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Los cambios de desarrollo que experimentan los adolescentes. También se extienden a sus
vidas sociales. Adolescencia temprana típicamente coincide con una transición a un nuevo
ambiente escolar, a menudo más grande, con mayores expectativas y menos apoyo individual
(Simmons, Burgeson, Carlton-Ford y Blyth, 1987). Además, la adolescencia es un momento de
mayor independencia durante el cual los adolescentes comienzan a interactuar menos con sus
padres y más con pares (Csikszentmihalyi y Larson, 1984; Schneiderset al., 2007). En medio de
estos otros cambios, los adolescentes experimentan un aumento en los eventos negativos de
la vida (Ge, Lorenz, Conger, Elder y Simons, 1994; Larson y Ham, 1993), tienen más conflicto
familiar (De Goede, Branje y Meeus, 2009), y a menudo iniciar relaciones románticas (Carver,
Joyner y Udry, 2003;Furman, 2002).
Aunque la mayoría de los adolescentes superan estos desafíos con éxito (Arnett, 1999), la
adolescencia es un momento de mayor riesgo para trastornos de salud mental, incluidos
trastornos del estado de ánimo (Allen y Sheeber, 2008). La posibilidad de que estados
emocionales particulares podría indicar un trastorno psicológico que necesita tratamiento,
mientras que otros podrían representar experiencias normales características de un
adolescente en desarrollo, hace que la comprensión sea emocional desarrollo durante este
período especialmente importante. Las emociones son fenómenos multifacéticos que implican
cambios en experiencia subjetiva, comportamiento y fisiología (Gross,
Los teóricos e investigadores han proporcionado taxonomías para identificar y clasificar las
experiencias emocionales (por ejemplo, Berenbaum, Raghavan, Le, Vernon y Gomez, 2003;
Gross y Jazaieri,2014). Cuatro dimensiones comúnmente evaluadas de la experiencia
emocional en adolescentes incluyen frecuencia, intensidad, inestabilidad, y claridad de
emociones. La frecuencia emocional se refiere a cómo muchas veces un individuo experimenta
una emoción particular sobre un período de tiempo determinado (Larson, Csikszentmihalyi y
Graef,1980). En la literatura adolescente, las frecuencias son a veces calculado para emociones
a ciertas intensidades (por ejemplo, frecuencias de emociones negativas de alta intensidad
versus emociones de baja intensidad; Larson et al., 1980). La intensidad emocional se refiere a
la fuerza o magnitud de la respuesta emocional (Larsen y Diener, 1987). La inestabilidad
emocional es el grado en que fluctúan las emociones con el tiempo (p. ej., Larsen y Diener,
1987). Aunque algunas investigaciones diferencia entre los términos inestabilidad, labilidad y
variabilidad (por ejemplo, Thompson et al., 2012; Trull et al., 2008), nosotros incluye literatura
que usa los tres términos bajo la etiqueta de inestabilidad porque son lo suficientemente
similares para los fines de este revisión. Finalmente, la claridad emocional implica hasta qué
punto las personas pueden identificar, etiquetar y caracterizar sin ambigüedad sus emociones
propias (por ejemplo, Gohm y Clore, 2000).
Palomera, y Fernández-Berrocal, 2012; Seda, Steinberg y Morris, 2003; van Roekel et al., 2016).
La exploración de los patrones normativos del desarrollo emocional de los adolescentes en la
presente revisión allanará el camino para una mejor comprensión de experiencia emocional
anormal, informando así el tratamiento investigación y trabajo clínico.
Los estudios de EMA han demostrado que los adolescentes mayores experimentan emociones
negativas más frecuentes (Larson y Asmussen, 1991) y negativas de alta intensidad (Frost,
Hoyt, Chung y Adam,2015; Larson y Lampman-Petraitis, 1989) que los adolescentes más
jóvenes. Un estudio longitudinal que examinó estas construcciones encontró una disminución
en la frecuencia de emociones positivas y una aumento en la frecuencia de emociones
negativas en adolescentes edades 10-14 en los próximos 4 años (Larson, Moneta, Richards, y
Wilson, 2002).
Se ha teorizado que los adolescentes oscilan entre extremos altos y bajos de una manera que
los adultos no (Csikszentmihalyi & Larson, 1984). Sin embargo, en el único estudio transversal
sobre inestabilidad emocional, que evaluó la inestabilidad emocional del rasgo,
aproximadamente el 6% de los niños de 7 a 19 años y el 6% de sus padres informó que los
niños experimentaron "mucho" rasgo emocional inestabilidad, mientras que entre el 20 y el
25% de los niños y los padres reportó solo "un poco" rasgo de inestabilidad emocional
(Stringaris & Goodman, 2009). Además, la edad no estaba significativamente relacionada con
nivel de inestabilidad, que se confirmó en un estudio de EMA que encontró poca o ninguna
diferencia de edad en la inestabilidad emocional entre niños de 9 a 15 años (Larson y
Lampman-Petraitis, 1989; ver Sección de género para una discusión adicional). En general,
estos resultados sugiera que los adolescentes en diferentes niveles de edad tengan grados
similares de inestabilidad emocional.
Los estudios transversales muestran consistentemente que las adolescentes tienen mayor
inestabilidad emocional que los niños (Cole et al., 1999; Maciejewski et al., 2015; Neumann et
al., 2011; Silk y col. 2003; Stringaris y Goodman, 2009; Weinstein y Mermelstein,
2008). Más específicamente, los estudios han encontrado que las adolescentes experimentar
una mayor inestabilidad de felicidad (Maciejewski et al., 2015; Neumann et al., 2011) e
inestabilidad de tristeza (Maciejewskiet al., 2015; Silk et al., 2003), pero no la inestabilidad de
ira (Maciejewski et al., 2015; Silk et al., 2003). El único estudio contradictorio encontró que las
niñas y los niños de 13 a 16 años no tenían diferencias significativas entre personas en la
inestabilidad de los positivos.