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La belleza real

María Isabel Ríos Galeano

Universidad EAFIT

Prácticas textuales

Medellín – Antioquia

2018
La belleza real

Cuando tenía 13 años, me alisé el cabello por primera vez. Lo hice porque me

desagradaba, porque estaba cansada de que siempre me dijeran que estaba

despelucada, que parecía una “bruja”, que me peinara bien, que me aplastara “el pelo

alborotao’ ese”, y a raíz de eso me fui acomplejando cada vez más. Ahora, cuando voy

por la calle escucho de boca de muchas personas que una mujer debe ser delgada

porque las mujeres gordas desagradan. Además, he escuchado que las mujeres lindas

deben tener sus rasgos muy definidos, súper finitos y delicados. Y como si fuera poco

si me pongo un short corto o una falda corta soy una cualquiera, por ende, si me faltan

el respeto o me piropean en la calle es culpa mía porque yo los “provoqué”. Por el

contrario, si uso faldas largas o no muestro mis piernas soy una mojigata. En pocas

palabras, una mujer debe vestirse con “ropa decente”; ni muy descubierta porque se

escandalizan, ni muy tapada porque la critican. De entrada, debo aclarar que no soy

feminista. Teniendo claro esto, comencemos.

Desde hace ya mucho tiempo, hombres y mujeres han empleado el ámbito de

estigmatizar prescindiendo de críticas con tendencias al degrado de la persona.

Distintas son las causas a través de las cuales se es juzgado y/o se juzga en la

sociedad; algunas de ellas incluyen un sentido introspectivo, cultural o social, puesto

que estas particularidades son arraigadas en primera instancia desde el entorno

externo, común y personal. Así pues, además de manifestar que las mujeres son

estigmatizadas a diario principalmente por su ropa, su cabello, sus facciones y su


cuerpo, se pueden derribar estos mitos a través de una educación respetuosa e

incluyente.

Se debe partir de la forma de atacar estos estereotipos; con el tiempo, se

transforma la idea y se acopla junto a la de poseer parámetros para encajar en una

sociedad y obtener ‘buenas críticas’, que nos dicen que una cara bonita, un cuerpo

esbelto y todo lo que cabe dentro de los juicios de perfección son claves para tener

éxito y conseguir lo que se quiere dentro del campo de las relaciones interpersonales y

muchas veces laborales.

De este modo, como botón de muestra vemos en la premisa "Todo lo bello es

bueno", descrita por Dion, Berscheid y Walster en 1972, que dice que se ha vuelto

común catalogar a las personas según lo que transmiten los medios de comunicación,

y que estos se han empeñado en generalizar, pero al mismo tiempo definir el tipo de

belleza extraordinaria que se requiere para tener una imagen aceptada por el público.

De acuerdo a esto, últimamente, se han calificado de una manera exorbitante los

cánones de belleza, a un nivel de riesgo tan alto que las mujeres se vuelven

susceptibles a comentarios denigrantes y de categorización. Poniendo como pilar de

ejemplo a Ángela Marulanda, autora de Creciendo con nuestros hijos, como ella misma

lo explica:

Gracias al abuso de la figura femenina por parte de una cultura sensacionalista y

los medios publicitarios que buscan atraer más público y lograr mayores ventas,

la belleza física se ha convertido en un valor primordial por el cual la mayoría de

las mujeres estamos dispuestas a pagar un alto precio. (Marulanda, 1999)


No obstante, parte esencial de una persona es el concepto de la autoimagen

corporal, pues cuando aparece una insatisfacción en los atributos físicos y se pierde la

esencia de lo que realmente importa por tener cierta determinación hacia los

estándares sociales que crea divergencia entre lo físico y lo real. Ciertamente, el físico

y su admiración, no es más que un modelo social que influye arbitrariamente en los

juicios de la imagen y en la instauración de tendencias y patrones.

Considerando toda esta cuestión de mantener estándares, es importante

inculcar y trasmitirle a los niños y niñas el sentimiento de inclusión, y de esta manera

dejar de lado aquellas acusaciones de definiciones de la belleza; pues no se trata de

discutir con la idea de generalizar lo que es o no es, simplemente mantener un criterio

personal que no denigre la naturaleza de las demás personas solamente por el hecho

de que los estereotipos aún siguen dentro de la sociedad. Por ello, desde la niñez, es

de gran valor decirles que nada de eso exterior es tan importante como lo que cada

quien lleva por dentro.

En definitiva, cuando las mujeres se acercan más a sus propios modelos de

belleza y determinan que esta es efímera y relativa; que es bella no por su físico, sino

por la esencia de su interior, de la misma manera en que la sociedad comprenda que

los estereotipos no determinan la singularidad de las riquezas y que por el contrario

llevan a las ruinas, se eliminará la ignorancia y el intento de convertirnos en el vivo

reflejo de la palabra perfección. Así pues, recogiendo lo más importante de todo esto

con una frase de Ángela Marulanda:

Su hermosura no está en la figura; se ve en sus ojos, que son la ventana de la

bondad de su corazón y a la pureza de sus sentimientos. Tampoco está en la


suavidad de su piel o en el brillo de su cabello, sino en la ternura de sus caricias

y la dulzura de sus palabras; ni en la perfección y solidez de sus contornos, sino

en la fortaleza de sus convicciones y principios. (Marulanda, 1999)


Referencias

 La belleza física, (s.f). Estilo Salta. Recuperado de

https://www.estilosalta.com/psico/44-psicologia/11410-la-belleza-fisica.html

 Difusión cultural de fundación Teletón, (s.f). ¿Cuánto vale la belleza física?.

Salud180. Recuperado de https://www.salud180.com/salud-dia-dia/cuanto-vale-

la-belleza-fisica

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