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El origen de la monogamia

o
La revolución de las féminas

Javier Rafael Maffei


EL ORIGEN DE
LA MONOGAMIA
O
La revolución de las féminas
JAVIER RAFAEL MAFFEI

EL ORIGEN DE
LA MONOGAMIA
o
La revolución
de las féminas

Editorial Dunken
Buenos Aires
2013
Contenido y corrección: Javier Rafael Maffei

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© 2013 Javier Rafael Maffei
ISBN en trámite
Índice

Introducción...........................................................................................9

1. Corto contra largo plazo, la primera piedra de la discordia............ 13

2. El origen de la tragedia.................................................................... 21

3. Las primeras revolucionarias.......................................................... 29

4. En nuestros días............................................................................... 47

5. Efectos colaterales no deseados.


Medidas y contramedidas.
Surgimiento del amor.
La prostitución como agente del status quo.
La moral cristiana............................................................................ 55

6. La sociedad como medio de contención.......................................... 85

7. Naturaleza y femineidad............................................................... 105

8. He conocido al nuevo jefe. Es igual al jefe anterior.


(Proverbio checheno)..................................................................... 127

9. Buscando recuperar algo de dignidad.


Conclusiones.................................................................................. 133
Introducción

Desde muy joven, diría desde que aún era un niño, me interesé por
la política, e inmediatamente también, me identifique con aquellos que
comúnmente se denominan los ideales de derecha. Algo curioso, en vir-
tud de que en mis grupos de pertenencia casi todos simpatizaban con la
izquierda, algunos por moda, y otros por verdadera convicción. Creo que
éramos un grupo atípico, pues a los otros jóvenes de nuestra generación
solo parecían importarles los grupos de música que llegaban al país y
el auto que sus padres les comprarían ya no a los 18 sino a los 17 años,
gracias a cambios en la legislación. La abolición del servicio militar
quitaba de sus mentes a su vez, una preocupación que antes era para
muchos terrible, y dejaba libre el pensamiento a todo tipo de cuestiones
banales, más relacionadas con la moda y los cánones que nos llegaban
de los grandes centros del planeta, que con los instrumentos para lograr
un mundo más justo.
Pasábamos noches enteras, cada uno defendiendo el sistema que
cada uno creía mejor para el desarrollo humano, y hacíamos extensas
comparaciones de las formas de vida en Cuba, Rusia, Estados Unidos,
Reino Unido, Corea del Norte, China, etc., y por supuesto en nuestro
país. Más tarde en la universidad y aún después de ella, comencé mis
estudios de antropología e historia comparada de las religiones.
En resumen, desde los sistemas políticos hasta las relaciones huma-
nas, analicé sociedades de todas partes del planeta, en la misma y en
distintas épocas, examinando muchas veces al mismo núcleo humano
en sus diversos estratos, separadamente y en sus puntos de coincidencia,
por ejemplo en la década de 1960 es fascinante ver como la derrocada
clase alta cubana se ve obligada a fundirse en condiciones de igualdad,
con seres a los que hasta hace apenas años tenían por servidumbre natu-
ral (cabe destacar, no está de más mencionarlo, que la clase alta cubana
fue remplazada por los altos dignatarios del Partido Comunista).
Creo que a todo profesional de carreras humanísticas, y también a
quienes no lo son, nos resulta atrayente como el ser humano cambia de
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acuerdo al lugar y a la época en la que nace, imaginemos sino, y solo


cito a modo de ejemplo, las diferentes vidas que tendrían, en virtud de
las sociedades en las que han nacido, un niño del siglo XVI en una tribu
caníbal del África Sub sahariana, otro del siglo XVIII en la aristocracia
inglesa, y un tercero en nuestros tiempos en la clase media de la Ciudad
de Buenos Aires. Cada era, cada siglo, cada hemisferio, cada país, cada
región, cada clase social, es un universo diferente.
Pero en un momento determinado de mis investigaciones, hubo
algo que me dejó perplejo, sorprendido, algo que siempre estuvo ante
mis ojos, pero no podía verlo. En todas las sociedades, desde la más
arcaica y primitiva hasta la más moderna y desarrollada, había algo
que no cambiaba, había algo que no mutaba, había algo que permanecía
igual por los siglos de los siglos, con leves matices, pero con los mismos
resultados. Y la vida me enseñó que algo pasa una vez por casualidad,
dos veces también, pero a partir de la tercera ya deja de serlo, y entra en
el terreno de la causalidad.
Todo ha cambiado y cambia permanentemente, pero las relaciones
entre el hombre y la mujer, sus vínculos, sus interacciones, se mantienen
de la misma forma que hace miles de años, en lo que es, como veremos
en el transcurso de esta obra, una guerra de géneros, en la cual el bando
aparentemente más frágil, las hembras, lejos de perder y estar sometido
al bando más fuerte, ha desarrollado un sistema de cosas para reducir a
sus compañeros de especie a la servidumbre en beneficio de sus propios
instintos, que no tienen que ver con una relación sexual egoísta, como
es el caso del hombre, sino con la procreación.
En la gran mayoría de los casos el hombre pareciera ser el único
interesado en tener relaciones con el otro sexo, siempre él debe hacer los
esfuerzos para obtener los “favores” de la otra parte, que cuando quiere
accede como dádiva a sus pedidos. Nunca entendí eso. Pensaba si acaso
el sexo fuera para ellas algo doloroso, horrendo, desagradable. Pero no,
todo lo contrario, ellas lo disfrutan tanto como los hombres. Pero para
poder subyugar a los hombres han creado a partir de eso un sistema de
control sobre el otro género basado justamente en el manejo discrecional
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El origen de la monogamia...

de las relaciones sexuales, sistema que luego fue perfeccionado genéti-


camente en los úteros hasta lograr la fatídica relación de un hombre por
cada mujer, cuando en un principio, como veremos a continuación en
forma metódica y demostrado fácticamente, la relación era de un macho
cada cien o más hembras.
Un sistema perfecto por donde se lo analice, con miles de millones
de engranajes que no se conocen ni saben que actúan todos juntos for-
mando parte de un todo, cada uno perteneciendo a grupos con una fun-
ción determinada, con el fin común de multiplicar la especie. Un sistema
que, para llegar al grado de perfección que hoy posee, ha modificado a
su conveniencia aspectos esenciales de la especie humana, aunque este
engranaje tuvo su origen en los animales menos desarrollados que el
hombre, pero luego fue imitado por él, o mejor dicho, por quien dentro
de su especie tenía el destino natural de ser la parte que debía cargar con
la parte más pesada, es decir la obtención de los elementos necesarios
para la subsistencia, las hembras, y se la pasaron a los machos. Schopen-
hauer dijo “todos los leones, en el fondo, son un solo león”. Veremos que
el género femenino, en el fondo, es como una sola entidad que adquiere
mecanismos de comportamiento en forma conjunta de acuerdo a los
tiempos para siempre dominar al otro sexo y no dejar de satisfacer su
instinto de procreación, más allá de la real necesidad o no de la especie
de hacerlo.
Es insensato decir que esta obra va a develar algo, cuando ese algo
ha estado ante nuestros ojos siempre, y ya Nietzsche y Schopenhauer han
esbozado una parte de la cuestión, aunque a mi entender sin llegar al
fondo de la misma. Pretendo mostrar aquí como son las cosas, para que
con ellas en claro el ser humano pensante y reflexivo pueda a conciencia
elegir qué papel jugar en su sociedad y obrar en consecuencia.
En mi desarrollo citaré autores, estadísticas y estudios de diversa
índole, los cuales junto a mis conjeturas e hipótesis, buscarán detallar
como nunca se ha hecho, un plan maestro, como no hay otro caso en la
historia de la humanidad.
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Creo cumplir al hacerlo un mandato, que quizás provenga del núcleo


de mi género, como una defensa ante un avance que no cesa, salvo, en
algunos aspectos, en algunas naciones con altísimo desarrollo humano.
Lavo mis manos por quienes, luego de leer este libro, no miran para
su interior y reflexionan sobre que han hecho hasta ahora.
“Solo la Verdad os hará libres”.
1. Corto contra largo plazo,
la primera piedra de
la discordia

El hombre mira a la mujer, mira sus características físicas, y una


o varias de ellas lo atraen sexualmente y lo excitan, no es necesario
que todo en la hembra sea atractivo, así, por separado, unas largas y
bien formadas piernas, unos glúteos firmes de líneas armoniosas, una
cintura de buen contorno, unos labios carnosos, un busto prominente,
rasgos faciales bellos, le alcanzan para encender su pasión. Esto varía
de acuerdo al individuo por supuesto, a uno le atraen mayormente las
altas mientras a otro las bajas, a uno las de tez morena mientras que a
otro las rubias. Pero toda hembra en sí, dentro de cierto rango de edad
de acuerdo al hombre, le sirve a fin de cumplir su instinto natural, y su
necesidad física inmediata y podríamos decir diaria, de diseminar su
semilla, materializado esto en la exteriorización de su semen.
Un macho puede tener preferencias, pero las deja de lado cuando por
un período de falta de exteriorizaciones, su necesidad aumenta, y con
esto disminuye asimismo el nivel de razón en sus actos, para aumentar
la proporción en éstos de lo netamente instintivo.
Cuando el hombre va a un lugar, sea una discoteca, una fiesta, etc.,
con el fin (a veces no declarado) de procurarse una hembra (o más de
ser posible por supuesto), con el fin inmediato y egoísta de exteriorizar
su semen, de tener relaciones sexuales que calmen su voracidad natural
depredadora, comienza intentando conseguir para sus fines aquellas
hembras que más le agradan, aquellas que elegiría primero si pudiera.
Pero con el paso de las horas su nivel de exigencia va declinando, y hacia
el final de la velada ruega por una oportunidad a aquellos ejemplares
del sexo femenino que, al ingresar a la fiesta, reunión, o lo que fuere,
ni siquiera miró, y de las que muy posiblemente haya hecho comenta-
rios despectivos, referidos a su exceso de peso, sus rasgos faciales, sus
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gruesas gafas, su baja o alta estatura, la superpoblación de acné en su


rostro, etc., etc., etc.
El macho busca la exteriorización egoísta de su semen, ese es su fin,
no piensa en el después, eso es para él algo que no ocupa las prioridades
en su mente. Su objetivo, al comenzar su desarrollo hormonal, es dise-
minar su semilla en todas las hembras que pueda, pues para eso fue ori-
ginalmente diseñado, aunque solamente lo ve él como juguete de placer,
y eso hacía, hasta la revolución silenciosa cuyo resultado es el sistema
de cosas que hoy nos rige y que iremos desmenuzando. Por supuesto él
piensa en las relaciones sexuales cuyo fruto final es la exteriorización,
pero a partir de ahí él ya no siente su efluente como algo suyo, sino
más bien como los sobrantes de algo placentero, como podrían ser las
suciedades resultantes de una celebración, de una fiesta, de una comida.
Para la otra parte, es decir para las féminas, en cambio, y a nivel más
consciente de cómo lo es para el macho, la cuestión recién comienza ahí,
cuando ya tiene dentro suyo el fluido seminal. En ambos casos los ni-
veles de concientización de sus actos varían por muchos factores, como
estrato y nivel educacional al que pertenecen los individuos, edades, etc.
Hoy los métodos anticonceptivos son una variante que modificó en cier-
ta medida la cuestión, pero gracias al envenenamiento por amor, como
ya desarrollaremos ampliamente, estos métodos solo dilatan las cosas,
pues a la larga las hembras casi siempre logran su objetivo.
Una vez que el individuo masculino concreta el acto de coito, se
siente relajado por un tiempo, disfruta su placer, y con su recuperación
de niveles de libido o potencial sexual surge a su vez un rechazo a la
hembra que sirvió (hablando en términos naturales básicos). Su objeti-
vo, si de él dependiera, sería procurarse otra hembra distinta, y una vez
ésta servida, otra más, y así indefinidamente. No piensa el macho en las
consecuencias de su acto, piensa en su acto “per se”, y ni siquiera piensa
en si su compañera disfrutó del proceso.
Así es el hombre en sus orígenes, y me refiero al macho humano y
a los individuos masculinos entre los animales “inferiores”. Ante ésta
realidad, las féminas, condenadas a ser por siempre los elemento débiles,
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El origen de la monogamia...

quienes deberían criar solas a sus crías mientras los machos que las con-
cibieron estarían inseminando a las otras hembras de la región, quizás
volviendo a ellas en alguna oportunidad o no, se vieron en la necesidad
de modificar esto (recuerde lector, y en breve desarrollaremos, que en
la era pre revolucionaria la relación era de un macho cada cien o más
hembras).
Creo que esta oposición al orden natural no surgió siquiera de las
hembras humanas, sino en las hembras del reino animal, seguramente
en alguna especie de mamífero, y luego las otras especies, incluida la
humana, o mejor dicho sus hembras, copiaron ese accionar.
Es curioso ver que entre los animales, si bien la revolución ha tenido
éxito en muchos aspectos, no ha logrado tantos resultados como entre
los humanos, y esto se debe, clara e inequívocamente, a que los seres
humanos son más inteligentes que el resto de los animales, y las hembras
humanas también lo son con respecto a sus congéneres de las otras es-
pecies, y así si bien asimilaron (para no decir que copiaron o plagiaron)
un patrón de comportamiento a fin de modificar el originariamente
existente, lo han mejorado, casi lo han perfeccionado.
Es llamativo que el macho humano, siendo más inteligente que los
otros animales, haya cedido más que ellos, haya caído más fácilmente
en la trampa, y esto se debe en primer lugar al despliegue de recursos y
acciones que han llevado a cabo las hembras que forjaron la revolución y
sus sucesoras, y a otras ayudas que han recibido de la naturaleza, exclu-
sivas de la especie humana, de las cuales más adelante nos ocuparemos.
Como miembro del bando derrotado, no puedo más que arrodi-
llarme ante el genio de mis enemigas, pues han logrado torcer el curso
originario de la naturaleza misma para su conveniencia, y como se verá
al final de este libro, la Humanidad es lo que es por su obra. Y si bien
quien les habla hará una aproximación basada en conjeturas, es extre-
madamente difícil saber cómo sería el mundo si dicha revolución no se
hubiera producido.
Dicen los alemanes que, ya prácticamente desde su nacimiento, la
mujer ya quiere ser ella misma madre, quiere dar vida. Lo llevan en su
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genética, aunque vivieran aisladas de la sociedad, que le da un marco


y jerarquiza la procreación, igualmente querrían tener cría, está en su
instinto, como para los hombres el inseminar a todas las hembras que
le sea posible. Basta con entrar a una juguetería y ver que, más de la
mitad de las muñecas que están a la venta, son réplicas de bebes, y traen
incluso algunos todo lo necesario para bañarlo, cambiar sus pañales, y
hasta para darle de comer.
En la era post revolucionaria, es decir casi todo cuanto nosotros
podemos conocer, la mujer ve en el macho el medio para concebir sus
hijos, y quien la sostendrá a ella y a su prole, social y económicamente.
Con el paso del tiempo y luego de la Revolución Industrial, en muchas
sociedades desarrolladas el aspecto económico ha dejado de ser pri-
mordial, ya que muchas mujeres trabajan e incluso ganan más que sus
maridos (es la minoría), pero no ha caído en desuso el hecho de tener
un marido e hijos para ser aceptada dentro del sistema. Así como desde
pequeñas desean engendrar, desde adolescentes las mujeres occidentales
cristianas juegan con tules y sábanas blancas a recrear el momento de su
futuro casamiento, que como veremos más adelante, es la concreción de
la cacería del macho, su objetivo más alto, su certeza de haber cumplido
su función de asegurar la procreación a costas del cercenamiento abrup-
to del desarrollo natural instintivo de otro ser, en este caso el hombre.
Apenas prácticamente las niñas toman conciencia de su diferencia
con los seres del sexo opuesto, las madres las instruyen para no dar
besos a todos los niños del colegio, del barrio o de la colonia de va-
caciones, pues serán catalogadas como “ligeras”, y las chicas ligeras
no consiguen marido. Es decir, no promueven la castidad y la vida
espiritual por una cuestión de ser esa la preparación que exige la moral
cristiana para una futura madre de familia, sino que la adoctrinan para
que puedan conseguir con quien casarse, lo que ellas sean en realidad
poco importa, siempre y cuando consigan quien les de su apellido y las
ingrese en la sociedad de hembras casadas, o dicho en términos reales,
que han cazado, si, con zeta, a un hombre.
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No es casualidad que entre los verbos casar y cazar haya solo una
letra de diferencia, ni que en alemán, el verbo “sich eingehen” se use
en forma indistinta para casarse o morirse, quizás aludiendo a que para
el hombre social el casamiento es la muerte del macho animal que vive
en él.
Poniendo en planos de perspectiva ambas realidades para su com-
paración, en la era pre revolucionaria, vemos que para el macho, la
prioridad es servir hembras, todas cuantas le sea posible, para él su
sexualidad es literalmente una función fisiológica, ya que su semen
no puede acumularse indefinidamente. Si esto sucede, y la persona no
opta por la masturbación, ocurrirá que tendrá una polución nocturna o
una eyaculación involuntaria al menor estímulo que vea o imagine. Por
otra parte, en la gran mayoría de los casos, la abstinencia le produce
al hombre un estado en el cual el instinto va ganando lugar a la razón,
y van desapareciendo en él las barreras sociales, morales, y como ya
mencionamos, de buen gusto. Decimos que es realmente una necesidad
fisiológica, puesto que como contra las otras, es imposible resistirse,
pues las materias que son su consecuencia sí o sí deben exteriorizarse.
Entonces, ubicándonos en el mismo momento de su diseño, el ma-
cho debe dispersar su semilla, esa es su función original, no le preocupa
ni incumbe qué es lo que pasa después. Las hembras, por su parte, deben
recibir la semilla del hombre, quedar embarazadas, y gestar a su prole y
criarla una vez que ha venido al mundo, procurándole todo lo que nece-
sita. Ubiquémonos en un origen de la civilización en la que éstos eran
los parámetros de vida. Sin duda muy desventajosos para las mujeres,
quienes, vale la pena mencionar, hasta entrados ya varios meses de ges-
tación y siendo visibles los signos del embarazo, seguían siendo servi-
das, ya que recién con su vientre claramente hinchado se daban cuenta
de que debían pasar a la instancia posterior, ocuparse de la cría, de ahora
en adelante su objetivo y el fin de su existencia. Pensemos que en ese
entonces, hablar de conocimientos médicos era una utopía. Tengamos
en cuenta que, si bien ya era notable, no había la diferencia abismal que
hoy vemos entre la inteligencia humana y la de, por ejemplo, nuestros
parientes más cercanos, los primates, por motivos que ya develaremos.
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Ante esta situación de clara desventaja, las hembras se dieron cuenta que
para no ser seres de segunda, para no seguir siendo solamente las vasijas
donde los machos satisfacían sus instintos, debían forzar un cambio, cu-
yas bases fundamentales, insisto, las imitaron de alguna especie animal,
como hicieron luego la mayoría de las otras especies. Por su inteligencia
superior, la revolución de las hembras humanas llegó más lejos que la de
otras especies, y a su vez, por ser los machos humanos más inteligentes
también y por lo tanto más difíciles de ser manipulados, tuvo que nu-
trirse de ayudas invalorables que le dio su aliada la naturaleza, y digo su
aliada pues ella busca más que nadie la procreación y la multiplicación
de las especies.
Aunque, desde otro ángulo, y esto lo analizará el lector a medida
que se adentre en la investigación y tomará partido en uno u otro sen-
tido, quizás fue la naturaleza quien se dio cuenta que así como estaban
planteadas las cosas en un principio (era pre revolucionaria), y con la
inteligencia de los seres humanos, en este caso refiriéndose exactamente
a los machos, sería dificultosa y hasta regresiva la evolución y la multi-
plicación de la especie, y por eso tuvo que efectuar modificaciones, y las
hembras simplemente hicieron aquello que se les fue siendo insertado
en su instinto, a lo largo, por supuesto, y como todo cambio evolutivo,
de varias generaciones. Es decir, no es totalmente claro de quien es el
crédito de la revolución, si de las hembras, si de la naturaleza, o si de
ambas. Es mi creencia, aunque reitero esto hoy ya no se puede probar,
que la revolución de las hembras comenzó en algún mamífero, fue luego
copiada por las hembras de casi todas las especies, pero las humanas la
llevaron a su más alto grado de eficiencia.
Esta reforma, la más perfecta de todos los tiempos, es la auténtica y
verdadera revolución femenina, todas las demás son puro cuento, y son
insignificantes al verlas a la luz de ésta, la madre de todas las revolucio-
nes, cuyas consecuencias vivimos hoy, no sólo en el orden social, sino
como veremos, en todos los órdenes de la vida.
Siempre una revolución surge ante aquello que un grupo considera
una situación desventajosa, y así lo consideraban las féminas antes del
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El origen de la monogamia...

comienzo de la misma. La revolución de las féminas es un conjunto


de ventajas naturales y comportamientos de género, para frenar el uso
desconsiderado que hacían los machos de ellas, y pasar a la ofensiva, es
decir ahora ellas usarían a los machos en su beneficio. Las hembras, al
actuar de acuerdo a ciertos cánones de limitación a las actitudes de los
hombres, se protegen entre ellas y se agregan valor ante los ojos de éstos.
Existieron algunas civilizaciones que han ejercido cierta resistencia
a esta reforma, los antiguos griegos son un ejemplo, pero en general,
en la gran mayoría de los casos, las hembras se han impuesto, y aún lo
hacen, con toda claridad.
El hombre habita la Tierra desde hace entre ocho y diez millones
de años, pero en los últimos quince o veinte mil ha habido avances des-
tacables, en el resto del período recolectó frutos y cazó recientemente
algunos animales, sólo en algunas regiones pescó. ¿Por qué de pronto
tuvo que desarrollar su inteligencia como nunca antes había tenido ne-
cesidad?,
¿Que lo obligó a dominar su medio ambiente para su provecho, en
ese momento y no por ejemplo, un millón de años antes?…
2. El origen de
la tragedia

Siempre, siempre, para poder entender un conflicto y obrar en


consecuencia con la búsqueda de su solución, hay que conocer primero
aquello que lo originó, cuál es su fuente, sus causas. Ésta ley fundamen-
tal es aplicable desde una guerra o una revolución hasta una reyerta en-
tre vecinos. Y vaya si no podemos calificar de conflictiva, las relaciones
entre el hombre y la mujer desde hace miles de años.
La teoría darwiniana de evolución es una verdad a medias, que no
se anula con su contraparte, la teoría de la creación, sino que ambos
conceptos coexisten. Hay especies que desde su aparición, y aquí cada
uno es libre de pensar si fue creada por Dios o por la madre naturaleza,
no han evolucionado, no han mutado, no han sufrido modificaciones,
simplemente porque no le ha hecho falta, para el hábitat que habitan.
Otras, en cambio, han mutado para su mejoría, para su mayor adap-
tación al medio ambiente en el que viven. Debemos señalar que en
todos los casos, los cambios evolutivos son superadores para con una
situación anterior. Y por último, hay un tercer caso, y es el de especies
que en determinadas zonas geográficas se mantienen sin alteraciones
con respecto a su morfología original, mientras que en otras regiones
hay mutaciones, pues así fue necesario que ocurriese. Se pueden citar
decenas de ejemplos, pero este no es el fin principal de este ensayo, de
alguien interesarse sugiero ver la obra de Charles Darwin y Alexander
Humboldt. Pero hay algo que debemos dejar en claro, y es que en la
naturaleza nada está librado al azar, y nada se hace sin sentido, hasta la
parte de nuestro cuerpo más insignificante, tiene su razón de ser.
Evoluciones de especies ha habido muchas, pero ninguna de ellas
tan grande, tan fenomenal, tan fructífera y tan dañina a la vez, como la
llevada a cabo por un género humano en detrimento del otro.
Debemos hacer un traslado mental a los tiempos del comienzo de
las especie humana, y como eran las cosas en estado puro. Morfológica
22 Javier Rafael Maffei

y psíquicamente, la hembra fue diseñada para cumplir un objetivo en su


vida, su objetivo más alto: tener hijos, hacer nuevos seres, lo cual es para
ella un objetivo egoísta e individual, aunque en realidad, para la natura-
leza, eso es un granito más de arena para la mantención y la procreación
de la especie. Ella debe recibir en sí la semilla de la generación de vida
por parte del macho, gestar al nuevo ser, dar a luz, y criar a los cachorros
hasta que puedan valerse por sí mismos, y ese criar implica la manten-
ción de los mismos, el brindar todo lo necesario para su crecimiento.
El macho fue diseñado, morfológica y psíquicamente, para esparcir
su semilla en la mayor cantidad de hembras posibles, para él la salida al
exterior regularmente de su semen es literalmente una necesidad fisio-
lógica, la cual si no cumple le afecta tanto a nivel mental como físico.
Ese es su objetivo, asocia o no el acto de copular a la procreación como
un fin a mediano plazo, él no piensa en eso, él busca la satisfacción in-
mediata para seguir buscando féminas a quien servir, en la aceptación
pura del término, es decir, a quien hacer receptora del producto de sus
genitales.
En nuestras etapas “pre civilizadas”, y con el correr de la obra se
entenderá el porqué de las comillas, nos encontramos con grupos de
machos nómades que recorren las selvas, las llanuras, las montañas, o
las estepas, alimentándose de aquello que van encontrando, sea a través
de la caza, la pesca o la recolección de frutos, en busca de sociedades
sedentarias de hembras, que se establecen en lugares aptos para el desa-
rrollo permanente humano (deben criar a su prole), que pueden ir desde
una cueva o una gruta hasta un valle fértil o una llanura rica en ríos,
sitios donde se originó la agricultura. Los grupos de machos llegaban
a estos enclaves, y recibían de sus habitantes comida y cierto confort a
cambio de que sirvan a todas las hembras, tanto a las que no estaban
preñadas como a las que sí, en virtud de que no estaban tan delineados
aún los conocimientos médicos con los que hoy contamos. Luego de
servir varias veces a cada fémina, haciendo cruces por supuesto entre
todos los integrantes de los dos grupos, al cabo de varios días, o incluso
algunas semanas, el grupo se alejaba, como un contratista que cumple su
trabajo, llevando consigo a los niños machos que ya podían formar parte
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El origen de la monogamia...

de su grupo. A ese lugar podían volver, o no volver más. Y si un grupo


hallaba un enclave femenino siendo “atendido” ya por otro grupo de ma-
chos, simplemente seguía hasta otro enclave o compartían entre ambos
grupos las hembras (más adelante entenderemos esto más cabalmente).
Estos reductos femeninos sedentarios, eran sociedades, como antes
mencionamos, matriarcales, pues era imposible saber de qué padre era
una criatura, ya que varios machos habían servido a la hembra, pero
siempre se podía saber quién era su madre.
En estos grupos la estructura de poder podía estar liderada por
aquella de más edad, teniendo en cuenta la poca expectativa de vida de
aquel entonces, o simplemente por aquella más fuerte o inteligente, o por
más de una líder. Su supervivencia depende de los cultivos, y en menor
medida de la caza y de la pesca en las zonas adyacentes al asentamiento.
De acuerdo al enclave, encontramos una mayor o menor división del
trabajo, es decir, por un lado tenemos a las mujeres a punto de parir o
con niños pequeños, que cumplen funciones de crianza, no solo de sus
hijos, sino también de todos los del grupo, y por el otro aquellas hembras
que no están preñadas, que están en un período temprano de gestación,
o que por edad u otro motivo no pueden concebir, y se dedican a tareas
como conseguir el alimento, el agua y hacer todo lo necesario para la
subsistencia. Podemos encontrar grupos más avanzados que otros, de-
pendiendo de su tamaño, la zona que habitan, los recursos naturales a
su alcance, etc.,
Sin saber cómo sigue nuestro desarrollo, el lector pensará en las
luchas permanentes entre los grupos de machos, se imaginará a grupos
tratando de ampliar su zona exclusiva de hembras bajo su dominio. Pero
no. Nada más alejado de la realidad, y aquí comenzaremos a entender
como comenzó todo, y al decir todo me refiero literalmente a todo.
El oso hormiguero nos sorprende con su gran trompa, su funda-
mento es que con ella succiona las hormigas de sus profundos reinos. La
jirafa nos deleita desde niños con su cuello largo y flexible, con él llega a
las copas de los árboles y obtiene de ellos las hojas y frutos más tiernos.
Siempre admiramos la velocidad y agilidad de los leopardos, solo con
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estas cualidades puede alcanzar a sus presas en la rala sabana centro y


surafricana. Todo en la naturaleza tiene un sentido, todo fue diseñado
con un fin específico, para algunos por Dios, para otros por la madre
naturaleza, y para otros, como para quien escribe, por una conjunción
de ambas cosas, pero eso no es el hecho central aquí.
La palabra que mejor define a lo natural es lo pragmático, y de esta
forma todo aquello que no es pragmático se aleja de lo natural, y denota
la injerencia del ser humano en sus aspectos diferenciales del resto de los
animales, de su esencia salvaje, debiéndose dejar en claro que la palabra
animal no es aquí necesariamente peyorativa, sino todo lo contrario.
Para usar un dicho popular, pero altamente ejemplificador, podemos
decir que la naturaleza no da puntada sin hilo, es decir nada carece de
sentido y todo tiene un porqué. Y asimilando esto como un hecho fác-
tico, hay un planteo que debemos hacernos que es la punta del ovillo
para develar los inicios del complot que hasta hoy rige la Humanidad:
siendo suficiente un ejemplar macho para engendrar a treinta o cuaren-
ta hembras en un período de tiempo de un mes por ejemplo (teniendo
en cuenta algunos intentos fallidos de fecundación), ¿qué sentido tiene
que la cantidad de hembras y machos que nacen en la especie humana
sea similar? Para que nos demos una idea del hecho, cabe destacar que
dentro del reino animal, exceptuando al ser humano, la monogamia es
una perversión, una desviación sexual, algo que va en contra de la na-
turaleza. Algunas clases de delfines, pingüinos y de los denominados
caballos de mar son excepciones.
Ahora bien, antes de abordar los orígenes de la revolución y las
ideas fundamentales de sus próceres heroínas, detengámonos un mo-
mento en nuestra especie.
No sabemos exactamente cuándo comenzó la revolución, pero po-
demos decir que al comienzo de la historia, es decir desde que se tienen
los primeros registros escritos de hechos humanos, ésta ya estaba en
marcha, y en su parte netamente genética hoy sigue evolucionando, con
mayor o menor éxito de acuerdo a las zonas geográficas, climáticas y a
las razas que se coteje.
25
El origen de la monogamia...

No puedo dejar de mencionar que censos de épocas anteriores a


Jesucristo hablan de mayor cantidad de mujeres que de hombres, y con
el paso de los siglos, y cotejando con otros censos de otros imperios, se
ve la evolución hacia la paridad actual. Los primeros datos que estimo
se pueden tomar de épocas relativamente actuales (hablando a nivel his-
toriográfico), son del siglo XIX, y en mi caso particular analicé varias
regiones de España, y vemos allí en el año 1850 un 12% más de mujeres,
en 1880 un 10% más, y así la tendencia continua, hasta ser ellas hoy un
1 ó 2% más que los hombres. Según los factores antes mencionados
(región, raza, etc.), esta proporción varía solo levemente, a excepción en
los rangos de edad altos, donde si aumenta sensiblemente la cantidad de
mujeres, pues como se sabe, tienen mayor longevidad que los hombres,
y esto es común a todas las razas.
Veremos a continuación, las ideas de aquellas heroínas anónimas
que llevaron a cabo la revolución más grande no sólo de la humanidad,
sino de toda la naturaleza, para su propio beneficio.
Antes de develar aquello que hasta hoy permaneció velado, antes de
dar un golpe al sistema, antes de empezar desde estas líneas la contra-
rrevolución, quiero expresarles a ellas, a las hembras que comenzaron
el proceso, y aunque nos separen miles de años, con total sinceridad,
mi profunda admiración, pues su obra es la inteligencia pura, en una
época en la cual la inteligencia era muy escasa, pues casi todo lo regía
el instinto.
El mundo tenía una composición relativamente simple. Como se-
ñalamos, y reitero para fijar el punto del cual partimos, las mujeres
convivían en grupos de distintos tamaños, cuyo liderazgo es ejercido
por quien tenga más edad, sentido común o más fuerza, o simplemente
no hay una conducción establecida. Son asociaciones sedentarias, que
eligen para desarrollarse valles, zonas costeras, lugares con fácil acceso
al agua y a los alimentos, que al principio fueron los frutos de fácil re-
colección y más tarde se incorporó la agricultura y la caza de animales.
Periódicamente se acercaba un grupo de hombres o individuos soli-
tarios en algunos casos, y tenían relaciones sexuales con todas las muje-
26 Javier Rafael Maffei

res que podían en un lapso de tiempo durante el cual eran alimentados,


cuidados, literalmente mimados por todo el clan femenino, que veían en
ellos la fuente para poder lograr aquello que su cuerpo, su naturaleza, su
fisiología les pedía desde pequeñas: la concepción. Luego de estar varias
veces con cada hembra, el grupo masculino se retira y lleva consigo, de
haberlos, los varones ya en edad de incorporarse a la función de insemi-
nar y que ya se habían aburrido de hacerlo con las hembras de su clan.
En esos encuentros de clanes masculinos y femeninos, hay siempre
entrecruzamientos, pues cada mujer no sabe si ha quedado preñada o no,
entonces prefiere recibir toda la semilla que pueda, pues no sabe cuándo
pasará otro grupo masculino. Incluso estando embarazadas, no dejan de
recibir semilla, ya que en aquel entonces no había, valga la repetición,
los conocimientos médicos de hoy.
Los grupos de hombres podían volver allí o no, y no había friccio-
nes entre ellos, pues había para todos hembras de sobra, si pensamos,
haciendo una analogía con otras especies a las que no llegó la revolución
y considerando la capacidad de tener relaciones sexuales de un hombre
promedio, que por cada macho había cerca de cien hembras. No olvi-
demos este dato, que es la clave para comprender el resto de nuestra
narración, es decir, que los machos eran una minoría.
El hombre, poseedor del néctar de la vida, era solicitado y codiciado,
las hembras peleaban incluso hasta la muerte si había un solo hombre
o pocos, ante la incertidumbre de no saber a cuantas del clan querría
servir antes de partir.
La vida en el clan femenino era difícil, aún más cuando se retiraban
los clanes masculinos y se llevaban parte de los alimentos que ellas
habían almacenado, y con los cuales tentaban a los clanes de hombres
para que permanecieran más tiempo con ellas. Es decir, el ofrecimiento
de bienes materiales a cambio de relaciones sexuales, al contrario de lo
que se piensa, surge de la hembra hacia el macho, de la hembra que pide
al hombre que la sirva, para cumplir el mandato natural fisiológico de la
reproducción. El placer es solamente un anzuelo que ideó la naturaleza
27
El origen de la monogamia...

para atraer a las partes, siendo su carencia mucho más problemática en


los machos que en las hembras, como ya se verá.
En las comunidades femeninas había dos grupos que alternaban en
sus funciones, de acuerdo a su estado.
Por un lado, las mujeres que no estaban embarazadas, quienes esta-
ban en sus primeros meses de gestación, y quienes ya habían entrado en
la menopausia o eran estériles, todas estas se ocupaban de procurar los
medios de subsistencia del grupo, entiéndase por esto recolectar frutos,
más tarde cultivar, cazar y pescar, y todo lo referente a la protección
física del grupo, sea ante otros grupos femeninos o ante animales que
siempre merodeaban atraídos por la gran cantidad de niños que mero-
deaban por allí. En aquel entonces, el comer la placenta de la mujer que
había dado a luz para que no sea olida por depredadores, era un ritual
que significaba la unión física y espiritual de toda la comunidad.
Por otra parte, estaba la parte del grupo que cuidaba a los niños y a
aquellas mujeres que estaban en sus últimos días de gestación o a aque-
llas que recién habían tenido a su cría.
Los roles eran fluctuantes, y solo al perder la capacidad de concebir
se obtenía un rol medianamente estable. Es importante recalcar, que
los niños varones que alcanzaban la capacidad de servir hembras, se
iniciaban sexualmente en la comunidad a la que pertenecían, y al ya
haber servido a toda o a gran parte de ella, se alejaba solo o esperaba a
algún grupo de hombres, pues ya se había hastiado de tener siempre las
mismas compañeras, sabiendo que las posibilidades para él en ese sen-
tido eran prácticamente ilimitadas, como las de todo hombre de aquella
época. Todavía no existía la homosexualidad, pues surge justamente con
la revolución, y ya veremos de qué manera.
Los críos eran de todas y de cada una de las hembras, cada mujer
cuidaba a cada niño como si fuera el suyo, pues solo así se podía mante-
ner la comunidad. Las nodrizas no hacían diferencias, así como también
las encargadas de la supervivencia distribuían por igual todo el alimento
conseguido. Se ve claramente que la inteligencia humana evolucionó an-
tes en las hembras, quienes antes que los machos ya practicaban lo que
28 Javier Rafael Maffei

hoy podríamos definir como vivir en sociedad, mientras que los machos
vagaban en grupos viviendo a expensas del trabajo de ellas. Nunca se
hubieran imaginado lo que les esperaba.
3. Las primeras
revolucionarias

La vida para las mujeres era sumamente difícil. Debían procurarse,


con mayor o menor dificultad de acuerdo a la zona, los alimentos y el
agua, luchar contra el clima, contra los animales salvajes, y contra to-
das las adversidades del medio ambiente, para poder mantener y criar a
sus cachorros y para tener bienes con los cuales seducir a los grupos de
hombres para que permanecieran más tiempo con ellas, aumentando así
las posibilidades de concepción.
En este momento antropológico surgió la primera modificación
genética fisiológica exclusiva del ser humano, y es la capacidad de las
hembras de no poseer un período de celo determinado, como el resto de
los mamíferos, durante el cual pueden quedar embarazadas, sino por el
contrario, la hembra humana está apta para recibir semilla y engendrar
casi siempre, son la excepción solo cuatro o cinco días dentro del mes,
dependiendo de cada hembra. Solo a modo de comparación, observemos
que ocurre con otras especies. En lobos y perros, las hembras tienen a lo
más tres celos por año, ninguno de los cuales dura más de una semana.
Y así las vacas tienen períodos de celos cada veinticinco días aproxima-
damente, y éste dura a lo sumo veinticuatro horas, tiempo apto para la
fecundación, y período exclusivo durante el cual la vaca se deja montar
por el toro.
Para las hembras humanas, esta ventaja del celo casi permanente
surgió ante la incertidumbre de no saber cuándo vendría un grupo ma-
cho, ni cuánto tiempo permanecería con ellas. Un gran logro para las
mujeres. Pero insignificante comparado con lo que lograrían más tarde.
Si bien las comunidades femeninas llegaron a tener en algunos casos
gran desarrollo, las características de su existencia eran duras, y en la
mayoría de ellas había gran cantidad de mortandad infantil, sea por falta
de alimentos, mala atención o nula debido a períodos en los cuales las
miembros del clan debían atender las funciones de recolección o caza, y
30 Javier Rafael Maffei

por supuesto a la existencia de enfermedades que ahora son para noso-


tros simples, pero que eran sin duda mortales en ese momento.
La especie humana crecía en número muy lentamente, e incluso en
muchos períodos se estancaba o decrecía. Esto dependía en gran medida
de las condiciones climáticas y de migraciones de animales comestibles
en una zona determinada. Los primeros avances de civilización de la
Humanidad, entiéndase la agricultura, la caza, y más tarde la pesca,
fueron desarrollados por las mujeres, cuyos frutos daban no solo a sus
hijos, sino también ofrecían a los machos que pasaban por sus clanes a
cambio de ser inseminadas.
En estas comunidades, pasaban a veces meses sin recibir visitas
masculinas, y las necesidades sexuales egoístas de cada integrante se
solucionaban con relaciones lésbicas plurales abiertas y casuales sin fon-
do sentimental. Como veremos más adelante, la unión entre lo sexual-
sensual y lo sentimental-afectivo vendrá más adelante en el tiempo,
como una de las bases de la revolución, aún en ciernes.
Para los hombres la cuestión era distinta. Los grupos nómades vaga-
ban por diversas regiones estando un tiempo con cada grupo femenino,
donde eran agasajados a cuerpo de rey, en todos los sentidos, para que
estén allí la mayor cantidad de tiempo posible, al menos hasta haber
servido a todas las hembras en condición de serlo. Pasado un tiempo, el
grupo daba curso a su instintiva búsqueda de nuevas hembras, y salían
hacia otro grupo. Solo un invierno crudo o circunstancias atmosféricas
particulares podían aumentar su tiempo de estancia. Ellos eran un bien
escaso, y por lo tanto valioso, para todas aquellas comunidades que de-
pendían de ellos para concretar su propio camino instintivo, la procrea-
ción. Andaban de aquí para allá, sin rumbo fijo, comiendo y viviendo
con los medios que tomaban de cada grupo que visitaban. Si se cruzaban
con otro grupo macho, se unían, o bien, con total indiferencia, seguían
cada uno su rumbo, ya que había hembras para que los mantengan a to-
dos. El hecho de andar en grupos respondía a necesidades de defensa en
los trayectos entre comunidades femeninas, sobre todo de los animales
salvajes, pero había casos de hombres que andaban en solitario.
31
El origen de la monogamia...

A nivel de trato interpersonal, hombres y mujeres eran sumamente


distintos, prácticamente como si fueran de dos especies diferentes. Las
hembras eran más inteligentes y laboriosas, por el simple hecho que
debieron desarrollar esas capacidades para subsistir, si bien como vere-
mos, luego de la revolución ese proceso fue inverso. Los hombres eran
más bien toscos y holgazanes, eran vividores, parásitos que vivían de los
grupos de hembras, quienes los veían como un mal necesario.
Pero un día las hembras dijeron basta, y motivos no les faltaban para
intentar cambiar las cosas. Y comenzó una lenta revolución, la cual no
sabemos a ciencia cierta donde empezó, aunque sí sabemos que ya sus
leyes regían al comienzo de la historia escrita humana.
Sí sabemos, que las modificaciones en la conducta forzaron cambios
genéticos fisiológicos que luego se transformaron en parámetros más
o menos estables, así como en su momento una necesidad concibió el
período de fertilidad de veinticinco días al mes.
Un individuo es una sociedad en miniatura, y lo propio es una so-
ciedad con respecto a la humanidad toda, e incluso con respecto a la
naturaleza. Así hay leyes que si bien fueron promulgadas por el hombre,
ya estaban en la madre naturaleza desde tiempos inmemoriales. Esto
ocurre, ni más ni menos, con la ley de oferta y demanda. Vamos a ver
ahora esta norma aplicada en la economía, ciencia con la cual natural-
mente la asociamos, para aplicarla luego en las ciencias biológicas.
¿A quién se le ocurriría pelearse por el aire que respiramos? A
nadie. Pues es un bien abundante y de fácil acceso, de tan fácil acceso
que aunque no lo pidamos lo tenemos. Abundancia y fácil obtención, los
dos parámetros que hacen que un bien sea de bajo valor. Siguiendo una
escala más o menos lógica podemos ir al agua potable, cuya situación es
más delicada. En regiones como la que yo vivo, en los márgenes del Río
de la Plata, el agua dulce apta para consumo humano es algo corriente.
Si uno no posee en su domicilio particular el servicio provisto por el es-
tado, es libre de hacer un pozo y extraer de ahí el líquido, que en el 99%
de los casos es apto para el consumo humano, y por supuesto gratuito.
32 Javier Rafael Maffei

Avanzando en complejidad, encontramos por ejemplo el maíz y la


soja, dos artículos cuyo valor aumenta o disminuye de acuerdo a como
han sido las cosechas cada año en los países productores y la necesidad
que se tenga de ellos en los países compradores. Lo mismo ocurre con
el petróleo, el acero, el cobre, el cuero, etc.
Como paradigmas tenemos a los metales preciosos como el oro y la
plata, cuya escasez es justamente lo que le da valor, en estos casos por
haber sido aceptado por convención por el ser humano desde hace miles
de años como moneda.
Si las perlas y las esmeraldas fueran tan accesibles como las piedras
de un arroyo o como la arena del mar ¿tendrían el valor que tienen?
Obviamente que no. ¿Si el caviar o las langostas serían tan abundantes
y accesibles como las naranjas o los limones, que incluso podemos plan-
tarlos nosotros mismos, tendrían el valor que tienen, y sería su sabor tan
fino a nuestro paladar? Seguramente que no.
Si las trufas o los champiñones fueran tan económicos como la
lechuga o los rabanitos ¿Serían como son objeto de deseo de chefs y
gourmets de todo el mundo? Sabemos que no.
La escasez, necesidad natural o por convención y la dificultad de
su acceso da valor a las cosas, y la abundancia y la fácil obtención lo
disminuye. Esto puede variar incluso, dentro de un período de tiempo
por muy diversos factores, sean humanos o naturales. Por ejemplo, si una
gran sequía arruina las grandes zonas de plantación del tomate, aquellos
que cosechan dicho fruto tan requerido por las mesas de los argentinos,
aumentarán enseguida su valor pues saben que son los proveedores
exclusivos. Imaginemos que salvo en Venezuela, se agotan los pozos
petroleros de todo el mundo, sin haberse aún desarrollado con eficiencia
energías alternativas. Es fácil suponer que el precio del barril de petróleo
llegaría a las nubes, y los venezolanos nadarían en dinero y las piedras
de las calles serían de oro y plata.
A lo largo de la historia reciente, son numerosos los casos de ma-
niobras hechas a propósito para subir o bajar el valor de un producto,
con fines netamente económicos y financieros o con fines políticos.
33
El origen de la monogamia...

Por ejemplo, y siguiendo con el oro negro, hace más de treinta años,
los países musulmanes productores de petróleo, redujeron a la mitad su
producción durante mucho tiempo, para así bajar la oferta y hacer subir
el precio, para perjudicar a las economías de los países occidentales que
apoyaban la expansión y la existencia misma del recientemente creado
Estado de Israel. De hecho también en los últimos treinta años las deno-
minadas “guerras por el petróleo” han dominado la escena geopolítica
mundial, incluso en la actualidad. Si el petróleo fuera abundante y de
fácil obtención, como lo puede ser la arena y las rocas en el norte de
África, en vez de un recurso limitado, escaso y de difícil acceso (los
costos de exploración y explotación llegan a cifras inimaginables), ¿a
quién se le ocurriría derrocar gobiernos, involucrar a múltiples estados
en conflictos armados y tejer complejas intrigas por él?
Situaciones como esta se han dado también con el oro, los diaman-
tes, el cuero y el acero en numerosas oportunidades.
Cuando se quiere que un bien aumente su valor, se baja la oferta y se
hace difícil de obtener, creándose competencia entre los demandantes de
ese producto para quedarse con él. Esta fue la base de la revolución de
las féminas. Tan simple como eso. Pero con algo tan simple y fácil, han
logrado someter casi hasta el absurdo a sus compañeros de especie, a los
machos, hasta ese momento los grandes señores de la Tierra.
Asumiendo un gran riesgo, y sabiendo que muchas de ellas tendrían
que pagar el costo de la revolución, en el sentido de no poder cumplir
sus mandatos naturales, encararon un proceso gradual que consistía
básicamente en transformarse de parte demandante de un bien, o mejor
dicho de un servicio, a parte oferente, sabiendo que la otra parte ne-
cesita, en el corto plazo, más del intercambio sexual que ellas. Para el
macho, la eyección seminal es literalmente una necesidad fisiológica, si
transcurrido un determinado período de tiempo no libera el fluido, sus
percepciones sensoriales, su carácter y su razonamiento lógico cambia,
aflorando en él lo salvaje por sobre lo humano, en el sentido de lo irra-
cional sobre lo racional, hasta que a través de poluciones espontáneas
o la masturbación vuelve a su estado de razonabilidad, que le dura de
34 Javier Rafael Maffei

hecho muy poco. Este período de tiempo varía de acuerdo a múltiples


factores como pueden ser la edad, la raza, y características particulares
de cada individuo, pero siempre hablamos de corto plazo. El macho bus-
ca la forma de vaciar de sí aquello cuya acumulación lo altera. El semen,
al igual que la orina o la materia fecal, no puede almacenarse dentro del
cuerpo del hombre indefinidamente, debe salir. El macho busca donde
evacuar una necesidad, y ese lugar es en una hembra, quien, para darle
más atractivo al asunto, además le proporciona placer al hacerlo, y a
su vez ese placer acelera la necesidad del macho. El hombre busca su
satisfacción, y ella se personifica en la mujer. Y punto. El no piensa en
nada más. No está en su mente las consecuencias de un acto sexual, pues
fue diseñado para inseminar una fémina y partir a buscar otras, no para
ocuparse de aquello que deja tras de sí.
La hembra tiene un deseo de apareamiento mucho más suave que el
del macho, mucho más fino y elaborado, no hay en ella desesperación,
y ligado naturalmente a la necesidad de procreación. Su libido aumenta
en esos períodos donde tiene mayor fecundidad, es decir, mayor posi-
bilidad de quedar embarazada en caso de recibir semilla. Al contrario
que el hombre, puede estar largos períodos sin concretar actos sexuales,
y no sufre, específicamente por ello, alteraciones de ningún tipo, las al-
teraciones hormonales que le surgen son por la inutilización del aparato
reproductivo, no por la falta de sexo en sí misma. Es común escuchar
que de alguna mujer soltera se dice que tiene mal carácter porque no
tiene relaciones sexuales, lo cual es una falacia. Su mal humor, en todo
caso, se debe a que no está cumpliendo el mandato genérico de atrapar
para sí un macho, y lograr de éste que le dé hijos, y que éste cuide tanto
de ella como de ellos.
La revolución comenzó, literalmente, el día que las féminas hicieron
valer su ventaja de no tener una necesidad inmediata como el hombre,
sino una necesidad a mediano plazo, y empezaron a negarse a estar a
merced de los antojos de aquellos.
Es imposible saber si todo comenzó al mismo tiempo y en la misma
región, o si surgió en un lugar y luego se expandió.
35
El origen de la monogamia...

Como el fuego y la rueda, no se sabe exactamente cómo se fueron


transmitiendo los conocimientos a todos los seres humanos, pero en un
período similar, los hombres hacían fogatas y cocinaban en el sur del
continente americano y en el norte de Europa y Asia, sin que hubiera ha-
bido nunca contacto aparente entre ellos. Por los restos fósiles a nuestra
disposición, se induce que a la llegada del homo sapiens la revolución
o mejor dicho el nuevo orden de cosas resultante de la misma ya estaba
instalado, y por lo tanto ya empezaba a haber falta de recursos por el
consecuente aumento demográfico que en breve desarrollaremos (frutos,
agua, animales), entonces todos o casi todos los grupos humanos, ya con
machos y hembras viviendo juntos en forma permanente, pasaron a ser
nómades, siguiendo las zonas con medios de vida disponibles, lo cual
cambió luego con la intensificación de la agricultura.
El diseño del plan preveía casi todas las alternativas posibles. Situé-
monos en una región determinada, donde como siempre, comunidades
de mujeres recibían periódicamente a grupos masculinos que a cambio
de inseminarlas, las utilizaban como fuentes de placer y les consumían
sus reservas de alimento y agua, y luego de pasar con ellas a lo sumo
un período de inclemencia climática, las dejaban para ir a otras comuni-
dades de hembras. Alguien vio esto, vio como sus condiciones de vida
eran desventajosas con respecto a los hombres, y pergeño un cambio de
estrategia que fue determinante. Simplemente comenzaron a decir no.
Podemos inferir que en una región no muy poblada, con pocos gru-
pos de mujeres, pero seguramente muy desarrollados (para su época) y
con cierto grado de comunicación entre ellos, las hembras comenzaron
a negarse a recibir a los grupos de machos, quienes en principio sim-
plemente se fueron al próximo grupo de hembras, quienes tampoco los
recibieron como antes, y encima de eso, les exigían a ellos alimentos y
bienes a cambio de tener relaciones sexuales. Los hombres, que no de-
bían entender en principio que pasaba, se marchaban, pero al pasar un
tiempo, y ver que su necesidad de eyaculación no se satisfacía y ya se
transformaba en un trastorno, consiguieron alimentos y con ellos fueron
donde un grupo de hembras, quienes los recibieron. Como a los hombres
les costó trabajo y bienes lograr ingresar al grupo, se quedó más tiempo
36 Javier Rafael Maffei

de lo habitual, en primer lugar para descansar, tengamos en cuenta que


los hombres no eran la parte trabajadora de la Humanidad justamente,
y en segundo lugar para amortizar, utilizando términos económicos, su
inhabitual esfuerzo. Pero pasado un tiempo, y ya habiéndose producido
todos los entrecruzamientos de apareamiento posible entre los dos gru-
pos, los machos se van, pues no están acostumbrados a estar siempre con
las mismas féminas. El grupo se va en busca de nuevos asentamientos
de mujeres, quienes le exigen también alimentos y además ahora traba-
jo a cambio de recibirlos. Ellos no están acostumbrados a hacerlo, son
naturalmente holgazanes, y optan por volver al grupo de hembras para
el cual ya trabajaron mucho, para el cual ya pagaron entrada, quien los
recibe, no pidiéndoles nada en lo inmediato, pero si exigiéndole que
trabajen a la par de ellas. Este paso atrás fue el mayor error voluntario
de todos los tiempos, y lo dieron los hombres de aquel entonces, en lo
que significó la perdición y la servidumbre para todos los que vinieron
o mejor dicho vinimos después.
El hombre habita la Tierra desde hace entre ocho y diez millones
de años, pero en los últimos quince mil ha habido avances importantes.
¿Qué hizo que de pronto tuviera que desarrollar su inteligencia, que lo
obligó a dominar su medio ambiente para su provecho, en ese momento
y no antes? El hombre tuvo que “progresar”, pues las hembras solo se
dejaban servir al mejor o a los mejores postores, y así nació la economía
y las relaciones de plusvalía con las bases que hoy conocemos. En la eta-
pa anterior a la revolución, el hombre vivía una vida dedicada a disfrutar
de la misma, sin otra preocupación que aparearse con cuantas hembras
le diera el físico, y recibir de éstas alimento y otros bienes, si bien bá-
sicos, suficientes para su mantención. Luego de la revolución, él tuvo
que salir a buscar recursos para que las hembras lo aceptasen, y luego
con el correr de los siglos, al irse equiparando la cantidad de hembras
y machos (el gran logro genético fisiológico que fue fundamental para
la causa de las féminas), se vio en la necesidad de competir con otros
machos para poder aparearse, y así surgió todo, así surgió el mundo
actual, con y por esa motivación, inexistente antes de la revolución para
el ser humano macho.
37
El origen de la monogamia...

El macho humano aprendió a trabajar, y la hembra cada vez comen-


zó a delegarle tareas que eran suyas, como la obtención de alimentos y
la protección de la comunidad de ataques de animales. Solo basta mirar
en otras especies en las cuales la revolución no se desarrolló de la misma
manera, como las hembras conservan tales funciones. Así por ejemplo
entre los leones, son las hembras, más pequeñas, ágiles y flexibles (como
las humanas con respecto a sus machos) quienes cazan y traen alimentos
a la manada. Y en todas las razas de perros, las hembras son más guar-
dianas que los machos, hecho que se evidencia, entre otros puntos, en
su percepción y consecuente reacción ante ruidos y presencias extrañas
durante la noche. Están naturalmente atentas a amenazas para sus crías
reales o hipotéticas, mientras el macho duerme.
En estas comunidades primitivas donde se había asentado un grupo
macho, regía aún la poligamia cruzada, es decir todos los machos ser-
vían a todas las hembras, y a las criaturas se las consideraban si bien
paridos por una madre determinada, hijos de todas las mujeres. Como
ya dijimos anteriormente, ante tal libertad sexual, se podía saber quién
era la madre de un niño, pero nunca con certeza quién su padre.
El hombre, o todavía deberíamos decir el grupo de hombres, debía
esforzarse para tener hembras a su disposición, y eso produjo, luego de
la primera negación de las mujeres, otro hecho basamental de la revo-
lución. Otro grupo de hombres pretende usar a las hembras del grupo,
el primer grupo macho los enfrentó y los expulsó, ya que estar allí le
había costado tiempo y esfuerzo. Por primera vez dos grupos machos se
enfrentaban entre sí, y era por un bien que cada vez se convertía en más
preciado, ya que ni lentas ni perezosas, al ver las féminas la reacción
violenta del grupo macho que se había establecido con ellas, comenzó
a exigir más y más de los hombres, pues se dieron cuenta hasta donde
podían llegar ellos para poseerlas.
El grupo expulsado toma lo ocurrido con asombro, y al ir posterior-
mente a varios grupos femeninos que le exigían trabajo y bienes para su
ingreso, luego de negarse instintivamente a los primeros, al verse acu-
ciados por la necesidad de apareamiento, accedieron y se establecieron
38 Javier Rafael Maffei

con una comunidad femenina, repitiendo los hechos del primer grupo
de hombres, quienes los habían expulsado. Ya tenemos hasta aquí dos
grupos de hembras cerrados a recibir grupos de machos, ya que tienen
para sí, por decirlo de alguna manera, un grupo estable, que no solo las
insemina, sino que trabaja para ellas y les da protección, tanto de los
animales salvajes, como de otros grupos de machos, quienes antes ve-
nían y las despojaban de los pocos o los muchos alimentos que podían
almacenar.
A partir de este momento, se desarrolló un proceso escalonado que
fue puliendo y perfeccionando el plan original de las primeras mujeres
revolucionarias, quienes como veremos, de a poco van dejando de actuar
como grupo, para ir teniendo luego una conciencia cada vez más indivi-
dual, aunque vistas en su conjunto, comprenderemos que todas y cada
una de ellas forman un sistema de engranajes orientado a mantener su
explotación sobre los hombres. Citando nuevamente a Schopenhuauer,
“todos los leones son en el fondo un solo león”, y todas las mujeres son
en el fondo una sola mujer.
Esta revolución, como todas en la historia, tuvo héroes y mártires.
Aún los hombres seguían siendo un recurso escaso, y los grupos feme-
ninos que retenían hombres, dejaban sin ellos a otros grupos de féminas.
Pero en este punto se da un proceso social que permitió que muy pocas
comunidades de féminas perecieran. Por un lado, algunos grupos utili-
zaron a los varones de su propia comunidad, aún niños al momento del
cambio, pero que en pocos años ya podían inseminar, y para con los cua-
les luego se tendría el mismo patrón de conducta para con los varones
de los grupos más grandes, es decir, se los haría trabajar, bajo amenaza
de negarse las hembras a tener relaciones con ellos. Por el otro, los gru-
pos femeninos que se quedaron sin hombres, migraron y se acoplaron
a grupos que contaban con ellos. Solo en caso de ser rechazados varias
veces, quedaban a la deriva a la espera que el paso del tiempo termine
vegetativamente con ellas.
Volvamos ahora a los nuevos grupos, con mujeres por un lado, y
hombres que debían trabajar y producir para que las mujeres dejen que
39
El origen de la monogamia...

las apareen. Cada comunidad era una unidad económica y social, en la


cual, en principio, el sexo cruzado entre todos era la regla. Con el paso
del tiempo y la convivencia, los varones sentían más atracción, sea por
cuestiones físicas o de trato, hacia determinadas hembras que hacia
otras. Las primeras, al notar esta situación, le exigían a los hombres que
querían estar con ellas (aún hablamos en plural, no de parejas de dos)
bienes materiales como comida y abrigo, y prioridad en el coito para
tener más posibilidades de estar encinta, y de esta manera, al no tener
que trabajar, poder cuidar más su gestación. Así tenemos a mujeres que
podían no trabajar, pues al ser más atractivas físicamente tenían más
machos que las mantenían y cuidaban, y luego el grupo mayoritario de
féminas que trabajaba, quizás junto con los hombres, en las tareas comu-
nes, y a su vez eran servidas por los hombres, aunque siempre después
de las hembras más solicitadas.
En esta instancia nacen dos hechos que definen la revolución e in-
fluyen en el desarrollo social y económico posterior de la Humanidad.
Como dijimos líneas arriba, las mujeres más requeridas, sea por
juventud, belleza, habilidades en el coito, o lo que fuere, empezaron a
dejarse servir por aquellos hombres que más le proporcionaban, negán-
dose a aquellos que no las satisfagan en las ofrendas. Así el hombre co-
menzó a desarrollar su sentido de habilidad para la producción, primero
individualmente y luego en conjunto, para poder acceder a las mejores
hembras. Los hombres comenzaron a competir entre sí, en un comienzo
entre los del mismo grupo.
En segundo término, las mujeres menos atractivas, si bien eran
servidas por los hombres, necesitaban de quienes las proveyeran y tra-
bajaran por ellas, pero los hombres solo lo hacían para las atractivas, que
ponían precio a su aceptación para el coito. Por un proceso de transmi-
sión genética aún no definido científicamente, las mujeres comenzaron
a engendrar más machos que antes, y la relación, de cien a uno, como
era originalmente, fue emparejándose, para que para cada hombre haya
menos oferta de mujeres, así aumentaría su demanda, y todas pudieran
exigir a los hombres que hagan tareas por ellas a cambio de ser servidas,
40 Javier Rafael Maffei

ya que pese a que iba aumentando la cantidad de hombres, siguieron vi-


niendo al mundo con la misma libido y capacidad de procreación como
cuando eran minoría, cuando eran uno cada cien mujeres. Así, cuando
los machos, cada vez más numerosos, se veían sin tantas hembras como
opción, optaban por las disponibles, quizás las menos atractivas, que a
su vez, al verse como objeto apreciado por la falta de oferta, también le
exigían cosas al macho. Como ya se dijo, en la naturaleza es muy difícil
que haya cosas sin sentido. Pudiendo un ejemplar macho servir a una,
dos, o más hembras al día, todos los días de su vida (son incontables los
casos de adultos ancianos que engendran hijos), alcanza con un macho
cada cien o más hembras para la supervivencia y la procreación. De ahí
en adelante, hasta llegar a la serie numérica actual de mitad y mitad en
la cifra total de nacimientos, se ve claramente que algo no natural, algo
raro, ha pasado.
Si bien he consultado numerosas fuentes, no he podido llegar a
una conclusión científica sobre cómo se logró aumentar el porcentaje
de machos con respecto a hembras en el número de nacimientos, hasta
llegar al uno a uno, pero el argumento más cercano a lo que pasó, me
lo dio no un naturalista o un biólogo, sino uno de mis hobbies, la pesca.
Uno de los peces más preciados en las lagunas y ríos de la provincia de
Buenos Aires es el pejerrey, tanto es así que su demanda hace que se lo
críe artificialmente, es decir en criaderos, para luego esparcirlos en las
lagunas públicas o privadas para su usufructo turístico o incluso para
su venta directa a pescaderías. Y recientemente se descubrió que apenas
salen de sus huevos, todos los pejerreyes no tienen sexo, y este se define
en la segunda o tercera semana de vida, y se vio también, que la canti-
dad de hembras o machos depende de factores climáticos y ambientales,
así en épocas frías es mayor la cantidad de machos, y en épocas de calor
aumenta la cantidad de hembras. No sería de extrañar que a través de la
temperatura intrauterina, el instinto femenino global regule a la largo de
todo el mundo esa paridad de un hombre por cada mujer. Creo que en
este sentido hay que profundizar las investigaciones, pero no olvidemos
que dentro de la madre, en el útero, el feto es como un pez… (Muchas
casualidades juntas ¿no?).
41
El origen de la monogamia...

Otra posibilidad tieneque ver con el nivel de potencial hidrógeno,


más conocido como PH, dentro del útero, pero tampoco hay certezas al
respecto.
Las hembras de cada especie llevan en sí el mandato instintivo de
la procreación, y la naturaleza manda sobre ese mandato, o al menos
lo hacía hasta la revolución. Las hembras de ciertas especies, y más las
humanas, a través de la revolución han querido tomar ellas las riendas
del asunto, pues al poner a los machos a su servicio, podrían decidir
ellas la multiplicación de la especie a su antojo, sin depender de los
parámetros que disponga la naturaleza, pues tenían a otro individuo, al
macho, cumpliendo funciones de aprovisionamiento, acompañamiento
y cuidado que antes no tenía. Si el ecosistema daba cupo, por decirlo de
alguna manera, para que sobrevivan un millón de bebés por año, luego
de la revolución, las hembras en su conjunto podían triplicar ese núme-
ro o más aún, pensando solo en su voluntad y por supuesto sin pensar,
por no saber o no importarle, en las consecuencias en el conjunto de la
especie humana, como en lo inmediato de ese momento la escasez de
comida por aumento de bocas para alimentar, lo cual sería problema
de los machos. A los ojos de nuestra sociedad actual, basada en la Fe
Cristiana, esto suena cruel, pero no debemos dejar de tener en cuenta
que, aunque nos duela saberlo, no somos más que animales. Seguramen-
te los más inteligentes, pero no por eso menos animales. Como decía
Nietzsche, el mundo no tiene corazón, y tonto sería reprocharle eso. La
naturaleza había diseñado las cosas para que haya tantos seres humanos
como posibilidad de alimentos había, y las hembras, con sus desbara-
justes, hicieron el caos que luego vino. Difícil es que exista un conflicto
que no sea causado por escasez de recursos, y a partir de entonces todo
fue escasez de recursos, pues un planeta creado para, por decirlo, diez
millones de habitantes, para que vivieran recolectando lo que ya había,
pasó a tener cada vez más, y así nació la competencia entre el hombre,
la explotación del hombre por el hombre, las guerras, en fin, todos los
males que existen desde hace tanto tiempo. Probemos en una pecera con
capacidad para cinco peces, meter cien, y sigámosle dando comida para
cinco. El conflicto es natural. Así pasó con nuestra humanidad. Me in-
42 Javier Rafael Maffei

digno al escuchar a gente decir por qué Dios permite ciertas cosas, como
los genocidios o las epidemias. Dios no planeó un mundo así. Alguien
lo degeneró, y ya sabemos quién, o quiénes.
El por qué la naturaleza no truncó de raíz este movimiento es una
incógnita, al igual que por qué fue de cierta manera cómplice al ser
funcional al aumentar la cantidad de machos que llegaban al nacer.
Quizás porque no tenía alternativa, o quizás cuando intentó volver atrás
de alguna manera ya era demasiado tarde, y la revolución ya se había
diseminado, como un virus, por demasiadas especies. Quizás decidió
ceder en ese momento y ser cómplice, sabiendo que más adelante podría
desarrollar métodos de control demográfico a nivel masivo, y hasta con
ellos tomarse revancha de la irreverencia de las hembras y su revuelta.
¿Será que las grandes epidemias, hambrunas, plagas, los desastres na-
turales, las grandes guerras, matanzas y genocidios de los últimos diez
mil años tienen que ver con ello? Al menos todo nos orienta hacia ese
sentido, hacia un control de natalidad de una parte de la naturaleza con
funciones de policía para decirlo de alguna manera, que intenta ejercer
cierto control sobre la especie. Sobre este tema nos detendremos y pro-
fundizaremos más adelante.
A medida que la relación entre cantidad de hombres y mujeres se
emparejaba, ellas empezaron a aumentar sus exigencias, y los machos
cada vez debían aceptar más condiciones, pues si no se quedaban solos,
o copulando con aquellas hembras de edad avanzadas, o que por dife-
rentes cuestiones nadie quería.
Así el hombre pasó de ser un reproductor itinerante, agasajado en
todo lugar que iba, por lo cual se la pasaba literalmente holgazaneando
y copulando, a ser un individuo con mentalidad económica, preocupado
en cómo obtener bienes para poder así acceder a las mejores hembras.
En ese momento surge el desarrollo económico de la Humanidad y se
pasa de una concepción naturalmente comunista, de comunidades, a
otra individualista. Un grupo de mujeres que eran las preferidas de un
hombre que las cuidaba bien, ya no compartía sus bienes con las otras
mujeres, ni se ocupaba de otros críos que no sean los suyos. El hombre
43
El origen de la monogamia...

solo tenía aprecio por los hijos de las mujeres que le costaban esfuerzo
y de los cuales tenía cierta seguridad eran suyos, pues las otras mujeres
recibían bienes e inseminación de varios machos, aunque con el tiempo
se fue avanzando hacia la exclusividad de un macho para varias mujeres,
quienes se negaban al resto, un concepto primitivo de harén, ligado al
concepto de propiedad privada, pues el hombre veía en sus hembras sus
bienes, y solo deseaba compartirlos con quien él quisiera, por convenien-
cia o buena relación, o con nadie, e incluso el macho, tal como si fueran
bienes materiales, intercambiaba en forma permanente o transitoria
hembras con otros machos cabezas de harenes.
Así la mujer comenzó paulatinamente a dejar las tareas que antes
hacía como cosechar, cazar y pescar, para estar en las comunidades
gestando y cuidando a los niños. Cada vez los grupos formados por un
hombre y varias mujeres tenían menos elementos femeninos, pues como
ya dijimos cada vez empezaron a nacer más hombres, hasta el momento
en que solo quienes más tenían podían tener más mujeres, y el resto una
o ninguna, optando en estos casos por migrar en busca de comunidades
con mujeres libres, o por practicar con otros hombres en su misma con-
dición la homosexualidad, formando parejas o grupos que vivían como
tales en los senos de estas pequeñas sociedades o se aislaban de ellas. A
su vez, muchos hombres se negaban al nuevo sistema, no por considerar-
lo revolucionario pues quizás ya estaba instalado hacía cientos de años
y no conocían conscientemente el sistema anterior, sino por sentirlo an-
tinatural, en virtud de que en ellos la esencia del sistema original estaba
mucho más fresca que en los hombres que vinimos después, con cientos
y miles de años más de la revolución ya en marcha. Entonces se aparta-
ban y se juntaban en comunidades de hombres como las primitivas, en
las que se practicaba el sexo libre y sin exigencias, trabajando todos para
todos. Es decir, el hombre homosexual surge mayormente como la resis-
tencia a ser dominado por un ser que hasta hace poco tiempo era tenido
por inferior y se lo trataba como a algo que se usa y se desecha, surge,
como la contrarrevolución. Estos patrones de comportamiento luego se
asimilaron genéticamente, y así hoy la mayoría de los casos de homose-
xualidad son natos, es decir que la persona nace con esa predisposición,
44 Javier Rafael Maffei

contra una minoría que la adquiere por voluntad propia. El homosexual,


en sus orígenes, es ni más ni menos que un héroe, un idealista, alguién
que resiste la doblegación ante las hembras.
Avanzaremos ahora en la historia hasta la época actual, donde na-
rraremos como está la revolución en estos días, y a cada hecho le aña-
diremos su conexión y su fundamento en las primeras épocas, para su
cabal comprensión. Antes dar comienzo a la siguiente parte del ensayo,
debemos, sumariamente, dejar establecidos los siguientes hechos:

1. La monogamia no es natural al varón, ya que fue genética y fisio-


lógicamente diseñado para servir a varias hembras, por eso en los
orígenes había un macho cada cien o más hembras.

2. En un principio, las hembras, siendo mayoría, se ocupaban de las ta-


reas de mantención de las comunidades, como la caza, la recolección,
y más tarde la agricultura y la pesca. Los hombres formaban grupos
itinerantes que se establecían temporalmente en esas comunidades de
féminas a inseminarlas a cambio de alimentos.

3. El desarrollo económico y tecnológico de la Humanidad surge al


necesitar el macho, quien hasta ese momento era holgazán por natu-
raleza, bienes para ser aceptado por las hembras.

4. La revolución social comenzada por las féminas fue cada vez más
exitosa debido a una transmisión genética de ellas mismas a las gene-
raciones venideras, que significaba el arribo de cada vez más machos.

5. Antes de aplicarse en las relaciones económicas, la ley de oferta y


demanda ya regía en la naturaleza. Al haber más hombres con las
mismas necesidades de eyaculación permanente que antes, cuando
eran minoría, su necesidad fue usufructuada por las mujeres en su
beneficio y en el de sus crías. Las mujeres pasaron de ser quienes
45
El origen de la monogamia...

debían ofrecer cosas para que las inseminen, a poner precio y condi-
ciones para dejar inseminarse.

6. Los varones homosexuales son individuos que se negaron al nuevo


orden, y crearon un nuevo género con los valores humanos originales
de sexo libre y bienes compartidos.
La homosexualidad es transmitida genéticamente, aunque hay casos
en los que es adquirida. Así como las hembras transformaron gené-
ticamente los códigos para aumentar la proporción hasta igualar el
número de nacimientos de féminas con el de machos, la homose-
xualidad es una contrarrevolución, también genética, esta vez de los
hombres, ya que los individuos homosexuales vivían por fuera del
sistema impuesto por las mujeres luego de la revolución. Es decir
que los individuos homosexuales son quienes pudieron escapar de
los alcances de la revolución, aunque por su minoría debían convivir
muchas veces con el sistema de vida, con la sociedad y los valores
impuestos por ésta.
Las relaciones lésbicas, en cambio, son muy anteriores, y eran natu-
rales a todas las mujeres, que pasaban largos períodos entre el paso
de uno y otro grupo de machos itinerantes.

7. La revolución creo en el macho la necesidad de superarse no solo a


sí mismo sino a los otros machos, para acceder así a bienes que le
acerquen las mejores hembras.

A medida que el proceso avanzaba, la población aumentaba, y los


recursos naturales, que antes alcanzaban para todos con solo recolectar-
los, a mayor o menor distancia de los asentamientos, dejaron de hacerlo.
Al cuidar el macho de la hembra y su cría, disminuyó la mortandad in-
fantil, método natural a las especies para su control demográfico, siem-
pre ligado a la capacidad del medio ambiente de provisión de alimentos.
46 Javier Rafael Maffei

Así surgió la necesidad de “crear” recursos, a través de la agricultura y


la crianza de animales.
Nació el desarrollo económico y tecnológico del hombre, por una
necesidad que durante casi diez millones de años no existió. De esa
forma llegamos a la sociedad humana tal cual la conocemos hoy, ya que
en su afán de superarse el hombre se asoció a otros para obtener mayo-
res beneficios, y también luego los grupos más poderosos dominaron a
los más débiles. Luego vinieron los imperios, las rutas económicas, los
descubrimientos científicos, las artes, y otras maravillas, pero también
las guerras, la esclavitud, la opresión, las hambrunas y las pestes, ya
que el planeta no estaba preparado para tanta población. Sus recursos
alcanzaban para que pudieran vivir, recolectando, cazando y más tarde
cultivando, un número determinado de individuos establecido en base
al crecimiento demográfico anterior a la revolución.
4. En nuestros días

Desde la revolución hasta nuestros días muchas cosas cambiaron, en


gran parte justamente por ella. Sus bases continuaron, es decir la hembra
siempre mantuvo su rol de artículo de difícil obtención por el cual el
macho debía esforzarse por conseguir sus favores, como una dadiva de
su gracia. Pero a su vez, el macho, cuya inteligencia despertó al verse
obligado a progresar en el nuevo orden de cosas para obtener bienes y
así obtener hembras y protegerlas, evolucionó y en muchos aspectos
superó a las hembras, quienes solo siguieron manteniendo sobre ellos
la subyugación por ser proveedoras de placer sexual. Entonces las hem-
bras fueron modificando y perfeccionando métodos de caza y dominio
aprovechando esa ventaja, como ahora veremos, para seguir haciendo
cautivos a los hombres.
Solo mentes brillantes pudieron crear el más efectivo método de
cacería, consistente en que el cazador se haga pasar por presa, y atraiga
de esta manera hacia él a quienes son las verdaderas víctimas. En estas
líneas se resume toda la trama vincular moderna entre el hombre y la
mujer.
Con el paso del tiempo, el varón fue cada vez más perspicaz, y
esa sapiencia le dio luz al hecho de la inconveniencia de ceder ante las
féminas, por lo cual éstas han debido agudizarse, pero con los mismos
objetivos que al comienzo de la revolución.
Los cazadores de jabalíes tienen formas de caza comparables a los
utilizados por nuestras compañeras de especie. Ellos reconocen la difi-
cultad de encontrar y perseguir al animal, pues éste es huidizo y huele a
su predador. Por ello, el cazador simplemente se aposta en las cercanías
de los espejos de agua, donde los animales sí o sí deberán en algún mo-
mento ir. La bestia quizás huela el peligro, pero solo tiene dos opciones:
buscar otra fuente de agua, quizás lejana o incierta, o arriesgarse a bajar
a beber asumiendo el riesgo, y es cuando opta por la última opción cuan-
do pierde. Así hacen las féminas. Saben que el hombre las necesita por
48 Javier Rafael Maffei

ser fuentes de placer, y una vez que están ellos a su disposición, tratarán
de enlazarlos para siempre, con ayudas que han recibido, para variar,
de su amiga la naturaleza. Los ejemplos de predadores que esperan a su
presa donde sabe fehacientemente que ésta debe ir en algún momento
son infinitos, tanto en mamíferos como en formas de vida más primitiva.
Solo para citar dos, citaremos a las leonas que esperan a las cebras o
búfalos en los pastizales o a los cocodrilos que se mecen en los lechos
de las playas de los ríos.
El ser humano macho tiene una necesidad permanente de copular,
que se puede renovar incluso varias veces en el mismo día de producirse
el hecho. Por cuestiones fisiológicas, si transcurre mucho tiempo sin que
la eyaculación se produzca de alguna manera, la abstinencia afecta fa-
cultades racionales del ser, que bajo este estado es capaz de hacer cosas
que en circunstancias de equilibrio no haría. El macho quiere copular,
y no ve más allá.
Las hembras son conscientes de este hecho. Si ellas accedieran sin
más a los deseos de los hombres, éstos usarían de ellas y las dejarían
luego de utilizarlas para ir a buscar otras hembras, habiéndolas insemi-
nado o no, el cual es el fin principal de ellas, y negándose por supuesto
a acompañarlas y proveerla de lo necesario en la gestación y posterior
crianza de los niños, y no solo me refiero a lo material, sino también a lo
afectivo. Si pudiera hacerlo, el macho viviría por supuesto en su estado
primitivo pre revolucionario, es decir copulando de aquí para allá, sin
detenerse mucho en ningún lado, y por supuesto no haciéndose cargo de
ninguna situación de paternidad. No olvidemos que el instinto paternal
no existe en la naturaleza, solamente afecto por los hijos de la hembra
que le da placer y en todo caso acostumbramiento. El caso humano es
similar aunque por convenciones morales difiere bastante del de los
animales inferiores.
Ellas saben que los varones irán a ellas, y ellas elegirán a quien
más le convenga, viendo en cada candidato a quien será el mejor padre
de sus hijos, y esto puede ser consciente o inconscientemente. En los
primeros años de desarrollo sexual, es decir en la pre adolescencia y
49
El origen de la monogamia...

en la adolescencia temprana, pudiendo estimar como parámetro entre


los once y los catorce años, la hembra tiene un sentido de las relaciones
sexuales bastante similar al de los hombres, aún no se despierta esa
sed de procreación que vendrá más tarde, y esto se manifiesta en su
conducta. si es en muchos casos similar al de las hembras de edad más
avanzada, es solo por una cuestión de mandato social. A partir de los
quince o dieciséis años, la hembra analizará a cada ejemplar que se le
acerque, y cuando alguno le satisfaga, le dejará entrar de a poco en su
terreno, y le hará sentir como logros suyos todo avance en el camino a
la copulación, pero en realidad es como quien con cebo atrae a su presa
cada vez más a su guarida, para allí terminar con él. Solo que en este
caso no es para matarlo, sino para anularlo como hombre en el sentido
de macho inseminador de hembras y transformarlo en un varón de uso
exclusivo de una sola hembra, para la cual debe esforzarse para darle
sustento, no solo a ella sino también a sus críos. Menos cruel hubiera
sido que lo mate.
Las armas de las hembras para cazar machos son múltiples, y son
tomadas de la naturaleza como veremos más adelante, como lo es el he-
cho antes mencionado de tener la hembra humana la capacidad de estar
casi siempre en estado de aptitud para la inseminación, mientras que en
el resto de los mamíferos, este estado, el cual se denomina celo, solo se
presenta tres o cuatro días cada mes o cada varios meses, dependiendo si
se habla de animales chicos, como los roedores, o de otros más grandes,
como perros, vacas o elefantes.
Las mujeres tienen en su mente un objetivo muy claro, grabado en
sí a fuego por el instinto: capturar un macho que les de protección y
sustento económico, físico y emocional, no solo a ellas, sino a los críos.
Para ello muchas veces hará cosas que no le interesan en verdad, pero
que las toma como una excursión de cacería. A los aborígenes del no-
roeste del Brasil y sur de Venezuela dudo les guste pasar un día entero,
cuando no más, llenos de barro en un pantano, haciendo de carnada
humana para cazar boas, pero lo hace pensando en que es el medio para
sustentar a su familia. A los cazadores de patos no les agrada pasar ma-
ñanas enteras en un arrozal con el agua hasta la cintura, si no le asegura
50 Javier Rafael Maffei

eso al menos un par de capturas. En ambos casos, sendos cazadores


cambiarán de método si éste no le resulta, o lo adaptarán de acuerdo a
la zona y al tipo de presas. Lo mismo ocurre con el pescador, que adapta
el tipo de anzuelo y la carnada de acuerdo a la preferencia del cardumen
en ese momento del año, del día y de la marea.
Así las hembras hacen muchas veces cosas que no les agradan del
todo, a las que no les encuentran sentido, pero deben hacerlas pues
deben ir a donde van sus presas, y dichas presas se piensan que son
ellas los cazadores, mientras es todo lo contrario. En discotecas, bares,
fiestas en general vemos a las mujeres que no entienden a los grupos de
hombres emborrachándose, pero van allí a intentar cazar uno de esos
hombres. Como la flor carnívora luce colores vivos para llamar la aten-
ción y atraer a la inocente mosca, así las hembras se adornan y arreglan
para atraer a los ingenuos machos.
Desde el comienzo de la revolución, han variado sus métodos de
cacería, con técnicas cada vez más complejas, pues a la vez el hombre,
a medida que aumentó su inteligencia, aumento las defensas ante las
predadoras, pero lamentablemente, basta ver solamente las estadísticas
oficiales de cualquier país de la Tierra, para ver que la mayoría de las
veces ellas ganan. He visto caer incluso a los mejores, provengan ellos
de cualquier rama de la ciencia, desde médicos e ingenieros hasta esta-
distas encumbrados.
En alemán trampa se dice “Falle”, y es un término femenino. En
inglés enamorarse es “falling in love”. Qué curioso. Algo así como ca-
yendo en el amor. O quizás… en una trampa.
Solo en una rama del conocimiento humano hay grandes focos de
resistencia: en la filosofía. Recién cuando promediaba mi juventud, en-
tendí la frase de Nietzsche “…nunca des fe a los trabajos de un filósofo
que sea casado…”.
A continuación, analizaremos distintos puntos que forman hoy par-
te del sistema de caza de las féminas, e intentaremos develar todos sus
métodos, desde los conocidos, públicos y hasta aceptados socialmente,
hasta aquellos que se camuflan para que los hombres no los percibamos.
51
El origen de la monogamia...

Quizás parezca al lector en principio que no hay una clara relación entre
ellos, pero al final de la lectura será evidente que todos y cada uno de
ellos forman un todo, como lo forman todas las féminas del planeta, con
un objetivo común, cumpliendo las mujeres de cada grupo su misión,
de mantener a los hombres cautivos, para que las inseminen y luego las
acompañen y brinden lo necesario para la crianza de sus hijos.
Muchos ítems parecerán más tomados de un manual de biología
que de un ensayo filosófico como aspira a ser esta humilde obra, pero
eso no debe sorprender, en virtud de ser el ser humano, pese a todos los
maquillajes y formalidades, es un simple animal. Basta con analizar los
instintos más básicos de éste, para ver que no somos más que eso.
De acuerdo a la región, como veremos, la revolución ha mutado,
pero llegando casi siempre a los mismos resultados, y lo mismo ocurre
de acuerdo a las épocas, hay registros muy sutiles de esas variaciones,
pues ningún historiador o narrador habla en sus crónicas de estas cues-
tiones, sino ya dan las cosas como son en ese momento. Pero comparan-
do un momento a otro, podemos ver como imperceptiblemente para casi
todo el mundo la posición de las hembras fue mejorando con el correr
de los siglos y superando obstáculos cuando se les han presentado. Para
esto veremos en perspectiva la situación de la mujer en los apogeos de
los imperios Griego y Romano.
Grecia salió de las Guerras Médicas fortalecida, era una verdadera
potencia económica, militar, pero principalmente cultural, de hecho
es la guía que tuvieron luego casi todos los estados occidentales, esta
hegemonía duró entre los siglos V y IV A.C., y de este período surgen
Sócrates, Sófocles, Esquilo, Aristóteles, Anaxágoras, Platón, Demócrito,
etc., etc., etc., es decir los más grandes pensadores de la humanidad de
todos los tiempos. Nunca hubo ni habrá un grupo de hombres tan sabios
todos juntos en un mismo lugar, Atenas y sus ciudades dependientes
eran fuentes de intelecto donde en las plazas, en las calles, en los mer-
cados, se hablaba y se discutía de filosofía. Gobernantes como Pericles
permitían a los ciudadanos despreocuparse de los asuntos de estado,
con respecto a los cuales votaban periódicamente, pero sabiendo que
52 Javier Rafael Maffei

estaban en buenas manos. En esta sociedad modelo, que hoy nos parece
utópica pero existió realmente, la pasión, el amor, el sexo como fuente
de placer se daba entre hombres, quienes tenían esposas, pero con una
finalidad meramente reproductiva y de crianza de los niños. Las mujeres
no participaban de la vida ciudadana, no votaban obviamente, y dentro
de las casas o fincas estaban recluidas casi todo el tiempo en áreas pre-
determinadas que recibían el nombre de “gineceos”. No hay registro de
ningún hecho trascendente de la cultura ateniense en el que participe
una mujer. Vayamos ahora setecientos años para adelante, en el siglo II
de nuestra era, en el apogeo de los romanos, y ya ahí la situación es muy
distinta. La mujer, si bien sigue sin participar en política ni en asuntos
de interés general, ha adquirido valor, así lo vemos reflejado en las leyes
de por ejemplo la gestión de Trajano como emperador. Había para las
damas dos crímenes que eran condenados a muerte, uno implicaba que
la esposa engañe a su marido, sea adúltera, es decir ya había un deseo
de no compartir algo que evidentemente era difícil de adquirir, mientras
que para los griegos era como la arena del mar, pues no era su fuente
de placer. El otre delito mortal era para ellas tomar vino, pues en teoría
podría llevarlas a tener conductas inapropiadas, o sea se buscaba la
castidad de la mujer, el sexo ya no era tan libre ni natural. De hecho, la
costumbre tan difundida sobre todo en los países latinos de saludar con
un beso en la mejilla, surge de cuando los esposos romanos llegaban a su
casa y olían a su mujer para verificar que no haya bebido. Incluso en los
Evangelios, encontramos en varios pasajes que las esposas de funciona-
rios romanos ejercían gran influencia sobre ellos, algo impensado para
un griego, así es como por pedido de su esposa que Herodes, gobernador
de Galilea en tiempos de Jesús, manda decapitar a Juan el Bautista, lo
cual hace muy a su pesar, pues lo consideraba una especie de referente
espiritual, tenemos aquí uno de los primeros casos registrados en los que
la carne, la pasión, vence al espíritu y a la razón. A esta altura ya tenía
vigencia el concepto de celos, es decir el hombre celaba a su mujer, no
la quería compartir, y por definición se cela a aquello que cuesta con-
seguir y que en caso de perderlo será difícil de reponer. Claramente se
53
El origen de la monogamia...

ve entonces que las hembras habían entre un imperio y otro retraído su


oferta una vez más, como cada vez que la revolución estuvo en riesgo.
¿Que pasó en esos seiscientos o setecientos años? No los podemos
saber con exactitud, pero vemos como de ser algo de escaso valor la
mujer se las arregló para volver a ser algo requerido y valioso. Antes de
los griegos la revolución ya había triunfado hacía mucho tiempo, pero en
ese momento y en ese lugar, al alcanzar un grupo de hombres un nivel
de sabiduría que haría peligrar todo el plan, vinieron otros imperios, en
su necesidad de espacio y recursos, y los derrotaron, es como si ante una
amenaza, surgen diversos mecanismos para acabar con ella.
Hablando de grandes filósofos, líneas arriba citábamos al gran
Anaxágoras, quien dijo mucho antes que nosotros que la naturaleza está
compuesta por multiplicidad de elementos distintos, dirigidos hacia un
objetivo determinado por una fuerza conductora que está por encima
de todo.
Es como si Dios no castigó la soberbia de los hombres y el descono-
cimiento de su Creador a través del diluvio sino retirándose del mundo
y dejándolo a merced de esa “fuerza conductora”, que ya vamos viendo
qué es y hacia donde quiere ir…
¿Siente miedo lector? ¿Teme desmoronarse al ver que vivió presa
de una conspiración? La verdad no es buena ni mala, lo que no tiene es
remedio, dijo alguien muy acertadamente. Usted conocerá la verdad,
quedará a su criterio qué hacer con ella.
5. Efectos colaterales no deseados.
Medidas y contramedidas.
Surgimiento del amor.
La prostitución como agente del status quo.
La moral cristiana.

El varón cambió súbitamente su modo de vida. De pronto se vio for-


zado a trabajar y a progresar si quería tener la posibilidad de aparearse
con hembras, y nótese que aquí digo aparearse y no servir, pues él no
piensa en la procreación, como ya hemos dicho y repetido, sino en la
mera exteriorización de su fluido seminal.
Al contrario de aquello que está más aceptado hoy en día, la mayor
inteligencia del hombre por sobre la mujer, siempre hablando en conjunto
por supuesto sin detenernos en los casos particulares, no está dada por
la tenencia de una cavidad cerebral de mayor tamaño en machos y en
hembras. Solo el tener en cuenta que un ser humano utiliza en promedio
un diez por ciento de su materia gris disponible da cuenta del carácter
secundario de este hecho meramente de volumen craneal.
Ocurre que la mujer tiene mucha energía y capacidad nerviosa y
celular destinada a la concepción, al dar a luz y a la crianza de sus hijos.
Asimismo sus funciones fisiológicas ligadas a ello, como su complejo
proceso menstrual, tienen en su cerebro su correspondiente paralelismo
y desgaste energético, y esa especie de castigo que sufre la hembra al no
quedar embarazada, cuando mes a mes se deshace su óvulo en medio
de dolores y hemorragias, hace huellas en la psiquis. Para la hembra,
ser madre es una necesidad fisiológica, que como todas culmina con la
exteriorización de algo, en este caso de una criatura. Solo una estructu-
ra mental fuerte y el desvió de recursos hacia actividades intelectuales
elevadas hacen que en ellas se apacigüe ese deseo y puedan vivir sin
cumplirlo.
56 Javier Rafael Maffei

El tema en el hombre es mucho más sencillo. El solo piensa en la


salida de su semen, puede ser a través de diversas formas, pero siempre
la intención es la misma. Y si no puede hacerlo a través del apareamien-
to con una hembra, lo hace el mismo, pudiendo repetir esto cuantas
veces lo necesite. El deseo de apareamiento de la hembra, por su parte,
está mayoritariamente ligado a los períodos de su proceso de ovulación
en los que tiene mayor fecundidad, es decir mayores posibilidades de
quedar preñada en caso de aparearse. Y si así no fuera, la mujer puede
también recurrir a la autosatisfacción, pero al culminar la misma siente
un vacío muchas veces rayano con la depresión y la angustia, pues el
sistema nervioso le avisa que no fue inseminada. El hombre una vez
satisfecho sexualmente, sea de la forma que fuere, siente paz y plenitud,
que termina al poco tiempo con la producción de semen nuevo y la con-
secuente necesidad de exteriorizarlo, pero ese cortoplacismo, que de una
u otra forma se renueva indefinidamente, no le da angustia ni le altera
su sistema nervioso, pues no ve en el paso del tiempo ningún enemigo
natural, así como no es natural e instintiva en él la necesidad de tener
hijos, sino que ésa es una necesidad que le transmitieron primero las
hembras, y posteriormente los valores de la sociedad por ellas creada.
Al tener el macho su cerebro más libre y puro, sin influencia ni pre-
siones hormonales, pudo desarrollarse y con él a su entorno de un modo
que ninguna mujer realmente imaginaba al comenzar la revolución. De
estar merodeando en grupos, y estando todo el tiempo holgazaneando y
siendo solicitados por conjuntos de hembras que les prodigaban todo tipo
de bienes para que las sirvieran a ellas antes que a otros grupos, paso el
hombre, o mejor dicho fue inducido, a crear la industria, el comercio, la
economía en general, creo los sistemas sociales y políticos que fueron
las bases de los que hoy conocemos. Y su inteligencia creció y creció.
Hasta llegó a darse cuenta que había algo por encima de él, algo a quien
más tarde llamó Dios, de quien más adelante recibió leyes y a quien
empezó a servir, y quien seguramente tampoco había imaginado que
un mamífero de su creación llegaría alguna vez a entenderlo de manera
tan cabal.
57
El origen de la monogamia...

Pero este avance del hombre fue contraproducente para la revolu-


ción. Al margen de los individuos homosexuales, contrarrevolucionarios
de la primera hora, muchos machos se dieron cuenta que aquel tipo
de relación que se le planteaba con las hembras no le era conveniente.
Sentía que algo no le cerraba, pues su deseo de aparearse con infini-
dad de hembras lo perseguía toda su vida, mientras que se le imponía
socialmente estar toda su existencia con la misma mujer a quien debía
mantener por siempre, aunque su desarrollo económico le permitía tener
más y más jóvenes y bellos ejemplares.
Y en este punto debemos detenernos en la historia humana, pues
tiene lugar un hecho trascendental, una genialidad de nuestro género,
si bien luego tuvo respuesta por parte de las hembras, y una respuesta
nefasta y fulminante para nosotros.
Un macho ya de edad media o avanzada tenía su grupo de mujeres,
a esta altura de tres o cuatro ejemplares (pues no olvidemos que a medi-
da que avanzaba la revolución el número de hembras se fue equiparando
con el de hombres, hasta llegar a las proporciones actuales) con sus co-
rrespondientes hijos e hijas e incluso hasta nietos, y ante una necesidad
de bienes para la subsistencia de su clan, o ante el deseo de tener más
bienes para poder atraer a más hembras, pues ya se había hastiado de
su grupo estable, decide ofrecer a otros hombres, a cambio de bienes,
a las mujeres de su clan, para que se apareen con ellas. Y aquí, estima-
dos lectores, nace el intercambio de bienes a cambio de disponibilidad
sexual femenina, que con el tiempo se complejizó y se transformó en la
prostitución.
Un macho cedía una hembra a otro macho, a cambio de otros bie-
nes, por el placer que ésta brinda, siendo los hijos resultantes de esta
relación, si los hubiera, del grupo de origen, aunque el nuevo concepto,
que debemos destacar, es la venta del placer en sí mismo, al margen de
la procreación.
Con el paso de los siglos, la sociedad avanzó, y la prostitución
tomó diversos matices y formas, incluso surgieron mujeres que por
querer dejar de depender de un hombre para subsistir o porque éste no
58 Javier Rafael Maffei

las podía mantener correctamente tomaban ellas mismas la decisión de


prostituirse, ante la imposibilidad de ser integradas a otros grupos de
mayor bienestar económico y/o social. Hasta llegar hasta la prostitución
como hoy la conocemos ha habido muchos puntos intermedios, pero eso
ya no nos incumbe aquí, sino el hecho de encontrarse el hombre ante la
posibilidad de aparearse sin tener que “adoptar” a una hembra, lo cual
implicaba su posterior mantención, al igual que la de los críos por venir.
De esta forma, muchos individuos tenían quizás un número mínimo
de mujeres fijas, y frecuentaban a otras sin incorporarlas a su círculo.
Incluso muchos hombres dejaron de lado, abandonaron a sus grupos de
hembras o a aquellas que ya no les atraían, y se complacían en aquellas
por las cuales pagaba con el fruto de su trabajo, y a la vez aquellas que
fueron abandonadas por los machos, al estar ya muchas en edad media
o avanzada, ante la imposibilidad de insertarse en nuevos grupo, em-
pezaron a ofrecerse a los hombres a cambio de medios de subsistencia,
hoy utilizaríamos el término “comenzaron a prostituirse”. Seguramente
las que empezaron con esta metodología no eran las más atractivas de
las hembras, pues por algo habían sido desechadas y otros machos no
las adoptaban, pero eran funcionales a la necesidad de los varones de
pluralidad en las relaciones sexuales. De este modo, aumento el número
de ofertas de disponibilidad de apareamiento para los hombres, y, vol-
viendo a la ley de oferta y demanda, cada vez los hombres ofrecían me-
nos a cambio, pues sus opciones iban en aumento. No tenía sentido para
el macho tener siempre las mismas hembras a quienes debía mantener
y de quienes al tiempo se hastiaba, si con su inteligencia podía crecer
económicamente y comprar toda la compañía femenina temporal tan
variada como quisiera y pudiera. Ahora le interesaba crecer económica-
mente, no solo para sus mujeres estables, a quienes ya dejaba de lado y
retaceaba recursos, sino para comprar todas las hembras temporales que
pudiera. Muchas hembras que fueron abandonadas por machos ejercían
la prostitución, y así las hembras que un varón dejaba por resultarles ya
aburridas eran algo nuevo para otro, y quizás si alguna hembra deleitaba
de forma especial a algún cliente, pasaba a formar parte de su harén,
hasta que el dueño del mismo se hartara de ella y la lanzara fuera del
59
El origen de la monogamia...

grupo, o ella se vaya sola por no recibir ni para ella ni para sus críos los
bienes necesarios.
Parecía la contrarrevolución. En un movimiento inesperado, el
género que parecía estar destinado a la subyugación había pasado a
ser dominante nuevamente. Empezó a escribir las reglas del juego,
como hacía miles de años, antes de la revolución. Pero las féminas no
se quedaron de brazos cruzados. En última instancia, de ellas salía la
especie humana, y genéticamente podían manejar la especie hacia donde
quisieran. Por un lado, aceleraron el proceso de aumentar la cantidad de
nacimientos de hombres para llegar en algún momento a equipararla con
la de nacimiento de mujeres, pero por el otro, crearon algo que sería,
junto con la revolución misma, las dos grandes genialidades de las fé-
minas. Un proceso químico somático que anula tanto en hombres como
en mujeres la capacidad de raciocinio y lógica, con el fin de unirlos en
el tiempo, lo cual implicaba por supuesto mayor posibilidad de procrea-
ción. Una reacción física-química que causa en el hombre la preferencia
por una hembra determinada, aquella que produjo en él la reacción, por
un tiempo suficiente al menos para inseminarla y establecer lazos de
permanencia relativa.
Esa reacción, recibió más tarde el nombre de amor, y esos lazos de
permanencia relativa, con el advenimiento de las sociedades de leyes,
culminaron en el contrato matrimonial.
Varios filósofos modernos alemanes han ya desarrollado a fondo
la cuestión del amor, destacándose entre ellos Schopenhauer, y lo han
hecho muy bien. Aquí se intentará abordar los métodos que utilizan las
hembras para despertar en los hombres el amor, y para ellos daremos
una breve descripción del mismo.
El amor es una reacción físico mental que, una vez surgida, crea
en una persona una obsesión por poseer sexual y sentimentalmente a
otra, sin tener en cuenta todas las cuestiones que la racionalidad indi-
caría, solo se buscará poseerla, sin importar los terceros. De esta forma
hombres ricos se enamoran de mujeres pobres, encumbrados médicos lo
hacen de adolescentes inmigrantes que apenas hablan bien el castellano,
60 Javier Rafael Maffei

blancos rubios se enamoran de mulatas mestizas, etc., etc., etc. A su vez,


el amor hace pasar por alto los defectos de la otra persona, y también las
faltas que esta pudiera cometer, a su vez que al entregarse una persona a
otra, accede ésta a todo lo que ella le pida, aunque, como ya dijéramos,
esto vaya en contra de la razón.
Salvo excepciones, que se denominan comúnmente “amor a primera
vista”, para que se encienda el amor entre dos seres humanos debe haber
continuidad no necesariamente de trato entre ellos, pero sí de verse y
estar en un mismo ámbito, algo necesario para que entre ellos surja la
reacción química, que como tal produce una ebullición, que alguien de-
nominó pasión, la cual, como toda ebullición, llega a su punto máximo
y empieza a declinar. Ese lapso que podemos denominar pasional puede
ser de meses, un año, dos, o algunos más, pero no mucho más que eso.
Pero ese lapso, si el hombre no logra salir a tiempo, es el suficiente para
que la hembra obtenga del hombre aquello que necesita, a saber, y en
orden cronológico, que la insemine, la acompañe y asista en la gestación
y posterior crianza de los hijos, y a su vez se comprometa con ella aún
para cuando se termine la pasión y el amor, y esto se materializa a través
de la institución del matrimonio.
Mientras está enamorado, el hombre, si bien no deja de sentir total-
mente atracción por otras hembras que no son aquella destinataria de su
amor, está entregado a ella y siente que desfallecería si la pierde, y en
su somnolencia, en su ebriedad de sentidos momentánea, renuncia a su
naturaleza, es decir a la poligamia, para comprometerse a hacer algo que
le resultará imposible cuando recobré la conciencia, es decir permanecer
el resto de su vida sirviendo a una sola mujer, que no solo le resultará
monótona con el paso del tiempo, sino que a su vez perderá atractivo
físico y libido, mientras que la de él permanecerá intacta hasta que esté
muy entrado en años.
Muchas veces ocurre que el amor no es correspondido por una de
las partes, y entonces la parte rechazada tiene una severa crisis solo
curable con el tiempo o hasta que la persona se enamore nuevamente.
61
El origen de la monogamia...

En algunas sociedades medievales, al cristiano enamorado que


perdía su juicio se le encerraba hasta que recobrase la razón. Es el caso
de nobles que se enamoraban de siervas a quienes querían hacer sus es-
posas, implicando así un perjuicio a su dinastía y hasta a su feudo, pues
quizás, entre otras razones, ya había sido arreglado su matrimonio con
una joven de otra familia noble.
Como vemos, el amor es una reacción, que se manifiesta violenta en
el hombre, pues en general no la busca, sino que se encuentra de golpe
con ella, pues hacia allí es llevado muchas veces por las estratagemas
de las hembras, quienes saben que para encender el amor deben lograr
continuidad, permanencia, periodicidad en una relación, y para lograr
eso han desarrollado las hembras en su conjunto una serie de conductas
a través de las cuales, cada una cumpliendo con su labor, sin saberlo
quizás, buscan el objetivo de la mayoría, es decir, tener a los hombres a
sus pies y por supuesto procrear. Esto no es más que la revolución de las
féminas primitivas ampliada y modernizada de acuerdo a la necesidad
de contrarrestar el avance de la inteligencia de los varones, y más ade-
lante entenderemos por qué.
El hombre, como ya dijimos, busca el apareamiento, y hasta allí
llega su horizonte, y a tal fin busca a las hembras que tiene a su alcance,
en forma regular, como puede ser mujeres de su zona, de su trabajo,
compañeras de escuela u universidad, o irregular, como puede ser aque-
llas que encuentra en bares, reuniones, discotecas, etc. Si por él fuera,
simplemente tomaría a la hembra de su gusto o simplemente disponible
y allí mismo se aparearía con ella, para luego dejarla e ir a buscar a la
próxima, de no haber sido posible aparearse con varias juntas, como
hacía él en los tiempos anteriores a la revolución. Pero las hembras le
obligan a frenar sus impulsos, y dependiendo de cada sociedad y cada
mujer, le exigen cosas antes de brindar sus cuerpos para el apareamien-
to, que pueden ser conocerse mucho, encontrarse varias veces, conocer
a sus familias, o en algunos casos, ya no tan frecuentes hoy, firmar
contrato matrimonial, lo cual ya es el extremo de la coerción al género
masculino, pero útil para ejemplificar hasta donde se puede llegar.
62 Javier Rafael Maffei

Sea de una u otra manera, lo que busca la hembra es ganar tiempo


para que se encienda la química del amor en el hombre, la cual es mucho
más fácil de encender en ella, o simplemente se enciende a voluntad,
cuando ella ve en un hombre un futuro buen padre para sus hijos, por
cuestiones de transmisión de caracteres físicos, por su disponibilidad
de recursos, por su carácter y personalidad, o por una mezcla de varias.
Dependiendo de la época y la comunidad, al hombre post revolu-
cionario le ha costado conseguir hembras para aparearse, ha debido
recurrir a galanteos, regalos, paseos, y hasta promesas, sea que se hagan
con intención de cumplirlas o no. Una vez logrado el objetivo del apa-
reamiento, el hombre en principio busca instintivamente otras hembras,
y con ellas se aparearía si las tuviera, pero como a él le ha costado
tiempo y esfuerzo la posibilidad de aparearse, piensa en aprovechar esa
posibilidad, no sin antes quizás intentar buscar otras alternativas. Pero
aquí actúa la corporación femenina. No debe ser fácil para los hombres
aparearse con ellas, pues sino luego del acto ellos no volverían, sino que
se irían a buscar otras. Al hacer que ellas sean difíciles de conseguir, el
hombre volverá a lo que consiguió con cierto esfuerzo, sin saber que, si
aún no había pasado, aumenta al tener trato frecuente la posibilidad de
surgimiento del amor, si es que este no surgió incluso antes del aparea-
miento.
Si las mujeres se entregarían a los hombres tal cual como sería na-
tural a nosotros, sería su fin, pues ningún hombre estaría con solo una
mujer, la cuidaría a ella y a sus hijos y le daría sustento afectivo y mate-
rial, sino que se aparearía con todas las mujeres que quisiera y pudiese.
Las hembras se abroquelan entre sí para protegerse, para el bienestar del
género, niegan al hombre el sexo natural, libre e instintivo para crear en
él, por sola restricción, el deseo de ello y su sobrevaloración.
A su vez, los hombres mismos (al igual que las otras mujeres que
las consideran traidoras, consciente o inconscientemente) vituperamos
a la mujer gustosa del sexo por el sexo mismo, sin intención de atrapar
un macho, les decimos todo tipo de apodos injuriosos cuando ellas son
contrarrevolucionarias, si todas las hembras fueran así la revolución no
63
El origen de la monogamia...

triunfaría, y el sexo sería algo tan natural y corriente como lo era en los
orígenes de la humanidad.
Cabe decir que las hembras que son infieles a sus parejas, lo son en
forma mucho más profunda que los varones infieles. El macho es infiel
con quien puede, con quien se le da la oportunidad, para satisfacer su
intrínseca poligamia, mientras que la mujer no busca mayor actividad
sexual, sino cualidades que le faltan en su pareja, y esa profundidad hace
que de a poco vaya tratando de tejer ataduras con esa tercera persona,
con todos los problemas que eso acarrea, más cuando ambos infieles
ya tienen familia formada. Estas cualidades están siempre ligadas a
características transmisibles en lo físico o mental a las hipotéticas crías,
aunque ya no sea esa la intención, en su subconsciente sí lo es, como ser
inteligencia, seguridad, buena contextura, etc., o simplemente una posi-
ción económica y/o social que mejore la situación suya y de sus actual
y/o venidera descendencia es lo que influye.
Quisiera aquí hacer una pausa para una reflexión. En la legislación
actual cualquier vínculo entre particulares, es decir justamente cualquier
contrato, sea de lo que fuere, puede dejarse sin efecto si se comprueba
que una de las partes fue forzada a firmarlo o que no estaba al momen-
to de hacerlo en pleno uso de sus facultades mentales, lo cual puede
atribuirse entre otras cosas a trastornos psiquiátricos, uso de drogas y
alcohol, etc. Ahora: si el alquiler de una propiedad, por ejemplo, puede
ser dejado sin efecto por comprobarse alguna de estas causas, ¿Cómo
es posible que se considere válido un contrato matrimonial firmado por
un hombre enamorado? En ese documento el varón renuncia a su condi-
ción de tal como polígamo por naturaleza, prometiendo exclusividad a
la hembra cofirmante, y además se compromete a asistirla de por vida,
aun cuando sus atributos sexuales, que la convierten en el ser con quien
desea aparearse, disminuyan o dejen de existir. Sin duda, la sociedad
de leyes ha sido cada vez más favorable a la revolución de las hembras,
siendo la cuestión de los bienes gananciales y la obligación de la manu-
tención de los hijos posterior a una separación solamente una muestra.
64 Javier Rafael Maffei

Tomo nuevamente un término de la biología, para definir el compor-


tamiento femenino como típicamente de manada. Todas sus miembros
toman una conducta determinada que, en su visión global, buscan el
bienestar del conjunto. Dicho de otra manera: ¿Qué pasaría si una sola
mujer, o unas pocas solamente, mezquinarían el apareamiento con hom-
bres para así exigirles a cambio contención del tipo que fuere, sea afec-
tiva, social, económica, etc., y de esa forma forzar la reacción del amor
para retenerlos permanentemente? Simplemente los varones dejarían de
lado a estas hembras, y se aparearían libremente con el resto de ellas,
intercalando los encuentros o haciéndolos simultáneos, tal cual le marca
su naturaleza. Pero como casí todas las hembras toman la misma actitud,
el hombre debe ceder, pues su necesidad de apareamiento es imperante
y permanente, es así que termina cediendo a la hembra lo que ella le
pide, y como ya dijimos, al hacer cierto desgaste hasta el apareamiento,
al tener ese territorio ya ganado, para utilizar términos bélicos, muchas
veces se vuelve a aparear con ella, por una cuestión de comodidad y
economía, es decir para no hacer el mismo desgaste y gasto de recursos
una y otra vez. Y en esa repetición es cuando puede caer, sea por quedar
inseminada la hembra y ya tener entonces con ella un vínculo de por
vida, o sea por enamorarse y ceder voluntariamente al compromiso y a
los futuros hijos, o por ambas cosas.
Mucho se ha hablado en el último siglo de la represión de los impul-
sos y sus consecuencias, pudiendo quizás citar a Sigmund Freud como
el máximo exponente de ello. Imaginémonos entonces al hombre que
desde su despertar sexual se debe reprimir, y así día tras día de su vida.
Su impulso natural de inseminar a todas las mujeres que pueda se ve
reprimido por la sociedad, que avala ese sistema, ese orden de cosas, no
solo con sus leyes sino también a través de aquello que se denominó mo-
ral, un conjunto de preceptos y mandamientos que en su mayoría van en
contra de la naturaleza humana y solo son favorables al fortalecimiento
de la revolución.
Los impulsos sexuales reprimidos han sido motores, en muchos
casos, de las creaciones más destacadas de la humanidad. Toda esa libi-
do acumulada ha sido canalizada por un lado en la búsqueda de lograr
65
El origen de la monogamia...

obtener bienes para conseguir hembras, lo cual fue el nacimiento de la


economía como ya mencionamos, pero luego surgieron muchas cosas
más como las diversas ciencias, el arte y los deportes. Lo digo nueva-
mente: a partir de la revolución de las féminas surgió el mundo con las
bases fundamentales que hoy conocemos, con todo lo bueno y todo lo
malo que hay en él. Si no fuera por la revolución, la humanidad hubiera
avanzado muchísimo más lentamente, pues los hombres no hubieran
tenido motivo para avanzar hacia ningún lado, estaban más que cómo-
dos holgazaneando y siendo requeridos permanentemente por hembras
que le daban lo necesario para vivir a cambio de algo que a ellos les en-
cantaba y para lo cual fueron diseñados, copular y copular con cuantas
hembras quisieran.
Es necesario tocar un tema que por delicado que sea no puedo dejar
de hacerlo. ¿Cómo debemos definir a todos los delincuentes sexuales?
¿Cómo se debe definir a un violador serial?… Que fácil y que difícil
que es a la vez. Actualmente muchos hombres conviven con la represión
de su instinto de diversas maneras, como ya dijimos transformándolo
y haciéndolo fluir bajo otras formas, por ejemplo en su trabajo, en un
deporte, en un hobby, etc., y muchos de hecho viven así toda su vida,
indistintamente si son solos o están en pareja, pues la monogamia fre-
na al instinto solo el tiempo que dura el amor, una vez que la reacción
química fruto de éste se desvanece, al margen del afecto que se tenga
por la pareja, el hombre vuelve a ser atraído por todas las hembras en
condiciones de apareamiento.
Otros hombres, como ya dijimos, se niegan a aceptar los términos
del nuevo orden impuesto por las féminas, y se abren del sistema ins-
taurando el suyo propio, son los homosexuales, que si bien en muchos
aspectos sociales y en el económico se adaptan al mundo, en el aspecto
sexual viven más libremente, de forma más cercana a como era en el
principio, son, efectivamente, contrarrevolucionarios.
Pero por otra parte, muchos sujetos se niegan, o no pueden, o no de-
sean simplemente, sublimar su instinto natural, y se creen con derecho a
ejercerlo, pese a que las “nuevas” leyes se lo prohíban. En estos varones
66 Javier Rafael Maffei

no existe o no funciona el concepto de filtro social, y hacen aquello que


está puro en su psiquis. Al contrario que los homosexuales, que hacen
una contrarrevolución pacífica y coexistente, los violadores, o los delin-
cuentes sexuales en general, son como una guerrilla que atacan donde
pueden al género que los condenó a vivir escondiendo sus deseos vitales
de apareamiento permanente. Un río puede fluir manso por su lecho por
años. Puede mantenerse así o puede en algún momento desbordar. Ese
caudal inesperado de agua puede ir a una plantación y ayudarla, puede
también ir a un bebedero de animales y dotarlos del vital elemento, o
puede ir directo a una ciudad y hacer un desastre si no se lo advierte a
tiempo y se toman las medidas necesarias.
Así ocurre con todos los varones que nacieron luego de la revo-
lución. A partir de la adolescencia deben reprimir diariamente sus
permanentes deseos de apareamiento, que siempre dejan en el incons-
ciente libido sobrante más allá de la que se elimina a través de la auto
exteriorización seminal o masturbación. Esa libido puede encausarse
favorablemente, o al menos mantenerse estable sin erupciones durante
toda una vida. Puede también volcar la orientación sexual del individuo
que no era homosexual genéticamente, muchas veces no por ser con-
trarrevolucionarios, sino por admiración al género que puso de rodillas
al suyo, es así que dentro de los individuos homosexuales encontramos
a quienes visten y actúan como hembras, y a quienes son hombres en
su aspecto exterior, pero mantienen sus relaciones sexuales con otros
hombres, pudiendo su comportamiento ser afeminado o no. La represión
permanente puede, y lo hace en algunos casos, finalmente degenerar al
individuo, refiriéndonos a los delincuentes sexuales, quien así y todo en
muchos casos no lleva a cabo su desviación sexual, sino que la deja para
sí en sus pensamientos, mientras que en otros casos si lo hace.
En los últimos cincuenta años, con los avances tecnológicos, el va-
rón no solo desea a las hembras que ve personalmente, sino también a
aquellas que observa en televisión, cine, medios gráficos, publicidades
en la vía pública, etc., etc., etc., con lo cual todo el proceso se potencia
y se acelera. ¿Por qué se ven hoy más homosexuales que hace cincuenta
años? ¿Por qué hoy hay tantos delitos sexuales y degeneraciones? Creo
67
El origen de la monogamia...

que la respuesta es clara y contundente, no todos los sujetos soportan


en forma pasiva la revolución, la imposición de un orden contrario al
natural. Unos nacen ya “justicieros de género”; es decir homosexuales,
y otros llegan a esa opción por elección. Otros se abocan al trabajo, a
hobbies o a deportes para transformar y canalizar la energía sexual que
no utilizan al vivir en un sistema social monogámico, y otros optan,
consciente o inconscientemente, por los caminos más siniestros.
Como en toda manada, y las hembras recordamos actúan como
tal, cada miembro posee tareas distintas, y así encontramos a las mu-
jeres que durante toda su vida o al menos durante una parte de ella, se
aparean con hombres a cambio de bienes, es decir las prostitutas cuyo
origen ya mencionamos. Analizando su existencia en perspectiva, po-
dría decirse que son funcionales tanto al resto de las hembras como así
también a los hombres, aunque en volumen sin duda lo son más a sus
compañeras de género.
En un momento de su vida, el hombre ingresa formalmente al sis-
tema monogámico a través de dos vías principales, pudiendo estar estas
en mayor o menor medida relacionadas. Puede el individuo, sea cual
fuere su situación, ser víctima del enamoramiento, y formar una pareja
que luego con la procreación deviene en familia. O puede el individuo,
por cuestión de seguir los mandatos sociales, o por ser una persona sin
demasiadas posibilidades de apareamientos variados (por ser tímido,
no ser atractivo físicamente, poseer recursos limitados, etc.), fijar su
vida a una sola hembra de por vida. Hay otros casos particulares, como
aquellos en los que un embarazo no deseado acelera las decisiones, u
aquellos donde las familias convienen enlaces aún sin el consentimien-
to de los futuros esposos (esto se da principalmente en Asia y África).
Pero aquí nos detendremos a analizar al sujeto de estudio, al varón, una
vez que ya se vio privado de su libertad, es decir una vez que formal o
informalmente ha formado pareja.
El hombre de a poco se va dando cuenta de su situación, y la prime-
ra reacción es de no saber, o no poder creer, como fue arrinconado hacia
allí. Se ve haciendo cosas, formando parte de algo a lo cual siempre
68 Javier Rafael Maffei

quiso evadir, se ve súbitamente transformado en eso que nunca quiso


ser. Pero en ese tiempo que transcurre hasta que la reacción química
del amor empezó a perder fuerza, hasta desaparecer totalmente, él se ha
ligado de diversas maneras a su hembra y a la sociedad por ellas creada.
Un vínculo, quizás el más fuerte, es el de los hijos. El sentimiento de
los padres hacia ellos no es instintivo, como el de las madres, sino que,
al estar el hombre aún enamorado de su hembra, proyecta en el fruto
de su vientre esa reacción, lo cual se cimienta con la crianza conjunta,
verlo crecer, enseñarle sus primeros pasos, a hablar, etc. Con el paso del
tiempo, tanto la madre, quién desde siempre lo hizo, como el padre aman
más a sus hijos que a sus propias parejas, y ven la hipotética ausencia del
otro como inconveniente no tanto para ellos mismos, sino para la cría.
La cuestión económica es hoy más que nunca importante, pues para
el hombre, quien la mayoría de las veces es quien más aporta en este
sentido, desvincularse implica un gran desprendimiento de bienes.
En tercer lugar compartido podemos ubicar el temor a enfrentar
la desaprobación social, al abandonar a una hembra con crías aún en
crecimiento, y/o el sentimiento de culpa que esto conllevaría, y más aún
cuando la hembra no da motivos reales para la separación, sino que solo
pasa por una cuestión de resurgimiento del instinto natural del varón por
tener varias vías de apareamiento y exteriorización de su semen, instinto
que nunca desaparece, sino que bajo los efectos del amor se retrae hasta
que éste pierde intensidad.
El sujeto de repente se mira a sí mismo y no se reconoce, mira a su
pasado con nostalgia y quiere volver a él, sea por la despreocupación de
su vida anterior, donde solo debía cuidar de sí mismo, por la posibilidad
que antes tenía de múltiples apareamientos sin transgredir ninguna nor-
ma social, o por ambas cosas. Se siente preso en una cárcel sin rejas, y
muchas veces desearía estar en una penitenciaría real, pero sin la carga
que hoy debe soportar día tras día. Debe destinar la mayor parte de su
tiempo a proveer a su hembra y a su cría de todo lo que necesitan, cuan-
do en su origen, es decir en su forma instintiva pre revolucionaria, él era
el centro de su mundo, grupos de hembras le proveían de lo necesario
69
El origen de la monogamia...

y se disputaban sus servicios de inseminación. Siendo aún joven, en su


plenitud física, el hombre en un abrir y cerrar de ojos se ve en un loda-
zal hacia el cual fue llevado con diversas trampas, a las cuales quizás él
veía, pero como los antiguos marineros del Mar Egeo, estaban embelesa-
dos por un canto de sirenas que le nublaba la razón y el discernimiento.
En este momento de su devenir, algunos sujetos toman fuerzas de
su interior más primitivo y gritan libertad, rompen sus cadenas que lo
atan al sistema y hacen su propia contrarrevolución, unos son fuertes y
se alejan para siempre de su cautiverio, aunque algunos vuelven a caer
en él, por un resurgimiento de los remanentes del amor que le crean
síntoma de abstinencia por la ausencia de la hembra hacia la cual tuvo
el enamoramiento.
Pero en muchos hombres, la coerción social y el sentimiento de cul-
pa les impiden la fuga, y aceptan la derrota, pues no tienen fuerzas, al
menos en ese momento, para declarar su independencia y para soportar
luego las represalias por la misma. Y digo al menos en ese momento,
pues muchos sujetos pasan años esperando tener la fuerza para hacer-
lo, y cuando la tienen lo hacen, pero otros con el paso del tiempo y el
advenimiento de la maduración física y mental optan por desactivar los
planes de conflicto y aceptar su derrota final.
Ahora, en todos los hombres surge su naturaleza poligámica, sea
durante el día o en sus sueños, y ese deseo no cumplido daría con el paso
del tiempo la fuerza necesaria para hacer, si antes no se canalizó por otro
lado, como ya vimos, la propia contrarrevolución. Pero la economía,
surgida luego de la revolución de las féminas y luego desarrollada y
perfeccionada por los hombres en su afán de conseguir más bienes para
tener más hembras, ha creado a las trabajadoras sexuales, a las prosti-
tutas, a quienes sus congéneres llaman “mujeres de mala vida”, cuando
en realidad esa vida, hacia la cual generalmente fueron forzadas por la
necesidad, les permite a ellas, a las mujeres de “buena vida”, mantener
cautivos a sus hombres. Quizás suene incoherente en principio, pero ad-
quiere sentido si se lo analiza a la luz del mantenimiento de las hembras
70 Javier Rafael Maffei

como grupo, como sistema, como cuerpo, como organismo que se nutre
del género masculino para su bienestar y reproducción.
El individuo, como dijimos, se ve metido en algo de lo cual no
puede salir, y la energía sexual sobrante en él se va acumulando cons-
tantemente, si no la canaliza a través de las vías socialmente aceptadas
como el trabajo, los deportes o los hobbies, o si esas vías no alcanzan.
Para esos casos, la misma revolución asignó a un grupo de hembras el
trabajo sucio de la misma, por llamarlo de alguna manera, nos referi-
mos justamente a las prostitutas. Gracias e ellas, los varones pueden
satisfacer su necesidad natural y lógica de poligamia, sin enfrentarse al
conflicto que le ocasionaría el abandonar a su familia. Suena muy raro
sin duda, pero aquello que la comunidad tiene por algo desagradable,
amoral, deleznable y contrario a sus valores, es justamente aquello que le
permite mantener su status quo, pues sin las válvulas de descompresión
que significa para muchos hombres la utilización, en forma más o menos
periódica dependiendo el caso, de los servicios de estas hembras, más
temprano que tarde hubieran ya hecho su contrarrevolución, en perjuicio
del género femenino tomado como un todo.
Las “mujeres de buena vida”, en muchos casos, en más de los que
uno pudiera imaginar, son conscientes de esta situación, pero saben a
su vez que de esa manera su hombre, a quien ya tienen cautivo, seguirá
dentro del sistema, dejando fuera de su hogar sus resabios instintivos
multigámicos. Por supuesto sería distinta la reacción si ellas descubrie-
ran que su varón tiene una relación medianamente periódica con otra
mujer, o con otras, alguna de las cuales pudiera llegar a ocupar su lugar,
es decir podría pasar a ser la tenedora de ese sujeto, ahí ella se senti-
ría realmente amenazada, y vería a esas otras hembras como rivales,
mientras que a las otras, a quienes llama “mujeres de mala vida”, las ve
como servidoras que sacan todo lo malo de su hombre, entendiendo por
lo malo los naturales deseos de sexo libre, salvaje y poligámico, dejando
para ellas y su cría la parte “pro sistema”, con todos los soportes que eso
incluye, el económico, el social, el afectivo, etc.
71
El origen de la monogamia...

Mucho se habla hoy en nuestras sociedades occidentales de parejas


en las cuales la mujer es sostén de la familia, o al menos a través de ella
ingresa más dinero que a través del varón. Caben aquí dos verdades
para desmitificar este asunto. En primer lugar, tomando como fuente los
organismos públicos de cada estado encargados de la elaboración de es-
tadísticas, en ninguna comunidad ese porcentaje de casos supera el 20%,
siendo los mayores porcentajes correspondientes a las naciones más de-
sarrolladas. En segundo lugar es menester decir, que aunque una mujer,
sea por desarrollo personal o por herencia familiar, sea quien aporte más
recursos económicos a la familia, igualmente necesitará de un hombre
para que la insemine, para que sea el padre de sus hijos, y para formar
un núcleo familiar tradicional, tal cual lo exigen los mandatos sociales.
El hecho de la “aceptación” de la infidelidad del hombre es una de
las tantas muestras, junto con otras que veremos más adelante, que da la
Humanidad de haber sido víctima de una modificación en sus cánones
de conducta originales, pues al ver en cierta forma natural esa tendencia
a la poligamia, se acepta que la monogamia es una degeneración, como
ocurre en la gran mayoría de las otras especies animales.
Al hombre infiel, al hombre que no puede sostener la monogamia a
través de toda su vida, la sociedad lo condena pero solo en forma parcial,
y me refiero tanto al juicio que de él hacen sus congéneres por supuesto,
quienes lo entienden, como también las hembras. Un hombre que rompe
con la monogamia de su pareja es un hombre que no pudo frenar en sí
su instinto natural, que lo lleva a aparearse con tantas mujeres como le
sea posible. Muchos sujetos no tienen tantas opciones, y quizás por eso
nunca violan las normas, pero quienes tienen la posibilidad de hacerlo,
es extremadamente difícil que no lo hagan, más aún cuando ya se ha
extinguido la reacción química del amor, que según muchos fisiólogos,
ocurre luego de la llegada del primer hijo a la pareja, lo cual daría la im-
presión de un logro contrarrevolucionario, como si la psiquis masculina
avanzara sobre la femenina cuando ésta está abocada a su cría recién
llegada. Pero allí ya el sentimiento de culpa y el temor a la condena so-
cial, sumado al cariño adoptado al hijo recién recibido, contrarrestan y
72 Javier Rafael Maffei

neutralizan en la mayoría de los casos este foco guerrillero masculino


post parto.
Se considera natural que el hombre tienda a la poligamia, ese es un
secreto a voces en toda comunidad, y solo las leyes de los estados cris-
tianos, la moral y la retracción de la oferta sexual, base de la revolución
de las féminas, hacen que no pueda ejercerla. Pero por ser algo natural
en él, no se considera a un hombre que no mantiene la monogamia una
persona mala, ni obscena, incluso ni inmoral, por lo cual no se conside-
ra a ese sujeto como incompatible con funciones en la sociedad, en la
economía, en el gobierno, etc.
En cambio, la hembra está diseñada y fue concebida para ser inse-
minada y criar a sus hijos, y se entiende como natural que busque un
macho para que la insemine y la sostenga con la crianza de los niños.
Pero al no ser natural en ella el aparearse con muchos machos (en la
etapa pre revolucionaria lo hacía, pero solo para asegurarse quedar em-
barazada ante la efímera aparición de grupos de varones), pues al tener
uno a su lado ya le alcanza para sus objetivos, es considerado que si le
es infiel a su varón lo hace por auténtica lascivia e inmoralidad, pues
no tiene la necesidad de hacerlo en su instinto. Se parte del concepto de
que si la hembra ya tiene a su macho cautivo y a su cría, ya cumplió con
la naturaleza, la cual le da un tiempo para hacerlo, al fin del cual pierde
la capacidad de engendrar a su vez que va perdiendo los atractivos, los
atributos que llaman la atención y sirven de anzuelo para cazar machos,
como veremos más adelante. Por ese motivo, la caracterización de una
hembra como lasciva sí hace transferible su concepto negativo a otras
áreas, por considerar que ella fuerza la naturaleza con su inmoralidad,
mientras que el hombre que tiende a lo poligamia simplemente deja fluir
la naturaleza en él, por lo cual la condena es mucho más leve y limitada
sólo a un ámbito determinado. Basta comparar las apreciaciones de los
juzgados de familia, por un lado para con las esposas y madres con adul-
terio comprobado, como para con los esposos y padres que cometieron
la misma transgresión, para comprobar este hecho.
73
El origen de la monogamia...

Es mayor por supuesto, debido a la inclinación natural de las hem-


bras a la permanencia, a lo estable, que busquen en el varón con quien
comete la infidelidad un nuevo macho permanente para sí, dejando en
ese caso a quien considera que ya no le conviene, y si el mencionado
tercero acepta esto, por supuesto.
El macho, como es natural en él, ve en la hembra con la cual comete
la infidelidad, una más de las muchas que desea tener, y solo en caso de
encenderse el amor, acepta formar con ella una nueva familia.
Se dice que no se pueden domesticar tigres, lobos, hienas, u otros
animales salvajes, pues si bien puede haber un amansamiento, su instinto
predador está latente y puede surgir en cualquier momento. Para que
eso no ocurra, si se lo desea tener en cautiverio, debe estar enjaulado. El
varón puede ser domesticado, pero su salvajismo está latente, y solo la
sociedad y la moral creadas por las féminas, de las cuales su abroque-
lamiento y retracción de la oferta de apareamiento son su base funda-
mental, hacen que muchas veces no pueda volver a surgir nunca más.
La sociedad acepta que uno de sus dos géneros vive contenido, ma-
niatado, sometido en contra de sus mandatos naturales. Y ese género,
generación tras generación, parece aceptar ese destino de lucha perma-
nente contra sus instintos, por suponer que siempre fue así.
Las mujeres son mucho más de perdonar cuando su pareja comete
una infidelidad, así lo demuestran las estadísticas. Muchas parejas que
se han divorciado incluso, es decir han pasado ante un juez para ter-
minar su vínculo, vuelven a estar juntas con el paso del tiempo, por el
hecho justamente, de que la hembra sabe que en el hombre la sangre lo
lleva a desviarse de la monogamia, y porque la “promiscuidad” de un
hombre no afecta el resto de sus facultades y ámbitos, como si se cree
de las hembras que son infieles. Se duda muchas veces, de la capaci-
dad de ser madre de una mujer que deshonra a su matrimonio siéndole
infiel a su hombre. Cabe destacar a su vez, que las mujeres saben que
una vez cazado al hombre, o casado, como más guste el lector, ya lo
somete a una situación contranatural en su propio beneficio y en el de
su futura cría, por lo cual en muchos casos es capaz de permitir, de
74 Javier Rafael Maffei

soportar mejor dicho, situaciones que entre particulares sin vínculo de


pareja no se aceptarían, como maltrato verbal y hasta físico (las mujeres
golpeadas que no abandonan a sus maridos son un fenómeno mundial),
el menosprecio, la humillación, el pasar el tiempo libre con terceros y
no con ella y sus crías, y hasta la infidelidad en muchos casos, como ya
mencionamos.
Con respecto a la moral es mi intención solamente abarcar dos as-
pectos, si bien entiendo que el tema da para mucho más, pero solo deseo
ubicarla como una creación más funcional a la revolución, entendiéndose
por ella una conjunto de preceptos que brindan al ser social el marco
dentro del cual debe comportarse dentro de su comunidad, para el buen
funcionamiento de la misma.
Desde hace mil quinientos años por lo menos, siempre se asocia la
moral al Cristianismo, hemos escuchado cientos de veces la frase “moral
cristiana”. Me he cansado de leer el Nuevo Testamento buscando normas
morales, y sin embargo lo que de allí surge son modelos que no se inclu-
yen en la moral que hoy se predica no solo en la Iglesia Católica sino en
todos los credos cristianos.
Jesús, Cristo, el Salvador, ha sido célibe toda su vida, nunca le ha
interesado relacionarse con mujeres al menos en forma sexual. Si bien
han aparecido muchos autores vinculándolo con posibles parejas, incluso
algunas con aparición en las Escrituras, como María Magdalena, since-
ramente la sustentabilidad de esas teorías me parece muy relativa, casi
nula. A mi entender Jesús no era literalmente el “Hijo de Dios” como los
primeros escritores del Nuevo Testamento le han llamado, sino un profe-
ta, como lo fueron Moisés, Isaías, Jeremías, Pablo y tantos otros. Segu-
ramente el más grande de los profetas, quien dio un giro a la Revelación
de Dios a su Pueblo elegido hasta ese momento, los hebreos, al decirle,
entre otras cosas, que deben compartir los beneficios de su trascendencia
con todo el resto de la Humanidad. Veo a Jesús como una persona con
un intelecto altísimo, con una comprensión de la realidad superior a la
de cualquier otro pensador de su época, por lo cual lo veo obteniendo su
plenitud, su satisfacción, a través del estudio y de su función profética,
75
El origen de la monogamia...

es decir de desclasificar los conceptos que Dios le daba para que todo
mortal los entienda. No lo veo correteando jovencitas por el desierto de
Galilea, ni mucho menos cortejándolas ni rogándoles nada, pues en ese
momento la revolución estaba ya muy avanzada. O sea, es comprensible
que Jesús no tenga pareja, su vida pasaba por otro lado. Pero lo curioso
es que sus seguidores, sus acólitos, sus colaboradores, llamados luego
apóstoles y padres de la Iglesia, eran en su mayoría personas sin pare-
ja, y quienes la tenían en el momento de ser llamados al servicio de la
Palabra de Dios, la dejaron, por ser incompatible con su nueva vida. Y
ninguno tenía ni tuvo hijos luego. El caso de Pablo, si bien es posterior,
es idéntico al de los apóstoles, y tanto él como el propio Jesús instaban
a, de ser posible, no tener relación con hembras, por considerarlo un
desgaste de energía que debía ser destinada a cultivar el espíritu y servir
a Dios. Y las mujeres que acompañaban a Jesús o tenían cierta relación
con él, no tenían pareja, siendo los casos más emblemáticos María Mag-
dalena y su hermana Marta.
Tanto Jesús como su grupo formaban una comunidad itinerante,
un grupo nómade, como los grupos originarios de machos, solo que
en vez de inseminar hembras como estos hacían, iluminaban espíritus.
Los recursos necesarios para alimentarse y vestirse los obtenían de
jornadas de trabajo golondrina o temporales en alguna finca o a través
de las donaciones de las familias a las cuales evangelizaban, pero ellos
se conformaban con poco, demás está decir que eran todos sumamente
austeros, y con lo mínimo se satisfacían, justamente no tenían niños
que mantener ni esposas o esposos, al igual que ocurría con los grupos
originarios de machos nómades (¿muchas coincidencias verdad?, que
curioso…). Cuando recibían donaciones que sobrepasaban sus necesi-
dades o directamente cuando las pedían y obtenían de ciudadanos ricos
que abrazaban la Fe, las compartían con los humildes que escuchaban
su prédica. Si alguien desea pensar que esos eran milagros, como en el
caso de la llamada multiplicación de los panes y los peces, es totalmente
libre de hacerlo.
Con respecto a la relación con las autoridades de entonces, sean ro-
manas o judías, su vínculo era muy aislado, pues la comunidad cristiana
76 Javier Rafael Maffei

primitiva tenía sus propias leyes y su propio líder. Todo aquello que se
escribió acerca de “paguen al César (al Imperio Romano) lo que le co-
rresponde al César” (textualmente la frase es “…al César lo que es del
César”) y “respeten a las autoridades pues así lo desea Dios”, no es más
que un burdo y grosero agregado posterior a la Crucifixión de Jesús con
el fin de no fomentar en la masa cristiana rebeliones civiles. De hecho,
las autoridades políticas y religiosas hebreas, por considerar a Cristo un
agitador que venía a mover los cimientos del statu quo por aquel enton-
ces imperante, es que lo crucifican. Pasando entonces en limpio este
ítem, encontramos que los grupos tradicionales que fomentan la “moral
cristiana”, y no me refiero solamente al clero, sino a organizaciones e
instituciones a lo largo de todo el mundo, dicen prácticamente que Jesús
compartía con ellos el lema “Dios, Patria y Familia”, cuando apenas el
primero de esos enunciados se asocia realmente a Cristo. Y si quisiéra-
mos ir aún más lejos, podemos decir que por su composición y compor-
tamiento las primeras comunidades cristianas eran células comunistas,
pues todo lo que se obtenía se repartía en partes iguales entre todos, o
como decían ellos, a cada uno de acuerdo a su necesidad. Y pensar que
la Iglesia Católica ve al anticristo en los sistemas comunistas. Alguien
se está equivocando y mucho. Pero eso es harina de otro costal y este
ensayo no es de religión ni mucho menos de política.
En muchos aspectos la moral varía de acuerdo a la sociedad en la
que rige, pero la revolución de las féminas llega a todos lados, no respeta
fronteras, sistemas políticos ni religiones. Si bien puede haber matices
en algunos lugares, siempre las hembras son las que retraen la oferta de
apareamiento, y en todos lados se ve con malos ojos a la mujer que tiene
tendencia a aparearse con distintos hombres y no siempre con el mismo,
pues también la moral cuestiona y criminaliza a las hembras que tienen
hijos sin un padre a su lado que las acompañe y las provea. Entonces la
moral, ¿qué función cumple? y ¿a quienes beneficia? Si el lector enten-
dió esta obra hasta aquí, ya vislumbra seguramente la respuesta a estas
incógnitas.
Toda revolución ha creado, luego de transformarse en gobierno, en
quien ejerce el poder, una fuerza represiva cuya función es sofocar todo
77
El origen de la monogamia...

brote contrarrevolucionario, y una vez logrado esto definitivamente,


controlar a todos los individuos que piensen en hacerlo y disuadirlos de
su acción. Así luego de la revolución en Cuba de 1958 contra el gobierno
de Fulgencio Batista, el nuevo régimen comunista creo el famoso Minis-
terio del Interior, con agentes espías en todos los ámbitos de la isla. Los
soviéticos con la KGB, y los iraníes con la Guardia Islámica luego de la
toma del poder por parte de los ayatolas son otro ejemplo.
Una de las bases de la revolución de las féminas, una de las fuentes
de su dominio, es que no se sepa que existe, sino que necesita que el ser
humano piense que el actual orden de cosas es el natural, por lo cual
no puede haber un organismo, un ente, una institución que vele por sus
intereses, como los que hay en otras revoluciones. Surgió entonces la
moral, un grupo de valores aceptados como inherentes al bienestar de
la especie y a su armonioso desarrollo, que trascendió las fronteras y
que se transmite de generación en generación, pero que siempre, como
veremos, tendió a beneficiar a las mujeres. Con el paso del tiempo y el
avance de la Humanidad, esa moral se materializo en mandamientos
religiosos y leyes, redactados vaya ironía por hombres, es decir que fir-
maron su propias ordenes de arrestos y condenas, no solo para ellos sino
también para todos los que vinimos después. La moral difiere de una
sociedad a otra dependiendo principalmente de la fe que se profese en
cada zona, así los países cristianos, sean católicos o protestantes, tienen
normas de vida moral afín, ocurriendo lo propio en los países musul-
manes, hinduistas, etc., pero siempre con igual resultado, es decir, las
beneficiadas son las féminas. Se da un caso particular y llamativo en los
países de la órbita socialista. Uno pudiera pensar que en ellos, al ser el
ateísmo el dogma oficial y dominante, el individuo estaría más libre de
las ataduras y prohibiciones, y dejaría más fluir su instinto. Pero no. La
moral y la familia comunista son muy similares a la moral y la familia
cristiana y occidental clásica. Si bien hay matices más liberales hasta la
formación del núcleo familiar, una vez consolidado éste no dista mucho
una familia de Cuba, China o Corea del Norte de lo que puede ser una
familia en los Estados Unidos, Gran Bretaña o Canadá. ¿Por qué es
esto? Porque el fin último de la revolución de las féminas, su objetivo
78 Javier Rafael Maffei

supremo, es la procreación, dar a las hembras las mejores condiciones


para hacerlo, y si no se logran las mejores condiciones, al menos se logra
la procreación. Es como si en algún momento la naturaleza y el género
femenino hayan hecho un pacto, un acuerdo, una sociedad oscura, a
través de la cual la naturaleza dio todo lo que pudo de su parte para la
gesta revolucionaria, principalmente el aumento a través de la genética
del número de hombres sobre la faz del planeta hasta igualarlo con el de
mujeres, y otros aspectos como el período de celo y aptitud para fecun-
dar y quedar preñadas casi permanente, al contrario de lo que ocurre con
los otros mamíferos, etc., etc., etc. Y las féminas por su parte, igualmen-
te tendrían a sus críos y velarían por ellos, aunque no logren capturar a
un macho para siempre a su lado. Sea que el padre de la criatura esté un
tiempo criándola junto con la madre y luego la abandone, sea que nunca
esté con ella directamente, sea que aparezca esporádicamente, o lo que
fuere, a la naturaleza no le importa, pues el nuevo ser ya ha venido al
mundo. Si la hembra consigue luego un nuevo hombre, para criar a su
hijo o tener otros, siempre la naturaleza saldrá ganando. Ella brinda a la
mujer todo lo necesario para atraer machos y que la fecunden, a partir de
allí es como que deja a la mujer a merced de lo que haya podido lograr
o logre en el futuro a través de todo el sistema creado por la revolución
para su beneficio.
Analicemos primero el caso de la moral cristiana (aunque como
dijimos antes nunca leí nada que dijera Jesucristo acerca de esto), en
su función de policía de la revolución, de fuerza coercitiva que frena y
contiene, incluso a través de leyes en la mayoría de los estados, el ins-
tinto poligámico natural del hombre. A primera instancia parecería que
la moral esta creada para controlar a los hombres, pero no es para eso
solamente, sino que también está concebida para desalentar a las mujeres
que deseen salirse de los patrones de comportamiento de su género de
acuerdo a los cánones revolucionarios, lo cual afectaría al conjunto de
hembras. Lo que ocurre con los machos es solo añadidura, pues deben
someterse como siempre a los frenos que las hembras les imponen, pues
su actitud inseminadora múltiple proactiva es como siempre fue, un río
79
El origen de la monogamia...

impetuoso que solo es frenado por el dique que construyó el género de las
féminas, quienes solo dejan pasar caudal de acuerdo a su conveniencia.
La moral es muy amplia y abarca multiplicidad de ámbitos, incluso
se habla de moral comercial, laboral, política, etc., pero aquí solo nos
ocuparemos de la moral en las relaciones entre hombres y mujeres.
Entre muchas otras cosas, la moral impone que la mujer debe en-
tregarse a las relaciones sexuales con la menor cantidad de hombres
posibles, y si es posible solo con uno, el cual debe ser su compañero
para toda la vida y padre y sostén de sus hijos, tanto en lo económico
como en lo afectivo. Cabe aquí la aclaración, que con el avance de las
relaciones económicas y laborales, y la consecuente inclusión de la mu-
jer al mercado de trabajo, muchas veces, si bien las menos, las hembras
dejan de lado el aspecto de posesión de recursos al intentar cautivar a
un macho (entiéndase hacer cautivo, hacer propio, quitarle su libertad,
etc.), y se aboca al aspecto de tener un sostén emocional y cumplir con
aquello que le marca como correcto la sociedad a través de la moral jus-
tamente. También, siguiendo la misma línea, antes de tener relaciones
sexuales la hembra debe estar un tiempo conociéndose con el macho, y
de ser posible debe casarse con él antes de entregarse a la inseminación.
Hoy en día esto ha variado sensiblemente con respecto a solo cien años
atrás, pero el fin es el mismo. Actualmente hablar de relaciones no es
necesariamente hablar de inseminación, pues en muchos casos los mé-
todos anticonceptivos así lo permiten, los cuales son en la mayoría de
los casos propuestos por el macho, aunque con el paso del tiempo y al
encontrarse el hombre ya atrapado y sin salida, y/o preso del amor, estos
métodos se relajan y la naturaleza, como siempre, encuentra los huecos
para meter su cuña y triunfar. También ha variado mucho el hecho de
que ya no es necesario casarse para tener relaciones sexuales, pero
como ya se mencionó antes en este trabajo, la incidencia del amor o el
acostumbramiento por recurrir a la misma hembra ante la dificultad o
el desgaste que implica conseguir otras hace que se llegué al mismo fin,
la consolidación de una relación monogámica y la posterior procreación.
La moral también proclama muchas otras cuestiones, todas contrarias a
la naturaleza de las relaciones sexuales pre revolucionarias por supuesto,
80 Javier Rafael Maffei

así se ve mal a la hembra proactiva sexualmente hablando, a aquella que


toma la iniciativa para tener sexo, a la que busca tener sexo con varios
hombres, quizás simultáneamente, lo cual en los orígenes era un lujo
para ella el cual le costaba dar muchos bienes al grupo de machos, pues
de esa manera aumentaban sus posibilidades de quedar embarazada.
De la misma manera, veremos más adelante que con respecto al
hombre, muchas de las que hoy son consideradas “fantasías o deseos
sexuales utópicos”, no son más que huellas que han quedado en él de
cómo eran las relaciones normalmente con las hembras antes de la re-
volución. La “fantasía” de copular simultáneamente con varias de ellas
en quizás el más claro de los ejemplos.
En fin, la moral es un muro de contención, pero a su vez, por para-
dójico que parezca, somos los hombres quienes tenemos las llaves del
portón de ese muro. Muchos machos, la mayoría, si bien se dan cuenta
que viven una situación forzada antinatural en cuanto a las relaciones
con las hembras, la aceptan pues se ven sin alternativa, y más tarde o
más temprano, consolidan una relación monogámica, y como compañera
siempre tenderán a elegir a una hembra que se ajuste a la moral, por dos
hechos fundamentales, por la burla que ejerce la sociedad para con ellos
cuando se elige una compañera que no lo hace, y por la creencia de que
una mujer moral será mejor madre y criará mejor a los hijos de la pareja
que una que no lo es. Con respecto a la primera afirmación creo no ha-
cen falta mayores explicaciones. Nada afecta a un macho más que si le
dicen que su mujer, y más aún la madre de sus hijos, le ha sido infiel, o
tiene actitud de serlo. Incluso los otros machos, en vez de compadecerse
de él, lo vituperan y humillan tanto en privado como públicamente, eso
es algo a lo que el hombre teme más que a nada, en muchos casos hay
hombres que no abandonan a sus mujeres por el temor que les da pensar
que en el futuro ellas podrían estar con otros hombres, y las heridas
que eso a él le implicarían. El otro aspecto es más discutible y creo será
imposible llegar a una conclusión, es decir pienso que una vez que la
hembra es fecundada y concibe, su instinto de madre surge naturalmen-
te, más allá de que ésta sea más o menos moral. Si quisiéramos recurrir
a un facilismo, podríamos decir que nada demuestra que una prostituta,
81
El origen de la monogamia...

por citar a la mujer que la sociedad considera menos moral, sea peor
madre que una joven de clase socioeconómica alta sumamente moral y
educada en las mejores escuelas.
Como conclusión debemos decir entonces, que los hombres creamos
en cierto sentido las condiciones que nos aprisionan, pues descalificamos
y rechazamos a la mujer contrarrevolucionaria para formar una familia
y tener hijos con ella, lo cual es lógico en este sistema de cosas, por otra
parte.
Dentro de las sociedades con moral cristiana clásica, hay excepcio-
nes, que se dan en los estratos sociales más humildes, y/o en aquellos
donde no llegan, o llegan con menor intensidad, los tres canales a través
de los cuales se transmite la moral, a saber, la educación formal, la in-
formal, y la religión, acentuando quizás ésta última, pues tanto la Igle-
sia Católica como las diversas iglesias evangélicas protestantes llegan
muchas veces donde la educación estatal laica no llega (así encontramos
muchas veces gentes de condición muy humilde pero de formación re-
ligiosa muy intensa, con la moral consecuente). En estos segmentos se
puede ver al ser humano más cerca de su naturaleza, en muchos senti-
dos, pero sobre todo en el aspecto de las relaciones entre el hombre y la
mujer, y sus consecuencias lógicas, es decir la mayor procreación, pues
su falta de pensamiento en las consecuencias de sus actos hace que no
sepa, o no le preocupe, que una relación sexual sin recaudos muy pro-
bablemente traiga aparejada una concepción. Allí se ven hombres que
conviven con varias mujeres, quienes a la vez frecuentan otros hombres,
se ven mujeres que viven sin macho criando hijos de varios padres dis-
tintos. También los hombres procrean con mujeres sin importarle que pa-
sará con sus hijos, pues muchas veces los desconocen y ni los tienen en
su mente como tales, vemos relaciones intrafamiliares sin importar lazos
de consanguinidad, etc., etc., etc.,. Aunque si bien se ve a las claras una
menor fuerza de la revolución, es decir se acepta una mayor liberalidad
en las hembras, en líneas generales se forman las familias clásicas en la
mayoría de los casos, aunque se disgregan más fácilmente que en otros
estratos, pues la moral no tiene tanto poder, y apenas se siente aprisio-
nado el varón escapa. En otros casos las familias se mantienen, a la vez
82 Javier Rafael Maffei

que se aceptan las relaciones paralelas fuera del núcleo, incluso con su
procreación consecuente. Tampoco hay edad de inicio sexual marcada
por la moral, los individuos se inician sexualmente apenas sienten nece-
sidad de ello, y este aspecto, sumado a la falta de educación formal, hace
que la procreación se multiplique, y la naturaleza salga, como siempre,
ganando, aunque la revolución no tanto, pues al nacer niños en hogares
que no tienen los medios para darle sustento las consecuencias pueden
ser nefastas. Muchas hembras quedan solas con varios hijos, sin padres
que los sostengan, pues para ellos conseguir hembras es más fácil que
en otros estratos más “morales”, por lo cual se atan menos a la monoga-
mia, entonces estas hembras deben salir a trabajar para la mantención
de los críos. Muchas de ellas, al no tener una educación que les permita
insertarse en el mercado formal de trabajo, o al no alcanzarles lo que
éste les puede brindar, se vuelcan a ejercer la prostitución, atendiendo a
las necesidades de escape poligámico de los machos de los estratos mo-
ral y económicamente superiores, y así permitiendo que se mantengan
las familias ya consolidadas en esos estratos. Como vemos todo es un
círculo. Un sistema perfecto que cierra para el beneficio de la mayoría
de las féminas y de su aliada, la naturaleza, que junto con ellas busca la
multiplicación como fin último y supremo.
Mucho se ha escrito acerca de ciertas culturas orientales que esca-
paban a la moral, por aceptar la poligamia. Puede ser una moral distinta,
pero en ellas hay moral, y como siempre beneficia a las hembras. En
esas sociedades un hombre puede tener tantas esposas como pueda,
pero deben ser sus esposas, es decir debe haber con ellas un vínculo
formal y legal, debe brindar a todas ellas un medio de vida, y solo de esa
manera puede disponer de ellas sexualmente. Por otra parte, al poseer
un hombre varias mujeres, y al ser el número entre éstas y los hombres
prácticamente idéntico, como en todo el mundo, para los machos de me-
nores recursos quedan menos hembras disponibles, y por lo tanto éstas
ejercen el poder de ser productos de baja disponibilidad y alta demanda,
pudiendo exigir más a quien las desee poseer y quedando por lógica
hombres solos, por lo general los de menores recursos. Cabe mencionar
que una vez que en las naciones musulmanas se consolida una relación
83
El origen de la monogamia...

monogámica o incluso poligámica, es decir entre un hombre y un harén


de mujeres, el trato para con las féminas posee aristas que para los ojos
occidentales pueden ser ásperos. Lo mismo ocurre en muchas sociedades
de aborígenes a lo largo de todo el planeta, pero esto es algo que excede
a lo que se desea develar en esta obra, sin perjuicio de lo cual no está de
más mencionarlo.
En todas las sociedades ocurre lo mismo, pero hablaremos ahora
de nuestra sociedad occidental y cristiana. En ella se promueve la fa-
milia, de hecho las cartas magnas de varios países hablan de ella como
“la base del estado”. Y en el denominador común de las gentes, se ve
como moralmente aceptable a la persona casada, con hijos, con una vida
ordenada, fiel a su cónyuge, que respeta en general las instituciones so-
ciales que forman el statu quo, y se piden esas cualidades a personas que
ocuparán determinados roles, como políticos, dirigentes de empresas y
organizaciones, nuestros médicos, etc. Solo como ejemplo citaré el artí-
culo del estatuto del club en el cual pasé gran parte de mi juventud, que
reza que para ser candidato a presidente, entre otros requisitos, se debe
ser casado. El individuo infiere que una persona ordenada, metódica,
sin sobresaltos y moral en su vida será así en los ámbitos fuera de su
familia, y por eso elige a esos individuos para que sean sus gobernan-
tes, presidan sus instituciones, eduquen a sus hijos, etc. A continuación
veremos cómo la sociedad que principalmente nosotros los hombres
creamos, es nuestra propia prisión.
6. La sociedad
como medio de contención

La sociedad promueve y sostiene la familia por dos motivos funda-


mentales.
En primer lugar, la familia tiene la función principal de traer nue-
vos seres al mundo y educarlos con los valores de la comunidad en la
que nacen, y a su vez estos seres son también consumidores. El sistema
capitalista los necesita, por lo cual debe fomentar la reproducción. No
solo debemos mencionar el gran volumen de negocios que se manejan
alrededor de los niños, incluso desde antes de nacer hasta que alcanzan
la mayoría de edad, sino que durante toda su vida serán un ente econó-
mico, que producirá y consumirá a su vez, y ambas cosas, producción de
bienes y servicios y el consumo de estos, son la base de las economías
de mercado, hoy y hace tres mil años también.
A su vez, la familia permite mantener las relaciones actuales entre
empleadores y trabajadores. La persona que debe mantener una familia
aceptará condiciones de trabajo que pueden serle desventajosas, pero al
tener que llevar a su hogar sí o sí un sustento, las aceptará. Podrá recla-
mar, sindicalizarse, o buscar nuevos trabajos, pero siempre dentro del
mismo sistema y sin tomar demasiados riesgos, pues las necesidades de
su grupo son día a día. La persona sola puede darse el lujo de rotar por
varios trabajos hasta elegir, si es que lo hace, el que será el definitivo,
pues puede estar sin trabajar un período de tiempo considerable, pues los
recursos que posee son suficientes para el mantenimiento de su sola per-
sona, pero el padre o la madre de familia saben que antes que ellos están
sus críos, sus cachorros, y por ellos aceptará casi todo. Cabe preguntar
que ocurre en los sistemas comunistas, y paradójicamente la situación
es similar en el sentido de la promoción de la familia, ya que así como
el capitalismo necesita consumidores que mantengan la producción, el
comunismo necesita trabajadores para la industria y la agricultura y sol-
dados para los grandes ejércitos que estos regímenes en general poseen.
86 Javier Rafael Maffei

Hace ya casi cien años, la gran Alexandra Kollontai, una de las mentes
más brillantes de la revolución rusa, se asombraba al ver como ciertas
estructuras sociales eran idénticas en ambos sistemas.
A nivel político, la persona casada y con hijos siempre tenderá a
mantener las estructuras, pues justamente teme que un cambio drástico
de régimen implique privaciones para su grupo, o incluso se ponga en
riesgo su integridad. Las grandes revoluciones que acabaron con regíme-
nes, y nombraremos a la Revolución Francesa y a la ya citada soviética,
tuvieron el apoyo de las masas pues éstas vivían sufriendo privaciones
que por su dureza llegaban hasta a hacer peligrar la existencia misma de
sus núcleos humanos, y nos referimos principalmente al hambre. Ante la
desnutrición y la amenaza de perecer, la masa no tiene nada que perder,
y busca cambiar el sistema, aunque pierda la vida en ello. Cuando éstas
por el contrario viven en un sistema que, aunque con injusticias, opre-
siones y desigualdades, no pone en peligro su existencia, éstas tenderán
a hacer revueltas controladas, aunque sin arriesgarse demasiado, pues
no saben cómo es lo que vendrá. Los campesinos agricultores de las es-
tepas rusas, no podían estar peor que lo que estaban bajo el reinado del
Zar Nicolás II, donde no solo sufrían hambre, sino que eran enviados a
morir en guerras sin sentido. Ellos sabían que cualquier cosa que vendría
sería al menos un poco mejor, y antes que dejar que sus familias y ellos
perecieran, decidieron arriesgarlo todo y apoyar a los bolcheviques.
O sea, desde las usinas de valores de las sociedades tradicionales,
sean capitalistas o comunistas, se fomenta la familia, simplemente por-
que es su forma de mantenerse.
Pero veremos que ocurre a través de los canales de expresión de esas
sociedades, a través de las artes como la música, el cine, la literatura,
etc… En ellas algunos de sus exponentes se ajustan al sistema y su obra
es justamente pro sistema, son los menos y por lo general financiados
por los estados, mientras que la mayoría de ellos dejan volar libre al es-
píritu y reflejan aquello que aspira a ser el hombre realmente liberado,
que escapa a los cánones actuales, y que burla a su vez a la revolución
más cruenta, que ha hecho y hace hoy miles de millones de cautivos, la
revolución de las féminas.
87
El origen de la monogamia...

Observemos que ocurre en el cine. La gran mayoría de las películas


siguen hilos conductores comunes, lo cual no es casualidad, y se ve
claramente en ellos la manipulación del sistema. En la gran mayoría de
los filmes en los que por diversas circunstancias se encuentran un hom-
bre y una mujer que deben conseguir juntos un objetivo determinado,
desde encontrar un cáliz perdido, atrapar un malhechor, o derrocar a un
gobierno dictatorial, ellos despliegan su seducción para atraer a la otra
persona, muestran lo mejor de sí, para lucirse y lograr el fin de cada uno:
para el macho, lo natural, poseer una hembra más, y para la hembra lo
que ya sabemos, apresar a ese macho y hacerlo de su uso y explotación
exclusiva. Con el transcurrir del argumento, ambos consiguen la meta, y
hacia el final de la obra, finalizan la misma por lo general con un beso,
que es el comienzo de la relación. Y fin. Y esa es la imagen que queda
en la audiencia. Pero no se muestra el después. No se muestra que la
mujer privará al varón de todo aquello con lo cual la cautivó a ella y al
público durante las diversas secuencias, sus dotes de galante, de trota-
mundos aventurero, de poseedor de varias hembras simultáneamente,
etc., y que lo convertirá en un hombre más que trabaja para mantener a
una sola mujer y a su cría, por lo cual ya no podrá por supuesto seguir
recorriendo el mundo en busca de aventuras, desafiando dictadores, ni
relacionándose con cuanta mujer se le cruce.
Imaginémonos el día después de un galán de la música disco de los
setenta luego del primer beso con la hembra por la cual se lució y derro-
tó en un concurso de baile a otros machos, y que dio origen a una rela-
ción. Hasta ahí la película. Ahora los días después en la vida real, como
serían si también estarían en el filme. El galán llevó a su chica a la casa,
la dejó con un “hablamos”. Eso supongamos es Domingo a la mañana,
con las luces del alba. Domingo a la tarde. La madre del galán entra a
su habitación y lo despierta con el teléfono, en el cual está la muchacha
diciéndole que no deja de pensar en él, y en lo bien que lo había pasado
anoche, a lo que el galán dice que él también, y ante el pedido de ella de
verse ese día, él dice que tiene un compromiso y elude la situación. Al
día siguiente, en el salón de baile donde ellos se conocieron, ambos se
encuentran, y ella no se le despega un minuto, no dejándole que hable
88 Javier Rafael Maffei

ni ensaye con otras muchachas durante la clase, como siempre él hizo, y


por supuesto al final de la misma, lo presiona para que la lleve a su casa,
lo cual impide a él ir a un bar con sus amigos.
Así son situaciones que modifican su vida hasta el sábado siguiente,
en el cual se vio inducido a pasar a buscar a la muchacha para ir al salón
de baile de donde eran asistentes regulares. Por supuesto una vez allí él
baila solo con ella, quien no se le despega un minuto y lo muestra como
un trofeo, o diríamos como una gran pieza de caza. El aún no entiende
que le pasó en solo una semana, que su vida cambió tanto. Sus amigos se
le acercan, no las mujeres por supuesto, y las charlas son muy limitadas
pues la hembra ya dominante en ese entonces hace de ente de control de
los temas, antes siempre referidos a las mujeres, incluso a esa que ahora
tomaba el papel de carcelera. Él no toma tanto alcohol como antes, pues
no tiene motivación para hacerlo, pues antes lo hacía para desinhibirse
y hacer cosas que le ayudaran a conquistar féminas, ahora ya tiene una
que no lo deja tener otras. Ambos se van temprano, a pasear bajo las
estrellas, quizás a hacer el amor, y al día siguiente deberán almorzar
ambos con la familia de ella, en un horario en el que hasta hace poco
el varón ahora domado aún dormía. Esa tarde él debe jugar cartas con
sus amigos, pero a la hora en que debería partir, está la madre de su
hembra enseñándole fotos de las fiestas familiares pasadas, cosa que a él
realmente no le interesa. Así pasan varias semanas hasta que un sábado
él ya no quiere ir más al salón de baile. Antes lo hacía para conquistar
féminas, ahora no le encuentra sentido. Y siente que tanto los hombres
como las mujeres lo miran como a un cazador cazado, como a un león
que se dejó vencer por una ovejita, que no tenía dentro de sí un lobo,
sino algo mucho peor. El lobo mata y come una sola vez, en un solo mo-
mento, la hembra humana caza y mantiene en cautiverio de por vida, es
decir mata lentamente. Luego la pareja cambia sus programas de fin de
semana, va a comer a un restaurant, a una hora en la cual el galán hace
solo pocas semanas dormía para tener fuerzas para la noche, y luego de
ver una película en el cine se van a copular y a dormir temprano, quizás
a la hora en la que antes el galán de las pistas de baile apenas entraba en
escena. Es decir en un mes a partir de la conquista de la hembra por la
89
El origen de la monogamia...

cual tanto lucho, la vida de nuestro protagonista se transformó en mo-


nótona, sin sorpresas ni emociones, él pasó a ser un preso más de este
orden de cosas, y la película solo nos mostró el origen de la tragedia, y
como un triunfo para el hombre, lo que en realidad era su caída.
Muchos congéneres varones saben salir a tiempo de su cautiverio,
algunos tardan más que otros, pero otros, la mayoría, nunca salen, pues
cuando se sienten con fuerzas para hacerlo ya están ligados de por vida
a sus carceleras, sea por sus crías, por cuestiones económicas, por miedo
a la pérdida, o por una conjunción de todas ellas y aún muchas más.
Distinto es el caso generalmente con los personajes que comúnmen-
te se llaman superhéroes, o simplemente con los que aparecen perió-
dicamente en forma de historieta o tira cómica. ¿Cuántos superhéroes
casados y con hijos conocen ustedes? Las vidas y las hazañas de todos
ellos serían imposibles si tuvieran que mantener una familia, estar per-
manentemente teniendo que informar a sus esposas de sus movimientos,
teniendo que ir a las fiestas en los colegios de los chicos, a comprar pa-
ñales y leche en polvo de una marca determinada al supermercado, etc.,
etc., etc. Con ellos hay indicios de contrarrevolución. Son prohombres
que dedican su existencia a su superación y al bien común, no tienen
tiempo para dedicarse a cumplir la función de la procreación, y por
supuesto son demasiado inteligentes para que una hembra los atrape.
Pueden relacionarse con muchas de ellas, pero ninguna los atrapará. La
lista es innumerable, a nivel global podemos citar a Superman, Flash,
Batman, el Capitán América, Aquaman y hasta la Hormiga Atómica,
entre muchos otros. En Argentina el personaje de comic más popular
es Isidoro Cañones, un playboy pícaro que se relaciona con decenas de
mujeres simultáneamente, sin comprometerse con ninguna y por su-
puesto sin que ninguna le imponga nada, que recorre el mundo haciendo
tropelías, desde ya relacionándose con más mujeres. También Paturuzito,
un simpático aborigen nativo de perfil más bajo que Cañones, que lucha
contra las injusticias, anda solo por las pampas sin ninguna hembra que
lo domine. Sin duda el sistema quiso luchar contra esto, pero se dio
cuenta que los superhéroes que crearía, de ser casados y con hijos, con
90 Javier Rafael Maffei

todo lo que ello implica, serían poco populares, pues en ellos los lectores
y espectadores buscan ver la fantasía de aquello que quisieran ser.
El sistema no se dio por vencido, y creo algo intermedio, optaron
por personajes que no eran casados, pero eran eternos novios, y no
tenían hijos, sino sobrinos, cuyos padres nunca se conocieron y de los
cuales nunca se habla, lo cual permite más libertades a los protagonistas,
pero estando dentro del sistema post revolucionario. El ratón Mickey y
su novia Minie y el pato Lucas con su prometida son un ejemplo, y en
estas latitudes, el famoso “Condorito” sirven para completar la grilla
con su novia Yayita.
Algo curioso es que las superhéroes mujeres también por supues-
to son solteras. Es difícil imaginarse a la Mujer Maravilla cocinando
para su marido que llega de trabajar de la oficina de correos, lavando
la ropa de él y de sus niños, o charlando con otras madres en la puerta
del colegio al que sus críos concurren hablando de lo caro que están los
tomates. ¿En qué momento lucharía contra los malos? ¿A quién dejaría
a los niños? ¿Su marido no le haría escenas de celos? Etc., etc., etc.
Por supuesto que hay numerosas películas y series que son abierta-
mente pro sistema, que apuntan lisa y llanamente al mantenimiento del
sistema social tradicional, siendo La Familia Ingalls, por ser un producto
mundialmente conocido, solo un caso de los muchos que podríamos
citar.
En la vida real, las mujeres que sobresalen del resto, aquellas que
hacen aportes valiosos a la Humanidad, por lo general tampoco son
parte del sistema tradicional, pero en vez de seguir su ejemplo, es como
que de ese aspecto de su vida no se habla, incluso muchas veces por eso
se las critica. Hay dos féminas a las que admiro por demás, ellas son
Alexandra Kollontai, a quién cité líneas arriba, madre de la Revolución
Bolchevique y del movimiento feminista ruso, y Mary Cassat, la mejor
pintora impresionista que se halla visto jamás. Ambas por supuesto eran
independientes solteras (a Kollontai se le conoció solo una pareja relati-
vamente estable, y poco duradera), pero su caso es muy raro, pues ellas
sentían la obligación de transmitir el fruto de su ciencia, de su intelecto,
91
El origen de la monogamia...

al resto de los seres, y esa inteligencia superior que poseían les señalaba
que su soltería era para ellas necesaria, pues de otra forma no podrían
hacerlo, pero no se alegraban por ello, se sentían en falta con aquello
que desde su profundo instinto animal se les imponía. Debo reconocer
que quien escribe se enteró de esto mucho después de conocer su obra,
y grande fue mi decepción, al ver que dos genios como ellas incluso, no
podían ver la mediocridad del destino que se les imponía como género,
ni rechazar el mandato de hacer presas de sí al género restante.
Alexandra Kollontai fue una de las usinas doctrinales de los prime-
ros tiempos de la revolución rusa, e imprimió a la misma un progresis-
mo que sorprendió a más de un intelectual occidental. Si bien trabajó
para el conjunto de la población, se centró mucho en cómo debía ser la
mujer comunista, a su entender idealista, independiente y liberal, por
supuesto siempre a la misma altura que el hombre, con absoluta igualdad
de derechos y obligaciones. Ocupo numerosos cargos en la estructura
gubernamental, destacándose por ser la primera mujer embajadora de
la historia soviética, desempeñándose en las embajadas soviéticas de
Suecia, Noruega y México. Promovía el amor libre, y sus dos logros
claves son la legalización del divorcio y el aborto. Parecía que la revo-
lución rusa sería el fin de la revolución de las féminas, pero con el paso
del tiempo el estado ruso se dio cuenta que si seguía en ese camino de
libertad sexual y sentimental que promovía el movimiento feminista
soviético, pronto se reduciría la población, y así el número de trabajado-
res y soldados, justamente frente a los vientos de guerra que soplaban a
través de Europa en ese momento. Así a mediados de la década de 1930
se vuelve a hacer campaña a favor de la familia y los valores tradiciona-
les, se prohíbe el aborto y se imponen innumerables trabas burocráticas
para que las parejas se divorcien. Es difícil pensar que quien casi logra
la contrarrevolución, sea una hembra, lo cual la enaltece aún más. Trans-
curridos los años y afirmada la revolución rusa, Alexandra se empezó a
enfrentar con las cúpulas del Partido Comunista, a quienes catalogaba
de ser autoritarias, entre otras cosas, y poco a poco sufrió aislamiento
y diversas presiones que la obligaron a exiliarse en varios países euro-
peos, finalizando en Noruega. Desde Oslo siguió predicando a favor de
92 Javier Rafael Maffei

la liberalización de la mujer, pero en escritos encontrados luego de su


muerte, se vio una faceta desconocida de este genio que sinceramente
me desconcertó, o mejor dicho en cierto grado me desilusionó. En ellos,
expresa que su ser de mujer le pidió siempre lo contrario a lo que ella
predicó, y que esa lucha de fuerzas vivió desde muy joven dentro de ella,
atormentándola siempre, haciéndola dudar de si no estaría traicionando a
su género. Gracias a Dios primó en ella la razón al instinto. Con su obra
se ve claramente que a la mujer no le conviene adquirir la libertad que
tanto dice anhelar ni la igualdad con el hombre, pues en condiciones de
igualdad justamente, sin las leyes de la revolución de las féminas de por
medio, perderían su dominio sobre los machos.
Mary Cassat es a mí entender la mejor artista que la pintura haya
visto jamás, y ella nunca se casó ni tuvo hijos, pero decía que no lo ha-
cía porque no quería, sino porque eso le implicaría dejar su carrera. Es
como si sintiera culpa de no cumplir con su mandato natural, y quizás
sea por ello que en la mayoría de sus obras aparecen madres con sus
crías o simplemente niños, como brindándole al mundo las criaturas
que ella no dio a luz.
Otro caso para mencionar es el de la música. Analicemos el caso
de los cantantes que dedican sus obras al amor. Sus letras y melodías
hablan de amor para toda la vida, de fidelidad absoluta, de un futuro
con dos seres unidos entre sí, etc. Por supuesto que estos autores son
seguidos mayoritariamente por mujeres, para quienes quitar a alguien
la libertad, hacerlo su prisionero y subyugarlo el resto de su vida es su
objetivo natural. Esta música a su vez, es por supuesto utilizada por los
hombres para hacer a las mujeres ceder a la cópula, pensando que siem-
pre saldrán airosos de ella, aunque no siempre es así, y tarde o temprano
son atrapados. ¿Por qué siendo así, perjudicial para los hombres como
género, por fomentar valores contrarios a éstos, tantos varones en su
mayoría dedican su obra y su carrera a estos temas? Por un lado, lo que
hace gustar una canción a primera impresión es la melodía, y a la hora
de ponerle letra, el cantante pro sistema pensará en el amor, que es no
solo socialmente aceptado y políticamente correcto, sino un método para
atraes consumidoras de buena fe por un lado, y por el otro consumidores
93
El origen de la monogamia...

hombres que compraran sus discos para “conquistar” mujeres e irán a


sus recitales con el mismo fin, o acompañando a sus carceleras, o sea a
sus novias o esposas. Cantarle al amor permite utilizar palabras hermo-
sas al oído, que facilitan la escritura, y como ocurre en las películas, las
canciones muestran una parte de la realidad, tratan en general de parejas
que están conociéndose o de aquellas recién formadas, así por ejemplo
un joven le canta a una mujer a la cual desea o a una que es hace muy
poco suya, estando aún en su sangre el veneno del amor. Casi ninguna
canción es dedicada por un marido a su esposa luego de diez años de
convivencia, y muy pocas hablan de los hijos en común. A lo sumo se
habla del deseo de tenerlos en un futuro. Es decir, tanto en películas
como en las canciones se habla del proceso en el que la hembra está
seduciendo de una u otra manera al macho para hacerlo prisionero, pero
nada se habla de cuando el condenado ya entró a prisión, es decir, desde
que la convivencia empieza a desgastar todo y el amor pierde intensidad
y se transforma en simplemente ternura, comodidad y acostumbramien-
to, para luego en hastío y opresión.
Cabe destacar que los cantantes románticos no viven en general
regidos por los valores que promueven, es decir fidelidad y monogamia,
sino todo lo contrario, son grandes polígamos, por un solo motivo, por-
que pueden hacerlo, tienen recursos económicos y la fama necesaria que
los hacen atractivos a las hembras de cada lugar a donde van a presentar
sus obras, y si son medianamente inteligentes y no caen fruto del vene-
no amoroso, pueden vivir de acuerdo al ideal masculino original. Las
hembras esto lo saben pero parece no importarle, es como que festejan
pícaramente las cualidades poligámicas de su ídolo, ocurriendo lo inver-
samente proporcional con quien es o va a ser su potencial pareja, a quien
reprocharán cualquier actitud o comentario siquiera de esta índole. Ellas
admiran al macho poligámico pues su instinto se lo señala como gran
inseminador, pero una vez que lo tienen para ellas, le reprochan esa ten-
dencia y lucharán hasta reprimirle ese comportamiento, para que utilice
toda esa energía en sostener a ella y a su cría, sentimental y económi-
camente, o simplemente la primera, pues en la economía actual, como
dijimos, algunas mujeres (las menos) pueden generar más recursos que
94 Javier Rafael Maffei

sus machos, y se contentan con obtener de ellos solamente lo emocional


y el hecho de cumplir con el mandato social de tener hombre propio y
exclusivo. Como ya mencionamos, pero vale la pena volver sobre ello,
ese mandato hace que muchas hembras soporten hasta lo indecible con
tal de cumplir con el mandamiento citado y/o porque no quieren perder
el sustento afectivo y económico sobre todo para sus hijos. La pieza
teatral picaresca titulada “No seré feliz pero tengo marido” es una triste
muestra del pensamiento conformista de muchas féminas occidentales
y cristianas. Me reservo, por cuestiones de buen gusto, expresar que
pensaría de ellas Alexandra Kollontai.
Con respecto a las mujeres que le cantan al amor y la monogamia
eterna, no debemos ahondar mucho, pues ellas realmente lo hacen desde
lo que naturalmente sienten y desean, pudiéndose decir que lo suyo es
genuino y auténtico, al margen de qué opinemos de ello.
Los géneros musicales que abarcan aspectos más naturales al hom-
bre, como el rock, hablan de desenfreno, del hombre como ser nómade
en busca de aventuras y hembras, de los placeres egoístas de la vida, y
por eso su público es mayoritariamente masculino. No quiere decir que
entre ellos no haya mujeres, pero ellas en la mayoría de los casos no
adhieren a esos valores, o lo hacen solo hasta que encuentran un macho
que evalúen será un buen sostén. Ahí mostrarán la hilacha y serán como
la más típica seguidora de música romántica, exigiendo a su hombre
fidelidad, comportamiento adecuado y por supuesto, hijos.
El análisis de la literatura del género es similar. Tanto las novelas
como las poesías versan sobre parejas que aún no se han conformado
o que recién lo hacen, nada dicen de las privaciones y prohibiciones
que tienen ambos miembros, pero sobre todo el hombre (a quien más le
duelen por otra parte), luego de empezar la relación. Mucho menos de
las obligaciones que vendrán, y del cambió de vida que lleva implícito
el traer descendencia.
Romeo y Julieta luchan por ser pareja, y más luchan cuanto más se
les impide el vínculo. Seguramente si los hubieran dejado casarse, Ro-
95
El origen de la monogamia...

meo hubiera escapado a los pocos meses de soportar la vida de hombre


de familia.
El deseo, por simple definición, deja de serlo una vez que se cumple,
y cuanto más difícil nos es, más lo deseamos, valga la repetición de tér-
minos. Si algún amigo de su familia le hubiera explicado a Romeo como
es la vida, o mejor dicho el cautiverio, después de cinco años solamente
de estar junto a una mujer, y le hubiera hablado de las cosas que ya no
hace, del aburrimiento, del gestionar permisos para hacer cualquier
cosa que no tenga que ver con la familia, en fin, le hubiera hablado de la
realidad del matrimonio, seguramente el pobre muchacho escaparía de
Julieta y hubiera festejado con amigos en una taberna el haberse salido
de esa trampa, en vez de lucubrar esos planes con el fin que ya es harto
conocido.
Como analista de las religiones monoteístas, siempre cuestioné la
inclusión del libro Cantar de los Cantares en la Biblia, por un lado por
ser una obra que nada tiene que ver con Dios, de hecho nunca se lo nom-
bra si quiera, y por el otro por ser piedra de perdición y tropiezo para
muchos, que ven en cada palabra de las sagradas escrituras un mandato
divino. En el libro un pobre muchacho describe a través de mil metáfo-
ras como es su amada, para él la perfección a la máxima potencia. Se
debería de añadir al libro, así como el Nuevo Testamento completa al
Antiguo (y es de hecho su evolución), algo escrito por este chico luego
de vivir un par de años con la doncella en cuestión.
Como vemos, salvo excepciones, las artes masivas son pro sistema y
funcionales a la revolución, pues muestran la parte linda de las relacio-
nes monogámicas, y aquellas obras que atentan contra ella son moral-
mente rechazadas y se ve como a degenerados a quienes las consumen.
El caso de las películas para adultos es un ejemplo claro. Lo que en
ellas se ve se denominan “fantasías” o “deseos impuros” de los hombres,
cuando en realidad se muestran cosas comunes antes de la revolución,
y ese deseo no es más que una nostalgia que surge de nuestro instinto
profundo. Un macho que se relaciona sexualmente con la mujer que
desea sin acatar todas las exigencias que hoy se imponen, relacionarse
96 Javier Rafael Maffei

con varias de ellas a la vez, etc., todo aquello que hoy le es al hombre
tan difícil concretar, a excepción que pague por ello, todo eso que se nos
exhibe como impúdico e inapropiado, no es más que como eran las cosas
antes naturalmente para los machos.
Era común a un macho, o a un grupo nómade de ellos, llegar a un
clan femenino y copular con varias hembras, muchas de ellas con situa-
ción de parentesco entre sí. Hoy, la “fantasía” de tener relaciones con la
hermana o con otras parientes de la pareja estable de un hombre es más
que frecuente, y es solo un ejemplo. Los hombres sienten gran atracción
por las parejas lesbianas, y sueñan con tener una relación sexual con
ellas. Es que antes de la revolución, en los clanes femeninos las parejas
eran regularmente lésbicas, y era común que compartieran un macho.
Eran parejas donde había igualdad de intereses y comportamientos
fisiológicos, al contrario de lo que ocurre en las parejas conformadas
por hombre y mujer, en las que las diferencias que empiezan desde lo
hormonal-sexual se trasladan y amplifican a todos los ámbitos. Dos
mujeres que forman pareja juntan comportamientos y necesidades simi-
lares; estabilidad, crianza de hijos, regularidad en todo sentido, y logran
inmunidad al aburrimiento y la monotonía, por ver en lo previsible lo
seguro para sus crías. El viejo chiste que reza que “hacer el amor” es
lo que realizan las mujeres mientras los hombres las copulan, viene
justo para esta descripción. Los grupos de machos llegaban entonces
a los asentamientos femeninos y muchas veces inseminaban a parejas
conjuntamente, pues ellas deseaban como forma de ligarse, tener hijos
que sean del mismo hombre. Suena enfermizo, pera en realidad muchas
demostraciones de amor lo son. La fantasía masculina de estar con una
pareja de lesbianas no es más que, como en muchos otros casos, huellas
de lo que fue alguna vez, y nos fue arrebatado.
Imagínense una persona que durante toda su vida comió frugal-
mente de todo, y a quien a una edad determinada, supongamos a los
cincuenta años, se le detecta hipertensión, por lo cual debe dejar de
ingerir alimentos con exceso de sal, por ejemplo jamón crudo y salame.
Si bien él nunca fue un gran consumidor de estos embutidos, y nunca les
dio demasiada importancia, a partir de la prohibición de su ingesta los
97
El origen de la monogamia...

ve distinto, siente una atracción impensada hacia ellos, los desea como
nunca antes, y aprovechará cada oportunidad en que su familia no lo
vea para comerse una sándwich de jamón crudo o salame, aun sabiendo
que le es perjudicial a su salud. Pensará que prefiere vivir quizás un par
de semanas menos, a no darse ese gusto. A ese punto irracional llega su
deseo, cuando hace solo un año eso le era totalmente indiferente, y solo
lo consumía en alguna fiesta o reunión familiar.
El hecho de que algo se le prohíba al ser humano, le hace desearlo y
sentir curiosidad por él, y más aún si eso no implica riesgos reales para
la vida, como es el caso del amor libre poligámico. Esta situación se po-
tencia al tener los varones una producción seminal igual a la que tenían
cuando había uno de ellos cada cien hembras, lo cual fue así querido
por ellas, pues como ya dijimos, al haber tanta necesidad de parte de los
hombres de placer fruto de la exteriorización genital, la parte que posee
la llave a esa exteriorización (el cuerpo femenino como fuente de placer)
puede poner el precio que más le convenga para brindarla.

Sociedades guerreras, sociedades poligámicas


Así como a la pregunta sobre qué hombre tiene muchas mujeres le
corresponde por respuesta simplemente el que puede, lo mismo ocurre
con las sociedades a lo largo de la historia. Siempre que el hombre pudo
elegir entre tener una o varias hembras, obviamente eligió por la plura-
lidad. Aquéllas sociedades guerreras por naturaleza, como los unos, los
tártaros, los visigodos, los vándalos, incluso los israelitas en sus etapas
de la conquista de la Tierra Prometida y sus períodos monárquicos, eran
poligámicas, porque en sus casi permanentes campañas perdían muchos
hombres en combate, por lo cual, por la nefasta relación de un hombre
por mujer, quedaban para los sobrevivientes más hembras para sí. A su
vez, de los pueblos conquistados, además del ganado y todos los objetos
de valor y armas, se tomaban las mujeres y se las llevaban a sus tierras,
acrecentando así la cantidad de mujeres por cada hombre. Ésta es una
práctica común a lo largo del transcurso de la Humanidad. Así en el
caso de Moisés, Josué y compañía, ellos aniquilaban a todos los pueblos
98 Javier Rafael Maffei

que ocupaban el territorio que les correspondía por revelación de Dios,


pero en muchos casos dejaban con vida y para sí a las hembras, lo cual
les costó más de un castigo divino, pues la orden era el aniquilamiento
total (en casi todos los casos). En la guerra contra el indio, en el sur de
América, cuando los malones o grupos de nativos atacaban las ciudades
de avanzada del hombre blanco, llevaban cautivas a mujeres y niñas, que
pasaban a ser propiedad de los caciques de las tribus o eran entregadas
como premios a los más valientes.
Por el contrario, las sociedades que no son guerreras, camino que
es lo normal en los últimos siglos, la monogamia es lo habitual, pues no
hay episodios que alteren en forma significativa la relación de una mujer
por hombre, establecida a partir de la revolución. El último caso, y para
nombrar un hecho que toca a nuestros pueblos latinoamericanos, se da
en Paraguay luego de la guerra de la Triple Alianza, es decir cuando este
país mediterráneo se enfrentó en total inferioridad de condiciones contra
los ejércitos de la Argentina, Uruguay y Brasil. Más de las tres cuartas
partes de los hombres paraguayos cayeron en combate, por lo cual para
los que volvieron había disponibles tres o cuatro mujeres. Se ocupó la
genética post revolucionaria a través de la relación entre nacimientos
de hembras y machos en los posteriores ciento treinta años de ir equili-
brando nuevamente esa relación, para beneficio como ya sabemos de las
hembras, pero es común escuchar casos en ese país de antepasados con
dos o más esposas, incluso hoy día hay casos de poligamia socialmente
aceptada, pues la relación estadística aún no llego a lograr el uno a uno
que existe en el resto del continente y en casi todo el mundo.
En pueblos originarios del Amazonas, naturalmente belicosos entre
sí, y otros del África y de Asia, la poligamia sigue siendo la regla, por-
que la “civilización” no ha llevado la paz que trae aparejada la monoga-
mia a sus estilos de vida.
Luego de la revolución, con el “uno a uno” ya establecido, la guerra
ha sido la única vía para los hombres de conseguir una dosis al menos
de su status pre revolucionario, en ciertas tribus subsaharianas los en-
frentamientos son abiertamente por las hembras, en civilizaciones más
99
El origen de la monogamia...

desarrolladas no son esas las razones directas, pero si otras que derivan
de la revolución, pues como ya dijimos, todo conflicto es por la puja de
bienes escasos, sean esos bienes millones de barriles de petróleo, una
región, un conjunto de islas, o incluso un cargo como puede ser un tro-
no en una monarquía, cuando hay más de un ascendiente al mismo. En
la naturaleza todo se diseñó tendiente al equilibrio, cuando se tocó ese
equilibrio comenzó el caos.
Es importante aclarar que los primeros enfrentamientos entre huma-
nos fueron entre clanes de mujeres, en los períodos pre revolucionarios,
por cuestiones que tenían que ver con la disponibilidad de alimentos,
una fuente de agua, un valle o región favorable para habitar, o incluso el
“usufructo” de un grupo nómade de machos.

Suegras
¿Por qué tanto recelo y tanta resistencia de las madres de los varones
cuando llevan a su casa a quien será su esposa? Simplemente porque las
madres de los varones no dejan de ser mujeres, y saben lo que son. Sa-
ben que así como ellas cazaron y casaron al padre de sus hijos, así ahora
otra hembra está cazando para casar a su hijo, a quien las madres aman,
y quisieran, consciente o inconscientemente, que nadie le haga al fruto
de sus entrañas lo que ellas ya han hecho hace veinticinco o treinta años
a otro hombre. Pero aquí la naturaleza no se queda atrás, y desarrolla en
las futuras abuelas el instinto de maternidad de segunda generación, que
hace dejar de lado o pasar a un segundo plano el daño que se le está ha-
ciendo a su hijo macho, el aniquilamiento de su esencia como semental,
el fin de su libertad. Pero sobre este tema, ya muy avanzado, hablaremos
junto con otros en una próxima obra.

La cuestión de las “amantes”


Es común escuchar de parte de varones el tener conflictos porque a
alguien se le “revela” la amante y le empieza a hacer la vida imposible,
amenazando con contar todo a su novia o esposa.
100 Javier Rafael Maffei

Tema que da mucha tela para cortar, pero este es el primer libro sa-
cando a la luz la revolución, ya habrá oportunidad de profundizar sobre
muchos temas que apenas se han nombrado y detallado brevemente.
En primer lugar, ¿Qué impulsa a una mujer joven y soltera a entablar
una relación con alguien generalmente mayor y casado hace años o en
pareja y muchas veces con hijos?, simplemente el hecho de que ya se
sabe que ese macho acepta la subyugación, acepta el estar encarcelado,
y que cumple bien con sus deberes de hombre proveedor y protector de
su familia. La joven en cuestión acepta en principio el papel de amante,
de “tercera”, y no pone condicionamientos, pues apuesta a provocar
la reacción química del amor en el varón, la cual seguramente con su
esposa se apagó, y de esa manera lograr que se separe y forme con ella
una familia, el fin último de toda mujer. Si no lo logra en un período de
tiempo determinado, ella empezará a alterarse y comenzarán las ame-
nazas y los escándalos.
¿Qué pensaba el varón? ¿Qué la señorita quería tener sexo con él sin
compromiso porque él le parecía atractivo físicamente? Eso pensaría un
macho, para las mujeres esa característica es una más pero no la más
importante a la hora de elegir pareja. ¿Cuántas veces hemos visto damas
hermosas con caballeros no tan agraciados físicamente y no lo podemos
entender? Desde el punto de vista femenino es totalmente lógico, la
garantía de estabilidad social, emocional y muchas veces económica es
mucho más valiosa a sus ojos que un físico torneado cinco días a la se-
mana en el gimnasio. Hombres, nunca olvidemos que si es por el hecho
de tener relaciones sexuales en sí, las hembras conseguirían candidatos,
de así quererlo, en cinco minutos, y más de uno si quisieran.
El llamado “síndrome de Brad Pitt” afecta a miles de dueños de
empresas, gerentes, altos funcionarios del estado, o varones con poder
económico y/o social en general que piensan que las mujeres los buscan
porque son bonitos, y no por lo que pudieran conseguir en el corto o
largo plazo de ellos, y las consecuencias si no se curan a tiempo pueden
llegar a límites trágicos.
101
El origen de la monogamia...

La persona que sufre de esta distorsión de la realidad, comienza con


la relación con su amante, la frecuenta una o dos veces por semana, se
siente rejuvenecer, y en ese momento se le abren dos caminos; en primer
lugar puede dejar a su familia y empezar una nueva con la segunda hem-
bra, o pensar que el vínculo con su amante seguirá así eternamente, sin
que esto afecte a su familia, lo cual muestra una total y absoluta falta de
empatía, es decir no se pone en el lugar de la nueva mujer. La “amante”
nunca se referirá a ella misma con esa palabra, ella “está conociendo
a una persona”, mientras que el hombre dice que “le está haciendo el
amor a una persona”, para no utilizar términos vulgares. Al igual que
en el matrimonio, la relación de amantes entre un hombre con familia y
una mujer soltera arranca de parte de cada uno con objetivos distintos,
por lo cual nunca se puede llegar a un buen final. El hombre entra bus-
cando una diversión, algo nuevo que lo divierte y le hace canalizar sus
naturales impulsos poligámicos. La mujer entra buscando al que será el
hombre de su vida, el último, como casi todas las hembras que empiezan
un vínculo.
Con el paso del tiempo, la amante quiere dejar de serlo, en vez de
ser la “amante de”, quiere ser “la novia de” y posteriormente “la señora
de”, y si no logra eso, comenzará a presionar cada vez más fuertemente
al hombre y a amenazarlo con hablar ella con su familia si él no lo hace.
Aquí lo caminos son varios, desde el blanqueamiento del hombre a su
mujer buscando su perdón y anulando las amenazas de su amante, y
obviamente cortando la relación con ella, pasando por el descubrimiento
de la esposa del hombre de la situación y su pedido de divorcio, con todo
lo que eso significa hoy económicamente, y pudiendo luego de esto el
varón formar pareja con quien era su amante o no, hasta el suicidio de
la aspirante a dama o el asesinato de alguno de los participantes de la
trama. En mayor o menor medida, todos los finales son traumáticos.
Cuando los amantes son los dos casados o en pareja la situación
es distinta, aunque ocurre muchas veces que la mujer se separa de su
marido, por sentir culpa por lo que está haciendo, y pasa a ser el tipo de
amante del caso anteriormente mencionado.
102 Javier Rafael Maffei

El caso más llevadero es cuando en una pareja de amantes la mujer


es casada y el hombre no, pues éste nunca hará ningún tipo de escánda-
lo, pues qué mejor para él que otro brinde sustento emocional, social y
económico a una hembra, y él se lleve lo mejor a nuestros ojos, la dis-
ponibilidad sexual, sin tener ningún tipo de compromiso ni limitación a
su libertad. El riesgo aquí radica en que surja en alguna de las partes el
amor, lo cual ocurre mucho más seguido en la mujer. Un día llamará a su
amante y le dirá que ya dejó a su esposo, le contó todo sobre ellos, y que
ya está libre para ser enteramente suya, lo cual provocará en el incauto
muchacho la necesidad de irse a vivir al Amazonas, pues él siempre vio
a esa mujer justamente como una amante, nunca como una futura novia
o esposa. Si por el contrario, el hombre se enamora, puede pedir a la
hembra que deje a su marido y vaya con él, a lo cual la mujer puede ac-
ceder o no. La propensión del macho en estos casos al berrinche siempre
es mucho menor y más medida que en el caso de las hembras, quienes
en general, cuando se sienten engañadas, o como se dice comúnmente
“despechadas”, llegan a cometer actos de irracionalidad totalmente
impensados para esa misma persona en circunstancias normales, se les
nubla la razón y aflora en ellas todo lo instintivo en el sentido negativo
de la palabra, pues para ellas estas situaciones, consciente o inconscien-
temente están ligadas en su psiquis a la posibilidad de procrear o de cui-
dado de su cría. Muestra de esto es que la mujer despechada de más de
cierta edad, es decir con sus hormonas ya más estabilizadas y maduras,
sin el apremio de la concepción, apuntan mucho más racionalmente a
vengarse de sus ex maridos, apuntando fríamente a lo patrimonial más
que a los escándalos en los que hasta ellas mismas casi siempre quedan
como insanas (mentalmente hablando).
No quiero lector que me juzgue por lo que voy a decir, pero en este
caso nada se les puede reprochar a las mujeres. Ellas buscan sus objeti-
vos de la forma que está a su alcance, es lógico que ninguna querra ser
amante, la tercera, por siempre y por nada. Alguien podrá decir “yo le
avise desde un principio que nunca dejaría a mi familia, y ella aceptó”…
Si viéramos las mentiras que decimos nosotros para lograr estar con
103
El origen de la monogamia...

una chica, nos daríamos cuenta que no podemos en este sentido decirles
nada.
Desde aquí solo les puedo ayudar en este punto aconsejando no caer
en el “síndrome de Brad Pitt”, y ni siquiera para él las cosas son tan
fáciles y placenteras como pensamos. Les aseguro que de la mujer más
bella del mundo uno se aburre a los seis meses de convivir. Como diji-
mos, se puede comer todos los días langosta y caviar con champán, pero
al mes de comer todos los días lo mismo, les aseguro que al pasar por
una parrilla el aroma de los chorizos y la bondiola nos va a volver locos.
7. Naturaleza
y Femineidad

Es curioso que muchas veces el ser humano tienda a no ver la rea-


lidad, incluso cuando ésta se manifiesta clara y abiertamente ante sus
ojos.
La lengua castellana nos define a la naturaleza de las siguientes
maneras: “Esencia y propiedad característica de los seres”., “Conjunto
y disposición de las cosas existentes”, “Principio universal de todas las
cosas naturales”, entre otras definiciones. Y con respecto al adjetivo de
natural, nos dice “Hecho con verdad, sin artificio”, “Franco, sin doblez”,
y aquí aquello que me conmovió: “Que se haya presente en la naturaleza,
que no ha sido preparado artificialmente”. Con solo pensar unos segun-
dos, estimado lector, nos damos cuenta que muy poco hay de natural
en las relaciones entre hombres y mujeres, es decir, el sistema actual es
fruto de, citando la definición anteriormente citada, “algo que ha sido
preparado artificialmente”, y como ya vimos hasta aquí, ya sabemos por
quiénes y para qué.
La naturaleza debe ser entendida como un sistema de cosas. Así una
parte de ella busca por todos los medios el aumento demográfico de las
especies, mientras que otra se encarga de encuadrar esa cuantificación
demográfica dentro de los marcos del equilibrio alimenticio ligado
directamente a las cantidades de recursos y espacios disponibles, utili-
zando, como ya mencionamos en el núcleo de este ensayo, métodos de
control poblacional, como la aparición de predadores, enfermedades co-
munes a determinadas especies, periódicas sequías e inundaciones, etc.
Una parte de la naturaleza hace que nazcan miles y miles de tortu-
gas marinas en las playas del Océano Pacífico Sur, y otra parte, a su vez,
hace que solo el diez por ciento de ellas llegue si quiera al primer mes de
vida. Una gran cantidad es devorada ya en su camino hacia las aguas por
aves marinas, y una cantidad similar se pierde antes de llegar, muriendo
de hambre o deshidratación, o son presas, una vez en la masa oceánica,
106 Javier Rafael Maffei

de peces o mamíferos acuáticos. Si la parte “racional” de la naturaleza,


por llamarla de alguna manera, no actuara frente al comportamiento
inconsciente de la parte “irracional” de su propio sistema, ya hace rato
hubiera llegado el día en que las tortugas marinas habrían copado todos
los mares y playas del mundo cálido.
Citaremos al conejo como segundo ejemplo, pero hay muchos más.
La naturaleza “irracional” ha dado a este animal una gran capacidad de
reproducción, por eso ha tenido que intervenir la parte “mala” de la pe-
lícula, la naturaleza “racional”, para dar, a través de medios que también
son totalmente naturales, un control demográfico, sino sin duda cada
dos pasos pisaríamos un conejo, y ya hace siglos hubieran acabado con
toda la vegetación de las zonas templadas en que habitan, y de las otras
a las que hubieran migrado al haber devastado a éstas. Primeramente,
ellos tienen gran cantidad de predadores, como el águila, el halcón, las
víboras, las lagartijas y las comadrejas. Pero a su vez, cuando hay gran
cantidad de conejos en un radio pequeño, surgen naturalmente enferme-
dades que los aniquilan hasta regular el número de los mismos.
¿Qué debemos decir? ¿Qué la naturaleza es mala? La naturaleza no
es ni buena ni mala porque no tiene sentimientos, nada le produce la
imagen de un pequeño conejo varios días jadeando agonizando mientras
un virus le desintegra sus pulmones hasta llenar su tórax de sangre y
ahogarlo. Y ese virus, a su vez, es parte de la naturaleza, y hay otros
virus que actúan como control sobre él.
La naturaleza racional no hace esto por gusto, sino que busca la sub-
sistencia de todo el conjunto de los seres y de los recursos del planeta.
Han ocurrido numerosísimos casos, producidos por el hombre por su-
puesto, de especies que por distintos motivos se trasladan de su ecosiste-
ma natural, donde tenía sus depredadores de control, a otras zonas donde
no los hay, y si bien en un período de tiempo determinado la naturaleza
“racional” los hace surgir, en forma de otros animales o enfermedades,
en ese lapso se transforman las especies “inmigrantes” en plaga, per-
judicando o aniquilando directamente la flora y fauna del lugar al que
han sido llevados. A la isla de Tierra del Fuego, en el sur de nuestro país,
107
El origen de la monogamia...

han sido llevados en la década del ‘50 ejemplares de castores importados


de Canadá, para criarlos allí, en virtud de ser un clima similar al de su
hábitat, y enviar su cuero a Buenos Aires para ser curtido y procesado
para exportarlo a Europa y los Estados Unidos. Luego de diez años, dis-
tintos factores económicos que no vale la pena aquí enumerar, hicieron
que la crianza del castor deje de ser un negocio rentable, por lo cual los
criaderos empezaron a cerrar, y muchos de ellos, en actos que sin duda
no llevaban en sí maldad sino por el contrario bondad y misericordia
(ambos términos ligados al sentimiento humano y al cristianismo, ambas
cosas ausentes en la naturaleza, sea en la irracional como en la racional),
en vez de sacrificar a los animales o devolverlos a su ecosistema (algo
que por su costo no haría ningún empresario argentino en el proceso de
liquidación de su empresa), los soltaron en una zona sin depredadores
naturales. Con el tiempo su población aumentó sin control, hasta llegar
a convertirse en una plaga que devastó los bosques fueguinos y provocó
verdaderos desastres hídricos, pues sabemos que estos animales tienden
permanentemente a desviar cursos de agua y construir diques donde no
los hay. En este caso antes que la naturaleza racional actuaron los su-
cesivos gobiernos provinciales que a través de políticas de erradicación
basadas simplemente en pagar por cada ejemplar cazado han mitigado
el desastre, aunque no totalmente, y muchos ambientalistas creen que el
daño que han causado es irreversible.
A primera instancia suena incoherente hablar de “naturaleza racio-
nal” y “naturaleza irracional”, pero veremos que no es así.
Mientras que una fuerza se encarga de lanzar y lanzar ejemplares
al mundo, la otra se encarga de mantener a raya a todas las especies y
subespecies.
Demás está decir, que para hacer su revolución, las féminas se han
aliado, biológicamente hablando, con la naturaleza irracional, y a ella
le han pedido todos aquellos cambios necesarios para la dominación
del hombre en virtud de su función de madre, como la equiparación del
número de machos y hembras, el estado de celo y aptitud para la concep-
ción casi permanente, etc. Ellas por su parte, simplemente han cerrado
108 Javier Rafael Maffei

sus filas y reducido la oferta de disponibilidad al sexo. Las leyes del


mercado, que también rigen en la naturaleza, han hecho el resto. Cabe
destacar que el hecho de dar el sexo sensaciones placenteras al individuo
es anterior a la revolución, las hembras ya se encontraron con ese hecho
existente antes de empezar su movimiento. Esta cuestión es netamente
de la naturaleza irracional, creada para atraer entre sí a los dos compo-
nentes necesarios para que las especies se multipliquen.
Pero de esto ya hemos hablado en los capítulos anteriores. Ahora
bien: ¿Por qué la naturaleza racional permitió que se les dé a las hembras
aquello que pedían? Simplemente porque la naturaleza irracional hace
permanentemente maniobras para aumentar la población de seres vivien-
tes, y también permanentemente la naturaleza racional toma las medidas
necesarias para contrarrestar el accionar de su compañera, quien siempre
actúa sin pensar en las consecuencias. Sabemos que cuando los niños
maman la leche de su madre, las terminales nerviosas presentes en sus
senos le provocan deseo sexual; traduciéndolo a nivel instintivo, el crío
ya está afuera del vientre, por lo cual ya hay un lugar disponible para otra
gestación, solo falta la semilla, y la estimulación de la libido promueve en
la hembra el buscar nuevas inseminaciones. Esto es solo una muestra de
algo evidente, es decir las relaciones sexuales humanas son funcionales
a la procreación exclusivamente, para ello existen a nivel natural, todo
aquello que se agregó alrededor es creación de las sociedades, y la verdad
es que a la naturaleza irracional no le interesa, pues los críos siguen sa-
liendo, la fábrica sigue produciendo niños, pues ahora, como hace cinco
mil años, el instinto de procrear a cualquier costo sigue por encima de
todo en la mente de la gran mayoría de las hembras. Como ya citamos,
solo en las más evolucionadas hay otros objetivos por encima de aquél.
Siendo apenas un veinteañero, un día recibí una invitación a una
cena que se haría para clientes exclusivos de determinada empresa, en
dicho evento habría comida y bebida libre toda la noche, además de
shows y sorteos. Sin demasiadas cosas que hacer un viernes a la noche,
fui con un amigo, quien en calidad de acompañante debía ser poseedor
de tarjeta de crédito como único requisito, lo cual me llamó la atención,
pero no le di demasiada importancia. Una vez allí, vestido en una forma
109
El origen de la monogamia...

elegante inusual en mí, nos dimos cuenta que la cena apenas si podría
catalogarse como ágape, y las largas filas para retirar bebidas de calidad
hacían desistir de ese objetivo y beber el agua y las gaseosas rebajadas
que había en jarras sobre las mesas. A poco de comenzar el evento,
sobre el escenario aparecieron una pareja de presentadores, quienes nos
felicitaban por estar allí y nos dijeron que éramos afortunados por acce-
der a la imperdible oportunidad que se nos presentaría a continuación,
a saber formar parte del club de hospedajes de tiempo compartido que
ellos representaban. Luego de la película mostrando los resorts de todo
el mundo, desfilaban personas que testificaban lo bueno que fue para
ellos comprar una o dos semanas de tiempo compartido. Nunca me sentí
antes tan engañado. Todo había sido una treta para tenernos cautivos y
vendernos algo. Y nosotros ingenuos fuimos como corderos. Estando
allí inste a mi compañero a retirarnos, pero él no se quería ir sin antes
degustar la mesa de dulces que se había prometido. Al poco rato, se
acercaron promotores a cada mesa para seducirnos y ahí mismo cerrar
contrato (el cual era por 99 años). Y quien compraba, recibía en su mesa
una botella de champán, que llegaba toda decorada y a toda pompa, para
motivar a otros a comprar y recibir los mismos honores, al hacer lo que
teóricamente era una gran inversión. Extraña sensación de haber sido
burlado sentí, y solo unos años después me di cuenta que el plan no era
exclusivo de ellos. Las mujeres seducen a los hombres prometiéndoles
placeres y deleites para él, mientras que en el fondo quieren atraerlos
hacia ellas para ser inseminadas y lograr de ellos el soporte de sus crías.
Todos nos cansamos de escuchar historias de cómo era una mujer antes
de casarse y como resultó después. Vale destacar el caso de aquellas que
por predisposición genética luego de dar a luz pierden las formas antes
agradables de su cuerpo, el cual parece decirles “ya cumpliste, cazaste
un hombre, te inseminó y diste a luz, ahora déjame comer grasas y des-
bordar por todos mis costados…”. El champán a la mesa con pompas
y honores me recordó a las fiestas de casamiento, en las que el hombre
no sabe que más que una fiesta, está participando de su velorio como
macho, como varón, y encima debe aceptar su derrota ante decenas o
cientos de invitados.
110 Javier Rafael Maffei

Todo aquello que no es honesto, que no es transparente, todo aque-


llo que tiene un aspecto solapado, solo puede llamarse de una manera,
impuro. Quizás los troyanos se inspiraron en las mujeres para crear su
caballo, el cual aparentaba ser una ofrenda, pero que finalmente fue la
perdición para aquellos que lo recibieron.
Si alguien leyendo esto se siente indignado, por haber sido burlado
de esta manera, mi obra ha dado sus frutos y los esfuerzos valieron la
pena.
Como hay blanco y negro, día y noche, frío y calor, fuego y agua,
hay una naturaleza “buena”, aunque irracional, y otra “mala”, pero racio-
nal y que busca el equilibrio. Y ésta última nunca pensó que los cambios
que pidieron las féminas, en el caso de los humanos, tendrían tantas
consecuencias, pues no sabía que el humano, ese animal físicamente
tan débil y limitado con respecto a los otros que habitan la Tierra, tenía
una capacidad de desarrollar inteligencia tan grande. Solo hacía falta un
incentivo para despertarla y ponerla en marcha. Ese incentivo, ese motor,
fue la necesidad del hombre para poseer hembras y tener lo necesario
para mantener a ellas y a su cría. Esto no significa que la naturaleza ra-
cional no haya actuado, muy por el contrario, el ser humano es víctima
de numerosísimas enfermedades, muchas de las cuales ya surgen en la
gestación y acompañan al individuo durante toda su vida. El ser humano
fue creando anticuerpos contra esas arremetidas, y así fueron avanzando
las diferentes ciencias que hacían inmune al organismo a muchísimas
cosas, y en nuestros días consideramos leves a males que hace tan solo
cien años eran mortales. Pero no todos. La naturaleza siempre guardará
sus ases en la manga. Epidemias, plagas, y enfermedades incurables que
conviven con nosotros son la muestra cabal de esto.
A su vez, el hombre mismo (me refiero sin que intervenga la natu-
raleza en forma directa, como en el caso de un terremoto) en su hambre
de supremacía y dominio sobre sus pares, hace controles demográficos
periódicos a través de las guerras y genocidios, como también a través
de los delitos derivados de las distintas miserias humanas, siempre fru-
to éstas del eterno problema que surge cuando para cualquier cosa hay
111
El origen de la monogamia...

más demanda que oferta. Incluso las guerras de apariencia religiosas,


como todas las cruzadas, responden a esta ley, ya que había dos grupos,
cristianos y musulmanes, que consideraban al reino de Jerusalén como
propio, es decir, había dos demandantes que peleaban por una sola parte
oferente.
La naturaleza nunca pensó que el humano, ese ser tan débil, el más
débil de todos al nacer, llegaría a ser tan inteligente de contrarrestar la
mayoría de los artilugios por ella creada para su control demográfico.
La existencia de tantas enfermedades, curables hoy o no, es un mensaje
de la naturaleza diciéndonos que hay superpoblación, aunque todos los
conflictos en el mundo en los últimos quince o veinte mil años ya nos
lo están diciendo. Todo conflicto es por recursos limitados. Dios creó
al hombre para que viviera en un mundo con todo a su alcance, pero en
un mundo con menos del uno por ciento de la población actual, creó al
hombre para que lo sirviera, lo interpretara, le entregue su alma. Pero
una parte de su creación quiso ser ella el centro de atención, desviando
a toda la especie humana de su camino original.
El ser humano contó desde siempre con una capacidad mental supe-
rior a la del resto de los mamíferos y de los otros animales, incluso hoy
se cree que la mayor parte del cerebro humano promedio está en desuso,
en algunos individuos más que en otros por supuesto. ¿Estará la especie
esperando otro estímulo, para desarrollar otras aptitudes?… Para un
cristiano como el que escribe, la inteligencia humana fue concebida para
otras cosas, más que para crear rascacielos, fundar estados y sociedades
de derecho y curar algunas enfermedades. Pero eso es harina de otro
costal, y mi objetivo a través de esta obra no es evangelizar sino mostrar
al género masculino la manipulación de la que ha sido objeto.
Hay muchas similitudes, muchas coincidencias, muchas cosas su-
gestivamente similares en las relaciones humanas entre macho y hembra
actuales y en la naturaleza más pura, menos desarrollada, lo cual nos da
indicios de que además de los grandes cambios de la revolución (siendo
la equiparación del número de machos y hembras el más emblemático),
hay cuestiones que quizás, y metafóricamente hablando por supuesto,
112 Javier Rafael Maffei

formaron parte de la letra chica del acuerdo entre las féminas y la na-
turaleza irracional, son cosas que si bien quizás ya existían antes de la
revolución, luego se potenciaron. Son detalles que son hoy parte de nues-
tra vida de seres superiores, pero luego de su análisis nos mostrarán que
aunque conquistemos otros planetas y escribamos bellísimas obras de
literatura, aunque construyamos grandes puentes y dominemos al resto
de los animales, no somos en algunos aspectos mucho más pensantes
que ellos.

El “orgullo masculino”,
signo irrefutable del pasado pre revolucionario
Desde niños incluso, los varones tienen orgullo por su masculini-
dad, por su “ser macho”, y ese orgullo se manifiesta en un respeto, una
admiración, casi por una pleitesía por el miembro viril, símbolo de la
masculinidad. Ahora, reflexionemos que cosas nos hacen sentir, fuera de
este ámbito, soberbios, altaneros, valga la redundancia, orgullosos. Una
persona puede estar o en forma permanente ser orgullosa por algo que
posee que no es masivo, que solo lo tiene un grupo pequeño dentro de su
ámbito, su comunidad o su país incluso, por algo que lo diferencia a él
de la gran mayoría, sea ese don adquirido por sí mismo o heredado. De
esta manera, una posición socioeconómica elevada por sobre el conjunto
puede hacer a quienes pertenecen a ese segmento sentirse orgullosos y
altaneros, pues ellos están donde la mayoría quiere estar. A su vez, den-
tro de este nivel se sentirá orgulloso aquel que llegue a poseer bienes que
los otros no llegan a adquirir, como un mejor automóvil, una casa más
grande y sofisticada, mayor número de personal de servicio, más viajes
de placer por año realizados y a destinos más sofisticados, etc.. Vayamos
ahora a un grupo de empleados de una empresa. Se sentirá orgulloso
aquel que ascienda a rangos más altos, por encima de sus compañeros,
él tendrá un sitio (supongamos una gerencia) que muchos anhelaban
y solo él obtuvo. Ser poseedor de algo que muchos desean pero pocos
consiguen es el origen de la arrogancia y el orgullo, pues naturalmente
surgen los sentimientos de superioridad en la persona que recibe esos
113
El origen de la monogamia...

beneficios. A nivel ya más general, en aquellas regiones de gran seg-


mentación racial, con una raza minoritaria que domina a la mayoría de
otra u otras razas, los miembros de la raza dominante se sentirán orgu-
llosos de pertenecer a la misma, de ser parte de esa minoría poseedora
de ventajas por encima de la mayoría de sus compatriotas. En muchos
países africanos con minorías blancas dominando a las mayorías negras
se puede aplicar este caso. Para demarcar el tema, decimos entonces que
la base del orgullo es poseer algo que es deseado por la mayoría, algo
que de por sí es un beneficio, algo que es un privilegio y que la mayoría
no posee, o también haber logrado algo que solo unos pocos o uno solo
logra. Los ganadores de un torneo deportivo se sienten orgullosos, pues
entre muchos competidores ellos han logrado el primer puesto, el cual
era por todos los participantes deseado. Los ganadores de un premio o
un galardón, como pueden ser los Oscar dentro de la industria cinema-
tográfica, se sienten orgullosos por obtener algo que desean a lo largo
de todo el mundo todos los que se relacionan de una u otra manera con
el cine, pero solo unos pocos obtienen. En contrapartida, nadie se siente
orgulloso por tener o lograr algo que es común a todos o a un grupo
grande, a excepción que se compare con otros grupos y ello le baste
para hacerlo. En una sección de una fábrica donde cien operarios hacen
la misma tarea, ninguno de ellos sentirá altanería o se sentirá orgulloso
con sus compañeros, si lo hace es por compararse con otros trabajadores
que hacen peores trabajos, o directamente con aquellos que no tienen
empleo. Cuando se habla de orgullo nacional, por ejemplo del orgullo
de ser argentino, español, alemán, boliviano, etc., (casi todos las perso-
nas lo son con respecto a su país) siempre se lo es en relación a quienes
no lo son, en este caso que se pertenece a una nación o a un estado, el
individuo si bien forma parte de la gran masa de, por ejemplo, argen-
tinos, siente orgullo frente a quienes son de otra nacionalidad, es decir
ante el resto del mundo. Y siempre habrá una característica, como en
otros casos son bienes materiales o de naturaleza social, que al menos
en apariencia deberían provocar la envidia, la admiración o la necesidad
en algunos casos de los otros, de los de afuera, de esta forma se habla de
la “viveza criolla” de los argentinos, de la laboriosidad de los japoneses,
114 Javier Rafael Maffei

y de la precisión y eficiencia de los alemanes, solo para citar algunos


ejemplos. Para sentir orgullo, se debe, por definición, al menos suponer
que aquello que uno posee es anhelado por otros.
En el plano gastronómico, nadie se sentirá altivo por comer pizza
o zanahorias, pues en ambos casos el costo de los mismos los hace
accesibles a la gran mayoría de la población, en cambio alguien que
frecuentemente coma langostas y caviar, se sentirá superior a la gran
mayoría de los hombres que no lo pueden hacer. Tampoco nadie se
sentirá altanero ni orgulloso por viajar en subte o bus diariamente,
apretado como sardinas en lata, en cambio sí lo hará quien se traslada
en una Ferrari, un Mercedes Benz, una limusina con chofer, o mejor
aún en helicóptero o avión privado, quienes son demás está decirlo la
minoría de las personas, con respecto a la mayoría que utiliza el servi-
cio público de transporte.
En virtud de lo expuesto, cabe preguntarse de qué se enorgullece
el hombre de su condición de tal y de su miembro viril, si hay millones
de ejemplares como él, de hecho la misma cantidad que de mujeres (a
quienes esa condición le debería interesar y haría esa condición reque-
rida y deseada), lo cual no lo hace un bien escaso ni de difícil obten-
ción (otra vez por supuesto se aplica la ley de oferta y demanda), sino
por el contrario, fruto de la revolución de las féminas, el macho debe
esforzarse él por utilizar su pene y muchas veces incluso humillarse y
subyugarse de por vida ante el otro género para hacerlo. La respuesta
es muy sencilla. El orgullo del hombre por su condición no es más que
otra huella que dejó su pasado pre revolucionario, cuando había un ma-
cho cada cien o más hembras, y por su condición era codiciado por los
grupos de féminas y seducido de múltiples maneras para que les haga
el favor de aparearse con ellas y fecundarlas. Ser macho en ese enton-
ces era un privilegio, se era parte de una minoría, y su semilla vital era
deseada por la mayoría de los habitantes de la tierra por ese entonces,
las hembras, para lograr su mayor objetivo, la procreación. Como han
cambiado las cosas.
115
El origen de la monogamia...

El calor nos afecta a todos


Dicen que las zonas aledañas a las erupciones volcánicas en el mar
son el origen de la vida acuática. Alrededor de estos cráteres las altas
temperaturas favorecen la existencia de miles de especies, a su vez que
a medida que nos acercamos a zonas frías cada vez hay menos vida
marina.
Lo mismo ocurre en tierra. En las zonas ecuatoriales y tropicales,
sea en Latinoamérica con la selva amazónica, en África o en Asia, hay
inmensa variedad de flora y fauna, que disminuye a medida que nos
dirigimos a los extremos norte y sur. El calor potencia la naturaleza
irracional. Con el calor las bacterias, hongos, musgos y parásitos se re-
producen rápidamente, y como ellos los seres más avanzados, incluso el
hombre, por ser las condiciones más fáciles para la vida. Las zonas de
altas temperaturas todo el año, los países que se extienden sobre estas
regiones, poseen las mayores tasas de natalidad, aunque también los
mayores índices de mortalidad infantil y la menor expectativa de vida
promedio por habitante. Es decir, la naturaleza irracional actúa, pero
la contrarresta de alguna manera su homónima racional, pues en esas
zonas también las enfermedades se multiplican rápidamente y hacen su
parte, y para el caso de los animales, hay mayor número de predadores.
Una inteligencia limitada y básica de las razas allí existentes hacen el
resto, pues son incapaces de crear estados que satisfagan las necesidades
de alimento, educación y salud necesarias para revertir la situación. Hay
varias razones para inducir el porqué de estas limitaciones, pero ya lo
analizaremos a fondo en otra ocasión.
Cuando se quiere conservar un elemento orgánico, una fruta por
ejemplo, se la pone en la heladera, y se mantiene en buenas condiciones
por más tiempo. Si se la expone al calor, el proceso natural de todo ser
vivo avanza rápidamente y el organismo termina por pudrirse y desinte-
grarse. En las zonas de calor, la vida se multiplica y muere en ciclos muy
rápidos, desde las células más pequeñas, hasta el animal más inteligente,
nosotros.
116 Javier Rafael Maffei

Se dice que en las épocas de altas temperaturas, ya incluso con la


llegada de la primavera, aumenta el deseo sexual humano, algo cierto
a medias, pues en todo caso aumentará el de las hembras, los machos
siempre lo tienen al máximo nivel. Como sabemos, el nivel de libertad y
naturalidad sexual de una sociedad lo marcan las mujeres, ellas poseen
la llave de una represa que abren y cierran de acuerdo a sus necesidades
y conveniencias, actuando como ya mencionamos, como manada, como
conjunto.
Se dice que las personas están “calientes” cuando desean tener re-
laciones sexuales, ese “calor” las impulsa a tenerlas, siendo en muchos
casos la consecuencia la procreación. El calor llama a la reproducción,
porque el organismo femenino siente que ese medio ambiente es apto,
agradable para tener sus crías. Los hombres simplemente se sienten más
incentivados a la actividad sexual por los incentivos que las hembras le
muestran al usar ropas más livianas y mostrar más partes de su cuerpo,
pues en él, el deseo esta siempre, con frío, calor, lluvia o nieve. Y aquí
por supuesto interviene la ley de oferta y demanda, tan bien utilizada
por las féminas en su beneficio a lo largo de la historia humana. Debe-
mos entender que, si todas las mujeres utilizaran todo el año ropas que
dejen ver sus partes ligadas a la procreación, que desde el punto de vista
del varón están ligadas al sexo, o ropa que por ser ajustada muestra el
contorno de esas partes, a nosotros no nos llamaría tanto la atención.
Pero como solo cuando hace calor o en determinadas ocasiones (fiestas,
reuniones, desfiles, obras de teatro, etc.) algunas mujeres, no todas, usan
la vestimenta de esa manera, a todos los varones nos atrae. Si todas
las mujeres usaran escote pronunciado, en vez de unas pocas, no nos
deslumbraría tanto cuando vemos a una de las que tiene esa costumbre.
Las féminas, en su conjunto (particularmente lo ignoran obviamente),
es decir como sistema que forman un todo, saben que algunas células,
es decir algunas de ellas, pueden hacerlo, pero no todas, pues sino esa
dejaría de ser otra de las herramientas para atraer varones. Es otro de
los casos en los que ellas manejan, manipulan, controlan la oferta, para
generar la demanda. Y otra vez nosotros caemos, por supuesto.
117
El origen de la monogamia...

Belleza y falta de lucidez


A menudo se ve que las mujeres más atractivas no se caracterizan
por ser justamente las más inteligentes. ¿Es esto casualidad? A esta
altura del ensayo deberíamos ya saber que en la naturaleza nada es por
casualidad, y los seres humanos, por más desarrollados que seamos, no
dejamos de estar atados a la naturaleza.
El objetivo más alto de una hembra es conseguir un macho que
sea exclusivo para ella, que le brinde aceptación social como mujer
con pareja estable, soporte afectivo y económico (en la mayoría de los
casos) y por supuesto hijos, su bien más supremo. Ahora, si bien todas,
o casi todas las mujeres reciben en su juventud propuestas permanentes
de machos, de los cuales sean sus intenciones en principio a corto, me-
diano o largo plazo, casi siempre alguno cae y pasa a ser su pareja, por
cada propuesta que recibe una joven promedio, una mujer físicamente
atractiva por encima de la media de una región recibirá tres o cuatro.
Esta hembra no necesitará sino focalizar sus recursos de inteligencia
solamente en elegir el mejor candidato y dejarlo entrar en su trampa, y
a su vez estos candidatos no se fijarán en su déficit de raciocinio, pues
estarán cautivados por su belleza física. Si los hormigueros no estarían
bajo tierra, de seguro el oso hormiguero no tendría su antiestética trom-
pa. Si los leones no vivirían en la estepa, no tendrían ese pelaje que se
asemeja a la vegetación que los rodea y los camufla.
En contrapartida, las mujeres menos agraciadas físicamente, son
más receptivas, más dóciles a las relaciones con los hombres. ¿Por qué
ley? Adivinó lector, por la ley de oferta y demanda que todo lo rige.
Como ellas reciben menos propuestas de machos que las hembras atrac-
tivas, deben bajar sus requisitos de oferta, para atraer a la demanda, así
como un comerciante deberá bajar los precios y/o hacer promociones si
le cuesta vender determinados productos y debe hacerlo para mantener
su comercio. La mujer no agraciada físicamente también debe conocer a
más hombres para que a través de la permanencia se encienda en ellos la
reacción química del amor y caigan en su trampa, por eso es más socia-
ble, pero al contrario que la mujer atractiva, ella debe atraerlos con más
118 Javier Rafael Maffei

cosas, por ejemplo con menos requisitos para brindarse sexualmente,


ella se ve obligada a eso, pues si no tendría muy pocas oportunidades.
Entonces, si el objetivo de una mujer bella, como el de toda mujer,
es conseguir novio, hacerlo su marido, y que le dé cría, ¿para qué des-
viar recursos a otra cosa? Con que tenga lo básico para desenvolverse y
pueda vestir y lucir radiante, le alcanza para lograr lo que quiere. A esto
nada podemos decir los hombres, pues actuaríamos de la misma manera.
¿Hay mujeres bellas e inteligentes? Sí, seguro. Y las hay de tres
tipos.
Por un lado las que al combinar ambas cosas, inteligencia y belleza,
logran sus objetivos naturales anteriormente enunciados muy rápida-
mente, y en edad temprana ya tienen su núcleo familiar de crianza de
hijos constituido.
En segundo lugar encontramos las que desean tener una vida al
margen de lo que la naturaleza les impone, y buscan estudiar, ser profe-
sionales, escalar en un área de la economía o de la ciencia, y ese pensa-
miento progresista les hace adormecer por un tiempo su instinto, pero
en un momento este fluye, se hace como un alud imparable, y caen en
las garras de él, y desfallecen de deseos de ser madres. Y ahí utilizan
su inteligencia para conseguir un hombre, hacerlo cautivo y tener cría.
Algunas retoman luego sus actividades, mayoritariamente por tener la
necesidad de hacerlo para mantener a sus hijos, pero la mayoría de las
que pueden no hacerlo, de hecho no lo hacen, pues ya tienen un hombre
que las provea de todo.
En tercer lugar, hay hembras que poseen una inteligencia supera-
dora, que las hace despreciar el mandato natural de ser madres, que
parecen decir “mundo, no necesitas de mí para la multiplicación de la
especie, otras lo harán por mí de seguro, déjame en paz…”, y dedican su
vida al estudio, al desarrollo comercial, profesional, artístico o científico.
Estas hembras, al contrario de los hombres que se mantienen solteros,
aprovechan su ventaja de no tener necesidad acuciante y permanente
de tener relaciones sexuales, entonces por lo general no tienen parejas,
o algunas esporádicas quizás para sacarse el gusto, más por hacer algo
119
El origen de la monogamia...

distinto que por real necesidad. Una mujer así es más valiosa que un
hombre de las mismas condiciones, pues además de vencer a la natura-
leza, venció a la sociedad y todos sus prejuicios, en virtud de que ella,
la sociedad occidental cristiana, ve al hombre soltero como un pícaro,
como un ganador, como alguien que optó por vivir la vida para sí, como
un “bon vivant”, un “gigoló”, pues es consciente que ese es el deseo de la
mayoría de los machos, pero solo unos pocos llegan a lograrlo. En cam-
bio a la mujer que se mantiene soltera se le endilga rápidamente el mote
de solterona, que se le pasó el tren, que “vestirá santos”, en el sentido de
que pasará sus días tejiendo, y muchas otras cosas. De esto se desprende
algo muy curioso. Las mujeres temen a quedarse solteras, para no pasar
a ser solteronas y recibir la mirada reprobatoria de la sociedad, lo cual
es lógico desde su punto de vista. Lo que no es lógico es que también
los hombres pensemos así, formemos parte de esas masas condenatorias,
sin darnos cuenta que así nos condenamos a nosotros mismos, pues ge-
neramos manadas de hembras que al superar los treinta años y no tener
pareja salen a buscarla como sea, para formar una o al menos para “ex-
traerle” o “sacarle” un hijo, y sabemos los hombres lo fáciles que somos
y lo sencillo que caemos en las trampas que nos tienden las mujeres.
Ojalá ésta sea la única actitud auto flagelante que tengamos los
hombres como género, pero lejos está de serlo. Si actuáramos como con-
junto, como hacen las hembras, tendríamos todas las de ganar, pues es a
ellas a quienes se les pasa su hora para lograr su objetivo, la procreación,
mientras que nosotros podemos hacerlo hasta nuestros últimos días. Pero
las cosas ya están demasiado consolidadas para cambiarlas de raíz, las
soluciones no pueden hoy ser más que parciales. Pero ya ahondaremos
en eso en el final.

Sabores comunes
Cuentas veces hemos sentido asco al estar frente a pescados no muy
frescos o en zonas portuarias donde se procesan y se tiran los restos
luego de la faena. Pero no ocurre lo mismo cuando dejamos filetes de
pescado en la heladera o fuera de ella. Por el simple hecho de que no es
120 Javier Rafael Maffei

la carne del pescado la que toma ese olor nauseabundo, sino la sustan-
cia transparente que cubre sus escamas y actúa como lubricante para
que se deslice más fácilmente a través del agua. Cuando se va a pescar,
vuelve uno con esa sustancia y su consecuente aroma, pues tomó al pez
del agua al bote o a la costa y seguramente éste tocó en algún momento
nuestras ropas. Si empaquetáramos albóndigas de pescado, por ejemplo,
eso no ocurriría, pues esta sustancia gelatinosa está fuera del animal,
no dentro de él.
Las plantas carnívoras tienen una sustancia similar, que hace que el
incauto insecto, a quien ese olor atrae, sin que nadie sepa a ciencia cierta
por qué, una vez que se posa sobre ellas atraído por la vistosidad de la
flor se adhiera y se deslice hacia el centro, que actúa como una boca que
lo engulle. La flor utilizó un señuelo para atraer un incauto, y una vez
dentro de ella lo devoró.
Las hembras generan sustancias lubricantes en sus partes genitales
con aroma similar. Su función es que el miembro masculino se deslice
sin problemas y lo más profundamente posible, para que al momento
de la eyaculación seminal el líquido llegue en mayor cantidad y más
rápido al óvulo, para aumentar así las posibilidades de fecundación. Y
también los incautos varones caemos, como insectos. Solo que en vez
de matarnos rápidamente, ellas intentan apresarnos y tenernos cautivos
sirviéndolas por el resto de nuestras vidas. La liberación de esta sustan-
cia aumenta cuando las terminales nerviosas avisan al cerebro feme-
nino que se acerca una relación sexual, por la excitación de la hembra
en los momentos previos al coito por el contacto físico con el macho y
los “juegos” pre sexuales, así la hembra prepara la “trampera” para los
espermatozoides del varón.
Cuanto da que reflexionar ver las flores, sean carnívoras o no. Son
como recipientes de colores llamativos alrededor de un centro que está
destinado a diseminar el polen al aire o a entregarlo a insectos, para la
multiplicación de la especie. Cuantas semejanzas con las mujeres que
desde hace miles de años, al utilizar polleras y faldas, se dan un formato
similar, un velo que cubre y circunvala un centro destinado a la procrea-
121
El origen de la monogamia...

ción. ¿Quién copió a quién? Obviamente las flores fueron las pioneras.
Las féminas se inspiraron en aspectos de la naturaleza para hacer su
revolución, y como ya dijimos, luego la utilizaron, pactaron con ella, o
al menos con una parte de ella.

Una mentira que nos hace feliz a todos


Es curioso ver como muchos niños, incluso me he encontrado con
casos de muchachos ya adultos, algunos que ya habían pasado hace
rato los treinta años, que se negaban a aceptar, o mejor dicho les resul-
taba chocante, violento, traumático hacerlo, que las hembras tenían las
mismas necesidades fisiológicas que ellos, es decir que eliminaban sus
desechos de una forma tan desagradable como ellos (aunque en realidad
por cuestiones anatómicas es de forma más desagradable aún que lo ha-
cen, pero por buen gusto no avanzaremos en este punto). Esto se debe al
hecho de que al idealizar tanto a las mujeres, al ser un objeto de nuestro
deseo con alto valor por la dificultad que se nos impone para tenerlas,
tenemos la tendencia de negarnos a aceptar sus cosas negativas, y cuan-
do lo hacemos ya es demasiado tarde porque ya estamos involucrados
sentimental y/o legalmente con ellas, y la mayoría de las veces el hecho
que tengan el mismo sistema digestivo y urinario que nosotros es lo más
leve, aunque en este capítulo solo abarcaremos esta cuestión, en virtud
de habernos ya explayado sobre las otras.
Los hombres a los que hago referencia, todos amigos y conocidos
míos, me contaban horrorizados cuando con el paso del tiempo de con-
vivencia se encontraban con situaciones que los desconcertaban, que
los llenaban de asco y repulsión, y ante mi respuesta de que aquello era
totalmente natural me decían que nunca lo habían pensado de esa ma-
nera, y que con cada uno de esos descubrimientos escatológicos se les
iba de a poco la pasión y el amor, a lo cual les respondí que enhorabuena
eso suceda, pero que les sucedería con todas y cada una de las hembras
del mundo.
122 Javier Rafael Maffei

Es tan fuerte el complot, y tan firme y homogéneo a nivel mundial,


que en todas las latitudes las hembras hacen de ciertas cuestiones fi-
siológicas naturales una especie de ocultamiento bajo la alfombra. Los
hombres, una vez que ya han perdido la libertad, se van dando cuenta
de todo lo malo de ellas (o real), pues luego de haber cazado al macho
ellas mismas se van relajando en muchos sentidos, pero ya es demasiado
tarde, pues ya el amor o el tiempo han hecho lazos sociales y legales,
cuando no han ya venido hijos que hacen la situación más compleja aún.
Las hembras, por su parte, no sienten ante lo mismo tanta repulsión
y rechazo, pues están mentalmente preparadas para sentir ciertas im-
presiones y olores provenientes de aquello que es su objeto de deseo, es
decir su cría, y por analogía de aquello que es el medio para obtenerla,
que son los hombres.

Los cuervos y las urracas cordobesas:


un caso para pensar
Hemos visto que la revolución ha llegado hasta distintos niveles y
ha afectado de distinta manera según la especie, y también vimos como
en el ser humano, paradójicamente el animal más inteligente, es el que
más se vio comprometido.
Un caso muy llamativo, que es sin duda una variación de la resis-
tencia a la revolución por parte de los machos, y a su vez de rechazo a la
imposición a las hembras del instinto maternal, y por eso muy particular
por ser llevada a cabo por ambos congéneres, se da en los cuervos y las
urracas de las sierras cordobesas. Ambos, machos y hembras, llevan
una vida sexual sumamente activa, y cuando ella siente que sus óvulos
estarán fecundados, vuela alrededor de los nidos de otras especies (elijen
especialmente los mirlos, o en su defecto cualquier otra ave) y cuando
los dueños del mismo no están, se dirigen a él y tiran al vacío los hue-
vos originales para poner en su lugar los propios, en otros casos se los
comen, e incluso también dejan los suyos junto a los que ya estaban.
Una vez concluida la maniobra, se van de allí, buscando otros machos
123
El origen de la monogamia...

con los cuales divertirse, en la correcta aceptación del término, pues


no los quieren para que sean los padres de sus pichones y les brinden
alimento y protección, sino solo para copular con ellos. Paso siguiente,
el ave propietaria del nido toma a los huevos insertados como propios y
los incuba hasta que nazcan los polluelos y posteriormente los cría hasta
que puedan volar y procurarse su propio sustento. Así, es común ver a
pichones piando exigiendo alimento a parejas de padres más pequeñas
que ellos mismos muchas veces. Mucho se ha hablado acerca de si los
“nuevos padres” saben o intuyen lo ocurrido, más cuando todos sus
propios huevos han sido remplazados, pero la respuesta no importa, pues
la dueña del nido tiene que desarrollar su instinto maternal, y entonces
si no son sus pichones al menos tiene a esos que no sabe muy bien de
donde han venido pero allí están.
¿Crueldad? ¿Maldad? ¿Qué se puede decir de los cuervos y las urra-
cas? Más cruel es un instinto que lanza seres al mundo sin fijarse pri-
mero si podrán ser cuidados y alimentados como necesitan. Los cuervos
y las urracas no pueden evitar los deseos de copular, y han pensado un
“método anticonceptivo” (sé que no lo es en realidad) que creo despista
aún a la misma “madre naturaleza”.

El origen de la sociedad capitalista,


o cómo la naturaleza interviene de las formas menos pensadas
Hay actualmente casos diarios y coyunturales alrededor de todo el
mundo, como ya hemos visto, cuando los productores de determinados
bienes como petróleo, cuero, cereales, metales preciosos, etc., limitan la
oferta de los mismos para aumentar la demanda y forzar una suba de su
valor, con la consecuente toma de ganancias. Pero hay casos mucho más
profundos, y uno que quiero destacar es el surgimiento de la sociedad
mercantilista, o el fin de la sociedad feudal, que dio comienzo a lo que
hoy llamamos capitalismo, o sociedad de mercado.
Europa, luz de toda nuestra occidentalidad y gran parte del mundo
también, era hasta mediados del siglo XIV una sociedad de avance len-
124 Javier Rafael Maffei

to, feudalizada, dominada por reyes y nobles que basaban sus riquezas
en la opresión de grandes masas de campesinos, mano de obra barata
semi esclavizada que subsistía del cultivo de las tierras y el cuidado del
ganado de su señor, y por si fuera poco, cuando estos iban a la guerra,
ponían sus vidas a su disposición, ya que muy pocos reyes y nobles
morían en estas contiendas, pues los “códigos de caballerosidad” hacían
indigno para un noble matar a otro de su misma condición, pero sí a sus
plebeyos.
La sociedad se dividía en tres estamentos; nobleza, clero, y el terce-
ro, el campesinado, era el más numeroso. Vivían estos últimos en casas
de barro y paja en cercanías de los famosos castillos medievales, desde
donde se los controlaba y oprimía, sembraban y cosechaban frutas, ver-
duras y cereales, como así también criaban ganado con el que mantenían
a sus amos y a su corte, incluso a los oficiales de su ejército, del cuales
ellos eran la carne de cañón presentado el caso. No podían irse de sus
parcelas, y hasta para casarse debían pedir permiso. Sería irse del tema
principal ampliar estos abusos, pero no por eso debemos dejar de men-
cionar que los nobles eran dueños de los que estaban en sus dominios,
disponiendo de ellos en todo sentido, incluso en el sexual.
Había mucha mano de obra y cada vez menos tierras, por lo cual los
labradores debían agradecer a sus amos dejarles servirles, y nada de que-
jarse o rebelarse, pues los expulsaban y daban las tierras a otras familias.
Pero la semilla del cambio llegó de la manera menos pensada, y
costó millones de vidas. En el año 1347 llega a Europa proveniente de la
India una bacteria, la yersinia pestis, que a través de diversas mutacio-
nes se transformó en la denominada peste bubónica o peste negra, una
enfermedad mortal que se propagaba a través de las pulgas de las ratas
principalmente, e imaginemos que la higiene en ese entonces no era la
de hoy, por lo cual ratas y pulgas abundaban. En cinco años entre un
30 y un 50 por ciento de la población europea pereció (según la fuente
tomada), y si bien la mortandad afectó en forma bastante pareja a ricos y
pobres, los primeros, por tener la posibilidad de ir desplazándose huyen-
do de la peste, quizás fueron algo menos afectados, aunque no demasia-
125
El origen de la monogamia...

do, ya que pulgas y ratas hay en las mejores familias. Cabe destacar que
los actuales territorios de Alemania, Austria y Suiza fueron los menos
afectados por la peste, llegando en algunos casos a una mortandad de
solo un 10 por ciento. Hay numerosas teorías para explicar esto, pero
ninguna con rigor científico, por lo cual no las citaremos aquí.
Europa se transformó en una gran casa velatoria, y recién a partir de
1353 comenzó a debilitarse la fuerza de la pandemia, y cuando se trató
de a poco de empezar a retomar el ritmo de vida habitual, las clases diri-
gentes se dieron cuenta de algo que cambiaría la sociedad para siempre,
esto es, había un descenso del 60 por ciento en la mano de obra para
cultivar los campos y criar el ganado, pues al resto se lo había llevado la
peste. Es decir, ahora que volvían a sus feudos, los nobles debían ofrecer
a las familias campesinas condiciones que los atraigan a prestar servi-
cios para ellos, y los ricos entonces empezaron a competir entre ellos
ofreciendo cada uno más cosas, para tener mano de obra, pues sino sus
tierras quedaban sin uso y ellos sin sustento. Los campesinos, o mejor
dicho los afortunados que quedaban, podían ofrecerse al mejor postor,
algo impensado siete años atrás, y podían exigir, por ejemplo, días de
descanso, mayor participación en la producción, mejores condiciones
de vivienda, e incluso pago en moneda para su trabajo, lo cual fue fun-
damental, pues al aumentar la masa de consumidores en forma radical,
nació la pujante clase mercantil, campesinos o incluso nobles de segunda
o tercera categoría que se dedicaban a producir y vender mercancías a
quienes antes no podían comprarlas. Algunos de estos “nuevos ricos”
llegaron incluso a tener más fortuna que los propios nobles, hay casos
de hijos de mercaderes que a través de lazos de matrimonio llegaron a la
realeza. El capitalismo, o un germen del mismo, había nacido, sobre la
base, nuevamente, de la ley de la oferta y la demanda, que maneja casi
todo, sea en la naturaleza como en las sociedades. Junto con él, nacieron
los conceptos de derechos y libertades individuales, que provocarían las
caídas posteriores de los absolutismos monárquicos, para dar paso pri-
mero a las “monarquías controladas” o parlamentarias, y posteriormente
a las democracias tal cual hoy las conocemos.
126 Javier Rafael Maffei

Desde la revolución de las féminas la humanidad se degeneró, en


algo que no debía ser, pues el mundo estaba diseñado, como dijimos,
para albergar al 1 por ciento de la población que hoy tiene, o menos,
por lo cual los recursos naturales sobrarían para alimentar a todos, sin
mayores sobresaltos. La revolución provocó y sentó las bases para un
aumento desproporcionado de nacimientos, por lo cual se dio pie a todo
lo que vino después. Siendo ejemplificadores al extremo: si en una casa
construida para albergar a cuatro personas, instalamos cuatrocientas,
obviamente habrá problemas.
8. He conocido al nuevo jefe.
Es igual al jefe anterior.
(Proverbio checheno)

Este dicho, que a primera vista parece carecer de un sentido profun-


do, trae consigo miles de años de lucha de un pueblo en su resistencia
ante los distintos imperios y estados que han tratado de subyugarlo, y
manifiesta, en forma irónica, que pese a alternar en el tiempo quienes
ejercían sobre ellos el poder, siempre tenían todos ellos la misma cruel-
dad, el mismo autoritarismo y despotismo, cualidades básicas de un
estado que quiere dominar a otro sin argumentos reales válidos.
A fines del siglo XIX surgieron en Alemania los primeros motores
a explosión, los cuales se denominaban comúnmente “Tipo Otto”. Pos-
teriormente el ingeniero franco-alemán Rudolph Diesel perfeccionó el
sistema hasta lograr los motores de combustión interna, muchos más
eficaces y seguros que sus predecesores. Unas décadas más tarde, el
alemán Robert Bosch, con las bases de los trabajos de Diesel, superó aún
más los diseños de éste, y terminó de delinear las bases de la mecánica
moderna. A partir de entonces surgieron las grandes fábricas automo-
trices, que tanto en Europa como más tarde en Norteamérica se fueron
perfeccionando hasta masificar el producto. Podemos citar a la fábrica
estadounidense Ford como una de las pioneras en pensar en hacer posi-
ble que cada trabajador tenga su propio automóvil.
Hoy el mercado automotor es inmenso, hay multiplicidad de marcas
y modelos, algunos de los cuales seguramente ni fueron imaginados por
Diesel en sus más descabellados sueños. Cabe destacar que esta mecá-
nica también se utilizó, y se utiliza, en las industrias aeronáutica, naval,
en la maquinaria industrial y agrícola, en la generación de energía, etc.,
en resumen, en todos los aspectos de la vida diaria, en casi todas las
regiones del mundo. Volvamos a nuestro automóvil. Hagamos una bre-
ve comparación mental entre un Mercedes Benz de 1930 y uno salido
de fábrica en 2010. Sin duda parecen dos objetos distintos. Y sin duda
128 Javier Rafael Maffei

en casi todos los aspectos lo son. Desde su autonomía, su velocidad, el


ruido que generan, hasta en cuestiones banales, como los levantavidrios
automáticos o los equipos MP3 para escuchar música. Pero en algo no
ha cambiado mucho la cuestión. Los lineamientos de su motor son los
mismos. Y lo mismo ocurre en todos los vehículos del mundo. Cuando
se enciende un auto de diez mil o de cien mil dólares, la bujía que lo
hace, lo hace esencialmente de la misma forma, ahora y hace cien años.
Es obvio la sociedad ha cambiado, y en los últimos ciento cincuenta
años quizás más que en los quinientos anteriores. Es largo tema de deba-
te si las teóricas mejoras han beneficiado a la Humanidad en su conjunto
o solo a un sector, tan válido el cuestionamiento como preguntarse si
las armas atómicas o los misiles teledirigidos son avances científicos o
qué. Sobre lo que sí hay consenso es en que la situación de la mujer ha
cambiado, se dice ha evolucionado, ha mejorado, si se la compara con
épocas anteriores. Es increíble como asumiendo el papel de ser inferior,
las hembras han logrado, como decían los filósofos alemanes, dominar y
hacerse mantener, desde la aparente subyugación y sometimiento. En la
Argentina se considera a Dalmacio Vélez Sarsfield uno de los mayores
legistas del país, entre sus más grandes obras está el Código Civil de
1869, copiado luego casi textual por varios países vecinos (cabe aclarar
que para muchos él tomó referencias de otros códigos también, especial-
mente del estadounidense). En su versión original, luego modificada,
consideraba a la mujer en el mismo estatus que los menores de edad, es
decir no podían firmar contratos sin el consentimiento de sus maridos,
así como los menores no lo pueden hacer sin el de sus padres. Para ellas,
a su vez, el derecho al voto para elegir funcionarios públicos llegó recién
en 1948, al igual que el derecho a cobrar por las mismas funciones igual
remuneración que los hombres, refiriéndome a la Argentina. No voy a
hacer aquí un relato de todas las “conquistas” que han hecho las muje-
res en los últimos cincuenta o sesenta años, ni como, a partir del hecho
de ir los hombres hacia las grandes guerras en los países centrales han
cubierto ellas muchas funciones y trabajos que les estaban vedados para
ya nunca dejarlos, tendencia que por supuesto luego se transmitió a los
estados periféricos. Con el paso del tiempo llegaron las primeras mujeres
129
El origen de la monogamia...

ejerciendo altos cargos públicos, e incluso en muchas sociedades es ley


que cierta cantidad de miembros del gobierno, en sus distintos estamen-
tos, sea cubierto con el denominado “cupo femenino”.
Ahora, como filósofos, debemos analizar esto en forma analítica,
quitando el velo de las apariencias, de aquello que se nos quiere hacer
creer. La primera impresión ante esto es que las mujeres como género
quieren tomar el poder, tomar las riendas de las sociedades para lograr
su mejoría, ya no dejar todo en manos de los hombres, etc. Pero no. Puro
maquillaje. La base de todo es la misma. La familia monogámica no ha
cambiado, si bien ha cambiado la situación de la mujer en la sociedad.
Hoy los divorcios son cosa corriente, pero se rompen familias monogá-
micas para formar otras iguales. Y seguirá siendo así mientras dure el
complot, o al menos mientras los hombres no empecemos seriamente
a tratar de revertirlo. Pasan los siglos y siempre las hembras juegan de
acuerdo a sus necesidades con la oferta de algo que para los hombres era
naturalmente de acceso irrestricto e ilimitado, las relaciones sexuales,
y a través de esa manipulación nos imponen tributos para brindarnos
algo para lo cual antes nosotros poníamos precio, es decir cuando la
revolución no había surgido y la proporción era de un hombre cada cien
mujeres o aún más.
La mujer ahora es política, policía, ejerce funciones gubernamenta-
les, forma parte de las fuerzas armadas, las encontramos en casi todos
los ámbitos, pero en todos ellos sigue manteniendo las bases de la re-
volución. Son muy pocas las mujeres realmente feministas, que quieren
vivir una vida propia donde priorizan una profesión o una tarea creativa
antes que el mandato que le viene de sus hormonas y para el cual requie-
ren atrapar, por más o menos tiempo, a un macho. Son pocas aquellas
que pudiendo hacerlo, no lo hacen, y toman a los hombres solo para su
diversión y placer, pues consideran que tener niños sería un contratiem-
po a sus carreras. La gran mayoría a su vez, de las feministas o mejor
dicho de las que llevan una vida al margen de los hombres, lo hacen no
por elección sino porque no han logrado sus objetivos naturales de caza,
entonces prefieren luego mostrarse como superadas, como que eligen la
“soledad”, para no admitir que se han encontrado con ella. Es paradójico
130 Javier Rafael Maffei

como los hombres fomentamos valores sociales que van en nuestro detri-
mento, pues hacemos burlas y condenamos de alguna manera a la mujer
que lleva una vida sola, tildándola de solterona y haciendo todo tipo de
conjeturas sobre por qué no ha logrado tener un hombre a su lado, en
vez de remarcar hacia ella y hacia el resto de la gente su actitud, sea ésta
por ella buscada o no, para fomentar a otras a tomar el mismo camino,
en vez de salir a cazarnos, o a casarnos, como más le parezca al lector,
pues de todas formas el resultado final sabemos ya a esta altura que es
exactamente el mismo.
¿Es casualidad que en los países más desarrollados haya mayor
proporción de mujeres feministas y de varones homosexuales? No, no
es casualidad. Debemos recalcar que la revolución creo un sistema en el
que cada hembra es un elemento que forma parte de un todo y le es fun-
cional a él, sin saberlo cada mujer cumple una función, algunas son más
privilegiadas que otras en lo que les toca, y todas en conjunto buscan
el fin común del género femenino, la procreación y la dominación del
otro género. Así como hay organizaciones o empresas que tienen sedes
en todo el mundo si bien todas ellas pertenecen al mismo tronco y res-
ponden a la misma central, y poseen características propias de acuerdo
al estado o a la región, así la revolución ha debido adaptarse, y lo hace
permanentemente, de acuerdo a la época y el lugar. El ejemplo citado
en capítulos anteriores es el más común, y me refiero al hecho de que a
toda época de mayor libertad sexual (permitida obvio por las mujeres,
pues si fuera por los hombres siempre habría libertad sexual) y sus con-
secuencias negativas para el género femenino, por el simple hecho de
que los varones nunca tendrían relaciones monogámicas si fuera posible
tenerlas multigámicas, sigue una época de restricción de la oferta sexual
femenina, para que las cosas vuelvan a su cauce y a los hombres les sea
más difícil tener sexo entonces cuiden a aquella que se los provea.
Ahora, en los países más avanzados hay mayor porcentaje de va-
rones homosexuales que en los países en desarrollo o en los del tercer
mundo, a excepción de aquellos que por cuestiones sociológicas pro-
fundas poseen índices de homosexualidad masculina altos (hay zonas
insulares del Océano Pacífico que son un buen ejemplo de esto), y si se
131
El origen de la monogamia...

toma un grupo de hombres de elevado nivel intelectual y otro de nivel


medio, en el primero el porcentaje es notablemente mayor. También
en el primer mundo es alto el número de lesbianas, pero no tan alto
como el de varones homosexuales, entonces la revolución ha tenido
que intervenir, algo que ha hecho desde siempre, sin que le importen
las consecuencias. Desde hace un tiempo la proporción de hombres y
mujeres es similar, y si hay menos varones heterosexuales por aumento
de varones homosexuales, los primeros tendrán para sí más mujeres
disponibles, lo cual alteraría la proporción uno a uno que es la base de
la revolución. Hay hembras lesbianas para equilibrar la cifra, pero no
las suficientes, entonces surgen en estas naciones más evolucionadas
mujeres que por ser feministas o por el simple hecho de priorizar su
intelecto sea a través de las artes, su trabajo, un deporte, o lo que sea,
dejan de lado el impulso de ser madres y formar una familia tradicional,
y así entre éstas y las otras, las lesbianas, dejan a las otras hembras,
la mayoría, la proporción necesaria para que sigan dominando a los
hombres, haciéndolos sucumbir a relaciones monogámicas, y les den
descendencia. Podríamos investigar la revolución continente por con-
tinente o país por país, lo importante es que sea de una forma u otra,
en casi todos lados ha ganado, aunque en ciertos lugares le es cada vez
más difícil, y los bajos índices de natalidad en determinados lugares
así lo demuestran, aunque incluso en esos lugares el concepto de hogar
y familia sigue siendo mayoritariamente el mismo.
En todas partes del mundo y desde que el hombre tiene registro
de la historia, la revolución de las féminas ha triunfado y ejerce el
gobierno, con distintos matices y aspectos a lo largo de las distintas
épocas, como hemos visto, pero con los mismos reglamentos y con
los mismos resultados. No sabemos dónde se gestó la revolución, ni
siquiera sabemos si fuimos los humanos o fue alguna especie animal
quien la originó. Si podremos saber dónde se empezó a desarrollar la
contrarrevolución.
9. Buscando recuperar algo de dignidad.
Conclusiones

¿Quién dijo que todo está perdido?… Lamentablemente, si bien no


todo está perdido, es ya demasiado tarde para cambiar las cosas de modo
significativo, lo único que podemos hacer los hombres como género es
recuperar un poco de nuestra dignidad, para lo cual es indispensable
actuar como grupo, imitando en eso a las hembras, que cierran filas en
todas las latitudes del planeta con el mismo objetivo común. A partir de
esta lectura, debemos ponernos a reflexionar sobre todas las veces que
vimos a gente cercana o a nosotros mismos peleando por una mujer, a la
vista de que antes de la revolución, eso era impensado. Nadie entra en
conflicto por la arena del mar, el aire que respiramos o cualquier bien
que se encuentra en forma abundante y es de fácil obtención.
Debe ser tomado como hecho fáctico que hombres y mujeres no
fueron creados para la convivencia, sino para vivir separados con roles
y funciones distintas, de hecho en el esquema original nunca se pensó
en que exista un hombre por cada mujer pues era totalmente innecesa-
rio para la especie. Cuando el hombre habla de melones la mujer piensa
en avellanas, y viceversa, nunca va a haber entendimiento entre uno y
otro y es absolutamente lógico que así sea, unos y otros ven las cosas
desde otra perspectiva, desde el sexo hasta el sentido mismo de la vida,
y como siempre se nivela para abajo (por misma definición) la búsqueda
de previsibilidad y estabilidad de la hembra arrastra al macho, natural-
mente destinado a emociones y vivencias más fuertes. No debe el varón
sentirse culpable por tener constantemente deseos con otras mujeres que
no son su pareja, ni de pasarla mejor con sus pares que con su familia,
pues en su genética está diseñado para vivir entre hombres y copular
con cuanta hembra pueda sin preocuparse en las consecuencias. Las
mujeres a su vez, deben estar conscientes de que un río puede contenerse
un tiempo, pero que muy posiblemente una lluvia fuerte o una crecida
lo harán desbordar. Hay hombres que durante toda su vida se controlan
134 Javier Rafael Maffei

aplacando su libido a través del trabajo, la afición a un club, un deporte,


un hobby, etc., pero otros, y cada vez más, en un momento dicen basta.
Las mujeres que deseen mantener sus familias en relativa calma
deben entender esta situación y dar a sus hombres, a sus prisioneros,
la cuota de libertad necesaria para que aunque sea en forma gradual y
periódica liberen su genética pre revolucionaria. Solo basta ver en vez
de mirar, las bases de nuestros conflictos a veces están ante nosotros.
Vale citar el ejemplo del análisis comparativo de dos grupos de
adolescentes o jóvenes, de edades similares, con la diferencia que uno
de los grupos está compuesto por hembras y el otro por varones. Si bien
ambos grupos tienen las mismas actividades y salen a los mismos luga-
res, digamos discotecas, bares, recitales, restaurantes, reuniones, fiestas,
etc., su horizonte es diametralmente opuesto. En el grupo de mujeres, la
competencia es ver quien consigue primero un novio, con quien formar
una pareja, y luego por supuesto tener hijos, es decir cumplir el objetivo
máximo como mujer, y paradójicamente, salir del grupo. La hembra
que lo logra mira a las otras con aires de superioridad, las mira como
hembras menos avanzadas, y el resto de sus compañeras la envidian,
pues ella, o ellas a medida que se suman otras a las que salen del grupo,
ya han llegado. Pueden cada tanto reunirse todas juntas, quizás para un
cumpleaños o para alguna ocasión especial, pero las que ya tienen pareja
y/o hijos van a pasar el rato, a divertirse, pero su mente está realmente en
su hogar, con su pareja, pero principalmente con su cría. Ahora vamos
al otro grupo de estudio, al grupo de hombres. Ellos ven a cada miem-
bro que se separa de ellos por formar pareja y luego tener hijos, como
un caído en combate, como alguien que cedió a la sociedad, y lo tratan
como eso, lo burlan, le reprochan permanentemente el haberse ido, y le
refriegan por su rostro permanentemente como ellos se siguen divirtien-
do, mientras él pasa los viernes y sábados a la noche viendo televisión
en la cama, y si no lo cargan, es por lástima. Y el que se fue del grupo,
pues una hembra consiguió capturarlo, siente envidia de sus antiguos
compañeros, que siguen saliendo a divertirse cada vez que pueden, sin
compromisos, con total incertidumbre sobre el final de cada salida, que
tienen tintes de aventuras, mientras que él tiene una vida totalmente
135
El origen de la monogamia...

monótona y previsible, pues esas condiciones se las impone la hembra,


pues son las ideales para la crianza de hijos. Entre los jóvenes varones,
la soltería es un bien preciado y que se quiere tener para siempre, entre
las jóvenes mujeres en cambio es una etapa que quieren abandonar a la
primera oportunidad que se presente.
Ya gastada es la mención de la costumbre católica de las novias que
en su casamiento tiran su ramo de flores hacia atrás sin ver exactamente
donde caerá, antes de lo cual se reúnen todas las jóvenes aún solteras
en una zona aproximada hacia la que dicho arreglo floral será lanzado,
y aquella que lo atrapé se cree será la próxima en casarse. He visto a
hermosas mujeres, muchas de ellas graduadas universitarias y de muy
buenas familias, a los empujones y tirándose de los pelos entre sí para
ver quién se queda con el preciado tesoro y lo que él teóricamente signi-
fica. Ahora ¿Qué pasaría si habría algo similar para los varones solteros?
¿Irían a buscar, supongamos, por hacer una analogía, el moño del novio,
si eso significaría su cercano casamiento? Es obvio que no, seguramente
ninguno de los solteros allí presentes participaría de este acto, más bien
se alejaría, si es que cree en estas cuestiones digamos supersticiosas, de
esa zona, por si de casualidad el moño cae sobre sí. ¿De qué estamos
hablando entonces? De que hombre y mujer llegan al matrimonio, a la
convivencia, al concubinato, a la relación monogámica en sí, de forma
distinta, las hembras porque lo buscan y saben exactamente hacia a
donde van desde el principio, en cambio los hombres llegan fruto de una
situación que es anormal y a la cual se ven inducidos por la revolución
más perfecta e inteligente, que le hace tener un valor a algo que antes
no lo tenía, y por lo cual deben pagar con su libertad, con la supresión
de su instinto, aunque sea en forma aparente, porque el instinto puede
apaciguarse, pero siempre estará ahí, y si no se lo canaliza de alguna
manera puede, como ya hemos visto, surgir en las formas más inespera-
das. La mujer llega a la formación de pareja como vencedora, el hombre
como vencido.
Es fundamental que entendamos que una de las más grandes tram-
pas que nos han tendido es hacernos pensar que el sexo es igual para
hombres y mujeres. Las hembras no necesitan específicamente de uno
136 Javier Rafael Maffei

de nosotros para satisfacer su deseo sexual, si éste no estuviera ligado


a la elección más óptima de un padre para su cría. Si fuera por tener
relaciones sexuales por el hecho del placer simplemente, aunque uno de
nosotros nos negásemos, las hembras conseguirían a cien machos para
que las satisfagan y les cumplan todas sus fantasías. Si ellas amanecieran
un día deseando tener sexo con cuatro machos distintos, bastarían de su
parte gestiones mínimas para lograrlo. Lo mismo si alguna quisiera co-
pular con varios hombres a la vez, y esto es válido para cualquier deseo
que pueda tener la hembra. Si su anhelo sería tener sexo con obreros
metalúrgicos, por elegir un rubro al azar, le sería suficiente ir a la salida
de cualquier empresa del sector para hablar con los trabajadores quienes
gustosos accederían. Si el gusto sería tener sexo con mecánicos de auto-
móviles, iría al taller que más le guste y desde el dueño hasta los peones
no tendrían el más mínimo problema. Si su placer está en copular en
un transporte público, hablaría con cualquier empleado de buses, trenes
o subtes quienes sin duda le darían el gusto, o incluso también con los
directivos de las empresas prestadoras del servicio. Es decir, ellas ven el
sexo ligado a lo que viene después (aunque sea en forma subconsciente),
si así no fuera tendrían una vida sexual plena, en todas las variantes que
quisieran y con machos de todas las características que apetezcan. Y no
es la desaprobación moral solamente lo que las frena, pues de ser así las
mujeres de Buenos Aires viajarían a Córdoba o Rosario a cumplir sus
fantasías, y viceversa, o en el mejor de los casos irían a otro país, y yo
no veo mujeres de otras ciudades o países teniendo sexo en forma libre
y desprejuiciada por todos lados, ni mucho menos. Sí por el contrario
me he topado con muchas de ellas buscando el amor para toda la vida
lejos de sus hogares pues allí no lo han encontrado.
Como justamente las hembras piensan en el después del sexo, no so-
lamente en él por sí mismo, es que piensan tanto en con quien lo tienen,
en a quien y cómo se brindan, pues es obvio que después de estar en
una orgía con cinco soldados, por decir una posible fantasía femenina,
ninguno de ellos querría hacer a ninguna hembra que en ese aconteci-
miento participó la madre de sus hijos, por la condena social que eso
implicaría (entre otras cosas), entonces ¿qué sentido tendría para ellas
137
El origen de la monogamia...

hacerlo? Si en una oficina una de las empleadas se relaciona con todos


sus compañeros, ninguno de ellos la querría como esposa, pues se so-
metería a la condena y a la burla de los otros trabajadores, en estos casos
solo el envenenamiento por amor puede hacer que una hembra así consi-
ga entre sus compañeros un esposo, y el amor suele venir en auxilio de
aquellas hembras que por haberse atrevido a disfrutar del sexo un poco
más libremente que las otras no conseguirían macho permanente por el
orden moral imperante. Muchas veces no podemos creer que alguien se
haya casado con determinada mujer, con el pasado incluso público que
ésta trae, pero el veneno del amor vence a la razón y casi todo lo puede.
Entonces, es básico para la contrarrevolución, entender que las
hembras no son como los hombres, casi en ningún aspecto. A veces me
sorprendo al escuchar en reuniones la diferencia abismal entre los temas
de charla entre los grupos masculinos y los femeninos, y solo lo puedo
comprender ahora a la luz de estas investigaciones, al saber que origi-
nariamente hombres y mujeres llevaban vidas separadas unos de otros,
uniéndose solamente para copular, acto del cual los hombres se llena-
ban de placer, y las hembras de la semilla que les permitiría procrear.
Nunca, nunca, pero nunca jamás se nos debe olvidar que el unir para la
convivencia permanente hombres y mujeres es algo creado, no natural.
Y lo más dramático es que las consecuencias de esta degeneración son
ni más ni menos que el mundo tal cual como hoy lo conocemos, con
todas aquellas cosas que no entendemos por qué pasan. Incluso algunos
insensatos se atreven a cuestionar a Dios por esto, cuando es la modifi-
cación de sus designios originales lo que ha creado todos los males que
hoy nos horrorizan.
Cuando reflexiones sobre esto, lector, pensarás como nunca lo hi-
ciste para darte cuenta de muchas cosas. La verdad es que las hembras
muchas veces no se esfuerzan demasiado por ocultar sus planes, la
mayoría incluso abiertamente revelan sus objetivos antes de salir con
un hombre, pero nuestra necesidad hace que no le demos importancia,
creyendo que podremos dominar la situación. Y la mayoría de las veces
nos equivocamos, a la luz de las estadísticas, pues a la larga o a la corta,
la gran mayoría de nosotros pasa a ser un caído en combate, o sea, cae
138 Javier Rafael Maffei

en las garras de una hembra para casarse, o juntarse, darle hijos, criar-
los, etc., abandonando nuestra naturaleza que nos lleva instintivamente
a copular cuantas hembras nos sea posible.
Antes de empezar a actuar debemos repasar como sería nuestro
mundo si la revolución no se hubiera llevado a cabo, o si no hubiera
tenido éxito, lo que hubiese ocurrido si nuestros antepasados de género
no se hubieran rendido tan fácilmente o si hubieran ofrecido algo más
de resistencia.
La humanidad tendría por supuesto muchos menos habitantes que
hoy en día, el número estaría definido simplemente por la cantidad
de recursos naturales, y si el número superara el punto de quiebre, la
desnutrición y las enfermedades mantendrían la demografía estable o
incluso harían descender el número de personas. Sé que para el cristia-
no es duro entender esto, pero debemos comprender que la naturaleza
no profesa religión alguna, aunque como todo está al servicio de Dios.
Quizás podría haber aumentos de la población, es decir se le permitiría
a las féminas tener más cría, si los métodos de agricultura avanzaran, al
igual que técnicas de pesca o recolección, o métodos de almacenamiento
y conservación de alimentos, lo cual demás está decirlo debería estar a
cargo de ellas, pues los hombres tendrían sus mentes ocupadas en copu-
lar y comer a costas de los grupos de hembras, no tendrían necesidad ni
motivación en colaborar en avances para la especie humana. Tampoco se
hubieran opuesto, pero de ninguna manera se hubieran esforzado en lo
más mínimo. Los avances que habría, serían fruto exclusivo del ingenio
y el esfuerzo de las féminas.
En las zonas de mejores condiciones ambientales, como por ejemplo
en las selvas tropicales, donde el clima es agradable todo el año y hay
abundancia de frutos, peces y mamíferos comestibles, habría mayor den-
sidad poblacional, y esa concentración iría descendiendo hacia los polos.
Es muy difícil hablar de números precisos, pero estimo que la po-
blación mundial no llegaría al uno por ciento de la actual, por demás
está decir que no habría ni guerras ni conflictos sociales de ningún tipo,
puesto que habría lugar de sobra para todos, y a nadie le faltaría lo míni-
139
El origen de la monogamia...

mo al menos para su subsistencia. Capitalismo, socialismo, comunismo,


lucha de clases, superposición de intereses estratégicos, y muchos otros
términos que hoy y desde hace cientos de años denotan conflictos, ni
siquiera existirían.
Obviamente tampoco habría contaminación ambiental, pues no ha-
bría industrias, ni medios de transporte, ni tantas personas consumiendo
los recursos del planeta al nivel que hoy lo hacemos. Lo primero de lo
cual debemos tomar conciencia para empezar a vislumbrar defensas es
que vivimos dentro del complot, y a la vez muchos hombres son parte
de él, forman parte de él, por supuesto sin saberlo, pues como ya se dijo,
una de las bases de una conspiración es que se mantenga en las sombras.
De una vez por todas debemos entender, y pido disculpas si soy rei-
terativo en esto, que no hay nada más distinto que el hombre y la mujer,
nuestros intereses son distintos, nuestra esencia fisiológica es distinta,
y todo lo que afirme los contrario está reforzando el complot. Los inte-
reses de unos no tienen nada que ver con los intereses de las otras, eso
explica el porqué de la existencia de tantos conflictos en las parejas a lo
largo del todo el mundo, incluso el concepto de pareja mismo es como
ya se desarrolló algo creado por la revolución, algo que se estableció por
convención en contra de la naturaleza original de la especie.
No debemos ser ingenuos, o mejor dicho seguir siendo ingenuos.
Analicemos el caso de las bellas mujeres, actrices, vedettes o cantan-
tes que aparecen en las revistas, en las películas y en la televisión, en
actitudes provocadoras y de aparente libertad sexual, que despiertan
en nosotros nuestros deseos de buscar hembras o cupular con las que
ya tenemos, aumentado las chances, por supuesto, de procreación, lo
cual siempre es el fin último. Esas mismas mujeres, tan progresistas y
antisistema que parecen, ya al poco tiempo de ser públicas empiezan a
decir que desean formar una familia y tener muchos hijos, lo cual va
por supuesto en contra de la imagen de hembras lascivas y deseosas de
sexo libre que transmiten, y por supuesto logran su objetivo, pues hay
cientos de machos que caen bajo sus garras. Incluso algunas ya están
dentro del sistema de pareja antes de hacer una carrera cumpliendo el
140 Javier Rafael Maffei

papel de “hembras libres come hombres”, es decir, la puesta en escena


es aún mayor.
Si analizamos las carreras y las letras de los temas musicales
de Madonna o incluso de Britney Spears, y ni hablar si vemos sus
videoclips, nos parece mentira que esas hembras sedientas de sexo
desenfrenado que aparecen en pantalla luego aparezcan en las mismas
revistas que las vieron semidesnudas, con sus críos en un centro de
compras, o en conflictos con sus parejas porque parece que ellos les
han sido infieles. Nada más pro sistema que eso. Es que por supuesto,
para el resto de las hembras es un trofeo intentar al menos quitarle el
hombre a alguien como ellas, y los hombres, como sabemos, somos
todos polígamos por naturaleza, si no tenemos sexualmente hablando a
toda mujer que nos agrada que nos cruzamos en la vida, es simplemente
porque no podemos.
Incluso las hembras que por características psicológicas propias
tienden a probar a muchos hombres, lo que en la calle se conoce como
mujeres de vida ligera (sin que sean prostitutas, lo cual ya hemos anali-
zado y conceptuado como engranajes del sistema) a la larga logran cap-
turar un macho y se establecen con él, o al menos logran tener hijos, al
margen de si luego de tenerlos y de conseguir un hombre estable siguen
en su actitud de lascivia o no. Cabe la pregunta de cómo se comporta
una hembra que tiene hijos y se separa del macho que los engendró, y
aquí hay dos posibilidades que cubren la mayoría de los casos; o bien
busca otro macho para que sea sostén económico y/o social de una fu-
tura familia constituida de acuerdo a las reglas, es decir padre, madre
e hijos, o bien busca la estabilidad en una relación, aunque no forme
familia tradicional, por el solo hecho que lleva en su instinto de atrapar
y hacer cautivo un macho, y de lograr la permanencia de él junto a su
lado, aunque ya haya tenido cría. El lograr un macho fijo está grabado
en su mente, aunque la fuerza de su instinto, por el avance de la edad,
disminuya.
Es extremadamente difícil encontrar una mujer que lleve adelante
una vida de libertad sexual absoluta y se dedique a ella sin querer tener
141
El origen de la monogamia...

críos que la obstaculicen, casi todas en un momento dejan lugar en su


vida para la maternidad, para lo cual temporaria o definitivamente atra-
pan un hombre… A lo sumo dejan al macho irse, pero tienen de él su
semilla. Incluso hoy, con los sistemas legales a su favor, pueden quedar
aferradas a él para que mantenga a su cachorro hasta que éste crezca,
decida el hombre quedarse con ella o no.
Vale también la mención de las actrices de películas para adultos
o aquellas que protagonizan shows eróticos. Ellas son para nosotros el
paradigma de hembra desprejuiciada que gusta del sexo y de tener rela-
ciones con todos los hombres que pueda, como muchas veces decimos
los hombres que haríamos si fuéramos mujeres. Nada más alejado de la
realidad. Estas mujeres que parecen tan liberales, en su vida privada,
fuera de lo que consideran estrictamente su trabajo, forman parejas tra-
dicionales y traen hijos al mundo. Su actitud es solo durante su horario
laboral, si encontrásemos a una de ellas por la calle y le propondríamos
hacer todo aquello que pareciera que le gusta tanto, sin pagarle por su-
puesto, nos daría la misma bofetada que nos daría cualquier mujer que
se considera dentro del sistema moralmente aceptado.
Por favor hombres, tengamos en claro y obremos en consecuencia
con la cautela necesaria, que las chicas no quieren solamente divertirse
como se ha dicho alguna vez, como ocurre con nosotros, y en la lucha
que significa por parte de ellas retener, y por parte nuestra escapar para
ir a buscar otras hembras, en la mayoría de los casos perdemos.
Como el pescador va a las lagunas en busca de peces hambrientos a
quienes enganchar en su anzuelo, así ellas van a donde nosotros vamos
a divertirnos realmente en forma relajada para satisfacer nuestros deseos
inmediatos, para pescarnos, sacarnos de esa vida como el pescador saca
al pez del agua, y matarnos, hablando de matar nuestros instintos básicos.
Cuando el hombre está mucho tiempo cautivo y logra finalmente
escapar de su prisión, está desesperado por copular con cuanta mujer se
le aparezca en su camino, es como que quiere recuperar el tiempo que
estuvo su poligamia dormida, y eso es un error, pues en esas múltiples
relaciones es tanta nuestro desesperación que podemos volver a caer en
142 Javier Rafael Maffei

las garras de otra mujer. Es de hecho una paradoja que cuando nos lo-
gramos zafar de una mujer que ha llevado a cabo en nosotros su objetivo
máximo, es decir atraparnos y en algunos casos hasta sacarnos cría, para
despejarnos buscamos más mujeres, pensando que quizás ellas no tienen
el mismo objetivo supremo que la anterior. A excepción que ellas sean
trabajadoras sexuales, nada más alejado de la realidad. Incluso con las
citadas trabajadoras debemos estar atentos, pues incluso ellas pueden
hacer despertar en nosotros la reacción química del envenenamiento
por amor. ¿Opciones? Ante una reciente fuga de prisión, es decir de una
relación monogámica estable, se debe recurrir a la autosatisfacción y en
caso de no ser eso suficiente a las trabajadoras sexuales, hasta lograr
despejar nuestra mente, lo cual es imposible si no hacemos de alguna
de las dos maneras citadas la exteriorización del fluido seminal, pues
de otra forma la abstinencia nos haría volver a los brazos de nuestra an-
tigua carcelera. Una vez estabilizados y pasado el ojo del huracán que
es la nostalgia de volver con nuestra anterior pareja, se debe decidir si
deseamos realmente tener otra mujer en las condiciones que tuvimos la
anterior, u optar por senderos más progresistas, como los que se enume-
ran a lo largo de la obra.
Por favor congéneres, dejemos de satirizar y demonizar a los ho-
mosexuales tal cual como promueve la sociedad occidental y cristiana,
y lo digo formando parte de esa sociedad. Ellos son los primeros con-
trarrevolucionarios, decidieron soportar el oprobio y muchas veces la
exclusión antes de ceder al nuevo orden impuesto luego de la revolución.
Aunque ellos no sepan quizás que sea de esta manera, por haber nacido
en la mayoría de los casos con sus preferencias sexuales marcadas en su
genética, debemos al menos agradecerles por dejar más hembras dispo-
nibles para el resto y no agravar así aún más nuestra situación.
Por supuesto para equilibrar los números, muchas hembras nacen
con inclinaciones lésbicas, es decir para mantener la relación de una
mujer por hombre más o menos pareja. De ellas se debe decir a su vez,
que son el vínculo humano más puro y altruista junto con el de la madre
con su cría, y el más apto justamente para criar niños, pues los intereses
de ambas partes son idénticos. En los últimos siglos ha habido cuestiones
143
El origen de la monogamia...

sociales que han hecho que incluso en parejas homosexuales y lésbicas


haya quien cumpla el papel de hombre y quien el de mujer, lo cual no
ocurre en todos los casos, y es debido al hecho de impregnarse de los
hábitos de la sociedad dentro de la cual viven y son minoría.
A esta altura el lector me está pidiendo soluciones de fondo, pero yo
por supuesto no se las puedo dar, a lo sumo puedo dar propuestas para
hacer más decorosa nuestra existencia, pues mientras exista la relación
de un hombre por cada mujer la situación no puede cambiar demasiado,
y la llave para la llegada de los nuevos seres al mundo la tienen nuestras
compañeras de especie.
Otro frente de batalla en el que debemos luchar es en el hacer des-
pertar a las mujeres, hacer que se den cuenta que forman parte de un
movimiento que limita todas sus capacidades como seres humanos. Para
eso, es altamente necesario terminar con aquellas ideologías que pensa-
mos son favorables a nosotros, pero en realidad son beneficiosas para la
revolución, siendo el machismo un clarísimo ejemplo. Se entiende por
machismo al conjunto de preceptos que limitan la actividad de la hembra
a los quehaceres domésticos y la crianza de los hijos, excluyéndola del
resto de los ámbitos. ¡Que error más burdo! Por el contrario, debemos
hacer incluir a las hembras, hacerlas partícipes, fomentar en ellas las ap-
titudes laborales, comerciales, científicas, artísticas, culturales, políticas,
deportivas, etc., hasta que estén al mismo nivel que nosotros, para que
se den cuenta que no todo es buscar un varón, hacerlo cautivo y sacarle
hijos, debemos mostrarles que no debe ser ese su objetivo máximo, su
objetivo supremo, pues ése es también el objetivo máximo de las hem-
bras hipopótamo, las hembras comadreja, las hembra conejo, y de todos
los animales inferiores. Ellas pueden superar a la naturaleza y aspirar
a cultivar su espíritu, y tendrían para ello más materia gris que el hom-
bre, si lograran destinar a la elevación del espíritu y del alma toda esa
energía y capacidad mental que tienen destinada a sus instintos básicos.
Por favor, entendamos que debemos luchar por la liberación de las
mujeres, pues lleva implícita nuestra propia liberación, pues si las mu-
jeres cambian sus objetivos de vida, dejarán de intentar cazarnos como
144 Javier Rafael Maffei

hasta ahora, para solo buscarnos para divertirse con nosotros, como
nosotros buscamos divertirnos con ellas. Pueden surgir igualmente nue-
vos seres en estas relaciones, es verdad, pero las hembras los criarían
en forma independiente con otras hembras, sin requerir de los varones,
quienes los podrían ver o no, eso dependería ya de cada hombre, y las
hembras serían tan progresistas e independientes que incluso nada o
poco pedirían para su manutención.
Los hombres somos los proveedores exclusivos de ese producto
vital para que las hembras accedan a su objetivo máximo, a su deseo
instintivo por excelencia, a la concepción de sus críos. Y en vez de com-
portarnos como tales, es todo lo contrario, parece que ellas nos hacen
un favor a nosotros dejando que las inseminemos, hablando en modo
general, pues desde hace bastante tiempo los métodos anticonceptivos
hacen que no todas las relaciones sexuales tengan como fruto la con-
cepción, no en el corto plazo al menos. Pero mientras las tenemos de
esa forma, ellas nos inyectan el veneno del amor y una vez envenenados
accedemos a formar pareja, y la sociedad hace el resto con eso de que la
familia es la base del estado y demás. Otras veces accidentes, descuidos
o simplemente ignorancia hacen el resto.
Para colmo, ellas tienen un tiempo de vencimiento para obtener la
semilla que les dará la maternidad, ya que su reloj biológico les marca el
límite a los treinta y cinco o cuarenta años, (si bien hoy se ha ampliado
ese tope con los avances tecnológicos, pero son sumamente costosos)
mientras que nosotros no tenemos ese problema. Debemos tomar con-
ciencia y actuar como grupo, poniendo nuestras propias condiciones y
ayudando a despertar a aquel que siga cediendo ante las féminas.
Insisto en este punto, pues creo es fundamental: ellas tienen una
mercadería con fecha de caducidad mucho más corta que la nuestra para
vender (su tiempo apto para la procreación), si no lo hacen, además de
sentirse en falta con su instinto que las impulsa a ser madres, tendrán
el reproche o la mirada condenatoria de la sociedad, que no ve bien a
las solteronas sin hijos, mientras que el hombre soltero es sinónimo de
alguien que superó las trampas, inteligente, perspicaz, que sabe vivir la
vida y todo lo bueno que hay en ella para él exclusivamente. Es decir,
145
El origen de la monogamia...

ellas deben ser quienes tomen la iniciativa, quienes nos busquen, y no-
sotros debemos aprovechar todas las ventajas que tenemos pero parece
no vemos. Nuestra única desventaja, no menor, es nuestra ansia perma-
nente de copular. Si todos los hombres domináramos eso, al menos un
poco más que hasta ahora, podríamos sin duda volcar la situación para
nuestro beneficio.
Ante una contrarrevolución, las mujeres al principio se resistirán,
pero si con el paso del tiempo, quizás de una generación, ven que la pro-
creación disminuye, deberán empezar a ceder, y a su vez la naturaleza
las impulsará e ello. Deberán empezar a disminuir sus pseudo defensas
a las propuestas de los hombres, y es más, deberán empezar a ser ellas
quienes propongan relacionarse con las condiciones que los hombres
decidan, pues de no ser así pasará su tiempo y su posibilidad de ser
madres. Cuando es más del mediodía y el feriante aún no ha vendido
todo el pescado que trajo del río esa mañana, empieza aún contra su vo-
luntad y conveniencia económica a bajar el precio del mismo, pues sino
deberá tirarlo. Siguiendo con el estilo metafórico (nunca como aquí más
apropiado) son ellas la que tienen que vender el pescado, y si nosotros
somos inteligentes, siempre hablando como género, lo compraremos en
el momento y al precio que más nos convenga.
A su vez, como dijimos, debe haber una tarea de asesoramiento y
ayuda a quienes por desconocimiento o por estar envenenados por amor
sigan cediendo a las mujeres y formando parejas convencionales. En la
antigüedad cuando alguien estaba enamorado y eso no era conveniente
por diversas cuestiones, se lo aislaba un tiempo. Si antes sirvió ese mé-
todo hoy debe servir también. Cuando en una empresa hay huelga, se
denomina carneros a aquellos operarios que no adhieren a ella, y son
nocivos para el conjunto, pues dan a los dueños el motivo para decir
que no todos los operarios son parte del pedido sea de mejora salarial,
mejores condiciones de trabajo, etc. Cuando ocurre eso, por lo general
los compañeros golpean a estos individuos hasta que cambien su actitud.
Sería salvaje aquí pedir esto, creo que con la burla y la exclusión social
sería suficiente.
146 Javier Rafael Maffei

Mientras tanto puede haber quienes tengamos que pasar largos


períodos de abstinencia, así como al principio de la revolución de las
féminas hubo por parte de ellas quienes murieron sin llegar a su objetivo
de ser madres. Los atenuantes pueden ser varios, entre ellos las mismas
prostitutas, aunque si recurrimos en masa a ellas aumentarán por un lado
sensiblemente sus precios, y a su vez en el mediano plazo habrá menos
cantidad, pues así como surgieron para ser funcionales a la revolución,
dejarán de existir cuando sean perjudiciales a ella. La necesidad econó-
mica y la no disponibilidad de hombres para sostener hogares puede a la
vez ser hoy una contramedida para ello. Desde ya la autosatisfacción es
una opción siempre vigente, y para los más desprejuiciados la homose-
xualidad es un camino que deberá dejar de ser vituperado para ser visto
como honroso.
Las consecuencias a nivel económico de una contrarrevolución exi-
tosa por parte del género masculino son inciertas, sin duda las habrá, me
inclinaría a pensar en una economía mundial estancada o en retroceso,
pues habrá menor crecimiento demográfico y muchos individuos solo
trabajarán lo suficiente para lograr su propia subsistencia, pues la familia
tradicional desaparecerá, como veremos enseguida. Solo el crecimiento
laboral de las mujeres que ahora vivirán en grupos o solas podrán re-
vertir esa tendencia.
A nivel social justamente, hombres y mujeres vivirán en grupos,
separadamente y estando los hijos con sus madres por supuesto. No de-
bemos nunca olvidar que el amor de un padre a un hijo, si bien válido,
es creado por la costumbre y la crianza, no es natural como el de las
madres con sus cachorros, que fueron parte de ella y así lo sienten ellas
incluso luego de haberlos dado a luz.
Los hombres trabajarán y harán actividades para su placer, relacio-
nándose con las mujeres que accederán a tener vínculos sexuales sin
compromiso, pues ante la mínima muestra de buscar la retención del
macho éstos se negarán al sexo, y así a la chance de la hembra de pro-
crear. A su vez, la apertura mental de ellas hará que vean al sexo cada
vez más como una fuente de placer que como el medio para tener cría,
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El origen de la monogamia...

y así incluso algún día vencerán al instinto, lo superarán, y lograrán en


mayor proporción elevar sus almas hasta la salvación.
Modificaciones a nivel legal vendrán naturalmente para permitir
estos cambios culturales y sociales.
Las mujeres se dedicarán a sí mismas y a actividades de su gusto,
y como era antes, algunas se ocuparán exclusivamente a la crianza de
los hijos del grupo, o cumplirán todas esa función en forma alternada.
Quizás esto sea una gran utopía. Es difícil que millones de hombres
en todo el mundo nos pongamos de acuerdo. En su momento eran mu-
chas menos las féminas que se conjuraron para hacer la revolución. A
su vez hoy todas las sociedades capitalistas están divididas en clases, y
es casi imposible llegar a todas ellas con un proyecto común.
En la Alemania de los grandes filósofos decían que no hay viento
favorable para quien no sabe hacia dónde se dirige. Ahora ya lo sabemos.

“Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres
o hijos, por el Reino de Dios, recibirá mucho más en este mundo, y en
el mundo futuro, recibirá la Vida Eterna”.
Evangelio según Lucas.

“En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que
sean considerados dignos de participar del mundo futuro y de la resu-
rrección, no se casarán”.
Evangelio según Lucas.

“Lo que nace de la carne es carne”.


Evangelio según Lucas.

“La Revelación y la ciencia vienen de Dios. Es insensato pensar que


ambas no pueden coexistir”.
Tomás de Aquino
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Abril de 2013

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