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Roland Barthes – S/Z

Los cinco códigos


Hay cinco códigos a los que van a incorporarse todos los significados del texto:
1- Código hermenéutico: consiste en distinguir los diferentes términos formales a raíz de los cuales se
centra, se plantea, se formula y se descifra un enigma.
2- Código sémico: los semas tienen un significado connotado, forman galaxias de pequeñas informaciones
donde no se puede leer ningún orden privilegiado; están destinados a hacer surgir la imagen, contruir el
carácter de un personaje, etc.
3- Código proairético: es el código de las acciones y de los comportamientos.
4- Código cultural: los enunciados del código cultural son proverbios implícitos donde el discurso enuncia
una voluntad general.
5- Código del campo simbólico: es el lugar propio de la multivalencia y de la reversibilidad en la
interpretación del tema de la novela.

El modelo de la pintura
Toda descripción literaria es una “vista”. Describir es colocar el marco vacío que el autor realista
siempre lleva consigo delante de una colección de objetos. El escritor transforma en primer lugar lo “real” en
objeto pintado, después de lo cual puede sacarlo de su pintura; en una palabra, describirlo. Así, el realismo no
consiste en copiar lo real, sino en copiar una copia (pintada) de lo real. Por esto el realismo no puede ser tildado
de “copiador”, son más bien de “plagiario”.

XXV. El retrato
En el retrato, los sentidos pululan a través de una forma que no obstante los disciplina: esta forma es a la
vez un orden retórico (el anuncio y el detalle) y una distribución anatómica (el cuerpo y el rostro); estos dos
protocolos son también códigos; estos códigos se sobreimprimen a la anarquía de los significados, apareciendo
como operadores de la naturaleza (o de la razón), Así pues, la imagen final proporcionada por el discurso (por
el retrato) es la de una forma natural. La naturalidad del retrato proviene del hecho de que, al superponerse, los
múltiples códigos no coinciden: sus unidades no tienen el mismo emplazamiento ni el mismo tamaño, y esta
disparidad produce el desplazamiento del discurso, se produce una imagen de movimiento, de vida (en este caso
un retrato). El retrato no es una representación realista, una copia continua, de la que podría darnos una idea la
puntura figurativa; es una escena ocupada por bloques de sentido, a la vez variados, repetidos y discontinuos;
del ordenamiento de estos bloques surge no una copia sino un diagrama del cuerpo. La lectura del retrato
“realista” no es una lectura realista, es una lectura cubista: Los sentidos son cubos apilados, separados,
imbricados, sin embargo unos en otros, cuya traslación produce todo el espacio del cuadro: la figura no es el
total, el marco o soporte de los sentidos, es un sentido más.

XXXIV. El parloteo del sentido


Para toda acción novelesca hay tres regímenes posibles de expresión:
1- El sentido es enunciado, la acción nombrada pero no detallada.
2- O bien siendo siempre enunciado el sentido, la acción, más que nombrada, es descrita.
3- O bien la acción es descrita pero el sentido es silenciado: el acto es simplemente connotado de un significado
implícito.
Lo que se llama “real”” (en la teoría del texto realista) no es más que un código de representación (de
significación) y no un código de ejecución.

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