por el Señor; están despojados de todo orgullo y ambición mundana; arden con el celo de la santidad. Su número es pequeño, pero va venciendo. No tienen más alimento que Cristo, porque saben que no hay otra fuente de vida. Rebosan de vida porque se han acercado con diligencia y frecuencia a la mesa del Señor. Aman según la verdad y no tienen temor alguno. Denuncian el pecado sin excusarse por hacerlo, derribando ídolos y fortalezas. Todo eso lo hacen para traer libertad a sus hermanos, para producir en ellos hambre por la realidad de Cristo Jesús y para enseñarles como alimentarse de Él”