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Fie] ss | age hove. ANZ -OF 04 H1s2e-8 Zoos ef ETICA Y POLITICA Ensayos escogidos II Alasdair MacIntyre Traduccién Sebastiin Montiel PUBLICACIONES DEL INSTITUTO. DE FILOSOFIA «EDITH STEIN» Editorial Nuevo Inicio Granada 2008 Exica y politica cllos construido en parte como consecuencia de las diferentes cuestiones que los diferentes intérpretes extraen de sus lecturas de los textos, de la diferente relevancia que los intérpretes atri- buyen a los pasajes particulares y de las diferentes formas en que extrapolan unos textos que, muy a menudo, no se pueden leer inteligentemente sin hacer alguna extrapolacién. Arist6teles no es el tinico en este aspecto. Hay también Pla- tones rivales, Kants rivales, Wittgensteins rivales. La historia de la filosofia es una historia de interpretaciones y de debates interpretativos. Y entonces, sean cuales sean los fundamentos de nuestra certidumbre cuando respaldamos un punto de vis- ta particular frente a los demés, esa certidumbre siempre tiene que estar atemperada por la cautela, por un gran respeto hacia aquellos de quienes hemos aprendido a través de nuestros des- acuerdos y por la seguridad de que en materias como estas que tratamos nadie tiene la tiltima palabra. 3 La subversiva ley natural: El caso de Toméas de Aquino El hecho de que el siglo XIII en Europa fuera una época de conflictos y debates generalizados no lo diferencia de otras épo- cas y lugares. Pero merece la pena sefialar el cardcter y la inten- sidad de algunos de sus conflictos y debates, aunque sélo sea porque dieron lugar a definiciones duraderas de algunos modos rivales y alternativos de pensamiento y accién politica y moral. Asi pues, si comenzamos situando el pensamiento moral y so- cial de Santo Tomas en el contexto de tales conflictos y debates, mis bien que ignorando esos contextos —como se hace habitual- mente~ y abstrayéndolo de ellos, quizas podamos entender me- jor su caracteristica y continuada relevancia. zA qué conflictos y debates me refiero? Estén los conflictos entre rivales que reclaman jurisdiccién en campos particulares y sobre tipos particulares de asuntos, y los conflictos de segundo orden acerca de quién ostenta la autoridad legitima para resolver los diversos conffictos de pri- mer orden. A veces los tenemos entre autoridades eclesidsticas y seculares, otras veces entre una autoridad eclesiéstica y otra © entte una autoridad secular y otra. Ejemplos de lo primero son los conflictos entre sefiores feudales o reyes y obispos, y més notablemente, entre el emperador y el Papa; ejemplos de Io iiltimo incluyen los conflictos entre sefiores feudales loca les y funcionarios de la corona y entre obispos y superiores de casas religiosas. Una cuestién caracteristicamente central es la Etica y politica siguiente: za qué autoridad superior, sila hay, puede uno apelar contra el veredicto de quienquiera sea que ostente localmente el poder de imponer la autoridad? Estos conflictos se extienden, como era de esperar, partiendo de esta pregunta hasta llegar al debate teolégico y filosdfico sobre la ordenacién jerérquica de los diferentes tipos de autoridad. Tales conflictos fueron parcialmente generados por el surgi- miento y la intensificacién de las tendencias centralistas tanto en los Ambitos eclesiésticos como en los asuntos seculares. El papado de Inocencio III habfa culminado con el IV Concilio de Letrén, en 1215, una expresi6n sin precedentes de la unidad politica asf como teolégica de la Iglesia. El reino de Sicilia, bajo Federico II, proporcionaba un ejemplo de organizacién politica en Ia que la jurisdiccién de los tribunales de justicia reales no conocfa limite alguno. Tanto en Francia como en Inglaterra era evidente el avance de la autoridad real, y los momentos decisi- vos que hicieron irreversible ese progreso fueron, en Francia, las disposiciones legislativas de Luis IX y, en Inglaterra, las de Eduardo I. Unas y otras potenciaron cada vez mds los sistemas de leyes seculares y eclesidsticas que contenfan dentro de sf su propia concepcién de la jerarquia de la autoridad, cuestionando unas y otras, en mayor 0 menor grado, tanto las concepciones de los sistemas rivales como las concepciones encarnadas en los antiguos cuerpos de leyes locales, sistemas que habfan derivado su autoridad de las usanzas y las tradiciones locales y que ahora representaban un obstéculo para la supremacta real. El relato de la forma en que se desarrollaron esas tendencias se cuenta habitualmente de forma retrospectiva, desde la pers- pectiva de las instituciones politicas, legales y administrativas que salieron victoriosas finalmente, Y como esas mismas ins- tituciones, las instituciones del naciente estado-nacién, se han perpetuado, tanto en su historia como en su reivindicacién de legitimidad, en las instituciones a través de las cuales todavia La subversiva ley natural: El caso de Tomds de Aquino se ejerce la hegemon(a politica en nuestro propio ordenamien- to social contempordnco, se da por sentado normalmente que tal relato debe contarse desde ese punto de vista. De hecho, a veces no se nos dice que preguntar qué otra cosa podia haber ocurrido, qué otras posibilidades podian haberse dado que no fueran realizadas, no es més que una especulacién perezosa indisciplinada. La prohibicién de hacer tales preguntas es siem- pre ideolégica en sus consecuencias. Pues, caso de ser eficaz, tiene por resultado ocultar a la vista el hecho de que nuestros predecesores se enfrentaron en el pasado a posibilidades reales alternativas, que hubo caminos que nose tomaron y que pod/an haberse tomado, y que el cardcter de los caminos que de hecho se tomaron no puede entenderse completamente salvo que se reconozea que tomarlos implicé un rechazo o una derrota de las dems posibilidades. El presente podria ser distinto de lo que ¢s, y presuponer otra cosa puede ocultarnos para siempre algunas de sus caracteristicas mas imporcantes, Un remedio parcial contra esa tendencia a tratar como inevi- tables y predeterminadas las repercusiones de los conflictos pa- sados consiste en considerar no sélo su historia politica, legal ¢ institucional, sino también la de los debates tedricos relaciona- dos con ellos. ;Por qué? Propondré una respuesta a esta pregun- ta sefialando que Santo Tomas establecié, a nivel de indagacién tedrica, tanto para sus contempordneos como pata nosotros, un conjunto de posibilidades legales, politicas y morales para es- tructurar la vida comunitaria, alternativas tanto practica como tedricamente a las que se llevaron a cabo de hecho, y he argu- mentado en otto lugar que esa alternativa era, y ¢s, moralmente superior a la que de hecho han Ilevado a cabo el emergente esta- do-nacién y sus ultimos herederos burocraticos.' Lo haré com- "Alasdair Maclntyre, “Aquinas on Practical Rationality and Justice”, Capiculo 9 de Whore fut- 2? Which Ravonati?, Nowee Dame University Press, Noe Dame, IN, 1988, [Versin espano- ba: fuscia yracionalidad:conceptosy contexas,Eunsa, Madrid 1994, N. del.) Erica y politica parando las respuestas que dio Santo ‘Tomés a un conjunto de cuestiones sobre la ley con las respuestas a las mismas cuestiones dadas o presupuestas por los procedimientos y disposiciones le- gales de Federico Il en Sicilia y de Luis IX en Francia. En su obra definitiva sobre Ia historia de las concepciones de la ley natural,? Michael Bertram Crowe presentaba la dis- quisicién sobre la ley de Santo Tomés como una construccién teérica sensible a las tesis y preocupaciones de una serie de tedri- cos anteriores: San Agustin e indirectamente Cicerén, Ulpiano, Graciano, Pedro Lombardo y su propio maestro, San Alberto Magno. Mi discusién aspira a complementar, mds que a corre- git, la narracién de Crowe. Santo Tomés se comprometié de hecho teéricamente con los argumentos del derecho romano, de los canonistas, de los tedlogos y de los filésofos. Pero la na- turaleza de su compromiso teérico quizds sea malentendida si se abstrae de las finalidades précticas de sus escritos sobre la ley. Santo Toméds de Aquino escribfa, de forma caracteristica, con intenciones especificas para conjuntos especificos de lectores. Y entre las preocupaciones de aquellos para quienes y a quie- nes escribié sobre la ley deben haber sido centrales las recientes innovaciones legales y administrativas de Federico II y Luis IX, aun siendo muy diferentes unas de otras. En cuanto a Federico II, me ocuparé de las leyes decretadas en las Dietas de Capua y Mesina en 1221 y de las Constituciones de Melfi, promulgadas en 1231, la primera de ellas cuatro affos an- tes de que naciera Tomas de Aquino y la tiltima cuando tenia seis afios y ya era oblato en Monte Casino. Santo Tomés, hemos de recordar, habia nacido en el castillo de Roccasecca, en Caserta, provincia del reino de Sicilia fronteriza con los estados papales. Justamente antes de que él entrara en la abadia de Monte Casino Michael Bereram Crowe, The Changing Profle ofthe Narural Law, Marinus Nijhoff, The Hague, 1977. La subversina ley natural: El caso de Tomds de Aquino ala edad de cinco afios, habia sido firmadalla paz de San German entre Federico II y el Papa Gregorio IX, y por eso la abadia ya no estaba bajo la ocupacién de las tropas imperiales. En 1239, cuando Tomis de Aquino tenia catorce afios, el Papa excomulgé a Federico, y en el curso de la guerra consiguiente la abadia fue ocupada de nuevo por las fuerzas imperiales. Por un edicto de junio de 1239, todos los religiosos no nacidos en el reino de Sicilia fueron expulsados del reino, quedando en Monte Casino sélo ocho monjes. En esta época, a causa de estos aconte- cimientos y por indicacién de sus padres, Tomas fue trasladado al studium generale, mds tarde Universidad de Napoles, que Fe- derico habia fundado en 1224 como primera universidad euro- pea enteramente bajo control secular, exigiendo a sus stibditos que no asistieran a ninguna otra. Si afiadimos a estos episodios de los comienzos de la vida de Tomés de Aquino el hecho de | que sus hermanos Aimo y Rinaldo comenzaran siendo soldados del emperador y pasaran més tarde a la fidelidad papal, se hace dificil suponer que, al reflexionar sobre la ley, él pudiera haber ignorado los problemas précticos originados por las pretensiones rivales de jurisdiccién que informaban los conflictos entre el pa- pado y el imperio. Su rechazo posterior de dos nombramientos papales, en una ocasién como abad de Monte Casino y en otra como arzobispo de Napoles, ha hecho sospechar a algunos de sus bidgrafos que Santo Toms tenfa una voluntad clara y coherente de no llegar a enredarse personalmente en esos conflictos.° En lo que se refiere a Luis IX, me centraré en las leyes y en la reforma administrativa de la ordenanza de 1254 y en los decre- tos que més tarde siguieron a esa ordenanza. En 1254, Tomds de Aquino era baccalarius sententiarum en la Universidad de Paris, vivia en el Priorato de Santiago, cuyas dependencias habfan sido SJames A. Weisheiph, Friar Thomas D'Aguina: His Lif, Thougit, and Works, Doubleday, Garden Giz, NY, 1974, p. 8, Erica y pollen donadas en parte por Luis IX y cuyos frailes se mantenfan con las limosnas del rey. Fue un periodo de la vida de esa universi- dad en el que se sucedfan conflictos de gran intensidad entre los maestros seculares de la universidad (que reclamaban del Papa una proteccién directa y privilegios que aseguraran su derecho a gobernar la universidad) y los dominicos y franciscanos (que actuando también bajo la autoridad directa y con licencia del Papa, se defendian a su vez contra los intentos de los maes- tros seculares de que sus ensefianzas fueran restringidas). Habfa también conflictos entre estos tltimos y el obispo de Paris. Luis IX actuaba en esos conflictos como protector de los dominicos, enviando, por ejemplo, a los arqueros reales para que un maes- tto dominico pudiera acabar sano y salvo la leccién inaugural del curso en septiembre de 1255, en una época de motines y violencia universitaria.! La ordenanza de 1254 fue seguida de la reanudacién de las enquétes reales en la administracién local de justicia por los re- presentantes locales del rey. Los equipos de enguéteurs inclufan normalmente a un dominico 0 a un franciscano, cuyas valora- ciones de la justicia secular los habrian involucrado una y otra vex en los conflictos entre el derecho feudal y la ley consuetudi- naria local, por un lado, y la soberania de los tribunales reales, por otro. Los portavoces del derecho feudal y la ley consuetudi- naria, ya fueran las declaraciones formales de los barones fran- ceses o las cancioncillas sediciosas, identificaban a sus enemigos de siempre como los “clérigos”, abogados y eclesidsticos, inclu yendo a los dominicos, que servian como instrumentos del para extender la autoridad de la concepcién real de la justicia.? Puesto que, cuando Santo Tomés escribié la secunda pars de la Summa Theologiae entre 1269 y 1272, se encontraba de nuevo “Thidem, Capicalo 2, "Senteatiariu in the City of Philosophers” * Jean Richard, Saint Loni: Crusader King of France, Capitulo 9, “The Government of the Kingdom and Is Reform’, Cambridge University Press, Cambridge, 1992, pp. 155-183, La subversva ley natural: El caso de Tomds de Aquino ensefiando en Paris, y puesto que la forma més plausible de en- tender sus detallados tratamientos de la ley, en la prima pars de la secunda pars, y de la justicia, en la secunda pars de la secunda ‘pars, 3 pensar que fueron escritos con un ojo puesto en la guia prictica de pastores, confesores y demés personas involucradas en los problemas de la justicia cotidiana, seria raro que no hu- biera considerado entre ellos a los miembros de su propia orden dominicana, que se habfan enfrentado repetidamente con los problemas particulares franceses relativos a las jurisdicciones ri- vales en conflicto.’ Se entiende facilmente que Santo Tomds no pudiera sino ser profundamente critico con las doctrinas y pronunciamientos legales de Federico II, enemigo del papado y protagonista del poder secular. Pero se podrfa suponer con la misma facilidad que no deberfa haber tenido ningin desacuerdo fundamental con Luis IX, quien no sélo apoyaba la obra de la Iglesia, sino que, tanto en sus acciones politicas como en las personales, ex- hibla esas notables cualidades de cardcter religiosas y morales que fueron responsables no sélo de su canonizacién, sdlo vein- tiséis afios después de su muerte, sino también de la memoria popular francesa medieval que lo sefiala como paradigma del | rey bueno. El mismo Aquinate habria cenado, al menos en una cocasién, con Luis IX, sentado junto al rey, aun cuando, como dice el relato, estuviera sumido en esa ocasién en sus propios pensamientos. Sin embargo, de hecho, las consecuencias pricti- cas de la concepcién de la ley de Santo Tomés no podian ser més contrarias a los decretos legales y a la administracién del rey, y ello a un nivel fundamental. Petmitaseme comenzar sefialando Jo que enfrenta al Aquinate con Luis IX y sélo entonces volveré a sus desavenencias con Federico II. Sobre a insarisfacidn de Toms de Aquino con los manuales dominicanos habitualesy con la cnsefianaa sobre matrias morals se puede ver la obra de Leonard E. Boyle, The Serrng ofthe Summa Theologae of Se. Thomas, Erienne Gilson Series, vo. 5, Pontifical Insite of Mediaeval Studies, Toronto, 1982. Exica y polttica Luis IX era tan moralmente sofisticado como piadoso. Enten- dia la distincién entre las virtudes naturales y la vida secular, por una parte, y las exigencias de la fe catélica, por otra. Cultivaba y celebraba la vircud secular de la prud’bomie, la vireud de la per- sona de honor, de forma tan asidua como practicaba la virtud religiosa de la humildad.’ No obstante, las instituciones monér- quicas francesas que él heredé y sus propias creencias y su de- vocién personal se combinaban para hacer imposible que Luis IX concibiera su papel de una forma que no fuera en términos teolégicos. La justicia que aspiraba a promulgar y administrar era la justicia de la que hablan las Escrituras. El rey de Francia, segiin el influyente Pedro de Fontaines, tenfa el poder imperial de legislar, poder conferido originalmente al emperador roma- no por el senado en la Lex regia, y el rey habia aprendido de los tedlogos que el suyo era un oficio sagrado. Ast, Jean Richard ha sefialado el contraste entre la “humildad personal” del rey y la “cuasi-infalibilidad pretendida por su justicia y su administra- cién, con el apoyo de tedlogos y legistas” $ La imagen que transmite Richard es la de un rey que cree su misién hacer uso de la ensefianza de las Escrituras y de la Iglesia con vistas a requerir y a forzar en sus stibditos, mediante su sola autoridad a través de la ley, la religion y la moralidad de esas ensefianzas. Asi, no sélo hacia intervenir a franciscanos y dominicos en la administracién de la justicia secular y castiga- ba tanto a los herejes como a los que les daban cobijo, sino que, en las ordenanzas de 1254, legislé también contra cualquier maldicién o juramento que “llevara al desprecio de Dios, de Nuestra Sefiora y de todos los santos”, prohibié a sus funcio- narios participar en juegos de azar y en cualesquiera juegos en que se jugara dinero, y, sorprendentemente, jugar al ajedrez, ilegalizé la fabricacién de dados, ordené que las tabernas se Richard, Sains Lowi, pp. 77, 332. * Diem, p. 248. La subversioa ley natural: El caso de Tomds de Aquino convirtieran en lugares de hospitalidad s6lo para viajeros, ex- cluyendo a los locales, ¢ intenté abolir tanto la usura como la prostitucién.? Con las ordenanzas de 1254, Luis IX dejé claro a sus stibditos que si alguin tipo de actividad conllevaba algun vi- cio, 0 animaba o estaba indirectamente asociada a su ejercicio, estaba justificada la promulgacién de su inmediata prohibicién © la toma de medidas administrativas para abolirla 0 controlat- la. ¥ en los preceptos que escribié para instruccién de su hijo le ordenaba “desterrar de su reino los pecados piiblicos de la blasfemia, la fornicacién, los juegos de azar y la embriague2”, lo mismo que la herejia.'® Es entonces sorprendente que, tras plantear Santo Tomés la cuestién de si es propia de la ley humana la represién de todos los vicios, replique él agudamente que no." De hecho, quienes lefan al Aquinate en el siglo XIII, que habjan aprendido en su cuestién 92 que la finalidad de la ley es hacer buenos a los se- res humanos, habitudndolos a realizar aquellas acciones que las virtudes requiéren, y que habfan encontrado esta misma tesis reiterada en la cuestién 95, pudieron muy bien haber quedado sorprendidos por su respuesta. Tomas de Aquino les ofrecfa dos razones para justificar su respuesta negativa. La primera tiene que ver con el papel que juega la ley en la educacién moral. La ley esté pensada para instruir y cortegir a quienes todavia son profundamente imperfectos en relacién a las virtudes, y a ellos no se les deberfa pedir demasiado dema- siado pronto. La educacién moral serd ineficaz si establece de- masiado répidamente un arquetipo demasiado alto. Por tanto, * Paralas Fuentes se puede ver, en general, Richard, Saint Lewis, pp. 393-344, para el esto de las ordenanzas,véase E. de Lauritee, ed, Ordonmances des risde France dela roci¢me race, ol. ly Paris, 1723; para las acciones de los parlemens, véase A. Baugnot, ed, Le Olim ow aris rendus par la cou ds ei, Did, Pris, 1839. "Richard, Seine Lows p. 158. "Santo Tomds de Aquino, Summa Theologae, la-llae 96, 2, Erica y politica la legislacién deberfa ocuparse “s6lo de los vicios mas penosos”, especialmente de aquellos que dafian a los demés y minan la vida social: “homicidio, robo, etc.” La segunda razén de San- to Tomés es que los intentos de imponer, sin restricciones y sin matices, las exigencias de las virtudes estén condenados al fracaso. Provocan en demasiados no virtuosos precisamente los males que supuestamente tenfan que evitar. El Aquinate no esté de acuerdo, por lo tanto, con los futuros puritanos ni con los futuros liberales. Como los puritanos, y al contrario que los liberales, entiende que la ley es un instrumento para nuestra educacién moral. Pero, como los liberales, y al contrario que los puritanos, es contrario a convertir Ia ley en un intento de represién de todos los vicios. Y, por tanto, esté en un claro des- acuerdo con Luis IX. Pero el desacuerdo no sdlo esta en su con- clusién, esté en la forma de llegar a esa conclusién. Luis IX apelaba a premisas teolégicas, de hecho especifica- mente cristianas, para apoyar sus conclusiones legales y admi- niscrativas, Toms de Aquino apelaba a la raz6n natural, no sdlo para dar cuenta del propésito y misién de la ley, sino también del patrén al que deben conformarse todos los decretos legales positivos y todas las medidas administrativas, si es que han de ser leyes convenientes, y no una mera expresién de la voluntad y el interés de quienes legislan y administran. Se deduce de ello que, para ser un gobernante legitimo, no hace falta ser cristiano. Y esto lo afirma explicitamente Santo Tomés diciendo que el dominio (dominium) y la jerarquia (praelatio) son instituciones del ius humanum y que el ius divinum no deroga el ius huma- num, que pertenece a la raz6n natural."® Que la ley humana pertenezca a la razén natural tiene consecuencias radicales. Desde el punto de vista de Tomas de Aquino, la potestad para hacer la ley humana pertenece o bien a todo el pueblo o bien "Thidem, Th-Tae 10, 10. La subversiva ley natural: El caso de Toms de Aquino a alguien que actie en nombre de todo el pueblo." Los que / poseen tal potestad tienen que promulgar las leyes que hacen, si es que esas leyes han de tener autoridad de leyes."* Pero aunque Ja promulgacién es necesaria, aun hecha gor alguien con la au- toridad requerida, no es suficiente para conferirle a un decreto o estatuto la autoridad de la ley. Pues “toda ley dictada por un ser humano tiene naturaleza de ley sélo en la medida en que se deriva de la ley de la naturaleza. Pero, si en algiin aspecto, esté en desacuerdo con la ley natural, no seré una ley, sino una corrupcién de la ley’. Y, zquién es el que ha de decir lo que es la ley natural? El conocimiento que nos capacita para hacerlo lo posee cualquier persona capaz de razonar adecuadamente y, como lo que hay en juego son los principios comunes de la ley natural, lo posee todo ser racional."* Aveste respecto es conveniente recordar cules son los funda- mentos que, desde el punto de vista de Santo Tomés, tenemos para respetar los preceptos de la ley natural y cémo es que, desde ese mismo punto de vista, llegamos a conocer esos preceptos. Lle- gamos a conocerlos en la préctica, como preceptos cuya autoridad vinculante se presupone en cualquier situacién en la que pueda darse la ensefianza y la indagacién, entre individuos racionales, acerca de sus bienes comunes e individuales, y llegamos a cono- cerlos por medio de cualquier relacién en la que los individuos puedan conducirse a s{ mismos con integridad racional. Cudles de esos preceptos serin peculiarmente relevantes dependeré en parte al menos de qué tipo de situacién o relacién se trata y de qué amenazas existen para sus posibilidades racionales. Pero la violacién de cualquier precepto de la ley natural siempre constitu- ye una amenaza de ese tipo: por ejemplo, la veracidad incondicio- nal que exige Ja ensefianza, la fidelidad incondicional que exige bide, aT, 90,3, * Ibidem, lalla, 90, 4 ° Tbider, lalla, 95, 2 “ Ibidem, lalla, 93, 2 Exica y politica cl matrimonio, el respeto incondicional por las fronteras entre lo sagrado y lo secular que tan necesario es para la integridad racio- nal en relacién a una y otra, tienen que entenderse también como muestras de respeto por la ley natural como tal. Precisamente porque aun en aquellas situaciones en las que se hace una indagacién seria, incluso escéptica, acerca de los preceptos de la ley natural, un prerrequisito de una indagacién seria y racional es prestar conformidad a esos preceptos, resulta que no podemos hacer otra cosa sino presuponer la lealtad hacia ellos en nuestras actividades. Los conocemos, al menos en pri- mera instancia, no como conclusiones, sino como presupuestos de nuestras actividades, precisamente en la medida en que esas actividades son o aspiran a ser racionales. Como dice Tomds de Aquino, las generalizaciones captadas por synderesis se conocen previamente a cualesquiera inferencias précticas particulares.” Esto quiere decir que la ley natural define los requerimientos de la justicia y que la ley injusta es fallida como ley."® Si una ley positiva particular tiene autoridad sobre nosotros 0 no es, por lo tanto, algo que tenemos que discernir las personas racio- nales. No somos inteligibles para nosotros mismos ni para los demis excepto como reconocedores del bien que hay que hacer e intentar alcanzar y del mal que hay que evitar. ¥ descubrimos que, como seres, como animales y como animales racionales, estamos ditigidos hacia ciertos bienes. Los preceptos incondi- cionales de la ley natural son aquellos que, en la medida en que somos racionales, reconocemos como indispensables en cada sociedad y en cada situacién para la consecucién de nuestros bienes y de nuestro bien tltimo, porque nos dirigen hacia nues- tro bien comin y lo definen parcialmente.” A los gobernantes 7 Santo Tends de Aquino, De verzare, 16, 2 "Santo Tomds de Aquino, Summa Theologiae, alse, 95,2 "* Tbidem, lalla, 94, 2. ‘La subversiva ley natural: El caso de Tomds de Aquino se les ha confiado especialmente la preocupacién por el bien co- iin. Pero nadie sabe, y mucho menos ellos, de ninguna forma especial de actuar para alcanzar ese bien comin. Santo Tomés de Aquino seguia a Aristételes cuando afirmaba que existe de hecho una virtud particular especifica de la ta- rea de gobierno. En la medida en que uno ¢s gobernado, y no gobernante, no tendré parte en esa excelencia, Pero “todo ser humano, en cuanto que es racional, participa del gobierno que ejetce el juicio de la razén” y, asi, la prudencia politica, que es la virtud especifica del gobernante, tiene su andloga en la pru- dencia de los gobernados.”” Mis atin, Santo Toms sigue més de cerca a Aristételes cuando argumenta cue “la virtud del ser hu- mano bueno incluye también la virtud del buen gobernante”.” Asf que, en tanto que los seres humanos tienen la capacidad de llegar a ser buenos, tienen también la capacidad de ejercitar la prudencia del gobernante. Aquellos seres humanos que de he- cho Ilegan a ser gobernantes no tienen, por lo tanto, ninguna capacidad especial que los diferencie de las personas corrientes, cuya capacidad para la prudencia y cuyo conocimiento de la ley natural les pertenece en virtud de su naturaleza humana. ‘Asi, las personas corrientes no pueden perder nunca su capa- cidad de juzgar cuando deben y cudndo no deben obedecer las eyes humanas dictadas por sus gobernantes. Esas leyes pueden set injustas cuando no conduzcan al bien comtin, cuando sean impuestas por alguien que no tiene la autoridad requerida para hacerlo y cuando, aun estando disefiadas para promover el bien comiin, echen una carga desproporcionada sobre las espaldas de algunos en beneficio de otros. Nadie esta obligado a obe- decer tales leyes. Lo que cada persona tiene que juzgar es si la desobediencia a las leyes injustas podria o no escandalizar 0 cau- 3 idem, Ta Tlae, 47, 12 Tbidem, a Uae, 47, 11. Erica y polttica sar algin dafio mayor, hasta el punto de que ello proporcione tuna buena razén para amoldarse a la prudencia més bien que exigir el respeto a la justicia, Pero las leyes también pueden ser injustas porque prescriban o alienten la desobediencia a la ley de Dios, por ejemplo, promoviendo la idolatrfa. Uno esté obli- gado a desobedecer siempre tales leyes.” El conocimiento de la ley natural que poseen las personas corrientes les proporciona los fundamentos necesarios a los que apelar en sus debates con otras personas corrientes acerca de cémo deberfan responder a los dictados de la ley positiva. Esto constituye un desacuerdo més fundamental entre Luis IX y Toms de Aquino que cualquier contenido concreto de ninguna ley particular, y confiere una significacién adicional, que de otra forma no tendria, a la critica de Santo Tomds sobre el uso de la ley como represora de todos los vicios, que hacfa el rey. El proyecto del rey exigia, y a la vez ponfa de manifiesto, un intento, notablemente exitoso, de desarrollar el control de la corona, tanto legal como administrativamente, sobre todos los aspectos de la vida del pueblo francés.” Como consecuencia de ese intento la doctrina, central en la teorfa legal de Santo Tomés, de que la fuente de la potestad de un gobernante para legislar es el pueblo, fue oscurecida y lleg6 a ser ignorada en la préctica. La extensién incipientemente burocratica de la autoridad y el poder centralizado, disefiada por Luis IX para remediar las injusticias petpetradas por la sancién de las jurisdicciones feudales locales, no podfa sino tener el efecto de profesionalizar la ejecucién y la administracién de la ley. La realidad de la propia dedicacién del rey a la justicia no se cuestiona. El pensaba que estaba sujeto al juicio divino como pocos gobernantes lo han hecho. Pero las encuestas y las reformas que dieron expresién a esa dedicacién constituyeron un paso decisivo en el proceso de entrega de la ley 3 Tider, TaTae, 96, 5, © Richard, Sane Lous . 174 La subversiva ley natural: El caso de Tomas de Aquino positiva, al nivel necesario para las personas corrientes, a juristas y administradores, a profesionales especialistas con su propia preparacién y su propio monopolio de pericia. La deferencia de los maestros de leyes franceses de la época con la autoridad real, que ya sefialé anteriormente, es un aspecto de la relacién entre esa autoridad y los juristas profesionales; otro aspecto es la intensidad con que llega a transferirse la autoridad del rey sobre las personas corrientes a los juristas y administradores. El contraste con la tesis de Tomés de Aquino de que la autoridad en lo que se refiere a la ley reposa, al menos en lo fundamental, sobre las personas corrientes y de que las cosas més importantes que los juristas y administradores saben sobre la ley las saben como personas corrientes y no como juristas y administradores, es sorprendente. ‘Ademés, se deduce de lo anterior que los que no reconocen Jo que es la ley natural y cémo funciona no pueden entender tampoco lo que es el bien comtin, Si, 0 como gobernantes como juristas y consejeros, suplantan con su propia autoridad la autoridad de la ley natural, ponen de manifiesto tanto su fra- caso a la hora de entender el bien comin como su carencia de la virtud de la prudencia politica. Habiendo fracasado a la hora de entender lo que son capaces de entender, pero sdlo en tanto per- sonas racionales corrientes, han fracasado tanto politica como legalmente. Una de las verdades centrales de la politica es, por lo tanto, si la discusi6n de Santo Tomés sobre la ley natural y el bien comiin es correcta, que los que se arrogan a si mismos una autoridad profesionalizada exclusiva de cierto tipo, mediante ese mismo acto de arrogacién desacreditan sus propias preten- siones para legitimar su autoridad. Las reflexiones de Santo Toms sobre el derecho romano y el derecho canénico lo habian llevado, por consiguiente, en la di- reccién opuesta a la tomada por los maestros de leyes mas i Auyentes en las universidades. En ningiin sitio se hace esto més Erica y politica evidente que en su tratamiento de las costumbres, Los enemigos del centralismo real apelaban precisa y caracteristicamente a las costumbres locales. Pero el conflicto no era slo entre “el respeto a las costumbres antiguas” y “una monarquia que propagaba el derecho romano”. Como subraya Richard, los grandes barones se ocupaban igualmente de afianzar su propia autoridad frente a las costumbres locales en sus propios feudos. La apelacidn a las costumbres era, por lo tanto, una apelacién que enfrentaba a sus proponentes con todos los grandes ostentadores del poder —real, feudal ¢ incluso, hay que afiadit, eclesidstico. ;Con quién estd entonces Santo Tomas? En un pasaje en el que comienza citando a San Agustin donde se dice que las costumbres han de ser con- sideradas como leyes ~habia citado anteriormente a San Isidoro con la misma intencién— y donde se reitera su argumento de que la ley humana procede de la voluntad humana, regulada por la razén, Santo Tomds afirma que las leyes se pueden cambiar y ha- cer puiblicas, tanto o més que de palabra, por medio de acciones repetidas, y que de hecho, partiendo de acciones repetidas de forma que lleguen a ser consuetudinarias, “se puede hacer que algo tenga fuerza de ley’. Aun cuando un pueblo libre haya otorgado a un gobernante la potestad legislativa la costumbre vigente tiene fuerza de ley, hasta que sea cambiada. Pero Santo ‘Toms habfa dicho anteriomente que el cambio de las leyes es en si mismo perjudicial para el bien comtin, porque la costumbre da lugar a la obediencia a las leyes y la abolicién de una costum- bre atentia la fuerza vinculante de la ley. Se necesitarfa, pues, la mayor de las razones para interferir las costumbres locales. Los estudiosos del derecho de Orledns aspiraban, con sus teo- rfas, a equilibrar los dictados de las leyes romanas y los de las le- yes consuetudinarias. Pero en los actos legales influenciados por B Tbidem, p24 * Santo Tomds de Aquino, Summa Thelogiae, alae, 97, 3. © Ibidem,Ia-Mae, 97,2 La subversiva ley natural: El caso de Tomds de Aquino los que de entre ellos estaban en el consejo del rey, como Pedro de Fontaines,”” autor él mismo de una coleccién de usos y cos- tumbres, Conseil 2 un ami, la costumbre nunca patecia oponer obstéculo alguno a la extensién de la autoridad real. ¥ la exten- sién de tal autoridad era justificada, de forma caracteristica, no por referencia a costumbres locales francesas, sino més bien a la Lex regia, que incorporaba la ficci6n legal de que el rey de Fran- cia era otro César Augusto. Vemos, po: lo tanto, que la teorfa del Aquinate difiere en profundidad de la concepcién prictica de la ley y el poder encarnada en las politicas y la legislacién de Luis IX sobre tres materias fundamentals: la relacién entre ley yeducacién moral, la autoridad relativa de los gobernantes y sus agentes burocraticos y legales, por una parte, y de las personas racionales corrientes, por el otro, y el peso legal que hay. que atribuir a las costumbres locales. Lo que separa a Santo Tomés, en cada uno de estos asuntos, de Luis IX lo separa igualmente, o atin més, de Federico II. Las semejanzas y diferencias entre el rey francés y el gobernan- te imperial del reino de Sicilia son importantes. Prestar atencién a las semejanzas nos ayuda a corregir la brillante exageracién que hace Ernst Kantorowicz a propésito de la originalidad de Fede- rico II. Prestar atencién a las diferencias nos ayuda a corregir la exagerada correccién que hace David Abulafia de la exageracién de Kantorowicz.” En las Constituciones de Melfi que, como ya sefialé anteriormente, promulgé Federico II en 1231 para su reino de Sicilia®” encontramos el mismo intento moralista de reprimir todos los vicios que ya encontramos en las ordenanzas F Richard, Sane Lows, p74. ® Emst Kantorowice, Kaiser Fredrieh der Zweite, G. Bordi, Berlin, 1927, con un segundo volumen de nots y excursus tculado Frgdnzungsband, G. Bondi, Bein, 1931; version inglesa deE. O. Lorimer, Frederik the Second. 1194-1250, London, 1931, ® David Abulafis, Frederic I: A Medieval Emperor, Oxforé University res, Oxford, 1992. 2% Para el texo, vése J. L. A. Huillad-Breholles, Hisorie diplematice Frideric secundi, vo. 1 Plon, Paris, 1852, pp. 15178; la nica, y no enteramente fable, raduccién es de James M. Powell, The Liber Augustalis, Syracuse University Press, Syracute, NY, 1971 Etica y politica de Luis 1X, y también la misma extensién del poder de una au- toridad real centralizada y de sus agencias incipientemente bu- rocriticas a expensas de las costumbres locales. Abulafia subraya con razén tanto el carécter heterogéneo y poco definitivo de las leyes de las Constituciones de Melfi como también, siguiendo a Hermann Dilcher, la heterogeneidad de sus fuentes: bizantinas, lombardas, normandas, eclesidsticas y espafiolas, as{ como del derecho romano. Pero esto hace que sea mucho mas espectacu- lar la unidad de propésito que se puede discernir en medio de este agregado de componentes diversos. La blasfemia, los juegos de azar, el adulterio, la prostitucién y la venta de pociones amo- rosas se convirtieron en delitos punibles, y regentar o frecuentar tabernas llegé a ser causa de exclusién de la vida publica, de una forma que habria incurrido en la condena de Santo Tomds por el mal uso de la ley para reprimir todos los vicios, igual que la legislacién de Luis IX. A las costumbres locales se les conferla rango de ley slo en cuanto hubieran adquirido la aprobacién real, o mejor, imperial, algo claramente incompatible con la idea de Santo Tomés sobre la fuerza legal y la autoridad de las costumbres. Pero esas caracteristicas cruciales del contenido de las leyes establecidas por las Constituciones de Melfi son mu- cho menos importantes que la concepcién que incorporan de la potestad legislativa imperial o el intento de centralizacién del poder, que era central en el proyecto de Federico. {Cémo se concibe entonces la autoridad en las Constitucio- nes? A lo largo de todo el texto, a Federico se le considera como el César Augusto contempordneo, poseedor en su propia per- sona de la autoridad que se atribufa al emperador romano, Io mismo que ocurria con Luis IX. Pero, en su caso, se trata de mucho més que una nueva invocacién de la Lex regia. El Prove- ‘mium de las Consticuciones es una narrativa teolégica segiin la cual la divina providencia provey6, para castigo y correccién de los seres humanos cafdos, instituyendo principes que goberna- ran sobre las naciones, y, como supremo de entre los investidos La subversia ley natural: El caso de Tomas de Aquino con esta divina misién, el emperador romano, fuente tinica de justicia y paz para los sometidos.a su gobierno. La autoridad imperial no procede, por consiguiente, como en la Lex regia, del senado y el pueblo romanos, sino inmediatamente de Dios. El emperador reine en su propia persona los poderes espirituales y los temporales, protector tanto de la Iglesia como del orden Civil, ¢ independiente de la autoridad papal o de cualquier otra autoridad eclesiéstica, tanto en su papel espiritual como en el temporal. (Es conveniente recordar que en 1229 el Papa Grego- rio IX habia invadido el reino de Sicilia.) A este respecto, claro esté, Federico II y Luis IX se encon- traban en el mismo bando. La veneracién de Luis por la fe catdlica lo compromet{a no sdlo a reconocer la autoridad in- dependiente del papado, sino también la obediencia que él mismo debia a la Iglesia en su propio ambito. Pero, para el curso actual de mi argumentaci6n, lo importante de la teologia de las Constituciones de Melfi no estriba fundamentalmente en el intento de subordinar la autoridad papal a la imperial, sino que esa autoridad imperial se inviste de una cualidad sa- grada y numinosa disefiada para situar las acciones realizadas y los juicios proferidos en nombre de esa autoridad bastante ms alld de cualquier apelacién y de cualquier cuestionamien- to. Asf, cuando reedita la ley de su abuelo materno Rogelio II, gobernante normando de Sicilia,°' que prohibfa plantear cualquier objecién a los juicios, proyectos y empresas del rey, Federico II convertia en un crimen “sacrilegii... instar”, como un sacrilegio, tal cuestionamiento. Los estudiosos del derecho distinguirfan més tarde entre esos delitos de cuasi-sacrilegio y el sactilegio propiamente dicho. Pero la base de tal compara- cién con el sacrilegio esté clara: poner en cuestién los decretos imperiales o recurrir en su contra se presenta, en cierto sentido, como una forma de rebelién contra Dios. Y més tarde el empe- > Huillad-Breholles, Historia diplomatice, vol 1, culo 4. rica y pollen rador seria descrito, a la vez, como “padre e hijo, sefior y siervo de a justicia’,* encarnando él mismo, como si dijéramos, la justicia en todos sus aspectos, algo hacia lo que Kantorowicz dirigia nuestra atencién. Cualquier apelacién a los preceptos de la razén, tal y como la entienden las personas corrientes, en tanto que proveedora de una explicacién definitiva de la justicia, es por consiguien- te, desde el punto de vista de las Constituciones de Melfi, no simplemente nula y vacfa sino también un grave error teolégico y ala vez un crimen punible. Culpable de ese crimen habria sido cualquiera que hubiera hecho suyas o bien las tesis clave propugnadas por Santo Toms en la Ia-Ilae o bien los pasajes de la Ila-Tlae donde él mismo afirma que las personas corrientes tienen la capacidad racional de juzgar como justas o injustas las acciones de los principes y, cuando son injustas, de resistirse a ellas por cualesquiera medios apropiados.” El Aquinate fue, pues, un primer ejemplo de aquellos a los que Federico consi- deraba como impfos defensores del sacrilegio. El Provemium de las Constituciones concluye proclamando su fuerza y autoridad tanto dentro como fuera de los tribunales de justicia. Las leyes ya no estaban ah{ para aquellos que simple y casualmente buscaran proteccién 0 alguna compensacién. Estaban para ser ejecutadas de una forma activa, y los agentes encargados de su ejecucién, siempre con autoridad prevale- ciente sobre la costumbre local, tenfan que ser los funcionarios del rey. Los que ostentaban el cargo de justicia mayor ya no tenfan por qué ser nobles locales. Ningtin justicia mayor po- dia ejercer su cargo en un distrito donde él fuera sefior feudal, eviténdose asi cualquier confusién entre el interés del rey y los intereses feudales locales. Y las filas de los funcionarios del rey 5 Bidem, vo. 1, eo 31 Santo Toms de Aquino, Summa Theologiae, alae, 69, 4 La subversiva ley natural: El caso de Tomas de Aquino tenfan que nutrirse cada vez mds por los que estudiaban leyes en la Universidad de Napoles, fundada por Federico sdlo siete afios antes de que se promulgaran las Constituciones de Melfi precisamente con esa finalidad. Quizds no sea entonces accidental que alguien con las creen- cias del Santo’Tomas maduro hubiera tenido en su anterior edu- cacién una experiencia de primera mano de las ensefianzas de esa universidad. El Aquinate fue, por supuesto, desde el punto de vista de Federico, uno de sus fracasos pedagégicos. Pero lo incompatible con la perspectiva de Santo Tomas no era la apel: cién de Federico a la razén secular -en la medida en que Fede! co apelara a ella. Lo incompatible con e! punto de vista de Santo Tomés acerca de las cuestiones references a la autoridad politica yal bien comtin era la invocacién teolégica que hacfa Federico a la verdad revelada. Y lo mismo ocurrfa con las desavenencias del Aquinate con Luis IX. Los gobernantes eran quienes hablaban como tedlogos y Santo Tomés quien hablaba como un fildsofo. Pero lo que separaba a Santo Tomds de ambos gobernantes lle- gard quizds a quedar convenientemente claro solo si hacemos descender nuestra atencién al detalle de algiin asunto particular. Un ejemplo iluminador es el tratamiento que le da cada uno de ellos a las materias relativas a los jongleurs, es decir, los cantan- tes, actores y artistas ambulantes. Durante mucho tiempo los jonglewrs, los joculatores, los ju- glares habfan tenido mala reputacién. Se decfa que, al par que Viajaban por los pueblos, actuando en las ferias rurales, en los festivales y otras celebraciones, viajaban con ellos oleadas de pequefios delitos. Tenfan fama de Hlevar vidas desordenadas. Sus canciones a menudo eran subversivas, prestando una voz, a veces la tinica vor, a la disidencia y a la queja del pueblo. Eran descendientes sociales de los poetas goliardos, objeto también de muchas acusaciones de la gente “respetable”. Jacques Le Goff nos ha recordado “que el término joculator, 0 jongleur, rica y polite era a la ver el epiteto usado para aquellos que se consideraban peligrosos, a los que se querfa desterrar de la sociedad”. ™ Los asuntos que suscitaban las actividades de los jongleurs tenfan especial importancia en las universidades del siglo XIII. Esas universidades tenfan asignada, en general, como subraya Le Goff, la tarea de reclutar y educar a las nuevas élites go- bernantes.”* Esa tarea era parte de su disefio como instrumen- tos de orden politico. Pero, intermitentemente, se convertian de hecho en lugares de conflicto y desorden, y los desérdenes eran con frecuencia de un tipo al que se asociaban de forma caracteristica los jongleurs. No s6lo porque los estudiantes po- bres se ganaran a veces la vida como jongleurs.® Sino, lo cual ¢s mucho més importante, porque en los amargos y a veces violentos conflictos universitarios que enfrentaban a ios profe- sores dominicos y franciscanos con los profesores extraidos de entre el clero secular, a los estudiantes y a sus profesores con los burgueses de las ciudades universitarias y a las autoridades eclesidsticas con las civiles, la voz del jongleur era de cuando en cuando una pieza fundamental. De hecho ast ocurrié en Parfs en 1253, cuando los dominicos y los franciscanos se negaron a unirse a otros profesores para suspender las clases como protesta contra el comportamiento de las autoridades civiles a propésito de una reyerta mortal entre estudiantes y oficiales de policfa. En las disputas subsiguientes, tanto el Papa Alejandro IV como Luis IX tomaron sendas deci- siones que condenaban al jefe del partido enemigo de los frailes, Guillermo de Saint-Amour, que por esa razén fue desprovisto de su cétedra. El mismo Santo Tomas habria participado como una de las figuras principales en este asunto, defendiendo la posicién ecg Ue Gl Ics in be Midd Age, Back, Oxo, 1993.26 » Ibidem, p. xv ™ Ibidem,p. 26 La subversiva ley natural: El caso de Tomds de Aquino de los frailes. Aunque no se citara su nombre, una balada jocosa, La discorde de V'université et des Jacobins, compuesta por un anti- guo estudiante de la Universidad de Paris, el jongleur Rutebeuf, atacaba a los dominicos por tomar parte en la refriega. Y ésta fue sélo la primera de una serie de canciones satiricas y subversivas dirigidas contra todos los que ostentaban alguna autoridad.”” To- mds de Aquino tenia, por consiguiente, experiencia de primera mano de que los jongleurs eran una fuente de desorden. Es, por tanto, instructivo comparar Ie actitud de Santo Toms para con los jongleurs con las cortespondientes actitudes de Luis IXy Federico II. Los dos gobernantes reaccionaron de una for- ma bastante predecible. Luis IX calificé la composicién de tales canciones como un peligro para la fe cristiana y en 1261 pro- hibié completamente el tipo de reuniones en las que actuaban los jongleurs, siguiendo en esto el ejemplo del Papa,** con objeto de impedir que se ganaran asi la vida. Cuarenta afios antes, en la Dieta de Mesina de 1221, Federico habfa legislado también no sélo para regular la actividad de los artistas ambulantes, sino para decretar que “los actores y los trovadores ambulantes que- darfan fuera de la ley si osaban perturbar la paz del Emperador con canciones obscenas”.*” Ni Luis ni Federico podian ver en la actividad del jonglewr nada que no fuere una fuente de desorden; pero no asf Santo Tomas, aun cuando los dominicos hubieran sido objeto de los ataques de Rutebeuf. Tomés de Aquino tenfa del orden un concepto bastante distin- to, el del orden correspondiente a una comunidad que se dirige hacia su bien comiin haciéndose cargo de aquellas funciones ne- cesarias para el logro de ese bien. Y una de esas funciones esen- ciales es la que desempefian actores y artistas. El témino mds 5 Richard, Seine Lowi, pp. 232-236. Ibidem, p. 235; véase tamnbién E. B, Ham, Ratebeuf and Louis IX, University of North Caro. lina Press, Chapel Hil, 1962, » Kancorowice, Kater Friedrich, p. 121. Erica y politica general con que se refiere a ellos Santo Tomis en los articulos 2, 3 y 4 de la cuestién 168 de la Tla-Tlae, es el de histriones, actores. Pero cuando cita la Vida de San Pafitucio como autoridad, usa la palabra joculator, es decir, jongleur. As{, Santo Tomas considera que la misma clase de personas que alarma a Federico y a Luis tiene en la vida una misién necesaria para la vireud y la razén. Santo Tomés elogis las actividades lidicas en varios contextos. En el prélogo de su comentario sobre el De hebdomadis de Boecio esboza una analogfa entre el juego y la contemplacién. Anterior- mente, en la Summa contra gentiles, habia distinguido entre el juego buscado por el placer que proporciona en si mismo y aquel juego que se busca para estudiar mejor después."? Sin embargo, el juego deseado por su placer intrinseco es el que se necesita, desde la perspectiva con la que se desarrolla la cuestién 168, para que el alma se recupere de la fatiga, incluso de su trabajo supremo, de la contemplacién. ¥ por eso, en el segundo articulo de esa cuestién 168, afirma que hay cierta virtud en las palabras y las acciones que son “ludicra et jocosa", supuesto, claro esté, que se usen en Jos momentos adecuados y no lleven consigo ni injuria para otros nj Santo Tomds cita aqui a Cicerén— “nada descortés, insolen- te, escandaloso u obsceno” (aunque todo buen jongleur sabe, y presumiblemente sabfa, que lo descortés 0 escandaloso no es Io mismo fuera del escenario que sobre él). El Aquinate identifica esa virtud con la eutrapelia de Avistételes. Carecer de esta virtud es fracasar en la razén. “Es contrario a la razén que alguien sea una carga para los demés, por ejemplo, no ofteciendo nada para su deleite e impidiendo el deleite de los demés”.** El juego y el deleite que se obtiene de él son, por lo tan- to, necesarios para los cambios ¢ intercambios, para las conver- sationes, de la vida humana. Y, por consiguiente, hay officia que Santo Tomas de Aquino, Summa conoa gentile, 3,2. “ Santo Tomas de Aquino, Summa Theologie, lala, 168, 4 La subversva ley natural: El caso de Tomds de Aquino proporcionan esos deleites necesarios. Son los officia de los ac- tores y los artistas, incluyendo a los jongleurs, y las suyas son, pues, ocupaciones legitimas a tiempo completo. Necesitan tiempo para rezat y tienen que disciplinar sus pasiones, pero Santo Tomés habria dicho eso mismo de cualquier ocupacién. La referencia a la disciplina de las pasiones tiene, sin embargo, tuna importancia especifica. Toda esta disgresién de Santo To- mds est en el contexto de su explicacién sobre la virtud de la templanza. Y una manera de faltar a la templanza es el apego inadecuado, asi como excesivo, a los placeres que proporcionan actores y artistas. Consecuencia de esto, segtin Santo Toms, es gue una sociedad sin jongleurs, o sus equivalentes funcionales, serfa una sociedad defectuosa, defectuesa respecto del logro del bien comin. El bien comtin exige, y por tanto la ley natural exige, las bromas y la escenificacién y el esparcimiento de los especticulos. Si los que tienen el poder politico y la autoridad, como Luis IX y Federico II, no son capaces de reconocerlo con sus acciones, las personas corrientes tienen la capacidad de en- tender que las leyes que hacen esos gobernantes son nulas como leyes, porque son contrarias a la raz6n y a la virtud. El contraste entre el punto de vista de Santo Tomds y el de los dos soberanos no podria ser mas nitido. En sus actitudes frente a las burlas y a los burlones se hace evidente la incapacidad de los gobernantes y de sus consejeros y juristas para entender lo que las personas racionales corrientes tienen la capacidad de entender. No obstante, tengo que prestar atencién, a este respecto, a lo que podrfa parecer una objecién ineludible a la posicién de San- to Tomds, tal como la he interpretado yo. Ya que, podrfa decir- se, los argumentos de los articulos relevantes en la cuestién 168 de la Ha-Hlae, asi como los argumentos con los que, en general, Santo Tomés llega a las conclusiones morales particulares de la Ta-Ilae, son parte de una compleja y sofisticada estructura de- © idem, 168, 3, Etica y politica ductiva, la estructura de la ciencia aristotélica, y slo pueden ser evaluados como tales. Pero la evaluacién de las conclusiones de una ciencia de ese tipo exige virtudes intelectuales desarrolladas, que no poscen muchas personas corrientes. Por consiguiente, la capacidad de juzgar si un precepto dado es o no es un precepto de la ley natural no es privativa de las personas corrientes en tanto que personas corrientes, sino sélo de los miembros de al- guna élite intelectual. La fuerza de la objecién es obvia y, que yo sepa, no se encuentra ninguna discusién acerca de ella en parte alguna de los esctitos de Tomds de Aquino. Pero el asunto fue discutido en detalle més tarde por Suédrez," que, en esa parte de su argumentacién, consideraba que segufa a Santo Tomés. Seria, por supuesto, un error atribuirle las tesis y los argumentos de Suarez al Aquinate. Pero lo que afitma Suérez parece de- ducirse inmediatamente de las conclusiones de Santo Tomas. Ademés, J. B. Schneewind ha apelado recientemente al texto de Suérez para apoyar su pretensién de que, desde un punto de vista aristotélico o tomista, los juicios referentes a la moral y la ley son coto cerrado de una élite y, en el caso de Sudrez, de una lite teolégica. Suérez considera que los preceptos de la ley natural se dividen en tres clases diferentes (Capitulo 7). Primero estén los princi- pios elementales y generales, que hay que hacer el bien y evitar el mal, que uno no deberfa hacerle a otro Jo que no quiere que le hagan a él, etc. En segundo lugar estén los preceptos més defi- nidos y especificos que ordenan una vida que encarna la justicia, la adoracién a Dios, la templanza, etc. Sudtez subdivide la ter. cera clase de preceptos. Son preceptos no evidentes sin alguna reflexién e inferencia racional, y se dividen en aquellos que se reconocen con mds facilidad y aquellos que no. La primera clase, 3 Farscn Sul Or Law and Gol he Lain, Or Ue Ps, Ox 166 vol. 2, pp. 7, " , “1B. Schncewind, "Mode Moral Philosophy: rom Beg , *om Benning 1 End” en Pata Cook, ed, Philephicel imagination and Cabal Memory, Dk University Pes, Dutham, Nz 1993, p. 7 La subversiva ley natural: EL caso de Tomds de Aquino reconocida por la gran mayoria de las personas —que no tienen, podemos suponet, ninguna capacidad de inferencia en absolu- to- incluye los preceptos que prohiben el adulterio, el robo y actos de ese tipo. Pero existen otros preceptos cuya aprehensién “no esté fcilmente al alcance de todos”, de los que Sudrez pone tres ejemplos: que la fornicacién es intrinsecamente mala, que Ja usura es injusta y que la mentira nunca esté justificada. Qué tienen en comtin esos preceptos? Los tres son ejemplos de preceptos incondicionales ante los que se habfa objetado perennemente que hay casos dificiles en los que deberfan excusarse, permitirse 0 exigitse las excepciones. Tales pretensiones eran objeto, en la época de Sudrez, como en Ja nuestra, de un debate continuado, ea el que las personas co- rrientes necesitaban encontrar respuesta a objeciones sofistica- das a esos preceptos incondicionales de la ley natural. Notemos, sin embargo, que Sudrez no dice que esos preceptos no estén al alcance de nadie, sino sélo que no estar facilmente al alcance de todos. ¥ lo que Sudtez contintia diciendo en el capitulo siguien- te deja claro lo que quiere decir. Schneewind cita con razén a Sudtez atribuyéndole la afirma- cién de que la ignorancia de la multitud puede ser invencible respecto de aquellos preceptos que requieren reflexién ¢ infe- rencia sofisticadas. Y, por lo tanto, inicamente para este ultimo tipo de preceptos es posible que alguien poco sofisticado los infringiera sin culpabilidad. ;Quiénes podrian ser esas personas? “Tendrian que ser petsonas que nunca kubieran estado expuestas a contra-argumentos relevantes a favor de los preceptos de la ley natural, argumentos que hubieran sido incapaces de concebir por si mismos. Pero lo que necesitarfan, en orden a superar su ignorancia, hasta ese momento invencible, es precisamente esto y nada més que esto: un argumento sélido 0 un conjunto de ar- gumentos sdlidos'a cuyas conclusiones serfan capaces entonces de prestar un asentimiento racional. Erica y poltica Suérez, por tanto, no afirma nada, como erréneamente su- pone Schneewind, que implique una negacién de la capacidad y autoridad de las personas corrientes como seres racionales. No se trata -lo cual seria simplemente absurdo— de que cwal- quier persona corriente pudiera haber concebido independien- temente, por ejemplo, los argumentos de la cuestién 168 de la la-llae acerca de los histriones y los joculatores. Se trata, més bien, de que todas las personas corrientes tienen, como tales, la capacidad de reconocer la verdad de las ptemisas de las que parte el razonamiento de Santo Tomés y, puestos frente a esos argumentos por las conclusiones a las que llega, las personas corrientes tienen la capacidad de reconocer su solidez. El papel del fildsofo y del re6logo de suministrar argumentos necesarios es, entonces, un papel importante e incluso, en algunos casos, indispensable. Pero, con respecto a los preceptos de la ley natu- ral, lo que Schneewind aduce respecto de Sudrez —“que el ted- logo es la fuente ultima de conocimiento sobre la ley’— podria no ser parte de ninguna posicién tomista y, desde luego, no es una posicién de Sudrez. Sudrez dice con claridad que todos los preceptos de la ley natural son promulgados por medio de la luz natural del entendimiento.® Y la luz natural del entendi- miento se les otorga, de una u otra forma, a todas las personas corrientes. Los filésofos y los tedlogos no son, con respecto a la ley natural, nada més que personas corrientes inusualmente reflexivas, capaces de someter sus reflexiones ante los demds de cara a un veredicto racional. Filésofos y tedlogos s{ que tienen, por supuesto, su propio y especial interés, y también un especial conocimiento de ella, en la aplicacién de la ley natural, por medio de sus preceptos secundarios, a los émbitos de su propia actividad profesional, lo mismo que los actores y jongleurs a los suyos. En lo que atafie a tales ambitos ~en el caso de fil6sofos y tedlogos las actividades Sudsee, On Law, vol I, Capitulo 6. La subversva ley natural: El caso de Tomds de Aquino de la ensefianza y la investigacién— lo fundamental es que la ley encarnara y reflejara el consenso racional de los profesionales de tales actividades, y no un conjunto de reglas impuestas por una autoridad externa. La autoridad externa tiene tareas legitimas que realizar, pero consistirian en garantizar que puedan darse las condiciones en las que esté asegurado el consenso racional de los profesionales y su propia autoridad interna. Consideremos desde este punto de vista las diferencias, en cuanto a fundacién y afios formativos, entre la Universidad de Napoles y la Univer- sidad de Paris, y las diferentes actitudes ante la ley expresadas por cada universidad, actitudes que ejemplifican exactamente el mismo conflicto que enfrenta los puntos de vista de Federico y de Tomas de Aquino. Federico II habfa fundado la Universidad de Népoles para hacerla instrumento de sus propios intereses imperiales. David Abulafia ha insistido en que “la finalidad bésica de la universi dad era formar notarios y jueces para el servicio real o para al- gin servicio inferior; era una institucién eminentemente préc- tica, cuyos fundadores crefan en la importancia de la formacién prdctica, y su vivacidad intelectual se vefa, por esa raz6n, restrin- gida”.“ Tanto maestros como estudiantes acababan convertidos en medios de los fines externos del imperio, a unos y a otros se les exigfa asentir a los requerimientos y conclusiones de la autoridad externa, més que dar expresién a su propio consenso racional. Pero en la Universidad de Paris las cosas habfan sido bastante diferentes y, ya en el siglo XIII, esa universidad ha- bia conseguido incorporar a su praxis, en una medida notable, precisamente las concepciones del bien comin y de la ley na- tural que defendia Santo Tomas en sus teorfas. En su narracién de la fundacién de esa universidad,*” Stephen C. Ferruolo ha © Abulafia, Frederick Ip. 26, * Stephen C. Ferruolo, The Origins of the University: The School of Pris and Their Critics, 1100-1215, Seanford Universey Press, Stanford, CA, 1983, especialmente la conclusin. Exica y politica demostrado que el impulso necesario para la fundacién de la universidad no surgié s6lo del consenso de los maestros de las distintas escuelas, sino que, cuando Roberto Courson, legado papal responsable de los estatutos de 1214 y él mismo antiguo maestro, disefié los estatutos, lo hizo con un ojo puesto en las conclusiones alcanzadas por los mismos maestros sobre diversas cuestiones morales, curriculares y universitarias. Los estatutos encarnaban, en buena medida, un consenso racional, y la natu- raleza de la autoridad que conferian se hacia explicita cn los pro- cedimientos regulados para administrarlos y llevarlos a la préc- tica. Cualquiera acusado de violar una norma era susceptible de excomunién, sino habia comparecido en quince dias ante todo el claustro de maestros y estudiosos 0 ante algiin grupo menor nombrado por él para representarlos. La autoridad externa rea- liza en este caso su debida funcién de sostener la legitimidad de la autoridad interna. ;Qué hace legitima esa autoridad interna? -Por qué estdn en juego asuntos fundamentales relativos a las le- yes en esos contextos universitarios? Son preguntas que la teorla de Tomas de Aquino ya ha respondido para nosotros. Necesitamos recordar una vez mas su definicién de ley como conjunto de preceptos de raz6n promulgados por la debida au- toridad y dirigidos al bien comiin.® La Universidad de Patis, como universidad de maestros y estudiosos, no sélo sirve al bien comin de una comunidad més amplia, sino que, como comunidad, tiene su propio y particular bien, el bien comin de la universidad. Este tltimo bien comtin sélo podia ser apre- hendido en la préetica por los que participaban en el conjunto relevante de précticas de ensefianza ¢ investigacién, y, aunque las pasiones y los intereses estuvieran, como siempre lo estén, prontos a distraer y corromper, la historia subsiguiente de la universidad estuvo marcada por un debate continuo acerca de cémo entender el bien comiin de la universidad y cudl era su Santo Tomas de Aquino, Summa Theologie,la-Uae, 90,1, 2,4. La subversiva ley natural: El caso de Tomds de Aquino relacién con un bien comin més general. Y los participantes en tales conflictos reconocfan generalmente, si no siempre, que s6lo apelando a ese bien comiin podria mantenerse dentro de la universidad un patrén de ley, algo que desde el siglo XIII ha sido perennemente olvidado o ignorado por los gobiernos y por los administradores de la universidad. Sin embargo, este ejemplo de la Universidad de Paris deberfa suscitar algunas cuestiones adicionales sobre la concepcién de la ley de Santo Tomas. Como en otras universidades medievales europeas, las apelaciones a que la autoridad eclesidstica y secular mantuviera el orden en la universidad presuponian un conjun- to sistematico de exclusiones, no sélo de la universidad, sino de la sociedad més amplia de aquellos que estaban fuera de la comunién de la Iglesia Catdlica: judios, heréticos y pagarios. Y la formalizacién y ejecucién de esas exclusiones durante los dos- cientos cincuenta afios precedentes habjan sido levadas a cabo con salvaje ensafiamiento. ;Quién era responsable de esa cruel- dad? Richard W. Southern escribié acerca de los “que ostenta- ban cargos eclesiésticos” que “fueron responsables de algunos tetribles actos de violencia y de crueldad”, pero que “eran me- nos proclives a la violencia, aun contra los no creyentes, que la gente que ellos gobernaban”.” Mas recientemente, R. I. Moore Te ha dado la vuelta a este veredicto concluyendo “que la perse- cucién de los herejes y los judios se debi6, en primer lugar, no al odio de la gente, sino a las decisiones de principes y prelados”.* En cualquier caso, ya fuera la ejecucién violenta de las exclu- siones principalmente obra de los gobernantes, eclesidsticos © seculares, o ya fuera principalmente obra de los gobernados, hay razones para cuestionar el punto de vista de Santo Tomés. Pues, si los gobernados son preparados una y otra vez para usar ‘Richard We Southern, Wem Sociey and she Church, Perguin, Harmondsworth, 1970, p19. © RI. Moore, The Formation ofa Penecusing Society: Pruer and Deviance in Western Saciery 950-1250, Blackwell, Oxford, 1987, p. 123, Exica y polttica la violencia, gno se pone en cuestién entonces la racionalidad de las personas corrientes como fuente de su reconocimiento de la ley? Mientras que, si son los gobernantes, eclesidsticos 0 seculares, los que generan esa violencia, ;no sugiere eso que las ideas de Santo Tomés proporcionan una critica de las concep- ciones dominantes de la ley que es mucho menos radical de lo que debiera haber sido? Dos cosas hacen que sea vulnerable a esta pregunta al menos tun aspecto del punto de vista de Santo Tomas: la primera, su aprobacién de una concepcién de la relacién de la Iglesia con el poder secular encarnada en la bula ad abolendam, segin la cual los gobernantes cristianos deben castigar la herejfa, a veces con la muerte; y, la segunda, la ausencia de cualquier recono- cimiento de la posibilidad de un bien comin politico compar- tido por individuos y grupos de creencias religiosas diversas. La primera observacién aproxima inconfortablemente a Santo Tomds a las doctrinas del Liber Augustalis. La segunda sugiere que no fue capaz de reconocer adecuadamente las diferencias entre categorias teolégicas y politicas, dando as{ su conformidad al mismo conjunto de exclusiones que sus contempordneos, y siendo, a este respecto, solidario con Federico Il y con Luis IX. Lo més sorprendente y lo més oportuno para mi argumen- tacién presente es que, siempre que Santo Tomds expresa esta Weltanschawung comin al siglo XTIL, lo hace apelando exclusi- vamente a argumentos extraidos de la teologfa cristiana, inclu- yendo el derecho canénico ~argumentos de un tipo que fue més tarde rechazado por el magisterio catélico— y nunca, de ninguna forma, apelando a la ley natural. Los no creyentes -en contraste con los creyentes relapsos— no han de ser obligados a aceptar la fe cristiana; el poder y autoridad establecidos legitiman a veces 5S To de Ais Some Th I le Mate, Th Fomti a Persecuting Society, p. 8. a La subversva ley natural: El caso de Tomds de Aquino cl gobierno de no creyentes sobre nuestros creyentes; no deberia haber ninguna limitacién de la autoridad paterna en las fami- lias judias, de forma que los judios puedan educar a sus hijos como juzguen adecuado, ya que “no se deberfa hacer injusticia a ningiin ser humano”* Todos éstos son ejemplos de cémo se maneja la ley natural para imponer restricciones en el uso de las exclusiones teolégicas con fines politicos. Lo que deduzco de esto, por consiguiente, es que, en la medi- da en que Santo Tomis es fiel a su propia concepcién de la ley natural, se encuentra completamente a disgusto con las activi- dades persecutorias del poder centralizado y, cuando se identi- fica, lamentable pero comprensiblemente, con esas actividades, nunca ¢s sobre la base de esa concepcidn. Pero, gqué pasa enton- ces con la otra objecién de que las personas corrientes det siglo XIII en Europa Occidental eran demasiado proclives a llevar a los tribunales la pasién antiherética 0 antisemitica para que sea plausible considerarlas como agentes racionales de la teoria legal y politica de Santo Tomés? Para responder a esta pregunta hace falta subrayar un rasgo peculiar de la concepcién de Santo Tomds-de la ley natural que ya sefialé anteriormente. La misién de la ley es principalmente educar, y la educacién es cuestién de :ransformar las pasiones, de forma que reciban su expresidn a través de habitos virtuosos. Esa educacién tiene lugar, desde la perspectiva aristotélica de Santo Tomés, en y a través de précticas comunitarias continua- das, y el reconocimiento de la ley natural depende de cémo se estructuren esas précticas. La racionalidad de las personas co- rrientes tiene que ser evocada por su participacién en esas préc- ticas comunitarias y ponerse de manifiesto en ellas, précticas que tequieren un reconocimiento compartido de su bien comin como vinculo politico, un tipo de vinculo muy diferente al que 3 Santo Tomas de Aquino, Summa Theologie, alla, 1, 8; 10, 10; 10, 12 Erica y politica proporcionan los prejuicios étnicos, religiosos o de otro tipo en las sociedades locales. Asi pues, la teoria de Santo Tomas se opo- ne a los prejuicios locales ~como algo distinto de las costumbres locales~ tanto como al poder centralizado. Podria parecet que decimos que se opone a gran parte de la realidad politica y social del siglo XIII y que no es simplemente una teorfa excéntrica para su época, como mi argumentacién ha sugerido ya, sino que quizis incluso mereciera ser estigmatizada como utépica. He dicho en algiin otro sitio que el utopismo rectamente entendido no es algo malo.” Pero éste es un pensamiento que no se puede desarrollar aqui. (Una versién anterior de este ensayo fue leida como la prime- ra de las tres Agnes Cuming Lectures en el University College de Dublin, el 1 de marzo de 1994, Tengo una deuda de grati- tud con la audiencia por sus comentarios criticos y construc- tivos. También le agradezco a John Roos la amplia discusién que tuvimos sobre estos asuntos. De hecho su ensayo “The Historical Context of Thomas Aquinas’s Political Teaching” (presentado en International Medieval Congress en la Western Michigan University el 9 de mayo de 1994) desarrolla algunos de los mismos temas. También le agradezco a David Aers su critico interrogatorio.) 5 Alasdair MacIntyre, Three Rival Version of Moral Enguiry, University of Notse Dame Press, Notre Dame, IN, 1990, pp. 234-235. [Versin espaol: Tes veriome rivals del vce encicle- pedi, genealogiey adicién, Rialp, Madd, 1992. N. del T.) 4 Tomas de Aquino y el alcance de las controversias morales Me haré dos preguntas en este ensayo: :qué tipo de dificul- tades plantean las controversias morales concretas a la concep- cién de la ley natural de Tomds de Aquino? Y, si se puede hacer frente a esas dificultades, ;cudles son las consecuencias para nuestra forma de entender la controversia moral? Comienzo, por consiguiente, partiendo de la concepcién de la ley natural de Santo Tomés, explicandola un poco, y catalogando después algunos de los que yo considero casos indiscutibles de contro- versia moral. 1 Los primeros principios, los preceptos fundamentales de la ley natural desde la perspectiva de Santo Tomés, son todos ellos formas de expresar el primer principio de la razén préc- tica: que hay que hacer y perseguir el bien y evitar el mal. Los bienes que nosotros, como seres humanos, tenemos que perseguir son de tres tipos: el bien de nuestra naturaleza fisica, es decir, el bien de la preservacién de nuestras vidas y nuestra salud de los peligros que amenazan la continuacién de nues- tra existencia; los bienes que pertenecen a nuestra naturaleza animal, incluyendo el bien de la sexualidad y el bien de la educacién y el cuidado de nuestros hijos; y los bienes que per- tenecen a nuestra naturaleza de animales racionales, los bienes

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