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Introducción
Existe una emoción que todos hemos experimentado, pero que a nadie le
gusta reconocer. Es una emoción que ha sido parte de nuestra vida desde
la niñez. Toma muchas formas distintas, y en su forma más fuerte, nos
puede paralizar y hasta matar. Me refiero a la emoción del temor.
El temor no siempre es negativo. Es bueno temer las cosas que nos pueden
hacer daño. Es bueno temer las corrientes desconocidas del mar, pues nos
pueden ahogar. Es bueno temer las consecuencias del pecado, para no
cometerlo.
Hay, sin embargo, muchas cosas que nosotros no debemos de temer. Es más,
si las tememos, nos perjudicamos a nosotros mismos en nuestra vida
espiritual, y en nuestra experiencia con Dios. En la historia que Dios
nos ha entregado del nacimiento de su Hijo, encontramos cuatro ocasiones
en que a alguien se le dice que no tema. Al estudiar estas cuatro
ocasiones, podemos encontrar valor para vivir nuestras vidas sin temor.
A María se le anunció que, aunque era virgen, llegaría a ser madre del
Salvador. A pesar de ser joven, ella conocía las realidades de la vida;
ella sabía que no era posible, humanamente hablando, que quedara encinta.
Dios, sin embargo, tenía otro plan. Él había escuchado sus oraciones, y
tenía un momento preparado para responder. Esta pareja anciana serían los
padres de un niño que cualquiera tomaría por su nieto. Esto nos lleva a
ver lo siguiente:
Esas oraciones que has ofrecido por tanto tiempo sin ver la respuesta no
han sido lanzadas al vacío. Dios ha oído cada palabra, cada gemido de tu
corazón. Ha guardado cada lágrima en su frasco.
¿Por qué tendría temor José de obedecer a Dios? Por varias razones. Él
podría dudar de la realidad de lo que el ángel le había dicho. Podría
creer que era simplemente un sueño. Podría preguntarse qué diría la gente
de lo que estaba haciendo.
Podría preguntarse cómo alimentaría a una criatura que ni siquiera era de
él.
Conclusión
Nosotros fuimos creados por Dios, según el doctor Stanley Jones, para
vivir en fe, y no en temor. Los científicos nos dicen que la persona que
vive en la preocupación tendrá una vida más corta. La razón es que fuimos
hechos para la fe, no para el temor.