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JULIAN G EGO (ED E/ mundo rural en la Grecia antigua Maqueta: RAG Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Cédigo Penal, podran ser castigados con penas de multa y privacién de libertad quienes reproduzean o plagien, en todo o en part una obra literaria, artistica o cientifica, da en cualquier tipo de soporte sin Ia preceptiva autorizact Caps. 1 y 10, © Julin Gallego. Cap. 2, © Michael H. Jameson, por permiso de la Instituionen for Arkeologi och Antik Historia, Uppsala. Cap. 3, © Peter Garnsey, por permiso de Cambridge University Press. Cap. 4, © Thomas W. Gallant. Cap. 5, © Stephen Hodkinson, por permiso del Trinity Hall, Cambridge, Cambridge Philological Society. Cap. 6, © Robin Osborne, por permiso de Taylor and FrancisBook Ltd. Cap. 7, © Lin Foxhall, por permiso de Taylor and PrancisBook Lid. Cap. 8, © Victor Davis Hanson, por permiso de Simon and Schuster, Inc. Cap. 9, © Ellen Meiksins Wood, por permiso de Verso Ltd. © de la presente recopilacién, Julién Gallego, 2003 © Ediciones Akal, S.A.. 2003 para todos los paises de habla hispana Sector Foresta, 1 28760 Tres Cantos Madrid - Espafia Tel: 91 806 19 96 Fax: 91 804 40 28 ISBN; 84-460-1437-8 Depésito Legal: M. 355-2003 Impreso en Cofiis, S.A. Mostoles (Madrid) 6 ROBIN OSBORNE ORGULLO Y PREJUICIO, SENSATEZ Y SUBSISTENCIA: INTERCAMBIO Y SOCIEDAD EN LA CIUDAD GRIEGA* La cuestiOn de la relacién econémica entre ciudad y campo ha sido abordada frecuentemente por los historiadores antiguos. Ademas, ha existido un virtual acuerdo universal acerca de cudl es la cuestién clave a tratar. Por eso Moses Finley, en su capitulo «Ciudad y campo» en The ancient economy, repetidamente se pregunta «,c6mo pagaba una ciudad antigua por sus necesidades?», y Geoffrey de Ste. Croix, en su seccién «Polis y chora» en The class struggle in the ancient Greek world, selecciona como la primera caracteristica a mencionar- se que: Una ciudad griega (0 romana) esperaba normalmente alimentarse a sf misma a partir del grano cultivado en su propia khora (0 territorium), © en todo caso cultivado cerca. Pero hacerse esia pregunta, y esta tinica pregunta, tiene dos conse- cuencias indeseables: lleva a tratar la relacién entre ciudad y campo en términos de equilibrio*; y presupone efectivamente que ciudad y * Este trabajo ha sido extraido de J. Rich y A. Wallace-Hadrill (eds.), City and country in the ancient world, Routledge, Londres, 1991, 119-45. "MLL Finley, The ancient economy (1973), 2* ed. Londres, 1985, 131 (cf. 12, 139); G.E.M. de Ste, Croix, The class struggle in the ancient Greek world, Londres, 1981, 1 Un interés similar domina en R. Osborne, Classical landscape with figures. The ancient Greek city and its countryside, Londres, 1987, 94 ss. 2 Asien ML. Finley, Economy (op. cit. n. 1), 139, la estructura de cuyo andlisis no esta tan lejos de todo el de A.W. Gomme, Essays in Greek history and literature, Oxford, 1937, que él critica. 185 campo pueden separarse nitidamente, a pesar del hecho de que, al menos en la polis griega, los propios actores no hacian una divisién tan clara. En este texto quiero acercarme a la cuestién del intercam- bio entre ciudad y campo desde un dngulo muy diferente, y argiiiré que la relacién cconémica entre ciudad y campo deberia entenderse cn términos tanto de la necesidad de efectivo de los terratenientes ricos como de la necesidad de alimentos de los residentes sin tierras de la ciudad. La alta prioridad puesta por las ciudades griegas en la alimentacién de su ciudadania a partir de la tierra es independiente de la existencia del residente sin tierras de la ciudad y tiene consecuencias que se extienden mucho mas alld de la cuestién de la balanza comercial, ya sea dentro de la ciudad o entre ciudades. Cuanto con mayor seguridad podjfa una ciudad satisfacer sus necesidades alimentarias a partir de su propia tierra, mas facil era mantener la independencia politica. Por lo tanto, parece existir una correlaci6n directa entre el valor puesto en cultivar en casa los alimentos necesarios para la subsistencia de la ciu- dad y el modo en que era vista la tierra como la tinica inversién apro- piada, puesto que ideolégicamente, si no realmente, la propiedad de la tierra estaba ligada a la ciudadania, y que toda propiedad de tierras era respetable, por lo cual no se formaron divisiones de «clase» ni se desa- rrollé una ideologia de subordinaci6n dentro del cuerpo ciudadano*. Ademas, las implicaciones politicas de la labranza crean una fuerte presiOn para que el propietario de tierras resida en la ciudad, como el tinico lugar donde los derechos ciudadanos pueden ejercerse plena- mente, y forme cl eje del ejército ciudadano mediante el cual se pro- tegen tanto la independencia politica como los campos. No es simplemente que la posesién de tierras fuera un acto socio- politico en la ciudad griega, sino que las fuerzas socio-politicas riva- lizaban realmente con las mas puras fuerzas econémicas. Esto se ve mis gréficamente en la decisién de los granjeros activos de vivir en la ciudad, lejos de las tierras que poseen y trabajan. Pero es también la prioridad de lo sociopolitico 1a que contribuye a esa complementarie- dad entre ciudad y campo que ha sido subrayada como la caracteristi- ca peculiar de la ciudad griega®. De allf que la ciudad trabaje como una aldea ampliada, que se relaciona con el campo tan simplemente como una aldea con sus campos; ciudad y campo son inseparables, y de notar que G.E.M. de Ste. Croix se acerca muy fuertemente al mundo grieg. pos-clisico con A.H.M. Jones, The Greek city from Alexander to Justinian, Oxford, 1940, proveyendo su modelo de ciudad. + Asi, mientras que el inglés tiene varias formas de expresién para distinguir a los pequefios granjeros de los grandes terratenientes, el griego no. > S.C. Humphreys, Anthropology and the Greeks, Londres, 1978, 134. 186 las cuestiones de la alimentaci6n de la ciudad 0 el intercambio entre ciudad y campo simplemente no surgen. Este modelo de ciudad es compatible con dos medios de explota- cién de la tierra altamente contrastantes: a) Sistemas sefioriales de extraccién de excedentes por medio de la compulsién extra-econémica (especialmente la servidumbre). b) Propiedad campesina plena de la tierra. La primera es, abiertamente, la posicién de Esparta en el perfodo clasico, la segunda es mas 0 menos la posicién de casi todas las demas ciudades griegas. He tomado prestadas ambas categorias del profesor Robert Brenner, que inicié un sélido debate en Past and Present a fines de los 1970 y comienzos de los 1980 con su afirmacién de que «la apertura original en Europa hacia un sistema de crecimiento més © menos auto-sostenido» dependi6é del desarrollo de relaciones de clase a través del agotamiento de ambas situaciones anteriores —servi- dumbre y posesién campesina—. El argumento de Brenner refuerza desde una nueva direcci6n la visién de que las prioridades socio-poli- ticas en la ciudad griega competian con las fuerzas econémicas e impedian el crecimiento econémico. La ciudad modelo es, sin embargo, del orden de la construccién ficcional. Probablemente, los casos de propietarios de tierras residien- do todos en la ciudad fueran relativamente raros, como quizas lo fue- ran las ciudades donde la propicdad de ticrras era verdaderamente la condicién necesaria y suficicnte para la ciudadanfa. Sin embargo, apartarse de Ia letra estricta del modelo puede ser de importancia s6lo trivial, ya que el problema real es si las ciudades actuaban como si la situacién modelo fuera cierta. Un ejemplo que se podria argiiir para sustentar el modelo esta dado por la historia de Mantinea. En 385 Esparta oblig6 a los mantineos a dividir su ciudad y volver a vivir en aldeas. Jenofonte, relatando esto, resalta explicitamente que aquellos con propiedades Ilegaron a estar agradecidos con el cambio porque ahora estaban viviendo cercanos a sus campos. Pero de hecho la nueva situaci6n no cre6 ningtn tipo de comunidad nueva que funcionara segtin lineas y de acuerdo con normas divergentes de las de la ciudad modelo, puesto que tan pronto como se elimin6 la presién externa, los mantineos volvieron a una ciudad de un centro tinico®. Pero si el modelo parece ser valido para algunas ciudades griegas, jen qué medida es valido para esa ciudad excepcional, Atenas, acerca © Jenofonte, Helénicas, V, 2, 7: VI, 5, 3, con S. y H. Hodkinson, «Mantineia and the Mantinike. Settlement and society in a Greek polis», ABSA, 76 (1981), 239-96, en 286-8. 187 de la cual conocemos mis y en la cual se han centrado la mayoria de los estudios de la relacién econémica entre ciudad y campo en la Gre- cia antigua? Ciertamente, no todos los atenienses residfan en el centro politico —probablemente los estudiosos hayan sobre-estimado con- sistentemente la proporcién que asf lo hizo” pero evidentemente la jugada maestra de Clistenes fue dividir el centro politico, y déndole a las aldeas del campo una parte integral y esencial en el proceso politico hacer posible que todos los atenienses vivieran en un centro polit co. Los atenienses si parecen haber continuado congregandose juntos y no haberse marchado a vivir en sus lotes de tierra, y la democracia, probablemente, no podrfa haber funcionado si esto no hubiera sido asf. La ciudadanja en Atenas no depend{fa formalmente de la propiedad de la tierra: Lisias XXXIV pone en claro que algunos atenienses por lo menos eran conscientes de cémo el dar fuerza a dicho azo alteraria la composicién del cuerpo ciudadano. Pero la propiedad de la tierra dependfa de la ciudadania. Ademas, algunos atenienses estaban tan completamente preparados como otros griegos para hacer del valor moral de la propiedad de la tierra una cosa importante: Jenofonte (par- ticularmente en el Econdémico) provee el primero, pero no el tinico, ejemplo. En el coraz6n de la ideologia de la democracia ateniense existia la contienda acerca de si los atenienses eran aut6ctonos, nacidos de la propia tierra, y esta autoctonia provey6 el soporte fundamental para la igualdad de todos los atenienses (y también para la exclusividad del ciudadano). Ademis, en el coraz6n de las afirmaciones de Finley esta el que en el plano econémico Atenas no era, de hecho, diferente en tipo de otras ciudades. Finley remarca que aunque la fuerza de trabajo no agricola era relativamente amplia, no producfa nada que fuera significativo para la economia de Ia ciudad (excepto la plata extraida en el campo) y que Ja ciudad continuaba siendo un centro de consumo y no de produccién. Visto desde el punto de vista de la cuestién de cémo pagaban las ciudades antiguas por sus «alimentos, metales, esclavos y otras nece- sidades», esta claro que la ciudad modelo es una que est4 econdémica- mente estancada, ya que tiene una demanda muy baja por necesidades que no son producidas por el mismo ciudadano. Para Finley la explo- tacién ateniense de la plata significaba que, incluso sin satisfacer sus propias demandas de alimentos a partir de su propio territorio, Atenas podia hacer frente a su impresionante cuenta de importacién, y por ende el campo ateniense pudo estancarse exactamente tanto como otras ciudades pudieron. Una vez que se adopta este punto de vista se hace plausible tomar literalmente la visidn implicada por Diceopolis 7 R. Osborne, Demos. The discovery of classical Attika, Cambridge, 1985, 225, n. 91. 188 en Acarnienses (33-6) de Arist6fanes en cuanto a que los comercian- tes eran desconocidos fuera de la ciudad (aun en una comunidad tan grande y prdspera como Acarnes), y creer que el fracaso de Ia arqueo- logfa o de los registros escritos para dar evidencias de lugares de mer- cado en las afucras de Atenas, cl Pireo y la regién minera es significati- va. Parecerfa que el campo podfa mantenerse a sf mismo sin ninguna necesidad significativa de comprar y vender en el mercado. Pero ges esta afirmacién realmente cierta? Una forma de examinar- la es buscar casos especificos. Para Atenas se conoce relativamente bien a una pequefia cantidad de hombres debido a que se encontraron implicados en los tribunales en casos en los que estaban comprometi- dos asuntos de propiedad. Uno de esos hombres es Fenipo, un perso- naje del que no sabriamos nada si no fuera por un simple caso legal del que se preserva el discurso del oponente como la oracién XLII en el corpus demosténico. El reclamo hecho ante el tribunal es que Feni- po es més rico que el orador y por lo tanto deberia encargarse de los compromisos litirgicos en su lugar. Como resultado, el discurso con- tiene una informacién considerablemente detallada tanto acerca de la hacienda de Fenipo como sobre la hacienda del orador, y aunque podemos estar seguros de que esta informaci6n esta distorsionada, y probablemente distorsionada de manera sistematica, cuando se la con- sidera de cerca prueba ser de excepcional interés. EI hijo de Calipo, Fenipo, habfa heredado las propiedades de dos familias, su propia familia paterna y también la de su esposa, ya que habja sido adoptado como hijo por su suegro. Su oponente alega que ambas propicdades cran tan grandes que previamente habfan soportado responsabilidades litirgicas (ibid., 21-3). Segiin se describe en el discurso la propiedad consistia de una hacienda de tierras en Citerro, un demo situado casi con seguridad en el 4rea de Mesogea y que las discusiones més recientes* lo ubican en el valle de Erasino, sur de Brauron. No sabemos cudl era el demo paterno de Fenipo, pero el de su suegro era Colonas, no Citerro?. En una medida sin precedentes, y notoria, el oponente de Fenipo da la circunferencia de la hacienda de Citerro como de «mas de 40 estadios» (ibid., 5), una medida que, de ser cierta, seria congruente con una hacienda que abarcara una amplia serie de dreas!°. Mas pro- ® 1.8. Traill, Demos and trittys. Epigraphical and topographical studies in the organi- sation of Attica, Toronto, 1986, 47-57. ° En general, ver J.K. Davies, Athenian propertied families 600-300 B.C., Oxford, 1971, N° 14.734 y D 22. "© GEM. de Ste. Croix, «The estate of Phainippos (Ps. Dem. XLID», en E. Badian (ed.), Ancient society and institutions. Studies presented to Victor Ehrenberg on his 75 birthday, Oxford, 1966, 109-14, 189 vechosamente, el orador ha descrito la naturaleza de la explotacion agricola y hace afirmaciones acerca del rendimiento agricola. Cebada, vides y madera forman el eje de la produccin de la hacienda: la pro- duccién de cebada es superior a 1.000 medimnoi (lo cual puede impli- car que alrededor de 40 hectareas estuvicran destinadas a su cultivo), la produccién de vino es de 800 metretai'! y la produccién de madera se supone que alcanza las 12 dracmas por dia (ibid., 7, 20). La hacien- da tiene dos pisos para trillar (,posiblemente una indicacién de que combina dos haciendas previamente separadas?) y varias construccio- nes usadas para el almacenamiento de granos (ibid., 7). La tnica fuerza laboral mencionada por el orador consiste en seis burros y dos o mas conductores de burros que son aludidos en funcién del transporte de madera, y se hace la afirmacién de que estos eran empleados todo el afio para este propdésito. No se menciona ninguna otra fuerza laboral, animal o humana: dado que el orador quiere maxi- mizar, m4s que minimizar, la impresi6n del tamaiio y la riqueza de la hacienda parecen existir dos posibles razones para esto: 0 los seis burros y sus conductores eran la tinica fuerza de trabajo y eran emple- ados para cortar madera sdlo en la estacidén en que el orador visité la hacienda, 0 de otro modo la fuerza de trabajo permanente empleada en todo otro respecto por Fenipo era tan pequena que habria socavado el caso que se estaba haciendo. A favor de lo primero podria apuntar- se que el orador sf visité la hacienda en Metageithion (agosto), un mes para el que, por ejemplo, los informes de Eleusis muestran que las bestias de carga eran liberadas de Ievar a cabo tareas agricolas para ser usadas en cl transporte de mérmol; y cercano al momento en que Hesfodo recomienda que el granjero deberfa dedicar sus energias al corte de madera. Ademds, podrfa argumentarse que el empleo de dicha fuerza para cortar madera durante todo el afio implicarfa un drea muy extensa consagrada al bosque, lo cual seria extrafio dado que el orador no dice mas que lo que dice!2. A favor de la segunda sugerencia, podria sefialarse que habfa probablemente un uso a escala bastante amplia de trabajo asalariado en la agricultura dtica para hacer frente a los periodos pico de demanda laboral!?. ' Un metretes es una medida de capacidad que en Atenas equivalia a unos 39 litros y medio [nota del editor]. '2 No se especifica el tipo de madera, pero R. Meigs, Trees and timber in the ancient Mediterranean world, Oxford, 1982, 205-6, supuso que debe haber sido leiia, caso en el cual, si esto es una explotacién més que ocasional, Fenipo debe haber sido aficionado a explotar sotos. Hay muchas evidencias de Ia explotacién de sotos en los agrénomos roma- nos (ver R. Meiggs, ep. cit., 263, 266-9) pero no alusiones explicitas en los autores griegos. 'S CER. Osborne, Demos (op. cit. n. 7), 142-6; E.M. Wood, «Agricultural slavery in classical Athens», AJAH, 8 (1983), 1-47; y, en forma més general, idem, Peasant-citizen and slave. The foundations of Athenian democracy, Londres, 1988. 190 interesado en mostrar la ‘ala de El oponente de Fenipo e: recursos de Fenipo, y puede omitir de su descripcién mucho de lo que tenfa lugar en la hacienda pero era de importancia econ6mica trivial. Es simplemente imposible decir si Fenipo se dedicé 0 no a cultivar en la hacienda todas las varicdades de alimentos que su hogar necesita- ba: ciertamente no podemos asumir que la cebada y el vino fucran los inicos productos alimenticios que la hacienda producia. Lo que esta claro es que no hay forma en que su hogar (que consistia, permitase- nos decirlo, de veinte miembros) consumiera mas del 10% del rendi- miento de cebada sefialado. El oponente pone en la propia boca de Fenipo la admisién de que ya habia vendido parte de la cosecha de granos, y ademas afirma que, subsecuentemente, Fenipo vendié mas del grano que tenfa almacenado (ibid., 6; 8). Ciertamente, el orador exagera; y el precio de la cebada citado (18 dracmas) es atipicamente alto como resultado de una cosecha particu- larmente mala en gran parte del Atica. No obstante, incluso si dividi- mos por dos las cifras dadas, la hacienda de Fenipo debe haber rendi- do aproximadamente 5.000 dracmas en efectivo por aiio. E] oponente afirma un ingreso de 3.500 dracmas por madera (12 dracmas diarios para el afio de trabajo; si la madera s6lo era trabajada en las estaciones de inactividad la cifra seria algo asi como de 1.000 dracmas), 18.000 dracmas por la cebada (1.000 medimnoi a 18 dracmas por medimnos; un precio de 3-5 dracmas seria mds realista) y 9.600 dracmas por el vino (800 meireiai a 12 dracmas el metretes). Esto da un total de cerca de 31.000 dracmas (0 cerca de 15.000 en un afio de trabajo reducido para la madera y precio reducido para la cebada). En qué gastaba Fenipo todo este efectivo? Los costos corrientes de la hacienda deben haber sido considerables: aun si admitimos que las necesidades alimenticias para la subsistencia se satisfacian con la produccién hogarefia, falta considerar los burros y los reemplazos de esclavos, el trabajo asalariado a pagarse, las necesidades no alimenti- cias a comprar (ropas, herramientas, construcciones y mantenimiento de las construcciones), y asi sucesivamente. Pero lleva un firme esfuerzo de imaginacion hacer que estos articulos alcancen incluso la estimacién conseryadora del ingreso efectivo que he postulado. Es mas, a menos que vayamos a creer que Fenipo es un total mentiroso, hay evidencias en el discurso de que este ingreso en efectivo habia sido incapaz de cubrir sus gastos en efectivo. El orador afirma que, aunque en la hacienda no habia horoi visibles marcando deudas cuan- do la visité, Fenipo habia alegado desde entonces que tenfa una serie completa de deudas: le debia 6.000 dracmas a Panfilo y Fid6teles de Ramno, 4.000 dracmas a Ayantides de Flia; y 1.400 dracmas a Aristo- menes de Anagiro (ibid., 26-8). S6lo respecto de la tiltima de estas deudas afirma el orador ser capaz de demostrar que ha sido pagada. 191 Para nuestros propositos es indiferente si las deud. staban de hecho pendientes al momento del discurso; lo importante es la evidencia que proveen de que en el pasado reciente los gastos en efectivo de Fenipo habfan excedido sus ingresos en efectivo. El orador de [Deméstenes] XLII no reyela las circunstancias cn las cuales Fenipo contrajo, o afirmaba haber contraido, estas deudas, puesto que quiere que los dikastai crean que ellas son inventadas 0 no muy relevantes. La mejor guia que podemos encontrar para el tipo de raz6n por la que Fenipo podfa haber contrafdo estas deudas es provis- ta por nuestra informaci6n acerca de las circunstancias en las que otros atenienses del siglo tv han pedido dinero prestado. La evidencia, proveniente de los oradores y de los horoi mismos, fue reunida y ana- lizada por Finley hace unos 35 aiios'+ en Studies in land and credit'>. En resumen, dos razones comunes para tomar préstamos de un monto importante con la garantia de bienes rafces eran la elevacién de la dote y el arrendamiento de una hacienda huérfana; se conocen también préstamos para comprar plantas o tierras, para pagar las obligaciones litirgicas, para pagar por un funeral de la familia y para hacer frente a otras crisis temporarias. Si Fenipo habia tomado prestado dinero para arrendar un hacienda huérfana, 0 comprar plantas o tierras, su oponente no podia haber guardado silencio acerca de esto, puesto que cualquier cosa que aumentara la capacidad productiva de la hacienda de Fenipo seria de su propio provecho para persuadir a los dikastai sobre la riqueza de Fenipo. De modo similar, Fenipo no puede haber tomado dinero prestado para llevar a cabo una liturgia, puesto que la demanda misma del oponente es que Fenipo deberia estar levando a cabo la liturgia, pero no lo esté. Aunque ningtin préstamo parece estar comprometido, Fenipo sf afirmaba que un talento de su propiedad no estaba a su disposicién debido a que representaba la dote para el nuevo casamiento de su madre viuda. Parece cierto que al menos uno de los padres de Fenipo habia muer- to bastante recientemente, pero aunque los funerales podian ser costo- sos (en Deméstenes [XL, 52] esté comprometida una suma de 1.000 dracmas), el monto completo de la deuda de Fenipo dificilmente pueda imputarse a esto. De nuevo, aunque Apolodoro pueda afirmar que ha s antes de la edicidn ori- \4 El autor parece haber planteado el problema unos cinco ginal del trabajo acontecida en 1991. Por cierto, para este momento el libro de Finley cita- do, que habia sido publicado por primera vez en 1951, contaba ya con 40 afios [nota del editor}. 'S MLL Finley, Studies in land and credit in ancient Athens, 500-200 B.C. The Horos inscriptions (1951), 2" ed. Nueva York, 1985 (con una introduccién de P.C. Millett); para un examen minucioso del crédito en Atenas ver P.C. Millett, Lending and borrowing in ancient Athens, Cambridge, 1991. 192 alido fiador de su vecino por la cantidad de 16 minas (Deméstenes, LIII, 12-13), y aun cuando el orador, ciertamente, no mencionaria nin- gtin gesto filantrdpico de parte de Fenipo, es improbable en exiremo que el altruismo se esconda detras de las deudas de Fenipo. Que se nos deje sin una idea clara de lo que habfa detras de los préstamos de Feni- es en si mismo importante: es un signo de cudén poco sabemos de las demandas mayores de efectivo que podia enfrentar un ateniense ico. Ademas, especular sobre los orfgenes de la necesidad de Fenipo de efectivo en grandes cantidades seria futil; pero hay mucho para nar a partir del escrutinio de la forma en que Fenipo administraba la hacienda, a la luz de su manifiesta necesidad de generar efectivo. El oponente de Fenipo describe su hacienda como una eskhatia. Esto casi con seguridad implica que fue puesta en cultivo relativa- ente tarde, e implica que la tierra, probablemente, fuera en algiin entido marginal'®. La cosecha de granos es a veces denominada sitos, pero cuando se da una especificacién siempre se trata de la cosecha de ebada. El informe de los «primeros frutos» de Eleusis, de fecha muy jimilar a la de este discurso, sugiere que en el Atica se cultivaba nucho mas cebada que trigo!’, Ciertamente, la cebada era comida por los hombres asi como por los animales, pero hay algtin indicio de una referencia por el trigo'*. La decisién de Fenipo de cultivar cebada Mas que trigo puede reflejar la marginalidad de su hacienda: la ceba- a tolera mas la sequia que el trigo. Pero la decisién debe verse tam- én a la luz de la presencia de vides en su hacienda. Que Fenipo Uviera un vifiedo productivo indica que al menos parte de la hacien- la tenia una adecuado suministro de agua, pero sin embargo él no usa ga tierra bien regada para trigo. Cultivar cebada bien puede haber lado un rendimiento sdlido de una cosecha no muy provechosa en la lerra menos propicia de la hacienda; cultivar vides daba una cosecha n efectivo que regularmente tenfa alta demanda, y que podfa ser macenada por perfodos relativamente largos para disponerse de ella uando la necesidad surgiera 0 cuando las condiciones del mercado ran particularmente favorables. La hacienda estaba obligada a pro- ucir mas, quizds mucho més, de las necesidades de subsistencia del Ogar, y parece que Fenipo dirigié sus actividades de labranza, por un '© D.M. Lewis, «The Athenian rationes centesimarunm, en ML. Finley (ed.), Proble- de ta terre en Gréce ancienne, Paris, 1973, 181-212, en 210-12. 7 P Garnsey, «Grain for Athens». en PA. Cartledge y RD. Harvey (eds.), Crux. 's presented to G.E.M. de Ste. Croix on his 75" birthday, Londres, 1985, 62-75; Fami- ind food supply in the Graeco-Roman world, Responses to risk and crisis, Cambridge, 102. 18 L. Gallo, «Alimentazione e classi sociali: una nota su orzo e frumento in Grecia», 2 (1985), 449-72; P. Garnsey, Famine (op. cit. n. 16), 99, n. 27 193 lado, hacia empresas de bajo riesgo, y, por el otro, hacia empresas de alto rendimiento en efectivo. Que Fenipo tenfa un ojo en el mercado parece estar confirmado ademés por su explotacién del bosque. Si es correcta la sugerencia de que la explotacién del bosque cra estacional mas que permanente, entonces ilustra sutilmente la necesidad del granjero que emplea tra- bajo permanente ms que meramente eventual para Ilenar productiva- mente los perfodos de inactividad del afio agricola. El pleno empleo es mucho més una prioridad del propietario de animales de tiro y esclavos que de un campesino que no los tenia. Pero la decisién de explotar madera es también interesante. La madera no parece ser de un uso intrinseco para la hacienda; esta acarreandose afuera y vendiéndo- se (,quizds en Atenas, como sugiere John Davies", 0 quizds en la regién minera?). El oponente de Fenipo expresa el rendimiento en términos de dracmas por dia, y aunque esté en su interés alegar un ingreso en efectivo seria perverso no aceptar que el corte de madera en la escala alegada debe haber generado algtin retorno en efectivo. Hamish Forbes ha remar- cado recientemente que la explotacién de los recursos del bosque ha sido tradicionalmente una de las principales fuentes de efectivo para los gran- jeros pequefios de Grecia”: Fenipo puede haber tenido una necesidad de efectivo mas grande que sus vecinos, pero esta forma de satisfacer la necesidad puede haber sido empleada con bastante amplitud. En suma, parece razonable afirmar, sobre la base de los alegatos de su oponente, que Fenipo tenfa una necesidad muy considerable de efectivo y que organizaba la explotacién de su hacienda de manera tal como para obtener un ingreso cn efectivo tan regular como fucra posi- ble. Vende su cebada poco a poco muy poco después de la cosecha, aparentemente mds entusiasmado en tener efectivo en mano que en arriesgarse a las futuras fluctuaciones de precios. Su oponente alega que ha roto los sellos puestos en los almacenes de granos y ha conti- nuado vendiendo grano, y también que ha continuado vendiendo made- ra (ibid., 8-9): si esto es cierto pareciera como si Fenipo no estuviera preparado para dejar que un molesto caso judicial le impidiera sus practicas comerciales establecidas. Debe admitirse que la informacién que tenemos sobre Fenipo es excepcional; pero era atipico en sus necesidades y practicas? Una ' LK. Davies, Propertied families (op. cit. n. 9), 553, 2 H. Forbes, The struggle for cash: the integrated exploitation of the cultivated and non-cultivated landscapes in the southern Argolid, Peloponnesus, Greece, inédito. Le estoy ly agradecido al Dr. Forbes por permitirme leer este estimulante texto. Ver ademas T. Jolas y F. Zonabend, «Gens du finage: gens du bois», Annales ESC, 28 (1973), 285-305, reimpreso y traducido en R. Forster y O. Ranum (eds.), Rural society in France, Londres, 1978, 126-51. Fenipo parece no tener intereses pastoriles. 194 mirada a la situaci6n de su oponente, revelada s6lo parcialmente, sugie- re que muchos atenienses ricos pueden haber estado en circunstancias similares y enfrentando similares demandas. El orador en Demostenes XLII afirma que su padre le habia dejado a él mismo 4.500 dracmas, como a su hermano, y que es dificil vivir con tan poco, Admite que incrementé su fortuna con actividades en la regién minera, afirmando que hizo este dinero trabajando y esforzéndose con su propio cuerpo (lo que sea que pueda significar). Pero luego «compartié un contra- tiempo comiin con otros trabajadores en las minas», y perdid algo de dinero «en forma privada» al incurrir en grandes multas, y luego, finalmente, tuvo que pagar una multa de 3 talentos a la ciudad — Para el oponente de Fenipo debe haber sido posible, dependiendo de los arreglos precisos para participar en las minas, representar su parte de la multa como mayor de lo que de hecho fue. 195 dikastai, que podian no estar familiarizados con la situacioén de tales hombres muy ricos, pero que probablemente la sospecharan, les creye- ran. Aun en la misma naturaleza del caso, ninguno de ellos esté contan- do la demanda publica de efectivo en la forma de liturgias 0 eisphorai dentro de sus obligaciones y gastos. Lo que sabemos de las eisphorai y liturgias sugiere que las deman- das que éstas imponian sobre los ricos eran por lo menos tan grandes como las demandas privadas. Las eisphorai eran gravamenes periédi- cos sobre los ricos, ocasionales en el siglo v, més sistemiticos y regu- lares en el siglo 1v. Nuestra informacién no es tal que podamos eva- luar con seguridad el impacto de estos gravémenes sobre los hogares individuales en cada siglo, pero la seleccién al azar de las cifras pre- servadas da alguna impresi6n de la escala de la demanda. Se dice que la primera eisphora de la guerra del Peloponeso se habia propuesto procurar 200 talentos (Tucidides, III, 19) -mucho mas que el tributo pagado por cualquier aliado-. Durante el periodo entre 411/10 y 403/2 un hombre rico (Lisias, XXI, 3) pagé 3.000 y 4.000 dracmas en dos eisphorai. En el siglo Iv se hizo una evaluaci6n del valor del capital total de las posesiones agrarias del Atica y entonces se establecié la eisphora en 0,5%, 1% 0 2% del capital con la expectativa de que tales gravamenes rendirian 30, 60 y 120 talentos respectivamente*’. Parece probable que al mismo tiempo que se hizo esta evaluacion de la pro- piedad, aquellos susceptibles de pagar el gravamen fueron organiza- dos en symmoriai y que, entonces 0 poco después, los miembros mas ricos de cada symmoria fueron responsables de adelantar la suma total debida por la symmoria y de recobrar las sumas debidas por los demas miembros de la symmoria. El néimero de aquellos susceptibles de pagar la cisphora es muy discutido y esta estrechamente ligado a la cuestidn de si las mismas symmoriai eran o no empleadas para esta- blecer la eisphora y para la ejecucién de las liturgias’3. Sin embargo, ningtin estudioso moderno parece querer sostener que menos de 1.200 atenienses poseedores de propiedad estuvieran sujetos a pagar la eispho- ra: i.e. probablemente apenas menos del 5% de los atenienses tenfan que contribuir con estos gravamenes. El] impacto que tuvo la eisphora sobre las fortunas de estos hombres ricos obviamente depende en parte de la frecuencia con la que se recaudaban los gravimenes. Los montos exi- Deméstenes, XIV, 27; cf. XXVIL, 7, Los antiguos testimonios de la reforma de las finanzas atenienses del siglo 1V estén (itilmente recopilados y traducidos en P. Harding, Translated documents of Greece and Rome. 2- From the end of the Peloponnesian war to the battle of Ipsus, Cambridge, 1985, N° 39. 2 Ver mis recientemente PJ. Rhodes, «Problems in Athenian eisphora and liturgies», AJAH, 7 (1982), 1-19, y D.M. MacDowell, «The law of Periandros about symmories», CQ, 36 (1986), 438-49. Se necesita muchisimo poner el debate en un contexto mis amplio. 196 gidos a un individuo en cada ocasién no eran grandes, pero aun a producirian un aprieto importante en las posesiones en efectivo: si aceptamos el propio informe de Fenipo de sus deudas y asumimos que no habrian llegado a mas de la mitad del valor total de la hacienda, entonces para él la eisphora habria significado un pago en cl orden de las 150 a 600 dracmas cada vez”4. En el caso de las liturgias nuestra informacién para el costo viene casi con exclusividad de contextos litigiosos, y por ende esté sujeta a la infla- cién forense. Sin embargo, una estimacién conservadora del monto de la suma pagada en Atenas por liturgias de festivales sugiere que en un afio normal alrededor de 100.000 dracmas pueden haber sido desembolsadas por alrededor de 100 ciudadanos, y que cada cuatro afios, cuando caja la celebracién mayor panatenaica, este gasto subja a algo mas de 120.000 dracmas, con cerca de 20 hombres més para compartirlo*. Pero este gasto en festivales es casi insignificante comparado con el costo de man- tenimiento de la flota ateniense. Aun con un cdlculo absolutamente con- servador de 3.000 dracmas para una trierarquia (y algunos individuos y grupos ciertamente gastaban més), el costo de mantenimiento de 120 barcos en el mar (como se registré para el 356) habria sido de unos 60 talentos (360.000 dracmas), y el costo de 170 barcos en el mar (como se registr6 en 322) 85 talentos (510.000 dracmas)*°. Por lo tanto, solo para las liturgias, los individuos atenienses mas ricos, que probablemente no sumaran mas de 1.000 personas (Demés- tenes, XIV, 16-19), habran tenido que contar con 100 talentos por afio disponibles en efectivo. Ningiin individuo podia ser designado con mayor frecuencia que un aio de cada dos para hacerse cargo de una liturgia festiva, y con no mayor frecuencia que un afio de cada tres para hacerse cargo de una trierarquia, pero las sumas que tenfan que encontrar para eso eran al final mds abultadas, no mds pequeiias. Cier- tamente, algunos hombres ricos hipotecaban sus tierras para conseguir el efectivo para una trierarquia: se conocen dos casos de esto en el siglo Iv, y no puede haber sido fuera de lo comin’. Las propiedades » Cf. 1.K. Davies, Propertied families (op. cit. n. 9), 354 25 Idem, Demosthenes on liturgies: a aote», JS, 87 (1967), 33-40; Propertied fami- lies (op. cit. n. 9), xxi-11. 26 Sobre el costo de ser trierarca ver J.K. Davies, Propertied families (op. cit. n. 9); los 120 barcos en el mar en 356: Diodoro, XVI, 21, 1; los 170 barcos en el mar en 322: Diodoro, XVIII, 15, 8; para mas cifras ver J.K. Davies, Wealth and the power of wealth in classical Athens, Nueva York, 1981, 20-2. Fl ntimero de barcos posefdos por los atenienses era mucho mayor que el mimero que parece haber sido tripulado en cualquier momento en un solo afio: 283 en 357/6 (IG, IP, 1611, 3-9); 412 en 325/4 (IG, IP, 1629, 783-812). Regu- larmeante, las listas navales dan tanto el ‘ro total de barcos (en el mar y en los muelles) como también, separadamente, el niimero de barcos en el mar. > Deméstenes, XXVIII, 17-18, con XI, 78-80; y Deméstenes, L, 13; 61. Ver M.I. Finley, Land and credit (op. cit. n. 14), 84 y N° 56. 197 sdlo eran hipotecadas a otros ciudadanos, e incluso asi, aun cuando esta practica estuviera expandida, no se afectaba la cantidad de efec- tivo que tenfa que arrancarse de la seccién mas rica del cuerpo ciu- dadano. Ademias, la hipoteca al fin y al cabo s6lo era util para el indi- viduo si podfa pagar la suma hipotecada antes del proximo Hamado a hacerse cargo de una liturgia, o bien si estaba tan reducido de medios por la hipoteca que no quedara sujeto en el futuro, al menos para la trierarquia. En suma, un gran ntimero de atenienses ricos necesitaba grandes cantidades de efectivo, y no lo necesitaba sdlo ocasionalmente sino regularmente. Los /ovoi ilustran algunas de las razones mas ptiblic: mente proclamadas para procurarse efectivo en amplias sumas; la posicién financiera de Fenipo sugiere que existian también otras razones, privadas que podian ser menos ptiblicamente proclamadas; las multas del oponente de Fenipo indican de qué manera la inclinacidn atenien- se por el litigio podia alcanzar también la pérdida financiera; la eisp- hora y las liturgias ilustran, pero probablemente no agotan, la solida demanda publica, puesto que al igual que estos pagos, que eran legal- mente inevitables, lo que permanecfa vigente en la Atenas del siglo tv era que la riqueza obligaba a su poseedor a contribuir filantrépica~ mente tanto a la comunidad local como a la polis en su conjunto. Todo esto sugiere que un cuadro de Atenas que muestre un intercambio en la sociedad puramente en términos de la necesidad de la ciudad de obtener alimentos y otras necesidades pasa por alto una dimensién importante: el campo también necesitaba efectivo del mercado. {Cémo, entonces, se generaba cl efectivo para cubrir estas exigen- cias? Las partes en el caso de Fenipo ilustran dos formas tradiciona- les de aumentar el efectivo: Fenipo mismo confia en practicas agrico- las relativamente poco sofisticadas; su oponente cosecha la mayor parte de su dinero de las minas de plata, Pero la demanda de efectivo puede haber [levado al desarrollo de practicas agricolas y de negocios menos tradicionales que éstos. Varios documentos de arrendamientos del siglo Iv sefialan un auge aparente de la demanda de tierras ptibli- cas para arrendar, y los hombres ricos ansiosamente agarraron inclu- so pequefios lotes de dichas tierras’*. Claramente, tales hombres no requerfan esos lotes para satisfacer sus propias necesidades de ali- mentacién. El orgullo y el alto valor social de la propiedad de tier tienen ciertamente alguna parte en dichos arrendamientos, pero un deseo de una fuente adicional de ingresos, exenta en algunos casos de Ja responsabilidad de la eisphora’?, bien puede haber influido en dichos 28 R. Oshorne, Demos (op. cit. 0. 7), 54-9. ™ Ver idem, Classical landscape (op. cit. n. 1), 42-3, 198 | hombres y alentado tales arrendamientos. El arrendamiento privado de tierras también tuvo lugar a una escala bastante mds grande que la que se ha apreciado en el pasado*’, Aqui las ventajas para el arrenda- dor deben ser mas extensamente econémicas, y si bien el arrendatario puede tener motivos no econdmicos esto es cada vez mas improbable cuando los arrendamientos son por plazos breves. Las yentajas econd- micas potenciales para el arrendatario podfan incluir la posibilidad de hacer un uso més eficiente de la fuerza laboral a través de economfas de escala, posibilidades de diversificacin, o simplemente la apuesta para hacer una ganancia répida sin tener que enfrentar las consecuen- cias de una mala practica agricola. La administracién de los impuestos de la ciudad también ofrecia algunas oportunidades de pasar la demanda de efectivo a otros, algu- nos de ellos no pertenecientes al cuerpo ciudadano. De manera alar- mante, una alta proporcién de nuestro conocimiento de tales impues- tos viene de menciones casuales en las inscripciones, y es imposible cuantificar incluso el nimero de impuestos, atin menos intentar calcular cuanto procuraban o para qué estaba en esto el colector de impuestos. Tipico de las fuentes de nuestro conocimiento es el documento que registra la venta de los bienes de un tal Mixidemo del demo de Mi no, luego de haber sido incapaz de pagar una deuda de mas de medio talento al tesoro ptiblico. Habia adquirido esta deuda al convertirse en garante de unos cuantos individuos que se habfan comprometido a procurar varios impuestos pero nunca habfan conseguido el efectivo. O los amigos de Mixidemo estaban explotandolo criminalmente, 0 no encontraron a la actividad de procurar impuestos tan facil o tan redi- tuable como ellos esperaban, pero sus actividades muestran algunas de las posibilidades te6ricas de obtene a partir de tomar a su cargo servicios ptiblicos de esta clase. Que algunos de los impues- tos implicaban sumas muy grandes y podian rendir una ganancia muy considerable a aquellos que los colectaban esta firmemente sugerido por la historia contada por Andécides (I, 133 s.) acerca de la oferta y la contraoferta por el privilegio de exigir la tasa del 2% sobre impor- taciones y exportaciones, en lo cual estaban involucradas sumas de entre 30 y 36 talentos. nz Los arriendos y los impuestos, lo mismo que las hipotecas, no ‘ crean riqueza, simplemente la redistribuyen, los arrendamientos entre el cuerpo ciudadano, los impuestos entre un circulo ligeramente mas amplio. Para que el ateniense rico cubriera sus demandas privadas y- ptiblicas de efectivo en grandes cantidades, algo mds que efectivo tenia gananci © Idem, «Social and economic implications of the leasing of land and property in clas- sical and hellenistic Greece», Chiron, 18 (1988), 225-70. 199 que ser convertido en efectivo en alguna parte del recorrido. La gue- rra misma producia botin en grandes cantidades*! que podfa conver- tirse en «lechuzas» atenienses?*, pero dificilmente lo produjera en forma regularmente suficiente como para que los ricos en general con- fiaran en ella. Al final debemos contemplar la posibilidad de que una o las dos de las siguientes proposiciones sean ciertas: a) que la manufactura sf jug6 de hecho un papel signiticativo en la creacién de riqueza en Atenas: b) que la agricultura en sf misma fue, al menos para los propieta- rios de tierras importantes, altamente redituable, y si cra alta~ mente redituable entonces, dado que los atenienses no incur- sionaron en el proteccionismo, también altamente productiva. Ambas proposiciones estén en contra de las convicciones moder- nas firmemente sostenidas. El solo hecho de elevar las minas de plata aun lugar sdlidamente predominante de la economia de Atenas puede volver innecesarias a ambas proposiciones. Que esto no tiene justifi- caci6n lo indica la supervivencia de Atenas durante el primer tercio del siglo rv, cuando parece que muy poco se hizo en las minas, y la evidencia sobre los que se hicieron ricos gracias a las actividades mineras. El mismo Fenipo, cuyas conexiones mineras consistfan en su mayor parte en que las minas provefan un mercado para su madera, atestigua las posibilidades de crear riqueza y producir efectivo en Ate- nas sin chapucear en la plata. Los argumentos de Finley en contra de imputarle una importancia econdémica mayor a la manufactura en cualquier polis griega, aun en Atenas, se mantienen fuertes. Pero ,podia la agricultura haber produ- cido un ingreso de efectivo en la escala demandada? Una forma tosca de evaluar esto es convertir la demanda de efectivo en produccién de cebada. Aun cuando asumamos un altisimo precio de la cebada de 5 dracmas por medimnos, deberfan venderse 120.000 medimnoi para aleanzar los 100 talentos necesitados, al menos en algunos afos, para hacer frente a la demanda piiblica. Los 120.000 medimnoi (casi 5 millones de kg.) alimentarfan casi a 25,000 personas por afio. Dado que, si Fenipo es de algtin modo un caso tipico, los ricos habran esta- do gastando mucho tanto en sus desembolsos privados como en los ptiblicos, deberfamos estar pensando en, digamos, 10 millones de kg de cebada (0 su equivalente) que los granjeros atenienses ricos nece- 4 Cf, M.M. Austin, «Hellenistic kings, war and the economy», CQ, 36 (1986), 450-66, 2 Referencia a la lechuza acufiada en una de las caras de la moneda ateniense [nota del editor] 200 sitarfan vender cada aio para proveerse el efectivo que requerfan. Uti- lizando las suposiciones empleadas por Peter Garnsey* y suponiendo que un cuarto del Atica se dedicaba a la produccién cerealera, esto sig- nificarfa que algo més de un cuarto del grano producido en el Atica tendrfa que ser comercializado. Puede resultar inusual el hecho de que Pericles, segtin la anécdota relatada por Plutarco (Pericles, 16), ven- diera inmediatamente después de la cosecha todo el producto de su tierra; pero si las demandas de efectivo de los atenienses ricos se sati: facfan ampliamente a partir de la agricultura, entonces parece inevitable que se ayenturaran realmente, de manera tan fuerte, en las transacciones comerciales. Aun cuando fuera posible que la agricultura generara una provi- sin suficiente de producto agricola como para conseguir el efectivo, {es posible generar la demanda suficiente para tal producto? Debe haber existido cierta demanda de producto agricola en el campo mismo, tanto por parte de aquellos cuyas tierras no eran lo suficientemente productivas para satisfacer sus necesidades como de aquellos que se concentraban en producir s6lo una o dos cosechas en su tierra. Sin embargo, parece improbable que una fuerte especializacion estuviera ampliamente difundida: siempre que se describe (como en las Estelas Aticas 0 en Deméstenes, XLII) 0 se prescribe (como en algunos docu- mentos de arrendamientos) el producto de una hacienda, se puede ver que se cultiva una variedad de ae y esto es exactamente lo que esperarfamos en una situaci6n en la que la mayorfa de las haciendas consistfa en lotes discretos de tierra que gozaban de diferentes condi- ciones ecolégicas y adecuados para diferentes usos. Los dos principa- les mercados para el producto agricola dentro del Atica deben haber sido la ciudad y, al menos para la mitad central del siglo tv, la region minera, donde qu puedan haberse empleado 10.000 0 mas escla- vos*, Que las minas sf crearon una demanda extraordinaria parece estar indicado por el excepcional patrén de asentamientos de la region de Sunion, y la densidad de la actividad agricola plenamente clasica, en particular en el siglo Iv, en el valle de Caraca, al oeste de Sunion, que ha sido revelada por la prospeccién alemana reciente’. La ceba- da podria considerarse como un alimento particularmente convenien- te para los esclayos, y si Fenipo estaba enviando su madera a las minas 8 P. Gamsey, «Grain» (op. cit. n. 16). M Para especulaciones acerca ce cantidades, ver C. Conophagos, Le Lauritan antique, 1980, 341-54. 3° R, Osborne, Demos (op. cit. n. 7), 29-36, més H. Lohmann, «Landleben im klassis- chen Attika. Ergebnisse und Probleme einer archiologischen Landesaufnahme des Demos Atene», Jahrbuch Rubr-Universitét Bochum, 1985, 71-96, cuyos descubrimientos tienen que considerarse en el comtexto de Ia historia de las minas de plata. 201 completamente estar comercializando su cebada tam- bién alli en virtud de las conexiones establecidas (y ademas se podria especular que sus ventas en Ia region minera pudieron haber sido las que hicieron que ¢I fuera observado por su oponente, que estaba fucrtemente implicado cn la mineria). Para todo esto, sin embargo, cl grueso de la demanda debe haber venido de la ciudad. {Cémo, entonces, pagaba la ciudad? En un grado considerable, la ciudad puede haber pagado porque, directa 0 indirectamente, era receptora de mucho del dinero que los ricos estaban produciendo en eisphorai y contribuciones litirgicas. Los beneficiarios de las activi- dades littirgicas deben haber estado ampliamente diseminados, puesto que probablemente no existfa ningtin area de la vida ptiblica que fuera monopolizada por los residentes de la ciudad; pero parece innegable, aunque muy dificil de demostrar, que los residentes de la ciudad toma- ron més que su parte correspondiente de y en las actividades publi Ademis, los servicios privados y las actividades artesanales deben haber jugado un rol para permitir que la ciudad pagara, y deben haber contribuido en pequefio grado mediante ingresos en efectivo desde fuera de la ciudad. Todas estas consideraciones manifiestan un volumen y una com- plejidad muy considerables del intercambio dentro de la ciudad de Atenas. Es dificil creer que esto pueda haberse logrado sin un alto grado de monetizaci6n. La habilidad de los ricos para hacer frente a las exigencias ptiblicas y privadas parece haber dependido de un alto grado de liquidez, no sdlo en sus economfas personales sino también en la economia de la ciudad considerada como un todo, y de una rapi- dez de las transacciones de intercambio que una economia parcial- mente monetizada dificilmente podria haber logrado. Pero también depend{a de un alto nivel de prosperidad general, dado que era sélo el ciudadano relativamente préspero el que podia mantener animados los mercados de los cuales dependian los ricos. En un circulo cerrado los de- sembolsos mediante los cuales los ricos justificaban y mantenfan su predominio social, y desde luego politico, requerfan del pago ptiblico a los magistrados, los dikastai y aquellos que asistian a la asamblea que mantenfan la democracia; mientras que, a su vez, aquellos no res- ponsables de liturgias 0 eisphorai dependian de los ricos que eran capaces de soportar esas cargas en funcidn de liberar los fondos para pagarse a si mismos por sus actividades democraticas mediante las cuales mantenjan el margen de su prosperidad. Atenas en el siglo Iv puso a sus propios ciudadanos ricos bajo la misma clase y escala de presi6n para conseguir efectivo que la que su exacciOn de tributos en el siglo V puso a los ricos de los estados alia- dos del imperio. Sin embargo, existe una diferencia muy importante: en la Atenas del siglo 1v la demanda publica era demanda de efectivo 202 que, en su totalidad, permanecia dentro del sistema y no era drenado hacia afuera del Atica. En el imperio el tributo exigido por Atenas era trasladado a Atenas misma, y probablemente muy poco hallaba su camino de vuelta a la mayorfa de las ciudades aliadas, ni siquiera de manera indirecta. El nivel relativamente bajo de tributo cxigido a los aliados, al menos hasta la guerra del Peloponeso, tiene que ser visto en esa perspectiva*, La afirmacién que se hace aqui, que los ciudadanos atenienses ricos estuvieron fuertemente involucrados en el mercado con el fin de hacer frente a las inmensas demandas de efectivo que enfrentaban, contrasta marcadamente con el cuadro pintado por Finley>’, que sos- tiene que los grandes terratenientes tenian «una pasion por la autosu- ficiencia “tipo campesino”» y que no tenfan un «enfoque cualitativa- mente diferente de los problemas y las posibilidades de la labranza» que el del pequefio granjero. Estas afirmaciones de Finley se suman a su negacién de que la situacién muy diferente del gran terrateniente, que no depende de su propio trabajo y el de su familia sino que emplea trabajo, ya sea esclavo o libre, Hevara a una concepcién diferente de Jo que era la administracién de la hacienda. Evidentemente, tampoco fue cierto para los atenienses ricos, como éI ha afirmado para el cam- pesino de subsistencia, que «los ahorros se preserven en la unidad de producci6n-consumo. No se arrojan a la circulaci6n», ni que «el incre- mento de la tasa 0 el volumen absoluto de los excedentes signifique un incremento de la auto-explotacién». Entonces ,porqué Finley Iega a creer tan fuertemente en una men- talidad «tipo campesina» entre los ricos? No puede haber una expli- cacién simple para lo que es un cuadro muy complejo, més sutil que lo que mi cita ha admitido, pero cuatro factores merecen seleccionarse. E] primero de estos es la influencia del articulo clasico de Mickwitz8. Basdndose ampliamente en papiros egipcios de cuentas de haciendas y los intentos de los agrénomos romanos para calcular la rentabilidad, Mickwitz argumenté que las pericias de la contabilidad y las concep- ciones vitales para obtener una vision correcta de la rentabilidad, y por ende permitir que se hicieran elecciones razonables entre estrategias agricolas, nunca fueron desarrolladas en la antigiiedad. Sugirid que debido a que los granjeros seguian los métodos de la contabilidad publica, que se dirigian a eliminar el fraude no a determinar la renta- © Cf. A.C. Renfrew, «Polity and power: interaction, intensification and exploitations>, en idem y J.M. Wagstaff (eds.), An island polity. The archaeology of exploitation in Melos, 1982, 264-90. MIL. Finley, Economy (op. cit. n. 1), 108. 38 G. Mickwitz, «Economic rationalism in Greco-Roman agriculture», English Histo- rical Review, 1937, 577-89. 203 ane bilidad, y a que no desarrollaron una contabilidad comercial correcta, fue imposible que la racionalidad econémica se desarrollara. Que no se desarrollaron métodos adecuados de contabilidad comer- cial es indiscutible, pero afirmar que en ausencia de dichos métodos de contabilidad era imposible para los granjeros (0 desde luego los comerciantes) comportarse en una forma econédmicamente racional, es proponer una definicién irreal y limitada del comportamiento eco- nomico racional. Como Mickwitz mismo lo sefiala, los métodos de contabilidad comercial no se desarrollaron en Europa Occidental en absoluto hasta la revolucién agricola de fines del siglo xvi. Esto nos leva de vuelta al campo de Brenner’. Robert Brenner ha argtlido que la apertura al crecimiento econdmico sostenido s6lo ocurrié cuando los productores fueron forzados, para mantenerse a si mismos, a com- prar y vender en el mercado. He argumentado que en la Atenas clasi- ca los terratenientes atenienses ricos fueron forzados a entrar en el mercado. Asf como Ia escala limitada de esta alteracin del sistema de explotacién de la tierra no condujo al crecimiento econdmico sosteni- do, asi también puede argilirse que esto no condujo a una situacidn en la que la aplicacién de pr: ‘as de contabilidad comercial hubiera tenido sentido econdmico. La cantidad de atenienses que enfrenté las mayores demandas ptblicas de efectivo estaba probablemente en el orden de los 1.000; una cantidad un tanto mas grande debe haber estado en los margenes de esas demandas y debe haber compartido las necesidades privadas de efectivo. Pero, aunque estamos muy mal informados acerca de la distribucién de la riqueza a wavés del cuerpo ciudadano ateniense*®, parece improbable que, digamos, mas del 10% de los ciudadanos estu- viera sometido a tales presiones. Fl mercado al que fueron forzados a entrar para cubrir estas demandas era uno puramente local, en una econom{a que estaba auto-contenida a un grado muy alto. En una eco- nomia a una escala tan pequefa, en un medio ambiente tan sujeto a violentas e impredecibles variaciones, un modelo econémico de ofer- ta y demanda se convierte en un juego de tontos. Las inferencias nece- sarias para calcular la rentabilidad simplemente no podrfan hacerse a menos que se tomara una perspectiva de un plazo extremadamente largo, y ni aun los més ricos podrfan lograr tomar una perspectiva tal. Ademas, la estabilidad econdémica no estaba amenazada simplemente por fluctuaciones medioambientalmente determinadas en el aprovisio- ” TH, Aston y C.HLE, Philpin (eds.), The Brenner debaie: agrarian class structure and economic development in preindustrial Europe, Cambridge, 1985 * JK, Davies, Wealth (op. cit, n. 25), 34-7, con PJ, Rhodes, «Fisphora and liturgies» (op. cit. 22), 5. 204 jamiento de alimentos, sino también por factores politicos: la sociedad griega cldsica era, para los estandares modernos, extremadamente ines- {able tanto social como politicamente, y la polis estaba amenazada por Ja inestabilidad en otras poleis asi como por la inestabilidad en casa. De este modo, factores totalmente irregulares, que eran estrictamente ho-econémicos, amenazaban inclusive la perspectiva de largo plazo. En un famoso pasaje, Jenofonte presupone que todos los mercados son limitados, con excepcidn del mercado de Ia plata (Rentas, IV, 4-6) Tan falto de perspicacia como pueda parecernos tal comentario, es realmente una percepcién de la naturaleza y las condiciones del co- mercio en el mundo griego del siglo Iv. Fue entonces por razones per- fectamente buenas que los antiguos terratenientes atenienses fallaron al actuar de un manera que Mickwitz describirfa como «econémica- mente racional»: los factores naturales y sociales se combinaron para asegurar que la economia no pudiera ser razonable o significativa- mente tratada como independiente. El segundo factor que informa la vision de Finley del ateniense rico actuando simplemente como un campesino rico es su propio estu- dio de los horoi. En su anilisis clasico, Finley demostr6 que los prés tamos sobre garantia real que los horoi marcaban eran todos préstamos. tomados para financiar el consumo conspicuo, no para inversiones productivas; eran préstamos tomados por razones sociales mas que por unas puramente econémicas. Mientras que la observacion es indu- dablemente correcta, la explicacion es quizds mas compleja de lo que Finley admitia, dado que las implicaciones de las transacciones eco- némicas no eran simplemente sociales sino también politicas. Esto puede verse claramente no s6lo en el caso de Fenipo, que ha servido aquf como modelo de propietario de tierras que responde a las demandas de efectivo ptblicas y privadas, sino también en aquellos que persegufan estrategias econémicas mas innovadoras. En el caso de Fenipo no solo se trata de que su mercado se limite a la ciudad, la uni- dad socio-politica, y por consiguiente que su ingreso esté fntimamen- te conectado con eventos sociales y politicos; se trata también de que sus obligaciones privadas y ptiblicas para producir efectivo en amplias cantidades son en sf mismas un producto de la sociedad y de su orga- nizacién politica. En Atenas, donde la comunidad local es en si misma una comunidad politica, y donde el alto valor social de la propiedad de tierras est estrechamente ligado a la identidad politica y a las con- iribuciones financieras (la riqueza en tierras es visible y por ende buena»), la economia de la explotacién de esa tierra no podria mas que estar enlazada con los factores sociales y politicos. Dos figuras del siglo rv muestran que habfa algunos que sf respon- dfan a las presiones mediante una alteracion fundamental de su base econémica. Uno de éstos es el padre de Deméstenes, cuya riqueza 205 NE a considerable no estaba de ningtin modo atada a la tierra, pero un caso mas interesante es ofrecido por Timarco. En tanto que no conocemos el origen de la riqueza del padre de Deméstenes 0 la extensién en la que ésta fue construida mediante actividades no-agricolas, sf sabemos, admitidamente a partir de una fuente hostil, que Timarco tomé una decisién positiva de vender sus tierras. Esquines (I, 94-105) dedica una secci6n considerable de su discurso contra Timarco a la forma en que Timarco ha (mal)administrado su propiedad, quejéndose de que Timarco ha vendido tanto las tierras como las inyersiones en las minas y, por lo tanto, ha vuelto invisible la propiedad a partir de la cual otro hombre habria sobrellevado liturgias. La alocucién de Esquines en la conclusi6n de esta seccidn revela bien la impropiedad social y politica de lo que podria representarse como una irresponsabilidad econdémica, A Timarco no le ha quedado nada —ni casa, ni residencias miiltiples, ni tierras, ni esclavos, ni dinero invertido en préstamos, nada del tipo de recursos a partir del cual viven los hombres que observan la ley. BI ha reemplazado su propiedad ancestral por el abuso, los litigios molestos, el engreimiento, una vida lujuriosa, la cobardia, la desvergtienza, sin siquiera sonrojarse ante lo que es ruin, sas son las cualidades que Ie- van a convertirlo en el peor y més intitil de los ciudadanos. El tercer factor que vino a componer la visién de Finley fue su observacion sobre el marco moralizante en el que los autores antiguos pusieron sus comentarios sobre asuntos econdmicos. Notablemente, s6lo Aristételes compite con Cicerén y Jenofonte en frecuencia de citas en The ancient economy. Pero, de nuevo, una cosa es r imposibilidad de desacoplar lo econémico de valores que estén social y politicamente condicionados, y otra cosa muy distinta es concluir que los ricos actuaban realmente de modo indistinguible de los gran- jeros de subsistencia. El hecho de que Finley pudiera escribir de ese modo estuvo con- dicionado asimismo por un cuarto factor: su desconfianza por las esta- disticas. Dicha desconfianza es de muchas maneras correcta; pero aunque la precisién casi nunca sea posible en cuantificaciones, incluso con respecto a Atenas, dejando de lado otras partes del mundo griego, vastos ordenes de magnitud no siempre estén mas alla de la recupera- cién. El trabajo de Finley en Studies in land and credit esboza algo de su gran valor a partir de no evitar la estadistica, y mi texto ha intentado establecer un marco de entendimiento sobre la base de algunos cdlculos rudimentarios y ligeros, pero conservadores. Que para nosotros los grandes terratenientes atenienses no se pare- cieran para nada a los granjeros modernos no causaria sorpresa; ni deberia Ilevarnos a considerarlos como grandes campesinos auténo- 206 mos. Hombres como Fenipo enfrentaron demandas de efectivo dife- rentes no s6lo en cantidad sino en calidad respecto de las demandas enfrentadas por los campesinos. Ya he argumentado que incluso en la breve descripcién que tenemos de su manejo de su hacienda podemos ver trazas de él persiguicndo una estrategia de labranza oricntada hacia el efectivo. Que pudiera calcular la rentabilidad de su cebada y su vino y compararlos en términos de tablas y cifras es inconcebible (jy desaffo a cualquiera a hacerlo por él!), pero esto no significa que él labrara al azar o sin ningtin conocimiento de los resultados proba- bles. La politica de labranza de Fenipo ciertamente no estaba centra- da en la autosuficiencia, y el informe que se nos da no da ninguna garantia para adscribirle una mentalidad «satisfacedora» mas que «maximizadora». Es bdsico para la vision de Finley de la ciudad griega que la rela- cién econémica entre ciudad y campo dependa de la demanda de ali- mentos de la ciudad. La ciudad cre6 una demanda de alimentos que el campo como un todo, o simplemente la regién inmediata a la ciudad, satisfizo. Con lo que he dicho, he tratado de cambiar el énfasis acen- tuando el hecho de que las obligaciones sociales y politicas de los ricos crearon una necesidad de efectivo que demand6 que ellos entra- ran al mercado. Los bienes que ellos proveian al mercado pueden haber hecho posible, y de hecho alentaron, el crecimiento de la ciudad como un centro de poblacién, pero esto fue ocasionado por la exis- tencia de la ciudad como un centro politico, algo que es, conceptual- mente al menos, una cosa bastante diferente. El gasto ptiblico de la polis, y particularmente de la polis democritica, puede yerse como habiendo estimulado tanto a la ciudad como al campo. Los terrate- nientes ricos se volvieron dependientes de la venta en los mercados de la ciudad para preservar su riqueza y condicién politica: si no entraban en el mercado a gran escala s6lo podian cubrir sus obligaciones poli- ticas arriesgando sus riquezas. Para entender la relacién econémica entre la ciudad y el campo en la Atenas clasica debemos mirar hacia la produccién del campo asf como hacia el consumo de la ciudad. De todo esto surgen dos preguntas: ; fue diferente la Atenas del si- glo Iv, y el comportamiento de los atenienses del siglo Iv, de la del siglo v?, y {fue tnica Atenas? Los tipos de evidencia desplegados aqui sobre la Atenas del siglo Iv no estan disponibles ni para la Atenas del siglo V ni para otras partes de Grecia. Ciertamente, el acceso a los recursos del imperio, para los individuos atenienses asi como para la polis en su conjunto, debe haber marcado una diferencia considerable en las demandas establecidas sobre los ricos ciudadanos atenienses y sobre su habilidad para hacer frente a esas demandas. No obstante, el sistema de liturgias no fue un invento del siglo Iv; las trierarqufas ya existfan en el siglo v (aun cuando las responsabilidades y, probable- 207 les hacia el gasto privado bien pueden haber sido mayores mas que menores. Aun cuando muchos atenienses obtuvieran rentas de las tie- rras posefdas fuera del Atica durante el imperio eso debe haber hecho entrar al mercado mas, antes que menos, bienes esenciales y a un mayor més que a un menor ntimero de ciudadanos atenienses. Con otras poleis griegas el argumento debe proceder de maneras diferentes en casos diferentes de acuerdo con la naturaleza de la evi- dencia disponible. En conclusién quiero apuntar aqui a una pieza des- tacable de evidencia proveniente de la isla de Tenos, fechada alrede- dor del 300 a.C. Una estela tinica, ahora en el Museo Britdnico, enumera transacciones comprendiendo a bienes inmuebles registrados con los astynomoi por un periodo de menos de dos afios*?. Las tran- sacciones se describen como «ventas», pero esta claro que algunas al menos son transacciones crediticias mds que ventas formales. La ins- cripcién provee gran riqueza de datos prosopograficos y topograficos, pero mi interés aquf tiene que ver sdlo con dos cifras: el ntimero de individuos comprometidos en las transacciones y la cantidad de efec- tivo que esté moviéndose. Las 47 transacciones de la estela implican al menos a 45 individuos diferentes realizando «compras», y aunque muchos de aquellos que hacen compras si aparecen también «ven- diendo» o actuando como garantes, esta claro que los ricos entre quie- nes circulaba la riqueza en Tenos no eran simplemente una camarilla diminuta. Algunas de las sumas pagadas en las transacciones estin perdidas pero el total registrado como pasando de un bolsillo a otro excede las 70.000 dracmas, y esto en menos de dos afios. La cantidad intercambiada més pequefia es 100 dracmas, la més grande 8.000 dracmas. Parece imposible concluir otra cosa que que habia una con- siderable liquidez en la economia de la Tenos helenistica, una situa- cién que es apenas concebible a menos que estos ricos terratenientes estuvieran implicados en la comercializaci6n a gran escala de produc- tos agricolas. Mientras no tengamos ninguna idea de por qué los ricos de Tenos estuvieron hipotecando o vendiendo propiedades a tal esca- la en estos aifios, su actividad entonces sugiere que las demandas de efectivo encontradas en la Atenas del siglo Iv no eran de ningtin modo Unicas en esto. 41 [Jenofonte], Constitucién de Atenas, III, 4, alega que habfa 400 trierarcas a media- dos del siglo v. Ciertamente, parece que para cada trirreme se designaba un trierarca en las cubiertas de los barcos (Tucidides, II, 24, 2). En el siglo IV los trierarcas s6lo se designa- ban una vez que se habfa decidido enviar los barcos: JG, IP, 1629, 180-271; Deméstenes, IV, 36. 2 1G, XII, 5, 872; R. Dareste, B. Haussoullier y T. Reinach, Recueil des inscriptions juridiques grecques, Paris, 1, 1891, 64-106. 208 La necesidad manifiesta de efectivo de los atenienses ricos, y la evidencia de que los ricos de Tenos también tenfan, y probablemente tenfan que tener, vastas cantidades de efectivo a su disposici6n, sirve para confirmar los aspectos socio-politicos de la propiedad de tierras, cuya primacia fue enfatizada al comienzo de este texto. Pero esos con- tenidos sociales y politicos no requirieron la adopcién de una supues- ta mentalidad «campesina», sino que requirieron un fuerte compromi- so en el mercado. Que con todos los intentos y propésitos incluso Atenas no estuviera ligada a ningtin «sistema de mercados»* sf tiene impli- caciones para el desarrollo econémico, pero eso no significa que la economia ateniense estuviera inactiva, o que la actividad econémica dentro de Ja ciudad estuviera en un bajo nivel. La escala de la activi- dad econémica en la Atenas del siglo Iv fue grande, la cantidad y la tasa de intercambio, tanto allf como en Tenos, fueron dignas de consi deracién, y fue la demanda politica, al menos en el caso de Atenas, la que jug6 un rol mayor para asegurar que eso fuera asi. Con referencia al imperio romano Keith Hopkins“ ha escrito: El incremento de la monetizacién sugiere el incremento del comercio: mis transacciones por parte de los productores que yenden alimentos, articulos y metal para clientes sin especificar, con e] dinero como medio de intercambio. E] rabino Isaac en el siglo 11 d.C. advirtio: «Un hombre deberia siempre dividir su dinero: un tercio en tierras, un ter- cio en comercio y guardarse un tercio a mano» (Bava Mezia 42a). Era un consejo que no muchos podian seguir, pero en los comienzos de la economia antigua, tal consejo habria sido un sin sentido. Si se considera que el comienzo de la economia antigua incluye a la Atenas del siglo tv, entonces el consejo habria estado lejos del sin sentido: muchos hombres atenienses ricos, e incluso no tan ricos, necesitaban dividir su dinero exactamente de ese modo; y lo mismo esta lejos de ser excluido para otras poleis griegas y otros periodos*. 8 MIL. Finley, Economy (op. cit. n. 1), 22. * K. Hopkins, «Introduction», en P. Garnsey, K, Hopkins y C.R. Whittaker (eds), Trade in the ancient economy, Londres, 1983. +8 Reconocimientos. Les agradezco a los participantes de la conferencia de Notting- ham y a John Salmon, David Lewis y Stephen Hodkinson por sus comentarios sobre una versidn previa de este texto, 209

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