La complejidad del lenguaje jurídico y en consecuencia la capacidad de
interpretar correctamente los textos donde se emplea dicho lenguaje por parte de la mayoría de la población es un tema concurrente a nivel mundial. En grandes rasgos, esta cuestión la trata José Antonio González Salgado en el texto titulado “El lenguaje jurídico del siglo XXI” publicado por la revista THEMIS: Revista de Derecho en el año 2009. El texto es de carácter argumentativo ya que a lo largo del desarrollo del texto presenta un problema en concreto: La complejidad del lenguaje jurídico y todo lo que conlleva además de presentar diferentes formas de solucionarlo a partir de argumentos y ejemplos reales. El texto se divide en cuatro grandes apartados: Una primera introducción sobre el contenido que se desarrollará, el lenguaje jurídico en la actualidad; un segundo apartado con los contenidos básicos para comprender el texto y las diferencias entre el lenguaje administrativo y el jurídico. A continuación, presenta el proceso de modernización del lenguaje jurídico, en el cuarto apartado presenta las anomalías y los fenómenos relacionados con la precisión de los textos y, para terminar, las conclusiones finales. El interés por el estudio del lenguaje que se utiliza en los documentos jurídicos y administrativos está en un constante crecimiento. Dichos lenguajes se caracterizan por su ambigüedad y complejidad, aunque su principal objetivo es alcanzar la precisión en sus textos. Parece contradictorio y es, por esta misma razón, que cada vez hay más juristas que intentan modernizar el lenguaje jurídico-administrativo para conseguir la misma exactitud en los textos, pero con menos complicación. De esta manera, el código propio de este lenguaje se acercaría más a los ciudadanos haciéndolo mucho más comprensible para ellos. Por otra parte, hay un gran número de juristas que creen que si el lenguaje jurídico se moderniza perderá su esencia; aquí el primer fracaso para tirar adelante el proceso de modernización. Es decir, tal y como Luis María Cazorla Prieto anuncia: “El lenguaje jurídico para cumplir su misión debe seguir siendo un lenguaje especial con los andamiajes precisos para sustentar su condición científica”. Sin voluntad de cambio lingüístico por parte de los juristas, este proceso no surtirá efecto. Al margen del proceso de modernización, cabe destacar algunos fenómenos relacionados con la falsa precisión que se encuentra en los textos jurídicos. Errores por los que, además de la complejidad del propio código, dificultan aún más su comprensión. Destaca el uso abusivo de las frases subordinadas: largos párrafos, pocas pausas, infinitas referencias a conceptos anteriores en el texto y, como consecuencia, faltas de concordancia entre los elementos de la oración. Como explica José Antonio González: “el lenguaje jurídico ocasiona con frecuencia graves desajustes gramaticales”: Otro fenómeno destacado se encuentra en la utilización de palabras que son supuestamente precisas, pero, en cambio, se utilizan con un sentido que no tienen o, por otra parte, intentan ser tan y tan precisas para evitar interpretaciones que muchas veces se vuelve en su contra. Durante los últimos años se han creado varias comisiones y acercamientos entre juristas y filólogos para emprender el proceso de modernización del lenguaje jurídico. Por ejemplo, se creó la Comisión para la Modernización del Lenguaje Jurídico en el año 2003 y hubo un convenio importante con la colaboración con la Real Academia Española y el Gobierno en 2006, pero no se tiene constancia ninguna de que hayan empezado a operar En conclusión, el lenguaje jurídico es de gran complejidad y muy difícil de entender para todos los ciudadanos, pertenezcan a la clase social que pertenezcan. Por una parte, los textos jurídicos no pueden dejar de presentar una mínima calidad lingüística a la hora de entregárselos, por ejemplo, a un cliente por parte de un abogado. Pero a la vez, el cliente muchas veces no sabrá cómo actuar delante del escrito ya que no tiene los conocimientos suficientes para entenderlo. Se debe ofrecer una formación lingüística a los abogados para que puedan redactar correctamente sus textos y de una manera más comprensible y por otra parte ofrecer también una formación jurídica al ciudadano. Para terminar, remarcar que la modernización es necesaria y no solamente en su idea sino también en su práctica.