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que no
Por Alberto Vergara | 17 de abril de 2019
Una comunidad sana, ha teorizado Javier Cercas, debe poseer tres tipos de
individuos: un maestro que enseña a vivir, un médico que ayuda a morir y,
por último, una persona que dice no. Cableados como estamos la mayoría
de nosotros para seguir tendencias y decir que sí a cuanto se nos ofrece, las
sociedades requieren de individuos excepcionales y capaces de rebelarse
con un rotundo no y así preservar la dignidad de la comunidad. Pobre de la
sociedad que necesite héroes, sentenció el Galileo de Brecht. Más pobres
aquellas que no los produzcan, retrucaría Cercas.
Entre 2006 y 2011 Odebrecht vivió su lustro dorado. Alan García era
presidente y miles de millones fueron otorgados a proyectos realizados por
esta empresa. Seis funcionarios de dicho gobierno, incluyendo un
viceministro, han sido encarcelados por coimas de más de 8 millones de
dólares. García tiene una investigación abierta por tráfico de influencias.
Más allá de lo que establezcan los tribunales, los limeños ven a diario la
prueba última de la estrecha relación entre García y Odebrecht, pues la
bahía de Lima es dominada por un Cristo enorme que la empresa ofrendó al
expresidente. Si el de Río de Janeiro es el Cristo del Corcovado, los limeños
bautizaron al suyo como el Cristo de lo Robado.
Los peruanos hemos sido testigos de esto una y otra vez. Con el congreso
anterior (2011-2016) el congresista Juan Pari realizó un excelente informe de
investigación sobre la actuación de las constructoras brasileñas en el Perú.
Congresistas de todos los partidos decidieron que se engavetara. Solo
adquirió actualidad cuando las justicias brasileña y estadounidense
revelaron lo sucedido en el Perú. Algo similar ha ocurrido cuando se quiso
fortalecer la unidad de investigación de delitos financieros del poder judicial
o al fiscalizar las "donaciones" a las campañas. Y recordemos que grupos
empresariales hacían cabildeo para que en los procesos por corrupción se
sancionase al funcionario y no al privado.