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CONSEJOS PARA PADRES EMBARAZADOS

El primer detalle a destacar es la importancia de la familia en los actuales


momentos. La familia es blanco de quienes, desde propuestas disuasivas o inventos
igualitarios, mantienen objetivos similares: relegar a la familia como institución a los
manuales de historia y museos.

Pero el contraste es que la familia se ha transformado en un refugio donde tiene


lugar el calor de los afectos y consiguen sobrevivir y crecer las personas, en medio de un
mundo cada vez más hostil e irreconocible. Este más se parece a una jungla y se siente
que una jauría espera tras la puerta que conduce a la calle. De un lado está la amenaza de
radicalismos tales como el de ISIS. Pero a lo foráneo se suma la crisis de la credibilidad de
tantísimas instituciones: el estamento político, el militar, el intelectual, los poderes
públicos, idearios políticos peregrinos tanto en Europa como en América, a lo que se suma
en países como Venezuela la incertidumbre, la inseguridad y la hambruna. También la
Iglesia estuvo retrocediendo como referencia para muchas personas, aunque la
refrescante figura del papa Francisco pudiese estar revirtiéndose dichas tendencias en
algunas partes del globo.

En este contexto, el feliz acontecimiento de un embarazo en la mujer es un hecho


que para ella se siente con evidencias hormonales. Es decir, la percepción de la mujer
cambia, porque su cuerpo cambia. Porque su cerebro está bañado en las hormonas que
acompañan la gravidez. Claro que otros factores también conviene que estén presentes:
importa que sea un embarazo deseado, que exista una mínima estabilidad económica y
cuente con un entorno favorable, comenzando por su pareja pero involucrando al resto de
la familia. Pero, para el tema que se quiere desarrollar, la mujer tiene una ventaja que el
hombre no tiene: va a anidar la nueva vida en su vientre durante 9 meses. La evidencia
biológica que delatan las hormonas le permiten compenetrarse con la vida en gestación,
creando esos fortísimos lazos entre madre e hijo, preparación indiscutible para la
consolidación familiar.

En el plano físico, lo que el hombre vivencia es el acto sexual. Siente el impulso


sexual hacia su pareja y vive de manera frenética la liberación hormonal, con la caída
súbita de los niveles de los mismos después del acto. Se pasa en fracciones de segundos
de la embriaguez a la sobriedad. Todo de manera estentórea con lagunas de quietud para
retomar el vértigo del deseo. Tan precipitosa caída puede vivirse con cierta sensación de
melancolía, de cierta depresión leve de causa bioquímica. Tanto que los griegos
consideraban que un hombre nunca se sentía bien después del coito, no era motivo de
alegría, a diferencia de la mujer, de quien se referían con desdén. Una razón más, esta
curiosidad bioquímica, para que el varón tenga la necesidad de cultivar relaciones con
densidad romántica hacia su pareja para dotar de sentido a la intimidad sexual. Y tal cosa
no solo en la inmediatez del acto sexual. Pues tanto el hombre como la mujer son mucho
más que maravillosas organizaciones celulares especializadas en tejidos, órganos y
sistemas.

Si para el varón es un reto conectar el acto sexual con significaciones más


duraderas (la experiencia real de amor que abarca muchas otras situaciones distintas a la
cama), cuanto más debe contar con un croquis a mano alzada que lo guíe a través del
embarazo para identificarse como padre. Es que algunos ni siquiera hacen la conexión
entre la intimidad sexual y el embarazo. Como si el embarazo fuese un asunto
independiente del acto sexual. Otros lo ven como si fuese el certificado emitido por el
gobierno norteamericano que acredita al susodicho como macho vernáculo, con altas
capacidades para perpetuar la especie. Mientras queda otro grupo que lo considera como
una “vaina” o “broma” que se le echa a una mujer (“vaina” y “broma” significaría en
Venezuela y en este contexto perjurio o daño, puesto que la dejan en evidencia, a la mujer
soltera, ante la imaginación ajena del tipo de vida que lleva, o porque la pone a criar
despedazándole su futuro, trabajo, carrera, relaciones y sacándola de la competencia,
según se cree, de conseguir un buen varón), cuando no a sí mismo (por la responsabilidad
que implica). Si algunos tienen ese extraño desafío de pasar a la posteridad malogrando la
vida de la gente, hay otros que participan en la corsa de ser los primeros machos en
transformar a las niñas en mujer. Por supuesto que en estos casos no podemos hablar de
hombre, como ser humano, sino que se asemeja a una especie padrote en celo.

Para quienes por alguna razón se salen de este patrón y optan por una relación
estable, un embarazo puede asumir los tintes de catástrofe alimentaria. Tampoco faltan
quienes consideren como luctuosa expectativa de alterar sus costumbres sexuales por 9
meses. Sea por la distribución de alimentos (repartirlos con un recién llegado) o porque el
gestante está metido en la cama de la pareja más de lo que el varón considera
conveniente aún desde antes de nacer, el progenitor varón puede sentirse descolocado.
Estas líneas van dirigidas a aquellos hombres que, independientemente del punto
de donde partan, según la caracterización anterior, esté dispuesto a hacer cambios de
múltiples niveles como para acercarse al tipo de compañero que necesita la mujer
embarazada y a identificarse como padre de manera conveniente para fortalecer el
sustrato desde donde va a ir creciendo el infante. Para aquellos que la vida en gestación es
mucho más que el portento de fertilidad enarbolado por sus espermatozoides, en cuanto
a su número y calidad. Para estas líneas cuento con mi formación tanto personal como
académica en cuanto sacerdote pero también en mi experiencia pastoral (acompañando a
parejas en todos estos años). Para este trabajo también se entrevistó a la Lcda. Angélica
Maldonado, psicóloga, de forma que quede reseñado sus orientaciones específicamente
científicas, de invaluable valor.

Socialmente el papel del hombre ha sido relegado al de proveedor. El que se ocupa


de que no falte nada. Cosa plausible. Solo que detrás de los quehaceres puede justificar
enanismo emocional: tiene permiso para estar gruñendo o de mal humor todo el día, pues
es el que se ha roto la espalda por la mujer y la familia. No tiene que expresar afectos,
porque ahí están los “corotos” que con su esfuerzo ha traído al hogar. Y una vez que los
hijos están correteando por ahí, debe poner pose ecuestre para conservar la autoridad,
tanto más eficaz cuanto menos se pueda sospechar el momento en que estalle el
bramido. En fin, puede ser “mono-emocional”, excepto en el sexo, donde muestra
voracidad más que calidez.

Por supuesto que el varón debe avanzar hacia otros estilos de comportamientos.
Se debe asumir desde otros patrones culturales. Es un proceso de emigración cuyo éxito
se basa en que no sea obligado, sino deseado. Lo cual representaría una ventaja para él,
aunque solo sea conseguir poseer una paleta emocional mucho más variada, que
enriquezca su vida interior.

Uno de los primeros cambios, que puede variar según los estratos sociales, es el de
la estabilidad emocional: el compromiso estable con quien haya escogido como pareja.
Dicha aspiración no puede improvisarse. Al menos no sería lo ideal llegar a la estabilidad
de carambola. Si se parte a la búsqueda de una persona con el deseo de que perdure en el
tiempo, factores como la seducción, la voluptuosidad de los labios o del cuerpo, las formas
que descubren los vestidos dejaran de tener tanta relevancia. Se supone, por supuesto,
que la atracción exista, si no quiere catalogarse como amor platónico. Pero también
cuenta la interioridad de la persona: valores, ideales, aspiraciones, gustos, historia
personal, su relación con su familia, creencias… Todo aquello que se asoma como una
epifanía en la medida en que las personas se van conociendo y desvelándose. Mostrando
la propia interioridad. El sustrato de la relación corresponde más a la desnudez del alma,
que muestra quién se es, que a la desnudez del cuerpo, que debería significar esa otra.

Con estas premisas, considerando que el varón intenta llevar una relación adelante
con la persona que ama, en clave de estabilidad, es que tiene sentido referirnos al
embarazo. Porque el varón, a diferencia de la mujer, no va a cargar en su vientre al hijo
por nueve meses, con sus días y sus noches, horas y minutos. Las hormonas no van a
inundar su cuerpo y cerebros. Pero no por ello queda condenado a quedar relegado por
disposición de la biología, porque el ser humano es también psicología y espíritu libre. Hay
compenetración y empatía. Su manera de involucrarse va a ser distinta, menos hormonal,
con un planteamiento racional (“quiero ser y sentir como padre”) que va enlazando la
tesitura de los sentimientos.

Esta actitud, donde declina en ocaso la prepotencia masculina, es la que permite


fluctuar entre el mundo laboral y el compartir el mundo emocional de la esposa o
compañera (siempre en clave de estabilidad). Disfrutar de esa experiencia que integra y
prepara para el ejercicio de la paternidad en los años sucesivos. Esta experiencia donde
acuden juntos al gineco-obstetra, dejándose sorprender por la maravilla de la vida, entre
otras cosas. Oscilar entre lo que puede hacerse habitual y lo sorpresivo.

Desde esta perspectiva “pre-natal” puede resultar interesantísimo la experiencia


“post-natal”. Y puede valorarse positivamente a aquellas legislaciones y compañías que
confiere permisos post-natales también a los padres. Porque dicho permiso no es solo
“funcional”. Sería una apreciación ostensiblemente miope. La experiencia de paternidad-
maternidad configura la nueva relación de la pareja, si no se considera a los hijos como un
aditivo o intrusos. No se deja de ser pareja, lo que sería perjudicial, sino que se adopta un
nuevo estilo. Se combina la responsabilidad con los hijos con los espacios de intimidad
que no pueden servir solo para la funcionalidad biológica de la genitalidad. Debe servir
para compenetrarse, escucharse, descubrirse con humildad, perdonar y pedir perdón…
para crecer. El núcleo para ser padres no está en la individualidad sino en la
complementaria dualidad de los padres-esposos. Si bien puede haber padres o madres
excepcionales por separado, la fuerza está en la unión. La excepción le da un tomo épico a
la infancia, pero el auténtico substrato lo confiere la relación de ambos.

La psicóloga Angélica Maldonado brinda su aporte en relación con este tema:

AM: ¿Qué tan importante pueden ser los primeros 6 meses de vida de un niño en
relación con la vinculación con sus padres?

Psicóloga Angélica Maldonado: La vinculación con sus padres ya es preexistente


porque desde el mismo momento de la gestación, pues él comienza a conocer quién
es su madre. Por eso cuando el niño nace, la madre lo carga y lo amamanta el niño no
llora, no se queja porque reconoce a la madre. Eso es obvio. Ahora bien, si es con los
dos padres durante los primeros 6 meses de vida pues es bastante importante porque
se inicia su mundo afectivo, la familia es el primer medio social y aunque el bebé no
esté consciente de eso aún a los seis meses, es un aprendizaje que deja huella para los
próximos 12 meses siguientes o 18 meses siguientes. También hay un inicio de
sensaciones, inicio de emociones. Por supuesto no hay pensamiento. Hay una
conciencia muy superficial. Pero esa conciencia tan superficial se presta para que
reconozca a papá y a mamá, y reconozca en ellos autoridad, protección, seguridad,
calma, serenidad, una cantidad de cosas. Digo en los dos, porque siempre se siente
seguro con la madre, pero con el padre siempre hay un vínculo importante, porque
hay ocasiones, ocasiones que no se han estudiado todavía donde la madre lo carga, lo
trata de calmar, por ejemplo, está llorando y no lo logra calmar y cuando el padre
llega, lo carga y se calma, y es porque en ese momento está necesitando la figura del
papá. La gente sabe qué pasa pero nadie se pregunta por qué pasa, que vemos, que
hacemos, pues hasta ahora la única explicación es que reconoce que hay dos figuras,
que una es papá, que otra es mamá, o que digamos, que son dos distintas, pero que
los dos me aman, los dos me cuidan, los dos me protegen.

AM: Estamos claros en cuanto a la importancia de la presencia de ambos padres


durante los primeros 6 meses ¿Qué tanto influyen las diferencias psicológicas entre el
hombre y la mujer a la hora de enfrentar y vivir el embarazo?

Psicóloga Angélica Maldonado: Las diferencias psicológicas a veces no cambian,


porque eso dependen primero si el embarazo fue planificado, o si no fue planificado al
menos fue deseado, porque eso va a ser muy relativo, porque va a determinar las
diferencias psicológicas que tanto el padre como la madre van a tener. Pueden
asumirlo cada uno la diferencia psicológica para mejor o para peor, o uno para bien y
otro para mal, etc. de acuerdo a las dos opiniones y a las dos disposiciones de que
llegue un bebé. Ahora bien, si hablamos a grandes rasgos.

En primer lugar se da en ambos el proceso de aceptación, esa es una característica


psicológica en los dos. En el hombre se genera una sensación un poco más fuerte en
cuanto al nivel de preocupación, de responsabilidad, de arduo trabajo, que es sostén
de la familia. Se torna un poco inseguro, temeroso, en ocasiones dudoso, porque el
hombre no siempre es determinado. La madre por supuesto se sigue preocupando por
el trabajo, por la economía, pero siempre se refleja más en el hombre. En la madre se
refleja un poco más los cambios hormonales. Los cambios hormonales van a
determinar en ella sus propias características durante 38 o 40 semanas. Y eso sin
contar que se pueda generar una depresión post-parto que va a generar más
características psicológicas. Pero en el contexto seguirá siendo como mujer proactiva,
emprendedora, con su espíritu de lucha, productiva, enfrentando tareas del hogar,
queriendo enfrentar la tarea de tejer, de pintar, de comprar, de buscar cosas al bebé,
de buscar los nombres. Cositas que se encargan ambos, padre y madre en los últimos
tiempos, sin embargo la tendencia es que la mamá yo tengo el bebé, yo cargo el bebé,
yo pinto, yo busco, yo diseño, me gusta este mueble, me gusta aquello.

También se da en la madre la angustia por el bebé, que sea un bebé sano (se da en los
dos) pero en la madre un poco más porque es su organismo el que está cargando otro
organismo. Entonces se da mucha angustia si el bebé va a nacer bien o no va a nacer
bien, si va a pasar algo. Hay miedos reales pero también hay miedos irreales. A veces si
el bebé no patea ¿qué pasa? ¿por qué no está patendo? Será que murió, será que no
está respirando, será que pasa algo. Hay mucho temor, incluso muchos miedos
nocturnos en la madre que, por supuesto, se transfieren al padre, pero el papá, el
hombre, por lo menos en este contexto cultural en el que estamos acostumbrados
siempre es más la preocupación, el temor, el trabajo, el sostén, la inseguridad,
mantenimiento del hogar, que el tiempo en el que la mujer no pueda trabajar lo va a
trabajar él, etc.

AM: La mujer cuenta con una referencia cultural y unos cambios hormonales obvios a
la hora de “ir haciéndose madre” ¿qué puede hacer el varón?

Psicóloga Angélica Maldonado: El hombre debe involucrar desde el embarazo con


eso, en el sentido que debe desarrollar una empatía, se lo debe proponer. Desarrollar
la empatía para comenzar a ponerse en el lugar de ella. Mientras se pone en el lugar
de ella, no va a sentir nauseas, no va a sentir mareos, no va sentir contracciones, etc.
O la presión en los senos. Pero el hombre puede saber que hay malestar general en su
cuerpo, puede entender que se sienta mal, puede entender que está indispuesta,
puede entender que al principio algunos días no podrá trabajar, puede entender que
algunos días se sienta mal de ánimo. O por el contrario, puede entender, que suele
pasar, que la mujer esté siempre activa, con buen ánimo y alegre y feliz por todo
porque el proceso hormonal en el embarazo es así. Normalmente el proceso
conductual es así. Si el bebé se espera y se espera con amor y entusiasmo, la madre
suele estar en un estado emocional no eufórico, pero bastante feliz por encima del
comportamiento normal de cuando no estaba embarazada. Depende del juego
hormonal que haya allí. Por supuesto que el hombre debe calmar la presión de la
madre, calmar las angustias que ella se inventa, los miedos que hablábamos antes. El
hombre debe transmitir que él va a asumir cargas, que va asumir responsabilidades
que no solo va a asumir la parte económica sino que también va a asumir la parte
afectiva, eso calma mucho a la mamá. Creo que el hombre ahí debe empezar a
desarrollar algo de inteligencia emocional aunque no lo sepa, no esté acostumbrado,
no se lo proponga, porque con cada situación difícil que se presente de conducta con
la mamá prenatal, paranatal, etc. él tiene muchas veces que saber controlarse, saber
autorregularse, motivarse por sí mismo y no esperar que ella sea quien lo motive,
asumir riesgos, canalizar la angustia, manejar el estrés, . Se tiene que incorporar de
lleno. No solo vamos al ginecobstetra, compramos la ropita y las cositas, etc. El
hombre tiene qu involucrarse en todo el sentido de la palabra con lo que es la mujer

AM:¿Qué recomendaciones le haría al padre, especialmente quien es primerizo, para


enfrentar y acompañar la vida de sus hijos durante los primeros 6 meses?

Psicóloga Angélica Maldonado: El hombre debe realizar las mismas tareas que la
mujer una vez que se tiene al bebé. Prácticamente lo único que no va a hacer es
amamantarlo. El primer contacto con el bebé como es dormirlo, arroparlo, cambiarle
el pañal, darle tetero. Más adelante a los dos meses, tres meses el chupon, si se lo das
o se lo quitas Bañarlo. Pienso que la primera vez que se baña al bebé debería ser con
papá y mamá. Delante del bebé el hombre debe demostrar que cubre casi el mismo
tiempo que cubre la mamá. Porque veces hay bebés que están acostumbrdos q que la
mamá está de 24 horas 18. Por supuesto que generalmente el padre trabaja, eso es
obvio. Pero los fines de semana si la madre está acostumbrada a pararse en las
noches, a prepararle el tetero, a cambiarle los pañales, pues que él tome ese tiempo,
obvio, prudencialmente, que tome para compartir con su bebé porque el lazo que él
va a crear con su bebé no se va a volver a dar a los o, a los 9 o a los 10 meses o a los 3
años. Porque son momentos que incluso pueden quedar registrados en la memoria del
bebé. A mediano plazo, pero quedan registrados y nunca se sabe qué pasa con esos
recuerdos. Ser un agente de responsabilidad pero también ser un agente de amor en
ese momento. El bebé puede asumir que el papá ejerce mayor autoridad que la madre
en los primeros 6 meses, pero igual que ejerce autoridad debe ejercer afectividad, que
sepa que él se está criando con dos. Incorporarse obre todo si son primerizos a los
talleres que ellas asisten después del parto o antes del parto. Hay hombres que no
van. Porque es una manera de relacionarse con el bebé sin que el bebé esté presente.
Va aser más grato, más placentero y más eficiente.

AM:¿qué políticas le convendría poner en práctica a las empresas en este sentido?

Psicóloga Angélica Maldonado: Me dijiste de empresas que dan 6 meses. Lo ideal


sería de mes y medio a dos meses. En nuestro contexto las empresas deben tener un
equilibrio y deben cuidarse pues sus empleados pueden abusar. Se deben costear
algunos gastos, así sean mínimos, que ayuden. En caso que los seguros no cubran
maternidad, que se cubra algún gasto, así sea pediátrico o de obstetricia. Me parece
importante la asistencia a guardería. Hay empresas con guardería, no sé aquí en
Venezuela. Pero no siempre es tan fácil porque no siempre la empresa tiene el capital,
el espacio, la disposición, etc. O no hay la población de niños como para montar el
servicio. Se podría llegar a acuerdos durante algún tiempo de pagar un porcentaje para
que ambos padres trabajen o ambos padres estén desahogados. De acuerdo al estudio
en recurso humano de ese caso, de ese caso familia, se va a moldear el tipo de ayuda
que le va a dar. Porque por supuesto se debe evaluar el sueldo que él tiene, el cargo
que tiene, etc. Y de eso dependerá la capacidad de la empresa y la disposición de la
empresa de colaborar. Puede también moverse al empleado a puestos de menos
tiempo o que demanden menos energía,, de mutua conveniencia. Pero que la empresa
se abra a esa posibilidad porque están en un momento de transición. En el caso de
sucursales, trasladar al papá a la sucursal más cercana, de momento, a donde están la
madre y el niño o corporaciones. Cosas de este tipo pero por supuesto todo esto es
muy delicado Respeto mutuo, valores organizacionales. Que la empresa se abra a la
posibilidad, porque cada familia es distinto, cada padre es distinta. El caso de una
empresa que contrató también a la madre para que trabajase allí, por los gastos de
tener un bebé, Creo que son cosas que se pueden estudiar, porque es una manera
más humana, sin que la gente te deje de trabajar en tu empresa, pero que tu también
estás ayudando. Yo como mamá diría “oye, estoy trabajando pero me están tomando
en cuenta y están tomando en cuenta a mi esposo y a mi bebé para yo poder generar
más ingreso y cubrir las necesidades como deben ser

Así, pues, el padre que se involucra ayudando a la alimentación, cambiar pañales,


cargar en brazos, atender mientras se duerme o desvelarse cuando se despierta a mitad
de la noche, por no considerar cualquier alarma de enfermedad, hace que ese varón se
esté afirmando como “padre”. Que ese “extraño” nace de su deseo e intención de ser
padre. Que no fue un acto fortuito de una noche de pasión.

Desafío que necesita de la lucidez de las empresas y legislaciones, pues las


sociedades democráticas las forman sus ciudadanos, que no nacen y crecen en tubos de
ensayo sino en la matriz amorosa del hogar. En la fecunda complementariedad integral del
hombre y la mujer.

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