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DER-259. LOUIS JOSSERAND. CONTRATOS

EL CONTRATO DE EMPRESA (*)

Págs. 229-233

Generalidades. –La empresa –la locatio operis de los romanos– es un contrato


sinalagmático por el cual una de las partes se compromete, sin entrar al
servicio de la otra, a efectuar un trabajo determinado mediante una
remuneración: es un contratista que se compromete a levantar una
construcción, un artesano que debe reparar un mueble, un médico o un
cirujano que presta sus cuidados a un cliente, un abogado que asiste a un
litigante; un portador que se compromete a transportar viajeros o mercaderías,
un empresario que asume la dirección de un teatro, la organización de un
concierto o de una excursión; todos ellos, contratistas de construcción, de
transportes o de espectáculos, utilizan prácticamente el contrato de empresa,
que se presenta, pues, bajo los más variados aspectos, más variados aún de lo
que convendría en buena lógica; porque hay cierta impropiedad de lenguaje al
incluir en esta categoría jurídica contratos celebrados por los médicos, los
cirujanos o los abogados con sus clientes; nadie podría dar a esos
representantes de profesiones liberales el calificativo de empresarios; y, sin
embargo, es una empresa la que celebran: no son ni obreros o empleados,
porque no entran al servicio de sus clientes ni mandatarios tampoco, toda vez
que no tienen la calidad de representantes jurídicos; no celebran actos en
nombre y por cuenta de sus clientes (véase nº 1400); son arrendatarios de
obra, sin ser contratistas en el sentido corriente de la palabra; representan, en
la categoría de la empresa, una subcategoría a la que bien podría dársele un
nombre (contrato médico, sobre todo) y un estatuto particular.

Subcategorías. – Existen otras subcategorías que revisten una fisonomía de


más o menos acusado relieve.

1º De acuerdo con el medio de fijación del precio, se distingue el contrato “â


forfait” del contrato sobre presupuesto. En el primero, el precio está
determinado en bloque y de un modo fijo; se sabe, desde el primer día, a qué
suma tendrá derecho el contratista, en toda eventualidad; se compromete, por
ejemplo, a entregar la casa que se le ha encargado, llave en mano, y por lo
tanto sin el menor suplemento de ninguna clase. En el segundo caso, se
establecen solamente previsiones; se considera, si se trata de una
construcción, el costo de la albañilería, el de la carpintería, el de la cerrajería,
etc; el presupuesto es un simple estado de los trabajos a ejecutar, que servirá
de base para la determinación del precio una vez terminada la obra; este
sistema de un presupuesto circunstanciado de todas las partes que han de
componer el todo, es pues más flexible que el contrato â forfait, el cual se
presenta, en cuanto al precio, bajo el aspecto más rígido que pueda
concebirse;
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2º La empresa comporta subórdenes; el contratista primitivo, que ha tratado en


bloque para un conjunto de trabajos que rebasan su capacidad de producción o
su competencia, se descarga en otros contratistas, a los cuales cede una parte
de los trabajos, por ejemplo, a uno el movimiento de tierras, a otro la
carpintería, y así sucesivamente, o bien todo un lote a uno, que se encargará
de la construcción de una casa, y otro lote a otro, que deberá construir un
inmueble diferente. Estos contratistas de segunda mano, que han tratado con
el contratista inicial son llamados sub-obreros a quienes se les suministren los
materiales necesarios y se encarguen solamente de la mano de obra por medio
de un equipo que tienen a sus órdenes, se les llama destajistas; se limita su
papel a procurar mano de obra al contratista. Aunque hayan surgido dudas
respecto a la validez del contrato así celebrado entre contratista y destajista, la
jurisprudencia se ha pronunciado en su favor, con la reserva de los abusos de
que pudiera ser ocasión en detrimento del obrero; sólo está prohibida “La
explotación de los obreros” por los subcontratistas, y está reprimida por el
Código del trabajo en sus artículos 30 b y 103, en el libro I;

3º Ha de distinguirse todavía por razón de que el contratista prometa


solamente su trabajo o suministre también los materiales (art. 1787); en este
último caso, cabe preguntar si el contrato sigue siendo un contrato de empresa,
o si no degenera en una venta o no presenta un carácter mixto; en todos los
casos, se plantea el problema de los riesgos, bien que en forma muy distinta
que si el empresario no suministrase más que su trabajo.

Plan. – 1º Hay que examinar cómo se forma y se prueba el contrato de


empresa;

2º Qué efectos produce;

3º Cómo se disuelve;

4º Después de lo cual, importa diferenciar esta operación de operaciones


afines.

FORMACIÓN Y PRUEBA DE UN CONTRATO DE EMPRESA

Principio. – El contrato de empresa es un contrato consensual que no exige


en modo alguno, para su validez, la redacción de un escrito, pero que, por
encima de 5000 francos, no podría ser probado por testigos, a menos, sin
embargo, que exista ya un principio de prueba por escrito, y salvo usos
contrarios (relación del médico o del abogado con su clientela).

EFECTOS DEL CONTRATO DE EMPRESA

Observación. –No es fácil exponer los efectos del contrato de empresa, tan
numerosos en general y tan diversos en sus aplicaciones: el contrato de
transporte de mercaderías no podría tener el mismo estatuto que la convención
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celebrada entre un abogado o un médico y sus clientes; así resulta que el


crédito de un médico prescribe por el transcurso de dos años (art. 2272, § 5º),
mientras que las acciones nacidas del transporte están sometidas a
prescripciones variadas y el crédito de un contratista contra el encargado de la
ejecución de las obras no prescribe, en principio, más que por el transcurso de
treinta años, conforme al derecho común.

En estas condiciones, y dada la extrema complejidad del tema, nos


limitaremos a considerar los efectos inherentes a los contratos celebrados por
las empresas de construcción y por las empresas de transporte.

Págs. 243-248

DISOLUCIÓN DEL CONTRATO DE EMPRESA

Derecho común; riesgos. – El contrato de empresa se disuelve como los


demás contratos sinalagmáticos; sobre todo, es susceptible de resolverse por
inejecución de las obligaciones.

Cuando la cosa llega a perecer en manos del contratista y por caso de fuerza
mayor, los riesgos son para el propietario: por consiguiente, para el contratista,
si suministraba la materia objeto de su trabajo, es decir, que pierde la cosa sin
poder reclamar ningún salario (art. 1788); son, por el contrario, para el dueño,
si éste había suministrado la primera materia, en el sentido por lo menos de
que no pueda reclamar daños y perjuicios; pero, por otra parte, el contratista, lo
mismo que en el caso precedente, no tiene salario que reclamar (arts. 1789 y
1790).

Todo esto viene a decir que el contrato se disuelve por imposibilidad de


ejecución; cada una de las partes se encuentra liberada de las obligaciones
que le incumbían, lo que es conforme a la idea dominante en materia de
riesgos (véanse ns. 367 y sigtes.).

Desde luego, no ocurriría lo mismo en el caso de que el contratista hubiera


cometido una culpa: respondería entonces de la pérdida en los términos del
derecho común (arts. 1789y 1790), así como el dueño responde de la pérdida,
aun en el caso de fuerza mayor, cuando sobreviene en un momento en que se
encontraba en mora de recibir la cosa (art. 1788).

Fallecimiento. – El contrato de empresa queda disuelto por la muerte del


contratista, obrero o arquitecto, porque, en lo que le concierne, la operación
había sido realizada intuiti personae (art. 1795); por el contrario, el fallecimiento
del dueño no tiene influencia en los destinos de la convención.

Rescisión unilateral. – El contrato de empresa comporta a veces un medio


de disolución bastante excepcional, la voluntad unilateral del dueño, es decir,
de quien encargó la obra (art. 1794).

Esta disposición, tal como ha sido interpretada por la jurisprudencia, tiene un


vasto campo.
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1º Existe, no sólo en materia de construcción de edificios y contra los


arquitectos y contratistas propiamente dichos, sino cualquiera que sea el objeto
y la naturaleza de los trabajos a efectuar, por ejemplo, cuando se trata de la
construcción de máquinas de vapor;

2º No se distingue tampoco por razón de que el obrero hubiera o no


suministrado la materia;

En cambio:

1º Para que exista el derecho de rescisión unilateral, es indispensable que el


trato se haya hecho a precio alzado; el artículo 1794, se explica sobre esto
categóricamente, si la operación ha sido hecha mediante presupuesto, el
dueño queda ligado lo mismo que el contratista;

2º El dueño que usa de la facultad de rescisión, debe indemnizar al


contratista de todos sus gastos, de todos sus trabajo y de todo lo que hubiera
podido ganar en la empresa (art. 1794). Esta disposición viene a limitar
singularmente la libertad de determinación del dueño; no es asimilable a la que
la ley concede a cada una de las partes en el alquiler de servicios de duración
indeterminada, por que, aun cuando el dueño pueda invocar un motivo legítimo
de ruptura, parece que su responsabilidad queda no obstante comprometida en
los términos del artículo 1794, mientras que la del patrono que despide a un
obrero no entra en juego más que en caso de abuso (véase nº 1283).

Empresa y contrato de trabajo. –El criterio entre estas dos operaciones lo


suministra, como lo hemos advertido precedentemente, la noción de la entrada
al servicio del dueño, la idea de subordinación; el doméstico, el obrero, el
empleado, están al servicio del patrono, que ejerce sobre ellos un poder de
dirección y de vigilancia, que es su comitente: por el contrario, el contratista
conserva toda su independencia personal y hasta la dirección de la obra de que
se ha encargado; ocurre también que el supuesto dueño se confíe ciegamente,
sin poder controlar eficazmente la actividad del agente, abogado, médico,
cirujano, arquitecto. La línea de demarcación así establecida es muy neta: el
chofer al servicio de un particular, está ligado con su patrono por un contrato de
trabajo, pero si tomamos un “taxi”, celebramos un contrato de arrendamiento de
obra, un contrato de empresa, con el conductor.

Interés de la distinción. – Los aspectos interesantes de la distinción son


muy numerosos:

1º En el contrato de trabajo, el patrono responde de los actos del obrero, del


empleado o del doméstico, los cuales son encargados en el sentido del artículo
1384 (véase nº 508); pero los daños causados a terceros por un contratista, no
son de pleno derecho imputables al dueño, el cual no tiene respecto a él, la
calidad de comitente; sólo en el caso de que se pruebe una culpa personal a su
cargo, quedará comprometida su responsabilidad;

2º La legislación relativa a los accidentes del trabajo no protege más que a


los trabajadores unidos al patrono por un arrendamiento de servicios. Válido o
no; el contratista no puede prevalerse de dicho arrendamiento (véase nº 1276);
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3º El crédito del asalariado contra su patrono prescribe por seis meses (art.
2271, § 3º); el del doméstico por un año (art. 2272 § 3º); pero el crédito del
contratista no se extingue sino por el plazo de treinta años;

4º Las gentes de servicio, los obreros, los empleados y comisionistas, tienen


un privilegio general sobre el mobiliario del dueño (art. 2101-4º; Cód. com., art.
549). El contratista, en principio, no dispone de una seguridad de este género,
reserva hecha del privilegio inmobiliario conferido a los arquitectos y
contratistas por el artículo 2103-4º (véanse ns. 1771 y sigtes.).

5º Únicamente el contrato de trabajo comporta normalmente, en la práctica,


la rescisión por voluntad unilateral (véanse ns. 1279 y sigtes.)

Es preciso añadir también que, en tesis general, las reglas protectoras del
salario del obrero no se extienden en provecho del contratista, y que la
competencia del consejo de Prud´hommes está limitada a los litigios
procedentes del contrato de trabajo entre patronos de una parte y obreros y
empleados o aprendices de otra; no alcanza a los conflictos nacidos de un
contrato de empresa.

Empresa y mandato. – Existen grandes diferencias entre el mandato y la


empresa, las cuales se comprenderán mejor cuando se conozca el mandato
(véase nº 1430).

Empresa y venta. – Ocurre con bastante frecuencia que el contratista


suministra los materiales con que trabaja; es un contratista de construcción que
emplea sus propios materiales, o bien un sastre que confecciona un traje a la
medida; el análisis discierne entonces dos operaciones, que se combinan y
compenetran, pero a las cuales es prácticamente imposible dar lugar por
separado; es lo uno o lo otro; no puede lo uno y lo otro. Por eso la
jurisprudencia decide, muy prudentemente en nuestra opinión, que todo
depende de la importancia de los suministros con relación al trabajo
suministrado; si los primeros no tienen más que un carácter accesorio y
secundario, la operación es, en su totalidad, una empresa; en el caso contrario,
es una venta. Aplicando este criterio, se ha juzgado que el contrato por el que
un contratista se compromete a construir una casa suministrando él mismo los
materiales en un terreno que es de la propiedad del dueño, es un
arrendamiento de obra, no una venta. Esta opinión está de acuerdo con la
tradición, con la razón y con el artículo 1787, que supone que el contratista
suministra, además de un trabajo (lo que hace suponer que la operación es un
arrendamiento de servicio, la materia misma.

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