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ÍNDICE
TEXTO
l. Introducción.
Mas radicales fueron los Magistrados disidentes en el voto particular por ellos
suscrito en la STC 64/1988, de 12 de abril, en la que mayoritariamente se acepta la
titularidad jurídica fundamental del Estado como tal y de las CCAA y Entidades
locales. La opinión discrepante sustentó que:
Parece que el rechazo minoritario obedece a que se estima que el Estado en cuanto
tal no puede ser al mismo tiempo creador y protector de las situaciones y
posibilidades que los Derechos Fundamentales encierran, amén de usuario de ellas.
Sí es cierto que los Derechos Fundamentales, en cuanto expresan esa esfera de
actuación y desarrollo individual que no debe ser invadida más que por las causas y
con la intensidad (proporcionalidad) constitucionalmente previstas (7), son
predicables, casi podría decirse que por definición, de los sujetos no estatales (8).
Esto no obstante, habría quizás que recordar que las personas jurídicas de Derecho
público pueden recabar para sí aquellos ámbitos de libertad comunes a los de los
ciudadanos, susceptibles de serles "per se" aplicados, cuando intervengan como
titulares de derechos o intereses legítimos en línea con cualesquiera otro sujeto
jurídico. De este modo en la LRJAE, TR de 26.7.1957, y en su art. 41:
Antes de finalizar este apartado conviene recalcar que, si bien es cierto que a los
órganos jurisdiccionales compete la satisfacción del derecho a la tutela judicial
efectiva (STC 26/1983 , 13 de abril), no sólo ellos pueden ser responsables de su
desconocimiento o violación. Con no poca frecuencia el legislador ordinario puede
normativamente obstaculizar el acceso a la administración de la Justicia:
"...el art. 24.1 CE establece una doble garantía para todas las personas en el
ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, pues no sólo proscribe que los
Jueces y Tribunales cierren arbitrariamente los cauces judiciales legalmente
previstos...sino que también prohibe al legislador que, con normas excluyentes
de la vía jurisdiccional, les impida el acceso al proceso, prohibición esta última
que se refuerza por lo prevenido en el art. 106.1 CE, cuando se trata de
impetrar justicia frente a la actuación de las Administraciones Públicas"
(STC.197/1988, 24 de octubre) (24).
"las personas jurídicas que no son incapaces desde el punto de vista procesal
no pueden, sin embargo, dada su naturaleza, actuar por sí solas en un litigio y
requieren el concurso de otras personas físicas para desarrollar su actividad"
(27).
Importa destacar que el citado art. 447 LOPJ contempla la posibilidad de que
cualquiera de las Administraciones públicas encomienden a abogado colegiado,
especialmente designado al efecto, la representación y defensa (ambas tareas, por
consiguiente), con independencia pues de los letrados integrados en sus respectivos
servicios jurídicos.
Llama la atención el empleo de los dos términos: Letrado y Abogado. El Legislador al
hablar de Abogado "colegiado" parece olvidar, en un primer momento que, por lo
menos todavía, la colegiación es lo que marca la diferencia entre Letrado y Abogado.
El hecho de tal diferenciación " letrado" y "abogado" podría obedecer a que de este
modo Entes como muchos de los Ayuntamientos españoles que carecen de servicios
jurídicos propios, puedan recurrir a abogados en ejercicio. Según MARTIN
RETORTILLO, ciñéndose a las Corporaciones locales -aunque a mi juicio es también
predicable, aunque mucho menos frecuentemente, de las CCAA-, de este modo se
da pie "a una peligrosa privatización en el ejercicio de la función de defensa de los
intereses públicos, así como a una notoria desprofesionalización de la misma, cuando
no comporta al mismo tiempo riesgos evidentes de indefensión...Línea de
privatización y desprofesionalización que ha dado lugar a que la asistencia
letrada...se realice, con frecuencia, a través de colaboraciones intermitentes, nacidas
al amparo de relaciones laborales de prestación de servicios:auténtico sistema de
"igualas" de asistencia jurídica; con frecuencia, con grupos profesionales, en
ocasiones vinculados directamente con distintas fuerzas políticas...Las Corporaciones
municipales parecen seguir prefiriendo la fórmula antes expuesta de "concertar" sus
actuaciones con grupos profesionales, a poder ser políticamente caracterizados" (36).
4. Privilegios de la Administración en el proceso civil. Especial examen del
agotamiento de la vía previa.
Sentadas estas premisas es menester tener presente que, el reconocimiento del
acceso de la Administración al proceso civil, en calidad de actora o demandada, no
empece para que el mismo comporte una sensible lesión del indiscutible principio de
igualdad de las partes, habida cuenta de las prerrogativas que se le reconocen, en los
supuestos en que actúe como demandante o como demandada, recurrente o
recurrida y ejecutante o ejecutada (36 bis).
El origen último de la ruptura de la exigencia constitucional de la igualdad, en las
cargas y expectativas que a cada uno de los sujetos parciales incumbe en el proceso,
descansa, ahora residualmente, en la renuencia de la Administración ya a someterse
"in genere" al control jurisdiccional ya, más singularmente, en sus esfuerzos por
mantener y gozar de determinados privilegios. Su inicial pretensión histórica de
permanecer totalmente libre de cualquier ponderación judicial, se ha visto derrotada
habiendo debido acatar la revisión jurisdiccional de su actuar. A ello se ha llegado
pasando por la enumeración de materias que por su defendido carácter gubernativo o
bien habían de ser conocidas y decididas exclusivamente por la propia Administración
o por una Justicia "retenida" (37), hasta llegar a aceptar su personación, en sede
ordinaria procesal civil, pero investida de particulares inmunidades.
La bibliografía administrativa ha dado matizadas respuestas a la hora de explicar las
afirmadas inmunidades de la Administración. Algunos intentan aprehenderlas como
resultado de un sistema dirigido a asegurar el efectivo cumplimiento de todas las
disposiciones que pueden ayudar a la mejor defensa en juicio del Estado, como
también de propiciar actitudes e institucionalizar comportamientos "tendentes a
garantizar la coordinación de los servicios jurídicos con la Administración activa, que
igualmente coadyuven a esa misma finalidad"(38). Lógicamente el que se pretenda la
homogeneización de los criterios a seguir en la defensa en juicio del Estado,
"reconduciéndola a aquellos supuestos en los que su actuación sea razonablemente
defendible"(39), explicaría algunas de las prerrogativas desde la posición de la
Administración; es decir, justificando el que la centralización sea en ocasiones precisa
para eludir una ciega querulancia, que en no raras veces se traduce en perjuicio
último del Estado. Se olvida pues considerar si tal mayor eficacia, si unos mejores
resultados en los procesos -ya racionalmente planteados- redundaría en la
potenciación de la libertad individual y por ende social o, de otro modo, en un mayor
grado de realización de la Constitución(40). Más acertada, en cuanto más ajustada a
lo que realmente sucede, me parece la razón defendida por GARCIA DE ENTERRIA
quien sostiene que, sobre todo tratándose de algunos de los privilegios que luego
veremos, son más bien técnicas por la Administración utilizadas para el control de sus
servidores, expresivas de la desconfianza que hacia ellos mantiene (4l): a este tenor,
puede recordarse la precisa autorización "singular y expresa" de que han de disponer
los Abogados del Estado para deducir demandas de juicio declarativo de mayor
cuantía o de menor cuantía a los que se refiere el art.1.687, lº LEC, salvo casos de
urgencia (Circular núm.2/87, de la Direc. General del Serv. Jurídico del Estado, que
sustituye a la de 25.6.1957, "actualizando" los arts.10 RD.21 de enero de 1925, por el
que se aprueba el Estatuto de la Direc. General de lo Contencioso y Cuerpo de
Abogados del Estado, y 55. 2ª de su Rgto, aprobado por D. de 27 de julio de 1943)
(42); asimismo su obligación de ejercitar los recursos que sean procedentes contra
providencias, autos o sentencias lesivos de derechos o intereses del Estado, cuando
se trate de litigios "A"(43) -en los que siempre se necesitará autorización de la Direc.
General- o "cuando el recurso tenga que ser resuelto por un Organo judicial ante el
que intervenga distinto Servicio Jurídico del que actuó en instancia (44) (Circular 2/87,
"actualizando" el art.55.3ª. II, Rgto cit. de 1943); también, la necesaria autorización de
la Dirección General, "singular y expresa", que precisarán los Letrados -Jefes para
desistir en los litigios que merezcan la clave "A" (Circular cit.2/87). En las dos últimas
exigencias parece manifiesta su incidencia sobre el derecho de la contraparte a una
Justicia sin dilaciones indebidas, que puede en cierto grado verse erosionado dada la
inercia o automatismo en las impugnaciones impuestas al Abogado del Estado, y la
espera para desistir, hasta la preceptiva autorización de la Dirección General.
Centrándonos ya en las diversas prerrogativas de que goza en el orden procesal civil
la Administración, son destacables:
d) En los juicios en que estén interesados el Estado, las CCAA y las demás
Administraciones públicas, Corporaciones o Instituciones de igual naturaleza, no se
admitirán a trámite las peticiones de conciliación (art.460.lº LEC). Según destacaba
GUASP (52), respecto de la redacción anterior a 1984 de este art.460, su justificación
radica en la peculiar naturaleza de las relaciones jurídicas en las que figura como
titular el poder público, encontrando razón de ser, tal exclusión de la conciliación, en
el interés de las partes; es decir, en la dificultad jurídica que existe para que la
Administración pueda realizar actos de disposición que la conciliación tiende a
obtener.
Está ya superada la postura de que en estos casos los Entes públicos son
merecedores por sí de trato privilegiado, máxime cuando además debe plantearse
reclamación gubernativa antes de deducir demanda con lo que la conciliación es
innecesaria al ofrecerse a las Administraciones la oportunidad de eludir el proceso. Si
tiene en cambio sentido el argumento esgrimido por GUASP atinente a las
dificultades que en general conlleva obtener la autorización administrativa para
transigir: dictamen del pleno del Consejo de Estado y acuerdo del Consejo de
Ministros. Así se previene en el art.39.1 de la LG Presupuestaria., Texto refundido
aprobado por RD-Legislativo 1091/1988, de 23 de septiembre (53), en relación con el
art.10.16 LRAE y 21.7 LO.3/1980, de 22 de abril, del Consejo de Estado. En modo
alguno cabe por tanto defender la imposibilidad de transigir del Estado y
Corporaciones públicas (54).
Tratándose de allanamiento, prohibido en el art.35.2 de la LJCA al Abogado del
Estado, contrariamente se admite, previa autorización correspondiente por Real
Orden o acuerdo de la Dirección de lo Contencioso (actualmente de Servicios
Jurídicos del Estado), en el Estatuto de la Dirección General de lo Contencioso y del
Cuerpo de Abogados del Estado, aprobado por RD.21.enero de 1925, y en el 55.3 de
su Reglamento, Texto refundido aprobado por D.27.7.1943. Respecto del
desistimiento ya destaqué más arriba la posibilidad del mismo (art.55.3ª Regl. de
1943 y Circular 2/1987) y la también exigida autorización en litigios que merezcan la
clave "A". Estos dos modos anormales de terminación del proceso deberán tener un
tratamiento distinto cuando estemos ante la Administración pública "stricto sensu" o
ante una Entidad de ella dependiente, caso este último en el que lo lógico sería que la
autorización proviniera del mismo sin necesidad de que se pronunciara La Dirección
General (55).
Es reseñable la posibilidad que se consagra en el art.39.1 de la LG Presupuestaria
de someter a arbitraje las contiendas que se susciten sobre los derechos de la
Hacienda pública, mediante Decreto acordado en Consejo de Ministros, previa
audiencia del Estado en pleno.
f) Suspensión del plazo para contestar a la demanda a fin de permitir que el Abogado
del Estado evacue la pertinente consulta a la Dirección de Servicios Jurídicos del
Estado. Así lo establecen los arts.9, del citado D.21.1.1925 de Estatuto de la
Dirección General y del Cuerpo de Abogados del Estado, y 55.1ª de su también
mencionado Reglamento de 1943. La suspensión, que habrá de ser acordada por los
Jueces a instancia del representante de la Administración, será de tres meses (para
que la Dirección emita la consulta) a contar de aquél dentro de los 15 días siguientes
a la fecha en que se les haya citado y emplazado para contestar (art. 9.RD 1925). En
la Circular 2/1987 de la Direc. General del Servicio Jurídico del Estado, se
circunscribe la obligatoriedad de la consulta para contestar a las demandas de juicios
declarativos de mayor cuantía o de menor cuantía a los que se refiere el art. 1.687.1º
LEC, como en los que expresamente disponga la propia Dirección General. Se
agrega la posibilidad de la Consulta a los supuestos en los que así lo consideren
necesario los Letrados Jefes por la importancia económica o dificultad del litigio.
Parece indudable que, la aludida Circular, aunque internamente puntualiza las
hipótesis preceptivas, por la discrecionalidad que introduce, nos remite en último
término a la generalidad de las disposiciones del Estatuto de 1925. Notable es el
alcance de este requisito sobre la duración del proceso, especialmente por cuanto el
propio art.9.II señala que su inobservancia:
"se estimará, para todos los efectos legales, como falta de citación y emplazamiento
al Estado"
"Nulidad de actuaciones. Podrá pedirse a nombre del Estado, y se acordará por los
Jueces y Tribunales, la nulidad de actuaciones en pleitos de interés de aquél, cuando
no sean observadas las formalidades que en este artículo se determinan".
- El art. 595 LEC dispensa al representante del Estado o Corporación del mismo de
la absolución de posiciones que, serán sustituidas por informe escrito, de los
empleados de la Administración a quienes conciernan los hechos, sobre las
preguntas así formuladas por la parte contraria. Según GUASP, nos encontramos
pues con un privilegio consistente en la sustitución de la confesión por un informe
oficial que constituye documento público (58).
h) Exención del pago de los derechos de peritos y de constituir los depósitos o
cauciones previos al ejercicio de acciones o interposiciones de recursos, aunque lo
prescriba la ley. De este modo se establece en el art. 8 del Estatuto de 1925.
Indudablemente constituyen privilegios distintos. No está claro el atañente a los
peritos habida cuenta de que, si se trata de profesionales libres, nada justifica que
tengan que prestar sus servicios gratuitamente, y si son funcionarios (vgr. médicos
forenses) tal declaración es innecesaria pues su relación de empleo les obliga a ello.
Puede acarrear consecuencias lesivas del principio de igualdad de cargas, atendida
la regla sobre pago de los honorarios de peritos vigente en el art. 523 LEC, por
cuanto, eventualmente, el particular litigante que hubiere sido vencido se verá
obligado a satisfacer su importe, lo que no sucedería si la imposición de costas se
hiciere a la Administración. Según se ha apuntado, disfruta también la Administración
de un privilegiado régimen referente a la exención del deber de constituir depósitos o
cauciones (art. 8 del Estatuto de 1925 y, respecto de las Entidades Locales, art. 154.2
L.39/1988, de 28 de diciembre, reguladora de las Haciendas Locales (59)), pero sólo
en las hipótesis exigidas por la Ley (SSTC.64/1988, 99/1989 (60)). De este modo, por
ejemplo, está dispensada: en el embargo preventivo (arts. 923 y 1.402 LEC), en las
medidas indeterminadas del 1.428 LEC -en el que, a diferencia del 1.402 LEC,
constituyen:
"El Estado actúa en estos casos como sujeto de una relación jurídica de
derecho privado, quedando obligado al cumplimiento del art.148 LAU, por no
existir precepto alguno que le exonere del abono de las rentas, por todo lo cual,
y habiéndose entablado por la representación del Estado, recurso de apelación,
debió en el preciso momento de pretenderlo justificar aquel requisito, y al no
haberlo hecho, el recurso resultaba legalmente inadmisible..." (STS.l de julio de
1963, R.3.508 (65); "el Estado está también obligado a consignar, siendo
inoperante que trate de justificarse el pago de los recibos de alquiler con
posterioridad al momento de la apelación, y debiendo ser declarada de oficio tal
falta de consignación" (STS.13 de febrero de 1968, R.1.009).
En idéntico sentido están redactados los arts.18 de la L. Patrimonio del Estado (68):
44.1 LG Presupuestaria:
"Los Abogados del Estado,...se opondrán a que los Tribunales admitan toda
pretensión de los particulares que tienda a hacer efectiva por procedimientos
judiciales la exacción de costas en que haya sido condenado el Estado, o a la
ejecución, en cualquier concepto, contra las rentas y caudales del Tesoro
público",
k) Se desconoce lo que dispone nuestra Carta Magna como también nuestros más
significativos textos históricos normativos, sobre la rotunda e incondicionada
jurisdiccionalidad de la ejecución de las decisiones judiciales (así Partida 3ª,
Tit.XXVII):
"Como los juyzios, que son valederos, deuen ser cumplidos, e quien los puede
cumplir".
Ley I:
"Cumplir pueden los juicios, aquellos que son valederos, aquellos mismos
juzgadores que los dieron. Eso mismo pueden hacer los Mayorales dellos....E no tan
solamente los Juezes pueden por si cumplir los juicios que son valederos; mas aun
los pueden hacer cumplir por sus omes que tengan señalados para esto, o por la
Justicia, o por el Merino del lugar a quien lo mandasen".
l. Que tal inejecutabilidad parece ser absoluta salvo que, espontáneamente y por la
propia Administración se acceda a llevarla a cabo. La Administración, por
consecuencia, asume la potestad ejecutora.
Ello es más claro aún en sede procesal civil pues, como se ha indicado ya, la
Administración interviene desprovista de su "imperium".
En lo concerniente a qué bienes son susceptibles de ejecución y, por ende de
embargo, hay que acudir a lo prescrito en primer lugar en la CE, en su art. 132.1, a
cuyo tenor lo serían todos exceptuando como inembargables e inejecutables los
bienes comunales y los demaniales, es decir, los que afectos a un servicio o uso
públicos pertenecen a la Adminis tración. Con esta matización (94) estimo que los
patrimoniales no afectos a tal destino son embargables y por ende realizables (95), lo
que además se podría considerar a la luz del art. 132.3 CE que remite a la ley
ordinaria para su defensa, conservación y administración.
Respecto a las modalidades ejecutivas, nada se opone a que el Juez ejecutor pueda
exigir un hacer de la Administración y, en su defecto, y si fuere posible su realización
sustitutoria. En todo caso, producida la novación, puede dirigirse directamente contra
el numerario de la Administración de que se trate, según se ha indicado más arriba
acogiendo así lo defendido por autores como GARCIA DE ENTERRIA.
A fin de poder cumplir su tarea ejecutiva, el Juez puede y debe acudir a cualquier
medio adecuado que estime procedente para el cumplimiento de lo mandado,
debiendo:
- Deducción del tanto de culpa por delito de desobediencia (96) para su remisión al
Tribunal competente, de la autoridad administrativa que incumpla o impida la
ejecución del mandato jurisdiccional (arts.109, 110.3 y 4 LJCA, en relación con el
art.369 Código Penal) o no prestare la debida cooperación para la administración de
justicia (art.371 Código Penal). La doctrina se viene manifestando acerca de que es
menester para la aplicación del 369 Código Penal, una negativa abierta, es decir
oposición evidenciada de:
"...una manera clara, ostensible, manifiesta; es decir, se exige por el tipo un acto
directo y explícito de desobediencia, no considerándose típica la conducta
consistente en meros actos de entorpecimiento, de obstaculización, de prolongación
excesiva del procedimiento, de mero incumplimiento, retardo o representación ante el
superior..." (97).
"pues, al someter sus trámites al régimen establecido para todos los asuntos
económico-administrativos, se hizo ineficaz y estéril. Ello determinaría, en
primer lugar, la necesidad de un reflejo legislativo de naturaleza procesal, y
finalmente, la conveniencia de un texto articulado, de orden administrativo, que
viniese a regular in extenso el procedimiento. Con lo que se llega a la LEC
actualmente vigente, y al RD de 23 de marzo de 1886, cuerpo esencial en la
materia hasta la vigente LPA de 1958" (105).
a) Que para su adecuada ponderación no debe ol vidarse que en este órden civil
interviene la Administración desprovista de "imperium", como persona jurídica privada
(SSTS. 26.5.1988; R. 4.340, 21.9.1988; R. 6.847) (124).
Según viene declarando nuestro TC, el art. 24 CE, que consagra el derecho a la
tutela judicial efectiva, comporta en su desarrollo en el núm. 2 de ese precepto, el que
la satisfacción de los derechos e intereses legítimos por los Juzgados y Tribunales,
se otorgue en un plazo razonable. Proclámase así la constitucional exigibilidad de
remover uno de los más conspicuos obstáculos al acceso a la jurisdicción: la excesiva
lentitud de los procesos. Se reitera de este modo lo ya previsto en los arts. 9.3 y 4 y
14.3 c) PIDCP y 6.1 CEDH. Nadie puede negar la verdad del aforismo según el cual
una justicia tardía supone una denegación de justicia.
En la legislación española de los últimos decenios se explicita el objetivo de la
agilización procesal: así en los preámbulos de la L. 34/84, de reforma urgente de la
LEC; en el de la LOPJ de 1985; en el de la LO 7/1988, de los Juzgados de lo Penal y
por la que se modifican diversos preceptos de la LOPJ y de LECrim; en el de la
L.7/89, de bases de procedimiento laboral, y en el de la L.10/92, de medidas urgentes
de reforma procesal. La misma tendencia es detectable en la normativa de Estados
de nuestro entorno y, singularmente, en los diversos estudios e informes comunitarios
sobre ello. No hay que olvidar a este respecto las Recomendaciones núms. R (81)7
de 1981, sobre medidas para facilitar el acceso a los Tribunales; la núm. R (84) de
1984, sobre principios del procedimiento civil destinados a mejorar el funcionamiento
de la Justicia; la núm.R (86)12 de 1986, sobre medidas para impedir y reducir la
excesiva carga de trabajo de los Tribunales; la Resolución del Consejo de junio de
1987, sobre el acceso de los consumidores a la justicia. Significativa importancia
tienen una serie de actividades ya emprendidas en la CEE para facilitar el acceso a la
justicia a través de un más breve enjuiciamiento de las causas. Entre éstas son
destacables:
Creo que habría que completar este pronunciamiento jurisdiccional afirmando que
tampoco sera factible observar la prohibición del "non liquet" si no suministramos
además al Juez el elemento determinante y definidor de su tarea: una ley material y
procesal apta para cumplir de modo adecuado a las exigencias del momento su tarea
jurisdiccional. Cualquiera otra salida es apta para ser calificada de medio, bien para
eludir o debilitar el control jurisdiccional del Estado bien para institucionalizar
jurídicamente una marginalidad social a espaldas de la verdad de la Primera Norma y
en concreto de preceptos como el art. 9.2 de la misma (131).