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LATINOAMÉRICA E IGLESIA

Capítulo I

Castro comienza su libro citando a dos autores, Ander Egg y Barreix, que explican el surgimiento del Servicio
Social en LA con la apertura de la primera escuela "Dr. Alejandro del Río" en 1925.

Ander Egg hace hincapié en la influencia de las prácticas extranjeras en la conformación del SS en LA; en el
período 1925-1940 fue principalmente europea (belga, francés, y alemán) y a partir de 1940 exclusivamente
EEUU.

Barreix en cambio, pone el acento en la influencia del movimiento de los médicos higienistas, especialmente de
Alejandro del Río, de mejorar la eficacia y el rendimiento en sus tareas, a través del a creación de una sub-
profesión, que a su vez se integraría con otras suub-profesiones ya existentes.

Ambos autores coinciden en clasificar en etapas el SS.

La explicación de ambos autores tienen una base común. Entienden el surgimiento del SS mirando hacia la
vieja Europa; efectuán una larga presentación del advenimiento y posterior desarrollo del capitalismo
europeo. A partir de allí viene el segundo paso, consistente en la exposición de las sucesivas variaciones en las
formas de acción social para cuya presentación se vuelve sobre lejanos antecedentes.

Sengún Castro, desviar la mirada hacia Europa, que tuvo su propio y diferenciado desarrollo capitalista, puede
conducir a graves errores en el manejo del TS. Consecuencias del traslado de la historia general de la caridad,
la filantropía y las secuelas concretas desprendidas del capitalismo europeo, es la afirmación de que el TS en
LA debe ser entendido como un mero reflejo de aquel (Ander Egg).

Así, el autor remarca que LA y Europa sufren procesos diferentes de conformación de Estados burgueses, y que
el surgimiento del TS debe ser entendido en contextos específicos. Lo mismo sucede con la afirmación de
Ander Egg y Barreix de que "el SS en LA nace con la creación de la primera escuela en 1925", esto limita el
amplio proceso de surgimiento del SS en LA, a la iniciativa de un puñado de personajes.

El autor sostiene que a pesar de que la fundación de la Escuela De Servicio Social en Chile en 1925 abre una
etapa nueva dentro de la profesión, como venía siendo ejercida, no puede evaluarse por ella misma como la
apertura de un proceso sindicado. Cualquiera que sea el lugar y la fecha, siempre hay momentos específicos
dentro de un proceso de maduración que llega a un punto cualitativamente diferente cuando la profesión
empieza a plantearse su propia reproducción de manera mas sistemática.

Dinámica de clases y profesionalización del Servicio Social

Para Chile los años 20 se presentan como una etapa histórica decisiva marcada por la emergencia de nuevas
clases sociales bajo el impulso de relaciones de producción basadas en la explotación de fuerza de trabajo
asalariada, el dinamismo de un temprano proceso de industrialización, y la penetración de los capitales

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norteamericanos como parre de una estrategia general de sustitución de la hegemonía inglesa y la cooptación
de capitales latinoamericanos.

En este cuadro las expresiones de protesta y los avances en la organización de clase del proletariado, exigían
que el Estado, y dentro del la alianza de clases dominantes, como sostén de la hegemonía, debiera articular
formas de acción para atender las demandas de una realidad social nueva. Obviamente en ningún país, el
enfrentamiento de clase fue resuelto pacíficamente y a favor de la clase obrera. El uso de las mas diversas
formas de represión estuvo siempre combinada con algunas concesiones a la clase trabajadora y al movimiento
popular. Al compás de estos impulsos, el Estado se adaptaba a la nueva situación: se realizaron gastos
destinados a mejorar las condiciones de reproducción de trabajo y la aprobación de leyes laborales.

Este proceso de industrialización trajo toda su secuela de consecuencias y males derivados de la expansión de
las relaciones capitalistas de producción. Miseria, crecimiento anárquico de las ciudades, migraciones de
campesinos despojados de sus tierras, etc., fueron campo fértil y propicio para el surgimiento y desarrollo de
agentes encargados de darles atención, ente los cuales se ubican los trabajadores sociales. Que fuera un médico
quien organizara y tomara las primeras iniciativas para la fundación de la escuela tiene cierta lógica, no solo
por su significancia social que en esa época tenía el ser médico, abogado o sacerdote, sino que muchas de las
funciones propias del Estado recaían sobre ellos. Además porque los conflictos laborales y las expresiones de
protestas tenían que ser atendidas por abogados. También el problema de la salud era especialmente agudo en
tiempos en que la acumulación capitalista condenaba a miles de trabajadores a las enfermedades y su cuidado
era precario, al carecerse de infraestructura suficiente, ni menos, desde luego, de un cuerpo profesional
suficientemente extendido. Pero sobre todo porque estas exigencias de carácter social no formaban parte de las
necesidades que el capital se interesaba en atender.

Todas aquellas acciones subsidiarias de la sociedad oligárquica, sucumbían ante el imperante crecimiento de la
economía capitalista. Diversas modalidades de acción social quedaron determinadas a sufrir alteraciones
sustantivas mudando la perspectiva de su función, reservándose para ellas, como el TS, ciertas tareas para las
que se requerían niveles de preparación especial. Sin embargo, no era que se erigiera por encima de las formas
de TS previas una nueva y moderna modalidad de acción que suprimiera a las precedentes. Ellas, por el
contrario, eran objetivaciones de una situación social imperante. Expresaban a su manera las características de
sociedades donde se articulan nuevas relaciones de producción. . Sociedades a cuyo interior tenía lugar un
doloroso proceso de implantación de la implacable lógica del capital con todas sus determinaciones. De ahí que
este espectro de alteraciones e insurgencia de nuevas formas de acción social, se pusieran en evidencia, como
una transformación más, en el caso del TS.

En cuanto a la afirmación de que el TS es un mero reflejo de concepciones elaboradas en el exterior, el autor


aclara que el influjo de las ideas europeas sobre la configuración del TS se explica al comprenderse los lazos de
subordinación estructural, entre los cuales destaca para sus fines, aquellos de carácter ideológico. Sin este
señalamiento la verdad queda dicha a medias, y por tanto, permanecen abiertas las posibilidades de entender
el denominado reflejo como si aquel fuera producto de una selección voluntaria y que la alternativa de escoger
otras influencias era una probabilidad a la que no se recurrió.

Si se recurrió a lo que Europa podía ofrecer en materia de legislación laboral, de seguridad social o de asistencia

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pública, fue -al entender de Castro- porque existía una compatibilidad entre los proyectos de clase que algunas
capas de las clases dominantes tenían y el contenido y mensaje de las formulas de acción importadas. Ese nivel
de identidad creaba las condiciones para que se visualizara en ellas un mecanismo de acción aplicable a las
realidades de nuestros países.

En conclusión, actuamos bajo el entendido de que la profesión ella misma, sólo puede ser entendida al interior
del desarrollo de las relaciones de producción capitalistas, asentadas bajo particulares condiciones en cada uno
de los países de LA. El proceso de imposición de la lógica de acumulación capitalista es el eje alrededor del cual
se articulan y organizan las funciones del Estado y la pugna de las clases sociales por lograr su hegemonía, y
desde luego, entre el conjunto de ellas y la clase obrera, que emerge como contrario de la implantación de las
relaciones salariales de explotación.

Capítulo II : "Iglesia, relaciones de producción capitalistas: y el período formativo de la profesión"

Largos años antes de lograr una ubicación en las aulas universitarias, el TS tenía configurada una práctica que
se desarrollaba contando con sus componentes principales: un conjunto de objetivos implícita o explícitamente
asignados, sectores hacia los cuales la acción de los profesionales del TS dirigían su actividad, y agentes
concretos encargados de tal ejercicio.

Las formas de organización popular, y en particular de la clase obrera, fueron progresivamente presentando
nuevas exigencias sociales a las que se intentó responder a través de distintos mecanismos. Las clases
dominantes buscaron así orientar las luchas del pueblo enmarcándolas en el cuadro de la legislación burgesa,
cuya tramitación y control corresponde al Estado. Se impone por tanto la necesidad del capital de organizar
mecanismos preventivos y de control que, bajo la forma de atención a las necesidades de los trabajadores,
pudieran allanas las condiciones para su reproducción. Las exigencias históricas de acumulación capitalistas,
se suponen la reproducción de las relaciones sociales de producción con sus implicancias en el campo de la
ideología, imponen su lógica, en efecto, multiplicando y diversificando mecanismos de actuación que
posibiliten la salvaguarda y ampliación del capital. Este es el impulso específico dentro del cual surgen las
fuerzas que inyectan nuevos criterios para el desarrollo de la profesión.

Los contenidos y las doctrinas de poderosa influencia cristiana dentro de este proceso, evidencia a la vez su
fuerza y sus limitaciones para jugar funcionalmente junto a las demandas del Estado burgués y de las clases
qeu necesitan agentes colaboradores en la reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía, tanto en lo
que respecta a la orientación y organización de la vida como al consumo de las nuevas capas sociales qué se
someten a la órbita del capital, y cuya fuerza de trabajo no puede ya venderse por un salario tan sólo como
transacción libre dentro de un mercado anárquico, sino que ahora el Estado debe intervenir en él, garantizando
los intereses generales del capital.

El proceso de adaptación de la clase obrera a su nueva condición social pasó así a ser acompañada por
profesionales cuya formación se buscó adecuar técnica e ideológicamente para que les permitiera actuar con
acierto en esta tarea. Pese a ello, el análisis de la tarea por sí misma no permite mostrar la lógica dentro de la
cual cobra sentido. El criterio de distinción no debe por ello ser buscado dentro de ella misma, sino en el
conjunto del sistema de relaciones en el cual dichas actividades se encuentra. Como dice Gramsch "el obrero o

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proletario, por ejemplo, no se caracteriza específicamente por el trabajo manual o instrumental, sino por ese trabajo en
determinadas condiciones y en determinadas relaciones sociales ".

Lo mismo sucede con el TS cuando éste pasó a actuar dentro de relaciones de producción propiamente
capitalistas que se tornaban cada vez más nítidas, y conforme el conjunto de la vida social iba organizándose al
compás de ésta.

Dentro de esta perspectiva tiene que ser vista la relación Iglesia-TS, pues los vínculos de la primera con el
asistencialismo pre-profesional fue mudando de carácter conforme los cambios en la sociedad exigían un
redefinición no solo del asistencialismo católico, sino de la doctrina social de la Iglesi y de sus políticas y
relaciones de poder dentro del nuevo cuadro de fuerzas emergente.

Es así como la aparición del TS, en cuanto protagonista de una práctica diferenciada de la asistencia pública y
de la caridad cristiana, está ligada a los objetivos políticos-sociales de la iglesia y de las fracciones de clase
vinculadas más directamente a ella. Los elementos que más contribuyen al surgimiento del TS se originan en la
Acción Católica- intelectualidad laica, estrictamente ligada a la jerarquía católica- que propugna con espíritu
mesiático al recristianización de la sociedad mediante un proyecto de reforma social. Estos núcleos de legos
orientados por una práctica humanista y antiliberal, se lanzan a una vigorosa acción dirigida a penetrar dentro
de todas las áreas en instituciones sociales, creando mecanismos de intervención en amplios sectores de la
sociedad con la estrategia de ir progresivamente logrando puestos de importancia en el aparato del Estado. La
Acción Católica y por extensión el SS, están vinculados a un proyecto de recuperación de la hegemonía
ideológica de la iglesia en la lucha contra el materialismo liberal y contra la agitación social de cuño anarco-
comunista.

La Iglesia por largos años basó su poder en la organización no sólo de un aparato político, sino en la
profesionalización de sus jerarquías, buscando que éstas subordinaran el desarrollo y difusión del
conocimiento de los dogmas de la fe católica. Los dogmas iban cambiando su interpretación en función de los
cambios múltiples que iba reordenando la sociedad y las ideologías dominantes. Así, para ella es fundamental
generar un control sobre los intelectuales y profesionales laicos, a quienes organizó en instituciones,
movimientos, etc., con funciones especializadas más específicas y cambiantes, gracias a la importancia del
"material ideológico" de que disponían.

Su andamiaje organizativo, fusionado por una doctrina centralizada, donde también tuvo funcionalidad el
catolicismo popular, ha participado de diferentes procesos históricos, en los cuales la Iglesia Católica fue
progresivamente reorientando su estrategia general, y, por consiguiente la acción misma de la feligresía hasta
lograr establecer su influencia y su presencia en ellas, arraigándose en la mentalidad de las grandes masas,
alimentando permanentemente y organizando su fe, y difundiendo y repitiendo sin cesar su apologética, a
través de una gama amplia y jerárquica de intelectuales.

La Iglesia debió recrear permanentemente tanto sus argumentos de poder, procurando adaptarse al cambio,
cuanto aquellas fórmulas prácticas de acción que entregaban a la feligresía, valiéndose para ello, sea del
contacto regular que mantenían con las masas, o de los organismos de acción laica que como su sistema
nervioso central pasaron a vertebrar e institucionalizar la acción católica.

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En LA la Iglesia Católica jugó un papel de extrema importancia desde los primeros momentos y su
significación social y política fue en notable aumento a lo largo de los años de duración del dominio colonial.
La Iglesia aportó los intelectuales orgánicos, siendo la clerical la más típica de las categorías intelectuales,
monopolizadora, durante mucho tiempo, de servicios importantes tales como la ideología religiosa, a filosofía,
y la ciencia de la época, la educación, la moral, el ordenamiento de las costumbres, la idea misma de la justicia,
etc.

El progresivo debilitamiento del poder colonial y de las clases que de él usufructaba, junto con la implantación
más definitiva de las relaciones de producción capitalistas, obligaron a la Iglesia a un replanteamiento de su
propia estrategia de acción política. Aferrarse al poder de las clases coloniales, hasta las últimas consecuencias,
hubiera significado graves dificultades para la Iglesia. Su propio proceso de lucha interna fue haciéndola más
sensible a las modificaciones que se procesaban en la estructura social.

La Iglesia, fue la que impuso una dirección cultural concordante con las exigencias de hegemonía social de las
clases dominantes. En el terreno más específico de lo que se denominaba asistencia social, organizó formas de
tratamiento a los problemas de la época, previa a la explosión industrial.

Se movía dentro de un proyecto más general de reforma social, cuyo contenido principal era luchar en pro de la
recuperación hegemonía cristiana, cuando ésta comenzó a peligrar en virtud tanto de la influencia marxista,
como la propuesta liberal. La lucha contra la secularización y la racionalidad que acompaña la expansión del
capitalismo. Asumió el carácter de utopía social, cuya inspiración procedía del pasado de la hegemonía
ideológica de la iglesia sobre la sociedad y el Estado, y residía en la búsqueda de la restauración de aquel
dominio perdido.

Como parte de la estrategia destinada a la recuperación de su hegemonía ideológica, tanto la jerarquía católica
como los legos, valoraron en mayor medida la acción social, así como la participación activa y organizada del
laicado en la vida social, creándose para ello los soportes de tipo legal e institucional que le dieran vialidad.
Dentro de estos canales se destacan la enseñanza católica, los centros de estudios, la acción católica, las
universidades, los sindicatos católicos, nuevas formas de acción de las parroquias, etc. Esta respuesta de la
Iglesia obedecía a los cambios operados en el seno de las sociedades latinoamericanas, en las que la acción de la
Iglesia Católica y su labor a través de sus agentes, perdían significativo espacio.

BRASIL

El surgimiento del Servicio Social en Brasil remota a los primero años de la década del 30, como fruto de la
iniciativa particular de varios sectores de la burguesía fuertemente respaldados por la Iglesia Católica, y teniendo
como referencia al Servicio Social europeo. No puede ser comprendido como una simple transposición de modelos
no como mera importación de ideas, pues sus orígenes están profundamente relacionados con el complejo
cuatro histórico-coyuntural que caracterizaba el país en aquel momento. La acumulación capitalista dejaba de
realizarse a través de las actividades agrarias y de exportación, centrándose en la maduración del mercado de
trabajo, en la consolidación del polo industrial y en la vinculación de la economía en el mercado mundial. El

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proceso revolucionario en curso en Brasil desde la segunda mitad de la década del 2o venía exigiendo una
rápida recomposición del cuadro político, social y económico nacional. La represión policial, típica de la Primera
República, a través de la cual la burguesía deseaba detener el avance del movimiento obrero, ya no se mostraba
más eficaz.

Los antagonismos que marcaban las relaciones sociales del sistema capitalista y que penalizaban al trabajador y
a su familia ya no admitían más retrocesos. La lucha de clases se imponía como una realidad irreversible,
determinando un cuadro social marcado por permanente tensión. La Vieja República se estaba desmoronando y
tuvo su fin con el movimiento político-militar de 193o.

El Estado que surgió de la República nueva fue una entidad global mística, por encima de las clases, pero
considerándose legítimo defensor de sus intereses y atribuyéndose la misión de rescatar el clima de armonía
social. Trajo para sí la responsabilidad de cuidar la reproducción de la fuerza de trabajo. Para eso buscó el
fortalecimiento de su alianza con la Iglesia y los sectores más ricos de la burguesía. Los movimientos legos
fueron los agentes accionados por la Iglesia para actuar con los obreros. En Sao Pablo, en una conjugación entre
la iglesia y la burguesía naciente, había sido creado, en la red del movimiento constitucionalista (1932), el Centro
de Estudios y Acción Social de Sao Pablo (CEAS). En ese Centro, como fruto de la iniciativas de las canonesas de
San Agustín, se realizó en Brasil el primer curso de preparación para el ejercicio de la acción social, que se
denominó Curso Intensivo de Formación Social para Señoritas, que fue dictado por la asistente social belga
Adele de Loneux de la Escuela Católica de Servicio Social de Bruselas. La clientela de este primer curso estaba
constituida por jóvenes católicas y todas pertenecientes a familias de la burguesía paulista.

El curso llegaba en un momento de gran agitación política, económica y social, en el que imperaba un miedo por
parte de la burguesía a la infiltración de ideas comunistas. De cierta forma a través del curso se abría la
posibilidad de que la mujer paulista marcara su presencia en el proceso político que se desarrollaba en su propio
Estado. Aunque dirigido inicialmente a un pequeño y seleccionado grupo, se esperaba un gran efecto
multiplicador, aliado a una ampliación de sus resultados por el propio CEAS.

Históricamente ese fue el evento que marcó el primer paso del largo camino del Servicio Social en el territorio
brasileño, que se inició bajo el revelador signo de la alianza con la burguesía.

Según Martinelli, la identidad atribuida al Servicio Social por la clase dominante era una síntesis de funciones
económicas e ideológicas, lo que llevaba a la producción de una práctica que se expresaba fundamentalmente
como un mecanismo de reproducción de las relaciones sociales de producción capitalistas, como una estrategia
para garantizar la expansión del capital. Así como para muchos de sus agentes la acción social atendía a
motivaciones personales y religiosas, y buscaban alcanzar objetivos filantrópicos y altruistas, para la clase
dominante lo que importaba eran sus resultados materiales y concretos.

Fue en ese contexto que el Servicio Social inició su trayectoria de profesionalización en Brasil en 1932. Allí
recibió la mejor de las acogidas por parte de aquellos que se habían movilizado para promover su llegada al
país: los sectores más ricos de la burguesía católica y la propia Iglesia, los cuales movidos por el miedo a la
infiltración de nuevas ideologías y del avance de los movimientos sociales y temiendo la reincidencia de
conflictos más graves como aquellos que marcaron la posguerra, estaban envueltos en una verdadera "guerra

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santa". Asumían como tareas improrrogables, como misiones evangelizadoras, la unificación de la nación brasileña en torno
del cristianismo, ya su interior, el fortalecimiento de la familia obrera en l fe cristiana. Con tales objetivos, los católicos
se venían organizando en grupos y asociaciones a través de los cuales realizaban su apostolado lego. La Iglesia
envuelta en una articulación más amplia con el Estado, cuyo objetivo era recuperar y consolidar su prestigio y
su hegemonía apoyó plenamente tales iniciativas, y más tarde el movimiento católico lego ganó fuerza,
estructura y expresión

Así, al llegar el Servicio Social a Brasil se encontró con una misión y una causa que ya lo esperaban, las cuales
demandaban una inmediata articulación, incluso en el sentido de sumar esfuerzos con aquellos que por ellas
luchaban. La "acción cristianizadora del capitalismo" que se encontraba en curso era una causa que envolvía a
todos los grupos y movimientos católicos.En este contexto, como iniciativa de el Obispo Dom Sebastiao Leme,
surgió el Centro Dom Vital a manera de matriz desde el cual empezó a proponerse toda una estrategia de
acción; y junto a él, el año 22, la Confederación Católica como instrumento práctico para el relanzamiento
eclesiástico. Ambas organizaciones promovieron la formación de diferentes movimientos sociales que se
basaban en la Doctrina Social.

Sin duda las respuestas organizativas de la Iglesia estuvieron ligadas a la magnitud que alcanzaron las luchas
obreras entre los años 17 y 20 bajo orientación anarquista y que respondían al momento de crisis vinculada al
descenso de la expansión industrial.

La ganancia de la Iglesia a lo largo de este período es el resultado de una compleja trama de intercambios con el
gobierno de Getulio Vargas que reconoce en la Iglesia un apreciable aliado a quien busca atraer por su
influencia y autoridad.

En 1936 se crea la Escuela de Servicio Social de Sao Pablo iniciándose con ello una nueva etapa en la práctica de
la asistencia social y cuando la Iglesia en su conjunto pasaba por un importante momento de redefinición al
interior de una cambiante sociedad brasileña. Sumado a la necesidad de la Iglesia misma, coincide también con
una demanda profesional que empieza a perfilarse desde algunos aparatos del Estado con lo que la calificación
académica, religiosa y técnica, se tornó mas exigente.

En noviembre de 1937 se instauró en el país el "Estado Nuevo" con Getulio Vargas a la cabeza. A lo largo del
periodo en que se extendió la dictadura varguita, el discurso social permaneció presente de forma populista y
paternalista. Tal discurso se expresaba en la atención de las carencias más urgentes del gran número de pobres y
de las necesidades más inmediatas del trabajador y su familia; esto producía un efecto social muy importante
reduciendo las manifestaciones aparentes de los problemas y fortaleciendo la ilusión de que el Estado nutria un
paternal interés por el ciudadano. Los espacios para la acción social se ampliaron, inclusive creándose durante
ese período grandes instituciones estatales o paraestatales las cuales debían operacionalizar las respuestas
políticas gubernamentales.

En este mismo año se creó el Instituto de Educación Familiar y Social, formado por dos escuelas: una de servicio
social y otra de educación familiar. Al año siguiente por iniciativa del Juzgado de Menores la Escuela Técnica de
Servicio Social como institución principalmente dedicada a la atención de menores; y en 1940 se incorporó a la
Escuela de Enfermería Ana Nery el curso de preparación en Trabajo Social. Todas en Rio de Janeiro.

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CHILE

Formación profesional e Iglesia en Chile: El caso de las primeras Escuelas

Contexto social, político y económico

En los años 20 aparecen nuevos grupos sociales en la vida chilena. Ellos son resultados de profundos
cambios en la economía del país. El movimiento obrero que ya se había expresado firmemente desde
fines del siglo anterior conquistó un lugar preeminente.

Bajo el estímulo de los movimientos obreros y populares que poseían un carácter altamente
disciplinado y claramente influidos por las ideas socialistas y anarco sindicalistas, tiene lugar un
cambio en el sistema político orientado a la democratización del país y la elevación de las condiciones
de vida de los sectores que pugnan por un espacio de acción para su desarrollo autónomo y por la
institucionalización de sus demandas.

En 1920 llega al poder Alessandri (con el apoyo de las clases medias) con una propuesta de conciliación
entre la oligarquía y las demandas obreras. En 1921 fue aprobado por el senado un Código del Trabajo.
Esta legislación obligaba a que desde el Estado se buscaran respuestas a los apremiantes problemas de
seguridad social, vivienda, condiciones de trabajo, salud pública, salariales, etc., que la clase obrera
planteaba.

Toda la década del 20 está marcada como un periodo de severa crisis institucional y continuas protestas
que desembocaron en una inestabilidad en que se suceden varios golpes militares.

La fundación de la primera Escuela de Servicio Social en 1925, y poco tiempo después, de la EEMC, se
insertan en el cuadro político antes descrito.

Escuela de Servicio Social "Dr. Alejandro del Río"

Fundada en 1925 por el Dr. Alejandro del Río tiene un origen más ligado a la acción del estado. La
Junta Central de Beneficencia de Santiago envió al Dr. del Río a Bélgica para que visitara los centros de
formación académica de aquel país.

La legislación aprobada en el año 1924 puso a flor de piel las diversas exigencias de adecuación de las
entidades estatales o para estatales frente a las múltiples demandas que la aludida legislación le
ocasionaba. Ejemplo de ellas son: leyes de previsión social, la del seguro obrero obligatorio, las leyes
sobre la habitación obrera, e derecho de huelga, la sindicalización legal, la protección del trabajo de
niños y mujeres, etc. El Dr. del Río tuvo la virtud de encontrar una respuesta parcial creando la escuela
para formar profesionales destinados a complementar la labor del médico.

Su fundación se inscribe en una etapa de aguda lucha de clases, de incansable combatividad obrera, de
serias dificultades fiscales y de crisis en el Estado para la elaboración de un definido proyecto de las
clases dominantes. También son las exigencias de una fuerte clase obrera la que impone la
incorporación en el derecho burgués de varias de sus demandas.

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Escuela de Servicio Social "Elvira Matte de Cruchaga"

La organización del EEMC a partir de 1929, responde a motivaciones diversas. Obedeció al interés de la
Iglesia por forjar un centro católico ortodoxo de formación de agentes sociales adecuados a los cambios
que sufría la sociedad chilena, buscando respuestas a los estímulos concretos y prácticos que le imponía
la lucha de clases, así como una estrategia de continentalización de la influencia católica en la creación
de las escuelas de servicio social.

La EEMC tuvo un papel irradiador sobre el resto del continente, que fue posible porque encontró
campo propicio en los distintos países hacia donde se dirigió. Los casos de Uruguay, Perú, Brasil, entre
otros, así lo atestiguan.

Fue fundada por Miguel de Cruchaga Tocornal y la organización de la Escuela estuvo a cargo de las
señoritas Rebeca y Adriana Izquierdo.

- Formación de las alumnas

El sustento principal del Servicio Social propugnado por la Escuela, estaba en la sólida formación del
profesional. Para ello se tuvieron en cuenta dos factores: uno, los antecedentes de las postulantes, y dos,
la formación impartida durante la carrera.

Casi sin excepción, las escuelas católicas de Servicio Social establecieron rigurosos requisitos para la
admisión de las alumnas. En el EMMC estos son algunos: tener entre 21 y 35 años, certificado médico
que acredite buena salud, entrega de antecedentes de honorabilidad y recomendación del párroco,
haber cursado humanidades completas con buenos certificados, redactar una breve reseña personal
sobre su vida y actividades anteriores. Los requisitos tenían una clara impronta elitista, de modo que
casi sólo las "damas de sociedad" podían cumplirlos. También se sumaban los pagos por derecho de
matrícula, aparte de todas las pruebas de una sólida educación religiosa.

En en plan de estudios hay también un énfasis importante en el cuidado de la salud. El hecho se explica
por las pésimas condiciones de salubridad resultantes del reordenamiento capitalista de la economía y
la sociedad, así como los antecedentes de proximidad entre el Servicio Social y la Enfermería.

De este modo, aunque la EEMC no estuviera bajo el influjo directo de la profesión médica, habían
antecedentes históricos, una base material y mercado de trabajo que dirigían a la profesión hacia los
problemas de salud o a la higiene pública.

-Influencia internacional

La EEMC tuvo una importante influencia sobre todo el continente en lo que a la formación de escuelas
católicas de Servicio Social respecta. Tal vez por ser la primera escuela de este género implantada en
este continente, fue escogida como el centro principal de operaciones de la UCISS con sede en Bruselas
y a la cual se afiló la EEMC desde sus primeros años de vida. En 1938 la Escuela fue designada sede del
Secretariado de la Unión en América latina

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La EMMC recibió de la UCISS el encargo de fomentar el Servicio Social Católico en América Latina. En
un comienzo la campaña consistió en el envío de cartas prospectos de la Escuela. Pronto esta actividad
comenzó a dar sus primeros frutos:

En 1935 la Srta Hortensia de Salterain se dirigió a la EEMC para permanecer un tiempo
familiarizándose con su funcionamiento, para luego retornar a Uruguay, su país de origen y formar el
Comité Organizador. Finalmente en 1937 se concretó el proyecto.

La Srta. Izquierdo se dirigió luego a Buenos Aires para promover la creación de una escuela católica
de Servicio Social. En 1940 se organizaba en Buenos Aires la Escuela Católica de Servicio Social en cuya
gestión participó la EEMC aportando toda su experiencia.

En Colombia la formación de la Escuela Católica correspondió al entusiasmo de la Srta. María Carulla
quien también tuvo estrecha relación con la EEMC. Su cooperación fue permanente.

En el Perú la Escuela de Servicio Social fue fundada en el año 37. En su gestión tuvo papel
prottagónico la esposa del Presidente Benavides, quien desde el año 1934 solicitaba ya la cooperación
de EEMC y fue justamente una ex-directora de este centro de estudios quien asumió la dirección de la
Escuela peruana en su fundación.

La Escuela de Venezuela estuvo igualmente en la esfera de influencia de la EEMC. Fue a sugerencia
de ésta última que la propugnadora de su formación, realizó las gestiones para que se ocupara de
dirigirla.

La primer Escuela de Cuba fue fundada unos años después. El dinamismo de las directivas de la
EEMC repercutió en aquella isla caribeña dando lugar al entusiasmo de un grupo de personas.

PERÚ

Surgimiento de la Escuela de Servicio Social del Perú

La década de los años 20 transcurrió en el Perú bajo el mandato dictatorial del Presidente Leguía (1919-
1930), quien quiso imprimirle a su gestión un tono de corte populista a semejanza del Yrigoyenismo
argentino o el Alessandronismo chileno.

Aquellos años el Perú enfrentó cambios que sellarían para siempre su historia. Leguía optó por
someterse al imperialismo norteamericano, de quién logró los recursos que sustentarían su
administración, concediendo en contrapartida importantes recursos primarios del país, a la vez que por
el distanciamiento del bloque oligárquico terrateniente, al cual pasó a hostigar.

Los años 20 fueron testigos de una reorganización de la estructura de clases, y de la insurgencia a la


vida política del país de los sectores populares decisivamente influenciados por las figuras de Victor
Raúl Haya de la Torre (fundador de la APRA) y José Carlos Mariategui (movimiento socialista).

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Al producirse la gran crisis internacional la economía peruana se vio severamente afectada, dado que
los ingresos fiscales dependían en gran medida del financiamiento extranjero (EEUU).

En aquellas circunstancias el deterioro del régimen se encontró atenazado entre un agresivo


movimiento popular, que no había logrado articular una dirección política, y el frente de oposición de
las propias clases dominantes que, carentes de un movimiento político propio, tocaron, una vez más,
las puertas de los cuarteles propiciando una solución que ellas mismas no podían lograr. El desenlace
de aquel entrabamiento vino con el levantamiento de Sanchéz Cerro en 1930, quien contó con el apoyo
de diversos sectores populares.

Sánchez inauguró su gobierno implantando algunas reformas escasamente trascendentes, asumiendo


después una posición favorable hacia la oligarquía terrateniente. A sus mano blanda, sin embargo, se
sumaba un ejercicio autoritario y represivo del poder que no toleraba las manifestaciones autónomas
de organización de las clases populares a las que pasó a golpear.

En 1931 se abrió en periodo de inestabilidad institucional; se sucedieron múltiples golpes militares y


hasta el asesinato del Presidente Sánchez Cerro. Con su muerte la Asamblea Constituyente entregó el
poder a Benavides, un militar de gran prestigio.

Benavides propició un gobierno de Paz y Concordia dirigido en particular al Partido Aprista con que
estableció una tregua en base a ciertos ofrecimientos. El militar prometió liberar a Haya de la Torre,
realizar elecciones constitucionales, restituir las libertades y separar al gobierno de los sancherristas.
Pero a causa de la acusación de aproximación al APRA por parte de sus compañeros, incumplió con
sus promesas, salvo la de liberar a el dirigente aprista.

En 1934 se llamó a elecciones presidenciales en las que triunfó el candidato apoyado por el APRA y el
Congreso decidió anularla basándose en un artículo de la Constitución. Benavides se proclamó
presidente por tres años más; el Congreso le otorgó sus facultades legislativas al mismo.

Una vez posesionado del poder, Benavides designó un gabinete militar y gobernó amalgamando los
intereses de oligarcas y terratenientes con lo del sector industrial incipiente al que miraba con simpatía.
La apelación a los militares volvía, de aquel modo, a ser la herramienta salvadora frente a las amenazas
de un candidato triunfante, que no siendo aprista, estaba comprometido con este partido en virtud del
apoyo que le dio en las elecciones.

Este gobernante entendió que la represión era insuficiente para controla el movimiento popular. La
inestabilidad y turbulencia de los años anteriores así lo habían demostrado. Por ello, emprendió
diversas iniciativas de política social con las que intentaba modernizar el estado y atender diversas
necesidades insoslayables. Algunos ejemplos son: la reglamentación de pago de horas extras o el pago
de jornales del 1° de mayo, la creación del Seguro Social Obrero, el Ministerio de Salud Pública, Trabajo
y Previsión Social, comedores populares, etc.

En cuanto a la economía, Benavides asumió un papel más activo de protección de la incipiente


industria nacional controlando las importaciones e igualmente creó el Banco Industrial. Se

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incrementaron los aranceles y hubo un incremento del comercio con Inglaterra y un debilitamiento con
EEUU.

Otro rasgo del régimen de Benavides fue simpatía declarada al fascismo, así como sus aproximaciones
concretas con el eje.

En este contexto, en el año 1937, fue creada por ley, la Escuela de Servicio Social del Perú (ESSP).

Estado, Clases y la formación la ESSP

Mientras que en Chile y en Brasil, así como en otros países de industrialización temprana, el servicio
social apareció respondiendo a las consecuencias de una más depurada cristalización capitalista; en el
Perú casi al final de los años 30 la escuela aparece sobre una base burguesa en pleno proceso de
configuración. Desde años antes y particularmente en los años 20, el estado desempeñaba el papel de
promotor de las condiciones generales para la acumulación capitalista, modernizando la legislación,
reordenando las instituciones públicas, promoviendo la modernización de las ciudades, y en particular
de lima, fomentando la red ya que entregará el mercado interno, etcétera. Sin embargo este fue un
proceso lento y la ausencia de un sector burgués moderno, así como la debilidad del bloque dominante
coadyuvó a esta lentitud.

Al crearse la primera escuela, el caso que vincula directamente al ministerio de salud, trabajo y
previsión social, creando casi conjuntamente con la ESSP, para aportar parte del personal que trabajaría
tanto en esta repartición como las otras que iban surgiendo partir de las medidas del gobierno de
Benavides. De ahí pues que la aparición de la escuela esté ligada más estrechamente con la expansión y
modernización estatal y sólo secundariamente con la demanda proveniente del sector privado.

En 1931 el instituto el niño creó la escuela de visitadoras sociales de higiene infantil y enfermeras de
puericultura con las que el estado ampliará su intervención en el campo de la atención a la niñez. Esta
escuela tuvo una vida efímera ya que funcionó durante poco más de un año debido principalmente a la
severa inestabilidad política de aquel período. En este caso, la puesta en funcionamiento correspondía
al interés de algunos médicos por contar con personal que auxiliara al médico en sus funciones.

Años después las visitadoras de este primer centro de estudios desarrollarían una rivalidad con las
egresadas de la ESSP.

-Papel de la Iglesia

La creación de la ESSP respondía también a una política social de la Iglesia practicada como una
constante en diversos países latinoamericanos.

En la década de los 30, caracterizada por un período de intensa agitación social, la Iglesia Católica
intervino activamente en la vida política del país. Su identidad con el bloque dominante estuvo
notablemente reforzada por el grado de polarización de la lucha de clases. La presencia amenazante de
un movimiento popular que remecía los sustentos de la dominación no sólo pugnando por sus

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reivindicaciones sino también intentando convertirse en alternativa de poder, hizo que la jerarquía
eclesiástica se replegara para garantizar el orden social imperante actuando al lado de la oligarquía
terrateniente y sirviendo de factor de cohesión dentro del bloque dominante.

La Iglesia peruana compartía plenamente el antiaprismo y el anticomunismo de las clases dominantes.


El propio Haya de la Torre se había referido a ella como sostén de la oligarquía. De manera, que
aunque no peligrara directamente el predomino de la Iglesia, si estaba en riesgo la supremacía del
Estado burgués, y en esa medida, la de la primera. Su actuación en el seno del pueblo, por aquel
entonces, salvo casos no documentados, sirvió para llamar al pueblo a la cordura y advertirlo de las
consecuencias que el desacato a las normas de la institucionalidad burgués podía tener ante los ojos de
Dios.

En el Perú la Iglesia vivió constantemente adherida al poder: tanto del lado de Leguía, como de
Sánchez y ocurrió lo mismo con los gobiernos que se sucedieron, y en Benevides fue donde encontró
un aliado con quien compartía su simpatía por Europa, y concretamente por el fascismo, en la medida
que ésa era la cuna de occidente y la fuente cultural de inevitable referencia.

El Estado del Perú se profesaba católico, y en el predominio de la religión católica se vio favorecido por
el escaso arraigo del protestantismo y el escaso flujo de inmigrantes europeos.

De esta manera, cuando Benavides inicia una política de reformas sociales esta Iglesia vio con
beneplácito que ello ocurriera. Por lo demás, las medidas del Presidente creaban mejores condiciones
para que la Iglesia aplicara con mayor rigor las orientaciones contenidas tanto en la Encíclica Rerum
Novarum como en la Quadragésimo Anno.

Así la Iglesia pasaría a una nueva fase en la historia de su apostolado, al contar con "cooperadoras"
formadas en las aulas de una Escuela creada específicamente para esos fines.

URUGUAY

El desarrollo institucional de la Asistencia y la Beneficencia

Los hospitales públicos, pasaron a estar, a partir de 1889 bajo la administración de la Comisión de
Caridad y beneficencia Pública, integrada por loegos, hasta la creación del Consejo de Asistencia
pública en 1910.

Esta Comisión de Caridad y Beneficencia Pública delegaba aspectos esenciales de la administración de


las organizaciones institucionales a las Hermanas de la Caridad. Una sucesión de cambios
acumulativos generará que en 1905 los liberales anticlericales, obtuvieron la mayoría de esta comisión,
y designaran al médico José Scosería como director. Este imprimió un carácter “moderno” y
“científico” a su gestión, o sea una dirección médica y anticlerical.

En 1910 se sancionó la Ley3724 por la cual se creó el Consejo de Asistencia pública en substitución a la
Comisión de Asistencia y Beneficencia Pública. Esta ley asienta el derecho a la asistencia pública. Esta
ley implica la gradual sustitución del principio de la caridad como obligación moral.

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El desarrollo de todo este aparato institucional sanitario era también parte del esfuerzo civilizatorio
que, además de curar, difundía una forma de vida más moderna

- Movimiento de los médicos higienistas

El higienismo fue parte de un proyecto socio-cultural de gobernar por hegemonía a las “clases
peligrosas”, en el marco del “industrialismo” o de la implantación del ethos “productivista”,
acostumbrándolas a ser constantemente vigiladas y controladas en nombre de la salud, obteniendo por
otro lado de ellas la información necesaria para este control.

Este papel del higienismo, como mediación del proyecto de hegemonía de las clases dominantes, es
coherente con la hipótesis que sostiene la génesis del Servicio Social se explica como parte de un
proyecto socio-político de las clases dominantes.

El catolicismo reaccionó frente al avance de la secularización de la sociedad y también desarrolló sus


instituciones, incluyendo el Servicio Social. Pero en esta formación social su papel fue subordinado al
papel burgués, iluminista, de tono fuertemente anticlerical que se tornó dominante y se expresa en el
papel que la ciencia y sus cultores desempeñaban en la substitución de sacerdotes en la gestión del
aparato sanitario a través del cual se atendían a las refracciones de la “cuestión social” y se difundía
una nueva moral: el higienismo, o la vieja moral, pero ahora laica.

Las visitadoras sociales

En 1920 el médico Julio E. Bauzá planteaba la necesidad de crear un cuerpo de nurses inspectoras
encargadas de la visita a todos los niños recién nacidos de familias pobres o de baja instrucción. La
visita posibilitaba vincular rápidamente a la madre y su hijo con el consultorio médico para así subsistir
a la madre por el médico en la dirección de la alimentación y desarrollo del niño.

Cinco años después otro médico, retomó la propuesta de las “nurses inspectoras” que para él sería
mejor denominar como enfermeras visitadoras que serían inspectoras a domicilio del crecimiento de los
niños de los hogares pobres.

También para el control del comportamiento de las prostitutas enfermas fue sugerida la idea de crear
un cuerpo sanitario independiente del jefe de policía. Esta misma idea sería retomada con el nombre de
“brigada de higiene social”.

Los primero cursos de Servicio Social

En otro lugar, hacíamos algunas indicaciones del avance del pensamiento positivista durante el proceso
de modernización capitalista. Con la ley de reforma de la enseñanza primaria en 1877 por un lado y la
creación de la Facultad de Medicina en 1876 por el otro, el pensamiento positivista se tornó dominante
en el medio universitario.

Esta actitud “clínica”, ya la necesidad de contar con material empírico para los estudios científicos, se
articulaba funcionalmente con la política del Estado Batllista de crear hospitales donde justamente los

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médicos y los estudiantes podían encontrar, ordenadamente, según las enfermedades, su objeto de
estudio.

Ya vimos como el hospital dejó de ser un lugar para cuidar o guardar y se tornó un lugar para curar,
estudiar y enseñar. Esto sucedió, no sólo cuando la Política Asistencial quedó en manos del Estado,
sino cuando además ella fue secularizada absolutamente, entre los años 1905 y 1910.

La centralización de la política asistencial fue una condición necesaria pero no suficiente para enfrentar
la “cuestión social” “científicamente”. Una vez que la política asistencial quedó en las manos de la
“ciencia” es que se inicia la tecnificación de esta política social. Evidentemente el modela de ciencia es
el de la ciencia positivista que naturaliza y “administra” las secuelas de la “cuestión social”.

Será en este cuadro cuando en 1927 surge la primera tentativa de enseñanza del Servicio Social en la
Facultad de Medicina.

En 1936 la formación de visitadoras de higiene queda bajo la responsabilidad del recientemente creado
Ministerio de Salud pública. En este ministerio fue creada la Escuela de sanidad Pública y Servicio
Social donde funcionaban los cursos para visitadoras de higiene.

Por decreto del Poder Ejecutivo se funda en 1954 la Escuela de Servicio Social dependiente del
Ministerio de Salud Pública. Luego pasará a depender del Ministerio de Instrucción Pública y Previsión
Social, y será cerrada en 1967, pasando todos sus estudiantes y profesionales a revalidar sus estudios y
títulos en la Escuela Universitaria de Servicio Social. Esta última había sido creada en 1957 en el seno
de la Universidad de la República.

Del lado de la iniciativa católica n 1937 se inician los cursos de Visitadoras Sociales en la Escuela de
Servicio Social del Uruguay, creada con el apoyo de la UCISS.

ARGENTINA

ANTECEDENTES

La Sociedad de Beneficencia

Es la primera institución dedicada a la intervención en lo social, superando a la vieja caridad cristiana


individual y personal, con características muy peculiares y significativas dentro del contexto nacional y
latinoamericano. Por otro lado, si consideramos que su actividad se extendió desde 1823 hasta 1947,
podemos afirmar que se constituyó en parte del mercado laboral de los profesionales, marcando
significativamente al Trabajo Social, en el momento de su institucionalización.

Luego de la Ley de Reforma del Clero, expulsando a las órdenes religiosas del terreno de la asistencia y
limitando el poder y la participación de la Iglesia en la política; el 2 de enero de 1823 por decreto es
creada la Sociedad de Beneficencia por iniciativa de Rivadavia. Ésta tomará a su cargo las instituciones
expropiadas a las órdenes religiosas, y si bien considerada como una actividad del poder público,
presenta la particularidad de “delegación” del Estado, constituyéndose en una asociación filantrópica

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privada con autonomía tanto en las decisiones como en la administración de los fondos, aunque
sostenida por el aporte estatal. Esto implicó un proceso de secularización dentro del poder político que
causó conflictos en la relación con la Iglesia.

Rivadavia buscó entre las damas de la elite porteña ligadas a las clases dominantes, a la comisión
organizadora de la Sociedad, pero además tuvo en cuenta las características “morales” y “religiosas” de
las mismas, las cuales debían ser intachables, de modo de balancear en conflicto con las autoridades
eclesiásticas.

Una de las características fundamentales de la Sociedad de beneficencia es su carácter eminentemente


femenino, Rivadavia organiza la Sociedad dirigida a las mujeres: “a las de las clases dominantes y a las de
los sectores populares. A las primeras se le encomendaba la vigilancia y la educación de las segundas”.

En cuanto a la posición de la mujer, Parra plantea la opinión de dos diferentes autores:

 Passanante considera que en papel conferido a las mujeres argentinas por Rivadavia,
constituyen ideas de avanzada para su época, en una concepción “casi feminista” y que
apuntaba al protagonismo político de la mujer, tanto de las clases dominantes como la de los
sectores dominados, convocándolas al progreso social del país y a la participación activa del
mercado laboral.

 Tenti, en cambio, plantea que la participación de la mujer en la Sociedad de Beneficencia está


relacionado con en papel “moralizante” adjudicado a la mujer en ese momento histórico. Por
otro lado, serán las mujeres las destinatarias de la beneficencia, ero con un papel subordinado a
las clases dominantes en su proyecto de orden y moral.

Por último, Grassi plantea una diferenciación entre en rol atribuido a las mujeres de las clases
dominantes y de los sectores populares. Para las primeras era una posibilidad de ejercer la caridad
laica, ganando prestigio social y una participación subordinada en la vida política. Para las segundas
encuentra en el proyecto rivadaviano un interés por la capacitación y en aprendizaje de las mismas, con
posibilidad de ejercer una acción moralizante sobre los hombres, así como proveerlas de una estrategia
de subsistencia.

En sus primeros cincuenta años, la principal acción desarrollada fue hacia la educación de las niñas
pobres, con un fuerte contenido moralizante. Además apuntaba al rudimentario conocimiento que
permitiera subsistir a las mujeres, sin convertirse en una carga para la sociedad.

A lo largo de su desarrollo la SOCIEDAD DE BENEFICENCIA será criticada por sectores del mismo
Estado, que intentarán realizar un mayor control sobre sus actividades, pero como la vinculación entre
en poder político y las damas era genético, por mucho tiempo superaron estos intentos de
subordinación.

Con la sanción de la Ley 1420 de educación gratuita, obligatoria y laica las escuelas pasan a manos del
Estado. La SOCIEDAD DE BENEFICENCIA, aunque sin resistencias, entegó en 1876 a la Dirección

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General de Escuelas de la provincia todos sus establecimientos educativos. A partir de ahí hasta 1947,
la SM modifica su eje de actuación, ahora orientada a la atención de huérfanos, madres desamparadas,
y pobres vergonzantes, creando numerosos hospitales, asilos, institutos de menores, etc.

A comienzos de siglo, con la inserción de Argentina al sistema capitalista mundial, el crecimiento


urbano, los movimientos anarquistas y socialistas, la SOCIEDAD DE BENEFICENCIA se convierte en
radical defensora de los valores tradicionales. Antes los cambios, reivindica la estrategia filantrópica, de
la dádiva y en ejemplo moralizante.

A partir de 1943, se comenzó a limitar la acción de la SOCIEDAD DE BENEFICENCIA, pasando a


depender de diferentes organismos del estado nacional. En 1947, siendo Perón presidente, intervino la
institución, pasando luego a depender de la Dirección Nacional de Asistencia Social, expropiando
todos sus bienes, muebles e inmuebles, así como personal, derechos y obligaciones, que pasaron a
depender del Estado.

Por un lado esta institución surge como parte del proyecto rivadaviano de incorporación del país al
capitalismo mundial, basado en los principios de “orden y progreso” y apuntando a un desarrollo
comercial, en cual resulta frustrado y sólo en las últimas décadas del siglo XIX se efectivizó. Dentro de
este contexto, en carácter secularizado de la SOCIEDAD DE BENEFICENCIA, construido con un
sentido filantrópico y limitando en papel de la Iglesia, implicó un avance considerable a la mera
atención caritativa cristiana. En contenido moralizante de las actividades de la Sociedad se fundan en
una moral moderna y racional. Si bien, dado el carácter incipiente del desarrollo capitalista, en peso
dominante de la elite terrateniente y la fuerte presencia de elementos tradicionalistas, encontramos una
vinculación indirecta con la Iglesia; en gran parte esta moral se define por su relación con las virtudes
cristianas.

Otro rasgo característico es el hecho de ser una actividad pública, sustentada por en Estado, pero en
manos privadas; esta acción de delegación por parte del Estado se fundamentaba en que era
considerada una actividad secundaria. Se buscaba ligar a las mujeres de la clase dominante a un
proyecto ideológico-político de dominación, con una estrategia moralizante, a través de modelos o de
segregación. La atención no se define en base a la relación capital/trabajo, sino por las necesidades para
la sobrevivencia teniendo en cuenta más en carácter de peligrosidad de estos sectores, y por lo tanto
estableciendo un estricto control sobre la vida cotidiana y las necesidades, en una relación de tutela-,
antes que buscando su transformación para insertarlos en el proceso productivo. La relación en la
beneficencia se define como un deber del que da, y no como un derecho del que recibe.

Por lo tanto encontramos en la Sociedad de Beneficencia rasgos característicos del pensamiento


conservador, pero con una fuerte ambigüedad que no nos permite ubicarlo ni como tradicionalista, ni
como reformista. Si por un lado encontramos ideas de moral racional, una fuerte laicización de la
asistencia, ligada a la idea de “orden y progreso”; por otro lado, y teniendo en cuenta en desarrollo de
las fuerzas productivas del país, encontramos elementos tradicionalistas, que consideraban al
necesitado, al poder, como aquel que debe su situación a la “inmoralidad”, en un sentido estrictamente
religioso, resaltando la necesidad de retornar a valores tradicionales, la aceptación de la situación de

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indigencia como “providencial” y una marcada diferenciación de la posición de clase entre quienes dan
y quienes reciben, dirigido más a mantener la obediencia y subordinación de los sectores dominados
que a una estrategia de incorporación de fuerza de trabajo.

La asistencia social pública

En proyecto modernizador de Argentina, que implicó su inclusión en el orden capitalista mundial, fue
llevado adelante por la denominada Generación del 80. Generalmente la misma ha sido asociada casi
exclusivamente con el ideario liberal y positivista, pero en realidad contuvo una gran heterogeneidad
de tendencias y posiciones. SI bien basadas en el ideal de un “progreso” ilimitado e irreversible,
encontramos dentro de esta Generación expresiones que van desde la ortodoxia liberal, al catolicismos
social, en racionalismo romántico y en eclecticismo espiritualista. Sin lugar a dudas en proyecto de la
Generación del 80 modificó esencialmente la dinámica de la sociedad argentina; desde el punto de vista
político, consolidando un “orden conservador”, que aseguraba la sucesión presidencial y la
continuidad de las instituciones; desde la perspectiva económica generando un “orden neocolonial”,
basado en la producción agro-ganadera que otorgaba rasgos característicos a la producción, circulación
y acumulación; por último, un fuerte impacto demográfico y cultural producto de las inmigraciones
extranjeras. En este contexto; el Estado argentino centralizó su atención en tres áreas principales: las
políticas de migración, sanitarias y de educación.

Todo otro tipo de intervención quedo en manos de instituciones privadas (filantrópicas o religiosas)
que eran generalmente subsidiadas por el fisco. Si bien, a lo largo del periodo estudiado, fueron
creciendo las críticas desde diferentes posiciones reclamando una intervención más efectiva del Estado
en los asuntos sociales.

En 189o apareció una significativa preocupación por la “cuestión social”. Fueron las huelgas obreras, en
crecimiento del movimiento obrero, con fuertes elementos anarquistas y socialistas producto de la
inmigración, donde se manifestaron las fisuras de la hegemonía terrateniente.

Pero fue solo en las primeras décadas del siglo X que se concretizaron algunas reivindicaciones. La
sanción de la Ley Saenz Peña, abrió la posibilidad de en acceso al gobierno a la UCR. Así como también
la sanción de las primeras leyes de protección laboral impulsadas principalmente por el Partido
Socialista.

El periodo 1870-1930, presenta una complejidad y un dinamismo que no nos permite profundizar en
todos sus aspectos, es por ello que presentaremos los rasgos más destacados de tres movimientos que
influyeron en generar respuestas ante la cuestión social, si bien con diferentes intencionalidades y
posicionamientos teórico-ideológicos, pero que sin lugar a dudas, actuaron en el ámbito estatal o
privado produciendo diferentes formas de intervención y de respuestas ante los conflictos sociales y las
desigualdades que en capitalismo generaba en estas tierras. Ellos son: en movimiento de los médicos
higienistas, en catolicismo social y en movimiento obrero.

Movimiento de los médicos higienistas

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Desde el último cuarto del siglo XIX los médicos higienistas desarrollaron una intensa actividad no sólo
en el campo sanitario sino también social. Fueron uno de los primeros grupos en advertir las
consecuencias de la cuestión social en el país y de proponer medidas concretas para enfrentarla. Sus
propuestas se basaban en un amplio programa de profilaxis sanitaria, social y moral, privilegiando la
prevención y demandando del Estado la intervención y responsabilidad mediante acciones concretas.

Las inmigraciones y en incipiente crecimiento industrial, hizo que los higienistas dirigieran su atención
a las condiciones de vida (vivienda y alimentación), así como a las condiciones de trabajo (jornada de
trabajo, salario, descanso condiciones de higiene y seguridad) además de preocuparse por los hábitos y
las costumbres. Detrás de estas inquietudes se hallaba en riesgo que presentaba para la salubridad
general y en mantenimiento del orden social las condiciones de las clases populares. La fábrica y los
conventillos los preocuparon por en efecto que tenían sobre sus ocupantes.

Las décadas de 1870 y 1880 por una adhesión por parte de los médicos higienistas al ideario liberal y
secularizador, y consecuentemente a las ideas de progreso y civilización. Las preocupaciones giraron
en torno al peligro de las epidemias y las enfermedades exóticas, para lo cual resultaba fundamental la
defensa marítima y en saneamiento interno.

En 1875 se estableció en control sanitario de la prostitución, por el cual se limitó el territorio donde las
prostitutas podrían ejercer su actividad, también debían someterse a controles sanitarios periódicos,
obteniendo de este modo un carnet habilitante. Las mujeres que se las encontraban enfermas, eran
hospitalizadas a la fuerza, se les retiraba en carnet y se les prohibía trabajar, de manera de cortar las
cadenas de contagio. Así se puede ver la diferencia fundamental entre la Iglesia y los médicos
higienistas, si bien hay una estrategia de segregación la misma, no está acompañada de una condena
moral “cristiana” sino de un recurso jurídico para preservar la salud colectiva.

En 1881 fue creado en Departamento Nacional de Higiene, tendiente al control sanitario marítimo. Por
otro lado en 1883 en Dr. Ramos Mejía logró la creación de la Asistencia Pública en la Capital, buscando
centralizar y racionalizar la atención sanitaria en los hospitales y en clara oposición a la Sociedad de
Beneficencia.

Durante la década de 1890, en pensamiento higienista fue atravesado por otras matrices de
pensamiento, en socialismo y en catolicismo social, lo cual le imprimó características diversificadas. La
preocupación central, ya casi controladas las epidemias, giró entorno a las enfermedades infecto-
contagiosas, ligadas a las condiciones de vida de los sectores populares. La policía se convirtió en un
auxiliar de las actividades de los médicos.

Al mismo tiempo encontramos un creciente interés por racionalizar y clasificar la pobreza. Ya desde
mediados de siglo XIX apareció la figura del “pobre vergonzante” considerado como en “buen pobre”,
en recuperable. Por otro lado también surgió en “falso pobre”, es aquel que se aprovecha de su
situación de pobreza queriendo vivir a costa de los demás. Este afán clasificatorio planteó la necesidad
de determinar la población legítima de la asistencia, es así como se instauran los “certificados de

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pobreza” que acreditaban la situación del usuario y lo habilitaban a recibir atención sanitaria gratuita.
Para recibir atención en los hospitales era necesario ser “pobre de solemnidad”.

En 1921 fueron suprimidos, eliminándose de este modo en carácter limitativo del servicio médico e
iniciando una etapa de servicio universal y gratuito.

Las enfermedades venéreas, en alcoholismo y la tuberculosis pulmonar, las denominadas


enfermedades sociales, concentraron la atención de los higienista; en las mismas los factores sociales
jugaban un papel fundamental, sea como factores que predisponen a las mismas o en las dificultades
de tratamiento y recuperación del enfermo, así como las consecuencias para el individuo, la familia y la
sociedad. Esto motivó que los reclamos de los médicos no quedaran reducidos al aspecto médico, sino
que se dirigieran a la totalidad de la vida social y se reclamara la intervención del Estado.

Tanto desde en DNH como en el DNT, los médicos realizaban inspecciones a los establecimientos
industriales. Los higienistas demandaron en todo momento una legislación laboral que regulara el
trabajo de mujeres y niños, la jornada de trabajo y las condiciones de higiene y seguridad, y en este
sentido, uniéndose a sus reclamos, la Iglesia.

Hacia fines de la década del 20 Germinal Rodríguez creó en Servicio Social Familiar del Municipio de
Buenos Aires, cuya finalidad era asegurar la situación de las familias y proporcionarle los medios de
asistencia pública y social que los aleje de las consecuencias que su estado de indigencia o miseria
pueda acarrearle. Para realizar esta tarea creó el curso de Visitadoras de Higienes Social, en las
universidades nacionales y se acentuó en carácter “científico” y especializado para atender la cuestión
social. Ahora la pobreza era tipificada entre: en pobre (aquel que tiene el deseo moral de salir de su
situación), en miserable (aquellos que se encuentran satisfechos en su situación) y en pobre indigente
(en empobrecido, en pobre transitorio).

En Catolicismo Social

El catolicismo social representa una corriente que proclama los ideales social-cristianos sustentados por
la iglesia Católica, apuntando a una activa participación de sus fieles tanto en el terreno político como
social y la preocupación de recuperar una posición hegemónica en el contexto nacional. Su visibilidad
la podemos ubicar a partir de mediados del siglo XIX.

La convocatoria a una acción interventiva de la Iglesia fue realizada por Félix Frías, quien había
vivenciado en avance de las ideas liberales, así como en desarrollo del movimiento obrero. A su regreso
a Buenos Aires fundó en periódico “En Orden” en 1858 el cual se sumaba al periódico católico “La
Religión” fundado en 1853 por sacerdotes-, desde donde desarrolló tanto su ataque contra en
liberalismo y en socialismo, como también un llamado a legitimar la caridad privada, lógicamente
católica, como la única estrategia para válida para mantener en orden social y evitar las revoluciones.

Frías impulsó la creación de las Conferencias de San Vicente de Paul fundada en 1859. Es una
asociación laica que reunía hombres en torno al pensamiento católico y promoviendo una intervención

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con los sectores más pobres. También impulsó la instalación de congregaciones religiosas hospitalarias
en nuestro país.

Ante en proceso de secularización entre la Iglesia y en Estado, se crea en 1883 la Asociación Católica de
Buenos Aires, formada por la nueva generación de jóvenes católicos ligados a la generación del 80, con
una intensa participación en el terreno político y ejerciendo su presidencia Estrada. Esta Asociación
convocó en Primer Congreso de Católicos Argentinos en 1884, el cual sentó las bases del catolicismo
social en la Argentina.

Si bien la Iglesia venía desarrollando una intensa prédica contra en liberalismo y en socialismo, fue en
1891 con la encíclica “Rerum Novarum” de Leóon XIII que se reivindica en derecho de la Iglesia a
intervenir ante la cuestión social, sentando de esta forma las bases de la denominada Doctrina Social de
la Iglesia.

La convocatoria por el congreso a una participación activa con la clase obrera se concretizó en 1892
cuando se crearon los Círculos Obreros como iniciativa del padre Grote. Éstos tenían como finalidad la
promoción del bienestar material y espiritual de los obreros y con la participación tanto de obreros
como patrones.

Una de las características que atraviesa la acción de los católicos sociales fue en reclamo permanente al
Estado por una legislación obrera que regulara las relaciones entre capital y trabajo, haciendo hincapié
en la responsabilidad de los patrones sobre los trabajadores, proponiendo una tutela del tipo paternal,
además de denunciar las condiciones de trabajo y de vida del creciente proletariado argentino.

En síntesis podemos señalar que en catolicismo social argentino, se constituyó en una considerable
fuerza social, teniendo como sus principales características la fuerte participación del laicado, hecho
que cambió en rumbo a partir de la década de 1920, cuando la Iglesia decidió centralizar las actividades
católicas. La diversidad de sus organizaciones y actividades apuntaron a actuar en tres niveles: en
adoctrinamiento y fortalecimiento ideológico de los militantes católicos, sea a través de los círculos de
estudio, la prensa católica, las conferencias, etc., combatiendo vehementemente en liberalismo y en
socialismo. Un segundo nivel de actividad apuntó a la participación política, ya sea mediante la
creación de partidos políticos católicos o de sindicatos dirigidos por católicos, ambas propuestas no
fructificaron. Por último, una intervención a nivel asistencial, dando respuesta a las múltiples
manifestaciones de la cuestión social, sea a través de las organizaciones laicas o de congregaciones
religiosas.

Es claro que las acciones desarrolladas por el “catolicismo social” argentino, se inscriben dentro del
pensamiento conservador reformista; ante la propuesta de “orden y progreso” de la Generación del 80,
los católicos levantaron la propuesta de “orden y paz”. En una clara justificación de las relaciones
sociales existentes, procuraron en todo momento la armonización de las relaciones entre capital y
trabajo, evitando el conflicto y asegurando los derechos del capitalismo.

La intervención de la Iglesia argentina, se sustentó en los principios de la Encíclica Rerum Novarum:

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1. La desigualdad entre los hombres es de origen natural y, en consecuencia, inevitable.

2. El sufrir y padecer es inherente a la condición humana y nunca podrá desarraigarse por


completo.

3. La vida presente solo es un tránsito hacia la verdadera vida, posterior a la muerte física.

4. Las clases sociales no son por naturaleza enemigas, sino que se requieren y complementan
siendo posible y deseable su concordancia.

La estrategia ideológica-política de la Iglesia apuntó a recuperar su hegemonía en el escenario nacional,


con una activa participación de los católicos sociales, con lo cual terminó legitimando el modelo de
explotación y buscando soluciones a través de una reforma de tipo “individual” y “familiar” ante las
contradicciones del sistema.

El movimiento obrero

A fines de 1850 y hasta 1890 se crearon numerosas mutualidades y sindicatos. En su origen estas
asociaciones obreras tuvieron un carácter mutualista respondiendo principalmente ante algunas
contingencias tales como accidentes de trabajo, enfermedad y muerte. Ya en 1878 se fundó el primer
sindicato con un sentido moderno, la Unión Tipográfica, produciéndose poco tiempo después la
primera huelga, reclamando por mejoras salariales y reducción de la jornada de trabajo. A partir de allí
se sucedieron tanto la creación de diversas organizaciones sindicales como un número creciente de
huelgas reclamando estas reivindicaciones.

En 1890 se fundó también la Federación Obrera Argentina, principalmente integrada por los socialistas
y se creó el primer periódico “El Obrero”, dirigido a analizar la situación de la clase trabajadora a la luz
del marxismo. Al poco tiempo, la central obrera fue disuelta principalmente por los enfrentamientos
entre socialistas y anarquistas.

Al interior del movimiento obrero argentino hubo tres corrientes fundamentales: los anarquistas que
privilegiaban una acción directa y la huelga general y que rechazaban la intervención o regulación del
Estado en cuestiones laborales; los socialistas, quienes desarrollaban una actividad gremial y al mismo
tiempo una actividad política a través del Partido Socialista, y entendían que sindicatos y partido
debían luchar juntos para obtener mejoras para la clase obrera. Por último, la corriente del sindicalismo
revolucionario o anarco-sindicalismo, que privilegiaba la acción del sindicato para la obtención de
beneficios para los obreros.

Durante 1901 y 1902 se produjeron importantes huelgas que impactaron a la clase dirigente. El Estado
reforzó su carácter represor ante las crecientes manifestaciones obreras, sancionando en dicho año la
Ley de Residencia y posteriormente la Ley de Defensa Social.

Los intentos de legislación obrera presentaron como una constante estas características: el Estado que
privilegiaba sobre todo su papel represor y en algunas ocasiones intentó legislar sobre asuntos obreros.
Los sectores patronales se opusieron sistemáticamente a toda intervención del Estado en la regulación

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del capital y el trabajo; mientras que las organizaciones obreras, especialmente anarquistas, se
opusieron a este tipo de medidas, debido a que las mismas generalmente limitaban el derecho de
asociación y el derecho de huelga, dado que fueron concebidas por las clases hegemónicas más como
instrumentos de regulación de conflictos a accesos a derechos constituidos.

Por otro lado, el Partido Socialista en 1904 ganó una banca en el congreso, el diputado Alfredo Palacios;
desde allí se promovió una serie de legislaciones obreras.

En 1904 el Ministro del Interior Joaquín V. González, elevó al Congreso un proyecto de Ley Nacional
del Trabajo. Proponía legislar sobre diferentes aspectos laborales desde la implementación de un
seguro social, beneficios laborales, regulación de la jornada de trabajo, del trabajo de mujeres y de
niños. Al mismo tiempo se proponía legisla limitando el accionar de los sindicatos, imponiendo multas,
ante huelgas, boicot, o actos de violencia. El proyecto no fue aprobado y solo se logró la legislación del
descanso dominical por gestión del diputado socialista Palacios.

Las consecuencias del desarrollo de la Primera guerra mundial generaron un intensivo movimiento de
parte de los obreros. En 1919 estalló una huelga en una empresa metalúrgica, duramente reprimida por
la policía, resultando varios muertos, así como un policía, razón por la cual intervino el ejército,
desembocando una huelga masiva en Buenos Aires. La represión fue intensa.

Principalmente ante las consecuencias de la Guerra Mundial, los sindicatos promovieron una actitud
negociadora, generando la cobertura de servicios sociales y fomentando la creación de cooperativas de
vivienda y consumo.

Durante este periodo podemos observar una organización y consolidación del movimiento obrero
reclamando fundamentalmente por regulación de jornada de trabajo y aumentos salariales. El Estado
privilegió una actitud represora ante las manifestaciones obreras y pese a los numerosos intentos y
proyectos de ley sobre el asunto, sólo se alcanzaron legislaciones parciales, particulares y sectoriales.

Es importante remarcar que al interior del movimiento obrero hay una gran heterogeneidad de
tendencias, lo cual le restó fuerza a muchas de sus reivindicaciones, atravesadas por conflictos y
divergencias internas. Cabe señalar, por último, que algunos sindicatos organizaron mutualidad u
organizaciones de socorros mutuos para dar respuestas a algunas de las contingencias de que los
trabajadores debían enfrentar.

La institucionalización del Trabajo Social

-Las primeras Escuelas de Servicio Social en Argentina

Los reclamos de los médicos higienistas desde fines del siglo XIX, exigiendo una intervención más
activa del Estado sobre la cuestión social y limitando la acción benefactora de la Sociedad de
Beneficencia, así como la creación de algunas instituciones, unido a las repercusiones de las
experiencias europeas y norteamericanas en el campo de la asistencia social con un contenido más

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científico y racional, se constituyen en el telón de fondo del proceso de institucionalización de la
profesión.

En 1924, impulsado por el Dr. Alberto Zwanck y por el Dr. Manuel Carbonell, es creado el Curso de
Visitadoras de Higiene, dependiente de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. El curso tenía
una duración de dos años y extendía dos tipos de títulos: Visitadora de Tuberculosis e higiene Infantil y
Visitadora de Higiene Escolar.

Eran dirigidos exclusivamente a mujeres y para su ingreso debían presentar dos referencias de buena
conducta, certificado de buena salud y haber cursado los estudios primarios.

Dentro del plan de estudios se priorizaba los conocimientos de higiene, enfermedades contagiosas y
parasitarias, economía doméstica y una asignatura de servicio social. Su formación apuntaba al terreno
de la prevención y profilaxis en el campo de la salud.

Por otro lado, en el año 1927, el Ministerio de Justicia e Instrucción pública envió algunos de sus
funcionarios a Europa, para estudiar la organización administrativa y docente del servicio social. Esto
desembocó en un proyecto de ley en 1928 para la creación de la primera Escuela Nacional de Servicio
Social, pero el mismo no fue aprobado.

Paralelamente en 1927 el Dr. Germinal Rodríguez, promovía la creación de una Escuela de Servicio
Social, basándose en las experiencias europeas y norteamericanas, justificaba la necesidad de crear
dicha escuela y particularmente en el MSA

Rodríguez presentaba la Asistencia Social como una nueva ciencia que a diferencia de la Asistencia
Pública, se remonta al estudio de esas causas sociales tal como la miseria y busca el tratamiento de las
mismas para evitar sus efectos.

Estos reclamos del Dr. Germinal Rodríguez se concretizaron en 1930 cuando fue oficialmente
inaugurada la primera Escuela de Servicio Social, dependiente del MSA.

Si bien la presencia del pensamiento médico higienista es indiscutible en la primera Escuela de Servicio
Social, su plan de estudios contemplaba una formación más amplia que el curso de Visitadoras de
Higiene.

En 1940 se organizaba en Buenos Aires la Escuela Católica de Servicio Social en cuya gestión participó
la EEMC aportando toda su experiencia.

En 1941 se crea la Escuela Argentina de Asistentes de Menores y Asistentes Penales, dependiente del
Patronato de Recluidas y Liberadas. En 1945, cambia su denominación por Escuela Argentina de
Asistentes Sociales y en 1946 es incorporada a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires.

Podemos observar que el Trabajo Social surgió como una profesión para-médica y para-jurídica y con
un fuerte carácter auxiliar.

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-¿Conservadurismo Doctrinario o Racionalismo Higienista?

Ajustándonos al proceso de institucionalización del Trabajo Social en Latinoamérica consideramos


adecuado presentar la tesis de que existieron dos matrices filosóficas o filosofías funcionales y
generadoras de la institucionalización del Trabajo Social.

Por un lado, una matriz de base doctrinaria, producto de las encíclicas papales y de un nuevo
protagonismo que la Iglesia demandaba a sus fieles, basada principalmente en los conceptos de
persona humana y moral cristiana; contrapuesta tanto al liberalismo como al comunismo, proponía la
armonización de las relaciones sociales, con un fuerte carácter individualista y una regulación ad-hoc
en su intervención. Esta matriz promovió la institucionalización del Trabajo como parte de una
estrategia ideológica y política de la Iglesia frente al avance de la modernidad y el desarrollo del
capitalismo.

Por otro lado, una matriz de base racionalista y laica, directamente ligada al movimiento de los
médicos higienistas, producto de los procesos de urbanización y de industrialización, apuntando a los
comportamientos sociales y a los deberes del Estado. Con una mayor o menor proximidad al
positivismo y al liberalismo, proponían una regulación desde el poder público, con una intervención de
características preventivas y educativas, entendiendo que el mejoramiento de las clases obreras y de los
grupos pauperizados implicaba también una mejoría de la calidad de vida de las clases dominantes, al
mismo tiempo que permitía controlar los conflictos propios de la sociedad capitalista alcanzando un
cierto equilibrio.

Una tercera matriz o filosofía, estaría ligada a la concepción de la asistencia social como un derecho y
un deber del Estado, remarcando el carácter republicano y universal. El mismo estuvo presente en
intentos de institucionalización, y algunas de sus manifestaciones fueron tomadas por los médicos
higienistas, pero no prosperaron.

Las dos primeras matrices que impulsaron el proceso de institucionalización, lejos de contraponerse
entre sí, se complementaron y hasta se confundieron adquiriendo formas y peso diferentes según el
contexto. Se podría decir que la primera matriz se constituyó en una resignificación de la antigua
caridad cristiana en el siglo XX y la segunda una recreación de la filantropía adaptada a los nuevos
desafíos de la sociedad industrializada.

ROSARIO

La escuela del MSA es el antecedente inmediato de los Cursos de Rosario y sus orígenes, o mejor dicho,
el “origen” lo encontramos en un primer momento, en la iniciativa de Luisa Benítez, rectora del Liceo
Nacional de Señoritas “Bernardino Rivadavia” y luego, en el grupo de personas que se sumaron a la
creación de los Cursos, conformando principalmente por mujeres de la Asociación de ex Alumnas de
dicha institución.

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“El maestro visitador” de función limitada, se transformará en el “Asistente Social” que egresará de los
Cursos que surgen como complemento de la obra realizará el Liceo Nacional de Srtas. De Rosario, y
por el más grato de los intermediarios: las ex alumnas, quienes recogieron la enseñanza impartida.

Si bien la iniciativa se encuentra en la rectora del LNS, la misma empezó a materializarse con la
participación de la Asociación de Ex Alumnas. En el marco de sus reuniones Luisa Benítez lleva la
iniciativa de establecer la formación profesional de los asistentes sociales en Rosario, al igual que la
ciudad de Buenos Aires lo venía haciendo desde principios de los años treinta. Esa iniciativa obtendría
la pronta adhesión de sus integrantes.

A través del Dr. Zwanck la escuela la escuela del MSA envió los programas de asignaturas y fue uno de
los principales invitados a participar en las actividades que se organizaron en el primer año de
inauguración.

Los inicios de la profesionalización de la asistencia social en Rosario se presentaban para las ex


alumnas como una alternativa a las tradicionales prácticas de intervención social, como lo había sido en
un principio para los médicos higienistas los Cursos de Visitadoras de Higiene y la escuela del Museo.

Si la escuela del MSA fue una referencia fundamental para la organización de los Cursos, Luisa Benítez
buscó diferenciarse en algunos aspectos de esa experiencia, con el objetivo de darle a la formación de
Rosario mayor jerarquía.

La diferencia radicaba principalmente en los requisitos que se le imponían a los futuros alumnos,
donde tenían que ser necesariamente bachilleres o maestros. En cambio en el MSA, no era necesario
para ingresar, haber terminado la educación media, mientras que en Rosario éste sería un requisito
fundamental para los interesados. Los mismos tendrían que haber completado los estudios
correspondientes a la enseñanza media para poder ingresar.

Entre los requisitos para el ingreso, además de los ya mencionados, se precisaba actitud vocacional y
certificado de buena conducta.

Con el mismo fin de jerarquizar la formación en Rosario, es que Luisa Benítez buscó profesionales de
reconocida trayectoria en la ciudad, para componer el primer cuerpo de profesores.

Finalmente en 1942 son inaugurados los Cursos de Asistentes Sociales, bajo la dirección de Luisa
Benítez, rectora del LNS y asesora de la Asociación de Ex alumnas. Los mismos contaron con el pronto
respaldo de las autoridades provinciales y nacionales. A escasos años de su inauguración, los cursos
pasaron a contar con el reconocimiento oficial, en un primer momento de la provincia y posteriormente
del Estado Nacional. Gracias a este reconocimiento pasaron a percibir remuneración.

El autor planeta que en la creación de los cursos indudablemente existió el apoyo de otras personas,
probablemente de aquellas autoridades del gobierno ligadas a Luisa Benítez, que tenían un claro
interés por la formación profesional.

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Otro aspecto relevante es que el proceso de la moderna y secularizada asistencia social en Rosario, no
presenta una ruptura clara y precisa con respecto a las anteriores prácticas asistenciales, como la
beneficencia, la caridad o la filantropía: la ruptura se plantea principalmente en el sustento científico,
que posibilita fundar sus intervenciones sobre la producción sistemática de conocimientos,
diferenciándose de la intervención realizada sobre estados de necesidad de no comprobados efectuados
por las prácticas benéficas.

A pesar de las intenciones de ruptura, igualmente continúan reproduciéndose aquellos rasgos clásicos
que caracterizaron a la beneficencia. Por ejemplo, en la idea de apostolado que recae sobre estos nuevos
profesionales, en la idea de realizar prácticas asistenciales de manera gratuita y supuestamente en
forma “desinteresada”. En este sentido se continúa con aquellos rasgos de la beneficencia como una
tarea gratuita de “apostolado”, aunque se trate de un “apostolado moderno”, es decir no de un
apostolado puramente sentimental o intuitivo, sino de un apostolado inteligente, armado de
conocimiento.

Si la experiencia de profesionalización en Argentina surge con un marcado carácter laico, tanto en el


MSA como en Rosario, no significa que los aspectos religiosos no se encuentren presentes en ningún
momento. Al contrario, los mismos atraviesan las respectivas formaciones profesionales, apareciendo
en escena principalmente en los discursos de las correspondientes autoridades. Aunque la profesión no
es gestada en el seno de la Iglesia, como es el caso de Brasil, su influencia se encuentra en su discurso.
La idea de vocación o de la misión que le toca cumplir a los alumnos que eligieron la profesión es
un claro ejemplo, pretendiéndose conciliar el carácter profesional con el dogma cristiano, para que el
asistente social desempeñe su profesión guiado por la moral cristiana, una conciliación entre la virtud
de la caridad cristiana y un modo de ganarse la vida.

Intervención de los Cursos

El autor plantea una hipótesis sobre la intervención de los Cursos en el gobierno de Perón donde se
interpreta la misma como una medida más del gobierno peronista con el fin de excluir a los opositores
de su gestión, sean éstos opositores públicos o sospechosos de serlo.

Perón desde su primer gobierno quería ganar la idea de estar siendo apoyado por la gran mayoría de la
sociedad, para lo cual utilizó ampliamente los medios de comunicación y el propio sistema educativo.
Este objetivo se intensificó a fines de su primera presidencia cuando empezaron a presentarse algunos
inconvenientes, especialmente económicos. La intervención se produce justamente en esa coyuntura,
siendo un acontecimiento totalmente coherente con las medidas implementadas por el gobierno.

La intervención se fundamentó oficialmente en su momento, en razón de la falta cometida por las


autoridades de los Cursos, al no cumplir con una disposición del gobierno nacional. Esa disposición
constituía en que todo establecimiento público debía tener los retratos del presidente de la nación y su
esposa; en medida más del gobierno en su afán por peronizar todos los espacios públicos.

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La intervención, es considerada como una consecuencia de la política adoptada por el peronismo, de
excluir a la oposición con el fin de imponer la idea de estar contando con el apoyo de la gran mayoría
de sociedad. Ese objetivo se buscó también con el adoctrinamiento de la población, llevado adelante
por los medios de comunicación y el sistema educativo claramente expresando en el Plan Político
Orgánico o en la ley aprobada por el Congreso, que declaraba la doctrina peronista como doctrina
nacional.

La búsqueda de ampliar el consenso de la mayor parte posible de la población, llevó a desplazar a sus
opositores políticos y también a personas o instituciones en los que sus intereses políticos partidarios
no fueran explícitos; como parece ser la situación particular de la mayoría de las personas que se
encontraban en la dirección de los Cursos

Los cursos fueron finalmente reabiertos unos cuatro años después, sumándose nuevos docentes y
autoridades, mientras otras se reincorporaron.

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