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Principios exitosos
de compañías triunfadoras
James C. Collins
E D I T O R I A L
Jerry I. Porras
norma
ÍNTERES GENERAL
EMPRESAS
QUE PERDURAN
Principios exitosos
de compañías triunfadoras
James C. Collins
Jerry I. Porras
Traducción
Jorge Cárdenas Nannetti
G R U P O
E D I T O R I A L
norma
http ://www. no rma .com
Barcelona, Bogotá, Buenos Ai res, Caracas,
Guatemala, México, Panamá, Quito, San José
San Juan, San Salvador, Santiago de Chile.
CAPITULO 2 Construir relojes,
no dar la hora
clara de qué haría esa compañía.* Lo único que sabían era que querían
organizar una compañía en el campo muy amplio de la ingeniería
electrónica. Se les ocurrieron muchísimas ideas sobre productos
iniciales y posibilidades de mercado, pero no tenían una "gran idea"
dominante que sirviera de inspiración para fundar una empresa.
Esos jóvenes eran Bill Hewlett y Dave Packard. Resolvieron fundar
primero la compañía y después decidir qué harían. Sencillamente,
echaron a andar ensayando cualquier cosa que les permitiera salir del
garaje y pagar las cuentas de la luz. Bill Hewlett dice:
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específica, tecnológica y de mercado. TI empezó con una "gran idea".
HP,no.
Tampoco Sony. Cuando Masaru Ibuka fundó esta compañía, en
agosto de 1945, no tenía ninguna idea de un producto específico.
Ibuka y sus siete empleados iniciales celebraron sesiones de tempestad
de ideas — después de haber iniciado la compañía — para resolver qué
productos harían. Según cuenta Akio Morita, quien ingresó en la
compañía poco después de la fundación, "el pequeño grupo se reunió
a conferenciar, y durante varias semanas trató de resolver en qué
negocio debía entrar esa nueva empresa a fin de ganar dinero para
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funcionar". Estudiaron muchísimas posibilidades, desde una sopa de
pasta de habas endulzada hasta un equipo para golf en miniatura y
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reglas de cálculo. No sólo eso sino que el primer producto de Sony
(una sencilla olla para hacer arroz) no funcionó, y su primer producto
significativo (una grabadora de cinta) fracasó en el mercado. La
compañía se mantuvo viva en sus primeros tiempos cosiendo alambres
en una tela para hacer cojines de calefacción bastante burdos, pero
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vendibles. En comparación, el fundador de Kenwood, a diferencia de
Ibuka en Sony, pensaba en una categoría específica de productos.
Bautizó a su compañía con el nombre de Kasuga Wireless Electric
Firm en 1946, y desde su fundación, según el Japan Electronics
Almanac, "Kenwood siempre ha sido una pionera especialista en
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tecnología para audio".
Lo mismo que sus colegas legendarios Ibuka y Hewlett, Sam
Walton también empezó sin una gran idea. Entró en los negocios sin
tener otra cosa que el deseo de trabajar por su cuenta, un poquito de
conocimientos y mucha pasión por las ventas al por menor. No fue que
se despertara un día diciendo: "Tengo una gran idea, y voy a iniciar
una compañía". Nada de eso. Walton empezó en 1945 con una
concesión Ben Franklin para una sola tienda de cinco y diez centavos,
en la pequeña población de Newport, Arkansas. "Yo no tenía ninguna
visión del alcance de lo que iba a iniciar", comentó en una entrevista
con el New York Times, "pero siempre confié en que mientras hiciéra-
mos bien nuestro trabajo y fuéramos buenos con nuestros clientes, lo
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que podíamos hacer no tenía límites". Walton construyó incremen-
talmente, paso a paso, partiendo de una tienda única, hasta que surgió,
como un paso evolutivo natural, la "gran idea" de tiendas de descuento
en áreas rurales casi dos decenios después de haber empezado la
compañía. En Made in America escribe:
Construir relojes, no dar la hora / 31
No sé por qué, con el correr de los años, la gente ha dado en creer que
Wal-Mart fue una idea que me vino súbitamente como caída del cielo,
estando ya en mi edad madura, y que fue precisamente esa gran idea
la que se convirtió en un éxito de la noche a la mañana. Pero [la primera
tienda Wal-Mart] no fue otra cosa que una consecuencia de lo que
habíamos venido haciendo desde [1945] — otro ejemplo del hecho de
que yo no puedo dejar las cosas como están, aunque estén bien; otro
experimento. Y como todos los éxitos que se presentan de la noche a
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la mañana, tuvo una preparación que duró 20 años.
un nuevo lente y mirar el mundo hacia atrás. Tuvimos que dejar de ver
la compañía como un vehículo para los productos, y ver los productos como un
vehículo para la compañía. Tuvimos que reconocer la diferencia crucial
que hay entre dar la hora y construir relojes.
Para captar rápidamente esa diferencia, comparemos a GE con
Westinghouse en sus primeros tiempos. George Westinghouse era
un brillante visionario de productos y un prolífico inventor que fundó
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59 empresas, fuera de la compañía Westinghouse. Además, tenía la
visión de que el mundo debía inclinarse por el sistema eléctrico de CA,
superior al de CC de Edison, como en efecto sucedió posteriormen-
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te. Pero comparemos a George Westinghouse con Charles Coffin,
el primer presidente de GE. Coffin no inventó ni un solo producto,
pero, en cambio, patrocinó una innovación de gran significado: el
establecimiento del laboratorio de investigación de General Electric,
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que se anunció como el primer laboratorio industrial del país.
George Westinghouse dio la hora; Charles Coffin construyó el reloj.
La mayor creación de Westinghouse fue el sistema de potencia de CA;
la mayor creación de Coffin fue General Electric Company.
La suerte favorece a los perseverantes. Esta verdad elemental es la
piedra angular de los constructores de compañías de éxito. Los
creadores de las compañías visionarias fueron sumamente perseve-
rantes y observaron el lema de: Nunca, jamás darse por vencido. Pero
¿perseverar con qué? La respuesta de ellos es: Con la compañía. Estar
preparados para matar, revisar o modificar una idea (GE abandonó el
sistema original de C C y adoptó el de CA), pero jamás abandonar a la
compañía. Si uno equipara el éxito de su compañía con el éxito de una
idea específica, como hacen muchas personas de negocios, lo más
probable es que abandone a la compañía si esa idea fracasa; y si tiene
éxito, lo más probable es que se enamore perdidamente de esa idea y
se apegue a ella demasiado tiempo, cuando ya la compañía debiera
estar pasando resueltamente a otras cosas. Pero si uno ve la creación
definitiva como la compañía misma, no la ejecución de una idea
específica o la capitalización de una oportunidad de mercado, puede
persistir más allá de la idea, buena o mala, y avanzar para convertirse
en una institución grande y permanente.
Por ejemplo, HP aprendió humildad temprano en su vida, debido
a una serie de productos que fracasaron o sólo tuvieron un éxito muy
modesto. Sin embargo, Bill Hewlett y Dave Packard siguieron traba-
jando, ensayando y experimentando hasta que dieron con la manera
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No se requiere carisma
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en la reseña de la historia de la compañía que trae Hoover's Handbook.
Cuando empezamos nuestra investigación, lo confesamos con ver-
güenza, nosotros tampoco conocíamos su nombre. Y, sin embargo, la
compañía que McKnight guió durante 52 años (como gerente general
de 1914 a 1929, presidente de 1929 a 1949 y presidente de la junta
directiva de 1949 a 1969) cobró fama y se ganó la admiración de las
personas de negocios del mundo entero; lleva el respetado nombre de
Minnesota, Mining and Manufacturing Company (o 3M, para abre-
viar). 3M es famosa; McKnight, no. Sospechamos que eso es exacta-
mente lo que él quería.
McKnight empezó a trabajar en 1907 como simple auxiliar de
contabilidad, y de ahí ascendió a contador de costos y gerente de
ventas, antes de llegar a gerente general. No encontramos ningún
indicio de que tuviera un estilo altamente carismático de liderazgo.
Entre poco menos de cincuenta referencias que se hacen a McKnight
en la historia de la compañía publicada por ella misma, sólo una habla
de su personalidad, y lo describe como un hombre "afable, de voz
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suave". Su biógrafa lo describe como un hombre que "sabe escu-
char", "humilde", "modesto", "ligeramente cargado de espaldas",
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"discreto y de voz suave", "callado, reflexivo y serio".
En la historia de las compañías visionarias, McKnight no es el
primer presidente importante que rompe el molde del arquetípico
líder carismático. Masaru Ibuka, de Sony, tenía la reputación de ser
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reservado, reflexivo e introspectivo. Bill Hewlett nos recuerda a un
labrador de Iowa, amistoso, franco, práctico, realista. Los señores
Procter y Gamble eran estirados, formales, correctos y reservados,
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hasta impasibles. Bill Alien — el presidente más importante en la
historia de Boeing — era un abogado pragmático, "de aspecto más
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bien benigno, con una sonrisa tímida y poco frecuente". George W.
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Merck era "la encarnación de la 'moderación Merck'".
Hemos trabajado con unos cuantos gerentes que se sentían frustra-
dos con todos los libros y artículos acerca de líderes carismáticos en los
negocios, y nos hacían esta sensata pregunta: "¿Qué pasa si el lideraz-
go carismático de alto relieve sencillamente no es mi estilo?" Nuestra
respuesta era que tratar de desarrollar ese estilo sería un desperdicio
de energía, entre otras cosas porque los estudios psicológicos indican
que las características de la personalidad se fijan a una edad relativa-
mente temprana en la vida mediante una combinación de genética y
experiencia, y no se tienen datos que permitan suponer que en la época
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en que uno llega a una posición gerencial es todavía posible hacer gran
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cosa por modificar el estilo básico de su personalidad. Por otra parte
— y esto es lo más importante — nuestra investigación indica que en
todo caso uno no necesita ese estilo.
*Serie de bosquejos de los cambios importantes en una obra teatral o cinematográfica. (N. del
Ed.)
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como hacer dinero para los accionistas — era celebrar los valores
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estadounidenses.
Uno de los pasos más importantes que se pueden dar para crear una
compañía visionaria no es una acción sino un cambio de perspectiva.
En los capítulos siguientes se verán muchos resultados orientados a la
acción. Pero, para utilizarlos bien, se necesita ante todo adquirir la
mentalidad apropiada. Y ése es el punto de este capítulo. Les estamos
pidiendo a ustedes nada menos que un cambio tan fundamental en su
modo de pensar como los cambios que precedieron a la revolución
newtoniana, a la revolución darwiniana y a la fundación de los Estados
Unidos.
Antes de la revolución newtoniana el hombre explicaba el mundo
que lo rodeaba principalmente en función de un Dios que tomaba
decisiones específicas. Si un niño se caía y se fracturaba el brazo, era
porque Dios lo ordenaba. Si la cosecha fallaba era porque Dios lo
mandaba. El hombre pensaba en un Dios omnipotente que hacía que
ocurrieran todas las cosas, una por una. Después, en el siglo xvn, el
hombre pensó: "¡No, así no es! Loque Dios hizo fue crear un universo
con ciertos principios, y lo que nosotros tenemos que hacer es
descubrir cómo funcionan esos principios. Dios no toma todas las
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decisiones; instauró procesos y principios que seguirían adelante".
Desde ese momento en adelante, el hombre empezó a buscar la
dinámica y los principios inherentes a todo el sistema. Ése fue el
significado de la revolución newtoniana.
De manera semejante, la revolución darwiniana cambió nuestra
manera de pensar acerca de las especies biológicas y de la historia
Construir relojes, no dar la hora / 51
• O cambio o estabilidad.
• O ser conservador o ser atrevido.
• O costos bajos o alta calidad.
• O autonomía creadora o uniformidad y control.
• O invertir para el futuro o prosperar a corto plazo.
• O progresar por planificación metódica o por oportunismo.
• O crear riqueza para los accionistas o hacerle bien al mundo.
• O ser idealista (movido por valores morales) o pragmático
(movido por utilidades).
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como en el largo plazo, las dos cosas a la vez. Una compañía visionaria
no se contenta con una posición media entre idealismo y rentabilidad:
busca ser muy idealista y al mismo tiempo sumamente rentable. No
quiere simplemente un equilibrio entre conservar una rígida ideología
básica y estimular un cambio vigoroso y un movimiento sino que hace
ambas cosas en grado extremo. En suma, una compañía altamente
visionaria no pretende combinar el yin y el yang en un círculo gris
indistinguible que no es ni muy yin ni muy yang; lo que busca es ser
claramente yin y claramente yang — ambas cosas a la vez y durante
todo el tiempo.
¿Irrazonable? Tal vez. ¿Raro? Sí. ¿Difícil? Sin duda. Pero, como
dice F. Scott Fitzgerald, "la prueba de una inteligencia de primera es
la capacidad de albergar en la mente dos ideas contrarias a un tiempo,
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y, sin embargo, conservar la capacidad de funcionar". Esto es,
precisamente, lo que las compañías visionarias pueden hacer.