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Parte I
M e atrevo a escribir sobre este asunto porque son muchas las personas
que me han preguntado al respecto, entre ellas madres y padres de fa-
milia, pero también no pocos maestros y directores de escuela de diferen-
tes niveles educativos. Por supuesto que en asunto tan debatido, tan de-
pendiente de contextos culturales e incluso biogeográficos, no es sencillo
alcanzar un consenso razonable y operativo, que nos sirva para actuar en
consonancia. Recuerdo que, cuando trabajaba en un poblado de 350 habi-
tantes, hace más de 20 años, para los padres de familia un buen maestro de
Jardín de Niños debería lograr que sus alumnos aprendieran a leer y escri-
bir antes de terminar su educación preescolar, lo cual es a todas luces una
barbaridad. Y también me viene a las mente aquél otro señor director de
una facultad universitaria, para quien los buenos docentes terminaban con
el programa de su materia, incluso antes de concluir el período lectivo, lo
cual es otra barbaridad, pues un docente a quien le sobra tiempo no es un
buen maestro. Por todo ello es que en estas notas procuraré dar con las
características más generales de lo que para mí es un buen maestro, inde-
pendientemente del lugar y del nivel educativo.
Un buen maestro o maestra (y de aquí en adelante usaré indistinta-
mente uno u otro género para referirme a ambos) tiene un concepto po-
sitivo de sí mismo y de su trabajo; esto es que cree en sí mismo como
persona y como maestro, que está seguro de que con su quehacer está
promoviendo y fortaleciendo el desarrollo físico, intelectual, afectivo,
social y moral de sus alumnos, que él es un factor fundamental en la
consolidación y perfeccionamiento de sus pupilos como seres humanos,
Parte II
Termino hoy con la lista de cualidades de lo que considero un buen maes-
tro o maestra. Quedamos en que utilizaré ambos términos indistintamen-
te para referirme a ambos géneros.
Los buenos docentes estimulan a sus estudiantes para que lean y estu-
dien de manera independiente, y siempre les dan oportunidad de que se
expresen, de que comenten en la clase sus lecturas. Un buen maestro es
paciente, tiene sentido del humor, pero nunca inhibe a un alumno, nunca
lo ridiculiza ni se mofa de él.
La buena maestra siempre se asegura de que sus alumnos entienden
claramente lo que se espera de ellos. Muchos alumnos yerran o emprenden
tareas equivocadamente porque no entendieron la pauta o el procedimiento
supuestamente explicado, o contestan erróneamente porque la pregunta
estuvo mal formulada por el docente. ¡Con cuántos “reactivos” de opción
múltiple me he encontrado que son absolutamente incontestables! ¡Los
estudios etnográficos realizados en el salón de clase nos muestran que el
tiempo promedio que los docentes dan a sus alumnos para contestar una
pregunta no llega, en promedio, a los tres segundos!
Los mejores docentes saben que la indisciplina se debe al aburrimiento,
por eso son capaces de diseñar y poner en práctica actividades participativas
en las que todos los alumnos se interesan. Organizan los contenidos alre-
dedor de conceptos integradores que tengan una relación estrecha con pro-
blemas de la vida diaria de los alumnos y son capaces de integrar los saberes
cotidianos con los saberes escolares.
Los buenos maestros saben utilizar muchos recursos y estrategias para
el aprendizaje, no se limitan a “dar su clase”. Organizan debates, discusio-
nes, paneles, consultas, intercambios, seminarios; utilizan sistemáticamente
la biblioteca escolar y otras bibliotecas, así como otros recursos de fuera
de la escuela: folletos, revistas, periódicos, fotografías, carteles, videos,
programas de televisión, películas, cintas magnetofónicas, etcétera. El buen
maestro busca estos recursos, no se conforma con esperar a que le sean
proporcionados.
Un buen maestro utiliza una diversidad de procedimientos para la eva-
luación formativa (durante el curso) y sumativa (final) de su propio curso
y de los logros académicos de sus alumnos. Utiliza los resultados de la
evaluación formativa para atender problemas y carencias, así como para
reorientar su propio desempeño. En todo caso, un buen docente sabe que
la evaluación es una actividad más de aprendizaje al servicio de sus alum-
nos y de él mismo. El buen maestro siempre busca formas de evaluar su
propio trabajo.
Un buen docente dialoga con sus colegas, discute sistemáticamente so-
bre los problemas que tiene en su desempeño, pide consejo, asiste a otras
clases para observar el desempeño de otros docentes y los invita para que
observen sus propias clases para recibir la crítica de ellos. Los buenos maestros
siempre participan con sus compañeros en la planificación y el desarrollo
de las actividades institucionales.
Una buena maestra, un buen docente, siempre está evolucionando,
siempre está aprendiendo. Cuando un docente no está ya dispuesto a
aprender, está acabado, como maestro y como persona. El maestro que
comienza, el de poca experiencia, por lo general intenta enseñarles a sus
alumnos lo que sabe; conforme avanza profesionalmente, el maestro di-
seña actividades de aprendizaje gracias a las cuales los alumnos aprenden
por sí mismos lo que el maestro sabe; los maestros que logran mayor
madurez son capaces de diseñar experiencias de aprendizaje en las que
los alumnos profundizan en su propia formación, aprendiendo cosas di-
ferentes a las que el maestro ya sabe; avanzan todavía más cuando son
capaces de lograr que los alumnos mismos colaboren en el diseño de sus