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EL ATLAS FARNESE
Fue una observación que alguien más, fácilmente habría pasado por alto. Palos,
sombras, reflejos en los pozos, la posición del sol — ¿qué importancia posible
podrían tener esos sencillos asuntos cotidianos? Pero Eratóstenes era un
científico, y sus observaciones de estos lugares comunes cambiaron el mundo; en
cierto modo, hicieron el mundo. A Eratóstenes se le ocurrió hacer un experimento:
realmente observar si en Alejandría, palos verticales producían sombras cerca del
medio día el 21 de junio. Y descubrió que sí.
La única respuesta posible, que él vio, era que la superficie de la Tierra está
curvada. No solamente eso: a mayor curvatura, mayor diferencia en las longitudes
de las sombras. El sol está tan distante que sus rayos están paralelos cuando
llegan a la Tierra. Palos colocados en ángulos diferentes a los rayos del Sol
producen sombras de diferentes longitudes. Para la diferencia observada en
longitudes de las sombras, la distancia entre Alejandría y Siena tenía que ser de
cerca de siete grados a lo largo de la superficie de la Tierra; es decir, si uno se
imagina los palos prolongándose hacia el centro de la Tierra, ellos se intersecarían
allí en un ángulo de siete grados. Siete grados es algo así como un quinceavo de
trescientos sesenta grados, la circunferencia total de la tierra. Eratóstenes sabía
que la distancia entre Alejandría y Siena era aproximadamente de 800 kilómetros,
porque él contrató a un hombre para que hiciera el recorrido a pie. Ochocientos
kilómetros multiplicado por 50 da 40.000 kilómetros. Así que esa debe ser la
circunferencia de la tierra.
FUENTE: Sagan, C. (1985). Cosmos. New York: Ballantine Books, pp. 5-7