?”
“Tres deed al West Side. Quiero patatas fritas por favor gracias.”11
El padre de Colin le dio la vuelta al periódico y miró el gran titular de la portada. Ese era el
primer recuerdo de Colin: su padre bajando lentamente el periódico y sonriéndole. Los ojos de
su padre estaban abiertos de sorpresa y placer, y su sonrisa era incontenible. “¡CINDY! ¡EL
NIÑO ESTÁ LEYENDO EL PERIÓDICO!” gritó.
Sus padres eran el tipo de padres que de verdad, de verdad disfrutan leyendo. Su madre
enseñaba francés en la prestigiosa y cara Kalman School del centro de la ciudad, y su padre era
profesor de sociología en la Northwestern University, al norte de la ciudad. Así que tras las tres
muertes en el West Side, los padres de Colin empezaron a leer con él, en cualquier sitio y a
todas horas –principalmente en inglés, pero también libros con dibujos en francés.
Cuatro meses después, los padres de Colin lo enviaron a un colegio de preescolar para niños
prodigio. El colegio dijo que Colin era demasiado avanzado para su colegio y que de todos
modos no aceptaban a niños que aún llevaban pañales. Enviaron a Colin a un psicólogo de la
Universidad de Chicago.
Y pronto la momentánea incontinencia de prodigio terminó en una pequeña oficina sin
ventanas del sur, hablando con una mujer con gafas de pasta que le hacía encontrar a Colin
patrones en cadenas de letras y números. Le dijo que tirara polígonos. Le preguntó qué pintura
no cuadraba con las demás. Le hizo un sinfín de preguntas maravillosas, y Colin la quiso por
ello. Hasta el momento, muchas de las preguntas que le había hecho a Colin se centraban en si
se había o no se había enfadado consigo mismo, o si podía dar un bocado más a esas miserables
verduras.
Tras una hora de preguntas, la mujer dijo, “quiero darte las gracias por tu extraordinaria
paciencia, Colin. Eres una persona muy especial.”
Eres una persona muy especial. Colin escucharía esto mucho, y aún –de alguna forma –no
podía escucharlo lo suficiente.
La mujer de las gafas de pasta trajo a su madre a la oficina. Mientras la profesora le decía a
la señora Singleton que Colin era brillante, que era un niño muy especial, Colin jugaba con un
alfabeto de madera. Se dio a sí mismo un respiro reordenando p-o-t-s a s-t-o-p* –el primer
anagrama que recordaba haber hecho.
La profesora le dijo a la señora Singleton que el don de Colin debe ser fomentado pero no
presionado, y le advirtió, “no deberían tener expectativas irrazonables. Los niños como Colin
procesan la información muy rápido. Demuestran una remarcable habilidad para centrarse en los
ejercicios. Pero no es más propenso a ganar un Nobel que cualquier oro niño razonablemente
inteligente.”
11Como un mono inteligente, Colin poseía un extenso vocabulario, pero muy poca gramática. Además, tampoco sabía que
*Lookin/looking = ver/mirar
**llamar
12 A lo que, para que conste, Colin le puso nombre. Los otros lo llamaban “El Estiramiento,” pero entonces un día en el que se
lo iban a hacer, Colin gritó, “¡No me hagáis un muñeco de nieve abdominal!” Y el nombre fue tan bueno que se quedó.
estúpido. Le hizo sentir que no le gustaba a nadie, y de hecho, no lo hacía. Su única consolación
era que un día, él importaría. Sería famoso. Y ninguno de ellos lo sería. Por ello su madre le
decía que se reían de él. “Están celosos,” decía. Pero Colin lo entendía mejor. No estaban
celosos. Simplemente no les gustaba. A veces es así de simple.
Y por ello, Colin y sus padres se sintieron totalmente agradecidos y aliviados cuando, justo
al empezar tercero, Colin Singleton probó su bienestar sociológico (brevemente) ganándose el
corazón de la chica de ocho años más guapa de todo Chicago.
cuatro
Colin se detuvo en una parada de descanso cerca de Paducah, Kentucky, alrededor de las tres
de la mañana, echando su asiento hacia atrás hasta que dio con las piernas de Hassan en el
asiento trasero, y durmió. Cuatro otras después, se despertó –Hassan estaba golpeándole el
asiento.
“Kafir –estoy atrapado aquí atrás. Tira esa mierda para adelante. Tengo que rezar.”
Había estado soñando con sus recuerdos de Katherine. Colin se agachó y le dio a la palanca,
su asiento se tiró hacia delante.
“Joter,” dijo Hassan. “¿Se murió algo en mi garganta anoche?”
“Um, estoy durmiendo.”
“Porque mi boca sabe como una tumba abierta. ¿Cogiste algo de pasta de dientes?”
“Hay un nombre para eso, en realidad. Fector hepaticus. Pasa durante la–”
“No me interesa,” dijo Hassan, lo que dice siempre que Colin empieza a irse por la tangente.
“¿Pasta de dientes?”
“Kit de aseo en la bolsa del maletero,” respondió Colin13.
Hassan dio un golpe con la puerta, después golpeó el maletero, y cuando Colin se quitó el
sueño de los ojos, pensó que quizás sería mejor despertarse. Mientras Hassan se arrodillaba
concretamente fuera, fac-ingMecca*, Colin fue al baño (el grafiti del retrete decía: LLAMA A
DANA PARA UNA MAMADA. Colin se preguntó si Dana ofrecía felaciones o cocaína, y
después, por primera desde que había estado derrumbado sobre la moqueta de su habitación,
satisfizo su gran pasión. Hizo un anagrama: Call Dana for a blow; Ballad for a clown**).
Salió fuera entre el calor de Kentucky y se sentó en una mesa de picnic frente a Hassan, que
parecía estar atacando a la mesa con la navaja de su llavero.
“¿Qué estás haciendo? –Colin se cruzó de brazos y bajó la cabeza.
“Bueno, mientras tú estabas en el baño, me senté en esta mesa de picnic aquí en
atomarporculo, Kentucky, y me di cuenta de que alguien había grabado DIOS ODIA A LOS
MARICONES, lo que, además de ser una pesadilla gramaticalmente, es totalmente ridículo. Así
que lo estoy cambiando a “Dios odia las Baguettes.” Es difícil no estar de acuerdo en eso. Todo
el mundo odia las baguettes.”
“J’aime les baguettes,” murmulló Colin.
“Tú aime un montón de cosas estúpidas.”
Mientras Hassan trabajaba en hacer el Dios odia las baguettes, la mente de Colin corrió de la
siguiente forma: (1) baguettes (2) Katherine XIX (3) el collar de rubíes que le compró hace
cinco meses y diecisiete días (4) muchos rubíes venían de la India, algo que (5) solía tener bajo
control Reino Unido, del que (6) Winston Churchill era el primer ministro, y (7) no es
interesante que muchos buenos políticos, como Churchill y también Gandhi, estaban calvos
mientras (8) muchos dictadores malísimos, como Hitler, Stalin y Saddam Hussein, tenían
bigote. Pero (9) Mussolini solo llevaba bigote a veces, y (10) muchos buenos científicos tenían
bigote, como el italiano Ruggero Oddi, quien (11) descubrió (y llamó con su nombre) el tracto
intestinal del esfínter de Oddi, que es uno de los esfínteres menos conocidos como (12) el
esfínter pupilar.
13 Pero de todos modos, se llama fector hepaticus, y es un síntoma avanzado de que el hígado falla. Básicamente, lo que pasa es
“Tengo que decir, que no opino mucho acerca de Kentucky,” dijo Hassan. Colin levantó su
cabeza, apoyando la barbilla sobre sus brazos. Examinó la parada de descanso durante un
momento. Su pieza perdida no estaba en ningún sitio para que la encontrara.
“Todo aquí me recuerda a ella también. Solíamos hablar de ir a Paris. O sea, ya no quiero ir a
París, pero sigo imaginándome lo emocionante que sería estar en el Louvre. Iríamos a
restaurantes fantásticos y quizás beberíamos vino rojo. Incluso miramos hoteles en internet.
Podríamos haber hecho eso con dinero KranialKidz.14
“Tío, si Kentucky va a recordarte a Paris, estamos en un infierno de escabeche.”
Colín se levantó y miró a través del césped mal cuidado de la parada de descanso. Y después
miró hacia abajo, a la genial obra de Hassan. “Baguettes,” explicó Colin.
“Oh, Dios mío. Dame las llaves.” Colin buscó en su bolsillo y lanzó las llaves perezosamente
por la mesa. Hassan las cogió mientras permanecía de pie, después se fue hacia El Coche
Fúnebre de Satán. Colin lo siguió, desamparado.
Cuarenta millas por la carretera, aún en Kentucky, Colin se había acurrucado contra la
ventanilla del copiloto y estaba empezando a quedarse dormido cuando Hassan anunció, “¡El
crucifijo de madera más largo del mundo –siguiente parada!”
“No vamos a pararnos a ver el crucifijo de madera más largo del mundo.”
“Claro que sí, joder,” dijo Hassan. “¡Tiene que ser enorme!”
14 Más sobre esto después, pero básicamente: hace un año más o menos, Colin había conseguido algo de dinero.
“Hass, ¿por qué íbamos a parar para ver el crucifijo de madera más largo del mundo?”
“¡Es un viaje! ¡Es aventura!” Hassan golpeó el volante para enfatizar su emoción. “No es
que tengamos algún sitio al que ir. ¿De verdad quieres morir sin haber visto el crucifijo de
madera más largo del mundo?”
Colin lo pensó. “Sí. Primero, ninguno de los dos es cristiano. Segundo, pasar el verano
persiguiendo atracciones idiotas de la carretera no va a arreglar nada. Tercero, los crucifijos me
recuerda a ella.”
“¿A quién?”
“A ella.”
“¡Kafir, era atea!
“No siempre,” dijo Colin suavemente. “Solía llevar uno hace tiempo. Antes de que
saliéramos.” Empezó mirando por la ventana, pasando los pinos. Su inmaculada memoria lo
llamaría el crucifijo de plata.
“Tu ñoñería me da asco,” dijo Hassan, pero le dio al Coche Fúnebre un poco más de gas y
pasó la parada.
cinco
Dos horas después de haber pasado el crucifijo de madera más largo del mundo, Hassan dio
marcha atrás.
“¿Sabías ya que el crucifijo de madera más largo del mundo estaba en Kentucky?” gritó, su
ventanilla estaba bajada y agitaba su mano izquierda a través del aire.
“No hasta hoy,” respondió Colin. “Pero sabía que la iglesia de madera más larga del mundo
está en Finlandia.”
“No me interesa,” dijo Hassan. Los desintereses de Hassan le ayudaban a Colin a imaginarse
lo que las otras personas disfrutarían y no disfrutarían oyendo. Colin nunca había tenido nada
así antes de Hassan, porque todo el mundo se reía de él o lo ignoraba. O, en el caso de las
Katherines, se reían y después lo ignoraban. Gracias a la lista de Colin de las cosas que no eran
interesantes15, podía mantener una conversación medio normal.
Tras doscientas millas más y una parada para reponer, se marcharon sin peligro de Kentucky,
estaban a mitad camino entre Nashville y Memphis. El viento pasaba a través de las ventanillas
abiertas secando su sudor sin enfriarlos demasiado, y Colin se estaba preguntando cómo podrían
llegar a un sitio con aire acondicionado cuando vio un cartel pintado a mano que sobresalía por
encima de un campo de algodón, maíz, soja o algo16. SALIDA 212 –LA TUMBA DEL
ARCHIDUQUE FANZ FERDINAND –EL CADAVER QUE EMPEZÓ LA PRIMERA
GUERRA MUNDIAL.
“No parece convincente,” añadió Colin templadamente.
“Solo digo que deberíamos ir a algún lado,” dijo Hassan, sin escucharlo. “A ver, me gusta
este inter-estado tanto como al tipo de al lado, pero contra más al sur vamos, más calor hace, y
ya estoy sudando como una puta en una iglesia.”
Colin giró su dolorido cuello, pensando que nunca pasaría otra noche en el coche cuando
tuviera el suficiente dinero como para pagar un hotel. “¿Has visto esa señal?” preguntó.
“¿Qué señal?”
“La de la tumba del Archiduque Franz Ferdinand.”
Con poca consideración por la carretera, Hassan se giró hacia Colin, sonrió en general, y le
golpeó suavemente en el hombro. “Excelente. Excelente. De todos modos, es la hora de comer.”
Cuando Colin bajo del asiento del copiloto en el estacionamiento del Hardee’s de la Salida
212 en Carver Country, Tennessee, llamó a su madre.
“Eh, estamos en Tennessee.
“¿Cómo estás, cielo?”
“Mejor, supongo. No lo sé. Hace calor. ¿Ha, em, ha llamado alguien?”
Su madre hizo una pausa, y pudo sentir su miserable pena. “Lo siento, cariño. Le diré a, em,
a cualquiera que llame a tu teléfono.”
“Gracias, mamá. Voy a comer en Hardee’s.”
“Suena fantástico. ¡Ponte el cinturón! ¡Te quiero!”
“Yo también.”
Tras una implacable y grasosa Monster Thickburger en el vacío restaurante, Colin le
preguntó a una mujer dependienta, cuyo cuerpo parecía haber sufrido quizás demasiadas
comidas en su lugar de trabajo, cómo llegar a la tumba de Franz Ferdinanz.
15 Aparte de otras muchas, muchas otras, las siguientes eran definitivamente no interesantes: el esfínter pupilar, mitosis,
arquitectura barroca, bromas que tengan ecuaciones físicas como las líneas de fuerza, la monarquía británica, gramática rusa, y la
importancia que la sal ha tenido en la historia de la humanidad.
16 La identificación del cultivo no estaba entre los talentos de Colin.
“¿Quién?” preguntó.
“El archiduque Franz Ferdinanz.”
La mujer lo miró fijamente durante un momento, y después sus ojos se abrieron. “Oh, estáis
buscando Gutshot. Chicos, ¿estás a cargo de los palos, no?”
“¿Gutshot?”
“Sí. Ahora lo que tienes que hacer es salir del estacionamiento y girar a la derecha –lejos de
la carretera, quiero decir, y después a las dos millas más o menos, la carretera se vuelve una T.
Hay una estación de petróleo cerrada. Giras a la derecha en ese camino y después pasas un
montón de nada durante diez o quince millas. Subes algo como una colina y después ahí está
Gutshot.”
“¿Gutshot?”
“Gutshot, Tennessee. Ahí es donde tienen al Archiduque.”
“Así que a la izquierda y después a la izquierda.”
“Sep. Os divertiréis, ¿me oyes?”
“Gutshot,” repitió Colin para sí mismo. “Vale, gracias.”
Desde la última carretera pavimentada, las diez o quince millas de camino en cuestión
parecieron haber estado en el epicentro del terremoto. Colin condujo cautelosamente, pero aún
así, el parachoques deteriorado del Coche Fúnebre crujió y gimió en los últimos baches y
ondulaciones del pavimento.
“Quizás no tengamos que ver al Archiduque,” dijo Hassan.
“Estamos en un viaje. Es una aventura,” imitó Colin.
“¿Crees que la gente de Gutshot, Tennessee, ha visto alguna vez un árabe vivo?”
“Oh, no seas paranoico.”
“¿O por el contrario crees que han visto alguna vez un judío-afro?
Colin pensó eso durante un momento, y después dijo, “Bueno, la mujer del Hardee’s fue
amable con nosotros.”
“Sí, pero la mujer del Hardee’s llamó a Gutshot ‘los palos,’ dijo Hassan, imitando el acento
de la mujer. “Quiero decir que si Hardee’s es urbano, no estoy seguro de querer ver lo rural.”
Hassan se giró con su ataque, y Colin se rió y sonrió a todos los lugares acertados, pero siguió
conduciendo, calculando las posibilidades de que el Archiduque, que murió en Sarajevo hace
más de noventa años, y que surgió al azar en la cabeza de Colin la noche anterior, terminara
entre Colin y dondequiera que se dirigía. Era irracional, y Colin odiaba pensar irracionalmente,
pero no podía hacer nada excepto preguntarse si quizás estar en la presencia del Archiduque
igual le revelaría algo a Colin sobre su pieza perdida. Pero por supuesto, el universo no conspira
para ponerte en un lugar en lugar de otro, Colin lo sabía. Pensó en Demócrito: “Cada vez que el
hombre culpa a la naturaleza y al destino, su destino es más aún el eco de su carácter y sus
pasiones, sus errores y sus debilidades.”17
Y si no fue el destino, fue el carácter y las pasiones de Colin Singleton, sus errores y sus
debilidades, finalmente los que lo llevaron a Gutshot, Tennessee –POBLACIÓN 864, como
decía la señal de la carretera. Al principio, Gutshot parecía como todo lo anterior, solo que con
una carretera mejor pavimentada. A ambos lados del Coche Fúnebre, campos abajo, plantas
verdes iluminadísimas terminaban en un gris para siempre, rotos únicamente por el ocasional
pasto de los caballos, establos o grupos de árboles. De pronto, Colin vio ante él al lado de la
carretera un edificio de hormigón de dos pisos pintado de un rosa horrible.
ηηχώτυχαρακτήρακαιτωνπαθώντυ,των λαθώνκαιτωναδυναµιώντυ
“Creo que eso es Gutshot,” dijo, señalando el edificio.
En el lado del edificio, una señal pintada a mano decía EL REINO DE GUTSHOT –LUGAR
DE ETERNO DESCANSO PARA EL ARCHIDUQUE FRANZ FERDINAND / CERVEZA
FRÍA / SODA / CARNADA.
Colin se detuvo en el camino de grava de la tienda. Se quitó el cinturón y le dijo a Hassan,
“me pregunto si tienen al Archiduque con la soda o con la carnada.”
La gran carcajada de Hassan llenó el coche. “Joder, Colin haciendo una gracia. Este sitio es
mágico para ti. Una pena que vayamos a morir aquí. Lo digo enserio. Un árabe y un medio
judío entrando en una tienda en Tennessee. Es el principio de un chiste, y la palabra final es
“sodomía.” Sin embargo, Colin escuchó los pies de Hassan arrastrándose por la carretera del
estacionamiento tras él.
Atravesaron la puerta verde de la Tienda General de Gutshot. Tras el mostrador, había una
chica con una delgada y larga nariz y ojos marrones del tamaño de algunos planetas pequeños,
levantó la mirada de la revista de La Vida de las Celebridades y dijo, “¿Cómo lo lleváis?”
“Estamos bien. ¿Y tú?” preguntó Hassan mientras Colin intentaba pensar si algún alma que
valiera la pena en toda la historia de la humanidad había leído antes una sola copia de La Vida
de las Celebridades18.
“Bien,” dijo la chica.
Durante un rato, se pasearon por la tienda, paseándose por el polvoriento y barnizado suelo,
pretendiendo estar considerando comprar varias papas, bebidas y pececillos nadando en tanques
con cebo. Medio agachado detrás de un estante a la altura del pecho de patatas fritas, Colin tiró
de la camiseta de Hassan, cubrió con su mano su oreja y susurró, “Habla con ella.” Excepto
que, en realidad, Colin no susurró, porque nunca había controlado el arte de susurrar –solo
habló con una voz más bajita directamente en el tímpano de Hassan.
Hassan hizo una mueca y negó con la cabeza. “¿Cuál es el área total, en millas cuadradas,
del estado de Kansas?” –susurró.
“Em, sobre unas 82.000, ¿por qué?”
“Es divertido que sepas eso pero no puedas imaginar una forma de hablarle a una chica sin
usar tus cuerdas vocales.” Colin empezó a explicarle que incluso susurrar implica usar las
cuerdas vocales, pero Hassan puso los ojos en blanco. Así que Colin se llevó la mano a la cara y
se mordió la parte interior de su pulgar mientras miraba a Hassan esperanzadoramente, pero
Hassan había volcado su atención en el paquete de patatas, así que finalmente le tocó a Colin.
Caminó hacia el mostrador y dijo, “Hola, estábamos buscando al Archiduque.”
La lectora de La Vida de las Celebridades le sonrió. Sus mejillas hinchadas y su nariz
demasiado larga desaparecieron. Tenía ese tipo de sonrisa extensa y engañosa de la que no te
puedes fiar pero sí esperar –solo querías hacerla feliz así que seguías mirándola. Pero pasó
rapidísimamente. “Los recorridos empiezan cada hora a la hora, cuesta once dólares, y
francamente, no vale la pena,” respondió con monotonía.
“Pagaremos,” dijo Hassan, rápidamente por detrás. “El chico necesita ver al Archiduque.” Y
después Hassan se inclinó hacia adelante y medio susurró, “Está pasando por una dolorosa
18 Poniéndolo en un Diagrama de Venn, Colin habría argumentado que el mundo era así:
ruptura.” Hassan puso veintidós dólares en el mostrador, los que la chica deslizó rápidamente
hacia el bolsillo de sus pantalones, sin tener en cuenta descaradamente la caja registradora que
tenía detrás.
La chica se retiró de un soplido el pelo color caoba de la cara y suspiró. “Seguro que hace
calor fuera,” señaló.
“¿Esto es, más o menos, una guía turística?” preguntó Colin.
“Sí. Y para mi siempre amoroso disgusto, yo soy vuestra guía.” Salió del mostrador. Bajita.
Delgada. No era muy guapa pero si parecía interesante.
“Soy Colin Singleton,” le dijo a la guía turística/empleada de la tienda de comestibles.
“Lindsey Lee Wells,” respondió ella, ofreciendo una mano pequeña con las uñas
desconchadas de un color rosa metálico. Él se la dio, y después Lindsey se giró hacia Hassan.
“Hassan Harbish. Suní musulmán. No terrorista.”
“Lindsey Lee Wells. Metódica. Yo, tampoco.” La chica sonrió de nuevo. Colin no estaba
pensando nada, solo en sí mismo, la K-19 y la pieza de sus entrañas que había perdido –pero no
se podía negar su sonrisa. Esa sonrisa podía terminar con guerras y curar el cáncer.
Durante un buen rato, anduvieron silenciosamente por el camino de hierba tras la tienda, que
irritaba la piel expuesta y sensible de Colin, pensó en mencionarlo y decir que quizás había otro
tipo de camino reciente por el que podrían ir, pero sabía que Hassan pensaría que era un
“sitzpinklery,” así que se mantuvo callado conforme la hierba le cosquilleaba la piel. Pensó en
Chicago, donde puedes estar días sin pisar ni una sola vez un solo trozo de tierra real. Ese
mundo de tierra pavimentada le atraía, y lo echó de menos conforme su pie sentía irregulares
hierbajos sucios que amenazaban con torcer sus tobillos.
Mientras Lindsey Lee Wells caminaba delante de ellos (típica mierda de lectora de La Vida
de las Celebridades; evitando hablar con ellos), Hassan se puso al lado de Colin, y a pesar de
que aún no le había llamado a Colin sitzpinkler por ser alérgico a la hierba, Colin sabía que lo
habría hecho, lo que le cabreó. Así que Colin volvió a mencionar el tema favorito de Hassan.
“¿Te he mencionado hoy que deberías ir a la universidad?” preguntó Colin.
Hassan puso en blanco sus ojos. “Vale, lo sé. Mira la academicidad excelente que tienes.”
Colin no sabía cómo devolvérsela. “Bueno, pero deberías este año. No puedes huir para
siempre. No tienes que matricularte hasta el quince de julio.” (Colin miró hacia arriba.)
“En realidad no puedo huir para siempre. Ya lo he dicho antes y lo volveré a decir: me gusta
estar sentado sobre mi culo, viento la televisión, y poniéndome gordo. Es el trabajo de mi vida,
Singleton. Por eso me encantan los viajes, tío. Es como hacer algo sin hacer nada en realidad.
De todos modos, mi padre no fue a la universidad, y es rico como sus pelotas.”
Colin se preguntó cómo serían unas pelotas ricas, pero solo dijo, “Vale, pero tu padre no se
sienta sobre su culo. Trabaja como cien horas a la semana.”
“Cierto. Cierto. Y es gracias a él que no tengo que trabajar ni ir a la universidad.”
Colin no tenía respuesta para eso. Pero no entendía la apatía de Hassan. ¿Cuál es el sentido
de vivir si no intentas hacer algo remarcable? Qué pena creer que Dios te dio la vida y no pensar
que la vida pide más de ti que ver la televisión.
Pero cuando estás de viaje para escapar de los recuerdos de tu decimonovena Katherine y
estás atravesando tranquilamente el sur en Tennessee para ir a ver la tumba de un archiduque
austrohúngaro muerto, quizás no tienes derecho a pensar qué pena.
Y estuvo ocupado haciendo un anagrama de anything odd -any odd night, handly dog tin,
doing thy DNA** -cuando Colin hizo su prodigioso ADN: se tropezó con una madriguera y se
calló. Se desorientó tanto por lo rápido que se acercaba el suelo que ni puso sus manos para
frenar la caída. Simplemente se calló hacia delante como si le hubieran disparado por la espalda.
Lo primero en chocar contra el suelo fueron sus gafas. Seguidas muy de cerca por su frente, que
se golpeó contra una pequeña roca áspera.
Colin rodó sobre su espalda. “Me he caído,” anunció muy bajito.
“¡Mierda!” gritó Hassan, y cuando Colin abrió los ojos, vio borrosamente que Hassan y
Lindsey Lee Wells estaban de rodillas mirándolo. Ella olía mucho a un perfume de frutas, que
Colin creía que se llamaba Curve. Lo compró una vez para Katherine XVII, pero no le gustaba19.
“Estoy sangrando, ¿no?” preguntó Colin.
“Como un cerdo atascado,” dijo ella. “No te muevas.” Se giró hacia Hassan y dijo, “Dame tu
camiseta,” y Hassan enseguida dijo que no, lo que Colin se figuró que tendría algo que ver con
las tetas de hombre de Hassan. “Tenemos que presionar,” le explicó Lindsey a Hassan, y
después Hassan tranquilamente dijo que no otra vez, y después Lindsey dijo, “Dios santo –
vale,” y se quitó la camiseta.
Colin entrecerró los ojos tras la borrosidad sin sus gafas pero no pudo ver mucho.
“Deberíamos dejar esto para la segunda cita,” dijo Colin.
“Cierto, pervertido,” respondió ella, pero pudo escuchar su sonrisa. Limpió su frente y
presionó delicadamente con la camiseta, después presionó fuerte en el lugar sensible por encima
de su ceja, siguió hablando. “Menudo amigo tienes, por cierto. Para de mover el cuello. Los dos
asuntos que tenemos aquí podrían ser algún daño vertebral o un hematoma subdural. O sea,
opciones leves, pero tienes que tener cuidado, porque el hospital más cercano está a una hora.”
Él cerró sus ojos e intentó no quejarse del dolor cuando presionó fuerte contra el corte. Lindsey
le dijo a Hassan, “presiona con la camiseta aquí. Volveré en ocho minutos.”
“Deberíamos llamar a un médico o algo,” dijo Hassan.
“Soy paramédico,” respondió Lindsey mientras se iba.
“¿Qué edad tienes tu?” preguntó.
“Diecisiete. Vale. Bien. Una paramédico en formación. Ocho minutos. Lo juro.” Se fue
corriendo. No era el olor a Curve lo que le gustaba a Colin –no exactamente. Era la manera de la
que olía el aire cuando Lindsey empezó a alejarse de él. El aroma que el perfume dejaba tras de
sí. No hay una palabra para eso en inglés, pero Colín sabía la palabra en francés: sillage. Lo que
a Colin le gustaba de Curve no era su olor sobre la piel, sino su sillage, el olor dulce de la fruta
cuando se alejaba.
* anything odd -any odd night, handly dog tin, doing thy DNA = que pena –noche extraña, perro extraño de mano, hacer tu
ADN.
19 “Olía como si te frotas un chicle Bubblicious de frambuesa masticado en el cuello,” dijo, pero no era así, exactamente. Olía
Después, entraron de puntillas en el apartamento y Colin subió las escaleras para decirle a su
madre que estaba en casa, dejando de lado la posibilidad relevante de que estaban solos, y tras
subir por las escaleras y llegar a la cama, y que ella se quitara la camiseta y la de él, y que se
besaran hasta que sus labios estuvieran entumecidos a excepción del hormigueo, ella dijo, “¿De
verdad te sientes triste por haberte graduado?”
“No lo sé. Si lo hubiera hecho de forma distinta –si hubiera ido a la universidad a los diez o
algo –no hay forma de saber si mi vida sería mejor. Probablemente no nos habríamos conocido.
No habría conocido a Hassan. Y muchos niños prodigio que son presionados y presionados y
presionados y presionados terminan mucho más jotidos que yo. Pero unos cuantos terminan
como John Locke20 o Mozart o algo así. Y mis oportunidades de convertirme en un Mozart están
acabadas.”
zapatos.
“Col, tienes diecisiete.” Suspiró de nuevo. Suspiraba un montón, pero nada podía estar mal,
porque era tan bueno tenerla acurrucada contra él, su cabeza en su hombro, su mano
acariciándole el suave pelo rubio de la cara. Miró hacia abajo y pudo ver el tirante del sujetador
morado.
“Es la tortuga y la liebre, K19. Aprendo más rápido que otras personas, pero ellos siguen
aprendiendo. Yo voy decayendo, y ahí vienen. Sé que tengo diecisiete. Pero se me está
acabando la ventaja.” Ella rió. “Enserio. Hay estudios sobre esta mierda. Los niños prodigio
tienden a alcanzar su cima a los doce o trece. ¿Qué he hecho yo? ¿Ganar un jotido juego hace un
año? ¿Esa es mi marcha imborrable en la historia de la humanidad?
Ella se levantó, mirándolo. Él pensó en sus otros suspiros, los mejores y más diferentes de su
cuerpo moviéndose en su contra. Durante un buen rato ella estuvo mirándolo, y después se
mordió su labio inferior y dijo, “Colin, quizás el problema somos nosotros.”
“Oh. Mierda,” dijo. Y ahí empezó.
El final se dio más que nada entre los susurros de ella y el silencio de él –porque él no podía
susurrar y no querían despertar a los padres de Colin. Decidieron estar en silencio, en parte
porque parecía que le habían sacado el aire. Paradójicamente, sintió que esa ruptura era lo único
que estaba pasando en todo el oscuro y silencioso planeta, y también como si no estuviera
pasando para nada. Sentía como se iba a la deriva en esa conversación unilateral entre susurros,
preguntándose si quizás algo grande y descorazonador e incomprensible era una paradoja.
Era un hombre moribundo tumbado ante los cirujanos que intentaban salvarlo. Con la
afortunada distancia que tenía el asunto en sí mismo y como realmente era, Colin pensó en el
estúpido mantra: palos y piedras quizás rompan mis huesos, pero las palabras nunca me herirán.
Que puta basura. Eso, justo ahora, era el auténtico Muñeco de Nieve Abdominal: sentía que algo
se estaba congelando en su estómago.
“Te quiero demasiado y solo quiero que me quieras como yo te quiero,” dijo lo más calmado
que pudo.
“No necesitas una novia, Colin. Necesitas un robot que no diga nada más que ‘te quiero’” Y
sintió como lo apaleaban y le tiraban piedras desde el interior, un aleteo y después un fuerte
dolor en la caja torácica, y después sintió por primera vez que esa pieza de su estómago se había
desprendido de él.
Ella intentó irse lo más rápido e indoloramente posible, pero cuando dijo que se tenía que ir,
él empezó a llorar. Sujetó su cabeza contra su cuello. Y aunque se sentía lamentable y ridículo,
no quería que terminara, porque sabía que su ausencia dolería más que cualquier otra ruptura.
Pero se fue igualmente, y él se quedó solo en su habitación, buscando anagramas para
mymissingpiece* en un vano intento por quedarse dormido.
*mipiezaperdida
19Además que no te quema duda de que Colin aún no acababa de pillar lo que significaba la historia de la tortuga y la liebre, se
había imaginado ahora que era algo más que una tortuga y un conejo.
seis
Siempre pasaba así: buscaba y buscaba las llaves del Coche Fúnebre de Satán y finalmente
se rendía y decía, “Vale. Cogeré el jotido autobús,” y de camino hacia la puerta, veía las llaves.
Las llaves aparecían cuando te reconciliabas con el autobús; las Katherines aparecían cuando
empezabas a aceptar que el mundo no tenía otra Katherine; y, por supuesto, el momento Eureka
llegó justo cuando él empezó a aceptar que nunca llegaría.
Sentía como la emoción resurgía en él, sus ojos pestañeaban rápidamente cuando luchó por
recordar la idea en su totalidad. Tumbado ahí de espaldas en el pegajoso y denso aire, el
momento Eureka supuso como mil orgasmos en uno, solo que no fue tan confuso.
“¿Eureka?” preguntó Hassan, con un entusiasmo evidente en su voz. Él también lo había
estado esperando.
“Necesito escribirlo,” dijo Colin. Se incorporó. Le dolía muchísimo la cabeza, pero buscó en
su bolsillo y sacó de él una pequeña libreta que siempre llevaba, y un lápiz, que se había partido
por la mitad en la caída, pero que aún escribía bien. Esbozó:
*Sonaría a taco-light.
**Cerebro de novia.
Lindsey añadió, “Bueno, pero entonces, un tipo llamado Millard Fillmore* fue presidente.
Ninguna madre que quisiera a su hijo le habría puesto Millard a un Fillmore, tampoco.” Se
metió en su conversación tan rápidamente y de una forma tan natural que Colin estaba revisando
su teoría de La Vida de Las Celebridades. Siempre había pensado que la gente de Ningunlado,
Tennessee, sería, bueno, mucho más tonta que Lindsey Lee Wells.
Hassan se sentó al lado de Colin y le quitó la libreta. La levantó para taparse el sol, que se
había alzado por detrás de una nube para hornear aún más la porquería y resquebrajada tierra
naranja.
Hassan solo miró el papel antes de decir, “¿Me sacas de quicio y tu gran revelación es que te
gusta que se deshagan de ti? Mierda, Colin, yo podría haberte dicho eso. De hecho, lo hago.”
“¡El amor es graficable!” dijo Colin a la defensiva.
“Espera.” Hassan miró el papel otra vez, y después miró a Colin. “¿Universalmente? ¿Estás
afirmando que esto sirve para todo el mundo?”
“Cierto. Porque las relaciones son predecibles, ¿no? Bueno, estoy buscando una forma de
predecirlas. Coge a dos personas cualquiera, e incluso si nunca se han conocido, la formula nos
enseñaría quién rompería con quién si alguna vez salieran, y aproximadamente cuánto tiempo
duraría la relación.”
“Imposible,” dijo Hassan.
“No, no lo es, porque puedes ver el futuro si tienes una comprensión básica de cómo tiende
la gente a actuar.”
La exhalación larga y lenta de Hassan se rompió con un susurro. “Sí. Vale. Es interesante.”
Hassan no podía hacerle un cumplido mejor a Colin.
Lindsey Lee Wells se agachó y le cogió la libreta a Hassan. Leyó lentamente. Finalmente,
dijo, “¿Qué demonios es K-19?”
Colin puso una mano en la tierra seca y craqueada y se levantó. “El qué es un quién,”
respondió. “Katherine XIX. He salido con diecinueve chicas llamadas Katherine.”
Lindsey Lee Wells y Colin se miraron el uno al otro a los ojos durante un rato, hasta que
finalmente su sonrisa terminó en una suave risa. “¿Qué?” preguntó Colin.
Ella meneó su cabeza pero no podía dejar de reírse. “Nada,” dijo. “Vayamos a ver al
Archiduque.”
“No, dime,” dijo insistentemente. No le gustaba que no le contaran los secretos. Estar fuera
era algo que le cabreaba –más de lo que debería, en realidad.
“No es nada. Simplemente, que yo solo he salido con un chico.”
“¿Por qué es tan gracioso?” preguntó Colin.
“Es gracioso,” explicó, “porque se llamaba Colin.”
*Millonada Llenamás.
La mitad (del principio)
En tercer curso, su deficiencia en lograr tener un “bienestar sociológico” se había vuelto tan
obvia para todo el mundo que Colin asistía de forma regular al colegio Kalman solo tres horas al
día. El resto del día lo pasaba con su tutor de toda la vida, Keith Carter, quien conducía un
Volvo con una matrícula plateada que ponía KRAZZZY. Keith era uno de esos chicos que
nunca crecen más que su coleta. También tenía (o, como era el caso, no pudo mantener) un
espeso y ancho bigote que se extendía por todo su labio superior cuando su boca estaba cerrada,
algo muy raro en realidad. Keith disfrutaba hablar, y su audiencia favorita era Colin Singleton.
Keith era amigo del padre de Colin y profesor de psicología. Su interés en Colin no era
exactamente desinteresado –con el paso de los años, Keith publicó un buen número de artículos
sobre el prodigio de Colin. A Colin le gustaba ser tan especial para que los estudiantes lo
observaran. También, Krazy Keith fue lo más parecido que Colin tuvo a un mejor amigo. Cada
día, Keith conducía hasta la ciudad y él y Colin iban a un trastero-oficina en la tercera planta del
Kalman School. Colin solía tener que leer algo que quisiera en silencio durante cuatro horas,
con Keith ocasionalmente entrando a discutir algo, y después los viernes pasaban el día
hablando de lo que Colin había aprendido. A Colin le gustaba mucho más que un colegio
normal. Por una cosa, Keith nunca le había hecho el Muñeco de Nieve Abdominal.
Krazy Keith tenía una hija, Katherine, que estaba en el mismo curso que Colin pero que era
ocho meses más mayor en realidad. Iba a un colegio del norte de la ciudad, pero muy a menudo
los padres de Colin invitaban a cenar a Krazy Keith, a su mujer y a su hija para discutir el
“progreso” y todo eso. Y tras esas cenas, los padres se sentaban en la sala de estar y se reían
muy fuerte mientras el tiempo pasaba, Keith gritó que le sería imposible conducir a casa, que
necesitaría una taza de café tras todo ese vino –vuestra casa es un álamo para enófilos, lloraba.
Una noche de noviembre durante su tercer curso, cuando empezó a hacer frío y su madre
puso la decoración de las vacaciones, Katherine fue. Tras una cena de pollo al limón y arroz
integral, Colin y Katherine fueron a la sala de estar, donde Colin se tumbó en el sofá y estudió
latín. Acababa de aprender que el presidente Garfield, que no era particularmente conocido por
su inteligencia, había sido capaz de escribir simultáneamente en latín y en griego –latín con su
mano izquierda y griego con su mano derecha. Colin intentó igualar esta hazaña 21.
Katherine, una rubia delgadita con padres con coleta y una gran fascinación por los
prodigios, se sentó a mirarlo silenciosamente. Colin era consciente de que estaba ahí, pero no lo
distraía, porque la gente solía mirarlo cuando estudiaba, como si hubiera algún secreto en su
acceso al mundo académico. El secreto, en realidad, era que pasaba más tiempo estudiando y
prestaba más atención que el resto.
“¿Cómo es que ya sabes latín?”
“He estudiado mucho,” respondió.
“¿Por qué?” preguntó, acercándose para sentarse a los pies del sofá.
“Me gusta.”
“¿Por qué?” preguntó.
Se quedó callado durante un momento. No estaba familiarizado con el “juego del por qué,”
se tomaba las preguntas seriamente. “Me gusta porque me hace diferente y mejor. Y porque soy
bastante bueno en ello.”
“¿Por qué?” preguntó, su voz cantaba el monosílabo, casi sonriendo.
“Tu padre dice que es porque recuerdo las cosas mejor que otras personas porque presto
muchísima atención y me preocupo mucho.”
21 Pero nunca lo hizo, porque por mucho que lo intentara, no era ambidiestro.
“¿Por qué?”
“Porque es importante saber cosas. Por ejemplo, acabo de aprender que el emperador romano
Vitellius una vez comió miles de ostras en un día, algo que muy probablemente sea un acto de
abligurition22,” dijo, usando una palabra que sabía seguro que Katherine no conocería. “Y
también es importante saber cosas porque te hace especial y puedes leer libros que la gente
normal no puede leer, como las Metamorfosis de Ovidio, que está en latín.”
“¿Por qué?”
“Porque vivía en Roma cuando se hablaba y se escribía en latín.”
“¿Por qué?”
Y eso lo hizo tropezarse. ¿Por qué había vivido Ovidio en la Antigua Roma en el 20 A.E.C.23
y no en Chicago en el 2006 E.C.? ¿Ovidio habría sido Ovidio si hubiera vivido en América? No,
no lo habría sido, porque habría sido un nativo americano o posiblemente un indio americano o
un indígena, y no tendrían el latín ni ninguna otra lengua escrita entonces. ¿Así que Ovidio
importaba porque era Ovidio o porque vivió en la Antigua Roma? “Esa,” dijo Colin, “es una
pregunta muy buena e intentaré encontrar la respuesta para ti,” dijo, que era lo que Krazy Keith
le decía cuando Krazy Keith no sabía la respuesta.
“¿Quieres ser mi novio?” le pregunto Katherine.
Colin se levantó rápidamente y la miró, sus brillantes ojos azules miraban hacia abajo a su
falda. Pasaría a llamarla usualmente, La Fantástica. Katherine I. Katherine la Fantástica. Incluso
sentada, era notablemente más bajita que él, y parecía muy seria y nerviosa, sus labios se
escondieron hacia adentro cuando miró hacia abajo. Algo se le pasó por la mente. Los nervios
explotaron en calofríos bajo su piel. Su diafragma se revoloteó. Y por supuesto, no pudo haber
sido lujuria ni amor, y no era como gustar, así que tenía que ser lo que los chicos en el colegio
llamaban gustar. Y dijo, “Sí, sí, lo seré.” Ella se giró hacia él, giró la cara, y sus mejillas pecosas
y ella se acercaron a él, sus labios se fruncieron y le besó en la mejilla. Fue su primer beso, y
sintió sus labios como la llegada del invierno –fríos, secos y rugosos –y se le ocurrió a Colin
que el beso no fue ni la mitad de bueno como el sonido de ella diciéndole si podía ser su novia.
22 Una actual, y muy oculta, palabra inglesa que significa “gastar demasiado dinero en comida.”
23 Ya no se dice A.C. ni D. C. No es moderno ya. Ahora se dice E.C. (Era Común) o A.E.C. (Antes de la Era Común)
siete
Cerca de la nada, sobre una pequeña pendiente, el campo herboso se transformó en un
cementerio. Contenía cuarenta tubas, y estaba rodeado por una pared de piedra a la altura de la
rodilla cubierta por un musgo resbaladizo. “Este sería el último y final lugar de descando del
Archiduque Franz Ferdinand,” dijo Lindsey Lee Wells, su voz sonaba de repente con
decadencia, esa con la que los aburridos guias turísticos que hace tiempo memorizaron el
discurso. Colin y Hassan la siguieron a un obelisco de seis pies de altura –un tipo de miniatura
del monumento de Washintong –antes de encontrarse con una plétora de rosas de seda rosas que
no eran nuevas. A pesar de que eran obviamente falsas, las flores aún así parecían marchitas.
Lindsey se sentó en la pared musgosa. “Ah, que le den al discurso. Probablemente ya lo
sepáis de todos modos,” dijo, volviéndose hacia Colin. “Pero os contaré la historia: el
Archiduque nació en diciembre del año 1863 en Austria. Su tío era el emperador Francis Joseph,
pero ser el sobrino del Austro-Húngaro emperador no tenía demasiada importancia. A menos,
dijo, que el hijo único del emperador muriera, Rudolph, se disparara en la cabeza –lo que pasó,
de hecho, en 1889. De pronto, Franz Ferdinand era el siguiente en la línea del trono.”
“Llamaron a Franz ‘el hombre más solitario de Vienna,” le dijo Colin a Hassan.
“Sí, bueno, no le gustaba a nadie porque era un empollón total,” dijo Lindsey, “además que
era uno de esos empollones que no eran demasiado listos. Tu tipo de cobarde con un promedio
innato de noventa y seis dólares. Su familia pensó que era un cobarde liberal, la sociedad
vienesa pensaba que era un idiota –el tipo de idiota que tiene la lengua fuera de la boca. Y
después empeoró la situación casándose por amor. Se casó con una chica llamada Sophie en
1900, todo el mundo creía que era una pobre. Pero, ya sabes, en defensa del chico, hay que decir
que la quería de verdad. Esto es lo que nunca digo en el tour, pero de todo lo que he leído de
Franzy, él y Sophie tuvieron el matrimonio más feliz en toda la historia de la realeza. Es más o
menos una historia bonita, excepto por el hecho de que en el catorce aniversario de su boda –el
veintiocho de julio de 1914 –les dispararon a ambos en Sarajevo. El emperador lo enterró a las
afueras de Viena. Ni siquiera se preocupó por ir al funeral. Pero se preocupaba lo suficiente por
su sobrino como para empezar la Primera Guerra Mundial, declarándole la guerra a Serbia un
mes después.” Se levantó. “Aquí termina el tour.” Sonrió. “Se aprecian las propinas.”
Colin y Hassan aplaudieron correctamente, y después Colin caminó hacia el obelisco, que
solo decía: ARCHIDUQUE FRANZ FERDINAND. 1863-1914. YACE TRANQUILAMENTE
SOBRE SU TIERRA / CON MUCHAS CARGAS PESADAS SOBRE ÉL. Grandes cargas, de
hecho –millones. Colin se acercó y sintió el granito, sin tener en cuenta el sol abrasador. ¿Qué
habría hecho el Archiduque Franz Ferdinand si hubiera terminado de forma distinta? Si no se
hubiera obsesionado con el amor, si no hubiera sido tan falto de tacto, tan quejumbroso, tan
empollón –si no hubiera sido, pensó Colin, tan como yo…
Al final, el Archiduque tuvo dos problemas: a nadie le importaba una mierda (al menos no
hasta que su cadáver comenzó la guerra), y un día le quitaron una pieza de su mitad.
Pero ahora, Colin llenaría su agujero y haría que la gente se levantara y se diera cuenta de
que existía. Sería especial, usaría su talento para hacer cosas más interesantes que los anagramas
y traducir del latín. Y sí, de nuevo la Eureka paso delante de él, la parte positiva de ella. Usaría
su pasado –y el pasado del Archiduque, y todo tipo de pasado –para informar al futuro.
Impresionaría a Katherine XIX –a ella siempre le había encantado la idea de que se convirtiera
en un genio –y crearía un mundo más seguro para los deshechos en todo el mundo. Sería
importante.
Hassan lo despertó de su ensueño preguntando, “¿Y cómo narices terminó un total
Archiduque Austriaco en Shitsberg, Tennessee?
“Lo compramos,” dijo Lindsey Lee Wells. “Sobre el 1921. El propietario del castillo en el
que estaba enterrado necesitaba dinero y lo puso en venta. Y nosotros lo compramos.”
“¿Cuánto cuesta un Archiduque muerto en estos días?” se preguntó Hassan.
“Sobre unos trescientos cincuenta dólares, dijeron.”
“Eso es mucho dinero,” dijo Colin, con su mano aún sobre el ganito del obelisco. “El dólar
ha subido más de diez veces entre 1920 y ahora, así que es más de que treinta y cinco mil
dólares hoy en día. Un montón de tours de once dólares por cabeza.”
Lindsey Lee Wells puso en blanco sus ojos. “Vale, vale –estoy lo suficientemente
impresionada. Ya tengo bastante. ¿Sabes una cosa? Tenemos esas cosas aquí –no sé si vosotros
las tenéis allí de donde sois, pero aquí las llamamos calculadoras, y pueden hacer todo ese
trabajo por ti.”
“No estaba intentando impresionar a nadie,” insistió Colin a la defensiva.
Y después los ojos de Lindsey se abrieron, puso sus manos alrededor de su boca y gritó,
“¡Ey!” Tres chcos y una chica estaban caminando por la ladera, solo se les veía las cabezas.
“Chicos del instituto,” explicó Lindsey. “Y mi novio.” Lindsey Lee Well fue corriendo hacia
ellos. Hassan y Colin se quedaron parados, y empezaron a hablar rápidamente.
Hassan dijo, “Soy un estudiante de intercambio de Kuwaiti; mi padre es un magnate del
petróleo.”
Colin negó con la cabeza. “Demasiado obvio. Yo soy español. Un refugiado. Mis padres
fueron asesinados por Vasco separatistas.”
“No sé si Vascos son una cosa o una persona ni tampoco creo que ellos lo sepan, así que no.
Vale, yoo acabo de llegar a America desde Honduras. Mi nombre es Miguel. Mis padres han
hecho una fortuna con las bananas, y tu eres mi guardaespaldas, porque los trabajadores de las
bananas se han unido y me quieren muerto.”
Colin retrocedió, “Eso está bien, pero no hablas español. Vale, yo fui abducido por unos
esquimales en Yukon –no, eso es una mierda. Somos primos de Francia visitando los Estados
Unidos por primera vez. Es nuestro viaje de graduación.”
“Eso es aburrido, pero no tenemos tiempo. ¿Yo soy el que habla inglés?” preguntó Hassan.
“Vale, bien.” Ahora, Colin podía escuchar al grupo hablando, y vio los ojos brillantes de
Lindsey Lee Wells mirando al chico alto y musculoso que llevaba un jersey de los Tennessee
Titans. El chico era una masa andante de músculos con el pelo de punta y con una sonrisa que
era toda dientes y encías. El éxito de juego dependía de si Lindsey no hablaba de Colin y
Hassan, pero Colin se imaginó que era una apuesta segura, cuando la vio muy cautivada con el
chico.
“Vale, ahí vienen,” Dijo Hassan. “¿Cómo te llamas?”
“Pierre.”
“Vale. Yo Salinger, pronunciado SalinSEI.”
“Vosotros dos estáis aquí por el tour, ¿no?” dijo el novio de Lindsey.
“Sí. Yo soy Salinsei,” dijo Hassan, su acento era pasable aunque no magnífico. “Este es mi
primo Pierre. Estamos visitando esta ciudad por primera vez, y queríamos ver al Archiduque, -
que empezó nuestra –como decís –Guerra Terrenal.” Colin miro a Lindsey Lee Wells, que
suprimió su sonrisa mientras masticaba chicle de naranja.
“Soy Colin,” dijo su novio, extendiendo la mano. Hassan se inclinó hacia Pierre/Colin y
susurró, “Su nombre es “El Otro Colin.” Hassan entonces dijo, “Mi primo, habla muy poco
inglés. Soy su hombre traductor.” El Otro Colin se rió, también lo hicieron los otros dos chicos,
que rápidamente se presentaron como Chase y Fulton. (“Nosotros les llamaremos Chase,
Vaqueros Muy Apretados, y Fulton podría ser El Corto que Mascaba Tabaco,” le susurró
Hassan a Colin.)
“Je m’appelle Pierre,” espetó Colin después de que los chicos se presentaran. “Quand je vais
dans le métro, je fais aussi de la musique de prouts.”24
“Tenemos un montón de turistas extranjeros aquí,” dijo la única chica aparte de Lindsey, que
era alta y completamente Abercrombie en su ceñido top de camuflaje. La chica también tenía –
como decir esto de forma correcta –unas carretas gigantes. Estaba tremendamente buena –en el
sentido de chica-popular-con-dientes-blancos-y-anorexica, el tipo menos favorito de Colin de
estar beuna. “Soy Katrina, por cierto.” Casi, pensó Colin, pero no.
“¡Amour aime aimer amour!25” Anunció Colin lo suficientemente alto.
“Pierre,” dijo Hassan. “ Tiene esa deficiencia al hablar. Con, eh, con malas palabras. En
francia decimos El Toorette. No sé cómo lo decís en inglés.”
“¿Tiene el Síndrome de Tourette?” preguntó Katrina.
“¡MERDE!26”gritó Colin.
“Sí,” dijo Hassan emocionadamente. “Misma palabra distinto idioma, como hemorroide. Eso
lo aprendimos el otro día porque a Pierre le escocía el culo. Tiene el Síndrome de Toorette. Y la
hemorroide. Pero es un buen chico.
“Ne dis pas que j’ai des hémorroïdes! Je n’ai pas d’hémorroïde,27” gritó Colin, intentando
seguir el juego y llevar a Hassan a un tema diferente.
Hassan miró a Colin, meneando la cabeza, y después le dijo a Katrina, “Acaba de decir que
tu cara es tan preciosa como la hemorroide.” Momento en el que Lindsey Lee Wells rompió a
reir y dijo, “Vale. Vale. Suficiciente.”
Colin se giró hacia Hassan y dijo, “¿Por qué tenían que ser hemorroides? ¿Cómo coño se te
ha ocurrido esa idea?” Y entonces El Otro Colin (EOC), Vaqueros Muy Apretados (VMA), El
Corto Que Mascaba Tabaco (ECQMT) y Katrina estuvieron ocupados, hablando, riéndose y
haciéndole preguntas a Lindsey.
“Mi tío fue a Francia el año pasado, tío,” explicó Hassan, “y nos contó la historia de que tuvo
una hemorroide y tenía que señalarse el culo y decir la palabra francesa de escocer una y otra
vez hasta que se acordó de que la palabra hemorroide era igual en ambos idiomas. Y no conocía
otra jotida palabra francesa. Además es divertido, que tengas el Síndrome de Tourette y
hemorroides.”
“Lo que tu digas,” dijo Colin, su cara se ruborizó. Y después escucharon a EOC decir, “Esto
es muy divertido. A Hollis le encantará, ¿eh?” y Lindsey se rió y se puso de puntillas para
besarlo y después dijo, “Se lo que quieres decir, cariño,” y él dijo, “Bueno, ellos también,” y
Lindsey fingió vomitar, y EOC se agachó para besarle la frente, y ella se ruborizó. La misma
escena la había protagonizado Colin en su propia vida frecuentemente –aunque él solía ser el
que fingía vomitar.
Volvieron a través del campo en grupo, Colin tenía la camiseta pegajosa empapada de sudor
y ceñida a su espalda y le palpitaba el ojo. La Teoría de la Subyacente Previsibilidad de
Katherine, pensó. Incluso el nombre sonaba bien. Había esperado tanto para su progreso, y se
había desesperado tantas veces, que solo quería estar solo un rato con un lápiz, algo de papel y
una calculadora sin hablar. En el coche trabajaría. Colin tiró delicadamente de la camiseta de
Hassan y le acechó con la mirada.
“Necesito algo de bebida energética,” respondió Hassan. “Después nos iremos.”
24 “Me llamo Pierre. Cuando voy al metro, hago música con pedos.”
25 “El amor quiere querer al amor.” Una cita traducida al francés, del Ulises de James Joyce.
26 “¡Mierda!”
27 “¡No digas que tengo hemorroides! No tengo hemorroides.”
“Tendré que abrir la tienda por vosotros, entonces,” dijo Lindsey. Se giró hacia EOC. “Ven
conmigo, cariño.” La dulzura pegajosa de su voz le recordó a K-19.
“Lo haría,” dijo EOC, “pero Hollis está sentada en las escaleras. Se supone que yo y Chase
tenemos que estar en el trabajo, pero nos hemos escapado.” EOC la levantó y se arrimó con
fuerza, flexionando sus bíceps. Ella se revolvió un poco pero lo besó, con la boca abierta.
Después la bajó, le giñó el ojo y se fue con su séquito en una camioneta roja.
Cuando Lindsey, Hassan y Colin volvieron a la tienda Gutshot, una mujer alta vestida con un
vestido rosa de flores estaba sentada en las escaleras hablando con un hombre de barba poblada
y marrón. Cuando se acercaron, Colin pudo escuchar a la mujer contar una historia.
“Starnes está fuera para cortar el césped,” decía. “Y apaga el cortacésped, mira alrededor, se
percata de la situación durante un rato y me llama, “¡Hollis! ¿Qué narices pasa con ese perro?” y
yo le digo que el perro tiene los testículos inflamados y se los acabo de vaciar, y Starnes lo
asimila al rato y después finalmente dice, “Podrías dispararle al perro y conseguir otro con
testículos normales, sería lo más sabio.” Y yo le digo, “Starnes, en esta ciudad no hay un peor
amante, por eso quiero tanto a mi perro.” El hombre de la barba rompe a reír, y después la
narradora mira a Lindsey.
“¿Estabas en una guía?” preguntó Hollis. Cuando Lindsey asintió, Hollis dijo, “Bueno,
seguro que Dios se ha tomado tu tiempo.”
“Lo siento,” masculló Lindsey. Se giró hacia los chicos y dijo, “Hollis, estos son Hassan y
Colin. Chicos, esta es Hollis.”
“Más conocida como la madre de Lindsey,” explicó Hollis.
“Dios, Hollis. No alardees de ello,” dijo Lindsey. Pasó por delante de su madre, abrió la
tienda, y todo el mundo entró hacia el aire acondicionado. Cuando Colin pasó por delante,
Hollis puso una mano en su hombro, lo giró y lo miró a la cara.
“Yo te conozco,” dijo.
“Yo no le conozco,” respondió Colin, y después añadió, a modo de explicación, “No olvido
muchas caras.” Hollis Wells seguía mirándolo, pero él estaba seguro de que nunca se habían
cruzado.
“Lo dice enserio,” dijo Hassan, apareciendo tras una estantería de comics. “¿Tenéis el
periódico aquí?” Tras el mostrados, Lindsey Lee Wells sacó el USA Today. Hassan miró la
portada y después pasó las hojas delicadamente para enseñarles una pequeña foto en blanco y
negro de un hombre de poco cabello blnco. “¿Conoces a este tipo?” preguntó Hassan.
Colin se acercó al papel y pensó un momento. “No lo conozco personalmente, pero su
nombre es Gil Stabel y es el Jefe Ejecutivo de una campañia llamada Fortiscom.”
“Buen trabajo. Pero no es el Jefe Ejecutivo de Fortiscom.”
Sí, lo es,” dijo Colin, muy confiada.
“No, no lo es. No es el Jefe Ejecutivo de nada. Está muerto.” Hassan desplegó el papel, y
Colin se acercó para leer el artículo: JEFE EJECUTIVO DE FORTISCOM MUERE EN UN
ACCIDENTE DE TRÁFICO.
“¡Kranialkidz!” gritó Hollis triunfante.
Colin la miró, con los ojos abiertos. Suspiró. Nadie veía ese programa. Su audiencia era de
0.0. El programa estuvo en antena durante una temporada y ni una sola persona de los
trescientos residentes de Chicago lo había reconocido nunca. Y aún así, aquí en Gutshot,
Tennessee…
“¡Oh, Dios mío!” Hollis gritó. “¿Qué estás haciendo aquí?”
Colin se ruborizó durante un momento con un sentimiento de celebridad mientras lo
pensaba. “La fastidié, después nos fuimos de viaje, vimos la señal del Archiduque, me corté la
frente, tuve un momento Eureka, conocimos a sus amigos y ahora volveremos al coche, pero no
nos hemos ido aún.
Hollis retrocedió y examinó su vendaje. Sonrió y con puso una mano en su pelo afro-judío y
empezó a movérselo como si fuera su tía y él fuera un niño de siete años que acaba de hacer
algo extremadamente mono. “No os vais a ir aún,” dijo, “porque voy a cocinaros algo de cenar.”
Hassan juntó sus manos. “Estoy hambriento.”
“Acércate, Linds.” Lindsey puso los ojos en blanco y salió despacio del mostrados. “Tu
conduciras con Colin por si se pierde,” Hollis le dijo a Lindsey. “Yo iré con -¿cómo dices que te
llamas?”
“No soy un terrorista,” dijo Hassan respondiendo de alguna manera.
“Bueno, es un alivio.” Sonrió Hollis.
Hollis conducía una nueva e impresionante camioneta rosa, y Colin la siguió con El Coche
Fúnebre de Sa´tan con Lindsey guiándole. “Bonito coche,” dijo sarcásticamente.
Colin no respondió. Le gustaba Lindsey Lee Wells, pero a veces sentía que ella creía que le
iba a robar la cabra28. Tenía el mismo problema con Hassan. “Gracias por no decir nada cuando
yo era Pierre y Hassan era Salinger.”
“Sí, bueno. Fue muy divertido. Además, Colin estaba siendo un poco imbécil y necesitaba
que se le bajaran los humos.”
“Ya veo,” dijo Colin, que era lo que aprendió que tenía que decir cuando no sabía qué decir.
“Entonces,” dijo ella. “¿Eres un genio?”
“Soy un niño-prodigio desperdiciado,” dijo Colin.
“¿En qué eres bueno, aparte de en saberlo prácticamente todo?”
“Em, idiomas. Juegos de palabras. Trivial. Nada útil.”
Notó como lo miraba. “Los idiomas son útiles. ¿Cuáles hablas?” “Soy muy bueno en once.
alemán, francés, latín, griego, holandés, árabe, español, ruso –“
“Ya veo,” dijo, cortándolo. “Creo que meine Mutter denkt, daß sie gut für mich sind29” dijo.
“Por eso estamos juntos en este coche.”
“Warum denkt sie das?30”
“Vale, los dos sabemos que podemos hablar alemán. Ha estado detrás de mí como una loca
para que fuera a la universidad y me convirtiera en, no sé, en una doctora o algo. Pero no voy a
ir. Me quedaré aquí. Ya lo he pensado. Así que supongo que igual quiere que tú me inspires
algo.”
“Los doctores ganan más dinero que los pramédicos-en-curso,” señaló Colin.
“Ya, pero no necesito dinero.” Hizo una pausa y el coche retumbó tras ellos. Finalmente, él
la miró. “Necesito mi vida,” explicó ella, “que está bien y está aquí. De todos modos,
seguramente vaya al instituto de la ciudad en Bradford para callarle la boca a Hollis, pero eso es
todo.” La carretera seguía una curva cerrada a la derecha pasaba por un grupo de árboles, tras el
que salía a la luz una vencidad. Pequeña pero con casas bien conservadas y alineadas a la
carretera. Todas tenían porches, al parecer, y un montón de personas estaban sentadas en ellos, a
pesar de que hacía mucha más calor que en verano. En la carretera principal, Colin se cercionó
de una nueva combinación entre una gasolinera y un Taco Bell, un salón de belleza, y una
tienda Gutshot y servicio postal, que desde la carretera parecía del tamaño de un espacioso
armario por el que se puede pasear. Lindsey señaló por la ventanilla de Colin. “Ahí está la
fabrica,” dijo, y a media distancia Colin vio un complejo de edificios bajitos. No se parecía
mucho a una fábrica –no habían enormes silos de acero ni chimeneas tirando monóxido de
carbono, solo unos cuantos edificios que vagamente le recordaban a unos garajes para aviones.
“¿Qué se fabrica?” preguntó Colin.
“Trabajos. Se encarga de todos los trabajos de esta zona. Mi bisabuelo empezó la plantilla en
1917.” Colin redujo la velocidad, apretando el freno para que otro coche pudiera pasarlo
mientras miraba la fábrica con Lindsey.
“Vale, ¿pero qué fabrican ahí?” preguntó.
“Te vas a reír.”
“No me reiré.”
“Jura que no te reirás,” dijo.
“Lo juro.”
“Es una milla textil. Estos días básicamente fabricamos, eh, cuerdas de tampones.”
Colin no se rio. En lugar de ello pensó, ¿los tampones tienen cuerdas? ¿por qué?” De todos
los mayores misterios de la humanidad –Dios, la naturaleza del universo, etc. –de lo que menos
sabía era de los tampones. Para Colin, los tampones eran un poco como los osos pardos: sabía
que existían, pero nunca había visto uno en la selva, y no le importaba mucho.
En lugar de la risa de Colin, se dio un período de silencio irrompible. Seguía la camioneta
rosa de Hollis por una nueva calle pavimentada que se inclinaba hacia arriba precipitadamente,
provocando el desgaste de las revoluciones del motor del Coche Fúnebre. Conforme ascendían
la colina, se hizo más claro que la calle era en realidad un gran camino, que terminaba en la
residencia familiar más larga y singular que Colin había visto personalmente ante sus ojos.
Aparcó en la carretera. Colin estaba mirándola con la boca abierta cuando Lindsey lo golpeó
delicadamente en el brazo. Lindsey se encogió de hombros, como avergonzada. “No es para
tanto,” dijo. “Pero es ua casa.”
Una amplia escalera conducía a un porche rodeado de fuertes columnas. Hollis abrió la
puerta y Colin y Hassan entraron a la cavernosa sala de estar amueblada con un sofá lo
suficientemente largo para que los dos se tumbaran sin tocarse. “Estáis en vuestra casa. Lindsey
y yo vamos a preparar la cena.”
“Probablemente puedas ocuparte de eso tu sola,” dijo Lindsey, apoyándose contra la puerta.
“Seguramente podría, pero no lo haré.”
Hassan se sentó en el sofá. “Esta Hollis es un alboroto, tío. De camino aquí me estaba
diciendo que tenía una fabrica que hace cuerdas de tampones.” Colin aún no encontró este
hecho particularmente gracioso.
“Ya sabes,” dijo Colin, “la estrella de cine Jayne Mansfield vivió en una mansión rosa.” Se
paseó por la sala de estar, leyendo los lomos de los libros de Hollis y mirando las fotografías
enmarcadas. Una foto sobre el mantel de la chimenea captó la atención de Colin, y se dirigió
hacia ella. Una joven y estilizadamente delgada Hollis estaba frente las Catarátas del Niagara. A
su lado estaba una chica que se parecía un poco a Lindsey Lee Wells, excepto que la chica
llevaba un abrigo negro sobre una andrajosa camiseta vieja de Blink-182, con vaqueros negros
ceñidos y rotos y sus Doc Martes bien pulidas. “¿Tiene una hermana?” preguntó Colin.
“¿Qué?”
“Lindsey,” dijo Colin. “Ven aquí y mira esto.”
Hassan se acercó e inspeccionó breveente la foto antes de decir, “Es el intento más pate´tico
que he visto de ser gótica. A los niños góticos no les va Blink-182. Dios, hasta yo ose eso.”
“Em, ¿os gustan las judías verdes?” pregunto Lindsey, y Colin rápidamente se dio cuenta de
que estaba tras ellos.
28 A lo que la madre de Colin siempre llamaba burlas, a pesar de que no tenía ningún sentido para Colin.
29 “Mi madre cree que eres bueno para mí.”
30 ¿Por qué iba a pensar eso?
“¿Es tu hermana?” preguntó Colin.
“eh, no,” le dijo. “Soy hija única. ¿No lo has adivinado por lo adorablemente ensimismada
que soy?”
“Estaba demasiado ocupado siendo adorablemente ensimismado como para darme cuenta,”
interfirió Hassan.
“¿Entonces quién es?” le preguntó Colin a Lindsey.
“Soy yo en octavo curso,”
“Oh,” dijeron Colin y Hassan simultáneamente, ambos avergonzados. “Sí, me gustan las
judías verdes,” dijo Hassan, intentando cambiar de tema lo más rápido posible. Lindsey cerró la
puerta de la cocina tras ella, y Hassan se encogió de hombros cuando miró a Colin y sonrió,
después volvió al sofá.
“Necesito trabajar,” dijo Colin. Encontró su sitio bajo una entrada empapelada de rosa y
entró en un habitación con un enorme escritorio de madera que parecía el tipo de lugar en el que
el presidente se sentaría para firmar un proyecto de ley. Colin se sentó, sacó de su bolsillo su
lápiz roto y su omnipresente libreta, y empezó a garabatear.
La mayoría de la gente está en algún lugar cerca de la línea vertical divisora con la
estadística ocasional de un punto que se ha desviado mucho de la medida de valores (ej.: yo)
representa un pequeño porcentaje del total de individuos. La expresión numérica del gráfico
podría ser algo como 5 siendo extremadamente Deshechor, y 0 siendo yo. Ergo, si El Auténtico
está en un 4 y yo en un 0, la diferencia total entre Deshechor/Deshecho = -4. (Asumiendo los
números negativos si el chico es más un Deshecho; positivo si lo es la chica.)
Y después buscó una ecuación gráfica que pudiera expresar su relación con La Auténtica (La
más simple de todos sus romances) como en realidad fue: horrible, brutal, y corta.
Por alguna razón, mientras iba despejando la ecuación a la izquierda y a la derecha, la
habitación pareció calentarse. Su sudor se juntaba con el vendaje sobre sus ojos, así que se lo
quitó. Se quitó la camiseta, limpiándose la sangre que aún le goteaba de la frente. Desnudo de
cintura para arriba, sus vertebras se estiraron en su espalda delgada conforme se encorvaba
hacia el escritorio, trabajando. Se sintió como nunca se había sentido antes –que estaba cerca de
un concepto original. Junto con un montón de gente, Colin incluido, había notado la dicotomía
entre los Deshechores y los Deshechos antes. Pero nadie la había usado nunca para enseñar el
arco de las relaciones románticas. Dudó si alguien se había imaginado siquiera que una simple
formula pudiera predecir la caída y la bajada de los romances universalmente. Sabía que no
sería fácil. Por un motivo, pasar conceptos a números era un tipo de anagrama al que no estaba
acostumbrado. Pero tenía confianza. Nunca había sido tan bueno en mates31, pero era un maldito
y famoso experto en palabras en ser un Deshecho.
Era casi perfecta –una representación grafica no muy complicada de una relación no muy
complicada. Incluso captaba la brevedad de una relación. Los gráficos no tienen que representar
el tiempo de forma exacta; simplemente deben dar la idea de duración por comparación, por
ejemplo, ella salió conmigo más que K-14 pero no tanto como K-1932.
Pero Katherine II lo hizo muy mal –tocando solo el eje X una vez. Claramente, no estaba lo
suficientemente refinado aún como para mandar la noticia a The Annals of Mathematics ni nada
así, pero Colin se sintió lo suficientemente bien como para volver a ponerse la camiseta. Más
feliz de lo que había estado, al menos, en los últimos dos días, Colin bajo corriendo al pasillo e
irrumpió en la magnífica sala de estar, donde vio por la puerta que Lindsey, Hassan y Hollis
estaban sentados en el comedor. Entró y se sentó delante de un plato de arroz, judías verdes y lo
que parecían ser pequeños pollos.
Hassan estaba riéndose sobre algo, y también las dos Wellses. Por el momento, parecían
adorarlo. Hassan suele gustar a la gente de la misma forma que a la gente le gusta la comida
rápida y los famosos. Era un regalo que Colin lo encontrara.
En el momento en el que Colin se sentó, Hollis le preguntó a Hassan, “¿Podrías decir
elegancia?”
“Claro.” Hassan aclaró su garganta. “Bismillah.” Después cogió el tenedor.
“¿Es así?” preguntó Hollis.
“Así es. Somos gente breve. Breve y también ambrienta.”
Lo árabe parecía hacerle sentir a la gente incómoda o algo, porque nadie hablo durante u par
de minutos excepto Hassan, que seguía diciendo que la codorniz (era codorniz, no pequeños
pollos) estaba excelente. Y estaba bien, supuso Colin, si sueles disfrutar buscando entre un
laberinto sin fin de huesos y cartílagos para encontrarte ocasionalmente con carne. Buscó con el
tenedor y el cuchillo las partes comestibles y finalmente encontraba un trozo entero de carne. Lo
masticaba muy lentamente para saborearlo, masticaba y masticaba y ay. Dios. ¿Qué demonios
ha sido eso? Masticar. Masticar. Masticar. Y otra vez. Joter. ¿Es un hueso? “Ahg,” dijo bajito.
“Bala de pájaro,” le dijo Lindsey.
“¿Bala de pájaro?”
“Bala de pájaro,” asintió Hollis.
“¿Han disparado al pájaro?” preguntó Colin, escupiendo una pequeña bala de metal.
32 Una completa explicación de las matemáticas envueltas aquí sería muy aburrida y también muy larga. Hay una parte en estos
larguísimos y aburridos libros diseñados, y esa parte se llama “El Índice,” donde precisamente se puede encontrar una semi-
exhaustiva explicación de las matemáticas que están implicadas aquí. Durante el resto de la historia: no habrán más matemáticas. Ni
una. Lo prometo.
“Sep.”
“¿Y me estoy comiendo las balas?”
Lindsey sonrió. “Nop. Las estás escupiendo.”
Y por eso fue que Colin comió básicamente esa tarde arroz y judías verdes. Cuando todo el
mundo terminó, Hollis preguntó, “¿Y cómo te sentiste al ganar KranialKidz? Recuerdo que en
el programa no parecías muy, eh, emocionado.”
“Me sentí muy mal por la otra chica que perdió. Era muy amable. La chica con la que
competí –se lo tomaba muy enserio.”
“Yo estaba lo suficiente feliz por los dos,” dijo Hassan. “Era la única persona en la audiencia
que estaba bailando. Singleton vendió a ese jotido como si le hubiera robado algo.”33
KranialKidz le recordaba a Colin a Katherine XIX, miró al frente e intentó pensar lo menos
posible. Cuando Hollis habló, parecía que había roto un largo silencio, del tipo de cuan suena
una alarma. “Creo que deberíais trabajar para mí este verano en Gutshot. Estoy empezando un
proyecto, y seríais perfectos para él.”
Con el paso de los años, la gente le había encontrado ocasionalmente trabajo a Colin para
beneficiar sus talentos. Pero (a) los veranos eran para el campamento de chicos-inteligentes para
que pudiera fomentar su aprendizaje y (b) un trabajo de verdad lo distraería de su auténtico
trabajo, que se había convertido en un repositorio muy largo de conocimiento, y (c) Colin no
tenía en realidad ninguna habilidad comercial. Rara vez se encuentra, por ejemplo, este tipo de
búsqueda:
Prodigio,
Gran corporación megalítica busca un prodigio talentoso y ambicioso para formar parte de
nuestra emocionante y dinámica División Prodigiosa para un trabajo de verano. Los
requerimientos incluyen al menos catorce años de experiencia como niño prodigio certificado,
con habilidad para hacer anagramas expertamente (y usando aliteraciones ágilmente) y
fluencia en once idiomas. Los deberes del trabajo son leer, recordar enciclopedias, novelas y
poesía, y memorizar los primeros noventa y nueve dígitos del número pi.33
Así que cada verano Colin fue al campamento de niños-inteligentes y cada año iba viendo
más claro que no estaba hecho para hacer nada, que es lo que le dijo a Hollis Wells.
“Necesito que seas razonablemente listo y no para Gutshot, y ambos cumplís los requisitos.
Quinientos dólares a la semana para los dos, además de habitación y casa gratis. ¡Estáis
alquilados! ¡Bienvenidos a la Familia Textil Gutshot!”
Colin le lanzó una mirada a su amigo, que sostenía una codorniz con delicadeza entre sus
manos, sus dientes mascaban el hueso en una vana búsqueda por un medio-decente trozo de
carne. Hassan puso la codorniz en el plato y miró a Colin.
Hassan asintió sutilmente; Colin frunció los labios; Hassan se frotó la barba de un día; Colin
se mordió el interior del pulgar; Hassan sonrió; Colin asintió.
“Vale,” dijo Colin finalmente. Decidieron quedarse. Nos guste o no, pensó Colin, los viajes
tienen destinos. Al menos su viaje entre comillas lo tenía. Y parecía un final justo y dulce, si
34 “No quiero arruinar tu viaje –pero por quinientos dólares americanos a la semana, lo haré.” 35 “El viaje estaba apestando de
todos modos, pero no quiero que el trabajo me quite tiempo. Necesito trabajar en el teorema.
35 “No voy a jugar al Scrabble otra vez contra Singleton. Dios, si tuviera que acordarme de lo tonto que soy, simplemente
consultaría la puntuación de mis exámenes, gracias.”
encantado los escritorios con los cajones vacios. Pero el teorema no iba muy bien; estaba
empezando a preocuparse de su carencia en cuanto a la experiencia con las matemáticas para el
trabajo cuando levantó la mirada para ver la puerta de la habitación abrirse. Lindsey Lee Wells
llevaba un pijama de cachemir.
“¿Cómo va la cabeza?” preguntó, sentándose en su cama.
Él cerró su ojo derecho, después lo abrió, y después presionó con un dedo el corte. “Duele,”
respondió. “Gracias por el tratamiento, por cierto.”
Ella se cruzó de piernas, sonrió y murmulló, “Para eso están los amigos.” Pero después se
puso seria, casi tímida. “Escucha, me preguntaba si podría contarte algo.” Se mordió el interior
de su pulgar.
“Ey, yo hago eso,” dijo Colin, señalándola.
“Oh, qué raro. Es como el pobre pulgar de chupetear, ¿no? De todos modos, solo lo hago en
privado,” dijo Lindsey, y Colin pensó que estar delante de él no era realmente “privado” pero no
le importó. “Bien, bueno. Puede que esto suene a tontería, pero ¿puedo hablarte sobre la foto
para que no pienses que soy una completa idiota? Porque he estado tumbada en la cama
pensando en lo idiota que probablemente creas que soy, y que Hassan y tú hayáis estado
hablando probablemente de lo idiota que soy y todo eso.”
“Em, vale,” dijo, a pesar de que, francamente, él y Hassan tenían un montón de otras cosas
de las que hablar.
“Era fea. Nunca he estado gorda, y nunca he llevado sombreros ni he tenido granos ni nada.
Pero era fea. No sé cómo se decide quién es fea o guapa –quizás hay un rincón en un armario en
el que los chicos se juntan y deciden quién es fea y quién está buena, porque por lo que puedo
recordar, no hay algo como un medidor para las estudiantes de cuarto que mida si esta buena.”
“Definitivamente, nunca has conocido a Katherine I,” la interrumpió Colin.
“Regla 1 de la historias: no interrumpir. Pero, jaja. Pervertido. Bueno, era fea. Se metían
mucho conmigo. No voy a aburrirte con historias de lo mal que estaba, pero estaba muy mal.
Era miserable. Y en octavo curso me volví alternativa. Hollis y yo condujimos hasta Memphis y
me compró ropa nueva, y me hizo un corte de pelo a lo Zelda, me lo tiñó de negro y dejé de
ponerme al sol, era medio emo, medio gótica, medio punk y medio chica rara. Básicamente, no
tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero no me importaba porque la mitad del colegio en
Milán, Tennessee, nunca habían visto un emo o un gótico o un punk o a una chica rara. Era
diferente, eso era todo. Odiaba a todo el mundo, y ellos me odiaron por completo durante un
año entero. Y después empezó el instituto, y decidí gustarle a la gente. Simplemente lo decidí.
Fue tan fácil, tío. Fue muy, muy fácil. Simplemente lo hice. Si andas como una chica guay,
hablas como una chica guay, vistes como una chica guay y tienes la mezcla perfecta entre una
chica traviesa, grosera y mona, te conviertes en una chica guay. Pero no soy una idiota para la
gente. Ni siquiera hay popularidad en mi instituto.”
“Eso,” dijo Colin efusivamente, “es una frase que solo podría decirla alguien popular.”
“Bueno, vale. No soy simplemente una ex chica fea que vendió su alma para salir con
buenorros e ir a las mejores fiestas que la zona de Gutshot puede ofrecerte.” Repitió, casi a la
defensiva. “No vendí mi alma.”
“Em, vale. No me importaría si lo hubieras hecho,” afirmó Colin. “Los raros siempre dicen
que no se preocupan una mierda por la popularidad; pero no tener amigos apesta. Nunca me ha
gustado encasillar a los chicos guays que no están encasillados, personalmente –siempre he
pensado que todos son un pedazo de mierda inútil. Pero probablemente yo les guste algo. Como
el otro día, en el que le dije a Hassan que quería importar –como, ser recordado. Y dijo, “la
fama es la nueva popularidad.” Quizás esté en lo correcto, y solo quiera ser famoso. He estado
pensando en eso esta noche, de hecho, en que quizás quiera que los extraños piensen que soy
guay porque la gente que ya me conoce no lo cree. Estaba en el zoo de excursión una vez
cuando tenía diez años y necesitaba hacer pis, ¿vale? En realidad me urgía mucho ir al baño ese
día, probablemente debido a la sobre hidratación. Por cierto, ¿sabías que lo de los ocho vasos al
día es una tontería y que no tienen ninguna base científica? Muchas cosas son así. Todo el
mundo asume directamente que son ciertas, porque la gente es básicamente perezosa e
incuriosa, que por cierto es una de esas palabras que suena como si no fuera una palabra pero lo
es.”36
“Es muy raro ver cómo funciona tu cerebro,” dijo Lindsey, y Colin se encogió de hombros.
Sabía que no podía contar historias, que siempre incluía detalles extraños y relevantes que le
interesaban solo a él. “De todos modos, el final de la historia es que estuve muy cerca de recibir
el mordisco de un león en mi pene. Y lo que pretendo decir es que cosas como esas le pasan a la
gente popular. Siempre.”
Lindsey se rió. “Esa sería una muy buena historia si supieras cómo contarla.” Se mordió el
pulgar de nuevo. Su costumbre privada. Tras su mano dijo, “Bueno, creo que eres guay, y
quiero que creas que soy guay, y eso es la popularidad.”
36 Es totalmente cierto, lo de los ocho vasos al día. No hay razón alguna para beber ocho pasos de agua al día a menos que, por
cualquier razón, te guste particularmente el sabor del agua. Muchos expertos están de acuerdo en que, a menos que te pase algo
horrible, deberías beber agua cuando estés –atento a esto –sediento.
ocho
Cuando pasas toda tu vida en una ciudad como Chicago, cuando te das cuenta, no eres capaz
de aprender ciertos aspectos de la vida rural. Toma, por ejemplo, el preocupante caso del gallo.
Para Colin, que el gallo cantara al amanecer no era más que una convención literaria y
cinematográfica. Cuando un autor quería que un personaje se despertara de madrugada, Colin se
imaginó que el autor simplemente usaba la tradición literaria del canto de un gallo para que
sucediera. Era como, pensó, cuando los autores escriben cosas de una forma distinta a cómo
suceden en realidad. Los autores nunca incluían la historia completa; simplemente iban al grano.
Colin pensaba que la verdad importaba tanto como ir al grano, y se imaginó el por qué nunca
podría contar buenas historias.
Esa mañana, aprendió que los gallos en realidad no empiezan a cantar al amanecer.
Empiezan mucho antes del amanecer –sobre las 5 de la mañana. Colin se dio la vuelta en la
cama ajena, y durante un par de segundos, mientras se adentraba en la oscuridad, se sintió bien.
Cansado, y cabreado con el galló. Pero bien. Y después se acordó de que se habían deshecho de
él, y pensó en ella dormida en su grande y blanda cama, no soñando con él. Se volvió a dar la
vuelta hacia su móvil. No habían llamadas perdidas.
El gallo cantó otra vez. “Quiquiriquí no, hijo de puta,” murmuró Colin. Pero el gallo hizo
quiquiriquí, y con el amanecer, el quiquiriquí se transformó en una sinfonía rara y disonante
cuando se mezclaba con el sonido de los rezos mañaneros de un musulmán. Esas horas de
sonido indormibles le dieron tiempo de replantearse todo desde la última vez que Katherine
pensó en él al número de anagramas correctos de rooster (gallo).37
Alrededor de las 7 de la mañana, cuando el gallo (o quizás hubiera más de uno –quizás
cantaran en turnos) entró en su tercera hora de gritos estridentes, Colin fue al baño, que también
conectaba con la habitación de Hassan. Hassan ya estaba en la ducha. Por toda la lujuria, su
baño no tenía bañera.
“Buenos días, Hass.”
“Ey.” Gritó Hassan a través del agua. “Tío, Hollis está dormida en la sala de estar viendo la
tele tienda. Tiene una casa de un billón de dólares y duerme en el sofá.”
“Las abejas reina son raras,” dijo Colin, sacando su cepillo de dientes a mitad de la frase.
“Lo que tu digas –Hollis me quiere. Piensa que me he caído de la luna. Y que tú eres un
genio. Y por quinientos dólares a la semana, no tendré que trabajar de nuevo. Quinientos
dólares pueden darme para cinco meses en casa, tío. Puedo sobrevivir en este verano hasta que
tenga, como treinta.”
“Tu poder de ambición es realmente remarcable.”
La mano de Hassan salió de la ducha y cogió una toalla en la que había un monograma con
HLW. Salió momentos después, y caminó hacia la habitación de Colin, con la toalla alrededor
de su considerable cintura.
“Escucha, kafir. En serio. Deja eso de que vaya a la universidad. Déjame ser feliz; yo te
dejaré ser feliz. Echarnos mierda está bien, pero hasta cierto punto.”
“Lo siento. No sabía que el punto había llegado.” Colin se sentó en la cama, poniéndose la
camiseta de KranialKidz que le habían dado.
“Bueno, has sacado el tema durante 384 días consecutivos.”
“Quizás deberíamos tener una palabra,” dijo Colin. “Para cuando se llega demasiado lejos.
Una palabra al azar, y entonces sabríamos que debemos parar.”
37 Encontró cuarenta, de los cuales solo le gustaron dos: “rose rot” (“rosa putrefacta”) y “to err so.” (“errar así.”)
Ahí de pie con su toalla, Hassan miró al techo y finalmente dijo, “Gamborimbos.”
“Gamborrimbos.” Asintió Colin, haciendo un anagrama en su cabeza. Gamborrimbos* era el
premio gordo de los anagramas.38
“Estás haciendo anagramas, ¿a que sí, hijo de puta?” preguntó Hassan.
“Sí,” dijo Colin.
“Quizás por eso te dejó. Siempre haciendo anagramas, nunca escuchando.”
“Gamborrimbos,” dijo Colin.
“Solo te estaba dando la oportunidad de usarla. Vale, vayamos a comer. Estoy más
hambriento que un niño en su tercer día de campamento para gordos.” Mientras bajaban al salón
por una escalera en espiral que los llevaba a la sala de estar, Colin preguntó –tan bajito como
podía –“¿Entonces crees que Hollis quiere darnos trabajo, en realidad?
Hassan se paró en la escalera, y Colin con él. “Quiere hacerme feliz. Los gorditos tenemos
una conexión, tío. Es como un Secreto Social. Tenemos un montón de cosas que tú no sabes.
Saludos, bailes especiales de gente gorda –tenemos esas jotidas guaridas secretas en el centro de
la tierra y bajamos ahí en mitad de la noche cuando todos los niños delgados están dormidos y
comemos pasteles y patatas fritas y porquerías. ¿Por qué crees que Hollis está durmiendo aún
kafir? Porque hemos estado despiertos toda la noche en ese sitio secreto inyectando azúcar
glaseado en nuestras venas. Nos va a dar trabajo porque un gordito siempre apoya a otro
gordito.”
“Tú no estás gordo. Estás rellenito.”
“Tío, ya has visto mis tetas de tío cuando he salido de la ducha.”
“No son tan malas,” dijo Colin.
“¡Oh, ahí va! ¡Lo estabas pidiendo!” Hassan se levantó la camiseta hasta el cuello y Colin se
acercó al peludo pecho de Hass, formado por –vale, no había por qué negarlo –tetas pequeñas.
Aunque de copa A. Hassan sonrió con gran satisfacción, bajándose la camiseta, y bajando las
escaleras.
Le llevó una hora a Hollis estar lista, mientras tanto Hassan y Lindsey hablaban y veían The
Today Show y Colin, sentado en la otra esquina del sofá, leía un libro que había puesto en su
mochila –una antología de Lord Byron que incluía los poemas Lara y Don Juan. Le gustaba
mucho. Cuando Lindsey lo interrumpió, había llegado a una línea de Lara que le gustaba
mucho: “La eternidad te invita a olvidar.”
“¿Qué lees por ahí, sabelotodo?” preguntó Lindsey. Colin levantó la portada. “Don Juan,”
dijo, pronunciando Juan como Wan. “¿Intentando averiguar cómo evitar que se deshagan de ti?”
“Jew-un,” corrigió Colin. “Se pronuncia Don Jew-un” dijo.39
“No es interesante,” señaló Hassan. Pero Lindsey pareció encontrarlo más molesto que no
interesante. Puso sus ojos en blanco y cogió los platos del desayuno de la mesa de café. Hollis
Wells bajó las escaleras, envuelta en lo que parecía, para todo el mundo, una toga de flores.
“Lo que vamos a hacer,” dijo rápidamente, “es reunir una historia oral de Gutshot, para
generaciones futuras. He estado viendo a gente para hacer entrevistas durante un par de
semanas, pero ya no lo haré ahora que estáis aquí. Bueno, la ruina de toda esta iniciativa han
*Juego de palabras que hace referencia a la famosa tienda Taco Bell, cambiando la segunda palabra por Hell, que significa
infierno.
El principio (del final)
Katherine XIX no era aún la XIX cuando salieron juntos por tercera vez. Aunque las señales
eran positivas, no se atrevía a preguntarle si quería salir con él, y no podía simplemente
acercarse y besarla. Colin frecuentemente se tambaleaba cuando llegaba el momento de besarse.
Tenía una teoría en cuanto a esto, de hecho, se llamaba la Teoría del Mínimo Rechazo (TMR):
El hecho de acercarse a alguien para besarle, o preguntarle si puedes besarle, está
condicionado por la posibilidad del rechazo, así que la persona menos propensa a ser rechazada
debería acercarse o preguntar. Y esa persona, al menos en la relaciones heterosexuales del
instituto, es definitivamente la chica. Piensa en ello: los chicos básicamente quieren besar a
chicas. Los chicos tienen que hacerlo. Siempre. Hassan aparte, raramente hay una vez en la que
el chico está pensando “Eh, creo que prefiero no besar a esa chica hoy.” Quizás si un chico
estuviera, literalmente, ardiendo, podría no pensar en hacerlo. Pero es así. Mientras que las
chicas son muy cambiantes en cuanto a besar. A veces quieren hacerlo; otras veces no. Son una
fortaleza impenetrable de desconocimiento, de verdad.
Ergo: las chicas deberían siempre dar el primer paso, porque (a) tienen, en general, menos
probabilidades de ser rechazadas que los chicos, y (b) de ese modo, a las chicas no se les besaría
a menos que quisieran que se les bese.
Desafortunadamente para Colin, no hay ningún tipo de lógica en cuanto a besar, y por eso su
teoría nunca funcionó. Pero debido a que siempre solía esperar demasiado para besar a una
chica, rara vez se había enfrentado al rechazo.
Llamó a la futura Katherine XIX ese viernes después del instituto y le dijo de ir a tomar u
café al día siguiente, y ella dijo que sí. Fue en la misma cafetería en la que tuvieron sus primeras
dos citas –acontecimiento totalmente agradable lleno con mucha tensión sexual con la que no
podía hacer otra cosa que encenderse un poco cuando ella le tocaba casualmente la mano. Puso
sus manos encima de la mesa, de hecho, porque quería que las tuviera a su alcance.
La cafetería estaba a un par de millas de la casa de Katherine y a cuatro edificios de la de
Colin. Se llamaba Café Sel Marie, se servía el mejor café de chicago, algo que no le importaba
para nada a Colin, porque no le gustaba el café. Le gustaba la idea del café –una bebida caliente
que te da energía que se ha asociado durante siglos a gente sofisticada e intelectual. Pero el café
en sí le sabía a bilis cafeinada estomacal. Así que lidió finalmente con el desafortunado sabor
poniéndole un poco de crema, que Katherine probó gentilmente esa tarde. Esto no tiene
importancia si no dices que Katherine bebe café solo. Katherine lo hacía, generalmente. Le
gustaba el sabor del café como le gustaban sus ex novios: amargo.
Horas después, tras un par de tazas de café de por medio, ella quiso enseñarle una película.
“Se llama The Royal Tenenbaums,” dijo. “Es sobre una familia de prodigios.”
Colin y Katherine tomaron el sureste de Line Brown hacia Wrigleyville, y después
anduvieron cinco manzanas hasta su casa, un estrecho edificio de dos pisos. Katherine lo
condujo hacia el sótano. Con piso de baldosas de linóleo onduladas, la humedad, un lugar
húmedo con un viejo sofá, sin ventanas, y techos muy bajos. Lo hacía una vivienda muy pobre,
pero era un teatro increíble. Estaba tan oscuro que podías sentarte en el sofá y desaparecer en la
película.
A Colin le gustó mucho la película; se rió mucho, se sintió cómodo en un nundo en el que
todos los personajes que habían sido niños inteligentes crecieron para ser adultos únicos y
fascinantes (a pesar de que estaban todos jodidos). Cuando terminó, Katherine y Colin se
quedaron sentados en la oscuridad juntos. El sótano era el único sitio más inocentemente oscuro
que Colin había visto en Chicago. –dia y noche, una luz naranja agrisada se filtraba a través de
un sitio con ventanas.
“Me encanta la banda sonora,” dijo Katherine. “Hace que te sientas bien.”
“Sí,” dijo Colin. “Y me han gustado los personajes. Incluso me gustaba un poco el padre
horrible.”
“Sí, a mi también,” dijo Katherine. Podía ver su rubio cabello y la línea de su rostro un poco.
Su mano, que había estado cogiendo la suya a treinta minutos de terminar la película, estaba
compacta y sudada, pero no quería ser el que la apartara. Ella siguió, “O sea, es egoísta, pero
todo el mundo es egoísta.”
“Cierto,” dijo Colin.
“¿Entonces es así? El ser, eh, un prodigio o lo que sea.
“Em, no en realidad. Todos los prodigios en las películas son muy atractivos, para empezar,”
bromeó, y ella se rió y dijo, “También los que yo conozco,” y después él exhaló bruscamente, la
miró y casi –pero no. No estaba seguro y no podía afrontar el rechazo. “Bueno, además en esta
película es como que todos han nacido listos. Yo no soy así. Es decir, trabajo como mínimo diez
horas al día, cada día, desde que tengo tres años,” dijo, sin ninguna soberbia. Él pensaba en eso
como trabajo -leer y practicar idiomas y pronunciaciones, la recitación de versos, la cautelosa
exanimación de cada texto que se le ponía delante.
“¿Entonces en qué eres bueno exactamente? Ya sé que eres bueno en todo, pero ¿qué otra
cosa se te dan tan bien aparte de los idiomas?”
“Soy bueno con los códigos y esos temas. Y soy bueno en los juegos de palabras como los
anagramas. Es una de mis cosas favoritas, en realidad. Puedo hacer un anagrama de cualquier
cosa.”
“¿De cualquier cosa?”
“Night nay*,” respondió rápidamente, y ella se rió tras decir, “Katherine Carter.”
Quería con todas sus ganas poner su mano alrededor de su nuca y acercarla a él para probar
el sabor de sus labios, plena y suavemente en la oscuridad. Pero no aún. No estaba seguro. Su
corazón bombeaba. “Em, vale. “Her karate Cretin** –em, oh. Me gusta este: their arcane
trek***.”
Ella se rió, sacó su mano y la apoyó sobre su rodilla. Sus dedos eran suaves. Él pudo olerla
claramente por encima de la humedad del sótano. Pero no se atrevió a mirarla, no todavía.
Simplemente miraba la pantalla negra del televisor. Quería alargar momento tras momento –
porque al igual que como el sentimiento de un beso, nada sienta mejor que los momentos
anteriores.
“¿Cómo haces eso?” preguntó ella.
“Práctica, mayormente. Lo he estado haciendo durante mucho tiempo. Veo las letras y creo
una primera palabra que sea mejor –como karate o cretin –y después intento usar las otras letras
para hacer –Dios, esto es aburrido,” dijo, esperando que no lo fuera.
“Vale, entonces anagramas. Ese es uno. ¿Tienes otro talento encantador?” preguntó, y ahora
se sintió seguro.
Finalmente, Colin se giró hacia ella, reuniendo en su garganta la medida justa de valentía de
la que disponía, y dijo, “Bueno, soy un gran besador.”
48 Enseguida le quedó claro a Colin que Starnet no quería decir “Los Estados Unidos de América” sino “esa área general del central
sur de Tennessee.”
después estuve en prisión durante dos años por disparara ilegalmente un arma cuando maté a
la serpiente de Caroline Clayton en 1974. Mary no pagó la fianza cuando maté a esa serpiente
hija de Dios, ¿pero quién diría que era una mascota? Entré en la casa de Caroline Clayton
buscando el martillo que me robó seis meses antes, y había una serpiente arrastrándose por la
cocina. ¿Qué habrías hecho tú, hijo?” le preguntó a Colin.
Colin meditó sobre la situación. “¿Entraste en la casa de alguien sin llamar?” preguntó.
“No, llamé, pero no había nadie en casa.”
“Eso también es ilegal,” señaló Colin. “Allanamiento de morada.”
“Bueno, gracias a Dios que tú no me arrestaste, chico,” dijo Starnes. “De todos modos, ves a
una serpiente, y la matas. Así es justo como yo actué. Así que le disparé. Partiéndola justo en
dos. Y esa tarde, Caroline Clayton vino a mi casa –ha fallecido ya, Dios la bendiga –y estaba
gritando y llorando diciendo que había matado a Jake, y yo le dije que alguien más tenía que
haber matado a Jake, quien quisiera que fuera, porque yo solo había disparado a una puta
serpiente. Pero luego resultó que Jake era la serpiente, y ella la quería como al hijo que nunca
había tenido. Nunca se casó, claro. Era más fea que un pecado, Dios la bendiga.”
“A la serpiente probablemente no le importaba que fuera fea,” dijo Colin. “Tienen una visión
muy pobre.”
Starnes se quedó mirando a Lindsey Lee Wells. “Tu amigo es una fuente regular de
conocimiento.”
“Seguro que sí,” dijo cansada.
“¿De qué estaba hablando?” preguntó Starnes.
“Gutshot. Boxeo. Antiguamente,” respondió Colin rápidamente.
“Eso, sí, bueno. Era un pueblo para los problemas entonces antes de que la fábrica trajera a
familias. Tan solo un pueblo tosco y alejado. Mi madre me dijo que el pueblo no tenía nombre.
Pero entonces empezaron a traer a boxeadores. Chicos de todas las partes de la ciudad venían
aquí y luchaban por cinco o diez dólares, el ganador se lo llevaba todo, y ganaba dinero extra
apostando por ellos mismos. Pero empezaron a estudiar las reglas del boxeo, tenían esta norma:
no puedes golpear por debajo del cinturón ni por encima de los hombros. Boxeo de Gutshot. El
pueblo se hizo famoso por eso, y por eso nos llamamos así.”
Colin se frotó con su palma sudada, su frente sudorosa, difundiendo la humedad en lugar de
terminar con ella, y le dio varios tragos al té.
“Mary yo nos casamos en 1944,” empezó Starnes, “cuando se suponía que tenía que irme a
la guerra.” Y Colin pensó que Starnes quizás se hubiera beneficiado de una lección de su
profesor de inglés en undécimo grado, el Sr. Holtsclaw, que le habló de las transiciones. Colin
no podía contar una historia que salvara su vida, cierto, pero al menos había oído lo de las
transiciones. Aún así, fue divertido escuchar a Starnes. “Bueno, no fui a la guerra porque me
disparé en dos dedos de los pies porque soy un cobarde. Soy un hombre viejo así que puedo
seros sincero. No tenía miedo de la guerra, ¿sabéis? La guerra nunca me había asustado.
Simplemente no quería ir al infierno para luchar con uno. Obtuve una reputación tras eso –fingí
que me disparé por accidente, pero todo el mundo lo sabía. Nunca perdí esa reputación, pero
ahora casi todo el mundo está muerto, y ninguno de vosotros tenéis sus historias, así que tenéis
que creer la mía por defecto: Ellos también eran cobardes. Todo el mundo lo es.
“Pero nos casamos y, oh Dios mío, nos queríamos. Siempre lo hicimos hasta el final. Nunca
le había gustado mucho, pero seguro que me quería, no sé si me entendéis.” Colin miró a
Hassan, que lo miró a él, con los ojos llenos de terror. Ambos temían que sabían exactamente lo
que Starnes estaba diciendo. “Murió en 1997. De un ataque al corazón. Ella era toda bondad, y
yo todo maldad, pero ella murió, y yo no.”
Les enseñó fotos de ella entonces; se pusieron en círculo alrededor de Su Chico La-Z con sus
manos arrugadas pasando lentamente el álbum de fotos lleno de recuerdos. La foto más vieja
estaba borrosa y amarillenta, y Colin pensó que incluso en las fotos de su juventud, la gente
vieja parece vieja. Vio como las fotos pasaban de un rugoso blanco y negro a los colores
templados de la Polaroid, vio como nacieron sus hijos y como crecieron, como el pelo se le caía
y era reemplazado por arrugas. Y en todo momento, Starnes y Mary estuvieron en las fotos
juntos, desde la boda hasta su quincuagésimo aniversario. Yo tendré eso, pensó Colin. Lo
tendré. Sí. Con Katherine. Pero no será sólo eso, resolvió. Dejaré tras de mí algo más que un
álbum de fotos en el que siempre parezca viejo.
Después, Colin supo que se habían terminado las seis horas cuando Lindsey Lee Wells se
levantó y dijo, “Tenemos que irnos, Starnes.”
“Muy bien,” dijo. “Encantado de que hayáis venido. Y Lindsey, estás perfecta.”
“¿Necesitas aire acondicionado, colega? Hace un calor horrendo aquí, y Hollis puede
conseguirte uno sin problemas,” dijo Lindsey.
“Me las apaño bien. Ha hecho suficiente por mí.” Starnes se levantó y caminó hacia la
puerta. Colin apretó la temblorosa mano del viejo hombre.
En el Coche fúnebre, Colin condujo tan rápido como la carretera se lo permitía, con las
ventanillas bajadas intentando refrescarse.
Hassan dijo, “Creo que he perdido seis gramos en sudor.”
“Entonces debería estar más tiempo en el calor,” dijo Lindsey. “Han sido los cien dólares
más fáciles que se han conseguido en Gutshot. Ey, no, no gires. Necesito que me llevéis a la
tienda.”
“¿Para que todos podamos ir con El Otro Colin y un agradable aire acondicionado?
Lindsey meneó la cabeza. “No, no. Me dejáis y después perdéis el tiempo hasta que me
recojáis en dos horas y después le contamos a Hollis que nos hemos pasado toda la tarde
recorriéndonos el pueblo.”
“Bueno,” dijo Hassan, sonando un poco molesto, “echamos de menos tu abundante
personalidad encantadora y burbujeante.”
“Oh, lo siento,” dijo. “Estaba bromeando. Bueno, me gustas, Hassan; es el sabelotodo al que
encuentro inaguantable.” Colin miró por el retrovisor hacia el asiento trasero. Estaba
sonriéndole con sus labios cerrados. Sabía que estaba bromeando, o pensó que lo estaba
haciendo, pero aún así sintió la angustia clavándosele en la garganta, y supo que el dolor se le
reflejaba en los ojos. “Dios, Singleton, estoy bromeando.”
“Tienes que recordar que cada vez que escucha a una chica llamarlo inaguantable, son las
últimas palabras de Katherine,” le explicó Hassan, hablando como si Colin no estuviera al
volante. “Es muy sensible con todo el tema de ser inaguantable.”
“Gamborrimbos,” dijo Colin.
“Cazado.”
Tras dejar a Lindsey, terminaron yendo al Hardee’s, hicieron una comida-merienda de papas
con dobles cheeseburgers y patatas fritas con el peso de su propia grasa. Colin leyó a Byron
durante los primeros treinta minutos mientras Hassan suspiraba repetidamente y decía, “Dios,
eres aburrido,” hasta que Colin dejó el libro.
Aún les quedaba una hora cuando habían terminado de comer. Sentados en el aparcamiento
con las hondas del calor hondeando en el pavimento, Hassan se frotó la frente y dijo, “creo que
deberíamos ir a la Tienda de Comestibles de Gutshot.”
Se dirigieron al sucio aparcamiento de la tienda cincuenta minutos antes, subieron las
escaleras e irrumpieron en el aire acondicionado. Tras el mostrador, Lindsey Lee Wells estaba
sentada en lo que parecía ser un chico, que la envolvía con su brazo.
“Hola,” dijo Colin. EOC se asomó tras Lindsey. Le asintió a Colin sin sonreír ni pestañear ni
cualquier otro movimiento de los músculos de su fuerte y rudo rostro.
“¿Qué pasa?” dijo EOC.
“No mucho,” dijo Colin.
“Sois unos chicos muy afortunados, por vivir con Lindsey.” Lindsey dejó ir una sonrisa
picarona y se giró para besar a su novio dulcemente en el cuello. “Oh, viviremos juntos algún
día,” dijo.
“Si la tocáis,” dijo EOC inesperadamente, “os mato.”
“Eso ha sido un poco cliché,” dijo Hassan desde el pasillo de los caramelos. “¿Y qué se la
tocamos? O sea, ¿y si me tropiezo con ella mientras vamos por el pasillo?”
EOC se quedó fulminado. “Bueno,” dijo, “ha sido divertido. Pero Lindsey y yo estamos en
medio de una charla muy importante, así que si no os importa…”
Para acabar con la tensión, Colin dijo, “Oh, lo siento. Sí, nosotros solo, eh, dábamos un
paseo o algo así.”
“Tomad,” dijo Lindsey, y les lanzó unas llaves. “La camioneta de Colin tiene aire
acondicionado.”
“No saquéis la camioneta del aparcamiento,” dijo ásperamente EOC.
Cuando salieron por la puerta, Colin escuchó a EOC preguntarle a Lindsey, “¿Quién es el
genio –el gordo o el delgado?” pero no puedo escuchar la respuesta de Lindsey. Cuando
caminaban por el sucio aparcamiento hacia la camioneta de EOC, Hassan dijo, “Dios, la ha
construido como una puta casa de ladrillos, ¿no? Escucha, El Gordo va a mear en el campo.”
“El Delgado esperará al Gordo en la camioneta,” dijo Colin. Colin subió, puso las llaves y
encendió el aire acondicionado al máximo, aun así al principio solo salió aire caliente.
Hassan abrió la puerta del copiloto e inmediatamente empezó a hablar. “Es tan melosa
delante de él, pero cuando está con nosotros es simplemente uno de los chicos, soltando
mierdas, y después con Starnes hablaba como si fuera del Sureste.”
“¿Te has colado por ella o algo?” preguntó Colin de repente.
“No. Simplemente estaba pensando en voz alta. Por última vez, no estoy interesado en salir
con una chica con la que no me voy a casar. Salir con Lindsey seria haram49.
Además, tiene una nariz muy grande. No me van las narices.”
“Bueno, no pretendo empezar una discusión, pero haces muchas peores cosas que son
haram.”
Hassan asintió. “Sí, pero las cosas haram que hago son cosas como tener un perro. No cosas
como fumar crack, o hablar a las espaldas de la gente, o robar, o mentir a mi madre, o joterme a
chicas.”
“Relativismo moral,” dijo Colin.
“No, no lo es. No creo que a Dios le importe una mierda si tenemos un perro o si una mujer
lleva pantalones cortos. Creo que le importa si eres buena persona.”
Las palabras “buena persona” le hicieron acordarse a Colin de Katherine XIX. Iba a irse de
Chicago pronto para ir a un campamento en Wisconsin, donde trabajaba cada verano como
50 Es empalagoso, pero es lo que siempre se decían el uno al otro. “Te quiero como a un pastelito loco; te extraño como a un
pastelito loco;” etc.
escuchar a Hollis en la cocina diciendo, “Este es un producto americano. Está hecho con
manos americanas. Ese es el punto de venta. Esa es la faceta mercantil y promocional de nuestro
producto. La gente compra cosas americanas. Tengo un estudio aquí…” Colin se había
preguntado si Hollis simplemente veía la tele tienda todo el día mientras otra gente se ocupaba
de sus negocios, pero obviamente ella hacía el trabajo.
Hollis salió y lo primero que dijo fue, “Por favor, no me interrumpáis durante las horas de
trabajo,” y después Lindsey le dijo que Hassan tenía un ataque de asma y que se olvidó el
inhalador, y después Hollis subió corriendo las escaleras. Colin la siguió rápidamente, gritando,
“¡Espero que estés bien, Hassan!” para que Hassan supiera que estaba subiendo, y cuando
llegaron a su habitación, estaba tumbado tranquilamente en la cama.
“Lo siento, me había olvidado el inhalador,” dijo. “No volverá a pasar.”
51 Es cierto.
*En español.
viendo póker en una gran televisión de plasma puesta en el suelo. Hassan se giró hacia Colin.
“Tío,” dijo, “puedes ver todos los píxeles.”
Colin se sentó entre los dos. Lindsey y Hassan hablaron de póker y píxeles y HD y DVR
mientras Colin visualizaba su pasado. Al final de la noche, una formula ligeramente modificada
había funcionado para dos Ks más: IX y XIV. Apenas notó el cambio cuando apagaron la
televisión y empezaron a jugar al billar. Él siguió garabateando. Le encantaba cómo el papel
rascaba el papel cuando estaba tan concentrado: significaba que algo estaba pasando.
Cuando el reloj dio la media noche, Colin dejó su lápiz. Miró a Lindsey, que se mantenía
sobre un pie, inclinada sobre la mesa de billar en un absurdo y raro ángulo. Hassan parecía que
se había ido de la habitación. “Ey,” dijo Colin.
“Oh, estás fuera de la Zona del Crepúsculo,” dijo. “¿Cómo va el Teorema?”
“Bien. No sé si funcionará aún. ¿Dónde está Hassan?”
“Se ha ido a la cama. Te pregunté si querías jugar, pero creo que no me oíste, así que me
imaginé que jugaría contra mi misma un rato. Me estoy machacando muy agudamente.”
Colin se levantó e inhaló. “Creo que soy alérgico a esta casa.”
“Podría ser Princesa,” dijo Lindsey. “Esta es precisamente la habitación de la Princesa. Shh.
Está durmiendo.” Colin siguió a Lindsey a la mesa de billar y se arrodilló a su lado. Bajo la
tabla, una larga esfera que al principio parecía ser una alfombra peluda con forma de bola creció
y después se encogió rítmicamente, respirando. “Siempre está durmiendo.”
“Soy alérgico a la caspa de las mascotas,” anunció Colin.
Ella sonrió. “Sí, bueno, la Princesa vive aquí antes.” Se sentó junto a él doblando las rodillas,
de forma que parecía más alta que Colin. “Hassan me ha dicho que eres bueno haciendo
anagramas,” dijo.
“Sí,” respondió Colin. “Good at anagramming –dragon maggot mania.*”
La mano de Lindsey (se había pintado las uñas de un azul eléctrico el otro día) se puso de
inmediato en su frente, y Colin se puso tenso de la sorpresa. Cuando volvió su cabeza para
mirarla, había vuelto a poner la mano sobre su rodilla. “Así que,” empezó, “eres un genio
transformando las palabras en otras palabras, pero no puedes crear nuevas palabras de la nada.”
Y de nuevo, sí, era eso exactamente. Un re-escritor y no un escritor. Un prodigio y no un
genio. Había tanto silencio que podía oír a la Princesa respirar, y sintió la pieza perdida dentro
de él. “Solo quiero hacer algo importante. O ser alguien importante. Solo quiero importar.”
Lindsey no respondió enseguida, sino que se recolzó al lado de Colin y él pudo oler su
perfume afrutado, después se tumbó a su lado de espaldas, con la coronilla de su cabeza rozando
sus pantalones. “Creo que somos opuestos, tú y yo,” dijo finalmente. “Porque personalmente
creo que ser importante es una idea muy pobre e inútil. Yo solo quiero volar bajo el radar,
porque cuando te metes en cosas grandes, ahí es cuando caes en picado. Porque cuando
empiezas a convertirte en un gran partido, ahí es cuando caes en picado. Mira por ejemplo las
miserables vidas de los famosos.”
“¿Por eso lees La Vida de las Celebridades?”
Lindsey asintió. “Sí. Claro –hay una palabra en alemán para eso. Dios, la tengo en la punta
de la –”
“Schadenfreude,” dijo Colin. Encontrar placer en el sufrimiento de los otros.
“¡Sí! Así que bueno,” continuó Lindsey, “como permanecer aquí. Hollis siempre me dice
que nada bueno me va a pasar si me quedo en Gutshot; y quizás sea cierto. Pero tampoco me
ocurrirá nada malo, y heredaré ese negocio algún día.”
52 y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y
otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra.
diez
A la mañana siguiente, Colin estaba lo suficientemente cansado como para dormir con el
canto del gallo hasta las ocho. Cuando bajó las escaleras, encontró a Hollis con un vestido
mumu hawaiano rosa veraniego, tirada en el sofá con papeles esparcidos por su pecho y el
suelo. Colin pasó por delante lentamente, y pensó en añadir “mumu” a su lista mental de
palabras imposibles con las que hacer un anagrama.
Hassan estaba sentado en la cocina, comiendo copos de avena y huevos revueltos. Sin hablar,
le pasó una nota a Colin escrita en papel de relieve con las palabras HOLLIS P. WELLS / CEO
Y PRESIDENTA, TEXTIL DE GUTSHOT:
Chicos,
Probablemente esté durmiendo, pero espero que vosotros os hayáis despertado a tiempo.
Tenéis que estar en la fábrica a las 9. Preguntad por Zeke. He escuchado vuestra entrevista con
Starnes –es un buen trabajo, pero he cambiado de opinión sobre algunas cosas. Con seis horas
por persona nunca conseguiremos hacerlo con todo el pueblo entero. Quiero que le hagáis solo
las siguientes cuatro preguntas: ¿Dónde vivirías si pudieras vivir en otro lugar? ¿Qué harías si
no trabajaras en la fábrica? ¿Cuándo viniste al pueblo? ¿Y qué crees que hace que Gutshot sea
especial? Creo que eso moverá las cosas bien. Os estarán esperando en la fábrica. Lindsey os
acompañará.
Os veo esta noche. Hollis.
P.D. Estoy escribiendo esta nota a las 5:30 A.M., o sea que no me despertéis.
“Bonito pelo, por cierto kafir. Parece que hayas metido un tenedor en un enchufe.”
“¿Sabías que en 1887, el pelo de Nikola Tesla se mantuvo erizado durante una semana entera
después de que pasaran cincuenta mil voltios por su cuerpo para probar que la elec –”
“Kafir,” dijo Hassan, poniendo su tenedor boca abajo en el plato. “Total y absolutamente sin
interés. Ahora, si Nikola Tesla, quien quiera que sea, hubiera tenido una aventura con un pollo
lisiado, y su fetiche con el pollo la hubiera hecho que tuviera el pelo erizado –entonces sí, por lo
que quieras, comparte conmigo esa grata y graciosa historia. Pero no por la electricidad, kafir.
Tú lo sabes mejor.53”
Colin buscó un plato en un laberinto de armarios, una taza, y algunos cubiertos. Cogió con la
cuchara un poco de huevos de la sartén, los puso en un plato y se sirvió agua de ese increíble
botón-que-pulsas-y-el-agua-sale de la nevera.
“¿Cómo están los huevos?” preguntó Hassan.
“Buenos, tío. Buenos. Eres buen cocinero.”
“No joder. Así es como Papito llegó tan lejos. Por cierto, he decidido llamarme a mí mismo
exclusivamente ‘Papito.’ Cada vez que Papito diría ‘Yo’ o ‘a mí,’ Papito dirá ahora ‘Papito.’
¿Te gusta?”
“Oh, sí. Me encanta.”
“¿Te encanta el qué?” preguntó Lindsey Lee Wells al entrar a la sala de estar, llevaba su
pijama de cachemir y el pelo castaño recogido en una coleta. Colin se dio cuenta de que estaba
diferente, pero no estaba seguro en qué, y después lo vio. No iba maquillada. Parecía más guapa
que nunca –Colin siempre había preferido a las chicas sin maquillaje. Colin estornudó y después
se dio cuenta de que Princesa estaba siguiendo a Lindsey. XIX tenía un perro también –un
pequeño perro salchicha llamado Fireball Roberts.
Nadie parecía más hermosa sin maquillar que Katherine. Nunca llevó, y nunca lo necesitó.
Dios, el pelo rubio por su rostro cuando el viento soplaba mientras paseaban por el lago tras las
clases; las esquinas de sus ojos que se humedecieron la primera vez que él le dijo “Te quiero”;
la rapidez y suave seguridad con la que ella le respondió, “Y yo te quiero.” Todos los caminos
lo llevaban a ella. Era el nexo de todas las conexiones que su cerebro hacía –el eje de la rueda.
Cuando Colin levantó la mirada, Lindsey estaba leyendo la nota de Hollis. “Dios, creo que
será mejor que me ponga algunos pantalones entonces,” dijo.
Subieron al Coche Fúnebre después de que Lindsey llamara a shotgun. En la puerta principal
de Textiles Gutshot, conocieron a un hombre con una barba como la de Papá Noel pero marrón.
Abrazó a Lindsey con un brazo, diciendo, “¿Cómo está mi chica?” y ella dijo, “Mu bien.
¿Cómo está mi Zeke?” él rió. Le dio la mano a Hassan y después a Colin. Zeke pasó por una
habitación en la que las máquinas parecían darse las unas con las otras y por otra habitación con
un cartel de plástico marrón que decía, LA SALA DE DESCANSO DE STARNES.
Colin puso a grabar la cinta en una mesa de café. La habitación parecía haber sido
amueblada con cosas que los empleados ya no podían tener en sus casas: un sofá de cuero del
color amarillo de la billis, un par de sillas de cuero negras con espuma asomando por varios
rotos, y una mesa de comedor de Formica con seis sillas. Encima de dos máquinas
expendedoras, un retrato de Elvis Presley que habían pintado sobre terciopelo. Colin, Lindsey y
Hassan se sentaron en el sofá y Zeke se sentó en una de las sillas de cuero. Antes incluso de que
pudieran empezar las preguntas de Hollis, Zeke empezó a hablar.
“Hezekiah Wilson Jones, cuarenta y dos años, divorciado, dos hijos de once y nueve años,
Cody y Cobi, ambos en el cuadro de honor. Crecí en Bradford y me mudé aquí cuando tenía
trece años a razón de que mi padre perdiera su gasolinera en una partida de póker –el tipo de
mierdas que le suelen pasar a mi viejo de vez en cuando. Consiguió un trabajo en la fábrica.
Empecé a trabajar aquí en verano durante el instituto y a jornada completa cuando me gradué.
He trabajado aquí desde entonces. He trabajado la línea; he trabajado en el control de calidad; y
ahora soy el gerente de la planta en el turno de día. Lo que hacemos aquí, chicos, es coger el
algodón –normalmente de Alabama o Tennessee.” Paró y buscó en los bolsillos de sus vaqueros
y sacó un cuadrado plateado. Lo desenvolvió, llevándose una pieza de chicle a la boca y empezó
a hablar de nuevo. “Dejé de fumar hace once años y aún mastico esta nicotina, que sabe a
mierda y no es barata. No fuméis. Ahora, la planta.” Durante los siguientes veinte minutos,
Zeke les explicó el proceso de cómo el algodón se convierte en cuerda, y como esa cuerda se
corta con una máquina a la distancia exacta de dos pulgadas de una octava, y después cómo esas
cuerdas se transportan. Un cuarto de ellas, decía, se mandan directamente a su mayor cliente,
STASURE Tampons, y el resto a un almacén en Memphis y de ahí se distribuyen en el mundo
del tampón.
“Ahora tengo que volver al trabajo, pero lo que voy a hacer es mandar a algunas personas
durante veinte minutos, en su descanso, y podréis hacerles preguntas. ¿Tenéis más preguntas
que hacerme?”
“En realidad, sí,” dijo Hassan. “¿Dónde viviría si pudiera vivir en otro sitio; qué haría para
ganarse la vida si no trabajara en la fábrica; cuándo vino al pueblo –espere, ya ha respondido a
esa pregunta; y qué cree que hace que Gutshot sea especial?”
Zeke apretó los labios, absorbiendo la nicotina. “Viviría aquí,” dijo. “Si no trabajara en la
fábrica, trabajaría en otra, probablemente. Pero quizás hubiera empezado un negocio de poda de
árboles. Mi ex hermanastro tiene uno, y le va muy bien. ¿Y qué lo hace especial? Bueno,
53 Lo curioso es que a Nikola Tesla en realidad le encantaban los pájaros, pero no los pollos lisiados. Tesla, que hico por lo
menos, tanto por la electricidad como Thomas Edison, tenía una casi romántica fascinación por las palomas. Se enamoró
particularmente de una paloma blanca. Para sí misma, escribió, “Amo a esa paloma. La amo tanto como un hombre ama a una
mujer.”
mierda. Para empezar, nuestra maquina de Coca-colas es gratis. Simplemente le das al botón
y la Coca-Cola sale. No tiene eso en muchos trabajos. Además tenemos a la adorable Miss
Lindsey Lee, que muchos pueblos no tienen. Bueno chicos, me tengo que ir a trabajar.”
Cuando Zeke se fue, Lindsey se levantó. “Esto ha sido una explosión, chicos, pero me voy a
la tienda y me quedaré mirando los ojos de mi novio. Recogedme a las cinco y media, ¿vale?” y
después se fue. Para una chica que podría vérselas muy mal si Colin o Hassan se chivaran a
Hollis, Lindsey parecía muy confiada. Y eso, descubrió Colin, debía significar que eran amigos.
Casi por accidente, y en solo dos días, Colin había hecho su segundo amigo.
Durante las siguiente siete horas, Colin y Hassan entrevistaron a veintiséis personas,
haciéndoles a todas las mismas cuatro preguntas. Colin escuchó a gente que quería vivir
haciendo esculturas con sierras mecánicas o enseñando en colegios. Lo encontró más interesante
que las demás entrevistas en las que decían que de todos los lugares del mundo, ellos, como
Lindsey Lee Wells –querían quedarse en Gutshot. Como Hassan hizo casi todas las preguntas,
Colin fue libre para centrarse en su Teorema.
Seguía convencido de que el comportamiento romántico era básicamente monótono y
predecible, y que por lo tanto uno podía escribir una fórmula heterosexual justa que predeciría el
transcurso conjunto de cualquier pareja. Pero estaba preocupado de que quizás no fuera lo
suficientemente ingenioso como para hacer conexiones. No podía imaginarse una forma
correcta de predecir a las otras Katherines sin jorobar la conclusión a la que había llegado. Y por
alguna razón, su temida falta de ingenio lo hizo echar de menos a K-19 más de lo que lo había
hecho desde que su cara estuvo contra la moqueta de su habitación. La pieza perdida de su
estómago le dolía mucho –y por un momento paró de pensar en el Teorema y tan solo se
preguntó cómo algo que no está ahí podía doler tanto.
A las cuatro y media, una mujer entró y les dijo que era la última empleada a la que iban a
entrevistar en Textiles Gutshot durante el trabajo. Se quitó los guantes gruesos, se tiró el
flequillo hacia arriba de un soplido y dijo, “Dicen que uno de vosotros es un genio.”
“No soy un genio,” dijo Colin, desapasionadamente.
“Bueno, eres lo más parecido que conozco y tengo una pregunta.
¿Cómo que las cortinas de la ducha siempre se mueven cuando el agua sale?”
“Eso,” dijo Hassan,” es uno de los grandes misterios de la condición humana sin resolver.”
“En realidad,” dijo Colin, “lo sé.” Colin sonrió. Le gustó sentirse útil de nuevo.
“¡No!” dijo Hassan. “¿Enserio?”
“Sí. Lo que pasa es que el agua pulverizada crea un vórtice, como una especie de huracán. Y
el centro de ese vórtice –el ojo del huracán –es una zona de baja presión, lo que hace que la
cortina de la ducha se mueva. Este tipo hizo un estudio sobre eso. De verdad.”
“Ahora, eso,” dijo Hassan, “es muy interesante. ¿Es como si hubiera un pequeño huracán en
cada ducha?”
“Exacto.”
“Wow,” dijo la mujer. “He estado preguntándome eso toda mi vida. Bueno, vale. Mi nombre
es Katherine Layne. Tengo veintidós años, estoy trabajando aquí desde hace diez meses.”
“¿Cómo se deletrea?” preguntó Hassan.
“K-a-t-h-e-r-i-n-e L-a-y-n-e.”
“Uh-oh,” susurró Hassan. Era muy atractiva ahora que Colin le echaba un vistazo. Pero no.
A Colin no le gustaba Katherine Layne. Y no era por la diferencia de edad. Era por K-19. Colin
supo que la situación era terrible cuando tenía delante a una perfectamente agradable y atractiva
(¡y sexy madurita!) Katherine sin sentir la más mínima pizca de encantamiento.
Se fueron después de entrevistar a Katherine Layne. Condujeron por ahí en el Coche Fúnebre
de Satán durante un rato, sintiéndose bien y perdidos con las ventanillas bajadas, conduciendo
hacia la absoluta nada. Escucharon una emisora de radio country tan alta que el sonido de los
punteos de la guitarra se distorsionaban en los viejos altavoces de el Coche Fúnebre. Cuando
llegó el estribillo, lo cantaron alto y desafinando sin importarles una mierda. Y se sintieron tan
bien al cantar con esos acentos inventados. Colin estaba triste, pero era una tristeza estimulante
e infinita, como si lo conectara a Hassan, a las ridículas canciones, y sobre todo a ella. Colin
estaba gritando “Like Strawwwwwwberry Wine,” cuando de repente se giró hacia Hassan y
dijo, “Espera, para aquí.” Hassan frenó en el arcén de grava de la carretera y Colin salió y sacó
el teléfono.
“¿Qué estás haciendo?” preguntó Hassan desde el asiento del conductor.
“Voy a adentrarme en ese campo hasta que tenga cobertura y la voy a llamar.”
Hassan empezó a golpearse la cabeza rítmicamente contra el volante. Colin se giró. Cuando
se iba adentrando en el campo, escuchó a Hassan gritar, “¡Gamborrimbos!” Pero Colin siguió
andando. “¡Papito va a dejarte aquí si das un paso más!” Colin dio un paso más, y tras él,
escuchó el coche ponerse en marcha. No se giró. Escuchó los neumáticos girando en el arcén, y
después saliendo por el asfalto, y Colin escuchó el eterno estruendo del motor alejándose. Tras
cinco minutos andando, encontró un sitito en el que tenía buena cobertura. Estaba totalmente en
silencio. Chicago solamente está así de silencioso cuando nieva, pensó. Y después abrió el
teléfono, presionó el botón de voz, y dijo “Katherine.” Lo dijo en voz baja, con reverencia.
Cinco tonos y su buzón de voz. Ey, soy Katherine, escuchó, y de fondo un coche se alejaba.
Estaban volviendo a casa juntos del RadioShack54 cuando grabó el mensaje. No estoy, eh. Y ella
hizo “eh”, recordó, porque él la cogió del trasero mientras ella intentaba hablar. Eh, en mi
teléfono, supongo. Deja un mensaje y te llamaré luego. Y entonces se acordó de todo, y también
de todo sobre todo lo demás, y por qué no podía olvidarlo y beep.
“Ey, soy Col. Estoy en un campo de soja a las afueras de Gutshot, Tennessee, es una larga
historia, y hace calor, K. Estoy aquí sudando como si tuviera sobre hidratación, esa enfermedad
en la que sudas un montón. Mierda. Eso no es importante. Bueno, hace calor, así que estoy
pensando en frío para mantenerme fresco. Y me estaba acordando del paseo de vuelta por la
nieve que dimos al ver una película. ¿Te acuerdas de eso, K? Estábamos en Gidding, y la nieve
lo hizo todo tan silencioso que no podía escuchar otra cosa en el mundo excepto a ti. Y hacía
mucho frío entonces, y tanto silencio, y te quería tanto. Ahora hace calor, y mucho silencio
también, y aún te quiero.”
Cinco minutos más tarde, estaba volviendo cuando su teléfono empezó a vibrar. Volvió
corriendo al sitio en el que tenía buena cobertura y, tras suspirar, respondió.
“¿Has oído el mensaje?” preguntó inmediatamente.
“No creo que sea necesario,” respondió ella. “Lo siento, Col. Pero creo que tomamos una
buena decisión.” Y a él ni siquiera le importó el hecho de que ellos no tomaron una decisión,
porque el sonido de su voz lo hizo sentirse bien –bueno, no bien exactamente. Le hizo acordarse
del mysterium tremendum et fascinans, el miedo y la fascinación. El fantástico y terrible temor.
“¿Se lo has contado a tu madre?” preguntó, porque su madre lo quería. Todas las madres lo
querían.
“Sí. Se puso triste. Pero dijo que tu siempre querías estar atado a mí, algo que tampoco es
sano.”
“Un destino mejor,” dijo para sí mismo más que nada.
54 Disco de cucaracha
Él pudo escuchar como ponía los ojos en blanco y dijo, “Probablemente seas la única
persona que he conocido que quiera ser un gemelo Siamés.”
“Gemelos unidos,” corrigió Colin. “¿Sabes que hay una palabra para una persona que no es
un gemelo unido?” le preguntó.
“No. ¿Cuál es? ¿Persona normal?”
“Singleton*,”dijo. “La palabra es Singleton.” Y ella dijo “Eso es gracioso, Col. Escucha,
tengo que irme. Tengo que hacer las maletas para el campamento. Quizás no podamos hablar
hasta que vuelva. Tomarte algún tiempo te vendrá bien, creo.” Y aunque él quiso decir, Se
supone que somos AMIGOS, ¿recuerdas? Y ¿Qué pasa? ¿Tienes nuevo novio? Y Te quiero con
toda mi alma, simplemente masculló, “Escucha el mensaje, por favor,” y después ella dijo,
“Vale. Adiós.” y él no dijo nada porque no iba a ser la persona que terminara la conversación o
colgara, después escuchó la falta de vida en su oreja, y se había terminado. Colin se tumbó en la
seca y sucia hierba naranja dejando que lo cubriera, haciéndolo invisible. El líquido que le caía
por la frente eran indiscutiblemente sus lágrimas. Estaba al final –al final –llorando. Recordó
sus brazos enredados, sus estúpidas bromas internas, cómo se sentía cuando iba a su casa
después del instituto y la veía leyendo por la ventana. Echaba de menos todo. Pensó en estar con
ella en la universidad, teniendo la libertad de dormir donde quisieran, los dos juntos en el
Northwestern. Echaba de menos eso también, y ni siquiera había pasado. Echaba de menos su
futuro imaginario.
Puedes querer a alguien mucho, pensó. Pero nunca podrás querer a alguien tanto como
echarlo de menos.
Esperó en un lado de la carretera durante veinte minutos hasta que Hassan vino, con Lindsey
llevando una escopeta.
“Tenías razón,” dijo Colin. “No era una buena idea.”
“Papito lo siente,” dijo Hassan. “Es una situación de mierda. Quizás tenías que llamarla.”
Lindsey se giró. “¿Quieres mucho a esa chica, eh?”
Y entonces Colin empezó a llorar de nuevo, y Lindsey se pasó al sitio trasero y puso un
brazo alrededor de él, y la cabeza de Colin se apoyó sobre la suya. Intentó no moquear mucho,
porque el entero hecho de un chico sollozando es extremadamente poco atractivo. Lindsey dijo,
“Déjalo salir, déjalo salir,” y Colin dijo, “Pero no puedo, porque si lo dejo salir parecería la
llamada de apareamiento de un sapo,” y todo el mundo, incluido Colin, rió.
Trabajó en el Teorema desde que llegaron a casa hasta las 11 P.M. Lindsey le llevó algo de
ensalada de pollo del Taco Hell, pero Colin solo le dio un par de mordiscos. Generalmente, no
pensaba mucho en eso de comer saludablemente, particularmente cuando estaba trabajando.
Pero su trabajo esa noche no sirvió para nada. No podía hacer que el Teorema funcionara, y se
dio cuenta de que su momento Eureka había sido una falsa alarma. Imaginar el Teorema era
solo cosa de un prodigio, pero completarlo era cosa de un genio. Probar el Teorema, de hecho,
requería más materia de la que Colin tenía en la tabla.
“Voy a quemarte,” le dijo en voz alto a la libreta. “Voy a lanzarte al fuego.” Lo que era una
buena idea –solo que no había fuego. No solían haber muchas chimeneas encendidas durante el
verano en Tennessee, y Colin no fumaba, así que no tenía muchas posibilidades. Buscó entre los
cajones vacíos de su escritorio provisional algunas cerillas o un mechero, pero no encontró
nada. Estaba empeñado en quemar ese maldito cuaderno con todas sus ganas, pensó. Así que fue
hacia el baño y abrió la puerta de la oscura habitación de Hassan.
*Semifallo en castellano.
“Tío, ¿tienes un mechero?” preguntó Colin, en un intento fallido de susurrar.
“Tu papito está durmiendo.”
“Lo sé, ¿pero tienes un mechero o cerillas o algo?”
“Papito está intentando pensar en una jotida razón por la que despertarías a Papito en mitad
de la noche para hacerle una jotida pregunta. Pero no. Papito no tiene cerillas ni un mechero. Y,
vale, ya ha habido suficiente con la mierda de Papito. Bueno, espérate a mañana por la mañana
para zambullirte en una gasolinera y animilarte.”
“Aniquilarte,” corrigió Colin, y después cerró la puerta.
Bajó las escaleras y pasó por delante de Hollis Wells, que estaba demasiado distraída con
todos los papeles a su alrededor y la Tele tienda a todo volumen como para tomar conciencia de
él. Bajo el comedor, llegó a lo que él creyó que sería la habitación de Lindsey. Técnicamente
nunca la había visto, pero la había visto entrar a la sala de estar desde esta parte de la casa
aproximadamente. Además, la luz estaba encendida. Golpeó la puerta suavemente.
“Sí,” dijo. Lindsey estaba sentada en un sillón de felpa tras un tablero gigante, en el que
había colgado pinturas de ella y Katrina, de ella y EOC, de ella misma camuflada. Era como
cada foto de Lindsey Lee Wells –a excepción de que Colin se dio cuenta inmediatamente de que
eran todas de hace un par de años. No fotos de bebé, ni de niña, ni de emo-alternativa-gótica-
screamo-punk. Cuatro posters grandes colgados encima del cabezal de la cama en la pared
opuesta del tablero. A esta habitación en particular le faltaba rosa.
“No hay tanto rosa aquí,” comentó Colin.
“Es el único refugio de toda la casa,” dijo.
“¿Tienes un mechero?”
“Claro, tengo miles,” respondió Lindsey sin mirarlo. “¿Por?”
“Quiero quemar esto,” dijo, levantándolo. “No puedo terminar mi Teorema, y por eso quiero
quemarlo.”
Lindsey se quedó mirándolo, se abalanzó sobre Colin y le quitó la libreta de la mano. La
miró durante un rato. “¿No puedes tirarla simplemente?”
Colin pudo los ojos en blando, ella no lo entendía. “Bueno, sí, podría. Pero mira, si no puedo
ser un genio –y claramente o puedo serlo –quiero al menos quemar mi trabajo como uno. Mira
todos esos genios o bien con éxito o sin él intentaron quemar sus hojas.”
“Sí,” dijo Lindsey distraídamente, aún leyendo la libreta. “Míralos.”
“Carlyle, Kafka, Virgil. Es difícil imaginar una compañía mejor, en realidad.”
“Sí. Ey, explícame esto,” dijo ella, sentándose en la cama e incentivándolo a que se sentara a
su lado. Estaba leyendo una página de una versión muy reciente de la fórmula y de unos
gráficos muy inexactos.
“La idea es que coges a dos personas y averiguas si son Deshechores o Deshechos. Usas una
escala que va del -5 para un gran Deshecho a un +5 para un gran Deshechor. La diferencia entre
esos números te da la variable, D, y después poniendo D en la fórmula, consigues un gráfico
que predecirá la relación. Sí -” hizo una pausa intentando pensar de una forma de la que decir su
fallo poéticamente. “Uh, bueno no funciona en realidad.”
Ella no lo miró; simplemente cerró la libreta. “Puedes quemarla,” dijo, “pero no esta noche.
La quiero durante un par de días.”
“Uh, vale,” dijo Colin, y después esperó a que Lindsey dijera algo más. Finalmente añadió,
“Es una buena forma de contar historias. O sea, odio las matemáticas. Pero esto mola.”
“Vale. ¡Pero pronto la quemaremos!” dijo Colin, con el dedo índice hacia arriba, fingiendo
ser tanjante.
“Claro, tío. Ahora vete a la cama antes de que el día empeore.”
once
En su quinta noche en Gutshot, Hassan y Colin se separaron. Hassan salió con Lindsey “por
ahí”, una actividad que aparentemente consistía en conducir la camioneta rosa de Hollis desde la
Tienda de Comestibles Gutshot a la gasolinera/Taco Hell y después volver a la Tienda de
Comestibles, y después volver a la gasolinera/Taco Hell, ad infinitum.
“Deberías venir,” le dijo Hassan. Estaba al lado de Lindsey en la sala de estar. Ella llevaba
unos pendientes azules que le colgaban y un poco de colorete, que la hacía parecer acalorada.
“Estoy atrasado en mis lecturas,” dijo Colin.
“¿Atrasado en tus lecturas? Todo lo que haces es leer,” dijo Lindsey.
“Voy tan atrasado porque he estado trabajando en el Teorema y por la historiografía oral.
Intento leer cuatrocientas paginas al día, desde que tenía siete años.”
“¿Hasta los fines de semana?”
“Particularmente los fines de semana, porque puedo centrarme realmente en el placer de la
lectura.”
Hassan movió la cabeza. “Tío, eres tan friki. Y eso viene de un súper fan de Star Trek que
obtuvo un 5 en el selectivo de cálculo. Así que sabes que tu situación es grave.” Alborotó el
pelo afro de Colin como dándole suerte, y después se giró.
“Deberías ir; mantenlos fuera de los problemas,” dijo Hollis desde el sofá.
Sin decir una palabra, Colin cogió su libro (una biografía de Thomas Edison)55 y subió las
escaleras hacia su habitación, donde se tumbó en la cama y leyó en paz. Durante las siguientes
cinco horas, terminó ese libro y empezó uno que encontró en la estantería de la habitación
llamado Foxfire. Foxfire narraba cómo las personas hacían las cosas antiguamente en
Appalachia.
Leer acallaba un poco su cerebro. Sin Katherine y sin el Teorema y sin sus esperanzas de
importar, tenía muy poco. Pero siempre había tenido libros. Los libros son los Deshechos
definitivos: guárdalos y te esperarán siempre; préstales atención y siempre te serán
correspondidos.
Foxfire le había enseñado a Colin cómo pelar a un mapache y transformarlo en cuero cuando
Hassan irrumpió en su habitación, riendo a carcajadas, con la peluca gris moviéndose
lentamente, más conocida como la princesa que saltaba tras él.
“No voy a mentirte, kafir. Me he bebido media cerveza.”
Colin arrugó su nariz y respiró. “Ves, beber es haram. Te lo dije, haces mierdas haram todo
el rato.”
“Sí, bueno, cuando estás en Gutshot, haz lo que los Gutshotanos hagan.”
“Tu compromiso religioso es una inspiración para todos,” dijo Colin inexpresivamente.
“Vamos. No me hagas sentirme culpable. He compartido una cerveza con Lindsey. No siento
nada. Es emborracharte lo que en realidad es haram, no beberte media cerveza. Da igual, ir por
ahí es divertido. Es divertidísimo. He estado en una camioneta sentado con EOC, VMA,
ECQMT durante una hora y media, y no son tan malos. Creo que he hecho que les gustara.
Además, Katrina resulta que es muy agradable. Y cuando digo agradable quiero decir
maravillosa. Pero es ridículo que todo el mundo que sale con EOC piense que es un regalo de
Dios de Gutshot. Creo que es el quarterback o el conerback o algo del equipo de fútbol, solo que
55 Que no era un niño prodigio pero terminó siendo un genio. Aunque muchos de los descubrimientos de Edison
no fueron hechos por él en realidad. Como la bombilla, por cierto, que la inventó en realidad Sir Humphrey Davy en
1811, pero su bombilla más o menos apestaba y se quemaba todo el rato. Edison mejoró la idea. Edison también robó
ideas de Nikola Tesla, el amante de palomas.
ya se ha graduado, así que no creo que sea nada ya, pero aparentemente ser el quarterback o
el cornerback es como ser un Marine: es algo de una vez y siempre. Además, cuando Lindsey
no está alrededor, EOC habla de su culo todo el rato. No tiene otro tema de conversación.
Aparentemente pasa mucho de su tiempo libre cogiéndola del culo, una bonita imagen. Nunca
me había dado cuenta de su culo.”
“Yo tampoco,” dijo Colin. Nunca pensaba en el punto de mira, a no ser que fuera
inusualmente masivo.
“Bueno,” continuó Hassan,” hay un campamento de caza en el bosque y vamos a cazar con
ellos , Lindsey y otro tipo de la fábrica. Cazar. ¡Con armas! ¡A cerdos!”
Colin no tenía ningún interés en disparar a cerdos –ni a nada, de paso. “Em,” dijo Colin. “Ni
siquiera sé cómo disparar un arma.”
“Ya, yo tampoco, ¿pero cómo de difícil puede ser? Completos jotidos idiotas disparan armas
todo el tiempo. Por eso muere tanta gente.”
“Quizás, en lugar de eso, tú y yo podríamos, por ejemplo, ir al bosque ese fin de semana y
salir por ahí. Hacer fuego o algo así y acampar.”
“¿Me estás tomando el pelo?”
“No, podría ser divertido. Leer a la luz del fuego y cocinar nuestra propia comida al fuego y
eso. Sé cómo hacer un fuego hasta sin mechero. Lo he leído en este libro,” dijo Colin, señalando
Fixfire.
“¿Tengo pinta de un Boy Scout de octavo curso, sitzpinkler? Saldremos. Nos divertiremos.
Nos despertaremos pronto y beberemos café y dispararemos a cerdos y todo el mundo estará
borracho y todos serán graciosos excepto nosotros.”
“No puedes hacer que vaya contigo,” se la devolvió Colin.
Hassan dio un paso hacia la puerta. “Eso es verdad, sitzpinkler. No tienes que venir. No voy
a envidiarte demasiado estando sentado sobre tu culo. Dios sabe que siempre me ha encantado.
Simplemente me siento un poco aventurero últimamente.”
Colin se sintió un poco como si se hubiera deshecho de él. Intento salir con un compromiso.
Quería salir con Hassan, pero no con esos chicos tan oh-que-guays. “No lo pillo.” Dijo Colin.
“¿Quieres salir con Lindsey o algo?”
Hassan se quedó mirándolo, miró a la bola de pelusa y liberó la caspa de la mascota en el
aire para que Colin la respirara. “¿Otra vez con eso? No. Dios. No quiero salir con nadie. Ya
veo lo que te ha hecho. Como bien sabrás, creo en salvar de la tormenta a una chica muy
especial.”
“También creías en no beber.”
“Touché, mona mi. He dicho demasiado, joter.”
El medio (del medio)
El mayor estudio sobre niños superdotados jamás realizado fue el del niño prodigio (por
decirlo así) de un tal Lewis Terman, un psicólogo de California. Con la ayuda de profesores de
todo el estado, Terman escogió a siete mil niños superdotados, que habían estado siguiendo
durante sesenta años. No todos los niños fueron prodigios, claro –sus coeficientes intelectuales
iban del 145 al 190, y Colin, en comparación, tenía un coeficiente intelectual que a veces le
había llegado a 200 –pero representaron a muchos de los niños más brillantes de esa generación
de americanos. Los resultados fueron de alguna forma alarmantes: los niños más superdotados
en el estudio no eran mucho más propensos a convertirse en intelectuales más prominentes que
los niños normales. Muchos de los niños del estudio tuvieron éxito suficiente –banqueros,
doctores, abogados y profesores de colegio –pero ninguno resultó ser un genio real, y ahí estaba
la pequeña correlación entre un coeficiente intelectual real y hacer una contribución significante
al mundo. Los niños superdotados de Terman, a fin de cuentas, raramente terminaron siendo tan
especiales como inicialmente prometían ser.
Toma, por ejemplo, el curioso caso de George Hodel. Con uno de los coeficientes
intelectuales más altos del estudio, uno quizás podría haber esperado que Hodel descubriría la
estructura del ADN o algo. En lugar de eso, fue un gran médico en California que más tarde se
mudó a Asia. Nunca se convirtió en un genio, pero Hodel se las arregló para ser abominable: fue
probablemente un asesino en serie56. Uno de los tantos beneficios de convertirse en un prodigio.
Como sociólogo, el padre de Colin estudiaba a las personas, y tenía una teoría sobre cómo
transformar un prodigio en un genio maduro. Creía que el desarrollo de Colin debería implicar
una delicada interacción entre lo que él llamaba “resultados activos orientados por los padres” y
la predisposición natural de Colin a estudiar. Eso básicamente significaba dejar a Colin estudiar
y ponerle “marcas,” que eran exactamente como goles, excepto que se llamaban marcas. El
padre de Colin creyó que este tipo de prodigio –nacido y después hecho más inteligente con un
comportamiento y una educación correcta –podría convertirse en un genio considerable,
recordado por siempre. Le decía esto a Colin a veces, cuando Colin venía del colegio triste,
cansado del Muñeco de Nieve Abdominal, cansado de pretender que su miserable falta de
amigos no le molestaba.
“Pero ganarás,” le decía su padre. “Tienes que imaginar, Colin, que un día mirarán atrás en
sus vidas y desearán haber sido tú. Tendrás lo que todo el mundo quiere al final.”
Pero no pasó mucho hasta el final. Hubo que esperar hasta el KranialKidz.
A finales de las vacaciones de navidad de su tercer año, Colin recibió una llamada de una
estación de cable de la que nunca había oído llamada CreaTVity. No veía mucho la televisión,
pero no importaba, porque nadie había oído hablar de CreaTVity. Consiguieron su número
mediante los artículos escolares sobre prodigios. Querían a Colin en su programa. Sus padres no
lo aprobaron, pero sus “resultados activos orientados” por los padres requerían que le dieran a
Colin un poco de libertad para tomar sus propias decisiones. Y él quería ir al programa, porque
(a) el primer premio de diez mil dólares era mucho dinero, (b) porque saldría en televisión, y
(c) porque diez mil dólares es mucho dinero.
56 Hodel fue el culpable de asesinato de la “Black Dahlia” en 1947, uno de los casos más famosos y largos sin resolver en la
historia de California. (Aparentemente era muy bueno como asesino en serie, como uno podría esperar de un prodigio, puesto que
nunca lo habían cogido, y de hecho, probablemente nadie hubiera sabido lo de Hodel si no hubiera sido porque su hijo –en serio –se
convirtió en un detective de homicidios de California, y pasó por una serie de increíbles coincidencias y un trabajo policial muy
bueno, que lo llevaron a la convicción de que su padre era un asesino.)
Le hicieron a Colin un cambio de imagen cuando llegó a la primera grabación,
convirtiéndolo en el alborotado prodigio bueno y sarcástico. Le compraron unas gafas con una
montura rectangular y le apelmazaron el pelo con una gran cantidad de un producto, por lo que
lo tenía un poco ondulado, como lo tenían muchos de los imbéciles de los chicos más populares
en el colegio. Le dieron cinco conjuntos –incluyendo un par de vaqueros de diseño, que le
apretaban el culo como si fueran un novio necesitado, y una camiseta en la que se leía, con una
letra hecha a mano: VAGO. Y después grabaron las seis rondas preliminares del programa en un
día, haciendo parones para que los prodigios cambiaran de vestuario. Colin ganó las seis rondas,
dejándolo listo para la final. Su oponente entonces era Karen Aronson, una chica de doce años
de pelo muy claro que estudiaba para su doctorado en matemáticas. Karen había sido escogida
como la adorable. En la semana que había entre las primeras grabaciones y la final, Colin
llevaba una camisa abotonada y unos vaqueros de diseño en el instituto, y la gente le
preguntaba, ¿En serio vas a salir en televisión? Y entonces un chico popular llamado Herbie57 le
dijo a Hassan que a esa chica llamada Marie Caravolli le gustaba Colin. Y desde que Colin
había, no hace mucho, sido desechado por Katherine XVIII, Colin le invitó a salir a Marie,
porque Marie, una belleza morena italiana que habría sido la reina del Baile de Bienvenida si la
Kalman School hiciera esas cosas, era la chica más sexy que él se había, o se habría, echado a la
cara. Y mucho menos hablar. Y mucho menos salir. Quería mantener su costumbre de Katherine
viva, por supuesto. Pero Marie Caravolli era el tipo de chica por la que rompes costumbres.
Y ahí es cuando ocurrió una cosa graciosa. Se bajó del tren después del instituto el día de su
cita; todo estaba perfectamente planeado. Tenía tiempo suficiente para ir caminando a casa,
limpiar todos los envoltorios y las latas del Coche Fúnebre, darse una ducha, comprar algunas
flores en el White Hen, y recoger a Marie. Pero cuando giró la calle, vio a Katherine I sentada
en los escalones del porche de su casa. Cuando la miró, juntando sus rodillas con su barbilla, se
dio cuenta de que nunca había visto a Katherine sin Krazy Keith.
“¿Va todo bien?” le preguntó Colin mientras se acercaba.
“Oh, sí,” dijo. “Siento presentarme aquí sin avisar. ¿Es que tengo un examen de francés?”
dijo como si fuera una pregunta. “¿Mañana? Y no quiero que mi padre sepa lo idiota que soy en
francés y había pensado que quizás –intenté llamarte, pero no tenía tu número. Así que de todos
modos, pensé que como conozco a la estrella de un programa de televisión, podía recibir clases
de él.” Sonrió.
“Em,” dijo Colin. Y durante los siguientes segundos intentó imaginarse cómo sería de verdad
salir con Marie. Colin siempre había tenido celos de las personas como Hassan, que
simplemente sabían hacer amigos. Pero el riesgo de ser capaz de ganarse a cualquiera, pensó, es
que quizás escojas a la gente equivocada.
Se imaginó el mejor escenario posible: que él le terminara gustando, improbablemente, a
Marie, después de lo cual Colin y Hassan saltarían la ladera social y conseguirían sentarse a
almorzar en una mesa distinta, y los invitarían a algunas fiestas. Ahora, Colin había visto
suficientes películas como para saber lo que pasa cuando los marginados van a las fiestas
populares: generalmente, a los marginados los tiran a una piscina58 o se emborrachan, en un
intento por ser chicos populares. Ninguna resulta una buena opción. Además estaba el hecho de
que a Colin, técnicamente, no le gustaba Marie. Ni siquiera la conocía.
57¿Cómo puede alguien llamarse Herbie ser popular? Ese es uno de los misterios más duraderos de la vida, cómo los chicos que
se llaman Herbie o Dilworth o Vagina o algo así superan tan fácilmente el peso de sus nombres para lograr una especie de estatus
de leyenda, pero Colin estaría siempre ligado a Colon.
58 A pesar de que no habían muchas piscinas en Chicago.
“Espera,” le dijo a Katherine I. Y después llamo a Marie. Le había dado el número pronto
ese mismo día, durante su segunda conversación59, un hecho remarcable considerando que
habían estado yendo al mismo colegio juntos durante más o menos una década. “Lo siento
mucho,” dijo. “Tengo una urgencia familiar… Sí, no, mi tío está en el hospital, y tenemos que ir
a verlo… Bueno, sí, seguro que estará bien… Vale. Bien. Lo siento de nuevo.”
Y esa fue la única vez que Colin estuvo lo más cerca de Deshacerse de alguien, y fue de
Marie Caravolli, sobre la que todo el mundo estaba de acuerdo en que era la chica más atractiva
de la historia de América. En lugar de eso, le dio clases a Katherine I. Y una clase se convirtió
en una semana, y después en dos semanas, y al mes siguiente, fue a su casa con Krazy Keith
para ver, con los padres de Colin y Hassan, cómo Colin aniquilaba a un pobre tonto llamado
Sanjiv Reddy en el primer programa de KranialKidz. Más tarde esa noche, cuando Hassan se
fue a casa, mientras Krazy Keith y los padres de Colin estaban bebiendo vino, Colin y Katherie
Carter se escabulleron fuera de casa para tomar una taza de Café en Café Sel Marie.
Cuando Lindsey bajó las escaleras, llevando unos pantalones cortos color kaki y una
camiseta ceñida negra de ¡GUTSHOT!, Hassan estaba en el sofá, viendo repeticiones del
Saturday Night Live.
“¿Quiénes son nuestras víctimas hoy?” preguntó Lindsey.
“Los viejísimos.”
“Está bien en realidad. Soy una veterana en ese grupo. Vale, fuera del sofá, Hass.”
“Lo siento, Linds. Me estoy haciendo el enfermo,” dijo. Yo nunca le he llamado “Linds,”
pensó Colin. Hassan se rió de una broma de la televisión. Lindsey se sopló el pelo de la cara y
después cogió a Colin del brazo y lo llevó al Coche Fúnebre.
“No me puedo creer que se esté haciendo el enfermo,” dijo Colin, pero puso en marcha el
coche. “Estoy jotidamente cansado de estar despierto mitad noche leyendo ese jotido libro sobre
la invención de la televisión60, ¿y él se hace el puto enfermo?
“Ey, ¿por qué tú y Hassan decís jotido todo el tiempo?”
Colín exhaló lentamente, con sus mofletes resoplando. “¿Has leído alguna vez El Desnudo y
El Muerto de Norman Mailer?
“Ni siquiera sé quién es ese.”
“Novelista americano. Nacido en 1923. Estaba leyéndolo cuando conocí a Hassan. Y
después Hassan terminó leyéndolo porque va solo de la guerra, y a Hassan le encantan los libros
de acción. De todos modos, son 872 páginas, y se usa la palabra joter o jotido o lo que sea unas
treinta y siete millones de veces. Cualquier otra palabra es una mierda, seguramente. Así que,
después de leerme una novela me gusta leer alguna crítica literaria de ella.”
“Sorpréndeme,” dijo.
“Bueno. Vale, cuando Mailer escribió el libro, no utilizaba, ‘joter.’ Pero se la envió al
publicista y estaban en plan, ‘Es un libro excelente, Sr. Mailer. Pero nadie de aquí en 1948 lo
compraría, porque contiene casi más J-bombas que una bomba normal.’ Así que Normal Mailer,
para joter al publicista, revisó el libro de 872 páginas y cambió cada palabra que empieza por J
por ‘joter’. Así que le conté a Hassan la historia mientras leía el libro y después decidió empezar
a decir joter como un homenaje a Mailer –y porque puedes decirlo en clase sin meterte en
problemas.”
“Esa es una buena historia, ¿ves? Puedes contar una historia,” dijo, su sonrisa blanca fue
como unos fuegos artificiales en un cielo sin estrellas. “No tiene una moral, y no contiene nada
de romance ni aventura, pero es una historia al menos, y no has hecho ninguna reflexión sobre
la hidratación.” En su visión periférica, Colin pudo verla sonreír. “Gira a la izquierda. Tiraremos
por esta jotida carretera y después, oh, espera, espera, aminora, ese es el coche de Chase.”
Un Chevy Bronco se acercó por la otra dirección. De mala gana, Colin frenó el Coche
Fúnebre hasta detenerse. EOC estaba tras el volante. Colin bajó la ventanilla y EOC bajó la
suya. Lindsey se inclinó hacia Colin para mirar a su novio. “Ey, Lass,” dijo EOC.
50 La televisión fue inventada por un chico. En 1920, el memorable Philo T. Farnsworth concibió el tubo vacío de rayos
catódicos usado en muchos de los televisores de siglo veinte. Tenía catorce años. Fransworth construyó la primera cuando tenía solo
veintiún años. (Y rápidamente fue a parar en una larga y angustiosa carrera de alcoholismo crónico.)
“No es gracioso,” dijo Lindsey enfáticamente, mientras Chase, que conducía hacia Shotgun,
se partía de la risa.
“Escucha, Chase y yo vamos a ir a Fulton esta noche en el campamento. ¿Te veremos allí?”
“Creo que me voy a quedar en casa esta noche,” dijo, y después miró a Colin y dijo,
“vamos.”
“Ohh, Linds. Solo estaba bromeando.”
“Vamos,” dijo otra vez, y Colin presionó el acelerador y se fueron.
Colin estaba por preguntarle por la situación cuando Lindsey se giró hacia él y dijo muy
calmada, “No pasa nada, solo es una broma interna. Bueno, leí tu libreta. No lo entiendo todo,
pero al final me fijé en algo.”
Colin rápidamente se olvidó de lo que había pasado con EOC y le preguntó, “¿Qué opinas?”
“Bueno, primero, me ha hecho pensar sobre lo que hablamos cuando vinisteis aquí. Cuando
te dije que creía que era una mala idea lo de importar. Creo que tengo que retractarme, porque
mirando tus notas, sigo esperando encontrar una forma de mejorar tu Teorema. Tengo una
fijación con arreglarlo y probarte que las relaciones pueden verse con un patrón. Quiero decir,
debería funcionar. La gente es muy predecible. Y entonces el Teorema no sería tuyo, sería
nuestro, y yo podría, bueno, estoy suena a retrasada. Pero de todos modos, creo que quiero
importar un poco, ser conocida fuera de Gutshot, o sino no habría pensado tanto en ello. Quizás
solo quiera ser alguien sin irme de aquí.”
Colin fue frenando cuando se acercó a una señal de stop y después la miró. “Lo siento,” dijo.
“¿Por qué lo sientes?”
“Porque no puedes arreglarlo.”
“Oh, pero lo hice,” dijo.
Colin detuvo el coche a veinte pies de una señal de stop y dijo, “¿Estás segura?” Y ella
simplemente continuó sonriendo. “Bueno, cuéntame,” imploró.
“Vale, bueno no lo he ARREGLADO, pero tengo una idea. Soy lo peor en matemáticas, muy
muy mala, así que dime si lo he entendido mal, pero parece ser que el único factor que está en la
fórmula es donde cada persona encaja en la escala de los Deshechores y Deshechos, ¿no?”
“Sí. De eso va la fórmula. Sobre que se deshagan de ti.”
“Sí, pero ese no es el único factor en una relación. Está, por ejemplo, la edad. Cuando tienes
nueve, tus relaciones tienden a ser más cortas y menos serias y menos azarosas que cuando
tienes cuarenta y uno y estás desesperado por casarte antes de que tus genitales se sequen, ¿no?”
Colin se giró hacia Lindsey y miró hacia las intersecciones que habían ante él, ambas
abandonadas. Lo pensó durante un rato. Le parecía tan obvio ahora, demasiados hallazgos.
“Más variables,” dijo entusiasmado.
“Vale. Como he dicho, la edad, para empezar. Pero un montón de cosas influyen. Lo siento,
pero el atractivo importa. Está este chico que se unió a la Marina, pero que el año pasado era un
estudiante de último curso. Tenía 210 libras de falso músculo, y yo quería a Colin y todo eso,
pero ese chico era sexy hasta morirse y también muy dulce y agradable, y conducía un Montero
personalizado.”
“Odio a ese tío,” dijo Colin.
Lindsey se rió. “Vale, seguro que lo harías. Pero de todos modos, era un total Deshechor. Un
autodeclarado defensor de la cuarta base: encuéntralo, siéntelo, tíratelo y olvídalo. Solo él
cometió el error de salir con la única persona más sexy que él en el medio Tennessee, Katrina. Y
se convirtió en el perrito faldero más pegajoso y necesitado, y finalmente Katrina tuvo que
cortar con él.”
“Pero no es simplemente atracción física,” dijo Colin, buscando en su bolsillo su lápiz y su
libreta. “Es lo atractiva que encuentres a la persona y lo atractiva que ella te encuentre. Como
por ejemplo, una chica que es muy guapa, pero da la casualidad de que tengo un raro fetiche y
que solo me gustan las chicas con trece dedos en los pies. Bueno, quizás sea el Deshechor si
resulta que tiene diez dedos en los pies y solo le ponen los chicos delgados con gafas y pelo
afro.”
“Y ojos muy verdes,” añadió Lindsey con indiferencia.
“¿Qué?”
“Era un cumplido,” dijo.
“Oh. Mis. Verdes. Vale.” Cálmate, Singleton. Cálmate.
“De todos modos, creo que tiene que ser más complicado. Tiene que ser tan complicado que
un matemático como yo no lo entienda hasta el final.”
Un coche se paró tras ellos y tocó el pito, así que Colin volvió a conducir, y cuando llegaron
al parking cavernoso de la residencia, habían reunido cinco variables:
Edad (A)61
Diferencia Popular (C)62
Diferencia atractiva (H)64
Diferencia Deshechor/Deshecho (D)63
Diferencia introvertido/extrovertido (P)64
Se sentaron juntos en el coche con las ventanillas bajadas, el aire era caliente y pegajoso pero
no sofocante. Colin realizó posibles nuevos esquemas y le explicó las matemáticas a Lindsey,
que hacía sugerencias y miraba sus esquemas. Durante treinta minutos estuvo sacando el gráfico
de ella-rompió-con-él ceño fruncido para muchas Katherines. Pero no podía ajustar la línea del
tiempo. Katherine XVIII, que le costó meses de vida, no parecía que durara tanto, o importara
más que los tres días y medio que pasó en los brazos de Katherine V. Estaba simplificando
mucho la fórmula. E hizo esto
aún intentando hacerlo totalmente al azar. ¿Y si ajusto la variable del atractivo? ¿Y si pongo
una onda sinusoidal aquí o una fracción allí? Necesitaba ver la fórmula no como puras
matemáticas, algo que odiaba, sino como lenguaje, algo que le encantaba.
61 Para conseguir la variable, Colin cogió la media de la edad de dos personas y le restó cinco. De paso, todos los pies de
página de esta página tienen matemáticas, y son, por lo tanto, estrictamente opcionales.
62 A la que Colin llegó calculando la diferencia popular entre la Persona A y la Persona B en una escala de 1 a 1.000 (puedes
aproximarte) y después dividiendo por 75, números positivos si la chica es más popular, negativo si lo es el chico.
64Calculado como un número entre el 0 y el 5 basándose en la diferencia de la atracción entre ambos. Números positivos si el
chico es más atractivo que la chica; negativo si viceversa.
63 Entre 0 y 1, la distancia relativa entre las dos personas del rango de los Deshechores y Deshechos. Número negativo si el
chico es más Deshechor, positivo si lo es la chica.
64 En el Teorema, esta es la diferencia salida entre las dos personas calculándolo en una escala que va del 0 al 5. Números
positivos si la chica sale más, negativos si lo hace el chico.
Así que empezó a pensar en la fórmula como un intento de comunicar algo. Empezó a crear
fracciones junto con las variables para que fueran más fáciles de trabajar en un gráfico. Empezó
a ver incluso antes de introducir las variables, cómo las diferentes fórmulas representarían a las
Katherines, y conforme lo hacía la fórmula se volvía totalmente complicada, hasta que empezó a
parecer –cómo decir esto sin sonar estúpido –bueno, preciosa. Tras una hora aparcados en el
coche, la fórmula era así:
Colin solo había estado en una residencia una vez. Él y su padre fueron a Peoria, Illinois, una
semana cuando Colin tenía once años para visitar a su tía bis abuela Esther, que estaba en coma
y por lo tanto no en muy buena compañía.
Así que se sorprendió mucho con Sunset Acres. En una mesa de picnic en el césped de fuera,
cuatro mujeres mayores, todas llevaban grandes sombreros de paja, estaban jugando a las cartas.
“¿Es esa Lindsey Lee Wells?” preguntó una de las mujeres, y entonces Lindsey se alegró y se
apresuró hacia la mesa. La mujer puso boca abajo sus cartas para abrazar a Lindsey y acarició
sus mejillas. Lindsey conocía todos sus nombres –Jolene, Gladys, Karen y Mona –y les presento
a Colin, tras lo que Jolene se quitó el sombrero, se abanicó la cara y dijo, “Mi Lindsey, ¿tienes
un novio muy guapo, no? No me pregunto por qué no vienes a visitarnos ya.”
“Aw, Jolene, no es mi novio. Siento no haber venido mucho. He estado ocupada con el
instituto, y Hollis me hace trabajar como un perro en la tienda.”
Y después empezaron a discutir sobre Hollis. Pasaron quince minutos hasta que Colin pudo
sacar la grabadora y empezar a hacerle a las cuatro las preguntas que había ido a hacer, pero no
le importó, primero porque Jolene pensó que era “muy guapo”, y segundo porque eran un grupo
de gente mayor super relajada. Por ejemplo, Mona, una mujer con manchas por la edad y un
parche en el ojo izquierdo, respondió a la pregunta: “¿Qué tiene Gutshot de especial?” diciendo,
“Bueno, para empezar que tiene un buen plan de pensiones. Llevo retirada veinte años y Hollis
Wells aún compra mis pañales. Eso está bien. ¡Los uso! Me hago pis encima cuando me río,”
dijo alegremente, y después se rió inquietamente fuerte.
Y Lindsey, le pareció a Colin, era un tipo de estrella del rock para los viejísimos. Como una
palabra filtrada a través de los edificios cuando llegó, más y más de ellos fueron yendo a la
mesa de picnic de fuera y se pusieron alrededor de Lindsey. Colin fue de persona en persona,
grabando las respuestas a sus preguntas. Durante un momento, se sentó y dejó a Lindsey con la
gente a sus anchas.
Su entrevista favorita fue la de un hombre llamado Roy Walker. “Bueno no puedo
imaginarme,” dijo Roy, “por qué alguien en la tierra querría escucharme. Pero estoy feliz por
esta charla.” Roy empezó a contarle a Colin sobre su trabajo en la fábrica en el turno de noche
como jefe de planta en Textiles Gutshot, pero entonces paró de repente y dijo, “Mira cómo
quieren a la pequeña Lindsey. Todos hemos visto a esa niña crecer. Yo solía verla una vez a la
semana o más –la conocimos cuando era un bebe y la conocíamos cuando no podíamos hablarle
68 Eso no cuenta como matemáticas, porque uno no tiene que entender cómo funciona o lo que significa para pensar que es
preciosa.
de los chicos y la conocíamos cuando tenía el pelo azul. Solía robarme una cerveza
Budweiser cada sábado, bendito corazón. Hijo, si hay una cosa que sé,” y Colin pensó que a las
personas mayores siempre les gusta decirte esa cosa que saben, “es que hay gente en este mundo
a la que puedes querer, querer y querer sin importar nada.”
Colin siguió a Roy hasta Lindsey entonces. Lindsey estaba retorciendo un mechón de su
pelo, pero mirando fijamente a Jolene.
“Jolene, ¿qué acabas de decir?”
“Le estaban diciendo a Helen que tu madre le ha vendido doscientas hectáreas de tierra de
Bishops Hill a mi chico Marcus.”
“¿Hollis ha vendido terreno de Bishops Hill?”
“Así es. A Marcus. Creo que Marcus quiere construir algunas casas, construir una pequeña –
no recuerdo como lo llama él.”
Lindsey medio cerró los ojos y suspiró. “¿Una subdivisión?” preguntó.
“Eso es. Subdivisión. Ahí arriba en la colina, supongo. Bonitas vistas.”
Lindsey se quedó callada tras eso, sus grandes ojos se perdieron en la distancia de los
campos tras la residencia. Colin se sentó y escuchó a los ancianos hablar, y después finalmente
Lindsey lo cogió del brazo por encima del codo y dijo, “Hay que ponerse en marcha.”
Tan pronto como las puertas del Coche Fúnere se cerraron, Lindsey murmuró para sí misma,
“Mamá nunca vendería eso. Nunca. ¿Por qué iba a hacer eso?” Colin pensó que nunca había
escuchado a Lindsey referirse a Hollis como su madre. “¿Por qué le vendería eso a ese chico?”
“Quizás necesite dinero,” dijo Colin.
“Necesita el dinero tanto como yo necesito un puñetero agujero en mi cabeza. Mi bis abuelo
construyó la fábrica. Dr. Fred N. Dinzanfar. No necesitamos dinero, te lo aseguro.”
“¿Era árabe?”
“¿Qué?”
“Dinzafar.”
“No, no era árabe. Era de Alemania o algo. Bueno, hablaba alemán, también Hollis, por eso
yo sé. ¿Por qué siempre haces preguntas tan ridículas?”
“Dios. Lo siento.”
“Oh, en fin. Simplemente estoy confundida. Qué más da. Cambiando de tema. Es divertido
pasar tiempo con los viejísimos, ¿no? No lo creías, pero es divertidísimo. Solía visitarlos en sus
casas -muchos de ellos no estaban en la residencia entonces –casi cada día. Simplemente iba de
casa en casa, me daban de comer y me abrazaban. Esos eran los días pre-amigos.”
“Parece que te adoran,” dijo Colin.
“¿A mí? Las mujeres no podían hablar de otra cosa aparte de lo sexy que eras. Te estás
perdiendo todo un demográfico de Katherines por no probar en el mercado de los ochenta.”
“Era gracioso que se creyeran que estábamos saliendo,” dijo Colin mirándola.
“¿Qué es tan gracioso?” preguntó, sosteniéndole la mirada.
“Um,” dijo. Distraído de la carretera, Colin vio como ella le daba la versión más brillante de
su inimitable sonrisa.
trece
Ese sábado, Hassan “fue por ahí” con Lindsey, Katrina, EOC, VMA y ECQMT. La noche
siguiente, se fue por ahí otra vez, y vino a casa después de la media noche y se encontró a Colin
trabajando en su Teorema, que ahora funcionaba diecisiete o diecinueve veces. Aún no podía
hacer que funcionara para Katherine III o, más importante, para Katherine XIX.
“¿Sup?” preguntó Hassan.
“Sup no es una palabra,” respondió Colin sin mirarlo.
“Eres como el sol en un día nublado, Singleton. Cuando hace frío fuera, eres el mes de
mayo.”
“Estoy trabajando,” dijo Colin. No podía determinar con precisión cuándo Hassan se empezó
a hacer como todo el mundo en el planeta, pero estaba pasando claramente, y era claramente
molesto.
“He besado a Katrina,” dijo Hassan. Y después Colin dejó el lápiz, se giró en la silla y dijo,
“¿Tu quéado a quién?”
“Quéado no es una palabra,” imitó Hassan.
“¿En los labios?”
“No, idiota, en su esfínter pupilar. Sí, en los labios.”
“¿Por qué?”
“Estábamos sentados en el asiento trasero de la camioneta de Colin y estábamos girando la
botella de cerveza, pero habían muchos baches porque íbamos hacía ese sitio en el bosque. Y si
alguien giraba la botella de cerveza, volaría por los aires y aterrizaría en la otra punta de la
camioneta, nadie besaría a nadie. Así que pensé que sería seguro jugar, ¿no? Pero después giré
la botella y juro por Dios que giró en el círculo más pequeño a pesar de que estábamos pasando
esos baches –o sea, solo Dios podía haber evitado que esa botella saltara por los aires –y
entonces se paró justo enfrente de Katrina, y ella dijo, ‘Qué suerte,’ ¡y no estaba siendo
sarcástica, kafir! Estaba seria. Se inclinó en la camioneta, pasamos un bache y terminó en mis
brazos, y después trazó una línea recta hasta mi boca y, te juro por Dios, que su lengua era como
si le diera una paliza a mis dientes.” Colin abrió los ojos, incrédulo. Se preguntaba si Hassan se
lo estaba inventando todo. “Fue, ah, raro, húmero y confuso –pero divertido, supongo. La mejor
parte fue cuando puse mi mano sobre su cara, y miré hacia abajo y vi sus ojos cerrados. Creo
que le van los rellenitos o algo. De todos modos, la voy a llevar a Taco Hell mañana por la
noche. Me recogerá. Así es como la lío, nena.” Sonrió Hassan. “Las señoritas vienen a por el
Gran Papito, porque el Gran Papito no tiene coche.”
“Vas enserio,” dijo Colin.
“Voy enserio.”
“Espera, ¿crees que el hecho de que la botella se quedara en la camioneta ha sido un
milagro?” Hassan asintió. Colin tiró el lápiz contra el escritorio y después se levantó. “Y Dios
no te habría dejado besar a la chica a menos que fueras a casarte con ella, ¿así que Dios quiere
que te cases con la chica que creyó que yo era un francés que padece de Tourette y
hemorroides?
“No seas un capullo,” dijo Hassan, casi amenazadoramente.
“Simplemente me sorprende que el Sr. Superior y Todo Poderoso esté jotiendo por ahí con
chicas en la parte trasera de una camioneta, eso es todo. Probablemente estabas bebiendo
cerveza de mierda y llevando una camiseta de fútbol.”
“¿Qué coño, tío? He besado a una chica. Al fin. A una chica muy sexy y muy dulce.
Gamborrimbos. Deja de presionarme.”
Colin no sabía por qué, pero se sentía obligado a seguir presionándolo. “En fin. Simplemente
no puedo creer que lo hayas hecho con Katrina. ¿Ya no es tan tonta y estúpida como parecía ese
día?”
Y entonces Hassan extendió la mano y cogió un mechón del pelo afro-judío de Colin.
Arrastro a Colin por la habitación del pelo y lo estampó contra la pared. La mandíbula de
Hassan estaba tensa cuando estampó a Colin contra el flexo en el sitio justo en el que Colin
tenía la herida. “He dicho gamborrimbos, kafir. Tienes que respetar los malditos gamborrimbos.
Ahora me voy a la cama antes de que nos peleemos. ¿Y sabes por qué no me quiero pelear
contigo? Porque perdería.” Aún bromea, pensó Colin. Siempre bromea, incluso cuando está
cabreado. Y mientras Hassan se iba por el baño hacia su habitación, Colin se sentó para seguir
trabajando con el Teorema, la cara de Colin estaba brillante y mojada, las lágrimas le salieron
por la frustración. Colin odiaba no ser capaz de cumplir sus “objetivos.” Lo odiaba desde que
tenía cuatro años y su padre le enseñaba las conjugaciones del latín de veinticinco verbos
irregulares como un “objetivo diario,” pero al final del día, Colin solo se sabía veinte tres. Su
padre no le decía nada, pero Colin sabía que fallaba. Y ahora los objetivos eran más
complicados, quizás, pero aún eran muy simples: quería un mejor amigo, una Katherine, y un
Teorema. Y tras casi tres semanas en Gutshot, parecía que estaba volviéndose peor que cuando
empezaron.
Hassan y Colin no hablaron a la mañana siguiente –ni una vez, y Colin tenía claro que
Hassan aún estaba tan cabreado como Colin. Colin vio en un completo silencio cómo Hasan
apuñalaba furiosamente su desayuno y más tarde, cómo Hassan golpeó la mini grabadora contra
le mesa de café de un jubilado de la fábrica que era viejo-pero-no-lo-suficientemente-viejo-
como-para-ir-a-la-residencia. Colin podía escuchar el cabreo en la voz de Hassan cuando
preguntó, en la monotonía de la aburrida agresividad, qué vida le habría gustado tener en
Gutshot cuando el viejísimo era un niño. Por ahora, parecía que se habían saltado a los mejores
narradores de historias y que se habían quedado con la gente que se pasaba cinco minutos
decidiendo si visitaron Asheville, Carolina del Norte, en junio o julio de 1964. Colin aún
prestaba atención –era, al fin y al cabo, lo que él hacía –pero parte de su cerebro estaba en otra
parte. En general, catalogó todas las veces que Hassan había sido un grano en el culo para él,
todas las veces que había sido el punto de mira de las bromas de Hassan, todos los pequeños
comentarios sarcásticos que Hassan había hecho sobre su Katherinezación. Y ahora Hassan
estaba Katherinezándolo, se convirtió en el chico que se iba por ahí, dejando de lado a Colin.
Lindsey utilizó ese día para salir con EOC a la tienda. Así que solo estaban Colin, Hassan y
un viejísimo que monopolizó su día entero. A pesar de que el hombre habló durante siete horas
seguidas sin parar, el mundo de Colin parecía inquietamente silencioso hasta que finalmente se
rindió cuando salieron de la casa del anciano para ir a buscar a Lindsey.
“Esto suena a tópico, pero creo que has cambiado,” dijo Colin mientras bajaban por la
carretera del viejísimo. “Y estoy cansado de que salgas conmigo solo para que puedas reírte de
mí.” Hassan no dijo nada, simplemente subió al asiento del copiloto y cerro de un portazo la
puerta. Colin entró y encendió el motor, y entonces a Hassan se le fue la cabeza.
“¿Alguna vez se te ha pasado por la cabeza, idiota desagradecido, que cuando me mofaba de
ti después de todas tus rupturas, cuando levantaba tu culo lamentado del suelo de tu habitación,
cuando escucha tus interminables delirios y desvaríos sobre cada jotida chica que siempre te
daba el día, que quizás en realidad estaba haciéndolo por ti y no porque estoy tan desesperado
por enterarme de los nuevos deshechores de tu vida? ¿Qué problemas has escuchado de los
míos, agujero para dildos? ¿Te has sentado alguna vez conmigo durante horas y me has
escuchado gimotear que soy un jotido gordo cuyo mejor amigo lo abandona cada vez que una
Katherine se cruza por el camino? ¿Alguna vez se te ha ocurrido por un brevísimo puto
momento que mi vida quizás sea peor que la tuya? Imagina que no eres un jotido genio y que
estas solo y que nadie te escucha nunca. Así que sí. Mátame. He besado a una chica. Y fui a
casa con esa historia psicoanalizada para contártela porque por fin tenía una historia mía
después de cuatro años de estar escuchando las tuyas. Y eres un capullo tan ensimismado que no
puedes ni por un jotido segundo darte cuenta de que mi vida no gira alrededor de la estrella de
Colin Singleton.” Hassan paró para respirar, y Colin mencionó lo que se le había estado pasando
por la cabeza todo el día.
“Lo llamaste Colin,” dijo Colin.
“¿Sabes cuál es tu problema?” Continuó Hassan, sin escucharlo. “No puedes vivir con la
idea de que alguien pueda irse. Así que en lugar de estar feliz por mí, como cualquier persona
normal, estás cabreado porque, oh, oh no, ya no le gusto a Hassan. Eres un sitzpingler. Estás tan
jotidamente asustado por la idea de que alguien quizás se deshaga de ti que tu vida entera está
construida alrededor de la idea de que no te dejen de lado. Bueno, no funciona, kafir. No es –no
es solo estúpida, es inefectiva. Porque no estás siendo un buen amigo o una buena persona o un
buen novio o lo que sea, porque solo estás pensando en que quizás-no-le-guste-quizás-no-le-
guste, ¿y sabes qué? Cuando actúas así, no le gustas a nadie. Ahí está tu maldito Teorema.”
“Lo llamaste Colin,” repitió Colin, su voz se oía ahora.
“¿He llamado Colin a quién?”
“EOC.”
“No.”
Colin asintió.
“¿Si?”
Colin asintió.
“¿Estás seguro? Vale, claro que estás seguro. Huh. Bueno, lo siento. Ese fue un detalle idiota
por mi parte.”
Colin giró en el estacionamiento de la tienda y paró el coche, pero no hizo ningún
movimiento para salir. “Sé que tienes razón. Es decir, sobre lo de ser un ensimismado capullo.”
“Bueno, solo es a veces. Pero aún así, para.”
“No sé cómo en realidad,” dijo. “¿Cómo dejas de estar asustado de que la gente te deje de
lado y termines solo sin significar nada para el mundo?”
“Eres jotidamente inteligente,” respondió Hassan. “Seguro que puedes hacer algo.”
“Es genial,” dijo Colin después de un rato. “Lo de Katrina, digo. Has besado a una chica,
joter. A una chica. O sea, siempre se me ha pasado por la cabeza que eras gay,” dijo Colin.
“Quizás fuera gay si tuviera un físico mejor, amigo,” dijo Hassan.
“Y quizás fueras gay si pudiera localizar tu pene bajo las lorzas.”
“Zorra, podría pesar 200 kilos y aún podrías ver a Rayobastón llegarme por los tobillos.”
Colin sonrió. “Es una chica con suerte.”
“Una pena que nunca vaya a adivinar la suerte que tiene a menos que nos casemos.”
Y después Colin volvió al tema. “Eres un capullo conmigo a veces. Sería más fácil si no
actuaras como si en realidad me odiaras.”
“Tío. ¿Quieres que me siente ahí y diga que eres mi mejor amigo y que te quiero y que eres
tan listo que solo quiero acostarme contigo por la noche? Porque no voy a hacerlo. Eso es
sitzpinglery. Pero creo que eres un genio. Sin mierdas. Lo pienso de verdad. Pienso que puedes
hacer lo que quieras hacer en tu vida, y eso es todo un logo.”
“Gracias,” dijo Colin, y después salieron del coche, se reunieron frente al porche; Colin se
encogió de brazos un poco, Hassan lo toqueteó jugueteando y después entraron en la tienda.
EOC estaba reponiendo algo de filetes de carne secos mientras Lindsey estaba sentada en el
taburete detrás del mostrador leyendo una revista de famosos, con los pies descalzos junto a la
caja registradora.
“Ey,” dijo EOC. “He oído que tienes una cita esta noche, grande tío”
“Sí, y todo gracias a tu excelente conducción. Si hubieras evitado ese bache, nunca habría
terminado en mis brazos.”
“Bueno, de nada. Esta buena, ¿a que sí?”
“¡Eh!” dijo Lindsey sin levantar la mirada de la revista. “¡Yo soy la que está buena!”
“Oh, nena, calla,” dijo EOC.
“Entonces, Colin,” dijo EOC. “Hass dijo que no te hacía mucho salir por ahí, pero tienes que
venir de caza con nosotros la semana que viene.”
“Muy agradable por decírmelo,” dijo Colin. Y estaría bien. Ningún quarterback o
cornerback ni nadie relacionado con el fútbol lo había invitado a nada. Pero Colin pensó
inmediatamente en la razón por la que escogió a Katherine XIX antes que a Marie Caravoli. En
este mundo, Colin pensó, es mejor que estés con los de tu tipo. “No sé como disparar, en
realidad.”
“Oh, seguro que disparas a un cerdaco,” dijo EOC. Colin se giró hacia Hassan, que abrió los
ojos y asintió súbitamente.
Durante una milésima de segundo, Colin pensó en pasar de la caza del cerdo, pero pensó que
se lo debía a Hassan. Parte de no ser un ensimismado capullo, razonó Colin, era hacer cosas con
tus amigos incluso cuando no quieres hacerlas. Incluso si eso da como resultado la muerte de un
cerdo salvaje. “Vale,” dijo Colin, sin mirar a EOC pero sí a Hassan.
Y EOC dijo, “Suena bien. Escucha, ya que estáis aquí para haceros cargo de la tienda hasta
que cierra, voy a tomarme un descanso. Tengo que ver a los chicos de la fábrica. Vamos a jugar
a los bolos.”
Ahora Lindsey apartó la revista. “Me gustan los bolos,” dijo.
“Salida de chicos, nena.”
Lindsey fingió que devolvía, después sonrió, y se levantó para darle un beso de despedida a
EOC. Él se inclinó sobre el mostrador, le dio un pico en los labios y salió.
Cerraron la tienda pronto y volvieron a casa, a pesar de que a Hollis no le gustaba que la
interrumpieran antes de las cinco y media. Estaba tumbada en el sofá del comedor diciendo,
“Necesitamos tu ayuda. Si miras el precio de partida-” y después los vio entrando y dijo, “Te
llamo luego.” Colgó el teléfono. “Ya os he dicho que trabajo hasta las cinco y media y que no
me podéis interrumpir.”
“Hollis, ¿Por qué le vas a vender terreno a ese Marcus?”
“Eso no es asunto tuyo y te agradecería que no cambiaras de tema. Salid todos de la casa
hasta las cinco y media. Os pago para trabajar, recordad. Y Lindsey Lee Wells, se que no has
estado en la casa del Sr. Jaffrey hoy. No creas que no me dio cuenta de las cosas.”
“Tengo una cita esta noche, así que me saltaré la cena,” intervino Hassan.
“Y yo me llevo a Colin a cenar por ahí,” dijo Lindsey. “A este Colin,” aclaró, su dedo
extendido señalando a su bíceps. Hollis sonrió; Colin miró a Lindsey con sorpresa y confusión.
“Bueno, supongo que entonces puedo trabajar esta noche con todos fuera,” dijo Hollis.
Colin pasó sus restantes horas “precita” trabajando en el Teorema. En treinta minutos, clavó
a K-19. El problema, resultó ser que no era tan malo en matemáticas como en tener esperanza:
Colin había estado intentando ajustar el Teorema para hacer que el gráfico de K-19 pareciera
algo así:
En resumen, había estado contando entorno a una reunión. Había estado asumiendo que el
Teorema podría visualizar el futuro, cuando K-19 volviera con él. Pero el Teorema, decidió, no
podía tener en cuenta su propia influencia. Así que entonces, con la misma fórmula con la que
había estado trabajando antes, en el coche con Lindsey65, Colin decidió conseguir que reflejara
su relación con Katherine XIX hasta ahora:
A las cinco en punto, estaba peligrosamente cerca. Había detenido la montaña rusa de
Katherine dieciocho veces. Pero lo que no había hecho era muy importante –no había metido a
Katherine III en el papel, y uno no puede llevar una ecuación que prediga dieciocho sobre
diecinueve Katherines al Comité del Premio Nobel66.
Durante las siguientes dos horas, pensó en cada faceta de Katherine III (apodo: Katherine
Mutsensberger) con la precisión y claridez que hace de su cerebro algo tan inusual. Y aun así no
pudo arreglar lo que llegó a nombrar como la III Anomalía. La ecuación que correctamente
predecía las otras dieciocho vino a parecer algo así:
El gráfico sonriente le indicó a Colin que no había sido Deshechado por III sino que se había
Deshecho de ella, lo que era ridículo. Podía recordar cada cosa sobre Katherine III, y de las
demás, claro; recordaba todo sobre todo –y aún así algo sobre Katherine III se le escapaba
claramente.
Mientras trabajaba en el Teorema, a Colin le confundía mucho que el mundo de fuera de su
libreta pareciera no existir, así que se levantó de una sacudida de la sorpresa cuando escuchó,
detrás de él, a Lindsey decir, “La hora de la cena, tío.” Se giró para ver su cabeza mirando a
través de la puerta. Llevaba un top azul con pantalones vaqueros ceñidos, Converse All Star y –
como si supiera que a él le gustaba –sin maquillar. Parecía, bueno, guapa –incluso sin sonreir.
Colin se miró sus pantalones y su camiseta amarilla de KranialKidz. “No te vistas dependiendo
de mi,” dijo Lindsey, sonriendo. “Vamos a ir de todos modos.”
Bajaron las escaleras justo a tiempo para ver a través de la pantalla del telefonillo a Hassan
subirse en la camioneta de Katrina. Hassan le dio una rosa flácida que había cogido del jardín de
la mansión. Ella sonrió y después se besaron. D i o s. Colin lo había visto con sus propios ojos:
Hassan besando a una chica que habría sido la Reina del Baile.
“¿Katrina fue la Reina del Baile=”
“No, lo fui yo,” respondió Lindsey inmediatamente.
“¿En serio?”
Lindsey se mordió los labios. “Bueno, no, ¡pero no tienes por qué sorprenderte tanto! Katrina
estuvo en la Corte, eso sí.” Ella se paró y gritó hacia la cocina, “¡Ey, Hollis! Nos vemos.
Seguramente volvamos tarde. ¡Sexo caliente y todo eso!”
“¡Divertíos!” respondió Hollis. “¡Llamad si volvéis más tarde de las doce!”
Condujeron hacia el centro de la ciudad, a la gasolinera/Taco Hell, donde pidieron en la
autocaja. Ambos miraron hacia la ventana con forma de acordeón, Lindsey se inclinó sobre
Colin para espiar a Hassan y a Katrina comiendo.
“Parece que a ella le gusta de verdad,” dijo Lindsey. “O sea, a mi me gusta él, también. No
quiero ser ruin. Simplemente estoy sorprendida. A ella normalmente le suelen ir, em, los tios
buenos y tontos.”
“O sea que es como tú.”
“Cuidado. Te estoy pagando la cine, a fin de cuentas.”
Cogieron sus tacos de pollo y se fueron, finalmente Colin decidió preguntarle qué pasaba.
“Em, ¿por qué hemos salido a cenar juntos?”
“Bueno, por tres motivos. Primro, porque he estado pensando en el Teorema y tengo una
pregunta. ¿Cómo funciona si eres gay?”
“¿Eh?”
“Bueno, es que todos los gráficos que ascienden significan que un chico deja a una chica, y
si desciende significa que una chica deja a un chico, ¿no? ¿Pero y si los dos son chicos?”
“No importa. Simplemente le asignas una posición a cada uno. En lugar de ser ‘b’ y ‘g’,
podrían ser fácilmente ‘b1’ y ‘b2’. Así es como funciona el álgebra.”
“Lo que explicaría mi insuficiente. Vale. Gracias a Dios. Estaba muy preocupada porque
solo pudiera ayudar a los heteros, y eso no es un buen Teorema. El segundo motivo es que estoy
intentando gustarle a Hollis, y a ella le gustas, así que si me gustas a mí, le gustaré.” Colin la
estaba mirando, confundida. “Insuficiente en algebra; Sobresaliente en popularidad. Mira, la
popularidad es complicada, tío. Tienes que pasar un montón de tiempo pensando en gustar; te
tiene que gustar de verdad gustarle a la gente, y también no gustarles.” Colin escuchó con
atención, mordiéndose el interior del dedo pulgar. Escuchar a Lindsey hablar de popularidad lo
hice sentirse un poco en el mysterium tremendum. “De todos modos,” continuó, “necesito saber
qué está pasando para que venda terreno. Ese tipo Marcus construyó esa división de casa de
galletas al sur de Bradford. Es vomitivo. Hollis nunca accedería a esa mierda.”
“Oh, vale,” dijo Colin, sintiéndose como un peón.
“Y el tercer motivo,” dijo Lindsey, “es que tengo que enseñarte cómo disparar para que no te
avergüences de ti mismo.”
“¿Disparar un arma?”
“Una escopeta. Puse una en tu camioneta esta tarde.” Colin se giró nerviosamente hacia la
parte trasera. “No muerde,” dijo Lindsey.
¿Cómo consigues un arma?”
Finalmente dejaron la cueva oscura tras ellos, pero la luna estaba tan radiante que Colin tuvo
que pestañear. Fue un raro y, en gran parte, callado trayecto bajando la colina hacia el coche.
Desde ahí, condujeron hacia la Mansión Rosa. “Por supuesto que me gustas y eres genial, pero
simplemente no tiene que pasar,” y él asintió, porque no podía tener una novia hasta finalizar el
Teorema. Y de todos modos, ella era una Lindsey.
Abrieron la puerta cautelosamente, esperando no distraer el trabajo/la tele tienda de Hollis.
En el momento en que Colin cerró la puerta, el teléfono sonó.
“Hola,” escuchó a Hollis decir desde dentro de la cocina. Lindsey cogió a Colin y después lo
empotró contra la pared, donde pudieran escuchar sin ser vistos.
“Bueno, déjalo fuera para la basura entonces,” dijo Hollis. “Que puñado de mierda… no
pueden encargarte recoger desechos; para eso pagamos los impuestos… Bueno, lo siento, Roy,
pero es una mierda… No, no podemos permitírnoslo, créeme… No. Absolutamente no…
Bueno, no lo sé, Roy… No, entiendo el problema… Espera, estoy pensando. Dios, mi hija va a
volver a casa en cualquier momento… ¿Qué hay de ese campo de allí? Somos dueños de ese
campo, ¿no?... Sí, exacto… Todo lo que necesitas es una maldita excavadora y un elevador…
Bueno, a mi tampoco me gusta, pero a menos que tengas una mejor idea… Bien. Te veré el
jueves.” Colgó el teléfono contra el receptor.
“Hollis,” susurró Lindsey, “le debes un montón de dinero a la jarra de las injurias.” Entonces
dejó que Colin pasara por el pasillo hacia la sala de juegos. “Por la ventana,” susurró. Colin
levantó la pequeña ventana que daba al jardín lo más silenciosamente que pudo, y después le
hizo un gesto sobre el seguro. Habría dicho algo, pero sabía que no podía susurrar.
“Dios, es como si nunca te hubieras escapado de casa antes,” susurró Lindsey. Presionó en
las esquinas de la ventana y se levantó. Ella salió primero, con sus delgadas piernas pataleando
un poco hasta que dio un salto mortal hacia el jardín delantero. Colin l siguió, paso a paso,
intentando una especie de estrategia del limbo que no pareciera ridícula.
Habiendo salido triunfantemente de la casa, Lindsey y Colin se espolsaron, fuero hacia la
puerta principal y la abrieron.
“Hollis,” dijo Lindsey, “¡estamos en casa!” Hollis estaba sentada en el sofá, con un montón
de papeles en sus piernas. Se giró hacia ellos y sonrió.
“Eh,” dijo Hollis, todo atisbo de cabreo se había ido de su voz. “¿Os habéis divertido?”
Lindsey miró a Colin, y no a Hollis. “Rara vez me he divertido tanto en mi vida,” dijo.
“Seguro” dijo Hollis, que no parecía estar escuchando.
“Era un almacén.” Dijo Colin con voz baja, conspirando, mientras subían las escaleras. “Ella
va al almacén los jueves.”
Lindsey sonrió. “Sí, lo sé. Llevas viviendo aquí tres semanas; yo diecisiete años. No sé qué
está pasado, pero entre eso y lo de vender la tierra y que siempre está manteniendo
conversaciones cabreada por teléfono cuandosea que entramos a casa, estoy empezando a
pensar que un viajecito estaría bien,” dijo Lindsey.
“Pueden resolver un sorprendente número de problemas, los viajes,” aportó Colin.
“¿Un viaje? ¿Alguien ha dicho viaje?” Hassan estaba arriba de la escalera. “Porque me
apunto. También Katrina. Es una estudiante, ya sabéis. Estoy saliendo con una universitaria.”
“Está estudiando para obtener la licencia de enfermera en el Danville Community,” dijo
Lindsey despectivamente.
“Eso es la universidad; ¡es lo que estoy diciendo! Y para que conste, Singleton, tu siempre
has pensado que nunca conseguiría salir con una chica universitaria a menos que fuera a la
universidad.”
“¿Cómo fue la cita?” preguntó Colin.
“Lo siento, tío. No puedo hablar de eso. Mis labios adormecidos por todos los besos. Esa
chica te besa como si quisiera chuparte el alma.”
Colin se metió en la habitación de Hassan justo después de que Lindsey bajara las escaleras
para irse a la cama, y discutieron la situación de Hassan (segunda base por encima del sueter), y
después Colin le contó lo de Lindsey, excepto lo del secreto oculto, porque era privado.
“O sea,” dijo Colin, “estaba oscuro y nuestras caras se tocaban, pero no los labios.
Simplemente puso su cara contra la mía de repente.”
“Bueno, ¿te gusta?”
“Em, no lo sé. En ese momento creo que sí.”
“Tío, piénsalo. Si puedes hacer que tu Teorema funcione podrías predecir a dónde iría.”
Colin sonrió ante eso. “Ahora más que nunca, tienes que terminarlo.”
quince
Los siguientes días fueron ligeramente raros con Lindsey. Ella y Colin se mantuvieron
amigables, pero todo era muy superficial, y Colin sintió que deberían hablar de temas
importantes, amor, la capital V de Verdad y de comida para perros, pero solo hablaban de temas
mundanos contando historias. Las bromas graciosas se habían ido; Hassan se quejó
repetidamente de que “de repente, yo tengo que hacerme cargo de todo lo gracioso en esta
familia.” Pero lentamente, las cosas volvieron a su status quo: Lindsey tenía un novio, y Colin
tenía el corazón roto y un Teorema que terminar. También Hassan tenía una novia y todos se
estaban preparando para la caza del cerdo, así que de nuevo, las cosas no eran completamente
normales.
Estaban en el Coche Fúnebre, con Lindsey y Princesa en el asiento de atrás, a las cinco.
“¿Por qué el perro?” preguntó Hassan.
“A Chase y Fulton les gusta usarlos cuando están cazando. No lo hace bien para nada, pobre
Princesa, se preocupa más por sus uñas que por perseguir cerdos, pero se lo pasan bien.”
67 Este es el cerdo.
Condujeron un par de millas pasando la tienda y después giraron por un camino de grava que
terminaba en una pequeña colina tras pasar un espeso follaje. “Hollis no ha vendido esta zona,”
se quejó, “porque a todo el mundo le gusta.”
La carretera terminaba en una larga y estrecha casa de madera. Dos camionetas y la Blazer
de VMA estaban ya aparcados en el alberge. EOC y VMA, cuyos vaqueros eran otra vez muy
ajustados, estaban sentados en el maletero de una camioneta, con las piernas colgando. Detrás
de ellos había un hombre de mediana edad sentado en lo que parecía ser una silla de plástico
robada de una clase de tercero, examinando el bozal de su escopeta. Todos llevaban pantalones
de camuflaje, camisetas de camuflaje y chalecos reflectantes naranjas.
Cuando el hombre se giró para hablar con ellos, Colin lo reconoció como el vendedor
Lyford, una de las personas a las que había entrevistado en la fábrica. “¿Cómo estáis?” preguntó
cuando todos salieron. Les chocó la mano a Colin y a Hassan, después abrazó a Lindsey.
“Bonito día para cazar cerdos,” dijo el Sr. Lyford.
“Es un poco pronto,” dijo Colin, pero para entonces la luz ya asomaba por la ladera. El cielo
estaba claro, y prometía ser bonito, y caluroso.
Katrina sacó la cabeza por la puerta y dijo, “¡El desayuno está listo! Oh, eh guapo.” Hassan
le giñó un ojo.
“Eres un gatito suave.” Sonrió Colin.
Una vez Colin y Hasan estuvieron dentro de la cabaña, ECQMT les dio un equipo de
camuflaje completo con ridículos chalecos reflectantes naranjas. “Cambiaros todos en el baño,”
dijo.
Y con “baño”, ECQMT se refería a “anexo”. Arriba, el hedor de fuera enmascaraba el olor
de la ropa de camuflaje, lo que le recordó a Colin a la peor de las partes del gimnasio del
Kalman School. Aún así, se quitó sus pantalones y se puso los otros, la camiseta, y el chaleco
naranja de guarda. Antes de salir del anexo, Colin se vació los bolsillos. Afortunadamente, los
pantalones de camuflaje tenían unos bolsillos enormes, con un montón de espacio para su
cartera, sus llaves del coche y la minigrabadora, que se la llevaba a cualquier sitio.
Cuando Hassan se cambió también, todo el mundo se sentó en uno de los bancos y el Sr.
Lyford se puso de pie. Habló con un gran acento, y con autoridad. El Sr. Lyford parecía estar
disfrutando poniéndole énfasis a sus palabras.
“El cerdo salvaje es una criatura extremadamente peligrosa. Se le llama el oso pardo del
pobre hombre, y no es por nada. Ahora voy de caza sin perros, prefiero seguir los pasos de mi
presa como hacían los Indios. Pero Chase y Fulton, cazan con perros, y eso está bien también.
En cualquier caso, debemos recordar que es un deporte peligroso.” Bien, pensó Colin. Tenemos
escopetas y los cerdos tienen hocicos. Peligroso, sin duda. “Estos cerdos son parásitos, hasta el
gobierno lo dice, y tienen que ser exterminados. Ahora normalmente diría que tendréis
problemas para acabar con un cerdo salvaje durante el día, pero ya hace bastante que nos
reunimos aquí, así que supongo tenemos una oportunidad excelente. Ahora voy a salir con Colin
y Hassan,” que pronunció como HASS-in, “bajaremos a la explanada y seguiremos un rastro.
Los demás podéis dividiros como queráis. Pero tened cuidado ahí afuera, y no os toméis los
peligros del cerdo salvaje a la ligera.”
“¿Podemos dispararles en los huevos?” preguntó VMA.
“No, no podéis. Se convertirá en un jabalí salvaje si le disparas en los testículos,” respondió
el Sr. Lyford.
“Dios, papá, está bromeando. Sabemos cómo cazar,” dijo EOC. Antes de eso, Colin no se
había dado cuenta de que EOC y el Sr. Lyford estaban emparentados.
“Bueno, chico, reconozco que estoy nervioso por dejarte por ahí solo con un montón de
ignorantes.”
Después dijo un par de cosas aburridas sobre las armas, como qué escopeta usar en tu
expedición y que deberías mantener siempre las dos cargadas. Pareció ser que Lindsey y EOC
estaban yendo juntos a un mirador que había en lo alto de un árbol, fuera lo que fuera lo que eso
significara, y VMA y ECQMT estaban yendo en otra dirección con el adorable e intratable
labradoodle*. Katrina se quedó en el campo, se negó a cazar por razones morales. Ella era,
según le dijo a Colin cuando se sentaron en la cafetería, vegetariana. “Que que es de
criminales,” dijo Katrina sobre la caza del cerdo. “No obstante, esos cerdos son horribles. Pero
no habría ningún cerdo a salvaje si no matáramos a tantos para comer. “
“He estado pensando en volverme vegetariano,” le dijo Hassan, con sus brazos alrededor de
su cintura.
“Bueno, pero no adelgaces,” respondió Katrina, y después se besaron delante de Colin, quien
aún no podía soportar eso.
“Muy bien, chicos,” dijo el Sr. Lyford, golpeándole en la espalda a Colin no demasiado
fuerte. “¿Preparados para vuestra primera caza?”
Colin asintió con desgana, despidiéndose de Lindsey y de los demás, y dirigiéndose hacia
Hassan, cuya chaleco naranja no era lo suficientemente grande como para que le cubriera bien el
pecho. Exploraron la colina, sin seguir el rastro, simplemente merodeando. “Empezaremos
buscando huellas,” explicó el Sr. Lyford. “Sitios en los que el cerdo haya removido el suelo con
su gran hocico”. Les hablaba como si tuvieran nueve años, y Colin estaba preguntándose si el
Sr. Lyford creía que eran más pequeños de lo que en realidad eran cuando el Sr. Lyford se giró
con una lata de tabaco para mascar y les ofreció un poco. Colin y Hassan dijeron que no
educadamente.
Durante la siguiente hora, apenas hablaron, porque “el cerdo salvaje podría alejarse de la voz
humana,” dijo el Sr. Lyford, como si el cerdo salvaje no se alejara de otras voces, como las de
los marcianos. En lugar de eso, caminaron lentamente por el bosque, escaneando con los ojos el
suelo en busca de huellas, con las armas apuntando hacia abajo, con una mano en el mango y
otra sudando contra el depósito. Y entonces, finalmente, vieron algo.
“Oh, Sr. Lyford,” susurró Hassan. Señaló una parte de barro hundida despreocupadamente.
El Sr. Lyford se arrodilló y la inspeccionó de cerca. Inspiró el aire. Llevó sus dedos al barro.
“Esto,” susurró el Sr. Lyford, “es una pista. Y tú, HASS-in, has encontrado una muy fresca. Sí,
un cerdo ha estado aquí recientemente. Ahora, rastreémoslas.”
El Sr. Lyford aceleró el paso entonces, y Hassan se esforzó para seguirlo. El Sr. Lyford
encontró otra pista, y después otra, y estaba seguro de que tenía el rastro, así que inició como
una especie de carrera a pie, moviendo los brazos para que al arma se moviera en el aire como si
fuera un guardia de honor. Tras cinco minutos así, Hassan paró a Colin y dijo, “Por favor, Dios,
no más carreras,” y Colin dijo, “En serio,” y después los dos dijeron, “¿Sr. Lyford?”
Se giró y dio varios pasos hacia atrás. “¿Qué pasa, chicos? Tenemos el rastro aquí. Tenemos
al cerdo aquí al lado, puedo sentirlo.”
“¿Podemos bajar el ritmo?” preguntó Hassan. “¿O tomarnos un descanso? ¿O tomarnos un
descanso y luego bajar el ritmo?”
El Sr. Lyford suspiró. “Chicos, si no os tomáis enserio el cazar al cerdo salvaje, os dejo aquí.
Estamos siguiendo las pistas de un cerdo,” susurró con urgencia. “No hay tiempo para niñerías
ni tonterías.”
*Dieciocho
**Me recuerda a dieciocho ladridos
***Recuerda los dieciocho, desestima el resto
sándwiches espachurrados en bolsas de plástico. “Lo siento, tío. Me he dormido sobre la
comida.” Colin abrió la cantimplora atascada con la hebilla de su cinturón, y se sentaron con los
sándwiches turcos y el agua. “¿Cuánto he dormido?”
“Casi dos horas,” dijo Colin entre mordisco y mordisco.
¿Qué coño has hecho?”
“Debería haberme traído un libro. Intenté terminar el Teorema. El único problema es
Katherine III.”
“¿Oomo?” preguntó Hassan, con la boca llena de la mayonesa del sándwich.
“Verano tras cuarto curso. De Chicago, pero daba clases en casa. Katherine Mutsesberger.
Un hermano. Vivía en Lincoln Square en Leavitt, al sur de Lawrence, pero nunca la he visitado
porque me dejó tres días antes de que empezara el campamento para niños listos en Michigan.
Tenía un pelo rubio sucio que era un poco rizado, se mordía las uñas, su canción favorita
cuando tenía diez años era “Stuck with You” de Huey Lewis and the News, y su madre era una
restauradora del Museo Contemporaneo de Arte y cuando fuera mayor quería ser veterinaria.”
“¿Cuánto la conocías?” preguntó Hassan. Se había terminado el sándwich, y cogía los restos
de sus pantalones.
“Doce días.”
“Ahm. ¿Sabes lo más gracioso? Conozco a esa chica.”
“¿Qué?”
“Sí. Mitsensberger. Ibamos a esos eventos de niños que estudiaban en casa juntos. Como
llevar a tus hijos que estudian en casa a parques para que aprendan cómo ser menos raros. O
llevar a tus hijos que estudian en casa a un picnic para que al chico musulman puedan patearle el
culo todos los cristianos evangelicos.”
“Espera, ¿la conoces?”
“Bueno, quiero decir, no seguimos en contacto ni nada. Pero sí. Puedo seleccionarla de una
lista.”
“Bueno, ¿era un poco introvertida, un poco sucia y tenía un novio cuando tenía siete que la
dejó?”
“Sip,” dijo Hassan. “Bueno, no sé lo del novio. Tenía un hermano. Era un chiflado, de hecho.
Estaba en concursos de deletrear. Fue a los Nacionales, creo.”
“Raro. Bueno, la fórmula no funciona por ella.”
“Quizás te estás olvidando de algo. No pueden haber ese tipo de malditos Mutsesbergers en
Chicago. ¿Por qué no la llamas y le preguntas?” Y la respuesta a esa pregunta “porque nunca se
me había ocurrido” fue tan inmensamente tonta que Colin simplemente cogió el teléfono sin
decir nada más y marcó 733.555.1212.
“¿Qué ciudad?”
“Chicago,” dijo.
“¿Qué lista?”
“Mutsesberger. MUTSENSBERGER.”
“Espera.”
La voz del ordenador recitó el número, y Colin presionó 1 para que no le cobraran, y al
tercer tono, una chica descolgó.
“Hola,” dijo.
“Hola. Soy Colin Singleton. ¿Está… está Katherine por ahí?”
“Al habla. ¿Cómo has dicho que era tu nombre?”
“Colin Singleton.”
“Me suena mucho,” dijo. “¿Te conozco?”
“Cuando estabas en cuarto curso, fui más o menos tu novio durante dos semanas en un
programa de verano para niños dotados.”
“¡Colin Singleton! ¡Oh, sí! Wow. De todas las personas....”
“Em, esto va a sonarte raro, pero en una escala del uno al cinco, ¿cómo de popular eras en
cuarto curso?
“Em, ¿qué?” preguntó.
“¿Y tenías un hermano que estaba en concursos de deletreo?”
“Em, sí, lo tengo. ¿Quién eres?” preguntó, empezando a sonar molesta.
“Soy Colin Singleton, lo juro. Se que suena raro.”
“Lo fui, no lo sé. Quiero decir, tenía unos cuantos amigos. Eramos un poco raritos,
supongo.”
“Vale. Gracias, Katherine.”
“¿Estás escribiendo un libro?”
“No, estoy haciendo una fórmula matemática que prediga si dos personas van a tener una
relación y cuando,” dijo.
“Ahm,” respondió. “Bueno, ¿dónde estás?” ¿Qué ha sido de ti?”
“Lo que ha sido, de hecho,” respondió, y colgó.
“Bueno,” dijo Hassan. “Chico. ¡Tiene que pensar que eres un ESTRELLADO Y
CHIFLADO LOCO!”
Pero Colin estaba perdido en sus pensamientos. Si Katherine III era quien decía ser, y como
él la recordaba ser, entonces y si… ¿y si la fórmula era correcta? La llamó de nuevo.
“Katherine Mutsesberger,” dijo él.
“¿Sí?”
“Soy Colin Singleton otra vez.”
“Oh. Ah, hola.”
“Esta es la última pregunta que te haré que suene totalmente a locura, pero… ¿rompí yo
contigo?”
“Em, uh-huh.”
“¿Lo hize?”
“Sí. Estábamos alrededor de una hoguera cantando y te acercas a mi delante de todos mis
amigos y dijiste que nunca habías hecho eso antes, pero que tenías que romper conmigo porque
no creías que fuera a funcionar a largo término. Eso es lo que dijiste. Largo término. Dios,
estuve destrozada, también. Creía que habías tocado la luna.”
“Lo siento mucho. Siento haber roto contigo,” dijo Colin.
Ella rió. “Bueno, teníamos diez años. Lo superé.”
“Sí, pero aún así. Lo siento si herí tus sentimientos.”
“Bueno, gracias, Colin Singleton.”
“No hay problema.”
“¿Algo más?” preguntó ella.
“Creo que eso es todo.”
“Vale, bueno, cuídate,” dijo, del modo en el que se lo dices a un mendigo esquizofrénico al
que le acabas de dar un dólar.
“Tu también, Katherine Mutsensberger.”
Hassan miró a Colin sin pestañear. “Bueno, vísteme con un tutu, ponme en un uniciclo y
llámame Caroline, el oso danzante. Eres un puto deshechor.”
Colin se apoyó en el árbol caído, con la espalda arqueada hasta que mirara hacia el cielo
nublado. ¡Traicionado por su impecable memoria! Se había, de hecho, centrado en los
dieciocho, y desestimado el resto. ¿Cómo podía recordar todo sobre ella y no recordar que él fue
el que la dejó? Y además, ¿qué clase de idiota tuvo que ser para dejar a una chica tan agradable
como Katherine Mitsesberger? “Siento como si solo hubiera sido dos cosas,” dijo lentamente.
“Un niño prodigio, y alguien a quien dejan las Katherines. Pero ahora soy…”
“Nada,” dijo Hassan. “Y sé agradecido. Eres un deshechor y yo estoy saliendo con una chica
ridículamente buena. El mundo entero se está dando la vuelta. Me encanta. Es como si
estuviéramos en una bola de nieve y Dios hubiera decidido que quería ver una ventisca, así que
nos ha sacudido toda la mierda.”
Como cualquier mentira que empezara con Yo dicha por Lindsey, Colin estaba visualizando
todas las cosas que él creía que eran ciertas sobre sí mismo, todas sus frases que empezaran con
Yo, se desmoronaban. De repente, no había simplemente una pieza perdida, sino miles de ellas.
Colin tuvo que adivinar qué había ido mal dentro de su cerebro, y arreglarlo. Se centró en la
principal pregunta: ¿cómo podía ser que hubiera olvidado por completo que la dejó? O, casi por
completo, porque Colin había experimentado un tenue destello cuando Katherine le contó la
historia de cuando la dejó delante de sus amigos, un sentimiento vago como cuando tienes una
palabra en la punta de la lengua y entonces alguien la dice.
Por encima de él, las pululantes ramas parecían dividir el cielo en pequeñas piezas. Sintió
que tenía vértigo. La única cualidad en la que siempre había creído, su memoria, era un fraude.
Y habría estado pensándolo durante horas, o al menos hasta que el Sr. Lyord volviera, si no
fuera porque cada vez que escuchaba un sonido raro, sentía inmediatamente la mano de Hassan
en su rodilla.
“Tío,” dijo Hassan lentamente. “Khanzeer.”69
Colin se levantó. Apenas a unas millas delante de ellos, una criatura gris amarronada estaba
poniendo su hocico contra el suelo y bufando como si tuviera una infección nasal. Parecía una
mezcla entre un cerdo vampiro y un oso negro, y un animal absolutamente enorme, de pelaje
espeso y enmarañado y con unos dientes que se extendían bajo la boca.
“Matha, al-khanazeer la yatakalamoon araby?”70 Preguntó Colin.
“Eso no es un cerdo,” respondió Hassan en inglés. “Es un maldito monstruo.” El cerdo dejó
de olfatear y los miró. “Quiero decir, Wilbur es un jotido cerdo. Babe es un jotido cerdo. Esta
cosa viene del lomo del Iblis.”71 Estaba claro que el cerdo podría verlos. Colin pudo ver sus ojos
negros.
“Deja de maldecir. El cerdo salvaje muestra un remarcable entendimiento de la lengua
humana, especialmente del lenguaje profano,” susurró, citando al libro.
“Eso es un puñado de mierda,” dijo Hassan, y entonces el cerdo dio dos pasos hacia ellos, y
Hasan dijo, “Vale. O no. Vale. No maldigo. Escucha, Cerdo de Satán. Somos amables. No
queremos dispararte. Las armas son para enseñarlas, tío.”
“Levántate para que vea que somos más grandes que él,” dijo Colin.
“¿Leíste eso en el libro?” Preguntó Hassan mientras se levantaba.
“No, lo leí en un libro sobre osos pardos.”
“¿Vamos a cornear a la muerte por un jotido cerdo salvaje y tu mejor estrategia es pretender
que es un oso pardo?
69 En árabe: “cerdo”
70 En árabe: “¿Qué pasa, que los cerdos no hablan árabe?
71 En árabe: “Satan.”
Juntos, retrocedieron lentamente, elevando las piernas para saltar el árbol caído, que ahora
era su mejor protección contra el cerdo. Pero el Cerdo de Satán no pareció pensar mucho en su
estrategia, porque justo entonces empezó a correr hacia ellos. Para ser una bestia de piernas
cortas que no podría pesar menos de 2 kilos, podía correr. “Dispárale,” dijo Colin, con calma.
“No sé cómo,” señaló Hassan.
“Joter,” dijo Colin. Elevó el arma, se la puso con fuerza contra su hombro de forma violenta,
quitó el seguro, y apuntó al cerdo que corría hacia ellos. Estaba a unos quince metros de
distancia. Inhaló profundamente y después exhaló despacio. Y después posicionó el arma hacia
el frente y a la derecha, porque no se atrevía a disparar al cerdo. Con calma, apretó el gatillo,
justo como Lindsey le había enseñado. El retroceso del arma contra su demolido hombro dolió
tanto que se le saltaron las lágrimas, y con el shock del dolor no pudo averiguar lo que había
pasado al principio. Pero, sorprendentemente, el cerdo se paró muerto ante su rastro, se dieron la
vuelta, y corrieron.
“Seguro que has disparado a un huevo de cosas antes que a esa cosa gris,” dijo Hassan.
“¿Qué cosa gris?” preguntó Colin. Hassan lo señaló, y Colin siguió la trayectoria de su dedo
hacia un árbol de roble a unos 15 metros. Doblado entre la camioneta y una rama, un papel gris
ciclón tenía un agujero redondo de una pulgada de diámetro.
“¿Qué es esto?” preguntó Hassan.
“Algo está saliendo de ahí,” dijo Colin.
No hay mucha distancia entre un pensamiento que llega a tu cerebro, luego a tus cuerdas
vocales y luego sale por la boca, pero les llevó un momento. Y en ese momento, desde que
Colin pensó ¡avispas! hasta que dijo “avispas,” sintió un guijón punzante en un lado del cuello.
“¡OH, JOTER!” gritó Colin, y entonces Hassan dijo, “¡AIEE! ¡AH! ‘JO-PIE-MIERDA-
MANO!” Empezaron a correr como una pareja de corredores de maratón. Colin daba patadas
hacia los lados con cada paso, como saltitos de duende, intentando disuadir a las avispas
sedientas de sangre que intentaban atacar sus piernas. Simultáneamente, se golpeaba la cara,
que, como pasó, únicamente les indicaban a las avispas que aparte de picarle en la cabeza y el
cuello, también podían picarle en las manos. Moviendo las manos alrededor de su cabeza
compulsivamente, Hassan corría considerablemente más rápido y con más agilidad de lo que
Colin creía posible, esquivando los árboles y los obstáculos en un vano intento de disipar a las
avispas. Corrían colina abajo, porque era más fácil, pero las avispas seguían con la suya, y Colin
podía escuchar su zumbido. Durante minutos, mientras corrían en direcciones aleatorias, el
zumbido continuaba, Colin siempre seguía a Hassan, porque lo único peor que estar siendo
atacado hasta la muerte por avispas en el central sur de Tennessee cuando tus padres ni siquiera
saben que estás cazando a un cerdo, es morir solo.
“KAFIR (suspiro) ME (suspiro) AGOTO.”
“AÚN SIGUEN ENCIMA MÍA. SIGUE SIGUE SIGUE SIGUE SIGUE SIGUE,” respondió
Colin. Pero después de eso, el zumbido paró. Habiéndolos perseguido durante más o menos diez
minutos, las avispas se dieron la vuelta dirigiéndose a su nido diezmado.
Hassan se calló de cara contra el zarzoso árbol y luego rodó lentamente por el suelo del
bosque. Colin se inclinó sobre él, con las manos en las rodillas, recogiendo aire. Hassan estaba
hiperventilando. “Ataque (respiro) real (respiro) de (respiro) niño (respiro) gordo (respiro),”dijo
finalmente.
Colin dejó de lado su fatiga y corrió hacia su mejor amigo. “No. No. Dime que no eres
alérgico a las avispas. Oh, mierda.” Colin sacó su teléfono. Tenía cobertura, ¿pero qué podía
decirle al operador del 911? “Estoy en algún lugar del bosque. La tráquea de mi amigo se está
cerrando. Ni siquiera tengo un cuchillo para realizar una traqueotomía de emergencia porque el
estúpido Sr. Lyford corrió bosque adentro para perseguir al mismo puto cerdo que empezó todo
este desastre.” Desesperadamente deseó que Lindsey estuviera ahí; ella podría manejar la
situación. Tendría su botequín de primeros auxilios. Pero incluso antes de que él pudiera
sopesar las consecuencias de esos pensamientos, Hassan dijo, “No soy alérgico a (respiro) las
avispas, sitzpinkler. Simplemente (respiro) no puedo (respiro) respirar.”
“Ohhhhh. Gracias señor.”
“Tú no crees en Dios.”
“Gracias a la suerte y al DNA,” se autocorrigió Colin rápidamente, y solo entonces, con
Hassan sin morirse, Colin empezó a sentir las picaduras. Tenía ocho en total, cada una era como
una pequeña bambolla dentro de la piel. Cuatro en el cuello, tres en las manos, y una en el
lóbulo de la oreja. “¿Cuántas tienes tú?” preguntó Hassan.
Hassan se sentó y lo miró. Tenía las manos con cortes por el aterrizaje contra las zarpas del
árbol. Se tocó las picadoras, cada una. “Tres,” dijo Hassan.
“¿¡Tres!? Me comí una por el equipo quedándome detrás de ti,” dijo.
“No me sueltes esa mierda de mártir,” dijo Hassan “Tú eres el que disparaste contra el nido
de abejas.”
“Nido de avispas,” corrigió Colin. “Eran avispas, no abejas. Ese es el tipo de cosas que
aprendes en el colegio y eso.”
“Gamborrimbos. Tampoco es interesante.”72 Hassan se paró durante un segundo, después
empezó a hablar. “Dios, estas cosas DUELEN. ¿Sabes qué odio? El aire libre. Normalmente no
me gustan los exteriores. Soy una persona de interiores. Estoy a favor del aire acondicionado,
del agua corriente y de La Juez Judy.”
Colin se rió cuando se metió la mano en el bolsillo izquierdo. Sacó la lata de tabaco de
mascar del Sr. Lyford. Cogió un pellizco de tabaco, y lo presionó contra el lóbulo de su oreja.
Se sintió instantánea y marginalmente mejor. “Funciona,” dijo Colin sorprendido. “Recuerda,
Mae Goodey nos lo contó cuando lo entrevistamos.” Hasan dijo, “¿en serio?” y Colin asintió, y
después Hassan cogió el bote. Pronto sus picaduras estaban cubiertas con pegotes de tabaco
húmedo que chorreaba como el jugo de galteria sazonado.
“Esto sí lo veo interesante,” dijo Hassan. “Deberías centrarte menos en quién fue el primer
ministro de Canadá en 193673 y centrarte más en mierdas que hacen la vida mejor.”
Su idea fue la de andar colina abajo. Sabían que el campamento estaba arriba, pero Colin no
se había dado cuenta hacía que lado estaban corriendo, y mientras el cielo nublado hiciera
soportable el caminar en manga larga y con un chaleco naranja, no podría navegar por el sol.
Así que caminaron colina abajo, porque (a) era más fácil y (b) sabían que el camino de graba
estaba por ahí bajo en algún lugar, y como era más largo que el campamento, supusieron que
tendrían más oportunidades de encontrarlo.
Y quizás tuvieran más posibilidades de encontrar la carretera que la cabaña, pero nunca la
encontraron, tampoco. En lugar de eso, caminaron a través del bosque que parecía interminable,
y su progreso era más lento al tener que atravesar kudzu y saltar por los árboles y esquivar el
ocasional goteo del arroyo. “Si seguimos andando en una dirección,” dijo Colin,
“encontraremos la civilización.” Mientras tanto, Hassan cantaba una canción que decía:
“Estamos en un tren / un tren de lágrimas / hay profundidad en mi barbilla / y vamos a morir
aquí.”
72 Pero hay una diferencia importante, y esa diferencia importante se manifestó en el dolor punzante de Colin. Las abejas pican
a las personas solo una vez, y después mueren. Las avispas, por otro lado, pueden picar repetidamente. Además, las avispas, al
menos como se lo figuraba Colin, son más malas. Las abejas solo quieren hacer miel. Las avispas quieren matarte.
73 El rey William Lyon Mackenzie, que tenía suficientes nombres como para dos personas (o cuatro Madonnas) pero era solo
un hombre.
Justo después de las 6 P.M., cansados, picados por las avispas, sudados y generalmente en un
estado pobre, Colin visualizó una casa a corta distancia a su izquierda. “Conozco esa casa,” dijo
Colin.
“¿Qué? ¿Entrevistamos a alguien ahí?”
“No, es una de las casas que puedes ver cuando vas por el camino del Archiduque,” dijo
Colin con gran seguridad. Colin reunió su última parte de energía y trotó hasta la casa. El lugar
en sí estaba sin ventanas, deteriorado por la intemperie y abandonado. Pero por la parte
delantera de la casa, Colin podía, sí, ver la carretera a lo lejos. Y de hecho parecía que había un
poco de ajetreo allí abajo.
Hassan fue detrás y susurró. “Wallahi,74 kafir, tienes suerte de que no estemos perdidos,
porque estaba a diez minutos de matarte y comerte.”
Bajaron a trompicones una pendiente fácil y después anduvieron rápidamente hacia la tienda,
preparados para atravesar el cementerio. Pero entonces Colin divisó movimiento en el
cementerio de nuevo, giró su cabeza y se paralizó. Hassan pareció darse cuenta precisamente en
ese momento.
“Colin,” dijo Hassan.
“Sí,” respondió Colin con calma.
“Dime si estoy equivocado, pero ¿esa no es mi novia en el cementerio?”
“No estás equivocado.”
“Y está tirándose a un tío.”
“Así es,” dijo Colin.
Hassan frunció los labios y asintió. “Y, solo quería asegurarme de que tenemos las cosas
claras, está desnuda.”
“Lo está.”
Durante un rato, bebieron. Incluso Colin se tragó la mayor parte de una cerveza. Solo Hassan
se abstuvo. “Me vuelvo a la camioneta,” dijo. Para entonces el sol se escondía rápido en el
horizonte y los mosquitos empezaban a salir. Colin, ya sudoroso y sangriento, parecía ser su
objetivo favorito. Lindsey estaba ligando con EOC, su cabeza estaba entre su pecho y su
hombro, su brazo alrededor de su cintura. Hassan sentado al lado de Katrina, hablando con ella
en susurros, pero no se tocaban. Colin aún estaba pensando.
“No estás muy hablador hoy,” le dijo Lindsey a Colin. “¿Las picaduras te duelen?”
“Arden como el fuego de diez mil soles,” dijo Colin, sin expresión.
“Marica,” EOC dijo, mostrando la gracia y la elocuencia por la que era extensamente
famoso.
Y quizás fue por las razones correctas o quizás no. Pero justo entonces, Colin sacó la
grabadora del bolsillo y la rebobinó. A Lindsey le dijo, “Lo siento muchísimo.” Y entonces le
dio al play.
“…salimos cuando íbamos a segundo y nos hemos estado viendo ocasionalmente desde
entonces. Pero vinimos aquí e iba a terminar con esto.”
Lindsey se giró y miró a Katrina con malicia. EOC, extrañamente, estaba congelado. Nunca
esperó que Colin Singleton, apodado sitzpinkler, dijera una palabra. Colin la rebobinó
rápidamente y después le dio al play de nuevo.
“…simplemente demos esto por zanjado, ¿vale? Eso es todo. Ha terminado. No la estoy
engañando.”
Lindsey cogió una cerveza, se la bebió, después la arrugó y la lanzó. Se levantó y se dirigió
hacia EOC, que seguía apoyándose, en un estado de aparente calma, contra el obelisco.
“Cariño,” dijo, “no lo entiendes. Dije que no te estaba engañado y no lo estoy haciendo.”
“Que te jodan,” dijo ella, y después se dio la vuelta y se fue. EOC la cogió de los brazos y
ella luchó para deshacerse de él. “Apártate de mí ahora mismo,” gritó, pero él la sujetaba, y
entonces ella entró en pánico, gritando, “¡APARTATE! ¡APARTÁDLO DE MI!”
“Déjala,” dijo Colin con calma. Y entonces detrás de él escuchó a VMA. “Sí, Colin, déjala.”
Colin se giró, y vio a VMA dirigiéndose a EOC y cogiéndolo del cuello.
“Cálmate,” dijo VMA, y entonces EOC lanzó a Lindsey al suelo. EOC golpeó a VMA en la
cara con un derechazo, y VMA se calló allí, sin moverse, Colin se preguntó por qué VMA había
ido detrás de EOC; Colin lo había infravalorado. EOC rápidamente se giró y cogió a Lindsey
por el tobillo.
“Déjala,” dijo Colin, levantándose. “Paardenlul.”76
Ella estaba dándole patadas, pero él era persistente y la sujetaba más fuerte, diciendo, “Nena,
para. No lo entiendes.”
Hassan miró a Colin. Juntos, corrieron hacia EOC, Hassan le dio un golpe en la sección
media del cuerpo y Colin fue a golpearle en la cabeza. En el último momento, EOC extendió
una mano y golpeó a Colin en la mandíbula tan fuerte que las picaduras de avispas ya no
picaban. Y entonces con su pierna, EOC cogió el pie de Hassan. No eran muy buenos salvando
a una damisela en apuros, Colin y Hassan.
77 En alemán: mi héroe.
diecisiete
A la mañana siguiente, un lunes, era su mañana número treinta y dos en Gutshot, y era
indudablemente la peor. A parte del dolor residual en sus testículos y alrededores, el cuerpo
entero de Colin estaba dolorido tras un día de caminatas, corridas y sacudidas. Le dolía la
cabeza, cada vez que abría los ojos, destellos de fiebre y un dolor demoniaco le atravesaba el
cerebro. La noche anterior, la paramédica (en aprendizaje) Lindsey Lee Wells le había
diagnosticado unas contusiones moderadas y un “esguince en los testículos” tras una exhaustiva
busqueda en páginas web de médicos. Le diagnosticó a EOC un padecimiento de “Soy-un-
gilipollas-y-Lindsey-nunca-va-a-hablarme-de-nuevo-itis.”
Manteniendo los ojos cerrados tanto como podía, Colin se tambaleó hasta el baño esa
mañana, donde encontró a Hassan mirándose en el espejo. El pómulo de Hassan estaba
tremendamente hinchado (parecía que estuviera mascando un gran trozo de tabaco) y su ojo
derecho estaba cerrado e hinchado.
“¿Cómo lo llevas?” preguntó Colin. Hassan se giro y le dio a Colin una vista completa de su
cara bien abofeteada, para responderle.
“Sí, claro,” le dijo Colin, acercándose para encender la ducha. “Pero deberías ver al otro
chico.”
“Hass esbozó una pálida sonrisa. “Si pudiera hacerlo otra vez,” dijo, con la voz baja y sin
mover apenas el labio superior, “Dejaría que me hubiera atrapado y matado el cerdo de Satán.”
Cuando Colin bajó las escaleras para desayunar, vio a Lindsey sentada en la mesa de roble
bebiendo un vaso de zumo de naranja. “No quiero hablar de ello, enserio,” dijo Lindsey,
prevenidamente. “Pero espero que tus bolas estén bien.”
“Yo también,” dijo Colin. Las había mirado mientras se duchaba. Estaban iguales, solo más
sensibles.
Su tarea ese día (dejada por una nota de Hollis) era entrevistar a una mujer llamada Mabel
Bartrand. “Oh, tío,” dijo Lindsey cuando Colin leyó el nombre. “Está en otra casa, en esa que
estás cuando eres muy viejo. No puedo soportar esto ahora. No puedo… Dios. Saltémonoslo.
Volvamos a dormir.”
“Apoyo la idea,” susurró Hassan con sus carnosos labios.
“Ella sí que podría hacerse cargo de la empresa,” dijo Colin, intentando hacer uso de su
familiaridad con la soledad de los poderes del bien.
“Dios, sabes cómo hacerle sentir culpable a la gente,” dijo Lindsey. “Vamos.”
Mabel Bartrand vivía en una residencia a unas quince millas fuera de Gutshot, en una salida
al sur de Hardee’s. Lindsey sabía el camino, así que condujo el Coche Fúnebre. De camino,
nadie habló. Había demasiado que discutir. Y de todos modos, todo el cuerpo de Colin se sentía
como una pura mierda sin diluir. Pero finalmente su vida se había calmado como para volver al
problema de Katherine III y al fallo en su memoria. De todos modos, su cabeza le dolía
demasiado como para que tuviera algo de sentido.
Una enfermera fémina los recibió en la recepción y los guió a la habitación de Mabel. Este
lugar era significativamente más deprimente que el Sunset Acres. El único sonido era el
zumbido de las maquinas, y las salas estaban casi vacías de personas. Nadie veía el canal del
tiempo que había a todo volumen en la sala común, las puertas estaban casi todas cerradas, un
par de personas sentadas en una sala común parecían confundidas, o en blanco o, peor aún,
asustadas.
“Sra. Mabel,” dijo la enfermera condescendientemente. “Tiene visita.” Colin encendió la
mini grabadora. Estaba usando la misma cinta del día anterior, grabando encima de la confesión
de EOC.
“Hola,” dijo Mabel. Estaba sentada en un sillón reclinable de cuero en lo que parecía un
dormitorio, con una cama doble, una silla, un escritorio de madera sin usar, y una mini nevera.
Su fino y rizado cabello blanco tenía un estilo afro de mujer mayor. Se inclinó hacia adelante y
olía a vejez, como a formaldehido. Lindsey se inclinó, abrazó a la Sra. Mabel y le dio un beso
en la mejilla. Colin y Hassan se presentaron y la Sra. Mabel les sonrió pero no habló.
Tardíamente, Mabel preguntó, “¿Eres Lindsey Wells?”
“Sí, lo soy,” dijo Lindsey, sentándose a su lado.
“Oh, Lindsey, querida. Hace mucho que no te veo. Hace años, ¿no? Oh, pero Dios, que bien
verte.”
“También a usted, Mabel.”
“He pensado mucho en ti y he deseado que me visitaras, pero nunca lo hacías. Estás tan bien
y pareces tan mayor… Nada del pelo azul ya, no, no. ¿Cómo has estado, cielo?”
“He estado bien, Mabel. ¿Qué hay de usted?”
“¡Tengo noventa y cuatro años! ¿Cómo crees que estoy?” rió Mabel, y también Colin.
“¿Cómo te llamas?” le preguntó a Colin, y él le respondió.
“Hollis,” le dijo ella a Lindsey. “¿Ese es el yerno del Dr. Dinzanfar?” La Sra. Mabel se
inclinó y señaló con un dedo que no se estiraba en dirección a Hassan.
“No, Sra. Mabel. Yo soy la hija de Hollis, Lindsey. La hija del Dr. Dinzafar, Grace es mi tía,
y Corville Wells era mi abuelo. Este es Hassan, un amigo mío que quiere hablar con usted de
los tiempos viejos en Gutshot.”
“Oh, bueno eso está bien,” dijo la Sra. Mabel. “Me confundo a veces,” explicó.
“Está bien,” dijo Lindsey. “Es increíble verla.”
“Y a ti, Lindsey. No puedo asimilar lo guapa que estas. Creciste bien, ¿eh?” Lindsey sonrió y
Colin se dio cuenta de que Lindsey tenía lágrimas en los ojos.
“Cuéntenos una historia sobre los viejos días en Gutshot,” dijo Lindsey, y Colin tuvo claro
que esa no era la ocasión de hacer las cuatro preguntas de Hollis.
“He estado pensando en el Dr. Dinzanfar. Antes de que empezara todo esto, tenía la Tienda.
Yo era una pequeña cosita que le llegaba a la altura de la rodilla de un perro de caza. Y él solo
tenía un ojo, como sabes. Luchó en la Primera Guerra. Bueno un día, estábamos en la tienda y
mi padre me dio un centavo rojo y corrí al mostrador y le dije ‘Doctor Dinzanfar, ¿tiene algún
caramelo que cueste un centavo?’ Y él me miró y dijo, ‘Lo siento, Mabel. No tenemos
caramelos en Gutshot que valgan un centavo. Solo teneos caramelos gratis.’” Mabel cerró los
ojos mientras todos dejaban que la historia se terminara. Parecía casi dormida, su respiración era
lenta y rítmica, pero entonces sus ojos se abrieron y dijo, “Lindsey, te aseguro que te he echado
de menos. He echado de menos cogerte de las manos.”
Y entonces Lindsey empezó a llorar de verdad. “Sra. Mabel, tenemos que irnos, pero volveré
más tarde esta semana y la veré de nuevo, se lo prometo. Lo sie… Siento no haberla visitado
durante tanto tiempo.”
“Bueno, está bien cielo. No tienes que enfadarte por eso. La próxima vez que vengas, ven
entre las doce y media o una y te daré mi caramelo Jell-O de azúcar gratis, no son tan malos.”
Mabel finalmente dejó las manos de Lindsey, y Lindsey le dio un beso y se fue.
Colin y Hassan se quedaron detrás para decir adiós y cuando entraron en la sala común, se
encontraron a Lindsey sollozando como el sollozo de una hiena que se está muriendo.
Desapareció en el baño y Colin siguió a Hassan fuera. Hassan se sentó en el bordillo. “No puedo
soportar este sitio,” dijo. “No vamos a volver aquí.”
“¿Qué le pasa?”
“Es triste, y no en plan gracioso,” dijo Hassan. “No es ni un poquito gracioso. Y me está
afectando de verdad.”
“¿Por qué tiene que ser todo gracioso para ti?” le preguntó Colin. “¿Para que no tengas que
preocuparte de verdad por nada?”
“Gamborrimbos, Dr. Freud. Solo voy a decir gamborrimbos cuando intentes
psicoanalizarme.”
“Vale, vale, Capitán Pantalones Divertidos.”
Lindsey salió fuera, parecía muy recompuesta.”Estoy bien y no necesito hablarlo,” dijo,
espontáneamente.
Esa noche terminó el Teorema. Resultó relativamente fácil, de hecho, porque por primera
vez en varios días, no tuvo distracciones. Lindsey estaba encerrada en su habitación. Hollis
estaba abajo, tan metida en su trabajo y en la televisión que apenas dijo nada del moratón del
ojo de Hassan ni del hematoma con forma de puño en la mandíbula de Colin. Hassan estaba en
algún lado, también. Muchas personas podrían perderse en la Mansión Rosa, y esa noche,
mucha gente lo hizo.
Resultó ser casi injustamente fácil de terminarlo, ahora que sabía de su faceta como
Deshechor, la formula que tenía estaba muy cerca de ser cierta. Solo necesitaba ajustar una raíz
para finalizar la fórmula.
Todo parecía estar correcto, lo que venía a ser que Katherine Mutsenberger se parecería a
esto:
78 Y efectivamente, ese nueve de septiembre, Hassan se sentaría en una clase llamada Composición Inglesa a las diez de la
mañana, a pesar de que entraba en conflicto directo con su amada, amiga y posible amor platónico, Judge Judy.
dieciocho
Colin no durmió ese jueves por la mañana, pero no por el gallo, sino porque Lindsey estaba
saltando encima de su cama mientras decía, “Levántate. Nos vamos a Memphis.”
Con gracia pegó un salto en la cama, aterrizando con su trasero y cantando, “Memphis.
Memphis. Vamos a saltarnos el trabajo y nos vamos a Memphis. Para espiar a Hollis y
averiguar por qué ha estado llenando la jarra de las palabrotas.”
“Mm-hmm,” masculló Colin como si estuviera dormido, pero no lo estaba. Su presencia lo
hizo despertarse inmediatamente.
Cuando Colin bajó las escaleras, Hassan estaba levantado, vestido y desayunado. Tras un par
de días de cura, su cara había vuelto casi a la normalidad. Estaba buscando entre un montón de
papeles. “Kafir,” dijo en voz alta, “ayúdame a encontrar la dirección del almacén. Estoy perdido
en un océano de hojas de cálculo.”
Le llevó a Colin unos treinta segundos encontrar la dirección del almacén en Memphis. Lo
encontró al principio de una carta de negocios dirigida a Textiles Gutshot, Inc.
Hassan gritó, “MapQuest 2246 Trial Bulevar, Memphis, Tennessee 37501,” y Lindsey
Lee Wells gritó también, “¡Increíble! ¡Buen trabajo, Hassan!”
“Bueno, técnicamente el trabajo lo he hecho yo,” anotó Colin.
“Deja que me lleve el mérito. He tenido una semana dura.” Dijo Hassan mientras se tiraba
dramáticamente en el sofá. “Ey, ¿qué te parece esto? Ya no eres el único no reciente deshecho
en esta casa.”
Eso era cierto. Pero Hassan parecía haber terminado con Katrina inmediatamente, y Lindsey
acababa de irrumpir en la habitación de Colin con una canción, así que aún sentía que podía
proclamarse el deshecho más devastador de la casa, incluso si tenía que admitir que ya no quería
volver con K-19 nunca más. Quería llamarla; quería decirle que la echaba de menos; pero
conforme habían resultado las cosas, estaban bien. Nunca había encontrado ser soltero más
interesante que ahora.
Hassan decidió conducir y Lindsey ir a Shotgun, y a pesar de ser su coche, Colin fue
delegado al asiento de atrás, donde bajó la ventanilla y leyó Seymour: An Introduction de J.D.
Salinger. Lo terminó justo cuando el cielo de Memphis comenzó a verse. No era Chicago, pero
Colin había echado de menos los rascacielos.
Condujeron por el centro de la ciudad y después cogieron la salida a la autopista en un lugar
de la ciudad que parecía estar comprendida enteramente por bajos edificios con pocas ventanas
y aun con menos señalizaciones que informaban a sus visitantes de sus funciones. A un par de
bloques de la salida, Lindsey señaló uno y Hassan entró en un parking de cuatro coches que
estaba vacío.
“¿Estás seguro de que es aquí?”
“Es la dirección que encontraste,” respondió Lindsey.
Caminaron hacia una pequeña oficina con un mostrador, que no tenía recepcionista, así que
se fueron e hicieron su propio camino por el almacén.
Era un día caluroso pero con el suficiente viento como para estar templado. Colin escuchó un
ruido, miró hacia arriba, y vio a un buldócer saliendo de un campo sucio detrás del almacén. Los
únicos dos tipos a la vista eran un chico que llevaba al buldócer y el compañero que iba detrás,
que llevaba una carretilla. En la carretilla llevaba tres cajas de cartón grandes. Colin frunció el
ceño.
“¿Veis a Hollis en algún lado?” susurró Lindsey.
“No.”
“Ve a preguntarle a esos dos chicos si han escuchado hablar de Textiles Gutshot,” dijo
Lindsey. Colin no disfrutaba particularmente hablando con extraños que llevaban carretillas,
pero en silencio empezó a andar hacia el campo.
El buldócer los arrastró hacia un montón de mierda y holgazaneó para hacerle sitio a la
carretilla. Y conforme se acercaban al agujero, Colin también lo hacía. Estaba a un tiro de
piedra de distancia79 del agujero cuando la carretilla se paró y el tipo se giró, extendió la mano, y
lanzó la primera caja al suelo. Aterrizó con un ruido sordo. Colin siguió andando.
“¿Qué tal?” pregunto el hombre, un chico negro y bajito con pelo blanco en las sienes.
“Bien,” dijo Colin. “¿Trabajan para Textiles Gutshot?”
“Sep.”
“¿Qué están tirando al agujero?”
“No sé si eso es asunto tuyo, ya que no eres el propietario del agujero.”
Colin no tenía respuesta, no era su agujero. El viento los asaltó, y la seca suciedad se
revolvió del suelo y los atravesó en una nube. Colin se giró 180 grados para darle la espalda al
polvo, y entonces vio a Hassan y a Lindsey caminando rápidamente hacia él. Colin escuchó el
sonido de otra caja, pero no quería girarse. No quería que el polvo le entrara en los ojos.
Pero después se giró, porque ya no solo había polvo flotando. La segunda caja se había roto
y se había abierto, y miles de finas cuerdas de tampones estaban vapuleándose delante de él, y
delante de Hassan y Lindsey, volando alrededor de ellos. Miró hacia arriba y vio las cuerdas
precipitándose hasta verse inmerso en una nube de ellas. Parecían agujas o luces blancas
brillando. Colin pensó en Einstein. Un genio certificado (que nunca había sido un prodigio),
Einstein se había dado cuenta de que la luz puede actuar, en una aparente paradoja, como una
partícula discreta y como una ola. Colin nunca había entendido esto, pero ahora miles de
cuerdas estaban flotando por aquí y por allá encima de él, y eran pequeños destellos de luz sin
fin y también olas ondeantes.
Saltó para coger uno y bajó con varios, y seguían flotando encima de él, flotando a su
alrededor. Nunca una cuerda de un tampón le había parecido tan bonita como cuando subían y
bajaban con el viento, aterrizando en el suelo y después girando y flotando de nuevo, cayendo y
levantándose, cayendo y levantándose.
“Mierda,” dijo el hombre. “Es bonito al menos, ¿no?”
“Ya lo creo,” dijo Lindsey, que de pronto estaba al lado de Colin, con la palma de su mano
tocando la palma de la suya. Un par de cuerdas dispersas seguían aún saliendo de la caja, pero la
gran parte de las cuerdas de tampón se perdían en la distancia.
“Te pareces a tu madre,” le dijo el hombre.
“Ojalá no hubieras dicho eso,” dijo Lindsey. “¿Quién eres, por cierto?”
“Soy Roy,” dijo. “Soy el director de operaciones de Textiles Gutshot. Tu madre estará aquí
dentro de nada. Ella hablará con vosotros mejor. Veniros y tomaros algo.” Querían espiar a
Hollis, no estar con ella en el almacén, pero Colin pensó que el secreto ya se había perdido
totalmente.
Roy lanzó la última caja en el agujero, y esta última se mantuvo de una pieza. Después se
metió el pulgar de la mano en la boca, emitiendo un penetrante silbido, y dirigido al buldócer,
que volvió a la vida.
79 El record mundial de escupir semillas de sandía lo tiene Jim Dietz, quien en 1978 escupió una semilla de sandría a 68 pies,
11 pulgadas. Colin estaba más cerca del agujero que eso, por supuesto.
Volvieron al almacén sin aire acondicionado. Roy les dijo que estuvieran tranquilos, y
después volvió al campo.
“Se ha vuelto loca,” dijo Lindsey. “Su ‘Director de Operaciones es un tipo que nunca he
visto y le está diciendo que entierre nuestro maldito producto detrás del almacén. Está loca.
¿Qué pretende? ¿Manejar al pueblo desde el suelo?”
“No lo creo,” dijo Colin. “O sea, también creo que está loca. Pero no creo que quiera
manejar-”
“Cariño,” escuchó Colin detrás suya, y él se giró y vio a Hollis Wells con su traje rosa de los
jueves. “¿Qué estás haciendo aquí?” preguntó Hollis, sin sonar muy cabreada.
“¿Qué demonios pasa contigo, Hollis? ¿Te has vuelto loca? ¿Quién narices es Roy? ¿Y por
qué estás enterrando todo?
“Lindsey, cariño, la compañía no va muy bien.”
“Dios, Hollis, ¿te quedas despierta todas las noches imaginándote cómo arruinarme la vida?
¿Vendes el terreno, paras la producción, y después el pueblo se morirá y me tendré que ir?”
Hollis frunció el ceño. “¿Qué? Lindsey Lee Wells, no. ¡No! Nadie lo va a comprar, Lindsey.
Tenemos un cliente de StaSure y han comprado un cuarto de lo que podemos producir. Hemos
perdido todo lo demás con las otras compañías. Todo.
“Espera, ¿qué?” preguntó Lindsey, a pesar de que se imaginó que la había oído.
“Están apiladas en el almacén. Una encima de otra, encima de otra encima de otra. Y ha
estado empeorando hasta que he llegado a esto.”
Y entonces Lindsey lo entendió. “No quieres despedir a nadie.”
“Así es, cariño. Si acortamos la producción de lo que estamos vendiendo, perderíamos a
muchos. Mataría a Gutshot.”
“Espera, ¿entonces por qué los has contratado para hacer un pequeño trabajo?” preguntó
Lindsey, señalando a Colin y a Hassan. “Si estamos tan mal, quiero decir.”
“No es un pequeño trabajo. Dentro de una generación quizás no haya una fábrica y quiero
que nuestros hijos y sus hijos sepan lo que fue, cómo fuimos. Y gustarles. Pensé que sería bueno
para ti. El mundo no se va a mantener tal como lo imaginas, cielo.”
Lindsey se acercó a su madre. “Ahora ya sé por qué trabajas en casa,” dijo. “Para que nadie
sepa lo que está pasando. ¿Nadie lo sabe?”
“Solo Roy,” dijo Hollis. “Y no se lo puedes decir a nadie. Seguiremos así al menos cinco
años más, así que eso es lo que vamos a hacer,” dijo Hollis. “Y mientras tanto voy a trabajar
durísimamente para encontrar una nueva forma de ganar dinero.”
Lindsey puso sus brazos alrededor de la cintura de su madre y presionó su cara contra su
pecho. “Cinco años es mucho tiempo, mamá,” dijo.
“Lo es y no lo es,” respondió Hollis, acariciando el pelo de Lindsey. “Lo es y no lo es. Pero
no es tu problema, es el mío. Lo siento, cariño. Sé que he estado más ocupada de lo que debería
estar una madre.”
Y eso, a diferencia del engaño de EOC, era un secreto bien guardado, pensó Colin. A la
gente no le gusta saber que tres cuartos de sus cuerdas para tampones están siendo enterrados, o
que sus cheques de pago tienen más que ver con la compasión del propietario que con la
rentabilidad de la empresa.
Hollis y Lindsey terminaron conduciendo a casa juntas, dejando a Colin y a Hassan solos en
el Coche Fúnebre. No estaban aún a cinco millas de Memphis cuando Hassan dijo, “He tenido
un, em, despertar espiritual y con una luz cegadora.”
“Colin lo miró. “¿Eh?”
“Mira la carretera, kafir. De hecho empezó hace un par de noches, así que supongo que no es
tan dramático, en la residencia, cuando dijiste que era el Sr. Pantalones Divertidos porque quería
evitar que me hicieran daño.”
“Sin ninguna duda,” dijo Colin.
“Sí, bueno, eso es una mierda, sabía que era una mierda, pero entonces empecé a
preguntarme exactamente por qué soy el Sr. Pantalones Divertidos, y no tengo una respuesta
muy buena. Pero pienso en lo que Hollis está haciendo. Quiero decir, está gastando todo su
tiempo y su dinero para que la gente pueda mantener sus trabajos. Está haciendo algo.”
“Vale . . .” dijo Colin, sin entenderlo.
“Soy un no-hacedor. Soy perezoso, pero también soy bueno en no hacer las cosas que se
supone que tengo que hacer. Nunca bebo, ni tomo drogas, ni tengo sexo con chicas, ni me peleo
con la gente, ni robo, ni nada. Siempre he sido bueno en eso, excepto este particular verano. Y
hacer todas estas cosas aquí ha sido raro y ha estado mal, así que voy a volver felizmente a no
hacer nada. Nunca he sido un hacedor. Nunca he hecho nada que ayudara a nadie. Incluso las
cosas religiosas que suponen hacerlo, no las hago. No hago el zakat80. No hago el ramadán. Soy
un total no-hacedor. Simplemente absorbo comida, agua y dinero del mundo, y todo lo que doy
a cambio es, ‘Eh, soy un perfecto no-hacedor. ¡Mira todas las cosas malas que no hago! ¡Ahora
voy a soltar algunas bromas!’”
Colin miró a Hassan y lo vio bebiendo un Mountain Dew. Sentía que debía decir algo, Colin
dijo, “Es una buena revelación espiritual.”
“No he terminado aún, jotido. Solo estaba bebiendo. Bueno, ser gracioso es una forma de no
hacer nada. Estoy sentado por ahí haciendo bromas, soy el Sr. Pantalones Divertido e intento
burlarme de cualquiera que intente hacer algo. Burlarme de ti cuando te levantas e intentas
querer para ti mismo otra Katherine. O burlarme de Hollis por quedarse dormida cubierta por su
trabajo de toda la noche. O hacerlo en tu caso por disparar a un nido de avispas cuando yo no
disparé para nada. Así que eso es. Voy a empezar a hacer cosas.” Hassan se terminó su
Mountain Dew, lo dobló y lo lanzó contra su pie. “Ves, acabo de hacer algo. En general,” dijo,
“habría lanzado esa basura contra el asiento de atrás, donde no habría tenido que verlo y tu lo
habrías tenido que limpiar la próxima vez que tuvieras una cita con una Katherine. Pero voy a
dejarlo aquí, para acordarme de que tengo que cogerla cuando entremos a la Mansión Rosa.
Dios, alguien debería darme una Medalla de Honor de Hacer del Congreso.”
Colin rió. “Sigues siendo gracioso,” dijo Colin. “Y has estado haciendo cosas. Te has
apuntado a la universidad.”
“Sí, voy a entrar. No obstante, si voy a ser un completo hacedor,” anotó Hassan, faux
morose, “debería apuntarme probablemente a tres clases. Es una vida dura, kafir.”
Era tarde, los campos se convertían en una invisibilidad rosa conforme se fundían en el
horizonte. Colin sintió su corazón golpeándole el pecho. Se preguntó si ella querría verlo. Él se
había tomado el “dormir en casa de Janet” como una indirecta, pero quizás no lo era. Quizás
realmente estaba durmiendo en casa de Janet, quienquiera que fuera, lo que supondría un
senderismo en vano.
Tras cinco minutos conduciendo, llegó a la valla del campo que una vez había sido la casa de
Hobbit el caballo. Saltó la valla y atravesó el campo. Colin, por supuesto, no creía en correr
cuando caminar era suficiente, pero aquí y ahora, caminar no era suficiente. Fue bajando la
velocidad mientras iba subiendo la colina, el haz de luz amarillo fino y tambaleante de la
linterna contra el oscuro campo. Lo sostenía justo delante de él al llegar a los arbustos,
enredaderas y árboles, el suelo mohoso del bosque crujía a su paso, le recordaba a dónde íbamos
a parar todos. Con las semillas, al suelo. No podía hacer otra cosa que hacer un anagrama. To
ground; Run, Godot; Donor Gut.* Y la magia mediante la que “to ground” se convirtió en
“donor gut”, combinado con la sensación recién descubierta de que tendría recientemente que
recibir un trasplante de intestino, mantuvo su ritmo cardíaco elevado. A pesar de estar tan
oscuro que los árboles y las rocas no eran ni objetos sino sombras, escaló, hasta que finalmente
llegó al afloramiento de piedras. Caminó a lo largo de la roca, con su linterna escaneandolo
todo, hasta que la luz traspasó la grieta. Agachó la cabeza y dijo, “¿Lindsey?”
“Dios, creía que eras un oso.”
“Lo más molesto es que ni siquiera estoy enfadada. Por lo de Colin, quiero decir. Porque al
final ni me importaba. Él, que me gustara, que se tirara a Katrina. Simplemente, no me importa.
Eh, ¿estás ahí?”
“Sí.”
“¿Dónde?”
“Aquí. Hola.”
“Oh, hola.”
“Sigue.”
“Vale. Bueno, no sé. Fue tan fácil de ignorar. Seguía pensando que me iba a cabrear, pero ya
han pasado tres días, y ya ni siquiera pienso en él. ¿Recuerdas cuando te dije que, a diferencia
de mi, él era real? No creo que lo sea ya. Creo que es aburrido. Estoy tan cabreada por eso
porque, o sea, he gastado demasiada parte de mi vida con él y después me engaña y yo ni
siquiera estoy deprimida por ello.”
“Me encantaría ser así.”
“Sí, solo que no lo eres, no lo creo. Se supone que a la gente le tiene que importar. Está bien
que la gente signifique algo para ti, que extrañes a las personas que se han ido. Yo no echo de
menos a Colin para nada. Literalmente. Solo me gustaba la idea de ser su novia ¡y eso es una
puta pérdida de tiempo! De eso me he dado cuenta, por eso lloré durante todo el camino de
vuelta a casa. Aquí está Hollis, haciendo cosas de verdad por la gente. Trabaja todo el maldito
tiempo y ahora sé que no es por ella misma; es por toda esa jotida gente del Sunset Acres que
tiene una pensión con la que se pagan los pañales. Y es por todo el mundo de la fábrica.”
“. . .”
“Yo solía ser una persona normal. Pero ahora. Nunca. Hago. Nada. Por nadie. Excepto por
retrasados que no me importan una mierda.”
“Pero a la gente le gustas. A todos los ancianos, a todo el mundo de la fábrica. . .”
“Cierto. Sí. Pero les gusto como me recuerdan, no por como soy ahora. De verdad, Colin.
Soy la persona más egocéntrica del mundo.”
“. . .”
“¿Estás ahí?”
“Acabo de pensar en que eso que acabas de decir no puede ser verdad porque yo soy la
persona más egocéntrica del mundo.”
“¿Eh?”
“Quizás estemos vinculados. Porque yo soy igual, ¿no? ¿Qué he hecho por alguien?”
“No fuiste detrás de Hassan y dejaste que miles de avispas te picaran?”
“Oh. Sí. Estaba eso. Vale, eres la persona más egocéntrica del mundo. ¡Pero yo estoy cerca!
“Ven aquí.”
“Estoy aquí.”
“Más aquí.”
“Vale. ¿Aquí?”
“Sí. Mejor.”
“¿Y qué vas a hacer? ¿Cómo lo vas a arreglar?”
“En eso estaba pensando antes de que llegaras. He estado pensando en las cosas que te
importan. Me sentí como, como que lo que importas está definido por las cosas que te importan.
Tú importas tanto como las cosas que son importantes para ti. Y estaba tan lejos, intentando
importarle a él… Todo este tiempo, ha habido cosas reales por las que preocuparme: buenas y
personas de verdad que se preocupan por mí, y este lugar. Es tan fácil atascarse. Te atrapas en
ser algo, ser especial o guay o lo que sea, hasta el punto de no saber por qué lo necesitas; solo
piensas que lo necesitas.”
“Ni siquiera sabes por qué necesitas ser mundialmente famoso; simplemente crees que lo
necesitas.”
“Sí. Exacto. Estamos en el mismo barco, Colin Singleton. Pero yo no he arreglado el
problema volviéndome popular.”
“No creo que puedas llenar el espacio vacío de algo que perdiste. Salir con el EOC no
solucionó el suceso de la comida para perros. No creo que tus piezas perdidas vuelvan a
recomponerse dentro una vez se han perdido. Como Katherine. Por eso me di cuenta: si la hago
volver de alguna forma, no repararía el agujero que creó el perderla.”
“Quizás ninguna chica pueda arreglarlo.”
“Cierto. Ser un creador de Teoremas mundialmente famoso no lo haría tampoco. En eso he
estado pensando, que quizás la vida no se trate de cumplir algunas marcas inútiles. Espera, ¿qué
es tan gracioso”
“Nada, simplemente estaba pensando que tu revelación es como si un adicto a la heroína
dijera, “en lugar de meternos siempre heroína, deberíamos, por ejemplo, no meternos heroína.”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
“Creo que sé quién está enterrado en la tumba del Archiduque Franz Ferdinand, y no creo
que sea el Archiduque.”
“¡Sabía que lo averiguarías! Sí, ya lo sé. Mi abuelo.”
“¿¡Lo sabías!? Fred N. Dinzanfar, ese bastardo creador de anagramas.”*
“Todos los veteranos de aquí lo sabemos. Hizo hincapié en eso en su testamento. Pero hace
un par de años, Hollis nos hizo poner el cartel y empezar a dar paseos turísticos, ahora me doy
cuenta de que fue probablemente por el dinero.”
“Es gracioso, lo que la gente hace por ser recordada.”
“Bueno, o por ser olvidada, porque algún día nadie sabrá quién está enterrado allí de verdad.
De hecho muchos niños creen que el Archiduque está de verdad enterrado aquí, y eso me gusta.
Me gusta saber una historia y que todo el mundo crea otra cosa. Por eso las cintas que estamos
grabado serán geniales algún día, porque contarán historias que el tiempo ha engullido o
distorsionado o lo que sea.”
“¿Dónde está tu mano?”
“Está sudada.”
*Rompe corazones.
con la que salí, con esa mandíbula tan preciosa, esos hoyitos en las mejillas, esa piel levemente
bronceada, no como tú, y pensó que salir con un chico más mayor quizás estaría bien para su
estatus social, pero estaba equivocada.
“Katherine X (y sí, para aquel entonces me había ya dado cuenta de que era una horrible
anomalía estadística, pero yo no perseguía a las Katherines tanto como perseguía a las novias)
fue una conquista superdotada del campamento de verano, y me gané su corazón, como habrás
supuesto, corriendo enfrente de su curso de arco y gritando que había sido disparado por la
flecha de Cupido, y fue la primera chica con la que me di un beso francés, y no sabía qué hacer
así que simplemente seguí moviendo la lengua para no seguir con los labios cerrados como si yo
fuera la serpiente, y no pasó mucho hasta que ella quiso que fuéramos solo amigos.
“K-11 no fue tanto como una cita, fue más en plan salir a ver una película, cogernos de las
manos, llamarla y que su madre me dijera que no estaba en casa, y después ya no me volvió a
llamar, pero yo diría que cuenta, por lo de cogerse de las manos y también porque me llamó
genio.
“Al inicio del segundo semestre de noveno curso, una nueva chica se mudó de Nueva York y
era tan rica como parecía, pero odiaba ser rica y le encantaba El Guardián Entre El Centeno, y
me dijo que le recordaba a Holden Cauldfield, presuntamente porque los dos éramos unos
perdedores ensimismados, y yo le gustaba porque sabía un montón de idiomas y había leído un
montón de libros, y después rompió conmigo tras veinticinco días porque quería un novio que
no pasara mucho tiempo leyendo y aprendiendo idiomas.
“Por aquel entonces conocí a Hassan, y desde hacía diez años, tuve un flechazo obsesivo por
una morena de ojos azules del instituto a la que siempre había llamado La Mejor Katherine y
Hassan hizo como Cyrano y me contó exactamente cómo cortejarla porque por lo que sabemos
de Katrina, Hassan de hecho es bastante bueno en esas cosas, y funcionó y la quise y ella me
quiso y duró unos tres meses, hasta noviembre de décimo curso, cuando al final rompió
conmigo porque dijo, y voy a citarla directamente, que yo era ‘demasiado listo y demasiado
tonto’ para ella, lo que marcó el inicio de las razones ridículas, idiotas y frecuentemente
oximorónicas de las Katherines para romper conmigo.
“Un modelo que continuó con la siempre vestida de negro Katherine XIV, que conocí la
primavera que se me acercó en la cafetería y me preguntó si estaba leyendo Camus, lo que sí
estaba haciendo, y yo dije que sí lo estaba haciendo, después me preguntó si había leído alguna
vez Kierkegaard, y yo le dije que lo había hecho porque lo había hecho, entonces nos fuimos de
la cafetería cogidos de las manos y su número de teléfono estaba en mi nuevo teléfono móvil, a
ella le gustaba llevarme a pasear a la orilla del lago, donde veíamos las olas chocando contra las
rocas en la orilla, y dijo que solo había una metáfora, y que la metáfora era el agua rompiendo
contra las rocas, porque, dijo, ambas, el agua y las rocas terminaron mal en el acuerdo, y
entonces me dejó en la misma cafetería en la que nos conocimos tres meses antes, dijo que ella
era el agua y yo era las rocas y que habríamos estado saliendo el uno con el otro hasta que no
quedara nada de nosotros, y cuando supe lo que significaba, de verdad, que el agua no sufría
ningún efecto negativo, todo lo que hacía era chocar lentamente contra las rocas en la orilla,
admitió que era cierto pero terminó rompiendo conmigo de todos modos.
“Y entonces ese verano en el campamento conocí a K-15, que tenía un poco la cara de
cachorrito con unos grandes ojos marrones y los parpados caídos que de alguna forma te hacían
querer cuidarla, simplemente que ella no quiso que yo la cuidara, porque era una potente
feminista a la que le gusté porque pensó yo era la gran mente de mi generación, pero después
decidió que no sería nunca (y de nuevo cito) ‘un artista,’ que al parecer fue el motivo de que
cortara conmigo, a pesar de que nunca había pretendido ser un artista, y de hecho, si has
escuchado atentamente ya me habrás escuchado admitir con libertad que apesto en cerámica.
“Y después, tras una horrenda sequía, conocí a Katherine XVI en el mostrador de un hotel en
Newark, Nueva Jersey, durante un torneo académico en octubre de mi tercer año en secundaria,
y tuvimos el altercado más salvaje y tórrido que puedes tener durante un curso de catorce horas
en un tornado académico, que equivale a decir que en un momento dado tuvimos que tirar a tres
de sus compañeros de cuarto de la habitación del hotel para que pudiéramos hacerlo
correctamente, pero después a pesar de que salí del tornado con nueve medallas de oro (hice un
discurso pésimo) me dejó debido a que tenía un novio en Kansas y no quería dejarlo, así que yo
fui la persona a la que dejó.
“A Katherine XVII la conocí (no voy a mentirte) en internet el siguiente enero, y tenía un
pirsin en la nariz y poseía un inmenso e impresionante vocabulario que le permitía hablar del in-
die rock, una de las palabras que solía usar y de la cual al principio yo no sabía la definición, y
fue divertido escucharla hablar de música y una vez la ayudé a teñirse el pelo, pero después
rompió conmigo tras tres semanas porque yo era un tipo de ‘emo raro’ y ella estaba buscando
más a un ‘emo core’.
“Normalmente no me gusta usar la palabra ‘corazón’ a menos que me esté refiriendo al
órgano que bombea, pero no hay ninguna duda de que Katherine XVIII me rompió el corazón,
porque la quería inmensamente desde el primer momento en que la vi en un concierto al que
Hassan me hizo acudir durante las vacaciones de primavera, y era ese tipo de mujer ardiente que
odiaba ser llamada chica, y a ella le gusté y al principio pareció que compartía mi inmenso
sentido de la inseguridad, así que construí mis esperanzas ridículamente y me encontré
escribiéndole esos emails extravagantemente largos y penosamente filosóficos, y después me
dejó por e-mail después de solo dos citas y cuatro besos, tras lo que me encontré escribiéndole
esos e-mails extravagantemente largos y dolorosamente patéticos.
“Y solo dos semanas después, Katherine I apareció en mi puerta y pronto se convirtió en K-
19, y era una chica agradable con un buen corazón a la que le gustaba ayudar a la gente, y
ninguna había encendido mi corazón (Dios no puedo dejar de usar esa palabra ahora) como ella
lo hizo, pero la necesitaba muchísmo y nunca parecía suficiente, y ella no era consistente y su
inconsistencia y mi inseguridad fueron una mezcla horrible el uno para el otro, pero aún la
quería, porque estaba totalmente envuelto en ella, porque había puesto todos mis huevos en la
cesta de otra persona, y al final, tras 343 días, había terminado con una cesta vacía y este
agujero sin fin carcomiéndome las tripas, pero ahora estoy decidiendo si la recuerdo como una
buena persona con la que pasé buenos momentos hasta que, los dos, nos metimos en una
indeleblemente mala situación.
“Y la moral de la historia es que no recuerdas lo que pasó. Lo que recuerdas se convierte en
lo que pasó. Y la segunda moral de la historia, si una historia puede tener varias morales, es que
los Desechores no están inherentemente peor que los Deshechados, romper no es algo que te
hacen; es algo que pasa contigo.”
“Y la otra moral de la historia es que tú, sabelotodo, has contado una historia increíble,
probando que tomándote el tiempo suficiente, y el entrenamiento suficiente, y escuchado
suficientes historias de los anteriores y actuales asociados de Textiles Gutshot, cualquiera,
cualquiera, puede aprender a contar una maldita buena historia.”
“Algo al contar esa historia ha hecho que se me revuelta el estómago.”
“¿Qué?”
“Oh, nada. Pensaba en voz alta.”
“Esos son los que te gustan de verdad. La gente delante de la que puedes pensar en voz alta.”
“La gente delante de la que te muerdes el pulgar.”
“Hola.”
“Hola.”
“. . .”
“. . .”
“Wow. Mi primera Lindsey.”
“Mi segundo Colin.”
“Es gracioso. Vamos a hacerlo otra vez.”
“Adjudicado.”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
“. . .”
Dejaron la cueva juntos muy tarde esa noche, y condujeron hacia casa separados, Colin en el
Coche Fúnebre y Lindsey en la camioneta rosa. Se besaron una vez más en el aparcadero, un
beso tan bueno como la sonrisa que dejó, y después entraron en casa para dormir un par de
horas.
Epílogo, o el capítulo de Lindsey Lee Wells
Colin se despertó, exhausto, con el gayo, y se hizo una bola en la cama durante una hora
antes de bajar las escaleras. Hassan ya estaba sentado en la mesa de roble con una colección de
papeles delante suyo. Colin se dio cuenta de que Hollis no estaba dormida en el sillón, igual si
tenía una habitación en algún sitio.
“Beneficio: Márgenes de pérdida,” dijo Hassan. “En realidad es interesante. Hollis me lo
explicó anoche. Bueno, ¿has follado con ella o qué?”
Colin sonrió.
Hassan se levantó, sonrió adorablemente y le golpeó en la espalda con alegría. “Eres un
buitre, Singleton. La has rodeado, cielo. La has rodeado y volabas lentamente cada vez más bajo
y más bajo, siempre rodeándola, esperando el momento en el que podrías aterrizar en el cadáver
de la relación y poder celebrarlo. Es algo precioso de ver, particularmente esta vez, porque me
gusta la chica.”
“Vamos a desayunar,” dijo Colin. “¿Hardee’s?”
“Hardee’s,” asintió Hassan emocionado. “¡Linds, levántate vamos a Hardee’s!”
“Voy a visitar a Mabel esta mañana,” dijo Lindsey. “Comeros siete Monster Thickburgers
por mí.”
“¡Lo haremos!” prometió Hassan.
“Bueno, escucha. Cuando llegué a casa anoche, nos puse a Lindsey y a mí en la fórmula,”
dijo Colin. “Me deja. La curva era más larga que K-1 pero más corta que K-4. Eso quiere decir
que va a dejarme en los próximos cuatro días.”
“Podría ser. El mundo es un puto globo de nieve.”
Tres días después, el día en el que el Teorema indicaba que Lindsey y Colin no sobrevivirían
juntos, Colin se despertó con el gallo y se dio la vuelta adormilado y se encontró con una notita
de papel pegada en la mejilla. Estaba plegada como un sobre.
Y, por un momento, Colin se lo vio venir. Mientras habría cuidadosamente el papel, sabía
que la profecía del Teorema se había cumplido. Y aún así, sabiendo que iba a pasar no lo hacía
menos horrible. ¿Por qué? Ha sido increíble. Los mejores cuatro días de mi vida. ¿Estoy loco?
Debo estar loco. Mientras abría el sobre pensaba si dejar Gutshot inmediatamente.
Colin,
Siento cumplir con el Teorema, pero no creo que debamos meternos en una relación
sentimental. El problema es que estoy enamorada de Hassan. No puedo evitarlo. He tocado tus
omóplatos huesudos y pienso en su espalda carnosa. Beso tu estómago y pienso en su tripa
imponente. Me gustas, Colin. De verdad que sí. Pero, lo siento. No va a funcionar.
Espero que podamos ser amigos.
Sinceramente,
Lindsey Lee Wells.
P.D. Es broma.
Colin quería estar feliz todo el camino, de verdad quería, porque desde que vio la inclinación
de la curva con Lindsey, había estado esperando que estuviera mal. Pero sentado en la cama,
con la nota aún en su manos temblorosas, no podía dejar de pensar que nunca sería un genio.
Por mucho que creyera a Lindsey cuando dijo que lo que te importe define lo que importas, aún
quería que funcionara el Teorema, aún quería ser especial como todo el mundo le había dicho
que era.
Al día siguiente, Colin estaba febrilmente intentando arreglar el Teorema mientras Hassan y
Lindsey jugaban al póker con unos peniques en el porche de la Mansión Rosa. El ventilador del
techo movía el aire caliente sin enfriarlo. Colin estaba prestando mitad atención al juego
mientras garabateaba gráficos, intentando hacer que el Teorema funcionara con el hecho de que
Lindsey Lee Wells aún era, claramente, su novia. Y por último el póker finalmente aclaró que el
Teorema era un caso irreparable.
Hassan gritó, “¡Lo da todo por trece céntimos, SINGLETON! Es una gran apuesta. ¿Debería
verlo?”
“Hace eso para marcarse un farol,” respondió Colin sin mirar.
“Espero que estés en lo cierto, Singleton. Lo veo. ¡Vale, enseñémoslas, niña! ¡La muñeca de
Gutshot tiene trío de reinas! Es una pasada de mano, pero lo superará… ¿¡UN FULL!?” Lindsey
gritó decepcionada cuando Hassan enseñó sus cartas.
Colin no sabía nada de póker, solo que era un juego sobre el comportamiento humano y la
probabilidad, y por lo tanto el tipo de sistema cuasicerrado en el que un Teorema similar al
Teorema de la subyacente previsibilidad de las Katherines se debe trabajar. Y cuando Hassan
enseñó su full, Colin se dio cuenta de repente: puedes hacer un Teorema que explique por qué
ganas o pierdes las partidas de póker, pero nunca podrás predecir el futuro de las partidas. El
pasado, como Lindsey le había dicho, es una historia lógica. Es el sentido de lo que ha pasado.
Pero si no se recuerda, el futuro no necesita tener ningún puto sentido.
En ese momento, el futuro, incontable por cualquier teorema matemático, se le presentó a
Colin: infinito, desconocido y precioso. “Eureka,” dijo Colin, y solo al decirlo hizo que se diera
cuenta de que se había inspirado.
“Me acabo de dar cuenta de algo,” dijo en voz alta. “El futuro es impredecible.”
Hassan dijo, “A veces al kafir le gusta decir cosas obvias con una voz muy profunda.”
Colin rió cuando Hassan se dio la vuelta para contar los peniques de la victoria, pero el
cerebro de Colin estaba trabajando con las implicaciones: si el futuro es para siempre, pensó,
entonces siempre nos vencerá. Incluso Colin solo podía nombrar con una mano a las personas
que vivieron, dice, hace 2.400 años. En otros 2.400 años, incluso Sócrates, el genio más
conocido del siglo, quizás sea olvidado. El futuro lo borrará todo, no hay nivel de fama o
genialidad que te permita transcender el olvido. El futuro infinito hace imposible que esos actos
importen.
Pero hay otra forma. Hay historias. Colin estaba mirando a Lindsey, cuyos ojos se arrugaban
al sonreír mientras Hassan le prestaba nueve céntimos para que pudieran seguir jugando. Colin
pensó en las clases de contar historias de Lindsey. Las historias que se contaron el uno al otro
iban mucho más allá del cómo y el por qué se gustaban. Vale. Amor. Cuatro días, y aún así,
indiscutiblemente: amor. Y se quedó pensando que quizás las historias no nos hagan mejor los
unos a los otros, quizás sean la única manera de que importemos en ese infinito que había
perseguido durante tanto tiempo.
Y Colin pensó: Le contaré a alguien lo de la caza del cerdo salvaje. Porque aunque sea una
historia tonta, contarla cambia a la gente lo que me cambia a mí contarla. Un cambio
infinitisimo. Y ese infinitisimo cambio ondea hacia el exterior (cada vez de una forma más
pequeña pero duradera. Me olvidarán, pero las historias durarán. Y, entonces, todos tendremos
una importancia,) quizás menos que más, pero siempre más que ninguna.
Y no son solo las historias recordadas las que importarán. Ese era el significado real de la
anomalía de K-3: realizar el gráfico correcto desde el principio no prueba que el Teorema sea
exacto, sino que hay un lugar en el cerebro para recordar lo que no puede ser recordado.
Casi sin saberlo, empezó a escribirlo. Los gráficos en su libreta habían sido reemplazados
por palabras. Colin miró hacia arriba y se limpió una gota de sudor de la frente bronceada y
cicatrizada. Hassan se giró hacia Colin y le dijo, “Me he dado cuenta de que el futuro es
impredecible, pero me pregunto si el futuro podría estar formado por una Monster
Thickburger.”
“Predigo que sí,” dijo Lindsey.
Se dieron prisa al salir por la puerta, y Lindsey gritó, “Shotgun,” y Colin dijo, “conductor,” y
Hassan dijo, “mierda,” y entonces Linds pasó corriendo a Colin, golpeándolo contra la puerta.
La mantuvo abierta para él, inclinándose para besarle los labios.
Ese paseo breve, desde el porche hasta el Coche Fúnebre, fue uno de los momentos que sabía
que recordaría y en el que pensaría, uno de esos momentos que intentaría capturar en las
historias que contara. En realidad no había pasado nada, pero el momento estaba repleto de
significado. Lindsey le cogió de la mano a Colin, y Hassan cantó una canción llamada, “Me
encanta / la hamburguesa del Monster Thickburger del Ha-ar-dee’s / Para mi estómago / Es una
fiesta fanta-as-tica,” y se apilaron en el Coche Fúnebre.
Pasaban por la Tienda cuando Hassan dijo, “No tenemos que ir al Hardee’s. Podemos ir a
dónde queramos.”
“Oh, bien, porque en realidad no quiero ir al Hardee’s,” dijo Lindsey. “Es un poco horrible.
Hay un Wendy’s en la segunda salida de la autopista, en Milán. Wendy’s es un poco mejor.
Tienen cosas como ensaladas.”
Así que Colin pasó el Hardee’s y tiró hacia la autopista dirección norte. Mientras las líneas lo
pasaban pensó en el espacio que había entre lo que recordamos y lo que pasó, el espacio entre lo
que predecimos y lo que pasará. Y en ese espacio, Colin pensó, había espacio suficiente para
reinventarse a uno mismo, espacio suficiente para convertirse en algo que no sea un prodigio,
para rehacer su historia mejor y diferente, espacio suficiente para renacer una y otra vez. En una
serpiente asesina, en un Archiduque, en un asesino de EOCs, en un genio incluso. Había espacio
suficiente para ser cualquiera, cualquiera excepto quien ya has sido, porque si Colin había
aprendido algo de Gutshot, es que no puedes evitar que el futuro llegue. Y por primera vez en su
vida, sonrió pensando en los infinitos futuros que siempre llegarán extendiéndose delante suyo.
Y condujeron. Lindsey se giró hacia Colin y dijo, “podríamos seguir sin más. No tenemos
que parar.” Hassan se inclinó hacia los asientos delanteros y dijo, “Sí. Sí. Conduzcamos durante
un rato.” Colin presionó fuerte contra el acelerador, y pensó en todos los sitios a los que podrían
ir, y todos los días que les quedaban de verano. A su lado, los dedos de Lindsey Lee Wells
estaban en su antebrazo, y decía, “Sí. Dios. Podríamos, ¿no? Sigamos.”
La piel de Colin estaba viva con un sentimiento de conexión con todo el mundo de ese coche
y todo el mundo que no estaba en él. Y se sintió común, en el mejor sentido de la palabra.
FIN
Traducción realizada por @kikapops.