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Mas allá del proyecto ENU, durante este período vive y trabaja en nuestro país Paulo
Freire, quien con su “ Pedagogía del oprimido “ trabaja en el tema de la alfabetización
campesina e influye desde su paradigma Socio-Crítico en las ideas educativas de la
época.
ESCUELA CAPITALISTA
“Arraigar con mayor fuerza al joven en su medio originario”: este es, de hecho, el
objetivo reconocido; se trata de dar una educación completa que se baste a sí misma, y
no de preparar el paso a otro tipo de enseñanza; se trata de retener, en el aparato escolar,
a una masa de peones (y de mano de obra) que la industria ya no puede usar de manera
inmediata (antes pudo hacerlo: cf. el trabajo de los niños en el siglo XIX), reforzando su
encadenamiento ideológico a través del “arraigamiento en su medio originario”.
[…]
Tal como son aconsejados y practicados, los métodos activos no se proponen conducir a
los alumnos a un determinado “nivel” de conocimientos sino, al contrario, devolverles
la seguridad moral mediante la confianza y el afecto. Este “nuevo clima” que permite a
los maestros y alumnos una gran iniciativa y trata de interesarlos mediante el atractivo
de lo “concreto” produce muchos efectos: trata, en primer lugar, de ocultar a los que se
encuentran en él la realidad de su situación presente, adormeciéndolos durante “unos
cuantos años de felicidad escolar”. Aquello que se presenta como el último grito de la
investigación pedagógica, testimonia en realidad el profundo desinterés manifestado
respecto a esos alumnos a los que se trata sólo de mantener ocupados, lo más contentos
que se pueda, con la mayor utilidad posible algunas veces: es así como la ilusión
pedagógica casi lograría que se considere como la cima de la audacia pedagógica a las
prácticas que contribuyen por su parte a realizar la división de clases y preparan para la
explotación (…). Finalmente, los métodos activos presentan, entre otras acciones, la de
prohibir a aquellos a los que someten la posibilidad de readaptarse a las prácticas
escolares más coercitivas de la red secundaria-superior. Les cierran definitivamente el
acceso.
(…) la escolarización no conduce por sí sola a los puestos de la división social del
trabajo. Se combina con los imperativos del mercado capitalista del trabajo: son dos
aspectos inseparables de un mismo mecanismo.
La escolarización, en forma tendenciosa (tanto más, cuanto que se desarrolla por sí
misma), define los límites dentro de los cuales se pondrían en juego los mecanismos del
reparto de los individuos en los diferentes puestos de la “vida activa”, y en particular los
mecanismos del mercado de trabajo, donde en apariencia no circulan más que
individuos. Estos límites son los decisivos, y se trata de límites de clase. Lo que ocurre
en el mercado sería completamente ininteligible si no se viera que depende de lo que
ocurre fuera del mercado, en la producción, en el proceso de escolarización y en la
relación “indirecta”, “invisible”, de la escuela con la producción. Los representantes
oficiales del capital y del Estado sethe lamentan desde hace un siglo y medio sobre la
“inadaptación” de la escolarización a la producción: pero la escolarización “forma” a
conciencia a los individuos de tal manera que, en su gran mayoría, llevan ya consigo los
caracteres, las cualidades concretas requeridas para su utilización en el marco de las
relaciones de explotación capitalista. Incluyendo, claro está, cuando se trata de las
cualidades de “mando” y de “competencia” intelectual. Incluyendo cuando se trata, en
el otro extremo, de la ausencia de formación profesional que conduce a los puestos de
mano de obra y de obreros especializados, pasando por la descalificación, el desempleo,
la reconversión de la mano de obra, etc.
Es un discurso vano porque desconoce la base real sobre la que funciona la escuela. Esta
base es la división de la sociedad en dos clases antagónicas y la dominación de la
burguesía sobre el proletariado. (…) La escuela, desde el punto de vista de la burguesía,
ya es democrática: pero esa democracia no tiene otro contenido, en una sociedad
capitalista, que la relación de división entre dos clases antagónicas y la dominación de
una de esas clases sobre otra.
Terminar con la ideología de la escuela supone que no se considera su realidad
contradictoria como imperfección, sobrevivencia o reacción, sino como un conjunto de
contradicciones necesarias, que por sí mismas tienen una significación y una función
históricas determinadas, y que se explican por sus condiciones materiales de existencia
en el seno de un modo de producción determinado.
[…]
No es sólo porque no permite a todos los hijos de obreros adquirir la cultura burguesa
en todo su esplendor por lo que la escuela primaria es una escuela de clase, sino
también, y sobre todo, porque se esfuerza en prohibir a los niños de obreros adquirir,
organizar y formular la ideología que el proletariado necesita. Los dos aspectos son
indisociables. (…) Es mediante este aplastamiento que la ideología de la clase
dominante puede también volverse la ideología dominante en toda la sociedad. Todos
los elementos (historia, literatura, conducta…) que podrían contribuir al desarrollo de la
ideología del proletariado son sistemáticamente rechazados. Cuando esos elementos
reaparecen es bajo una forma disfrazada.
Es en la escuela primaria donde ese proceso, del que depende el funcionamiento del
aparato escolar entero, es el más apremiante. Cuando se mencionan las relaciones de
clase, es en un contexto tal que se les hace perder todo su sentido: “El melocotonero y el
albaricoquero, la merienda y la cena, el carnicero y el salchichonero, el botero y el
zapatero, el granjero y el propietario, el obrero y el patrón.” (Méthode Boscher, Curso
preparatorio, p. 46) (…) En historia, la clase obrera nunca aparece en persona: la
Comuna es simplemente la división de los franceses y el incendio de las Tullerías (…).
La acción específica, autónoma de la clase obrera es negada. En su lugar aparece un
personaje mítico: el pueblo, artesano (naturalmente) silencioso de la historia de Francia,
toma la palabra a través de los grandes hombres interpuestos: Vercingétorix, Clovis,
Enrique IV, Luis XIV, Colbert, Napoleón, Thiers, Gambetta, De Gaulle.
[…]
Queda un problema: ¿por qué, un siglo después de El Capital, setenta años después de
los textos de Lenin sobre la escuela de clase, cuarenta años después de los trabajos de la
III Internacional sobre la escuela, no disponemos todavía hoy, en los países capitalistas
avanzados, de una teoría marxista del aparato escolar capitalista, es decir, de una teoría
revolucionaria que permitiese luchar eficazmente en y alrededor del aparato escolar,
contra la dictadura de la burguesía? “Sin teoría revolucionaria no hay práctica
revolucionaria”. Esta ausencia que debemos constatar no es sólo el efecto de una laguna
teórica. Es el signo de otra cosa que remite, entre otras, a un cierto estado de las luchas
de clases en el nivel de la instancia ideológica.