se han ido. Mi cuerpo se pudre y mi alegría por vivir se acaba. He dañado a los demás, me hago daño a mí mismo. Muero de a poco y sin ningún testigo. Pereceré solo, como los frutos que caen para no ser recogidos, como los animales enfermos que buscan alivio entre las sombras. Retoño que se apaga bajo escarcha. Estoy cansado de mi odio, de mi hastío, de los silencios blancos que pueblan mi mente, de recorrer con los dedos las heridas de mi cuerpo, del abismo que se abre entre mi deseo y lo que hay. No quiero perder el mundo, reconozco su mal, su fondo oscuro. Sólo quiero aprender a amar todas las cosas, ligarme al devenir del mar, al movimiento perpetuo de lo vivo. Quiero aprender a caminar con la alegría de un niño que mira con ojos limpios el desgarre de todo lo que es.