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A L.·. G.·. D.·. G.·. G.·. D.·. U.·.

O.·. T.·. D.·.

La Religión Católica y la M.·.


-La Acción-

V.·. M.·.
HH.·. Todos.

La relación de la Iglesia Católica1 y la M.·. no ha sido del todo pacífica y como


católico, sobre la misma siempre he tenido particular curiosidad, pues considero
que la división que existe se encuentra sustentada en razones infundadas que se
han desvanecido en el tiempo, pues, compartiendo el pensamiento de Alfredo
Corvalán en su libro Masonería, Ciencia y Religión “[…] la fe sin la razón es pura
superstición y la razón sin la fe se agota en si misma […]”2, así que considero que
la M.·. y la religión se pueden complementar, por lo tanto, intentaré resumir, con
la ayuda del libro del sacerdote José Antonio Ferrer Benimeli titulado “Masonería,
Iglesia, Revolución e Independencia”, las etapas que ha tenido está aparente
irreconciliable relación, partiendo del siglo XVIII y recordando que la precitada
relación fue incluso armoniosa por muchísimo tiempo con nuestros ancestros
MMas.·. Ope.·.

El primer periodo se puede ubicar en el siglo XVIII, a pocos años del surgimiento
de la M.·. Es.·., un periodo que yo denomino “de confusión”, en el cual fueron
promulgadas las bulas In eminenti del Papa Clemente XII en 1738 y Providas del
Papa Benedicto XIV en 1751, así como el decreto del Secretario de Estado de la
Santa Sede, Cardenal Firrao dirigido a los Estados Pontificios en el año 1739, donde
no se atacaba a la M.·. como institución, pero si a las reuniones que adelantaban
los MMas.·., pues, consideraban que dichas reuniones “[…] no solo eran
sospechosas de herejía, sino sobre todo, peligrosas para la tranquilidad pública y
seguridad del Estado Eclesiástico, ya que si no tuvieran materias contrarias a la fe
ortodoxa y al Estado y tranquilidad a la República, no usarían tantos vínculos
secretos […]”3. En este periodo de tiempo la Iglesia se encontraba atemorizada
por no conocer ni entender la unión de hombres de varias religiones en un solo
lugar, pues en ese momento la posibilidad que existía de reunirse en un mismo
recinto creyentes católicos y no católicos era un imposible digno de excomunión.

El segundo período lo he denominado “de agresión”. Ocurrió durante el siglo XIX


y en él aparecieron varias censuras, ya no en contra de las reuniones de MMas.·.,
sino directamente en contra de la M.·., pues, según el sacerdote Ferrer, el Vaticano
la identificaba como “[…] una asociación secreta cuyo fin es combatir la religión
católica y la soberanía legítima […]”4. En este periodo encontramosentre tantos
pronunciamientos antimasónicos, las constituciones Ecclesiam Christi del Papa Pio
VII en 1821 y Quo graviora de 1825 del Papa León XII, así como las encíclicas Qui
pluribus de 1846, Quibus quantisque de 1849, Quanta cura (complementada con

1
Católico significa Universal, que comprende o es común a todos, iglé
2
CORVALÁN A. (2014) Masonería, Ciencia y Religión. Editorial Veritas. (p. 2)
3
FERRER BENIMELI, J. (2015). Masonería, Iglesia, Revolución e Independencia. Editorial Pontificia Universidad
Javeriana. p. 19
4
Op. cit p. 32

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el Syllabus errorum os nostrae aetatis) de 1864 del Papa Pio IX y la recordada
encíclica Humanum genus de 1884 del Papa León XIII.

El tercer periodo, lo he denominado “de reconciliación”, fue una etapa más


pacífica y conciliadora, desde el Código de Derecho Canónico de 1917, promulgado
durante el papado de Benedicto XV, que, aunque recogía la filosofía antimasónica
de Pio IX y León XIII y donde se encontraba una referencia directa a la M.·. en el
canon 2335, identificándola como una sociedad encaminada a acabar con la Iglesia
Católica y condenando así a sus miembros, ipso facto a la excomunión, sus
intérpretes y comentaristas consideraron que de no existir esa finalidad destructiva
no habría lugar al referido máximo castigo.

El principal exponente de esta etapa fue el Papa Juan XXIII (de quien muchos
dicen logró el máximo grado del R.·.E.·.A.·.A.·.), quien lideró el Concilio Vaticano
II en el año 1959, donde aparentemente la eterna diferencia entre la M.·. y la
Iglesia de Roma, originada principalmente por la desconfianza injustificadamente
generada por la segunda, por fin se estaba zanjando, esto se acentuó con la
recordada oración del mismo Papa en el año 1966 en la ciudad de México (la cual
tenía un gran contenido M.·.) y al pronunciamiento del Prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, Cardenal Seper, del año 1974 donde “[…] admitía
públicamente la existencia de sociedades masónicas exentas de contenido
contrario a la Iglesia a las cuales podían afiliarse católicos sin ser excomulgados
[…]”5.

La última etapa la denomino “de retroceso” que puede encuadrarse durante el


período del actual Código de Derecho Canónico de 1983. Allí el canon 2335 del
anterior código cambió al 1374, donde se suprime la referencia directa a la M.·.
pero se mantiene el castigo a las asociaciones que “maquinen” contra la iglesia.
No obstante, en el mismo año y a propósito del referido código, el ahora Prefecto
de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Ratzinger, manifestó que
“[…] permanecía inmutable el juicio negativo de la Iglesia respecto a las
asociaciones masónicas porque sus principios siempre habían sido considerados
inconciliables con la doctrina de la Iglesia, por lo que la inscripción en ella
permanecía prohibida […]”6, lo anterior fue respaldado con un artículo del
Osservatore Romano en 1985. Publicaciones que en palabras del sacerdote Ferrer
“[…] con su desfasado y muchas veces ignorante antimasonismo, solo han servido
para crear desconcierto entre los masones católicos […]”7 quedando de nuevo
descompuesta la relación de la iglesia católica con la M.·.

Todo lo anterior resultó inquietante para mí, pues considero que la persecución de
la Iglesia Católica a la M.·., la cual considero de problema de la primera con la
segunda, se puede circunscribir en buena medida al desconocimiento de ciertos
temas que nunca le fueron, pero también puede ser que se circunscriba en buena
medida al conocimiento acertado de lo que es la M.·. y para ellos sea mejor que
no lo sepa todo el mundo, pues no puede pasar por alto que la marcada filantropía
y fraternidad que denotan los MMas.·. tiene una influencia religiosa en su
configuración, desde Anderson y Désaguliers con los Landmarks, que incluso hoy

5
Op. cit p. 43
6
Op. cit p. 45
7
Op. cit p. 52

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seguimos por tratarse de antiguos usos y costumbres que merecen toda nuestra
atención.

Lo cierto es que a pesar de las injusticias que por voluntad de la Iglesia de Roma
debió afrontar la M.·., la misma nunca fue, ni ha sido enemiga de esta o de ninguna
otra religión, pues como un camino complejo y completo al mejoramiento de
buenos seres humanos que es, la M.·. no se detendrá a perder tiempo y fuerzas
en contiendas inocuas, está sobre esas situaciones y va más lejos, es ahí donde
he podido encontrar una gran enseñanza que me propongo compartir con todos
ustedes.

La M.·. en nuestro grad.·. nos invita a crear y especialmente a desarrollar el


espíritu creador que tenemos adentro y en eso debemos esmerarnos día a día,
pero también considero que este grad.·. y su relación con el Trab.·. nos muestra,
con su compleja relación con la Iglesia de Roma, que hay que ser siempre
constantes, perseverantes y trabajadores por las causas en las cuales creemos,
muy a pesar de las adversidades que encontremos en el camino, hay que saber
seguir adelante y no desfallecer en la lucha por ser mejores ciudadanos y seres
humanos, para poder mejorar así nuestro entorno, es decir, nos enseña la acción.

Dicha acción la inculcaron con su labor nuestros ancestros, perdura hasta nuestros
días y somos sus herederos, debiendo continuar la tarea de nuestra Const.·. y
mejoramiento personal sin desfallecer, la cual considero que encuentra en la
espiritualidad un bastión importante y por tal razón, no logré encontrar alguna
razón por la cual la religión deba terminar enemistada con la M.·., todo lo contrario,
considero que deberían trabajar juntas, ya que es claro que la M.·. no ha
pretendido jamás ser o atacar una religión, la M.·. utiliza múltiples SSimb.·.
religiosos en sus ritos y enseñanzas, la mención que hacemos al G.·.A.·.D.·.U.·. no
refiere a un dios M.·. sino a aquel en que cada H.·. cree libre y espontáneamente
y que, en definitiva, no tenemos ningún ánimo dañino con ninguna religión,
solamente propendemos por evitar los dogmas impuestos y sin sentido para poder
llegar a la verdadera luz, siempre siendo tolerantes de otros pareceres.

Lo único cierto es que el Trab.·. que debemos hacer ha de ser constante y


duradero, pues fuimos, somos y seremos parte fundamental de la sociedad y esa
responsabilidad debemos corresponderla ganándonos honrosamente nuestro Sal.·.
y actuando, buscando ser mejores hombres y así mejorar nuestra vida Prof.·.
aplicando y viviendo la M.·., siendo esta la mejor manera de aprender un poco
más de ella, viviéndola cada día.

Frat.·.,

‫אֶ ְפ ָריִם‬
Resp.·. Log.·. xxxxxxx No. xxxx
Sivan 5779

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