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Una mañana de junio, los pájaros cantaban, el sol estaba reluciente, pensé que sería un domingo

como cualquier otro, en mi mente imaginaba lo que haría en el día, mi papá pensó en lo aburrido
que podría ser un domingo para mi hermano, mi mamá y yo. Imaginó los lugares que más nos
harían felices, en esos momentos se le ocurrió la gran idea de llevarnos a la playa, nos dio la
noticia 30 minutos después de pensarlo, al decírmelo, todo me parecía diferente, veía el día de
otra manera, pensaba en todo lo que podríamos hacer, lo que más me llamaba la atención era
nadar, una de mis más grandes aficiones, pues mi papá me enseñó a nadar a los 8 años y desde
esa edad cuanto visito una playa o una piscina lo primero que pienso es en nadar. Mi familia
empezó a preparar lo que deseaban llevar, por mi parte me bastó con el hecho de ir a la playa,
estaba muy conforme con lo que había hecho mi papá para distraernos a todos sabía que lo
íbamos a pasar de maravilla.

Guardamos nuestras cosas en el carro de mi papá, y emprendimos el viaje hacia la playa. La brisa
me pegaba acogedoramente en la cara mientras movía suavemente mi cabello, todos íbamos con
una sonrisa en la cara especialmente mi mamá que es amante de estos viajes a la playa, mi
hermano estaba charlando conmigo sobre jugar fútbol apenas llegáramos, no sabíamos qué tan
largo era el trayecto, pasaba el tiempo y aún no llegábamos pero íbamos pensando que el tiempo
que pasaba sería recompensado, nos detuvimos porque en esos momentos se nos cruzó un animal
que robó nuestra atención, era una especie de ave, con plumas de muchos colores a el cual era
imposible pasarlo desapercibido, sus ojos eran azules como el claro mar o como un cielo
resplandeciente y con una actitud realmente imponente, lo relacionamos como un jefe de su
manada, pues era lo que reflejaba y así mismo caminando llegó al otro lado de la carretera y se fue
con un aleteo realmente digno de ver, alcancé a reflexionar sobre lo lindo y maravilloso que
pueden llegar a ser los animales sin dejar de pensar en lo que realmente quería, que era llegar a la
playa para disfrutar de todo lo que habíamos planeado con anterioridad en el camino, mi mamá
nos avisó que ya habíamos entrado a la playa, era increíble lo rápido que se pasó el tiempo al
haberme distraído pensando en esa hermosa ave, mi papá fue a parquear el carro y nos dijo que
bajáramos las cosas.
Llegamos a la playa, parecía todo muy tranquilo, el sol estaba tan intenso que decidimos alquilar
una carpa, el carpero era muy amable, contaba con 50 años de edad, nos contó que cuando era
niño su familia era pescadora, que zarpaban a altas horas de la noche y él siempre vivió en la
playa, pues la mayoría de su tiempo lo pasaba allá, su papá fue un marinero experimentado,
alcanzó a describírnoslo. "Era un viejo amargado, con una barba larga y rasposa, quizás un poco
desgarbado, con una actitud grosera, aunque todos mis compañeros lo consideraban una persona
muy mala no era así, era todo lo contrario, era alguien amoroso, interesado por su familia y nunca
dejó de preocuparse por nosotros, un día zarpó como siempre en la noche y su bote desapareció,
a los 2 días de desaparecido, lo encontraron en la frontera con Panamá, afortunadamente se había
salvado pero su tripulación no contó con la misma suerte". Esa fue la razón por la cual dejaron de
pescar, y dedicaron su vida al correcto atendimiento de los turistas afirmó, no se alejó de la playa
porque para él terminaría siendo muy duro, el haber pasado toda su vida viviendo en esta para
dejarla de repente, terminó de poner la carpa y mi mamá nos puso bloqueador en el cuerpo para
evitar quemarnos, procedimos a bañarnos, sentíamos el agua caliente y tranquila totalmente,
nadamos, jugamos fútbol hasta que mi papá se dio cuenta de que en realidad estaban llegando
muchas "aguamalas" desde el fondo de la playa

No sabíamos qué hacer, eran realmente muchas, de un momento a otro aparecieron de la nada,
en mi mente imaginé que cómo estaría reaccionando mi mamá que nos estaba mirando de lejos,
"¿Será que se dio cuenta de que nos estaban rodeando unas aguamalas?". Mi papá nos dijo que
mantuviéramos la calma que hagamos todo lo que él dijera, lo primero fue que nos alejáramos de
todo tipo de manchas que veamos, los segundo fue seguirlo lentamente, parecía una película de
vaqueros, íbamos esquivando y evitando todo tipo de manchas, me llegó a picar una y me
desesperé, fue realmente malo lo que hice que fue correr hacia la orilla aumentando mi número
de picaduras, mi papá y mi hermano me siguieron, estaba casi llorando por la increíble cantidad de
picaduras que tenía, no sabía cómo reaccionar a lo que me había pasado, si llorar o hacerme el
valiente ante mis padres y hermano mi dolor era inminente, por mi cabeza solo pasaba que debía
mantenerme fuerte y no sucumbir ante el dolor

De repente surgió una manera poco ortodoxa de tratar mis heridas causadas por las "aguamalas" y
que muchos sabrán cual es (orinar en la herida). Esta ayuda a aliviar el dolor de la picadura,
tomamos esta decisión puesto que el hospital más cercano estaba muy lejos. El dolor cesó durante
algunos minutos pero justo cuando iba de camino al hospital el dolor y la picazón retornaron, traté
de hacerme el fuerte y de aguantar como un hombre mientras llegábamos al hospital. Este se
encontraba alrededor de unos 30 minutos desde donde estábamos pero para mí fueron los 30
minutos más largos de mi vida, lo único que me ayudaba a olvidar el dolor eran los recuerdos del
día tan hermoso que pasé, mi encuentro con esa ave tan hermosa, la felicidad que sentía al
momento de llegar a la playa y esa brisa que refrescaba mi alma. al final llegamos al hospital, los
doctores trantaron mis heridas con rapidez y eficacia, solo fue un susto, aunque fue un momento
poco agradable este se convirtio en un recuerdo imborrable.

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