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GUFFY EL DINOSAURIO
Guffy era un dinosaurio que tenía muchos amigos. Un día que estaban todos jugando un
partido, la pelota corrió hacia donde estaba él y un compañero suyo llamado “Toto”,
corrio al mismo tiempo para recoger la pelota. Toto la atrapó más rápido que Guffy y
esto hizo ponerlo muy enojado y le mordió la pata a su compañero. Entonces, los demás
De pronto, Guffy empezó a sentir un dolor muy fuerte en sus dientes y al pasarse la
lengua por ellos, se dio cuenta de que ya no los tenía planos como el resto de los
dinosaurios (Que comían plantas, los que son muy pacíficos y no pelean), sino que ahora
eran puntiagudos (como los de los dinosaurios que hacían daño a los demás. No era la
primera vez que los dientes de Guffy sufrían esa transformación después de pelarse.
Pero habían veces que una fuerza interior surgía dentro de él y sin saber lastimaba a
otros, ósea, había hecho cosas malas como rasgar la ropa de sus compañeros, pegarle a
sus hermanas, gritarle a su padres, romper los cuadernos, tirar los platos. Al cabo de
un rato, sus compañeros volvieron a invitar a jugar a Guffy y una vez más, por pelear y
querer tener la pelota solo el, le volvió a pasar lo mismo con sus dientes, así que se retiró
muy triste no entendía porque solo enojado pasaba y eso hacía que los demás niños no
quisieran estar con él. Un unicornio que pasaba por allí, se acercó y le preguntó qué le
pasaba. Guffy triste le contó todo y le confesó que a veces le daba miedo el enojo que
sentía. Entonces el unicornio le dijo que conocía una fórmula mágica para sacar el enojo
de dentro: Y le dijo debes de contar “Uno, dos, tres, cuatro, mis dientes se van a quedar
planos y no voy a pelear”, y al mismo tiempo tendría que golpear con una de las patas en
el suelo para llevar el ritmo. A partir de ese momento, Guffy empezó a usar su fórmula
mágica, y poco a poco empezó a controlarse y dejarse de enojar. ¡¡Que sorpresa gritaron
Jano era un niño al que no le gustaba nada el colegio porque se metían mucho con
él. Esto le hacía sentirse tan mal y se ponía tan nervioso que al final, no conseguía
hacer nada bien. Un día que estaba en el parque dibujó un pequeño dragón en la
se hicieron buenos amigos. El dragón era tan inquieto y tenía tantas ganas de
conocer cómo era el mundo de los humanos que siempre le preguntaba a Jano
enseñándoselas comenzó a darse cuenta de que sabía hacer más cosas de las que
empezó a sentirse más seguro y cada vez le importaba menos que se metieran
marcha a su mundo.
Sesión: 13
NADIE QUIERE JUGAR CONMIGO
Pocosmimos era un pequeño castor que siempre se quejaba de que nadie quería
jugar con él. Un día se le ocurrió una idea: haría una fiesta en el río, en su islote
amigos los gatos, pero cuando llegó el día, estos, que estaban encantados con la
puentes ni nada para cruzar y ellos, no soportaban el agua. Así que dijeron: “¡De
nadie quería jugar con él. Entonces se le ocurrió organizar otra fiesta en un árbol
e invitó a todos los patos del lugar. Después de prepararlo todo, los patos se
dieron cuenta de que no podían subir así que dijeron “¡De trepar, ni hablar!” y se
fueron. Pocosmimos empezó a llorar de nuevo, y pronto organizó otra fiesta para
osos. Pero ocurrió lo mismo porque no cabían en la cueva. Y lo mismo pasó con la
fiesta escondida que organizó para los pájaros, ya que estos revolotearon por
rumbo llegó a un prado y vio que todos los gatos, patos, osos y pájaros estaban
juntos celebrando una fiesta. Entonces le dio mucha alegría y se unió a ellos.
Había una vez una aldea a la que cada primavera llegaba un cuentacuentos y,
todo el mundo gustaban. En esa aldea vivía un niño muy listo, pero algo bruto. Un
día que se acercó a oír al cuentacuentos vio que todos los sitios ya estaban
primero. Una vez cerca del cuentacuentos, vio cómo un hombre le tapaba la vista
los demás les echaron del corro y se fueron. Pero de pronto, el chico se dio la
personajes gritaban: ¡ay, ay… ¡. Entonces, los demás le regañaron y le dijeron que
volviera a recomponer los pedazos del cuento, pero el chico no hizo caso y se fue.
Esa misma noche, cuando el niño estaba durmiendo empezó a escuchar las voces
de los personajes que le decían que les pidiera perdón, pero el chico no quería
hacerlo. Y así estuvieron hasta la tercera noche que, harto de no poder dormir,
les prometió que les arreglaría al día siguiente en el taller de su padre. Y así lo
quiso sentarse a oírlo, pero los demás no le dejaron. Así que se subió a un árbol
y desde allí era desde donde podía oír las historias. Hasta que un día se cansó de
tener que oír las historias desde el árbol y un día, que madrugó mucho, cogió el
mejor de los sitios sin tener que empujar a nadie ni pelearse. Los demás le
aceptaron.