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La ceremonia de la traición

Brelich, Mario
En su apartamento del faubourg Saint-Germain, en el ocaso de su vida, Monsieur Dupin, el
detective dilettante inmortalizado por Edgar Allan Poe, recibe la visita de su ya también viejo
amigo que fue el interlocutor atento de sus investigaciones y las hizo famosas. Juntos
descubren, en un dosier amarillento, el esbozo de un escrito olvidado sobre el «caso Judas»,
único enigma aún no resuelto por Dupin. Sentado en su sillón, Dupin se lanza a una fogosa e
implacable elucidación del misterio que ha quedado como el «crimen de los crímenes», el
«sumo delito».
Primera constatación: sobre el porqué y el cómo de la traición, los Evangelios guardan
silencio. Los enemigos de Jesús no tenían ninguna necesidad de Judas, ni de su beso, para
apresarlo: estaba a su merced. En cuanto al móvil, Juan es el único evangelista que presenta
a Judas como un ladrón profesional; pero treinta denarios es una cantidad ridícula (y Judas,
además, era el tesorero del grupo).
Pero si Judas no tiene móviles, por el contrario Jesús los tiene en profusión: tal es el
argumento fundamental avanzando por Dupin (o sea Brelich, cautamente enmascarado).
Jesús, que debe probarse a sí mismo su naturaleza divina, quiere su propia muerte. Pero
debe evitar a toda costa la muerte banal de los profetas; no puede contentarse con ser la
víctima de los sumos sacerdotes y de los romanos: tiene que la víctima de las fuerzas del Mal.
«Uno de vosotros es Satán», dice. Escogido por Jesús como su cómplice en la obra de la
redención, Judas encarnará este Mal cuya intervención es necesaria para el cumplimiento de
los designios de su maestro. Lo cual significa —sostiene Dupin— que Judas fue el único de
los discípulos (quienes no cesan de dudar, de asombrarse, de renegar, de huir) que «sabe»
que Jesús era el hijo de Dios.
La divina comedia tendría lugar, pues, por así decir, «entre bastidores». La parte más brillante
de la demostración de Brelich es quizás aquella que le permite afirmar que la misión de Jesús
era, en realidad, una rebelión contra el Padre.
Investigación «teológica», apasionante como una novela policíaca, con momentos de
suspense metafísico, La ceremonia de la traición constituye, sin ninguna duda, una elevada
apuesta literaria, cuya profundidad de pensamiento recuerda, en su deslumbrador registro
propio, las investigaciones de un Thomas Mann (en José y sus hermanos) o las meditaciones
de un Kafka.

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