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El Origen de La Monogamia PDF
El Origen de La Monogamia PDF
o
La revolución de las féminas
EL ORIGEN DE
LA MONOGAMIA
o
La revolución
de las féminas
Editorial Dunken
Buenos Aires
2013
Contenido y corrección: Javier Rafael Maffei
Introducción...........................................................................................9
2. El origen de la tragedia.................................................................... 21
4. En nuestros días............................................................................... 47
Desde muy joven, diría desde que aún era un niño, me interesé por
la política, e inmediatamente también, me identifique con aquellos que
comúnmente se denominan los ideales de derecha. Algo curioso, en vir-
tud de que en mis grupos de pertenencia casi todos simpatizaban con la
izquierda, algunos por moda, y otros por verdadera convicción. Creo que
éramos un grupo atípico, pues a los otros jóvenes de nuestra generación
solo parecían importarles los grupos de música que llegaban al país y
el auto que sus padres les comprarían ya no a los 18 sino a los 17 años,
gracias a cambios en la legislación. La abolición del servicio militar
quitaba de sus mentes a su vez, una preocupación que antes era para
muchos terrible, y dejaba libre el pensamiento a todo tipo de cuestiones
banales, más relacionadas con la moda y los cánones que nos llegaban
de los grandes centros del planeta, que con los instrumentos para lograr
un mundo más justo.
Pasábamos noches enteras, cada uno defendiendo el sistema que
cada uno creía mejor para el desarrollo humano, y hacíamos extensas
comparaciones de las formas de vida en Cuba, Rusia, Estados Unidos,
Reino Unido, Corea del Norte, China, etc., y por supuesto en nuestro
país. Más tarde en la universidad y aún después de ella, comencé mis
estudios de antropología e historia comparada de las religiones.
En resumen, desde los sistemas políticos hasta las relaciones huma-
nas, analicé sociedades de todas partes del planeta, en la misma y en
distintas épocas, examinando muchas veces al mismo núcleo humano
en sus diversos estratos, separadamente y en sus puntos de coincidencia,
por ejemplo en la década de 1960 es fascinante ver como la derrocada
clase alta cubana se ve obligada a fundirse en condiciones de igualdad,
con seres a los que hasta hace apenas años tenían por servidumbre natu-
ral (cabe destacar, no está de más mencionarlo, que la clase alta cubana
fue remplazada por los altos dignatarios del Partido Comunista).
Creo que a todo profesional de carreras humanísticas, y también a
quienes no lo son, nos resulta atrayente como el ser humano cambia de
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quienes deberían criar solas a sus crías mientras los machos que las con-
cibieron estarían inseminando a las otras hembras de la región, quizás
volviendo a ellas en alguna oportunidad o no, se vieron en la necesidad
de modificar esto (recuerde lector, y en breve desarrollaremos, que en
la era pre revolucionaria la relación era de un macho cada cien o más
hembras).
Creo que esta oposición al orden natural no surgió siquiera de las
hembras humanas, sino en las hembras del reino animal, seguramente
en alguna especie de mamífero, y luego las otras especies, incluida la
humana, o mejor dicho sus hembras, copiaron ese accionar.
Es curioso ver que entre los animales, si bien la revolución ha tenido
éxito en muchos aspectos, no ha logrado tantos resultados como entre
los humanos, y esto se debe, clara e inequívocamente, a que los seres
humanos son más inteligentes que el resto de los animales, y las hembras
humanas también lo son con respecto a sus congéneres de las otras es-
pecies, y así si bien asimilaron (para no decir que copiaron o plagiaron)
un patrón de comportamiento a fin de modificar el originariamente
existente, lo han mejorado, casi lo han perfeccionado.
Es llamativo que el macho humano, siendo más inteligente que los
otros animales, haya cedido más que ellos, haya caído más fácilmente
en la trampa, y esto se debe en primer lugar al despliegue de recursos y
acciones que han llevado a cabo las hembras que forjaron la revolución y
sus sucesoras, y a otras ayudas que han recibido de la naturaleza, exclu-
sivas de la especie humana, de las cuales más adelante nos ocuparemos.
Como miembro del bando derrotado, no puedo más que arrodi-
llarme ante el genio de mis enemigas, pues han logrado torcer el curso
originario de la naturaleza misma para su conveniencia, y como se verá
al final de este libro, la Humanidad es lo que es por su obra. Y si bien
quien les habla hará una aproximación basada en conjeturas, es extre-
madamente difícil saber cómo sería el mundo si dicha revolución no se
hubiera producido.
Dicen los alemanes que, ya prácticamente desde su nacimiento, la
mujer ya quiere ser ella misma madre, quiere dar vida. Lo llevan en su
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No es casualidad que entre los verbos casar y cazar haya solo una
letra de diferencia, ni que en alemán, el verbo “sich eingehen” se use
en forma indistinta para casarse o morirse, quizás aludiendo a que para
el hombre social el casamiento es la muerte del macho animal que vive
en él.
Poniendo en planos de perspectiva ambas realidades para su com-
paración, en la era pre revolucionaria, vemos que para el macho, la
prioridad es servir hembras, todas cuantas le sea posible, para él su
sexualidad es literalmente una función fisiológica, ya que su semen
no puede acumularse indefinidamente. Si esto sucede, y la persona no
opta por la masturbación, ocurrirá que tendrá una polución nocturna o
una eyaculación involuntaria al menor estímulo que vea o imagine. Por
otra parte, en la gran mayoría de los casos, la abstinencia le produce
al hombre un estado en el cual el instinto va ganando lugar a la razón,
y van desapareciendo en él las barreras sociales, morales, y como ya
mencionamos, de buen gusto. Decimos que es realmente una necesidad
fisiológica, puesto que como contra las otras, es imposible resistirse,
pues las materias que son su consecuencia sí o sí deben exteriorizarse.
Entonces, ubicándonos en el mismo momento de su diseño, el ma-
cho debe dispersar su semilla, esa es su función original, no le preocupa
ni incumbe qué es lo que pasa después. Las hembras, por su parte, deben
recibir la semilla del hombre, quedar embarazadas, y gestar a su prole y
criarla una vez que ha venido al mundo, procurándole todo lo que nece-
sita. Ubiquémonos en un origen de la civilización en la que éstos eran
los parámetros de vida. Sin duda muy desventajosos para las mujeres,
quienes, vale la pena mencionar, hasta entrados ya varios meses de ges-
tación y siendo visibles los signos del embarazo, seguían siendo servi-
das, ya que recién con su vientre claramente hinchado se daban cuenta
de que debían pasar a la instancia posterior, ocuparse de la cría, de ahora
en adelante su objetivo y el fin de su existencia. Pensemos que en ese
entonces, hablar de conocimientos médicos era una utopía. Tengamos
en cuenta que, si bien ya era notable, no había la diferencia abismal que
hoy vemos entre la inteligencia humana y la de, por ejemplo, nuestros
parientes más cercanos, los primates, por motivos que ya develaremos.
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Ante esta situación de clara desventaja, las hembras se dieron cuenta que
para no ser seres de segunda, para no seguir siendo solamente las vasijas
donde los machos satisfacían sus instintos, debían forzar un cambio, cu-
yas bases fundamentales, insisto, las imitaron de alguna especie animal,
como hicieron luego la mayoría de las otras especies. Por su inteligencia
superior, la revolución de las hembras humanas llegó más lejos que la de
otras especies, y a su vez, por ser los machos humanos más inteligentes
también y por lo tanto más difíciles de ser manipulados, tuvo que nu-
trirse de ayudas invalorables que le dio su aliada la naturaleza, y digo su
aliada pues ella busca más que nadie la procreación y la multiplicación
de las especies.
Aunque, desde otro ángulo, y esto lo analizará el lector a medida
que se adentre en la investigación y tomará partido en uno u otro sen-
tido, quizás fue la naturaleza quien se dio cuenta que así como estaban
planteadas las cosas en un principio (era pre revolucionaria), y con la
inteligencia de los seres humanos, en este caso refiriéndose exactamente
a los machos, sería dificultosa y hasta regresiva la evolución y la multi-
plicación de la especie, y por eso tuvo que efectuar modificaciones, y las
hembras simplemente hicieron aquello que se les fue siendo insertado
en su instinto, a lo largo, por supuesto, y como todo cambio evolutivo,
de varias generaciones. Es decir, no es totalmente claro de quien es el
crédito de la revolución, si de las hembras, si de la naturaleza, o si de
ambas. Es mi creencia, aunque reitero esto hoy ya no se puede probar,
que la revolución de las hembras comenzó en algún mamífero, fue luego
copiada por las hembras de casi todas las especies, pero las humanas la
llevaron a su más alto grado de eficiencia.
Esta reforma, la más perfecta de todos los tiempos, es la auténtica y
verdadera revolución femenina, todas las demás son puro cuento, y son
insignificantes al verlas a la luz de ésta, la madre de todas las revolucio-
nes, cuyas consecuencias vivimos hoy, no sólo en el orden social, sino
como veremos, en todos los órdenes de la vida.
Siempre una revolución surge ante aquello que un grupo considera
una situación desventajosa, y así lo consideraban las féminas antes del
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El origen de la monogamia...
hoy podríamos definir como vivir en sociedad, mientras que los machos
vagaban en grupos viviendo a expensas del trabajo de ellas. Nunca se
hubieran imaginado lo que les esperaba.
3. Las primeras
revolucionarias
Por ejemplo, y siguiendo con el oro negro, hace más de treinta años,
los países musulmanes productores de petróleo, redujeron a la mitad su
producción durante mucho tiempo, para así bajar la oferta y hacer subir
el precio, para perjudicar a las economías de los países occidentales que
apoyaban la expansión y la existencia misma del recientemente creado
Estado de Israel. De hecho también en los últimos treinta años las deno-
minadas “guerras por el petróleo” han dominado la escena geopolítica
mundial, incluso en la actualidad. Si el petróleo fuera abundante y de
fácil obtención, como lo puede ser la arena y las rocas en el norte de
África, en vez de un recurso limitado, escaso y de difícil acceso (los
costos de exploración y explotación llegan a cifras inimaginables), ¿a
quién se le ocurriría derrocar gobiernos, involucrar a múltiples estados
en conflictos armados y tejer complejas intrigas por él?
Situaciones como esta se han dado también con el oro, los diaman-
tes, el cuero y el acero en numerosas oportunidades.
Cuando se quiere que un bien aumente su valor, se baja la oferta y se
hace difícil de obtener, creándose competencia entre los demandantes de
ese producto para quedarse con él. Esta fue la base de la revolución de
las féminas. Tan simple como eso. Pero con algo tan simple y fácil, han
logrado someter casi hasta el absurdo a sus compañeros de especie, a los
machos, hasta ese momento los grandes señores de la Tierra.
Asumiendo un gran riesgo, y sabiendo que muchas de ellas tendrían
que pagar el costo de la revolución, en el sentido de no poder cumplir
sus mandatos naturales, encararon un proceso gradual que consistía
básicamente en transformarse de parte demandante de un bien, o mejor
dicho de un servicio, a parte oferente, sabiendo que la otra parte ne-
cesita, en el corto plazo, más del intercambio sexual que ellas. Para el
macho, la eyección seminal es literalmente una necesidad fisiológica, si
transcurrido un determinado período de tiempo no libera el fluido, sus
percepciones sensoriales, su carácter y su razonamiento lógico cambia,
aflorando en él lo salvaje por sobre lo humano, en el sentido de lo irra-
cional sobre lo racional, hasta que a través de poluciones espontáneas
o la masturbación vuelve a su estado de razonabilidad, que le dura de
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con una comunidad femenina, repitiendo los hechos del primer grupo
de hombres, quienes los habían expulsado. Ya tenemos hasta aquí dos
grupos de hembras cerrados a recibir grupos de machos, ya que tienen
para sí, por decirlo de alguna manera, un grupo estable, que no solo las
insemina, sino que trabaja para ellas y les da protección, tanto de los
animales salvajes, como de otros grupos de machos, quienes antes ve-
nían y las despojaban de los pocos o los muchos alimentos que podían
almacenar.
A partir de este momento, se desarrolló un proceso escalonado que
fue puliendo y perfeccionando el plan original de las primeras mujeres
revolucionarias, quienes como veremos, de a poco van dejando de actuar
como grupo, para ir teniendo luego una conciencia cada vez más indivi-
dual, aunque vistas en su conjunto, comprenderemos que todas y cada
una de ellas forman un sistema de engranajes orientado a mantener su
explotación sobre los hombres. Citando nuevamente a Schopenhuauer,
“todos los leones son en el fondo un solo león”, y todas las mujeres son
en el fondo una sola mujer.
Esta revolución, como todas en la historia, tuvo héroes y mártires.
Aún los hombres seguían siendo un recurso escaso, y los grupos feme-
ninos que retenían hombres, dejaban sin ellos a otros grupos de féminas.
Pero en este punto se da un proceso social que permitió que muy pocas
comunidades de féminas perecieran. Por un lado, algunos grupos utili-
zaron a los varones de su propia comunidad, aún niños al momento del
cambio, pero que en pocos años ya podían inseminar, y para con los cua-
les luego se tendría el mismo patrón de conducta para con los varones
de los grupos más grandes, es decir, se los haría trabajar, bajo amenaza
de negarse las hembras a tener relaciones con ellos. Por el otro, los gru-
pos femeninos que se quedaron sin hombres, migraron y se acoplaron
a grupos que contaban con ellos. Solo en caso de ser rechazados varias
veces, quedaban a la deriva a la espera que el paso del tiempo termine
vegetativamente con ellas.
Volvamos ahora a los nuevos grupos, con mujeres por un lado, y
hombres que debían trabajar y producir para que las mujeres dejen que
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El origen de la monogamia...
digno al escuchar a gente decir por qué Dios permite ciertas cosas, como
los genocidios o las epidemias. Dios no planeó un mundo así. Alguien
lo degeneró, y ya sabemos quién, o quiénes.
El por qué la naturaleza no truncó de raíz este movimiento es una
incógnita, al igual que por qué fue de cierta manera cómplice al ser
funcional al aumentar la cantidad de machos que llegaban al nacer.
Quizás porque no tenía alternativa, o quizás cuando intentó volver atrás
de alguna manera ya era demasiado tarde, y la revolución ya se había
diseminado, como un virus, por demasiadas especies. Quizás decidió
ceder en ese momento y ser cómplice, sabiendo que más adelante podría
desarrollar métodos de control demográfico a nivel masivo, y hasta con
ellos tomarse revancha de la irreverencia de las hembras y su revuelta.
¿Será que las grandes epidemias, hambrunas, plagas, los desastres na-
turales, las grandes guerras, matanzas y genocidios de los últimos diez
mil años tienen que ver con ello? Al menos todo nos orienta hacia ese
sentido, hacia un control de natalidad de una parte de la naturaleza con
funciones de policía para decirlo de alguna manera, que intenta ejercer
cierto control sobre la especie. Sobre este tema nos detendremos y pro-
fundizaremos más adelante.
A medida que la relación entre cantidad de hombres y mujeres se
emparejaba, ellas empezaron a aumentar sus exigencias, y los machos
cada vez debían aceptar más condiciones, pues si no se quedaban solos,
o copulando con aquellas hembras de edad avanzadas, o que por dife-
rentes cuestiones nadie quería.
Así el hombre pasó de ser un reproductor itinerante, agasajado en
todo lugar que iba, por lo cual se la pasaba literalmente holgazaneando
y copulando, a ser un individuo con mentalidad económica, preocupado
en cómo obtener bienes para poder así acceder a las mejores hembras.
En ese momento surge el desarrollo económico de la Humanidad y se
pasa de una concepción naturalmente comunista, de comunidades, a
otra individualista. Un grupo de mujeres que eran las preferidas de un
hombre que las cuidaba bien, ya no compartía sus bienes con las otras
mujeres, ni se ocupaba de otros críos que no sean los suyos. El hombre
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El origen de la monogamia...
solo tenía aprecio por los hijos de las mujeres que le costaban esfuerzo
y de los cuales tenía cierta seguridad eran suyos, pues las otras mujeres
recibían bienes e inseminación de varios machos, aunque con el tiempo
se fue avanzando hacia la exclusividad de un macho para varias mujeres,
quienes se negaban al resto, un concepto primitivo de harén, ligado al
concepto de propiedad privada, pues el hombre veía en sus hembras sus
bienes, y solo deseaba compartirlos con quien él quisiera, por convenien-
cia o buena relación, o con nadie, e incluso el macho, tal como si fueran
bienes materiales, intercambiaba en forma permanente o transitoria
hembras con otros machos cabezas de harenes.
Así la mujer comenzó paulatinamente a dejar las tareas que antes
hacía como cosechar, cazar y pescar, para estar en las comunidades
gestando y cuidando a los niños. Cada vez los grupos formados por un
hombre y varias mujeres tenían menos elementos femeninos, pues como
ya dijimos cada vez empezaron a nacer más hombres, hasta el momento
en que solo quienes más tenían podían tener más mujeres, y el resto una
o ninguna, optando en estos casos por migrar en busca de comunidades
con mujeres libres, o por practicar con otros hombres en su misma con-
dición la homosexualidad, formando parejas o grupos que vivían como
tales en los senos de estas pequeñas sociedades o se aislaban de ellas. A
su vez, muchos hombres se negaban al nuevo sistema, no por considerar-
lo revolucionario pues quizás ya estaba instalado hacía cientos de años
y no conocían conscientemente el sistema anterior, sino por sentirlo an-
tinatural, en virtud de que en ellos la esencia del sistema original estaba
mucho más fresca que en los hombres que vinimos después, con cientos
y miles de años más de la revolución ya en marcha. Entonces se aparta-
ban y se juntaban en comunidades de hombres como las primitivas, en
las que se practicaba el sexo libre y sin exigencias, trabajando todos para
todos. Es decir, el hombre homosexual surge mayormente como la resis-
tencia a ser dominado por un ser que hasta hace poco tiempo era tenido
por inferior y se lo trataba como a algo que se usa y se desecha, surge,
como la contrarrevolución. Estos patrones de comportamiento luego se
asimilaron genéticamente, y así hoy la mayoría de los casos de homose-
xualidad son natos, es decir que la persona nace con esa predisposición,
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4. La revolución social comenzada por las féminas fue cada vez más
exitosa debido a una transmisión genética de ellas mismas a las gene-
raciones venideras, que significaba el arribo de cada vez más machos.
debían ofrecer cosas para que las inseminen, a poner precio y condi-
ciones para dejar inseminarse.
ser fuentes de placer, y una vez que están ellos a su disposición, tratarán
de enlazarlos para siempre, con ayudas que han recibido, para variar,
de su amiga la naturaleza. Los ejemplos de predadores que esperan a su
presa donde sabe fehacientemente que ésta debe ir en algún momento
son infinitos, tanto en mamíferos como en formas de vida más primitiva.
Solo para citar dos, citaremos a las leonas que esperan a las cebras o
búfalos en los pastizales o a los cocodrilos que se mecen en los lechos
de las playas de los ríos.
El ser humano macho tiene una necesidad permanente de copular,
que se puede renovar incluso varias veces en el mismo día de producirse
el hecho. Por cuestiones fisiológicas, si transcurre mucho tiempo sin que
la eyaculación se produzca de alguna manera, la abstinencia afecta fa-
cultades racionales del ser, que bajo este estado es capaz de hacer cosas
que en circunstancias de equilibrio no haría. El macho quiere copular,
y no ve más allá.
Las hembras son conscientes de este hecho. Si ellas accedieran sin
más a los deseos de los hombres, éstos usarían de ellas y las dejarían
luego de utilizarlas para ir a buscar otras hembras, habiéndolas insemi-
nado o no, el cual es el fin principal de ellas, y negándose por supuesto
a acompañarlas y proveerla de lo necesario en la gestación y posterior
crianza de los niños, y no solo me refiero a lo material, sino también a lo
afectivo. Si pudiera hacerlo, el macho viviría por supuesto en su estado
primitivo pre revolucionario, es decir copulando de aquí para allá, sin
detenerse mucho en ningún lado, y por supuesto no haciéndose cargo de
ninguna situación de paternidad. No olvidemos que el instinto paternal
no existe en la naturaleza, solamente afecto por los hijos de la hembra
que le da placer y en todo caso acostumbramiento. El caso humano es
similar aunque por convenciones morales difiere bastante del de los
animales inferiores.
Ellas saben que los varones irán a ellas, y ellas elegirán a quien
más le convenga, viendo en cada candidato a quien será el mejor padre
de sus hijos, y esto puede ser consciente o inconscientemente. En los
primeros años de desarrollo sexual, es decir en la pre adolescencia y
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El origen de la monogamia...
Quizás parezca al lector en principio que no hay una clara relación entre
ellos, pero al final de la lectura será evidente que todos y cada uno de
ellos forman un todo, como lo forman todas las féminas del planeta, con
un objetivo común, cumpliendo las mujeres de cada grupo su misión,
de mantener a los hombres cautivos, para que las inseminen y luego las
acompañen y brinden lo necesario para la crianza de sus hijos.
Muchos ítems parecerán más tomados de un manual de biología
que de un ensayo filosófico como aspira a ser esta humilde obra, pero
eso no debe sorprender, en virtud de ser el ser humano, pese a todos los
maquillajes y formalidades, es un simple animal. Basta con analizar los
instintos más básicos de éste, para ver que no somos más que eso.
De acuerdo a la región, como veremos, la revolución ha mutado,
pero llegando casi siempre a los mismos resultados, y lo mismo ocurre
de acuerdo a las épocas, hay registros muy sutiles de esas variaciones,
pues ningún historiador o narrador habla en sus crónicas de estas cues-
tiones, sino ya dan las cosas como son en ese momento. Pero comparan-
do un momento a otro, podemos ver como imperceptiblemente para casi
todo el mundo la posición de las hembras fue mejorando con el correr
de los siglos y superando obstáculos cuando se les han presentado. Para
esto veremos en perspectiva la situación de la mujer en los apogeos de
los imperios Griego y Romano.
Grecia salió de las Guerras Médicas fortalecida, era una verdadera
potencia económica, militar, pero principalmente cultural, de hecho
es la guía que tuvieron luego casi todos los estados occidentales, esta
hegemonía duró entre los siglos V y IV A.C., y de este período surgen
Sócrates, Sófocles, Esquilo, Aristóteles, Anaxágoras, Platón, Demócrito,
etc., etc., etc., es decir los más grandes pensadores de la humanidad de
todos los tiempos. Nunca hubo ni habrá un grupo de hombres tan sabios
todos juntos en un mismo lugar, Atenas y sus ciudades dependientes
eran fuentes de intelecto donde en las plazas, en las calles, en los mer-
cados, se hablaba y se discutía de filosofía. Gobernantes como Pericles
permitían a los ciudadanos despreocuparse de los asuntos de estado,
con respecto a los cuales votaban periódicamente, pero sabiendo que
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estaban en buenas manos. En esta sociedad modelo, que hoy nos parece
utópica pero existió realmente, la pasión, el amor, el sexo como fuente
de placer se daba entre hombres, quienes tenían esposas, pero con una
finalidad meramente reproductiva y de crianza de los niños. Las mujeres
no participaban de la vida ciudadana, no votaban obviamente, y dentro
de las casas o fincas estaban recluidas casi todo el tiempo en áreas pre-
determinadas que recibían el nombre de “gineceos”. No hay registro de
ningún hecho trascendente de la cultura ateniense en el que participe
una mujer. Vayamos ahora setecientos años para adelante, en el siglo II
de nuestra era, en el apogeo de los romanos, y ya ahí la situación es muy
distinta. La mujer, si bien sigue sin participar en política ni en asuntos
de interés general, ha adquirido valor, así lo vemos reflejado en las leyes
de por ejemplo la gestión de Trajano como emperador. Había para las
damas dos crímenes que eran condenados a muerte, uno implicaba que
la esposa engañe a su marido, sea adúltera, es decir ya había un deseo
de no compartir algo que evidentemente era difícil de adquirir, mientras
que para los griegos era como la arena del mar, pues no era su fuente
de placer. El otre delito mortal era para ellas tomar vino, pues en teoría
podría llevarlas a tener conductas inapropiadas, o sea se buscaba la
castidad de la mujer, el sexo ya no era tan libre ni natural. De hecho, la
costumbre tan difundida sobre todo en los países latinos de saludar con
un beso en la mejilla, surge de cuando los esposos romanos llegaban a su
casa y olían a su mujer para verificar que no haya bebido. Incluso en los
Evangelios, encontramos en varios pasajes que las esposas de funciona-
rios romanos ejercían gran influencia sobre ellos, algo impensado para
un griego, así es como por pedido de su esposa que Herodes, gobernador
de Galilea en tiempos de Jesús, manda decapitar a Juan el Bautista, lo
cual hace muy a su pesar, pues lo consideraba una especie de referente
espiritual, tenemos aquí uno de los primeros casos registrados en los que
la carne, la pasión, vence al espíritu y a la razón. A esta altura ya tenía
vigencia el concepto de celos, es decir el hombre celaba a su mujer, no
la quería compartir, y por definición se cela a aquello que cuesta con-
seguir y que en caso de perderlo será difícil de reponer. Claramente se
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El origen de la monogamia...
grupo, o ella se vaya sola por no recibir ni para ella ni para sus críos los
bienes necesarios.
Parecía la contrarrevolución. En un movimiento inesperado, el
género que parecía estar destinado a la subyugación había pasado a
ser dominante nuevamente. Empezó a escribir las reglas del juego,
como hacía miles de años, antes de la revolución. Pero las féminas no
se quedaron de brazos cruzados. En última instancia, de ellas salía la
especie humana, y genéticamente podían manejar la especie hacia donde
quisieran. Por un lado, aceleraron el proceso de aumentar la cantidad de
nacimientos de hombres para llegar en algún momento a equipararla con
la de nacimiento de mujeres, pero por el otro, crearon algo que sería,
junto con la revolución misma, las dos grandes genialidades de las fé-
minas. Un proceso químico somático que anula tanto en hombres como
en mujeres la capacidad de raciocinio y lógica, con el fin de unirlos en
el tiempo, lo cual implicaba por supuesto mayor posibilidad de procrea-
ción. Una reacción física-química que causa en el hombre la preferencia
por una hembra determinada, aquella que produjo en él la reacción, por
un tiempo suficiente al menos para inseminarla y establecer lazos de
permanencia relativa.
Esa reacción, recibió más tarde el nombre de amor, y esos lazos de
permanencia relativa, con el advenimiento de las sociedades de leyes,
culminaron en el contrato matrimonial.
Varios filósofos modernos alemanes han ya desarrollado a fondo
la cuestión del amor, destacándose entre ellos Schopenhauer, y lo han
hecho muy bien. Aquí se intentará abordar los métodos que utilizan las
hembras para despertar en los hombres el amor, y para ellos daremos
una breve descripción del mismo.
El amor es una reacción físico mental que, una vez surgida, crea
en una persona una obsesión por poseer sexual y sentimentalmente a
otra, sin tener en cuenta todas las cuestiones que la racionalidad indi-
caría, solo se buscará poseerla, sin importar los terceros. De esta forma
hombres ricos se enamoran de mujeres pobres, encumbrados médicos lo
hacen de adolescentes inmigrantes que apenas hablan bien el castellano,
60 Javier Rafael Maffei
triunfaría, y el sexo sería algo tan natural y corriente como lo era en los
orígenes de la humanidad.
Cabe decir que las hembras que son infieles a sus parejas, lo son en
forma mucho más profunda que los varones infieles. El macho es infiel
con quien puede, con quien se le da la oportunidad, para satisfacer su
intrínseca poligamia, mientras que la mujer no busca mayor actividad
sexual, sino cualidades que le faltan en su pareja, y esa profundidad hace
que de a poco vaya tratando de tejer ataduras con esa tercera persona,
con todos los problemas que eso acarrea, más cuando ambos infieles
ya tienen familia formada. Estas cualidades están siempre ligadas a
características transmisibles en lo físico o mental a las hipotéticas crías,
aunque ya no sea esa la intención, en su subconsciente sí lo es, como ser
inteligencia, seguridad, buena contextura, etc., o simplemente una posi-
ción económica y/o social que mejore la situación suya y de sus actual
y/o venidera descendencia es lo que influye.
Quisiera aquí hacer una pausa para una reflexión. En la legislación
actual cualquier vínculo entre particulares, es decir justamente cualquier
contrato, sea de lo que fuere, puede dejarse sin efecto si se comprueba
que una de las partes fue forzada a firmarlo o que no estaba al momen-
to de hacerlo en pleno uso de sus facultades mentales, lo cual puede
atribuirse entre otras cosas a trastornos psiquiátricos, uso de drogas y
alcohol, etc. Ahora: si el alquiler de una propiedad, por ejemplo, puede
ser dejado sin efecto por comprobarse alguna de estas causas, ¿Cómo
es posible que se considere válido un contrato matrimonial firmado por
un hombre enamorado? En ese documento el varón renuncia a su condi-
ción de tal como polígamo por naturaleza, prometiendo exclusividad a
la hembra cofirmante, y además se compromete a asistirla de por vida,
aun cuando sus atributos sexuales, que la convierten en el ser con quien
desea aparearse, disminuyan o dejen de existir. Sin duda, la sociedad
de leyes ha sido cada vez más favorable a la revolución de las hembras,
siendo la cuestión de los bienes gananciales y la obligación de la manu-
tención de los hijos posterior a una separación solamente una muestra.
64 Javier Rafael Maffei
como grupo, como sistema, como cuerpo, como organismo que se nutre
del género masculino para su bienestar y reproducción.
El individuo, como dijimos, se ve metido en algo de lo cual no
puede salir, y la energía sexual sobrante en él se va acumulando cons-
tantemente, si no la canaliza a través de las vías socialmente aceptadas
como el trabajo, los deportes o los hobbies, o si esas vías no alcanzan.
Para esos casos, la misma revolución asignó a un grupo de hembras el
trabajo sucio de la misma, por llamarlo de alguna manera, nos referi-
mos justamente a las prostitutas. Gracias e ellas, los varones pueden
satisfacer su necesidad natural y lógica de poligamia, sin enfrentarse al
conflicto que le ocasionaría el abandonar a su familia. Suena muy raro
sin duda, pero aquello que la comunidad tiene por algo desagradable,
amoral, deleznable y contrario a sus valores, es justamente aquello que le
permite mantener su status quo, pues sin las válvulas de descompresión
que significa para muchos hombres la utilización, en forma más o menos
periódica dependiendo el caso, de los servicios de estas hembras, más
temprano que tarde hubieran ya hecho su contrarrevolución, en perjuicio
del género femenino tomado como un todo.
Las “mujeres de buena vida”, en muchos casos, en más de los que
uno pudiera imaginar, son conscientes de esta situación, pero saben a
su vez que de esa manera su hombre, a quien ya tienen cautivo, seguirá
dentro del sistema, dejando fuera de su hogar sus resabios instintivos
multigámicos. Por supuesto sería distinta la reacción si ellas descubrie-
ran que su varón tiene una relación medianamente periódica con otra
mujer, o con otras, alguna de las cuales pudiera llegar a ocupar su lugar,
es decir podría pasar a ser la tenedora de ese sujeto, ahí ella se senti-
ría realmente amenazada, y vería a esas otras hembras como rivales,
mientras que a las otras, a quienes llama “mujeres de mala vida”, las ve
como servidoras que sacan todo lo malo de su hombre, entendiendo por
lo malo los naturales deseos de sexo libre, salvaje y poligámico, dejando
para ellas y su cría la parte “pro sistema”, con todos los soportes que eso
incluye, el económico, el social, el afectivo, etc.
71
El origen de la monogamia...
es decir de desclasificar los conceptos que Dios le daba para que todo
mortal los entienda. No lo veo correteando jovencitas por el desierto de
Galilea, ni mucho menos cortejándolas ni rogándoles nada, pues en ese
momento la revolución estaba ya muy avanzada. O sea, es comprensible
que Jesús no tenga pareja, su vida pasaba por otro lado. Pero lo curioso
es que sus seguidores, sus acólitos, sus colaboradores, llamados luego
apóstoles y padres de la Iglesia, eran en su mayoría personas sin pare-
ja, y quienes la tenían en el momento de ser llamados al servicio de la
Palabra de Dios, la dejaron, por ser incompatible con su nueva vida. Y
ninguno tenía ni tuvo hijos luego. El caso de Pablo, si bien es posterior,
es idéntico al de los apóstoles, y tanto él como el propio Jesús instaban
a, de ser posible, no tener relación con hembras, por considerarlo un
desgaste de energía que debía ser destinada a cultivar el espíritu y servir
a Dios. Y las mujeres que acompañaban a Jesús o tenían cierta relación
con él, no tenían pareja, siendo los casos más emblemáticos María Mag-
dalena y su hermana Marta.
Tanto Jesús como su grupo formaban una comunidad itinerante,
un grupo nómade, como los grupos originarios de machos, solo que
en vez de inseminar hembras como estos hacían, iluminaban espíritus.
Los recursos necesarios para alimentarse y vestirse los obtenían de
jornadas de trabajo golondrina o temporales en alguna finca o a través
de las donaciones de las familias a las cuales evangelizaban, pero ellos
se conformaban con poco, demás está decir que eran todos sumamente
austeros, y con lo mínimo se satisfacían, justamente no tenían niños
que mantener ni esposas o esposos, al igual que ocurría con los grupos
originarios de machos nómades (¿muchas coincidencias verdad?, que
curioso…). Cuando recibían donaciones que sobrepasaban sus necesi-
dades o directamente cuando las pedían y obtenían de ciudadanos ricos
que abrazaban la Fe, las compartían con los humildes que escuchaban
su prédica. Si alguien desea pensar que esos eran milagros, como en el
caso de la llamada multiplicación de los panes y los peces, es totalmente
libre de hacerlo.
Con respecto a la relación con las autoridades de entonces, sean ro-
manas o judías, su vínculo era muy aislado, pues la comunidad cristiana
76 Javier Rafael Maffei
primitiva tenía sus propias leyes y su propio líder. Todo aquello que se
escribió acerca de “paguen al César (al Imperio Romano) lo que le co-
rresponde al César” (textualmente la frase es “…al César lo que es del
César”) y “respeten a las autoridades pues así lo desea Dios”, no es más
que un burdo y grosero agregado posterior a la Crucifixión de Jesús con
el fin de no fomentar en la masa cristiana rebeliones civiles. De hecho,
las autoridades políticas y religiosas hebreas, por considerar a Cristo un
agitador que venía a mover los cimientos del statu quo por aquel enton-
ces imperante, es que lo crucifican. Pasando entonces en limpio este
ítem, encontramos que los grupos tradicionales que fomentan la “moral
cristiana”, y no me refiero solamente al clero, sino a organizaciones e
instituciones a lo largo de todo el mundo, dicen prácticamente que Jesús
compartía con ellos el lema “Dios, Patria y Familia”, cuando apenas el
primero de esos enunciados se asocia realmente a Cristo. Y si quisiéra-
mos ir aún más lejos, podemos decir que por su composición y compor-
tamiento las primeras comunidades cristianas eran células comunistas,
pues todo lo que se obtenía se repartía en partes iguales entre todos, o
como decían ellos, a cada uno de acuerdo a su necesidad. Y pensar que
la Iglesia Católica ve al anticristo en los sistemas comunistas. Alguien
se está equivocando y mucho. Pero eso es harina de otro costal y este
ensayo no es de religión ni mucho menos de política.
En muchos aspectos la moral varía de acuerdo a la sociedad en la
que rige, pero la revolución de las féminas llega a todos lados, no respeta
fronteras, sistemas políticos ni religiones. Si bien puede haber matices
en algunos lugares, siempre las hembras son las que retraen la oferta de
apareamiento, y en todos lados se ve con malos ojos a la mujer que tiene
tendencia a aparearse con distintos hombres y no siempre con el mismo,
pues también la moral cuestiona y criminaliza a las hembras que tienen
hijos sin un padre a su lado que las acompañe y las provea. Entonces la
moral, ¿qué función cumple? y ¿a quienes beneficia? Si el lector enten-
dió esta obra hasta aquí, ya vislumbra seguramente la respuesta a estas
incógnitas.
Toda revolución ha creado, luego de transformarse en gobierno, en
quien ejerce el poder, una fuerza represiva cuya función es sofocar todo
77
El origen de la monogamia...
impetuoso que solo es frenado por el dique que construyó el género de las
féminas, quienes solo dejan pasar caudal de acuerdo a su conveniencia.
La moral es muy amplia y abarca multiplicidad de ámbitos, incluso
se habla de moral comercial, laboral, política, etc., pero aquí solo nos
ocuparemos de la moral en las relaciones entre hombres y mujeres.
Entre muchas otras cosas, la moral impone que la mujer debe en-
tregarse a las relaciones sexuales con la menor cantidad de hombres
posibles, y si es posible solo con uno, el cual debe ser su compañero
para toda la vida y padre y sostén de sus hijos, tanto en lo económico
como en lo afectivo. Cabe aquí la aclaración, que con el avance de las
relaciones económicas y laborales, y la consecuente inclusión de la mu-
jer al mercado de trabajo, muchas veces, si bien las menos, las hembras
dejan de lado el aspecto de posesión de recursos al intentar cautivar a
un macho (entiéndase hacer cautivo, hacer propio, quitarle su libertad,
etc.), y se aboca al aspecto de tener un sostén emocional y cumplir con
aquello que le marca como correcto la sociedad a través de la moral jus-
tamente. También, siguiendo la misma línea, antes de tener relaciones
sexuales la hembra debe estar un tiempo conociéndose con el macho, y
de ser posible debe casarse con él antes de entregarse a la inseminación.
Hoy en día esto ha variado sensiblemente con respecto a solo cien años
atrás, pero el fin es el mismo. Actualmente hablar de relaciones no es
necesariamente hablar de inseminación, pues en muchos casos los mé-
todos anticonceptivos así lo permiten, los cuales son en la mayoría de
los casos propuestos por el macho, aunque con el paso del tiempo y al
encontrarse el hombre ya atrapado y sin salida, y/o preso del amor, estos
métodos se relajan y la naturaleza, como siempre, encuentra los huecos
para meter su cuña y triunfar. También ha variado mucho el hecho de
que ya no es necesario casarse para tener relaciones sexuales, pero
como ya se mencionó antes en este trabajo, la incidencia del amor o el
acostumbramiento por recurrir a la misma hembra ante la dificultad o
el desgaste que implica conseguir otras hace que se llegué al mismo fin,
la consolidación de una relación monogámica y la posterior procreación.
La moral también proclama muchas otras cuestiones, todas contrarias a
la naturaleza de las relaciones sexuales pre revolucionarias por supuesto,
80 Javier Rafael Maffei
por citar a la mujer que la sociedad considera menos moral, sea peor
madre que una joven de clase socioeconómica alta sumamente moral y
educada en las mejores escuelas.
Como conclusión debemos decir entonces, que los hombres creamos
en cierto sentido las condiciones que nos aprisionan, pues descalificamos
y rechazamos a la mujer contrarrevolucionaria para formar una familia
y tener hijos con ella, lo cual es lógico en este sistema de cosas, por otra
parte.
Dentro de las sociedades con moral cristiana clásica, hay excepcio-
nes, que se dan en los estratos sociales más humildes, y/o en aquellos
donde no llegan, o llegan con menor intensidad, los tres canales a través
de los cuales se transmite la moral, a saber, la educación formal, la in-
formal, y la religión, acentuando quizás ésta última, pues tanto la Igle-
sia Católica como las diversas iglesias evangélicas protestantes llegan
muchas veces donde la educación estatal laica no llega (así encontramos
muchas veces gentes de condición muy humilde pero de formación re-
ligiosa muy intensa, con la moral consecuente). En estos segmentos se
puede ver al ser humano más cerca de su naturaleza, en muchos senti-
dos, pero sobre todo en el aspecto de las relaciones entre el hombre y la
mujer, y sus consecuencias lógicas, es decir la mayor procreación, pues
su falta de pensamiento en las consecuencias de sus actos hace que no
sepa, o no le preocupe, que una relación sexual sin recaudos muy pro-
bablemente traiga aparejada una concepción. Allí se ven hombres que
conviven con varias mujeres, quienes a la vez frecuentan otros hombres,
se ven mujeres que viven sin macho criando hijos de varios padres dis-
tintos. También los hombres procrean con mujeres sin importarle que pa-
sará con sus hijos, pues muchas veces los desconocen y ni los tienen en
su mente como tales, vemos relaciones intrafamiliares sin importar lazos
de consanguinidad, etc., etc., etc.,. Aunque si bien se ve a las claras una
menor fuerza de la revolución, es decir se acepta una mayor liberalidad
en las hembras, en líneas generales se forman las familias clásicas en la
mayoría de los casos, aunque se disgregan más fácilmente que en otros
estratos, pues la moral no tiene tanto poder, y apenas se siente aprisio-
nado el varón escapa. En otros casos las familias se mantienen, a la vez
82 Javier Rafael Maffei
que se aceptan las relaciones paralelas fuera del núcleo, incluso con su
procreación consecuente. Tampoco hay edad de inicio sexual marcada
por la moral, los individuos se inician sexualmente apenas sienten nece-
sidad de ello, y este aspecto, sumado a la falta de educación formal, hace
que la procreación se multiplique, y la naturaleza salga, como siempre,
ganando, aunque la revolución no tanto, pues al nacer niños en hogares
que no tienen los medios para darle sustento las consecuencias pueden
ser nefastas. Muchas hembras quedan solas con varios hijos, sin padres
que los sostengan, pues para ellos conseguir hembras es más fácil que
en otros estratos más “morales”, por lo cual se atan menos a la monoga-
mia, entonces estas hembras deben salir a trabajar para la mantención
de los críos. Muchas de ellas, al no tener una educación que les permita
insertarse en el mercado formal de trabajo, o al no alcanzarles lo que
éste les puede brindar, se vuelcan a ejercer la prostitución, atendiendo a
las necesidades de escape poligámico de los machos de los estratos mo-
ral y económicamente superiores, y así permitiendo que se mantengan
las familias ya consolidadas en esos estratos. Como vemos todo es un
círculo. Un sistema perfecto que cierra para el beneficio de la mayoría
de las féminas y de su aliada, la naturaleza, que junto con ellas busca la
multiplicación como fin último y supremo.
Mucho se ha escrito acerca de ciertas culturas orientales que esca-
paban a la moral, por aceptar la poligamia. Puede ser una moral distinta,
pero en ellas hay moral, y como siempre beneficia a las hembras. En
esas sociedades un hombre puede tener tantas esposas como pueda,
pero deben ser sus esposas, es decir debe haber con ellas un vínculo
formal y legal, debe brindar a todas ellas un medio de vida, y solo de esa
manera puede disponer de ellas sexualmente. Por otra parte, al poseer
un hombre varias mujeres, y al ser el número entre éstas y los hombres
prácticamente idéntico, como en todo el mundo, para los machos de me-
nores recursos quedan menos hembras disponibles, y por lo tanto éstas
ejercen el poder de ser productos de baja disponibilidad y alta demanda,
pudiendo exigir más a quien las desee poseer y quedando por lógica
hombres solos, por lo general los de menores recursos. Cabe mencionar
que una vez que en las naciones musulmanas se consolida una relación
83
El origen de la monogamia...
Hace ya casi cien años, la gran Alexandra Kollontai, una de las mentes
más brillantes de la revolución rusa, se asombraba al ver como ciertas
estructuras sociales eran idénticas en ambos sistemas.
A nivel político, la persona casada y con hijos siempre tenderá a
mantener las estructuras, pues justamente teme que un cambio drástico
de régimen implique privaciones para su grupo, o incluso se ponga en
riesgo su integridad. Las grandes revoluciones que acabaron con regíme-
nes, y nombraremos a la Revolución Francesa y a la ya citada soviética,
tuvieron el apoyo de las masas pues éstas vivían sufriendo privaciones
que por su dureza llegaban hasta a hacer peligrar la existencia misma de
sus núcleos humanos, y nos referimos principalmente al hambre. Ante la
desnutrición y la amenaza de perecer, la masa no tiene nada que perder,
y busca cambiar el sistema, aunque pierda la vida en ello. Cuando éstas
por el contrario viven en un sistema que, aunque con injusticias, opre-
siones y desigualdades, no pone en peligro su existencia, éstas tenderán
a hacer revueltas controladas, aunque sin arriesgarse demasiado, pues
no saben cómo es lo que vendrá. Los campesinos agricultores de las es-
tepas rusas, no podían estar peor que lo que estaban bajo el reinado del
Zar Nicolás II, donde no solo sufrían hambre, sino que eran enviados a
morir en guerras sin sentido. Ellos sabían que cualquier cosa que vendría
sería al menos un poco mejor, y antes que dejar que sus familias y ellos
perecieran, decidieron arriesgarlo todo y apoyar a los bolcheviques.
O sea, desde las usinas de valores de las sociedades tradicionales,
sean capitalistas o comunistas, se fomenta la familia, simplemente por-
que es su forma de mantenerse.
Pero veremos que ocurre a través de los canales de expresión de esas
sociedades, a través de las artes como la música, el cine, la literatura,
etc… En ellas algunos de sus exponentes se ajustan al sistema y su obra
es justamente pro sistema, son los menos y por lo general financiados
por los estados, mientras que la mayoría de ellos dejan volar libre al es-
píritu y reflejan aquello que aspira a ser el hombre realmente liberado,
que escapa a los cánones actuales, y que burla a su vez a la revolución
más cruenta, que ha hecho y hace hoy miles de millones de cautivos, la
revolución de las féminas.
87
El origen de la monogamia...
todo lo que ello implica, serían poco populares, pues en ellos los lectores
y espectadores buscan ver la fantasía de aquello que quisieran ser.
El sistema no se dio por vencido, y creo algo intermedio, optaron
por personajes que no eran casados, pero eran eternos novios, y no
tenían hijos, sino sobrinos, cuyos padres nunca se conocieron y de los
cuales nunca se habla, lo cual permite más libertades a los protagonistas,
pero estando dentro del sistema post revolucionario. El ratón Mickey y
su novia Minie y el pato Lucas con su prometida son un ejemplo, y en
estas latitudes, el famoso “Condorito” sirven para completar la grilla
con su novia Yayita.
Algo curioso es que las superhéroes mujeres también por supues-
to son solteras. Es difícil imaginarse a la Mujer Maravilla cocinando
para su marido que llega de trabajar de la oficina de correos, lavando
la ropa de él y de sus niños, o charlando con otras madres en la puerta
del colegio al que sus críos concurren hablando de lo caro que están los
tomates. ¿En qué momento lucharía contra los malos? ¿A quién dejaría
a los niños? ¿Su marido no le haría escenas de celos? Etc., etc., etc.
Por supuesto que hay numerosas películas y series que son abierta-
mente pro sistema, que apuntan lisa y llanamente al mantenimiento del
sistema social tradicional, siendo La Familia Ingalls, por ser un producto
mundialmente conocido, solo un caso de los muchos que podríamos
citar.
En la vida real, las mujeres que sobresalen del resto, aquellas que
hacen aportes valiosos a la Humanidad, por lo general tampoco son
parte del sistema tradicional, pero en vez de seguir su ejemplo, es como
que de ese aspecto de su vida no se habla, incluso muchas veces por eso
se las critica. Hay dos féminas a las que admiro por demás, ellas son
Alexandra Kollontai, a quién cité líneas arriba, madre de la Revolución
Bolchevique y del movimiento feminista ruso, y Mary Cassat, la mejor
pintora impresionista que se halla visto jamás. Ambas por supuesto eran
independientes solteras (a Kollontai se le conoció solo una pareja relati-
vamente estable, y poco duradera), pero su caso es muy raro, pues ellas
sentían la obligación de transmitir el fruto de su ciencia, de su intelecto,
91
El origen de la monogamia...
al resto de los seres, y esa inteligencia superior que poseían les señalaba
que su soltería era para ellas necesaria, pues de otra forma no podrían
hacerlo, pero no se alegraban por ello, se sentían en falta con aquello
que desde su profundo instinto animal se les imponía. Debo reconocer
que quien escribe se enteró de esto mucho después de conocer su obra,
y grande fue mi decepción, al ver que dos genios como ellas incluso, no
podían ver la mediocridad del destino que se les imponía como género,
ni rechazar el mandato de hacer presas de sí al género restante.
Alexandra Kollontai fue una de las usinas doctrinales de los prime-
ros tiempos de la revolución rusa, e imprimió a la misma un progresis-
mo que sorprendió a más de un intelectual occidental. Si bien trabajó
para el conjunto de la población, se centró mucho en cómo debía ser la
mujer comunista, a su entender idealista, independiente y liberal, por
supuesto siempre a la misma altura que el hombre, con absoluta igualdad
de derechos y obligaciones. Ocupo numerosos cargos en la estructura
gubernamental, destacándose por ser la primera mujer embajadora de
la historia soviética, desempeñándose en las embajadas soviéticas de
Suecia, Noruega y México. Promovía el amor libre, y sus dos logros
claves son la legalización del divorcio y el aborto. Parecía que la revo-
lución rusa sería el fin de la revolución de las féminas, pero con el paso
del tiempo el estado ruso se dio cuenta que si seguía en ese camino de
libertad sexual y sentimental que promovía el movimiento feminista
soviético, pronto se reduciría la población, y así el número de trabajado-
res y soldados, justamente frente a los vientos de guerra que soplaban a
través de Europa en ese momento. Así a mediados de la década de 1930
se vuelve a hacer campaña a favor de la familia y los valores tradiciona-
les, se prohíbe el aborto y se imponen innumerables trabas burocráticas
para que las parejas se divorcien. Es difícil pensar que quien casi logra
la contrarrevolución, sea una hembra, lo cual la enaltece aún más. Trans-
curridos los años y afirmada la revolución rusa, Alexandra se empezó a
enfrentar con las cúpulas del Partido Comunista, a quienes catalogaba
de ser autoritarias, entre otras cosas, y poco a poco sufrió aislamiento
y diversas presiones que la obligaron a exiliarse en varios países euro-
peos, finalizando en Noruega. Desde Oslo siguió predicando a favor de
92 Javier Rafael Maffei
con varias de ellas a la vez, etc., todo aquello que hoy le es al hombre
tan difícil concretar, a excepción que pague por ello, todo eso que se nos
exhibe como impúdico e inapropiado, no es más que como eran las cosas
antes naturalmente para los machos.
Era común a un macho, o a un grupo nómade de ellos, llegar a un
clan femenino y copular con varias hembras, muchas de ellas con situa-
ción de parentesco entre sí. Hoy, la “fantasía” de tener relaciones con la
hermana o con otras parientes de la pareja estable de un hombre es más
que frecuente, y es solo un ejemplo. Los hombres sienten gran atracción
por las parejas lesbianas, y sueñan con tener una relación sexual con
ellas. Es que antes de la revolución, en los clanes femeninos las parejas
eran regularmente lésbicas, y era común que compartieran un macho.
Eran parejas donde había igualdad de intereses y comportamientos
fisiológicos, al contrario de lo que ocurre en las parejas conformadas
por hombre y mujer, en las que las diferencias que empiezan desde lo
hormonal-sexual se trasladan y amplifican a todos los ámbitos. Dos
mujeres que forman pareja juntan comportamientos y necesidades simi-
lares; estabilidad, crianza de hijos, regularidad en todo sentido, y logran
inmunidad al aburrimiento y la monotonía, por ver en lo previsible lo
seguro para sus crías. El viejo chiste que reza que “hacer el amor” es
lo que realizan las mujeres mientras los hombres las copulan, viene
justo para esta descripción. Los grupos de machos llegaban entonces
a los asentamientos femeninos y muchas veces inseminaban a parejas
conjuntamente, pues ellas deseaban como forma de ligarse, tener hijos
que sean del mismo hombre. Suena enfermizo, pera en realidad muchas
demostraciones de amor lo son. La fantasía masculina de estar con una
pareja de lesbianas no es más que, como en muchos otros casos, huellas
de lo que fue alguna vez, y nos fue arrebatado.
Imagínense una persona que durante toda su vida comió frugal-
mente de todo, y a quien a una edad determinada, supongamos a los
cincuenta años, se le detecta hipertensión, por lo cual debe dejar de
ingerir alimentos con exceso de sal, por ejemplo jamón crudo y salame.
Si bien él nunca fue un gran consumidor de estos embutidos, y nunca les
dio demasiada importancia, a partir de la prohibición de su ingesta los
97
El origen de la monogamia...
ve distinto, siente una atracción impensada hacia ellos, los desea como
nunca antes, y aprovechará cada oportunidad en que su familia no lo
vea para comerse una sándwich de jamón crudo o salame, aun sabiendo
que le es perjudicial a su salud. Pensará que prefiere vivir quizás un par
de semanas menos, a no darse ese gusto. A ese punto irracional llega su
deseo, cuando hace solo un año eso le era totalmente indiferente, y solo
lo consumía en alguna fiesta o reunión familiar.
El hecho de que algo se le prohíba al ser humano, le hace desearlo y
sentir curiosidad por él, y más aún si eso no implica riesgos reales para
la vida, como es el caso del amor libre poligámico. Esta situación se po-
tencia al tener los varones una producción seminal igual a la que tenían
cuando había uno de ellos cada cien hembras, lo cual fue así querido
por ellas, pues como ya dijimos, al haber tanta necesidad de parte de los
hombres de placer fruto de la exteriorización genital, la parte que posee
la llave a esa exteriorización (el cuerpo femenino como fuente de placer)
puede poner el precio que más le convenga para brindarla.
desarrolladas no son esas las razones directas, pero si otras que derivan
de la revolución, pues como ya dijimos, todo conflicto es por la puja de
bienes escasos, sean esos bienes millones de barriles de petróleo, una
región, un conjunto de islas, o incluso un cargo como puede ser un tro-
no en una monarquía, cuando hay más de un ascendiente al mismo. En
la naturaleza todo se diseñó tendiente al equilibrio, cuando se tocó ese
equilibrio comenzó el caos.
Es importante aclarar que los primeros enfrentamientos entre huma-
nos fueron entre clanes de mujeres, en los períodos pre revolucionarios,
por cuestiones que tenían que ver con la disponibilidad de alimentos,
una fuente de agua, un valle o región favorable para habitar, o incluso el
“usufructo” de un grupo nómade de machos.
Suegras
¿Por qué tanto recelo y tanta resistencia de las madres de los varones
cuando llevan a su casa a quien será su esposa? Simplemente porque las
madres de los varones no dejan de ser mujeres, y saben lo que son. Sa-
ben que así como ellas cazaron y casaron al padre de sus hijos, así ahora
otra hembra está cazando para casar a su hijo, a quien las madres aman,
y quisieran, consciente o inconscientemente, que nadie le haga al fruto
de sus entrañas lo que ellas ya han hecho hace veinticinco o treinta años
a otro hombre. Pero aquí la naturaleza no se queda atrás, y desarrolla en
las futuras abuelas el instinto de maternidad de segunda generación, que
hace dejar de lado o pasar a un segundo plano el daño que se le está ha-
ciendo a su hijo macho, el aniquilamiento de su esencia como semental,
el fin de su libertad. Pero sobre este tema, ya muy avanzado, hablaremos
junto con otros en una próxima obra.
Tema que da mucha tela para cortar, pero este es el primer libro sa-
cando a la luz la revolución, ya habrá oportunidad de profundizar sobre
muchos temas que apenas se han nombrado y detallado brevemente.
En primer lugar, ¿Qué impulsa a una mujer joven y soltera a entablar
una relación con alguien generalmente mayor y casado hace años o en
pareja y muchas veces con hijos?, simplemente el hecho de que ya se
sabe que ese macho acepta la subyugación, acepta el estar encarcelado,
y que cumple bien con sus deberes de hombre proveedor y protector de
su familia. La joven en cuestión acepta en principio el papel de amante,
de “tercera”, y no pone condicionamientos, pues apuesta a provocar
la reacción química del amor en el varón, la cual seguramente con su
esposa se apagó, y de esa manera lograr que se separe y forme con ella
una familia, el fin último de toda mujer. Si no lo logra en un período de
tiempo determinado, ella empezará a alterarse y comenzarán las ame-
nazas y los escándalos.
¿Qué pensaba el varón? ¿Qué la señorita quería tener sexo con él sin
compromiso porque él le parecía atractivo físicamente? Eso pensaría un
macho, para las mujeres esa característica es una más pero no la más
importante a la hora de elegir pareja. ¿Cuántas veces hemos visto damas
hermosas con caballeros no tan agraciados físicamente y no lo podemos
entender? Desde el punto de vista femenino es totalmente lógico, la
garantía de estabilidad social, emocional y muchas veces económica es
mucho más valiosa a sus ojos que un físico torneado cinco días a la se-
mana en el gimnasio. Hombres, nunca olvidemos que si es por el hecho
de tener relaciones sexuales en sí, las hembras conseguirían candidatos,
de así quererlo, en cinco minutos, y más de uno si quisieran.
El llamado “síndrome de Brad Pitt” afecta a miles de dueños de
empresas, gerentes, altos funcionarios del estado, o varones con poder
económico y/o social en general que piensan que las mujeres los buscan
porque son bonitos, y no por lo que pudieran conseguir en el corto o
largo plazo de ellos, y las consecuencias si no se curan a tiempo pueden
llegar a límites trágicos.
101
El origen de la monogamia...
una chica, nos daríamos cuenta que no podemos en este sentido decirles
nada.
Desde aquí solo les puedo ayudar en este punto aconsejando no caer
en el “síndrome de Brad Pitt”, y ni siquiera para él las cosas son tan
fáciles y placenteras como pensamos. Les aseguro que de la mujer más
bella del mundo uno se aburre a los seis meses de convivir. Como diji-
mos, se puede comer todos los días langosta y caviar con champán, pero
al mes de comer todos los días lo mismo, les aseguro que al pasar por
una parrilla el aroma de los chorizos y la bondiola nos va a volver locos.
7. Naturaleza
y Femineidad
elegante inusual en mí, nos dimos cuenta que la cena apenas si podría
catalogarse como ágape, y las largas filas para retirar bebidas de calidad
hacían desistir de ese objetivo y beber el agua y las gaseosas rebajadas
que había en jarras sobre las mesas. A poco de comenzar el evento,
sobre el escenario aparecieron una pareja de presentadores, quienes nos
felicitaban por estar allí y nos dijeron que éramos afortunados por acce-
der a la imperdible oportunidad que se nos presentaría a continuación,
a saber formar parte del club de hospedajes de tiempo compartido que
ellos representaban. Luego de la película mostrando los resorts de todo
el mundo, desfilaban personas que testificaban lo bueno que fue para
ellos comprar una o dos semanas de tiempo compartido. Nunca me sentí
antes tan engañado. Todo había sido una treta para tenernos cautivos y
vendernos algo. Y nosotros ingenuos fuimos como corderos. Estando
allí inste a mi compañero a retirarnos, pero él no se quería ir sin antes
degustar la mesa de dulces que se había prometido. Al poco rato, se
acercaron promotores a cada mesa para seducirnos y ahí mismo cerrar
contrato (el cual era por 99 años). Y quien compraba, recibía en su mesa
una botella de champán, que llegaba toda decorada y a toda pompa, para
motivar a otros a comprar y recibir los mismos honores, al hacer lo que
teóricamente era una gran inversión. Extraña sensación de haber sido
burlado sentí, y solo unos años después me di cuenta que el plan no era
exclusivo de ellos. Las mujeres seducen a los hombres prometiéndoles
placeres y deleites para él, mientras que en el fondo quieren atraerlos
hacia ellas para ser inseminadas y lograr de ellos el soporte de sus crías.
Todos nos cansamos de escuchar historias de cómo era una mujer antes
de casarse y como resultó después. Vale destacar el caso de aquellas que
por predisposición genética luego de dar a luz pierden las formas antes
agradables de su cuerpo, el cual parece decirles “ya cumpliste, cazaste
un hombre, te inseminó y diste a luz, ahora déjame comer grasas y des-
bordar por todos mis costados…”. El champán a la mesa con pompas
y honores me recordó a las fiestas de casamiento, en las que el hombre
no sabe que más que una fiesta, está participando de su velorio como
macho, como varón, y encima debe aceptar su derrota ante decenas o
cientos de invitados.
110 Javier Rafael Maffei
formaron parte de la letra chica del acuerdo entre las féminas y la na-
turaleza irracional, son cosas que si bien quizás ya existían antes de la
revolución, luego se potenciaron. Son detalles que son hoy parte de nues-
tra vida de seres superiores, pero luego de su análisis nos mostrarán que
aunque conquistemos otros planetas y escribamos bellísimas obras de
literatura, aunque construyamos grandes puentes y dominemos al resto
de los animales, no somos en algunos aspectos mucho más pensantes
que ellos.
El “orgullo masculino”,
signo irrefutable del pasado pre revolucionario
Desde niños incluso, los varones tienen orgullo por su masculini-
dad, por su “ser macho”, y ese orgullo se manifiesta en un respeto, una
admiración, casi por una pleitesía por el miembro viril, símbolo de la
masculinidad. Ahora, reflexionemos que cosas nos hacen sentir, fuera de
este ámbito, soberbios, altaneros, valga la redundancia, orgullosos. Una
persona puede estar o en forma permanente ser orgullosa por algo que
posee que no es masivo, que solo lo tiene un grupo pequeño dentro de su
ámbito, su comunidad o su país incluso, por algo que lo diferencia a él
de la gran mayoría, sea ese don adquirido por sí mismo o heredado. De
esta manera, una posición socioeconómica elevada por sobre el conjunto
puede hacer a quienes pertenecen a ese segmento sentirse orgullosos y
altaneros, pues ellos están donde la mayoría quiere estar. A su vez, den-
tro de este nivel se sentirá orgulloso aquel que llegue a poseer bienes que
los otros no llegan a adquirir, como un mejor automóvil, una casa más
grande y sofisticada, mayor número de personal de servicio, más viajes
de placer por año realizados y a destinos más sofisticados, etc.. Vayamos
ahora a un grupo de empleados de una empresa. Se sentirá orgulloso
aquel que ascienda a rangos más altos, por encima de sus compañeros,
él tendrá un sitio (supongamos una gerencia) que muchos anhelaban
y solo él obtuvo. Ser poseedor de algo que muchos desean pero pocos
consiguen es el origen de la arrogancia y el orgullo, pues naturalmente
surgen los sentimientos de superioridad en la persona que recibe esos
113
El origen de la monogamia...
distinto que por real necesidad. Una mujer así es más valiosa que un
hombre de las mismas condiciones, pues además de vencer a la natura-
leza, venció a la sociedad y todos sus prejuicios, en virtud de que ella,
la sociedad occidental cristiana, ve al hombre soltero como un pícaro,
como un ganador, como alguien que optó por vivir la vida para sí, como
un “bon vivant”, un “gigoló”, pues es consciente que ese es el deseo de la
mayoría de los machos, pero solo unos pocos llegan a lograrlo. En cam-
bio a la mujer que se mantiene soltera se le endilga rápidamente el mote
de solterona, que se le pasó el tren, que “vestirá santos”, en el sentido de
que pasará sus días tejiendo, y muchas otras cosas. De esto se desprende
algo muy curioso. Las mujeres temen a quedarse solteras, para no pasar
a ser solteronas y recibir la mirada reprobatoria de la sociedad, lo cual
es lógico desde su punto de vista. Lo que no es lógico es que también
los hombres pensemos así, formemos parte de esas masas condenatorias,
sin darnos cuenta que así nos condenamos a nosotros mismos, pues ge-
neramos manadas de hembras que al superar los treinta años y no tener
pareja salen a buscarla como sea, para formar una o al menos para “ex-
traerle” o “sacarle” un hijo, y sabemos los hombres lo fáciles que somos
y lo sencillo que caemos en las trampas que nos tienden las mujeres.
Ojalá ésta sea la única actitud auto flagelante que tengamos los
hombres como género, pero lejos está de serlo. Si actuáramos como con-
junto, como hacen las hembras, tendríamos todas las de ganar, pues es a
ellas a quienes se les pasa su hora para lograr su objetivo, la procreación,
mientras que nosotros podemos hacerlo hasta nuestros últimos días. Pero
las cosas ya están demasiado consolidadas para cambiarlas de raíz, las
soluciones no pueden hoy ser más que parciales. Pero ya ahondaremos
en eso en el final.
Sabores comunes
Cuentas veces hemos sentido asco al estar frente a pescados no muy
frescos o en zonas portuarias donde se procesan y se tiran los restos
luego de la faena. Pero no ocurre lo mismo cuando dejamos filetes de
pescado en la heladera o fuera de ella. Por el simple hecho de que no es
120 Javier Rafael Maffei
la carne del pescado la que toma ese olor nauseabundo, sino la sustan-
cia transparente que cubre sus escamas y actúa como lubricante para
que se deslice más fácilmente a través del agua. Cuando se va a pescar,
vuelve uno con esa sustancia y su consecuente aroma, pues tomó al pez
del agua al bote o a la costa y seguramente éste tocó en algún momento
nuestras ropas. Si empaquetáramos albóndigas de pescado, por ejemplo,
eso no ocurriría, pues esta sustancia gelatinosa está fuera del animal,
no dentro de él.
Las plantas carnívoras tienen una sustancia similar, que hace que el
incauto insecto, a quien ese olor atrae, sin que nadie sepa a ciencia cierta
por qué, una vez que se posa sobre ellas atraído por la vistosidad de la
flor se adhiera y se deslice hacia el centro, que actúa como una boca que
lo engulle. La flor utilizó un señuelo para atraer un incauto, y una vez
dentro de ella lo devoró.
Las hembras generan sustancias lubricantes en sus partes genitales
con aroma similar. Su función es que el miembro masculino se deslice
sin problemas y lo más profundamente posible, para que al momento
de la eyaculación seminal el líquido llegue en mayor cantidad y más
rápido al óvulo, para aumentar así las posibilidades de fecundación. Y
también los incautos varones caemos, como insectos. Solo que en vez
de matarnos rápidamente, ellas intentan apresarnos y tenernos cautivos
sirviéndolas por el resto de nuestras vidas. La liberación de esta sustan-
cia aumenta cuando las terminales nerviosas avisan al cerebro feme-
nino que se acerca una relación sexual, por la excitación de la hembra
en los momentos previos al coito por el contacto físico con el macho y
los “juegos” pre sexuales, así la hembra prepara la “trampera” para los
espermatozoides del varón.
Cuanto da que reflexionar ver las flores, sean carnívoras o no. Son
como recipientes de colores llamativos alrededor de un centro que está
destinado a diseminar el polen al aire o a entregarlo a insectos, para la
multiplicación de la especie. Cuantas semejanzas con las mujeres que
desde hace miles de años, al utilizar polleras y faldas, se dan un formato
similar, un velo que cubre y circunvala un centro destinado a la procrea-
121
El origen de la monogamia...
ción. ¿Quién copió a quién? Obviamente las flores fueron las pioneras.
Las féminas se inspiraron en aspectos de la naturaleza para hacer su
revolución, y como ya dijimos, luego la utilizaron, pactaron con ella, o
al menos con una parte de ella.
to, feudalizada, dominada por reyes y nobles que basaban sus riquezas
en la opresión de grandes masas de campesinos, mano de obra barata
semi esclavizada que subsistía del cultivo de las tierras y el cuidado del
ganado de su señor, y por si fuera poco, cuando estos iban a la guerra,
ponían sus vidas a su disposición, ya que muy pocos reyes y nobles
morían en estas contiendas, pues los “códigos de caballerosidad” hacían
indigno para un noble matar a otro de su misma condición, pero sí a sus
plebeyos.
La sociedad se dividía en tres estamentos; nobleza, clero, y el terce-
ro, el campesinado, era el más numeroso. Vivían estos últimos en casas
de barro y paja en cercanías de los famosos castillos medievales, desde
donde se los controlaba y oprimía, sembraban y cosechaban frutas, ver-
duras y cereales, como así también criaban ganado con el que mantenían
a sus amos y a su corte, incluso a los oficiales de su ejército, del cuales
ellos eran la carne de cañón presentado el caso. No podían irse de sus
parcelas, y hasta para casarse debían pedir permiso. Sería irse del tema
principal ampliar estos abusos, pero no por eso debemos dejar de men-
cionar que los nobles eran dueños de los que estaban en sus dominios,
disponiendo de ellos en todo sentido, incluso en el sexual.
Había mucha mano de obra y cada vez menos tierras, por lo cual los
labradores debían agradecer a sus amos dejarles servirles, y nada de que-
jarse o rebelarse, pues los expulsaban y daban las tierras a otras familias.
Pero la semilla del cambio llegó de la manera menos pensada, y
costó millones de vidas. En el año 1347 llega a Europa proveniente de la
India una bacteria, la yersinia pestis, que a través de diversas mutacio-
nes se transformó en la denominada peste bubónica o peste negra, una
enfermedad mortal que se propagaba a través de las pulgas de las ratas
principalmente, e imaginemos que la higiene en ese entonces no era la
de hoy, por lo cual ratas y pulgas abundaban. En cinco años entre un
30 y un 50 por ciento de la población europea pereció (según la fuente
tomada), y si bien la mortandad afectó en forma bastante pareja a ricos y
pobres, los primeros, por tener la posibilidad de ir desplazándose huyen-
do de la peste, quizás fueron algo menos afectados, aunque no demasia-
125
El origen de la monogamia...
do, ya que pulgas y ratas hay en las mejores familias. Cabe destacar que
los actuales territorios de Alemania, Austria y Suiza fueron los menos
afectados por la peste, llegando en algunos casos a una mortandad de
solo un 10 por ciento. Hay numerosas teorías para explicar esto, pero
ninguna con rigor científico, por lo cual no las citaremos aquí.
Europa se transformó en una gran casa velatoria, y recién a partir de
1353 comenzó a debilitarse la fuerza de la pandemia, y cuando se trató
de a poco de empezar a retomar el ritmo de vida habitual, las clases diri-
gentes se dieron cuenta de algo que cambiaría la sociedad para siempre,
esto es, había un descenso del 60 por ciento en la mano de obra para
cultivar los campos y criar el ganado, pues al resto se lo había llevado la
peste. Es decir, ahora que volvían a sus feudos, los nobles debían ofrecer
a las familias campesinas condiciones que los atraigan a prestar servi-
cios para ellos, y los ricos entonces empezaron a competir entre ellos
ofreciendo cada uno más cosas, para tener mano de obra, pues sino sus
tierras quedaban sin uso y ellos sin sustento. Los campesinos, o mejor
dicho los afortunados que quedaban, podían ofrecerse al mejor postor,
algo impensado siete años atrás, y podían exigir, por ejemplo, días de
descanso, mayor participación en la producción, mejores condiciones
de vivienda, e incluso pago en moneda para su trabajo, lo cual fue fun-
damental, pues al aumentar la masa de consumidores en forma radical,
nació la pujante clase mercantil, campesinos o incluso nobles de segunda
o tercera categoría que se dedicaban a producir y vender mercancías a
quienes antes no podían comprarlas. Algunos de estos “nuevos ricos”
llegaron incluso a tener más fortuna que los propios nobles, hay casos
de hijos de mercaderes que a través de lazos de matrimonio llegaron a la
realeza. El capitalismo, o un germen del mismo, había nacido, sobre la
base, nuevamente, de la ley de la oferta y la demanda, que maneja casi
todo, sea en la naturaleza como en las sociedades. Junto con él, nacieron
los conceptos de derechos y libertades individuales, que provocarían las
caídas posteriores de los absolutismos monárquicos, para dar paso pri-
mero a las “monarquías controladas” o parlamentarias, y posteriormente
a las democracias tal cual hoy las conocemos.
126 Javier Rafael Maffei
como los hombres fomentamos valores sociales que van en nuestro detri-
mento, pues hacemos burlas y condenamos de alguna manera a la mujer
que lleva una vida sola, tildándola de solterona y haciendo todo tipo de
conjeturas sobre por qué no ha logrado tener un hombre a su lado, en
vez de remarcar hacia ella y hacia el resto de la gente su actitud, sea ésta
por ella buscada o no, para fomentar a otras a tomar el mismo camino,
en vez de salir a cazarnos, o a casarnos, como más le parezca al lector,
pues de todas formas el resultado final sabemos ya a esta altura que es
exactamente el mismo.
¿Es casualidad que en los países más desarrollados haya mayor
proporción de mujeres feministas y de varones homosexuales? No, no
es casualidad. Debemos recalcar que la revolución creo un sistema en el
que cada hembra es un elemento que forma parte de un todo y le es fun-
cional a él, sin saberlo cada mujer cumple una función, algunas son más
privilegiadas que otras en lo que les toca, y todas en conjunto buscan
el fin común del género femenino, la procreación y la dominación del
otro género. Así como hay organizaciones o empresas que tienen sedes
en todo el mundo si bien todas ellas pertenecen al mismo tronco y res-
ponden a la misma central, y poseen características propias de acuerdo
al estado o a la región, así la revolución ha debido adaptarse, y lo hace
permanentemente, de acuerdo a la época y el lugar. El ejemplo citado
en capítulos anteriores es el más común, y me refiero al hecho de que a
toda época de mayor libertad sexual (permitida obvio por las mujeres,
pues si fuera por los hombres siempre habría libertad sexual) y sus con-
secuencias negativas para el género femenino, por el simple hecho de
que los varones nunca tendrían relaciones monogámicas si fuera posible
tenerlas multigámicas, sigue una época de restricción de la oferta sexual
femenina, para que las cosas vuelvan a su cauce y a los hombres les sea
más difícil tener sexo entonces cuiden a aquella que se los provea.
Ahora, en los países más avanzados hay mayor porcentaje de va-
rones homosexuales que en los países en desarrollo o en los del tercer
mundo, a excepción de aquellos que por cuestiones sociológicas pro-
fundas poseen índices de homosexualidad masculina altos (hay zonas
insulares del Océano Pacífico que son un buen ejemplo de esto), y si se
131
El origen de la monogamia...
en las garras de una hembra para casarse, o juntarse, darle hijos, criar-
los, etc., abandonando nuestra naturaleza que nos lleva instintivamente
a copular cuantas hembras nos sea posible.
Antes de empezar a actuar debemos repasar como sería nuestro
mundo si la revolución no se hubiera llevado a cabo, o si no hubiera
tenido éxito, lo que hubiese ocurrido si nuestros antepasados de género
no se hubieran rendido tan fácilmente o si hubieran ofrecido algo más
de resistencia.
La humanidad tendría por supuesto muchos menos habitantes que
hoy en día, el número estaría definido simplemente por la cantidad
de recursos naturales, y si el número superara el punto de quiebre, la
desnutrición y las enfermedades mantendrían la demografía estable o
incluso harían descender el número de personas. Sé que para el cristia-
no es duro entender esto, pero debemos comprender que la naturaleza
no profesa religión alguna, aunque como todo está al servicio de Dios.
Quizás podría haber aumentos de la población, es decir se le permitiría
a las féminas tener más cría, si los métodos de agricultura avanzaran, al
igual que técnicas de pesca o recolección, o métodos de almacenamiento
y conservación de alimentos, lo cual demás está decirlo debería estar a
cargo de ellas, pues los hombres tendrían sus mentes ocupadas en copu-
lar y comer a costas de los grupos de hembras, no tendrían necesidad ni
motivación en colaborar en avances para la especie humana. Tampoco se
hubieran opuesto, pero de ninguna manera se hubieran esforzado en lo
más mínimo. Los avances que habría, serían fruto exclusivo del ingenio
y el esfuerzo de las féminas.
En las zonas de mejores condiciones ambientales, como por ejemplo
en las selvas tropicales, donde el clima es agradable todo el año y hay
abundancia de frutos, peces y mamíferos comestibles, habría mayor den-
sidad poblacional, y esa concentración iría descendiendo hacia los polos.
Es muy difícil hablar de números precisos, pero estimo que la po-
blación mundial no llegaría al uno por ciento de la actual, por demás
está decir que no habría ni guerras ni conflictos sociales de ningún tipo,
puesto que habría lugar de sobra para todos, y a nadie le faltaría lo míni-
139
El origen de la monogamia...
las garras de otra mujer. Es de hecho una paradoja que cuando nos lo-
gramos zafar de una mujer que ha llevado a cabo en nosotros su objetivo
máximo, es decir atraparnos y en algunos casos hasta sacarnos cría, para
despejarnos buscamos más mujeres, pensando que quizás ellas no tienen
el mismo objetivo supremo que la anterior. A excepción que ellas sean
trabajadoras sexuales, nada más alejado de la realidad. Incluso con las
citadas trabajadoras debemos estar atentos, pues incluso ellas pueden
hacer despertar en nosotros la reacción química del envenenamiento
por amor. ¿Opciones? Ante una reciente fuga de prisión, es decir de una
relación monogámica estable, se debe recurrir a la autosatisfacción y en
caso de no ser eso suficiente a las trabajadoras sexuales, hasta lograr
despejar nuestra mente, lo cual es imposible si no hacemos de alguna
de las dos maneras citadas la exteriorización del fluido seminal, pues
de otra forma la abstinencia nos haría volver a los brazos de nuestra an-
tigua carcelera. Una vez estabilizados y pasado el ojo del huracán que
es la nostalgia de volver con nuestra anterior pareja, se debe decidir si
deseamos realmente tener otra mujer en las condiciones que tuvimos la
anterior, u optar por senderos más progresistas, como los que se enume-
ran a lo largo de la obra.
Por favor congéneres, dejemos de satirizar y demonizar a los ho-
mosexuales tal cual como promueve la sociedad occidental y cristiana,
y lo digo formando parte de esa sociedad. Ellos son los primeros con-
trarrevolucionarios, decidieron soportar el oprobio y muchas veces la
exclusión antes de ceder al nuevo orden impuesto luego de la revolución.
Aunque ellos no sepan quizás que sea de esta manera, por haber nacido
en la mayoría de los casos con sus preferencias sexuales marcadas en su
genética, debemos al menos agradecerles por dejar más hembras dispo-
nibles para el resto y no agravar así aún más nuestra situación.
Por supuesto para equilibrar los números, muchas hembras nacen
con inclinaciones lésbicas, es decir para mantener la relación de una
mujer por hombre más o menos pareja. De ellas se debe decir a su vez,
que son el vínculo humano más puro y altruista junto con el de la madre
con su cría, y el más apto justamente para criar niños, pues los intereses
de ambas partes son idénticos. En los últimos siglos ha habido cuestiones
143
El origen de la monogamia...
hasta ahora, para solo buscarnos para divertirse con nosotros, como
nosotros buscamos divertirnos con ellas. Pueden surgir igualmente nue-
vos seres en estas relaciones, es verdad, pero las hembras los criarían
en forma independiente con otras hembras, sin requerir de los varones,
quienes los podrían ver o no, eso dependería ya de cada hombre, y las
hembras serían tan progresistas e independientes que incluso nada o
poco pedirían para su manutención.
Los hombres somos los proveedores exclusivos de ese producto
vital para que las hembras accedan a su objetivo máximo, a su deseo
instintivo por excelencia, a la concepción de sus críos. Y en vez de com-
portarnos como tales, es todo lo contrario, parece que ellas nos hacen
un favor a nosotros dejando que las inseminemos, hablando en modo
general, pues desde hace bastante tiempo los métodos anticonceptivos
hacen que no todas las relaciones sexuales tengan como fruto la con-
cepción, no en el corto plazo al menos. Pero mientras las tenemos de
esa forma, ellas nos inyectan el veneno del amor y una vez envenenados
accedemos a formar pareja, y la sociedad hace el resto con eso de que la
familia es la base del estado y demás. Otras veces accidentes, descuidos
o simplemente ignorancia hacen el resto.
Para colmo, ellas tienen un tiempo de vencimiento para obtener la
semilla que les dará la maternidad, ya que su reloj biológico les marca el
límite a los treinta y cinco o cuarenta años, (si bien hoy se ha ampliado
ese tope con los avances tecnológicos, pero son sumamente costosos)
mientras que nosotros no tenemos ese problema. Debemos tomar con-
ciencia y actuar como grupo, poniendo nuestras propias condiciones y
ayudando a despertar a aquel que siga cediendo ante las féminas.
Insisto en este punto, pues creo es fundamental: ellas tienen una
mercadería con fecha de caducidad mucho más corta que la nuestra para
vender (su tiempo apto para la procreación), si no lo hacen, además de
sentirse en falta con su instinto que las impulsa a ser madres, tendrán
el reproche o la mirada condenatoria de la sociedad, que no ve bien a
las solteronas sin hijos, mientras que el hombre soltero es sinónimo de
alguien que superó las trampas, inteligente, perspicaz, que sabe vivir la
vida y todo lo bueno que hay en ella para él exclusivamente. Es decir,
145
El origen de la monogamia...
ellas deben ser quienes tomen la iniciativa, quienes nos busquen, y no-
sotros debemos aprovechar todas las ventajas que tenemos pero parece
no vemos. Nuestra única desventaja, no menor, es nuestra ansia perma-
nente de copular. Si todos los hombres domináramos eso, al menos un
poco más que hasta ahora, podríamos sin duda volcar la situación para
nuestro beneficio.
Ante una contrarrevolución, las mujeres al principio se resistirán,
pero si con el paso del tiempo, quizás de una generación, ven que la pro-
creación disminuye, deberán empezar a ceder, y a su vez la naturaleza
las impulsará e ello. Deberán empezar a disminuir sus pseudo defensas
a las propuestas de los hombres, y es más, deberán empezar a ser ellas
quienes propongan relacionarse con las condiciones que los hombres
decidan, pues de no ser así pasará su tiempo y su posibilidad de ser
madres. Cuando es más del mediodía y el feriante aún no ha vendido
todo el pescado que trajo del río esa mañana, empieza aún contra su vo-
luntad y conveniencia económica a bajar el precio del mismo, pues sino
deberá tirarlo. Siguiendo con el estilo metafórico (nunca como aquí más
apropiado) son ellas la que tienen que vender el pescado, y si nosotros
somos inteligentes, siempre hablando como género, lo compraremos en
el momento y al precio que más nos convenga.
A su vez, como dijimos, debe haber una tarea de asesoramiento y
ayuda a quienes por desconocimiento o por estar envenenados por amor
sigan cediendo a las mujeres y formando parejas convencionales. En la
antigüedad cuando alguien estaba enamorado y eso no era conveniente
por diversas cuestiones, se lo aislaba un tiempo. Si antes sirvió ese mé-
todo hoy debe servir también. Cuando en una empresa hay huelga, se
denomina carneros a aquellos operarios que no adhieren a ella, y son
nocivos para el conjunto, pues dan a los dueños el motivo para decir
que no todos los operarios son parte del pedido sea de mejora salarial,
mejores condiciones de trabajo, etc. Cuando ocurre eso, por lo general
los compañeros golpean a estos individuos hasta que cambien su actitud.
Sería salvaje aquí pedir esto, creo que con la burla y la exclusión social
sería suficiente.
146 Javier Rafael Maffei
“Les aseguro que el que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres
o hijos, por el Reino de Dios, recibirá mucho más en este mundo, y en
el mundo futuro, recibirá la Vida Eterna”.
Evangelio según Lucas.
“En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que
sean considerados dignos de participar del mundo futuro y de la resu-
rrección, no se casarán”.
Evangelio según Lucas.