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ABSTRACT
PREAMBULO
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Salvador Rovira Lloréns
2. La ambitedad viene aparejada al su- Es por ello que un buen n ŭmero de especialistas prefieren no hacer infe-
puesto inamismo de la sociedad y al rencias a partir de los objetos, limitando sus trabajos al establecimiento
nuevo carácter interactivo de la relación
Museo-Sociedad cuyos límites son im- de buenas clasificaciones de los mismos y caracterizando las culturas por
precisos y, presumiblemente, cambian- sus conjuntos de materiales, como ya propugnara Pitt Rivers hace más de
tes. EI Museo pierde así su protagonis- un siglo, modelo que ha hecho fortuna en la forma de exponer sus colec-
mo científico como depositario de los
bienes muebles del patrimonio cultural ciones una gran parte de los museos por todo el mundo. El museo, como
(la función social de la investigación his- es bien sabido, investiga acerca de los objetos que custodia y los exhibe
tórica y su interes político-económico si-
guen siendo un tema vidrioso cuando con unos criterios determinados.
no conflictivo), ganando terreno como
servicio pŭ blico bajo las directrices y Antropólogos e investigadores de la cultura material saben que la
orientaciones de los animadores cultura-
les. utilización de los objetos para explicar las culturas entraña dificultades
metodológicas que no hay manera de sortear, tales como el sesgo y la
3 Contrá los excesos de intención socioló- inadecuación de los objetos que han sobrevivido, la imposibilidad de ve-
gica provocados en el mundo de los
museos y de las exposiciones tempora- rificación de la explicación cultural propuesta (especialmente cuando se
les de la pasada década se éstan le- trata de culturas "arqueológicas") y algunas más (Schlereth 1989: 19).
vantando algunas voces críticas que se
oponen a que los museos se conviertan Pero la evolución del propio concepto de museo, ahora más impreciso
en un elemento más de la multimillona- que nunca al introducir el reto ambiguo de trabajar con la sociedad y pa-
ria industria del espectáculo. "Muchos ra la sociedad (2) (Berck 1992: 72), invita a asumir esos riesgos cuando
profesionales temen que, con los nuevos
cambios, las galerías y los museos pier- de lo que se trata es de reconstruir el pasado no como un ejercicio teóri-
dan su estrecha asociación con la erudi- co, privado y para el consumo y la discusión entre especialistas, sino co-
ción auténtica, la conservación y la in- mo una oferta real (no exenta de cierta intención catequética) de recons-
vestigación" (Deighton 1991: 45).
trucción histórica en la que el objeto material, la pieza encerrada en la
vitrina, subordina su significado intrinseco a su papel como elemento de
la cadena de una narración (3).
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8. No conviene olvidar que el mayor conti- mas peculiares que la diferencian básicamente del Viejo Mundo (8). Sin
gente de visitantes esperado será espa-
ñol o, en todo caso, europeo, con una embargo, y dado que este tema es más bien libresco, se desarrollará co-
concepción eurocentrista ce la Geogra- mo texto complementario en la Guía del Museo, en la que hemos reserva-
fia y de la Historia.
do el adecuado espacio a la explicación de las sucesivas fases de Forma-
ción del continente desde la perspectiva actual de la deriva continental y
la tectónica de placas.
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10. Aunque para la mentalidad occidental El conocimiento que de la geografía americana posee el visitante
el hábito más frecuente y familiar Ileva
a la ordenación de los sucesos con re- medio ha de ser refrescado, evitando así el riesgo de que se produzcan
ferencia al tiempo calendárico y al es- situaciones de desorientación importantes, tanto más problables cuanto
pacio geográfico, no es esa la ŭnica más nos adentremos en la exposición y cambiemos el hilo de referencia
posibilidad para reconstruir el pasado.
La vieja propuesta de Morgan de estu- tiempo-espacio, fácil de seguir, por los estadios socioculturales y las pau-
diar la sociedad y su cultura como un tas de comportamiento a partir del Area 3 que, si bien permiten un mejor
proceso evolutivo desde el salvajismo a
la civilización, y sus posteriores remoza- acercamiento narrativo a la historia social americana (las diferentes es-
mientos, son también un buen sistema. tructuras de las sociedades, las formas peculiares de resolver las situacio-
El tiempo y el espacio son, entonces,
variables secundarias. nes ordinarias o extraordinarias de la vida cotidiana, etc.) en las que el
medio físico es factor desencadenante de primer orden, obliga a un es-
11. Alguien podrá pensar que una organi-
zación lineal de la historia, contada co- fuerzo personal de ubicación topográfica al no explicitarse ésta en el am-
mo una sucesión de "hechos" = culturas biente general por el que transita (10). Me refiero a que cuando el visi-
entra en contradicción con la forma na-
rrativa desarrollada desde el Area 3 en
tante entra en una sección encabezada con el rótulo "Per ŭ ", la refencia
adelante, en donde el factor cronológi- geográfica de cuanto va ver es evidente: el topónimo Per ŭ no sólo clasifi-
co-espacial queda diluido (pero no ca y sitŭa en el espacio sino que aporta una serie de condiciones ambien-
frente a otros factores culturales
escogidos como clasificadores y con- tales (la calidad de las refencias dependerá de la formación individual).
ductores (economía, sociedad, ritos, En cambio al entar en una sección rotulada, pongo por caso, como "El ci-
etc.). Ciertamente es un contraste por-
que son dos maneras distintas de dirigir clo de la Vida", no hay refencias generales temporoespaciales sino cultu-
la narración. Sin embargo conviene re- rales, quedando al cuidado individual (con algunas ayudas, claro está) la
cordar que uno de los objetivos de la
exposición permanente del Museo de correcta ubicación del contenido en sus esquemas personales.
América es tacilitar la aproximación de
los visitantes a la realidad americana a
través de sus colecciones, para lo cual Llegamos así a otro mensaje, subliminal si se quiere, de esta pri-
existen varias fórmulas teóricas pero las mera sección del Area 2: el escenario es tan extenso y variado que la
prácticas son bastantes menos porque compresión de la historia de América requerirá del visitante un esfuerzo,
siempre existen limitaciones. La princi-
pal limitación viene dada por el volu- una tensión perceptiva, y no una actividad pasiva meramente receptora.
men y contenido de las propias colec-
ciones en relación con el tema global
de la Historia de América, cuya dimen-
sión sobrepasa con mucho las posibili- ENTRAN EN ESCENA LOS PERSONAJES
dades museográficas de la cultura ma-
terial aquí custodiada.
Conscientes de esta limitación, y una Esta sección, con una superficie de unos 210 m 2, se ocupa del
vez decidido que el Museo debe ser complejo proceso del poblamiento de América desde sus orígenes hasta
go más que un mero expositor de obje-
tos correctamente clasificados en cuanto nuestros días. Mantiene un nexo con la anterior, si bien ahora el marco
a su adscripción cultural, parece impres- geográfico (ya conocido) ha de entenderse como soporte físico de la ac-
cindib(e dedicar una parte introductoria
de la exposición a revisar someramente tividad humana.
la sucesión cultural en un relato museo-
gráfico de cor-te clásico, acomodado al El proceso se ha divido en tres etapas:
contenido de los libros de arqueolo_gia
e historia con los que interacciona. bsta
es una manera de aproximación a la —El poblamiento primitivo.
historia muy desacreditada en la museo-
logía postmoderna pues presenta (a his- —Los aportes étnicos tras el contacto con los europeos (europeos
toria como un proceso triunfalista (bur- y africanos en América).
gués) de mejoras y logros, y esconde
ros aspectos desagradables de la huma- —Los aportes étnicos asiáticos, principalmente en los siglos XIX y
nidad doliente (la exp(otación, la margi-
nación, los conflictos, etc.) (Schlereth XX.
1989: 20-21), lo que Jenkinson (1989:
145) denomina grandes silencios históri-
cos. No se deja de reconocer, sin em- Como es sabido, el poblamiento primitivo de América por pe-
bargo, que los museos no monográficos queños grupos de cazadores y recolectores paleolíticos procedentes de
con colecciones antiguas procedentes
de áreas extensas se adaptan mal a Asia, durante los prolongados períodos de conexión territorial de ambos
esas nuevas concepciones en las que el continentes tras los afloramientos de la plataforma de Beríngia a lo largo
fetichismo del objeto está fuera de lu-
gar. El Museo de América entra en la
del Pleistoceno, tiene a ŭn muchos aspectos que discurren por el terreno
categoría de dichos museos (hacer de de la hipátesis y son temas de investigacián actual sujetos a revisión o
él un museo monográfico es una preten- cambio. Pero en una narración sintética como la que planteamos es lícito
sión descabelladal, lo cual legitima a
nuestro juicio una sección organizada recurrir a los descriptores esenciales, dejando a un lado los matices ac-
en secuencias culturales. tualmente en discusión.
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africana. Se ilustrará con un gran Mapa sobre panel con los viajes de
Colón y las principales rutas de reconocimiento y conquista a lo largo del
siglo XVI y otro Mapa de las Colonias en el siglo XVII, destacando en este
ŭltimo las áreas española, portuguesa, anglosajona y francesa. Estas ayu-
das gráficas tienen por misión presentar las grandes líneas de avances
del colonialismo europeo y cómo éste fue configurando una nueva estruc-
turación geopolítica del territorio a lo largo de una centuria, cuya culmi-
nación es el establecimiento de dos grandes bloques "europeizados": el
latinoamericano y el angloamericano. Se pretende, de esta manera gráfi-
ca, poner de relieve que la aventura americana y sus posteriores conse-
cuencias tuvieron varios protagonistas y que, si en sus inicios fue una em-
presa gestada en el contexto de la España moderna de finales del siglo
XV, bien pronto se convirtió en una empresa europea trasladándose en
buena medida al escenario americano las tensiones y pugnas que enfren-
tan a los grandes imperios coloniales de Europa.
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