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2
Staff
Moderadora:
CrisCras

Traductoras:
Gaz W. Finley Marie. Ang Julieyrr
Zöe.. aa.tesares becky_abc2
Aleja E Eni Katita
Sofia Belikov Liillyana Vanessa Farrow
CrisCras Chachii ElyCasdel
katyandrea Diss Herzig Adriana Tate
Alexa Colton Cynthia Delaney Blaire Grey
yure8 Majo ♥ Florbarbero 3
Juli Mitzi.Noh

Correctoras:
Alessa Cami Gabbita
Mel M CrisCras Key
Aimetz Lizzy Gabihhbelieber
Pau SammyD CarolHerondale
Paltonika Victoria Ferris Alexa
Meliizza Niki Arianyss
Gaz Tessa Melii
Dannygonzal Karool

Lectura Final:
Juli

Diseño:
francatemartuc
Índice
Sinopsis Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23 4
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Epílogo
Capítulo 12 The Sweetest Game
Capítulo 13 Sobre la autora
Capítulo 14 Agradecimientos
Sinopsis
Jack apareció ante mi puerta anoche después de seis meses sin
comunicación, vistiendo un jersey de los Mets y sosteniendo una docena
de rosas rojas. Me dijo que lo sentía, que me amaba y que se ganaría mi
confianza otra vez. Tomó todo de mí no desmoronarme sólo con verlo.
Quería recibirle otra vez en mi vida, pero necesitaba saber que esta vez
sería para siempre…
En la muy esperada continuación de J. Sterling de su novela betseller
del USA Today, The Perfect Game, Jack y Cassie rápidamente se dan
cuenta de que su nuevo estilo de vida a menudo puede ser cruel e
implacable. Su felicidad es puesta a prueba mientras el pasado no está
nunca realmente muy lejos.
¿Cómo te mantienes firme cuando el mundo está tratando de
destrozarte?
5

The Perfect Game #2


Este libro está dedicado a todos los que se enamoraron de un
adorable idiota que metió la pata llamado Jack y se negaron a dejarlo ir.
Gracias por querer más.

6
1
No es un sueño
Traducido por Gaz W. Finley & Zöe..
Corregido por Alessa Masllentyle

Cassie
Abrí los ojos a la mañana siguiente, medio aterrorizada de que todo 7
hubiera sido un sueño… aunque fuera un dulce sueño romántico
maravillosamente caliente. Mi mirada cayó rápidamente sobre Jack,
tumbado en la cama a mi lado, mirándole mientras dormía. La mera visión
de él hizo que mi corazón latiera doblemente rápido, y resistí el impulso de
despertarlo para una segunda ronda. ¿O una tercera? Todas las
emociones de anoche estaban mezcladas dentro de mí y antes de que
pudiera procesarlas por completo, me di cuenta, de que de hecho, me
sentía feliz. Al parecer, la felicidad me había estado eludiendo desde
hacía meses.
Mi nueva realidad inundó mi cerebro. Jack había aparecido anoche
en mi puerta después de seis meses sin comunicación, vistiendo una
camiseta de los Mets y con una docena de rosas rojas. Me miró a los ojos y
me dijo que lo sentía, que me amaba, y que iba a ganar mi confianza de
nuevo. No podía creer que estuviera allí de pie, y tomó todo de mí para no
desmoronarme con sólo verlo. Le quería de nuevo en mi vida, pero
necesitaba saber que ésta vez sería para siempre.
Y ahora él se encontraba tumbado a mi lado en la cama. Yo tenía
preguntas acerca de por qué le tomó tanto tiempo llegar hasta aquí y por
qué nunca me contactó, pero sinceramente, en ese momento, nada de
eso importaba.
Al menos, eso es lo que traté de decirme a mí misma.
Mis preguntas podían esperar, pero sabía que no por mucho tiempo.
No podía dejar pasar las cosas sin una explicación. Y honestamente, Jack
todavía tenía mucho que explicar.
Poco a poco, me levanté de la cama, tratando de no despertarlo.
Acababa de poner mis pies en el suelo cuando arrojó sus fuertes brazos
alrededor de mi cintura, tirándome de nuevo en la cama.
—¿Y a dónde crees que vas? —Jack respiró contra mi cuello.
—Donde sea que yo quiera, es mi apartamento —lancé con una
carcajada.
—No he dicho que pudieras salir de la cama. —Sonaba tan
decidido, que no podía dejar de reírme.
—No necesito tu permiso —respondí, y él rodó encima de mí antes
de besarme la punta de la nariz.
—No tienes idea de lo mucho que he echado de menos tu actitud
luchadora.
—Bueno, yo no he echado de menos tu peso corporal. Ugh, baja.
—Eso intento. —Su rostro se contrajo en una mueca diabólica
8
mientras deslizaba su mano por la longitud de mi muslo desnudo.
Le di un manotazo a su hombro antes de rodar los ojos. —Eres un
cerdo.
—Sip. Pero soy tu cerdo. —Se inclinó, presionando sus labios contra
los míos. Instintivamente, volví la cabeza, apretando los labios. Jack se
apartó de mí, rodando hacia un lado—. ¿Qué pasa?
Sonreí, tapándome la boca con la mano. —No te puedo besar así
por la mañana. Tengo que lavarme los dientes primero.
Él asintió en acuerdo. —Hueles como un dragón.
Mi mandíbula cayó abierta, pero rápidamente la cerré, haciendo mi
mejor esfuerzo para respirar lo menos posible. —No es cierto. ¡Cállate!
Se echó a reír y me perdí en sus magníficos hoyuelos. Los había
extrañado.
—Estoy bromeando, Kitten. Hueles a rosas.
—Cómo he echado de menos tu actitud molesta está más allá de
mí.
—No, no lo está. Esto es lo que hacemos. Tú eres un dolor el culo, y yo
te tolero.
—Oh. Mi. Dios. —Me levanté de la cama, lanzándole mi mejor
mirada asesina antes de escabullirme por la puerta.
—¡Te estoy tomando el pelo! Eres un maldito ángel por aguantar mi
mierda.
—¡Así es, lo soy, y no lo olvides! —grité desde el pasillo.
Me lavé los dientes en mi pequeño cuarto de baño de una sola
persona antes de regresar a la habitación. Jack no había movido ni un
músculo. Sus ojos azules se clavaron en los míos, enviando escalofríos de
anticipación a través de mis venas. Era una locura lo mucho que amaba y
odiaba el efecto que tenía en mí. Odiaba la forma en que él sabía lo que
me hacía. Pero me encantaba la forma en que me hacía sentir.
Probablemente debería buscar ayuda psiquiátrica.
Conteniendo un suspiro, me senté en el borde de la cama antes de
tumbarme de lado y volverme hacia él.
—¿Qué te pasa, Kitten? —Frunció el ceño. Dos líneas se formaron
entre sus cejas.
—Nada —mentí. 9
—Te conozco mejor que eso, Cass. ¿Qué es?
—Sólo quería preguntarte una cosa.
—Cualquier cosa —dijo, en un tono sincero.
Dudé, sin saber si quería abordar este tema ya. Acababa de llegar
aquí. Lo acababa de recuperar. Pero mi mente era implacable. No se
detendría con la constante demanda de respuestas, y sabía que nunca
estaría completamente satisfecha hasta que las tuviera. —¿Qué pasó
después de que salí de California para venir a Nueva York?
—¿Qué quieres decir?
—Vamos, Jack. Te tomó seis meses llegar hasta aquí. ¡Seis meses! —
Mi tono sonó más severo de lo que pensé, y le observé mientras alejaba su
mirada de la mía. Exhaló lentamente y se pasó las manos por el pelo
oscuro—. Lo siento, Jack. Tengo que hablar de esto, o voy a enterrarlo
dentro de mí y al final explotaré.
Me miró con una sonrisa pequeña y triste en su rostro. —No, tienes
razón. Mereces respuestas.
—¿Tenemos tiempo? Quiero decir, ¿tienes que ir al campo hoy? —
Después de todo, él era un jugador de béisbol profesional, y la temporada
se hallaba en pleno apogeo.
—El equipo está en camino. Me trajeron aquí para instalarme en
lugar de que yo volara allí. Tengo que informar mañana por la mañana a
las diez.
—Vale. ¿Entonces podemos hablar de esto ahora? —Mi pulso se
aceleró mientras los nervios llenaban mi cuerpo. Jack se encontraba aquí,
conmigo, en mi cama. Él me amaba, y nunca dejó de hacerlo. Entonces,
¿por qué estaba tan nerviosa?—. ¿Qué pasó después de que me fui a
Nueva York?
—¿Quieres todos los detalles de los últimos seis meses? Terminarías
durmiéndote de nuevo de aburrimiento.
Rodé los ojos, y él frunció el ceño. —Sólo dime las partes buenas.
—Si esto fuera una historia llena de partes buenas, Kitten, habría
estado aquí hace mucho tiempo —bromeó, extendiendo la mano para
acariciarme la mejilla con el pulgar.
Me apoyé en su mano y cerré los ojos, perdida en la comodidad de
su toque. —Me refería a las partes que te hicieron tomarte tanto tiempo.
Dame la versión CliffsNotes1 —pedí en voz baja, sin saber qué palabras
seguirían. 10
Jack me acurrucó contra él, y empezó a contarme la historia.

***

Y solo así, ella se había ido. Pero no antes de decir las dos malditas
palabras que plagaron mis pesadillas. Esta chica siempre me había pedido
que “lo demostrara”, que demostrara mi amor y devoción por ella. Me lo
merecía después de todo lo que le hice pasar. Ella no confiaba en mí.
Yo tampoco confiaría en mí.
Es irónico, ¿no? Que yo fuera el dejado de pie solo en un
estacionamiento en ese momento. Juro que si mi corazón pudiera haber
saltado de mi pecho a mi mano, lo habría hecho. Me lo imaginé por un
momento… la sangre goteaba a través de mis dedos, salpicando el
cemento debajo, mientras lo veía lentamente dar sus últimos latidos antes
de detenerse por completo.
Mierda.
Mi vida no tiene sentido sin esta chica. Y ahora se ha ido.

1 CliffsNotes: marca de guías de estudio americanas.


Una vez más.
¿Cómo es que siempre la estoy perdiendo?
Me desabotoné mi camiseta del juego y la dejé caer en la parte
superior de los pantalones para salir de mi uniforme. Miré detrás de mí
hacia la puerta de su apartamento y poco a poco empecé a hacer mi
camino, mis botines resonaban con fuerza en el suelo con cada paso. No
estaba preparado para volver al hotel con mi equipo. En ese momento no.
Estarían celebrando la noche de la victoria, y yo necesitaba llorar la
pérdida de la noche.
La visión de Cassie desapareciendo de la vista en ese taxi se
reproducía una y otra vez en mi mente. Cerré los ojos, deseando que la
odiosa imagen desapareciera. El sonido de una risa femenina, y la familiar
voz de mi hermano, me despertó de mi aturdimiento lleno de Cassie.
—Oh, mierda. ¿Jack? —La simpatía de Melissa se escuchó fuerte y
claro, tanto en sus ojos como en su voz.
Miré a la mejor amiga de Cassie de pie en las escaleras con mi
hermanito. Dean era sólo un par de años más joven que yo, pero siempre
sería joven para mí, aunque casi fuera de mi altura. Mis ojos estaban 11
cargados de sueño, mi cabeza palpitaba y yo simplemente asentí.
—Vamos, hermano, vamos a llevarte adentro. —Dean pasó un brazo
alrededor de mi espalda y me empujó por la escalera de cemento
mientras Melissa abría la puerta de su apartamento y entraba.
—¿La has visto? —preguntó, lanzando toda su basura en la cima de
la mesa de la cocina.
—La vi —respondí con frialdad, dejando la gorra ante el desastre
mientras me dejaba caer en una silla en la mesa.
—Bueno, ¿qué demonios ha pasado? ¿qué dijo? —preguntó,
gesticulando.
—Se fue. —Me encogí de hombros—. Tiene que trasladarse a Nueva
York.
—Bueno, por supuesto que tiene que trasladarse a Nueva York —dijo,
su voz volviéndose fría.
Dean puso una mano en mi hombro, antes de explicar—: Melissa sólo
quiere decir que Cassie tiene que empezar a vivir su vida por sí misma.
Tiene que tomar decisiones que no tengan nada que ver contigo.
Las palabras dolían muchísimo. Levanté la cabeza, mirando a mi
hermano pequeño. —Ya lo sé. ¿Crees que no lo sé?
—¿Sí? ¿De verdad, o crees que sólo saltaría en tus brazos y vivirían
felices para siempre? —replicó Dean, su voz llena de acusación.
Un resoplido rápido salió de mis labios, y sonreí tímidamente. —Pensé
que podría haber algún salto —admití, encogiendo un hombro.
La generalmente dulce boca de Melissa se torció en una mueca. —
Eso es mentira, Jack. ¿Esperabas que renunciara a su carrera porque se lo
pidieras?
—No le pedí renunciar a su carrera. Me imaginé que al menos
hablaría conmigo. Que pospondría su vuelo. Que me daría una puta
oportunidad.
—¿Como le diste una oportunidad antes de casarte?
—Melissa —castigó Dean suavemente, tocándole el brazo de una
manera que de algún modo se las arregló para borrar la ira de su rostro.
Mi pecho se tensó y mi mandíbula se apretó mientras las palabras de
Melissa me traspasaban como los puñales que eran. —¿Crees que no me
mató dejar a Cassie esa noche? Todo lo que quería hacer era quedarme
con ella, suplicar su perdón y… 12
—¡Pero no lo hiciste! No te quedaste con ella. ¡La dejaste sola
llorando en un estacionamiento mientras te ibas con esa perra! —gritó
mientras lanzaba hasta la última gota de la frustración que había
construido en nombre de Cassie, y su recriminación perforó mi cráneo y mi
corazón.
—¡Sé lo que hice! —grité, mi cuello palpitando—. ¿Crees que no sé lo
que hice, joder? Tengo que vivir con ello cada segundo de cada día. La
cagué, ¿vale? ¡Todos sabemos que la cagué! —Estampé mis manos contra
la mesa y vi como unas monedas se sacudían y rodaban sobre la
alfombra, trayendo los recuerdos de mi primera cita con Cassie. Mi mente
se llenó con la imagen de ella sentada frente a mí en esa pequeña
cabina, en la parte trasera del restaurante. Me acordé de sacar la bolsa
de papel de mi chaqueta y verter los centavos sobre la mesa, orgulloso de
mi astucia, mientras varios rodaban sobre el suelo de baldosas. Todos los
recuerdos que me traían alegría, ahora llenaban mi corazón de dolor.
—No es suficiente sólo saber lo que hiciste si quieres hacer las cosas
bien. Tienes que saber lo que le hizo a ella —dijo Melissa, comenzando a
ablandar su voz.
La miré, deseando que mi temperamento se calmara. —Dime.
—Todo el mundo sabía lo que habías hecho para cuando Cassie
volvió de Alabama. Estaba en todos los periódicos que se iban a casar. Y
en Facebook. ¿Sabías que en la estúpida revista de la escuela en la que
trabajaba, tuvieron las pelotas para llamarle y pedirle fotos de ti? Dijeron
que sólo tenían las antiguas y querían saber si tenía más nuevas.
—¿Es una broma? —escupí con disgusto.
—Ya me gustaría.
Mis manos se apretaron en puños. —Voy a matarles, por la poca
falta de consideración…
Ella me señaló con un dedo acusador, parándome mientras
despotricaba. —No eran sólo los periódicos, Facebook, y la revista. Estaba
en todas partes a donde iba. En la escuela era lo peor. Cassie ni siquiera
podía caminar por el campus sin que la gente cuchicheara e hiciera
comentarios sarcásticos. Tenía los momentos más personales y dolorosos de
su vida en la pantalla para que todos los vieran o los juzgaran. Y créeme,
todo el mundo tenía una opinión acerca de su ruptura.
Me encogí. Sólo escuchar esto era bastante doloroso, no podía
imaginar a mi chica viviendo con ello. —No tenía ni idea de que pasaba
eso, o habría hecho algo para detenerlo. Me aseguraré de que nadie diga
una palabra más de ella de nuevo.
13
—No te estoy diciendo esto para que te sientas mal, Jack. Te lo digo
para que entiendas las repercusiones que tus acciones tuvieron sobre ella.
Tú cometiste el error, pero ella tuvo que pagar por ello.
Bajé la cabeza en mis manos y tiré de mi pelo por la frustración,
retorciendo los mechones con los dedos mientras luchaba contra las
lágrimas que se acumulaban en mis ojos.
—Tú la rompiste, Jack. —Melissa agregó el golpe final cuando mi
estómago cayó a mis pies. Lastimé a Cassie de una manera que nunca
había imaginado. Maneras que nunca había querido. Maneras por las que
nunca sería capaz de perdonarme.
—Yo también me rompí —admití, secándome la lágrima solitaria que
se atrevió a bajar a hurtadillas por mi cara.
—Jack, mira. —Melissa se sentó frente a mí y cruzó los brazos sobre la
mesa—. Te quiero, de verdad. Pero tienes que dejar que se vaya a hacer
esto.
Mi pecho se contrajo con la verdad de sus palabras. Tragué saliva. —
Quiero que vuelva. La necesito. O es Cassie para mí o no es nadie.
—No me tienes que convencer a mí. —Extendió la mano, pasando
los dedos sobre mis nudillos antes de que me apartara.
Arranqué mi mirada de sus ojos azules brillantes y miré a mi hermano.
—Lo sé.
—Todavía te ama —dijo Dean, antes de tomar un trago de su botella
de agua. Mis ojos se estrecharon y él reaccionó con—: ¿Qué, no crees
eso? Lo hace.
—No se trata de si Cassie te ama o no —dijo Melissa.
—Es un poco sobre eso, o no estaríamos teniendo esta conversación
—dijo Dean con una sonrisa.
—¿Has estado prestando atención? —bromeó ella y su pelo rebotó
en sus hombros mientras negaba con la cabeza.
—Dean tiene razón —dije—. Quiero decir, no tendría la oportunidad
de luchar si no me amara.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —La expresión de Melissa me desafió.
—En primer lugar, voy a anular el matrimonio. Entonces me voy a
subir a un avión con destino a Nueva York y recuperaré a mi chica —dije
con una determinación renovada.
—¿Cómo? —preguntó.
Me pasé la mano por el pelo y dejé escapar un resoplido. —Todavía
no lo sé.
14
La incertidumbre persistía en el aire, torpe en su silencio. La presión
me atormentaba, insistiendo en que ésta vez hiciera las cosas bien. Si iba
detrás de ésta chica y le rogaba otra oportunidad, sería mejor que me
asegurara de que contaba. Porque si metía la pata con esto, estaríamos
terminado para siempre. Sabía al menos eso.
—¿Puedo ir al baño? —pregunté antes de pararme, necesitando
una excusa para ir a la habitación de Cassie, anhelando estar rodeado de
las partes de ella que dejó.
—Por supuesto.
—¿Puedo utilizar el suyo? —No sé por qué preguntaba si podía usar
el baño de Cassie. ¿Qué demonios iba a decirme Melissa? ¿No? Como si le
fuera a escuchar, incluso si normalmente lo hiciera.
—Uh, sí —dijo, con un giro de ojos que sabía que me iba a molestar.
Entré en la habitación de Cassie y examiné los muros, mientras mis
entrañas dolían por el vacío. Desaparecieron todas sus fotos; no quedaba
mucho en sus muebles. Pero entonces mis ojos lo alcanzaron a ver, y mi
corazón latió a un ritmo desigual. Me acerqué a su cama, y me senté en el
borde antes de llegar a su mesita de noche. El tarro de albañil lleno de los
centavos se hallaba allí burlándose de mí, casi lleno hasta el tope. El mismo
que le había dado, los centavos destinados a “pagar” por cada vez que la
tocara. Recordé agarrarle el brazo la primera vez que la vi en la fiesta de la
fraternidad esa noche. Se separó de mi agarre y prácticamente gritó—:
Cuesta cincuenta centavos cada vez que me tocas. No lo hagas de
nuevo. —Quería esa descarada boquita de nuevo en mi vida.
Mis ojos volvieron al tarro, la nota escrita a mano que decía
“Centavos de Kitten” seguía pegada. No lo llevó con ella. ¿Por qué coño
no lo había llevado? Esta era una mala señal. Se mudó al otro lado del
maldito país y dejó un pedazo de nosotros aquí. Una pieza muy importante.
El frasco en mis manos se burlaba de mí en toda su plenitud mientras
mi corazón quedaba vacío. Giré el cristal con los dedos, pasando mi
pulgar por su superficie lisa. Pensé en romperlo contra la pared y verlo
estallar en mil pedazos, reflejando mis emociones fracturadas, pero sabía
que me arrepentiría al instante.
La montaña rusa de mi relación con Cassie tenía que parar. No es
que quisiera bajar del paseo. Simplemente quería que fuera menos como
un traqueteo induciendo dolor de cabeza, como las montañas rusas de
madera desvencijadas del pasado, y más como las suavemente fluidas
montañas rusas de acero de hoy en día.
Volví a poner el frasco en su lugar y salí de su habitación, dejando lo 15
que quedaba de mi corazón en algún lugar en medio de la mesa de
noche y el suelo de la habitación.
—¿Cómo es que algunas de sus cosas siguen aquí? —Miré los ojos
azules de Melissa mientras volvía a entrar en la sala de estar.
—Creímos que sería más fácil dejarlas ahí por ahora. No sabemos
cuánto se va a quedar allí y no me voy a mudar pronto. Además, es fácil
encontrar un apartamento completamente amueblado en Nueva York.
—¿Qué quieres decir con que no sabes cuánto tiempo se va a
quedar allí? —pregunté, ávido por cada pieza de información que pudiera
recolectar sobre los planes futuros de Cassie.
—Tal vez odie vivir allí. O tal vez no funcione el trabajo. Simplemente
no lo sabe con certeza, ¿sabes?
Asentí, apartando la mirada mientras mi mente reproducía recuerdos
de estar en este apartamento con ella. Una rápida visión de ella en ese
vestido blanco antes de que la trajera a conocer a mi familia por primera
vez destelló en mi cabeza e hice una mueca, apretando mis ojos contra el
fuerte dolor que siguió.
—¿Estás bien? —La voz de Melissa me forzó a volver a abrir los ojos.
Tragando duramente, dije—: Sólo estoy peleando con los fantasmas.
Necesitaba irme.
Necesitaba salir de ese apartamento donde permanecían el aroma
de Cassie y mis recuerdos de ella. Dolía estar allí sin ella, y de repente me di
cuenta de lo que debió haber sido para ella cuando yo me fui y vivía con
alguien más. Cuán doloroso debe haber sido vivir sabiendo todo lo que yo
nos había hecho. Cuánto debió haber sufrido por mis acciones. Era
inocente en todo esto, así que, ¿por qué había pagado el precio más
alto?
—Debo regresar a mi hotel antes de que enloquezcan y crean que
me fui sin permiso o algo. —Me dirigí a la puerta principal, mientras mi
cabeza palpitaba con cada abollado latido de mi corazón.
—¿Necesitas que te lleve? —preguntó Dean, juntando las cejas.
—A menos que quieras que lleve tu coche de nuevo al hotel. Pero,
tendrás que recogerlo a primera hora de la mañana para que no lo
remolquen. —Señalé, recordándole gentilmente que el equipo tenía
planeado regresar a Arizona en la mañana.
Dean miró a Melissa antes de sonreír. —Nop. Te llevaré.
—¿Jack? No te olvides que yo también estoy aquí. Puedes llamarme
cuando quieras, y te ayudaré si puedo —dijo Melissa con una sonrisa 16
simpática.
—Voy a tomar tu palabra. —Le devolví una sonrisa forzada.
—Bien. Porque aunque eres un imbécil cara de tonto, eres su imbécil
cara de tonto y los dos se pertenecen —susurró, antes de envolver los
brazos alrededor de mi cintura y apretarme con más fuerza de la que creí
que podía proporcionar su pequeño cuerpo.
—Estás matándome, Funsize. —Me ahogué, y ella se rió.
Dean puso un brazo alrededor de sus hombros y apretó mientras
descendía su mirada hacia ella. —Te veré más tarde, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dijo, y no me perdí la mirada en sus ojos. O en los de
él.
Tomé mis llaves de la mesa, volví a ponerme mi gorra de
Deamondbacks en la cabeza, y me giré hacia la puerta.
Caminamos en silencio hacia el Mustang color gris plomo que
compré para Dean, los vidrios polarizados se veían casi negros en la
oscuridad. Se había quejado al principio, insistiendo en que no lo
necesitaba, pero sabía que era su auto soñado y quería hacer algo bueno
por él cuando recibí mi bono por firmar. Le lancé las llaves y esperé en la
puerta del pasajero. Presionó el control, dos “bips” llenaron el aire
nocturno, y los dos nos deslizamos en los congelados asientos de cuero.
El motor se encendió mientras miraba por la ventana, y en mi mente
pasaban al menos una docena de pensamientos, todos compitiendo por
mi atención. Sacudí la cabeza y me enfoqué en mi hermano. —Así que,
¿qué pasa contigo y Meli? —pregunté, ansioso por una distracción.
Sonrió mientras sacaba el auto del estacionamiento, pero no iba a
mirarme a los ojos. —Nada. ¿Por qué?
—No me mientas. —Lo golpeé juguetonamente en el brazo,
haciendo que diera un tirón al volante y el coche se desviara con una
sacudida.
—¡Oye, no hagas eso! —Me miró rápidamente antes de volver su
atención a la carretera.
—Dime, ¿qué pasa con ustedes dos? Vi la forma en que te miraba.
—¿Qué forma? ¿Cómo me miraba? —Dean se enderezó en el
asiento del conductor. Claramente tenía su atención.
—Estás bromeando, ¿verdad?, ¿no ves la forma en que te mira? Con
sus ojos todos calientes como si quisiera comerte. ¿Eres tan despistado?
Dean bufó. —No me quiere. 17
—¿Cómo es que siquiera estamos relacionados? Amigo, te quiere.
Créeme. Conozco a las mujeres.
El ronroneo del motor mientras aceleraba en la autopista era el único
sonido en el auto. Dean se enfocó intensamente en la carretera, antes de
mirarme y soltar un largo suspiro.
—Una vez traté de besarla. Pensé que había leído todas las señales
correctas. Pero me detuvo —admitió con voz abatida.
—¿Le preguntaste por qué?
—No. Sólo me disculpé.
Me reí. Sólo mi hermano se disculparía por tratar de besar a la chica
con la que había pasado cada momento libre. —Jesús, Dean. Apostaría
mil dólares a que te quiere.
—¿Entonces por qué no me dejó besarla? —Me miró de nuevo.
—Esa es una buena pregunta. Deberías preguntarle a ella —dije—. Es
tiempo de que crezcas en pareja, hermanito. ¿Cómo vas a sentirte si
empieza a salir con alguien más?
Miré cómo sus nudillos se ponían blancos mientras apretaba su
agarre en el volante. —No voy a estar feliz.
—Exactamente.
Dean aparcó en el estacionamiento del hotel y salí del auto, rezando
por que mis compañeros estuvieran en sus habitaciones en vez del bar del
hotel. Caminé hacia el lado del conductor y extendí la mano hacia mi
hermano, antes de que la agarrara y me acercara para un abrazo extraño
a través de la ventana. Me aparté y nos dimos unas palmadas en los
hombros antes de compartir una larga mirada. Rompí el contacto visual y
me giré para irme.
—Todo se resolverá. La recuperarás —predijo Dean con confianza
ingenua.
Respiré profundo antes de decir—: Mejor que sea así, o no sé qué
haré.
—Te ayudaré. —Dean me sonrió, con una sonrisa que lucía
inquietantemente igual a la mía.
Asentí y admití—: Lo necesitaré. —Dándole una última palmada,
dije—: Te llamaré luego.
—De acuerdo. Ten cuidado.
Miré mientras se iba, sacando la mano por la ventana para hacer un 18
gesto de despedida. Levante el brazo, saludándolo antes de que estuviera
fuera de vista.
Con un suspiro profundo, me dirigí hacia adentro. Todas las
esperanzas de una entrada tranquila se desvanecieron cuando el sonido
de mi apellido se filtró a través del bar del hotel hasta el vestíbulo.
—¡Carter! ¡Carterrrrr, ven aquí!
Miré hacia mi derecha, viendo a algunos de mis compañeros de
equipo poniéndose cómodos con un grupo de mujeres bien parecidas.
Sacudí la cabeza antes de seguir caminando, sin intentar esconder la
desaprobación en mi rostro.
—¿A dónde te escapaste esta noche, niño? —preguntó mi
compañero Costas, asomando la cabeza alrededor de la mujer con poca
ropa que se encontraba sentada en su regazo. Pensé en su esposa,
quedándose en casa con sus hijos mientras él viajaba con el equipo y
forcé mi opinión a una sumisión silenciosa.
—Tenía algunos asuntos de los que ocuparme.
—Toma un trago con nosotros —dijo e hizo un gesto hacia la mesera
rubia. Terminó de secar el vaso en sus manos antes de dejarlo y dirigirse
hacia nosotros.
—Esta noche no. —Sacudí la cabeza.
—Más tragos para nosotros, entonces. —Costas hizo un guiño y mi
estómago se revolvió. Quería perder mi mierda con él, sólo agarrarlo de su
presumida cara y preguntarle si se daba cuenta de lo qué hacía, de lo qué
arriesgaba. Cómo una sola chica… una noche sin significado… podrían
hacer que su mundo se derrumbara. Pero no podía enfadarme con Costas
por mis errores, mi pérdida.
—Te veo en la mañana. —Me alejé del bar y sus comentarios flotaron
detrás de mí.
—Pobre novato, ¿viste su cara?
—Bienvenido a las grandes ligas, chico… mujeres en cada estado.
Sin ofender, cariño.
Idiotas.
Habían malinterpretado el disgusto en mi rostro con conmoción. Tal
vez si alguna vez estuvieran forzados a perder a la persona que significaba
todo para ellos, entenderían lo qué decía mi cara en realidad.
Me dirigí hacia mi habitación y colapsé sobre la cama. Con mi
celular en mano, observé la pantalla por lo que parecieron horas, 19
resistiendo el impulso de marcar el número de Cassie, o enviarle un
mensaje. Me di cuenta que no iba a ser fácil estar alejado de ella cuando
todo en mi cuerpo la quería de regreso.
De repente, me levanté de la cama y me dirigí hacia el escritorio en
mi habitación. Usando la papelería y el bolígrafo de cortesía del hotel, hice
algo que no recordaba haber hecho nunca en mi vida.
Le escribí una carta.
Kitten:
Me di cuenta de que la única forma en la que seré capaz de dejar
de llamarte, enviarte un mensaje, o un correo, o una paloma mensajera a
tu jodida ventana, es escribiéndote. Lo que honestamente, me hace
sentirme como un marica. Pero si no lo hago, temo que lo arruinaré todo
antes de siquiera tener la oportunidad de solucionarlo.
Probablemente te estés preguntando qué sucedió ésta noche. Sé
que no esperabas verme, y ni siquiera sé cómo te sientes sobre todo esto,
pero espero que sea de la misma forma en que me siento yo. Nunca dejé
de amarte. Sé que tal vez tengo una manera graciosa de demostrártelo,
pero te recompensaré. Ya verás.
Me muero por tomar el próximo vuelo a Nueva York y recuperarte.
Pero no puedo hacer eso antes de estar libre y limpio de todas mis
ataduras pasadas. Sólo estoy tratando de hacer lo correcto contigo. Me
doy cuenta de que mi idea de lo correcto no es siempre la de los demás,
pero espero que en este caso estés de acuerdo conmigo.
Así que… espero que entiendas que no vendré y te pediré perdón
mientras siga legalmente casado con alguien más.
Probablemente pienses que eso es estúpido, ¿verdad?
Siempre te amaré.
Jack.

***

Terminó de contarme sobre la noche en que me fui, y parpadeé las


lágrimas que se formaban en mis ojos. —¿Me escribiste una carta?
—Te escribí un montón de cartas.
Aturdida, murmuré—: Algún día me gustaría verlas.
A través de mi conmoción, me sentía dolorida literalmente por 20
cambiar de tema. Sabía que yo había pedido esto, pero dolía. Hablar de
nuestro pasado no debería importar para nuestro futuro. Pero el que
hablaba era mi tonto corazón. Mi corazón… mi pequeño y estúpido
corazón que quiere permanecer en una caja envuelto en algodón detrás
de una pared hecha de ladrillos de piedra y concreto, donde nadie jamás
pueda lastimarlo. Mi mente se hallaba en una batalla con esa cosa
palpitante. Creía completamente que si mi corazón y mi cabeza pudieran
desatar una batalla en mi interior, lo harían. Y eventualmente, moriría por
eso.
No, Cassie.
Necesitas escuchar esto.
La única manera de avanzar sin arrepentimientos era aceptar lo que
había pasado. No podía cambiar nuestro pasado, pero sí podía cambiar
nuestro futuro. Y para que pudiera perdonarlo de verdad y aprender a
confiar en él de nuevo, necesitaba escuchar lo que le tomó tanto tiempo.
A decir verdad, deseaba comenzar con mi propia sanación interior.
—¿Y entonces, qué? —Mi actitud se puso seria junto con mi tono.
—A que te refieres con… ¿y entonces, qué? —preguntó, y su
expresión mostraba que estaba perplejo por mi pregunta.
—Esa fue la noche que me fui. ¿Entonces qué sucedió? Tenemos seis
meses de CliffsNotes para llegar hasta aquí, Carter.
—Creí que me iban a echar del equipo al día siguiente —admitió.
Me enderecé inmediatamente. —Cierra la boca. ¿Qué sucedió?

***

Cansado y con los ojos lagañosos, tiré la correa de mi bolso sobre mi


hombro y presioné el botón de “bajar” en el ascensor. Jugueteé con mi
corbata, enderezando mi chaqueta mientras las puertas se abrían, y salía
del compartimiento vacío.
El vestíbulo rápidamente se llenó de charla mientras llegaba el resto
de mi equipo, arrastrando bolsas de lona, y algunos incluso con sus hijos
detrás de ellos.
Registré mi salida del hotel, me puse mi gorra y caminé hacia el
autobús rentado.
—Carter, ven aquí. —La voz del entrenador me sorprendió y dejé
caer mi bolso a mi lado.
21
Caminé hacia él, y arrojó su brazo alrededor de mi hombro. —Vamos
a caminar —dijo.
Mierda. ¿Ya está por enviarme de regreso a las ligas inferiores?
El entrenador se inclinó hacia delante y trabó su mirada con la mía.
—Eres un buen chico, Carter. Me agradas. Pero no vuelvas a retirarte de mi
casa club antes de que te diga que puedes irte. ¿Me entiendes? —Su voz
era amable, pero había un acero debajo de ella que él quería que
escuchara.
—Sí, señor. Lo lamento mucho.
—No te disculpes, chico. Sólo no dejes que suceda de nuevo o
enviaré tu trasero de regreso a las inferiores tan rápido que tu cabeza va a
dar vueltas —amenazó, asegurándose de que entendiera mi posición en el
equipo. Mensaje recibido, alto y claro.
—Sí, entrenador —respondí respetuosamente, agradecido de que
nadie estuviera lo suficientemente cerca como para escuchar nuestra
conversación.
—Métete en el autobús. —Palmeó mi hombro con un ligero empujón.

***
—Yo hubiera llorado —dije con una mueca.
—No, no lo hubieras hecho. Pero me llevé un susto de muerte —
admitió con una risa incómoda.
—Apuesto a que sí. De acuerdo, así que volaste de regreso a Arizona
por el juego. Ambos sabemos cómo fue eso. —Me detuve, refiriéndome al
juego que terminó con su postemporada del año—. ¿Entonces, qué
hiciste?
—Creo que estás disfrutando demasiado de esto. —Quitó la
almohada de debajo de mí, y mi cabeza se estrelló contra el colchón.
—¡Oye! —grité, estirándome para agarrar la almohada que sostenía
fuera de mi alcance—. Jack, en serio. Necesito saber.
Arrojó mi almohada al otro lado de la habitación y golpeó la suya
invitadoramente. Forzándome a compartir su almohada, presionó su frente
contra la mía.
—¿Quieres escuchar cómo comencé a acecharte tan pronto como
regresé de Arizona?
—Uh, absolutamente —prácticamente chillé, y se rió. 22
—Te diré en el desayuno. Estoy famélico. —Me guiñó y me plantó un
beso en la frente antes de saltar fuera de la cama. Entonces estiró los
brazos hacia arriba y sus músculos se flexionaron e hincharon. Mi mirada se
trabó en sus definidos y bronceados abdominales—. ¿Te gusta lo que ves?
—Eh, he visto mejores —dije de forma juguetona, negándome a
alimentar la bestia que es el ego de Jack Carter.
—Lo dudo mucho. —Pasó una mano por la longitud de su estómago
bien cincelado—. Estos son productos certificados de Grado A. Tienes
suerte de que no cobre admisión.
—¿A qué? ¿A la demostración de armas? —Apunté a sus brazos,
curvando mis labios con diversión.
—¡Exactamente! La demostración de armas —bromeó antes de
saltar en la cama, fijándome debajo de él. Me sostuvo fuertemente
mientras me retorcía, tratando de librarme de su agarre—. ¿A dónde crees
que vas?
—Pensé que íbamos a comer —dije con actitud, ladeando mi
cabeza hacia un costado.
Soltó el aliento bruscamente, levantándose de la cama. —Vamos,
entonces. Tú eres la que no puede parar de mirarme como si fuera un
pedazo de carne.
—¡Te llamaste Grado A! ¡Eso es un rango de carne! —grité, con mi
voz animada mientras tomaba una almohada y se la arrojaba.
La tomó en el aire sin esfuerzo. —¿Terminaste de jugar? Creí que
querías escuchar el resto de la historia. —Sonrió antes de salir de la
habitación, dejándome sola con mis pensamientos.

23
2
Acosador
Traducido por Aleja E & Sofía Belikov
Corregido por Mel Markham

Jack
Cuando por fin entró a la cocina, usando nada más que mi 24
camiseta, casi llevé su culo de nuevo al dormitorio. Haciendo caso omiso a
las punzadas en mis pantalones cortos, miré en la nevera casi vacía. —No
tienes comida —me quejé, cerrando la puerta.
—Casi siempre como fuera. —Se encogió de hombros—. Pero tengo
cereal. Y pan.
Puso cuatro rebanadas de pan en la tostadora, y tomé su mano
para llevarla a la mesa de la cocina y jalar una silla para ella. Puse un
cuenco vacío y una cuchara frente a ella, seguido de la leche y una caja
de cereal. Entonces me senté a su lado, llenando mi plato hasta el tope
con la mierda crujiente.
—Puedo escuchar sobre el acoso ahora —declaró mientras se servía
la leche en su tazón.
—En primer lugar, Kitten tienes que entender que me hice un
compromiso. Tenía que ponerte en el fondo de mi mente hasta que
termine la temporada. Sabía que si perdía el béisbol y a ti, no tendría nada
en mi vida. Nunca sería capaz de sobrevivir con tantas pérdidas.
Estaba seguro de que ella lo entendía, conociéndome tan bien
como lo hacía, pero esto tenía que ser dicho. La sola idea de no tener el
béisbol o mi Kitten me destripó en el interior y me dejaba vacío.
—Lo entiendo. —Sus ojos se suavizaron con entendimiento antes de
acercarse diabólicamente—. Ahora ve al acecho.
Metí lentamente una gran cucharada de cereal en mi boca antes
de decir alguna palabra más. Mi ritmo de la narración la torturaba y lo
sabía. Me gustaba tener la ventaja en una situación en la que en realidad
no tenía ventaja en absoluto. Tuve la suerte de que anoche no me cerrara
la puerta en la cara. Normalmente ella no era alguien que diera segundas
oportunidades, esta chica rompió todas sus reglas por mí. Yo le daría todo
lo que quisiera. Y respondería cada pregunta dos veces también si era
necesario.
—Te estás estancando —dijo y se levantó de la silla para tomar una
tostada.

***

El compromiso a mí mismo terminó en el momento en que perdimos


el último partido en casa y nuestra postemporada terminó. Tenía dos
semanas para empacar lo de mi apartamento temporal en Arizona y
mudarme. No tenía muchas cosas allí ya que la mayoría todavía se
encontraban abandonadas en la casa de Alabama. La casa que había 25
compartido con la perra de Chrystle. Sabía que tendría que volver allí
para empacar todo antes de que mi vida pueda avanzar de nuevo,
pero lo temía con sólo pensarlo. Si pudiera evitarlo, nunca volvería a poner
un pie en ese maldito estado. Gracias a Dios, Alabama no tiene un equipo
de Grandes Ligas en beisbol.
Agarré una botella de agua, me dirigí a la sala y me tumbé en el
sofá. Tomé mi celular, buscando el nombre de mi abogado en mis
contactos. Seleccioné su número, presionando llamar y me relajé en los
cojines, apoyando mi cabeza en la almohada.
—Hola, Jack, ¿qué pasa? —La voz de Marc resonó con fuerza,
atravesando el ruido de fondo.
—¿Tienes un minuto? Necesito hablar contigo.
—Por supuesto. Espera un segundo. —Con el cierre de una puerta,
fueron silenciadas las distracciones anteriores—. Está bien, estoy aquí. ¿Qué
está pasando? ¿Estás bien?
Asentí, olvidando por un momento que él no podía verme a través
del teléfono. —Sí. Sólo quiero hablar contigo acerca de lo que tengo que
hacer para terminar con el matrimonio
—Bueno —respondió Marc rápidamente y luego le oí a escribir—,
obviamente, tus dos opciones son un divorcio o una anulación.
Me di cuenta de mi mandíbula apretada y traté de relajarla. Me
molestó el hecho de que aún tuviera esta conversación. —Una anulación
significa que el matrimonio nunca pasó, ¿verdad?
—Sí, pero sólo se puede solicitarlo, en determinadas circunstancias.
—Continuó escribiendo.
—Chrystle mintió acerca de estar embarazada —le dije, deseando
hacer que este matrimonio de mierda desaparezca por completo.
Odiaba esperar todo este tiempo para hacerle frente a todo, pero no
podía tomar las medidas necesarias durante la temporada de béisbol. Si
tenía que estar en el tribunal para testificar o hacer una declaración, no
estaría disponible mientras estábamos en la eliminación directa. Mi vida
personal fuera del béisbol tuvo que quedar en espera.
—Lo sé. —El rápido golpeteo continuó mientras esperaba—. Está
bien, éste es el trato. Archivaremos la disolución del matrimonio en la
categoría de fraude y la carga de la prueba recae sobre nosotros, si es
necesario. Te presento la primera parte del papeleo mañana por la
mañana. Debe ser pan comido.
Tomé una respiración profunda. —Increíble. Gracias, Marc. 26
—De nada.
—Así que, ¿hay algo más que tengo que hacer? ¿Cuánto tiempo se
tarda?
—No tienes que hacer nada. Voy a averiguar si tienes que hacer una
declaración legal ante un juez o no. Tan pronto como Chrystle lo firme,
sometemos el papeleo, y sólo debería tomar algunas semanas para que
acabe.
—Mierda. ¿En serio? ¿Sólo unas pocas semanas? —Mi boca se abrió
antes de transformarse en una enorme sonrisa.
—Sí. Es sólo un proceso, pero no uno muy largo. Voy a estar en
contacto.
—Está bien. Gracias de nuevo, Marc. Hablamos más tarde. —
Presioné la tecla finalizar antes de lanzar el teléfono sobre la mesa de
centro y llegar a mi ordenador portátil.
Sólo unas pocas semanas. ¡Joder, sí!
Abrí el navegador de Internet y escribí un nombre en el buscador en
línea: Cassie Andrews.
Cuando aparecieron una cantidad ridícula de opciones, reduje mi
búsqueda: Cassie Andrews, fotógrafa.
Su nombre apareció por primera vez con un enlace a su nuevo sitio
en Nueva York. Hice un clic en él y me encontré en una página llena de su
información de contacto. Me apresuré por un lápiz y algo para escribir,
como si al no escribirlo en un papel de inmediato, la información
desaparecería para siempre y nunca la recuperaría. Anoté su número de
trabajo, seguido por su correo del trabajo, por si acaso.
¿Por si acaso qué?
No la puedes llamar hasta que hayas recuperado la compostura.
Hasta que Chrystle esté fuera de tu vida para siempre. No llamadas ni
correos electrónico a Cassie hasta que te deshagas de todo tu equipaje.
Eché un vistazo al reloj de mi reproductor de DVD. Ocho de la
noche. Eso hacía las once en Nueva York.
¿Pensé que ya nos habíamos encargado de esto?
Entré en desesperación ante la idea de oír cómo sonaba ella. De
pronto tenía que escuchar la voz de Cassie. Convencido de que no había
manera que todavía esté en la oficina, marqué su número del trabajo y mi
corazón tronaba en mi pecho con cada timbrazo.
27
—Hablas con el escritorio de Cassie Andrews, fotógrafa juvenil.
Mis abdominales se contrajeron mientras el sonido de su voz corría en
mi oído.
—Lo siento, si me perdí tu llamada, pero por favor déjame un
mensaje detallado y te llamaré tan pronto sea posible. Si es urgente, por
favor marca cero para volver a recepción. Gracias.
Sonó un bip, y rápidamente presioné el botón finalizar en mi celular,
con la respiración entrecortada. Parecía feliz... alegre, incluso. Mi corazón
se apretó con dolor al darme cuenta de que podía estar muy bien sin mí.
Porque deseaba su felicidad, pero con toda honestidad, quería ser parte
de ella. Se había convertido en un elemento permanente en mí. Luché por
recordar lo que se sentía antes de que ella se enterrara dentro de mi alma.
No podía recordar existir sin ella. Cada parte de mí se había atado a ella.
Fue en ese mismo momento que me di cuenta de lo jodidamente
desesperado que me encontraba de que ella sintiera lo mismo por mí, y
honestamente no tenía ni idea si lo seguía sintiendo.

***
—¿Me llamaste al trabajo y colgaste? Me encanta. —Apoyó la
cabeza en mi hombro antes de presionar sus labios suaves contra mi
mejilla.
—Lo hice mucho.
—¿Cuánto es mucho?
—Casi todas las noches —admití, colocando la mano a través del
espacio abierto en la silla y descansando en la parte baja de su espalda.
Tenía la esperanza de que pensara que mis acciones eran lindas en lugar
de espeluznantes.
—¿Llamaste a mi correo de voz del trabajo casi todas las noches,
pero nunca me llamaste a mí?
Mierda.
—No mientras seguía... —Me detuve, sin querer decir la palabra
“casado”. Me estremecí.
—Eres tan terco a veces —me reprendió.
—Lo sé. Pero te juro que mi corazón está en el lugar correcto. —
Como si ya no le hubiera dado a entender lo suficiente, pero anhelaba
28
que ella también entendiera esta parte.
—Tu corazón y yo vamos a tener una charla más tarde. Para estar en
la misma página.
—Lo espero con ansias. —Levanté las cejas, y me dio un manotazo
en el hombro.
—Así que, una vez que tu temporada terminó, ¿te mudaste a casa
con la abuela y el abuelo en California? Creo recordar que Melissa me dijo
que ibas a volver allí.
Empujé mi silla de la mesa, agarré nuestros dos tazones y los puse en
el fregadero. Los iba a lavar después. Y para que conste, yo no lavo platos.
Pero por Cassie, lavaría los platos de toda la ciudad si me lo pedía. —Sí.
Volé de regreso para estar con mis abuelos, justo después que terminó la
temporada. Los extrañaba mucho.
—Apuesto a que también te extrañaron. —Sus ojos verdes brillaron
con sus palabras. Me encantaba ver como hacían a veces cuando se
emocionaban o recordaban el pasado.
—Fue agradable estar en casa, ¿sabes? Y no estar rodeado de
gente a las que no les importa una mierda ni yo ni mi futuro.
Me limpié las manos en un paño de cocina antes de llevarla hacia el
sofá del salón. Jalé su cabeza hacia mi pecho y suspiré mientras envolvía
su brazo alrededor de mí, agarrando mi piel con sus dedos.
—¿Es raro que eche de menos a tus abuelos más que a mis padres?
—Se rió contra mi pecho.
—Nah, tus padres son horribles.
—Lo mismo ocurre con los tuyos —replicó a la defensiva, con el
cuerpo tenso.
—Ni me lo digas
—Bueno, ¿no somos una pareja? —Sus hombros se relajaron y mis
nervios se aliviaron.
—Creo que sí. —Le besé la cima de la cabeza, respirando su
champú. Ella siempre olía tan condenadamente bien.
—¿El abuelo y la abuela enloquecieron con esto?
Mi estómago se tensó ante los recuerdos que inundaron mi mente. —
Estaban muy triste, sobre todo. Creo la abuela lo tomó peor. Le dolía saber
que algo me ocurría y no lo podía arreglar ni mejorarlo.
Cassie asintió en mi pecho. —Pobre abuela.
—Sí. Fue una mierda. Me sentía horrible, joder. Todavía lo hago. —Mi 29
respiración se detuvo.
Arqueó su cuello, tirando hacia atrás la cabeza para mirarme
mientras el aire frío llenaba el espacio ahora vacío en mi pecho. —No te
hagas esto, Jack. Ya se acabó. —Su boca formó una sonrisa, y traté de
devolvérsela, pero fracasé.
—¿Saben qué estás aquí, conmigo? —preguntó con voz temblorosa.
¿Por qué demonios iba Cassie a estar nerviosa cuando se trata de mis
abuelos? Ellos la adoran. Tenía que saber eso.
—Lo saben. Están jodidamente emocionados al respecto.
—¿En serio? ¿No están asustados por todo lo que dejas atrás? —Sus
ojos se clavaron en los míos con intención.
Sonreí. —En realidad no.
Su boca se abrió ligeramente. —¿Qué quieres decir con “en realidad
no”?
—La abuela dijo que sabía que era amor verdadero cuando lo vio.
Estaba convencida de que me perdonarías. Que tal vez no fuera fácil,
pero con el tiempo volverías.
Los labios de Cassie formaron una mueca con la boca cerrada. —La
abuela es inteligente.
Mis dedos pasaban por largos mechones rubios de su cabello
mientras mi mente vagaba por un momento, convencido de que esto era
sólo un sueño. Había deseado estar aquí, sosteniendo a esta chica en mis
brazos, por tanto tiempo que casi no podía creer que estuviera
sucediendo de verdad.
—Sigue con la historia. —Sus palabras atravesaron mis pensamientos.

***

—¡Te he echado de menos! —La abuela me apretó antes de


mirarme de arriba abajo—. Te ves sano, así que eso es bueno. —La sonrisa
se amplió en toda su cara hasta que sus ojos se arrugaron en medias
lunas.
—Yo también te extrañé, abuela. —Me incliné para darle un beso en
la mejilla.
—Te ves más grande —dijo el abuelo con un gesto de aprobación, y
me reí, abrazándolo fuerte. 30
—He estado haciendo ejercicio. Tengo que estar al nivel.
—Siempre has hecho ejercicio —dijo Dean mientras salía de su
dormitorio a la sala de estar. Desde que me fui de casa a jugar béisbol, no
creo que Dean planeara mudarse. No podía culparlo. La abuela y el
abuelo eran los mejores.
Lo alcancé y le di un abrazo de oso apretado antes de que se
ahogara con un sonido irreconocible.
Me eché a reír. —De esta manera no, ni a este nivel, en esta
cantidad de días u horas. Es, literalmente, un nuevo juego estar en las
Grandes Ligas.
—¿Es más difícil? —preguntó Dean.
—Un camino difícil. Ellos pueden golpear mi recta de ciento
cincuenta y dos kilómetros por hora. Y pueden golpear muy lejos.
—Eso es una mierda.
Abrí la boca para responder. —¿Cómo está Kitten? —interrumpió el
abuelo con una sonrisa descarada, y la mía se desvaneció.
La abuela golpeó el pie contra la alfombra. —Que Jack ponga sus
cosas en la habitación. Podemos hablar de todo esto durante la cena.
Le disparé a la abuela una mirada que gritaba “gracias” antes de
caminar por el pasillo a mi antigua habitación. Miré a mi alrededor hacia
mis cosas, que permanecían sin tocar desde que había estado fuera.
Había una foto enmarcada de Cass y mía en mi mesa de noche. Me estiré
hacia ella, pasando mi dedo por las curvas de su rostro. Superando las
ganas de llamarla, agarré un pedazo de papel suelto y empecé a escribir.
Sólo hacía esta clase de mierda por ella. Nadie más. Nunca.
Kitten:
La postemporada ha terminado oficialmente. Iba a salir de mi
apartamento en Arizona y volar directamente a Alabama para empacar
mis cosas, pero me quedé con los abuelos. Así que estoy sentado en mi
habitación de su casa, pensando en la última vez que estuvimos todos
juntos. Te echo de menos casi tanto como lo hace el abuelo. ¡Ja!
Había olvidado lo seguro que me hace sentir estar en casa. Tal vez es
agradable simplemente estar rodeado de personas que te aman y se
preocupan por ti de verdad, en lugar de personas que tratan de
aprovecharse de ti. ¿Quién habría pensado yo sería tan fácil de
manipular?
Hablé con Marc el otro día sobre la anulación y comenzó el
papeleo. Es de esperar que todo termine pronto, y estaré allí antes de que 31
te des cuenta, pidiendo perdón y rezando para que me aceptes de
nuevo.
Por favor, no te rindas con nosotros.
Siempre te amaré.
Jack.
PD: Hoy vi tus fotografías en línea. Son hermosas, Cass. Estoy tan
orgulloso de ti.
Frente a la cocina, Dean y el abuelo ya estaban sentados, mientras
que la abuela terminaba algo en la estufa.
—¿Puedo ayudarte ,abuela? —le pregunté antes de llegar a mi
asiento.
—No, querido. Siéntate y comienza a hablar.
Me eché a reír. —¿Hablar? ¿Sobre qué?
—Oh, ¡ya sabes qué! ¿Qué está pasando con todo? ¿Cuándo
finalizará tu divorcio con esa horrible mujer? —La cuchara en la mano de
la abuela se sacudió con rabia mientras murmuraba algo en voz baja.
—Marc presentó el papeleo para una anulación. Sólo estamos
esperando a que lo firme. —Me encogí de hombros, sintiendo el peso de la
mirada de Dean y del abuelo sobre mis hombros.
—Va a firmar, ¿no? —me preguntó Dean, con un tono preocupado.
El peso de la pregunta de mi hermanito era algo que no se me había
ocurrido hasta que lo preguntó. —No sé por qué no lo haría —le dije,
mirando alrededor de la pequeña cocina en la que había pasado la
mayor parte de mi vida antes de que los ojos del abuelo me bloquearan.
Dean ahogó una risa. —Yo lo sé. ¿La has conocido? Es una perra.
—Dean ¡ese lenguaje! —La frente de la abuela se frunció mientras
apuntaba con la cuchara de madera en su dirección.
—Lo siento, abuela. —Dean se deslizó más abajo en su silla.
Me incliné hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa antes
de añadir—: Pero se acabó entre nosotros. Ella firmó un acuerdo
prenupcial antes de casarnos, así que no gana nada al no firmar.
—Excepto controlarte —comentó Dean.
Mi temperamento estalló. —¿Qué mierda estás hablando?
—¿Cuántas veces tengo que recordarles que cuiden lo que dicen?
—interrumpió el abuelo antes de asentir hacia la abuela.
Resoplé dejando escapar un largo suspiro, deseando calmar mi
temperamento. —Lo siento, abuela.
32
—Sólo me refería a que si no firmaba los papeles, ella tendría el
control sobre ti. Sabe lo mucho que quieres salir de este matrimonio, así
que no me sorprendería que saque un montón de mier… —Dean hizo una
pausa antes de continuar—, cosas sólo para meterse contigo.
Consideré las palabras de mi hermano con cuidado cuando
apareció la abuela, colocando los platos llenos de comida humeante
delante de cada uno de nosotros.
—Tiene razón, Jack. Ella ha sido tan mala desde el principio. ¿Qué le
impide hacer esto más difícil? —preguntó la abuela, con voz temblorosa.
Extendí la mano, colocándola en el hombro de la abuela. —No lo sé.
Supongo que sólo espero que sepa que esto terminó y no hay sentido en
retrasar lo inevitable.
—Espero que tengas razón —dijo con una sonrisa comprensiva.
—¿Cómo está Kitten? ¿Has hablado con ella desde que se mudó a
Nueva York? —Vi como la cara del abuelo se iluminó como un niño en
navidad.
—Abuelo, si no te conociera, pensaría que tienes algo por mi chica
—bromeé.
—¿Tu chica? —bromeó de nuevo el abuelo.
Mi tenedor resonó contra el lado del plato. —Aja. Mi chica.
Dean rió. —Tal vez voy a hacerla mi chica. Para mantenerla en la
familia.
Lo miré y el calor se extendió al instante por mis mejillas. —Y yo me
opondré a eso antes de patearte el…
—Muchachos, es suficiente.
Dean puso una cucharada de arroz en su boca mientras me sonreía.
—Tienes suerte de que sea como una hermana para mí.
—¿Sí? Yo diría que tú eres el afortunado. Porque te mataría si la
tocaras y lo sabes.
—Soy tu único hermano ¿y así es como me tratas?
Traté de detener la sonrisa que se extendía en mi cara cuando el
abuelo intervino—: Estás tratando de quitarle el gatito al hombre, Dean.
La abuela rió y mi sonrisa se ensanchó.
—Preocúpate por tu propia novia inexistente, hermanito, y deja en
paz a mi chica.
—¿Tienes novia? —La atención de la abuela se trasladó 33
rápidamente hacia él mientras sus ojos se ampliaban.
Dean me disparó una mirada de advertencia a través de sus ojos
estrechados. —No. Jack sólo está hablando de Melissa.
—La mejor amiga de Cassie, ¿cierto? —preguntó la abuela.
—Sí.
—¿Todavía no hablaste con ella? —pregunté, poniéndolo en un
aprieto por una vez.
Encogió un hombro. —No.
—Te dije que hablaras con ella —le recordé.
—Te dije que no le gusto —disparó en respuesta.
—Eso es mentira y lo sabes. Definitivamente le gustas.
—Entonces, ¿cuál es el problema? —El abuelo apoyó la barbilla en
su mano, moviendo la mirada de mí a Dean.
—No sé. Ella dice que no quiere un novio, pero creo que no me
quiere a mí como novio. ¿Podemos cambiar de tema ahora? —Dean se
removió en su asiento mientras llenaba su boca con más comida.
—¿Quién no te querría de novio? Qué sandeces —dijo nuestra
siempre leal abuela con un resoplido.
—¿Podemos hablar de algo más? Cualquier cosa —rogó Dean.
Compadeciéndome de mi pobre e incómodo hermano, cambié de
tema. —Encontré algunas fotografías en la web de Cassie.
El silencio llenó al aire cuando todos dejaron de masticar su comida
y me miraron. —¿Qué? —pregunté nerviosamente.
—¿Cómo las encontraste? —preguntó el abuelo, limpiándose la
esquina de su boca con una servilleta.
—En el sitio web de su revista. Tenían un artículo en línea donde
ponían que estaban a punto de mudarse a Nueva York, y todas las
fotografías en el artículo eran suyas. —Mi pecho se infló con orgullo
mientras hablaba de ella.
—¡Esas son noticias increíbles! Quiero que me las enseñes después de
la cena. —Los ojos del abuelo se encendieron con entusiasmo mientras
ponía las manos en la mesa.
—Espera. —Dean alzó la cabeza y una sonrisa apareció en su
rostro—. ¿Sigues su revista en línea?
Alcé la vista, encontrando la suya directamente. —Claro que la sigo.
Quiero saber lo que está haciendo cada segundo que no está conmigo. Y 34
si hay una fotografía que tome para su revista, quiero verla.
—Creo que eso es dulce —dice la abuela.
—Creo que es psicópata —argumentó Dean.
Cambié el tema de conversación por él, ¿y así es como me lo paga?
—¿En serio, Dean? Después de todo lo que Cassie y yo hemos pasado,
¿crees que es psicópata el que siga su trabajo en línea?
—Es un poco raro, ¿no crees? Ni siquiera le hablas en la vida real,
¿pero la sigues en línea?
La silla chocó contra el suelo cuando me lancé hacia atrás y me
puse de pie. Mi respiración se aceleró y mis defensas se alzaron. Nadie
hablaba así sobre Cassie y yo. Ni siquiera mi hermano.
—¡Jack, siéntate! —dijo la abuela severamente—. ¡Y Dean, deja de
decirle cosas a tu hermano! Están actuando como niños pequeños.
Inhalé una temblorosa respiración antes de levantar la silla y
sentarme. —No puedo hablar con ella hasta que ya no esté casado,
¿vale? Así que, hasta entonces, sí, seguiré todo lo que hace en línea. Y si
esa revista puede darme un vistazo de cómo ve el mundo, la veré. Porque
hasta que no esté en su vida, eso es lo único que tengo de Cassie. Y si eso
me hace un psicópata, no me interesa una mierda. Lo siento, abuela —dije
antes de que golpeara mi hombro.
—¡Voy a castigarte! Sin importar cuántos años tengas —me amenazó
con una risa.
—Empezó él —dije, asintiendo hacia mi hermano—. Sigamos
hablando sobre Melissa.
Dean lanzó los brazos al aire en defensa. —Lo siento. ¿Tregua?
Antes de que pudiera responder, la abuela preguntó—: ¿Cuánto
tiempo piensas quedarte en casa?
El abuelo alejó la mirada de su plato y me miró directamente. —
¿Estás totalmente fuera de temporada?
Tragué el último poco de comida. —No sé. Creo que esperaré a que
me llame Marc por la anulación, y luego iré e Alabama a firmar los papeles
y embalaré algunas cosas de la casa al mismo tiempo.
—¿Y luego qué? —preguntó Dean.
—Traeré las cosas aquí, pero quiero regresar a Nueva York tan pronto
como sea posible para así arreglar las cosas con Cass —admití—. Sólo
tengo unos cuantos meses antes de que tenga que volver a Arizona para
el entrenamiento de primavera, y todavía tengo que encontrar un sitio 35
para arrendar.
—No es mucho tiempo. —El abuelo sonaba preocupado.
—Lo sé.
—¿Qué planeas decirle a Cassie? —La abuela levantó la cabeza y
me miró—. ¿Cómo vas a conseguir que regrese contigo?
—Todavía no lo sé. Pero será algo parecido a lo horrible que soy y
ella no.
El abuelo se rió, y sonreí.
—Muy romántico. —Dean alzó sarcásticamente los pulgares.
—Cállate, Dean. Nadie te quiere.
—Sabes que tendrás que darle más que sólo unas cuantas palabras
lindas, querido —dijo la abuela mientras me observaba significativamente.
—Confía en mí, abuela. Lo sé.

***

El rostro de Cassie se relajó mientras se reclinaba y besaba mi mejilla.


—Me gusta que me siguieras en línea. Yo también te seguía.
Mi adrenalina comenzó a bombear mientras me reacomodaba en el
sofá. —¿En serio?
—Por supuesto que sí. Aún te amaba, Jack. Me preocupaba por ti.
Quería ver cómo estabas. Fue una gran noticia el que estuvieras en las
Ligas Mayores. Pero no voy a extrañarlo —explicó, encogiéndose de
hombros como si no quisiera hablar de ello.
—Así que, ¿no crees que sea un psicópata?
—No dije eso —bromeó burlonamente.
Salté sobre ella antes de que pudiera alejarse, llevando su cuerpo
debajo del mío y contra los cojines del sofá. Su pecho se movía
pesadamente mientras respiraba, y tomó todo mi autocontrol no rasgar su
camiseta y perderme en su cuerpo. Mis pantalones cortos se apretaron
cuando me incliné para besarla, rozando su labio inferior con mi lengua.
Gimió silenciosamente mientras arqueaba la cabeza hacia atrás y abría
sus labios. Presioné mi boca contra la suya, mi lengua y la suya se tocaban
eróticamente en un coqueteo juguetón.
Quería sacarle la ropa y devorarla centímetro a centímetro. Chupé
su cuello y el sabor de su piel casi me envió a un frenesí. Movió las manos a 36
lo largo de mi espalda, empujando mi camiseta hacia arriba. Presionó sus
dedos contra mi piel mientras besaba y lamía su oído y cuello antes de
moverme de regreso a su boca. Jesús, quería a esta chica. Me encendía
como nadie más. Tratando de conservar algo de autocontrol, me alejé, y
sus manos se apretaron alrededor de mi cuello. Me reí y pregunté—: ¿No
quieres escuchar más?
Su agarre se apretó mientras empujaba su rostro al mío. —En un
minuto —dijo, rozando su lengua contra mis labios.
Mis manos exploraron la longitud de su cuerpo, deteniéndose en la
cima de su muslo. —Te deseo tanto. Me vuelves loco.
—Entonces tómame. —Se chupó el labio inferior, y yo deseaba poner
el mío en su lugar.
Agarré el bordillo de su camiseta y lo tiré por encima de su cabeza,
incapaz de sacarlo lo suficientemente rápido. Alcanzó mi camisa, tirando y
jalando antes de sentarme y sacármela rápidamente. Mi interior llameó
mientras sus manos viajaban por mi pecho desnudo, deteniéndose en el
botón de mis pantalones cortos. Cuando las puntas de sus dedos rozaron
suavemente mi dureza, me estremecí. Sólo ese pequeño toque de su parte
y ya estaba a punto de eyacular.
Es retorcido cuánto me pertenece ella. Siempre me perteneció, pero
aun así.
Me saqué los pantalones, dándome una palmada silenciosa en la
espalda cuando vi dónde se encontraban trabados los ojos de Cassie.
Estuve medio tentado a hacer algún comentario sabelotodo sobre cómo
le encanta mirar mi polla, pero me contuve. Ni siquiera había estado en su
vida por más de veinticuatro horas desde que regresé: no necesitaba
joderlo todo.
Mi mirada se apartó de sus ojos y viajó por su cuerpo desnudo. —Eres
tan sexy, joder. —Lo decía en serio, pero las palabras salieron como un
gruñido y se mordió de nuevo el labio inferior. Estrellé mi boca con la suya,
mordiendo ese labio con mis dientes y descendiendo mi cuerpo para que
se encuentre con el suyo.
El calor se disparó en mi cuerpo mientras nos tocábamos. La
sensación de su piel presionada contra la mía hizo que la lujuria tomara el
control con ansias. Me aferré a su cabello, tirando de su cabeza hacia
atrás, para poder besar su garganta y mandíbula.
—Oh, Dios, Jack. Te quiero dentro de mí. Por favor. Basta de juegos.
Presioné mi dureza contra ella, y cuando gritó de placer, me alejé. —
Maldita sea, Jack. Deja de joder. —Sus dedos se clavaron en mi espalda 37
mientras me guiaba forzadamente a su interior.
Sin otra palabra, me empujé en su interior y mi cuerpo temblaba
mientras su calor me envolvía totalmente. —Jesucristo, Cassie. ¿Por qué
siempre te sientes tan maravillosa? —Mi respiración era pesada mientras
entraba y salía de ella. La vista de su pezón me atrajo, así que tracé un
dedo suavemente a su alrededor, antes de succionarlo en mi boca y
rodearlo con la lengua.
Cassie gimió y arqueó su cuerpo bajo el mío mientras clavaba sus
uñas en la longitud de mi espalda.
—Mejor dejas de hacer eso —solté.
—¿O qué? —se burló, moviendo los dedos por mi espalda una vez
más.
—O terminaré antes que tú —admití.
Sacudió la cabeza. —No podemos permitir eso.
—Entonces compórtate —demandé, agarrándole los brazos y
poniéndolos encima de su cabeza, mientras empujaba en su interior. Se rió,
y froté mi lengua a lo largo de sus labios antes de empujar en la calidez de
su boca. Murmuró algo inentendible contra mí, y la besé con más fuerza.
—Jack —susurró, su respiración se aceleraba mientras sus caderas se
elevaban para encontrar las mías—. Oh.
Gimió cuando su cuerpo tembló contra el mío.
Joder, gracias Dios.
Embestí en su interior una vez más antes de explotar. Mis embestidas
desaceleraron mientras colapsaba sobre ella, presionándola todavía más
contra los cojines con mi peso.
—¿Por qué disfrutas de sofocarme? —dijo, golpeando mi hombro.
—Me gusta acostarme contigo de esta forma.
Alzó la cabeza. —¿De qué forma? ¿Conmigo muerta?
Una rápida risa se escapó de mi garganta. —No. Me gusta estar en
tu interior.
—Bueno, tendrás que salir. —Sonrió con suficiencia—. Necesito hacer
pipí.
Salí lentamente y se deslizó debajo de mí, corriendo hacia el baño.

38
3
Quédate
Traducido por CrisCras
Corregido por Aimetz

Cassie
Regresé a la sala de estar, llevando una nueva tanga y nada más. 39
Jack se encontraba sentado en el sofá, sus pantalones cortos estaban
subidos pero todavía desabotonados, su camiseta amontonada en el
suelo junto a la que había estado llevando yo. Cogí la camiseta arrugada,
deslizándola de nuevo por encima de mi cabeza antes de dejarme caer
junto a él.
—Esa era una gran distracción —dije, recostando mi cuerpo contra
sus brazos a la espera.
Sus dedos peinaron mis mechones desordenados antes de
colocarlos detrás de mi oreja. —¿Más historias o más distracciones? —
preguntó con tono pícaro.
Mi teléfono móvil sonó en el fondo, y lo miré, pensando en si debía
ver quién me había escrito un mensaje. —Voy a ver quién es.
Él asintió y golpeó mi trasero mientras corría a la habitación. Me
acomodé de nuevo en sus brazos antes de tocar la pantalla de mi
teléfono. —Oooh, es de Melissa. —Me giré, mirando sus profundos ojos
marrones—. ¿Sabe que estás aquí?
Jack se encogió de hombros. —Se habrá informado de la
transacción para estas alturas, así que ella podría estar deseando saber.
Otro pitido sonó y esta vez Jack cogió su teléfono antes de reírse. —
Mensaje de Dean.
—Son tan predecibles.
Presionando los botones, leí el mensaje de Melissa:
¡OH, DIOS MÍO! ¡CASSIE! ¡JACK SE TRASPASÓ A LOS METS! ¿SABÍAS
ESO? ¿ESTÁ ALLÍ? SI NO LO ESTÁ, PROBABLEMENTE LO ESTARÁ PRONTO, ¡ASÍ
QUE ATENTA! ¡Y LLÁMAME LO ANTES POSIBLE!
Me reí a carcajadas.
—¿Qué te dijo? —preguntó Jack, elevando sus cejas.
—Bueno, puso todo en mayúsculas, por lo que este es un mensaje
muy serio. —Sonreí, tendiéndole mi teléfono para que pudiera leerlo.
—Oh, está gritándote. ¿No es eso lo que significan las mayúsculas?
—Sí, pero creo que es su forma de mostrarme que está
enloqueciendo. O emocionada. O gritando —concordé con una sonrisa.
—Atenta. Yo podría estar de camino. —Jack presionó los labios
contra mi frente y cerré los ojos ante su toque. Habían pasado tantas cosas
entre nosotros. Mucho más de lo que cualquier pareja debería haber
atravesado, pero allí estábamos. Juntos.
—Probablemente debería contestarla o no se detendrá jamás. —
Rápidamente le escribí una respuesta.
40
Él está aquí. Estamos hablando. Trabajando en las cosas. Te llamo el
lunes desde la oficina.
Presioné el botón para bajar el volumen de mi teléfono antes de que
pitara otra vez.
¿¿¡¡LUNES!!?? ¡Cómo demonios me vas a hacer esperar tanto!
Me reí y escribí un último mensaje antes de poner mi teléfono en
silencio.
Sobrevivirás. No puedo hablar ahora. Hablamos más tarde. Te quiero.
—¿Qué dijo Dean?
Él escaneó la pantalla del teléfono antes de sonreír y tendérmelo.
Amigo, ¿te trasladas a los Mets y no me lo dices? ¿Es debido a
Cassie? Por supuesto que es debido a ella. ¿Cómo demonios conseguiste
que te dejaran hacerlo? Buena suerte. Llámame después de que la veas.
—¿Cómo puedes no amar a Dean? —Le devolví el teléfono,
sonriendo.
Enderezó la espalda y se apartó de mí ligeramente. —Buena
pregunta. Hablando de Dean, ¿por qué Melissa no le ama?
—¿Qué? —Mi tono salió más sorprendido de lo que pretendía.
—No, de verdad. ¿Qué pasa con ella? Dean está totalmente tras
ella, pero no le corresponde. No lo entiendo.
El tono y la actitud de Jack revelaban el hecho de que le
preocupaba esta situación. Lo encontré dulce, si quieres saber la verdad.
Se preocupaba por su hermanito, y ya que yo no había tenido hermanas
pequeñas por las que preocuparme, lo encontraba inspirador. —Siempre
ha sido de esa manera. —Sabía que respondí su pregunta de forma
insatisfactoria, pero era todo lo que tenía cuando se trataba de ella.
Negó con la cabeza, sin aceptar mi respuesta. —La conoces desde
siempre, Kitten. ¿Nunca ha tenido un novio?
Me rasqué la cabeza, contemplando su pregunta y formando mi
respuesta. —En realidad no. Quiero decir, siempre ha salido con chicos,
pero nunca ha tenido un novio serio.
—¿Por qué no? —preguntó, aparentemente determinado a llegar al
fondo de este misterio.
—No lo sé.
—¿Cómo es posible que tú, de todas las personas, no lo sepas? Eres 41
su mejor amiga. Son chicas. Las chicas hablan sobre este tipo de mierda
todo el tiempo.
Mi cuerpo se erizó con calor mientras mis defensas se alzaban
rápidamente. —Primero de todo, cálmate. Segundo, no tengo ni puta
idea. Nunca he pensado en ello. A los chicos siempre le gusta Melissa, y
sale con ellos o lo que sea, pero en verdad nunca me dijo nada acerca de
corresponderles. Nunca pregunté porque simplemente lo aceptaba. Ella es
así. No sé por qué. No sé cuándo cambiará. Y no sé por qué demonios no
se enamora perdidamente de Dean. Tal vez deberías preguntarle a ella en
vez de sentarte aquí a interrogarme.
Empecé a levantarme del sofá, pero me agarró del brazo y volvió a
jalarme hacia abajo. Alcanzó mi rostro, girándolo y obligándome a mirarlo.
—Lo siento, Kitten. No quería alterarme tanto. Es sólo que no lo entiendo. Mi
hermano es un buen tipo. Y sé que le gusta. Simplemente no tiene sentido
para mí por qué no le corresponde.
Aflojó su agarre sobre mi cara, pero me negué a apartar la mirada
de él. —No puedo responder a eso. —Me encogí de hombros, mi enfado
desvaneciéndose.
—Lo siento. No quería gritar. —Los labios de Jack se torcieron en una
sonrisa, forzando a que aparezcan sus hoyuelos.
Adoro tanto esos hoyuelos.
—Vamos a volver a nuestra historia —sugirió. Con su énfasis sobre la
palabra “nuestra” mi ira desapareció rápidamente.
—Está bien. Pero ahora estoy demasiado enojada como para
recordar dónde estábamos —admití.
Envolvió los brazos alrededor de mí y le permití acercarme más. —
Hablábamos sobre el abuelo y la abuela. No te enfades conmigo.
Mi respiración se detuvo. —Bien —cedí, sintiendo que mi molestia se
desvanecía con su cercanía. Odiaba la forma en que me afectaba a
veces—. Entonces, ¿cuánto te quedaste allí con ellos?
Inhaló una larga respiración antes de liberarla contra la cima de mi
cabeza, haciendo que mechones de mi cabello cayeran delante de mis
ojos. Los aparté mientras esperaba por su respuesta. —Mucho más de lo
que pretendía. Mi plan era quedarme allí durante un par de semanas
antes de regresar a Alabama para empacar mis cosas y finalizar la
anulación. Honestamente, supuse que dos o tres semanas sería tiempo
suficiente. Que esa perra lo firmaría y estaría de camino aquí antes de
navidades.
—Es bueno que no contuviera la respiración. 42
Resopló. —Sí. Los pasados seis meses no han sido nada excepto
drama, Kitten. No lamento haberte dejado fuera de ello, pero siento
haberlo dejado continuar durante tanto tiempo.
Me incliné para apartarme del calor de su cuerpo y me apoyé en los
cojines fríos, cuadrando los hombros hacia él. —¿Cómo tardó tanto
tiempo? ¿Cómo pudo luchar contra la anulación?

***

Sonó mi teléfono móvil, despertándome de un profundo sueño y


obligándome a abrir los ojos. Me recorrió la anticipación cuando el
nombre de Marc apareció en la pantalla. —Hola, Marc —dije, con voz
aturdida.
—Jack, tenemos un problema.
—¿Qué tipo de problema? —pregunté, encogiendo la espalda
contra la pared.
—Ella no va a firmar.
—¿Eh? ¿Quién no lo hará? —Me detuve en seco antes de
continuar—: ¿Qué quieres decir con que no va a firmar? Pensé que esto
era un trato hecho. Un arreglo fácil. —Mi corazón se estrelló contra mi caja
torácica.
—Su abogada manifiesta que tus reclamos son ridículos. Que no
hubo fraude y por lo tanto su cliente no va a firmar esas condiciones.
—¿Estás jodidamente bromeando? ¿Bajo qué términos firmará? —
Luché para mantener mi ira bajo control.
—Ella no firmará una anulación. Pero considerará firmar los papeles
del divorcio, aunque su cliente preferiría resolver las cosas.
—¿Resolver las cosas? ¿Es una jodida broma?
—Ya me gustaría.
—Tienes que arreglar esto, Marc. Fingió un embarazo para obligarme
a casarme con ella. ¿Cómo es posible que eso no sea fraude? —Lancé la
revista que había junto a mí contra la pared y la observé caer al suelo.
—Lo es. Pero la carga de la prueba recae sobre nosotros.
—Entonces vamos a probarlo —insistí.
—Nos va a llevar bastante tiempo hacerlo, ya que tiene un montón 43
de documentación de apoyo a sus demandas. —Suspiró.
—¿Qué tipo de documentación?
—Bueno, informes del médico, para empezar.
Mierda.
Había olvidado el hecho de que Chrystle tenía las recetas médicas,
las citas y el papeleo.
—¿No podemos demandar al médico por negligencia o algo así?
—Tendríamos que demostrar que también mentía él, lo cual sería
extremadamente difícil dadas las circunstancias.
Cuando la gente alega que la ira tiene la capacidad de
atravesarles con tanta fuerza que ven rojo… bueno, es verdad. Vi rojo.
Literalmente.
—Esto es tan jodido. ¿Qué puedo hacer?
—Nada, Jack. Ahora mismo quiero que te quedes dónde estás y me
permitas manejar esto —dijo, su tono calmado y profesional.
Agarré el borde del colchón, clavando los dedos en él. —Todas mis
cosas están todavía en Alabama.
—No des un paso en ese estado hasta que te diga que está bien.
¿Me has oído?
Me encogí cuando me dijo lo que debía hacer. —Ya veremos.
—Jack, es mi trabajo cuidar de ti. Por una vez, déjame hacer eso. Por
favor. —Su voz sonaba tensa, y suspiré.
—Está bien.
—Te llamaré pronto.
Presioné el botón de finalizar de mi teléfono móvil y lo lancé contra la
pared. ¿Por qué demonios estaba esta chica tan empeñada en arruinar mi
vida? No puedo dejar atrás este error si no puedo ponerlo en el pasado.
¿Por qué no podía ser un ser humano decente y firmar los malditos
papeles?
Nudillos golpearon contra la puerta de mi habitación. —¿Puedo
entrar?
—Sí.
Dean entró y miró el teléfono sobre el suelo antes de cerrar la puerta
detrás de él. —¿Qué pasa? Te oí gritar.
Le miré directamente a los ojos. —Tenías razón. No va a firmar los
papeles.
44
Se movió hacia mi cama, sentándose en el extremo opuesto. —
Mierda, Jack. Lo siento. Entonces ¿qué significa eso?
Cerré los ojos, pellizcándome el puente de la nariz para aliviar el
estrés. —No lo sé. Marc está trabajando en ello.
—¿Quieres salir o algo? ¿Salir de la casa durante un rato?
—Necesito estar solo.
Dean se levantó de mi cama sin otra palabra y dejó la habitación.
Cogí el cuaderno que había en mi armario y lo abrí por una página en
blanco. Rápidamente toda esta cosa de escribir cartas se convirtió en un
hábito. Me ayudaba a poner mis pensamientos en algún sitio cuando todo
lo que quería hacer era coger el teléfono y marcar el número de Cassie.

***

—Oh, Dios mío. ¡Esa zorra! ¿Tenía un doctor que le daba papeleo
falso sobre el embarazo? —Mis ojos se abrieron mientras la sorpresa y la
rabia se hundían en mis huesos.
—Sí. —Eso es todo lo fue capaz de decir.
—No me extraña que la creyeras —dije, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué quieres decir? —Su cuerpo se tensó y su mandíbula se
apretó.
—Bueno, nunca entendí por qué creíste que estaba embarazada.
Sin revisar o asegurarte, quiero decir —traté de explicar.
Jack hizo crujir su cuello mientras la tensión brotaba visiblemente de
su cuerpo y rodaba sobre mí. —¿Pensabas que simplemente acepté su
palabra estúpidamente? ¿Qué me casé con ella sin ninguna prueba? ¿Por
qué no me preguntaste?
Su tono amargo me impactó, haciendo que mis defensas se
elevaran. —No lo sé. Tal vez porque estaba demasiado atrapada en mi
propia angustia como para preguntarte cuando tuve la oportunidad. Y no
es como si estuviéramos hablando realmente en ese momento.
Extendió una mano para tocarme, dejándola en mi pierna. Ese único
movimiento destrozó mis defensas y quería retirar todo de lo que acababa
de acusarlo. —Lo siento, Jack. Es que…
—No lo hagas. Lo siento. —Su mano se elevó en un gesto de derrota
en el espacio entre nosotros—. Tú no estabas allí. No sabías lo que pasaba.
Estoy seguro de que parecía muy sombrío desde el exterior. 45
Un escalofrío me atravesó. Nunca jamás quería ser “el exterior” de
nada cuando se trataba de Jack Carter. —Pero no debí haberlo asumido
simplemente.
—No lo sabías.
—Por lo tanto, ¿tenía las visitas al médico y todas las cosas? —Mi
mente seguía corriendo para asimilar las elaboradas conspiraciones y
mentiras. ¿Cómo podía ser tan maliciosa una chica?
—Citas, papeleo, vitaminas, libros de bebés, cuadros, calendarios; lo
tenía todo. —Suspiró y tomé su mano en la mía, entrelazando nuestros
dedos mientras me recostaba contra él.
—¿Puedo preguntarte algo más? —Mi voz sonó amortiguada contra
su pecho.
Besó la cima de mi cabeza. —Cualquier cosa.
—¿Alguna vez pensaste que el bebé no era tuyo? Quiero decir,
entiendo que pensaste que estaba embarazada, pero ¿alguna vez
pensaste que era de otra persona?
—Ella era una mentirosa muy convincente. Estuvo de acuerdo sin
reservas en hacer una prueba de ADN después de que naciera el bebé.
Honestamente, pensé que si estuviera mintiendo, habría estado nerviosa, o
al menos habría peleado conmigo con todo el asunto, pero lo alentó.
Y luego me volvió a llevar a cuando su mundo comenzó a
derrumbarse a su alrededor. Cuando vivía en Alabama y jugaba en el
equipo Triple A para los Diamondbacks. La noche después de que lanzó su
juego perfecto, cuando Chrystle se acercó a él en el bar donde celebraba
con sus compañeros de equipo y finalmente dejó de resistirse a ella. Cedió
a los avances de ella esa noche, y mi vida como la conocía nunca será la
misma. Me estremecí al recordar la forma en que mi mundo empezó a dar
vueltas a mi alrededor y mi corazón se sintió como si estuviera haciéndose
pedazos dentro de mi pecho cuando Jack me llamó esa tarde para
darme la noticia. No sólo me había engañado, sino que además, la chica
con la que había dormido estaba embarazada.

***

Ignoré el golpe en la puerta del apartamento, asumiendo que


respondería uno de mis compañeros, y continué doblando mi ropa.
Cuando oí el sonido de la voz de Chrystle filtrándose a través de la puerta
de entrada hasta mi habitación, todo mi cuerpo se tensó. Así que 46
habíamos tenido una noche de borrachera juntos, y la había echado
cuando recuperé el sentido. ¿Qué hacía aquí?
Llamó a la puerta de mi habitación antes de entrar y cerrarla detrás
de ella.
—¿Qué haces aquí? Fuera de mi habitación —espeté, negándome
a darle ni la hora del día.
—Necesitaba hablar contigo. —Su voz tembló mientras hablaba.
Exhalé a través de la nariz, mi impaciencia clara. —¿Qué es?
—Estoy embarazada —susurró, mientras las lágrimas caían por sus
mejillas.
—¿Y? ¿Cómo es ese mi problema? —pregunté antes de que la
comprensión me golpeara directamente en el intestino.
—Porque es tuyo —dijo antes de sentarse en mi cama.
Contuve la respiración, mi mente negándose a creerla. —Mentira —
respondí.
—¡Nada de mentira, Jack! No he estado con nadie después de ti.
Pregúntale a cualquiera si me han visto por ahí. O si se han acostado
conmigo. No lo he hecho.
—Preguntaré. Mierda, preguntaré ahora mismo. —Salí en tromba de
mi habitación y entré en la sala de estar, donde tres de mis compañeros
comían y veían la televisión. Cuando les pregunté si Chrystle había estado
con cualquiera de ellos, todos negaron con la cabeza y alzaron sus manos
en el aire negándolo. Les pregunté si la habían visto con alguien
últimamente, y otra vez todos respondieron que no. Y luego procedieron a
informarme que, pensándolo bien, no la habían visto por aquí en las últimas
semanas.
Mierda.
Mis piernas temblaban cuando volví a entrar en la habitación. Mi
mundo giraba alrededor de mí mientras yo deseaba que mi estómago
dejara de retorcerse. No quería esto. Con ella no. Ahora no. Jamás.
—Es tuyo, Jack. Lo siento. Lo siento. Nunca quise que sucediera esto.
—Enterró la cabeza en sus manos y su cuerpo temblaba con cada sollozo.
Me faltaba el deseo de consolarla, así que terminé de doblar mi
ropa. —¿Qué vas a hacer? —le pregunté, mi tono frío.
—¿Qué quieres decir? —Me miró, con la cara roja y mojada.
—Quiero decir, ¿planeas conservarlo?
Observé cómo caía su mandíbula. —Por supuesto que tenías que 47
preguntarme eso.
—Ni siquiera nos conocemos; ¿por qué demonios querrías
conservarlo? —Mi temperamento estalló en un vano intento de ahogar el
hecho de que estaba muerto de medio.
—¡Porque es un bebé, Jack! Es una vida, ¡y yo lo amaré incluso si no
lo haces tú!
—Necesito que te marches.
Mierda, no podía estar sucediendo esto. Por favor, no permitas que
esté sucediendo esto.
Se puso de pie, limpiándose los ojos antes de decir—: Vaya forma de
ser un hombre respecto a esto.
El calor inundó mi cuerpo mientras me acercaba a ella, mis puños
apretados con ira. —Oh, muy bien, seré un hombre al respecto. Te llevaré a
la clínica. Pagaré por ella. Y luego incluso te llevaré a casa. ¿Qué dices?
—Diría que eres un imbécil. —Intentó empujarme a un lado, pero me
negué a ceder.
—Soy un imbécil. Un imbécil que no quiere tener un bebé con una
completa extraña.
—Bueno, es un poco tarde para eso, ¿no crees?
Mi habitación dio vueltas alrededor de mí mientras la vida que existía
cinco minutos antes desapareció de la vista. El terror me consumía. —No
hagas esto, Chrystle. Por favor, no hagas esto. No arruines la vida de ambos
por un error de borrachos.
La observé hacer una mueca, apartando la cabeza con disgusto. —
No voy a arruinar nada.
—Lo estás arruinando todo. —Mi voz se elevó apenas por encima de
un susurro mientras pensamientos de Cassie llenaban mi cabeza. Cassie
era mi chica, mi mundo, y sabía que nunca confiaría en mí de nuevo. No
había forma de que me perdonara alguna vez por esto. Nunca me
perdonaría a mí mismo. No la merecía, y ella merecía algo malditamente
mejor que una mierda como yo. No podía creer que tiré lo mejor que me
había sucedido por un pedazo de culo. Nunca debería haberme
emborrachado tanto. No era una excusa, pero mis defensas estaban bajas
y me rendí. Y me odiaba por ello.
Joder.
Si Chrystle conservaba el bebé, no había manera de que ella se
alejara de su familia. Yo tendría que vivir aquí, en Alabama. O al menos 48
tendría que tener un lugar aquí si quería ver a mi propio hijo. Podía darle un
beso de despedida a California para siempre. Tendría que pasar todo el
descanso de la temporada aquí. Mi cuerpo se hundió en la alfombra, mi
espalda se endureció contra la cama, mientras mi mundo se estrellaba
entorno a mí. No sería como mi padre. No dejaría a mi hijo del mismo
modo en que él nos dejó a Dean y a mí. Había experimentado de primera
mano cómo el abandono voluntario de un padre podía joder
verdaderamente a una persona. Yo soy un buen ejemplo. No le haría eso a
mi propia carne y sangre. No seguiría los pasos de mi padre, dejando
daños personales tras mi estela. Sería mejor de lo que él fue jamás.
No podía creer que estuviera sucediendo esto. Deseé con más
intensidad de lo que he deseado nada, que fuera todo una pesadilla. Que
me despertaría en cualquier momento y mi cuerpo se inundaría con alivio
porque todo estaba en mi mente. Pero no importaba lo que hiciera, no
podía hacer que dejara de ser real.

***

—Esta historia apesta. —Aspiré una bocanada de aire antes de


fruncir el ceño.
—Te dije que no era feliz —dijo, deslizando la mano por mi costado,
provocándome escalofríos.
—¿Estamos ya casi en la última noche? —Alcé la mirada hacia él,
con expresión esperanzada.
—No del todo.
—Creo que necesito otro descanso.
—¿Qué tienes en mente? —Me hizo un guiño insinuante.
Mis labios formaron una mueca fingida mientras le miraba con los
ojos entrecerrados. —Jack, en serio. Acabamos de hacer eso.
Revivir nuestro tiempo separados era, honestamente, demasiado
para asimilarlo. Anhelaba toda esta información, pero decir que no hacía
que me quedara sin aliento cada pocos minutos sería una mentira.
También me asustaba. Si una chica de pueblo podía ser tan cruel, ¿de qué
serían capaces las mujeres de una gran ciudad?
—¿Quieres salir de casa durante un rato? ¿Tal vez para tomar una
rebanada? —Usé mi recientemente adquirida jerga de Nueva York para
decir un pedazo de pizza.
—Podría comer —respondió con una gran sonrisa, y me incliné para
besar cada uno de sus hoyuelos. 49
Me aparté lentamente y el rico color chocolate de sus ojos me
hipnotizó mientras se me ocurría algo. —Espera. ¿Dónde te estás
quedando? ¿Tienes un apartamento u hotel en el que necesites
registrarte?
Los nervios se agolparon en mí mientras esperaba su respuesta. Sabía
que debería haber sido más reservada, o cautelosa, o cuidadosa, pero la
verdad era que quería que se quedara conmigo y nunca se marchara otra
vez.
—Todavía no he reservado nada. Vine directamente aquí.
Claro. Él planeaba vivir en otro lugar y yo era sólo la primera parada.
—Oh. Bueno, ¿quieres hacer esto primero? —Traté de esconder mi
decepción, pero mi tono me traicionó.
Pasó el pulgar por mi mandíbula antes de descansarlo debajo de mi
barbilla. —En realidad no. Prefiero posponer todo lo que implique dejarte.
El alivio se apoderó de mí. Mis labios se apretaron en una sonrisa
forzada mientras cerraba los ojos. —Entonces no te marches —susurré.
—No quiero volver a dejarte jamás —admitió mientras el calor de sus
labios acariciaba los míos.
—Podrías vivir aquí. —Las palabras se derramaron antes de que las
pensara conscientemente.
La cara de Jack se relajó, y una pacífica calma se extendió a través
de ella. —¿Sí? ¿Quieres que vivamos juntos?
Su pregunta sin inflexión contradecía la feliz mirada de su rostro,
haciendo que me maldijera silenciosamente por ser tan vulnerable. —Era
sólo una oferta. No estés tan satisfecho de ti al respecto.
Ahogó una risa. —Nada me haría más feliz, Kitten, que saber que mi
hogar se encuentra dónde estás tú.
Mi corazón dio un salto y se golpeó contra mi pecho con tanta
fuerza que me sorprendió que no me derribaba. —¿De verdad?
—De verdad. —Su sonrisa se ensanchó—. No iba a dejarte, de todos
modos.
—¿Ah, sí?
—No me he trasladado desde la otra punta del país para vivir solo.
Me mudé aquí para estar contigo. Y voy a hacer eso. Estar. Contigo. —Me
miró fijamente a los ojos con convicción.
Mis entrañas temblaron de deseo y el calor se extendió entre mis
muslos ante su comportamiento seguro. —¿Qué pasa si te hubiera dicho 50
que no? —bromeé.
Presionó su frente contra la mía, atravesándome directamente con
sus ojos. —Pero no lo hiciste. Me quieres aquí tanto como quiero estar aquí,
y lo sé. No voy a marcharme y tú no me vas a obligar a hacerlo.
—Eres malditamente arrogante.
—¿Es arrogancia cuando tienes razón? —Su labio se curvó en un
lado antes de aplastar su boca contra la mía. Pasó la lengua
burlonamente a través de mi labio inferior antes de apartarse.
Después de todo el dolor que me había hecho pasar, nada podía
compararse con la forma en que vivía en la presencia de Jack. Las grietas
y astillas de mi corazón se arrastraban lentamente para juntarse cuando él
se hallaba cerca. Mi alma fingía que no importaba el daño pasado,
mientras tiraba de sí misma para completarse de nuevo. Yo había sido
destrozada y rota, pero mi cuerpo insistía en repararse por él.
Por Jack.
Porque estar con él, sin importar lo ilógico que pareciera
considerando que era el responsable de mi matanza interna, me
completaba. Juntos teníamos sentido. Melissa no podía haber tenido más
razón cuando nos describió como “el desorden perfecto”. Me di cuenta
de que su evaluación sostenía más verdad ahora que nunca antes.
—¿Pizza? —sugerí otra vez, anhelando un cambio de ubicación.
—¿Al menos te pondrás algo de ropa?
Rodé los ojos, sabiendo que le molestaría. —Tú primero.

51
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Mejores amigos
Traducido por katyandrea & Alexa Colton
Corregido por Pau!!

Jack
Agarré la mano de Cassie, apretando nuestros dedos mientras 52
caminábamos fuera. Eché un vistazo alrededor de la ciudad, observando
los edificios y lo diferentes que eran todos comparado con el sur de
California. Nueva York se veía tan viejo como lo era. Pero era muy fresco.
Incluso en el aire frío, la ciudad bullía de una energía que nunca había
experimentado antes. Nueva York tenía arrogancia. Ya me gustaba.
—Ahí está —dijo Cassie con una sonrisa, señalando hacia un
pequeño toldo verde.
Eso fue rápido.
—Genial. —Parecía muy pequeño. Me apresuré en frente de Cass,
abriendo la puerta antes de anunciarnos en su interior, colocando mi
mano firmemente en su culo.
El olor a pan fresco, queso y salsas abrumó mis sentidos. Mi estómago
gruñó cuando examinamos el menú en la pared y el viejo hombre detrás
del mostrador me estudiaba. Me había acostumbrado a que me miren,
pero me convencí de que este tipo no podía saber quién era. Claro, la
industria informó en los periódicos y en línea, pero todavía no había
empezado a jugar con el equipo.
—¿Qué quieres, cariño? —le pregunté a mi chica, hipnotizado por el
pelo rubio largo que se extendió por su espalda.
Ella es tan caliente. Sólo quiero atar ese pelo en un nudo a mi pata
de la cama.
—Voy a buscar un par de rebanadas.
—¿Quieres simplemente obtener una pizza entera y luego podemos
traer el resto a casa para más tarde?
Asintió con entusiasmo. —¡Sí! ¡Gran idea! Eres muy inteligente —dijo,
antes de elevarse en los dedos del pie para besar mi mejilla.
—Inteligente y hambriento. No tienes comida en tu casa. Tú me
matas, mujer.
—¡Sé quién eres! —La expresión del hombre se volvió alegre mientras
ondeaba un dedo gordo en el aire—. ¡Eres nuestro nuevo lanzador! Jack...
—hizo una pausa y entrecerró los ojos—... Carter, ¿verdad?
La boca de Cassie se quedó boquiabierta mientras miraba en
estado de shock entre el hombre detrás del mostrador y yo. —Sí, señor —le
contesté con un gesto rápido. Su mano se extendió a través del mostrador
de acero frío hacia mí antes de extenderla hacia Cass.
—Soy Sal, cariño —sonrió ampliamente, mirándola.
Ves, Kitten, incluso los viejos piensan que estás caliente.
—Soy Cassie. Gusto en conocerte. ¿Cómo sabías quién era él? —
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preguntó Cassie, su voz un poco estresada.
Le soltó la mano. —Soy un gran fanático de los Mets. Sigo a todo lo
relacionado con el equipo. Estamos todos muy contentos de tenerte aquí.
¡Bienvenido a Nueva York!
Su voz resonó con tanto entusiasmo sincero que empapó mi piel y
mis huesos. —Gracias. Estoy muy feliz de estar aquí. —Al decir las últimas
palabras, miré directamente a Cassie.
—¿Cómo es que no estás con el equipo en Chicago? —Sus ojos
grises se fijaron en mí con curiosidad.
—Me hicieron un favor y no me pusieron en la rotación hasta el lunes
por la noche. Volé directamente aquí para establecerme.
—Eso es maravilloso. ¿Ustedes viven en el Lower East?
Mis ojos se encontraron con Cassie de forma rápida antes de
responder—: Por ahora sí.
—Bueno, soy Sal. Cualquier cosa que deseen es cortesía de la casa.
—Oh no, Sal, no tienes que hacer eso. Sin embargo, gracias —
contestó Cassie dulcemente antes de que pudiera responder yo. Esa era
una de las cosas de ser conocido o famoso, o cualquier cosa que quisieras
llamarlo, nunca tuvo ningún sentido para mí. La gente disfrutaba de dar
cosas gratis cuando tú puedes claramente costearlo. No entendía la ironía
de dar cosas gratis a la gente con un montón de dinero.
—Es un placer conocerte, Sal. Y en serio, estamos más que dispuestos
a apoyar tu negocio, ya que supongo que estarás apoyando el mío. —Le
sonreí, tomando nota de las banderas de los Mets y los carteles colgados
en las paredes.
—Entonces, ¿qué puedo hacer por ustedes?
Cassie me miró hacia mí. —Sólo quiero pepperoni.
—¿Podemos conseguir dos pizzas grandes de pepperoni?
—Claro que sí, Jack. —Sal se volvió hacia la cocina detrás de él y
gritó—: Dos tartas grandes de pepperoni.
¿Tartas?
Como si leyera mi mente, Cassie se inclinó a mi oído y susurró—: Aquí
las llaman tartas. Y si quieres un pedazo de pizza, lo llaman una rebanada.
Le sonreí, agradecido por mi primera lección en Nueva York. Le besé
la cima de la cabeza, observando el pequeño restaurante. Dos mesas
pequeñas acurrucadas con viejas sillas verdes junto a la ventana de gran
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tamaño. —¿Quieres sentarte?
Asintió, eligió de una mesa y luego se sentó. Casi me pellizqué para
asegurarme que me estuviera pasando. Tener a Cass de vuelta en mi vida
me renovaba. Me sentía como un jodido hombre nuevo... como si pudiera
hacer cualquier cosa simplemente porque esta chica estaba conmigo.
Puse la mano sobre la mesa antes de que Cass estirara las suyas,
poniéndolas encima de la mía. Sus dedos se movieron por mi piel, y me
despertó al instante.
Cálmate.
—Todavía me asombra que ella luchara contra la anulación. Y
tuviera todo el papeleo falso y esas cosas. Me parece una locura —dijo
mientras sacudía la cabeza.
—Es una locura.
—Y vengativo. Y malicioso. Y horrible.
Solté una bocanada de aire. —Sí. Es todas esas cosas.
—Así que, ¿cuándo fuiste a Alabama?
Me aparté de su agarre, echándome hacia atrás y uniendo las
manos detrás de la cabeza mientras miraba a sus ojos verdes. —Estuve
sentado allí, esperando. Pasó todo un mes y ella todavía no había firmado
los papeles. Sentí que no tenía control de mi propia vida, y me enojaba
bastante.

***

—Oye, Dean. Pregunta: ¿Por cuánto tiempo es tu receso de


invierno? —le pregunté a mi hermanito durante la cena.
—Uh, regresamos a finales de enero, ¿por qué? ¿Qué pasa? —Inclinó
la cabeza y siguió masticando su comida.
—¿Quieres volar a Alabama y ayudarme a traer mi mierda aquí? —
Levanté la barbilla hacia él.
—¡Jack! El lenguaje. —La abuela me golpeó el brazo.
—Lo siento, abuela. —Apreté los labios cuando el abuelo se rió de mi
malestar.
—No lo alientes. —La abuela lanzó una mala mirada en dirección al
abuelo, y él ahogó rápidamente de nuevo otra risita. 55
—Por supuesto que voy —dijo Dean, haciendo caso omiso de todos
los demás—. ¿Cuándo?
—Nos dirigiremos allí después de navidad. Quiero salir de ese estado
tan pronto como sea posible —le dije, con la voz llena de repugnancia.
La abuela extendió la mano y me apretó el brazo. —¿Ya firmó los
papeles, querido?
Aparté los ojos y sacudí la cabeza. —Ella todavía lucha contra ello.
Dice que no puedo probar que hubo fraude.
—¡Pero fingió su embarazo! Te engañó. —La voz de la abuela subió
hasta que sus mejillas se enrojecieron de indignación.
—Lo sé, pero tiene registros que confirman su embarazo. —Suspiré,
llevando un tenedor lleno de la deliciosa cocina de la abuela a mi boca.
—¿Cómo puede hacer eso? —El abuelo levantó la vista de su plato,
con los ojos cargados de preocupación, y la culpa se precipitó a través de
mí al pensar en causarle desagrado a él o la abuela.
Tragué saliva antes de responder. —No tengo ni idea. ¿Tal vez el
médico era un viejo amigo de la familia? Su familia se remonta a
generaciones en esa ciudad por lo que son muy respetados.
La abuela dejó escapar un gruñido de disgusto. —¡Ellos ni siquiera
saben el significado de la palabra!
—Espera. —Dean se limpió la boca con una servilleta antes de
colocarla de nuevo en su regazo—. ¿Estás diciendo que no hay nada que
puedas hacer para luchar contra ella?
—Sólo digo que la carga de la prueba recae sobre mí. ¿Y cómo
puedo demostrar todo eso?
—Esa es una desquiciada pe… —Dean se detuvo en seco ante la
gran sacudía de cabeza de la abuela, que lo miraba—. Chica. Iba a decir,
que es una chica desquiciada.
Me di cuenta de mis dientes apretados. —Dímelo a mí.
—Estoy preocupada, Jack. Esto está tomando tanto tiempo. Cuanto
más se tarde, más tienes para perder —añadió la abuela.
Sabía cuál era su preocupación subyacente. Se preocupaba por
Cassie y yo. Admitiré que me a mí también me preocupaba, pero maldita
sea si voy a dejar que gane esa pequeña perra. —Lo arreglaré, abuela. No
te preocupes. Ella va a firmar los papeles.
—No hagas ninguna tontería —advirtió.
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***

—Jack, tus tartas estarán en un minuto, ¿de acuerdo? —La voz grave
de Sal se hizo eco en todo el pequeño restaurante, liberándome de mis
recuerdos.
—Suena bien, Sal. Gracias.
—¿Qué dijo Marc acerca de ir a Alabama?
—No se lo dije.
Se rió, pasándose los dedos por el pelo, y yo quería estirarme y tocar
cada jodida parte de ella. —Por supuesto que no.
—Bueno, ¡por favor! Él me habría aconsejado que no me vaya. Yo
seguía pagando el alquiler de una casa en la que no vivía. Tenía que sacar
mis cosas antes de que comenzaran los entrenamientos de primavera en
febrero, y sólo faltaba un poco más de un mes.
—¿Eso te volvía loco? —Su frente se arrugó por la preocupación, y
me moría de ganas de evitar todo esto, pero recordando las reglas de
mucha importancia para una relación con Cassie, me negué a mentir.
Regla número uno: No mientas.
Cerré los ojos antes de abrirlos de nuevo. —Definitivamente sí. Verás,
Kitten, aparte de toda la mierda que ocurría... que mis cosas siguieran en
Alabama... que Chrystle no firmara la anulación... siempre se trataba de ti.
Lo único que importaba era regresar a ti. Y lamento que el tiempo se me
escapara tan rápido, pero…
—No te hagas eso —me interrumpió ella—. Ahora lo entiendo mejor.
Me metí la mano en el pelo, tirando de las mechas como tendía a
hacer cerca de ella. —Sé que debí haber llamado. Pero mientras pasaba
todo, yo estaba inmerso en arreglar las cosas. Me obsesioné con que cada
detalle estuviera en perfecto orden antes de venir aquí. Sin excepciones.
—Pero ahora estás aquí. Y eso es todo lo que importa. —Sus ojos
hermosos brillaban, y yo sabía que iba a perder mi mierda aquí, delante de
Sal si ella lloraba. Sus lágrimas podían destriparme completamente.
—Para llevar, ¿no? —nos gritó Sal, y puso mis emociones bajo control.
Eché un vistazo a Cass, que asintió con acuerdo. —Para llevar, Sal.
Gracias —contesté.
Empujé mi silla hacia atrás y me dirigí hacia el pequeño mostrador. — 57
¿Tienes un coche, Jack? —Sal inclinó la cabeza en dirección a mí, con los
ojos entrecerrados.
Inicialmente confundido por su pregunta extraña, me eché hacia
atrás y pensé por un momento. —No —le dije con voz entrecortada,
preguntándome por qué un extraño averiguaba si yo tenía un coche.
—Sólo pregunto porque mi primo Matteo es chófer. Tú no deberías
tomar el tren al estadio todos los días, y ni pienses en tomar un taxi. Voy a
escribir el número de su coche de empresa y tú pregunta directamente
por él, así se ocupará de ti. —Garabateó el nombre y número de Matteo
en la parte posterior de una tarjeta de visita antes de pasármela.
El alivio se apoderó de mí. Sal no era un acosador espeluznante, sino
un buen tipo. —Gracias. Ni siquiera había pensado en eso —le dije con una
sonrisa, metiendo la tarjeta en el bolsillo trasero y haciendo una nota
mental para llamar al número más tarde.
—No hay de qué. Sólo asegúrense de volver aquí y visitarme de vez
en cuando, ¿de acuerdo? —Deslizó las dos grandes cajas en mi dirección.
—Por supuesto. —Extendí la mano, y agarré firmemente.
—Nos vemos pronto. Gracias. —Cassie sonrió antes de sostener la
puerta abierta para mí y nuestras tartas grandes.
¿Ves? Aprendo rápido.
Caminábamos de regreso a nuestro apartamento cuando Cassie se
echó a reír. —No puedo creer que él supiera quién eras.
—Eso fue una locura, ¿no?
—¡Sí!
Me encogí de hombros, mientras equilibraba las pizzas. —Siempre he
escuchado que los neoyorquinos son intensos.
Cassie se detuvo brevemente, levantando las cejas. —Oh. No tienes
ni idea.
Su tono me hizo sonreír. —Creo que voy a aprender muy pronto.
—Será mejor que gane sus juegos, señor —me advirtió, con un tono
que sonaba medio burlón y nervioso.
Entramos en el edificio de apartamentos donde las puertas del
ascensor esperaban en posición abierta. Cassie apretó el botón y cuando
las puertas se cerraron, me encontré con ganas de dejar caer las cajas al
suelo y sujetarla contra la pared del ascensor. Mis pantalones se apretaron
cuando mis pensamientos siguieron su destino. En mi mente, me incliné y
presioné mis labios en su cuello, lamiendo y mordisqueando un camino 58
hasta su mandíbula mientras los gemidos escapaban de sus labios. Pensé
en presionar mi boca contra la de ella, para silenciar sus grititos dulces
mientras nuestras lenguas jugaban a las escondidas. Se aclaró la garganta,
y levanté la vista para ver que las puertas del ascensor estaban abiertas.
—¿El ascensor y tú necesitan un poco de tiempo a solas? —preguntó
ella, parpadeando hacia el bulto en los pantalones.
—Pensaba en todas las cosas que me gustaría hacerte aquí. —Le
guiñe un ojo y me mordí el labio inferior, esperando una reacción por su
pate.
Inclinó la cabeza hacia un lado, con los labios fruncidos de ese
modo lindo que siempre me excita. —¿En serio? Los ascensores son
desagradables. Eres asqueroso. —Me dio la espalda y tintineó las llaves
hacia la puerta mientras se me escapaba una leve sonrisa.
Una vez dentro, puse las cajas de pizza calientes como el infierno en
la mesa de la cocina y sacudí las manos para liberarlas del calor. —Tan
pronto como te sientes, te contaré las mejores partes —le grité mientras se
alejaba.
—Oh, ¿en serio? —Me miró desde la puerta del baño con una
sonrisa—. Sólo déjame lavarme las manos.
Después de una búsqueda rápida, tomé dos platos de la alacena y
los coloqué sobre el mostrador antes de llenar dos vasos de agua.
Nota mental: conseguir un poco de cerveza.
Cassie entró en la cocina, muy sonriente. —Estoy lista —dijo,
agarrando los vasos de agua cuando prácticamente saltó a la mesa de la
cocina.

***

—¿A quién le hablas? —Dean se encontraba sentado en el sofá, y le


di un puñetazo en el brazo cuando pasé a su lado.
—Melissa —respondió, alzando las cejas con su nombre—. Meli,
espera un segundo. —Dean cubrió su celular con la mano y lo bajó hacia
el muslo—. Quiere venir con nosotros. —Lo miré, mi expresión claramente
confundida—. A Alabama —agregó.
—¿Por qué? —le pregunté, sin entender por qué ella podría desear
hacer ese viaje.
—Dijo que se aburre en casa sin Cassie. Y quiere ayudar.
Personalmente, creo que me echa de menos —rió.
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Pensé por un segundo antes de darme cuenta de que la idea de
que Melissa viniera con nosotros no me molestaba. —Puede venir.
—¿En serio? —Dean estalló en una gran sonrisa.
—Sí, no me importa —le dije rápidamente. Sería divertido con ella allí.
Y probablemente sería de gran ayuda. Era una chica, después de todo, y
a las chicas les gusta organizar, limpiar y se ocupan de la mierda. ¿Cierto?

***

—Ella no fue contigo a Alabama —dijo Cassie, completamente


boquiabierta.
—Sí, fue. Incluso se reunió con Chrystle —le dije con una gran sonrisa
antes de echar una gran rebanada a mi boca.
—¿Qué? —Sus hombros cayeron—. ¡No me dijo nada!
Me estiré a través de la mesa hasta ella y le acuné la mejilla con mi
mano. —Le dije que no lo hiciera. Le hice prometer que no te diría nada
hasta que pudiera venir a buscarte.
—Pero es mi mejor amiga —se quejó—. Y sabía lo mucho que estaba
sufriendo. Si me hubiese dicho lo que ocurría, no habría tenido que pasar
por todo eso. La espera, el no saber...
—Créeme, Cass, ella luchó mucho conmigo al respecto. Cada día
quería decírtelo, y cada día tuve que hacerle prometer que no lo haría. La
amenacé con dejar de ponerla al tanto de las cosas y dijo que si lo hacía,
te llamaría en un segundo y te diría todo. —Sonreí levemente para ocultar
mi malestar—. Así que básicamente, teníamos un acuerdo. Mientras yo la
mantuviera informada, ella mantendría la boca cerrada. —En el momento
no se sintió mal pedirle a Melissa que le ocultara todo a Cassie, pero ahora
al estar sentado aquí y decirlo en voz alta, me abrumó el hecho de que
había sido un completo idiota.
—Mmm. —Cassie cruzó los brazos sobre el pecho y puso mala cara.
Mis ojos siguieron sus brazos, pero se detuvieron bruscamente en su pecho.
Sólo una mirada y mi hombría comenzó a despertar. Me obligué a mirar
hacia otro lado y no pensar en que la mujer que amaba se encontraba
sentada frente a mí, subiendo y bajando los pechos con cada respiración
de disgusto que daba.
—Lo siento. Simplemente no podía dejar que te dijera lo que sucedía
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hasta que todo hubiese terminado. Ya te había pedido que entendieras
demasiado. Me negaba a pedirte que entendieras eso también.
—Pero lo habría hecho. Lo habría entendido. —Descruzó los brazos
antes de continuar—: O lo habría intentado al menos.
Tiene razón. Tiene toda la jodida razón. Pero es demasiado tarde. No
puedo cambiar el pasado. Lo hecho, hecho está.
—Ya lo sé, pero no me parecía justo. —La alcancé por encima de la
mesa y le acaricié la mejilla con el pulgar—. Trataba de ser honorable. Y
sentía que venir a tu puerta, mientras todavía llevaba el gran equipaje de
Chrystle era lo menos honorable.
—Tú y todas tus ideas de las “cosas correctas”. Apestas en hacer lo
correcto.
—Lo he escuchado bastante.

***

—Jesús, Jack, esta casa es muy linda —dijo Melissa, pasando la


mano por la encimera de granito en la cocina de mi casa alquilada.
Asentí. —El alquiler es muy barato aquí. —Hice una pausa antes de
añadir—: Y pensé que me quedaría un rato.
—Bueno, ¡gracias a Dios que no! ¿Podemos salir esta noche? ¿Por
favor? ¿A algún lugar divertido? —rogó e hizo sobresalir su labio inferior.
Sonreí antes de mirar a Dean. —Por supuesto. —Me encogí de
hombros, tomando un trago de mi botella de cerveza tibia. Sólo había dos
bares en éste pueblito de Alabama, y después de esa noche infernal
cuando conocí a Chrystle, me había jurado que nunca pondría un pie en
ese bar en particular de nuevo. Así que sólo quedaba el otro, y no tenía ni
idea de cómo lucía.
—¡Sí! —prácticamente gritó Melissa antes de desaparecer escaleras
arriba, rumbo al cuarto de baño de invitados—. ¡Primero tengo que
ducharme!
Miré a mi hermano. —¿Qué es lo que pasa con ustedes dos?
—Le gusta besarme. —Dean sonrió como un idiota enamorado—.
Mucho.
—¿Estás en la secundaria? ¿Qué diablos significa eso? 61
El rostro de Dean se desanimó, y en serio sufrí por él. Mi hermano era
prácticamente el polo opuesto a mí. Se apegaba a las chicas por voluntad
propia. Mientras que yo cortaba cada cable posible que me pudiese unir a
alguien —hasta Cassie—, y él ataba hasta nudos triples con las personas
que le importaban de verdad. Cuando Dean se enamoraba de una chica,
lo hacía profundamente. Medio me preguntaba si lo hacía sólo para
fastidiarme. Sólo para demostrarme lo diferente que era a mí.
—Sólo digo que cada vez que esa chica me deje besarla, lo haré.
Me gusta, de acuerdo, pero no creo gustarle realmente a ella.
Le di un puñetazo en el brazo. —Bésala mejor entonces, idiota.
—La beso muy bien, vete a la mierda.
—Obviamente no —bromeé. Al sentir que subían sus defensas, me
eché atrás. Me gustaba atormentar a mi hermanito, pero no disfrutaba de
hacerle daño.
—¿Quieres que hable con ella? —ofrecí, preguntándome cómo eran
las cosas con Melissa.
Enderezó la espalda y sus hombros se tensaron. —Definitivamente no.
Lo último que quiero es que le hables.
—Sólo estoy tratando de ayudar, hermanito. —Tomé otro sorbo antes
de verter el resto de la botella en el fregadero. La cerveza caliente sabía a
pis. Dejó de escucharse la ducha y Dean miró hacia las escaleras—. Ve allí,
ya. Deberías haber saltado en la ducha con ella —sugerí con una sonrisa.
—¡Eres un idiota! —disparó mientras se dirigía hacia el baño.
—Pero tengo razón —le grité cuando me echó un vistazo por encima
del hombro.

***

Nos sentamos alrededor de la mesita de roble circular, bebiendo y


riendo. Melissa golpeó su pequeño puño contra la mesa antes de gritar por
encima de la música—: ¡Jack, olvidé decirte que el otro día le envié a
Cassie el frasco de centavos!
Mi mente se dirigió a la noche en que ella se fue, permaneciendo
solo en su antigua habitación mientras miraba el frasco que había dejado
atrás. —¿Por qué?
—Lo pidió. Y me hizo prometer que lo envolvería en mil capas de
plástico de burbujas para que no se rompiera.
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Levanté las cejas y le ofrecí una sonrisa arrogante, feliz de escuchar
esta revelación justo cuando vi a la última persona en el mundo a la que
quería ver, seguida por su dama de honor. Mi mandíbula se tensó mientras
me hacía crujir el cuello.
—Oh, mira quién es, Vanessa. Mi marido. —La vos áspera de Chrystle
sonó en mis oídos, y de repente deseé ser sordo—. Y también su delicioso
hermano. Vanessa, te acuerdas de Dean, ¿no? ¿De la boda? —Miró a
Vanessa, que se movió incómoda, pero no respondió—. Hola, Dean.
¿Cómo has estado, cariño? —arrulló con su acento meloso, mientras
seguía invadiendo nuestro espacio.
Eché un vistazo a Melissa, que empuñaba las manos, con los ojos
entrecerrados en pequeñas hendiduras, y gruñía. —Jesús, Jack, supongo
que es verdad lo que dicen de la vista distorsionada por el alcohol —lanzó
Melissa, dándole a Chrystle una mirada con puro odio en los ojos.
La mandíbula de Chrystle bajó ligeramente y sus ojos se pusieron
enormes. —¿Qué has dicho?
—He dicho que eres tan fea por fuera como lo eres por dentro —
escupió. Para ser pequeña, seguro era temeraria. Me encantó eso, joder.
Ella le dijo todo lo que no le podía decir yo, sin que fuese potencialmente
usado contra mí en la corte.
—¿Y quién demonios eres tú? —Chrystle se tensó y trató de sonar
severa, pero falló y me di cuenta de que Vanessa luchaba para ocultar
una sonrisa.
—No es de tu maldita incumbencia —replicó Melissa antes de tomar
un trago de su vaso.
—Sí, lo es. Verás, estás sentada con mi marido y mi cuñado. —Pasó
los dedos por el brazo de Dean y él se tensó antes de agarrarle la mano y
alejarla.
—Oh, genial. —Melissa rodó los ojos—. La tocaste, Dean. Ahora
probablemente esté embarazada.
Con ese comentario, no pude aguantar más. Una risa estruendosa
salió de mis pulmones y se esparció por el aire.
—Ahora, ¿por qué no te llevas tu culo de zorra y feo lejos de nuestra
mesa para que podamos disfrutar el resto de nuestra noche? —Movió la
mirada hacia mí—. En serio, Jack. ¿Qué tan borracho estabas para follarte
eso? —Su tono estaba lleno de desprecio.
Sin saber que replicar, Chrystle se escabulló lejos de nuestra mesa y 63
casi tropezó con una silla fuera de lugar mientras Vanessa caminaba
rápidamente detrás.
—Mierda, qué divertido. Eso fue impresionante. —Me estiré para
chocar los cinco con ella desde el otro lado de la mesa.
—La forma más sencilla de lograr meterte bajo la piel de una chica
es llamarla fea. Sobre todo cuando no lo es —dijo con total naturalidad.
—Es bueno saberlo. —Dean asintió.
—No te hagas ilusiones, amigo. Si usas esa mierda conmigo, nunca te
volvería a hablar —dijo Melissa, con un giro de cuello descarado que me
dio ganas de reír.
—Sí, señora —respondió, poniendo la botella en sus labios y
resoplando.
Cobarde.

***

—¡Mierda, esa historia es increíble! —Los ojos de Cassie me miraban


de soslayo mientras aullaba de risa.
—Fue muy divertido —me reí con ella, agradecido por el repunte de
su estado de ánimo.
—¿Cómo pudo Melissa ocultarme eso? ¡Es la mejor historia de todas!
—Probablemente se moría por contártelo —admití, sintiéndome
culpable por pedirle a su mejor amiga que le ocultara muchas cosas.
—¿El malvado trol firmó los papeles después de eso?
La sonrisa desapareció de mi rostro cuando recordé lo que vino
después. —No.

***

Los tres caminábamos hacia la salida del bar, cuando Chrystle saltó
delante de mí, agarrándome por el brazo. Me liberé de su despreciable
toque antes de gritarle—: No me toques, perra loca.
—Sólo quiero hablar contigo, Jack. —Pestañeó e inclinó la cabeza
en un intento de mierda de parecer dulce.
—¿Qué tal si hablamos después de firmar los papeles?
Al instante, su boca se frunció por la frustración. —No voy a firmarlos. 64
No puedes demostrar nada y lo sabes.
—Sigue diciéndote eso —mentí, esperando a que lo creyera.
—Estás mintiendo.
Joder.
—Sólo recuerda la cantidad de amigos que tienes antes de que
todos ellos reciban una citación y los haga atestiguar contra ti. Si consigues
que mientan en el estrado, me aseguraré de que vayan a la cárcel.
—¡No te atreverías! —escupió.
—Y una mierda. —Me incliné hacia su rostro, enlazando mis palabras
con ira y odio.
—No va a funcionar. He cubierto todas mis bases, por así decirlo. —
Sonrió con picardía, y me pregunté qué diablos hice en una vida pasada
para merecer esto.
—Sólo firma los malditos papeles, Chrystle.
—No.
—¿Por qué diablos no?
—Porque me niego a que te resulte fácil deshacerte de mí. —Sonrió,
y yo quería golpearla.
—¿Es esto un maldito juego para ti? —le pregunté con los dientes
apretados, mientras mi ira aumentaba casi hasta el punto de hervir.
—Quiero seguir casada, así que no voy a firmar nada si puedo
evitarlo.
La petulancia irradiaba de ella con tanta fuerza que tuve que
reprimir el impulso de gritar como un loco en el centro del bar.
Mantén la calma, Carter. No dejes que esta perra loca te lleve al
extremo.
—¿Evitarlo? ¿Crees que puedes evitar esto?
—En realidad, sí. —Su voz, llena de engaño y confianza, me dio
ganas de vomitar.
—No eres más que una mala persona. —Lancé las manos en el aire
con frustración.
—Tú también —contraatacó.
—No, yo soy un imbécil. Hay una diferencia.
Esta chica me sacaba de cada maldita casilla. Y no en el buen 65
sentido. Casi deseaba que Melissa se acercara y acabara con ella. Dios
sabe que yo no podía. Si golpear a una chica fuera socialmente
aceptable, éste podría haber sido el momento en que consideraría
hacerlo. Si ella fuera un hombre, ya le hubiese hecho tragarse los dientes
por su maldita garganta.
—Voy a hacer lo que sea necesario para librarme de ti. ¿Me
escuchas? Lo que sea necesario.
—¿Me estás amenazando? —preguntó, elevando abiertamente la
voz.
—Si te estuviera amenazando, lo sabrías. Firma los malditos papeles.
—Me aparté de ella, abriendo la puerta del bar con mi puño.

***

—No creía que fuese posible odiarla más. —Cassie suspiró mientras
sacudía la cabeza con incredulidad—. ¿Quién hace ese tipo de cosas?
—Las perras locas. Juro que nunca volveré a hablar con otra chica
que no seas tú.
En realidad no era tan mala idea. Si nunca hablaba con otra
fanática, nunca me metería en problemas con Cass y ella confiará en mí
de nuevo.
—La abuela podría ponerse triste. —Su voz dulce interrumpió mi
nuevo plan.
—Cierto. La abuela y tú —modifiqué, antes de continuar—: Así que,
al día siguiente Chrystle presentó una orden de restricción en contra de
nosotros tres.
—¡Cierra la maldita boca! ¿Contra Dean, Melissa y tú?
Asentí. —Dijo que amenazamos su vida y temía por su seguridad.
—¿Es una broma? Será mejor que esa perra desee nunca toparse
conmigo porque deberá temer por su seguridad. —Sus dedos tocaron
ligeramente la cima de su plato, haciendo un ruido con cada toque.
Me reí a carcajadas. —Me gusta cuando te pones protectora
conmigo, Kitten. Es lindo.
—Deberías haberla encerrado en un manicomio o algo cuando
tuviste la oportunidad. —Su voz se llenó de ira, y me encontré sorprendido 66
por la cantidad de locura en mi vida en los últimos años—. Todavía no
puedo creer que Meli no me haya dicho nada de esto. Es decir, después
de que te vi en el juego esa noche, la llamé de inmediato. Me dijo que te
superara. Que necesitaba un cierre definitivo, pero ella sabía todo lo que
sucedía, todo el tiempo.
Me agarré la nuca ante el malestar del recuerdo de ver a Cassie con
otro chico en mi juego de béisbol y también por lo irritada que se puso
Melissa. —Sí. Se enojó mucho conmigo en ese momento.
—¿Por qué?
Moví el cuello hacia la izquierda, para hacerlo crujir, antes de exhalar
con fuerza. —Me dijo que tenía una fecha límite. O yo te decía en una
fecha determinada, o lo haría ella.
—¿Cuándo fue la fecha límite?
Aparté la vista de sus ojos, ya que la verdad seguía siendo un
recuerdo doloroso. —Antes de irme a los entrenamientos de primavera de
esta temporada.
La miré mientras pensaba, ubicando las piezas en su lugar como un
rompecabezas que sólo encajaba en una manera determinada. Ella hacía
la conexión entre las demandas de Melissa hace meses y su conversación
después de verme en el juego de hace unas semanas. —Pero nunca me lo
dijo. Es decir, nunca dijo nada. Y, obviamente, tú tampoco. —Se detuvo,
arrugando la frente con su continua confusión al darse cuenta de que
Melissa amenazó con confesar todo, pero nunca lo hizo—. ¿Por qué no me
lo dijo? Ella sabía lo herida que estaba.
Asentí. —Lo sé. Dijo que tú por fin eras feliz aquí. Que le dabas una
oportunidad a la gente y que te encantaba todo lo que experimentabas.
Y le asustaba que si te contaba todo, te pusieras triste nuevamente y te
cerraras a todos. Pensó que al decírtelo, te haría dar pasos hacia atrás, en
lugar de hacia adelante.
Vi como su frente se suavizó, liberando algo de tensión. —¿Debido a
Joey? —preguntó en voz baja.
—Sí. Dijo que a pesar de que no era lo mismo, podía escuchar la
emoción sutil en tu voz cada vez que hablabas de él. —Forcé una sonrisa
mientras mi estómago se revolvía y retorcía de celos.
—Así que por eso me insistió tanto en salir con él. —Dejó de quitarse
su esmalte de uñas y me miró—. Tú sabías de él, ¿no? Quiero decir, ¿antes
de la noche en el campo?
—Ajá. —No confiaba en mí mismo para responder otra cosa. No
tenía derecho a estar enfadado, pero pensar en otra persona con mi 67
chica me daba ganas de hacer agujeros en la pared. O en su cara.
—¿Por Dean? —preguntó, con su voz curiosa.
—Mayormente. Después de que Melissa se enojó conmigo, creo que
a ella le gustaba decirme que ya tenías a alguien más en tu vida. Me
atacó una noche después de que Chrystle firmó por fin los papeles, pero
yo todavía no te había llamado. Le dije que trataba de resolver las cosas,
pero ella jodidamente continuaba arremetiendo contra mí y gritando en el
teléfono.
Me estremecí ante el recuerdo de una Melissa muy enojada, más de
lo que nunca la había escuchado. Para ser alguien pequeña, era bastante
ruidosa. —Exigió saber qué coño era lo que todavía tenía que resolver.
Entonces me dijo que te dejara en paz y no me metiera en tu vida nunca
más.
Cassie se tapó la boca abierta con una de sus manos y tenía los ojos
muy abiertos, mientras escuchaba.
—En ese momento, yo esperaba para ver si se haría la transacción.
Nadie sabía que trataba de ser transferido. Ni siquiera Dean.
—Yo... —Cassie se detuvo, exhalando—, ni siquiera sé qué decir.
—Me siento como alguien sacado de una jodida película de
Lifetime. O un pedazo de mierda del show de Maury Povich2. Diciendo
todo esto en voz alta. —Me detuve para mirar sus ojos verdes.
Dios, es tan hermosa. ¿Cómo pude haberla lastimado?
—Es todo tan loco para mí.
—Es mucho para asimilar —concordó.

68

2 Un show donde se exhiben casos “reales”, con tramas de telenovelas.


5
Cambio de Tema
Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Paltonika

Cassie
Revivirlo todo, cuando no se encontraba lo bastante lejos en el 69
tiempo como para hacerlo, era más allá de abrumador. No tenía idea de
las cosas por las que pasó Jack durante el tiempo en el que estuvimos
separados. Parte de ello me rompe el corazón y las otras me molestan.
Estuve media tentada a decirle que se detuviera. Que no quería escuchar
nada más. Que escuché lo suficiente. ¿Qué podría faltar?
Pero mi mente —mi loca, abandonada por Dios, e idiota mente— no
lo dejaba pasar. Ella sería el mayor problema que se metería en nuestro
camino para volver a estar juntos. No quería ser estúpida. Ya acepté las
disculpas de Jack y lo recibí en mi casa con los brazos abiertos, pero en
serio, no quería ser tonta de nuevo. Si la jodía, no habría una próxima vez.
No habría más oportunidades. Una chica sólo podía soportar una cantidad
de sufrimiento.
—Otro descanso —sugerí, y supe inmediatamente lo que cruzó la
mente de Jack cuando vi la mirada conocedora en su rostro—. No ese tipo
de descanso.
—¿Por qué no? —Se lamió los labios y mi mandíbula cayó.
—Un descanso para cambiar de tema.
—¿Un descanso para cambiar de lugar? —Asintió en dirección a la
habitación.
Estreché los ojos, apenas capaz de verlo a través de las pequeñas
ranuras. —Bien. Pero primero sólo para hablar.
Jack se rió. —Primero hablar. Después sexo.
—¡Jack! —grité, sonrojándome.
—Vamos, de todas formas apenas puedo moverme, ya que estoy
demasiado lleno. La pizza de Nueva York es tan malditamente buena.
—Lo sé, ¿verdad? —dije. La pizza de Nueva York era muy diferente a
las que comíamos en California. No me malentiendan, en casa teníamos
muchos sitios donde vendían pizza al “estilo de Nueva York”, pero no eran
para nada como estos. La pizza de aquí se convirtió, sin lugar a dudas, en
mi pizza favorita—. Dicen que es al agua.
—¿Dicen qué? ¿Qué agua? —preguntó Jack mientras colocaba los
platos sucios en el lavabo.
—La pizza. Dicen que es muy buena aquí debido al agua. Le hace
algo a la masa. No sé si es verdad, pero lo creo totalmente. —Cada vez
que compartía un cotilleo que aprendí sobre Nueva York, desde que vivía
aquí, un escalofrío emocionado recorría mi columna vertebral. Me
encantaba ser la persona que le enseñaba a Jack todas esas cosas.
—Suena bien para mí. —Agarró una toalla y se secó las manos antes 70
de volverse hacia mí—. ¿Vamos?
—Si insistes —le dije.
—Oh, insisto.
Caminé hacia la habitación y comencé a desnudarme, cuando
Jack soltó—: Creí que dijiste que no íbamos a…
—¡Sólo voy a ponerme mi pijama! —lo interrumpí—. Odio acostarme
en vaqueros.
—Maldita sea.
—Pensé que estabas lleno.
Se lamió los labios. —Estoy lleno, pero siempre hay espacio para K-i-t-
e-n. —Cantó la palabra como la sintonía de Jell-O, y me reí.
—Olvidaste una “t”.
—No funcionaría. Trata de cantarlo con dos T. —Palmeó la cima de
la cama antes de inclinar la cabeza contra una almohada, mientras la
canción de Jell-O se reproducía en mi cabeza—. Ven aquí.
Me deslicé en un par de pantalones cortos de hombre y una
camiseta antes de saltar literalmente a la cama. Cuando puse la cabeza
en el hueco de su hombro y envolví el brazo a su alrededor, suspiró
alegremente y puso una manta sobre nosotros.
—Así que, ¿de qué va el cambio de tema? —preguntó.
—De tu nuevo equipo de béisbol. —Sonreí contra su camisa.
—¿Qué hay con eso? —Su pecho subía y bajaba debajo de mi
mejilla.
—Cuéntame sobre ello. ¿Cómo funciona en las Grandes Ligas? ¿Qué
tienes que hacer?
—Tengo que reportarme en el campo el lunes por la mañana. Debo
estar allí a las ocho, así puedo llenar algunos papeleos. Y pasaré todo el
día allí hasta el juego.
—Pero el juego es en la noche, ¿cierto?
—Sí.
—¿Estarás allí todo el día?
—Sí, bueno, tengo que reportarme, conseguir mi casillero,
asegurarme de que mi uniforme esté bien, conocer al director técnico,
ejercitarme, echarle un vistazo al campo, practicar el bateo, almorzar,
asistir a reuniones… —se detuvo abruptamente antes de continuar—… y
extrañar a mi Kitten.
Me reí antes de sentarme y mirarlo. Tanto como me encantaba estar
71
recostada junto a su cuerpo cincelado, también disfrutaba mirar a esos
ojos chocolates cuando hablábamos. Llámame loca.
—¿Debería ir al campo cuando salga del trabajo? ¿Vas a lanzar?
¿Me quieres allí si no lanzarás? —Trabajar en la oficina de lunes a viernes
hacía que me perdiese muchos de los juegos de Jack. Mientras que por
una parte odiaba saber lo que me perdía, por otra disfrutaba de los sueños
y metas que había alcanzado por mí misma. Me mudé a Nueva York para
avanzar en mi carrera, no para seguir a Jack por el país. Aun así, me
llenaba de tristeza el pensar en él viajando y jugando en los estadios sin mí.
Me siento como una contradicción andante.
Sus cejas se juntaron. —No tengo idea de si voy a lanzar o no. Pero te
quiero allí sin importar nada. —Alcanzó mi mano, frotando mis nudillos con
su pulgar—. Te quiero allí siempre, Kitten.
Mi corazón saltó ante su toque y sus palabras. —Entonces estaré allí.
—Sonreí suavemente mientras levantaba la mano y la llevaba a sus labios.
La verdad me dio de lleno. Había un escalofrío que me recorría cada vez
que veía jugar a Jack. Nada se comparaba a estar sentada en un estadio,
sin importar cuán grande o pequeño era, y ver a Jack en la cima de ese
montículo de tierra. Era mágico.
—Te conseguiré una entrada por Will Call y tendrás una credencial,
así puedes ir a verme después del juego.
—¿Una credencial?
—Se utiliza en la mayoría de los juegos lejos de casa. De esa forma la
seguridad sabe que eres la esposa de un jugador… —Se ahogó antes de
retractarse rápidamente—… o novia. Así saben que estás con el equipo.
Todos estos extraños sentimientos me salieron de golpe mientras los
celos se asentaban en mi estómago. Como si estuviese leyendo mi mente,
Jack añadió—: Ella nunca tuvo una.
Exhalé e inhalé rápidamente. —Sé que es estúpido pensar en cosas
como esa, pero no puedo evitarlo.
Jack sacudió la cabeza rápidamente. —No es estúpido. Esos
pensamientos están en tu cabeza porque yo los puse ahí. —Llevó la boca
hacia mi oído, su respiración cálida y seductora—. No lo arruinaré de
nuevo. Lo prometo. —Mordisqueó mi lóbulo antes de alejarse.
Cerré los ojos, absorbiendo su promesa. Parte de mí se encogió,
reconociendo la vulnerabilidad que fluía dentro de mí. Necesitaba ser
fuerte, pero la verdad era que Jack estaría fuera un montón y no sería
capaz de estar con él. Por más que quisiera creer que su error con Chrystle
fue de sólo una vez, me estaría mintiendo a mí misma si decía que no me 72
sentía asustada.
Lo estaba.
Y no sabía con seguridad si alguna vez iba dejar de estarlo.
—¿Me crees? —preguntó, frunciendo el ceño con preocupación.
Luché contra las lágrimas que se formaban en mis ojos. —Quiero
hacerlo. —Lo que quería hacer era embotellar mi ansiedad y ponerlo en
una repisa de donde sólo saldría en pequeñas dosis, pero no sabía cómo.
Ahora mismo, vivía en el exterior de mi piel, como una capa extra que no
podía quitar sin importar qué. Mis emociones tomaban el control total de
cada parte de mí. Me convertí en una víctima de mis propias
inseguridades.
—Te lo demostraré. —Su frente se presionó contra la mía mientras
continuaba—: No te perderé de nuevo.
—¿Y si quiero que me pierdas? —bromeé con un tono medio serio
mientras lo observaba alejarse de mí.
—No te lo permitiré.
—¿No me lo permitirás? —me burlé, amando secretamente la forma
en que me quería.
Jesús, Cassie, te estás comportando como una maldita chiflada
ahora mismo. Decídete. Finge como si estuvieras a cargo.
—No. No te dejaré. Fin de la discusión. —Su boca permaneció
estoica.
—Eso no fue lo que alguien consideraría una discusión.
—Porque no hay nada que discutir. No voy a dejarte de nuevo. Y tú
tampoco vas a hacerlo. No importa cuánto te haga enfadar, o cómo te
frustre. Te amo, joder, y no voy a ir a ninguna parte.
Intenté luchar contra la sonrisa que comenzaba a formarse. —Yo
también te amo. Pero en serio, si me engañas de nuevo, te cortaré las
pelotas y las colgaré del edificio Empire State.

73
6
Eres una mandona
Traducido por Yure8
Corregido por Pau!!

Jack
Ahora necesitaba cambiar de tema. Reviví mi error con Chrystle 74
cada momento desde que lo cometí, y hablar sobre el engaño con Cassie
me destrozó jodidamente. —Sabes, no hay mucho más para contar de la
historia, si quieres dejar de interrumpirme y me dejas terminar. —Esbocé
una sonrisa.
Arrugó la nariz en respuesta a mis palabras y una leve sonrisa se
extendía por sus mejillas. Esperé lo que estaba seguro que sería un
comentario de listilla cuando simplemente dijo—: Está bien. Termina.
Te equivocas de nuevo, amigo.
Aspiré una larga y firme bocanada de aire antes de seguir donde lo
dejé.

***

Me apoyé en el sofá de mi apartamento recién alquilado en Arizona.


Los entrenamientos de primavera para los lanzadores y receptores se
encontraban en pleno apogeo, y yo todavía era un hombre casado.
—Deberíamos comenzar con los trámites de divorcio, Jack. —La
inquita voz de Marc sonó desde el teléfono a mi oreja.
—¿Esa es tu opinión profesional?
—Sólo lo estamos prolongando más. Ella nunca va a firmar algo que
la haga parecer tan mala como la anulación. Así son las cosas, hay un
período de treinta días de espera después de que hayamos presentado la
documentación del divorcio.
Mi cabeza palpitaba cuando explotó mi rabia. —¿Treinta días?
¡Mierda!
—Lo sé. Vamos a terminar con esto para ti, ¿de acuerdo? Déjame
retirar la anulación y empezar los trámites de divorcio. Aunque tengo que
advertirte, ella también puede negarse a firmar los papeles del divorcio.
—Jesucristo, Marc. Sólo dale lo que quiera y sácame de esto. —
Marqué el botón de finalizar antes de lanzar a toda velocidad mi teléfono
contra la pared de mi apartamento. Las piezas de plástico volaron por los
aires, dejando un agujero en la pared detrás de él.
Mierda.
Al día siguiente, abrí mi buzón de correo electrónico para ver un
mensaje de la mejor amiga de Chrystle, Vanessa.
Jack, 75
Tenemos que hablar. Puedo ayudarte. Llámame en cuanto oigas
esto.
Gracias, Vanessa.
Me quedé mirando el correo electrónico con su número de teléfono
por una buena media hora antes de recordar que destrocé mi teléfono.
Antes de la práctica, cogí uno nuevo y casi golpeé al vendedor cuando
sugirió cambiar mi número a uno local. Nunca cambiaría mi número de
teléfono a un número que no tenía Cassie, y la mera sugerencia casi le
cuesta a ese tipo su bonita carita.
—¿Jack? —dijo Vanessa cuando respondió mi llamada.
—¿Qué quieres? —le pregunté bruscamente. Esta chica era la mejor
amiga de Chrystle. Sabía todo lo que ella mintió y no hizo nada para
detenerlo.
—No puedo dejar que siga haciéndote esto, Jack. —Su voz se
quebró, pero yo seguía sin estar convencido y cuestioné quién podría
quedarse como mejor amigo de una persona como Chrystle—. No sabía
que fingió su embarazo —susurró antes de continuar—, quiero decir, al
principio no lo sabía
—¿Lo sabías en la boda? —le pregunté apretando los dientes.
—No. Ella seguía mintiéndole a todo el mundo en ese momento.
No me importaba. —Ve al grano.
—Después de verte en el bar y oír las cosas que te dijo, intenté que
entrara en razón. Pero no escucha. Se puso aún más loca después de esa
noche. Como más decidida o algo... —Su voz se apagó.
Molesto, resoplé en el teléfono. —Vanessa, no tengo tiempo para
esto. O vas al grano o voy a colgar.
—Estoy tratando de decir que voy a testificar a tu favor. Voy a hablar
con tu abogado o juez o quien sea. Les diré que todo lo que escribiste en
esos papeles de la anulación es cierto. Y les voy a decir todo lo que
necesitan saber que ni siquiera sabes tú, Jack.
Mi pecho subió y bajó por la incredulidad y la euforia que corría a
través de mí. El aire a mi alrededor se espesó mientras luchaba por una
respuesta. —¿Por qué harías esto?
—Porque no te mereces lo que te está haciendo. No está bien, y ya
no quiero formar parte de ello.
Quería creerle. —Si hablas en serio —hice una pausa, todavía
inseguro de la verdad frente a la mentira cuando se trataba de esas
chicas—, me gustaría pasarle tu número de teléfono a mi abogado y que
te llame. ¿Está bien? 76
—Sí, por supuesto. Lo siento mucho, Jack. Espero que esto ayude.
—Gracias, Vanessa.

***

Cassie giró la cabeza hacia atrás y adelante con incredulidad. —


Esta historia. En serio. Es cada vez más loca.
—Lo sé, pero gracias a Dios, Vanessa me envió ese correo
electrónico. Marc estaba a punto de presentar los papeles del divorcio
cuando lo llamé.
—Por supuesto. Justo en el último momento, como una película bien
jugada. —Arqueó las cejas.
—Una vida de película bien jugada —añadí con una sonrisa.
—Así que, ¿Vanessa lo llevo a cabo? ¿No mentía?
Sabía que la mente de Cassie vagaba a los mismos lugares que la
mía al principio. ¿Era otro truco, una mentira, otro anzuelo con cebo en el
que hundía el diente? —Y no fue sólo Vanessa, sino que ella consiguió que
su amiga Tressa hiciera una declaración corroborando mis afirmaciones
sobre la anulación. Chrystle firmó los papeles esa semana.
—Vaya. —Se cubrió la boca ahora abierta con la mano—. ¿Así de
fácil? ¿Se necesitó eso para conseguir que firmara?
Levanté una mano en el aire. —Así de fácil.
—Increíble.
Con su cabeza sobre mi pecho, deslicé los dedos dentro y fuera de
su pelo. —Sip. Eso fue en los entrenamientos de primavera, después de
comenzar la temporada, y aquí estamos.
Levantó la cabeza de mi pecho y una sonrisa maliciosa cubría su
rostro. —Ajá. Quiero escuchar de ti cuando me viste en el campo con Joey
la otra noche.
—¿La otra noche? Eso fue hace semanas —me quejé.
—A veces se siente como la otra noche.
—Eres una chica cruel, Cassie Andrews. ¿Alguna vez te lo han dicho?
—Tal vez una o dos veces. —Se inclinó, presionando sus suaves labios
contra los míos.
—Esa es la manera perfecta de conseguir que deje de contarte 77
historias.
Profundicé el beso, mi lengua abriéndose paso en su boca.
—Primero cuéntame; y bésame después. —Se apartó de mi cara, y
pensé brevemente en enseñarle una lección. Una que incluía el hecho de
que le besaría cada vez que quisiera. Pero estaba a punto de terminar mi
historia y quería seguir adelante.

***

Le di una patada al montón de tierra a mis pies, mientras la


adrenalina corría por mis venas. Luché para que mi cabeza mantuviera su
enfoque, pero seguía pensando en Cassie. Yo estaba en Nueva York, y ella
vivía aquí.
No va a estar aquí.
No viene más a tus juegos.
Mi estómago se retorció mientras me enfrentaba a mi receptor,
tirando lanzamientos de calentamiento en su guante. Había lanzado no
menos de diez veces cuando los gritos de la voz de un hombre me
detuvieron en medio del campo. Casi extendí mi puto brazo al detenerme
así.
—¡Cassie! ¡Cassie, espera!
El aire en mis pulmones escapó sin previo aviso, y casi me dejó caer
en el montículo de tierra a mis pies. Eché un vistazo en las gradas hacia el
sonido de su nombre, viendo su largo pelo rubio volando mientras corría. La
reconocería en todas partes. Un chico la perseguía, y mi pecho ardió de
celos. Apreté la mandíbula y todos los músculos de mi cuerpo se tensaban
ante la visión de ella con alguien más. Se dio la vuelta para enfrentarse al
hombre y sus ojos se encontraron con los míos por un breve momento
mientras mi temperamento rugía como un infierno fuera de control. El
hombre puso su brazo alrededor de ella, y me obligué a retroceder la
necesidad de atacarle como un toro en una plaza de toros. Quería romper
su maldito brazo. Nadie tocaba a mi chica excepto yo.
—¡Carter, vamos!
Me alejé, centrándome en el cuadrado del bateador, y arrojé la
pelota con todas mis fuerzas.

***
78
—No sabía que me llevaba al juego. —Sus cejas se arrugaron y su
expresión lucía arrepentida.
—Eso... —hice una pausa, reviviendo la sensación de haberlo visto
arrojar el brazo alrededor de sus hombros—… casi me hizo enloquecer.
—Bueno, me alegro de que no lo hicieras. Siento que me vieras allí
con otra persona.
—Eso ahora está en el pasado. ¿Lista para oír lo nervioso que estaba
cuando llegué aquí anoche? —Jugué con su pelo otra vez.
Se movió a horcajadas sobre mí, deslizando las piernas a cada lado
de mi cintura. —Me gustaría oírte hablar de eso en un minuto. —Se inclinó
hacia abajo, chupando mi labio inferior dentro de su boca y frotando sus
caderas contra mi cintura.
Cree que tiene el control.
En un movimiento rápido, la volteé sobre su espalda. Sujetándola
debajo de mí, presioné mi erección contra sus pantalones cortos. —¿Esto
es lo que quieres en lugar de la historia? —Hundí la boca en su cuello,
mordiendo suavemente antes de lamer y besar su oído—. ¿Esto es lo que
quieres, Kitten? —Respiré contra ella.
—Ajá —gimió suavemente, arqueando la espalda.
—Dilo. —Mis manos vagaron por sus muslos antes de encontrar el
punto dulce entre sus piernas—. Estás ardiendo ahí abajo —le dije. Saber lo
caliente que estaba para mí, alimentó más mi erección.
Gimió mi nombre, y cubrí su boca con la mía.
—Dilo —exigí, respirando en ella.
Abrió los ojos, mientras su pecho subía y bajaba. —Te quiero a ti en
lugar de la historia. Ahora, deja de joder. —Sus manos se envolvieron
alrededor de mi nuca, tirando y jalando mi pelo. Me incliné lejos de ella,
disfrutando del control.
Saqué su ropa, lanzándola sobre mi hombro antes de añadir la mía a
la pila. Acercando los dedos y cuerpo de nuevo a ella, arqueó su espalda
y se retorció mientras suplicaba—: Jack, por favor.
—Necesitas aprender algo de paciencia.
—Al diablo con la paciencia. ¡Te quiero dentro de mí! —
prácticamente gritó, envolviendo la mano a mi alrededor. Fui contra ella
suavemente antes de separar su mano. Traté de ser fuerte, pero ¿a quién
engañaba? La quería tanto como ella a mí. 79
Quizás más.
Puse los brazos a cada lado de su hermoso cuerpo desnudo antes
de guiarme dentro de ella. —Tan mojada, Kitten —le dije, y el instinto y la
necesidad tomaron el control.
Cerró los ojos mientras sus dedos presionaban contra mis hombros,
abriéndose camino por mi espalda y colocándolos en mi culo. Me moví
dentro y fuera de ella, lentamente al principio. La sensación de su
estrechez me rodeaba. Junto con mis sentimientos por ella, sabía que no
iba a durar mucho.
Esta chica está arruinando mi capacidad para durar en la cama.
—Jack. Más rápido. —Su voz era entrecortada y llena de necesidad.
Maldita sea, ella será mi muerte.
Aceleré mi ritmo mientras ella se presionaba contra mí, acelerando
su respiración. Me impulsé dentro con más fuerza, luchando contra el
impulso de estallar en ese momento. Me incliné hacia su boca, deslizando
mi lengua por su labio inferior antes de empujarla dentro de su boca.
Respirábamos uno en el otro, lenguas desesperadas y necesitadas,
mientras su cuerpo empezaba a temblar.
Hay un Dios.
Me negué a parar, empujando más profundo cuando los gritos de
placer salieron de sus labios y llenó el aire entre nosotros. Su cuerpo
temblaba mientras yo aumentaba con más fuerza, drenando la sangre del
resto de mi cuerpo y agrupándola en un lugar central.
Sus ojos se clavaron en mí mientras cerraba los míos. Un gruñido
escapó mientras llamaba su nombre. Me liberé dentro de ella, y bajé el
ritmo de mis caderas antes de detenerme finalmente. Me derrumbé sobre
ella con una sonrisa.
—¿En serio? Córrete —exigió, jadeando mientras exageraba su
incapacidad para respirar.
—Creo que acabo de hacerlo.
Cassie rodó los ojos, empujándome con todas sus fuerzas.
—Vale, Vale. Me moveré. —Envolví las manos sobre sus hombros y
nos rodé a ambos. Tiré de su cuerpo desnudo contra el mío, negándome a
soltarla.
—Ahora tengo hambre de nuevo. —Me besó la cima de mi nariz—. Y
estoy lista para el resto de la historia.
—Eres una mandona.
—Te gusta.
80
7
Nunca te volveré a dejar
Traducido por Juli
Corregido por Meliizza

Jack
Esperé a Cassie en el sofá de la pequeña sala de estar. Mirando 81
alrededor, examiné el pequeño apartamento y pensé en que pronto
necesitaríamos un lugar más grande. Y yo necesitaba un gimnasio. Pero
podríamos ocuparnos de eso más tarde. Ella salió en su pijama, agarró una
de las cajas de pizza y la arrojó en la mesita de café cerca de nuestras
piernas.
—Ya estoy lista.

***

Entré en el vestíbulo del edificio del apartamento de Cassie y fui


recibido de inmediato por un señor mayor con un traje gris oscuro y
corbata de moño negro. El rostro amable del portero casi calmó mis
nervios agitados. Casi.
—Buenas noches, señor. ¿Puedo ayudarle? —preguntó, mirando con
curiosidad a los paquetes en mis brazos.
—Sí. —Forcé una sonrisa antes de preguntar—: ¿Me preguntaba si
usted podría ayudarme? —Me acerqué a él y puse los paquetes con
cuidado en el suelo de baldosas. Sus ojos corrieron entre mi ahora revelada
camiseta de los Mets y las cajas a mis pies. Podía sentir que él se
encontraba nervioso, o tal vez lo que detecté era precaución, pero
inmediatamente quise ponerlo cómodo.
—Estas son para Cassie Andrews. Ella vive aquí.
Una gran sonrisa cubrió su rostro, reemplazando la incertidumbre. —
Conozco a la señorita Andrews. Una muchacha encantadora. Y también
talentosa.
Conocía ese tono. Era orgullo, e incluso el portero en el edificio de
apartamentos de Cassie lo sentía por ella. —Sí, lo es. —Extendí la mano
hacia él—. Soy Jack.
—Fred. ¿En qué puedo ayudarte, Jack? —preguntó, agarrándome la
mano con más fuerza de lo que esperaba.
Me senté un momento, preguntándome cómo y cuánto decirle a
este extraño. —Brevemente, Cassie era mi chica. Pero lo jodí todo y la
perdí. —Lo miré en modo de disculpa después de maldecir. Si la abuela
me escuchará hablar de esa manera a una persona mayor, me daría un
tortazo en la cabeza—. Lo siento por la palabra con “j”.
—Está bien. Adelante. —Fred se apoyó en el mostrador de recepción
y sus ojos brillaban con interés.
—Estoy aquí para recuperarla. Cada uno de estos paquetes es un 82
regalo diferente. Tengo que hacérselos llegar, pero no puedo hacerlo yo
mismo. —Mi voz temblaba mientras trataba de explicar—. ¿Tiene algún
sentido lo que digo?
—Sí. —Sonrió de nuevo—. ¿Quieres que todos le lleguen a la vez?
Lancé las manos en el aire, agradecido por su pregunta. —¡No! —
grité un poco demasiado agresivamente—. Lo siento. Van por separado.
Hay un orden para ellos.
—¿Sabes cuál va primero?
Bajé la mirada a mis pies. —Sí. Sin embargo es muy pesado.
—No hay problema. Ven, vamos a esconder el resto detrás del
mostrador. Por si acaso ella quiere venir y agarrar el primero.
—De acuerdo, ¿cuál es el plan? —Me quedé mirando al hombre del
que ahora me encontraba dependiendo.
—La llamaré y le haré saber que le llegó un paquete. Ella puede
decidir si quiere venir a buscarlo o si yo debería llevárselo. Vamos a partir
desde ahí.
—Suena bien —le dije, antes de tronarme los nudillos y pasearme
nerviosamente.
Fred apretó un botón y comenzó a hablar. —Señorita Andrews, hay
un paquete aquí abajo para usted. ¿Quiere que se lo lleve, o le gustaría
venir a buscarlo? —Sus ojos se encontraron con los míos, mientras ambos
esperábamos su respuesta.
El altavoz crepitó y su voz llenó el vestíbulo completamente vacío. —
¿Me lo podrías traer, Fred? Te lo agradecería mucho.
Literalmente, tuve que apoyarme contra la pared ante el sonido de
su voz. Esa voz que llenaba mis sueños por la noche. Esa voz que
pertenecía a la chica que me pertenecía. Esa era mi voz, y la quería de
regreso.
—A menos que estés ocupado, entonces puedo bajar. Lo que sea
más conveniente para ti, Fred. Gracias.
Esa es mi gatita. Tan considerada con los demás todo el tiempo.
Tomé una respiración profunda mientras mi pecho se relajaba. —Está bien,
señorita Andrews. Subiré pronto —respondió Fred cortésmente.
—¿Listo? —me preguntó Fred con una sonrisa.
Asentí, inclinándome para levantar la caja más pesada en primer
lugar. —Es muy pesada —le advertí antes de dejarla caer en sus brazos.
—Jesús, ¿qué hay aquí? —comentó Fred con voz tensa. 83
—Monedas. Muchísimas monedas —le dije con una sonrisa, y me
apresuré a presionar el botón del ascensor para él.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron con un ding, lo vi entrar,
pulsar un botón e inclinar la cabeza hacia mí. —Deséame suerte —añadió
con una sonrisa.
—Diablos, ¡deséame suerte a MÍ! —le grité cuando las puertas se
cerraron.
Joder. ¿Y si ella se enojaba? ¿Y si me odia? ¿Por qué dejé que
pasaran tantos meses sin hablar con ella? Golpeé el lado de mi cabeza
con la palma de la mano y me recordé que era un idiota. Ninguna chica
en su sano juicio podría regresar con alguien como yo. De repente me
encontré rezando para que Cass estuviera loca. O por lo menos un poco
loca. De esa manera, tendría una oportunidad.
Unos momentos más tarde, las puertas del ascensor sonaron otra vez
y Fred salió con una sonrisa en su rostro. —Uno menos.
—¿Qué dijo? ¿Algo?
—Ella cree que alguien le está enviando sus mancuernas. —Se rió
entre dientes.
Me reí en voz alta por sólo imaginarla decir eso, y resonó en el
pequeño vestíbulo. —Bien, esta es la siguiente. —Vi como su cuerpo se
preparó y se tensó ante la anticipación de la segunda caja—. No te
preocupes, no es pesada —le dije y vi como Fred suspiró con alivio—. Sin
embargo, es frágil. Hay un montón de marcos de fotos allí.
—Ahora vuelvo. —La sonrisa de Fred era contagiosa, y me encontré
sonriendo tan ampliamente como él.
Me paseé por las baldosas, esperando a que regrese. Esto tenía que
funcionar. Hablábamos de mi chica. Si Cassie no iba a estar a mi lado,
entonces nadie lo estaría. Nunca amaría a nadie como amo a esta chica.
No hay manera de que hayamos pasado por toda esta mierda para nada.
El ding del ascensor interrumpió mis pensamientos. Fred salió, con el
rostro todavía arrugado por la fuerza de su sonrisa.
—¿Qué ha dicho esta vez? —Miré sus ojos en busca de respuestas.
—Nada. Preguntó si el paquete llegó con el primero. Le dije que no.
—Se encogió de hombros—. ¿Qué sigue?
—Estás disfrutando esto, ¿no es así?
—En realidad, sí.
—Bueno, aquí tienes —le dije, dejando caer otra caja luminosa en sus
brazos a la espera.
84
Este se encontraba lleno con las reglas de Cassie y todas las formas
en la que las había roto. Y todas las formas en las que nunca las rompería
de nuevo. Le hice promesas en esa caja y por la gracia de Dios, o
cualquiera que sea el poder más grande que existe en este mundo, yo
esperaba que me diera la oportunidad de hacer valer esas promesas.
Otro ding y apareció Fred. —Está confundida —admitió—. No sabe lo
que está pasando.
—Confundida es bueno. Es mejor que enojada. No está enojada,
¿verdad?
—No parece enojada. Quería saber quién traía los paquetes.
—¿Qué le dijiste? —le pregunté cuando los nervios invadieron mi
cuerpo.
—Le dije que un niño se encontraba trayéndolo de uno a la vez.
—¿Lo creyó? —Resoplé una carcajada.
—Sí. —Sonrió con picardía.
—Eres bueno, Fred. Gracias. Aquí está el próximo. —Le entregué un
sobre manila mientras esperaba el ascensor.
Este era el penúltimo regalo que tenía, una broma sobre poner los
ojos en blanco y todas las formas en las cuales eso era malo para ella. Sólo
quedaba una cajita más antes de que me quedara de pie fuera de la
puerta de su apartamento con la esperanza de que ella la abriera. Miré a
mi camiseta de los Mets y pasé las manos sobre ella, asegurándome de
que me veía presentable.
—Está llorando —dijo Fred, en el momento en que salió del ascensor.
—Mierda —exclamé mientras mi corazón caía en la boca del
estómago.
—Sin embargo dijo que eran lágrimas buenas, por lo que creo que
estás a salvo —añadió, palmeándome el hombro.
Levanté la vista hacia el techo y tragué saliva. —¡Menos mal! De
acuerdo. Esta es la última, Fred, pero tengo que subir contigo. ¿Hay algún
lugar en el que pueda esperar sin que me vea, mientras le entregas este
último paquete?
—Puedes esperar en el pasillo, al doblar la esquina. No te va a ver
ahí —sugirió.
—Me parece bien. ¿Estás listo para ver si recupero mi corazón? —le
pregunté, agarrando una docena de rosas rojas. 85
—Tengo un buen presentimiento —dijo, mirando a las flores.
Salimos del ascensor hacia el pasillo iluminado. Fred señaló la puerta
que decía #323, y asentí, corriendo hacia la esquina opuesta. El golpe en
la puerta fue suave, pero el sonido se oyó. Oí a Cassie bromear con Fred
acerca de cómo debería dejar la puerta abierta toda la noche.
Él le informó que este sería el último paquete. ¿Fue decepción lo que
escuché en su voz cuando le dio las gracias? La puerta se cerró
suavemente, y Fred se aclaró la garganta. Me asomé por la esquina, y me
hizo señas. —Buena suerte, Jack. —Extendió la mano.
—Muchas gracias por toda tu ayuda. No podría haberlo hecho sin ti.
—Sí, podrías haberlo hecho —dijo con una sonrisa antes de entrar en
el ascensor y desaparecer.
El último paquete simplemente contenía una carta de mi parte y una
pequeña nota pidiéndole que abriera la puerta principal. Me apresuré a la
puerta del apartamento de Cassie y esperé con las rosas apretadas en mis
manos sudorosas, justo en frente del logo de los Mets en mi camiseta. Fue
en este momento exacto en el que me di cuenta que había dejado mi
confianza en algún lugar entre mi antigua vida en Arizona y mi nueva vida
aquí. Me sentía demasiado nervioso. ¿Y si...? Tantos “¿y si...?” plagaron mi
mente cuando la puerta se abrió de golpe.
—Oh Dios mío —dijo, cuando su voz resonó en el pasillo.
Se veía hermosa. Quise agarrarla, tirarla contra la pared, decirle
cuánto lo sentía por todo, y besarla por cada momento que habíamos
perdido entre nosotros. Bajé los brazos, permitiendo que se mostraran las
letras en mi camiseta.

***

—Estoy disfrutando esto. —La cara de Cassie se arrugó con su amplia


sonrisa.
—¿Qué exactamente? —bromeé a través de mi vulnerabilidad. Era
difícil revivir los momentos por los que habíamos pasado. No tenía ni idea
de si Cassie alguna vez me perdonaría o me aceptaría de nuevo. Había
una buena probabilidad de que no lo hiciera. La última noche fue un gran
riesgo para mí, pero lo haría todo de nuevo por ella.
—Escuchar todo esto desde tu punto de vista. Quiero ver el resto de
la noche a través de tus ojos.
Aspiré profundamente, sabiendo que le daría todo lo que pidiera, y 86
luego continué.

***

—¿Por qué llevas una camiseta de los Mets? —preguntó, su voz


llevando una mezcla de excitación y confusión.
—Fui transferido.
—¿Te contrataron? —Parecía sorprendida. No, sonaba ofendida.
—Bueno, técnicamente —no pude detener la sonrisa que se
apoderó de mi cara—, lo pedí yo.
—¿Pediste qué? —Sus ojos verdes se estrecharon.
—Les pedí a los Mets que me contrataran. —Me encogí de hombros
y miré al suelo, preguntándome cuánto tiempo iba a mantenerme fuera.
Sus ojos se abrieron como platos. —Por lo tanto, ¿ahora vives en
Nueva York?
—Acabo de llegar. ¿Puedo pasar?
—Por supuesto. Sí. —Tropezó mientras se movía a un lado para que
yo entre y sofoqué una carcajada. ¿Ella también estaba nerviosa?
—Esto es para ti. —Empujé las rosas de tallo largo hacia ella.
—Gracias. Son preciosas. —Se inclinó para olerlas, y la vi cerrar los
ojos mientras respiraba su fragancia.
Entró en su pequeña cocina, y al mirar alrededor de su apartamento,
mis ojos cayeron en el sofá. —Veo que tienes mis regalos.
—Ajá —murmuró, y yo quería callarla y hacerla gemir, todo al mismo
tiempo.
—Cassie —dije su nombre cuando acerqué mi cuerpo al de ella.
Traté de resistirme a tocarla, pero al estar tan cerca... un hombre tiene un
límite de fuerza de voluntad. No sé si era exactamente su cabello, pero
tuve la tentación de extender la mano y pasar mis dedos a través de él. En
cambio, me encontré metiendo mechones detrás de su oreja mientras ella
tocaba mi cara. Juro que me convertí en masilla con su toque.
—¿Todavía me amas? —le pregunté, mientras la desesperación y la
incertidumbre corrían dentro de mí.
—Nunca he dejado de hacerlo.
Eso es todo lo que necesitaba oír. —Yo tampoco. —La agarré de la
nuca, incapaz de esperar ni un segundo más. Mi boca estuvo al instante 87
en la de ella y el calor entre nosotros irradiaba. Mi lengua salió para
encontrarse con la suya antes de que me alejara. Necesitaba disculparme
antes de que tirara sus malditas ropas al suelo junto con mi orgullo.
—Lo siento por mentirte esa mañana. Lo siento por engañarte esa
noche. Lo siento por no ser la persona que sabías que podía ser.
Sus labios se fruncieron y yo me encontraba desesperado por
besarlos, así que me incliné, besando su labio inferior ligeramente. —Y no sé
si alguna vez me puedas perdonar, pero nunca me perdonaría a mí mismo
si al menos no te pido que lo intentes.
Por favor, perdóname.
—Y lamento haber tardado tanto en llegar aquí. Ella peleó contra la
anulación y se tardó meses para lograr que sea procesado y finalizado. Me
negaba a luchar por ti mientras estuviera llevando todo ese equipaje. Pero
tomó mucho más tiempo de lo que esperaba. Debería haberte llamado. Y
lo siento mucho por no hacerlo.
Por favor, no dejes que sea demasiado tarde.
—Pensé que me odiabas —susurró, evitando mi mirada, y juro que mi
maldito corazón se partió en pedazos.
Pensó que yo la odiaba.
Soy tan idiota.
Instintivamente le tomé la barbilla, inclinando su cabeza hacia la
mía. —Nunca podría odiarte. Pensé en venir antes de que la anulación se
completara, cuando me enteré de lo tuyo con el chico de tu trabajo. —
Me forcé a que los músculos apretados de mi estómago aflojaran su
control sobre mí.
—¿Cómo sabías quién era?
—Dean. Le pedí que te mantuviera vigilada, Kitten. No de una
manera espeluznante, lo juro. Sólo como una manera de asegurarme de
que no iba a perderte otra vez. Mira, tú siempre has sido capaz de ver más
allá de mi fachada. Nunca pensé que sería capaz de encontrar a alguien
que conocería al verdadero yo y todavía querría quedarse. Y entonces te
vi en esa fiesta de fraternidad y mi vida nunca fue la misma. —Confesé
todo, con la esperanza de que algo de lo que dije la afectara y no
pateara mi trasero a la acera.
Una lágrima corrió por su mejilla mientras yo seguía. —Sé que no te
merezco, pero te necesito. —Agarré su cara, secándole la lágrima de su
rostro hermoso y me encontré perdido en el verde de sus ojos.
—Yo también te necesito. Odio sentirme vulnerable, y quiero fingir 88
que no lo hago, pero sería una mentira.
—Entonces no finjas. Dime que intentarás perdonarme, así podremos
superar nuestro pasado.
Por favor, perdóname.
—Ya lo he hecho —dijo, y yo estaba dividido entre colapsar a sus
pies en el suelo y saltar en el aire como una niña.
Apoyé la cabeza contra la de ella. —Voy a ganar tu confianza de
nuevo. Te lo prometo. —Hice hincapié en la palabra confianza, esperando
que supiera que todo lo que le dije era completamente en serio.
Con su cara hundida en mi hombro, respiré el olor de su champú, su
jabón, su piel. Sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y su aliento
era caliente contra mi cuello mientras se acercaba más hacia mi cara. Ya
estaba encendido y emocionado por su cercanía. —Pruébalo —susurró
sugestivamente en mi oído.
—Oh, tengo la intención de hacerlo —respondí con confianza, antes
de darle la oportunidad de cambiar de opinión, o incluso pensar en
absoluto.
La levanté en mis brazos y mis manos acunaron firmemente su culo.
Envolvió las piernas alrededor de mi cintura y le presioné la espalda contra
la pared, frotando mi creciente dureza contra ella. Gimió, y me puse más
duro mientras mi lengua trazaba las curvas de su cuello, su piel salada
familiar y atractiva. Lamí y picoteé un camino hacia la mandíbula, donde
su boca me esperaba, ligeramente abierta.
Otro sonido entrecortado de su parte, y metí la lengua en su boca.
La sensación de su lengua contra la mía hizo que mi cuerpo se
estremeciera incontrolablemente. Aparté la boca, enterrando la cabeza
en su cuello una vez más. La lamí y chupé, y sus caderas se presionaban
contra mí mientras yo seguía frotándola en la pared.
—Te he echado de menos —le susurré al oído.
—Yo también te he echado de menos. —Su voz tartamudeó,
haciéndome dudar.
En contra de mi mejor juicio, alejé mi cabeza de la de ella y la miré a
los ojos. —¿Quieres que nos detengamos? ¿Es demasiado pronto? —
Consideré momentáneamente que tener sexo podría no ser la mejor idea.
Sin importar cuánto mi cuerpo lo ansiaba.
—Podría mentir y decirte que creo que deberíamos esperar. Pero,
sinceramente, he esperado bastante. Ya he estado sin ti por mucho
tiempo. Te quiero, Jack —insistió, clavando los dedos en los músculos de mi
espalda. 89
—Lo siento mucho por todo, Kitten.
—Lo sé. No más disculpas. Mañana puedes empezar de nuevo, pero
en este momento no. —Tocó el costado de mi cara, y medio me pregunté
si era un sueño.
Acunando su culo, nos llevé dentro de su dormitorio, y su lengua
recorrió mi labio inferior antes de entrar en mi boca con intención voraz.
Enredé los dedos en su pelo, tirando suavemente mientras soltaba un
jadeo rápido.
—Si no dejas de hacer esos ruidos jodidamente sexys, voy a perder el
control aquí mismo.
Sonrió, claramente disfrutando el poder que tenía sobre mí. Se inclinó
hacia mi oído, chupando y mordisqueando antes de dejar escapar un
suspiro intenso e interminable.
—Oh, eso es todo. Vas a conseguirlo —bromeé, antes de tirarla
encima de la cama. Me quité la camiseta de los Mets y la tiré al suelo,
seguida rápidamente por mi camiseta blanca.
—Dios, extrañé tu cuerpo —exclamó mientras se mordía el labio
inferior y sus ojos me devoraban.
—No soy un caramelo, Kitten —dije con ofensa fingida.
—Sí, lo eres —insistió con una sonrisa maliciosa.
Una sonrisa tomó control de mi cara antes de que me inclinara hacia
ella, agarrando sus pantalones de pijama con las manos. Levantó las
caderas y los bajé más allá de sus pies, desechándolos. Entonces me senté
a horcajadas sobre ella, presionando mi dureza contra su zona pélvica. Le
rodeé la espalda con un brazo y la levanté hacia mí. Sus brazos
instintivamente se envolvieron alrededor de mis hombros y clavó las uñas
en mi espalda. Tiré de su camiseta sin mangas y ella levantó los brazos en
el aire antes de presionar sus pechos expuestos contra el mío.
Había estado esperando tanto tiempo para tenerla —pensando
durante meses en el momento en que ella sería mía otra vez, con la
esperanza de que tuviera esta oportunidad— y la mera sensación de su
piel contra la mía casi me envió sobre el borde.
Cuando mis rodillas golpearon el borde del colchón, le bajé a la
cama y me incliné un poco más cerca. Apoyó la cabeza en la cima de la
almohada, y le besé los pechos, rodeándolo con mi lengua, y succionando
con mi boca. Gimió cuando agarró mi cabeza y me mantuvo firmemente
en el lugar. Chupé un poco más, mi boca hambrienta de cada centímetro
de ella. Mis manos se deslizaron por su estómago a la parte delantera de su
tanga, frotando mis dedos contra el material. Deslicé la mano por debajo 90
del elástico, explorando, antes de entrar. Moví los dedos dentro y fuera de
ella mientras se retorcía y tiró la cabeza hacia atrás.
Mi lengua trazó un camino entre los pechos, subiendo por el cuello, y
dentro de su boca caliente. Ella presionó brevemente su lengua contra la
mía antes de alejarse. —No más juegos. Te quiero, Jack.
El sonido de mi nombre saliendo sin aliento de su boca hizo que mi
respiración se detuviera. Mis dedos se deslizaron fuera de su interior
mientras me sentaba de nuevo. Tiré mi bóxer en el suelo antes de sacar su
tanga y verla patearla con sus pies. Sus piernas se abrieron, dejando
espacio para mí, dándome la bienvenida a casa. —Te amo Kitten —le dije,
mientras me deslizaba dentro de ella.
Se sentía jodidamente increíble mientras me sacudía dentro y fuera
de ella. —Maldición... —Mi voz se apagó cuando movió las caderas con
las mías y su respiración era cada vez más fuerte con cada empuje. Entré
más profundo hasta que no podía ir más lejos, sus gemidos eran cada vez
más intensos y su respiración se aceleró.
—Más duro, Jack —pidió, y me impulsé dentro de ella con más
fuerza. Cada movimiento era profundo y duro, y sabía que no iba a durar
mucho más tiempo.
—Oh Dios —exhaló—. No te detengas.
Y oré para que se viniera antes que yo. Su cuerpo se sacudió contra
el mío mientras los sonidos de placer escapaban de sus labios. Mi ritmo se
aceleró, y su cuerpo temblaba cuando se tensó sobre mí, sus movimientos
ligeramente espasmódicos. Seguí empujando hasta que no pude aguantar
más. Mi polla palpitó y me liberé dentro de ella, y un profundo gemido
escapó de mis labios.
Con mi respiración irregular, la miré a los ojos antes de presionar mi
boca en la suya. —Te amo —le dije, acariciando su mejilla con mi pulgar.
—Yo también te amo. —Sonrió, pasando la mano por mi pelo.
—Nunca te volveré a dejar —le prometí, y mi corazón por fin se sentía
completo.
—Si lo haces, te mato —amenazó con una sonrisa.
—Trato.
Vi como desenredó su cuerpo del mío, salió de la cama y entró en el
baño.

91
8
Bienvenido a las Grandes Ligas
Traducido por Marie.Ang
Corregido por Aimetz

Cassie 92
—Y aquí estamos. —Sequé las lágrimas que caían por mis mejillas.
—Aquí estamos. —Jack extendió la mano, rozando mi mandíbula
con su pulgar.
—No puedo creer que todo fue anoche. ¿Cómo es posible que se
sienta como hace tanto tiempo? —pregunté, sintiéndome como una
maldita lunática.
Él suspiró antes de responder—: Porque hoy ha sido como seis meses
todo metido en un solo día. Estoy malditamente exhausto.
—Yo también —me reí.
Escaneando su cuerpo musculoso con mis ojos, me distraje
momentáneamente cuando preguntó—: ¿Crees que mañana debería
llamar al primo de Sal? Quiero decir, ¿crees que colocar un chófer es una
buena idea?
Asentí antes de contestar—: De hecho, sí. Creo que es una gran
idea. Deberías ver si puedes contratarlo exclusivamente.
—Entonces, ¿no llevaría a nadie más por ahí?
—No. Así no —intenté explicar, mi cerebro literalmente sonaba
fatigado—. Sólo ver si tener el mismo chófer todo el tiempo es una opción.
Creo que sería beneficioso si sólo tenemos a una persona que nos lleve a
los lugares.
—¿Nos? —Arqueó una ceja, burlándose de mí.
—Bien. Contrataré mi propio chofer —respondí.
Jack se abalanzó, sujetándome debajo de él mientras plantaba un
beso en mi nariz. —Cómo demonios quieras. Él será nuestro chofer. Si me
gusta, lo será.
—Bien.
—¿Bien? No me vas a dar algún comentario listillo como, “¿qué pasa
si me gusta y a ti no?” ¿Sólo, bien?
—Lo siento. Estoy demasiado cansada para pretender discutir. —
Bostecé, incapaz de esconder mi cansancio por más tiempo.
—¿Cama? —preguntó, moviendo las cejas.
—Sí. Pero para dormir.
—De acuerdo, Kitten. Para dormir.

***
93
El lunes por la tarde, el teléfono en mi escritorio sonó sin cesar,
rogándome que lo recogiera. Las palabras “Entrada Principal” se
visualizaban en la pequeña pantalla y me estiré para agarrarlo antes de
que se detuviera.
—Es Cassie.
—Hola, Cassie. Tu chófer está aquí.
¿Mi qué?
Oh, cierto. El primo de Sal.
—De acuerdo, gracias. ¿Puedes decirle que voy enseguida?
—Por supuesto. Nos vemos pronto.
Colgué el teléfono sin decir adiós y metí en mi bolso la cámara que
Jack me compró después de que mi original fuera robada la noche que
me asaltaron en Fullton State. Me apresuré a archivar mis fotos de último
minuto en sus correspondientes carpetas en línea antes de caminar
velozmente al elevador.
—Que te diviertas esta noche, Cassie. —El claro acento de Boston de
Joey llenó el aire, y me giré rápidamente hacia él.
Un incómodo rubor se apoderó de mis mejillas. —Gracias, Joey —dije
con una sonrisa forzada—. Nos vemos mañana. —Presioné el botón del
elevador, deseando que se diera prisa y me salvara. Trabajar con Joey
ahora que Jack regresó a mi vida no era necesariamente la más relajada
de las situaciones. Debería haber agregado una regla número cinco a mi
lista después de esa noche: Nunca salir con alguien con quien trabajas.
Porque cuando se termina mal, es incómodo para todos. Y no hay escape.
El elevador sonó y entré al espacio lleno de gente. Abriéndome
camino, me intercalé entre dos hombres que afortunadamente no olían
terrible. Cada vez que el ascensor se detenía y las puertas se abrían, la
gente que esperaba en el otro lado se daba cuenta de que estaba
demasiado lleno como para entrar. Se alejarían un paso mientras les
ofrecía una simpática sonrisa, y las puertas se cerraban. Esto sucedió
repetidamente por veinte pisos hasta que llegamos al vestíbulo.
Al fin libre de jugar a las sardinas, salí corriendo al vestíbulo,
buscando un chófer que se pareciera a Sal, completado con un vientre
lleno y ojos amables. Recorrí la habitación antes de detenerme en un
hombre alto y prominente vestido con un traje negro y corbata. Un par de
gafas de sol negras descansaban en la parte superior de su cabello oscuro
en puntas, e incluso a través de su traje, pude distinguir el cuerpo
musculosos que acechaba debajo. 94
Dios mío, ese es un hombre guapo.
El guardia de seguridad llamó la atención del hombre y luego me
apuntó con una amplia sonrisa cruzando su rostro. El apetecible hombre
miró en mi dirección y preguntó—: ¿Señorita Andrews? —Me acerqué a él,
con mis entrañas temblando.
Tienes que estar bromeando.
—Por favor, llámame Cassie. —Sonreí, haciendo mi mejor esfuerzo en
no mirarlo de arriba abajo.
—Soy Matteo. El señor Carter me envió para llevarte al juego. ¿Estás
lista?
—Sip —chillé cuando me di cuenta del atisbo de un tatuaje
asomándose por debajo de su cuello.
Jack envió a un modelo a recogerme. Un tatuado y malditamente
caliente modelo.
Matteo abrió la puerta trasera, y me instalé en el interior. De repente,
sintiéndome como una snob titulada, luché contra la urgencia de pasar
por encima del asiento y sentarme al frente con mi nuevo chófer. A menos
que estuviera en un taxi, sentarme sola en el asiento trasero mientras
alguien más conducía, siempre me pareció extraño. Cogí mi teléfono,
comprobando mis correos electrónicos personales mientras el auto se
tambaleaba hacia adelante. Miré brevemente durante el viaje tranquilo
para encontrar los ojos azules de Matteo mirándome por el espejo
retrovisor. Aparté la mirada y regresé a mi teléfono, jugueteando con él
para parecer ocupada.
Bajando mi teléfono, miré por la ventana mientras la ciudad pasaba
volando. Constantemente me encontré temiendo de este lugar, con sus
enormes edificios y antigua arquitectura. Era el escenario ideal para el
fotógrafo en mí.
—Así que, eres el primo de Sal, ¿eh? —pregunté, rompiendo el
incómodo silencio entre nosotros.
—Sí. ¿Ves el parecido? —Inclinó la cabeza hacia el asiento trasero
por un momento y alcancé a ver la sonrisa que se extendía por su piel
bronceada.
Le sonreí en respuesta, mis labios firmemente presionados mientras
imaginaba el vientre prominente de Sal y las entradas de cabello. —
Definitivamente. Podrían pasar por gemelos.
Se rió en voz alta.
—¿Qué te parece Jack? —pregunté, tratando de traer a mi novio a 95
la conversación.
Novio.
Todavía era extraño.
—El señor Carter es bueno. Es un tipo genial, si no te importa que lo
diga —ofreció cortésmente, y me pregunté qué ideas pasaban por su
cabeza.
—¿Por qué me importaría que lo digas?
Resopló de forma rápida. —Porque no es muy profesional de mi
parte utilizar la palabra “genial”. Y probablemente no debería dar mi
opinión personal sobre los clientes.
Ahora yo resoplé ruidosamente. —Jack es genial, así que lo entiendo.
Y yo pregunté. Simplemente respondías a mi pregunta. —Me preguntaba
cuanto le gustaba Matteo a Jack y si lo contrataríamos como nuestro
chófer habitual. Hasta que tuviera esas respuestas, me negaba a ser
demasiado sociable con Matteo. Chryst demostró que no se puede confiar
en los extraños. Al menos, en este negocio no.
—Es genial que él juegue béisbol para vivir. Debe encantarte, ¿eh?
—preguntó sinceramente.
Mi corazón se precipitó a mi garganta. Luché para formular una
respuesta a su aparentemente pregunta simple mientras que cada
emoción posible me recorría en un tiempo record. —Sí. Es bastante bueno
—mentí.
Nos detuvimos en Citi Field y Matteo aparcó el auto en frente de la
ventana de Will Call y salió. Abrió mi puerta y me ofreció una mano. La
decliné, saliendo por mi cuenta del asiento de cuero de lujo.
—Tu entrada está en la cabina. Estaré estacionado justo aquí
después de que termine el juego, pero el señor Carter me advirtió que
podría tomar un tiempo —agregó con una sonrisa.
Recordé las muchas veces que había esperado a Jack después de
que terminaban sus juegos. —Sí, cuesta un poco salir una vez que termina
el juego. Lo siento por eso.
—No hay problema. Te veré alrededor de las once.
—Muchas gracias. Fue un placer conocerte. —Sonreí antes de
alejarme.

***
96
Con mi ticket fuertemente agarrado en la mano, luché por avanzar
entre la multitud hacia la sección de asientos reservados para las esposas y
familiares de los jugadores. El olor de las palomitas de maíz y los perros
calientes flotaba en el aire. Miré el número impreso en tinta negra y
caminé lentamente por las escaleras, observando el número de la fila en
cada paso. Casi pasando de largo, me detuve abruptamente. Eché un
vistazo al grupo de mujeres muy maquilladas en mi sección, vigilando
cada uno de mis movimientos. Sus ojos recorrieron la longitud de mi cuerpo
desde la parte superior de mi corte de pelo natural hasta mis zapatos
baratos. Me apresuré a mi asiento asignado antes de sentarme y poner mi
bolso negro entre el lado de mi pierna y el apoyabrazos.
Me giré hacia las mujeres, que seguían mirándome, sus rostros
desprovistos de cualquier emoción. —Hola. Soy Cassie —dije lo bastante
alto para que escucharan las ocupantes de las tres filas de asientos. Las
mujeres simplemente continuaron mirándome, ofreciendo literalmente
nada a cambio. Ni una sonrisa, ni un sonido. Empecé a preguntarme si
tenía algo en la cara.
Me volví para hablarles a las mujeres en la fila detrás de mí, antes de
pensarlo mejor. Evalué a cada una en cambio, tomando nota metal de sus
ropas caras, accesorios de marca, cabello perfectamente arreglado y
maquillaje excesivo. Una mujer con un evidente bronceado de aerosol y
cabello rubio teñido me miró antes de levantar las cejas con disgusto y
sacudir la cabeza con un audible bufido.
—¿Viste su bolso? ¿Qué es eso, marca Target3? —Escuché una voz
susurrar antes de que le siguiera un coro de risas.
¿Qué demonios?
Luché contra la urgencia de defenderme. De qué exactamente, no
estaba segura. Pero de pronto, quería proteger mi cuerpo de la exposición
y los sentimientos crudos que se hicieron cargo. Ni siquiera se me había
ocurrido que esas mujeres serían groseras o descorteses. Era algo en lo que
no había pensado. Diablos, no había pensado en ello en lo absoluto.
¿Por qué no me advirtió Jack?
Él no debe saber. ¿Cómo podría?
Empujando mi vulnerabilidad en mi interior donde descansaba como
una roca gigante, mis ojos cayeron en la enorme piedra brillando desde el
dedo de señorita Bronceado de Aerosol. Era el diamante más grande y
más ridículo que había visto jamás, y soy de Los Ángeles.
¿Me pregunto por qué el exceso de compensación de su esposo? 97
Mi mirada rápidamente se lanzó a las manos izquierdas de todas las
otras mujeres, dándome cuenta que cada una portaba su propia roca de
tamaño robusto. Sintiendo como si estuviera rodeada por una nueva clase
de chicas de fraternidad, retorné de mi escrutinio de ellas y miré el campo.
Claramente no estaría haciendo amigos esta noche.
Pensé que dejé en la universidad a este tipo de perras.
Estiré la cabeza en dirección a la zona de calentamiento al final del
campo, olvidándome de las mujeres groseras que me rodeaban cuando
mis ojos se posaron en la fornida constitución de Jack. El calor inundó mi
cuerpo y se filtraba en mis venas con una sola mirada a él mientras trotaba
hacia el montículo del lanzador. Los músculos en sus piernas se flexionaban
cada vez que sus pies aplastaban el suelo, y una sonrisa se deslizó por mis
mejillas.
Dios, extrañaba verlo jugar.
Su uniforme de los Mets me recordaba tanto al que usaba en la
universidad que no pude evitar que los recuerdos se reprodujeran. Imaginé
con claridad la primera vez que lo vi lanzar. Había sido una experiencia
hermosa, aunque nunca lo admití en su momento. Su transformación en
una persona completamente diferente una vez que pisó la cima de ese

3 Target: cadena estadounidense de tienda retail.


montículo de tierra en Fullton State era algo que nunca había apreciado.
Ver a Jack jugar béisbol era casi como tener una experiencia religiosa. Al
pasar por todo mi dolor y angustia, había olvidado esta parte.
De qué manera aumentaba mi orgullo cuando lo veía jugar béisbol,
saber cuánto de su corazón lo ocupaba. Y como, literalmente me
calentaba de la cabeza a los pies ser la persona que amaba más que eso.
Disfruté el momento, metiendo la mano en mi bolso para alcanzar mi
cámara.
Miré por el visor y gruñí audiblemente. Mi asiento era bueno para ver
el juego, pero no para fotografiarlo. Estaba demasiado lejos, y no tenía mi
lente de zoom más grande conmigo. Saqué una foto de todas formas, sólo
para recordar la noche, antes de meter la cámara de nuevo en mi bolso
de no diseñador.
En mi estado de aturdimiento, apenas noté que el asiento a mi
derecha fue recién ocupado. Convencida de que era otra horrible
esposa, dudé en reconocer a esta persona. Criticándome a mí misma, de
repente no me sentí mejor que las otras mujeres, cuando una voz cálida
con un acento británico interrumpió mis pensamientos. —Hola. Eres nueva.
98
Me volví hacia ella y dejé que mi mandíbula cayera bien abierta.
Esta mujer era impresionante. Tenía un aspecto exótico que asumí traía a
los chicos de rodillas. Su largo cabello lacio y castaño parecía satén. Eso,
combinado con su bronceado natural hacía que las manchas verdes en
sus ojos avellana destacaran aun más. No creía que tuviera una pizca de
maquillaje, y estaba convencida de que era la mujer más bonita en este
estadio.
Le ofrecí una pequeña sonrisa. —Sí. Soy Cassie.
Extendió la mano. —Hola, Cassie. Soy Trina. —Apareció una amplia
sonrisa, y se volvió incluso más hermosa.
—Un gusto conocerte —le dije, con voz auténtica. Después de lo que
acababa de presenciar, el hecho de que ella hablara conmigo
voluntariamente alivió mis nervios.
—A ti también. Entonces, ¿quién te pertenece? —Chocó mi hombro
con el suyo.
—Jack Carter. —Incliné la barbilla hacia el campo—. Es el lanzador
de esta noche. ¿Y a ti?
—La segunda base, Kyle. —Levantó la mano, apuntándolo en el
campo, y le di un vistazo a su dedo anular. Mis hombros se relajaron
cuando noté la ausencia de anillos.
—¿De dónde eres? Me encanta tu acento —dije antes de sentirme
de repente estúpida.
—Londres. Me gusta el tuyo. —Sonrió.
—¡No tengo acento! —Me reí.
—Lo tienes. Es un acento totalmente californiano, amiga —dijo,
tratando de imitar la forma en que sonaba para ella.
—Bueno, eso es impresionante —intenté decir con un acento inglés,
pero fallé miserablemente—. Entonces, ¿cuánto tiempo tiene tu novio en el
equipo? —pregunté, desesperada por que continuara su amabilidad.
—Esta es nuestra segunda temporada. Fue trasladado el año
pasado.
—¿Qué pasa con ellas? —Incliné la cabeza sutilmente en dirección a
las chicas malas.
El rostro de Trina se llenó con irritación al instante y sus perfectas cejas
se juntaron con disgusto. —Son perras. No te hablarán hasta que Jack
haya —sus dedos bien cuidados subieron e hicieron el símbolo de comillas
en el aire—, pagado su cuota. 99
—¿Hasta qué Jack haya qué? —pregunté, con una expresión que
estaba segura reflejaba la confusión que experimentaba mi cerebro.
—Tiene que ganar el respeto de sus compañeros. Una vez que haga
eso, entonces tú ganaras el respeto de las muñecas Bratz de allá.
—¿En serio? —Me masajeé la cabeza mientras ella continuaba
poniéndome al día.
—Hay un sistema de clases entre las esposas. Y bueno, tú y yo ya
tenemos un strike contra nosotros porque no somos esposas. Sólo somos
novias.
—Eh, ¿no comenzaron ellas como novias?
—Me gustas —rió Trina—. Por supuesto que lo hicieron, pero eso no
importa. No somos nada para ellas. La única forma de que te hablen es si
haces algo mal o te metes en su camino. Es ridículo.
Me dolía la cabeza al intentar comprender la locura que venía con
las esposas de béisbol. Afortunadamente, el golpe del bate captó nuestra
atención y observamos cuando Kyle envió el golpe bajo sin esfuerzo. Trina
soltó un suspiro, y una amplia sonrisa se extendió por sus mejillas. Mi sonrisa
siguió, agradecida por el out. Quería que Jack tuviera un gran primer
juego.
No podía dejar de mirar los rasgos perfectos de Trina. —Lo siento,
pero eres ridículamente hermosa. Luces como una modelo. —Las palabras
escaparon de mis labios antes de poder estar avergonzada de ellas.
Trina soltó una risita. —Gracias, Cassie. En realidad lo soy. —Se
detuvo—. Es decir, una modelo. No hermosa. Oh, Dios.
Me reí. —¿Una modelo linda? ¿Quién lo pensaría?
—La mayoría de la gente no, eso es seguro.
Cuando me concentré de nuevo en Jack, sus movimientos fluidos
causaron sensaciones en mí que no podía esconder. Mis mejillas se
calentaron cuando inclinó su cuerpo hacia adelante, centrándose en el
guante del receptor. Incluso desde donde me encontraba sentada, podía
sentir la intensidad en los ojos de Jack. Una batalla era librada entre el
bateador y el lanzador, y Jack odiaba perder. Un rápido asentimiento y
una profunda respiración después, el brazo de Jack lanzó la bola que pasó
al bateador, quien bateó con gran poder, pero falló.
—Y definitivamente, ellas no —dijo, dirigiendo su disgusto hacia las
chicas malas.
100
—Sólo están celosas porque no tienes que blanquear tu cabello de
algún color falso o broncearte con aerosol naranja para lucir bien.
Continuó sonriéndome. —¿Trabajas, Cassie?
Asentí. —Trabajo para una revista.
—Strike dos. —Arqueó las cejas, y arrugué las mías—. ¿No sabías que
era nuestro deber dejar de trabajar tan pronto como empezamos a salir
con ellos?
—Aparentemente no me llegó la nota.
—Ellas odian a las novias. Y odian a cualquiera que trabaja. —Se
encogió de hombros—. Se podría pensar que todo lo que haríamos sería
apoyarnos las unas a las otras y ser amigas, ya que estamos obligadas a
pasar mucho tiempo juntas. Pero eso no funciona así. Deberías haberme
visto la temporada pasada, tratando de hablar con ellas en cada juego.
Alguien al final me dijo que hablarían conmigo cuando fuera digna. En
serio usaron esa palabra. Digna —dijo, enfatizándola lentamente, casi en
un susurro, y no pude esconder mi disgusto—. Pero ella ya no está aquí. Su
esposo fue trasladado.
—Vaya. No firmé para esto —dije, y la comprensión me golpeó al
darme cuenta que esas mujeres ahora serían parte de mi vida, lo quisiera o
no.
Trina se quitó su cabello lacio de los ojos antes de continuar—: La
peor es Kymber.
—¿Kymber? Incluso su nombre grita perra —dije con una sonrisa
rápida.
Los ojos de Trina se clavaron en Kymber antes de regresar a los míos.
—Ella es la abeja reina aquí. Así es como se refiere a sí misma. La Abeja
Reina. ¿Quién dice eso?
Las ovaciones estallaron, causando que tanto Trina como yo
miráramos el campo cuando nuestro equipo salió trotando,
desapareciendo en la banca. Había pasado una media entrada. Sólo
ocho y una mitad más para irse.
—Su marido ha estado jugando por más tiempo y hace la mayoría
del dinero. Por eso es la reina. Y el resto de las esposas se inclinan ante ella.
Un sonido de disgusto salió de mi pecho. —Nunca he sido muy
buena al inclinarme ante nadie. La verdad, no es mi naturaleza.
—No te preocupes, Cassie. Ella no hará de tu vida un infierno o algo
parecido. Simplemente actuará como si fueras invisible. Como si no 101
existieras. Y si ese tipo de cosas no te fastidia, entonces estarás bien.
Medité sus palabras, tratando de averiguar exactamente como me
hacía sentir la situación. ¿Era mejor ser un saco de boxeo verbal o no existir
en lo absoluto?

***

Cuando terminó el juego, seguí a Trina por la larga escalera. Sus


zapatos sonaban y resonaban por el último tramo de las escaleras públicas
antes de dirigirse hacia una puerta privada, custodiada por seguridad. Una
vez adentro, me estremecí cuando el aire de los fríos túneles de ladrillo me
recorrió. Los túneles iban a lo largo del estadio, y rápidamente le agradecí
a Trina por llevarme bajo su ala.
—No hay problema. No tenía ni idea donde se hallaba la casa club
después de mi primer juego, y nadie me mostró. Para la hora que llegué
aquí, Kyle me esperaba, preguntándose qué me tomó tanto tiempo.
Un corpulento guardia de seguridad estaba de pie entre dos
barandas metálicas. Sonrió cuando Trina se acercó, dándole un abrazo
rápido antes de mirarme, profundizando las arrugas alrededor de sus ojos.
—Carl, esta es Cassie. Ella es la novia de Jack Carter.
Extendió su enorme mano, y la agarré. —Encantada de conocerte,
Carl.
—Lo mismo digo, Cassie. Un muy buen juego esta noche para tu
chico. Asegúrate de decirle que me pareció un buen trabajo, ¿de
acuerdo?
—Absolutamente.
—Estoy seguro que nos veremos por ahí.
—¿Honestamente? Probablemente me pierda.
Trina se rió. —¿No es divertida, Carl? Vamos a ser buenas amigas.
Seguimos los ladrillos blancos mientras se curvaban suavemente por
un largo pasillo. Una vez que doblamos la esquina, un signo de los Mets
sobresalía de la pared, anunciando la ubicación del vestuario de los
jugadores. Sonreí cuando llegamos a las puertas dobles de color caoba
con un letrero que decía “Casa Club de los Mets de Nueva York” por
encima de ellas. Frené mi deseo de sacar mi cámara y fotografiar las
puertas y el letrero.
—¿Y ahora sólo nos queda esperar? —le pregunté a Trina en voz 102
baja.
—Sí.
9
Insisto
Traducido por aa.tesares
Corregido por Alessa Masllentyle

Jack
Salí de la casa club, con ganas de ver a Kitten. Era mi primera salida 103
como un Met de Nueva York, y había sido acreditado con la victoria.
Lancé seis entradas y di tres hits, sin base por bolas y una carrera. Recorrí la
multitud de mujeres y niños que esperaban, en busca de la que era dueña
de mi corazón.
Ahí está mi chica.
Sonreí en cuanto nuestros ojos se encontraron, la pura alegría que
me trajo verla me hizo sentir como el marica más grande en la tierra. Noté
a la chica caliente de pie junto a ella, pero no me importaba una mierda.
Mi corazón pertenecía a mi Kitten, y nunca volvería a joder esto. Me
apresuré hacia ella, tomándola en mis brazos antes de plantar un beso
largo y dramático en su boca. Mi lengua rogaba que sus labios se abrieran
y una vez que los abrió, tuve que recordarme dónde estábamos. Me
aparté de ella lentamente, sosteniendo su cara en mi mano. —Te extrañé
—susurré, dándome palmaditas mentalmente en la espalda cuando sus
mejillas se sonrojaron.
—Eh, bebé. Esta es Trina, es la novia de Kyle —tartamudeó la voz de
Cassie, y me detuve de anunciarlo a todo el túnel.
¡Jack Carter hace que su novia pierda la compostura con sólo un
beso! Oh sí, él es así de bueno.
Extendí la mano hacia Trina, sacudiendo la de ella con firmeza. —
Encantado de conocerte.
Así se hace, Peters.
—Gracias por salir con Kitten.
La frente de Trina se arrugó y disparó a Cassie una mirada confusa.
—¿Kitten?
—Oh, Dios mío, no lo escuches. —Cassie me dio un manotazo en el
brazo—. No me llames así delante de otras personas como si ese fuera mi
nombre —exigió, lo que me dio ganas de llevarla a un lado y demostrarle
quién mandaba.
Era ella.
—Fue un placer conocerte, Trina. Tengo que llevarla a casa ahora. —
Le guiñé un ojo y entrelacé mis dedos con los de Cassie, para alejarla de la
multitud.
Salimos del estadio, donde los aficionados se quedaron a la espera
de autógrafos, fotos y cualquier otra cosa que pudieran obtener de
nosotros, los jugadores. Las cámaras tomaban fotos mientras Cassie y yo
pasábamos por delante, y fingí no darme cuenta cuando dos mujeres
gritaron mi nombre. Cassie saltó ante el sonido de sus voces. —Está bien,
Kitten. —Mis dedos rozaron su hombro. Incluso con ella a mi lado, las
mujeres todavía se comportaban como locas. 104
—¡¿Jack, firmarías el balón de mi hijo?! —La voz de un hombre hizo
eco en el aire nocturno.
Eché un vistazo a Cass y me sonrió, ralentizando su paso hasta
detenerse. —Por supuesto. —Rápidamente el resto de los fanáticos se
reunieron alrededor, y escaneé el grupo, firmé pelotas y posé para las fotos
con los niños o chicos.
—¿Puedo obtener una foto, Jack? —Levanté la mirada para ver una
rubia delgada como un lápiz y con pechos grandes que pestañeaba en mi
dirección. Quería vomitar, joder.
Miré a Cass con simpatía y ella asintió, haciéndome saber que no le
importaba. Con un lacónico—: Esta noche no —apenas miré en dirección
a la mujer antes de poner mi brazo alrededor de Cass y caminar hacia el
coche.
La mujer murmuró “imbécil” en voz baja, y los hombros de Cassie se
tensaron.
Deseoso de ponerme en marcha, examiné lo que nos rodeaba, sin
querer ser sorprendido por nada ni por nadie mientras caminábamos hacia
el coche que nos esperaba. Vi una silueta grande y musculosa en la
distancia. —¿Te gusta Matteo?
Cassie se detuvo bruscamente, volviéndose hacia mí. —¿Puedes
creer que es primo de Sal?
Me reí porque yo había pensado exactamente lo mismo cuando me
vio con anterioridad. —¡No! Casi me muero cuando vi a este tipo. Es
guapo, ¿no?
El chico parecía ser alguien que verías en una cartelera o una bolsa
de compras en el centro comercial. Contraté a un puto modelo para que
lleve a mi ardiente e increíblemente amable novia por la ciudad.
Soy un idiota.
—Sí, él es muy guapo —respondió sin rodeos.
Siempre podía despedirlo.
O golpearlo.
—No vas a dejarme por un chófer. —Mi cuerpo se tensó cuando la
inseguridad celosa me atravesó con rabia.
Su rostro se contorsionó, y noté que asimilaba mis palabras. —Uh,
estás loco.
—Podría ser una locura, pero lo digo en serio. No puedes dejarme
por otra persona. —La muy puta idea de Kitten dejándome por otro chico
me hizo querer arrancarle la cabeza a alguien. Moriría antes de permitir
105
que suceda eso. Esta chica es mi mundo.
—Jack, ¿de dónde viene todo esto?
—No lo sé. Tal vez creo que ya que la jodí tanto, el único modo de
que estemos a mano es que hagas lo mismo. —Me encogí de hombros y vi
como su cara cambió de preocupación a ira.
Colocó la mano firmemente contra su cadera y me regañó. —En
primer lugar, no vas a decirme lo que debo hacer. Tampoco vas a ser el
que dicte lo que hará que estemos a mano cuando se trate de tu cagada
colosal. ¿Entiendes?
Sabía que ella no quería una respuesta, así que me quedé en
silencio mientras continuaba con su perorata. —Y lo más importante, no
vas a volver esto en mi contra. Yo no hice nada malo. No soy la que hizo
trampa, embarazó a alguien de mentira, y luego se casó. Así que no vas a
hacer de esto un problema dónde tú eres el que se siente mal y yo tengo
que sentirme culpable por algo de lo que no tenía control. Es una tontería,
Jack, y lo sabes.
Los escalofríos se dispararon en mi cuello, provocando que los pelos
se erizaran con sus demandas. Es jodidamente sexy cuando se enfada.
Quería arrancarle la ropa y tomarla allí mismo, mientras observaba nuestro
chófer modelo. —Tienes razón. Tienes toda la razón. Lo siento.
Con la respiración todavía errática, me tomó la mano, jalándome
hacia la sombra gigante que nos esperaba. —No seas así. No es justo para
mí. Yo soy la que tiene que estar molesta y tener inseguridades, y encontrar
la manera de confiar en ti otra vez. No al revés. —Su voz se convirtió en un
susurro mientras nos acercábamos a Matteo.
—Buenas noches, señor Carter, señorita Andrews. —La voz de Matteo
sonó mientras abría la puerta trasera.
—En serio, Matteo, llámame Jack. O al menos Carter. Pero deja el
señor. Por favor.
—¿Seguro? —preguntó una vez más.
—Muy seguro, joder —respondí con una sonrisa, esperando que la
palabra con “j” rompiera aún más el hielo.
—Está bien, jefe. Si usted insiste.
Eso es correcto. Soy tu jefe, niño modelo. E insisto.
—¿Y usted, señorita Andrews?
Cassie inclinó la cabeza hacia un lado, con los labios fruncidos. —¿Y
yo, qué?
106
¿Está coqueteando con él?
—¿Cómo prefiere que la llame? —Sus ojos se clavaron en los de ella,
y yo quería introducir mi puño en su mandíbula. O mear encima de Cassie
en un esfuerzo para reclamarla como mía.
Cálmate, Carter.
—Sería genial simplemente Cassie. Señorita Andrews no. Es algo
extraño y espeluznante.
—Eres rara y espeluznante —susurré, inclinándome hacia su oído.
Ella giró la cabeza para mirarme, y la agarré de la nuca, trayendo su
boca a la mía. Su lengua separó mis labios, y profundicé el beso, mientras
mis manos vagaban por la espalda a su culo. Apreté y ella gimió. La parte
inferior de mi cuerpo dispuesta y capaz, deseó de repente que hubiera un
cristal de privacidad para que pudiera tomarla en la parte trasera de este
coche.
Matteo se aclaró la garganta cuando puso el coche en marcha. —
Lo siento. Sólo quería asegurarme de que nos dirigíamos a casa y no nos
detendremos en ninguna parte.
—Tenemos que parar en algún lugar. Me muero de hambre —dije—.
Pero pizza no. Necesito carne.
El sonido del celular de Cass me distrajo de mi estómago hambriento
ya que me pregunté quién le enviaba mensajes de texto tan tarde. Como
si sintiera mi pregunta, dijo—: Es Melissa. Quiere saber si ya estamos
peleando. —Se rascó un lado de la cabeza y su pelo colgaba alrededor
de sus dedos.
—¿Qué diablos significa eso?
—No lo sé. Le estoy preguntando. —Apenas respondió mientras sus
dedos se deslizaban rápidamente por la pantalla del celular.
—Siempre me olvido de que allí es tres horas antes, ¿sabes?
—Lo sé, ¿verdad? Yo también —dijo y continuaba escribiendo.
Vi como se acercaban los rascacielos de Manhattan con cada
momento que pasaba, maravillado por el carácter sin igual de esta
ciudad. Nunca antes había visto tantos edificios altos en un espacio tan
pequeño. Sabía que parecía estúpido, pero no había nada como esto en
el sur de California. Joder, ya me encantaba este lugar. El teléfono de
Cassie volvió a sonar. Y, de nuevo, me volví hacia ella.
—Oh, Dios mío. 107
—¿Qué es? —Me enfoqué cuando se tapó la boca con la mano—.
¿Cass?
Hizo un gesto con el dedo en el aire. —Ya hay fotos de nosotros en
línea. De cuando hablábamos hace unos minutos. Se ven mal.
Cassie puso el celular en frente de mi cara, y miré fijamente las tres
fotos adjuntas, todas mostrando a Cassie molesta mientras yo estaba allí
como un idiota. El pie de foto decía: “¡Jack hace un jonrón en el campo,
pero falla en casa!”
—¿Qué quieres que haga? —preguntó con voz temblorosa.
Arrojé el brazo alrededor de su hombro, acercando su cuerpo al mío.
—No hay nada que puedas hacer. Probablemente deberíamos ser más
conscientes a partir de ahora cuando estamos en público. —La rabia se
abrió camino en mí mientras yo digería el simple hecho de que en ninguna
parte me hallaba a salvo de miradas indiscretas. Era una parte que odiaba
de ser un atleta profesional. Odiaba no tener ningún control sobre las
imágenes qué y cuándo se publicaran de mi vida personal. Sinceramente,
no me importaba una mierda lo que publicaban sobre mí, pero publicar
cosas de Cassie cruzaba la línea.
—Lo siento mucho, Jack. Ni siquiera pensé que podrían estar
mirando. —Su aliento calentaba mi pecho.
—No es tu culpa. —Le di un beso en la cima de la cabeza—. Antes
no teníamos que lidiar con este tipo de cosas.
—Me veo como una perra en esas fotos.
—No importa —traté de tranquilizarla, pero terminé molestándola en
su lugar.
Se apartó de mi pecho, cuadrando los hombros hacia mí cuando su
respiración se aceleró. —¿Qué quieres decir con que no importa?
Me incliné hacia delante, acunando su mejilla en mi mano. —Sólo
digo que la gente va a pensar lo que quieran, sin importar cómo nos
veamos en alguna de las fotos en línea.
Cerró los ojos y su respiración se regularizó. —Pero no quiero que la
gente piense que tienes una novia medio loca que te grita después de tus
juegos.
—No lo harán —dije. No podía prometerle que la gente no pensaría
mal de ella, pero haría mi mejor maldito esfuerzo por intentarlo. Lucharía
contra la prensa por ella. Haría cualquier cosa para que siga sintiéndose
segura, feliz y amada. No se merecía ser denigrada en línea por ninguna 108
razón. Diablos, si la gente supiera algo sobre nuestra relación, me estarían
persiguiendo diariamente con horquetas y cantitos—. Pero tienes que
prometerme algo, Cass.
Frunció el ceño. —¿Qué? —Puso mala cara, mirándome con esos
grandes ojos verdes.
—No puedes dejar que te afecte. La prensa escribirá y publicará
todo lo que crea que va a vender anuncios o atraer la atención. Dicen
cosas todo el tiempo que no son ciertas, y sólo tienes que recordar lo que
es y lo que no. ¿De acuerdo?
Había experimentado lo fanática que puede ser la prensa cuando
se trata de jugadores. Escapé del escrutinio en lo que respecta a todo lo
que pasó entre Chrystle y yo. Siempre me pregunté si Marc tuvo algo que
ver con eso, pero nunca se lo había preguntado. Vi cómo las relaciones de
mis compañeros de equipo se desmoronaban bajo la presión y ni una sola
vez los culparon a ellos ni a sus novias por no ser capaz de manejar la
situación. Pero yo sabía que no podía dejar que eso nos pasara a Cassie y
a mí. Me aseguraría de ello.
—¿Cass? Sólo trata de no leer nada si puedes evitarlo. Dile a Melissa
que filtre lo que te envía —sugerí.
—¿Que sólo me envíe algo si es bueno? —Se encogió de hombros.
—Sí, Kitten. —Presioné los labios contra su frente—. Dile que envíe sólo
las cosas buenas.
10
Cuando la vida te dé limones
Traducido por Eni & aa.tesares
Corregido por Gaz W. Finley

Cassie
Sin querer despertar a Jack, agarré mis cosas para el trabajo lo más 109
silenciosamente posible y me dirigí a la puerta de entrada. Una vez fuera
del edificio de apartamentos, corrí hacia la estación del metro, notando la
hora. Si perdía mi tren, tendría que tomar un taxi. Y tomar un taxi me
tomaría una eternidad a esta hora de la mañana.
Pasaba por un puesto de periódicos local cuando un encabezado
llamó mi atención: “¡Bienvenido a la gran manzana, Jack Carter! ¡Toma un
asiento y espera por un buen tiempo!” Jack tenía una relación de amor y
odio con la prensa. Una vez me dijo que a la prensa sólo le gustabas
cuando ganas. Pero al instante en que pierdes, eres el primero al que
culpan. No le servía de nada leer las cosas que extraños escribían sobre él,
así que nunca lo hacía. Siempre decía que sabía que necesitaba mejorar,
y que no necesitaba que los periodistas que no sabían que era pararse en
ese montículo le metieran ideas en la cabeza.
Además, los artículos malos lo hacían enojar, y una vez casi que le
da un puñetazo a un reportero. Después de un largo sermón en la oficina
del mánager con la presencia del director de medios, Jack juró nunca más
leer noticias sobre el equipo.
Aun así, ver ese periódico causó que mi corazón aumentara de
tamaño. Su primera victoria con los Mets fue impresa con tinta negra y
quería mantener el recuerdo, incluso si él no lo quería. Pensé que ya que el
artículo era positivo, quizás a Jack no le importaría. Así que, compré una
copia para leerla y otra para guardarla.
Bajé corriendo las escaleras húmedas del metro con mis periódicos
sostenidos firmemente en la mano cuando llegó mi tren. Los frenos
rechinaron mientras se detenían completamente antes que las puertas se
abrieran. Me apresuré a pasar entre la multitud y me metí en el vagón del
metro lleno. Sin querer ir de pie todo el camino, le agradecí a Dios en
silencio por el puesto vacío que vi. Una vez sentada, abrí rápidamente el
periódico en la sección de deportes y le eché un vistazo al artículo sobre
Jack. Después de leer con rapidez los aspectos más destacados, decidí
erróneamente dar la vuelta en la sección de Entretenimiento y Artes.
Mi corazón lleno de orgullo de repente explotó dentro de mi pecho,
y casi me atraganté con el aire a mi alrededor cuando vi una foto
conocida. Me quedé mirando a la llamativa foto de mí señalando con el
dedo a Jack, y mi rostro lucía claramente retorcido por la ira. Parecía
furiosa mientras él simplemente se quedaba allí de pie con el abatimiento
escrito en toda su cara. Mis ojos se posaron en el pie de foto donde mi
primer nombre estaba publicado tan claro como el día. “El nuevo chico
dorado de los Mets es regañado fuera del campo por su novia Cassie”.
Mierda. ¿Cómo averiguaron quién soy?
Cerré el periódico de golpe y miré a las personas que se hallaban
110
sentadas a mi alrededor. Rogué para que nadie hubiera visto la imagen o
se diera cuenta que yo era la que aparecía allí.
Mierda. Mierda. Mierda.
Esa estúpida foto apareció en línea anoche y ahora estaba impresa
en los periódicos para que todo el mundo la viera. Me recordé que nadie
en realidad lee periódicos impresos antes de darme cuenta de que la
versión en línea probablemente incluiría las mismas fotos. Sacudiéndome la
vergüenza, me removí en mi asiento hasta mi parada.
Entrando a la oficina, tiré mis cosas sobre mi escritorio desordenado
antes de dirigirme a la pequeña cocina de la empresa. La jefa editora de
la revista, Nora, pasaba las páginas de un periódico antes de echarme un
vistazo.
—Buenos días, Cassie. Veo que anoche tuviste bastante. —Sus ojos
grises se suavizaron mientras sostenía el periódico para que lo viera yo.
Solté un suspiro tenso. —Sí. Eso no es lo que parece —intenté
defenderme, metiendo una bolsa de té chai en mi taza de agua caliente.
Sonrió, su cabello corto perfectamente rizado. —Nunca lo es. —Su
voz calmó mis nervios deshilachados.
—Se ve muy mal, ¿cierto? ¿Como si fuera una loca enojada?
Bajó la mirada hacia la foto. —Te ves bastante enojada. —Su mirada
regresó a mí mientras yo hacía una mueca—. No te preocupes por eso.
Sólo es una foto y nadie pensará nada de eso. —Movió la mano en el aire,
y quería creerle.
—Gracias, Nora. —Sonreí, agradecida por sus palabras amables. Me
di la vuelta para irme cuando me llamó.
—Siéntate conmigo por un minuto. —Señaló la silla en frente de ella.
Oh.
Mis piernas empezaron a temblar mientras la ansiedad me consumía.
Esa foto podría ser mala para la revista. Y dudaba de que ellos quisieran ser
asociados con cualquier publicidad negativa. ¿Y si me despedía por esto?
—Deja de mirarme como si hubiera robado tu carro y siéntate. No
estás en problemas. —Me relajé en la silla fría, todavía sosteniendo la taza
de té caliente en mi mano—. Sólo quería escuchar sobre tu primer juego
de los Mets como la novia de un jugador.
Un pequeño suspiro escapó de mis labios mientras me relajaba aún
más. Nora había sido amable conmigo desde el día en que empecé a 111
trabajar en esta oficina. Me felicitaba por mi trabajo y me animaba a
aprender, y también me retaba a crecer diariamente. La respetaba y
quería ganarme su respeto a cambio.
—¿Entonces, cómo es? —Inclinó la cabeza hacia un lado con sus
ojos fijos en los míos.
—Fue… —dudé—, diferente a lo que esperaba.
—¿Diferente cómo? —preguntó, antes de darle un sorbo a su café.
Levanté la mirada a los azulejos blancos del techo, tratando de
formular mis palabras en pensamientos coherentes antes de responder. —
Fue maravilloso ver a Jack jugar otra vez. Nada en el mundo se compara
con cómo es eso. —Mi corazón se comprimió dentro de mi pecho—. Pero
las mujeres del equipo son insoportables. Como que ninguna de ellas
hablaría conmigo.
Soltó una carcajada, inclinando la cabeza hacia atrás. —Estás
bromeando.
Sacudí la cabeza. —Desearía estar bromeando.
—¿Entonces no hablaron contigo?
—No. Sólo me miraron fijamente al principio y después se negaron a
conocerme en absoluto. Fue como si ni siquiera estuviera allí. —Rodé los
ojos, molesta por el hecho que tendría que ver a esas mujeres otra vez.
—Eso es horrible. Y tan innecesario. ¿Por qué nosotras, las mujeres,
nos tratamos con tan poco respeto? —preguntó mientras mis compañeros
de trabajo entraban y salían de la pequeña cocina, lanzando miradas
curiosas en nuestra dirección.
—No sé. —De repente me acordé de un rayo de luz en la noche—.
¡Oh, sí! Una mujer me dirigió la palabra. Fue muy agradable. Su nombre era
Trina. Es modelo. Extremadamente hermosa. —Me mordí el labio inferior.
—¿Trina Delacoy? ¿Hermosa, cabello castaño, brillantes ojos color
avellana?
—Sí. ¿Cómo la conoces? —pregunté sorprendida.
—Ha trabajado antes con nosotros, una chica muy agradable. ¿Con
quién del equipo está saliendo? —preguntó, llevándose la taza de
cerámica de vuelta a los labios.
—Con la segunda base, Kyle Peters.
—Asegúrate de saludarla de mi parte. —Las líneas alrededor de sus
ojos se profundizaron con su sonrisa.
—Lo haré. 112
—Entonces, Cassie, ahora que tu hermoso súper atleta regresó a tu
vida, no vas a renunciar a la revista, ¿verdad? —Me sonrió con suficiencia
mientras fruncía el ceño.
—No. ¿Por qué diablos iba a renunciar? —Lo último que quería era
dejar este trabajo.
Mientras que la idea de Jack de regreso en mi vida hacía que mi
alma irradiara amor, aún tenía metas profesionales que quería alcanzar.
Me mudé al otro lado del país para trabajar en esta revista, y Jack no
afectaba a mis sentimientos acerca de eso.
—Siempre y cuando me aceptes, soy tuya —dije con una sonrisa
nerviosa.
—Bien. Supongo que viajarás con el equipo a veces, ¿cierto?
Mi respiración se detuvo cuando la pregunta resonó en mis oídos. —
No lo sé. Ni siquiera he pensado en eso, para ser honesta. El trabajo es mi
prioridad, así que supongo que iré a algunos juegos fuera los fines de
semana si no estoy ocupada.
El horario de Jack ni siquiera entró en mi mente. Había estado tan
feliz simplemente por tenerlo de vuelta en mi vida que nunca se me
ocurrió. No tenía ni idea de cuánto tiempo estaría en la ciudad antes de
irse de nuevo. Hice una nota mental para hablar sobre su programa de
viaje esta noche, después del juego.
—Tal vez podemos programar algún trabajo para la revista con los
partidos de tu chico por fuera. ¿Matar dos pájaros de un solo tiro? —
ofreció con un guiño.
Luché contra la quemazón de las lágrimas formándose en mis ojos.
No lloraría, sin importar lo amable e increíble que fuera esta mujer
conmigo. —Si eso funciona y le sirve a la revista, sería maravilloso. Pero no
tienes que hacer eso.
—Lo sé. Y no estoy haciendo promesas. Sólo tráeme una copia del
horario de Jack, y voy a hacer que mi asistente se encargue de ello. —Sus
ojos vagaron, vidriosos mientras ella golpeteaba un dedo contra sus
labios—. Quizás podamos trabajar en un documental en línea donde
nosotros viajemos contigo, destacando algunas historias locales de interés
desde donde te encuentres. O podemos destacar el equipo y las
organizaciones de beneficencia que visitan cuando viajan —canturreó a
la ligera—. Demasiadas posibilidades. Aunque no estoy segura cómo
trabajarán, ya que los equipos están generalmente dentro y fuera de las
ciudades con bastante rapidez. Sin embargo, es algo a tener en cuenta.
Escuché los pensamientos e ideas que se derramaban de la mente
de mi jefa, silenciosamente esperando que me despidiera mientras crecía
113
mi propio entusiasmo. La idea de estar posiblemente trabajando y
viajando con Jack al mismo tiempo me emocionaba, pero me negué a
hacerme ilusiones por algo que podría no ser factible.
—Vamos —me despidió ondeando la mano—, hablaremos de eso
más tarde.
Salí corriendo de la cocina antes de encender mi computadora y
revisar rápidamente mis correos electrónicos de la noche anterior. Sonreí
cuando vi el nombre de Melissa en mi bandeja de entrada.
Cass:
Sólo recuerda una cosa… cuando la vida te dé limones, ¡ábrelos y
exprime el jugo en su rostro! ¡Eso le enseñará a la vida a no meterse
contigo! ¡Ja!
Aguanta. La foto pronto estará olvidada. Siempre puedes llamar a
mamá y hablar con ella si la mierda te golpea. Mientras tanto, voy a
supervisar todos los sitios web en los que aparecen ustedes y ver si puedo
sabotearlos. Ya sabes, enviar cosas anónimas para tratar de ayudar. Ya
tengo mis páginas webs favoritas neoyorquinas de chismes así que te
tengo cubierta, amiga.
Te quiero. Te extraño.
Su mamá era dueña de una exitosa empresa de publicidad en Los
Ángeles. Se encargaba del mantenimiento de un grupo exclusivo de
clientes de renombre, pero siempre se aseguraba de mantener esa
sensación de pequeña empresa. Sin darme cuenta, había aprendido
mucho de ella en todos estos años con sólo oir sus reuniones de negocios y
llamadas telefónicas. Le encantaban este tipo de cosas, y sabía que
estaría más que feliz de ayudarme si llegaba a ese punto.
Por favor, querido Dios, no me dejes llegar hasta ese punto.
Apreté el botón de respuesta y escribí rápidamente antes de
ocuparme de mis deberes diarios.
Meli:
Esa imagen estaba en el periódico esta mañana. ¡La versión real
IMPRESA! Y escribieron mi nombre, pero sólo mi primer nombre, gracias a
Dios. Estoy extremadamente avergonzada, pero ¿qué puedo hacer,
cierto? Puf. Definitivamente llamaré a mamá si las cosas se salen de
control, pero voy a tratar de estar más consciente de mi entorno a partir
de ahora. Con suerte, no tendrán más nada que publicar de mí, a menos
que sea mi cara con una gran sonrisa de idiota :)Te llamo pronto.
Besos.
114
Mi celular vibró cuando buscaba en línea los próximos eventos que
nuestros lectorías podrían estar interesados en ver. La revista publicaba
historias de interés humano, con la inclusión de la política local, noticias y
acontecimientos en torno a los cinco condados. Cuando comencé, me
encargaba de la investigación de las próximas publicaciones, pero una
vez fui asignada para cubrir y fotografiar un evento general. Mis jefes
nunca me prometieron que utilizarían mis fotografías, pero desde que
empecé a trabajar aquí hace seis meses, siempre las han usado.
Le eché un vistazo a mi teléfono, viendo un nuevo mensaje de Jack
en la pantalla. Mi cuerpo tembló por el simple hecho de ver su nombre.
Presioné el botón, mostrando el mensaje:
Matteo te recogerá a las seis. Tienes que ir a la oficina de ventas y
recoger tu carné de identificación. Te veo después del juego. Te amo.
Sin responder, puse mi teléfono a un lado. Mientras completaba mis
asignaciones de trabajo, mis pensamientos fueron hacia la conversación
que tuve antes con Nora, y la esperanza llenó mi mente.

***

Matteo se detuvo fuera de la taquilla otra vez, y aparté los ojos del
inicio del tatuaje que se mostraba por debajo de su camisa blanca. Me
pregunté qué era, pero estaba demasiado avergonzada para preguntar.
Alcancé a ver sus ojos azules observándome por el espejo retrovisor, y
sonreí. Se volteó para salir del coche cuando lo detuve.
—No tienes que abrir la puerta para mí. Yo lo hago. Sin embargo,
muchas gracias. Te veré después. —Me deslicé fuera del asiento trasero,
cerrando la puerta detrás de mí. Matteo se despidió con la mano antes de
marcharse.
Me acerqué a la ventana de la cabina. —Hola. Soy Cassie Andrews,
la novia de Jack Carter. Él dijo que tenía que recoger ¿mi carné de
identificación?
La chica joven sonrió. —¿Ve el edificio de allí? —Señaló hacia mi
derecha, y asentí—. Sólo ve adentro y allí le tomarán una foto e imprimirán
su carné.
—Gracias. —Confundida e insegura, pregunté—: ¿Necesito un
boleto para entrar?
—Sí. El carné de identificación es para que pueda entrar a los
vestuarios del estadio. —Me entregó un sobre con un boleto dentro.
115
—Ah. Eso tiene sentido. Muchas gracias. —Me di la vuelta para irme,
caminando hacia el otro edificio.
Con mi carné de identificación recién impreso en mi mano, me dirigí
a mi asiento asignado. No era el mismo asiento del partido de anoche,
pero se encontraba en la misma dirección. La tensión galopaba a través
de mi cuerpo como un caballo de carreras mientras me acercaba a los
asientos llenos con las chicas insoportables.
—¡Trata de no gritarle a tu novio esta noche, Cassie! —se burló una
voz masculina desde atrás y me detuve a medio paso.
—Perra —murmuró otra al alcance de mi oído.
Tienen que estar bromeando.
Resistiendo la tentación de mirar por encima del hombro y
confrontar a los provocadores, enderecé mis hombros y continué hacia mi
fila designada. Mi corazón latía rápidamente contra mi piel.
—¡Si el pobre Jack es insultado cuando gana, imaginen lo que ella le
hace cuando pierde! —vociferó otra voz, apenas más fuerte que los
golpeteos que resonaban en mis oídos.
Sintiéndome de repente vulnerable, aceleré el paso por las escaleras
de cemento. Me arrastré en mi asiento, reconociendo de inmediato a la
esposa malvada, Kymber, mientras observaba toda la situación. Ella rió y
susurró algo en el oído de la mujer sentada a su lado. Las dos me miraron
antes de dirigir su atención a otra parte.
Así que, esto va a ser así. Impresionante.
Mi celular vibró, y lo saqué de mi bolsillo. Agradecida por ver el
nombre de Melissa en la pantalla, hice clic en el botón de mensaje de
texto.
¡Pon esa sonrisa de idiota, nena!
Eso fue todo lo que escribió, seguido de una foto mía caminando en
el estadio con una mirada incómoda estampada en mi rostro.
Metí el celular en mi bolso, sintiéndome nerviosa y extremadamente
expuesta. Una cosa era estar en un estadio lleno de gente cuando nadie
sabe quién eres, pero otra muy diferente cuando eres reconocida. Me he
convertido en alguien completamente identificable para las miles de
personas a mi alrededor, quienes me conocen —gracias a las fotos
circulando en internet y en la prensa— como la novia de Jack Carter.
Esos fanáticos ya habían formado sus propias opiniones sobre la
imagen publicada en el periódico esta mañana. Asumían que me 116
conocían, que sabían la clase de persona que era. Hicieron juicios sobre mi
personalidad basados simplemente en nada más que una simple foto
tomada completamente fuera de contexto, lo cual, como fotógrafa, me
molestó mucho. Me esfuerzo por mantener mi honestidad cuando estoy
fotografiando, asegurándome que mis fotografías y ediciones siempre
capturen lo que sucede verdaderamente en la escena. Nunca he
intentado crear una ilusión falsa con mis fotos. Al parecer, era demasiado
pedir a los otros que hicieran lo mismo.
Si la gente quería tomarme fotos sin mi consentimiento, podían
absolutamente… y lo harían. Si querían acercarse a mí, no había nada que
los detuviera. Me faltaba algún tipo de auto-protección y eso me
preocupaba. Si las otras esposas no fueran unas perras rabiosas, les hubiera
preguntado cómo conseguirlo. Me sorprendió que ninguna de ellas se
ofreciera a ayudar, o a preguntarme si estaba bien. Miré alrededor
buscando a Trina, pero ella no estaba por ninguna parte. Y ya que Jack
lanzó anoche, no lanzaría en toda la noche.
Jugué con la idea de llamar a Matteo y regresar a casa, pero los
potenciales efectos colaterales cimentaron mi culo en mi asiento. Imaginé
fotos de mi abandono temprano del juego, seguido de titulares falsos y
desagradables.
No. No me movería. Mi orgullo se negaba a abandonarme.
Mi teléfono vibró de nuevo y consideré no agarrarlo. Más tarde vibró
una notificación, así que alcancé mi bolso y lo saqué. Otro mensaje de
Melissa. ¿Quería ver esto? Resignada a lo que el destino me arrojaba esta
noche, hice clic en el botón “leer”.
Recuerda: ¡Limones! En. Sus. Rostros.
Una sonrisa apareció en mi cara mientras reprimía una carcajada, al
oír su voz en mi cabeza. Meli tenía razón. Aspiré una bocanada de aire,
determinada a superar toda esta locura. No dejaría que me golpearan. Ni
los fanáticos malvados. Ni las esposas horribles. Ni los periódicos o las
páginas en internet.
Veía este juego por una sola y única razón.
Jack. Jodido. Carter.
Nadie en este estadio tenía idea de la clase de infierno que sufrimos
Jack y yo, y estaría condenada si alguien iba a arruinar esto después de
todo lo que pasamos. Crucé mis piernas y apoyé la espalda contra el
asiento frío y duro, deseando silenciosamente que Trina apareciera pronto.
Sí, quería demostrarles a todos que se equivocaban. Quería
mostrarles que esta experiencia no me iba a derrumbar ni a destruir. Pero
quería asegurarme de tener una amiga a mi lado mientras permanecía 117
fuerte en la cara de tanta fealdad deliberada.
Estarás bien, Cass. Puedes hacer esto.
Y lo estuve.
Sobreviví durante nueve largas entradas, sin Trina a mi lado.
Abandoné mi asiento antes de que el juego se acabara oficialmente con
el fin de separarme de la multitud ruidosa a medida que salía. Mientras
subía las escaleras, el sonido de alguien resoplando y tosiendo con rapidez
llamó mi atención. Seguí subiendo las escaleras, pero el sonido de la
humedad golpeando el pavimento me obligó a bajar la mirada, que se
detuvo en la burbuja de saliva a escasos centímetros de mi pie.
—Estúpida perra. —Era claramente una voz de ebria.
Sin pensarlo, levanté el dedo corazón de mi mano derecha y se lo
mostré a la multitud mientras salía al pasillo y entraba en los túneles.
Mierda. Probablemente no debí haber hecho eso.

***

A la mañana siguiente, las fotos infames de Cassie levantando el


dedo corazón se encontraban por todo el Internet. Las leyendas decían:
“El amor de Jack es todo menos eso” y “¡La descarada Cassie tiene
bastante genio!” Eran infantiles y molestos, pero me afectaban. La
vergüenza se apoderó de mí cuando me encontré agradecida de que
Jack evitase Internet. Rápidamente le escribí un mensaje a Melissa.
Asegúrate de que Dean no le muestra esta mierda a Jack. No
necesito que se preocupe por mí ni grite ni se moleste conmigo por esto.
Por favor, asegúrate de hablar con él.
Si alguien podía frenar las acciones de Dean, era Melissa. Me
preocupaba que él le enviara a Jack el mismo tipo de mensajes de texto
con imágenes que ella me había estado enviando. Yo sabía que no debía
dejar que los imbéciles supieran que me afectaron, y ahora tendría que
pagar por mis actos estúpidos con las publicaciones en línea, comentarios
y cualquier otra cosa que se presentara. Lo último que quería era que Jack
se preocupe por mí, o pensara que no podía manejarme enfrente de
algunos estúpidos borrachos, así que estaba decidida a ocultarle mi
comportamiento.
Sonó mi teléfono.
Hecho. Dean no le dirá nada a Jack de su novia loca levantando el
dedo medio. Jajaja. Pero bueno, tienes que calmarte o estos fanáticos te 118
van a comer viva. Eres mejor que eso.
Suspiré interiormente y escribí:
Tienes razón. Lo sé. He perdido la calma. No va a suceder de nuevo.
Trabajé el resto del día sin interrupción y sólo empecé a ponerme
nerviosa por el juego cuando Matteo me dejó en el estadio. Si él sabía de
las imágenes, no dijo nada.
—Buenas noches, Cassie. Te veré después. —Su sonrisa llegó los ojos,
y empujó mi energía nerviosa a un lado antes de sonreírle.
—Nos vemos más tarde, Matteo. Gracias por el paseo. —Cerré la
puerta, esperando que nadie me notara. Si los comentarios empezaban
ya, probablemente me daría la vuelta y perseguiría el coche de Matteo
todo el camino de regreso a Manhattan.
Asistir sola a los juegos de Jack todo el tiempo ya empezaba a
hartarme. Necesitaba hacer algunos amigos a los que les gustara ver
béisbol. Supongo que no querría tanto unos nuevos amigos si las esposas
hubieran sido más amables. Y por mucho que me gustaba Trina, era obvio
que sus trabajos como modelo le impedían llegar a la mayoría de los
juegos; eso apestaba para mí, porque sin ella allí, me sentía
completamente sola.
Unos cuantos comentarios desagradables llegaron a mis tímpanos
mientras salía del túnel, hacia el aire de la noche. Una respiración profunda
y relajante más tarde, y mis nervios empezaron a calmarse. Repetí un
coreo en mi cabeza mientras caminaba hacia mi asiento asignado: No les
des nada de qué hablar. No les des nada de qué hablar.
Evité mirar directamente a nadie por temor a que pudieran ver más
allá de mi fachada. Me hacía la dura por fuera, pero en este momento no
se necesitaría mucho para derrumbarme.

***

El juego terminó y comencé a caminar hacia la salida, mientras oía a


los hombres borrachos tropezar en fila detrás de mí. Un rápido empujón me
obligó a estrellarme contra el chico delante de mí, y le agarré el hombro
para mantener el equilibrio. —Lo siento —le ofrecí rápidamente mientras él
se me quitaba de encima. Otro empujón áspero y empecé a preguntarme
si fueron accidentales.
Al llegar al final del pasillo, dirigí a los ojos de la persona responsable
de los empujones, cuando la humedad salpicó contra la parte posterior de 119
la camisa y el cuello al descubierto. El olor a cerveza llenó mi nariz tanto
que hice una mueca, rodando los hombros hacia adelante para alejarlos
de mi camisa húmeda y pegajosa.
—Ups —dijo un hombre de gran tamaño con un tono sarcástico
antes de marcharse riendo. Vi como su amigo le dio una palmadita en la
espalda en felicitaciones.
Dejé de moverme, con la multitud pasando a mi alrededor mientras
mis ojos se encontraron con los de Kymber. Miró a mi espalda empapada y
siguió caminando, diciendo todo con los ojos. No le importaba lo que me
pasó aquí. Ella no estaba de mi lado y no iba a hacer ni decir nada que
me ayude. Las otras mujeres iban detrás, todos mirando en mi dirección,
pero ninguna se detuvo a ayudar.
Me apresuré hacia un puesto de venta, explorando con mis ojos en
busca de una camiseta con el nombre y número de Jack. Suspiré de alivio
cuando la vi expuesta en contra de una cerca de plata.
—¿Puedo conseguir una camiseta mediana de Carter, por favor? —
pregunté.
Después de pagar mi compra, corrí hacia el baño más cercano.
Quitándome mi top empapado de cerveza, abrí el grifo. Puse mi top negro
en el lavado y permití al agua tibia lo mojara. Retorcí mi camisa antes de
llenarla con más agua fresca, repetí el ciclo varias veces hasta que quedé
satisfecha de que el olor de la cerveza se hubiese disipado. Remojando la
camisa con agua por última vez, me froté mi cuerpo con esta lo mejor que
pude. Traté de quitar la viscosidad y el hedor de mi espalda, pero era
difícil.
—¿Quieres que te ayude? —me preguntó una señora de la edad de
mi madre detrás de mí. Sus ojos marrones miraban tristes mientras la veía en
el espejo.
Giré sobre mis talones para enfrentarme a ella, agradecida por la
amabilidad. —¿Por favor? —Me negué a dejarme llorar de la frustración,
vergüenza y tristeza—. Gracias —dije, volviéndome hacia mi reflejo.
Vi como ella restregó en mi piel expuesta, teniendo cuidado de no
mojarme demasiado. Una vez terminado, tomó algunas toallas de papel y
me secó la espalda.
—Ya está.
—Muchas gracias. —Sonreí antes de sacar mi camisa nueva y
deslizarla por encima de mi cabeza. Metí mi camisa mojada en la bolsa y
ajusté los cordones. Echando un vistazo en el espejo, me pasé los dedos
por el pelo húmedo y supe que Jack olería la cerveza í si no me lo lavaba.
120
Bajé la cabeza hacia el lavabo, dejando que el agua caliente
penetrara en los extremos de mi pelo empapado de cerveza. Caminé
hacia el secador de manos y presioné el botón de inicio. Este cobró vida y
puse el pelo mojado bajo el calor. Una vez seco, rápidamente olí mi pelo,
convencida de que a nadie olería la cerveza a menos que la buscara.
Saqué una pequeña botella de loción con aroma de vainilla y lo froté en
mis brazos y el cuello para ayudar a enmascarar los olores persistentes.
Empujando la bolsa que contenía mi camisa húmeda en mi bolso,
me dirigí fuera del baño, en dirección a los vestuarios. Recé para que Jack
no fuera capaz de notar que me pasaba algo y que yo sería capaz de
mantenerlo todo adentro. Sabía que ocultarle esto estaba probablemente
mal, pero me convencí que era lo mejor para él. Tenía que mantenerse
concentrado en el campo y el juego en todo momento. Él no sería capaz
de hacer eso si supiera que me ocurrió este tipo de mierda. Y nunca sería
capaz de perdonarme a mí misma si le sucedía algo a su carrera por mi
culpa.
11
Muchos de los chicos engañan
Traducido por Liillyana
Corregido por Dannygonzal

Jack
Después del partido y la reunión del equipo, me cambié, tomé una 121
ducha rápida y me dirigí a la puerta de la habitación de casilleros azul
marino. Me asomé en busca de su cara. En el momento que miré sus
cansados ojos verdes, supe que pasó algo.
—¿Qué pasa? —pregunté, mis instintos protectores se encendieron.
Sus labios formaron una sonrisa tensa y miré la camisa de los Mets
que abrazaba las curvas de su cuerpo. —No pasa nada. ¿Te gusta mi
nueva camisa?
Se dio la vuelta, levantándose el cabello para mostrar con orgullo mi
apellido y el número de mi camiseta escrito en la espalda. Carter 23.
—¿Qué si me gusta? Joder, la amo —respondí y su rostro se suavizó,
pero permanecieron las líneas de preocupación entre sus ojos.
Mi mente al instante volvió a la noche en que fue asaltada en la
estación Fullton. Ella estaba con un grupo de mis compañeros de equipo
dirigiéndose al campus para reunirse conmigo, cuando un chico drogado
y borracho los agredió y les aseguró tener un arma. Yo estaba programado
para lanzar la primera bola para el equipo de softbol esa noche, pero me
fui en el segundo que oí susurros de lo que pasó, chocando con Dean y
Brett a lo largo del camino. Recuerdo que corrí por el estacionamiento lo
más rápido que mis piernas podían moverme hacia la calle en busca de
alguna señal de ella. Cuando vi su silueta, siendo ayudada por mi amigo
Cole mientras caminaban, casi me desplomé de dolor. Era mi trabajo
protegerla y mantenerla a salvo, y fallé.
Ver su hermoso rostro magullado y golpeado, causó que en mi
mente comenzara a hervir la sangre. Le prometí esa noche que nunca
dejaría que alguien le volviera a hacer daño, y lo dije en serio. Sólo
pensarlo, podría desquiciarme completamente. Nadie podría joder así a mi
Kitten nunca más.
—¿Vas decirme qué está mal? —insistí de nuevo, pero ella evitó mis
ojos.
—No es nada. Sólo quiero ir a casa. Estoy exhausta.
Incliné la cabeza hacia ella, rozando su oído con mis labios y le
susurré—: Sé que estás mintiendo. Me lo cuentas en el coche. —Le besé el
oído antes de retirar mis labios y colocar mi brazo alrededor de su hombro.
Me relajé en el momento que acercó su cuerpo al mío y confesó—:
Te amo. Estoy condenadamente feliz de que estés aquí. Que estemos aquí
juntos. Ya lo sabes, ¿verdad? —Sonrió mientras las palabras salían de sus
labios.
Dios, amaba esa sonrisa. Amaba todo de esta mujer.
—Yo también te amo. 122
Me negué a parar por cualquier fan que quisiera autógrafos o fotos,
en cambio, caminé directamente hacia el coche con mi brazo alrededor
de mi chica. El cuerpo de Cassie se tensó con los pequeños destellos de luz
que detonaban a nuestro alrededor. Yo me encontraba acostumbrado a
esto, pero ella no. La apreté con más fuerza, deseando tranquilizarla de lo
que sea que le molestaba.
—Hola, Matteo.
—Hola, Jack. Cassie. —Su sonrisa se desvaneció cuando dijo su
nombre. Él también lo sintió. Algo andaba mal.
Una vez en la privacidad de nuestro coche, cogí la mano de Cassie,
acariciando la parte superior con mi pulgar. —Dime qué ocurre, Kitten.
El coche arrancó y Matteo nos miró por el retrovisor.
—Estoy muy cansada, Jack. ¿Sabes? Es un largo día cuando vengo
directamente después del trabajo.
Tenía razón. Cass se había ido por la mañana antes de despertarme,
y no llegábamos a casa hasta después de las once.
—No tienes que venir a todos los juegos. —Le ofrecí una salida. ¿La
quería allí? Por supuesto que sí. Quería a esta chica en donde esté yo. Tal
vez fui irrazonable al pedirle que viniera a los juegos cuando ni siquiera
jugaba.
Sus ojos se suavizaron y tuve que tocarla. Le agarré la barbilla con la
palma de la mano y cerró los ojos. —Quiero estar en tus juegos, Jack. Me
perderé un montón por el trabajo. Quiero ver todos los que pueda.
Suspiré.
Un jodido suspiro.
Seguro que Matteo pensaba que yo era un gran imbécil. Diablos, yo
también lo pensaba.
Cambié de tema. Ella evitaba mi pregunta por una razón y me
negaba a presionarla en el coche. Le preguntaré de nuevo una vez que
estuviéramos en casa... y solos. Le entregué un sobre lleno de papeles.
—¿Qué es esto? —Arrugó la nariz, y era tan malditamente linda que
al instante me puse duro.
—Es mi programa de viaje para las próximas tres semanas.
Sus ojos se abrieron —¡Oh! Quise preguntarte sobre eso la otra noche,
pero lo olvidé completamente.
—Bueno, aquí está. —Deslicé la mano por su muslo—. Una parte de
todos modos —añadí antes de que me apartara la mano.
123
—Basta —susurró, y sus mejillas se sonrojaron.
Me encantaba la forma en que la afectaba. Me calentó más, así
que me acomodé los pantalones tratando de aliviar la presión. Hojeó los
periódicos, deteniéndose para leer más a fondo unas páginas que
otras. Me incliné hacia su cuello y el olor de su piel abrumó mis sentidos. La
besé suavemente, permitiendo que mi lengua se deslizara por su cuello
cuando ella soltó un leve suspiro.
—Voy a follarte en la parte trasera de este coche mientras Matteo
observa, si no dejas de hacer esos ruidos.
Abrió la boca y sus ojos cayeron al bulto en mis pantalones antes de
que se ampliaran por la vergüenza. —¡Jack!
—Gritar mi nombre no va a ayudarte —bromeé, deslizando la lengua
alrededor del lóbulo de su oreja mientras suavemente lo chupaba en mi
boca.
—Oh, Dios mío —susurró—. Detente. —Ajustó su cuerpo, moviendo mi
rostro con sus manos—. Espera hasta que lleguemos a casa —me rogó,
lanzando una mirada en la dirección de Matteo.
Moví la mano por su muslo de nuevo, deteniéndome antes de llegar
a su lugar. El deseo llenaba sus ojos, a pesar de que constantemente me
suplicara que me detenga. Me alejé rápidamente, poniendo las manos
detrás de mi cabeza y apoyándome en ellas. —Está bien. Puedo esperar.
Su pecho se movía y su respiración era irregular.
Mierda. No podía esperar, pero valía la pena burlarse de ella.
Con manos temblorosas, trató de distraerse al hojear los papeles. —
Así que ésta es toda la información de tu viaje. ¿Vuelo, hotel, autobús y las
horas de los juegos?
—Sip. Ahí está todo. —Traté de ignorar la punzada entre mis piernas.
—Tengo una pregunta.
¿Cómo diablos hacen las mujeres para apagar la capacidad de
estar encendidas? Es como si fueran superhéroes o algo. Pueden pasar de
excitadas a completamente tranquilas en dos segundos. Los chicos no
funcionan así.
—Tengo una respuesta —le dije de la forma más uniforme posible.
—¿Quién hace todo esto para ustedes? Alguien tiene que reservar
sus vuelos y coordinarlo todo. Moriría si tuviera que hacer esa mierda
administrativa —admitió, sacudiendo la cabeza.
—Tenemos una secretaria de viajes. Su nombre es Alison, y te voy a
dar toda su información de contacto en caso de que necesites hablar con
124
ella. —Ladeé la cabeza a ambos lados, tronando mi cuello con fuerza.
—¿Qué pasa cuando quiera ir a un partido fuera de casa? ¿La llamo
para que también prepare mi viaje?
Me reí. —No. Ella sólo hace las reservas de viajes del equipo. Todo lo
de las esposas, novias y los niños son por cuenta propia.
—Por Dios. Pero si quiero subirme en el mismo vuelo contigo, puedo,
¿verdad? —preguntó cuándo dos líneas de preocupación aparecieron en
el puente de su nariz.
Sacudí la cabeza. —No. Tenemos un avión para el equipo que…
—¿Tienen un avión para el equipo? ¿Cómo un avión de los Mets?
Me froté los ojos con el dorso de la mano. —No. Si me dejaras
terminar.
—Termina —me interrumpió con una sonrisa, y yo quería acabarla.
—Tenemos una línea aérea comercial que alquilamos, para que
nadie más pueda ir allí. Es sólo el equipo, el representante, los
entrenadores, los instructores, y los chicos del equipo. No nos sentamos en
el aeropuerto ni nada. Usamos un área separada por lo que no tenemos
que tratar con los aficionados.
—No tenía idea de que pasara eso y está muy bien para ustedes. Es
un poco molesto para mí —sus labios formaron una pequeña mueca
falsa—, pero da igual.
—¿Qué significa esa mueca?
Resopló —Bueno, Nora mencionó que podría hacer algunas sesiones
de fotos junto con tus viajes por carretera. Pero no está confirmado ni
nada.
—¿Podrías viajar conmigo y trabajar? Me encanta. —La idea de
tenerla de viaje conmigo todo el tiempo era exactamente lo que quería, y
me negué a ocultar mi entusiasmo por la sugerencia.
—No te emociones demasiado. Sólo lo menciono una vez y también
dijo que podría no funcionar. —Ladeó la cabeza hacia un lado antes de
preguntar—: ¿Muchas de las esposas van a los partidos de visitantes? Es
decir, ¿qué pasa con los que tienen hijos?
—La mayoría de ellas no viajan con el equipo. Creo que es más fácil
quedarse en casa.
Asintió. —Está bien. Entonces si quiero ir a un partido fuera de casa, 125
tengo que reservar mi propio vuelo, ¿qué más?
—Tendrías que conseguir un coche de alquiler. El equipo viaja en
autobús. Y avisarme que vienes porque Alison tendría que cambiar mi
habitación.
—Cambiar tu habitación, ¿cómo?
Me moví en mi asiento, incómodo por la información que iba a
divulgar. —Si una esposa o novia va a cualquier partido fuera de casa, nos
ponen en un piso diferente del hotel que el resto del equipo. O si hay otra
ala en el hotel, nos trasladan allá.
Me preparé, preguntándome qué pasaba por su linda cabecita. —
¿Si va una esposa o novia, ustedes son separados del resto del equipo? No
lo entiendo.
Oh, Jesús.
—Básicamente es por tu propio bien. Hay cosas que no quieres ver
en el camino, Kitten. Y si no estamos en el mismo piso que ellos, entonces
no las verás necesariamente. —Tosí en mi mano—. A menos que entres en
el bar del hotel. Nunca entres ahí. Ni siquiera a mirar, ¿me escuchaste?
Todavía parecía perdida. Necesitaba explicárselo, y no quería, joder.
No con nuestra historia, ni nuestro doloroso pasado. Me imaginaba a las
groupies y cazadoras de jugadores que aparecen en los bares del hotel
todas las noches después de nuestros juegos. Siempre sabían en que hotel
se quedaba el equipo y no dudaban en ponerse a disposición para
cualquier jugador que las quisiera.
Había visto las cosas que suceden en esos bares y deseaba poder
borrarlas de mi memoria, así que no quería que dañen la suya. Odiaba
herirla. Miré a Matteo, que sin duda sabía lo que iba a decir. Rápidamente
movió la cabeza, como si me aconsejara no decírselo.
—Muchos de los chicos engañan a sus esposas, Kitten. Por eso somos
puestos en otro piso si estamos con nuestras esposas o novias. Por eso
debes evitar el bar del hotel a toda costa. Hay cosas que no quieres ver
allí. ¿De acuerdo?
Los ojos de Matteo se estrecharon en el espejo mientras movía la
mirada de la carretera a Cassie y viceversa. Ella parecía sorprendida,
perdiendo el color de su cara. —Oh. Bien.
Cogí su barbilla, girándola hacia mí, y su pelo rubio se derramó
alrededor de mi mano. —Los otros chicos pueden engañar todo lo que
quieran. Pero yo no. He aprendido la lección. Ni siquiera entraré a los bares
de los hoteles. Me niego a ponerme en esa situación otra vez. Pediré estar
en el piso de las esposas en cada viaje si eso te hace feliz. 126
Golpeé mi pie contra la alfombra del piso, ya que la energía nerviosa
corría por mis venas mientras ella se alejaba de mí. Esperé su respuesta. —
¿Cass? —Sus ojos se encontraron con los míos—. Di algo. Cualquier cosa.
—No tengo nada que decir.
—Siempre tienes algo que decir. Sólo dilo. Por favor, háblame —le
supliqué. Esta chica me trajo de rodillas, y siempre caería al suelo por ella
voluntariamente.
Tragó saliva antes de inhalar profundamente. —Creo que es una
mierda. Obviamente la gerencia sabe de los engaños y al colocar a las
esposas en pisos separados, es como si lo toleraran. No entiendo, ¿por qué
la integridad que les exigen en el campo, no la piden una vez que están
fuera de él?
—No es eso, nena. Siempre va a haber engaños, sin importar lo que
les digan. Con el tiempo, las esposas empezaron a pedir que las pusieran
en pisos diferentes, ya que no querían ver a las chicas saliendo de las
habitaciones de los maridos de sus amigas.
El coche redujo la velocidad antes de detenerse por completo. En
plena conversación, olvidé donde nos encontrábamos. Matteo salió del
coche antes de que pudiera detenerlo, abrió la puerta y le extendió una
mano a Cass. La sacó con cuidado del asiento trasero, guiándola hacia la
entrada del edificio, colocando la mano sobre su hombro.
—Gracias —dijo ella amablemente.
—Gracias, hombre. —Extendí la mano hacia Matteo y apreté la suya
con fuerza. Él la agarró con la misma firmeza en respuesta y contuve el
impulso de apretarlo hasta que crujieran sus huesos. Si íbamos a tener una
especie de concurso de machos, yo sería el ganador—. ¿Te veo mañana?
—Por supuesto. Buenas noches y buena suerte. —Levantó una ceja, y
me dio unas palmaditas en la espalda.
—Gracias.
Caminamos por el vestíbulo, saludando a Fred antes de tomar el
ascensor hasta el apartamento. Cuando atravesamos la puerta, saqué las
monedas de los bolsillos y las puse sobre la mesa. Las revisé, agarrando
todos los centavos y separándolos del montón.
—¿Qué haces? —preguntó, asomándose desde la puerta del
refrigerador para mirarme.
—Sacando los centavos.
—¿Poooor qué? —me preguntó, alargando el sonido de la “o” para
dar énfasis. 127
—Sabes el motivo —le dije con un guiño.
—Sígueme la corriente.
—Ya no gasto los centavos, Kitten. Los guardo y los pongo en esa
caja de ahí. —Señalé a la caja llena de centavos en el estante que Fred
entregó aquella noche.
—Le debo un montón de detalles, señor Carter.
—Si tú lo dices. ¿Por qué crees que sigo añadiendo más a la caja?
Se echó a reír, y vi su rostro iluminarse antes de que desapareciera su
sonrisa. —Ahora que estamos solos, ¿me dirás qué está mal, por favor? Sé
que estás cansada, pero algo más sucedió esta noche. ¿Qué fue? —Dudó,
y sentí que no quería decirme—. Cass. Por favor. Empiezo a volverme loco,
joder. ¿Alguien te lastimó?
—No. —Sacudió la cabeza, evitando mi mirada—. Nadie me lastimó.
—Sé que pasó algo. Lo veo en tu cara. Tal vez no hay heridas en esta
ocasión, pero puedo verlo de todas formas.
Ella se estremeció por traer a colación el robo. Casi no hablamos de
esa noche, en parte porque cogieron al tipo, pero sobre todo porque me
hacía enojar incontrolablemente. Apenas podía pensar en esa noche, el
aspecto que tenía y la manera en que temblaba en mis brazos, sin querer
entrar a la cárcel y matar a ese cabrón con mis propias manos.
Busqué en mi memoria algo que pude haber dicho o hecho
recientemente para hacerla enojar. —¿Por qué diablos me haces sacarte
esto así? ¡Habla conmigo! —Mi irritación comenzó a construirse y subí mi
tono.
¿Por qué no me hablaba? —¡Maldita sea, Cassie, solamente dilo!
¿Estás enojada conmigo? ¿Hice algo mal?
Sonó mi teléfono, mostrando un mensaje de texto. Irritado, lo cogí y
apreté los botones.
Cass me matará por enviarte esto, Jack, pero tienes que verlo. Es del
juego de esta noche.
Adjunta al texto de mi hermano, había una foto de Cassie en la que
le lanzaban un vaso de cerveza en la espalda.

128
12
No necesito una niñera
Traducido por Chachii
Corregido por Cami G.

Cassie
Odié que Jack inmediatamente pensara que fue algo que hizo. No 129
quería decirle acerca de los fans. O las mujeres. O nada, en realidad. Lo
último que necesitaba era preocuparse por mí mientras se encontraba en
el campo. El béisbol era su trabajo, no un hobby que jugaba por diversión
los fines de semana. No quería ser el tipo de chica que lo distraía y de
repente, haría lo que fuera para evitar que me viese como una carga. El
estadio se llenaba de cientos de personas cada noche. No es como si él
pudiese detenerlos de decirme lo que quisieran.
Jack se impacientaba y necesitaba decirle algo. Recordé la última
vez que le escondí mis sentimientos en la universidad. Aquel primer lejano
juego fue un completo desastre. Las imágenes en el celular que la chica
me mostró donde Jack y una morena caminaban hacia la habitación de
un hotel parecía motivo suficiente. Me convencí de que él me engañaba
mientras su equipo jugaba en Texas, y me negué a responder sus llamadas
o mensajes de texto hasta que básicamente se desquitó con todos a su
alrededor. Resultó que la morena de las fotos se encontraba allí para ver a
Brett, el compañero de Jack por el fin de semana, pero nunca le di la
oportunidad de decirme nada de esto hasta que regresó del viaje,
completamente enojado conmigo. ¿No había aprendido nada de eso?
Sonó su teléfono y vi su actitud de irritación cambiar por completo.
—Kitten —prácticamente susurró mientras sus ojos quemaban con una
mezcla de ira y tristeza.
Mientras me inclinaba contra la fría encimera de granito, no supe
qué decir. No sabía por dónde empezar.
—¿Qué ocurrió esta noche? —Inmediatamente estuvo a mi lado,
enterrando los labios en mi cuello. Sentí su moderación. Intentaba
mantener la calma desesperadamente, pero mi vacilación en contestar su
pregunta puso a prueba su determinación.
Tragué el nudo en mi garganta antes de girarme hacia él. —Um, a
veces tus fans son malos y las mujeres del equipo son unas verdaderas
perras. —Me encogí con mi admisión.
Su cuerpo se tensó y sus manos se cerraron en puños. —Bañarte de
cerveza es algo más que malo, Cass.
—¿Cómo sabes acerca de la cerveza?
Deslizó su teléfono hacia mí. —Dean. —Asentí, sabiendo que ni
siquiera Melissa podría haber detenido a Dean de enviarle a Jack esa
imagen.
—¿Qué más? —preguntó entre dientes, y me hice la tonta.
—¿Qué más, qué?
—¿Qué más ha estado pasando durante los juegos? Y deja de tratar
de protegerme, o lo que sea esa cosa retorcida en tu cabeza que estás 130
haciendo, porque estoy a punto de jodidamente perder el control.
—Los fans a veces me molestan.
—¿A qué te refieres con eso? ¿Molestarte cómo?
—Un par de chicos dijeron algo acerca de las imágenes que habían
impreso, eso es todo. —Aparté los ojos de los suyos cuando los estrechó.
Intenté que mi voz sonara indiferente, como si todo hubiese sido
sobrevalorado, pero Jack no se lo tragó.
—¿Qué imágenes? —Su voz sonó amarga y confundida.
Repentinamente se me ocurrió que él no había sido avisado de
ninguna de ellas. Por supuesto que no. No es como si se molestase en leer
el periódico, y si Dean no le dijo, ¿quién más lo haría? La prensa del equipo
y el departamento de relaciones públicas se mantenían lejos de cualquier
cosa que no tuviera que ver con el equipo o un jugador directamente. No
surgiría cualquier cosa que me hubiese ocurrido a mí.
—La imagen que Meli me envió la otra noche fue impresa en el
periódico a la mañana siguiente. Y ha habido otras pocas ocasiones más,
desde entonces. —Evité deliberadamente sacar a colación la vez que les
saqué el dedo corazón a la multitud.
—¿Es una maldita broma?
—No —dije, mirando un punto fijo en la pared detrás de él.
—¿Algo más que no estés diciendo?
Mis ojos se volvieron a enfocar en sus oscuros iris, y entonces volví a
parpadear antes de hacer la siguiente confesión. Exhalé lentamente—:
Alguien intentó escupirme la otra noche. Pero eso es todo.
—Oh, ¿eso es todo? —Sacudió la cabeza en desacuerdo antes de
arrojar las manos al aire—. Esto no está bien… Esto no está nada bien,
joder. —Se acercó y su cuerpo temblaba de ira mientras me atraía hacia
su pecho. Envolvió los brazos fuertemente alrededor de mi cintura antes
de descansar la cabeza contra la mía—. No puedes esconderme estas
cosas. No puedo detenerlas si no sé lo que está ocurriendo. Tienes que
dejarme entrar.
—No quería ser una carga para ti —admití, sintiéndome un poco
estúpida una vez que dije las palabras en voz alta.
Apretó mi cuerpo contra el suyo más fuerte. —Nunca serás una
carga. ¿Me oyes? —preguntó, alzando mi rostro hacia el suyo. Sus ojos se
cerraron antes de volver a abrirse—. No puedo creer que te esté pasando
esto. Lo siento tanto, Kitten. —Empezó a pasearse, tirándose del pelo negro
azabache mientras la culpa me inundaba. 131
Esto es lo que no quería que pasara. Que se preocupara tanto por mí
que no pudiera pensar con claridad. —No lo lamentes, Jack. No es tu
culpa. No es que yo no esté segura. Hay seguridad por todos lados. Por
favor, no te hagas esto. No te preocupes por mí. Estaré bien. —Puse la
mejor expresión de novia confiada, pero me ahogaba por dentro. La
verdad era que no me había sentido completamente segura, y no sabía
cuán bien estaría.
—¿Que no me preocupe por ti? —Se rió y resopló al mismo tiempo—.
¡Eso es como pedirle al edificio Chrysler que no sea alto!
Amaba la pasión de Jack por mí, pero tenía que calmarlo. Quería ser
la única persona en su mundo que pudiera traerle paz y serenidad, no
agitación con mi presencia.
—Tal vez Matteo debería ir a los juegos contigo —sugirió lentamente,
antes de emocionarse con la idea a medida que la asimilaba—. Sí —
asintió—. Eso es, él irá contigo a los juegos.
—¿Qué? Eso es ridículo. No puedes pedirle eso. Es nuestro chófer, no
una niñera.
—¿Por qué eres tan terca? Preferiría saber que estás segura y con
alguien como Matteo, que sola y vulnerable en un estadio gigante donde
todo el mundo sabe exactamente dónde te sientas.
—No. Esto es ridículo. —Y no sabía por qué discutía, honestamente,
ya que era una idea brillante, y me sentí más segura de inmediato al
pensar en alguien como Matteo a mi lado. Era fuerte e intimidante, y sabía
que lucharía por mantenerme a salvo. Honestamente, creía que haría lo
que fuese que le pidiera Jack.
—Esta no es una jodida discusión, Kitten. —Se inclinó hacia mí y su
aliento cálido golpeó mi cara—. No puedo estar en el campo, intentando
concentrarme en mi juego, mientras me preocupo por ti y lo que la gente
te hace o dice en las gradas. Matteo estará contigo, y eso es todo. —Alzó
las manos al aire como si yo no tuviera opciones, y mis defensas se alzaron.
—¿Y eso es todo? ¿Qué tengo, doce años? ¿Ni siquiera puedo decir
una palabra de lo que ocurre en mi propia vida? ¿Soy prisionera de tu
prensa y tus fans cuando estoy en el estadio, y ahora soy prisionera en
casa también?
—Maldición, Cassie, ¡sólo escúchame! —rugió y salté, impresionada
por la intensidad—. Haría lo que fuera para mantenerte a salvo. ¡Lo que
sea! ¡Pero no puedo protegerte cuando estoy en el jodido campo! —Tomó
una breve bocanada de aire—. Y te prometí que después de esa noche
en el Fullton no dejaría que nadie te hiciera daño otra vez. ¿Lo recuerdas?
132
Porque yo sí. Recuerdo cada detalle de esa noche. No viste lo que vi yo.
No sabes cómo te ves a través de mis ojos. Sentí que toda mi razón de
existir se iba al carajo cuando la chica que amaba se encontraba sentada
escupiendo sangre. —Sus ojos brillaron ante el recuerdo—. Te fallé esa
noche, Cassie. Nunca me perdonaré por no asegurarme de que estuvieras
bien y protegida. Eso nunca debió haberte pasado a ti. Y no pasará nunca
más. Te prometí que no dejaría que alguien te hiriera así. Sólo déjame
mantener mi jodida promesa —terminó, exasperado mientras las líneas de
preocupación se profundizaban en su rostro.
Contuve las emociones provocadas por sus palabras y solté un
pequeño suspiro. —Está bien, bebé. Me sentaré con Matteo.
Cerró los ojos y desaparecieron las líneas de tensión. —Gracias. Es mi
trabajo protegerte. Es mi trabajo mantenerte segura. Déjame hacerlo o me
volveré jodidamente loco.
—Ya dije bien. —Jack tenía razón, y no quería pelear más.
—¿Ya dijiste bien? —Me imitó la voz y lo miré—. Es cierto, dijiste bien.
—Dio dos pasos en mi dirección y mi estómago se revolvió ante su
cercanía.
Sin previo aviso, mi espalda fue estampada contra la pared, y su
caliente y húmeda boca por todo mi cuello. —Te amo —susurró contra mi
piel y mis piernas estuvieron a punto de ceder—. No discutas conmigo
acerca de tu seguridad otra vez —demandó y gemí en respuesta—.
Maldita sea, Cassie. ¿Qué te dije acerca de hacer esos sonidos? —Su
lengua hizo su camino hacia mi boca y abrí los labios en anticipación.
Estábamos famélicos. Teníamos tanta hambre por el otro, como si no
pudiéramos dejar de comer esto aún si quisiéramos.
Yo no quiero.
Chupó mi labio inferior, llevándolo hacia su boca antes de
mordisquearlo y tomarlo entre sus dientes. No podía controlar los sonidos
que se escapaban de mis labios mientras mi lengua era lamida y
explorada por su boca, hasta que él se apartó un poco.
—Dime que me amas. —Su tono era caliente, incitándome a
obedecer.
Y obedecí. —Por supuesto que te amo.
Alzó mis brazos con una de sus manos, y con la otra me quitó la
remera y la dejó caer al suelo. Sus oscuros ojos color chocolate atraparon
los míos antes de que su cabeza cayera y enterrara su rostro entre mis
pechos. Sus dedos desabrocharon mi corpiño y desapareció el material 133
entre sus labios y mi piel, dejándome desnuda ante él.
Enredé las manos en su pelo mientras su dureza presionaba contra
mí. Tomó mi trasero y me alzó. Instintivamente envolví las piernas alrededor
de su cintura, apretando ante cada paso que él daba en dirección a la
habitación.
—Jesús, Kitten. Voy a follarte en este piso si no dejas de hacer eso.
Reí y metió la lengua en mi boca con nueva determinación. Me
colocó sobre la cama antes de posicionarse sobre mí. Mis manos buscaron
a tientas su espalda, enterrando los dedos en sus músculos mientras movía
las caderas para encontrar la suyas.
Tracé las líneas de los músculos en sus brazos antes de meter la mano
entre nuestras caderas. Busqué el botón de sus vaqueros hasta que él
gentilmente se levantó, asegurándose de no dejar todo su peso sobre mí.
Desabroché el botón, bajé el cierre y comencé a bajarle los pantalones
por su culo duro.
Se apartó de la cama, parándose para quitarse el resto de la ropa.
Entonces me miró y apareció una profunda sonrisa. Me tambaleé hacia
adelante, desesperada por plantar besos en cada hoyuelo suyo, cuando
me forzó a acostarme de nuevo. Me quitó los pantalones y la ropa interior,
y me recosté contra el cabezal, completamente expuesta.
—Eres tan hermosa. Amo todo de ti. —Plantó un beso en la punta de
mi pie—. Incluso cuando eres terca… —Su lengua se deslizó hasta mi
tobillo, mientras la excitación atravesaba cada fibra de mi cuerpo—. Y
mandona. —Besó mi muslo, mientras seguía el asalto con su lengua—. Y un
dolor en el culo. —Su respiración calentó la piel cercana a mi cadera.
Deslizó un dedo en mi interior y gemí de placer. Me sacudí contra él,
me lamió la parte baja de mi estómago antes de subir hacia mis pechos.
Los chupó y mordisqueó mientras mi espalda se arqueaba por el placer. —
¿Te gusta eso? —gimió contra mi piel.
—Ajá —canturreé, enredando nuevamente mis dedos entre su
cabello—. Entra en mí —dije y movió su dureza hacia mí antes de
apartarse—. Entra —repetí, y metió la punta en mi interior.
Me quedé sin aliento y me estremecí ante la sensación de su invasión
mientras lo impulsaba a hundirse más. Lo hizo, y mis piernas se abrieron,
dándole la bienvenida. Entró y salió mientras mis caderas golpeaban
contra la suyas, creando esa sensación familiar. Se empujó con intensidad,
lamiendo con su boca violentamente desde mis pechos hasta mi cuello, y
de mi cuello a mis pechos otra vez. Gemí y su boca se unió a la mía,
silenciando mi placer. Empujó más fuerte y más rápido en lo que yo me
movía contra él, queriendo llegar al clímax.
134
—Te sientes tan bien. Siempre te sientes tan jodidamente bien —
susurró, flexionando los brazos por encima de mí.
Mis manos siguieron las líneas de su espalda hasta que éstas llegaron
a su culo. Lo apreté, jalándolo con fuerza hacia mí. —Oh, Jack. Justo así. —
Me moví contra él, empujando, gimiendo y llenándome de placer. Él
aceleró y nuestros cuerpos se movían al unísono mientras a ambos nos
corría el mismo éxtasis acrecentado.
—Joder. Sí, Jack. Oh mi Dios. —Jadeé, mientras mi cuerpo se sacudía
y temblaba por la excitación. El calor se precipitó y mi cuerpo palpitaba
en lo que Jack iba con frenesí contra mí.
—Joder, Cassie. Eres tan jodidamente caliente. —Su boca chupó mis
pechos, tomándolo entre sus dientes. Yo tomé su cabello, tirándolo
suavemente al tiempo que mi cuerpo se movía contra el suyo. Su miembro
me penetró incluso más, todavía entrando y saliendo mientras entraba
más profundo una última vez. Gruñendo en voz alta, explotó dentro de mí,
palpitando con cada pequeño empuje.
Salió lentamente antes de colapsar junto a mí. —Ve a hacer pis. Sé
que tienes que hacerlo. —Le pegué en el hombro antes de saltar de la
cama para ir a nuestro baño.
Un momento después, me uní a él en la cama, presionando mi
cabeza contra su pecho mientras envolvía un brazo a mi alrededor. —
Sobre lo del tema de la seguridad…
—No estamos con el tema de la seguridad —bromeé antes de
continuar—: ya no.
Su pecho subió y bajó con fuerza, y mi cabeza se movió con él. —
Creo que deberíamos tratar de conseguir una nueva casa. No es que esta
no sea genial, pero creo que nos podemos permitir algo más grande
con un portero a tiempo completo.
No podía negar el hecho de que yo también había pensado
exactamente en lo mismo. Y me sentiría muchísimo más segura teniendo
un portero a tiempo completo en lugar de uno a medio tiempo que
estaba solo a la noche. —Yo también he pensado en eso.
—Si quieres, podríamos buscar algún lugar más cercano a Central
Park. —Me emocioné ante su sugerencia. Adoraba Central Park, y quise
vivir cerca inicialmente, pero no podía costear un lugar por mi cuenta. Al
menos no donde había buscado. Antes de responder, él asintió—. Sé que
está lejos de tu oficina…
—No es que esté muy lejos —interrumpí, alzando la cabeza desde su
pecho—. Quiero decir, lo está, pero no me importa. Amo Central Park,
especialmente el área cercana al Hotel Plaza. ¿Cómo lo sabías? 135
Sonrió de forma traviesa. —Tus fotos en línea para la revista.
Recordé las fotos que había tomado del parque y sus alrededores
cuando me mudé aquí. —Oh, cierto. De cuando me acosabas.
Sin ningún esfuerzo, se abalanzó, retorciendo y girando mi cuerpo a
su antojo. Me encontraba de espaldas antes de que siquiera pudiera
pensar en ello. —Sí. Cuando te acosaba, mocosa —dijo, sentándose sobre
mí—. Tomaste una foto de esa fuente y de aquel bonito hotel. O al menos
en tus fotos parecía lindo.
Sonreí, intentando empujarlo, pero mis movimientos eran inservibles
contra él. —Ese es el Hotel Plaza. No me necesita a mí para parecer bonito.
Es asombroso, y estoy bastante segura de estar enamorada de él.
—Todavía no he visto nada de eso, ¿sabes? —Sujetó mis brazos
encima de mi cabeza antes de acercar su rostro al mío—. Eres una mala
huésped. —Sus labios rozaron los míos, al principio lentamente antes de
que profundizara el beso. Las emociones y el calor se arremolinaron en mi
interior.
Gracia a Dios ya me encontraba acostada, porque mis rodillas
habrían cedido completamente en el instante en que comenzó ese beso.
Me esforcé por recordar de qué hablábamos antes de que borrara todos
mis pensamientos. —¿Huésped? No soy un chico, ni tú mi visitante. Ahora
vives aquí.
Unos magníficos hoyuelos aparecieron en cada mejilla. —Cierto.
Pero sigo pensando que deberías mostrarme los alrededores. Tengo el
jueves libre.
—Bueno, yo no. Tengo que trabajar.
—Entonces llama y di que estás enferma —sugirió y mi
temperamento comenzó a fuego lento—. Es mi único día libre este mes.
—¡No voy a llamar por eso! —Lo empujé, y cedió. Deslizando su
cuerpo lejos del mío, me levanté de la cama y me senté—. Espera. ¿El
jueves es tu único día libre en todo el mes? ¿En serio?
Ladeó la cabeza y la simpatía brillaba en sus ojos. —Sólo tenemos
dos días libres al mes, Kitten. Y usualmente esos son días de viaje.
—Eso es una locura —dije, mi sorpresa tomando el control—. Quiero
decir, sabía que estarías fuera la mitad del mes por juegos, pero supongo
que no me di cuenta que nunca tendrías un día libre. —El calendario de
béisbol no era su culpa. No es como si él lo manejara. Era sólo una cosa
más que ajustar a nuestra nueva vida juntos.
Se encogió. —Sé que es mucho. Pero escucha. —Tomó mis manos—. 136
Tengo el jueves libre. Me encantaría conocer nuevos sitios si tenemos
tiempo, y quisiera que tú me mostraras tus lugares favoritos en la ciudad.
¿Bien? ¿Tal vez podrías tomarte medio día? —Me acarició la mano con el
pulgar. Como si sintiera mi vacilación, agregó—: Haremos que esto
funcione.
—Lo sé. Está bien. —Traté de ocultar mi preocupación.
—No, no lo está. ¿Qué está mal? ¿Qué te preocupa? ¿Son las otras
chicas?
Sacudí la cabeza. —No, no es eso. Al menos, ahora no. —Fingí una
sonrisa—. No lo sé. ¿Quizá sea el hecho de que apenas nos veremos los
siguientes meses?
—Siempre puedes dejar tu trabajo y venir conmigo. Entonces nunca
nos separaríamos. —Sonrió, mi estómago dio un vuelco y mi pulso se
aceleró.
—No digas eso. Sabes que odio cuando dices mierda como esa —
advertí mientras el calor subía por mis mejillas.
—Ah, Kitten. Sólo estoy jugando.
—Bueno, no lo hagas. —Mi tono fue áspero y lleno con amargura.
Esta no era la primera vez que Jack me había mencionado el no trabajar.
Recordé cuando nos juntamos con los abuelos por primera vez, que él dijo
lo mismo—. Con mi trabajo no, ¿está bien? Es importante para mí. Quiero
trabajar. Y si eso significa que no estaremos juntos en lo que dure tu
temporada, entonces —me volví a encoger de hombros—, supongo que
no esteremos juntos muy a menudo.
—Sólo quiero que seas feliz —admitió dulcemente, pero era muy
tarde. Tocó el único tema que me obligaba a reaccionar de una forma
violenta, y quería estirarme por la cama y arrancarle el corazón. Mis
defensas se arrastraron por cada fibra de mi cuerpo, extendiendo su capa
protectora de alambre de púas por todas partes.
—Entonces no me pidas que renuncie otra vez. Ni siquiera en broma.
Me desgarra por dentro. —Mi trabajo era lo único que tenía por completo
para mí. No se trataba de Jack, ni de nosotros. No era sobre nada ni nadie
más—. La fotografía es mi pasión. Tengo parte de mi alma en ello, mis
entrañas, todo dentro de mí. Todo mi cuerpo vuelve a la vida donde sea
que me pare tras el lente, y trabajé muy duro para llegar a este punto.
—Sé que lo has hecho. Y lo siento. —Se echó atrás—. Sólo quise decir
que te extrañaré. Quiero que estés conmigo todo el tiempo. Odio viajar y
deseaba que estuvieras allí. Pero nunca tendremos eso mientras estés
trabajando.
137
Me volteé en su dirección, mi mirada deslumbrante. —No puedo
dejar de trabajar, Jack. ¿No lo entiendes? ¿Cómo puedes tú, de toda la
gente, no entender eso?
Aprendí hace mucho tiempo que nadie haría las cosas por mí. Si
tenía un sueño que quería alcanzar, tenía que pelear por él y obtenerlo por
mi cuenta. No renunciaría a algo por lo que me había esforzado tanto. No
dejaría que nadie me quite eso. Jack, de todas las personas, tenía que ser
capaz de entenderlo. Trabajaba tan duro como yo para conseguir las
cosas que quería. Ambos habíamos sido abandonados por las pocas
personas en el mundo en las que se suponía que podíamos confiar
implícitamente. Todas las promesas sin cumplir de mi papá pasaron por mi
mente, pero la decepción constante que sentía crecer palideció en
comparación a que los padres de Jack eligieran abandonarlo.
—Lo entiendo. ¿De qué diablos estás hablando? —Tiró de su cabello.
—Si dejara de tomar fotos y dejase de trabajar, estaría perdida. No
sabría quién sería sin eso —admití, y la simple idea causaba que mi interior
se sintiera vacío.
—¿Cómo crees que me voy a sentir cuando termine mi carrera en el
béisbol? —Se sentó derecho y me miró.
—Pero una vez dijiste que renunciarías. ¡Por mí! ¿Cómo puedes decir
eso? —No podía imaginar renunciar a esa parte de mi vida por nadie. Ni
siquiera por Jack.
—Porque, demonios, ¡es la verdad! Voy a ser un jodido perdedor sin
este deporte. No sé quién soy sin el béisbol y me va a llevar algo de tiempo
entender todo esto cuando llegue ese día. Pero seré capaz de lograrlo
tanto como tú.
Sacudí la cabeza, mientras la incredulidad corría furiosamente a
través de mí. —Escúchame —demandó—. Un día el béisbol se terminará. Es
un hecho. Y ese día será uno de los peores en mi vida. Pero, ¿si tuviera que
pasar por el final de mi carrera sin ti? —resopló—. Entonces bien podrías
ponerme a pastorear como una de esas viejas y jodidas vacas. Porque no
existo sin ti. Jack Carter no existe como una persona completa sin Cassie
Andrews. —Mi pecho se agitó al luchar contra las lágrimas calientes que
amenazaban con brotar desde mis ojos mientras él continuaba—: Sin ti,
sería el cascarón de un hombre. Ahuecado, vacío, un esqueleto sin vida. Y
lo sé porque he estado ahí. Pasé por ello. Soporté perderte justamente por
mi propia estupidez, y nunca podré explicarte cómo se sintió eso. —Permití
que las lágrimas cayeran, pero no podía llegar a decir nada—. Cass, no
quiero que dejes de trabajar. No quiero que renuncies a nada por mí. Pero
necesito que sepas que he aprendido a base de perderte. Sé lo mal que
se siente no tenerte en mi vida, y nunca más quiero volver a experimentar 138
eso.
Tomé una bocanada de aire. —No puedo imaginar mi vida sin ti,
Jack —admití de todo corazón—. Incluso cuando estábamos separados,
siempre tuve la esperanza de que encontráramos una forma de volver a
estar juntos. Pero no me gusta sentirme presionada a elegir entre tú o mi
trabajo. No es justo, y es una decisión que no quiero llegar a tener que
tomar.
—¿Debido a que no ganaré? —preguntó, su voz suave pero firme.
—No lo sé —respondí honestamente—. Pero no puedo creer que ya
estemos peleando.
—No peleamos. Sólo estamos resolviendo las cosas.
—No. Estoy bastante segura de que estamos peleando.
13
No permitiré que nada le suceda
Traducido por Diss Herzig & yure8
Corregido por CrisCras

Jack
Sabía lo que quiso decir Kitten la noche pasada, aun si ella no. Se 139
sintió como si elegir entre su trabajo o su corazón fuera como si literalmente
le pidiera que me eligiera por encima de ella misma. Quería culparla, pero
no podía. Ella no sabía lo que era eso. En realidad no. Vivir sin la única
persona con la que sabes que estás destinado. Yo experimenté el dolor de
verme forzado a vivir sin ella mientras que lograba conseguir mi sueño más
grande.
No fue suficiente.
Tener el béisbol, pero no a Cassie, no me hizo feliz. Estaba bastante
seguro de que era lo mismo para ella con la fotografía y sin mí; pero aún
no se había dado cuenta. No se vio forzada a ello. Al menos, no desde la
perspectiva en la que yo sí. Lo jodí. La perdí. Es diferente cuando eres el
que cometió los errores.
Traté de no despertar a Cassie mientras llamaba a la oficina en la
que trabajaba Matteo. A propósito me desperté antes que su alarma para
apagarla mientras manejaba esto.
—Buenos días, señor Lombardi. Es Jack Carter.
—Buenos días, señor Carter. ¿Está todo resuelto con Matteo? —Su
acento hizo eco a través del teléfono.
—En realidad, llamo por eso. —Traté de explicar antes de que
interviniera.
—Si Matteo no le funciona, tenemos otros muchos conductores.
Solté un suspiro irritado. —No, señor Lombardi, Matteo está bien.
Quería hablar acerca de contratarlo más tiempo en los días que tengo los
partidos en casa.
—Ah, ¿cuánto tiempo más?
—Necesito que se quede en el campo desde el momento en que
deja a Cassie hasta que nos vayamos. —No quería contarle a este tipo mis
razones para necesitarlo. Quería mantener esos asuntos lo más privados
posible—. Así que probablemente eso es un extra de cuatro o cinco horas.
¿Es posible?
—¿Cuántos días a la semana tiene usted partidos en casa?
—Tenemos alrededor de trece partidos en casa al mes, por lo
general con seis o siete seguidos.
Oí garabatos y el sonido de los papeles revueltos en el otro extremo
de la línea. —Eso no debería ser un problema.
—¿Está seguro? Porque si es así, voy a tener que buscar otras
opciones. —Necesitaba una respuesta directa, sin mentiras. Si este tipo no
iba a darme tiempo de Matteo, se le quitaría y lo contrataría 140
exclusivamente. O encontraría a alguien para hacer el trabajo.
—Está bien, sólo asegúrese de darle a Matteo una copia de su
horario de modo que podamos descartarlo en los libros.
—Genial. ¿Puede hacer que Matteo me llame cuando revise eso?
—No hay problema, señor.
—Gracias. —Colgué el teléfono antes de exhalar un suspiro de alivio.
Había medio esperado una batalla por el tiempo de Matteo. Aprecié que
no llegara a eso. Ahora tenía que hablar con él. Necesitaba a alguien que
quisiera cuidarla, y él tenía que ser capaz de poner la seguridad de Cassie
por encima de la suya propia. Tal vez no le gustaría la idea de que su cara
bonita de modelo fuera puesta en riesgo. Supongo que lo averiguaría.
—Oye, te has levantado temprano. —Me di la vuelta para ver a
Cassie de pie en la puerta, mirándome. Lucía tan hermosa que no pude
resistirme. Caminé ansiosamente hacia ella, envolviéndola en mis brazos, y
apreté. Besé su cuello, aspirando el olor de su piel.
—Lo siento mucho por lo de anoche. —Inclinó la cabeza para
mirarme—. Creo que me pongo muy a la defensiva cuando se trata de mi
trabajo.
La miré a sus verdes ojos, apartando el pelo de su cara y metiéndolo
detrás de su oreja. —Lo sé. Está bien. Lo entiendo.
—No me gusta pelear contigo. —Sus labios sobresalieron en un
puchero, y sonreí.
—Te dije que no peleábamos. Sólo estamos pensando las cosas, ¿de
acuerdo? —Me agaché, plantando un beso en su mejilla—. Así que
escucha, he hablado con el jefe de Matteo esta mañana, y le parece bien
que se quede para los juegos. Voy a reunirme con Matteo más tarde para
asegurarme de que puede manejar la situación.
Lanzó un suspiro. —Manejarla, ¿cómo?
—Sólo quiero asegurarme de que está de acuerdo con esto. No le
pediré que haga esto por nosotros si no está cómodo. Él tiene una opción
en el asunto.
—Bueno, me alegro por él —dijo, su voz mezclada con amargura.
Dejé caer las manos. —¿Estoy haciendo algo mal, Cass? Sólo trato
de asegurarme de que estés a salvo y protegida cuando no estoy yo. ¿Eso
no te parece bien?
Esta chica está volviéndome jodidamente loco.
—No. —Hizo una pausa antes de mirar al suelo—. Dios, lo siento, Jack. 141
No sé qué me pasa. —Sus ojos se cerraron mientras bajaba el rostro entre
sus manos—. No estoy acostumbrada a que nadie me cuide de la manera
en que lo haces tú. Es un cambio para mí, es todo. Lo siento.
—No lo sientas. Por favor, no peles conmigo por esto. No voy a ser
capaz de concentrarme en el campo si creo que la gente te está
acosando, siendo mala contigo o te hace daño.
—Lo sé. —Asintió en acuerdo antes de tragar—. Voy a tratar de ser
menos loca. Te amo.
—Tú no estás loca. —Sonreí—. Y yo también te amo. —Besé sus labios
antes de que ella se apartara.
—Tengo que prepararme para el trabajo. —Su rostro se suavizó.
—Ve, entonces. Deja de perder el tiempo en peleas falsas conmigo.
—Golpeé su culo y ella gritó.
—¡Jack!
Me hallaba medio tentado de perseguir su culo directamente hasta
el baño pero me distrajo el sonido de mi teléfono. —Hola, Matteo —dije al
responder, después de ver su nombre y número en la pantalla.
—Buenos días, Jack. ¿El señor Lombardi dijo que querías hablar
conmigo?
—Sí. ¿Hay alguna manera de que pudiéramos encontrarnos un poco
más tarde para repasar algunas cosas? Te pagaré por tu tiempo, por
supuesto.
—Espera un segundo. —El teléfono sonó como si fuera lanzado sobre
el escritorio—. Tengo un par de clientes esta mañana, pero estoy libre
alrededor de las once. ¿Es demasiado tarde?
—No, eso es perfecto. ¿Nos vemos en Sal’s? —sugerí.
—Sí. Sal’s está bien —respondió con voz emocionada.
—Vale, Matteo. Nos vemos.
Presioné finalizar, dejando caer mi teléfono en el pequeño mostrador
antes de entrar en el cuarto de baño. Miré en torno a la cortina de la
ducha para ver a Cassie y estuve despierto instantáneamente.
Abajo, chico.
—Voy a comer con Matteo en Sal’s. Te escribiré un mensaje después
para hacerte saber cómo va, ¿de acuerdo?
Giró su cuerpo hacia mí, y la vergüenza difundió color rosa en sus
mejillas.
142
—Magnifico. Ahora sal de aquí antes de que me hagas llegar tarde
al trabajo. Sé lo que estás pensando, Carter.
Me encantaba que ella me llamara por mi apellido. Su voz siempre
sonaba sumamente descarada, y me excitaba aún más.
—¿Puedes culparme? Joder, mujer, mírate. Sexy como el infierno —
bromeé, sabiendo que la hacía sentir incómoda. Pero se veía hermosa,
desnuda y mojada, y ahora todo en lo que podía pensar era en las cosas
que quería hacer con ella.
Apretó los labios con fuerza. —Vale. Vete ya. Adiós. Gracias.

***

Entré en Sal’s, y el olor a pizza hizo gruñir mi estómago.


—¡Oye, Jack! ¡Me alegro de verte! —Sal se hallaba parado en la
zona de la cocina, saludándome desde la ventana de paso—. Y oye, buen
partido la otra noche. —Su voz ruidosa repercutió en el pequeño edificio.
—Gracias, Sal.
—Así que, ¿qué puedo ofrecerte?
—Voy a esperar hasta que Matteo aparezca, y luego pediremos
algo —le dije antes de sentarme en una de las mesas.
—¿Viene Matteo? ¡Ja! ¡No he visto a esa pequeña mierda en
semanas! —Lanzó un poco de masa de pizza al aire antes de cogerla en su
puño y girarla salvajemente.
—No es tan pequeño.
—No, no lo es. —Se rió entre dientes—. Así que, ¿cómo le está yendo
contigo y Cassie? ¿Todo bien? —Me miraba mientras presionaba sobre la
masa, creando la fina corteza perfecta.
—Todo bien hasta ahora. Gracias de nuevo por la recomendación.
—No hay problema. —Hizo un gesto hacia mí cuando sonaron las
campanas de la puerta. Matteo entró en la pizzería, con una enorme
sonrisa en su rostro.
—¡Matteo! ¿Por qué no vienes a visitarme? ¿No te gusta mi comida?
—bromeó Sal antes de salir de la cocina para saludar a su primo.
Vi a los dos hombres abrazarse y me di cuenta en ese momento de
lo mucho que echaba de menos a mi hermanito Dean. Deseaba que 143
terminara con la escuela para poder trasladarlo aquí, pero no creía que él
dejara a los abuelos. Dean fue siempre el mejor nieto.
—Ah, sabes que me encanta tu comida. Simplemente he estado
muy ocupado. —Asintió en mi dirección.
—Lo he oído. Estar ocupado es bueno. —Sal golpeó a Matteo en la
espalda—. Háganme saber lo que quieren pedir, ¿de acuerdo?
—Voy a tomar una rebanada, Sal —dudé, acariciando mi vientre
retumbante—. Mejor que sean dos.
—Lo mismo aquí —dijo Matteo, siguiendo mi ejemplo.
—Voy a hacerles una tarta entera. No es como si no pudieran
terminarla. —Sal rió antes de volver a la cocina.
Sonreí, haciéndoles señas a Matteo para que se sentara conmigo.
Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, extendí la mano. Después de
un rápido y firme apretón de manos, se sentó frente a mí. —Necesito
hablar contigo de algo —empecé, apoyando los codos sobre la mesa.
—Sí, el señor Lombardi mencionó que quieres que me quede con el
coche allí durante los partidos, ¿verdad?
—Sí, pero hay un poco más que eso.
—¿Qué pasa?
Empujé hacia atrás mi silla, pensando en las palabras correctas. —
Algunos fans molestaron a Cassie anoche en el partido. Y supongo que las
otras esposas son muy crueles y no hacen nada para ayudarla. La prensa
está tomando fotos de ella y las publica en línea. Te agradecería mucho si
la llevaras a los partidos y te sentaras con ella para que no esté sola.
—¿Así que quieres que la lleve al campo y luego me quede en el
partido con ella?
—Sí. Pero también necesito que la cuides. Y si alguien se mete con
ella, necesito que te encargues de ello.
—¿Como un guardaespaldas?
—Sí, si es necesario. —Matteo se removió en su asiento, y añadí—: Por
eso quería hablar contigo. Si no estás cómodo haciendo esto, encontraré
a alguien más.
—Nunca dije que estuviera incómodo —respondió en un tono agudo
que encendió mis defensas.
—Bueno, pensé en preguntarte porque eres fuerte, y supongo que la
gente te encuentra intimidante. 144
Yo no.
Se echó a reír. —En realidad no tengo ningún problema con ello. Sólo
necesito saber mis límites.
—¿Qué quieres decir? —Incliné la cabeza hacia él mientras mis
músculos se tensaban.
Será mejor que no se refiera a sus límites con Cass. Golpearé su culo
aquí mismo en el restaurante de su primo.
—Me refiero a, ¿qué quieres exactamente de mí? Si alguien la
molesta, ¿quieres que le arranque los dientes de un puñetazo, que lo haga
callar, o que no haga nada?
Esta era mi idea y ya no me gustaba. Era agonizante pensar en que
otra persona defienda a mi novia. Yo debía ser su única protección, pero
le entregaba voluntariamente ese trabajo a otro chico. Un chico que
parecía un jodido modelo de revista.
—No creo que debas hacer una escena a menos que sea necesario.
No exageres, porque eso sólo atraerá más a la mala prensa. —Él asintió
mientras yo continuaba—: Básicamente, no quiero que Cassie esté sola en
los partidos. Supuse que haría amistad con las otras mujeres en el equipo,
pero ya que no parece que eso vaya a pasar... tengo que hacer otros
arreglos para su seguridad.
—Entiendo.
—¿Y todo esto te parece bien? Necesito que estés seguro —le dije, a
la espera de percibir alguna duda.
—Estoy seguro. No es un problema.
—Bien. —Sonreí, feliz de que llegáramos a un entendimiento—.
Escucha, esa chica es mi mundo y no puedo soportar la idea de que
alguien le haga daño. Me ocuparía de esto yo mismo si pudiera jugar el
partido y estar a su lado al mismo tiempo, pero no puedo.
—¿Necesitas que empiece esta noche?
—Sí, si puedes.
—Ya despejé mi horario.
—Perfecto. Agradezco que cuides de ella.
—No permitiré que nada le suceda. Lo prometo. —Su expresión se
volvió seria, su boca se estrechó en una línea delgada y apretada, y le
creí.

145
14
Puede llevarme en cualquier
momento
Traducido por Blaire Grey
Corregido por LIZZY’

Cassie 146
Matteo llegó a mi oficina a la seis, justo como me avisó Jack. Me
esperó abajo junto al coche mientras yo terminaba la edición de fotos de
último minuto. Esta noche sería el primer juego al que asistiría conmigo y
me sentía nerviosa. No por estar a solas con Matteo, sino porque sería
fotografiada con un tipo que no era Jack.
No era como si él no fuera un tipo guapo. Era simplemente hermoso.
Empecé a preguntarme si era una buena idea. ¿Nos dábamos
intencionalmente más munición en mi contra?
Suspiré antes de dirigirme al ascensor ya que el estrés de la situación
comenzaba a roerme. Odiaba las cosas que tenía que pensar justo antes
de salir por la puerta. Todo el drama añadido afectaba a mi capacidad
de ser feliz. Me preocupaba mucho todo lo que me rodeaba como para
simplemente sentarme y disfrutar del tiempo de Jack en el campo.
Odiaba esto.
Vi a Matteo en el momento en que salí del ascensor. Sonrió, y no
pude evitar devolverle la sonrisa.
—Voy a ser tu cita esta noche —dijo con un guiño.
¿Cita?
—Supongo que sí —dije, regañándome silenciosamente por estar de
acuerdo con la elección de palabras.
Caminé hacia el coche, y cuando él abrió la puerta de atrás, me
negué, abriendo del acompañante en su lugar. —No me gusta sentarme
allí mientras me llevan. Es tonto.
—¿Estás segura? —preguntó con sorpresa.
—Sí. —Asentí antes de deslizarme adentro y cerrar la puerta detrás
de mí.
Me puse el cinturón de seguridad mientras Matteo se deslizaba en el
asiento del conductor, iniciando la elegante limusina con un movimiento
de muñeca. —Esto debe de ser divertido, ¿eh?
—Ojalá. Honestamente creo que al principio podría crear más
drama, pero espero que se calme con el tiempo.
—Más drama, ¿cómo? ¿Porque voy contigo?
Me pregunté cómo expresar lo que quería decir. Matteo era muy
sexy, pero no iba a decirle eso. —Matteo, no eres feo. Así que estoy segura
que esto va a causar caos.
Se echó a reír, y noté un toque de color en sus mejillas. —¿Crees que
soy guapo? 147
—No —tragué—. Dije que creo que no eres feo.
—Bueno, gracias. —Sonrió—. Creo que tampoco eres fea.
Insegura de cómo responder, lancé una sonrisa rápida con los labios
apretados. Lo último que quería era poner las cosas incómodas entre
nosotros, por lo que abandoné el tema por completo y cogí mi teléfono. Le
escribí un mensaje rápidamente a Melissa antes de mirar por la ventanilla
del coche a la ciudad que pasaba en un borrón.
—Así que, dime que hay para mí esta noche —pidió.
—Um, bueno, tenemos a los aficionados parlanchines y a las esposas
crueles.
—Oh. Háblame de las esposas. —Me miró antes de retomar su
atención a la carretera.
—Sólo son muy desagradables. No hablarán conmigo.
—¿En absoluto?
—En absoluto.
—¿Qué les has hecho? —preguntó con una sonrisa.
—Cállate. —Apreté los labios antes de golpearle el hombro con la
mano—. No les hice nada, excepto unirme a su estúpido equipo con mi
novio.
—¡Cómo te atreves! —exclamó, con voz alarmada y me reí—. ¿Por
eso te ignoran?
Asentí. —Más o menos. Es como si no estuviera allí.
Sus labios formaron un leve gruñido. —Las mujeres prefieren ser malas
entre sí, ¿por qué eso?
—Le preguntas a la chica equivocada. No soy una de esas mujeres.
A menos que seas malo conmigo primero; entonces soy una perra. Pero en
realidad, tú lo has querido, así que no me puedes culpar. —Sonreí
inocentemente.
—Bueno, esto debe ser divertido.

***

Nos detuvimos en el estacionamiento del estadio, y miré el lugar con


nerviosismo. Las personas pululaban alrededor de nuestro coche, pero
nadie prestaba atención a quién se encontraba dentro. Miré a Matteo
antes de abrir la puerta y deslizarme fuera.
148
Salió y se quedó junto a la puerta, sin moverse.
—¿Qué haces? —pregunté.
Echó un vistazo a su ropa de trabajo y luego a mí. —Tengo que
cambiarme de ropa.
—Oh. Ni siquiera había pensado en eso, pero buena idea.
Le di mi espalda al coche mientras se deslizaba en el asiento trasero
para cambiarse. Le agradecí en mi cabeza por ser lo bastante inteligente
como para traer una muda de ropa. Se vería ridículo con pantalones de
vestir y corbata en un partido de béisbol.
—¿Lista? —preguntó detrás de mí, y salté—. Lo siento.
—Está bien. —Me giré para mirarlo y quise gritar. Nada de este chico
había cubierto su buena apariencia—. Te ves diferente —dije, señalando
sus pantalones vaqueros y camisa blanca de manga larga que abrazaban
perfectamente los músculos de sus hombros y brazos. Ahora su tatuaje se
mostraba un poco más, aunque no tenía ni idea de qué se trataba.
—Gracias. —Arqueó una ceja—. ¿Qué piensas?
—Nunca te he visto en vaqueros. Te ves lindo.
Mierda.
—Es decir, te ves bien en vaqueros. Es un aspecto diferente de tus
pantalones de vestir —titubeé, tratando de hacer que mi discurso no
significara nada, pero claramente lo hacía peor.
Cogí nuestras entradas en la ventanilla, y nos dirigimos dentro. Mis
nervios se deberían haber calmado con Matteo a mi lado, pero se
acentuaron. Las cabezas se giraban en nuestra dirección cuando
pasábamos por delante. Su buena apariencia atraía la atención, y eso era
lo último que quería.
—¿Listo para esto? —pregunté antes de salir del túnel al pasillo.
—No te preocupes, Cassie, te cubro la espalda.
Me tragué mi aprensión y entré en la luz del exterior y la emoción de
la multitud. Bajé las escaleras, avanzando poco a poco a nuestra fila de
asientos mientras él me seguía justo detrás. Solté un suspiro antes de señalar
a nuestros asientos.
Noté que todas las esposas miraban a Matteo, boquiabiertas. Me
senté y las enfrenté, de repente llena de confianza. Plasmé una sonrisa
falsa en mi cara y dije—: Cierren sus bocas, damas. Se ven ridículas —antes
de darles la espalda. 149
Jadeaban y susurraban entre sí, y decidí no darles importancia. Al
menos, esta noche no.
—Eso fue increíble —susurró Matteo, inclinándose hacia mí.
—Estoy segura de que acabo de firmar mi sentencia de muerte con
las esposas de los jugadores de beisbol, pero no me importa.
Miré alrededor del estadio y al banquillo para detectar alguna señal
de Jack. Odiaba cuando él no lanzaba. No era tan divertido el partido si él
no jugaba. Y la zona de calentamiento de los lanzadores no podía haber
estado más lejos de nuestros asientos, y por cómo se encontraba situado,
rara vez alcanzaba a verlo.
Alguien se aclaró la garganta, forzándome a levantar la mirada. —
Trina. ¿Dónde estuviste anoche?
—Lo siento, chica, tenía que trabajar. ¿Quién es él? —Extendió una
mano bronceada hacia Matteo, mientras me miraba con curiosidad.
—Soy Matteo. Un amigo de Jack y Cassie. Es un placer conocerte. —
Hizo una pausa, claramente encantado con la hermosa mujer—. Trina,
¿verdad?
—Sí. También es un placer conocerte. —Todo lo que decía sonaba
más bonito con su acento—. ¿Puedo sentarme a tu lado, Cassie? —
preguntó antes de lanzar su bolso en el asiento a mi izquierda.
—Como si tuvieras que preguntar. Por favor, pon tu trasero huesudo
a mi lado.
—¿Pensé que habías dicho que todas las esposas eran malas? —La
voz de Matteo era coqueta mientras Trina se inclinaba sobre mí.
—Lo son. Son horriblemente malas. Todas, excepto yo —dijo Trina,
exhibiendo su escote bajo su blusa con cuello en V de color arena.
Sonó mi teléfono y lo alcancé, notando un mensaje de texto de
Melissa.
¿Quién es ese pedazo de trasero caliente sentado a tu lado?
Adjuntó una foto de Matteo inclinado hacia mí. Respondí:
Es Matteo. Nuestro chófer.
Diablos. ¡¡Puede llevarme en cualquier momento que él quiera!!
Su respuesta me hizo reír a carcajadas. Matteo miró por encima de
mi hombro al mensaje de texto. —¿Quién dijo eso?
Avergonzada, tapé la pantalla y metí mi teléfono en el bolso. —Mi
mejor amiga, Melissa. Está loca. 150
—Entonces —preguntó Trina suavemente—, ¿qué me he perdido
anoche?
—Oh, sólo unos fans que se metieron conmigo. Y las esposas aquí
sentadas no hicieron nada, mientras sucedía todo. Odié que no estuvieras
aquí.
—Vi el periódico. —Frunció el ceño, una expresión que parecía poco
natural en su rostro.
—¿Alguna vez te ha ocurrido eso? —Odié la forma en la que me fluía
la esperanza, pero necesitaba desesperadamente que alguien relatara lo
qué pasaba en mi mente y cómo se hería mi orgullo.
—Por supuesto. —Puso la mano sobre su corazón—. Pero ya estoy en
la atención de la gente por el trabajo, por lo que es diferente.
—¿En qué sentido?
—Estoy acostumbrada a esto. He tratado con este tipo de cosas
lamentables durante años. Me siento mal por ti, porque sé lo incómodo
que se siente.
—¡Eso es! Esa es la palabra correcta. —Miré entre Matteo y Trina—. Es
tan incómodo, maldita sea.
Puso su mano sobre la mía. —Lo sé. Y lamento que estés pasando por
esto, pero estarás bien. No dejes que te afecte.
—Lo intento. Es mucho más fácil cuando estás aquí —dije de manera
significativa.
—¡Oye! ¿Qué soy yo, un cero a la izquierda? —intervino Matteo.
Respondí “sí” y al mismo tiempo Trina respondió “no”.
Las aclamaciones llenaron el estadio cuando el sonido del golpeteo
del bate hizo eco en el aire nocturno. Incliné la cabeza hacia el campo a
tiempo para ver a la bolita blanca volando sobre el muro del jardín central
y las gradas. La multitud gritó y aulló salvajemente, y los tres aplaudimos y
chocamos las manos entre sí como si acabáramos de golpear la bola.
—Me pierdo muchos partidos por el trabajo. Lo siento —gritó Trina por
encima del ruido.
—¿Hablando de eso... al parecer ya conoces a mi jefa, Nora? Ella te
ama y dijo que te salude de su parte.
Su rostro se iluminó ante la mención del nombre de Nora. —¡No es
posible! Amo a Nora. ¿Es tu jefa? Eres una chica con suerte. Ella es brillante.
—Lo sé. Es genial.
—¡Así que trabajas para esa revista! Eso es sensacional, Cassie. En
151
verdad.
—Gracias —dije, extendiendo la mano para acariciar su hombro.
El teléfono móvil de Trina vibró contra el asiento antes de que lo
cogiera y mirara a la pantalla. —Oh, discúlpenme. Tengo que atender.
Vi como saltó por encima de la fila al pasillo detrás de nosotros y se
alejó de nuestra vista.
—Es hermosa —dijo Matteo.
—Lo sé. Y es tan agradable. Su acento me mata. Quiero que me
llame todas las noches y me cuente un cuento antes de dormir —dije con
una risa.
—Me gustaría estar involucrado en eso, pero no quiero que sea por
teléfono.
Rodé los ojos.
—¿Qué? —preguntó a la defensiva.
—Es tan típico, Matteo. Eso es todo.
Odiaba lo típico, por lo que en la universidad traté de mantenerme
alejada de Jack. Lo había catalogado como el tipo más predecible. Me
equivoqué.
—Ah, vamos, es hermosa. Tendría que estar ciego para no sentirme
atraído por ella.
—Bueno, te haré saber si no funcionan las cosas entre ella y su novio.
—Le guiñé un ojo.
—¿De verdad? —Me golpeó el hombro en broma, y volvió a mirar al
campo.
Trina nunca regresó, y Matteo y yo pasamos el resto del partido
teniendo una charla improductiva y preguntándonos adónde desapareció
Trina. Me di cuenta que al tenerlo ahí me preocupaba menos del entorno,
y quien violaba mi espacio.
Cuando acabó el partido, me estiré y casi perdí el equilibrio. El brazo
fuerte de Matteo me agarró de la espalda, sosteniéndome firmemente en
su lugar. —Gracias —dije, antes de alejarme de su agarre.
—No puedo dejar que te lastimes o Jack me mataría.
Me encogí de hombros, incapaz de estar en desacuerdo cuando,
en mitad del caos de la gente paseándose, oí a alguien gritar—: ¿Ya
reemplazas a Jack, Cassie? 152
Sacudí la cabeza con disgusto. Quería gritarle: Si fuera así, ¿entonces
por qué diablos estaría en su partido? Pero no lo hice. Odiaba el no
defenderme. Me convencí de que al permanecer en silencio desanimaba
los abucheos.
Matteo se tensó detrás de mí y su cuerpo cerró el espacio entre
nosotros defensivamente. —¿Estás bien? —susurró en mi oído, y salté.
Di un manotazo cerca de mi oreja. —Estoy bien. No hagas eso.
—Lo siento. Sólo quería asegurarme de que estás bien.
—Si van a insultarme, al menos podrían ser creativos al respecto. —
Intenté sonreír, pero por el disgusto torció mis labios.
Él seguía cerca detrás de mí hasta que llegamos a la entrada
privada de la casa del club. —Voy a esperar a Jack aquí. Nos
encontraremos en el coche.
—Vale. Te veré en el coche. —Asintió antes de alejarse.

***

Giré la última esquina cuando vi a Trina sentada en un banco. —Oye


—le grité, escuchando el eco de mi voz en las paredes.
Se puso de pie y se acercó a mí. —Lo siento. Me quedé atrapada
con un montón de llamadas telefónicas, y en la mañana tengo que ir a
Brasil para una gran sesión de fotos.
—Diría que eso es una locura, pero lo entiendo. —Me encogí de
hombros, entendiendo muy bien los viajes de último minuto y la forma en
que el trabajo imprevisto podía aparecer de repente. Todavía no lo había
experimentado de primera mano, pero veía a mis compañeros hacerlo sin
quejas.
—A Kyle no le gustará. —Frunció el ceño y sonrió simpáticamente a
medias—. Odia cuando me voy. Creo que secretamente desea que deje
el modelaje y tenga algunos niños.
—¿Lo harías? —le pregunté, recordando la discusión que Jack y yo
tuvimos anoche.
—Un día, sí. Pero ahora no. —Dejó escapar un profundo suspiro—. Es
difícil, sin embargo, tratar de equilibrar el trabajo y estar aquí para Kyle.
Viaja muy a menudo y necesita que muchas cosas estén resueltas. Me
siento mal de no estar cerca para hacerlo yo, pero no lo suficiente como
para renunciar a mi carrera por él. 153
Asentí, haciéndole saber que entendía todo lo que decía, pero en
ese momento no quería adentrarme más en el tema. Había un tiempo y un
lugar para esa discusión, y no era ahora. Por lo menos para mí no.
—¿Crees que soy una persona horrible y egoísta? —Cerró los ojos
con fuerza, como si quisiera no ver lo egoísta que podía ser.
—No. Por supuesto que no. —Toqué su hombro y volvió a abrir los
ojos—. ¿Por qué tenemos que renunciar a nuestra carrera por ellos? Quiero
decir, ¿por qué es una cosa por la otra?
—Porque es muy difícil trabajar y tener una relación al mismo tiempo.
Ninguno de nosotros está en una clase típica de trabajo. —Lanzó una
mirada hacia las chicas malas—. Ninguna de ellas trabaja. Oí que Kymber
renunció a una gran carrera para ser esposa y madre. —Bajó la voz—.
Creo que esa es una de las razones por la que es tan desagradable con
nosotras. Está llena de resentimiento.
Asentí. —No quiero nunca ser así.
Trina se echó a reír. —No lo serás, Cassie. Pase lo que pase, nunca
tratarás a la gente de la manera que lo hace ella.
La puerta se abrió con un fuerte ruido y Jack salió, con una sonrisa
cautelosa en su rostro. —Hola, Trina. Kitten. —Plantó un beso en mi mejilla y
me apartó.
—Hola, Jack —sonrió Trina—. Nos veremos más tarde, Cassie.
—Espera. —Me detuve abruptamente—. ¿Podemos intercambiar
números? Quiero poder enviarte mensajes. Especialmente si desapareces
como lo hiciste esta noche. Me preocupé un poco.
—Lo sé. Lo siento. Ten.
Escribí su número en mi teléfono antes de darle un abrazo rápido y
ponerme al día con Jack. Arrojó su brazo musculoso alrededor de mi
cintura y me apretó, y nuestras caderas se presionaban una contra otra en
cada paso.
—¿Cómo fue todo esta noche? —preguntó.
—Mejor —admití, sabiendo que estuve mucho menos estresada con
Matteo cerca.
—¿Alguien te molestó?
—En realidad no.
Me apretó y besó la cima de mi cabeza. —Entonces fue una buena
idea, ¿no? —preguntó mientras nos dirigíamos al coche oscuro donde nos
esperaba Matteo, una vez más vestido con su ropa de trabajo.
—¿Qué? —Sonreí alegremente, agradecida por las veces en que mi
154
mente permitió que el pasado se desvaneciera en la distancia.
—Tener a Matteo contigo en el juego. Admite que fue una buena
idea.
Apoyé la cabeza en su hombro. —Ha sido una buena idea. Gracias.
15
Dos habitaciones en el vigésimo
tercer piso
Traducido por Cynthia Delaney
Corregido por SammyD

155
Jack
Cassie no podía tomarse el día libre, pero prometió encontrarme
para el almuerzo. Inseguro de qué hacer con mis raras horas de libertad,
me conecté a internet y busqué los alquileres disponibles cerca del Hotel
Plaza. Imprimí una lista de lugares tanto en el Upper West Side y el Upper
East Side. No sabía cuál era la diferencia entre ambos, pero tal vez Cassie
sí.
Después de llamar a alguno de los números, establecí una cita para
un lugar en el East Side después de que ella saliera del trabajo. Miré por
encima al horario de béisbol para las próximas tres semanas, prestando
especial atención a todos los días que no estaría aquí. El equipo saldría
pronto en un viaje de once días, y me preguntaba si Cass sería capaz de
llegar a cualquiera de los juegos lejos de aquí.
Sabía que era una mierda pensar en ello, pero en cierto modo
apestaba que Cassie trabaje a tiempo completo. Significaba que nunca
estaríamos juntos cuando yo jugaba fuera de casa. E iba a estar fuera un
promedio de diecisiete días cada mes. Es mucho tiempo sin ver a tu chica.
Sin embargo nunca se lo admitiría, y sabía que era egoísta quererla
cerca de mí todo el tiempo. Especialmente después de todo lo que le hice
pasar. Se había mudado a Nueva York para seguir sus propios sueños, y
quería ser de apoyo.
Aparte de mi mierda llena de orgullo, odiaba la idea de dejarla sola
sinceramente. La prensa y los fans me estresaban, y necesitaba saber que
ella estaba protegida cuando no me encontraba cerca. Necesitábamos
mudarnos a un lugar con portero veinticuatro horas al día más temprano
que tarde, y antes de que perdiera la maldita cabeza.
¿Tal vez le compraré un perro? Siempre he querido un perro. Jesús,
Carter, ¿algo no se trata de ti?
Tirando de mi gorra de béisbol, salí del edificio hacia la estación del
metro. La brisa fría azotaba mi cara y el sol era tan brillante que casi volvía
por mis gafas. Cassie me envió un mensaje con las indicaciones para llegar
al restaurante donde nos reuniríamos para comer ya que tenía ni puta idea
de dónde me dirigía, o lo que hacía. Estaba medio tentado de llamar a
Matteo y hacer que me llevara, pero sabía que Cass me patearía el culo
por no tener la “experiencia de la ciudad de Nueva York”, como le
gustaba llamarlo. Además, necesitaba conocer los alrededores.
Seguí las escaleras subterráneas, parando en la primera máquina
expendedora vacante que podía encontrar. Empujé un billete de diez
dólares en la ranura, y una tarjeta de metro azul y amarillo saltó fuera.
Mirando a mi alrededor, vi cómo la gente deslizaba sus tarjetas en los
156
lectores electrónicos antes de pasar por los torniquete de acceso. Los
recuerdos de visitar Disneyland de niño pasaron por mi mente cuando
deslicé la tarjeta. La luz se puso en verde y el torniquete se desbloqueó con
un clic.
Me abrí paso, sintiéndome como un jodido turista perdido y
esperando que nadie me reconociera. Caminando por otro conjunto de
escaleras, llegué al andén del metro.
Qué viaje.
La iluminación era tenue y el aire amortiguado. Un chico en el otro
extremo del andén golpeaba algunos tambores y el sonido viajaba por
toda la estación. La idea de tener mi espalda al descuido no me caía bien,
así que la presioné contra la pared y esperé por el tren.
Los frenos chirriaron cuando el tren se detenía, y la voz del conductor
aparecía y desaparecía. Cuando las puertas se abrieron, esperé que todos
salieran antes de saltar dentro. Se hallaba prácticamente vacío, así que
pude elegir mi asiento. Agarré el más cercano a la puerta. Dos paradas
después, salté fuera y me dirigí hacia el conjunto de escaleras; la luz del sol
prácticamente me cegaba así que desvié la mirada al suelo.
—¿No eres tú el jugador de béisbol súper-caliente? —Su voz detuvo
mi trayecto y levanté la mirada para ver a esos ojos verdes familiares
mirándome fijo.
—¿No eres tú la novia caliente de dicho jugador de béisbol? —Me
lamí los labios y su boca se abrió. Me encantaba meterme con ella.
Cassie retiró las gafas de sus ojos y me jaló de la salida del metro. —
Vamos —rió, y quería besarla como un adolescente enamorado en la
parte posterior de una sala de cine.
—¿Pensé que íbamos a encontrarnos en el café? —Me estiré hacia
su mano, entrelazando sus dedos con los míos.
—Nora me dio la tarde libre. Ella no aceptó un no por respuesta, así
que soy toda tuya, Carter.
—Probablemente sabía que me perdería.
—Probablemente. —Sonrió. Sus labios eran tan tentadores que quería
chuparlos dentro de mi boca y nunca soltarlos—. Entonces, ¿cómo fue tu
primer viaje en metro?
Sacudiendo la imagen de mi mente y deseando que mi polla se
calmara, reorienté mis pensamientos. —Interesante.
—Pero increíble, ¿verdad? Me refiero a todas las diferentes personas
de muchas clases sociales reunidas en un mismo lugar. Amo malditamente 157
las estaciones de tren.
Sacudí la cabeza con un resoplido. —Claro que sí.
—¿Qué significa eso? —Me golpeó el hombro.
—Que tú ves belleza en todo. Incluso en las feas, oscuras y
repugnantes estaciones de metro.
—Creo que son geniales. A veces un poco escalofriantes, pero aun
así geniales.
Cassie señaló un toldo rojo y blanco más delante. —Allí es donde
vamos a comer.
—Tengo que ser sincero, Kitten. Siento como si traicionáramos a Sal.
—No —se quejó—. No es así, lo prometo. Este lugar ni siquiera es
italiano. Es francés.
Di un paso delante de ella para abrir la puerta cuando la voz de una
mujer dijo—: Oh, Dios mío, ¿eres Jack Carter?
Me volví hacia a la mujer mientras Cassie se detenía a medio paso.
—Oh mi Dios, ¡ERES Jack Carter! Soy una gran fan. Eres un lanzador
increíble. ¿Puedo tener una foto contigo, por favor?
Miré a Cassie y vi sus labios en una apretada sonrisa. Así que la
acerqué a mí, puse una amable pero firme sonrisa en mi cara y le dije a la
mujer—: Lo siento, pero estoy a punto de comer con mi chica. En otro
momento.
—¡Por favor! ¿Sólo una foto? ¿O un autógrafo? ¿Puedes firmar algo
para mí? —Observé cómo enterró las manos en su bolso de gran tamaño,
en busca de Dios sabe qué.
—Por favor, entiéndelo, intento tener algo de tiempo personal. Lo
siento. —Le di la espalda a la fan demasiado entusiasta y mantuve la
puerta abierta para Cassie—. Lo siento, cariño —le dije, acariciándole el
pelo.
—Está bien. ¿Por qué no le diste lo que quería?
La anfitriona sonrió pero no nos interrumpió. En cambio tomó dos
menús y nos agitó el brazo hacia la parte posterior del pequeño café
mientras la seguíamos. —Yo no quería.
Tiré la silla de Cassie para ella antes de sentarme al otro lado de la
mesa y remover mi gorra.
—Su camarera estará con ustedes en breve —dijo la pequeña
morena antes de alejarse. 158
—¿Qué quieres decir? —Cassie se inclinó hacia adelante, y se le
cayó el cabello frente a sus ojos mientras lo apartaba con mis dedos.
Tomé una bocanada de aire. No le había dicho nada de esto, esta
parte de mi plan maestro, pero supuse que este era un buen momento. —
Estoy tratando de limitar mi contacto con ellos.
Sus ojos se estrecharon. —¿Tratas de limitar tu contacto con quién?
¿Tus fans?
Me incliné sobre la mesa. —Sólo las femeninas.
Ya está. Lo admití.
Quería limitar mi contacto con mis fans femeninas si estaba dentro o
fuera del campo. Nunca quise darles a ellas ni a la prensa nada para
hablar, escribir o anunciar.
—Jack. —Cerró los ojos por un momento antes de encontrar mis
ojos—. No puedes ignorar a tus fans. Es mezquino y terminarán odiándote.
Me recosté en la silla dura y me encogí de hombros. —Si soy malo
con ellos, van a dejarme en paz. Y si me dejan en paz, no tendrán nada
que decir. Y si no tienen nada que decir, entonces tú nunca tendrás nada
de qué preocuparte.
Sacudió la cabeza. —No quiero que las personas te odien.
—Entonces, ¿qué dices? ¿Te parece bien que hable con ellos?
—Por supuesto que sí. No quiero que duermas con ellas. —Una leve
risa escapó de sus labios—. O besarte con ellas o hacer algo con ellas.
Me estiré hacia ella, tomando su mano en la mía. —No volveré a
cometer el mismo error. Te lo demostraré todos los días por el resto de
nuestras vidas. Quería ignorarlas por ti, para que puedas ver que soy digno
de confianza y no debías estar preocupada.
—No quiero que vayas a esos extremos por mí. No está bien. Y la
parte de la confianza vendrá con el tiempo, ¿bien?
—Está bien —concordé, llevando su mano a mis labios.
Cuando acabamos de comer, pagué la cuenta con la camarera y
esperé que me trajera el cambio. Se acercó a nuestra mesa, con una
expresión extraña en la cara.
—¿Está todo bien? —pregunté.
—Aquí está el cambio —dijo, y me entregó la cartera de la cuenta
de cuero suave—. Y lo siento mucho, pero hay una multitud afuera
esperando a que te vayas.
Eché un vistazo a Cassie mientras la sorpresa brillaba en sus ojos. 159
—No podríamos dejarlos entrar, obviamente. Pero saben que estás
aquí. De verdad lo sentimos. —La camarera miró a sus pies.
—Está bien. No es tu culpa. —Traté de tranquilizarla antes de mirar a
Cass—. ¿Estás bien?
Asintió y miró a la camarera. —¿Cómo sabían que estábamos aquí?
—Alguien lo publicó en ese sitio web Spotted.
Fruncí el ceño. —No sé qué es eso.
—Es un sitio web donde la gente puede poner donde vieron a una
celebridad o un atleta. Alguien publicó que ustedes estaban comiendo el
almuerzo aquí.
Incliné la cabeza hacia atrás lentamente. —Sorprendente. Gracias.
—Empujé mi silla hacia atrás antes de estirarme. Corriendo los dedos por mi
pelo, agarré mi gorra y la coloqué firmemente en mi cabeza.
—¿Estás lista? —pregunté a Cass, estirando la mano hacia ella para
agarrarla. Se puso de pie lentamente, mirando fuera.
Exhaló. —Está bien, no hay mucha gente fuera. Hay como diez.
—Van a querer que yo firme cosas. ¿Te importa o quieres que los
ignore? —Haría lo que sea que quisiera ella.
—Por supuesto que deberías firmar cosas —sonrió.
Apreté su mano, llevándola hacia la puerta. La abrí, sosteniéndola
para que ella la atravesara antes de seguirla. El sonido de mi nombre
llenaba el aire a nuestro alrededor mientras la gente se agolpaba para
acercarse, empujando sus teléfonos con cámara hacia nosotros.
Instintivamente, quise proteger a Cassie del ataque de cuerpos, pero sólo
terminé apretando mi agarre en ella.
—Oh, Jack. —Hizo una mueca, tirando su mano de la mía y
sacudiéndola.
—Mierda. Lo siento, Kitten.
—Está bien —sonrió.
—Jack, ¿qué tal una foto? —gritó una mujer por encima de los
demás. Tendría que haber estado ciego para no notar lo bien que lucía.
—Claro —dije, recordando las palabras de Cassie.
A regañadientes posé, manteniendo las manos a mí mismo, pero
esta chica se cubrió por todo mi cuerpo como un maldito traje barato.
Disgustado, quité sus manos de mi cuerpo. —No más fotos, pero voy a
firmar lo que quieran —anuncié al grupo, frunciendo el ceño a la que 160
había arruinado las fotos para el resto. Forzando una gran sonrisa en mi
cara, firmé papeles, recibos de taxi, y un par de pelotas de béisbol.
—Cassie, Cassie cariño. Mira aquí. —Mi atención se dirigió al chico
de pelo largo, con aspecto grasiento con una cámara profesional
tomando fotos de Kitten mientras esperaba a que yo terminara. Vi como
ella reaccionó al oír su nombre, lo que claramente la atrapó con la
guardia baja, buscando en la multitud por quien la llamaba.
—Déjala en paz —grité en su dirección, y me miró. El maldito me
fulminó, dirigiendo de nuevo la cámara hacia Cassie y apretando el botón.
Me imaginé saltando por encima de todo el mundo y rompiendo esa
cámara en el lado de su puto cráneo.
—Eres muy bonita cuando sonríes, Cassie. ¿No quieres sonreír para la
cámara? ¿Quién estaba contigo en el juego la noche pasada? ¿Cassie?
¿Jack y tú hicieron las paces? ¿Por qué te enojaste con él? —La porquería
era implacable.
—Dije que la dejaras en paz —amenacé, y mi paciencia
desaparecía.
Cassie apareció de repente a mi lado, susurrando en mi oído—: Ese
hombre está asustándome.
—Nos iremos —le susurré—. Tengo que irme. Lo siento. —Me abrí paso
a través de la multitud, que había crecido en número desde que empecé.
Me abrí camino suavemente entre las personas, firmando un par de trozos
de papel en el camino, y nunca soltando la mano de Cassie.
Caminamos por la acera y miré hacia atrás, notando que el tipo
continuaba tomándonos fotos y seguía todos nuestros movimientos. —Ese
tipo nos está siguiendo. Debe ser paparazzi.
—Cuando me llamó por mi nombre —hizo una pausa—, me asustó. Y
todas las preguntas. Es raro cuando la gente sabe acerca de tu vida de
esa manera.
—Lo sé. Vamos, vamos a alcanzar a un taxi. —Dejé de caminar y el
chico también lo hizo.
Así es, imbécil. Mantén tu distancia.
—Déjamelo a mí. —Me guiñó antes de dar un paso hacia el borde
de la calle muy transitada. Lucía muy sexy llamando a un taxi, destacando
su cadera mientras agitaba el brazo. El taxi se detuvo como un tren a toda
velocidad antes de presionar los frenos y nos subimos.
—¿Nos está siguiendo? —preguntó Cassie con suavidad.
Miré hacia atrás. —Nop. Creo que sabe que lo golpearé —dije con 161
una risa, y ella me besó la mejilla.
Cuando el taxista se detuvo frente a un edificio de apartamentos de
oro adornado con un chico uniformado de pie fuera de la puerta giratoria,
sonreí, y mi nivel de comodidad comenzó a aumentar.
De esto es de lo que estoy hablando.
Ayudé a Cass a salir del taxi, y caminamos hacia la puerta.
—¿Puedo ayudarle? —preguntó el portero.
Bien. Él te pregunta qué haces aquí antes de que entres, eso me
gusta.
—Tenemos una cita con Ruth.
—Que tenga un buen día. —Asintió, permitiéndonos entrar.
Una mujer de mediana edad nos saludó al momento en que
entramos. Su voz era tan ronca que sonaba como si ella fumara veinte
cajetillas al día. —Soy Ruth. Ustedes deben ser Jack y Cassie. Un placer
conocerlos. Resulta que tenemos un apartamento vacante de dos
dormitorios en el vigésimo tercer piso que quiero mostrarles. ¿Están listos?
Me volví a Cassie. —¿Vigésimo tercer piso? Es mi número, nena. Esa
es una señal.
Los jugadores de béisbol son supersticiosos.
Cassie sonrió, siguiendo a Ruth dentro del ascensor que nos llevó al
vigésimo tercer piso en muy poco tiempo. Ruth nos condujo por el pasillo,
abrió la puerta y nos hizo un gesto para que entremos. —Voy a estar por
aquí, así ustedes pueden tomarse su tiempo para mirarlo todo.
Mierda.
Este lugar era asombroso. Sabía que Kitten ya estaba convencida
por la expresión de su cara.
—¿Nos podemos permitir esto? —susurró.
—Podemos. Fácilmente. No es tanto como piensas.
—Lo encuentro difícil de creer.
Me imaginaba el motivo. Cassie comenzó por las encimeras de
granito y electrodomésticos de acero inoxidable, y chilló cuando entró en
el baño principal. No sabía ni la mitad de la mierda de la que hablaba,
pero la sonrisa en su cara no tenía precio.
Sacaría un puto préstamo para vivir aquí si tuviera que hacerlo.
—Creo que aquí podemos meter diez apartamentos del tamaño del
tuyo —bromeé, antes de caminar hacia el balcón. La ciudad ajetreada
162
debajo y los edificios proporcionaban el paisaje perfecto. Seguro a Kitten
le encantaría fotografiar cosas desde aquí arriba.
—¿Un balcón? Cielo. Estoy en el cielo. —Su rostro se arrugó con
deleite.
—Quiero hacerte cosas malas en este balcón, Kitten.
—Escandaloso —dijo mientras rodaba los ojos.
—¿Te gusta? —le pregunté, tomándola por la cintura y atrayéndola
hacia mí. Antes de que pudiera responder, presioné mis labios contra los
suyos, sintiendo que su cuerpo se relajaba en mis brazos. Me aparté
lentamente, alargando el beso antes de terminar con un pico contra su
mejilla.
—Es magnífico, Jack. Creo que podría vivir aquí para siempre.
—¿Incluso si es un poco más lejos de Central Park de lo que querías?
—le pregunté sólo para estar seguro, sabiendo cuál sería su respuesta.
—Es perfecto. Y el parque no está tan lejos.
—Entonces lo voy a comprar.
—Ni siquiera viste el dormitorio principal. Ni el cuarto de huéspedes.
¿Aunque sea miraste los alrededores? —Se pasó los dedos por el pelo.
—No lo necesito. Si te gusta, es todo lo que importa. —Entré y grité
hacia la puerta principal abierta—. Ruth. —Se asomó por el marco de la
puerta y sonrió—. Lo queremos. ¿Qué tenemos que hacer?

163
16
Ser atrapados
Traducido por Majo ♥
Corregido por Victoria

Cassie 164
Jack persuadió a Ruth para que nos dejara mudarnos lo más pronto
posible, diciendo que quería saber que yo estaría a salvo mientras él se
encontraba fuera durante once días. El movimiento mantiene mi cerebro
ocupado, así que en lugar de centrarme en el hecho de que Jack se
habrá ido por tanto tiempo, pensé en el embalaje. Eso evitaba mis
pequeños ataques de nervios con respecto a Jack y el engaño. No quería
preocuparme por eso, pero a veces no puedes evitar la manera en que te
sientes.
Pasamos la semana siguiente empacando las cosas de nuestro
pequeño apartamento y permanecí lejos del campo cuando Jack no era
el lanzador y así tener más tiempo para ordenar todo. Me di cuenta que
no me gustaba quedarme en casa cuando el equipo jugaba un partido
de local. Pensé que me sentiría diferente porque él no lanzaba, pero no
fue así. Quería estar donde él, ya sea que jugara o no.
Pero quedarme lejos del campo también significaba que no habías
fotos en línea de mí y ese pequeño respiro trajo de nuevo una sensación
de normalidad en mi vida que casi había olvidado. Es increíble lo rápido
que nos adaptamos a las cosas en nuestras vidas cuando creemos que no
tenemos una opción en el asunto.
Cerré la tapa de una caja, encintándola mientras Jack entraba por
la puerta principal. Sonreí, parándome de un salto para saludarlo. Envolví
los brazos alrededor de su cuello y acaricié su piel cálida. —Hola, bebé.
¿Cómo estuvo el juego?
—No me gusta cuando no estás allí —admitió, y una parte de mí se
derritió con sus palabras.
—A mí tampoco. —Cerré los ojos, respirando su olor.
—Y perdimos. —Su tono se volvió gruñón y molesto.
—Lo siento.
Se inclinó hacia abajo, dándome un beso rápido en la boca antes
de caminar hacia la cocina. —Tengo hambre, Kitten, y todo está
empaquetado. —Abrió y cerró nuestros armarios.
—Hay pasta en la nevera que hice para cenar. Sólo es necesario
calentarla.
Se volvió hacia el refrigerador y abrió la puerta. —Oh, toma —dijo,
metiendo la mano en su bolsillo trasero. Sacó un pedazo de papel doblado
y lo arrojó hacia mí.
—¿Qué es?
165
—Es el itinerario de viaje detallado para los próximos juegos.
—Oh. —Lo desdoblé—. ¿Es mi copia o necesito escribir todo esto en
alguna parte?
—Esa es toda tuya. Yo tengo la mía en mi casillero.
—Gracias. —Revisé el papel, buscando su hora de vuelo. Respiré con
alivio cuando leí seis de la tarde—. Me alegra tanto que tu vuelo no sea
hasta las seis.
—Lo sé. Sólo son unas dos horas y media a Miami desde aquí, así que
tuvimos suerte. —Esbozó una amplia sonrisa con hoyuelos antes de que el
microondas emitiera un pitido, señalando que su comida se hallaba lista.
Asentí y exploré la sala de estar vacía. —No pensé que podía verse
más pequeño aquí, pero en realidad se puede. Lo que no tiene sentido.
—Nuestra nueva casa se va a sentirse como un palacio para ti.
—Puede que nunca abandone nuestro cuarto de baño —bromeé y
él levantó una ceja—. Ni siquiera sabes de lo que hablo, porque no lo has
visto. ¡Sólo espera hasta que lo veas!
Comencé a sentirme muy emocionada. Nuestro nuevo apartamento
se veía increíble, y no podía esperar para comenzar a vivir allí. —Matteo
sabe que nos mudamos, ¿no? ¿Tú le dijiste?
Asintió antes de tragar un bocado de comida. —Sí, le dije. Él sabe
exactamente donde es.
Empecé a repasar la lista de verificación en mi cabeza. Cambiar y
reactivar los servicios públicos, limpiar el viejo apartamento, reservar un
servicio de mudanzas, embalar las cosas de la casa, y actualizar la
dirección en línea y con la oficina de correos. —¿Kitten? —La voz de Jack
irrumpió en mi cerebro demasiado organizado.
—¿Hmm?
—¿Has oído una palabra de lo que dije?
Negué con la cabeza. —Lo siento. ¿Qué dijiste?
—Pregunté si pensabas venir en alguno de los partidos de visitante.
—Iba a preguntarte si podía ir a la eliminatoria de Chicago. —Me
tumbé en el sofá.
—¿Preguntarme? Kitten, si quieres puedes venir a cada jodido juego.
No tienes que preguntarme.
—Bueno, nunca he estado en Chicago. —Sonreí, imaginando a
Cloud Gate, la famosa escultura en forma de frijol de acero inoxidable
166
sobre la que la gente siempre habla. Quería fotografiar a ese frijol.
El sofá se hundió cuando Jack se sentó a mi lado. —Está bien, pero
escucha. Chicago es una ciudad muy grande y a veces no es segura.
Puesto que andarás sola, no creo que debas tomar el L alrededor de la
ciudad. Sólo toma un taxi.
—¿El L? —pregunté.
—Es el sistema de trenes de Chicago, que estoy seguro que está muy
bien, pero voy a perder los estribos pensando en que estés ahí sola.
—Tomo los trenes sola en Nueva York todo el tiempo. No puede ser
tan diferente.
—Probablemente no lo es, pero me sentiría mejor si tomas un taxi.
—Bueno. Voy a tomar un taxi —concordé antes de sentir que los
pequeños nervios hormigueaban arriba y abajo de mi espina dorsal.
Necesitaba acostumbrarme a viajar sola a lugares extraños. No sólo era
una parte de salir con Jack, sino también una parte de mi futura carrera.
Mis asignaciones de trabajo, garantizan ser casi siempre en un territorio
desconocido.
—No bromeo, Kitten. Y por mucho que te quiero allí, ahora me
vuelvo loco con la idea de que andes sola. —Juntó las cejas.
—No voy a estar sola. Estaré contigo.
Negó con la cabeza. —En realidad no. Voy a estar en el campo la
mayor parte del tiempo. No creo que haya un día en el que siquiera esté
para el almuerzo. Nos iremos antes de eso.
—Eso es horrible. —Ahora comprendía por qué las mujeres no iban a
los partidos como visitante.
Jack cuadró los hombros y me enfrentó. —Sé que es mucho tiempo
a solas. No tienes que venir.
—Quiero. Al menos debería ver lo que es, ¿verdad? Tal vez me guste
tener tiempo para explorar —ofrecí, sin saber si trataba de convencerlo a
él o a mí.
Permaneció la tensión en su rostro. —¿Tal vez deberíamos llevar a
Matteo así tú no estás sola?
Incliné la cabeza hacia atrás, sorprendida. —¡No! ¡No llevaremos a
Matteo! ¿Estás loco?
—Fue sólo una idea.
—Bueno, deja de pensar así. No quiero que Matteo venga conmigo
a todas partes. —Imaginé el disfrute que la prensa local tendría con eso. 167
Jack se estiró, tomando mi mano entre las suyas. —Me preocupó por
ti, eso es todo.
—Lo sé, pero en algún momento tienes que dejarme ser una chica
grande y cuidarme sola. Me encontraba perfectamente bien antes de que
vinieras aquí, ya sabes. —Su expresión cayó, y sabía que le hice daño—. No
quise decir eso. Sólo me refería a que antes no necesitaba una niñera.
—Tampoco eras acosada por la prensa o los aficionados.
—Eso es verdad —admití, y mi estómago revoloteó de sólo pensarlo.
—Sé qué piensas que estoy loco, Kitten, pero no puedo funcionar si
me preocupo por ti. —Bajó la cabeza, y una horrible sensación se apoderó
de mí. Odiaba ser la fuente de su dolor.
—No creo que estés loco, pero odio causarte tanto estrés.
Sus oscuros ojos se volvieron hacia mi cara. —No me causas estrés.
Yo me causo estrés porque no puedo relajarme cuando se trata de ti.
Porque te amo demasiado.
No sabía cómo responder. Jack me hacía plenamente consciente
de que yo era su prioridad número uno en la vida, y nunca experimenté
esa sensación. Lo miré fijamente, permitiendo que mis propios sentimientos
por él circulen por cada onza de mi cuerpo. Sintiéndome pesada con mis
propias emociones, anhelé aligerar el estado de ánimo.
—¿Importa a qué hora aterrice el viernes?
Llevó mi mano a sus labios y besó los nudillos. —Aunque reserves un
vuelo para llegar al mismo tiempo que yo, no estoy autorizado a viajar
contigo al hotel. Así que no te preocupes por tratar de coordinar tu vuelo
con el mío ni nada.
—Está bien. Entonces voy a volar después del trabajo.
—¿Así que puede que te pierdas el partido?
—No debería. Ahora tenemos los viernes de verano en la oficina por
lo que tenemos que salir temprano.
—¿Qué demonios son los viernes de verano? —se mofó.
Sonreí. —Toda esta jodida ciudad va a los Hamptons los fines de
semana en verano. Así que todo el mundo sale temprano el viernes, para
así poder conducir hasta allí.
—Cállate.
Me eché a reír. —No estoy bromeando.
—¿Podrías imaginarte si hiciéramos esa mierda en Los Ángeles? 168
¿Qué tendríamos, viernes de Malibú?
—¡Viernes de casa de playa! —grité.
Jack sonrió e inclinó la cabeza. —Eres tan adorable. Te amo tanto.
Sus palabras atravesaron mis pulmones como una flecha, haciendo
que me quede sin aliento. —Yo también te amo.
—¿A qué hora llega mañana el servicio de mudanza?
—A las ocho. —Miré a mi alrededor por última vez—. Tengo todo,
¿verdad?
Jack giró la cabeza en todas direcciones, escaneando nuestra
pequeñísima habitación. —Me parece que sí. Lo hiciste bien, Kitten.
—Gracias. —Mis mejillas se calentaron con el cumplido y su mano
acunó mi rostro.
—Deberíamos dejar este lugar de manera espectacular.
—¿Qué tienes en mente? —Me chupé el labio inferior.
—Creo que lo sabes. —Se levantó del sofá antes de deslizar las
manos por debajo de mi cuerpo y levantarme—. Creo que tengo dos
centavos en mi bolsillo. —Su lengua se deslizó por mis labios mientras me
llevaba a nuestra pequeña habitación una última vez.
***

Nos mudamos a nuestro nuevo apartamento a la mañana siguiente,


y Jack tenía un vuelo esa noche. Pero no antes de construir nuestro nuevo
armazón de cama, dos juegos de estanterías y un nuevo tocador. Él
prometió prepararlo todo, así yo no tendría que hacerlo.
Adoraba al hombre en el que se estaba convirtiendo por mí.
Por nosotros.
El viernes de Chicago finalmente se llevó a cabo, y aterricé en el
aeropuerto Midway cerca de las cuatro. El juego de Jack en Wrigley no
comenzaba hasta las siete y media, pero él ya se hallaba en el campo.
Subí a un taxi para dirigirme al hotel como insistió Jack y vi aparecer la
ciudad. Incluso a través de la ventanilla del asiento trasero, sentía la
diferencia entre esta ciudad y Nueva York. Asumí que serían similares, pero
no era así.
Las dos ciudades tenían numerosos edificios altos, pero ahí era más o
menos donde terminaban las similitudes. Mientras que Nueva York parecía 169
sucia y viva, Chicago era impecable y libre de basura, más nueva tal vez. Y
donde Nueva York bullía con energía constante, Chicago rebozaba más
un suave zumbido.
Me registré en el hotel en la ribera del Río Chicago y pedí el servicio
de habitación mientras perdía el tiempo antes del juego. Miré por la
ventana hacia el agua por debajo y la ciudad que me rodeaba. Chicago
tenía un estilo muy propio, y sonreí mientras pensaba en capturarlo con mi
cámara. Mañana tendría tiempo de sobra para eso.
Cuando llegué al estadio, casi pasé la tarde entera mirando
fijamente el cartel “Campo Wrigley, casa de los Chicago Club”. Era una
pieza tan clásica de recuerdo del béisbol que me encontré impresionada
por él. Tomé algunas fotos del cartel rojo y blanco envejecido, amando
todo lo que le relacionado, antes de recoger el boleto que me esperaba
en atención al cliente. Atravesé la entrada oscura, perdida en la emoción
de un estadio nuevo para mí.
Una vez dentro, deambulé sola, al principio yendo en la dirección
equivocada antes de darme la vuelta. Me pregunté si alguna de las chicas
malas estaría aquí. Aparte de Trina, no había nadie que yo quisiera ver. Tres
mensajes de texto más tarde, me enteré de que Trina seguía fuera del país,
en su trabajo. Escaneé la fila de asientos verdes en busca del mío.
Me desplomé en mi silla antes de mirar el lugar. Me encontraba
rodeada por unas cuantas chicas bonitas de edad universitaria, pero
nadie que me pareciera familiar. Mis hombros se relajaron en la ausencia
de cualquiera de las chicas malas. No me di cuenta de lo estresada que
me hicieron sentir hasta que no se encontraban cerca.
Sin la distracción de los aficionados habituales ni de las esposas
crueles, me concentré completamente en observar el juego de Jack.
Siempre me impresionaba la forma en que se enfocaba. Parecía otra
persona cuando se subía a ese montículo de tierra. Él bloqueaba cada
sonido, cada grito, cada chillido y se centraba un cien por ciento en el
bateador a dieciocho metros de distancia.
Y cuando cedía un batazo, reunía su compostura y reenfocaba su
energía, a diferencia de otros lanzadores que se ponían completamente
nerviosos. En un juego en el que tu estado mental podría hacerte o
romperte, Jack tenía la capacidad de mantener la entereza. Su
temperamento fuera del campo nunca se trasladó allí. Él siempre se movía
hacia adelante, poniendo la última jugada detrás de él y enfocándose en
la siguiente.
Su pasión y puro respeto por el juego que amaba sólo me hacían
amarlo más. Admiraba la forma en que jugaba. Lanzar de la forma en que
lo hacía él mostraba mucho carácter interno. Permanecía concentrado,
decidido, y jugaba con el corazón lleno. ¿Cómo no puedes amar eso?
170
Cuando terminó el juego, les pregunté a tres guardias de seguridad
diferentes las direcciones a los vestuarios del equipo visitante. Con mi
tarjeta de identificación en la mano, fui al subterráneo y esperé a que
apareciera Jack. Era extraño ser la única persona que esperaba. Los
jugadores comenzaron a salir de los vestuarios y cada uno me lanzó una
sonrisa rápida antes de alejarse. Me pregunté si ellos sabían quién era yo.
No había conocido a ninguno de los jugadores desde que Jack y yo no
pasábamos tiempo con ellos socialmente.
Salió el novio de Trina, Kyle, y me sonrió. —Hola, Cass. Jack ya está
por salir —dijo, antes de darme un abrazo rápido.
—Gracias. Dile a Trina que la extraño.
Se rió. —Claro. Nos vemos más tarde. —Me saludó con la mano
mientras caminaba por el pasillo hasta quedar fuera de la vista.
Jack salió momentos después, con el cabello todavía mojado de la
ducha. Envolví los brazos alrededor de él y lo apreté. —Gran juego, bebé.
—Gracias —susurró antes de besarme los labios.
Me condujo fuera, donde retumbaba el autobús del equipo. —
Lamento que tengas que tomar un taxi para regresar al hotel.
—Está bien.
—No está bien. Yo debería ser capaz de viajar contigo en vez de
hacerte llegar sola a las once de la noche de un viernes.
—Voy a estar bien. No te preocupes —traté de tranquilizarlo, pero
presentí que él se sentía incómodo.
—Voy a esperar contigo hasta que llegue un taxi. —Me agarró la
mano y caminó conmigo hacia la calle concurrida.
—No tienes que hacer esto, Jack. No quiero que te metas en
problemas.
—La mitad del equipo ni siquiera salió de los vestuarios. Está bien.
Parar a un taxi llevó más tiempo de lo que esperaba. Era un viernes
por la noche y la mayoría de los taxis que me pasaban por delante, ya se
encontraban llenos de pasajeros. Empecé a preocuparme de que Jack
tuviera que dejarme sola cuando pasó uno vacío por nuestro camino y lo
paró Jack.
—Gracias, bebé. —Estiré el cuello hasta darle un beso antes de saltar
dentro.
—Te veré en el hotel —dijo antes de cerrar la puerta para mí. 171
Llegué antes del autobús del equipo, por lo que entré al gran
vestíbulo y esperé. Casi me dirigí al bar pero la advertencia de Jack pasó
por mi mente.
No mires ahí dentro, Cass. Jack te dijo que no mires.
Pero el equipo todavía no llegó. ¿Qué podría ver?
Discutí conmigo mentalmente antes de girar la cabeza para mirar el
interior de la zona de bar. Vi a las tres estudiantes universitarias que se
encontraban sentadas cerca de mí durante el juego. Una de las chicas
sacudió la mano en mi dirección, como si me reconociera desde antes, y
aparté la mirada rápidamente.
Mierda. ¿Esas chicas estaban sentadas en la sección de entradas de
los jugadores?
El equipo entró rápidamente al vestíbulo del hotel, haciendo una
escena ruidosa. Le eché un vistazo a los hombres fornidos, buscando a
Jack. El marido de Kymber pasó a mi lado sin mirarme, y vi cómo se dirigió
al bar.
De ninguna jodida manera.
Observé la escena que se desarrollaba como un accidente de auto
ante mis ojos. No podía apartar la mirada ni aunque lo intentara. Él se
paseó hacia la barra y una de las chicas rubias saltó de su taburete hacia
sus brazos y se rió tontamente cuando él le agarró el culo, dándole un par
de golpes, para su deleite. Ella envolvió las piernas alrededor de su cintura,
plantando besos por toda su mentirosa, tramposa y despreciable cara. Dos
jugadores más, ambos casados, entraron al bar y se desarrolló una escena
similar. Quería vomitar.
Mi mandíbula cayó completamente cuando todos los sentimientos
del engaño de Jack se vertían de mi torrente sanguíneo. Mi estómago se
revolvió, amenazando con vaciar su contenido sobre todo el brillante piso
de azulejo. Jack apareció de repente en frente de mí, con una expresión
severa. —Te dije que no miraras dentro del bar, Kitten. Te lo dije.
—Mierda santa. —Sacudí la cabeza, todavía conmocionada por la
demostración evidente de infidelidad y mis propios recuerdos infernales.
Jack me agarró el brazo y me guió hacia el elevador. —Por eso te
dije que no vayas al bar. Y por eso estamos en un piso diferente que ellos.
Así no tienes que ver esa mierda. Vamos.
Tropecé mientras trataba de mantener el paso de Jack, que estaba
claramente desesperado por sacarme de la zona. —No puedo creer que
se comporten de esa manera en público. ¿No les preocupa que sean
atrapados? 172
Jack me miró. —Aquí no.
—¿Eh?
Jack apretó los labios. —No hablaremos de esto aquí. Espera hasta
que estemos en nuestra habitación.
—Oh —suspiré.
Al salir del elevador, caminamos por el largo pasillo hacia nuestra
habitación. Pasé mis dedos por el tapizado cuando Jack presionó la llave
electrónica en la ranura. Luego de dos chasquidos, él empujó la puerta,
sosteniéndola para que entrara antes de seguirme. Se acostó sobre la
cama.
—No les preocupa ser atrapados porque todo el mundo ya lo sabe.
—¿Tratas de decirme que Kymber, la perra, sabe que su marido es
un pedazo de mierda infiel? —pregunté, y mi tono reflejaba claramente mi
incredulidad.
Resopló. —No textualmente, pero sí.
—Así que ella sabe que él la engaña, y ¿qué? ¿No le importa?
No podía comprender cómo a alguien en su sano juicio no le
importaría ser traicionado de esa manera. ¿Qué tipo de relación era esa?
—No sé si lo sabe realmente, pero sé que lo sospecha.
—¿Y no le importa lo suficiente como para averiguarlo con certeza?
—Probablemente no quiere saber la respuesta. La realidad es que
muchos de estos tipos engañan a sus esposas, Kitten. Es un hecho de
mierda, pero es la verdad. Y sí, generalmente las esposas lo saben, pero
fingen que no sucede.
—¿Cómo si estuvieran en negación? —Sacudí la cabeza, mientras
trataba de comprender todo. Pensé en Kymber y su grupo de chicas malas
y sentí lástima por ellas.
—O eso, o sólo fingen que no está sucediendo porque les gusta sus
vidas.
Sacudí la cabeza, negándome a creer tal locura. —De ninguna
manera. ¿Todas las cosas materiales que consiguen son más importantes
para ellas que ser respetadas, o bien tratadas, o amadas de verdad?
—Creo que es muy fácil acostumbrarse a un cierto estilo de vida. Y
prefieren no renunciar a ello. —Despeinó su pelo oscuro antes de presionar
la cabeza contra la pared.
Ese concepto parecía extraño para mí. Me pregunté qué causaba 173
que una persona se convenciera de que esa compensación valía la pena.
¿Quién necesitaba amor propio y autovaloración cuando tenías grandes
diamantes y ropa cara? —Bueno, no te hagas ideas, señor Carter, porque
ese tipo de mierda nunca resultará conmigo.
Mis ojos comenzaron a empañarse y mi corazón dolía por la
comprensión de que él ya me hizo esto. Todo el engaño, el enterarme y
básicamente aceptarlo, y dándole la bienvenida con los brazos abiertos.
Sucedió todo.
—Kitten, nunca te haría lo que le están haciendo a sus esposas. Creo
que son unos imbéciles. Especialmente los tipos con niños. —Le dio unas
palmaditas a la cama—. Ven aquí.
Me moví para tumbarme al lado de él, y envolvió su brazo alrededor
de mi hombro. —Sé que no eres como esas otras mujeres. Y no me gustaría
que lo fueras. —Sus labios presionaron el lado de mi cabeza—. Cometí un
error antes, pero no va volver a suceder. Sé que me dejarías para siempre
si lo hiciera y no puedo... —hizo una pausa—… no voy a perderte otra vez.
17
¿No debería ser más caliente?
Traducido por Mitzi.Noh
Corregido por Niki

Cassie
Jack y yo caímos en una cómoda rutina durante las siguientes seis 174
semanas. Matteo me acompañó a cada partido en casa y los abucheos
básicamente se detuvieron. Hasta que Jack obtuvo su primera derrota
para el equipo, eso es. Esa noche me vi obligada a escuchar un par de
cosas acerca de cómo “Jack apestaba” y cómo yo tenía que “ponerle la
cabeza en su lugar”. Los fanáticos incondicionales estaban rabiosos.
Cuando ganabas, te amaban con tanta fuerza que no podías hacer nada
mal. Pero el momento en que perdías, pasaban sobre ti en su camino
hacia la puerta.
Hablábamos por teléfono constantemente cuando se iba de viaje. Él
quería que viniera a tantos partidos como pudiera, pero no era tan
divertido como pensé. Pasaba la mayor parte de mi tiempo vagando sola
en una extraña ciudad o comiendo sola en restaurantes. Desde el exterior,
parecía tan glamoroso ser la novia de un jugador de Grandes Ligas, pero
es muy solitario. Por no mencionar el hecho de que ver a los otros
jugadores engañando constantemente a sus esposas me revuelve el
estómago.
Tuve pequeños ataques de inseguridad de vez en cuando, pero hice
todo lo posible para mantener mis temores bajo control. Jack también hizo
todo lo posible, manteniéndose en el teléfono conmigo hasta altas horas
de la noche, optando por el servicio de habitación en vez de salir con los
chicos, sin importar cuántos veces le dije que no.
El béisbol le obligaba a irse durante, literalmente, la mitad de cada
mes. El mayor número consecutivo de días que una vez estuvo en casa fue
siete.
Siete.
La confianza era algo difícil. A veces, parecía como una entidad
viva, una cosa respirante a la que le di forma, construí y conformé para
adaptarse a mis necesidades en ese momento. Y otras veces, se movía
como una emoción incontrolable que iba y venía como las mareas en el
océano. Un día estaría perfectamente bien y al siguiente sería una ruina,
convencida de que Jack no era mejor que sus compañeros de equipo.
Deseaba que nuestra relación fuera más fácil, pero éramos un
trabajo en progreso. La parte más difícil era estar bien con eso. Tenía una
elección cuando Jack regresaba. No tenía que dejarlo atravesar mi puerta
principal, pero quería. Necesitaba seguir adelante y creer que no me haría
daño otra vez. Mi corazón anhelaba aceptar sus acciones y dar un salto
de fe, pero mi cabeza se negaba a ceder.
Cabeza estúpida.
Que Jack estuviera fuera no significaba que los mensajes en línea 175
sobre nosotros se detuvieron. No lo hicieron. Y no importaba cuanto
trataba de convencerme de no leerlos, usualmente no podía resistirme. Mi
propia curiosidad me mataba. Leía las cosas escritas acerca de Jack o de
mí y juré que nunca las leería de nuevo, porque me causaban mucha
angustia. Se convirtió en un ciclo vicioso de autocrítica y tenía que trabajar
en mi fuerza de voluntad.
Y Melissa, Dios la bendiga, no siempre facilitaba las cosas. Estaba al
tanto de cada sitio que publicaba cosas de mí o Jack y aunque ella
demandaba no compartir todo conmigo, parecía que me alertaba de
una nueva publicación cada día. Me agotaba de simplemente escuchar
sobre eso.
Decidida a mantener la concentración en el trabajo y no en la
prensa, escudriñé el Internet en mi escritorio, buscando en fotografías viejas
y recortes de prensa sobre la investigación de otro fotógrafo. Una alerta de
correo electrónico de Matteo apareció en mi pantalla.
¿Quieres almorzar hoy? No tengo clientes y Jack sigue fuera de la
ciudad.
Casi respondí “sí”, pero me contuve. Disfrutaba de la compañía de
Matteo, y nos habíamos hecho muy buenos amigos, pero sabía lo que
pasaría. Alguien nos vería juntos y tomaría una foto. Esa imagen sería
bombardeada por todo el Internet en cuestión de minutos y estaría muy
probablemente impresa en el periódico al día siguiente con algún falso
encabezado e historia inventada de una “fuente anónima”.
Odiaba sentir que no podía ir a ninguna parte con nadie cuando
Jack se encontraba fuera de la ciudad, pero todo lo que tomó para
detenerme fue un encabezado que gritaba: “Mientras Jack está lejos,
Cassie va a jugar”. El encabezado se hallaba impreso sobre una imagen
de Matteo y yo riendo durante la cena, y dio lugar a una serie de
acusaciones de Internet, por no hablar de mi necesidad de tranquilizar a
Jack de que absolutamente nada sospechoso pasaba entre nosotros.
Eso fue una pesadilla que no tenía intención de repetir. Rápidamente
escribí una respuesta al correo electrónico de Matteo:
Esto trabajando en un proyecto. Lo siento. Nos vemos cuando Jack
llegue a casa.
Esperaba que mi última línea le deje claro que no iba a hacer planes
con él hasta que Jack regresara a la ciudad.
Seguí trabajando durante el almuerzo y para el momento en que
dejé la oficina, me moría de hambre.
176
Después de sudar sin parar en el viaje en tren a casa sin aire
acondicionado, decidí parar en una cafetería.
—Buenas noches, Cassie. ¿Quieres pedir algo para llevar? —
preguntó el hombre bajo. Yo sólo había estado aquí un puñado de veces,
pero Roman siempre me recordaba y me saludaba por mi nombre.
—En realidad, Roman, creo que voy a comer aquí esta noche. —
Sonreí mientras él apretaba sus manos con deleite.
—Sigue adelante y siéntate en cualquier lugar que quieras.
—Gracias. —Miré a las mesas vacías antes de elegir una en la
esquina cerca de la ventana. Roman apareció en mi mesa, con un té
helado en mano.
—¿Necesitas ver el menú? —preguntó.
—Creo que voy a pedir tu famoso sándwich East Side y papas fritas.
—Hecho, hermosa dama. —Sonrió y se extendió por toda su cara,
obligándome a devolverle la sonrisa.
Apoyé la espalda contra la silla de madera y observé a las personas
pasar rápidamente. Nueva York era una ciudad tan atareada todo el
tiempo. Día o noche, nieve o sol, la gente siempre andaba a las apuradas.
Mi teléfono vibró contra mi bolsillo de la cadera. Lo saqué y leí el
mensaje de texto de Melissa.
Top lindo.
¿Qué diablos?
Miré a mi alrededor ansiosamente, con el deseo repentino de que
ella estuviera aquí para una visita y simplemente se escondiera de mí.
Escribí una respuesta:
¿De qué hablas?
Estás de nuevo en ese sitio web Spotted, y dice: “La novia de Jack
Carter cenando sola cerca de su apartamento en Sutton Place”.
Inmediatamente, me sentí mareada.
Bromeas.
Antes de escribir algo más, mi teléfono sonó de nuevo. Melissa envió
una captura de pantalla de la página web a mi teléfono, completa con
una foto mía, mirando por la ventana como me encontraba actualmente.
Maldita sea.
Agarré mi bolso, dejando más que suficiente dinero sobre la mesa
para cubrir la cuenta y mirando alrededor en busca de Roman. —Roman, 177
¿puedo pedirlo para llevar? Tengo que llegar a casa. Ha surgido algo. Lo
siento.
—Claro, Cassie. No hay problema. Dile a Jack que le mando saludos.
—Transfirió mi comida del plato que llevaba a una caja antes de
entregármelo.
—Lo haré… Gracias. —Sonreí antes de salir corriendo por la puerta.
Miré por encima de mi hombro todo el camino de regreso a mi
apartamento. No podía llegar lo suficientemente rápido. Cada paso me
recordaba lo expuesta que se había vuelto mi vida. Desde detrás de mis
lentes de sol, eché un vistazo a la gente que pasaba, preguntándome si los
celulares que tenían actualmente estaban siendo utilizados para ayudar a
esparcir mi vida por las pantallas de computadoras en todo el país. Cada
turista con una cámara, parecía un posible cómplice en mi confusión
mental de medios.
Una vez dentro de la seguridad y protección de nuestro edificio de
apartamentos, me permití desplomarme.
—¿Está bien, señorita Andrews? —preguntó el portero y su gran
tupido bigote rebotaba mientras hablaba.
—Lo siento, Antonio. Estoy un poco afectada por todos los mensajes
y cosas en línea. No pueden entrar aquí, ¿verdad?
—No, señora. No pueden entrar aquí. —Enderezó la espalda—. No
voy a dejarlos.
—Gracias —murmuré, mirando fuera y agradecida de que nadie
estuviera parado embobado u observando. Insistiendo en que todos mis
pasos eran rastreados, me había vuelto paranoica. La prensa, los fans, las
fotos, nunca parecían detenerse. Había poco alivio. Un pequeño refugio.
Traté de fingir que no importaba, pero la constante presión me afectaba.
Partes de mí eran esparcidas a diario. ¿Por qué yo era interesante para el
consumo público? Ni siquiera era la celebridad en la relación.
Llamé a Melissa desde el ascensor tan pronto como las puertas se
cerraron.
—¿Estás bien? —respondió en vez de saludar.
—No, me estoy volviendo loca. ¿Cómo diablos toda la ciudad sabe
quién soy? Y lo más importante ¿por qué les importa?
—Porque eres la novia de Jack. Y ahora él es el lanzador número uno
para el equipo. Ya sabes cómo la gente se pone con cosas como esas.
Están obsesionados con la vida personal de las celebridades.
178
Exhalé, abriendo la puerta de mi apartamento y entrando. —Pero ni
siquiera puedo cenar sin que alguien lo publique en línea. Incluso tú sabes
que yo no soy tan interesante. —Traté de reír.
—Pero ellos no saben eso. Todo lo que ven es a la chica que tiene el
caliente e impresionante corazón de Jack Carter. No saben por lo que han
pasado.
—Pero se comportan como si lo supieran. —Me tumbe en el sofá—.
Publican todo tipo de mierda reclamando saber todo sobre nosotros.
Melissa se rió. —Sí, y las dos sabemos cuán correctas son esas
publicaciones. Son casi tan buenas como los que están en ese sitio web de
esposas calientes.
Mi corazón latió a un ritmo doble. —¿Qué sitio web de esposas
calientes?
—Mierda. —Hizo una pausa—. Lo siento, Cass. Es sólo un sitio web
estúpido.
—¿Qué hay en él? —pregunté, antes de sentarme para tomar mi
portátil de la mesa de café.
Ella vaciló y yo sabía que ocultaba algo. —Imágenes.
—¿Qué más? Dime —exigí.
—Nada. Son sólo imágenes en su mayoría, pero te califican.
—¿Cómo me califican?
—Basado en lo caliente que es una persona.
Escribí una descripción en el motor de búsqueda de cientos de sitios
web nombrados asquerosamente que aparecían. Añadí “deportista” en mi
búsqueda y bingo. Hice clic en el primer enlace enlistado y apareció mi
nombre, junto con cuatro fotografías recientes de mí. Había una
descripción que declaraba que Jack y yo nos conocimos en la
universidad, rompimos por un breve tiempo antes de volver a estar juntos
después de que fue trasladado. Un párrafo describía lo qué hice para
trabajar, pero no mencionaba dónde.
Gracias a Dios.
Una escala de calificación de uno a diez estrellas esperaba al final
de la publicación para ser votada.
Debajo el número de estrellas, la mía actualmente se posaba en seis,
y por cierto, era una sección de comentarios.
—Encontré el sitio web. —Respiré en el teléfono.
—Oh Dios. No. Cass. No lo hagas —suplicó a través del teléfono. 179
Hice clic en el enlace de comentario cuando mi estómago se
revolvió.
“He oído que engaña a Jack cada vez que él está fuera de la
ciudad con ese tipo Matteo. Tal vez alguien tiene que ayudar a Jack a
vengarse de ella. Soy voluntaria”.
“La vi besándose con ese chico que siempre está con ella en los
juegos. Hubiera tomado una foto, pero no tenía mi teléfono conmigo. La
próxima vez”.
“Mi amigo fue a la escuela con ella en California y dijo que era una
perra con todo el mundo allí y nadie la quería”.
“Pensé que se suponía que los jugadores de béisbol tienen novias
calientes. Dónde habrá encontrado a esta… es asquerosa. Y debería
ponerse a dieta”.
—¿Hola? ¿Cassie?
—Estoy aquí —inhalé.
—¿Tenemos que repasar uno por uno? Obviamente no engañas a
Jack cuando está lejos. No te besaste con tu chófer súper caliente, pero si
me dejas, yo lo haría totalmente. En la universidad no eras una perra con
quien no lo merecía y no eres gorda ni fea. Las que lo creen son todas las
chicas celosas que quieren lo que tienes.
Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando le pregunté a mi mejor
amiga—: ¿Qué hago?
—Tienes que dejar de leerlo. Ahora —insistió e hice clic en la
pequeña X roja en la parte superior de la pantalla, cerrando la página—. Y
voy a dejar de decirte todo lo que todo el mundo está diciendo. Nada de
eso importa de todos modos y te está destrozando.
Asentí, sabiendo que ella no podía verme. —Tienes que ayudar.
Melissa tenía razón. Esas publicaciones y opiniones me destrozaban.
Trataba de que no me importara y ser más fuerte, pero era difícil cuando
eran constantemente empujados en tu cara. Y era aún más difícil cuando
las cosas publicadas eran mentiras evidentes.
—Lo haré. No más textos ni mensajes con imágenes, ¿bien? Lo
prometo. Te sentirás un millón de veces mejor una vez que dejes de leer las
cosas que están publicando.
—Puedo hacer eso —le dije, obviamente, tratando de convencernos
a ambas.
—Sé que es difícil mantenerse alejada, pero créeme, estarás mejor. 180
—Gracias, Meli. —Mi teléfono sonó y lo alejé de mi cara, mirando a
la pantalla—. Oye, tengo que irme. Jack está llamando por la otra línea.
—Está bien. Hablamos más tarde. ¡Te quiero! —gritó antes de colgar.
—Hola, bebé —contesté.
—Kitten. —Su voz ronroneó en mi oído—. Te extraño.
Solté un suspiro. —También te extraño. ¿Cómo fue el partido de hoy?
—Eh, perdimos. Batearon mejor que nosotros.
—Lo siento, bebé.
—Está bien. Voy a estar en casa pronto y tengo una sorpresa para ti
—bromeó a través del teléfono.
Sonreí, metiendo los pies debajo de una de las almohadas en el sofá.
—¿Qué tipo de sorpresa?
Se rió. —Me puse en contacto con mi amigo Jake. Vi que pronto
tenía un concierto en el Madison Square Garden. Así que lo contacté por
algunas entradas.
—¿Jake quién? —pregunté, ya que nunca antes oí hablar de este
amigo en una banda.
—Jake Wethers —respondió.
—¿De The Mighty Storm? —Me atraganté antes de ponerme en
posición vertical.
Volvió a reír. —Sí, ¿has escuchado de la banda?
—Cállate, Jack. Todo el mundo ha oído de la banda. ¿Cómo diablos
conoces a Jake Wethers?
—Tenemos algunos amigos en común en Los Ángeles, y nos reunimos
un par de veces en los últimos años. Congeniamos y quedamos en
contacto. Vas a amarlo.
—Mierda, ya lo amo —dije—. No puedo creer que vayamos a un
concierto de Mighty Storm. ¡Y no puedo creer que conozcas a Jake,
maldita sea!
—¿Entonces lo hice bien? —preguntó, su voz era una mezcla de
dulzura y arrogancia.
—Mejor que bien. No puedo esperar a verte.
—Sólo recuerda que me amas a mí y no a Jake Wethers, ¿sí? Quiero
a Jake, pero voy a patearle el trasero si tengo que hacerlo.
—Ya es bastante difícil salir contigo. Lo último que necesito es salir
181
con una maldita estrella de rock —gemí
—Sí, y Jake no es fácil como yo —dijo y no me perdí la ironía.
—Oh, estoy segura. Porque salir contigo ha sido un verdadero paseo
por el parque —bromeé, mientras mis entrañas seguían revueltas por el
conocimiento de que Jack y Jake eran amigos.
—Voy a ir a comer algo, Kitten. Te amo. Te veo mañana.
—También te amo —le dije, antes de colgar el teléfono y colapsar en
el sofá.

***

Jack entró por la puerta principal con una amplia sonrisa en su rostro
y prácticamente lo derribé en mi emoción. —Dios, te extrañé —susurró en
mi cabello, enredando sus dedos en él.
Besé cada uno de sus hoyuelos antes de presionar mi boca en la
suya. —También te extrañé —dije, antes de deslizar mi lengua por su labio
inferior. Él sabía a canela caliente y chupé su labio inferior en mi boca,
mordisqueando suavemente.
Jack dejó caer la bolsa en el piso con un ruido sordo y me levantó
del suelo con un brazo. Nos llevó a nuestra habitación y me arrojó sobre
nuestra nueva cama. —Desnúdate —exigió con una ceja arqueada.
—Tú primero —jugué, mirándolo fijamente.
Con una sonrisa arrogante, se encogió de hombros y luego se quitó
su camiseta negra. Quería lamer cada centímetro de su bronceado pecho
y abdominales. Se desabrochó los pantalones cortos y removió el resto de
su ropa en un movimiento rápido. Tomé cada deliciosa onza de él, mis ojos
vagaban de pies a cabeza.
—Tu turno —dijo, sin moverse de donde se encontraba parado en el
extremo de la cama.
Levanté mi camiseta blanca antes de quitarme los pantalones cortos
y ropa interior. Entonces desabroché mi sujetador y lo dejé caer al lado de
la cama. Jack estaba encima de mí, lamiendo, mordisqueando y besando
mi cuerpo como un hombre hambriento de ello.
—Te necesito —susurró contra mi piel antes de lamerme el cuello.
No quería el juego previo, estuvo ausente durante tanto tiempo que 182
ansiaba su toque. Atraje su cuerpo, sufriendo por tenerlo dentro. No quería
esperar un segundo más sin tenerlo dentro de mí.
—Jack —exhalé, mientras besaba mis pechos y gemía contra ellos—.
Jack, entra. Te quiero. Ahora.
Su boca se movió hacia la mía, mientras su lengua entraba y salía de
mi boca apasionadamente. Él estaba febril y yo desesperada. —Dilo de
nuevo. Di que me deseas.
Me besó en la boca con más fuerza al mismo tiempo que su cuerpo
se movía sobre el mío. Traté de forzarlo a entrar en mi interior pero se
resistió. Mis dedos se clavaron en su espalda baja mientras intentaba
guiarlo. —Dilo.
—Te quiero, Jack. Te necesito.
—¿Dónde? —Sus manos me agarraban por todos lados—. ¿Dónde
me quieres?
—Dentro de mí. Te quiero dentro de mí ahora —suspiré y gemí al
unísono.
Con un impulso profundo, se empujó dentro de mí. Gemí, y el placer
se mezcló con el dolor. —Oh Dios. Estás tan profundo.
Se movía dentro y fuera, profundizando más con cada embestida
hasta que no pudo ir más allá. Envolví las piernas alrededor de su cintura,
llevándolo tan profundo como podía. —No voy a durar, Kitten.
Apreté mi agarre, empujando mis caderas contra las suyas más duro
y más rápido a medida que crecía dentro de mí. Moví mi cuerpo y Jack
nos dio la vuelta, así yo me encontraba arriba. Tomándolo más profundo
en esta posición, grité de placer. Bajé la vista hacia Jack, a sus ojos fijos en
los míos.
—Te sientes tan jodidamente bien —gimió.
Me incliné hacia delante, metiendo mi lengua en su boca mientras
movía mis caderas hacia arriba y abajo en un ritmo apresurado. La
sensación de tenerlo dentro de mí era diferente a cualquier otra cosa y yo
gemía mientras él presionaba contra el lugar correcto. Ráfagas de
sentimiento se dispararon a través de mi cuerpo mientras gritaba con el
placer que me dio. Moví mis caderas contra las suyas mientras gemía y sus
manos agarraron las mías con fuerza. Él vibró en mi interior mientras gemía
con respiraciones rasposas. Nuestros movimientos redujeron la velocidad y
él me jaló contra su pecho jadeante.
—Es bueno tenerte en casa —susurré contra su pecho.
Resopló. —Es bueno estar en casa.
—Te amo, Jack. —Amaba a Jack más de lo que nunca había 183
amado a nadie en mi vida, pero era difícil salir con él. Quería decirle sobre
todos los sitios de Internet y las cosas que publicaban, pero tenía suficiente
en lo que concentrarse durante la temporada. Así que metí mi infelicidad
en el fondo, pidiéndole a Dios que se quedara allí.
Corrió los dedos por mi cabello mientras se inclinaba para plantar un
beso en la cima de mi cabeza. —Te amo, Kitten.
18
No estoy hecha para esto
Traducido por Julieyrr & becky_abc2
Corregido por Tessa

Cassie
Pocas veces podía asistir a la tarde de juegos en casa de Jack a 184
causa del trabajo, así que seguía un juego en línea cuando mi celular sonó
con el tono de Melissa. Lo alcancé, silenciándolo inmediatamente. Le
contesté en voz baja—: ¿Qué pasa, chica?
—Sé que dijimos no más, pero tengo que decirte algo.
Mi pecho se apretó mientras contenía el aliento. —¿Qué?
—Chrystle vendió su historia a un tabloide.
Mi estómago cayó. —¿Qué historia, exactamente? —Me las arreglé
para preguntarle a pesar de mi estado de shock.
—Oh, esa en donde eres una puta rompe-hogares que le robó a su
marido después de perder a su bebé en un aborto involuntario.
Mi cabeza comenzó a latir mientras las paredes de la oficina daban
vueltas a mi alrededor. Agarré con fuerza el teléfono contra mi mejilla,
deseando que disminuyera la bilis en mi garganta.
—Cass, ¿estás ahí?
—Estoy aquí.
—Hay más.
—¿Más? —Me atraganté, preguntándome qué más podría haber.
—Hay fotos en línea de su boda. Y fotos de ti. Y el artículo está lleno
de mentiras. La gente está comiéndoselo, Cass. Creyendo cada palabra
de la historia de esa puta mentirosa. Los tabloides de mensajes en línea te
están arruinando, llamándote derribadora de hogares y el diablo. ¡Es una
locura!
Mi cuerpo empezó a temblar de furia. Odiaba a Chrystle por todo lo
que había hecho suceder entre Jack y yo. Y pensé que ella estaba fuera
de nuestras vidas para siempre. —¿Por qué no termina de irse?
—Porque es una puta hambrienta de dinero. Voy a matarla, joder.
Voy a asesinar a la perra.
Logré una sonrisa a través de mis lágrimas llenas de rabia. —Yo
primero.
—Cassie, ¿puedo verte por favor? —gritó Nora, al otro lado del piso
de la oficina bulliciosa.
—Meli, tengo que irme. Mi jefa me está llamando. —Tiré mi teléfono
en un cajón antes de que mis piernas nerviosas me guiaran a la oficina de
Nora. Sus paredes se hallaban cubiertas con varias portadas de revistas de
los últimos años y fotos de Nora con celebridades y políticos locales.
—Cierra la puerta y siéntate —dijo, sin levantar la vista cuando entré.
Hice lo que me pidió, temblando mientras me desplomaba en la silla de 185
cuero blanco mullido—. Háblame de este artículo que acaba de salir.
—¿Qué quieres saber? —pregunté, mis ojos saltando al instante.
Se inclinó hacia delante sobre sus codos y me miró directamente. —
¿Cuánto de ello es verdad?
—Me acabo de enterar sobre eso, así que no estoy muy segura de lo
que dice.
—¿Jack estaba casado con otra persona?
Asentí. —Sí.
—Y ella quedó embarazada. —Me di cuenta de que asumió que
esas partes de la historia eran correctas.
—No. Ella le mintió. Le dijo que estaba embarazada pero nunca lo
estuvo. Al minuto en que Jack se enteró, la dejó.
—Así que, ¿no la dejó por ti?
—Primero estuvo conmigo. —De repente quería defender lo que
Jack y yo teníamos en el pasado, antes de que llegara Chrystle y lo jodiera
todo—. Estábamos juntos cuando la conoció.
—Así que, ¿te engañó? —preguntó con total naturalidad.
—Sí.
—¿Sabía ella de ti? —Nora me miró y sentí que una idea se formaba
en su cerebro.
—Sí, sabía. No le importó. Dijo que siempre quiso un marido jugador
de béisbol, así que eso es lo que obtuvo. —La ira y la vergüenza chocaron
dentro de mí mientras luchaba por mantener mis emociones equilibradas.
—¿Quieres hacer frente a este artículo públicamente? Podríamos
hacer una declaración en tu nombre, disputando todas las alegaciones y
acusaciones de esta mujer. —Nora cruzó las manos y apoyó la barbilla en
la parte superior—. O podríamos hacer circular un artículo de Jack y tú.
Ni siquiera pensé en defenderme. En los últimos meses, aprendí a
guardar silencio cuando se trataba de todas las cosas que la gente
escribía sobre mí. Me dije que defenderme terminaría haciéndome quedar
mal, que nunca lo entendería. Pero tenía que estar de acuerdo con eso,
porque no sabía que otra cosa hacer.
—Si te defiendes, te atacarán con más fuerza —me advirtió una vez
la madre de Melissa—. No les des más munición. La gente como esa ama
conseguir una reacción de ti. Así que cuando no consiguen lo que quieren,
con el tiempo se van. —Pero no se iban. 186
—¿Crees que eso es lo que debería hacer? —le pregunté a Nora—.
¿Hacer una declaración? ¿No va a empeorar las cosas?
Su ceño se frunció. —Es posible. Déjame pensar en esto durante un
par de días.
—Está bien.
—Me preocupo por ti. No sé como aguantas toda esta mierda. Estar
con este chico seguro tienes sus caídas, ¿no? Espero que valga la pena.
Mis pulmones se contrajeron como si todo el aire hubiera sido
succionado de la habitación. Quería ahogarme, pero no podía. Luché por
mantener la compostura mientras las lágrimas se derramaban. Y así como
así, me quebré. No podía soportarlo más. La mala prensa, el acoso
constante, los sitios en línea juzgándome cada día. Se había convertido en
demasiado peso para transportar.
—Oh, cariño. —Nora se apartó de su escritorio y se acercó a mí—. Lo
siento. Lo que quería decir era que es demasiado para soportar.
—Lo sé. No es lo que dijiste, es cómo me siento —traté de explicar a
través de mis sollozos.
—¿Por qué no te tomas unos días de descanso? Ve a despejar tu
cabeza. Demonios, tómate unas vacaciones o algo así. Sal de la ciudad
por un tiempo.
Me limpié los ojos y sollocé. —Tal vez me vaya a casa. ¿Segura que
está bien?
—Por supuesto. Vamos a elaborar una estrategia cuando regreses. —
Me apretó el hombro antes de regresar a su silla.
—Gracias, Nora. —Forcé una sonrisa antes de salir de su oficina.
Recogí mis cosas, escribí una rápida notificación de ausencia para mi
correo electrónico y apagué mi ordenador. Me detuve en la tienda del
vestíbulo, agarrando una copia del diario sensacionalista mientras me
temblaban las piernas. La foto de la boda de Jack con Chrystle me causó
puñaladas agudas de dolor mientras la miraba.
Avergonzada, me metí el periódico bajo el brazo y salí a la calle. No
podía tomar el metro hasta la casa, nunca terminaría de rodear a toda
esta gente, así que llamé a la única persona que se me ocurrió mientras
regresaba al vestíbulo.
—Matteo, ¿puedes venir a mi trabajo y llevarme a casa? —Mi voz
temblaba mientras prácticamente le rogaba.
—Por supuesto. ¿Estás bien, Cassie?
187
—Sí. Sólo necesito un viaje a casa, por favor. —Se dio cuenta que yo
mentía pero no insistió en el asunto.
—Voy a estar allí en diez minutos.
Matteo llegó justo a tiempo y salí por las puertas del vestíbulo hacia
el coche. Él salió corriendo del asiento del conductor, y la preocupación se
hallaba escrita por toda su cara. Me tomó de la mano, abriendo la puerta
para mí y cerrándola con suavidad. Una vez dentro, me doblé y esperé por
la inquisición que nunca llegó. Si él tenía un millón de preguntas, no hizo
ninguna.
Detuvo el coche frente a mi edificio mientras lo rodearon hordas de
camarógrafos. —Oh, Dios mío —dije, el shock claramente escrito por toda
mi cara.
—Cassie, ¿qué está pasando? —preguntó Matteo.
La prensa se dio cuenta de que me encontraba en el coche y se
tardó menos de dos segundos para que pulularan al lado de mi asiento, y
las cámaras tomaban fotos sin parar, prácticamente cegándome, incluso
en la luz del día. —Yo me encargo —dijo Matteo, antes de salir del coche.
Le oí exigir que se movieran cuando abrió mi puerta y me ayudó a salir.
Bajé la cabeza, negándome a hacer contacto visual con nadie.
Los reporteros gritaban preguntas mientras Matteo envolvía un brazo
protector a mi alrededor y se abría paso entre la multitud.
—¿Sabías que estaba embarazada?
—¿Jack la dejó por ti?
—¿Tenías una aventura con Jack cuando todavía era casado?
—¿Crees que el estrés la hizo perder al bebé?
—¡Déjenla en paz! —gritó él, tratando de meterme en mi edificio.
Una vez dentro del edificio, el portero bloqueó los reporteros mientras
Matteo me protegía de la vista y apretaba el botón del ascensor. Se
quedó a mi lado hasta que se abrió. —Gracias —dije, con ojos llorosos.
—¿Vas a estar bien? ¿Segura que quieres estar sola en este
momento? —Sostuvo la puerta del ascensor abierta con su mano.
—Irás a buscar pronto a Jack, ¿no? Estaré bien hasta que llegue a
casa. Pero puede que necesite que me lleves a algún lugar más adelante.
En ese caso, te llamaré —dije, sabiendo que era críptica.
—Puedes contar conmigo para cualquier cosa que necesites —me
tranquilizó.
—Gracias de nuevo. —Tragué saliva antes de permitir que las puertas 188
se cerraran y bloquearan todo excepto mi propio reflejo de la vista.
En la seguridad de nuestro apartamento, me desplomé en la cama,
llevando las rodillas a mi pecho. Dejé que mis lágrimas se derramaran sobre
mi almohada. No podía creer que esto estuviera ocurriendo de nuevo.
Nunca había experimentado a alguien tan vengativo y cruel, y todavía ni
siquiera había leído el maldito artículo.
Recordé de nuevo estar en Fullton, cuando empezaron a llegar
informes sobre el casamiento de Jack y cómo fui retratada como la mujer
que dejó atrás. Pensé que nunca volvería a experimentar tal dolor y
humillación, pero esto era mucho peor. Ahora que él jugaba en las
Grandes Ligas, se amplificaba todo. Nuestras vidas eran más que otra
historia local; eran las noticias nacionales. Y esta historia de Chrystle llamó
la atención de todos.
Mi estómago se retorcía y giraba mientras trataba de bloquear todo,
pero no pude. Mi celular sonó, haciendo que saltara al mirar el número
que parpadeaba en la pantalla. No lo reconocí, pero respondí de todos
modos. —¿Hola?
—¿Es Cassie Andrews? —preguntó una voz masculina desde el otro
extremo de la línea.
Dudé. —Sí.
—Quería hacerle unas preguntas sobre el artículo de hoy para
nuestro sitio web, ¿está bien?
—No, no está bien. ¿Cómo conseguiste este número? No vuelvas a
llamar.
Horrorizada, terminé la llamada tan pronto como pude. Supongo
que debería haberme sorprendido que les tomara tanto tiempo
localizarme, pero me volvía completamente loca. No quería que la prensa
tuviera mi número de teléfono. Odiaba bastante que supieran dónde
vivíamos.
Cerré los ojos después de poner mi teléfono en silencio, cayendo en
la comodidad del sueño. Me despertó el sonido de un portazo.
—¿Cass? ¿Cassie? ¿Dónde estás? —La voz de Jack sonaba frenética
mientras el sonido de sus pasos golpeaba contra el piso de madera. Me
quedé en silencio, sabiendo que eventualmente me encontraría aquí—.
Kitten. ¿Estás bien? —Se acurrucó a mi lado en la cama, sosteniendo mi
cuerpo temblaroso en sus brazos. Todo lo que quería hacer era correr.
Literalmente—. Háblame, Cass.
—¿Todavía están abajo? ¿La prensa? —Evité mirarlo.
—Sí. Son unos jodidos buitres.
189
Salí de la cama y me dirigí a la cocina. Abrí el armario y saqué un
vaso, lo llené de agua y me la tragué toda. —¿Cómo te enteraste sobre el
artículo?
—El equipo publicista lo vio y me alertó. Están llevando a cabo una
declaración oficial en mi nombre.
—¿Cuál es tu estado? —pregunté, colocando el vaso en la encimera
de granito fría.
—No lo sé. —Se encogió.
—¿A qué te refieres con que no lo sabes? —Empecé a sentirme
enojada, mientras el calor subía por mi vientre.
—El equipo hace una declaración, y estoy obligado a estar de
acuerdo con eso —dijo, tratando de hacerme sentir mejor, pero fallando
miserablemente.
—¿Qué pasa si no estás de acuerdo con eso? ¿Y si es una estúpida
declaración horrible? ¿Se supone que sólo sonrías y asientas?
—Es lo que pasa, Kitten. Sacan un comunicado que es lo mejor para
el equipo y se supone que tengo que estar de acuerdo con él. No tengo
nada que decir.
Le di la espalda, irrumpiendo en nuestro dormitorio. —¡Eso es
jodidamente ridículo! ¡Estamos hablando de tu vida! Y mi vida. Esas son
mentiras terribles sobre tú y yo. No podemos sentarnos aquí y estar de
acuerdo con una declaración que tú ni siquiera hiciste.
Siguió justo detrás de mí. —¿Qué quieres hacer? ¿Hacer nuestra
propia declaración?
Agarré mis zapatillas de correr del armario. —Tengo que largarme de
aquí. —El calor se extendió rápidamente a través de todo mi cuerpo
cuando mi temperamento estalló fuera de control.
—¿Qué estás haciendo? ¿A dónde vas?
—Tú no eres el único que tiene un temperamento, Jack. ¡Nada más
porque no voy por ahí poniendo el puño en la cara de la gente no quiere
decir que no me moleste, mierda!
—Huir no es mostrar que tienes un temperamento. Esto demuestra
que tú tienes… —hizo una pausa—, piernas.
Até los cordones de mis zapatos de gimnasia. —Déjame en paz.
—¿Ves? Piernas para huir en vez de quedarte aquí y hablarlo —gritó,
con voz frustrada.
—No puedo pensar con claridad cuando estoy cerca de ti. Necesito
190
estar lejos de ti. —Sus ojos. Su rostro. Todo me distraía de mis pensamientos
internos.
Cerré la puerta y bajé las escaleras a nuestro gimnasio, agradecida
de que estuviera vacío. Encendí una caminadora antes de conectar mi
iPod. La música de Imagine Dragons llegó a mis oídos mientras empezaba
a correr más y más rápido, y toda la frustración de los últimos meses salía a
raudales en las gotas de sudor de mi frente. Deseando poder pisotear
todas las entradas de blog, artículos periodísticos, crónicas de sociedad,
discusiones en los foros y a Chrytle de mi memoria con cada paso, golpeé
mis pies contra la superficie en movimiento.
Después de una hora de correr en adrenalina pura, nada cambió.
No me sentía mejor, aliviada o calmada. Las mismas presiones y el dolor se
mantuvieron. Me di cuenta de que esto era algo que ya no podía ignorar.
No era feliz.
Los últimos cuatro meses habían ayudado a disolver mi fuerza en la
duda y la miseria. Estar con Jack significaba aceptar todas las cosas que
vienen con él y las odiaba. La cabeza me latía con fuerza mientras
caminaba de regreso a nuestro apartamento. Ignorando a Jack, caminé
junto a él y hacia la ducha. Trató de seguirme, pero cerré la puerta. Me
tomé mi tiempo, esperando que el agua caliente lavara mis dudas, pero
nada ayudó. Después, sequé mi cabello con una toalla antes de salir con
otra envuelta alrededor de mi cuerpo.
Jack se sentó en la cama, observando todos mis movimientos
mientras me cambiaba a un par de pantalones vaqueros y una camiseta
sin mangas.
—No pedí esto, Jack —espeté con los ojos cerrados, deseando que
las fotografías en línea y el artículo sensacionalista desaparecieran de mi
mente.
—¿No pediste qué? —preguntó con cautela, inclinando la cabeza
hacia un lado.
Suspiré. —No pedí esta vida. Esta invasión constante de mi
privacidad… este escrutinio. Este juicio. Que la gente diga y escriba lo que
quieran de mí y que simplemente tenga que sentarme aquí y aceptarlo.
No puedo soportarlo más.
Las lágrimas comenzaron a caer y no me molesté en detenerlas. —
¿Sabías que fotos mías están plasmadas en sitios web donde la gente vota
si creen o no si soy lo suficientemente caliente para ti? —grité, a través de
mi frustración. Lógicamente sabía que no era culpa de Jack, pero mi
vergüenza anuló toda mi lógica en ese momento—. ¿Sabes lo horrible que
se siente que un montón de jodidos extraños juzguen mi apariencia? Dios 191
no quiera que en realidad sea una buena persona que ama a su novio,
trabaja duro y trata bien a la gente. Pero eso no cuenta. ¡Nada de eso
importa! —Tiré mis manos, sacudiendo la cabeza—. Todo se trata de lo que
me pongo y como luce mi cabello y la cantidad de peso que necesito
perder. ¿Por qué la gente piensa que está bien destrozar la manera en que
luzco? ¿Sabías que hay todo un tema en el sitio web de béisbol dedicado
a odiarme? No les gusto, me odian. ¿Qué diablos le hice a alguien?
—¿Qué? ¿Por qué nunca me dijiste? —preguntó—. ¡Voy a buscar a
administración y conseguiré que eliminen esa mierda ahora mismo! No voy
a dejar que haya ningún tema sobre ti en un sitio web de béisbol. A menos
que sea bueno. —Forzó una pequeña sonrisa, apenas mostrando sus
hoyuelos.
—Me dijeron de todo. Puta, zorra, cazafortunas, fea, gorda, perra,
vagabunda… y no puedo aceptarlo, joder. No sé cómo alguien puede
hacerlo.
—¿Qué dices, Kitten? —Dio dos pasos hacia mí y yo instintivamente
di un paso atrás.
—No sé lo que estoy diciendo. —Mi corazón golpeó contra mi pecho
mientras negaba la verdad. Sabía exactamente lo que decía… lo único es
que al parecer no podía formar las palabras reales.
Él empezó a pasearse nerviosamente. Con toda sinceridad, incluso
mis nervios me abrumaron en ese momento. —No hagas nada estúpido,
Cass. Sabes que no somos buenos el uno sin el otro.
Asentí mientras escaparon más lágrimas. —Tampoco estoy segura de
que seamos algo bueno junto al otro.
—No lo dices en serio. Sólo estás molesta. —La voz de Jack tembló
mientras metía las manos en los bolsillos delanteros. Cuando no respondí, él
rogó—: ¡No hagas esto! ¡No te atrevas a renunciar a nosotros!
—Siento como si me estuviera perdiendo. —Me di la vuelta, incapaz
de soportar su mirada—. Estar en esta relación contigo me está jodiendo
completamente —admití mientras las lágrimas caían por mis mejillas sin
piedad. La culpa me atravesó mientas las palabras salían de mi boca.
Nunca tuve la intención de admitirle todo esto durante la temporada de
béisbol. Quería ser lo suficientemente fuerte para poder con esto, para
hablar con él cuando la temporada terminara pero no podía soportarlo
más. Mis entrañas se habían apretado tan fuerte que temía que fueran a
explotar. El artículo acusatorio de Chrystle fue la última gota.
Jack se acercó a mí y apoyó las manos sobre mis hombros mientras 192
me daba la vuelta hacia él. —No tienes que renunciar —dijo, tratando de
alcanzar mi barbilla con sus manos temblorosas—. No tienes que alejarte
de esto.
Quería vomitar. Mis sentimientos se contorsionaban en mi interior y el
conflicto irradiaba una vez más. Una parte de mí quería salir corriendo tan
rápido como pudiera de todo lo que era Jack Carter, mientras que el resto
de mí quería envolverme en sus brazos y nunca soltarlo.
—Tengo que descubrir cómo estar contigo y mantener mi cordura.
Me siento como una lunática. Como si no tuviera el control absoluto de mi
vida. No puedo seguir viviendo así. —Lloré hasta que se nubló mi visión.
Me guió al sillón, llevándome hacia abajo con él mientras yo lloraba
en su pecho. ¿Cómo había llegado a estar tan confundida y retorcida?
Sabía que amaba a Jack, pero no estaba segura si podía estar así con él
por más tiempo. Me aparté de su agarre, limpiándome los ojos con el dorso
de mi mano, mientras él regresaba a mi vista, tan guapo como siempre.
Puso la mano en mi mejilla, y la humedad se filtraba de sus oscuros
ojos. —No quiero estar aquí sin ti, podemos arreglar esto. Pero no podremos
arreglarlo si tú te vas. No puedo hacer funcionar esto solo.
—Necesito encontrar algún tipo de equilibrio entre tu trabajo y el mío
y toda la presión que viene con ellos… —me detuve mientras trataba de
ordenar mis ideas—. Es demasiado, necesito mantener la compostura. Me
estoy cayendo a pedazos.
Apoyó la cabeza entre sus manos y tironeó su cabello oscuro con los
dedos. Vi como su pecho subía y bajaba, y sacudió la cabeza antes de
voltearse para mirarme. —Bien —comenzó con una respiración
entrecortada—, entonces mantén la compostura pero no me abandones,
maldición, después de todo lo que hemos pasado, no dejes que esto nos
rompa, por favor.
Las lágrimas cayeron por mis mejillas ante sus palabras. Amaba a
Jack, pero esto se trataba de mí. Amar a Jack ponía mi autoestima en
riesgo. Una chica podía soportar una cierta cantidad de críticas y golpes
hasta que su autoestima comenzaba a caer en picada y eso no era
saludable para ninguno de los dos.
—Me voy a tomar algunos días de descanso del trabajo y me iré a
quedar con Melissa. —Las palabras salieron de mis labios sin esfuerzo. Ni
siquiera le avisé a ella pero sabía que me recibiría.
Bajó la cabeza y la mirada de derrota reemplazó toda esperanza
que haya tenido. —De acuerdo Kitten, ve.
Asentí, buscando el celular y marcando el número de Matteo. —Hola
Matteo, es Cassie ¿podrías llevarme lo más pronto posible al aeropuerto 193
JFK o estás muy ocupado?
Me pidió que lo esperara un momento mientras reorganizaba su
agenda con otro conductor. Esperé, evitando todo contacto visual con
Jack. Matteo regresó a la línea informándome que me recogería en veinte
minutos y que me llamaría cuando estuviera abajo. Le agradecí antes de
que terminara la llamada y encendiera el timbre del celular.
Lo quisiera o no, era hora de hacer las maletas.
Sentí que Jack me miraba desde la puerta de la habitación que
compartíamos mientras yo arrojaba ropa a mi maleta abierta. A propósito,
me obligué a no mirarlo. Él podría tomar las piezas rotas de mí y romperlas
incluso más. Si lo miraba, me cuestionaría todo, podía hacer que me
quedara y yo necesitaba desesperadamente irme. Después de agregar
dos pares más de zapatos, cerré la maleta y la levanté de la cama.
—Déjame ayudarte —ofreció detrás de mí, y sentí su aliento en mi
espalda.
—Está bien, yo puedo —dije con fuerza, negándome a mirarlo.
—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —preguntó y su tono era desolado.
Me encogí de hombros, insegura de mi plan actual. —No lo sé,
algunos días, una semana tal vez. Te mandaré un mensaje —dije con una
mirada en su dirección.
La cara de Jack se volvió hosca cuando el color desapareció al
instante de sus mejillas. Estiró la mano hacia mí y sus dedos apretaron mi
muñeca, deteniendo cualquier movimiento para avanzar. —Vas a volver,
Kitten, ¿cierto? —Una mirada de impotencia cubrió su rostro.
Mi estómago cayó a mis pies con su pregunta. Tomé unas cuantas
respiraciones cortas antes de responder—: Sí, Jack, regresaré.
No era una mentira, pero la verdad era casi igual de dolorosa. Por
supuesto que iba a regresar, pero no estaba segura a qué regresaría. —
Tengo un trabajo aquí.
Juntó las cejas, y sus ojos se llenaron de lágrimas cuando me soltó el
brazo. Mi teléfono sonó, rompiendo el momento de dolor y pesadez que
llenó la habitación. —Hola, Matteo. De acuerdo, estaré ahí. Tengo que
irme. —Me incliné hacia Jack y le di un beso suave en la mejilla antes de
darme la vuelta e irme.
Él me agarró la muñeca y me dio vuelta para verlo. —Ven aquí —dijo
con voz ronca, mientras atraía mi cuerpo al suyo sin esfuerzo. Antes de que
pudiera acomodar mis brazos, me rodeó con los suyos, estrechándome
contra su pecho. 194
Oh Dios mío, él está llorando.
—Te amo más que a nada. Necesitas saber eso antes de que te
vayas por esa puerta. —El calor de su aliento palpitó contra mi piel. Mis ojos
se encontraron con los suyos, y las lágrimas que rodaban por sus mejillas
hicieron que mi corazón se rompiera.
—Yo también te amo. —Mi disfunción actual no tenía nada que ver
con mis sentimientos por Jack. Lo amaba más de lo que creía posible, pero
a veces el amor no era suficiente y a fin de estar con él por siempre, tenía
que asegurarme que podía manejar cualquier cosa que viniera en mi
camino.
—Haré cualquier cosa para hacerte feliz, cualquier cosa, Kitten. Sólo
dime que tengo que hacer y lo haré. Dime qué quieres y te lo daré. Si
quieres presentar una demanda contra Chrystle, mañana comienzo el
papeleo. ¿Quieres que deje el béisbol? Dejaré de jugar.
Me dolía oír cómo su voz sonaba tan desesperada y tan necesitada.
—No quiero eso. —Me ahogué y mi corazón desbocado golpeteaba
dolorosamente y desgarradoramente—. En este momento, necesito algo
de espacio.
Apartó los brazos de mi cuerpo y al instante ansié su atención de
nuevo, pero me negué a ceder. —De acuerdo, espacio —susurró en
respuesta, sus mejillas lucían enrojecidas—. Pero no para siempre, no dejaré
que termines con lo nuestro. Sé que todo es mi culpa. Un maldito error que
nunca desaparece. Lo siento mucho por todo esto.
—Lo sé —susurré—, y yo también lo siento.
Jalé mi maleta por la puerta principal, dejando a Jack atrás.

***

Salí del elevador, notando la manada de prensa que seguía reunida


afuera de nuestro edificio. Al verme, las cámaras empezaron a destellar
contra el cristal de la ventana, mientras ellos batallaban para tener la
mejor foto. Matteo se lanzó entre ellos para llegar a mí. Bloqueando la vista
una vez más, tomó la maleta mientras mantenía un férreo agarre sobre mí.
Nada más salir, fui bombardeada por la prensa que me gritaban sus
preguntas.
—¿A dónde vas, Cassie?
—¿Tú y Jack se separaron? 195
—¿Él va a regresar con Chrystle?
—¿Por qué te vas?
—¿Por qué llorabas?
Quería gritar a todo pulmón para que se callaran de una puta vez y
que se metieran en sus propios asuntos. No sabían nada acerca de nuestra
relación y sus estúpidas suposiciones me volvían loca. Matteo me abrió la
puerta del pasajero y negué con la cabeza, optando por el asiento trasero
que tenía vidrios polarizados en las ventanas. Vi como algunos paparazzis
se dispersaron y supuse que se dirigían a sus coches para seguirnos.
Él abrió la puerta y me invito a entrar. —¿Estás bien?
Sequé las lágrimas de mis mejillas. —Lo estaré.
—¿Están bien Jack y tú? —preguntó mientras ponía el coche en la
segunda avenida.
Sin estar segura de cuánto quería confiarle a Matteo en este
momento, opté por el camino fácil. —No estoy segura.
Matteo comprobó el retrovisor un par de veces antes de que le
preguntara—: ¿Nos están siguiendo?
—No lo creo. Por lo general me doy cuenta si hay alguno cerca
porque manejan como idiotas pero no veo a ninguno.
—Bien.
—¿Cassie? —cuestionó su voz y simplemente miré en su dirección—.
Sabes que estoy aquí si me necesitas.
Forcé una sonrisa educada. —Lo sé, gracias.
Fuimos el resto del camino en silencio. Mi cerebro giró dentro de mi
cráneo causando más confusión, preguntas y dolor. Cerré los ojos cuando
el sonido de mi celular se filtró en mis oídos.
Leí el mensaje de texto de Jack:
Te amo. Me gustaría tener diferentes palabras para poder decirlo,
pero todavía nadie ha sido lo suficientemente inteligente para inventar
alguna. Así que eso es lo único que tengo, pero es todo. Te amo, quiero
pasar el resto de mi vida contigo. Por favor, regresa a casa pronto.
Medio tentada a pedirle a Matteo que diera la vuelta al coche, en
su lugar apagué mi celular. Otro mensaje como ese y regresaría. Nunca
podría irme.
Y probablemente me convertiría en la cáscara de una persona que
resentiría secretamente todo en lo que se ha convertido su vida.
Necesitaba arreglar esto. Necesitaba arreglarme a mí. Antes de que me 196
diera cuenta, el coche se detuvo en la terminal de la aerolínea. Salí del
asiento trasero con la ayuda de la mano extendida y musculosa de
Matteo.
—Ven aquí —dijo, atrayéndome hacia su pecho cincelado.
Dios, él olía bien.
—Vas a estar bien. —Acarició el largo de mi cabello, deslizando las
manos por mi espalda lentamente. Matteo nunca me había tocado así.
Sentí la deliberación en sus movimientos pero no hice nada por detenerlo.
¿Por qué no lo estoy parando?
—Odio verte llorar —susurró en mi oído, antes de limpiarme la mejilla
con el pulgar.
Aléjalo, Cass.
No me moví. Los nervios invadieron mi cuerpo como olas en el
océano. Contundentes y sin remordimientos, iban y venían de mi cabeza a
los pies. Mis rodillas empezaron a temblar cuando mi ritmo cardiaco se
aceleró.
Aleja…
Antes de que pudiera procesar otra cosa, los labios suaves de
Matteo se presionaron contra los míos. Al principio me tensé rápidamente,
la sorpresa e incredulidad cruzaban por mi cabeza. Cerré fuertemente los
ojos, permitiendo que la diferencia en su beso y sus caricias arrollaran mis
sentidos. Abrió la boca y empujó su lengua entre mis labios, pidiendo
permiso para entrar.
Al instante, abrí los ojos de golpe y empujé su cuerpo de Adonis. Me
limpié el sabor de sus labios con el dorso de la mano, antes de cubrirme la
boca. Mi mente intentaba darle sentido a qué demonios acababa de
pasar y por qué lo permití.
Mierda ¿y si alguien más vio eso?
Exploré la zona rápidamente, notando la ausencia de ojos indiscretos
y cámaras. No podía estar segura de si había alguien escondido, pero el
lugar parecía estar despejado.
Gracias a las estrellas.
—¡Oh Dios! Cassie, lo siento mucho. —Sus ojos se abrieron mientras
una expresión de horror cruzaba su rostro—. Se me rompió el puto corazón
al verte llorando. Eres demasiado hermosa para llorar así. Sólo quería
apartar tus lágrimas y hacerte feliz.
Procesé sus palabras.
Creo. 197
¿Qué está diciendo exactamente?
Me negué a moverme por lo que pareció una eternidad, pero
estaba bastante segura de que fueron sólo unos segundos. —Um —
tartamudeé—. Yo… yo tengo que irme.
Metí la mano en la cajuela abierta del carro para sacar mi maleta.
—Cassie, mírame —dijo Matteo con contundencia. Liberé mi agarre de la
maleta y me giré para enfrentarlo—. Por favor, no le digas a Jack. Lo siento
mucho. Nunca debí haber hecho eso.
—¿Entonces por qué lo hiciste? —grité, mientras la vergüenza y la ira
competían por la medalla de oro en los juegos olímpicos de las emociones.
Sus dedos largos y bronceados apretaron el borde de su chaqueta.
—Oh vamos, no me hagas decirlo en voz alta.
—¿Decir en voz alta qué? ¿De qué demonios hablas? —No tenía
tiempo para esto. Esta noche no. Ya me estaba desmoronando, no podía
soportar más mierda de nadie.
Toma, Matteo, jala este pedazo de tela deshilachada y mírame caer
en partículas de piel, ropa y cabello en un montón en el suelo.
—Me gustas. No quise y sé que nunca podremos estar juntos, pero
¡mierda! —Comenzó a pasearse.
—¿Qué quieres decir con que te gusto? —grité—. No me vengas con
eso, somos amigos. Eso es todo lo que hemos sido y todo lo que seremos —
insistí.
Su mandíbula se contrajo bajo sus dedos mientras continuaba su
caminata. —Lo sé, como dije, la cagué. No quise enamorarme de t…
Lo interrumpí, negándome a escuchar otra palabra—: ¡No estás
enamorado de mí! ¿Me escuchaste? —Me incliné cerca de su cuerpo y mi
enojo iba en aumento—. ¡Dilo!
Dejó de caminar y sacudió la cabeza. —¿Decir qué?
—¡Di que no estás enamorado de mí! Sólo lo crees porque pasamos
mucho tiempo juntos y se supone que tienes que protegerme pero no estás
enamorado de mí. En realidad no, así que quiero que lo digas, maldita sea.
—Hinqué mi dedo en su pecho duro como una piedra varias veces.
Se encogió de hombros y ni una palabra abandonó sus labios. Le
clavé de nuevo mi dedo. —¡Dilo! —Y entonces me desmoroné. Comencé
a llorar de pura frustración—. ¡Dilo, maldita sea! —insistí, dando un pisotón
en el concreto.
198
Dio un paso hacia mí y puse firmemente mi mano contra su
estómago, deteniéndolo. —¿Sientes algo por mí? ¿Cualquier cosa? —Su
voz sonaba implorante.
Quería darle una patada en las bolas y luego decirle que el odio
puro corría por mis venas por él. Y bueno, eso era algo. Pero hubiera sido
una mentira. —Matteo, no siento nada por ti que no sea amistad. Amo a
Jack. Siempre he amado a Jack.
—¿No te sientes atraída por mí? ¿Esto es puramente unilateral? —Sus
labios formaron una mueca, y luché contra el impulso de pegarle en la
mandíbula. Esta noche, presionó todos los botones equivocados.
—¡Tendría que estar muerta para no sentirme atraída por ti!
—Lo sabía —gritó, complacido por mi aparente revelación.
—¡Pero no es el tipo de atracción que significa algo! —grité, mi
frustración hervía tan caliente y espesa que pensé que podrían producirse
ampollas en mi piel.
Se pasó una mano por el cabello en señal de frustración antes de
inclinarse hacia mí. —¿Qué diablos significa eso?
—Eso significa que sí, creo que eres sexy, ¡pero eso lo vería cualquier
persona con ojos! Eres un chico guapo. Por supuesto que me siento atraída
por ti —expliqué antes de bajar intencionalmente la voz para continuar—,
pero no quiero estar contigo, no quiero dejar a Jack por ti. No es el tipo de
atracción que hace que me cuestione algo en mi vida, si es eso lo que
preguntas.
Su mirada cayó al suelo, luciendo desalentado. —¡Oh!
La culpa se filtró en mis huesos, poniéndose cómoda. Escenas del
tiempo que pasamos juntos pasaron por mi mente como una cinta de
titulares deportivos. ¿Le había dado la impresión equivocada? ¿Le di falsas
esperanzas? ¿Le hice pensar que había algo entre nosotros?
—Mira, lamento si alguna vez te di la impresión de que quería algo
más de ti. No quiero. Y no lo digo para lastimarte, pero estoy enamorada
de Jack. Quiero ser muy clara.
—No lo hiciste. —Hizo una pausa, dejando escapar un suspiro tan
largo que su pecho se hundió—. No me diste esperanzas. Es que no paso
mucho tiempo con alguien que no seas tú.
—Eso es lo que trataba de decirte. No me amas, Matteo. Te prometo
que no. Crees que sí, porque siempre estamos juntos. ¿Tal vez deberíamos
ver si contrato a otro chófer cuando regrese a la ciudad?
La idea de un nuevo chófer me llenó de alivio. Las líneas de nuestra 199
relación se habían borrado tan a menudo que de repente parecía
cegada por ellas. Las líneas debían aclararse de nuevo… los negocios
primeros y la amistad después, pero ¿cómo iba a explicárselo a Jack sin
que sospeche algo?
Su rostro se retorció mientras se levantaba del bordillo, irguiéndose
sobre mí. —Por favor, no me despidas. Me encanta trabajar para ustedes.
Este es, literalmente, el mejor trabajo que he tenido nunca. Dame otra
oportunidad, por favor, Cassie. Lo siento mucho, no pasará de nuevo, lo
prometo.
No podía darle ninguna respuesta, así que no lo hice. En este
momento, necesitaba largarme de Nueva York y alejarme de todos. —
Tengo que irme.
—¿Se lo vas a decir a Jack? —Su atractivo rostro se veía nervioso, y
parecía extraño verlo tan desecho.
—No lo sé —admití. Consideré ocultarle el beso a Jack, y ese hecho
casi me destrozó. Omitir la verdad también era ser deshonesta. Y haría lo
que más le insistía a Jack que nunca me hiciera: mentir.
—Él va a matarme. —Matteo se frotó las sienes.
—Sí —no podía estar en desacuerdo—, lo hará.
19
No me importa cuánto cueste
Traducido por Katita
Corregido por Karool Shaw

Jack
Anoche, ver a Cassie huir por nuestra puerta casi me rompió en dos. 20
Sabía que tenía que dejarla ir, pero me mató jodidamente quedarme
quieto y mirar cómo sucedía. Esperaba que Melissa fuera capaz de 0
hacerla entrar en razón. A pesar de todo el tormento y el dolor que causé
en el pasado, sabía que ella seguía creyendo que Cassie y yo estábamos
destinados a estar juntos. Pensé que podría contar con eso.
Me convencí de que Cassie sólo necesitaba un poco de tiempo
lejos. Ella iba a ver todo con claridad en unos pocos días, y volvería a casa
conmigo. Sabía que estar en el ojo público podría ser insoportable a veces,
pero con suerte valdría la pena aguantarlo con el fin de estar juntos.
¿Verdad?
Sabía lo que quería. Y lo que quería era pasar el resto de mi vida con
Cassie. Siempre lo supe, pero tener que dejarla ir sólo constató el hecho de
que me negaba a vivir mi vida sin ella. Quería que ella supiera que iba muy
en con lo nuestro. Nada ni nadie se interpondría entre nosotros otra vez. No
conocía una mierda de joyas, pero todos los chicos sabían de Tiffany's. El
anillo que Chrystle usó en su pequeño dedo había sido lo último de su
abuela, de modo que todo esto de comprar un anillo era nuevo para mí. Y
no lo haría de ninguna otra manera.
Me moví rápidamente por las transitadas calles de Nueva York hacia
la tienda más cercana a seis o más manzanas. Eché mi gorra sobre mis ojos
y me puse las gafas de sol, esperando que nadie me reconociera y tratara
de detenerme para hacer fotos. A dos pasos de Tiffany's una voz gritó—:
¿Jack Carter? —Mis pies dejaron de moverse—. Oh, Dios mío, ¿Eres Jack
Carter?
Levanté la mirada para ver a una adolescente casi bailando en la
acera. —Hola. —Sonreí, sin querer que atrajera la atención a mí, o la tienda
en la que iba a entrar.
—¿Puedo hacerme una foto contigo? ¿Por favor? —Su voz tembló.
—Por supuesto. —Me incliné hacia ella mientras intentaba tomar una
foto de nosotros. Cogí el teléfono de sus manos temblorosas—. Yo me
encargo. —Extendí el brazo mientras apuntaba el móvil hacia nosotros
antes de pulsar el botón de su teléfono.
—Muchas gracias. Oh, Dios mío. No puedo esperar para mostrarle a
mi padre. Y a todas mis amigas. Creen que eres muy caliente —aventuró,
demasiado efusiva.
—¿Sólo tus amigas creen que soy caliente? —bromeé, con la
esperanza de aliviar los nervios de la adolescente.
Se echó a reír, y su rostro se convirtió en un tono brillante de color rojo
antes de irse, chillando—: Gracias nuevamente. Adiós. 201
Me di la vuelta, explorando la zona en busca de fotógrafos y pasé la
entrada de Tiffany's simplemente para estar seguro. Cuando nadie se
acercó a mí, me di la vuelta y caminé a toda prisa por la puerta giratoria.
Una vez dentro, quería vomitar. Hablando de cosas abrumadoras.
Escaparates de vidrio cubrían toda la longitud de la tienda. ¿Dónde
diablos se suponía que debía empezar?
—Hola, señor. ¿Puedo ayudarle en algo? —Una morena se paró
delante de mí con una sonrisa falsa.
—Um. —Me quedé helado—. Los anillos de compromiso.
Su sonrisa falsa se profundizó. —Por aquí.
Me hizo pasar a una multitud de personas que se cernían sobre algo
y me dirigió a un par de vitrinas. —Todos nuestros anillos de compromiso
están aquí. Voy a buscar a un especialista que le ayude.
—Gracias —fue todo lo que murmuré en respuesta.
Bajé la mirada. No era de extrañar que a las chicas les encante esta
mierda. Había diamantes de todos los tamaños y los colores brillaban
como las luces en el estadio de béisbol. Todo parecía tan elegante y
llamativo —ninguno era el estilo de Kitten. Continué mirando los llamativos
anillos cuando una voz rompió mi concentración.
—Buenas tardes. Mi nombre es Elizabeth. Sasha me dijo que buscaba
anillos de compromiso. ¿Tiene un estilo específico en mente?
Sí. De los que entran en el dedo y le haga decir que sí cuando le
proponga matrimonio.
—Um, no. No tengo idea de lo que estoy haciendo.
—¿Qué tal si empezamos por los precios? ¿Tiene una cierta cantidad
en mente para gastar? —Sonrió, cegándome con sus dientes demasiado
blancos.
—Eso no importa.
Su rostro se iluminó. En serio… Se. Jodidamente. Iluminó. Como si le
hubiera dicho que ganó la lotería.
—Estupendo. Entonces, ¿Hay alguna forma determinada en que le
guste a ella?
—Sinceramente —hice una pausa—, Elizabeth, ¿cierto? —asintió
con—, no tengo idea de qué tipo de forma le guste a ella. Simplemente
me gustaría tener un anillo que se ajuste a su personalidad.
—Bien. ¿Hay una forma que desee usted? Hay diamantes redondos,
corte cojín, corte princesa...
—No sé lo que significa nada de eso a excepción de redondo. ¿Por
202
qué no veo algunos, y te digo los que más me gustan?
—Por supuesto. Sígame.
Diablos, los vendedores son molestos.
Di vueltas en torno a las vitrinas en busca de un anillo que se viera
bien. Pasé de todos los llamados diamantes “de fantasía”, asumiendo que
Cassie probablemente odiaría un gran diamante rosa o amarillo en su
dedo.
Me detuve en una vitrina llena de piezas más ingeniosas. Parecían
más clásicos, incluso atemporal, y me gustó como se veían. Y en ese
momento, lo noté. Un diamante redondo bordeado por diamante más
pequeños. Una alianza rodeada de diamantes.
—Elizabeth, ¿puedo ver este anillo, por favor? —Levanté la mirada,
en busca de ella.
Sonrió de nuevo, apresurándose. —¿Cuál?
—El redondo de allí con todos los diamantes a su alrededor —dije,
señalándolo.
—Preciosa elección. Esta alianza viene con ya sea dos y medio, tres
o cuatro quilates en el centro.
—Me he perdido —admití.
—El tamaño del diamante. El centro de esta alianza puede
adaptarse a cualquiera de los tamaños que he mencionado.
Medité sus palabras, pero seguía sin tener idea de qué significaban.
—¿Puedo ver la diferencia de las tamaños? No tengo ni idea de lo grande
o pequeño que sea.
—Por supuesto, vamos a la parte de atrás.
Me llevó hacia una oficina privada en la parte trasera y trajo el anillo
que elegí con nosotros en una pequeña bolsa de papel blanco. —Por
favor, siéntese —me señaló una silla de cuero negro, y me senté.
Elizabeth desplegó un soporte de anillo de terciopelo negro y colocó
suavemente el anillo de diamantes en el interior antes de desplegar otro
soporte pequeño y volcó tres diamantes. Se las arregló sin problemas para
desenrollar el terciopelo con sus pinzas.
Me acomodé y los admiré. —Bien, creo que ella odiaría el de cuatro
quilates. Esa cosa es enorme y ocupará toda la mano. —Solté un largo
suspiro, con ganas de elegir el anillo y el tamaño correcto. Tiré de mi
camisa para aliviar la presión que me recorría—. ¿De qué tamaño te gusta
más con esa alianza? 203
—Sinceramente, creo que el de tres quilates es divino. Y la alianza en
sí es preciosa. Se complementan muy bien.
Asentí en acuerdo. —Creo que tienes razón. Vamos con el de tres
quilates.
—¡Maravilloso! —Sonrió—. Una pregunta más. ¿Quiere este diamante
en particular, o le gustaría que buscara uno mejor?
—¿Qué piensas tú?
—¿Honestamente? —Colocó un artefacto negro contra su ojo
mientras examinaba el diamante—. Creo que es un diamante hermoso. No
veo ninguna inclusión, rasguño ni marca.
—Así que no es un pedazo de mierda, ¿verdad?
Se rió incómodamente, claramente sorprendida por mi lenguaje. —
No, señor. Definitivamente no. No vendemos ninguna mierda en nuestra
tienda.
—Muy bien. Por lo tanto, me lo llevo.
20
Fuerza
Traducido por Vanessa Farrow
Corregido por Gabbita

Cassie
Le dije a Melissa que no quería hablar en el viaje de regreso desde el 20
Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. Apoyé la cabeza contra la
ventana del pasajero de su coche y cerré los ojos parte del tiempo, y vi las 4
palmeras mientras pasaban. Cuando entré a nuestro viejo departamento,
el alivio filtró todo su peso en cada grieta de en mis huesos. La presión que
tuve que soportar al vivir en Nueva York se convirtió en una compañera tan
constante que dejé de ser consciente de la pesadumbre que se
abalanzaba sobre mí.
Miré por encima del hombro a Melissa, y respiré larga y
profundamente, llenando mis pulmones antes de prácticamente
derrumbarme sobre el sofá.
—¿Ya podemos hablar? —preguntó, lanzándome una botella de
agua de la nevera.
La miré fijamente, queriendo confesarle todo, pero sin saber por
dónde empezar. —Es un alivio estar lejos de todo y de todos. No tenía ni
idea de lo estresada que me encontraba hasta que salí de allí. ¿Sabes? —
Enterré la cabeza en mis manos.
—Tengo algo para ti. —Sonrió antes de desaparecer en su
habitación.
Mis ojos se estrecharon mientras me preguntaba lo que podría tener
para mí. Ni siquiera sabía que iba a volar hasta anoche. Ella volvió a
aparecer con una bolsita de malla roja en la mano y se sentó a mi lado.
—Iba a enviártelo por correo, pero ahora no tengo que hacerlo.
Ábrelo. —Sus brillantes ojos azules bailaban mientras me miraba.
Tiré de las cuerdas de raso y el contenido de la bolsita cayó en mi
mano. Apareció una cadena de bolitas de metal que sujetaba una llave
de plata vieja. Confundida, pero aun así agradándome la idea, miré a mi
mejor amiga. —Es genial. ¿Conseguiste una para ti también?
Rodó los ojos antes de agarrar la llave de mi mano abierta y darle la
vuelta. —Léela.
Inspeccioné las diminutas letras estampadas arriba, sosteniéndola
cerca de mis ojos. Decía: Fuerza. Sonreí, pasando mi cabeza por el espacio
abierto del collar sin desengancharlo. Vi la llave caer entre mis pechos y
me encantó que, de quererlo, sería capaz de ocultarla debajo de mi ropa.
—Esto es increíble. Gracias.
—Hay una historia que va con esto —comenzó y volví mi atención
hacia ella—. Entonces te compré esta palabra en particular porque creo
que con todo lo que pasa en tú vida en este momento, podría venirte bien
la Fuerza adicional. Pero llegará un día en que verás a alguien que
necesitará la llave y la palabra más que tú. Y cuando llegue ese día, tienes 205
que devolver el favor y darle tu collar.
Mi respiración se aceleró. —¿Entonces tengo que regalarlo? —le
pregunté, frotando el obsequio que no estaba dispuesta a regalar por el
momento.
—Sip. Esa es la idea detrás de estos collares. Que los regalemos en
algún momento. Cuando alguien necesite la palabra más que tú. —
Alcanzó la llave, tocándola brevemente antes de soltarla—. Pero en este
momento no. Ahora lo necesitas tú.
Inhalé profundamente antes de exhalar. —Es genial. Quiero decir,
todo esto. El collar. La palabra. El tener que regalarlo. Todo el concepto y
la idea. Me encanta. Muchas gracias. —Me incliné hacia ella y la apreté
tanto como pude sin levantarme.
—Sabía que te gustaría. Y de nada. Así que, vas a decirme ¿qué está
pasando? No volaste hasta aquí a última hora sin ninguna razón.
Mi sonrisa desapareció y mi labio inferior sobresalió en un puchero. —
Deja de tratar de psicoanalizarme.
—¡De ninguna manera! —Sacudió la cabeza—. Soy buena en eso.
Además, me gusta señalar todas tus partes rotas —añadió con una sonrisa.
—¿Para poder estar agradecida de que no eres tú?
—¡Perra! No. Para poder ayudarte a solucionarlo. —Me dio un
codazo—. ¿Qué dijo Jack sobre el artículo?
—No mucho, en verdad. Creo que sólo le preocupó.
—Todos estamos preocupados. —Puso la cabeza en mi hombro, y se
apoyó en él.
Hubo dos golpes rápidos en la puerta antes de que se abriera y
Dean irrumpiera dentro. —¿Le dijiste que me encontraba aquí? —le susurré
a Melissa.
—No —susurró en respuesta.
—Hermanita. ¿Qué pasa? —Dean prácticamente corrió hacia mí.
Me encantaba cuando me llamaba así, a pesar de que no era oficial.
—¿Cómo sabías que estaba aquí? —le pregunté, antes de que me
levantara del sofá en un abrazo de oso. Extrañaba a Dean y el verlo me
obligó a darme cuenta de cuánto.
—Jack me llamó, fuera de sí. Me dijo que viniera a verte y me
asegurara de que te encontrabas bien. Dijo que cree que rompiste con él.
¿Eso es cierto? —Su voz sonaba incrédula.
—¿Qué? ¿Qué hiciste? —preguntó Melissa sorprendida.
—No sé lo que hice. Sólo lo dejé y le dije que no sabía si podría seguir
206
con esto.
—¡Jesús, Cassie! ¿Estás tratando de matar al jodido chico? —Sacudió
la cabeza—. ¿Después de todo lo que han pasado?
—¿Por qué siempre todo se trata de Jack y de cómo lo afectan mis
decisiones? ¿Por qué nunca es sobre mí y todo lo que me hace esta
mierda? —Me rompí, derramando lágrimas mientras me recostaba en el
sofá.
Dean se dejó caer al otro lado, envolviendo los brazos alrededor de
mí. —No quiero que ustedes se separen.
—Por dentro, soy una maldita ruina. ¿No te das cuenta? —Lo miré
antes de apartar la mirada. Odiaba decepcionar a Dean—. El estúpido
artículo de Chrystle me empujó al límite. No puedo soportar otra foto mía
en la que escriben “la rompe hogares” o “la zorra roba hombres”. —Hundí
la cabeza en mis manos, apretando las palmas contra mis ojos.
—Sin embargo, ¿qué tiene que ver eso con Jack? Quiero decir, ¿de
verdad? —Melissa arrugó la frente.
—¡Todo tiene que ver con Jack! —grité, lanzando las manos al aire—.
Lidio con todo esto porque estoy saliendo con él. Me sigue sucediendo,
porque soy su novia.
—¿Así que si ustedes dos no estuvieran juntos, entonces nadie iba a
publicar cosas sobre ti? —preguntó.
Exhalé un suspiro irritado y ruidoso. —¡Obviamente! No les importaría
yo si no estuviera con él.
Melissa apoyó la mano en mi muslo. —Bueno. Definitivamente
deberías dejar que estos desconocidos dicten tu vida amorosa.
—No seas una idiota. —Entrecerré los ojos.
—No lo soy. Honestamente, no puedo creer que esté aquí sentada
escuchando esto. ¿Te alejarías de Jack sólo para detener algunos chismes
estúpidos?
Negué con la cabeza. —No sabes lo que se siente. Sé que parece
que no debería importarme, ni debería dejar que me afecte, pero la gente
lee esas cosas y las creen sin cuestionarlo. Todo el tiempo, en los juegos de
Jack, me gritan cosas horribles. Nueva York podría ser una gran ciudad,
pero se siente muy pequeña. Tengo que lidiar con todo lo que consiguen
publicar. Nadie más. Yo. —Señalé a mi pecho—. Y apesta.
Dean alcanzó mi hombro. —Cassie, dejar a Jack no es la respuesta.
Me encogí de hombros. —Todo el acoso se detendría.
—¿De verdad crees que estarías bien al no estar con él? —suplicó 207
Dean, con la voz cada vez más agitada.
—No lo sé, pero no estoy bien en este momento y estoy con él.
Melissa se aclaró la garganta. —Tú sabes que no eres una persona
real para ellos.
—¿Una persona real para quién?
—La gente que publica en esos sitios web, no te conocen. No saben
nada de ti. Es muy fácil para la gente hablar mierda de alguien que no
conocen. Especialmente cuando es alguien que creen que nunca verán
en la vida real.
Nunca fui del tipo de escribir cosas desagradables en línea acerca
de las personas que no conocía. ¿Leí sitios de chismes y vi programas sobre
las celebridades? Por supuesto que sí. Pero siempre recordé que había dos
lados en cada historia, y nunca confié en lo que se informaba. La madre
de Melissa nos inculcó eso desde una edad temprana. Gajes del oficio, lo
llamaba ella.
Inhalé, enjugándome una lágrima mientras Meli continuaba—: Tú lo
sabes. Sólo que nunca has estado en el extremo receptor. El año pasado
fue malo, pero no fue para nada como esto. Es horrible y doloroso, pero la
gente lo hace porque puede. Se esconden detrás de una pantalla de
computadora donde nadie más puede verlos. Ellos no son responsables de
sus palabras. Pueden escribirlas, pulsan enviar y se marchan.
—Pero leo esas palabras y se quedan conmigo. Cuando alguien
toma una foto de mí en el almuerzo comiendo una hamburguesa con una
leyenda que dice: “Tal vez debería dejar las hamburguesas...” —Miré mis
muslos antes de quedarme viendo la pared al frente.
—Lo sé. Hemos crecido aquí, rodeadas de rumores de celebridades
y paparazzi y toda la locura. Sabes que la gente disfruta de criticar a otras
personas. Se regodean viendo que te derrumbas —agregó Melissa con un
gruñido.
—Nunca he entendido eso. ¿Por qué a la gente le encanta ver a
otras personas heridas?
—No lo sé. ¿Porque la gente es mezquina, superficial y celosa?
¿Porque piensan que quieren lo que tienes y cuando esto no es tan
glamoroso, son felices de que todo no sea tan bueno como parece?
Dean suspiró y le dirigí mi mirada brillante. —Ya sabes, generalmente
son chicas.
—¿Qué, generalmente chicas? —replicó Melissa con su tono
defensivo.
208
—Las que leen esas revistas, ven esos espectáculos y publican en los
sitios web. A ustedes les encanta reprimir el entusiasmo de las otras chicas.
Asentí en acuerdo. —Es tan cierto. Tienes toda la razón.
—Bueno, eso nunca va a cambiar. —Melissa puso los ojos y exhaló
con fuerza—. Las chicas son perras competitivas.
—¿Pero por qué? ¿Por qué nos gusta eso? Quiero decir, si todas esas
personas que hablaron mierda sobre mí llegaran a conocerme, estoy
bastante segura de que les agradaría. —Miré entre ellos, anhelando
consuelo.
Melissa me agarró por los hombros. —¡Eso es lo que trato de decirte!
No te conocen. Y nunca lo harán. Eres una persona que ven en televisión o
en una revista, en línea o incluso en un partido. ¡No eres una persona que
tiene una cena en su casa el domingo por la noche!
—¿Estás diciendo que debería comenzar a planear cenas con
desconocidos? —Contuve una sonrisa.
—Perra. Estoy diciendo que estas personas apestan. Ellos apestan. No
tú. Y estás castigando a Jack por lo que te hacen estas personas.
—Tiene razón, hermanita —añadió Dean con una sonrisa—. La gente
siempre publicó cosas de Jack en Facebook, en línea y otras partes. En su
mayoría eran mentiras, pero él nunca lee nada de eso. Por lo tanto, nunca
le afectó.
—Traté de dejar de leer todo. Entonces salió esta cosa estúpida de
Chrystle. —Giré hacia Melissa—. De todos modos, ¿cómo puede decir
todas esas cosas? Son puras mentiras.
—No es como si fuera una revista de buena reputación. Es un
tabloide de mala calidad. Son una especie de conocidos por publicar
verdades a medias. —Inclinó la cabeza.
—¿Puedo demandarla por difamación o calumnia? Algo así... —
reflexioné en voz alta, antes de apoyar mis pies sobre la mesa de café.
—No valdría tu tiempo ni esfuerzo. En este tipo de casos, tienes que
probar que fuiste afectada por su historia. Que tu reputación fue
difamada, por ejemplo, con una pérdida de empleo o ingresos debido a
las cosas que dijo. —Se detuvo para tomar un trago de agua—. Lo mismo
con calumnia. Tienes que demostrar que sus declaraciones fueron hechas
maliciosamente para causar daño. Y tienes que probar el daño causado.
Dejé caer la cabeza en los almohadones del sofá. —Juro que ella
sabe todo esto antes de hacerlo. Es la misma mierda que le hizo a Jack
con la anulación, sabiendo que él tendría que demostrar que sus
afirmaciones eran falsas. 209
Dean hizo un sonido de disgusto. —Estoy convencido de que la perra
sabe exactamente lo que está haciendo.
Bostecé, tapándome la boca con la mano antes de restregarme los
ojos cansados. —Estoy muy cansada. Dean, ¿puedo ir mañana a ver a los
abuelos?
—Más te vale. Saben que estás aquí.
Todos nos pusimos de pie al mismo tiempo y abracé fuerte a Dean,
agradecida porque se detuvo a verme, antes de entrar en mi antigua
habitación. Miré a las paredes vacías; los recuerdos seguían existiendo
dentro de los límites de este espacio, a pesar de que los mementos no. La
puerta principal se cerró y Melissa golpeó suavemente antes de abrirla.
—¿Extrañas vivir aquí?
Sonreí. —Te extraño a ti.
—Obvio. —Su cara se arrugó con placer.
Me moví para sentarme en la cama y acaricié el espacio vacío a mi
lado. —Entonces, dime cuál es el trato raro entre ustedes dos. —Asentí en
dirección a la puerta por donde Dean acababa de salir. Se encogió de
hombros y me apoyé en ella—. Sé que te gusta. ¿Por qué lo torturas?
—¿Quién dice que me gusta?
—Lo noto. Lo que no puedo entender es por qué no se lo dises.
—No sé —admitió antes de cambiar el tema—. Pero yo sé que estás
desquitando tus frustraciones en la única persona que, literalmente, hace
algo por ti. Romper con Jack no te arreglará ni te hará mejor. Sólo te
romperá más. Y lo sabes. Así que deja de fingir que no.
—Lindo cambio de tema.
Saltó de la cama, dejándome con sus palabras antes de soplar un
beso en el aire y cerrar la puerta tras de sí. Mocosa. Odiaba lo bien que me
conocía.

***

Me desperté a la mañana siguiente sintiéndome renovada. No podía


recordar haber dormido tan profundamente. Rodé y busqué mi celular
cuando me di cuenta que no se hallaba cerca de mí. Lo apagué antes de
salir de Nueva York y no lo había vuelto a encender. No es de extrañar que
durmiera tan bien.
Normalmente buscaría desesperadamente mi teléfono, pero decidí 210
que era agradable estar desconectada y lo dejé apagado en mi bolso.
Después de cepillarme los dientes, entré en la sala de estar y encontré a
Melissa sentada en el sofá, viendo la televisión. —Buenos días.
La apagó antes de girarse hacia mí. —Buenos días. ¿Tienes hambre?
—Muerta de hambre —admití. No podía recordar la última vez que
comí algo, y no había tenido hambre en toda la noche. Pero ahora mi
estómago vacío gruñía y se retorcía.
Se echó a reír antes de levantarse y hacer su camino a la cocina. —
Bueno, sólo tengo cereales y pan tostado. Eso tendrá que ser. —Asomó la
cabeza por detrás de los armarios—. ¿A menos que quieras salir a comer?
—No, gracias. Cereales y pan tostado es perfecto.
—Ve a sentarte. Lo prepararé. —Me ahuyentó con la mano y me
dirigí a la mesa.
—¿Sabes cuál creo que es la peor parte de todo esto? —Vi como mi
mejor amiguita balanceaba los tazones, la leche y las cajas de cereales en
sus brazos.
—¿Qué eres un desastre emocional que piensa que su vida estaría
mejor sin Jack Jodido Carter en ella? —Arqueó una ceja en mi dirección, y
frunció el ceño.
—No. Listilla. —Tomé una respiración profunda antes de terminar mi
pensamiento—. Se supone que debo estar tranquila. Mientras que las
personas publican todas estas cosas y dicen lo que quieren de mí y de
Jack. Se supone que no tengo que defenderme. Y odio la forma en que
me siento porque es como si estuviera siendo intimidada de alguna
manera, ¿sabes?
—Están siendo intimidados de cierta forma —concordó, colocando
todo sobre la mesa antes de dejar caer dos pedazos de pan en la
tostadora.
—Siento que al mantener la boca cerrada, le digo a todas esas
personas que está bien que hagan las cosas que hacen. Como si mi
silencio aprobara su comportamiento. No se siente justo permanecer en
silencio. Debería estar bien que me defendiera. —Serví cereal en mi plato
hasta que se desbordó sobre la mesa. Recogí los pedazos dispersos y los
metí en mi boca.
—Por eso las personas en tu situación, normalmente, tienen a su lado
una persona de Relaciones Públicas, o un publicista, o un abogado. Esas
personas hablan en su nombre. Lo que me lleva a algo que quiero hablar
contigo de todos modos.
—¿Qué? 211
—Como tu publicista personal, es mi trabajo…
Me eché a reír, burlándome de su tono. —¿Como mi publicista
personal?
Sus labios se estrecharon, entrecerrando los ojos. —Dame un respiro,
Cass. Si alguna vez hubieras contratado a otra persona para manejar tus
relaciones públicas, te desconocería. Y también lo haría mi madre. Puedo
encargarme de esto por ti.
Melissa trabajaba en la empresa de publicidad de su madre en los
veranos y se uniría al personal a tiempo completo tan pronto como tenga
su título en la mano. Cuando continuábamos en la secundaria, le pregunté
a ella por qué se molestaba en aplicar para las universidades cuando
podía aprender todo lo que necesitaba trabajando con su madre. Pero la
madre de Meli insistió en que tenga la experiencia universitaria y no la dejó
empezar a trabajar a los diecisiete años. La recordaba diciendo—: Tienes
el resto de tu vida para trabajar. No te apresures por empezar. Ve a vivir.
Diviértete. Disfruta de la universidad y todo lo que viene con ella.
Apoyé los codos en la mesa. —Adelante.
—Bueno, pensaba… —empezó.
—Siempre es peligroso —la interrumpí.
—¡Deja de interrumpirme! ¡Esto es serio, Cass! ¡Trato de ayudarte! —
gritó, claramente aumentaba su irritación.
Fruncí los labios, ahogando una risita. —Lo siento. Adelante. No diré
nada. —Marqué una X en el pecho con el dedo.
Exhaló. —Está bien. ¡Estuve pensando en esto toda la noche y creo
que es genial! Jack y tú deben hacer algún tipo de entrevista juntos. Como
una historia de interés humano sobre lo que es ser un atleta profesional y
para ti lo que es ser su pareja. Y pueden hacerle frente a todas las
acusaciones de Chrystle y también, a las mentiras.
—Meli, las personas que pierden su casa en una inundación, o toda
una comunidad arrasada por una monstruosa súper tormenta... esa es una
historia de interés humano. No la chica que se queja de lo difícil que es salir
con un atleta y cuán mala son las personas. Sólo me odiarán más.
—No, si se hace bien. —Sus ojos azules miraban los míos, y levantó las
cejas.
Negué con la cabeza violentamente. —No somos una historia de
interés humano.
—Pero tú lo eres. Esos tabloides no venderían si la gente no estuviera
interesada. Y créeme, están interesados.
212
Mi pecho se oprimió. —¿Crees que a la gente le importaría nuestra
versión de la historia?
—¡Diablos, sí, les importaría! Pero la historia tendrá dos propósitos. La
primera será la de poner a esa perra en su lugar. Y la segunda, será tu
imagen pública.
—¿Mi imagen pública? —Traté de seguirla, pero me confundía.
—Si la gente te ve como una persona real, con problemas como los
que tienen ellos, entonces tal vez dejarán de ser tan crueles. Si se enteran
de todas las cosas que Jack y tú han pasado como pareja, simpatizarán
contigo en lugar de odiarte. No serás alguien inalcanzable que sólo se ve
desde la distancia. Serás relacionable. Es difícil odiar a la chica que sería tu
amiga si la conocieras. —Sonrió, citando mis sentimientos de anoche.
—No sé si tenemos permitido hacer algo así. Primero, tendría que
obtener el permiso del departamento de publicidad del equipo. ¿Y quién
diablos querría publicar una historia así?
Rodó los ojos, por mi pregunta aparentemente tonta. —¿Ahora
mismo? Apuesto a que podría conseguir a casi cualquiera que hiciera
circular esa historia. ¡Pero trabajas para una jodida revista, Cassie! Una
revista de interés humano —me recordó enfáticamente.
—Pero esas no son los tipos de historias que publicamos.
—¿Quieres decir que tu revista nunca reseña a alguien local? ¿No
haces artículos llenos de elogios sobre la élite de Nueva York?
Apreté los labios antes de responder—: En realidad sí. Pero sólo en
línea y no en la versión impresa real.
Una amplia sonrisa apareció en su rostro y aplaudió. —Eso está bien.
En línea puede ser igual de eficaz. ¿Crees que tu jefa lo hará?
Me encogí de hombros. —Sí, lo creo. Mencionó algo al respecto
antes de irme. Pero primero tengo que hablar con Jack.
—Eso es fácil. Él hará lo que sea que signifique mantenerte feliz.

213
21
El amor hace que valga la pena
vivir
Traducido por Diss Herzig & Gaz W. Finley
Corregido por Key

214
Cassie
Después de casi una hora de discutir, convencí a Melissa de llevarme
a la casa de los abuelos. Aún no sé por qué, pero ella quería mantener su
distancia de Dean, y reunirnos con ellos no era parte de su plan maestro.
—¿Podemos pasar muy rápido por la tienda así puedo recoger un
poco de vino?
—Síp. Yo también conseguiré un poco. Lo necesitaré —sugirió ella,
aparcando en el estacionamiento del supermercado.
Miré a mi alrededor por la forma en que todo parecía extenso y
espacioso. Nueva York era tan compacto. Olvidé lo diferente que era el sur
de California. Y extrañaba las palmeras. Mi corazón se estrujo cuando les
eché tomaba.
—¿Vienes? —pregunté a Meli antes de cerrar la puerta del coche.
—Ya voy, ya voy. —Escribió un mensaje de texto antes de lanzar su
teléfono en la guantera.
Después de tomar dos botellas de vino y un pequeño arreglo de
flores, nos dirigimos hacia la caja registradora. Fotos de la boda de Jack y
Chrystle aparecieron de repente en mi visión desde el tabloide apoyado
sobre una rejilla de alambre, burlándose de mí. —Melissa —traté de chillar,
pero me fallaron todos los sonidos.
—Oh, mierda. Cass. ¿Cassie?
Me volví hacia ella, con el cuerpo entumecido y los ojos húmedos.
Ella pasó nuestros artículos sobre la cinta transportadora. —Vamos a llevar
esto, gracias.
—¿Puedo ver su identificación? —preguntó el empleado y por suerte
ella sacó su licencia de la cartera.
Me quedé mirando con horror la más reciente y convencional
revista. Chrystle había vendido la historia no sólo a una revista, sino a dos.
¿Qué más había hecho? —¿Quieres agarrar eso? —preguntó Melissa a
través de mi conmoción.
Me las arreglé para sacudir la cabeza cuando la vendedora me
dijo—: ¿Lo conoces? ¿Jack Carter? Solía vivir aquí, pero ahora juega para
los Mets. ¿Puedes creer todas las cosas que su nueva novia y él le hicieron
a esa pobre chica? Es una locura. Supongo que la fama te hace hacer
cosas horribles.
Me volví hacia ella y múltiples emociones me recorrían como un
maldito tornado. Jadeó cuando notó mi cara y su boca se retorció en un
ligero gruñido. —Oh, Dios mío. ¡Eres ella! La novia de Jack, Cassie. ¿Cierto? 215
—Sus ojos se estrecharon en acusación.
Abrí la boca para decir Dios sabe qué cuando Melissa me rescató. —
¿Qué? Cassie vive en Nueva York con Jack. ¿Por qué diablos estaría aquí?
—Tomó el recibo antes de jalarme de la muñeca hacia la puerta—. Jesús,
Cassie.
Salí de mi aturdimiento por la foto. —Lo siento —me disculpé, aunque
no estaba muy segura de por qué.
—No. —Meli sacudió la cabeza—. Eso fue brutal.
—Bienvenida a mi vida. —Extendí las manos con un encogimiento de
hombros.
Mi mente no paraba de pensar en Chrystle y en Jack, y cómo ni
siquiera en el otro lado del país podía escapar de la pesadilla de medios
en la que vivía ahora. En este momento quería centrarme en ser feliz y
emocionarme por ver a los abuelos. Permití que esos pensamientos se
hicieran cargo.
—Vas a amar a los abuelos, Meli. Son impresionantes. —La miré y
plasmé una gran sonrisa falsa en mi cara.
—No quiero amarlos —respondió sin siquiera una mirada.
—¿Qué diablos te pasa? Después de que logremos arreglarme, sin
duda tenemos que trabajar en tu culo disfuncional.
Eso consiguió una mirada. Una malvada y desagradable. Detuvo el
coche en el bordillo y yo salté fuera, emocionada por ver a la familia que
me esperaba dentro. Dean asomó la cabeza por detrás de la puerta de
malla y encontró mi mirada. Amplié los ojos, y él se dio cuenta de lo que
trataba de transmitirle y echó a correr hasta el lado de nuestro coche.
—Me alegro de que hayas venido, Melissa. —Le sonrió, agarrando la
bolsa de la tienda.
—Has tratado de traerme aquí por meses. —Me lanzó una mirada,
señalándome.
¿Qué demonios?
—¿Cassie? —La voz de la abuela vino de una ventana abierta.
—¿La gatita ya está aquí? —Siguió la voz del abuelo rápidamente.
Arqueé las cejas a Dean. —¿La gatita? —pregunté con una sonrisa.
—No preguntes. Comenzó a llamarte de ese modo después de que
te mudaste. Creemos que es divertido, así que nunca lo corregimos.
Dean abrió la puerta para nosotras y cuando entré, mi corazón se
llenó con amor de inmediato. Nada cambió desde mi última visita, a
216
excepción de las tres nuevas fotografías en blanco y negro de la pared.
Melissa las señaló. —Cass, tú tomaste esas, ¿verdad?
—Sí —le respondí con una pequeña sonrisa antes de lanzar una
rápida mirada a Dean. Volví la cabeza, notando un nuevo retrato. Fue
tomado el día que Jack firmó para jugar con los Diamondbacks. Cinco
personas se encontraban en la foto, y yo era una de ellas.
—Ya eres prácticamente de la familia —dijo Melissa mientras miraba
la imagen. Si un corazón podía agrandarse, el mío se amplió al segundo.
Había estado más en casa aquí con esta familia que con la que se suponía
era propia.
Tomando la bolsa de Dean, comencé a caminar hacia la cocina.
—Te voy a enseñar la casa. —Dean agarró de la mano a Melissa,
dejándome sola.
Los abuelos se encontraban sentados en la mesa, bebiendo de las
tazas de café. La abuela se deslizó de su silla y arrastró los pies hacia mí,
con los brazos extendidos. —Oh, Cassie. Es tan bueno verte. Te echamos
de menos. —Besó mi mejilla y me abrazó tan fuerte como pudieron sus
frágiles brazos.
—Yo también te echo de menos. Toma, he traído esto. —Saqué las
flores y el vino.
—¡La gatita está aquí! —prácticamente gritó el abuelo antes de
envolver sus brazos fornidos a mi alrededor, trayendo el persistente olor del
tabaco en su ropa.
Lo aspiré, ya que el olor me recordaba a estar aquí con Jack. —
¡Abuelo! Te extraño más. No le digas a la abuela —susurré cerca de su
oído.
—¡Lo escuché! —gritó la abuela desde el fregadero, donde situaba
las flores en un florero.
—Ven, siéntate —dijo él mientras se dejaba caer de nuevo en su silla.
—¿Debería abrir el vino? —preguntó ella, todavía arreglando las
flores.
—Estoy bien. Les trajimos esas botellas a ustedes, para que disfruten
con la cena. Guárdenlas. —Le guiñé al abuelo, y sonrió.
La abuela puso la mano en mi hombro mientras me pasaba para
sentarse. Bebió de su taza antes de mirarme. —Querida, ¿cómo va todo?
Mi sonrisa se desvaneció más rápidamente de lo que pretendía. —
Está bien. Todo está bien —mentí, mientras comprendía que estar cerca de 217
la familia de Jack sin él era más difícil de lo que pensaba. Lo echaba de
menos. Y supe que no podía engañar a la abuela.
Ella extendió una mano, tocando mis dedos suavemente. —Vimos
esa revista horrible. ¿Por qué ella no acaba de irse?
—No lo sé, pero me he preguntado lo mismo.
—Jack dijo que estás teniendo dificultades para hacer frente a todo.
Cuéntanos lo que está pasando. —Ella tenía una manera de hacerme
hablar de las cosas que quería evitar.
Miré a los ojos cansados del abuelo, y las líneas de preocupación
alrededor de ellos eran cada vez mayores. —Tiene razón. Estoy teniendo
dificultades para hacer frente a toda la prensa y los sitios de Internet.
—¿Por qué? ¿Qué dicen? —preguntó la abuela con confusión.
—Un montón de cosas malas acerca de cómo no soy lo bastante
caliente para Jack. Estoy demasiado gorda. Toman mi foto y básicamente
dicen lo que quieran sobre el tema. Sólo inventan cosas. Y ahora, con todo
el asunto de Chrystle, siento como que no puedo soportarlo más.
—Cassie, sabes lo mucho que te queremos, ¿verdad? —preguntó la
abuela, y asentí—. Me rompió el corazón lo que te hizo Jack. Nos sentimos
muy decepcionados y tristes. Pero saber que lo has aceptado después de
todo, no podemos decirte lo feliz que nos hace. —Extendió la mano para
apretar la del abuelo—. La prensa suena terrible. Verdaderamente horrible.
Y no puedo imaginar lo que debe ser lidiar con eso todos los días. Pero,
querida, un día, todo eso se desvanecerá. La prensa, el Internet, los sitios
web, Chrystle —hizo una pausa—, todo serán cosas del pasado.
Se inclinó hacia delante, acunando mi cara en su mano. —Sé que
puedes vivir tu vida sin todas esas cosas, pero ¿de verdad puedes vivir sin
Jack?
Ellos ya supieron la respuesta cuando parpadeé para alejar mis
lágrimas. —Creo que sería triste sin él.
—Porque lo amas —gritó el abuelo y la alegría llenaba su voz.
—Por supuesto que lo amo.
—Entonces no te rindas. Un día mirarás a tu alrededor y te darás
cuenta de que todas las cosas que pensaste que importaban tanto en
realidad no importan mucho. —La abuela miró al abuelo y el amor entre
ellos era evidente—. Lo que más importa es lo que quieres tú. Porque
cuando todo lo demás sea un recuerdo lejano, las personas que amas son
todo lo que queda. Y el amor es lo más importante que podemos hacer en
nuestra vida. Darlo. Recibirlo. Enseñar a otros cómo hacerlo.
218
Mis ojos se llenaron de lágrimas. —¿El amor es lo más importante?
¿Por encima de todo lo demás?
—Absolutamente —dijo el abuelo con una sonrisa torcida—. Es
curioso las cosas que crees que van a durar para siempre cuando sé es
joven. Pensé que iba a trabajar hasta morir. Pero hasta el trabajo se
detiene en algún momento. Y te encuentras mirando alrededor, haciendo
un balance de tu vida, y te das cuenta de que no te importa una mierda
de lo que trabajaste o lo que hiciste para ganar dinero, pero te importan
las vidas a las que afectaste. El amor que compartiste. La familia que has
creado. Te importa quién está de pie a tu lado cuando te ocurren cosas
jodidas.
La abuela le dio un manotazo dos veces, presumiblemente por cada
vez que maldijo, pero falló. —Es cierto —dijo—. Cuanto más viejo te haces,
más te das cuenta de que no se trata de las cosas materiales, o el orgullo o
el ego. Se trata de nuestros corazones y lo que hiciste con ellos. Sé que tu
corazón late por Jack en la misma forma en que su corazón late por ti. No
creo que uno pueda sobrevivir sin el otro. ¿Y tú?
Me sequé las lágrimas que rodaban por mis mejillas, ya que sus
palabras tocaron la fibra sensible dentro de mi alma. ¿Cómo podría creer
que estaría bien sin Jack en mi vida? Podría ser capaz de distraerme por un
rato, pero al final me daría cuenta de que mi corazón se hallaba vacío y
frío. —No. Estaría triste sin él.
—Entonces tienes que encontrar una manera de olvidar todas las
otras cosas. Tienes que dejar que Jack lleve parte de la carga. Si le ocultas
cosas, no puede ayudar.
El abuelo levantó la mano antes de agregar rápidamente—: Sé que
a las mujeres les gusta pensar que podemos leer sus mentes, pero no es así.
No sabemos nada de lo que pasa en sus cabezas a menos que nos digan.
Asentí. —Sé que tienes razón. Es más fácil decirlo que hacerlo ahora
mismo.
La abuela no se perdía nada. —Si dejas a Jack, les estás dando a
cada uno lo que quieren. Chrystle gana. Y odiaría verla ganar en cualquier
cosa. —Sus ojos se estrecharon—. Pero Jack y tú serían los verdaderos
perdedores porque se perderían. Las personas pasan toda su vida
buscando el tipo de amor que comparten ustedes dos. La vida se trata de
eso.
El abuelo intervino—: El amor es la vida. Si te pierdes el amor, te
pierdes la vida.
Melissa y Dean volvieron a la cocina con sonrisas tontas en sus rostros.
—Abuelos, esta es la mejor amiga de Cassie, Melissa. —Sonrió con orgullo 219
mientras la presentaba a su familia.
El abuelo sonrió. —Hola, Melissa. Eres tan bonita como la gatita —dijo
con un guiño, y ella no pudo evitar una sonrisa aún más amplia.
—Es un placer conocerte. —La abuela extendió la mano antes de
mirar en mi dirección y susurrar—: Esta necesita un poco de trabajo con
Dean, ¿no es así? —Asentí, preguntándome cómo diablos parecía saberlo
todo instintivamente.
Después de un par de horas de conversación educada y de que la
abuela nos forzara a comer sándwiches, Melissa y yo nos despedimos.
Dean se encontraba en el pórtico con una mueca en su rostro mientras nos
observaba marchar. Ella le pidió un tiempo a solas conmigo, pero él afirmó
que también quería pasar tiempo conmigo. Se comprometieron a tiempo
de chicas esta noche y mañana tiempo con Dean. Me reí de su
conversación.
—Te gustan, ¿verdad? —le pregunté a Melissa mientras bajaba la
radio del coche.
—Son bastante increíbles. ¿Cómo fue tu tiempo a solas con ellos?
Dean insistió en dejarlos a solas. —Sonaba un poco molesta por esa
sugerencia.
—Me gustó —admití, con la esperanza de aliviar su irritación—. Son
tan impresionantes. Siempre parecen saber exactamente qué decir y
cómo expresarlo.
—¿Qué han dicho esta vez? —preguntó, centrando la mirada
directamente en frente de ella.
—Hablaron de la importancia del amor. Y cómo, al final, es lo que
importa realmente, y es lo que queda cuando todo lo demás se ha ido.
—Suenan casi tan inteligentes como yo —dijo, y le golpeé el hombro
con la palma de mi mano—. ¡Oye!
Vi cómo pasamos el restaurante donde Jack y yo tuvimos nuestra
primera cita con sacudidas rápidas de dolor de mi corazón recordándome
lo mucho que le echaba de menos.
—Así que, ¿te aclararon?
—Todavía tengo que descubrir la manera de encontrar un cierto
equilibrio, pero todos ustedes tienen razón. Romper con Jack no va a
resolver nada a largo plazo. Me arrepentiría, y probablemente nunca lo
superaría. 220
—Sabes, Cass, Jack no es el único que ha cambiado. Quiero decir,
tú lo cambiaste. Pero él también te ha cambiado. Si te das cuenta o no, es
la verdad.
Oírle decir esas palabras confirmó lo que sabía hace tiempo. Ella me
dijo lo mismo en la universidad, pero ahora parecía tener más peso. Me
sentí como si hubiera crecido veinte años en el transcurso de los dos
últimos.
—Tienes razón. Honestamente, no puedo imaginar mi vida sin él. Y no
quiero.
—Entonces tienes que dejar de huir de él cuando las cosas se ponen
difíciles. Lo haces mucho, y al final se va a poner furioso.
—Yo no huyo —solté la defensiva.
—¿En serio? ¡Dejaste el estado! O huyes o le dejas completamente. Y
las dos cosas apestan.
Vi las palmeras pasar borrosas entre rayas verdes por el cielo azul de
fondo. Ella tenía razón. —Voy a trabajar en ello. —Había embotellado
tantas de mis emociones porque no quería ser una carga para Jack. Y
tenía que aprender a aclararme la cabeza con él cerca en lugar de
dejarle fuera.
El teléfono de Melissa comenzó a sonar. —¿Puedes ver quién es?
Agarré el teléfono y noté el nombre de Jack parpadeando en la
pantalla. —Es Jack.
—Hablando del diablo. Responde.
Mi estómago se cayó al suelo. —Hola —respondí con nerviosismo.
—¿Dónde está tu teléfono? —La voz de Jack era tensa y agitada.
—Lo dejé en el apartamento. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Compruébalo en cuanto regreses y luego llámame, joder —dijo
lacónicamente.
—¿Jack? ¿Hola? —Saqué el teléfono de mi oreja para mirar la
pantalla—. Mierda, me colgó.
—¿Qué está pasando? —Melissa sonaba preocupada.
—No tengo ni idea. Me dijo que revisara mi teléfono. —Mi cabeza
empezó a dar vueltas mientras me preguntaba qué diablos podía haber
sucedido.

221
22
No
Traducido por Katita
Corregido por gabihhbelieber

Jack
Mi celular sonó, avisándome de que tenía un nuevo mensaje de 222
texto. En lugar de un número de teléfono, el remitente era un correo
electrónico anónimo. Consideré no abrir el mensaje, sabiendo que nada
bueno podía venir de una fuente anónima. Después de una corta batalla
conmigo mismo, hice clic en el mensaje y apareció la imagen.
¿Qué mierda?
Matteo besando a Cassie apareció en mi pantalla y la furia arrasó
de mis entrañas al instante. Mi temperamento se encendió mientras un
fuego ardía en cada uno de mis poros. Quería romper la puta cabeza de
Matteo. ¿Cómo se atrevía a poner sus labios sobre mi chica? ¿Cómo se
atrevía siquiera a pensar jodidamente en tocarla?
Pero ella lo dejó. En la foto no lo alejaba, sino que le devolvió el
beso. Joder, ¡incluso sus malditos ojos estaban cerrados!
Marqué el número de Cassie, pero fui directamente al correo de voz.
Una vez más. ¿Dónde diablos se encontraba? Le envié el mensaje con la
imagen a su móvil.
Me dejó por todo el drama de Chrystle y ahora esto. ¿Cómo iba a
explicarlo? Lo miré, claro como el día con mis propios ojos. Los malditos y
sucios labios de Matteo pegados a los de mi hermosa Kitten. ¿Había sido
engañado todo este tiempo?
Entré en nuestro dormitorio y saqué la caja de terciopelo del anillo
que enterré en mi cajón de los calcetines. Chirrió cuando lo abrí para mirar
el diamante brillante en el interior. ¿Cómo pudo hacerme esto a mí? ¿A
nosotros? Sacudiendo la cabeza, cerré los ojos fuertemente antes de
abrirlos de nuevo. La imagen de Matteo besando a Cassie invadía todos
mis pensamientos.
Cerré la caja, y lo lancé con fuerza a través de la puerta abierta del
armario. Se estrelló contra algo con un fuerte golpe, y salí de la habitación
sin importarme lo que pasara con el contenido.
Tal vez todo era una estratagema elaborada, ¿su incapacidad para
manejar la prensa? ¿Cuánto tiempo habían estado engañándome a mis
espaldas Cassie y Matteo? ¿Los obligué a estar juntos al pedirle a él que la
mantuviera a salvo durante mis juegos? ¿Era mi culpa todo esto? Me
pregunté cuánto tiempo tenía hasta que los medios de comunicación
lanzaran al mundo esta foto. Con mi suerte, ya estaría publicada en todas
partes.
Marqué el celular de Melissa, decidido a encontrarla. Lo escuché
sonar tres veces. Cassie contestó, y parecía nerviosa cuando me saludó. Le
pregunté dónde estaba su teléfono, sin poder ocultar mi enfado. Su voz se
elevó, y en realidad sonaba confundida y preocupada cuando me dijo
que lo dejó en el apartamento de Melissa y preguntó qué pasaba.
223
—Compruébalo en cuanto regreses y luego llámame, joder —dije y
terminé la llamada. No quería oír ni una palabra de su boca hasta que ella
mirara la misma imagen que tenía yo. Esperé. Y me puse más inquieto con
cada minuto que pasaba. La prensa ya pasaba un día de campo con
todas las acusaciones de Chrystle, ahora tendría aún más mierda de la
que hablar.
Por encima de todo, tenía que encontrar un nuevo chófer. El trabajo
de Matteo aquí había terminado.
No importaba cuál fuera la historia, no quería ver su cara en ningún
cerca de la mía de nuevo. Caminé de un lado a otro en nuestro
apartamento, y mi ira crecía a medida que mi paciencia se agotaba.
Medio tentado a llamar otra vez a Melissa, mi teléfono sonó de repente.
Respondí a la llamada, pero no dije nada.
—¿Jack? ¿Estás ahí? No es lo que parece, lo juro —declaró a través
del teléfono, y me encontré sorprendido por mi falta de simpatía.
—Por lo tanto, ¿él no te besó? Porque parece que te está besando.
Vaciló. —Sí, me besó, pero...
La interrumpí. —¿Por cuánto tiempo?
—¿Cuánto tiempo, ¿qué? —preguntó, con la respiración inestable.
—¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?
Respiró hondo. —¿Qué? No está pasando nada, Jack, te lo juro. No
hay nada entre Matteo y yo. Me besó, y le empujé.
—No parece que lo estuvieras empujando en esta foto. ¿Te gustó?
Sus labios sobre los tuyos. Parece que te gusta.
—¡Lo empujé, Jack! ¡Le dije que no! Le dije que te amaba a ti. —
Comenzó a llorar.
El sonido de su llanto apretujó mi pecho, pero fingí indiferencia. —
¿Por qué no me dijiste lo del beso?
—Porque ni siquiera lo hablamos. Debido a que no significó nada. Se
disculpó. Estaba asustado de morir o perder su puesto de trabajo.
—Debería. Porque estoy a punto de despedirlo o matarlo, joder. —O
las dos cosas—. ¿Sabes qué, Cass? No culpo al tipo por enamorarse de ti.
No lo hago. Pero... nunca esperé esto de ti, de todas las personas. Siento
como si no te conociera.
—No digas eso, Jack. Por supuesto que me conoces. Te amo. Iré a
casa mañana. Vamos a arreglar esto. Te voy a contar todo.
—No —paré su diatriba. 22
—No, ¿qué? ¿Qué no vuelva a casa? —Sonaba como si no pudiera 4
creer lo que dije.
—No quiero verte —admití, sintiendo como si mis tripas acabaran de
ser trituradas.
—¿Qué? No hagas esto. Jack, por favor —rogó
Me apoyé en la encimera de granito, mis pensamientos iban de un
lado a otro y mis emociones discrepaban. Estaba enojado. Me esforcé
tanto por romper los muros de esta chica, pero sin importar lo que hiciera,
nunca era lo bastante bueno. Ella siempre terminaba bloqueándome y yo
no me lo merecía.
—¡Esto es una mierda, Cassie! Desde que volví a tu vida no he hecho
nada más que tratar de ser un mejor hombre para ti. Trato cada día de
hacer lo correcto por ti. Todo lo que quiero es ser lo suficientemente bueno.
Para compensar el error que cometí. Haría cualquier cosa por ti.
Mis frustraciones se amontonaban mientras me desahogaba. —Pero
tú sigues dando vueltas, sacando a relucir mi mierda constantemente. Y
cuando las cosas se ponen muy complicadas para ti, ¿qué haces? Huyes.
Sé que estás acostumbrada a que te defrauden y decepcionen, pero se
supone que debemos ser un equipo. Sostener al otro cuando está a punto
de caer. No huir y dejar que nuestra otra mitad se valga por sí mismo. —Ella
permaneció en silencio, teniendo claro que no había defensa para sus
acciones, así que continué—: Me dejaste solo para que lidie con Chrystle y
su mierda. Sé que estás herida y enojada, pero yo también. ¿Aunque sea
una vez te detuviste a pensar en cómo me sentía yo? ¿En cómo me afectó
y me hizo ver su artículo? No. Porque me dejaste aquí y te fuiste.
—Lo siento. Lo siento mucho —dijo con un sollozo.
—¿Sí? ¿Por qué parte? —pregunté, y podía oír sus sollozos en el
fondo.
—Lo siento por todo esto, Jack. Tienes razón. No lidio bien con las
cosas y te prometo que voy a trabajar en ello.
Exhalé por la nariz mientras miraba por la ventana del balcón. —Es
más que eso. Mantienes las cosas dentro y...
—Porque no quiero molestarte con cosas que creo que son
estúpidas. No quiero que te preocupes por las cosas cuando estás en el
campo. Ya tienes bastante de qué preocuparte.
—Tú no debes decidir qué es estúpido y qué no. Si te molesta,
entonces tienes que decírmelo. Necesitas comunicarte conmigo. Joder, te
lo cuento todo. Comparto todo contigo, porque no quiero volver a tener 225
un secreto entre nosotros. No me gusta esconderte cosas y tampoco que
lo hagas tú.
—No sé qué decir aparte de que lo siento. Sé que no soy buena en
ser un libro abierto, pero voy a tratar de ser mejor.
—Y yo sé que te he decepcionado antes y que no confías en mí por
completo. Pero esto va más allá de eso, y creo que ambos lo sabemos. —
Sorbió, y su respiración se aceleró varias veces mientras continuaba—:
Después del partido de esta noche, vamos a estar de viaje durante unos
días. Creo que debemos aprovechar este momento para averiguar lo que
los dos queremos.
—Sé lo que quiero —insistió.
—Yo no —mentí. Por supuesto que quería a Cassie, pero me sentía
herido. Perdí su confianza en un momento en que tomé una decisión
terrible, pero ella perdía partes de la mía cada vez que me excluía, me
mantenía a distancia, o no le importaba lo suficiente nuestra relación para
quedarse y luchar. Quería saber que éramos sólidos, pero sus acciones sólo
me confundían.
—Está bien —dijo con dolor en su voz—. Haré lo que sea para
solucionar esto, Jack. Dime lo que necesitas que haga.
Tomé una larga y profunda bocanada de aire. Por fin era mi turno.
—Pruébalo —dije antes de terminar la llamada. Ahora sabría cómo
se sentía al estar en el otro extremo de esa maldita petición.
Inmediatamente marqué al servicio de coches donde trabajaba
Matteo y pregunté por el dueño.
—Hola, señor Lombardi, soy Jack Carter. Necesito cancelar todos los
servicios con Matteo y solicito un nuevo chófer a partir de hoy.
—Por supuesto, señor Carter. ¿Matteo hizo algo malo?
Los medios de comunicación le informarían muy pronto, si no lo sabía
ya. —Sólo quiero un chófer nuevo. Hoy no lo envíe aquí o voy a perder mi
mierda. ¿Entiende?
Se aclaró la garganta. —Yo... lo entiendo.
—Gracias.
—¿Todavía necesita que el conductor permanezca durante los
juegos?
—No, no lo creo.
Presioné finalizar en mi celular y escribí un mensaje de texto a Matteo
por si acaso. 226
Estás despedido. No vuelvas a mostrar tu cara aquí y permanece
jodidamente lejos de Cassie.
Arrojé mi teléfono, sin esperar una respuesta pero sonó enseguida.
Jack, lo siento mucho. ¿Puedo ir allí y hablar contigo?
Giré mi cuello de lado a lado, haciéndolo crujir, ya que la idea de
ver a Matteo encendía las llamas de mi temperamento.
No es una buena idea, hombre. En este momento no.
Sólo tomará dos segundos. Por favor. Sé que quieres matarme.
Déjame explicarme.
¿Explicarse? ¿Explicar cómo sus labios tocaron los de mi novia? ¿Qué
demonios había que explicar? ¿Tal vez quería que le pateara el culo? Eché
un vistazo al reloj de la pared. Tenía tiempo.
Bien. Pero no digas que no te lo advertí.
Mi cuerpo se tensó cuando la imagen de él besando a Cassie
quemó en mi mente.
En cuestión de minutos, llamó a mi puerta. Dudé, sabiendo que si
empezaba a golpearlo, no estaba seguro de que fuera capaz de parar.
Abrí la puerta, y la mirada abatida en su rostro casi me hizo sentir
pena por él.
Casi. Apreté las manos, convirtiéndolas en puños mientras mi mente
daba vueltas. Di un paso atrás, sin querer estar cerca de él. No lo invité a
entrar.
—Jack, lo siento mucho. No hay excusa para mi comportamiento. Es
sólo que ella se veía tan triste y tan angustiada que me mató verla así. Yo
sólo quería que fuera feliz. Mis emociones tomaron el control y no pude
pararlas.
Él sentía algo por ella.
Lo miré, obligándome a mantener la calma mientras continuaba—:
Me siento horrible y sé que nunca podrás perdonarme, pero tienes que
saber que Cassie me detuvo. Me apartó de un empujón y me puso en mi
lugar.
Buena chica.
—Nunca fue mi intención faltarte el respeto a ti ni a tu relación. En
algún momento a lo largo del camino, al cuidarla durante los juegos, se
involucraron mis sentimientos. Pero ella no tiene sentimientos por mí. Lo dejó
todo muy claro. Sé que nunca me perdonarás, pero espero que la
perdones a ella. 227
No sé por qué, pero ese comentario bondadoso me enojó. —No me
digas qué hacer con ella. No es de tu incumbencia.
Su expresión se endureció. —Tienes razón. Sólo quería disculparme
contigo y explicarme. Lo siento, Jack.
Me tragué mi orgullo. Y luego casi me atraganté con él. No podía
culparlo por preocuparse por ella cuando eso es exactamente lo que yo le
pedí que hiciera. No era extraño que las líneas quedaran borrosas. Él la
protegió con tanta frecuencia que no supo cómo dejar sus sentimientos a
un lado. —Entiendo que tus sentimientos por ella crecieron. —La tensión
entre sus cejas disminuyó levemente—. En este momento no te perdono
por besarla. Pero tal vez con el tiempo, lo haré.
Asintió. —Gracias. Eso significa mucho. —Se dio la vuelta para irse.
—Matteo —grité—, gracias por venir.
Un hombre de verdad admitía sus errores y se enfrentaba a ellos.
Incluso cuando le advertí que no viniera aquí, él siguió insistiendo. Era difícil
no respetar ese tipo de integridad. Por no mencionar el hecho de que me
agradaba él. Tal vez podría llegar a apreciarlo de nuevo. Quizás.
23
Cambio de Juego
Traducido por ElyCasdel
Corregido por CarolHerondale

Cassie
Me senté en el piso, mirando a mi teléfono mientras Melissa 228
prácticamente bailaba a mi alrededor. —¿Qué diablos sucede? —Busqué
en mi teléfono la fotografía de Matteo besándome y se la puse en la
cara—. Oh, mierda. ¿Cuándo demonios te besó?
—La noche que me llevó al aeropuerto. —Negué con la cabeza,
preguntándome cómo iba a arreglar esto.
—¿Por qué no me dijiste?
—Lo olvidé —admití.
—¿Lo olvidaste? —preguntó incrédula.
—Me encontraba tan inmersa en todo lo demás que lo bloqueé
completamente. No era importante. Lo empujé y le dije que amaba a
Jack. Fin de la historia.
—¿Fin de la historia? —Negó con la cabeza y sus dedos golpeaban
en la base de su cadera—. Mierda, Cassie. Esto está mal.
Levanté la mirada hacia ella. —Lo sé.
—¿Cuán molesto está Jack?
—Mucho. Pero también está molesto por otras cosas. Básicamente
me dijo que se suponía que éramos un equipo, pero que no estoy
colaborando.
—Tienes que arreglar esto —demandó Melissa, como si me estuviera
diciendo algo que no supiera.
—Soy consciente. Lo entiendo. —Hice una pausa, para mirarla
directo a los ojos—. Me dijo que lo probara.
Una risa aguda salió de la boca de Melissa antes de que se la tapara
con la mano. —Lo siento —murmuró detrás de su mano—. Pero hay una
mierda irónica en eso.
—Dímelo a mí. —Rodé los ojos.
Se sentó a mi lado en el piso y nuestras piernas se rozaron. —Primero
lo primero, tienes que despedir a Matteo. Digo, deberías hacerlo para que
Jack sepa que vas en serio.
—Estoy muy segura de que Jack le despidió en el momento en que
me colgó. Pero si no lo hizo, lo haré yo. —Recargué la cabeza contra la
pared—. ¿Crees que debería llamar a Matteo y obligarle a ir allí? Tiene que
decirle a Jack que no hice nada. ¡Él creó todo este desastre!
Negó con la cabeza. —No lo sé. Jack podría darle la vuelta y
enojarse de que hayas hablado con el tipo. Además, por ahora yo no lo
mandaría a hablar con Jack. A menos que quieras ir a su funeral después.
Suspiré, y mis dedos temblaron mientras sacaba mi teléfono para 229
enviar un mensaje de texto.
Tienes que decirle a Jack que no hice nada. Tienes que arreglar esto.
—¿A quién les mandas mensajes? ¿Matteo? —Inclinó la cabeza a un
lado, frunciendo los labios en un gesto desaprobatorio—. ¿No escuchas
una palabra de lo que digo?
Me encogí de hombros cuando mi teléfono sonó.
Lo tengo cubierto. Lo siento.
—Bueno —golpeó el dedo contra la mano impacientemente—,
¿qué dice?
Moví la pantalla de mi teléfono en su dirección y esperé a que leyera
la breve respuesta. No había nada más que quisiera decirle a Matteo, así
que puse mi teléfono en el suelo.
—Espero que disfrutaras conocer al chico.
—Esto apesta. Y todo pudo hacer sido evitado si sólo me hubiera
quedado y hablado con Jack en lugar de huir.
—No te rindas, Cassie. Necesitas salir de esa escena. Te tomó dos
segundos de estar lejos de Jack, para darte cuenta de que no podrías vivir
sin él.
—¿Crees que esta foto ya esté en los periódicos?
—Absolutamente.
—Joder.
—Entonces tenemos los locos alegatos de Chrystile. —Levantó un
dedo—. Y una foto de Matteo y tú besándose. —Un segundo dedo se unió
al primero—. Y fotos tuyas dejando el apartamento con una maleta,
cuando Jack tuvo partidos en casa.
—Se ve mal, ¿cierto?
Torció la boca. —No se ve bien. Pero primero necesitas preocuparte
por Jack y por todos los demás después. Iré con tu jefa y hablaré con ella
de mis ideas para la historia de interés humano de Jack y tú. La colmaré de
todos los detalles que necesite saber sobre Chrystile, e incluiré también a
Matteo. Dijiste que es genial, ¿cierto?
—Es fenomenal. Y quiere ayudar, así que creo que aceptará las
ideas que tienes. Tal vez quieras redactarle que has escuchado que ella
quería hacer circular esa historia para que crea que todo fue su idea —
sugerí con una sonrisa.
—No puede hacer daño.
—¿Pero y si Jack no acepta la entrevista? Digo, ¿si no me perdona? 230
Golpeó el azulejo del suelo con las palmas. —Si no te perdona, ¡iré
ahí y personalmente lo patearé en las bolas! Después de todo, tú lo has
perdonado, absolutamente tiene que superar esto.
—¿Y si no lo hace? —Mariposas nerviosas aleteaban en mi
estómago. Odiaba estar de este lado de las cosas. Era mucho más fácil ser
la enojada. Apestaba ser la persona con la que estaban molestos.
—Tal vez es un idiota obstinado, Cass. Pero te ama. Te perdonará y
dejarán esto atrás. Tal vez mate a Matteo, pero creo que todos esperamos
eso.
—Hasta Matteo espera eso —reí.
—Entonces, ¿cuándo te vas?
Miré a las fotografías que cubrían las paredes, preguntándome
cómo demonios me conocía tan bien. —Mañana.
—¿Jack estará ahí?
—No. Estará de viaje.
—Bueno, eso te da algo de tiempo para recomponerte y probarlo.
—Me golpeó en el hombro con el suyo—. Aunque creo que al retractar a
la mentirosa tramposa se probaría todo, pero ¿qué diablos sé yo?
—Sabes mucho y te quiero. ¿Qué haría sin ti?
Me miró y sus brillantes ojos azules resplandecían. —Estarías perdida
por siempre, buscándome —rió—. Ha sido lindo estar aquí y no en línea,
¿cierto?
Respiré profundo, sin darme cuenta de la verdad antes de que ella
lo preguntara. —Entre eso y tener mi teléfono apagado, ha sido menos
estresante. —Incliné la cabeza a un lado—. Es decir, todo eso era antes de
todo el asunto de besar a Matteo.
—Sólo recuerda que cuando regreses no hay sitios de chismes. Aún
no estamos listas para ellos.
—Nada de leerlos, anotado —concordé completamente.
Puso su meñique en el espacio entre nosotras y lo envolví con el mío.

***

Entré a la terminal JFK y encendí mi teléfono. Busqué el número de


Matteo, y como nunca podría volver a pedirle un aventón, especialmente
ahora, lo borré. Con la esperanza de que eso ayudara a probarle a Jack
231
que el beso accidental no significaba nada para mí. No hablaría con
Matteo de nuevo por el resto de mi vida, y eso me parecía bien.
Después de tener mi maleta, esperé un taxi y una vez dentro,
comencé a sentirme enferma. Estar de regreso en Nueva York después de
pasar tiempo en Los Ángeles, era como estar en un universo diferente. Mi
vida parecía tan diferente dependiendo del estado en qué estuviera. No
me podía esconder en Nueva York. Y a pesar de que había un centenar
de más fotógrafos en el sur de California, parecía más fácil perderse allí. ¿O
tal vez simplemente conocía mejor los escondites?
Llegamos al edificio de mi apartamento, donde tres paparazzi
esperaban afuera. Debían saber que Jack y yo estábamos fuera de la
ciudad, entonces ¿por qué se encontraban aquí? Intenté ser indiferente,
pero me reconocieron en el momento en que saqué la maleta de la
cajuela.
—¿Dónde está tu novio, Cassie?
—¿Hace cuánto tiempo has estado engañando a Jack?
—¿Por qué no te trajo Matteo?
—¿Dónde has estado?
—¿De verdad hiciste que Jack dejara a Chrystle?
—¿Huiste con Matteo?
De regreso al medio del infierno, bajé la cabeza y caminé por la
puerta giratoria, resistiendo la urgencia de gritarles en la cara. Me mantuve
de espaldas a la cámara mientras esperaba a que las puertas del elevador
se abrieran y me tragaran completa.
Al entrar por la puerta delantera, noté el desastre que dejó Jack.
Trastes sucios en el fregadero. ¿Tal vez no pensó que regresaría pronto? ¿O
pensó que no regresaría? Me encogí interiormente ante mis pensamientos
y limpié el desorden. Quería enviarle un mensaje de texto para avisarle que
había regresado, pero recordé que me pidió que lo dejara solo. Odiaba
estar en nuestra casa sin él.
No podía ganar. Odiaba estar en Los Ángeles sin él. Odiaba estar
aquí sin él. Era hora de que dejara de responsabilizar a Jack por cosas que
no hizo. Y si verdaderamente no quería vivir mi vida sin él, tenía que actuar
de acuerdo a eso. Ser fuerte y confiar en que él era lo bastante resistente
como para lidiar con mi equipaje emocional. Mi elección de ocultarle
cosas, solamente agregaba mayor peso sobre mis hombros. Y Jack nunca
me pidió hacerlo. Esa fue una elección que hice para facilitarle las cosas a
él, pero al final, eso sólo me hizo resentida.
Pasé el siguiente par de días en el teléfono con ambas: Melissa y
232
Nora, trabajando con los potenciales detalles del artículo para la revista.
Nora se sentía emocionada por ayudar, pero dejó claro que había una
necesidad de la historia, especialmente ahora. Me presionó para que
confirmara una cita tan pronto como fuera posible, insistiendo en que
entre más esperara para hablar, más lejos irían las cosas. Le prometí que le
preguntaría a Jack tan pronto como regresara a casa, y luego esperaba
que aún me hablara. Melissa y Nora también tramaban algo, lo sentí, pero
tampoco admitirían nada.

***

Estuve inquieta todo el día en que Jack debía a regresar a casa.


Caminando de un lado al otro mientras esperaba y prácticamente
conteniendo el aliento para que él atravesara la puerta. Una botella de
vino me gritaba mientras me paseaba, así que me detuve y me serví un
vaso. Necesitaba desesperadamente relajar la tensión que me recorría.
Salí al balcón y me recargué en el barandal, mientras el calor del
verano golpeaba mis hombros desnudos. Las luces se hallaban encendidas
y los edificios alumbraban de adentro hacia afuera, mientras yo sorbía mi
vino, mirando a la ciudad cobrar vida. Esta ciudad tenía su propio tipo de
magia. Sólo tenías que saber dónde mirar.
La puerta delantera se cerró de golpe, y me giré para ver a Jack
parado en el camino de entrada, mirándome. Quería saltar a sus brazos
musculosos, pero resistí y caminé lentamente de regreso adentro. Se veía
tan condenadamente bien en su atuendo de viaje de pantalones negros y
camisa blanca con corbata negra. Estuve tentada a arrancarle la ropa de
su cuerpo y lanzarlas en una pila al suelo.
—Hola. —Asintió cortésmente en mi dirección, su voz carente de
emociones.
—Hola —respondí suavemente, aterrorizada de que todo pudiera
haber terminado.
—¿Cuándo regresaste? —Miró a la cocina y la sala.
—Hace un par de días.
Puso las maletas a sus pies y abrió la nevera. Sacando una cerveza,
giró la tapa y la quitó antes de beber un trago largo.
—Jack, escucha —comencé, incapaz de esperar más antes de
arreglar las cosas entre nosotros.
Sus ojos se abrieron más mientras se movía hacia la mesa de la 233
cocina. Sacando un asiento, se sentó. —Soy todo oídos.
—Lo siento por todo. Debí haberte dicho sobre el beso en el segundo
en que pasó, pero sólo quería olvidarlo. Y lamento haberme alejado de ti
sin siquiera permitirle hablar. Me doy cuenta de que apesto cuando se
trata de hablar las cosas, y te prometo que voy a trabajar en ello. Si me lo
permites, digo.
Mi pecho se contrajo mientras lo miraba, intentando medir su
reacción antes de continuar—: Estuvo mal de mi parte dejarte aquí solo,
para lidiar con todo lo del asunto del artículo de Chrystle. Tuviste razón
cuando dijiste que no tomo en cuenta tus sentimientos. —Aparté los ojos
brevemente antes de mirarlo de nuevo—. Ni siquiera pensé en cómo te
sentías. Sólo pensé en mí. Y estoy tan avergonzada de siquiera admitirlo,
pero es la verdad. —Tomé dos cortas y profundas respiraciones—. Jack, sé
que no soy perfecta, pero en serio espero que no te rindas conmigo. No
tengo regalos ni cartas de amor, o nada como lo que tenías tú. Pero
puedo darte mi palabra, mi promesa, mi juramento. Lo que por cierto,
corroboraré con acciones. —Forcé una sonrisa ligera y creí ver su expresión
suavizarse.
—Prometo estar contigo y no alejarme cuando las cosas se pongan
pesadas —le dije solemnemente—. Te prometo siempre hablarte sobre las
cosas que me suceden, sin importar lo estúpidas e insignificantes que crea
que sean. Prometo ser una mejor jugadora en el equipo, porque no hay
juego en la tierra que quiera jugar si no estás conmigo. —Mis ojos se
llenaron de lágrimas cuando me abrumaron mis emociones—. Te amo. No
quiero estar en ningún lugar sin ti. Una vez me dijiste que yo era tu cambio
de juego, pero la cosa es, que tú también eres el mío. Me tomó un poco
de tiempo darme cuenta, pero por fin lo hice. Eres mi cambio de juego.
Porque nada más importa si no estás conmigo.
Jack se acomodó en su silla y me miró. —Te amo, Kitten.
Me levanté y me acerqué a él, apretando mi pecho contra el suyo.
Nos apretamos el uno al otro como si nunca antes nos hubiéramos tocado,
y desapareció todo el espacio entre nosotros. —Lo siento, Jack. Sé que soy
un dolor en el trasero.
Asintió. —Sí, pero eres mi dolor en el trasero.
—¿Me perdonas? —Presioné mi cara mojada contra su camisa.
—Por supuesto que te perdono. —Me levantó la cabeza y presionó
sus labios contra los míos.
—Hay más. —Me alejé del beso.
—¿Más qué? —preguntó.
Dudé, nerviosa de que tal vez odiaría la idea. Jack siempre había
234
sido una persona privada, y no me sentía convencida de que él permitiera
invitar al público a nuestro espacio personal. —Quiero arreglar todo. Quiero
que la gente deje de odiarnos, y creer en las cosas que leen y lo que creen
ver. La revista dijo que estarían dispuestos a entrevistarnos. Ellos lo llaman
historia de interés humano, pero esa sería nuestra forma de aclarar el
asunto. Nora y Melissa creen que ayudaría con nuestra imagen pública.
Sobre todo teniendo en cuenta las acusaciones de Chrystle y la foto de
Matteo, pero quieren hacerlo tan pronto como posible.
—Hagámoslo.
—¿En serio? —Pensé que debería discutir más, o tal vez estar más
preocupada.
—En serio. Creo que es la mejor forma para que la gente escuche la
verdad. Y ya que es la revista para la que trabajas, confío en que estará
bien hecho.
—Yo también.
—Entonces fija la fecha y yo estaré ahí.
—Tu día libre siguiente es el lunes. ¿Podemos hacerlo entonces?
—Soy todo tuyo.
—Estoy emocionada de que la gente nos conozca realmente. Tal
vez dejarán de ser tan críticos —dije esperanzada.
—¿A quién le importa? ¿Ya es hora de sexo de reconciliación? —Se
mordió el labio inferior sugestivamente, y al instante ansié cada centímetro
de su piel en la mía.
—Absolutamente. —Salté hacia sus brazos en espera, presionando
mis labios contra los suyos desesperadamente.
—No olvides tus centavos —bromeó.

235
24
No puedo creer lo que hice
Traducido por florbarbero
Corregido por Alexa Colton

Cassie
Salté fuera de la cama el lunes por la mañana llena de anticipación. 236
Se supone que la entrevista será hecha aquí, en nuestro departamento,
pero Nora quiere vernos primero en la oficina. La solicitud es un poco rara,
pero como ella nos iba a hacer éste gran favor, estuve de acuerdo. Sin
mencionar que todavía me pagaba mientras yo estaba de vacaciones.
Me hice una cola de caballo en mi largo pelo y me quedé mirando
las bolsas bajo mis ojos antes de colocarme un poco de corrector. Me
apresuré con el resto de mi rutina de maquillaje mientras Jack se hallaba
en la ducha.
—¿Tenemos un nuevo chófer, o debo llamar a un taxi? —Me encogí
al traer a colación la situación de Matteo y el conductor.
—No he contratado a una nueva persona. Sólo he estado utilizando
conductores al azar.
—Así que, ¿quieres llamar a la empresa de alquiler o tomar un taxi?
—Apreté los labios, extendiendo mi lápiz labial.
—Como quieras. No me importa.
Fruncí el ceño por la aparente indiferencia de Jack. —Tomaremos
un taxi. —Terminé de prepararme mientras Jack se vestía y desaparecía en
la sala de estar. Odiaba la forma en que lucía hermoso sin ningún tipo de
esfuerzo.
Cuando estuve lista, encontré a Jack leyendo en línea, con una
mirada amarga en su rostro. Me acerqué por detrás y puse los brazos
alrededor de sus hombros antes de mirar en la pantalla del ordenador. Un
artículo desagradable que se titulaba “Ramera rompe hogares” estaba en
la pantalla. Obviamente, se trataba de mí.
Él negó con la cabeza, levantando la mano para agarrar la mía. —
Lo siento mucho, Kitten. No tenía idea de éste tipo de cosas que se dice
sobre ti.
Me incliné y lo besé en la mejilla. —No es tu culpa, cariño.
—Sí, lo es. Todo esto es mi culpa. No me extraña que enloquecieras.
Esta mierda es horrible.
Me encogí de hombros. —Nada de eso importa. Es todo mentira, y
los dos lo sabemos.
—¿De verdad no te importa?
—Me preocupo por lo que tú sientes por mí. No por un montón de
gente que no conozco. Al menos trato de no preocuparme por lo que
piensan —admití honestamente.

***
237

Tiré de la mano de Jack para llevarlo dentro de las oficinas de la


revista. Nunca había estado allí. —¿Dónde está tu escritorio? —susurró
mientras mis compañeros de trabajo volvían sus ojos hacia nosotros antes
de saludar y presentarse a Jack con entusiasmo. Vi a Joey en la cocina,
apoyado en su espalda y mirando claramente incómodo, y le ofrecí una
pequeña sonrisa. Devolvió la sonrisa, pero se quedó en su sitio.
Señalé hacia la pared del fondo. —Por allí. Te lo mostraré después.
Llamé a la enorme puerta de Nora. —Adelante —dijo en voz alta.
Cerramos la puerta detrás de nosotros. Nora se puso de pie y rodeó
su escritorio para presentarse a Jack. —Es un placer conocerte, por fin.
—Igualmente. He oído un montón de cosas grandiosas sobre ti —dijo
respetuosamente Jack, dejándome sorprendida.
—Así que, se suponía que haríamos la entrevista hoy —dijo, y mi
corazón se aceleró.
¿Se suponía?
—Pero acaba de llegar esto, y quería que fueran los primeros en
leerlo. —Nos entregó a cada uno una copia de nuestra revista con una
fotografía en la portada de una chica que no conocía.
—Es Vanessa —dijo Jack al abrir la revista y ver el artículo.
—¿Vanessa, la mejor amiga de Chrystle? —pregunté y asintió.
—Lee la entrevista. Creo que la encontrarás muy esclarecedora —
insistió Nora.
La empecé a leer hasta que mi mandíbula cayó y me vi obligada a
parar. —Mierda, Jack. ¿Viste la parte donde ella dice que Chrystle planeó
todo esto desde el primer día?
Leí la revista:
“Chrystle sabía todo sobre los jugadores que se destacaban y
tenían potencial para jugar en nuestro equipo con el tiempo. Ella investigó
a Jack y aprendió todo acerca de él, antes de que jugara aquí. Se
obsesionó. Sabía que fue criado por sus abuelos, que tenía un hermano
menor, una novia, e incluso el tipo de coche que conducía. Se enteró que
sus padres no estaban en su vida, y ella dijo que nadie podía vivir eso y salir
sin ningún daño. Chrystle creía que todo el mundo tenía una debilidad y
estaba convencida de que acababa encontrar la de Jack. Cuando le
mencioné que tenía una novia, no le importó. A menos que él se trasladara
a Alabama con su novia, ella lo consideraba un juego limpio.” 238
Se me revolvió el estómago. —Jesús, Jack. —Lo miré, y sus ojos
seguían fijos en la revista en sus manos.
“Y en el momento en que Jack llegó, sin su novia, ella puso su plan
en marcha. Prácticamente lo acechaba, esperando la oportunidad para
seducirlo. Sabía dónde y con quién vivía. Algunas noches esperaba fuera
de su apartamento en caso de que todos se fueran a algún lugar. Lo
quería seguir y hacer que pareciera una coincidencia cuando todos se
encontraran en el mismo lugar. Era implacable. Siento que Jack no tuvo
ninguna posibilidad contra ella. No tenía la menor idea de a lo que se
enfrentaba, porque las personas normales no son tan manipuladoras y
decididas. No iba a parar hasta que tuviera lo que quería. Y lo que quería
era a Jack.”
El entrevistador de la revista le preguntó: “¿Por qué? ¿Por qué a
Jack?”
Y Vanessa respondió: “Debido a que él iba a llegar a las Grandes
Ligas y ella lo sabía. Cualquier persona que lo veía jugar y sabía algo sobre
el béisbol lo notaba. La mayoría de los chicos en el equipo nunca iban a
llegar tan lejos, y ella dijo una vez que se negaba a soportar nada de eso.
Que eran todos perdedores sin cabeza. Quería el dinero, la fama y el estilo
de vida que venía junto con el hecho ser la esposa de un gran jugador de
la liga de béisbol. Es tan simple como eso.”
Me horroricé al leer todas las palabras de Vanessa. La ira, la tristeza y
el dolor, todas recorrieron mi cuerpo. Quería volver atrás en el tiempo y
proteger a Jack de esta pesadilla que nunca debió ocurrir. Nadie merecía
ser tratado de esa manera.
Extendí la mano, colocándola en el muslo de Jack mientras se volvía
hacia mí, moviendo la cabeza. —Increíble.
Nora juntó las manos y apoyó la barbilla sobre ellas. —El resto de la
entrevista, básicamente habla de cómo falsificó el embarazo, el aborto
involuntario, y luego objetó la anulación del matrimonio.
—Oh, quiero leer la parte sobre el embarazo falso —dije demasiado
entusiasmada. Exploré las preguntas y respuestas, buscándolo.
“Ella consiguió un médico local para que la ayudara en sus planes.
Dijo que sabía que él había tenido una aventura amorosa en el pasado y
lo amenazó con decirle a su esposa si no la ayudaba. Afirmó tener pruebas
y numerosos testigos. El pobre hombre se aterrorizó de perder a su familia
por lo que hizo todo lo que pidió. Le falsificó documentos y recetas. Ella
llegó a casa de su visita con ese médico con una confirmación del
embarazo, una fecha de parto, un calendario, píldoras prenatales y 239
adicionales de hierro, y un gráfico que mostraba el crecimiento del bebé a
lo largo de las semanas. Cualquier cosa, de la oficina del doctor parecía
completamente legítima. No había manera de que Jack descubriera la
mentira. Ninguno de nosotros lo sabía.”
—Esa chica hizo un gran trabajo —suspiré.
Nora se inclinó y tocó la revista de manera significativa. —En general,
el artículo muestra una representación muy poco favorecedora de
Chrystle, y Jack y tú se ven como las víctimas, sin parecer estúpidos.
Asentí. —Así que, ¿luego de la entrevista de Vanessa, la nuestra sería
un poco redundante?
—Creo que sí. Mi sugerencia es que esperemos para ver cómo va
esto. No me puedo imaginar que haya más preguntas después de que la
gente lea esta entrevista, pero no lastimaría que ustedes realicen una
declaración conjunta. —Se tocó la mandíbula con los dedos—. Tal vez
podríamos hacer un artículo más alegre y mostrar fotos de su nuevo
departamento, sus vidas, lo feliz que están aquí, en Nueva York. Más de su
imagen pública, su vida y estilo. Pero no hay prisa.
Sonreí. —Me gusta. Creo que es una buena idea.
Jack apenas sonrió, posiblemente, todavía en shock por todo lo que
reveló el artículo de Vanessa. —Tengo una pregunta, si no te importa, Nora
—dijo Jack.
—Por supuesto.
—¿Cómo te pusiste en contacto con Vanessa?
Mis ojos se abrieron grandes como platos al darme cuenta de que ni
siquiera pensé en eso. Nora sonrió y me miró. —Por medio de una mejor
amiga.
Entrecerré los ojos. —¿Melissa?
—Es un pequeño petardo —exhaló—. Creo que consiguió el número
de teléfono de Vanessa por medio de Jack.
Jack inclinó la cabeza hacia atrás, recordando. —Ella me pidió su
número. Pero eso fue hace meses. Después de la anulación.
—¿En serio? Eso es raro —le dije.
—Juro que me dijo que quería darle las gracias. Conociéndola,
probablemente lo hizo.
Nora tomó la palabra. —Bueno, ella me pasó la información de
contacto de Vanessa y yo estaba dispuesta a encontrarla cuando Melissa
me dijo que no necesitaba hacerlo. Dijo que ya habían hablado, y ella se
sentía obligada a darnos una entrevista para la revista. Al parecer, la
24
pobre chica se hartó de los trucos publicitarios de Chrystle, y Melissa la 0
convenció para que hablara con nosotros.
—Ella es la única razón por la que Chrystle firmó los papeles de
anulación. De lo contrario, es probable que siguiera técnicamente casado
con ella. —Se estremeció, apretando rápidamente mi mano.
—Ha hecho lo correcto por nosotros dos veces —le dije.
—Como ya he mencionado, no hay necesidad de que hagamos la
entrevista que habíamos previsto. Vamos a programar otra después, y éste
artículo se publicará tanto en línea como en las versiones impresas a partir
del miércoles. —Nora sonrió—. Pueden guardar esas copias. ¿Nos vemos
en la oficina mañana, Cassie?
—Voy a estar aquí. Muchas gracias. —Me puse de pie y me acerqué
a la mesa para abrazarla.
Se alisó la chaqueta y la falda cuando la solté. —No es nada. Sólo un
buen negocio. —Trató de no sonreír.
Jack se inclinó sobre su escritorio para estrecharle la mano. —De
verdad apreciamos todo lo que has hecho por nosotros.
Su rostro se suavizó. —No hay de qué. Ahora, ve a ganar algunos
partidos.
***

Odiaba tener que admitirlo pero me sentía aliviada por la


cancelación de la entrevista. Me habría encantado realizarla, pero una
parte de mí, agradecía que no tuviésemos que hacerla. De todos modos la
información se iba a saber, pero no venía de mí ni de Jack. Supuse que así
habría menos acusaciones.
Una vez que nos encontrábamos en la parte trasera del taxi, Jack
lanzó su brazo alrededor de mí y me preguntó—: ¿Cómo te sientes?
—Me siento aliviada de que no tengamos que hacer ese tipo de
entrevista. Me enojé al oír todas esas cosas y estoy triste por todo lo que
sucedió, pero estoy feliz de que todo se vaya a acabar pronto. —Apoyé la
cabeza en su hombro mientras me acercaba a él—. ¿Cómo te sientes tú?
—Me sentí enojado al leer toda esa mierda. Estoy enojado con ella
por ser una loca y conmigo por ser estúpido. Sólo quiero que todo quede
detrás de nosotros de una vez por todas.
—Pronto —le prometí. 241
Mientras Jack pagaba por el viaje, salí del taxi y me dirigí hacia el
vestíbulo de nuestro edificio de apartamentos. Mis piernas casi se doblaron
cuando vi a una morena pequeña, que me resultaba familiar, en la
recepción hablando con el conserje. Salí corriendo por la puerta giratoria,
ignorando a nuestro portero mientras mis entrañas rugían. Se volvió hacia
mí y grité—: ¿Qué diablos haces aquí? Antonio, ella no tiene permitido
entrar aquí. No es bienvenida.
—Oh, mira —dijo Chrystle con su tono meloso—, es Cassie, la rompe
hogares.
—¿Por qué todavía no regresaste a Isla Puta? ¿Qué haces aquí? —
grité a la última persona en la tierra que yo quería ver.
Colocó su mano en la cadera y se inclinó hacia mí. —¿Sabes que la
gente paga miles de dólares por una historia que contenga un chisme
jugoso? Ni siquiera comprueban los hechos.
Mis manos se apretaron, formando puños mientras ella sonreía
triunfalmente. —La verdad saldrá muy pronto, y entonces todo el mundo
va a saber lo mentirosa y perra psicótica que eres —escupí.
—No lo creo. La gente me ama. Sólo soy una víctima en todo esto y
sienten mucha pena por mí.
—Creo que sobreestimas tu capacidad para engañar.
—He llegado hasta aquí, ¿no es así? Y logré que tu novio se casara
conmigo. ¿Te acuerdas? —Su boca se torció en una sonrisa maliciosa
mientras señalaba en dirección a Jack.
Me tragué el nudo en la garganta y moví el brazo hacia atrás. Con
toda la fuerza que pude reunir, le di una bofetada a su miserable,
confabuladora y maligna cara. El sonido resonó en el vestíbulo cuando ella
jadeó, con una marca roja en su mejilla.
—¡Perra! —Miró hacia afuera, dónde no me di cuenta antes que se
encontraba un fotógrafo solitario de pie. Destellos de luz rebotaron contra
los cristales de las ventanas.
Ella armó esto.
Me negaba a ser su víctima por más tiempo. —La próxima vez no va
a ser sólo una bofetada. No te vuelvas a acercar a mí y permanece
jodidamente lejos de Jack.
La adrenalina hizo que sintiera el latido de mi corazón en los oídos,
cuando Jack apareció de repente a mi lado. —¿Qué demonios haces
aquí ? —le gritó a la basura indeseable.
24
—¡Oh, Jack! —se quejó—. Tu novia me golpeó. ¡Has algo!
Él infló su pecho y la miró. —Voy a poner tu culo en su lugar si es lo
2
que ella quiere que haga. Ahora lárgate del edificio de mi departamento,
perra estúpida.
Ella abrió la boca y su rostro se arrugó horrorizado. —Te arrepentirás
de esto. Ambos. Sólo tienen que esperar —amenazó mientras caminaba
en sus tacones hacia la puerta.
—¿Estás bien? —La voz de Jack sonó cariñosa y preocupada.
Solté una respiración rápida, todavía temblando por mis acciones.
Mi mano vibraba y palpitaba por el impacto. —No puedo creer que hice
eso.
Sonrió. —¡No puedo creer que me lo perdí!
—Oh, no te preocupes. Alguien tomó fotos, así que estoy segura de
que lo vas a ver muy pronto. —Hice un gesto hacia el fotógrafo que
trataba de ponerse al día con Chrystle, y Jack salió corriendo hacia la
puerta.
Lo vi gritar hasta que el fotógrafo se detuvo. Lo llevó aparte y habló
con él, mientras Chrystle miraba desde una corta distancia. Jack sonrió y
corrió de nuevo a nuestro edificio.
—¿Qué le has dicho?
Sonrió. —Le dije que lo mejor sería que no publicara esas fotos.
Chrystle es una acosadora, y hoy voy a presentar una orden de restricción
en contra de ella, y que todo lo que sale de su boca es una mentira. Y le
mencioné que si publicaba algo que dañe más tu reputación, lo buscaré y
le meteré esa cámara por el culo, tanto que necesitará un médico para
sacarla.
—Uh, bebé. —Negué con la cabeza, sabiendo muy bien que las
amenazas no funcionan con los paparazzi.
—Luego compré las fotos y exigí exclusividad. Si aparecen en algún
lugar, voy a demandarlo. Parece que, después de todo, voy a poder ver
cómo la golpeaste. —Me besó en la cima de la cabeza y se volvió hacia
Antonio, que se veía confundido y sin saber qué hacer—. Esa mujer es una
acosadora. Voy a presentar una orden de restricción esta tarde. Por favor,
ve que no entre aquí de nuevo.
—Sí, señor —respondió Antonio.
Jack se me unió en el ascensor, y susurré—: ¿En serio vas conseguir
una orden de restricción?
—Ella me está acechando, nos amenazó, y creo que es inestable — 243
dijo con una sonrisa.
—Sin duda no está bien. —Me incliné hasta plantarle un beso en la
mejilla antes de sacar mi teléfono.
Le escribí un mensaje de texto rápido a Melissa:
Gracias por conseguir que Vanessa hiciera esa entrevista. ¡Es
increíble! ¡Eres increíble! :) PD: Chrystle acaba de estar aquí. En nuestro
edificio. ¡Y yo le di una bofetada! Ja ja.
Melissa respondió inmediatamente.
¿Lo hiciste? ¡ES GENIAL, JODER! JAJA. Me enteré que se encontraba
en Nueva York tratando de vender una idea potencial para hacer un libro.
Tan pronto como salga el artículo, ella estará perdida. Nadie va a tocarla.
Y de nada. Vanessa tenía miedo al principio, pero tenía muchas ganas de
hacerlo.
Rápidamente escribí de nuevo:
Sí, lo hizo. Si hablas con ella de nuevo, que estoy segura que lo
harás... dile que dije gracias, por favor.
—¿Estás enviando mensajes de texto a Melissa?
Levanté la vista hacia Jack. —Sí.
—Dile que dije gracias.
—Lo haré.

24
4
25
Una propuesta
Traducido por Adriana Tate
Corregido por AriannysG

Cassie
245
Varias semanas después…
Las cosas cambiaron una vez que el artículo salió a la luz con todas
las revelaciones de Vanessa. El deseo del público de saber todo no mejoró,
pero al menos Jack y yo ya no éramos vistos como los chicos malos. Melissa
me dijo que los foros de internet se llenaron con comentarios sobre lo
mucho que debo amar a Jack para perdonarlo por todo y cuán fuerte
debemos ser como pareja para haber soportado todo eso y todavía estar
juntos. Fiel a mi palabra, no había estado en internet para leer algo de eso
desde la noche que me quebré. Y Melissa tenía razón, sí me siento mejor.
Supongo que a veces la ignorancia es felicidad.
También acudí al juego de Jack sin temor a ser ridiculizada o
mofada… a menos que él perdiera, entonces los aficionados serían
implacables. Incluso algunos de los comentarios de las esposas malas sobre
el artículo y la horrible cosa que nos pasó a Jack y a mí. Seguían sin
desviarse para hablarme, pero al menos reconocían mi existencia. Lo cual
admitiré que algunas veces fue difícil, considerando que sabía lo que
algunos de sus esposos le hacían a sus espaldas.
El trabajo se puso más atareado para mí, y fui asignada a mi primera
sesión fotográfica en escenarios naturales después de que un tornado
prácticamente destruyera una cuidad completa en el Medio Oeste.
Tomarle fotos a la devastación y ser testigo del dolor de las personas de
cerca y en persona fue más difícil de lo que me imaginé. Mi corazón dolía
literalmente con cada foto que capturé.
Algunas veces me cuestioné si lo que hacía tenía verdadero valor. Y
me pregunté cómo era mejor que los paparazzi, al invadir el espacio
personal de la gente por una fotografía.
Pero cuando una de mis fotos fue elegida para solicitar donaciones y
otra fue usada para centrarse en la reconstrucción de la ciudad, se
aliviaron mis temores. Me convencí que mis fotos hacían bien y ayudaban
a traer luz a la verdadera devastación, para que otros pudieran verla y ser
llamados para ayudar.

***

Caminé la corta distancia desde la estación del metro hasta nuestro


apartamento, emocionada por ver a Jack. Ese día en la tarde, su equipo
tenía un juego de desempate, y no asistí en parte porque sabía que Jack
no estaría lanzando y también porque estaba fuera de plazo en el trabajo. 24
Era vergonzoso cuánto me emocionaba ante la idea de ir a casa con
Jack. Él normalmente no se encontraba allí antes que yo, y me gustaba 6
atravesar la puerta y dirigirme a sus brazos en espera. Miré hacia el edificio
de nuestro apartamento, a la sombra fundiéndose a mitad de camino a
través de la calle, y sonreí. Me permití perderme en el sonido del tráfico
que pasaba a mi lado, encontrando comodidad en su acompañamiento
constante.
Cuando abrí la puerta del frente, un olor familiar me llegó y luché
para ubicarlo. —¿Qué estás cocinando? —grité dentro del apartamento
con una sonrisa.
Jack se asomó por la pared de la cocina. —No creerás lo que
conseguí que hiciera la abuela —dijo con una carcajada.
—¡Por eso es que sé de dónde viene ese olor! ¡Esa es la salsa de la
abuela! —Corrí hacia la cocina, buscando una cuchara antes de
sumergirla dentro de la olla en la estufa. Soplé ligeramente antes de
probarla—. Oh Dios mío. Demasiado bueno. ¿Tú la hiciste?
Jack envolvió los brazos alrededor de mi cintura. —Le pedí que
congelara un poco de salsa y luego no las entregara al día siguiente para
nosotros. Ha estado volviéndose loca durante todo el tiempo.
—Eso es increíble. —Sumergí mi cuchara de nuevo y Jack me dio un
manotazo.
—Salte de ahí. Espera la cena.
Me giré para mirarlo. —¿Qué planea, señor?
—Nada. —Dejó escapar un suspiro—. ¿Un chico no puede prepararle
la cena a su novia?
—Claro —asentí—. ¿Puedo ayudar en algo? —Miré alrededor,
notando un florero de rosas rojas en la mesa.
—Nop. —Sonrió y me besó en la mejilla.

***

Jack
Quería hacerlo bien. Por eso me acerqué a su padre y le pedí su
bendición días atrás.
Sabía que no tenía que hacer eso. Cassie habría insistido que no era
necesario, pero la abuela me habría matado si averiguaba que no lo hice. 247
Pensé que era lo correcto, lo cual debería haberme apuntado hacia la
dirección opuesta dado mi pasado, pero seguí mi instinto de todos modos.
El teléfono sonaba mientras mi corazón latía en mis oídos. —Hola —
contestó una suave voz.
—¿Señora Andrews?
—Sí.
—Hola, es Jack Carter. Me preguntaba si su esposo se encontraba
en casa y si podría hablar con él —pedí tan educadamente como pude.
—Oh hola, Jack. ¿Está todo bien? ¿Cassie está bien? —preguntó
nerviosamente.
—Cassie está bien. Todo está bien.
—Oh, está bien. Es bueno escucharlo. Espera un segundo y buscaré
a su padre.
—Gracias —exhalé, esperando terminar con esto lo más pronto
posible.
El teléfono hizo un ruido metálico en el otro extremo y se aclaró una
garganta masculina. —¿Hola? ¿Jack?
—Sí, señor Andrews. ¿Cómo está, señor? —Odiaba ser respetuoso
cuando él decepcionó a Cassie tantas veces al pasar los años.
—No me puedo quejar. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Bueno, señor —me atasqué y me aclaré la garganta antes de
continuar—: Primero que todo, quiero que sepa cuánto amo a su hija. Ella
es la persona más increíble que jamás he conocido en mi vida.
—Ajá —dijo.
Sabía que debía pedirle permiso para casarme con su hija, pero no
quería. Y sabía malditamente bien que no lo necesitaría. Él no me podría
detener de casarme con ella si lo intentaba. Así que lo expresé de una
manera diferente. —Simplemente quería que supiera que planeo pedirle a
Cassie que se case conmigo y quería pedirle su bendición.
—¿Crees que va a decir que sí?
¿Qué clase de pregunta era esa? Me agarré el cabello con la mano
libre. —Sí señor, lo creo.
—¡Bueno, está bien! —dijo felizmente en el receptor—. Tienes mi
bendición.
—Gracias. —Sonreí y al escuchar gritos en el fondo, pregunté—:
¿Puedo hablar con su esposa de nuevo rápidamente? 248
—Oh claro, por supuesto. ¡Felicitaciones! Y haznos saber si podemos
hacer algo. Pagaremos por cualquier cosa que necesites y manejaremos
lo que quieran.
Dudé antes de darme cuenta que él nunca cumpliría esas ofertas.
Cassie tenía razón acerca de lo fácil que era dejarse atrapar en su carisma
y entusiasmo.
—¿Jack? ¡Dime que le pediste lo que yo creo!
Me reí en el teléfono. —Sí.
Ella gritó de alegría. —¿Cuándo se lo pedirás?
—No estoy seguro, así que no le diga nada si ustedes dos hablan, por
favor.
—No diré una palabra. ¡Esperaremos a que ella nos llame con la gran
noticia!
Exhalé con alivio. —Genial, gracias. Hablaré con usted más tarde,
¿De acuerdo?
—Muy bien, Jack. Y oye —hizo una pausa antes de continuar con un
tono bajo—, gracias por llamar. Sé que no tenías que hacerlo, pero fue
agradable.
Sonreí para mis adentros, finalmente convencido que en realidad
había hecho lo correcto por una vez.
***

Los nervios raramente me recorrían el cuerpo, pero hoy tenían un día


de campo mientras yo esperaba para hacer la pregunta. Amaba a esta
chica más que nada en el mundo y hemos pasado por tanto.
Anhelaba convertir en mi esposa a esta chica y odiaba sentarme
aquí en la cena, esperando para preguntar.
¿Por qué simplemente no le podía preguntar ahora, cuando su boca
se hallaba llena de pasta? ¿Debería arrodillarme? Me preguntaba si ella
sentía lo que venía. Nunca le había cocinado la cena y aquí acababa de
ser todo un chef gourmet.
¿Qué pasa si dice que no?
No va a decir que no.
Mierda.
Más vale que no diga que no.
24
*** 9

Cassie
Después de la cena, Jack llevó todos los platos a la cocina y al
lavavajillas. Se rehusaba a dejarme ayudar. Miré por la ventana hacia el
horizonte. Amaba vivir en Nueva York.
De repente, Jack se arrodilló al lado de mi silla. Mientras colocaba mi
mano en la suya y empezó hablar, mi corazón comenzó a acelerarse. —No
conozco a ninguna otra pareja que haya estado en el infierno y de regreso
más que nosotros dos. Siento que todo por lo que hemos pasado sólo nos
ha hecho más fuerte. Hemos tenido que aprender a trabajar juntos. A ser
un equipo. A apoyarnos y respaldarnos mutuamente.
Comencé a temblar. Me consumía una energía nerviosa y apenas
podía escuchar la mitad de las palabras que decía. Mi cerebro comenzó a
dar vueltas y no podía concentrarme en ninguna otra cosa más que en el
hecho de que Jack se encontraba arrodillado junto a mí.

***
Jack
Sus ojos lucían vidriosos y conociendo a Cass de la manera en que la
conozco, no estaba seguro de si seguía escuchándome, pero continué
hablando—: Te prometo estar a tu lado, sostenerte cuando estés a punto
de caer y siempre mantenerte segura. Nunca creí que hubiera una chica
allá fuera para mí, hasta que te conocí. Cambiaste todo. Y nunca quiero
vivir sin ti. Te amo más de lo que nunca pensé posible.
Cerré los ojos antes de tomar una respiración profunda. Toda mi
confianza flaqueó en ese momento cuando me di cuenta que Cassie
tenía mi futuro en la palma de sus manos.
—Kitten. Sé mi esposa. Cásate conmigo. —Abrí la caja de terciopelo
negro del anillo de Tiffany’s.

*** 250

Cassie
Ver el diamante dentro me hizo jadear. Brillaba y bailaba a la luz. El
diamante del centro era enorme y se hallaba rodeado de pequeños
diamantes. Parecía demasiado hermoso para tocarlo.
—¿Kitten? —La voz de Jack atravesó mi coma centelleante cuando
me di cuenta que todavía no había respondido.
Moví la mirada para que se encontrara con la suya. —Sí. Por
supuesto que me casaré contigo. ¿Quién diablos más lo haría? —Sonreí,
todavía sin alcanzar el hermoso anillo.
Sonrió y sus hoyuelos aparecieron mientras buscaba dentro de la
caja y sacaba el anillo. Le tendí la mano izquierda y colocó esa hermosa
pieza de joya en su lugar. Mis ojos se fijaron en los diamantes que
iluminaban mi dedo. —Es enorme —dije, sin aliento.
—¿No te gusta? Podemos regresarlo.
Aparté mi mano de la de él, apretándola contra mi pecho. —De
ninguna manera. Es increíble.
—Vamos a ser muy felices.
—Ya lo soy.

251
Epílogo
12 de enero, dieciséis meses
después
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Melii

252
Jack
Me encontraba parado al final de un pasillo improvisado en el
exuberante patio trasero de la abuela y el abuelo. Había sido
transformado en un país de las maravillas lleno de luz. Cada árbol, arbusto
y rama estaba cubierta con pequeñas luces blancas y brillantes. Esperé
debajo del gran árbol donde los faroles parpadeaban con la luz de las
velas que colgaban de las ramas. Los inmensos frascos se hallaban
alineados en dos filas, formando el pasillo y cada frasco se encontraba
lleno con unos cuantos centavos para sostener la vela blanca encendida
adentro. Eché un vistazo a unas pocas mesas redondas decoradas todas
de blanco, y sonreí.
Mis ojos se posaron más allá en mis viejos compañeros de equipo del
estado de Fullton, los padres de Melissa, los padres de Cassie, la abuela,
Nora y por último Matteo y Trina, que empezaron a salir tan pronto después
de que terminaron Trina y Kyle. Me encontré sonriéndole a nuestro grupo
de amigos y familia que llenaba el pequeño espacio, emocionados de
compartir nuestro momento íntimo con nosotros.
Me encantó el hecho de que Kitten y yo compartiéramos los mismos
puntos de vista cuando se trataba de hoy. Afortunadamente, ninguno de
los dos necesitaba una gran boda formal para hacer la ocasión especial.
Aunque con toda honestidad, le habría dado cualquier cosa que quisiera,
pero ambos ansiábamos la privacidad y seguridad que sólo nos podían
dar nuestros amigos más cercanos y familiares. Así que optamos por un
ambiente y vestido más casual. Bajé la mirada hacia mi traje color gris
plomo y ajusté mi lazo color negro.
¿Dónde demonios se encontraba Dean?
Le sonreí a la abuela, que ya sostenía un pañuelo en sus ojos,
mientras me alejaba del altar. Bajó su mano y preguntó—: ¿Jack? ¿A
dónde vas?
—Voy a encontrar a Dean.
Entré hecho una furia dentro de la casa, tratando de no ver a Cassie
accidentalmente mientras buscaba a mi hermano, que simplemente
desapareció minutos antes de que me casara. Me asomé en la cocina
vacía. Después de mirar en el patio delantero y en la sala de estar y
encontrarlos vacíos, me encaminé de regreso hacia nuestras habitaciones.
Las dos puertas estaban cerradas. Sabía que Cassie se encontraba en mi
habitación, así que toqué en la habitación de Dean antes de girar la
manija. No esperé por una respuesta antes de abrir la puerta e irrumpir
dentro. 253
—Mierda. ¿En serio? —Miré a mi hermano, acostado encima de
Melissa parcialmente vestida, con su lengua hasta la garganta y sus manos
quien sabe dónde.
—¡Vete, Jack! ¡Jesús! —gritó Dean, cubriendo el cuerpo de Melissa
protectoramente.
—¿No creen que ustedes dos podían resolver su mierda después de
los votos? Me gustaría casarme en algún momento de hoy —grité, con mi
paciencia vacilante. Cerré la puerta de un portazo y toqué la puerta de mi
antigua habitación—. ¿Kitten?
—¡No entres aquí, Jack! —gritó y me reí.
—No voy a entrar. Sólo quería decir que no puedo esperar para
verte. Asegúrate que esos dos salgan de la habitación, por favor. Diles que
pueden follar después de los votos.
—Oh Dios mío —gritó a través de la puerta—. ¿Ahí está Melissa? ¡He
estado esperándola para que regrese como por media hora!
—Bueno vas a estar esperando por siempre si no la sacas de ahí. Te
veré pronto —dije, inclinando mi mejilla contra la puerta.
Con otro golpe brusco, toqué en la puerta de Dean y grité—: ¡Para
hoy hermanito! ¡Vamos! —Desde que obviamente no se podía confiar en
él a solas con Melissa, esperé a que saliera de su habitación antes de
regresar afuera. Le di un codazo mientras nos dirigíamos por el pasillo hacia
el árbol—. ¿En serio no podías esperar hasta más tarde? —le susurré.
—¿Estás bromeando? Con ella, más tarde podría significar nunca.
Tengo que tomar lo que puedo conseguir.
Sacudí la cabeza. —No te envidio, hermano.
—¿Sí? —Me dio una mirada—. Bueno, yo estoy muy seguro de que sí
te envidio.
—Deberías —le dije y lo decía en serio.
Si no fuera yo, me envidiaría. Cambié mi peso de un pie al otro
mientras esperaba para que comenzara el mejor día de mi vida. La gente
siempre hablaba de estar nervioso el día de su boda, pero en mi caso no
era así. Si alguna emoción surgía a través de mi cuerpo, era entusiasmo. No
podía esperar para convertir a esta chica en mi esposa y pasar el resto de
mi vida haciéndola sonreír.
Comenzó la música procesional y todos se pusieron de pie. Me
quedé mirando a la puerta trasera como si mi vida dependiera de ello.
Melissa salió primero, con una gran sonrisa en su rostro. Me di cuenta que 254
fijó su mirada en la de Dean y nunca dejó de mirarlo todo su paseo por el
pasillo. Ella no engañaba a nadie.
Todos mis pensamientos desaparecieron y mi mente se puso en
blanco en el momento que vi a Cass en la sombras. Cuando salió de la
oscuridad y entró en el patio trasero, mi corazón saltó de mi pecho y voló a
sus manos. Se veía tan jodidamente hermosa caminando hacia mí en ese
vestido blanco sin tirantes. Sonreí como un idiota. Sabía porque mis mejillas
ardían y no podía parar la sensación ni aunque lo intentara. No es que
quisiera intentarlo.
Llevaba el cabello recogido, dejando al descubierto su delicado
cuello y mi mente daba vueltas con pensamientos sucios. Toda la sangre
corrió desde mi cuerpo hacia un solo lugar en el segundo en que empecé
a pensar en todas las cosas que quería hacer con ella. Mierda, no me
podía casar con una maldita erección. Piensa en algo más, piensa en algo
más. Piensa en béisbol.
Mierda.
Cuando por fin llegó a mi lado, tomé su mano, acariciándola con mi
pulgar mientras ella me daba un ligero apretón. —Te ves hermosa —le
susurré mientras me inclinaba hacia ella.
—Te ves ardiente —susurró y me dio un pequeño guiño.
El abuelo se aclaró la garganta y lo miré. Estaba parado enfrente de
nosotros con una expresión seria en su rostro. Después de que consiguió el
decreto por internet con la ayuda de Dean, la abuela me dijo que se tomó
su papel en la boda muy seriamente. “¡Tengo el trabajo más importante de
todos! ¡Tengo que hacerlo bien!” me dijo ella que había dicho él.
El abuelo tragó saliva una vez antes de preguntar—: ¿Podemos
comenzar? —empezó a leer las primeras líneas de la ceremonia y luché
para mantener mi impaciencia bajo control.
Me encontraba parado ante mi familia y amigos, casándome con la
única persona en el mundo con la que siempre he querido casarme. No
habrá ninguna anulación en este matrimonio. Ningún final para este
comienzo. Ninguna compraventa para este equipo.
Las personas pasan sus vidas buscando a su único y verdadero amor,
a su otra mitad. Encontré la mía en la universidad, bailando en un camino
de entrada en una casa de fraternidad.
Afortunadamente para mí, ella también me encontró.
No puedo esperar hasta que esté embarazada.

255

Fin.
The Sweetest Game
¡Esta es la tercera (y última) entrega de la
historia de Jack y Cassie!
“Es un gran mazazo en el pecho cuando tu
carrera en el béisbol llega a su fin. Es como
si finalmente te dieras cuenta de que el
béisbol nunca te amó de la misma manera.
Todas las noches sin dormir, las horas
pasadas en el gimnasio tratando de
mantenerte en forma, el entrenamiento, la
formación, la preparación mental, las
vacaciones perdidas, los cumpleaños
pasados, los recuerdos que no llegaste a
256
crear con tu familia... ¿todo para qué? No
es como si el béisbol hubiera perdido el
sueño por ti. No se quedó despierto durante
noches enteras tratando de averiguar
cómo hacerte un mejor jugador. No le importaba. El béisbol es un negocio.
Un deporte. Un juego. Y por más que toda mi vida haya estado envuelta
en él, es el momento de dejarlo ir”.
—Jack Carter.
Sobre la autora
Jenn Sterling es oriunda del sur de
California y creció viendo a los Dodgers y
jugando al softbol. Ella tiene su licenciatura
en Radio / TV / Cine, y ha trabajado en la
industria del entretenimiento durante la
mayor parte de su vida. Le encanta
escuchar a sus lectores y puede ser
encontrada en:
http://www.j-sterling.com
http://www.twitter.com/RealJSterling
http://www.facebook.com/TheRealJSterlin 257
g
Agradecimientos
Gracias.
Esto será corto y dulce porque la verdad del asunto es que este libro
nunca se suponía que existiera. Y sólo existe debido al feroz amor que
ustedes, mis queridos lectores, sienten por Jack Jodido Carter y Cassie. ¡Lo
querían! ¡Lo exigieron! ¡E insistieron que escriba más de su historia…! Y aquí
estamos. Espero que les haya gustado. Les aprecio mucho a todos, y
siempre quiero hacer lo correcto por ustedes. Gracias por soportarme,
gracias por creer en mí, animarme, desafiarme y ser los mejores lectores
que una chica podría pedir. ¡No sé qué haría sin ustedes! :)
Gracias a mi equipo: Pam Berehulke, Jane Dystel, Michelle Warren,
Carmen Johnson y Rebecca Friedman. La edición, la promoción y el 258
diseño no sería lo mismo sin ninguno de ustedes.
Y a toda mi familia y amigos: la vida tiene una divertida manera de
mostrarte quién cubre tu espalda y quién no. Gracias por siempre cubrir la
mía.

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