Está en la página 1de 50
Qué es filosofia? Dietrich von Hildebrand Petree td errr ir Titulo original What is philosophy © Alice von Hildebrand © 2000 Ediciones Encuentro, S.A. Traduccién Araceli Herrera Disefio de la colecci6n: E. Rebull Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizaci6n escrita de los titulares del -Copyright-, bajo las sanciones estable- cidas en las leyes, la reproducci6n total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la distribuci6én de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo ptblicos. Para cualquier informacién sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a: Redacci6n de Ediciones Encuentro Cedaceros, 3-2° - 28014 Madrid - Tel. 91 532 26 07 INDICE Capitulo 1 Capitulo IT LA. NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO FILOSOFICO ENTS Capitulo IV EL OBJETO DEL CONOCIMIENTO FILOSOFICO ........ 66 Capitulo V OBJETIVIDAD E INDEPENDENCIA .................. 148 Capitulo VI | LOS DOS TEMAS BASICOS DEL CONOCIMIENTO....... 167 Capitulo VII LA NOTA DISTINTIVA DEL CONOCIMIENTO E INVESTIGACION FILOSOFICOS ................. 179 Capitulo VIII Material protegido por derechos de autor AGRADECIMIENTOS Deseo agradecer de todo coraz6n a mi querido amigo y cole- ga, el Dr. William Marra, Profesor de Filosofia en el Fordham School of Education, el haber hecho posible esta publicacion. £1 tradujo con sumo cuidado y laboriosidad una obra epistemol6gi- ca mia anterior, escrita en aleman y publicada en Bonn por Hanstein. Algunos capitulos de esa traducci6én han sido incorpo- rados a este libro, si bien con modificaciones. Asimismo me ha prestado su ayuda en la elaboracidn de los capitulos nuevos, ade- ms de revisarlos desde un punto de vista lingitistico, Estoy en deuda con este filésofo de tan extraordinario talento del cual puedo decir con orgullo que ha sido discipulo mio. Me resulta dificil expresar lo que debo a otra colega, la Dra. Alice M. Jourdain del Hunter College, quien durante muchos afios colaboré conmigo en la elaboraci6n de mis obras, y que hoy es mi mujer. Me atrevo a decir que no hay problema alguno tratado en este libro que no haya examinado con ella y en cuya clarifi- caci6n ella no haya tenido gran parte. INTRODUCCION Si consideramos la filosofia que predomina generalmente en las universidades de hoy, quedaremos sorprendidos por el triste papel que muchos de los propios filésofos le encomiendan. Estamos pensando en filosofias positivistas y relativistas de todo tipo, el positivismo légico, el sensismo empirista y similares. Y en todos aquellos profesores de filosofia que consideran la ciencia como algo incomparablemente superior a la filosofia, que tienen dificultad para probar que la filosofia tiene derecho a exis- tir, que en realidad traicionan su verdadera naturaleza y su papel. Reducido a su esencia, el credo filos6fico de tales hombres, positivistas légicos y semanticistas, por ejemplo, equivale a una negacién de la filosofia. En ocasiones esta negaci6n consiste en restringirla al papel de mera sirvienta de las ciencias. A veces implica la disoluci6n de la filosofia y la cesi6n de su objeto a la ciencia. De este modo, la ética queda convertida en un asunto antropolégico o sociolégico 0, incluso, en campo para el psicoa- nilisis. La epistemologia y la estética se interpretan como partes de la psicologia experimental. Y, por supuesto, se niega absolu- tamente la metafisica. La caracteristica mis sorprendente de los hombres que crecen en este clima filos6fico, si se los compara con los relativistas y escépticos de épocas anteriores, es su actitud hacia la ciencia. El escepticismo de los sofistas griegos se extendia coherentemente a todo conocimiente, tanto filoséfico como cientifico (en la medi- da en que podemos hablar de un conocimiento cientifico como distinto del conocimiento filos6fico en el siglo V a. de C.). Aun (Qué es filosofia? cuando los sofistas negaban la verdad objetiva, concedian a la filosofia un papel decisivo y supremo. Era ella quien daba su veredicto sobre toda clase de conacimientos; por negativo que pueda haber sido su contenido, reclamaba ser la reina de la esfe- ra del conocimiento. Si examinamos las filosofias relativistas 0 escépticas de otros tiempos nos encontramos con que no rehusan otorgar a Ia filo- sofia un papel importante. No manifiestan inclinaci6n alguna a favor de la ciencia y en detrimento de aquélla. Incluso el escep- ticismo de Hume estaba dirigido tanto contra la ciencia como contra la filosofia. Hoy, por el contrario, hay un respeto ilimitado por la ciencia y una fe inquebrantable en ella precisamente por parte de los mismos filésofos que niegan la verdad objetiva y profesan, en cuanto fil6sofos, un completo subjetivismo y relativismo. A dife- rencia de los escépticos de épocas mAs antiguas, tienen com- plejo de inferioridad respecto al papel y la importancia de la filosofia. Lo que curiosamente no les impide mostrar una acti- tud arrogante, snob, hacia todos los temas actuales de la filoso- fia, hacia las realidades metafisicas, asi como hacia la moral y la religién. Pero al mismo tiempo consideran la ciencia como algo incom- parablemente superior, algo en modo alguno afectado por la negaci6n de la verdad objetiva que ellos profesan. ;Cudles son las razones de esta sorprendente actitud? En primer lugar, estos hombres, aunque se llamen a si mismos filésofos y sean reconocidos como tales por sus contempordaneos, han abandonado el método mismo de la investigaci6n filos6fica. De hecho, el positivismo en sus diversas formas no es una filo- sofia err6nea, por la sencilla raz6n de que no es filosofia en abso- luto, El positivismo pide prestados los métodos de determinadas ciencias para tratar temas filos6ficos. Métodos y enfoques que son legitimos e, incluso, los Gnicos adecuados en determinadas ciencias, son aplicados al anilisis de temas filos6ficos para los cuales son absolutamente inadecuados. Hay muchas filosofias erréneas, por ejemplo el idealismo sub- jetivista o el psicologismo solipsista, que, no obstante, pueden reclamar el nombre de filosofia porque, a pesar de sus errores, son el resultado de la especulacién, la construccién y la argu- mentaci6n filos6ficas. Pero el rasgo caracteristico del positivismo 10 Introducci6n: es que intenta tratar temas filosGficos de una manera radicalmen- te afilos6fica. Aborda los datos de la moral, de la belleza en el arte y en la naturaleza, de Ja vida espiritual de la persona huma- na, del querer libre, del amor y del conocimiento de un modo que impide desde el principio todo contacto con esos datos y lleva ineludiblemente a pasarlos por alto y a reemplazarlos por otros, Caigamos en la cuenta de que todos los seres no estén en un mismo nivel, de que una clase de objetos puede diferir enorme- mente de otra y de que debemos recurrir a -Grganos- intelectua- les enteramente diversos, adecuado cada uno de ellos a la clase de objetos en cuesti6n, si queremos captar la existencia y natu- raleza de los muchos y variados seres que se dan en la expe- riencia. Ciertos hechos y datos son facilmente accesibles y pueden ser captados por cualquiera con tal de que al abordarlos no esté dis- traido o sea un descuidado. Asi, podemos esperar confiadamen- te que cualquier persona normal pueda contar correctamente el namero de personas que hay en una habitaci6n. Asimismo pode- mos esperar que un hombre sea capaz de darnos la respuesta correcta sobre el resultado de un experimento quimico con tal de que haya aprendido cémo realizarlo. Pero obviamente no podemos esperar que de la misma mane- ra cualquier persona sea capaz de informarnos de la diferencia entre la pureza y la ausencia de instintos sexuales, o entre las experiencias de una prohibicién moral y de una inhibici6n psi- colégica, o entre algo meramente triste y algo tragico. Seria ridi- culo esperar una respuesta verdadera, una respuesta que se corresponda con la realidad, de una persona que simplemente est4 atenta y es fidedigna. Tales requisitos no son aqui suficien- tes. La persona en cuesti6n debe emplear otros «6rganos: intelec- tuales para captar los objetos sobre los que preguntamos. Mas aun, debe tener el coraje intelectual de cefirse en su respuesta a lo que ha captado, y debe tener talento filos6fico para expresar y formular su descubrimiento adecuadamente. Para saber el namero de glébulos rojos y blancos que hay en una muestra sdlo hace falta mirar a través del microscopio y con- tar con cuidado. Describir un tejido a través de un microscopio o realizar un experimento quimico est4 también dentro de las capa- cidades de una persona met6dica, atenta; desde luego que puede 11 {Qué es filosofia? seguir adelante. No se necesita una intuici6n especial ni un entendimiento peculiar y afin menos una prise de conscience filo- sGfica. Si esperamos que la diferencia entre una prohibicién moral y una inhibicién psicolégica se ponga de manifiesto del mismo modo que el numero de glébulos rojos de una muestra o el namero de personas que hay en una habitacién, jamds la descu- briremos. Tenemos que darnos cuenta de que una gran parte de la realidad, y no por cierto la parte menos importante, se nos manifiesta Gnicamente de una manera por completo diferente de aquella en la que son accesibles objetos tales como el ntimero de corpisculos o la estructura de un tejido. Para captar estas otras realidades, para consignar verdades sobre su existencia y natura- leza, debemos activar, por asi decir, otro resorte intelectual, Emst Mach hizo un sketch humoristico en el que se represen- taba a si mismo buscando su «ego. Dijo que, después de obser- var sin prejuicio alguno todo lo que de si mismo se le habia manifestado, no pudo hallar el «egos, sino tan solo su cuerpo. Este es un simbolo del modo en que los positivistas abordan cuestio- nes filos6ficas. El positivista considera fiable, serio y sistem4tico Gnicamente aquel conocimiento que posee el caracter de mera observacién. No s6lo identifica conocimiento sistemAtico y critico con conoci- miento cientifico, sino que incluso utiliza exclusivamente una parte del conocimiento cientifico, a saber, la pura observaci6én empirica, viendo en ella el patr6n del conocimiento como tal. Muchas cosas que en su acercamiento ingenuo al ser, en su expe- riencia existencial, se le dan del modo mds inmediato e indubi- table, quedan excluidas como aspectos meramente subjetivos, como ilusiones, tan pronto como el positivista las sittia bajo el -microscopio- de un supuesto anilisis intelectual sobrio, realista, serio. Si se admite este modo de abordar la filosofia, se entiende la exclusi6n que lleva a cabo el positivista de estas realidades. Sin embargo, debemos caer en la cuenta de que este anflisis intelec- tual, que se arroga a si mismo el nombre de filosofia, es en rea- lidad una copia mala de ciertos métodos esenciales para la cien- cia, pero que suponen un modo de acercamiento que nos obliga a mirar en una direcci6n en la que aquellos datos elementales jams se encontraran. Desde su mismo inicio este modo de acer- camiento restringe lo dado como tal a un cierto tipo de accesibi- 12 Introducci6n nizado, reducido a un -laboratorio-, despojado de todo color, un universo en el que todas las realidades importantes y basicas de una vida humana personal son ignoradas, derrocadas o negadas. Hoy dia somos testigos de una sublevaci6n interior contra la deformacién expresada en esta pseudofilosofia, una sublevacién que se manifiesta dramdticamente. El gran nimero de suicidios, mayor que en cualquier otro periodo de la historia, la gran cantidad de enfermedades menta- les, el espantoso aumento de la delincuencia juvenil, todo ello revela de manera elocuente la interior sublevaci6n contra el posi- tivismo, con todo su hastio metafisico y un embotamiento sofo- cante. Nunca la necesidad de una verdadera filosofia fue mas urgente; y -verdadera- quiere decir: en primer lugar, una genuina filosofia en vez de una filosofia que ha abandonado el verdade- ro caracter del conocimiento filos6fico y, en segundo lugar, una filosofia que en su contenido haga justicia a la realidad. Nunca fue més la filosofia una necesidad vital, porque nunca antes el acercamiento ingenuo del hombre al ser habia sido tan corroido por una pseudofilosofia que hace de la ciencia un fetiche. Cualquiera que pueda haber sido la filosofia de una época anterior y su concepcién del amor, por ejemplo, nunca antes los hombres han negado en su vida la realidad del amor entre hom- bre y mujer, nunca los poetas han cesado de cantarlo y alabarlo. Unicamente ahora aquellas teorias, al reducir el amor a un ins- tinto sexual sublimado, comienzan a corroer el acercamiento vital al amor. No sélo el amor, sino la verdad; no s6lo la verdad, sino la belleza, el arte, la autoridad y la felicidad, han empezado a marchitarse gracias al corrosivo influjo de teorias que los con- funden con otras cosas 0 los niegan directamente porque no son accesibles a la mera observacién y -verificaci6n empirica por parte de una comunidad de observadores neutrales-. No decimos, sin embargo, que hoy haya una carencia de fil6- sofos en el verdadero y pleno sentido. En el pasado reciente, pen- sadores como Bergson, Husserl, Scheler y Blondel han demostra- do elocuente y magnificamente que el caudal de la verdadera filosofia no se ha secado, Este caudal, que corre profundo a tra- vés de todos los siglos, aparece también en estos hombres. Asimismo, incluso si no tenemos en cuenta a los representantes de la filosofia cristiana ni a todos aquellos en los cuales vive el espiritu de la philosopbia perennis, si prescindimos de aquellos 15 Qué es Filosofia? que tratan constantemente problemas clasicos y enriquecen la conquista filos6fica del ser con intuiciones ricas y valiosas (esta- mos pensando en un Marcel), incluso entonces, nos encontramos con que aquellos pensadores contemporineos que tratan temas filoséficos de modo filos6fico merecen el titulo de filésofos. Por ejemplo, las obras de Heidegger, cualquiera que sea el mérito de su contenido, manifiestan un método filoséfico real. Carecen ente- ramente de timidez respecto al papel de la filosofia en su relaci6n con la ciencia. La filosofia mantiene su puesto soberano y se atre- ve a tratar problemas filos6ficos y metafisicos fundamentales. Sobre todo, ponen plenamente de relieve la vitalidad y el papel predominante de los problemas filos6ficos para el hombre. Este libro esta dedicado a la rehabilitacion de Ia filosofia. Trata de explicar con detalle la verdadera naturaleza del conocimiento filos6fico, el verdadero objeto de la filosofia, su dignidad episte- mol6égica y su vitalidad existencial. También esperamos que pueda llegar a ser un arma eficaz para derribar la fortaleza de los que hacen un fetiche de la ciencia, y sirva para volver a abrir las puertas al auténtico universo, al cosmos en toda su altura, anchu- ra y profundidad. Este libro pretende exponer el papel clasico de la filosofia en la vida del hombre. El autor se da plena cuenta de la oposicién que el libro va a encontrar. Prevé las sonrisas irénicas en los ros- tros de muchos positivistas, que consideraran este trabajo como expresién de una mentalidad obsoleta y reaccionaria. Espera ser condenado por aquellos que rinden culto a la ciencia, que con- siderardn este libro anacr6nico, ingenuo y acientifico. Con este libro arrojo consciente y gratamente el guante a la arena. Soy plenamente consciente de la insuficiencia de mis con- tribuciones en comparaci6n con la profundidad y grandeza del tema, y no me hago ilusiones de que este libro pueda hacer plena justicia a la enorme tarea que carga sobre si. Estoy, sin embargo, convencido inquebrantablemente de la necesidad imperativa de dar cumplimiento a la importante y oportuna tarea de rehabilitar la filosofia y de declarar la guerra al positivismo y al relativismo. Lo malinterpretaria quien viera en este libro rebelién alguna contra la ciencia come tal o cualquier falta de respeto o de pleno reconocimiento de sus enormes y admirables logros en fisica, quimica, biologia y medicina. No. La guerra no se ha de hacer contra la ciencia. Seria empresa futil y ridicula. La guerra ha de 16 Introducci6n hacerse contra aquellos que consideran la ciencia como una especie de talisman magico y se empefian en tratar los temas de la filosofia de la misma forma en que proceden con toda legiti- midad en Ja ciencia. La guerra ha de hacerse a la sustituci6n del auténtico andlisis filos6fico de aquellos temas que Gnicamente son accesibles al +6rgano filos6fico-, por un método pseudocien- tifico. Decimos pseudocientifico, porque el mismo método que es adecuado en el marco de la investigaci6n cientifica resulta inep- to e inutil cuando se aplica a temas que por su propia naturale- za son inaccesibles a este método. Ciertamente para convertir a un paladin del positivismo, del relativismo o del logicismo es preciso algo mds que argumentos estrictos y pruebas convincentes. Desde el comienzo él mismo se sitta fuera del Ambito de esta discusi6n. Su ceguera a la realidad le cegar4 también a la validez objetiva de nuestros argumentos y razonamientos inequivocos. Pero todos aquellos que, aunque alimentados por estas pseu- dofilosofias y quiz4 infectados por ellas hayan, no obstante, con- servado su -anima naturaliter philosopbica-, quienes todavia busquen respuestas que s6lo la verdadera filosofia puede dar, pueden encontrar en este libro la liberaci6n de los prejuicios del relativismo filos6fico en combinacién con el fetichismo de la ciencia. A pesar de lo combativa que es esta introduccién, debemos hacer hincapié, no obstante, en que el principal caracter de este libro no es ni apologético ni polémico, La rehabilitaci6n de la filo- sofia se lograré mediante un anilisis sobrio, plenamente objetivo, de su verdadera naturaleza y mediante la elaboracién del verda- dero car4cter de] conocimiento a priori, o, como nosotros preferi- mos decir, de las veritates aeternae —las verdades eternas—. Este libro no se ocupa de polémicas o de refutar los errores de la pseudofilosofia de moda. Intuiciones puramente positivas respecto a la naturaleza del conocimiento filos6fico seran las que desenmascararin a los traidores de la filosofia. Los principales contenidos de este libro son estrictamente positivos y el autor espera sobre todo haber aportado nuevas intuiciones al campo de la teoria del conocimiento que tengan valor e importancia incluso si se consideran al margen de la presente situaci6n filo- s6fica de descrédito de Ia filosofia y de necesidad de su rehabi- litaci6n. 17 NOTAS INTRODUCTORIAS Hay actitudes en el hombre que revelan con bastante clari- dad el caricter peculiar de su condicién de ser terrenal como Status viae. Tales actitudes son preguntar, afiorar y esperar. No estan confinadas simplemente a este status viae como lo estin en la esfera vital, entre otras, la debilidad y la enfermedad. Por un lado, nos muestran que el hombre es un ser ordenado a la eternidad y que su vida trasciende la mera existencia animal; por otro, manifiestan la carencia de realizaci6n plena y la imper- fecci6n propia de su situacién terrena. Al mismo tiempo, demuestran la finitud de la existencia del hombre y su relaci6n con lo infinito. El hombre en status viae, en este viaje terrenal de la existencia, es un interrogador. Este papel cldsico, funda- mental de interrogar, como un componente de la existencia terrena y del caracter transcendente del hombre, se revela sobre todo en las preguntas fundamentales sobre el sentido del mundo, el sentido de la vida, el destino del hombre y especial- mente en las preguntas sobre Ja raiz Ultima del ser, i.e., las pre- guntas incondicionales que viven en el coraz6n de todo hom- bre —por profundamente que puedan haber sido enterradas 0 por mucho que el hombre pretenda voluntariamente apartarlas de su camino—. Las preguntas fundamentales de todo hombre son pues reli- giosas y filos6ficas. Una pregunta filos6fica no es algo ocioso, propio de una mente sofisticada, ni tiene interés Gnicamente para una mente académica. Por el contrario, constituye un compo- nente fundamental de la mente humana. 18 Notas introductorias Queremos investigar el sentido y la naturaleza de la investiga- ci6n filos6fica, El sentido y la naturaleza de un cierto tipo de preguntar viene determinado por el objeto propio por el que se cuestiona y, ade- mis, por Ja clase de conocimiento que se pretende obtener. Un estudio que verse sobre la naturaleza de la investigaci6n filos6fi- ca debe incluir, por consiguiente, un anilisis de la naturaleza del modo filos6fico de conocer, de la clase de conocimiento que busca la filosofia y de sus objetos. En tltimo término, la investi- gaci6n filoséfica cobra sentido si hay un tipo de conocimiento que sea capaz de dar cumplimiento a esta investigaci6n, esto es, de darle respuesta, Si tal conocimiento no existe, la investigacién filoséfica carece de sentido. Las principales aclaraciones acerca de la naturaleza de la investigacién filos6fica sobrevendran tan pronto como logremos captar la naturaleza y el sentido del modo de conocer filos6fico, asi como del objeto de la filosofia. Asi pues, no s6lo hemos de comenzar nuestra investigaci6n por el anilisis del modo filos6fico de conocer en relaci6n y en contra- posici6n al conocimiento precientifico, extracientifico y cientifico, sino que hemos de concederle asimismo el mas vasto lugar en nuestra discusi6n, porque se trata de lo mds bdsico. De este modo avanzaremos paso a paso hacia la comprensi6n del senti- do del preguntar filoséfico mismo. 19 iQué es filosofia? gres. También el acto de conocer forma realmente parte constituti- va de nosotros, es un acto de nuestra persona. En este caso somos percipientes. Pero el objeto que captamos en el acto de conoci- miento, por el mero hecho de que nosotros estemos captandolo no llega en modo alguno a formar realmente parte constitutiva de nuestro ser personal. Permanecemos siendo real y plenamente algo distinto de él, aunque lo «penetremos« de un modo muy particular y el objeto esté —de alguna manera— «incorporado- a nosotros. Podemos decir que lo abrazamos espiritualmente desde arriba. Pasar por alto este hecho bAsico ha sido el error central de las varias formas de psicologismo. Se produce por el uso equivoco de la nocién de -contenido de conciencia». Pero es sin duda evi- dente que estamos ante dos cosas totalmente distintas cuando () tenemos conciencia de un objeto y cuando (2) algo es ello mismo un ser consciente, como es el caso de un acto que nosotros rea- lizamos, por ejemplo el acto mismo de aprehender cognoscitiva- mente algo. 2, LOS RASGOS ESPECIFICOS DE LA APREHENSION COGNOSCITIVA Conocer es esencitalmente recibir Debemos entender desde un comienzo que aprehender cog- noscitivamente en su mas amplio sentido es un contacto Unico con un objeto, un contacto que s6lo una persona espiritual puede llevar a cabo y que difiere de todo «convertirse en: por parte del sujeto. Aprehender cognoscitivamente algo es esencialmente un srecibir. Toda teoria del conocimiento que lo conciba como un -producir- espiritual malinterpreta su naturaleza mds esencial. Pertenece al verdadero sentido de aprehender cognoscitivamen- te el que un objeto, tal y como es realmente, sea captado por la persona, llegue a ser entendido y conocido, se revele y se des- pliegue ante nuestros ojos espirituales. La interpretaci6n idealista de la aprehensi6n cognoscitiva como elaboraci6n espiritual de algo amorfo y como creacién del objeto de conocimiento equivale, en consecuencia, a negar el conoci- miento. M4s atin, malinterpretar el sentido basico de la aprehensi6n 22 El conocimiento en general cognoscitiva conduce necesariamente a un circulo vicioso. Veamos por qué. El idealismo transcendental interpreta la aprehensi6n cog- noscitiva como una construccién del objeto y, por consiguiente, niega que seamos capaces de captar un objeto real tal como es. Sin embargo, sostiene que la filosofia describe la naturaleza real del conocimiento. Queda claro que el idealismo transcendental no tiene en cuenta su propia interpretacién del conocimiento como mera construcci6n y pretende ser el que revela la auténtica natura- leza del conocimiento. Con esta pretensi6n presupone de modo tcito, a la vez que reintroduce también tacitamente, la naturaleza real y la nocién verdadera del aprehender cognoscitivo, a saber, la captaci6n de un objeto tal como es y no la construcci6n de un obje- to. Esta contradicci6n intrinseca en el seno del idealismo transcen- dental resulta, no obstante, inevitable. Porque el dato genuino del conocimiento y el aprehender cognoscitivo es tan elemental que todo esfuerzo por negarlo o interpretarlo como algo distinto con- duce necesariamente a un circulo vicioso. La aprehensi6én cognos- citiva, como recepci6n y captaci6n genuinas de un ser tal y como es, constituye un hecho tan elemental e inevitable que vuelve tici- tamente a escena y retoma su lugar aun cuando se pretenda expli- car como si se tratase de algo distinto. El idealismo declara que lo que se presenta a nuestro enten- dimiento ingenuo como conocimiento es en realidad algo com- pletamente diferente. El fracaso a la hora de distinguir entre la aprehensi6n cognoscitiva y otros actos tecréticos distintos, como juzgar y otros semejantes, ha favorecido esta capital malinterpre- taci6n de la naturaleza del conocimiento, Esto es asi porque aquellos actos, a diferencia de la aprehensién cognoscitiva, se nos presentan con un cardcter abiertamente activo. Poner de manifiesto el caracter diferente de aquellos actos teoréticos nos permite exponer la naturaleza del conocimiento con mayor niti- dez y claridad. La diferencia entre conocer, por una parte, y afirmar o juzgar, por otra Consideremos un corpus objetivo de conocimiento represen- tado, por ejemplo, por una ciencia como Ia botanica. Todos los enunciados que encierra, tantos como lo que se conoce del 23 {Qué es filosofia? mundo de las plantas, son el resultado de un acto espiritual espe- cifico, a saber, la asercién, Una asercién es una clase muy espe- cial de actos en la cual, mediante una proposici6n, sostenemos que un estado de cosas existe. Posee un caracter no sélo espon- t4neo sino abiertamente activo. Sus objetos son estados de cosas reales. No podemos afirmar una persona, el color rojo, una esta- tua, un valor, etc., sino Gnicamente un estado de cosas, un -esto- es-asix 0 un «que-esto-es:. Asi pues, tinicamente podemos afirmar que algo existe o que es de tal y cual forma. En la asercién el estado de cosas no nos es dado. Mas bien, somos nosotros mis- mos quienes sefialamos el hecho con sentido por medio de con- ceptos y palabras. No podemos afirmar que un estado de cosas es de tal manera sin formular a la vez un enunciado y, en con- Secuencia, dar lugar a una singular entidad espiritual, la proposi- cién, a la cual se atribuyen primariamente la verdad y la falsedad. En este caso no alcanzamos conocimiento en modo alguno. Lo que hacemos es objetivar el conocimiento que ya poseiamos. La afirmaci6n o aserci6n, que Adolf Reinach distingue magis- tralmente de la conviccién, es el verdadero juicio en el sentido pleno y estricto de la palabra. Unicamente en el ambito de la afir- maci6n nos encontramos con esa entidad objetiva peculiar que es la proposicién'. La afirmaci6n, 0 juicio en sentido estricto, constituye, en cier- to modo, el punto final o conclusi6n de todo el proceso de cono- cimiento, un punto final, sin embargo, que no pertenece al acto mismo de conocimiento sino que, mas bien, forma una nueva entidad al margen de €1. En la afirmaci6n halla cumplimiento una sintenci6n- fundamental inmanente a un conocimiento especifico y temiético, a saber, la -intencién- de objetivar la verdad captada, de hacerla publica, de fijarla para otras personas. La afirmacién pertenece a los «actos: espirituales en sentido estricto. Forman parte de éstos el preguntar, el prometer, el comunicar, el dar Ordenes, etc., actos que deben todos ellos distinguirse completa- mente de las respuestas y, mas atin, de toda forma de aprehen- sién cognoscitiva. ) Hemos de distinguir claramente la proposicién tanto del acto de afirmar o de juzgar como del estado de cosas al que nos referimos con esa afirmaci6n. Es propio de la proposicién que se predique de ella verdad o falsedad, depen- diendo de si corresponde o no al estado de cosas en cuesti6n. 24 El conocimiento en general La aprehensiG6n cognoscitiva, incluso en su sentido mas amplio, debe distinguirse del juicio. Ambos difieren en los siguientes extremos: 1, En todo acto de aprehensi6n cognoscitiva, sea una simple percepci6n de rojo o la intuicién de un estado de cosas, se me revela un objeto, recibo un conocimiento de él. La intenci6n, por asi decir, se dirige del objeto hacia mi: yo escucho. Por otro lado, en el juicio no se me da objeto alguno, antes bien, soy yo quien declaro, por asi decir, que cierto estado de cosas existe, que es asi. Claramente la intenci6n va en esta ocasi6n de mi al objeto. Yo hablo, por tanto se presupone mi conocimiento de la exis- tencia del -esto-es-asi-. 2. El objeto de la aprehensi6én cognoscitiva en su m4s amplio sentido puede ser cualquier clase de contenido, tanto cosas como estados de cosas, cualidades 0 sucesos, personas espirituales 0 valores. Por el contrario, el objeto de los juicios sélo puede ser un «esto-es-asi+, un estado de cosas. La diferencia fundamental entre el juicio y el acto de aprehen- der cognoscitivamente permanece atin cuando ambos estan estre- chamente unidos desde un punto de vista psicol6gico, A menudo un juicio sigue inmediatamente a la aprehensi6n cognoscitiva. Los diversos tipos de actos personales se sit(ian en una estrecha vecin- dad psicolégica y tan unidos en el tiempo que uno se halla pre- dispuesto y tentado, al principio, a tratarlos como un Gnico todo. Asi sucede, por ejemplo, con la conclusién que aparece tan rapi- damente en relaci6én con algunas percepciones sin ningtin pensa- miento ulterior de nuestra parte. Por ejemplo, oimos el timbre de Ja puerta a determinada hora y concluimos que ha Hlegado el correo, Aunque se hace presente una auténtica conclusién, que representa un acto de clase diferente de la percepcién del sonido, éste tiene lugar tan rapidamente y se halla tan presto a unirse a algo tan distinto de él sin necesidad de un nuevo inicio o comien- z@, que uno se encuentra tentado de tomar estas dos experiencias tan diversas por un Unico todo, La conjunci6n interior dotada de sentido de estas dos experiencias no quita, sin embargo, su dife- rencia esencial, Como consecuencia de la noticia de que viene mi amigo, la respuesta de alegria se presenta no sélo de forma facil e inmediata sino también unida profundamente y con sentido a esa noticia. La conciencia de la Iegada de mi amigo constituye la pre- suposicin necesaria de mi alegria, que se construye de modo ori- 25 {Qué es Filosofia? ginario y pleno de sentido sobre ella. Pero la diferencia entre el conocimiento de una comunicacién, por un lado, y la respuesta de alegria, por otro, no disminuye en modo alguno por ello. Juzgar y aprehender cognoscitivamente siguen siendo, por tanto, cosas esencialmente diversas, aunque estén estrechamente unidas y juzgar constituya el clasico punto final del tema del conocimiento. La conviccion como epifenémeno y fruto del conocer La aprehensiOn cognoscitiva debe también distinguirse todavia de otro dato vecino, a saber, la respuesta te6rica de la conviccion, presupuesta por la afirmaci6n. La convicci6n pertenece a las res- puestas? de la persona. En la convicci6n la persona da una «res- Ppuesta-, con un contenido especifico, a un objeto. Como vemos? en el caso de la veneracién, de la estima, del entusiasmo o del amor, la persona se dirige a un objeto con un contenido especi- fico, que representa una respuesta al valor de ese objeto. Es como una «palabra: interior dicha al objeto, una palabra cuyo fun- damento inteligible se encuentra en el valor del objeto. Algo ana- logo puede decirse en el caso de la conviccién. A diferencia de la afirmaci6n, no es un acto en el sentido estricto de la palabra; ni es, como la aprehensién cognoscitiva, un recibir, Se trata, mas bien, de una tipica respuesta. Una respuesta tedrica, como la duda o la conjetura, frente a las respuestas afectivas, como la ale- gria, la tristeza, el entusiasmo, la indignacién y el amor. En este caso la respuesta no se refiere a la importancia positiva o negati- va de un objeto, sino a su existencia. El -si- interior de la convic- ci6n se refiere a la existencia de un estado de cosas. Hemos de distinguir con precisién la convicci6n y la afirma- cién de la aprehensién cognoscitiva. La conviccién difiere clara- mente de la aprehensi6n cognoscitiva en los siguientes extremos: 1. La convicci6n posee un caracter espontineo, mientras que la aprehensi6én cognoscitiva, en su mds amplio sentido, es recep- tiva. En la conviccién yo hablo, por asi decir, al objeto. En la aprehensién cognoscitiva el objeto es el que me habla a mi. En 2 rica, Ediciones Encuentro, Madrid 1983, capitulo 17. 3 Ib. 26 El conocimiento en general cual éste se nos revela en su naturaleza propia, y entendemos también que la aprehensién cognoscitiva es un contacto trans- cendente con un ser, que no representa ni una participacion real en el ser del objeto conocido ni especie alguna de produccién o creacién, entonces podemos ahora caer en la cuenta de un tercer rasgo esencial de la aprehensién cognoscitiva, siempre en e] mas amplio sentido de la palabra. Aunque el cardcter receptivo es el ,tasgo decisivo de la aprehensi6n cognoscitiva en su sentido mas amplio, ésta no es algo puramente pasivo. Todo caso de apre- hensi6n cognoscitiva tiene también un componente activo, al que podemos referirnos como un -acompafiar- espiritual al objeto y a su naturaleza. Estoy pensando no sélo en los actos preparatorios como la atencién, que hace explicito un volverse de la mente hacia el objeto que se despliega en tantos matices. Esto mas bien precede a la aprehensi6n cognoscitiva misma, pero no constitu- ye un elemento de ella. Simplemente efectiia un contacto con el objeto por parte del sujeto cognoscente. Si una persona ve una casa, a otra persona o un acontecimiento, sin prestar atenci6n, su mente est4 «ausentes y, por consiguiente, no se detiene ante el objeto visto. No se llega a producir un contacto real con la mente del cognoscente. Por ese activo «acompajiar- espiritual que tene- mos ahora en mente, queremos decir algo que constituye un ele- mento del proceso mismo de aprehensién cognoscitiva. Es, por asi decir, el eco intencional del ser del objeto, la consumaci6n de la -comprensién: del objeto real, su plena, explicita y espiritual recepci6n. Ese -acompafiar- que pertenece a la aprehensi6n cognoscitiva, esa penetraci6n espiritual, desempefia muy diversos papeles en la percepcién de las diferentes clases de objetos. Cuanto mis ele- vado y complejo sea el objeto y mayor su sentido, m4s promi- nente llega a ser este «estar referido- al objeto y posee una parte mis esencial en el proceso total de aprehensi6én cognoscitiva. En la simple percepcién de un color no tiene el mismo sentido ni la misma profundidad que en la percepci6n de otra persona 0 inclu- so de una esencia. Este componente activo de la aprehensién cognoscitiva no implica en modo alguno una contradiccién con el caracter basi- camente receptivo del conocimiento. El componente activo no s6lo no anula el caracter receptivo, ni siquiera implica una limi- tacién de éste, porque no puede entenderse como una especie 29 {Qué es filosofia? de producci6n del objeto de conccimiento en ningtn sentido. Este -acompafiar- consiste Gnicamente en una cooperacién activa con la autorrevelaci6n del objeto. No se trata de una producci6én del mismo. Como tampoco de una -copia-, ni atin en el mas amplio sentido en que pudiéramos referirnos a la formulacién de un enunciado como una -copia- del estado de cosas mentado. Es ademéfs una «infiltracién: espiritual en el objeto que no produce un segundo objeto espiritual, sino que ejecuta explicitamente la participacién intencional en el objeto o posesi6n espiritual de él. Este «acompafiar es un punto de partida caracteristico de la err6nea interpretaci6n idealista de la aprehensién cognoscitiva como produccién del objeto. La aprehensi6n cognoscitiva de esencias, sobre todo, se confunde facilmente con una -creaci6n+ espiritual de éstas a partir del material de lo percibido, del obje- to concreto. Este error es mds facil en el caso de la aprehension cognoscitiva de esencias, porque el elemento activo desempefia en este caso un papel mucho mds importante que en la apre- hensi6n cognoscitiva de existentes concretos. No obstante, tiene tan poco de creacién de un objeto como los otros tipos de apre- hensi6n cognoscitiva. En este caso, como en cualquier otro, se trata de recibir un ser objetivo, Sélo que este recibir, cuando hablamos de aprehensi6én cognoscitiva de esencias, requiere un sacompafiar- y un -estar referido al objeto mucho mis activo y espiritual, La actividad llevada a cabo en la aprehensi6én cognos- citiva consiste simplemente en la realizaci6n activa del recibir. En modo alguno anula el fundamento de la aprehensi6n cognosciti- va en cuanto consistente en una autorrevelacién del objeto. Por consiguiente, podemos hablar de elementos activos en la aprehensién cognoscitiva en un doble sentido: (1) respecto al atender al objeto preparatorio y al focalizar de la mirada hacia él dependiendo de la profundidad y riqueza de sentido del objeto; (2) respecto al -acompafiar- espiritual del objeto. Este «acompa- fiar queda incorporado a la aprehensi6n cognoscitiva misma constituyendo la asimilacién alerta y activa del objeto, que asi gana en importancia con el incremento de profundidad y rique- za de sentido del mismo. Ni la actividad que precede a la apre- hensi6n cognoscitiva ni la actividad incluida en ella poseen el caracter de creaci6n o producci6n del objeto mismo o una nueva estructura espiritual, como la proposici6n, que pueda concebirse como «copias del estado de cosas. El elemento de «acompafia- 30 El conocimiento en general miento, incluido en la aprehensi6n cognoscitiva, supone una actividad en la pasividad, una actividad indispensable para la plena recepcién. Resumamos lo dicho brevemente. La aprehensi6n cognosciti- va representa, en primer lugar, un contacto espiritual nico con un ser, en el cual el ser se despliega ante nosotros en su natura- leza especifica. Este contacto espiritual transcendente representa una participaci6n intencional en un ser que debe distinguirse con nitidez de una participacion real o fisica. Incluso resulta mds ade- cuado denominarlo posesién espiritual. San Agustin lo llama -habere quoddam-. En segundo lugar, la aprehensi6n cognosciti- va no es en modo alguno una producci6n del objeto conocido sino una captaci6n receptiva de él. Ni siquiera posee la esponta- neidad de la conviccién y, todavia menos, del afirmar, pues debe- mos distinguirla nitida y completamente de la esfera del juzgar, tomado este término en sentido estricto, En tercer lugar, el reci- bir en el cual se revela el objeto no es, incluso entonces, algo meramente pasivo. Contiene también en cuanto tal un compo- nente activo, el -acompafiar espiritual a la ratio o naturaleza esencial del objeto conocido. 31 Capitulo II LAS FORMAS BASICAS DE CONOCIMIENTO En su mds amplio sentido el conocimiento incluye todos aque- llos actos en los que se nos revela directa 0 indirectamente Ia natu- raleza y existencia de un objeto. Obviamente el conocimiento en este sentido amplio se manifiesta de muy diversas formas, por ejem- plo, en la percepci6n, en la inferencia, en la intuici6n intelectual y al aprender de otras personas, a través de la expresi6n oral 0 escri- ta. En el capitulo anterior utilizamos la expresién «aprehender cog- noscitivamente algo: como sinénima de «obtener conocimiento de algo-, Ahora pretendemos llamar la atencién sobre una distinci6n que pondra de relieve la naturaleza del aprehender cognoscitivos y hard manifiestas las diferencias entre este acto y el simple -saber-. LA DINAMICA DEL ENTERARSE Y LA ESTATICA DEL SABER Cuando alguien nos habla de un accidente de tren, aprende- mos algo nuevo. Anteriormente no sabiamos que habfa tenido lugar ese accidente. Este aprendizaje constituye una de las muchas formas de aprehensién cognoscitiva, de apropiacién de algo nuevo para nuestra mente. Posee un cardcter dinamico. Incluye un proceso: llegar a estar familiarizado con algo, lo cual supone una modificaci6n. Si luego encontramos a una segunda persona que también nos dice que ha ocurrido ese accidente, no adquirimos un nuevo conocimiento, puesto que ya sabiamos el hecho que nos esta relatando. Le responderemos: «Si, ya lo sé». 32 Las formas b4sicas de conocimiento E| tipo de conocimiento al que nos referimos cuando decimos ‘lo sé+, difiere claramente del tipo de conocimiento que constitu- ye la aprehensi6n cognoscitiva. Este saber, en el que, por asi decir, poseemos el objeto, tiene un caracter estatico, no dindmi- co. No consiste en un proceso de apropiacién que incluya una modificacién; mds bien se trata de una posesi6n estatica. Este saber estatico es el resultado de un aprendizaje que aspi- ra al establecimiento de un saber. Asi, pues, podemos replicar al hombre que nos dice algo que ya sabemos: ‘Si, ya me he entera- do-, Al mencionar que nos lo habian dicho, damos a entender que esa informacién nos proporcioné en su momento un saber, asi que no podemos enterarnos porque ya lo sabemos. Estos dos tipos de conocimiento, esto es, la aprehensién cog- noscitiva y el saber, difieren de un modo incluso mds formal y fundamental de lo que lo hacen la percepci6n y la inferencia. Al distinguir la aprehensién cognoscitiva del saber, no preten- demos en modo alguno negar su esencial y mas intima conexi6n. No obstante, en si mismos no sélo representan niveles distintos de conocimiento, sino dos actos cognoscitivos definitivamente diversos. E] uno constituye un proceso dinamico de aprendizaje, de adquisici6n de conocimiento; el otro, la posesi6n estatica de su objeto. Esta diferencia domina la esfera entera del conoci- miento con independencia de la naturaleza especifica de la apre- hensi6n cognoscitiva. Supongamos que alguien Ilegue a conocer a otra persona, que perciba su cara por vez primera. Capta que tiene ojos azules, pelo rubio, nariz aguilefia, etc. Aprende muchas cosas a través de la percepci6n. Al verlo la segunda vez, aunque perciba todas esas cosas, no las aprende de nuevo, porque ya las conoce. Lo sucedido al percibirla la primera vez no puede repe- tirse, siempre que no olvide que el hombre tiene los ojos azules, el pelo rubio, etc. Aprender conduce a saber, pero una vez que se ha establecido un saber no es posible volver a aprender lo mismo. En este caso, el aprendizaje, de caracter dinamico, como en el caso del aprendizaje a través de otras personas, difiere claramen- te del acto de saber, de cardcter estatico. Esto mismo puede aplicarse a la obtencién de una forma de saber mediante la deduccién o la induccién. La aprehensi6n cog- noscitiva, o la adquisici6n de conocimiento —e] -aprendizaje— es siempre un acto definitivamente diverso del saber que resulta 33 {Qué es filosofia? El hecho u objeto debe tener un valor al menos elevado e insertarse, asi, en el mundo de bienes en el que se desenvuelve nuestra vida. El conocimiento de Ia existencia y personalidad de seres queridos constituye ciertamente una continua base existen- cial para nuestra vida, incluso cuando estamos concentrados en objetos completamente diferentes. Asi como nuestro amor sub- siste sobreactualmente, coloreando y conformando cada una de las situaciones, de igual modo subsiste nuestro «saber: de las per- sonas queridas. También podemos tener un saber sobreactual de grandes obras de arte cuya belleza hemos captado en plenitud y ha Megado a formar parte del caelum empyreum. Lo mismo puede decirse de los paisajes hermosos. En sintesis, todo bien dotado de un alto valor, un bien que desempejia un papel tal en nuestra vida que sin su conocimiento nuestra vida seria diferen- te, constituye un objeto de saber sobreactual. O, en otras pala- bras, un objeto cualquiera lo es de un saber sobreactual si su conocimiento afecta radicalmente a la vida. De forma andloga, los grandes males relativos a la situacién del hombre sobre la tierra son objeto de un saber sobreactual?. Sabemos sobreactualmente que vamos a morir. Sabemos que estamos a cada momento expuestos a toda clase de peligros. La situacién metafisica del hombre, manifestada por Pascal cuando llama al hombre -cafia pensante:, es objeto de saber sobreactual. Somos también conscientes siempre de que toda persona queri- da est rodeada de peligros que amenazan su salud, su vida y su felicidad terrena. En otras palabras, el hecho de que esta tierra es un valle de lagrimas es conocido sobreactualmente por el hom- bre. Esto mismo puede decirse de los grandes males singulares que cambian el perfil de nuestra vida entera, como la muerte de la persona mids querida. Seria un gran error creer que los Gnicos seres presentes a la mente son aquellos que encontramos actualmente en la pequefia secci6n de realidad en que la mente est4 centrada en el momen- 2 Bl saber sobreactual de grandes males es particularmente obvio en el caso de un pesimista metafisico. El que este pesimismo sea en el fondo falso, pues- to que descansa en una mala interpretaci6n de la posicién soberana de los valo- res, no impide que tal conocimiento exista sobreactualmente y coloree toda la vida consciente del pesimista. El lector queda remitido a los capitulos 5 y 6 de la £tica, donde encontrar4 nuestra discusion de un optimismo metafisico basa- do en el caracter autonomo de los valores genuinos. 36 Las formas bisicas de conocimiento to presente. Mucho mas que esto esta presente a nuestra mente en un momento dado, El mundo que llevamos, por asi decir, con nosotros, en el que vivimos, el firmamento espiritual bajo el que nos movemos y el sol que ilumina nuestra vida, forman el tras- fondo implicito sobre el que aparece el contenide concreto de nuestras percepciones, pensamientos y actividades. Asi, pues, vemos que un 4rea de saber sobreactual abraza aquellos bienes y males que desempefian un papel constitutivo en nuestras vidas, bien por su suprema importancia metafisica 0 ‘bien por su elevado valor. Pero hay otros bienes y males que pueden ser objetos de saber sobreactual, al menos durante un cierto periodo de tiempo, aunque incluso no desempefien este papel constitutivo. No simplemente conozco la muerte de un amigo querido y dejo a un lado ese conocimiento, Permanece en mi conciencia sobreactual, coloreando mis pensamientos y acti- vidades durante semanas, quiz4 durante meses. Asimismo, la lle- gada esperada de una persona querida me ocupa ya sobreac- tualmente, aunque esté atendiendo actualmente en un momento dado a algtin otro objeto. También sé sobreactualmente que con- tina una guerra mientras esta durando. El 4mbito de lo sobreactual incluye finalmente todos aquellos hechos que tienen una funci6n estructural en el armaz6n exterior de nuestra vida. Entre estos hechos se encuentra el pais en el que estamos en un momento dado o, m4s importante aun, el pais en el que residimos, asi como la ciudad en la que vivimos. Si no tuviéramos conciencia implicita de estos hechos, nuestras vidas ciertamente cambiarian. Estos hechos constituyen el trasfondo de todos los objetos cambiantes de nuestra conciencia. SABER RECORDABLE Y SABER ACTUALIZADO En oposicién a todos estos hechos y seres, hay muchas cosas que no pueden ser objeto de un saber sobreactual. Asi, nuestro conocimiento de la declinaci6n de un sustantivo en latin o en ale- man no posee el caracter de un saber sobreactual. El conoci- miento de tales cosas permanece ciertamente como una posesiOn espiritual incluso cuando nuestra mente se dirige a otras. Pero subsiste de modo meramente potencial. No influye en todas las situaciones reales del dia, No constituye un trasfondo de nuestras 37 (Qué es filosofia? experiencias actuales. Mas bien, se conserva en un depésito del que puede sacarse. Durante el tiempo en que no se actualiza, est4 sencillamente a nuestra disposici6n para que pueda ser actualizado cuando por una u otra raz6n se convierta en tema de nuestra consideraci6n. Es evidente que la distinci6n hecha aqui entre saber sobreactual, por un lado, y el saber potencial por otro, gracias al cual muchos hechos se conservan en el depésito de nuestra memoria, sefiala una diferencia no sélo con relaci6n a los objetos conocidos sino también a la verdadera naturaleza del saber mismo. De este modo, vemos que el conocimiento puede darse en tres formas fundamentales: primero, en la forma actual, cuando actualizamos la posesién espiritual de un objeto y el objeto cono- cido se presenta plena y conscientemente a nuestra mente; segundo, en la forma sobreactual, cuando la conciencia implicita de ciertos hechos y objetos constituye un trasfondo continuo de otras experiencias; tercero, en la forma de la memoria, en la que el conocimiento subsiste de modo meramente potencial}. Por supuesto, no pretendemos que este breve anidlisis haya dicho todo lo que se puede decir sobre las diferencias que se dan en el saber como consecuencia de la diversa importancia de los objetos —desde la suprema importancia metafisica de ciertos bienes a la simplemente técnica de ciertos otros—. Pero hemos dicho bastante para poner de relieve las tres formas basicas de conocimiento. LA DIFERENCIA ENTRE -KENNEN: Y -WISSEN- Nos ocuparemos ahora de otra clase de distinciones dentro de la esfera del saber. Por ejemplo, hay dos tipos de saber basica- mente diferentes que en aleman se denominan kennen y wissen. Se trata definitivamente de dos especies del género saber. Ambos son estaticos y pueden darse en cualquiera de las tres for- 3 Prescindimos aqui de la profunda diferencia que Bergson ha descubierto, en su Matiére et mémoire, entre la memoria técnica, que versa sobre nombres y palabras, y la memoria intelectual, que trata de vivencias anteriores. Nuestra tercera forma de saber se refiere 2 la memoria técnica. Las modificaciones espe- sificas de saber implicadas en la memoria intelectual no son objeto aqui de nuestra consideracién 38 Las formas basicas de conocimiento mas de saber que hemos estudiado antes. Difieren, ante todo, por su objeto, y en segundo lugar, por su status en cuanto posesién espiritual de un objeto. El tipo de conocimiento designado por el término alem4n wissen se refiere exclusivamente a estados de cosas. Se expresa siempre en enunciados como: -Sé que la luna es redonda, que César cruzé6 el Rubic6n en el afio 49 a, de C, 0 que dos y dos son cuatro». Unicamente son objeto de este tipo de saber hechos o estados de cosas (la realidad a la que se refiere la proposicién). Por otro lado, aquél tipo de saber que se denomina en aleman kennen se refiere a todo tipo de ser que no sea un estado de cosas. Expresamos este tipo de conocimiento cuando decimos, por ejemplo, «conozco esta melodia; conozco a esta persona, este pais, esta ciudad, este color. En otras palabras, kennen se refie- re a un objeto cualquiera, substancia o accidente, a todo excep- to a estados de cosas. A partir de ahora utilizaremos el término castellano saber para significar lo que en alem4n se dice con el término wissen, y la expresiOn castellana fener conocimiento de para traducir el tér- mino aleman kennen. Somos plenamente conscientes, por supuesto, de que el uso ordinario de estas expresiones castella- nas en modo alguno indica con claridad la diferencia en cuesti6n, Por tanto, introducimos estos términos artificialmente como puros termini technici, porque no hay términos genuinos en castellano para indicar esta importante diferencia. El saber en general, tal como lo hemos introducido arriba, esto es, la posesi6n espiritual estatica en oposicién a la aprehension cognoscitiva dinamica, posee dos subdivisiones. La primera, en la cual los objetos del saber son estados de cosas, la hemos deno- minado saber en un sentido restringido. A la segunda, mediante la cual conocemos todo tipo de ser que no sea un estado de cosas, la hemos denominado tener conocimiento de algo. La diferencia entre saber y tener conocimiento de algo no se constrifie a la diferencia formal y estructural de sus respectivos objetos. Ambos se caracterizan por constituir un acto de saber distinto. El saber en sentido estricto posee un cardcter mis lineal; esto es, es mas directo y tajante. Si nos preguntan: -Sabes que ha estallado una guerra? o «sabes que ha descarrilado un tren, res- pondemos con un claro «sie o no». Si a continuacién nos pre- guntan si tenemos conocimiento de una persona o de una obra 39 {Qué es filosofia? de arte, por ejemplo, ZI rey Lear o la Cuarta sinfonia de Beethoven, podemos también responder con un simple «no» para indicar que desconocemos totalmente el objeto en cuestion, Pero si respondemos a una pregunta como ésta afirmativa- mente, en lugar de un simple «st:, podemos decir: -S6lo superfi- cialmente-, o «hasta cierto punto-, o -bien: o -a Ja perfeccién-. En otras palabras, en este caso es posible una extensa escala de mayor o menor conocimiento. Son posibles muchos grados. El conocimiento que se tiene de una persona o de un libro o de una obra de arte puede, por tanto, ser mis o menos comple- to. Se refiere no a la existencia de algo, sino a su +ser-asi= referi- do a todas sus partes y elementos. Al aprehender cognoscitivamente un objeto en la percepcién se alcanza un nivel inicial de conocimiento de él; luego nuevos actos de aprehensi6n cognoscitiva del mismo objeto conduciran, paso a paso, a su posesién de forma més adecuada y completa. Supongamos que percibimos una casa por primera vez. Cobramos noticia de ella, lo cual nos permite adquirir de ella un conocimiento superficial. Al verla m4s veces nuestro conoci- miento aumenta en sentidos diversos. Por ejemplo, nos damos cuenta de muchos detalles de su fachada, por lo que nuestro conocimiento de la casa se incrementa en el sentido de una mayor diferenciaci6n. Cuando vemos también la parte de atras y su interior, nuestro conocimiento crece en direcci6n distinta, la de la integridad, porque ahora estamos incrementando el cono- cimiento del conjunto del objeto al familiarizarnos con todas sus partes, Y si vamos captando cada vez ms la belleza artistica de la casa, nuestro conocimiento de ella aumentaré en la dimensién de la profundidad. Podemos distinguir diversos niveles de conocimiento incluso respecto a objetos mas simples que una casa. En la esfera cog- noscitiva hay tantos grados de intimidad como de comprensi6n. Sin embargo, en el 4rea del saber en sentido estricto, cuyos obje- tos son exclusivamente estados de cosas, no encontramos grada- ciones similares. En este terreno podemos hablar de grados de asentimiento, cosa que no podemos hacer cuando nos referimos a tener conocimiento de un objeto. Por ejemplo, si se pregunta a alguien en un juicio: {Le dijo este hombre lo que habia hecho?s. El interrogado puede respon- der: -Me parece que si, pero no estoy seguro-. Asimismo, alguien 40 Capitulo It LA NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO FILOSOFICO FRENTE AL PRECIENTIFICO Hasta ahora hemos tratado del conocimiento en general y hemos distinguido entre si sus formas fundamentales. Procuraremos ahora mostrar con algun detalle la diferencia exis- tente entre el conocimiento filoséfico y el precientifico. El contacto con las cosas que se alcanza mediante conoci- miento precientifico puede ser de dos tipos fundamentales. En primer lugar, existe un contacto ingenuo con el ser en el cual sen- cillamente el mundo con sus numerosas regiones de seres se revela a la mente de la persona durante el curso de su vida. En segundo lugar, hay un conocimiento del ser més o menos teéri- co en el que de un modo acritico y asistematico aunque reflexi- vo y basandose en algunos principios, alguien se esfuerza por conocer ciertos estratos del ser. 1. EL CONOCIMIENTO PRECIENTIFICO INGENUO Dirijamos primero nuestra atencién al tipo ingenuo de cono- cimiento precientifico, que desempena una funcion muy impor- tante para el conocimiento filos6fico, Por ahora, sin embargo, nuestro propésito radica en mostrar la diferencia entre esta forma ingenua de aprehensi6n cognoscitiva y la filos6fica. La aprehensi6n cognoscitiva filoséfica es siempre netamente tematica. Esto quiere decir que el contacto con el objeto esta completamente dominado por el tema que consiste en la apro- piacién de algtin conocimiento acerca de ese objeto. La mente 43 2Qué es filosofia? est4 claramente dirigida al objeto como a algo-que-ha-de-ser- conocido. Esta forma de aprehensi6n cognoscitiva posee un interno car4cter dramético penetrado por el deseo de adquisicién de conocimiento sobre el objeto. Si dirigimos la mirada al cono- cimiento ingenuo nos encontramos, en primer lugar, con casos en los que la aprehensién cognoscitiva es completamente atema- tica. Esto es siempre asi, por ejemplo, cuando percibimos algo casualmente sin dirigir claramente Ja atenci6n hacia ello. Asi sucede cuando estamos esperando a un amigo y percibimos el entorno de un modo casual, pues nuestra atenci6n esta total- mente tomada por la esperanza de su llegada. Estas percepciones casuales nos conducen ciertamente al conocimiento de diversos contenidos, pero en ellas no s6lo no hay ninguna apropiacién explicita, sino que ni siquiera esta presente en este caso el tema de la aprehensi6n cognoscitiva. El tema esencial de esta situacion es primariamente no teérico. Domina la situacién un tema afecti- vo 0 practico, a saber, el deseo de encontrarse con un amigo. Un segundo tema también presente en este caso consiste en la pre- gunta consciente sobre la llegada del amigo. A ésta pertenecen todos los signos que pudieran indicar esa llegada —de entre todo lo que sucede en el lugar donde creemos que llegara—. MAs all de este tema, sin embargo, se encuentra la percepci6n casual de una casa, un grupo de Arboles que veo en un sitio, el canto de un pAjaro en los Arboles, etc. Huelga decir que no estamos ahora pensando en aquellos casos en los que estamos tan distraidos que no tiene lugar acto alguno de aprehensi6én cognoscitiva, aunque nuestros sentidos estén afectados por estimulos externos. Estamos pensando en una captaci6n real, pero en aquella que se produce de manera completamente atemitica. En las situaciones que tenemos en mente ahora, aprehendemos cognoscitivamente algo mediante las impresiones casuales que tienen lugar, pero en ellas no es temAtico ni el objeto conocido ni el conocimiento del objeto, Este contacto ingenuo con el ser completamente atematico esté muy lejos de la aprehensién cognoscitiva filoséfica. Es asi precisamente porque no se trata de un contacto temitico. Podemos afiadir que esta captaci6n ingenua es a fortiori com- pletamente acritica. Cuando una aprehensi6n cognoscitiva no es en modo alguno temiatica, llegamos al culmen de la aceptacién acritica e ingenua de los rasgos de un objeto. 44 La naturaleza del conocimiento filos6fico frente al precientifico La simple aprebensi6n cognoscitive acritica Otro tipo de aprehensi6n cognoscitiva ingenua es el conoci- miento habitual de un contenido, como cuando uno ve un color por primera vez 0 conoce a otra persona. En este caso el cono- cimiento es tacitamente temitico pero, frente al contacto filos6fi- co con un ser, no hay conciencia explicita de que el conoci- miento es tematico, no hay tensién entre el -c6mo es y el -es asi-. Se trata sencillamente del conocimiento ingenuo de un conte: do, Pero, a diferencia de aquellas situaciones en las que los obje- tos son nicamente percibidos casualmente, el contenido de conocimiento es en este caso materia de captacién consciente. Cuando alguien ve un paisaje por primera vez, normalmente no lo hace con la intencién explicita de conocerlo, sino mas bien con Ia actitud de un nifio al que llevamos de paseo. Capta cier- tos rasgos del paisaje, adquiere un conocimiento de él, pero sin hacerse la pregunta interior: «¢C6mo es?-, ni responder: -Es asi-. Sélo se produce una aprehensién ingenua de la existencia de un objeto y de su naturaleza. Un conocimiento ingenuo semejante difiere claramente del conocimiento filos6fico. En primer lugar, carece de la tematicidad explicita del conocimiento; en segundo lugar, no se da una acti- tud critica que pretenda traer a la luz la verdadera esencia de un ser que nos revele su identidad y, en consecuencia, ponga en cuesti6n su aspecto tal como es dado en la percepci6n. El aprebender cognoscitivo pragmatico Hay, ademas, grandes dreas de conocimiento ingenuo que difieren del conocimiento filos6fico por su caracter pragmatico. Con mucha frecuencia, nuestra captacién ingenua de una cosa se encuentra estrechamente ligada a la consecuci6n de propési- tos practicos. Al buscar caminos y procedimientos para lograr un objetivo prictico, a menudo realizamos varias observaciones gra- cias a las cuales percibimos diversos aspectos de un objeto. Un prisionero, por ejemplo, descubre una ventana a través de la cual tiene la esperanza de escapar. La ventana como tal no le es demasiado interesante. Se trata inicamente de un medio para la huida, El conocimiento de la naturaleza de la habitacion no es 45 {Qué es filosofia? tematico por si mismo para él. En un segundo momento, sin embargo, si lo es, porque un rasgo eminentemente practico, que como tal esta enteramente alejado del tema de conocimiento, coincide con cierta parte de la naturaleza de la habitaci6n, pues- to que la verdadera posibilidad de huir depende de como es la habitaci6n, Por otro lado, un hombre sediento est4 buscando agua y de repente percibe un pozo. La percepcién del estado de cosas, a saber: «Aqui hay un pozo», se realiza incluso con profunda aten- cién. Podemos decir que tiene una clara cualidad tematica, pero no en si misma sino Gnicamente de un modo secundario: el deseo de apagar la sed. , Cuando un cocinero advierte que «el agua est4 hirviendo-, per- cibe ese hecho claramente. No obstante, por un lado, el hecho esta completamente orientado hacia el logro de un propésito Prictico y asimismo la realidad de ese estado de cosas tiene inte- rés e importancia tinicamente en cuanto se trata de un medio para un fin practico. El conocimiento de este estado de cosas, por consiguiente, tiene cardcter tematico sdlo secundariamente. La aprehension cognoscitiva filos6fica difiere en dos sentidos de todo conocimiento ingenuo que tenga cardcter pragmatico. En primer lugar, en este dltimo el conocimiento en cuesti6n es s6lo secundariamente temAtico. La pregunta: Como es? no es en si misma tematica, sino s6lo porque se trata de un requisito indis- pensable para el logro de un fin prdctico. Esto supone una acti- tud esencialmente diferente hacia el objeto de la que encontra- mos en el acercamiento filos6fico al mismo. El objeto en si no es tomado plenamente en serio. Mi interés por él es completamen- te secundario. En segundo lugar, y esto es atin m4s importante, la aprehensién cognascitiva pragmatica es necesariamente unila- teral. Favorece el conocimiento de aquellas caracteristicas del objeto en cuestién que son importantes para un propésito prac- tico. Uno percibe tnicamente lo que es importante desde el punto de vista de la aplicaci6n practica. El cocinero no pregunta por la clase de proceso implicado en que el agua hierva. Est4 interesado inicamente en averiguar cuando va a hervir el agua, como puede hacer que hierva, qué puede hacer con ella para preparar la comida, etc. El hombre sediento percibe Gnicamente que -hay agua que puede beberse-. Muchos otros aspectos del objeto son inconscientes 0, quiza, 46 La naturaleza del conocimiento filos6fico frente al precientifico conscientemente pasados por alto. Si antes de salir observamos el tiempo que hace para vestirnos adecuadamente, la situaci6n se revela a nuestra mirada espiritual Gnicamente en la medida en. que la necesitamos para determinar qué prenda llevar. Facilmente pasamos por alto en ese momento la bonita luminosidad del cielo o la especial configuracién de las nubes. La actitud pragmatica es, por un lado, un clasico estimulo que conduce a ciertos descubrimientos, pero, por otro lado, lleva necesariamente a una limitacién perjudicial de nuestro conocimiento, puesto que limita nuestra percepcién a sélo una pequefia secci6n del ser. Nos lleva a ver del objeto Gnicamen- te lo necesario para un determinado fin practico. Por otra parte, esa unilateralidad esta orientada sobre todo por puntos de vista relativamente subjetivos y la preferencia de ciertos elementos no est4 en modo alguno determinada por aquello que puede constituir el tema principal del objeto como tal. Esta deforma- cién pragmitica es particularmente opuesta al conocimiento filos6fico, que pretende conocer el objeto en si mismo, en su sentido mAs profundo. Mas atin, la filosofia trata de entender el objeto en su relaci6n objetiva con otros objetos. Por lo tanto, no est limitada por intenciones practicas subjetivas. El requi- sito de toda aprehensién cognoscitiva filos6fica es el interés pleno por el objeto como tal y por su aprehensi6n cognosciti- va. Es verdad que la percepci6n ingenua pragmatica posee una cierta tematicidad explicita, frente a las otras dos formas de percepci6n ingenua anteriormente mencionadas. Sin embargo, esta tan alejada de la aprehensién cognoscitiva filos6fica como ellas, y quiz4 mas. Tematicidad del objeto Al hablar de la tematicidad del conocimiento tenemos que dis- tinguir, ademas, dos aspectos diferentes, a saber, la tematicidad del objeto en si mismo y la tematicidad del propio conocimien- to. Este tiltimo, que hace que el proceso de conocimiento sea temAtico, supone que nuestro interés se dirige a la adquisicién como tal de conocimiento, que procuramos el conocimiento mas completo, cierto y preciso. Esta tematicidad del conocimiento puede desplegarse en diversas direcciones. No s6lo puede abar- 47 {Qué es filosofia? nen sentido para mi propésito particular. Es verdad que en este caso el objeto se percibe sélo en la medida en que se entiende realmente su importancia. Después de eso la mente queda ente- ramente absorta en poner activamente los medios para ayudar al hombre. Sin embargo, la importancia decisiva del objeto es lo que da sentido a toda la situacion. En este caso la tematicidad del objeto perjudica a la integridad pero no a la profundidad del conocimiento. Mas atin, este limite de integridad radica en el sen- tido objetivo de la cosa, no es subjetivamente impuesto como en el caso de un conocimiento puramente pragmiatico. Por otro lado, tenemos asimismo que distinguir claramente el conocimiento filo- sOfico de esta forma de percepci6n ingenua, que aunque no esta imbuida de una actitud bésicamente pragmitica, la engendra y nos transforma de ser alguien que simplemente posee una apre- hensi6n cognoscitiva, en ser alguien que actGa. En este caso no hay una tematicidad del conocimiento en si mismo. En otras pala- bras, no tratamos principalmente de adquirir un conocimiento; el conocimiento como tal no es lo principal, Es verdad que en este ejemplo abordamos un caso extraordi- nario. Aun asi, este tipo de actitud, no pragméatica sino practica, que nace de la aprehensién cognoscitiva del objeto correspon- diente, desempefia un importante papel en nuestro contacto ingenuo con los objetos. Porque no es necesario que sea una situaci6n tan grave y de una realidad tan intensa. En principio, se da el mismo tipo de aprehensi6n cognoscitiva cuando capto cual- quier hecho dotado de valor o de disvalor que por su sentido pida una accion de mi parte. Todas estas formas de aprehensi6n cognoscitiva ingenua difie- ren de] conocimiento filos6fico en muchos respectos, aunque la diferencia no es en todos los casos la misma. Primero, difieren en que carecen de la tematicidad explicita de la aprehensi6n cognoscitiva; en segundo lugar, son acriticos; y, en tercer lugar, son asistemAticos. El expreso aprebender cognoscitivo ligado a la situaci6n con preponderante tematicidad del objeto Nos encontramos con otra forma de aprehensién cognoscitiva ingenua cuando queremos lograr un conocimiento explicito de 50 La naturaleza del conocimiento filos6fico frente al precientifico algo, quiza para disfrutar de ello o para entrar en cualquier rela- cién con ello que posea un caracter contemplativo no fundado en el conocimiento. Supongamos que estamos viajando a un pais para conocer- lo. A diferencia de un explorador, nosotros no consideramos el pais principalmente como un objeto de conocimiento. Para el explorador la aprehensién cognoscitiva como tal es temiatica. Sin embargo, para nosotros los temas son principalmente el objeto y su posesién contemplativa. Asimismo, nos sentiriamos felices de poder conocer a un hombre del que hemos oido hablar mucho. Finalmente, tenemos la ocasi6én de conocerlo, Entramos en contacto con él y miramos detenidamente su ros- tro con interés. Observamos su conducta, su personalidad toda. Su conocimiento es algo claramente pretendido y en cierta medida explicito. No se trata de un conocimiento pragmatico, como en el caso de un juez o un detective que busca conocer a un hombre para -calarles. Mas atin, no se limita a captar un cierto contenido importante que impulse inmediatamente a una intervencién practica. Por ultimo, no se trata tampoco de un conocimiento ordinario, sino de una captaci6n que nace del interés por un hombre. A veces comparta admiraci6én por la personalidad de la otra persona. Aun si prevalece la tematicidad del objeto, no deja de haber una cierta tematicidad del conoci- miento. Y, no obstante, esta forma de aprehensién cognoscitiva ingenua es también muy diferente de la que corresponde al conocimiento filoséfico. La diferencia deberia ser patente. Esta forma de aprehensi6n cognoscitiva ingenua difiere ya de la mera investigacién historica sobre la personalidad de alguien, puesto que aquélla se caracte- riza por una menor tematicidad del conocimiento y la carencia de un método sistematico y critico. Y, cuando la comparamos con el conocimiento filos6fico, encontramos la diferencia afiadida de que carece tanto de la dimensi6n de profundidad como de aque- Ila orientaci6n a lo central que son propias de la filosofia. La filo- sofia mira hacia lo que es universal y esencial. Se diferencia por- que su objeto de conocimiento es distinto y porque su punto de partida se debe al distanciamiento respecto a la confusion propia de la vida corriente. Como veremos, este distanciamiento no per- judica ni contradice en modo alguno el contacto existencial con el ser que presupone la filosofia. 51 {Qué es filosofia? £1 conocer coniemplativo prefilos6fico Hay, sin embargo, en el conocimiento ingenuo una forma todavia mas elevada de aprehensién cognoscitiva. Nos referi- mos a aquellos casos extrafios en los que en un momento especial la esencia de una cosa se nos manifiesta con claridad meridiana. Es el caso en el que en una cierta situaci6n puede contemplarse con maravillosa claridad el caracter real de una personalidad, o el genio de una nacién o de una obra de arte, o un valor ético, como la fidelidad y la veracidad, o la esencia del amor, 0 un hecho esencial, como el cardcter efimero de las cosas terrenas. Esos extraiios momentos suceden cuando se da un contacto fecundo de nuestra mente con el ser, cuando el ser nos habla como desde su verdadera profundidad, cuando tocamos la realidad de la manera mas viva y organica. Obviamente estos momentos no se dan a todos los hombres en el transcurso de su vida. Acontecen Gnicamente en la vida de una personalidad espiritualmente profunda y despierta. Ademis, estos momentos dentro de la experiencia ingenua se refieren exclusivamente a objetos importantes y poseen asi- mismo un elevado contenido de sentido y valor. Pueden encontrarse en las vidas de grandes artistas y de personalida- dés éticas, asi como en el contacto prefilos6fico con el ser lle- vado a cabo por auténticos filésofos. Esta forma superior de aprehensi6n cognoscitiva ingenua es con mucho lo mas cer- cano a la aprehensi6n cognoscitiva filos6fica. Esté incluso mas relacionada con ella que todo conacimiento estrictamente cientifico. Podemos Ilamarlos momentos filos6ficos de la vida. En este tipo de aprehensi6n cognoscitiva se da una alta tema- ticidad de parte del objeto asi como del conocimiento mismo. Este Ultimo es en este caso enteramente apragmatico. Verdaderamente se eleva por encima de la realidad de esta existencia fugaz y temporal. Por un momento alcanzamos, por asi decir, el lugar contemplativo del conocimiento puramente filos6fico, un lugar afin a la eternidad. Lo contemplado en estos extrafios momentos puede tener el caracter de verdad esencial. En cualquier caso, siempre adopta una direcci6n hacia lo profundo. Ahora bien, a pesar de estas similitudes, difiere adn del conocimiento filoséfico por su condicién acri- tica y asistemiatica. 52 La naturaleza del conocimiento filos6fico frente al precientifico Recapitulacion provisional Recapitulemos. Hemos visto cémo el conocimiento filos6fico se distingue del precientifico, del conocimiento ingenuo en todas sus formas. El primer tipo de conocimiento ingenuo es entera- mente casual y atemAtico, mientras que el conocimiento filoséfi- co es siempre tematico. El segundo tipo de conocimiento inge- nuo, el conocimiento habitual de un objeto, es tem4tico sdélo de un modo implicito, mientras que el conocimiento filos6fico lo es siempre de modo explicito. En el tercer tipo de aprehensién cog- noscitiva ingenua, el propésito es siempre un fin pragmatico que domina completamente y gobiema la situacién, con lo que resul- ta que el conocimiento obtenido es siempre parcial y unilateral, mientras que el conocimiento filos6fico es enteramente apragma- tico y se refiere a la totalidad del objeto. Un cuarto tipo de cono- cimiento ingenuo supone una situaci6n de importancia practica e inmediata; en ella el objeto que hemos de conocer es de un inmenso valor, bien en si mismo o para nosotros; por consi- guiente, esté presente en este caso la tematicidad del objeto, pero no la del conocimiento mismo de forma explicita o indepen- diente; la filosofia, por el contrario, supone la mds elevada tema- ticidad tanto del objeto como del conocimiento. Junto a esto, el conocimiento filos6fico difiere de todas estas formas en raz6n de su cardcter critico y sistem4tico. El quinto tipo de aprehensi6n cognoscitiva ingenua supone la tematicidad del objeto y también una cierta tematicidad del conocimiento, pero esta Ultima inserta nicamente en una situaci6n concreta, existencial, y, por consi- guiente, carece de la direcci6n hacia lo universal y tipico! asi como hacia lo profundo. El conocimiento filos6fico, por el con- trario, siempre supone un cierto distanciamiento espiritual de lo concreto, del objeto existencial de la experiencia. Se dirige siem- pre hacia lo universal y tipico y tiende a ahondar en lo profundo del objeto. Mis atin, a diferencia del conocimiento ingenuo, es siempre critico y sistemdtico*. Finalmente, puede ser que una forma de aprehensi6n cognoscitiva ingenua tenga la plena tema- 1 El término pico traduce en este caso al término alemin principiell. Conocer algo principiell es conocerlo desde su raiz —conocer su tipo o ‘logos—, 2 Al sostener que el conocimiento filos6fico es esencialmente sistemitico, no queremos decir que el filésofo deba apuntar a la construccién de un siste- 53 (Qué es filosofia? ticidad tanto del objeto como del conocimiento y apunte ademas a una dimensi6n profunda y a una posicién de distanciamiento de la realidad de la vida e incluso se dirija a lo universal y tipi- co, pero sea atin acritica y asistemAtica. Frente a ello, el conaci- miento filosGfico no s6lo posee la mds elevada tematicidad tanto del objeto como del conocimiento, no sélo es enteramente aprag- mitico, no sélo apunta en la direccién de lo profundo y hacia lo universal y tipico, no s6lo posee la perfecci6n de un punto de vista afin a la eternidad, y no sdlo se encuentra mAs distanciado de las situaciones existenciales de la vida corriente, sino que ade- més es siempre critico y siempre sistematico. 2, EL CONOCIMIENTO PRECIENTIFICO TEORICO Su singularidad temdtica, cuasi-sistemdatica, pero acritica EI! conocimiento precientifico y prefilos6fico, como ya hemos visto, no se limita, sin embargo, a un contacto existencial con un objeto. Incluye también una relaci6n reflexiva y cognitiva con él, a la que no podemos ya denominar ingenua en el pleno sentido de la palabra. Si pensamos en un dicho o frase de un hombre sabio 0 de un poeta, © en una convicci6n respecto a la validez de ciertas reglas de vida, o en las opiniones del hombre medio y sus afirmaciones te6ricas sobre el mundo, vemos que la génesis de estas convicciones y juicios es enteramente diferente de una aprehensi6n cognoscitiva ingenua de un objeto. En este caso, no sdlo tenemos un conocimiento que se dirige de modo exclusivo a un estado de cosas, sino que es fruto también de reflexi6n y de inferencias, no s6lo de percepciones. Ademas, estamos dejando deliberadamente al margen de nuestra consideraci6n la apropia- ci6n de opiniones provenientes de personalidades de peso 0 de gran influjo, asi como de la tradici6n y de la opini6n piblica. ma. Al contrario, en los ProlegGmenos a la £tica hemos hecho hincapié en el peligro de una sistematizacién prematura. Con -conocimiento sistematico- que- remos decir un conocimiento que no se presenta en aforismos, en la formula- ci6n de una verdad ocasional y especial, sino que procede paso a paso en la exploracién de un objeto, de manera consciente y ordenada, confrontando cada nueva intuicién con la anterior. 54 La naturaleza del conocimiento filos6fico frente al precientifico conciencia prominente del hecho universal se halla unida de un modo orginico al conocimiento ingenuo del mismo. Si un hombre -razona« sobre la vida, los valores morales, el arte, etc., sin que su mente se refiera al lenguaje de los objetos que ha percibido en un conocimiento ingenuo, estamos entonces ante otro tipo, inorgdnico, de conocimiento precientifico —o, mis adecuadamente, ante lo que podriamos denominar un cono- cimiento extracientifico y extrafilos6fico—. Pensemos en un hombre que, en su contacto ingenuo vital con la realidad, capta claramente la majestad y el caracter abso- luto de los valores morales y que responde con entusiasmo a los valores positivos y con indignaci6n a los negativos con comple- ta seriedad y decisi6n; un hombre que, sin embargo, tan pronto como habla de un modo tedrico sobre la esfera de la moral, sos- tiene sinceramente convencido que los valores morales son rela- tivos a las diversas €pocas y personas 0 que son meras proyec- ciones de sentimientos subjetivos. El no es consciente de contradiccién alguna entre su conocimiento ingenuo y sus con- vicciones teéricas. Esto pone de manifiesto no sdlo que tenemos diferentes resortes espirituales para el conocimiento ingenuo y el tedrico, sino también que el resorte tedrico ha perdido todo con- tacto organico con el conocimiento ingenuo y que, en conse- cuencia, mana de fuentes bastante distintas de las dadas en el contacto ingenuo. Las fuentes de las que fluyen estas opiniones teGricas son m4l- tiples. Prescindimos ahora de aquellos casos en los que simple- mente repetimos lo que hemos leido u oido en alguna parte sobre este 0 aquel objeto, esto es, lo que asumimos de modo inconsciente como opinién publica o conocimiento propio de una época, Y lo hacemos porque eso no merece el nombre de conocimiento. Nos limitamos a aquellos casos en los que pensa- mos realmente un objeto, en los que, a partir de ciertas premisas, inferimos esto o aquello sobre un objeto, o bien recurrimos a ciertos argumentos que aprendimos de otra persona y que pare- cen obvios. En fin, nos limitamos a aquellos casos en los que atin tenemos conocimiento en el mds amplio sentido de la palabra. Esta clase de conocimiento teérico proviene bien de una deter- minada tesis cientifica o filos6fica que se ha filtrado en la cultu- ra general comin y ha sido adoptada inconscientemente, o bien de prejuicios p&blicos o de las llamadas experiencias personales, 57

También podría gustarte