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I.

Cultura
La noción de cultura, ampliamente difundida en el discurso social, no ha
hallado todavía un lugar claramente reconocido en los enfoques de la
psicología social, que sigue estando ampliamente caracterizada por una
concepción etnocéntrica en el análisis de los di- versos campos de la
psicología social (Greenwald y Ronis, 1978). Han sido l a s investigaciones
antropológicas l a s que han sensibilizado
la reflexión sobre la importancia de las variaciones culturales del
comportamiento social.
En psicología social n um e ro so s t r a b a j o s s e limitan a estudiar l o s efectos
de los factores culturales, considerándolos como unas dimensiones entre
otras en la comprensión de ciertos aspectos del comportamiento social o
en la de los procesos de integración (Horney, 1937; Bruner y Goodman,
1947; Allport, Bruner y Jandorf, 1953). Pero es el análisis de las
significaciones socialmente compartidas en una situación por unos
individuos, unos grupos o una sociedad, el que hace de la noción de
cultura un modelo de comprensión de las experiencias, de las actitudes y
de los juicios de otros y de nosotros mismos, referidos a los
acontecimientos. La cultura designa pues, sumaria- mente, un conjunto
de saberes y de prácticas ampliamente compartido y que representa un
modelo de significaciones para el sistema en cuestión.
Presentaremos sucesivamente l a noción de cultura, su contenido y algunas
de las dimensiones esenciales en tor no d e las cuales se desarrollan
enfoques recientes de la psicología social, tales como la interculturalidad.

CONCEPCIONES DE LA CULTURA

La concepción h u m a n i s ta

«Cultura» es un término ambiguo que se refiere en primer lugar a una


concepción humanista del hombre, definida como el desarrollo particular de
ciertas expresiones de la actividad humana consideradas como superiores a
otras; se dirá así de un individuo que tiene cultura cuando se trata de
designar a una persona que ha desarrollado sus facultades intelectuales y
su nivel de instrucción. En este sentido la noción de cultura se refiere a
la cultura del alma (cultura animi, Cicerón) para retomar el sentido
original del término latino cultura, que designaba el cultivo de la tierra.
Aplicado a] espíritu, este término define tanto una «cabeza bien hecha»
como una «cabeza bien llena».
En un segundo nivel, la cultura engloba la idea de «refinamiento»; se dirá
de un hombre que está cultivado si posee buenos moda- les, signos de
una altura de espíritu: «Culture is the training and raffinement of mind»
(Hobbes, 1958). En este plano, la cultura integra un saber social que
traduce la buena socialización de un individuo.
La antropología es la que proporcionará a la noción de cultura
una significación nueva para designar, no ya las cualidades personales dé
connotación humanista, sino unos modos de estar en sociedad que varían
según los grupos y están especialmente determinadas por valores,
costumbres y representaciones que le son propios.
La definición cientí fi ca de la cultura s e ha impuesto a partir d e la
antropología y de la etnología s o b r e todo. Ha sido especialmente asumida
por la sociología y el psicoanálisis según unas orientaciones que
examinaremos someramente. ·

Concepción antropo lógi ca

La antropología va a liberar a la noción de cultura de su connotación


humanista y a captarla como una de las modalidades de la experiencia,
organizadas más o menos intensamente por valores y normas, a partir
de la observación y de la explicación de la totalidad de las conductas en
una colectividad organizada. A Tylor (1964) debemos una de las primeras
definiciones:

«La cultura o civilización, considerada en su sentido etnológico amplio, es


ese conjunto complejo que engloba los conocimientos, las creencias, las
artes, la moral, las leyes, las costumbres así como las otras capacidades y
los demás hábitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una
sociedad.»

En este enfoque la cultura aparece corno un dato empírico que reagrupa


un conjunto de hechos de la vida social que pueden ser directamente
analizados y explicados. A partir de esta definición inicial numerosas
i n v e s ti g a c i o n e s a n t r o p o l ó g i c a s aportarán ilustraciones particulares
y sucesivas sobre la noción.

Linton (1945, 1968) muestra, por ejemplo, cómo se refiere la cultura al


modo de vida global de una sociedad; para él se trata de una totalidad
que concierne al conjunto de los modos de vivir característicos de una
sociedad específica, incluyendo tanto ocupaciones domésticas (fregar los
platos) corno la conducción de un coche. Muestra que la cultura determina
unos tipos de personalidades cuyas expresiones son comunes a los
miembros de un grupo en la medida en que los diferentes
comportamientos se hallan organizados en un con- junto modelado. En
este sentido, la cultura es la configuración de los comportamientos
aprendidos cuyos elementos componentes son compartidos y
transmitidos por los miembros de una determinada sociedad (Linton,
1945).

Malinowski (1947) propondrá una teoría de la cultura a partir


especialmente de su experiencia en las islas Trobriands. La orientación
esencial de su empeño está basada en el hecho de que todos los aspectos
de la cultura se encuentran ligados entre sí y constituyen un todo
significativo; la función de un elemento cultural viene de- terminada por
el puesto que ocupa en el contexto total y por la relación que
mantiene con los demás elementos. Todas las dimensiones de la cultura
están de este modo funcionalmente integradas y pueden ser explicadas
por la interdependencia de los diversos componentes que constituyen un
todo.
En estas condiciones, la observación de un hecho cultural no
se refiere solamente a la comprensión del funcionamiento social, sino
que consiste también en averiguar por qué existen los hechos culturales.
Sobre estas bases Malinowski construye una teoría de la cultura corno
sistema capaz de responder a la satisfacción de las necesidades humanas.
Distingue t r e s tipos de necesidades:

- las necesidades b á s i c a s (alimentación, vivienda);


- las necesidades d e r i v a d a s q u e re sul tan d e la vida en
grupo (educación, comunicación);
- las necesidades i nte g r a d o r a s o sintéticas (religión).

A cada tipo de necesidad corresponde una respuesta cultural. El análisis


de la cultura debe permitir así comprender cómo cada uno de sus
elementos puede contribuir a la satisfacción de un tipo de necesidades.
Fundamentalmente, la cultura es pues un instrumento de supervivencia
biológica (biological survival value). El ejemplo de la Kula (Malinowski,
1963) permite captar esta relación entre necesidad y cultura.

La Kula es un sistema elaborado de intercambios que estructura toda la


vida social y cultural de los trobriandeses. Se trata de un tipo de
transacción de objetos preciados, como collares rojos y brazaletes blancos
confeccionados con conchas. Este sistema de intercambios, que se
desarrolla en un circuito particular, destaca no sólo unas características
psicológicas de la personalidad trobriandesa, confianza en sí mismo,
habilidad y generosidad, sino también una valorización social ligada a tal
intercambio. Así la Kula constituye una institución central en la medida en
que condiciona todos los demás aspectos de la vida social; los inter-
cambios económicos tienen lugar con ocasión de la Kula; un aspecto
esencial de la tecnología está también orientado hacia ésta, al igual que
sucede con las actividades rituales, que cobran todo su sentido en las
transacciones semestrales de collares y brazaletes.
Aunque la teoría de Malinowski haya sido objeto de ciertas críticas
referidas a su concepción de las necesidades, ha mostrado sin embargo
que en una cultura todo se relaciona. Cualquiera que sea el aspecto que
se aborde, se encuentra siempre la totalidad de una sociedad que
funciona como un conjunto significativo.

Concepción sociológica

La c o n c e p c i ó n sociológica d e l a i d e a de c u l t u r a se bas a en l a s
aportaciones de la antropología, proporcionándoles sin embargo una
orientación particular. Durkheim (1895), que no emplea el concepto de
cultura, da a la idea de actividad social el mismo contenido que el que
los antropólogos otorgan a la de cultura: la actividad social comporta las
maneras de actuar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo y dotadas
de un poder de coerción que se impone a él. En sociología, la noción de
cultura s e r á empleada s o b r e la base de una distinción i n t r o d u c i d a en
Alemania, por los historiadores primero y después por los sociólogos, entre
cultura (Bildung} y civilización (Kul- tur).
La cultura se define allí como el progreso intelectual y social del
hombre en general, de las colectividades, de la humanidad.

Esta concepción será asumida por la sociología norteamericana (Merton,


1940) que definirá la cultura como el conjunto de los me- dios colectivos
de que dispone el hombre ( o la sociedad) para controlar y manipular el
ambiente en que vive, y que utilizará la noción de civilización para
designar una cultura caracterizada por un gran número de elementos y
por una disposición compleja de éstos.
En el contexto de la sociología francesa, la cultura ha sido definida como
«las reglas de conducta, las creencias, las técnicas mate- riales e
intelectuales características de un conjunto social» (Mendras,1986).
Mantendremos de estos elementos que la concepción sociológica
de la cultura destaca el hecho de que ésta constituye un ingrediente de
todo fenómeno social; la dimensión cultural reside en la relación de las
conductas y de los modos de vida con normas sociales. Permite en
consecuencia comprender los modos colectivos de actuar como unas
respuestas socialmente aceptadas según unos valores comunes a un
grupo.

Concepción psicoanalítica

Freud ( 1930) proporcionó a la noción de cultura un a definición que se


emparenta con la idea de superego.

«La cultura humana ( ... ) comprende, por una parte, todo el saber y el
poder adquiridos por los hombres para dominar las fuerzas de la
naturaleza; y por otra, todas las organizaciones necesarias para fijar las
relaciones entre ellos».

En esta perspectiva la cultura se traduce por las diversas formas de


interdicción que se establecen, sobre todo respecto a la pulsión de
muerte y al deseo de incesto. En el pensamiento freudiano estas
prohibiciones resultan indispensables para el desarrollo de la humanidad,
que tiene lugar cuando se interiorizan las constricciones vinculadas a
estas prohibiciones; en otros términos, la cultura aparece como una
interiorización de las prohibiciones necesarias para la su- pervivencia de
una sociedad.

En otro plano, la cultura ejerce un rol de protección: por un lado,


contra los peligros y las fuerzas de la naturaleza; por otro, contra la
fragilidad misma del hombre. Esta fragilidad, que tiene su origen en el
«estado de desamparo» del bebé, es consecuencia del estado prematuro
del ser humano quien «menos acabado que (los animales) cuando se ve
arrojado al mundo» (Freud, 1926), depende enteramente de su entorno,
y en especial de su madre, primera protección, para la satisfacción de sus
necesidades.
El estado de desamparo, prototipo de la angustia, «influye ( ... )
en la estructuración del psiquismo, llamado a constituirse enteramente en
la relación con los demás» (La planche y Pon tal is, 1973). La cultura, en
este sentido, como respuesta a la necesidad de protección ligada al
desamparo infantil que diversas situaciones de la existencia reactivan en
cada uno de nosotros, posee pues una función de estructuración de la
realidad psíquica humana.
A este respecto, uno de los elementos culturales esenciales parece ser
la religión, que sitúa a los individuos bajo la protección benévola de una
providencia dispensadora por eso mismo de un elemento de consuelo
esencial para el desamparo humano.
A los ojos de psicoanálisis, la cultura se presenta así a la vez como un
elemento de dominación de la naturaleza y del destino, proponiendo un
cierto número de medios para defenderse contra los peligros y las
amenazas.

Definición

La noción de cultura ha sido objeto de definiciones numerosas y variadas


(Kroeber y Kluckhohn, 1952) que muestran la evolución que ha sufrido
este término. Sin embargo muchos autores se inspiran en la definición de
Tylor y captan la realidad cultural como un con- junto más o menos
formalizado de maneras de pensar, de sentir' y de actuar.
La definición q u e proponemos es la siguiente:

La cultura es el conjunto de las modalidades de la experiencia social,


construidas sobre unos saberes aprendidos y organizados como sistemas
de signos, dentro de una comunicación social que proporciona a los
miembros de un grupo un repertorio y constituye un modelo de
significaciones socialmente compartidas que les permiten comportarse y
actuar de manera adaptada en el seno de una sociedad.
CARACTERISTICAS DE LA CULTURA

La Cultura como fenómeno social

Una característica esencial de la cultura es el hecho de que las maneras


de vivir son producidas y adquiridas socialmente; la cultura interviene,
pues, cuando se encuentra en presencia de actividades y de
comportamientos regidos, de una manera o de otra, por unas normas
sociales.

Si se considera, por ejemplo, el aspecto cultural ligado a la alimentación, si


se observa el hecho de que el acto de comer está reglamentado en las
diversas sociedades por unas convenciones que prescriben de manera más
o menos apremiante el momento en que uno debe alimentarse y el modo
de hacerlo (con las manos, con palillos, con un tenedor).
En otro plano, el aspecto cultural de la sexualidad se traducirá, por ejemplo,
en las reglas que fijan las condiciones de elección de una pareja, que
determinan la forma más o menos duradera de vivir una unión, que
prescriben o vedan las relaciones sexuales, sobre la base de un cierto
número de criterios morales, religiosos, económicos, etc.

La dimensión social de la cultura reside además en el hecho de que las


maneras de actuar así regidas son compartidas por los miembros de un
grupo; esto significa que existe un acuerdo sobre el modo de comportarse
en tal o cual situación. En consecuencia, el contenido cultural de las
formas de comunicación o de creencia descansa en su reconocimiento por
parte de un conjunto social como constituyente de sus modos de hacer
y de actuar. Pero esto no excluye las variaciones individuales en el seno de
una cultura dada. Los elementos culturales son siempre relativos a un
contexto social y, cm este sentido, la cultura puede ser definida como una
característica esencialmente social (<< You can study culture only as a
characteristic of social system», Radcliffe-Brown, 1952).
Las culturas engloban, pues, por definición, todas las formas de
vida social que pueden ser aisladas de otros conjuntos de igual na-
turaleza y contrastar con ellos. Una cultura es siempre la cultura de tal o
cual
grup
o
dado.
La noción de área cultural define de este modo una delimitación
geográfica en la que se encuentran los mismos rasgos cultura les. Wissler
( 1923) fue uno de los primeros en definir el concepto de área cultural
tras una exposición sobre los esquimales y los indios en el Museo
Americano de Historia Natural de Nueva York.

Constató que, pese a las variaciones de la lengua y del medio natural,


todos los esquimales compartían los mismos rasgos culturales adaptados a
la vida en la región ártica; en cambio estos rasgos cambiaban cuando se
trataba de indios del interior, cuyo modo de vida se basaba en la caza de
caribú, y difería también del de los indios de la costa del Noroeste, basado
en la caza.

El concepto de área cultural aparece pues como una configuración en


cuyo interior los grupos o una sociedad determinada comparten, en
una medida variable, los mismos rasgos característicos. La representación
del área cultural se halla definida por un círculo cuya parte central
comprende a los grupos que poseen todos los rasgos dominantes del
área cultural considerada; a medida que nos alejamos de allí, tiende a
disminuir el número de rasgos. Wissler distingue así las culturas centrales
y las culturas marginales.
El concepto de subcultura, adoptado por cierto número de autores
cuando estudian una parte de una cultura nacional compleja, se basa
parcialmente en esta distinción.
Una de las investigaciones más clásicas en este campo (Lynd, 1929) se
refiere a una ciudad americana de 40.000 habitantes, Middle-Town , y
considerada como más o menos típica de la cultura del norteamericano
medio. En esta población se tomaron en consideración seis actividades
principales: ganarse la vida, fundar un hogar, educar a los jóvenes, el
ocio, la religión y las actividades comunitarias. Entre estas actividades, la
consistente en ganarse la vida es la que se presenta como uno de los
aspectos culturales esenciales, puesto que se considera como el problema
más importante en todos los momentos y en todos los campos de la vida. El
futuro de cada uno se determina efectivamente en función de las
perspectivas que brinda; es la que define la vejez como una exclusión
social; es también la que desempeña un papel importante en el campo
legislativo (puesto que las leyes son en buena parte promulgadas para
proteger la propiedad privada), en la libre competencia y en la iniciativa
individual. Una de las consecuencias de esta preocupación por ganarse la
vida se traduce en el hecho de que los individuos gasten gran cantidad de
energías y de tiempo en remontarse hasta el vértice de la pirámide social,
lo que equivale a la posibilidad de tener más dólares «como si su vida
consistiera en ganar suficiente dinero como para seguir satisfaciendo unas
necesidades subjetivas siempre crecientes» (Lynd, 1929).

El concepto de subcultura así desarrollado muestra que este conjunto social


se halla penetrado por los mismos elementos culturales que la cultura
global en la que se integra; pero se manifiesta por unos aspectos
secundarios específicos en cuanto a las ideas, los va- lores y las
ambiciones. El conjunto de estos elementos revela que la cultura es una
característica de un sistema social determinado. Sin embargo, la
observación de aspectos culturales particulares no da nunca íntegra
cuenta de una cultura en su conjunto; hemos pues de tratar con unas
construcciones efectuadas a partir de la observación de las formas
concretas de vivir en un grupo dado.
Para dar cuenta de los diferentes aspectos de la cultura, Linton (1945)
distinguió la cultura real de la cultura construida. La cultura real, consiste
en la totalidad de los comportamientos de los miembros de una
sociedad; en cambio, la cultura construida es un modelo que define la
media de las series finitas de variaciones y que se emplea como
símbolo de la cultura real. La cultura construida no puede, pues,
corresponderse exactamente con la cultura real en to- dos sus detalles,
pero proporciona una construcción que representa una categoría finita
de comportamientos en cuyo interior se sitúan las respuestas de los
miembros de una sociedad dada en una situación dada.
Retengamos pues, que, en cuanto fenómeno social, la cultura
designa un conjunto de conductas socialmente reconocidas y
compartidas.

La Cultura como modelo

El concepto de cultura designa también el hecho de que los


comportamientos están estandarizados, es decir que se hallan
«construidos» en conformidad con un modelo más o menos flexible,
pero reconocido como normativo y eficaz en la orientación de las
conductas. El modelo aparece como un referente que se impone al
individuo y que, por un lado, trata de reducir las dificultades que
encuentra en la elaboración de una forma de vivir, mientras que, por
otro, propone un código establecido de la mejor manera de proceder en
cada situación. La noción de modelo indica además el hecho de que en
toda sociedad no existen comportamientos totalmente aislados; nuestras
actitudes, nuestras actividades y nuestros juicios resultan al menos
parcialmente idénticos a los de los otros. Importan no sólo sus
características en cuanto tales, sino el hecho de que se trate de
elementos que, a través de la realidad social, implican una cierta
manera de vivir, de intercambiar, y que habrán adquirido de tal suerte
un carácter cultural.
Según los casos, los modelos culturales son producidos por una esfera
más que por otra de la sociedad y son difundidos a las demás capas según
ritmos diversos. Además, mientras hay unos modelos culturales p r o p i o s
de las diferentes c a t e g o r í a s , o t r o s son comunes a l conjunto d e una
sociedad. Pero, s e a cual fuere el nivel considerado, un modelo cultural
defi ne un repertorio suficientemente explícito de conductas.
Aunque los modelos c u l t u r a l e s s e a n siempre e s ta n d a r i za d o s , lo son
en grados d i ve r s o s , s e g ú n las situaciones. Así, ciertos aspectos de la
vida social pueden estar muy formalizados, como las ceremonias, ciertos
protocolos, etc., mientras que en otros, como una reunión de amigos,
algunas reglas de cortesía o de saber comportarse pueden resultar menos
estrictas. Los modelos culturales no son, pues, nunca apremiantes de
manera absoluta; en otros términos, cada cultura admite unas variaciones
individuales, de situación, temporales.

Por ejemplo, el modelo cultural que reglamenta las relaciones entre un


padre y sus hijos será definido, según las culturas, unas veces en términos
de obediencia o de autoridad y otras en términos de afecto o de amistad
y, en el caso de un modelo paterno más bien autoritario, existirá siempre
una variación que hará que ciertos padres sean menos severos que otros.
El modelo cultural se define, pues, como el acuerdo al que se conforman
las conductas individuales en cuanto sistema de adaptación.

A partir d e estos elementos s e puede e s t a b l e c e r una distinción entre


c u l t u ra ideal y cultura m o d a l . La cultura i d e a l se compone d e las
maneras d e vivir propuestas por la sociedad, t a l como aparecen
formuladas e n el derecho o en la moral. La cultura modal compren- de las
diversas formas en que maneras de vivir consideradas como ideales son
efectivamente realizadas en el mayor número de casos. Así, en cuanto
modelo, toda cultura equivale a la ratificación social de los
comportamientos resultantes de la aceptación de las presiones y las
normas sociales.

La Cultura como proceso

La cultura, en cuanto conjunto de maneras estandarizadas de vivir, no


es el fruto de la herencia, sino el resultado de un aprendizaje. Toda
cultura es aprendida s e g ú n dos procesos definidos por los términos de
socialización y de inculturación. Estos dos procesos de aprendizaje cultural
van a la par y sólo es posible separarlos por las necesidades del análisis,
pues constituyen dos aspectos de una misma realidad.
La socialización se refiere a la integración m á s o menos lograda de un
individuo en un grupo. Sin embargo, e s t a adaptación está determinada p o r
modelos p r e e x i s t e n t e s de comportamientos, específicos del grupo y
sancionados po r éste. La socialización consiste, pues en realizar esta
adaptación en el marco d e los modelos así propuestos.
La inculturación designa La socialización en cuanto que ésta implica no
sólo la adaptación del comportamiento sino también la interiorización de
los modelos de conductas más o menos normativos o indicativos
propuestos por el grupo. Se refiere de manera más amplia a los
procesos de aprendizaje por los que el individuo, desde la infancia hasta
la edad adulta, asimila los diferentes modelos que
le son propuestos en un conjunto organizado de comportamientos.
La cultura en cuanto proceso de aprendizaje, produce así unos
«resultados de comportamiento» (Linton, 1945), traducidos en el in-
dividuo por estados psicológicos, tales como actitudes o sistemas de
valores resultantes de la interacción con el medio social y del aprendizaje
que de ahí se desprende. Pero la dimensión aprendida de la cultura no
significa que se trate de un proceso exclusivamente consciente, ni que la
cultura sea un fenómeno esencialmente consciente. Se trata, por el
contrario, de un fenómeno en gran parte inconsciente. Sapir (1967) ha
mostrado que los comportamientos culturales, al igual que sucede con el
lenguaje, poseen una estructura que generalmente no emana de la
conciencia y no llega por necesidad a la conciencia, pero que puede ser
descubierta, del modo en que se descubren las reglas de la organización
fonética de una lengua. Así, en gran parte, los miembros de una sociedad
no son conscientes de la significación cultural de los elementos, que la
componen.
Junto a los procesos culturales que operan de manera específica en el
curso de la socialización hay otro, la «aculturación», término inicialmente
empleado para traducir la idea de un préstamo cultural.
El concepto de aculturación fue objeto en 1935 de una definición
formal que sirvió para orientar numerosas investigaciones:

«La aculturación comprende los fenómenos que resultan del contacto


directo y continuo entre dos grupos de individuos de culturas diferentes con
cambios subsiguientes en los tipos culturales originales de uno u otro de
los dos grupos.»

En sentido amplio la aculturación designa todos los procesos que producen


semejanzas por la coexistencia de diferentes culturas en un sistema social o
en una situación determinada. A partir de las investigaciones antropológicas
cabe distinguir tres procesos esenciales de aculturación:

1. La difusión primaria o la dispersión cultural. Se trata de un tipo de


transmisión de elementos culturales que se produce en un momento
determinado por la migración de un grupo poseedor de estos elementos.
Las colonizaciones consti tuyen e j e m p l o s tí p i c o s de este proceso.

2. La difusión secundaria. Se trata de la recepción directa por un grupo de


un elemento c u l t u r a l p a r ti c u l a r , propio d e otro. Supone un contacto
entre estos dos grupos que poseen culturas diferentes, p e r o este contacto no
es continuo. En este plano, la aculturación consistirá, por ejemplo, en
adoptar la alimentación de otro país (pizza, cuscús) sin que este
comportamiento suscite un mejor conocimiento del grupo del que se toma
este elemento cultural.

3. La difusión de una idea. Se trata de un proceso de aculturación que, a


partir de una idea determinada, produce en una cultura específica unas
semejanzas con otras culturas. Ejemplos b i e n conocidos de este proceso,
como el “franpañol” muestran la incorporación d e palabras extranjeras a la
lengua propia .
Funciones Culturales

La cultura desempeña varias funciones psicosociales que son, sin embargo,


distintas de las de ciertas instituciones pues éstas conciernen a una
sociedad en su conjunto.

l. Una primera función de la cultura consiste en identificar a sus miembros


a través de unas maneras de pensar y de vivir que les son comunes y
que, en consecuencia, les confieren una identidad colectiva. Toda cultura
se apoya a este respecto en un conjunto de factores preexistentes que
son asumidos como códigos propios de una sociedad y que adoptan por
eso mismo una significación muy independiente del contenido material de
los actos o de los objetos. Así, los lazos de sangre se convierten en vínculo
de parentesco a través de normas específicas que van a regir las
relaciones en el seno de un grupo.

2. La
segund
a
función
de la cultura es, como ya hemos observado, proponer a una sociedad
modelos, es decir, materiales a partir de los

cuales ésta construye sus modos de vida, estableciendo los cánones que
presidieron su organización como marcos que conforman las conductas de
cada uno. La cultura en este sentido posee un papel integrador que
socializa los comportamientos y un papel económico que sistematiza la
conducta social, de tal suerte que la expresión de los comportamientos
no se ve sometida a un reaprendizaje permanente de las maneras de
comportarse. La cultura contiene y reinterpreta los valores de una sociedad
de modo más o menos sistemático, ofreciendo a los individuos elecciones y
opciones entre valores dominantes y otros, de modo que la variación
constituye a la vez un umbral de adaptación y un tipo de distribución de
comportamientos culturales cuyo valor es más o menos limitado.
3. Finalmente, toda cultura conforma la personalidad, imprimiéndole unas
maneras de comportarse, orientando sus gustos, dictándole unas
preferencias por ciertos objetos y una indiferencia o un rechazo por otros,
etc. En este sentido, la cultura aparece como la traducción de todos los
hechos y gestos, modelados por los códigos sociales, en un universo
cognitivo que determina los modos de comunicación, las formas de
reconocimiento de los intereses o de las divergencias y constituye así una
manera de vivir en sociedad.

La cultura da, pues, una gran coherencia a las conductas de los individuos,
confiriéndoles una personalidad básica constituida por el conjunto de los
elementos culturales que van a conformar los rasgos de la personalidad
de cada uno (Kardiner,1939). Así, sus componentes principales son:

- los sistemas de pensamiento en virtud d e los cuales cada uno actúa


sobre la realidad;
- los sistemas de defensa que son el conjunto d e los medios
institucionales que permiten r e s i s ti r las angustias creadas por las
frustraciones de la realidad;
- el superego que define la tendencia a ser reconocido por los demás; las
actitudes religiosas .

En consecuencia, la cultura tiene como función dinamizar las conductas a

través del apoyo cognitivo y afectivo que les dispensa.


Contenido de la cultura

Después de haber definido el concepto de cultura, va m o s a presentar ah ora


s u s componentes esenciales q u e son cuatro:

l. U n componente material fo r m a d o por las herramientas y las técnicas de


producción, l o s bienes de consumo, elementos to d o s definidos por la idea
de cultura material.

2. Un componente social constituido por el conjunto de las relaciones


sociales con el propósito de asegurar a la vez la reproducción y la
subsistencia de los miembros del grupo, así como la coordinación de sus
actividades.

3. Un componente n o r m a ti v o establecido a partir de las reglas que


rigen el funcionamiento de la vida colectiva.

4. Un componente s i m b ó l i c o caracterizado por las creencias y las


representaciones a través de las cuales los miembros de un grupo expresan
su manera de pensar y manifiestan los valores a los que se adhieren.

Desarrollaremos entre e s t o s diferentes aspectos dos componentes


principales: l o s valores y las ideologías.

LOS VALORES

Noción d e valor
Una cultura está ante todo constituida p o r un conjunto d e valores que
actúan e n una sociedad. Se expresan e s p e c i a l m e n t e a través de los
roles y dan lugar a sanciones. El concepto de valor ha sido forjado por los
antropólogos y los sociólogos para describir, de entrada, una sociedad y
captar sus principales características. El valor fue definido unas veces como
una visión del mundo (Redfield, 1 9 5 3 ), otras como el sistema inconsciente
d e nuestros pensamientos (Sapir, 1949). Pero l a noción h a sido
progresivamente estudiada desde e l ángulo de los procesos que
influyen en la elaboración misma de los valores, que son entonces
considerados como el resultado de una confrontación entre los deseos de
los individuos y las limitaciones ligadas a su entorno. En esta orientación,
Kluckhohn (1951) p r o p o n e una definición d e l valor que traduce e l nexo
entre l o individual y lo colectivo:

«Un valor es una concepción explícita o implícita de lo deseable, específica


de un individuo o característica de un grupo y que orienta las modalidades
y el sentido de su acción.»

Para los antropólogos, el estudio de los valores permitiría así


comprender los determinantes culturales de los comportamientos y
ayudaría a precisar los principales aspectos de la sociedad.
En psicología social, la noción de valor fue propuesta por Znaniecki
(1918), al que se considera como el primero en introducir la idea de que
este concepto de valor constituía el meollo de la nueva disciplina que era
entonces la psicología social, definiéndola además como «una ciencia
general del aspecto subjetivo de la cultura». En la actualidad los
psicólogos sociales consideran los valores como el resultado de
interacciones complejas entre el individuo y su entorno, que suponen el
análisis riguroso de los mecanismos internos de una sociedad y de los
modos de conducta determinados por lo que los individuos creen ser
aceptable, deseable, bueno o malo para ellos. En este sentido, el valor
aparece como una realidad socio-cognitiva dentro del sistema de
relaciones más o menos conflictivas que mantienen los individuos con su
sociedad.
Destaquemos en este marco que, en razón de esta compleja interacción
y de las consecuencias que induce en todos los niveles, el concepto de
valor ha sido abordado de diferentes maneras. Estas
diferencias de enfoque muestran que el proceso mismo de definición de
los valores en una construcción ideológica elaborada a partir de
esquemas particulares y propios del investigador y partiendo de ideas
preconcebidas que explican que las definiciones del valor sean a su vez
tributarias de los valores de quien las define. Sobre estas bases cabe
proponer una definición general de los valores.

1. Definición:

Los valores pueden ser definidos como unos sistemas de evaluación social
que resultan de una interacción dinámica entre el individuo y la sociedad,
interacción a través de la cual una sociedad o un grupo juzga los modos de
conducta en función de normas culturales que los sitúan en una escala de
apreciación más o menos positiva. Los valores pueden s e r considerados
como l a s normas culturales del juicio social.

Esta definición p e r m i te d e t e r m i n a r l a s tres siguientes característi cas


esenciales.

a) Los valores se presentan en primer lugar como un conjunto de ideales


que sirven como criterios de evaluación de los individuos, de las conductas
y de los objetos. Toda sociedad define así unas categorías ideales a las
que refiere después los comportamientos, pues represen- tan un orden a
partir del cual la sociedad juzga a los individuos. Los valores definidos
como un conjunto i d e a l constituyen de tal modo una especie de insistencia
evaluadora de los comportamientos.

b) Los valores se organizan en torno a objetivos que ocupan un lugar


central en el sistema y a partir de los cuales se ordenan los objetivos
secundarios en un orden jerárquico designado por el término de es- cala
de valores. El concepto de valor central ha sido especialmente destacado
por Parsons (1953) para mostrar que la forma general de la estratificación
social depende ampliamente de los valores, en la medida en que aseguran
la coherencia y la integración de una socie- dad por la evaluación de las
competencias exigidas por la realización de los roles y de las gratificaciones
que se hallan asociadas.

c) Los valores pueden tener un carácter contradictorio en cuanto que,


por ejemplo, coexisten en una misma sociedad normas relativamente
opuestas. El análisis de la escala de valores de una aldea del sur de Italia
ha permitido precisar un sistema de valores definido como familiarismo
amoral y que muestra entre los lugareños, un tipo de comportamiento
determinado esencialmente por tomar sólo en consideración los intereses
de sus familias, sin atención al sistema de valores morales y religiosos
enseñado por diversas instituciones (Banfield,1958). Otra investigación
clásica destacó la contradicción inherente al sistema norteamericano de
valores que, por un lado, proponía un ideal noble y generoso mientras
que por el otro situaba a los individuos en un contexto de valores en
donde dominaban intereses y pre- juicios que se encontraban en oposición
con los enunciados formales (Myrdal, 1944).

Advirtamos que uno de los principales mecanismos por los que se


manifiestan los valores es el rol socia]; en un cierto conjunto
cultural hay una diferenciación de posiciones a la que corresponden
conductas particulares que desempeñan ciertas funciones en razón de lo
que esperan los demás. Así los roles aparecen c o m o unos marcos culturales
en cuyo interior d e t e r m i n a n su acción los individuos.
2. Los sistemas de valor:

Los valores de una sociedad n o se hallan jamás aislados o simplemente


yuxtapuestos; tienen e n t r e sí nexos complejos y forman globalmente
una coherencia q u e constituye, en su conjunto, lo que se llama un
sistema de valores.

Un estudio comparativo ha permitido destacar el sistema de valores en


cinco poblaciones muy distintas de los Estados Unidos: los indios navajos,
los indios zunis, los mormones, los norteamericanos de Texas y los
mexicanos de Texas (Kluckhohn, 1956).

Este estudio se basaba en la siguiente hipótesis: toda sociedad debe


aportar unas respuestas a algunos de los grandes problemas humanos
fundamentales, pero las soluciones a estos problemas son limitadas y es
precisamente la articulación de las soluciones consideradas lo que
caracteriza al sistema de valores de una determinada sociedad. Los
i nve sti gado re s establecieron una r e j a d e sistema d e valores a partir
d e la cual aplicaron u n o s cuestionarios a esas poblaciones. Los resultados
de esta investigación muestran en primer lugar que ninguna de estas
culturas manifiesta las mismas preferencias que otra en cuanto a sus
orientaciones axiomáticas. En cambio, dentro de cada cultura, el sistema
de valores forma un conjunto coherente en donde se entremezclan
valores dominantes y valores variantes. La importancia r e l a ti v a de los
valores y las relaciones entre variantes y dominantes c o n s ti t u y e n
indicadores de la evolución de esas sociedades. Esto ha permitido
deducir el hecho de que todo cambio de valores determina más una
variación del puesto relativo de éstos en una jerarquía que la emergencia
de nuevos valores.

En otros trabajos se han estudiado los sistemas de valores en función


de las clases sociales (Hyman et al., 1958), partiendo como hipótesis del
hecho de que el fenómeno de la movilidad inferior de las clases sociales
desfavorecidas se hallaba ligado no sólo a unos obstáculos
económicos, sino también a factores tales como la existencia de
valores inclinados por su naturaleza a frenar toda implicación para
mejorar la situación presente. Este s i s t e m a d e valores, según Hyman,
está determinado:

- en primer lugar por la importancia otorgada a la educación;


- después p o r unos objetivos perseguidos en la búsqueda de un trabajo;
- finalmente p o r los medios aplicados para alcanzarlos.

Este estudio mostró:

- que las clases privilegiadas dan a la educación una importancia mucho


mayor que las clases desfavorecidas;
- que estas últimas buscan sobre todo seguridad y estabilidad;
- que el 70 % de los técnicos superiores e s ti m a n que pueden
a l c a n z a r un ascenso mientras que sólo el 45 % de los obreros
cons i de ran e s a perspectiva p a r a ellos mismos;
- finalmente, q u e las clases desfavorecidas j u z g a n que la
promoción e s más cuestión de habilidad y de suerte que de calidad personal
y acción.

Principales orientaciones

Las investigaciones sobre la noción de valor han evolucionado desde la


descripción de un cierto número de mecanismos culturales propios de
una sociedad, hacia la utilización del concepto de valor con el propósito
de establecer unas comparaciones entre diferentes culturas. En la
actualidad s e sigue tratando de estudiar c a d a cultura interesándose por su
especificidad, sus características internas y sus divisiones, p e ro con el fin
de compararla c o n otras culturas. En estas orientaciones l o s valores son
considerados c o m o claves que permiten comparar l o s tipos y los grados de
las posiciones sociales entre varias culturas.
Zavalloni ( 1980) ha mostrado las diferentes m a n e r a s e n que ha sido
empleada p o r diversas t e o r í a s la noción de valor, sobre todo en una
perspectiva intercultural. A partir de esas investigaciones cabe destacar
sumariamente tres corrientes de pensamiento.

1. La influencia de los valores según las culturas:

Este enfoque fue esencialmente desarrollado por Kluckhohn (1951,


1956), quien trató de hacer resaltar las diferencias de valores entre una
cultura y otra. Se esforzó por establecer una tipología de los valores
suficientemente amplia y basada en modelos universales de análisis, para
dar cuenta de la diversidad de estos valores y traducirlos en categorías
apropiadas. En u n a p r i m e r a f a s e determina tres dimensiones e n el
seno del c o n c e p t o m i s m o de valor:

- modalidad ( valor positivo o negativo);


- práctica habitual ( valor estético, cogniti vo, moral);
- orientación ( elección del estilo de acción).

Sobre estas bases Kluckhohn (1956) desarrolla un enfoque sistemático y


comparativo de la orientación de los valores que le permite definirla como
«las concepciones generalizadas y organizadas que influyen en el
comportamiento», diferenciándola así de la noción propiamente dicha de
valor.
En una segunda fase propone u n a tipología de los valores basada en la
noción de orientación y en la que distingue tres grandes cateorías:

- la concepción del hombre y de la naturaleza;


- las relaciones interpersonales;
- las relaciones que se establecen e n t r e e l hombre y la naturaleza.
Esta vía constituye un esfuerzo de formalización de la noción de valor,
destinado a evaluar la especificidad y las características según las culturas;
sin embargo se ha reprochado a esta tipología el recurso a unos conceptos
demasiado filosóficos que no siempre permiten de- terminar lo que es
propio de un valor en una determinada cultura.
Los trabajos u l te r i o re s (Kluckhohn y Strodtbeck, 1961) muestran
que los aspectos de la vida social de un grupo o de una sociedad se
manifiestan en formas, orientaciones y grados tan diversos que no es
seguro que los valores específicos de base de una cultura sean real- mente
opuestos a los de otra.
Los trabajos d e Kluckhohn y Strodtbeck (1961) fueron efectúados en una
perspectiva interdisciplinaria, en la medida en que las orientaciones
teóricas r e s u l t a r o n definidas a partir d e datos etnológicos y en donde la
interpretación de los resultados fue realizada c o n antropólogos a s o c i a d o s
al estudio. El interés de esta investigación ha estribado p u e s en despejar e l
hecho de que es la interrelación d e las creencias existenciales y evaluativas
en una sociedad lo que permite diferenciar las culturas.

2. Los enfoques referidos a los modos de vida:

A propósito de los modos de vida Morris (1956) llevó a cabo unos


trabajos análogos a los de Kluckhohn y Strodtbeck. Definió los valores
como las orientaciones filosóficas de una sociedad y trató de medirlos a
través de unos estudios empíricos basados en escalas de valores referidas
a diferentes modos de vida. El va l o r representa aquí una concepción de
la vida deseable. Morris d i sti n g u e tres valores de base que se manifiestan
en los diferentes m o d o s de vida:

- el valor dionisíaco (indulgencia consigo mismo);


- el valor prometeico (tendencia activa a manipular y rehacer el mundo);
- el valor budista (superación de sí mismo).
La combinación de estos valores básicos determina trece diferentes modos
de vida: los seis primeros ponen el énfasis en la responsabilidad social,
mientras que los otros siete están más centrados en aspectos personales.

Esta clasificación ha sido aplicada a estudiantes de Estados Unidos, India, Japón,


China y Noruega, con objeto de determinar lo que les distingue. Parece que los
estudiantes de Estados Unidos valoran más que los restantes grupos la
actividad y la indulgencia para sí mismos; los indios privilegian los valores de
restricción social y de dominio de sí mismos; los japoneses manifiestan una
valoración general de la sociedad.

En este enfoque la noción de valor básico (que asume la de


orientación de los valores de Kluckhohn) traducida en diferentes modos
de vida revela ser una variable crucial en la interpretación y la
comparación de las culturas. Los antropólogos han profundizado en esta
noción para determinar las variaciones culturales a partir de la forma en
que los individuos organizan y utilizan los valores.

3. El estudio de los valores en la perspectiva sociológica:

Las investigaciones sociológicas han abordado el estudio de los valores


desde un ángulo específico: la mayoría parten de la idea de que el orden
social se explicaría por un consenso respecto de los valores presentes en
una sociedad, siendo estos considerados como los principios normativos
básicos. En esta perspectiva los trabajos de Parsons (1951, 1953) han dado
lugar a una teoría de los valores que elaboró como un análisis del sistema
social efectuado a partir de una clasificación de las orientaciones de
valores en una serie de oposiciones:

- afectividad/indiferencia;
- orientación individual/orientación colectiva;
- universalismo/particularismo;
- imputación/realización;
- especificidad/difusión.

El enfoque de Parsons trata así de integrar los niveles culturales sociales e


individuales en una teoría general referida al sistema social que estaría
basada en el modelo de orientación de los valores, el cual designa
entonces las características de un actor social, congruentes con las
expectativas ligadas a su rol; estas orientaciones de valores son
interiorizadas durante la socialización y se convierten en rasgos de
personalidad.

Los trabajos de Sarbin y Allen (1968), que utilizaron la idea de consenso


de los valores en psicología social, han mostrado que la identidad social
podría ser interpretada como una evaluación social del rendimiento que
un individuo logra en un status asignado o en- tendido. Desde este punto
de vista, lo que hace actuar a un individuo parece ser su necesidad de
obedecer a las normas y de compartir los valores ampliamente admitidos;
los comportamientos humanos se ex- pican entonces por el modo en que
los individuos se conforman a lo que se puede esperar de ellos. Así, las
diferencias de actitudes entre los individuos de una misma cultura
procederían de diferencias preexistentes en su modo de ver las cosas: no
todos los individuos orientan de la misma manera los valores difundidos en
la sociedad en que viven.
Frente a esta p e rs p e c ti va que defi ne e l valor com o l a materia
consensual d e u n a sociedad, otros e n f o q u e s insisten m á s en la
dimensión confl icti va de los valores. Desde e s t e punto de vista,
Touraine (1974) considera que la sociedad no es un conjunto homogéneo y
no se reduce al denominador común de los valores compartidos por sus
miembros. Según él, constituye un conjunto penetrado por conflictos
internos y cabe describirla contentándose simplemente con relacionar los
valores compartidos que deben ser considerados como el producto de
interacciones. Del mismo modo la cultura es captada como un producto del
ambiente al que se refieren los individuos para determinar sus conductas.

Prolongando esta perspectiva, cierto número de trabajo (Gouldner,


1959; Myrdal, 1969) se preguntan por el lugar y el rol de los valores
propios de los investigadores y tratan de captar en qué medida pueden
influir en su enfoque. Este esfuerzo por definir el rol mismo del científico
con relación a su propio saber y objeto de investigación constituye una
dificultad suplementaria para el estudio del concepto de valor, pero
representa quizá también una nueva vía para la psicología social en la
medida en que ésta integra en su gestión una interrogación sobre el
por qué y el cómo de la emergencia de las ideologías en una sociedad.

LAS IDEOLOGIAS

La noción de ideología es un concepto polisémico que en el siglo XVIII


designaba a la ciencia de los fenómenos mentales; se introdujo
progresivamente en las ciencias sociales a partir de la definición que le dio
i nicialmente Marx. Estudiaremos aquí la ideología como un elemento d e
la cultura, a b o r d a re m o s sucesivamente l o s enfoques que definen este
concepto, presentaremos los componentes p r i n c i p a l e s y
determinaremos algunos mecanismos e s e n c i a l e s .

Enfoques

1. El enfoque marxista:

La noción de ideología fue elaborada esencialmente por Marx, que dió a


este concepto dos sentidos. El primero concierne a los sistemas de
representación elaborados por la moral, la religión y la política, y que
determinan la conciencia que tienen los individuos de las cosas y de la
sociedad. La ideología es aquí el crisol de las prácticas sociales de
constitución de la conciencia:

«La producción de las ideas, de las representaciones y de la conciencia va


ligada en primer lugar directa e íntimamente a la actividad material y al
comercio material de los hombres, es el lenguaje de la vida real» (Marx,
1845).

El segundo sentido engloba un aspecto de un proceso más amplio que


es el de 'la alienación y que a su vez hace intervenir dos polos distintos.
Por un lado, las ideas de la clase dominante que se convierten en ideas
dominantes a través de la propiedad por parte de esta clase de los
medios de producción material y por obra de su potencia espiritual.
En este sentido la ideología define la representación de la clase
dominante, según su posición y los intereses que impone. El otro polo se
halla constituido por la clase dominada que sufre las ideas dominantes;
no puede tener una visión exacta de la realidad, pues las relaciones
sociales en que está imbricada producen una concepción errónea de la
historia humana. En este senti do, la ideología designa la falsa conciencia
originada por las relaciones de producción que enturbian el vínculo con la
realidad, ocultando las condiciones objetivas en que se encuentran los
individuos, impidiéndoles captar el sentido de los cambios que les
conciernen. La ideología es a este respecto u n a de las dimensiones d e la
alienación q u e priva a los individuos del dominio de su actividad,
reduciéndoles al estado de objeto y cosa.

A partir de estos elementos ge ne rale s , l a ideología cumple cuatro


funciones e s e n c i a l e s :

a) Una función compensatoria: opera u n a idealización d e las vivencias


por desplazamiento a un espacio imaginario.
b) Una función de soporte y de expresión de la falsa conciencia: en
razón de la producción de un universo que no es adecuado a la condición
objetiva de su realidad, la ideología mutila lo real.

e) Una función de vector de represión: en la medida en que la ideología es


una adopción de las ideas dominantes, constituye al mismo tiempo una
dominación sobre cada uno a partir de estas ideas.

d) Una función de facilitación de la acción: la ideología no es solamente un


sistema abstracto de representación; es un instrumento que hace
coherentes y asimilables los fenómenos sociales colectivos, integrándolos,
por ejemplo, en una intención sociopolítica.

2. El enfoque althusseriano:

La obra de Althusser ( 1973) resitúa e l concepto i n i c i a l de Marx en la


perspectiva d e una dinámica s u b j e ti v a . Define a s í la ideología como
«una r e p r e s e n t a c i ó n de la relación imaginaria d e los individuos con sus
condiciones reales de existencia». Esta concepción de la ideología pone e l
acento e s e n c i a l m e n t e en su estructura y su funcionamiento se g ú n dos
orientaciones.

a) En primer lugar, la ideología constituye una relación de


representación, es decir, que traduce el proceso imaginario a través del
cual los individuos se definen en su situación. Por consecuencia, el énfasis
ya no corresponde, como en Marx, al hecho de que no sea una relación
objetiva, sino al de que la ideología es desde luego la relación real de los
individuos con su condición, precisamente porque esa relación está
determinada por la representación que de ella se hacen.

b) Después las ideologías funcionan sobre bases materiales, puesto para


manifestarse emplean los aparatos, es decir, las instancias diferentes que
existen en la sociedad, instancias que dictan las prácticas, por ejemplo, a
través de las formas ritualizadas de expresión.

Así, para A l t h u s s e r (1973), las ideas de un individuo se concretan en

«Actos materiales insertos en prácticas materiales, reglamentados por


rituales materiales a su vez definidos por el aparato ideológico material al que
corresponden las ideas de ese sujeto».

Toda ideología posee pues una materialidad, en el sentido en que


encuentra su lugar de fabricación en un aparato ideológico que prescribe
actos materiales a través de los cuales un individuo tiene conciencia de
actuar conforme a sus creencias. De esta posición se deduce el hecho
de que una ideología no existe en sí misma, al margen de individuos
concretos que se definan y actúen en cuanto que se hallan «tratados»,
producidos por el sistema en el que se encuentran y en cuyo interior
se manifiestan con toda conciencia según sus propias opiniones, es decir,
según un ilusión fundamental que consiste en creer que lo que son les
viene de lo que hacen. A este respecto e l enfoque d e Althusser h a c e de
la ideología un fenómeno social central.

3. El enfoque de las ciencias sociales:

Las ciencias sociales han abordado la noción de ideología dentro de los


estudios sobre los sistemas de representaciones sociales; consideran que
en todos los sistemas sociales, los individuos construyen representaciones
de los demás, de las situaciones, de la realidad en la que se encuentran,
y que estas representaciones dan lugar a unos sistemas de creencias que
actúan en toda sociedad. Una de sus características esenciales, como ha
mostrado Geertz (1964), es que no necesitan ser verdaderas para
suscitar la adhesión e inducir unos comportamientos que se
organizan según estas representaciones. Un sistema de creencias se
denomina entonces s i s t e m a de valores c u a n do éstos se hallan
i n t e g r a d o s e n modos de funcionamiento de carácter normativo.

Bourricaud y Boudon (1986) sitúan en este marco la noción de ideología


y consideran que se puede hablar de ideología cuando un sistema de
valores no recurre a las nociones de lo sacro y de la trascendencia,
sino que trata especialmente de la organización social y política de las
sociedades. A partir de estos elementos, l a ideología es considerada
g l o b a l m e n t e c o m o un sistema de representaciones que proporciona una
interpretación de la realidad.

Según l o s autores, se destacará un a s p e c t o e s p e c í fi c o d e este


sistema. Dumont (1974) designa la ideología como un sistema de ideas y
de juicios que sirve para describir, explicar, interpretar o justificar la
situación social, inspirándose en sus valores, para lograr una orientación
de las conductas. Por su parte, Berger y Luckman (1966) describen la
ideología como la definición particular que una agrupación da de la
realidad. Consideran así que la ideología sólo funciona en un nivel social,
no individual; existe ideología, en este caso, cuando uno se halla en una
situación de grupo o en una organización. Schurmann (1968) estudia la
ideología en el marco de las organizaciones y la considera como una
manera de pensar propia de una organización, siendo su función la de
servir los intereses de los que tienen el poder. Wilson (1973) designa la
ideología como una serie de creencias sobre el mundo social y sus
acciones; tales creencias contienen unos enunciados sobre la adecuación
de ciertas orientaciones sociales y de las actividades que de éstas se
deducen. Esta concepción de la ideología se refiere a la idea de
definición de situaciones (Thomas, 1977), es decir, a la manera en que
un grupo comprende e interpreta la situación en la que se encuentra.

En una perspectiva más específicamente psicosocial, la noción de ideología ha


sido objeto de investigaciones diversas (Aebischer, Deconchy, Lipianski). Las
investigaciones de Deconchy (1989) han aportado especialmente una luz y
una profundización a esta noción, apoyándose en sus trabajos anteriores
(1980) según los cuales el sistema de creencias religiosas constituye un
elemento «prototípico» de la definición de ideología: ·

«Todo conjunto organizado de representaciones y de explicaciones del


mundo y en especial del mundo de las interacciones sociales en donde el
móvil primero no es desde luego de orden verificador; sin embargo, en este
género de sistema socio-cognitivo, la información en torno de la cual se
establece el consenso del grupo es percibida y planteada como portadora
de un alcance potencialmente universal» (Deconchy, 1989).

A partir de estas bases conceptuales, el autor propone e l análisis de la


ideología como fenómeno psicosocial, considerando va r i a s orientaciones.

a) En primer lugar, toda ideología, en cuanto sistema de representaciones,


de explicaciones y de acciones culturalmente etiquetado, nos re- mite
explícita o implícitamente a una ontología. Dicho de otra manera, en este
proceso psicosocial existe un trabajo de construcción de imágenes de
subsistencia que son los modelos de referencia en los que se funda toda
ideología en una permanencia referida a la «naturaleza de las cosas». En
este sentido, la ideología es un «proceso de producción de los ontemas».

b) El análisis de las funciones ideológicas desempeñadas por ciertos


dispositivos psicosociales, en particular el tratamiento de la información
referida al sujeto humano y sus relaciones sociales, destaca después la
naturaleza de estas funciones en términos de poder, en la medida en que
intervienen en un campo de regulación y de contra regulación sociales cuya
textura remite a una distribución especial de los poderes y de los roles.

c) Finalmente, de modo más específico y en la construcción de los


saberes, Deconchy y Desroche (1975) establecen la distinción logía grafa
para mostrar el alcance ideológico de los modos de producción de los
conocimientos. Así, en ciertos sectores de la producción de los saberes,
esta distinción es siempre marcada, por ejemplo: geología, geografía; en
otros lugares rara vez se practica. Si se toma el ejemplo de la psicología,
resulta que la mayoría de los trabajos son psicografas, es decir, que no
pretenden establecer unas leyes generales referidas a la naturaleza de la
especie, sino que sólo aspiran a trazar un balance de las situaciones o de
las conductas.

En este sentido, una producción de los saberes no es jamás ideo-


lógicamente neutra, pues se refiere siempre a una concepción del
hombre al mismo tiempo que a una evaluación de las potencialidades de las
ciencias humanas y, en especial, las de la psicología social. Por eso, la
construcción de los saberes es, en sí misma, un complejo sistema de
representaciones, de explicaciones, de argumentaciones, inevitablemente
fechado, localizado y transitorio, nacido de circunstancias particulares y
de documentos históricos singulares que, por- que se ofrece especialmente
como explicación de los fenómenos sociales, sólo puede hallar su
legitimidad, presentándose como una ideología.
Las pe rs pe c ti vas abiertas por las investigaciones de Deconchy (1989,
1987, 1980) no sólo brindan a la psicología social nuevas vías para el
estudio de la ideología, sino que por la misma razón se preguntan por la
trayectoria científica de la mencionada psicología social en las significaciones
ideológicas que se deducen de su propio funcionamiento.

Definición y características

Sobre estas bases se puede p r o p o n e r la siguiente definición:

La ideología designa toda forma sistematizada d e representaciones que


proporciona u n a explicación de la realidad en general y del funcionamiento
soci al en particular; esta construcción socio-cognitiva está destinada a
suministrar un modelo de evaluación de las situaciones y a proponer una
orientación coherente de las conductas.
Es posible así determinar ciertas c a ra c te r í sti c a s propias de toda
ideología:

l. Una ideología es, en primer lugar, un sistema organizado de explicación:


pone en acción una racionalidad que se presenta como un con- junto
coherente; destaca además unos aspectos particulares de la situación y
finalmente hace referencia a unos valores que se manifestarán en el
interior de esta visión del mundo.
A partir de esta primera característi ca c a b e distinguir diferentes g rad os
en el seno de las i d e o l o g í a s . Seliger (1976) sitúa la ideología propiamente
dicha con relación a la preideología por un lado y por el otro con la
metaideología; muestra que las tres categorías difieren por el vínculo que
cada una establece entre la idea y la acción. Así, por ejemplo, l a s
metaideologías no comportan m á s que nociones universales y abstractas d e
justicia, de libertad o de progreso y no siempre conducen a la acción. A la
inversa, una acción acometida no sistemáticamente no es ideológica: se basa
sólo en unas c r e e n c i a s aplicadas que no están racionalizadas y siguen
siendo así preideológicas.

2. Otras característica de la ideología reside' en el hecho de que puede


servir de soporte de expresión y de legitimaciones de los intereses de un
grupo. Por ejemplo, la ideología de una institución puede reflejarse en el
interés más o menos grande que los dirigentes otorguen a las
cualidades humanas en su organización.

3. Toda ideología moviliza unas energías psicoafectivas y da lugar a unos estados


cognitivos y psíquicos. Fromm (1963) ha estudiado desde este ángulo la
naturaleza y la función de las ideologías, mostrando que eran
racionalizaciones de la angustia, ligadas a unos cambios sociales; pueden ser
también formas de justificación de la agresividad expresada hacia otros
grupos.
4. Finalmente, toda ideología comporta una eficacia que es precisamente
definida por la creencia en ella. La idea de eficacia ideológica supone dos
aspectos complementarios: por un lado, la validez de la ideología aumenta
con el crédito que el individuo le confiere y se halla reforzada por su
necesidad de adhesión a los principios mismos de la ideología; así responde
a los imperativos de acometer unas acciones justificables y legítimas; por
otro, la ideología consolida la eficacia de las acciones del individuo en la
medida en que éstas se conforman con las creencias y se integran en un
sistema coherente.

A parti r de estas c a r a c t e r í s ti c a s ciertos a u t o r e s han propuesto una


clasificación de las ideologías en función d e cuatro c r i t e r i o s :

a) La característica d e los valores vehiculados: l o s de la sociedad global o de


un subgrupo.

b) La posición de un grupo con relación a la esfera del poder: la


ideología de un grupo cambia según que posea el poder, que trate de
influir en éste o que intente conseguirlo.

e) Los tipos de acción preconizados.

d) Los objetivos de cambio perseguidos.

Esta clasificación puede s e r ilustrada por un tipo que es el de la ideología


política ( Ansart, 1974). El universo político permite analizar la ideología de
una manera específica; es aquí donde el sistema de creencias y de
símbolos aparece directamente determinado por la problemática de la
relación con el poder. Las ideologías políticas pueden así ser definidas
como unos sistemas de ideas por los que unos individuos, grupos y
partidos explican y justifican los objetivos y los medios de su acción.

Los trabajos d e Seliger (1976) han determinado varias funciones


desempeñadas por las ideologías p o l í ti c a s :
a) La ideología política es, en primer lugar, un sistema de
representaciones que legitima unos acontecimientos, unos personajes del
pasado constituyentes de una manera o de otra de la dimensión
fundadora de su propia historia; apoyándose sobre estos elementos, los
actualiza y los racionaliza para movilizar los espíritus y suscitar la adhesión.

b) La ideología dinamiza después la acción colectiva, justificándola y


proponiendo una motivación.

e) La ideología política funciona igualmente sobre un principio reductor de


la realidad; su valor o su eficacia no reside en su rigor intelectual sino en
su capacidad operatoria basada en una esquematización de la realidad en
categorías elementales, por ejemplo, derecha/izquierda.

d) La ideología es, fi nalmente, un enmascaramiento de la realidad a través


de la aparición de tipologías fragmentadas cuyo sentido es la salvaguarda de
los intereses que se defiende. En esta perspectiva, la fabricación de las
ideologías políticas se opera hoy a través de las mediaciones culturales
de los que dominan los sistemas de comunicación y tienen la posibilidad
de manipular el «capital simbólico» de una sociedad.

Componentes de la ideología

Se pueden considerar dos tipos de componentes: estructural y justificativo


por una parte, fundamental y operacional por otra.

1. La ideología estructural y justificativa:

Este primer componente muestra que en toda ideología hay elementos


estructurales que determinan una situación y producen unos tipos
específicos de acción; en cambio, los elementos justificativos constituyen el
conjunto de los medios, que varían según las circunstancias y las
necesidades y permiten legitimar una situación definida por la ideología,
recurriendo a la racionalidad, a la emoción y a toda forma de
racionalización.
Seliger (1976) estableció p a r a c a d a com pone nte los enunciados
Ideológicos referidos:

- los componentes estructurales se hallan formados p o r


descripciones, análisis, directrices m o r a l e s y técnicas, a c c i o n e s y rechazos;
- por Jo que se refiere a los componentes justificativos, están
constituidos por enunciados de justificación, de simbólica racional, de
coherencia lógica, de atracción emotiva y de mito justificativo.

Para Seliger estos componentes son interdependientes. Aunque la


ideología sea a menudo captada como una unidad, representa en
realidad un sistema de componentes asimétricos y fluctuantes. Así, los
principios o componentes estructurales de una ideología p a r ti c u l a r
pueden n o corresponder a los componentes justificativos d e l m i s mo
corresponsal. Esta distinción entre componentes posee el interés de
mostrar que las ideologías están penetradas de contradicciones y de
incoherencias; éstas pueden reducirse por la aportación de una
justificación racional (Anthony, 1977) o por la puesta en marcha de unos
mecanismos que restablezcan la coherencia (Kamen, 1977). Esto permite
d e t e r m i n a r de manera m á s precisa el segundo com pone nte de las
ideologías.

2. La ideología fundamental y operativa:

Toda ideología puede dividirse en ideología fundamental e ideología


operacional:
- la dimensión fundamental comprende los principios q u e
s i r ve n d e guía a las acciones colectivas y a las d e c i s i o n e s individuales;
- mientras que l a dimensión o p e r a c i o n a l reagrupa los principios q u e
ponen en marcha ciertos medios empleados e n fines inmediatos.

La existencia de estos dos niveles permite captar, como ha mostrado


Seliger (1976), la existencia de un conflicto no sólo entre la ideología y la
acción, sino también en el seno de la estructura ideo- lógica. Toda
ideología se debate así entre la preservación de s u s creencias y las
p r e o c u p a c i o n e s d e base que contradicen sus principios
y sus metas. Comporta pues una tensión e n t r e e s t o s dos niveles: Jo
que por un lado debe hacerse y lo que por otro puede hacerse.

Meyer y Rowan (1977) han determinado cuatro ti pos de tensiones que


pueden s u r g i r entre l a dimensión fundamental y la dimensión
operacional d e las ideologías:

- el dominio y la aplicación de reglas estrictas en detrimento


de las exigencias de la eficacia; así, por ejemplo, una universidad debe abrir
sus facultades sea cual fuere el número de estudiantes matriculados en
cada una;
- la dificultad de fijar una s prioridades sobre objetivos a largo plazo y
Rentables a largo plazo en beneficio de consideraciones i n m e d i a t a s
a corto plazo;
- el predominio de intereses variados en circunstancias específicas en
detrimento de un enfoque más global e inherente a la ideología
fundamental;
- el d e s a c u e r d o entre grupos d i fe r e nte s c o n ideologías propias e n un
terreno d e t e r m i n a d o .

Mecanismos de la ideología
Presentaremos algunos mecanismos que permitirán comprender cómo
funcionan las ideologías y qué roles desempeñan a través de esas
modalidades.

1. La reificación social:

Uno de los efectos esenciales de los mecanismos ideológicos consiste en


reducir las personas y las situaciones a l estado de cosa (reificación). Así, el
conjunto d e las instituciones s o c i a l e s «ideologiza» las relaciones entre
i n di v i d uo s : r e l a c i o n e s superior/subordinado, relaciones
profesor/alumno. La ideología organizativa se manifiesta especialmente en
las relaciones que los grupos mantienen entre sí; los grupos dirigentes,
por ejemplo, poseen un tipo de representaciones a propósito de otras
categorías que tiende las más de las veces a justificar la eliminación de
éstas en la competencia económica.
Más exactamente, consideran q u e los miembros de las restantes categorías
son incapaces de cumplir las funciones que ellos se atribuyen. Esta
posición muestra la eficacia misma de su ideología en la medida en que
manifiesta que esas otras categorías no han sido efectivamente formadas
para asumir ciertas responsabilidades; esto se convierte después en una
justificación de la evaluación negativa que se les confiere.
Lévi-Strauss (1967) ha presentado otra dimensión de esta reificación: ha
mostrado, por ejemplo, que en el fenómeno del racismo los factores
culturales en acción en las leyes del matrimonio o en las reglas de la
discriminación social tienen como consecuencia estigma- tizar a los grupos
étnicos y reforzar la naturalización de las discriminaciones que pesan sobre
ellos. Así la ideología, funcionando a través de todo un· sistema de normas,
justifica el distanciamiento de los que no son de la misma raza que
quienes enuncian las reglas en acción en la ideología.
El a n á l i s i s de l a s situaciones d e l o s p u e bl o s oprimidos ha m o s trado
en otro plano que construyen respecto de su condición unas ideologías
utópicas enunciadoras de un futuro y de un mundo mejor para ellos pero
que representan igualmente en un aspecto una reificación de su propia
realidad.

Ciertas ideologías que existen, por ejemplo entre los negros, dan lugar a la
proyección en el futuro de una sociedad que no es diferente, pero que funciona
sobre una relación inversa a la que ahora existe . Así, en la nueva sociedad
ya no se trabajaría, los negros serían los amos y los blancos quedarían
e xc l u i d o s .

Este tipo de ideología muestra que los grupos, cuando no tienen la


posibilidad de intervenir eficazmente en su condición, crean unas
representaciones del futuro exactamente calcadas a la inversa de su
situación presente y en donde ya no existe su intervención sobre la
realidad.

2. La división categorial:

Un segundo mecanismo ideológico se traduce en la fragmentación de la


realidad, haciéndola funcionar de un modo dicotómico. La ideología
c a t e g o r i a l y antagonista representa en este sentido u n aspecto esencial
de tal tipo de mecanismo. Se trata de una representación de la sociedad en
la cual se sitúan las relaciones entre grupos y sus vínculos como
inevitablemente opuestos. Este tipo de ideología se basa en la necesidad
de recortar de manera radical y clara la realidad social, a fin de
destacar nítidamente las posiciones de los grupos o de los individuos en
cuanto aliados o adversarios. La división categorial aparece así como un
mecanismo ideológico que crea un orden y una dinámica sociales basados
en una división en el interior y entre las categorías sociales.

Moscovici (1968) ha estudiado las oposiciones de pertenencia categorial a


través del concepto de «división natural»; ha mostrado, por ejemplo,
que el trabajo se ha convertido en una manera de distinguir a los
hombres entre categorías «naturales»: el campesino, el artesano, el
ingeniero o el científico, cada uno de los cuales tiene delimitado su
respectivo sector. A partir de la construcción de estas categorías se
establece un proceso de división presentado y justifica- do como «natural».
Así, en el curso de la historia, las sucesivas escisiones sociales que han
conducido a la división entre trabajadores manuales y trabajadores
intelectuales constituyen uno de los ejemplos de esta producción
ideológica que consiste en presentar como naturales divisiones cuya
función es preservar unos intereses categoriales y en mantener una
distancia «aceptable» entre diversas categorías. Según Moscovici, las
divisiones «naturales» así establecidas sólo «funcionan» sobre la base de
un conjunto de representaciones justificativas y explicativas.

3. La creación de mitos:

La ideología opera a través de un cierto número de mitos cuya función


es especialmente la de servir de soporte y de orientación a las
actividades y las creencias.
Barthes (1973) mostró c ó m o e l mito e s un i nstr um e nto de
l aIdeología y un elemento d e su eficacia. Distingue v a r i a s funciones:

- la eliminación de la historia: cuando las cosas son presentadas


d e una manera i nte m p o ra l , la historia desapare ce ;
- la identificación: se trata de una generalización que permite
asimilar un elemento particular a un tipo ideal por la creación de
estereotipos; así deja de ser amenazadora una característica reinterpretada
de un determinado objeto social;
- el «ni uno ni otro»: este mecanismo anula dos elementos
contradictorios, permitiendo huir de una realidad intolerable mediante el
rechazo de dos soluciones propuestas, pues toda elección supondría un
compromiso; negándose a toda elección, se refuerza la ideología del statu
qua;
- la cuantificación d e la calidad: se trata d e un mecanismo por el que se
pretende comprender mejor l a realidad, apoyándose en hechos
mensurables como el éxito, l a popularidad, los honores. Aunque la
mencionada realidad se reduce así a sus elementos más externos, éstos
son, sin embargo, l o s que aparecen c o m o más reales;
- las verdades irrefutables: es el mecanismo por el cual se presenta la
realidad a través de fórmulas previamente elaboradas y consideradas como
universalmente aplicables y que basta calcar sobre la situación en la que
uno se halla.

Las diversas funciones del mito muestran de qué modo opera toda
ideología como un sistema de justificaciones y como una forma de
neutralización de las contradicciones inherentes a los comportamientos,
a las situaciones y a la realidad social en general. Estos diversos aspectos
de la ideología permiten comprender su importancia y su lugar en el
interior de la cultura; la ideología no es coxtensiva a una determinada
cultura; no cabe asimilar ideología y cultura. En cambio, la ideología
constituye una dimensión esencial de toda cultura; a través de aquélla
construye una sociedad su conocimiento de la realidad al tiempo que
una imagen de sí misma que forma un sistema explicativo propuesto a
sus miembros. El estudio de las ideologías permite, pues, captar
concretamente cómo en una cultura determinada los valores y las
normas actúan y constituyen factores esenciales de los fenómenos
psicosociales en la medida en que son las formas de racionalidad que
organizan esta cultura y orientan las conductas.

Dimensión intercultural

Un campo de investigaciones que se ha desarrollado considerablemente es


el de las relaciones interculturales en psicología s o c i a l (Bochner, 1981;
Triandis, 1975; Witkin y Berry, 1975). Abordaremos en una primera etapa
los principales conceptos y problemáticas que afectan a la idea de
interculturalidad y, en una segunda, ofreceremos algunas orientaciones.

EL CAMPO DE LO INTERCULTURAL

En la perspectiva d e la psicología social son los problemas r e l a tivos al


contacto e n t r e l a s culturas d i f e r e n t e s los que se consideran de
manera e s p e c í fi c a . Se estima además que las disparidades culturales
que aparecen en las relaciones entre individuos se hallan en buena
medida determinadas por los grupos a los que pertenecen, así como por
la naturaleza y la calidad de las relaciones entre sus grupos respectivos. En
este marco, e l análisis de las relaciones i nte r c u l t u ra l e s abarca
h a b i t u a l m e nte las tres formas de individuos/grupo, entre grupos y
sociedades/culturas.

Las relaciones individuos-grupo

' El hecho m i s m o de manifestarse y de comportarse de manera


humana reviste permanentemente unas formas sociales. Estas características
sociales nos vienen dadas en especial por la circunstancia de que somos
miembros de un grupo y la psicología social intenta revelar hasta qué
punto los grupos afectan a las actitudes, los valores y la visión del mundo
de los individuos. Pero estas relaciones no son unilineales y monocausales
pues, por un lado, los individuos pertenecen siempre a varios grupos a
la vez (familia, trabajo, grupo de ocio, grupos políticos, asociaciones
diversas} y por otro lado, los grupos tienden a organizarse según
modalidades jerárquicas.
Estas dos características f u e r o n formalizadas e n particular p o r la teoría
de los sistemas abiertos (Emery, 1965), que se presenta como un principio
unificador y considera a los grupos como sistemas sociales a su vez
englobados en otros sistemas y que se hallan compuestos de individuos
con características comunes. Así, la psicología intercultural se ha
interesado por lo que diferencia a una cultura global de otra. La teoría
de los sistemas abiertos se presenta también como un modelo explicativo:
en primer lugar, porque ofrece un so- porte teórico al hecho de que en
una realidad existen conexiones e interdependencias que se refieren a
una misma lógica; después, por- que destaca el hecho de que las
modificaciones de una parte tienen repercusiones en las demás, lo que
permite tomar en consideración la interdependencia de las unidades
naturales por los miembros que las componen. Esta teoría aparece, pues,
como una visión integra- dora que considera la adhesión a un grupo·
como un determinante de los comportamientos individuales y que subraya
al mismo tiempo su interdependencia, proponiendo así una unidad de
análisis para explicar las diversas relaciones presentes.

Relaciones entre grupos en una sociedad

Las sociedades difieren según la importancia de su homogeneidad


interna; son sistemas complejos que comportan numerosas facetas y cabe
aplicar la noción de homogeneidad a aspectos variados de la sociedad,
tales como las diversas categorías sociales, las prácticas lingüísticas y los
tipos de ocio. Por lo que se refiere a la cuestión de la cultura y de la
interculturalidad, la noción de homogeneidad ha sido empleada para
designar la identidad cultural o étnica de un individuo en cuanto
perteneciente a un determinado grupo (Devos,1980). En otros términos,
la homogeneidad cultural permite determinar la pertenencia del
individuo a tal o cual grupo cultural. En efecto, en sociedades
culturalmente homogéneas casi todos los individuos tienen la misma
identificación étnica mientras que las sociedades heterogéneas se
componen de numerosos grupos étnicos diferentes.
Partiendo d e este principio, cabría determinar las sociedades según su
homogeneidad o su diversidad c u l t u r a l . ·
Relaciones entre sociedades y culturas

Toda sociedad, además de sus diferencias internas a propósito de su


homogeneidad cultural, presenta diferencias con sociedades que le son
exteriores y que poseen otras características socioculturales. Algunas
investigaciones (Pelto, 1968; Witkin y Berry, 1975) han tratado de
determinar a este respecto unas escalas de medida sobre las cuales
podrían compararse los aspectos culturales de diferentes sociedades.
Aunque los problemas de medición no hayan sido plenamente resueltos,
la cuestión que se plantea es la de las diferencias y las semejanzas de una
sociedad con relación a otra (Boldt y Roberts, 1979). Es posible pues
admitir que, en el plano interno, cada sociedad posee su propio tipo de
homogeneidad cultural mientras que en el plano externo las sociedades
se distinguen unas de otras por su heterogeneidad cultural.

MODELOS TEORICOS

No existe actualmente un modelo general para interpretar las relaciones


interculturales. Se pueden reagrupar las distintas investigaciones en dos
tipos de enfoques: las que recurren a una determinada teoría y las que
consideran tal o cual factor en acción en las situaciones interculturales.

Enfoques centrados en una teoría

Es posible tomar en consideración tres prespectivas:

1. La primera es la perspectiva psicoanalítica representada por los trabajos


de Adorno (1950) que, articulando el etnocentrismo en prácticas
educativas duras, severas y arbitrarias, considera el prejuicio como un
desplazamiento de la agresividad. Las situaciones interculturales producen
c o m p o r t a m i e n t o s que evocan tale respuestas.
2. La segunda perspectiva se apoya en el paradigma de la atracción en las
í
¡ relaciones interpersonales y se basa en las teorías del reforzamiento mutuo.
Estipula q u e los individuos que se parecen s e entienden mejor q u e los
otros ( Heider, 1958). Una variante d e esta teoría s e apoya en los trabajos
d e Rokeach ( 1960, 1961), que desarrollaron la hipótesis de la semejanza
de creencia: los individuos tratan de entender las disarmonías
interculturales en términos de desemejanza asegurada en el sistema de
creencia de los grupos en relación. El concepto de cultura subjetiva
l (Triandis, 1972) desarrolla la misma idea, considerando que los diferentes
grupos étnicos poseen una percepción idéntica de su entorno social.

3. Un tercer e nfo q u e está basado en las teorías del aprendizaje


social y de la socialización; considera la cultura como una matriz de
reforzamiento de las conductas. Un individuo situado en un contexto
cultural inédito tiene que hacer frente a nuevas contingencias y, mientras
que no las haya dominado, vivirá una experiencia de confusión y de estré
(Guthrie, 1975).
La teoría del aprendizaje social ha sido también utilizada para
explicar el desarrollo de la conciencia racial en uno mismo y en los demás.
Algunas investigaciones (Pushkin y Veness, 1973) han mostrado que unos
niños de cinco años eran conscientes de su identidad étnica y ca- paces
de identificar las características raciales de otros.

Enfoques centrados en un factor de situación

Para analizar las relaciones interculturales, estas orientaciones toman en


consideración los siguientes factores: las percepciones sociales, las
atribuciones y los índices de comportamiento.

l. Las percepciones sociales:


Las actitudes 'adoptadas por los individuos hacia otro' se hallan
determinadas por el modo en que se le percibe. La noción de estereotipo
es así empleada para dar cuenta de las imágenes que los individuos
tienen en su cabeza cuando entran en contacto con otros.

2. Las atribuciones:

Se trata de un proceso mental por el que establecemos unas


inferencias sobre las causas del comportamiento de otro cuando nos
encontramos en interacción con él; nos preguntamos cuál es la razón, el
motivo o la intención de un acto particular, sobre todo si no es
habitual. Nuestros sentimientos respecto de los demás se ven así
afectados por las atribuciones que hacemos para explicar su
comportamiento; éstas reducen la explicación de un comportamiento a
una sola causa, mientras que la mayoría de nuestros actos son ambiguos y
se explican por causas alternativas (Jones, 1976).

Hewstone (1983) ha establecido a este respecto la distinción


«actor»/observador: soy actor cuando observo mi propio comportamiento
y le atribuyo unas razones definidas; soy observador cuando observo a
otro y hago inferencias sobre su comportamiento; por un lado, el
comportamiento es debido a los aspectos internos de un individuo,
tales como su personalidad, su carácter, sus costumbres, sus rasgos
raciales y los demás rasgos que le son inherentes; por otro, las causas del
comportamiento se hallan determinadas por la situación y, en este
sentido, son las influencias culturales, el contexto social, los que tienen
un peso esencial.
Estos dos tipos de explicación muestran que los actores y los
observadores hacen unas atribuciones radicalmente distintas sobre las
causas de los comportamientos: los actores ven su propia conducta
determinada por la situación en la que se hallan mientras que los
observadores atribuyen el mismo comportamiento a la disposición del
actor. Con relación a una realidad cultural diferente se tenderá en
cuanto observador a atribuir los comportamientos de los individuos
correspondientes a esta realidad a unas disposiciones personales en vez de
referirlos a la situación en la que se encuentran tales individuos.

3. Los índices de comportamiento:

Los individuos no siempre hacen lo que tenían intención de hacer y sus


acciones no son en todo 'momento compatibles con sus valores y sus
creencias. Los índices de comportamiento suponen también conflictos
cognitivos que aparecen en unos individuos enfrenta- dos con una
situación intercultural. Se han llevado a cabo numerosas experiencias
sobre los contactos interculturales en la vida cotidiana.

Así, en un experimento (Bryan y Test, 1967), un postulador del Ejército


de Salvación, unas veces negro, otras blanco, .es situado a la entrada de
unos grandes almacenes. Los resultados muestran que cuando el postulador
es blanco, los viandantes se muestran más inclinados a dar que cuando se
trata de un negro.

En otra experiencia (Bochner, 1971), dos chicas, una blanca y otra negra,
pasean sucesivamente con su perrito por un parque público. Los
resultados muestran que cuando la chica blanca pasea al perro, se le
dedica el triple de tiempo que a la negra y se le prodigan amabilidades.

Otra experiencia (West, Whitney y Schnedler, 1975) se desarrolla en torno


de un coche detenido en la carretera con el capot abierto para dar a
entender que ha sufrido una avería; junto al vehículo se encuentra la
víctima, blanca o negra. Los resultados revelan un fenómeno de asistencia
mutua esencialmente basado en la solidaridad racial: los blancos tienden
más a ayudar a los blancos y los negros tienden más a ayudar a los negros.
Finalmente, un estudio de Feldman (1968) se refiere a la reacción de los
transeúntes ante alguien que les pide limosna. Las experiencias tuvieron
Jugar en tres ciudades, París, Atenas y Boston. En cada caso, la persona
que solicitaba ayuda era unas veces indígena y otras extranjera. Se vio
que los indígenas eran mejor tratados que los extranjeros en París y en
Boston mientras que en Atenas sucedía a la inversa.

En estas experiencias pudieron efectuarse los estudios de comportamiento


observando directamente los modelos de interacción en marcha.

DIMENSIONES DE LAS RELACIONES INTERCULTURALES

El análisis de las relaciones interculturales ha puesto de relieve varias


dimensiones entre las que tomaremos dos esenciales. Antes de presentarlas,
de te r mi nare m os algunas características generales propias de estas
relaciones.
A grandes rasgos las dimensiones interculturales conciernen por un lado a las
situaciones de contacto entre miembros culturales y étnicamente diferentes
en el seno de una misma sociedad (por ejemplo, polacos e italianos, franceses
y argelinos en Francia) y por el otro, a los i nte rc a m b i o s entre
miembros de sociedades diferentes (por ejemplo, turistas franceses en
la India). Estas distinciones generales permiten precisar los principales factores
que intervienen en unas relaciones interculturales:

- el territorio s o b r e el que se producen;


. - el tiempo transcurrido en esta interacción;
- las manifestaciones c r u z a d a s ;
- el tiempo de cambio operado;
- la frecuencia y el grado de proximidad c r e a d o e n función del rango y
del poder.
Se observa, por ejemplo, que las relaciones interculturales en una sociedad
multicultural tienden a establecerse en lugares públicos que pueden ser
considerados como comunes a dos grupos cultural- mente distintos, tales
como las calles, las escuelas, los transportes, los lugares de trabajo. Este
fenómeno ha sido explicado por el hecho de que los individuos estiman que la
sociedad a la que pertenecen les sirve de base de referencia para orientar
su conducta (Barker,1968). Por lo demás el entrecruzamiento de miembros
de grupos culturales diferentes de una misma sociedad se opera diariamente
en razón de las actividades sociales (ir de compras, ir a la ciudad) que
suscitan.
La distribución de la población es otra variable de las relaciones interculturales.
- sociedades c o n una mayoría d o m i n a n t e desde el punto d e
vista numérico y político;
- sociedades e n que es minoritario el grupo políti camente dominante
(Africa del Sur);
- sociedades compuestas de varios grupos étnicos distintos, relativamente
iguales en el nivel de su riqueza y de su poder.

Tras haber presentado las características generales de las relaciones


interculturales, abordaremos dos dimensiones esenciales para el
entendimiento de estas relaciones: las relaciones fuera/dentro y las relaciones
entre los grupos en función de la territorialidad.

!
Relaciones fuera/ dentro 1 1

¡
Algunas investigaciones han mostrado que las interacciones entre individuos de 1
culturas diferentes tienden a resaltar más las diferencias que les separan
(Bochner y Ohsako, 1977). Los trabajos de Klineberg (1971) establecieron
que las fuentes de hostilidad inter-grupos son los elementos visibles de una
raza, de una lengua o de una religión. Cuando nos ponemos en contacto
con miembros de otras culturas utilizamos su apariencia fsica, su lengua o su
acento como indicadores para determinar su origen étnico y el peso de
sustatus de extranjero: tratamos de clasificarles en categorías muy
diferenciadas que se establecen sobre una separación clara entre «ellos» y
«nosotros» (Bochner, 1976). La mayoría de los conflictos bélicos en el
mundo explotan las diferencias raciales, lingüísticas o religiosas. En lo
que concierne a las relaciones entre miembros de sociedades diferentes,
los análisis revelan que difieren cualitativa y cuantitativamente de las que
tienen lugar entre grupos de una determinada sociedad multicultural. La
diferencia media entre estas dos formas de relación se basa en la intensa
distinción entre los inmigrados y los visitantes (Heiss y Nash, 1967).

Los procesos en acción en las relaciones interculturales se apoyan en


estudios y experiencias clásicos (los presentaremos más detalladamente
con ocasión del estudio de los grupos) que muestran que los miembros
de un grupo tienden a exagerar y a deformar sus diferencias con otro
grupo, traduciéndolas en imágenes negativas o estereotipadas. La
célebre experiencia de Sherif (1970) puso de relieve la existencia de
conflictos ínter-grupos engendrados por sus miembros a partir de un
proceso de diferenciación «ellos»/«nosotros» que permitiera saber quién
pertenecía al grupo y quién era excluido.
La categorización del mundo social en tales oposiciones resulta,
según Sherif, de la competencia entre los grupos para obtener los
recursos, metas deseadas por todos pero que sólo uno de ellos puede
alcanzar. Se propugna la interdependencia entre los individuos cuan- do
los dos grupos se ven obligados a cooperar para que cada uno triunfe
(Edney, 1976).

Después de Sherif, los trabajos de Tajfel (1970) pusieron de relieve que la


simple distribución de los individuos en el interior de un grupo, al margen
de todo conflicto social u hostilidad, basta para provocar distinciones y
comportamientos de discriminación. Indica que los individuos construyen
un orden social subjetivo basado en la diferenciación nosotros/ellos y
aprenden así unas actitudes apropia- das para considerar a los miembros
de su grupo y para desconsiderar a los demás. En consecuencia, el hecho
de revelar un comportamiento discriminatorio tiene lugar en ausencia de
toda actitud hostil previa hacia los miembros de otros grupos y antes
incluso de que se haya formado una actitud negativa.

Otras investigaciones muestran que, en ciertas condiciones, algunos


extranjeros son tratados favorablemente, sobre todo al transgredir
costumbres locales por desconocerlas y no haber podido aprender las
normas de las conductas apropiadas (Feldman, 1968). Finalmente, se ha
empleado e l concepto d e desindividuación para i nte r pretar la
discriminación f u e r a del grupo (Zimbardo, 1969).

Una experiencia (Jorgenson y Dukes, 1976) ha comparado el


comportamiento de estudiantes en una cafetería universitaria ocupa- da
en una cuarta parte de su capacidad, para saber si los estudiantes
consideraban esta situación como una condición satisfactoria desde el
punto de vista individual o bien si se trataba de una situación de
desindividuación. Los resultados revelaron que los estudiantes que
estimaban la densidad de la cafetería como una condición de
desindividuación se comportaron de manera menos responsable.

Otros estudios han confirmado el dato de que la desindividuación


conducía a los sujetos a comportarse de manera menos responsable, lo
que suscitaba el hecho de que fuesen tratados de modo más negativo que
quienes afirmaban su individuación (Lovibond, Mithiran y Adams, 1979).
La distinción individuación/desindividuación ha sido utilizada para
comprender las relaciones ínter-grupos a partir de la hipótesis de que los
miembros fuera del grupo están más desindividuados que los miembros
dentro del grupo. A este respecto, las experimentaciones de Wilder (1978)
muestran que cuando un grupo
«extranjero» tiene la posibilidad de establecer unas comunicaciones
personales con un grupo «indígena», la discriminación disminuye.
Territorialidad y relaciones entre grupos

Cabe precisar otra dimensión de las relaciones interculturales a partir del


valor y del impacto del territorio sobre las relaciones entre los grupos. La
noción 'del territorio ( desarrollada en el capítulo 5) posee en esta
perspectiva una realidad más psicológica que fsica o material; los
individuos se crean unos territorios personales y los defienden de
diversas maneras. Una de las expresiones del territorio es la distancia y el
espacio que los individuos establecen entre ellos y los demás en las
diferentes situaciones. Esta d i s t a n c i a depende esencialmente de dos
factores:

- la naturaleza d e la actividad en la que unos individuos se hallan


sumidos;
- l a naturaleza de las relaciones existentes entre ellos.

Este principio de comportamiento territorial ha sido empleado en el


estudio de las relaciones interculturales: los miembros de un mismo
grupo se encuentran por lo general más cerca unos de otros que cuando
están con gente a la que no conocen. En general, las relaciones
interculturales adoptan la forma de relaciones de grupos muy definidos
que invaden el territorio bien delimitado de otro. Las teorías sobre
psicología del espacio, como veremos más adelante, revelan que la
invasión de un territorio crea sentimientos de tensión y de ansiedad así
como una reacción defensiva. Las relaciones inter- culturales equivalen
así a unos conflictos territoriales que pueden quedar resueltos de varios
modos (Bochner, 1979):
- los habitantes de un territorio son desposeídos y expropiados;
- los recién llegados son perseguidos y parten hacia otro lugar (minorías
kurdas, azerbaiyanes);
- los nuevos son asimilados y, unas generaciones más tarde, ya
no se diferencian de los demás habitantes del país de acogida
(crisomeltingpot);
- el territorio es dividido y se crean enclaves ( territorios ocupados);
- se desarrolla un tipo de sociedad basado en el principio del pluralismo:
los miembros de un grupo exterior son psicológicamente redefinidos,
haciéndose elegibles como los miembros del grupo interior a pesar de sus
diferencias raciales, religiosas o lingüísticas. Este proceso ha sido designado
con los términos de «integración» y «mediación cultural».

IMPACTO DE LAS RELACIONES INTERCULTURALES

Los efectos de las relaciones interculturales han sido objeto de numerosos


estudios cuyas principales orientaciones presentaremos en primer lugar
para determinar después los efectos a nivel de -grupo y a nivel individual.
Gran número de investigaciones que abordan los efectos de las relaciones
interculturales están basadas en el análisis de las actitudes de estudiantes
extranjeros llegados a las universidades occidentales, sobre todo
norteamericanas (Edgerton, 1976). Un segundo tipo de investigaciones
se refiere a los países de intensa inmigración; consisten, esencialmente,
en estudiar los procesos de adaptación de los inmigrantes a sus nuevos
ambientes (Watson, 1977). Un tercer tipo considera los fenómenos de
las relaciones entre mayoría y minoría y, en especial, el racismo
(Moscovici, 1978; Katz, 1976).

Estos enfoques muestran que, contrariamente a la creencia popular, las


simples tomas de contacto entre los grupos no reducen necesariamente
la tensión, los prejuicios o la hostilidad entre ellos. Los resultados de estas
investigaciones contradicen también las afirmaciones de los políticos, de
los eclesiásticos o de otras figuras públicas que declaran que es preciso
favorecer el establecimiento de contactos entre las diferentes culturas,
pues desarrollan el respeto y la comprensión mutuos. Las investigaciones
indican en efecto que las variables que tienden a reducir, por ejemplo,
los prejuicios, su- ponen una igualdad de rango, relaciones de
proximidad más que relaciones formales y superficiales, es decir,
situaciones que brinden unas actividades interdependientes y un clima
social que favorezca estos contactos. De hecho, la mayor parte del
tiempo, el contacto entre grupos diferentes pone de manifiesto dos
filosofas diametral- mente opuestas cuyas normas sociales refuerzan o
aprueban la desigualdad racial y cultural.

Impacto a nivel de grupo

El estudio de los efectos interculturales ha sido orientado en dos direcciones


concernientes, de un lado, a los grupos dentro de una misma sociedad,
y, de otro, a los efectos sobre dos o varias sociedades en contacto unas
con otras. Pueden apreciarse las siguientes formas generales de impacto.

l. El genocidio. Hay genocidio cuando un grupo, habitualmente mayoritario


y tecnológicamente dominante aniquila a los miembros de otro grupo con el
que está en contacto. Se puede formular de la siguiente manera la razón
invocada: porque tales grupos están desarraigados, resultan poco estables,
no son realmente seres humanos («Los judíos son una auténtica raza, pero
no es humana», Hitler).
'
2. La asimilación. Hay asimilación cuando un grupo o quizás una sociedad
entera adopta progresivamente o se ve en la obligación de adoptar las
costumbres, las creencias, los modos de vida de una cultura dominante.
Los efectos de la asimilación pueden ser captados en dos niveles: el primero
muestra que en el interior de una misma sociedad, la asimilación diluye al
cabo de unas cuantas generaciones los rasgos culturales de una minoría,
haciendo desaparecer las disparidades de una cultura minoritaria. El
segundo nivel revela que la erosión de las diferencias culturales se traduce
a su vez en un proceso de integración en un modo de vida nacional y se
acompaña con una tendencia hacia una homogeneidad cultural global.
C
ULTURA

El principio de la asimilación descansa sobre la hipótesis de la superioridad


de una mayoría cultural con relación a una minoría. Ciertas investigaciones
clásicas (Betelheim, 1943) han mostrado que la asimilación no es un
proceso satisfactorio desde el punto de vista psíquico porque suscita un
sentimiento de inferioridad y el rechazo de sí mismo.

3. La segregación. Es una política que consiste en organizar una sepa-


ración fsica entre dos grupos raciales; define sobre estas bases la
evolución de su modo de vida.

4. La integración. Existe integración cuando diferentes grupos se sumen


con su identidad cultural en otro grupo más fuerte y que posee otros
valores y otras costumbres. Este proceso se refiere a unas situaciones en
donde una sociedad de acogida propone un modelo de identidad social en
cuyo interior se reúnen las diferencias; éstas pueden continuar existiendo
y manifestarse en el seno de marcos definidos válidos para todos.

Impacto a nivel individual

Las repercusiones de las relaciones interculturales a nivel individual han


sido analizadas tanto en términos de aceptación como de resistencia o
de rechazo a ser uno mismo multicultural (Taft, 1981). Los campos que
conciernen a estos efectos son variados: aprendizaje de una segunda
lengua, escolaridad en otro país, matrimonio con una persona
extranjera, etc. Desde un punto de vista psicológico, estos efectos
quedan explicados por diversas formas de respuesta a la influencia social,
en el sentido en que los individuos implicados abandonan e] dominio
cultural que habían experimentado y adoptan otras maneras de ser y
otras prácticas; pueden manifestar así varias posiciones: valorar la cultura
de origen, dudar entre la cultura de origen y la que les es propuesta,
rechazar la cultura de origen, lograr una transacción entre las dos.
Así, en cierto número de casos, los individuos tienden a rechazar su cultura
de origen por una nueva. Esto sucede, por ejemplo, en los programas
de intercambio de estudiantes en donde se observa que algunos no
desean volver a su patria antes de haber concluido todos sus estudios en
el país que les ha acogido.
En otros casos, unos individuos que han entrado en contacto con otra
cultura la rechazan y se hacen militantes nacionalistas y chovinistas (Amir,
1976). Otros i n d i v i d u o s , tras su experiencia con una cultura d i v e r s a ,
l a rechazan y se convierten en marginales. El fenómeno de la
marginalidad revela así el hecho de que unos individuos, ante normas y
valores de dos grupos incompatibles son incapaces de hacer una elección,
titubeando entre sus dos culturas sin encontrar respuestas satisfactorias
a su demanda contradictoria.
Los efectos de las relaciones interculturales hacen surgir así el hecho de
que los individuos hacen elecciones, realizan transacciones, efectúan unas
síntesis con los elementos apropiados de los diferentes sistemas sociales
(Bochner, 1981) o rechazan pura y simplemente uno de los polos del
dilema con el que se enfrentan.

Conclusión

En este capítulo hemos abordado la noción de cultura como un concepto


polisérnico que se refiere a un enfoque tanto humanista como
antropológico, sociológico o incluso psicoanalítico. El enfoque científico de
la cultura se ha impuesto esencialmente a partir de la antropología.
Cabe definirlo como el conjunto de las modalidades de la experiencia
social, construidas sobre saberes aprendidos y organizados como sistema
de signos dentro de una comunicación social que proporciona a los
miembros de un grupo un repertorio y constituye un modelo de
significaciones socialmente compartidas, permitiéndoles comportarse y
actuar de manera adaptada en el seno de una sociedad. A par ti r d e
esta definición hemos determinado dos componentes esenciales:

- por un lado, la existencia de valores que pueden ser


considerados como las normas culturales del juicio social;
- por otro, fa existencia de ideologías, es decir, de las formas
sistema- tizadas de representaciones que dispensan una explicación
«racional» y justificativa del funcionamiento social.

El estudio de ciertos mecanismos ideológicos ( cosificación social, división


categorial) nos ha mostrado que toda cultura opera un trabajo de
«pulimento» del mundo social, es decir, que valida los procesos sociales
como un «estado de cosas». Ha permitido captar concretamente cómo
los valores y las normas son parte integrante de una cultura y cómo, en
consecuencia, actúan como elementos organizados de las
representaciones y de las conductas.

Finalmente, nos hemos ocupado de una dimensión importante de la


cultura que interviene cada vez más en unas sociedades de plenas
mutaciones con cruces de poblaciones y grupos culturales di- versos. La
dimensión de la interculturalidad se impone cada vez más como un hecho
fundamental; aparece de manera esencial en numerosas interacciones
sociales entre grupos, individuos y sociedades con culturas diferentes y
puestos en contacto unos con otros. En la perspectiva de la psicología
social, las investigaciones han prestado atención a los diversos tipos de
relaciones en que aparece esta dimensión, en especial a las relaciones
entre los grupos de una sociedad. El estudio de ciertas relaciones
interculturales ha permitido destacar factores tales como la estructura
dentro/fuera o el valor y el impacto del territorio, en el caso de las
relaciones entre los grupos. De manera más general, el estudio de los
efectos interculturales ha revelado dos tipos de impacto:

- el primero, a nivel de grupo, que hace aparecer varias formas


características como el genocidio, la asimilación, la segregación o la integración;
- el segundo, a nivel de individuo, que considera las repercusiones
ligadas a diversos cambios de situaciones.

A través del estudio de las diferentes características y funciones de la


cultura, hemos comprobado que ésta existe en todo sistema social, pero
no como una cosa en sí misma, independiente y autónoma. La cultura
es una materia prima de la realidad social que se mezcla en todas las
formas de expresiones de la vida individual y colectiva. Es cada vez más
un cemento que da consistencia a nuestros gestos y a nuestras
relaciones. Por eso, no resulta posible estudiar los fenómenos sociales al
margen de la cultura que los conforma. «Toda sociedad es cultura» (Hall,
1979).

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