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LEJOS PERO NO AJENOS

Es imposible cegarnos a la realidad que se vivió en muchos territorios del País, en donde el hombre
perdió su importancia, dignidad y derechos. Convirtiéndose en un obstáculo, escudo humano,
soldado para las guerras ajenas que nunca pidió vivir, enfrentándose a panoramas en donde cielo,
mar y tierra se llenan de fusiles, miedo, desamparo, desespero y no hay escapatoria ni tiempo para
el dolor ante la impotencia de no poder hacer nada para salvar sus tierras ni tener más brazos para
proteger a sus seres queridos, teniendo que desplazarse con lo que apenas sus cuerpos puedan
soportar; neveras, lavadoras, televisores, comida… Y empezar de nuevo en algún lugar o incluso en
el mismo lugar en el cual vuelven a sembrar donde alguna vez recogieron sus muertos por que a
pesar de todo el día sigue y aún hay motivos por los cuales continuar el recorrido, por la valentía de
vivir para contarlo, de permitir de la forma más sincera y valiente la captura de historia mediante
un lente que llevará a que entendamos que todos estos sucesos pasaron en realidad y razonemos
sobre la manera en que este conflicto por el poder nos ha llevado a la caída impía de los
sentimientos, a la destrucción de nuestros suelos quemándolos y teniendo que ver como el humo
sube y sube hacia las montañas como bandera de la muerte que se sintió vencedora en nuestra
selva ya sea verde o de cemento que se llama Colombia, y que no permitirá que se le condene a
repetir la historia resurgiendo de la destrucción bañada por sus ríos cuál princesa, por el cambio,
por nuestros muertos.

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