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PDF... Capítulo 2 - Sujetos Del Derecho Privado - FDCC PDF
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Cristian Piris
TEMARIO
PERSONA HUMANA
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en la obra. Como la simbología era tan fuerte, pronto el término pasó del teatro a la vida
social y de allí al Derecho.
También este término halla sus raíces en la Grecia antigua, donde persona nacería
del griego prósopon (compuesto de pro "delante" y de opos "cara") que, también, significa
"máscara".
En Roma antigua aparece el concepto de persona. Para el derecho romano era claro
que no todo ser humano era una persona, para ser tal en sentido estricto se debían reunir
tres condiciones: ser libre, ser ciudadano romano y ser pater familiae; los extranjeros no
eran personas “completas” como los romanos y los esclavos directamente eran considera-
dos cosas.
Con el advenimiento del cristianismo todos los seres humanos empezaron a ser con-
siderados personas, pero de modo alguno iguales; dado que se establecieron distintas cate-
gorías y diferentes capacidades para cada una de ellas. Era normal distinguir entre europe-
os e indígenas, hombres y mujeres, blancos y negros, nobles y siervos, etcétera. Recién a
partir de la revolución francesa se empezó a reconocer que todos los hombres nacen igua-
les en dignidad y derechos, y por lo tanto son portadores de una idéntica personalidad jurídi-
ca y capacidad. Esta idea nacida al amparo de la revolución francesa recién se vio plasm a-
da a escala mundial con la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948; una con-
secuencia de las atrocidades cometidas por el nazismo durante la segunda guerra mundial.
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El Código de Vélez Sarsfield, con una visión avanzada para su tiempo, estableció en
su artículo 70 que comienza la existencia de las personas desde su concepción en el seno
materno. Seguramente, el Codificador consideró que con esta fórmula abarcaría la más am-
plia protección posible de brindar a los seres humanos, pero claramente no pudo prever que
el avance de la ciencia permitiría que la concepción se produjera fuera del seno materno y
que, aun así, ese ser merecería protección jurídica.
El artículo 19 del CCC es coincidente con el artículo 4º del Pacto de San José de
Costa Rica, que fue integrado a nuestra Constitución Nacional como Tratado Internacional
sobre Derechos Humanos, y establecen que la existencia de las personas comienza desde
su concepción, sin hacer diferencias si ello se producen dentro o fuera del seno materno.
De todos modos, establecer que la existencia de una persona física comienza desde
su concepción no nos deja a salvo de fuertes interrogantes ante casos concretos ; por ejem-
plo, para las ciencias médicas cabe distinguir entre un pre-embrión y un embrión. Producida
la fertilización (unión del óvulo con el espermatozoide) hasta el día 14 estamos ante un pre-
embrión, a partir de aquí se forma el surco neural y pasa a ser un embrión, y recién a partir
de este momento estaríamos ante un nuevo ser (RIVERA, Julio César. 2004. Instituciones
de Derecho Civil. Parte General. Lexis Nexis. Buenos Aires. Tomo I. Págs. 353-354). Para
otros, en cambio, el embrión aún no se constituye en un nuevo ser dotado de individualidad,
siendo el feto la instancia de la evolución que ha completado su desarrollo cerebral, produ-
ciéndose esto a las ocho, diez o doce semanas de la gestación.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Artavia Murillo c/ Costa
Rica, señaló que la palabra “concepción” no es sinónimo de fecundación; de hecho, un óvu-
lo femenino puede estar fecundado por un gameto masculino, pero la mujer no estar emba-
razada porque ese óvulo fecundado no ha anidado. También un óvulo fecundado puede ser
despedido naturalmente por la mujer sin que llegara a notarlo. En el mismo sentido, si la
concepción requiere el cuerpo de una persona con órganos femeninos y un óvulo fecundado
que haya anidado, está muy claro que un óvulo fecundado in vitro, mientras no sea implan-
tado, no es persona.
La Corte Interamericana ha explicado que los derechos del feto son mayores mien-
tras más desarrollo adquiere; o sea, mientras más posibilidades existen de una vida inde-
pendiente.
En general, todo lo que implica la "obtención" de un nuevo ser de una manera no tra-
dicional como la fecundación in vitro, la fecundación asistida, la inseminación artificial, el
alquiler de vientres, los embarazos múltiples, la manipulación de embriones, etcétera, se
encuentran en una zona de penumbra donde el Derecho no puede arrimar suficiente clari-
dad. Tampoco las ciencias médicas o la biología pueden emitir un dictamen determinante en
esta materia, es por eso que se ha abierto un muy interesante campo de discusión en una
nueva disciplina, la bioética, donde se abordan interdisciplinariamente cuestiones que tienen
que ver con la vida humana, la dignidad del hombre y las influencias que sobre esto tiene el
avance de la ciencia. De las conclusiones que allí se obtengan el Derecho seguramente se
verá fuertemente influido.
Esto quiere decir que puede adquirir bienes a título gratuito (por donación o heren-
cia); reclamar alimentos -a través de sus padres-; ser beneficiario de un contrato de seguro
de vida, ser titular de acciones de daños y perjuicios (por ejemplo, por daños que haya sufri-
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do el feto por mala praxis, o si éstos fueran cometidos contra su madre durante la gestación,
etcétera).
Un capítulo aparte merecen los derechos personalísimos de los que gozan las per-
sonas por nacer; entre ellos los más importantes son el derecho a la vida y a la integridad
física. En especial el derecho a la vida de la persona por nacer es protegido por el Derecho
Penal, al penalizar el aborto.
Entonces, la persona por nacer es incapaz de ejercer por sí misma los derechos de
los cuales es titular; por tanto, es dependiente de su representación (sus padres, o los re-
presentantes de estos, si a su vez estos fueran incapaces). Desde el punto de vista de la
capacidad de derecho, poseen una capacidad plena (artículo 22 CCC).
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Están obligados a inscribir el nacimiento en primer lugar los padres del recién nacido
y a falta o incapacidad de éstos, los parientes más cercanos o quienes estuvieron a cargo
del recién nacido; como ser parteras, encargados de establecimientos médicos, quien hubie-
ra hallado a un recién nacido no inscripto, capitanes de buques o aeronaves si el nacimiento
se produjera a bordo de éstas, etc.
Según el art. 36 del Decreto-Ley 8202/63, si la criatura naciera muerta se registra la
novedad en el libro de defunciones, y si naciera con vida y posteriormente hubiese muerto,
se asentarán estos hechos en el libro de nacimientos y en el de defunción respectivamente.
ATRIBUTOS
A. Concepto
Los atributos de una persona son una “serie de cualidades o circunstancias que
hacen a la esencia de su personalidad y que la determinan en su individualidad” (RIVERA,
Julio César. 2004. Ob. Cit. Pág. 391), también pueden definirse como “cualidades o propie-
dades del ser jurídico, por medio de las cuales el sujeto-persona puede individualizarse y
formar parte de la relación de derecho” (CIFUENTES, Santos. Ob. Cit. Pág. 120). Ambos
conceptos son coincidentes en el hecho que se tratan de ciertas cualidades inherentes a la
persona, que son inseparables de ella y la definen en su individualidad.
Los atributos corresponden, básicamente a las personas humanas; no obstante, las
jurídicas participan de algunos de ellos con las limitaciones del caso. La principal diferencia
viene dada por el hecho que los atributos de las personas físicas son emanaciones de su
humanidad, en cambio en las personas jurídicas solo son mecanismos para facilitar el cum-
plimiento de su objeto social y el desarrollo de sus actividades.
Por ello, como regla general, a las personas humanas les son permitidos todos los
actos y derechos que no estén prohibidos (artículos 22 y 23 CCC), y a las personas jurídicas
les son permitidos todos los actos y derechos que establecen las leyes y sus estatutos.
B. Caracteres
Si bien los autores brindan varias caracterizaciones de los atributos, lo más difundidos
son los siguientes:
a) NECESARIOS: dado que toda persona los tiene y resulta imposible concebir que carez-
ca de ellos.
b) INALIENABLES: como consecuencia de ello no se pueden enajenar, trasmitir, y no pue-
den ser objeto de relación jurídica porque no están en el comercio.
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c) ÚNICOS: no se admite la pluralidad de un mismo atributo en una misma persona (tener
la misma persona dos apellidos distintos, que no sean el paterno y el materno; tener dos
estados civiles simultáneos, como ser soltero y casado a la vez).
d) IMPRESCRIPTIBLES: no se adquieren ni extinguen por el transcurso del tiempo o la
falta del ejercicio de los mismos.
C. Enumeración
Existen algunas discrepancias a la hora de enumerar los atributos. En general, todos
los autores son coincidentes en reconocer como tales a la capacidad, estado civil, nombre y
domicilio; no obstante, para otros autores también lo serían los derechos personalísimos
(RIVERA, Julio César. 2004. Ob. Cit. Pág. 391) mientras que algunos lo niegan, sosteniendo
que se tratan de categorías diferentes (CIFUENTES, Santos. Ob. Cit. Págs. 120 y 121). Este
tipo de disputas no son algo nuevo, algo similar ocurrió con el patrimonio, al cual la escuela
clásica concibió como atributo para luego ser desestimado, al punto que actualmente no lo
trata como tal ningún autor moderno.
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f. deben priorizarse las alternativas terapéuticas menos restrictivas de los derechos y
libertades.”
Menor de Edad
Es toda aquella persona que no hubiere cumplido la edad de 18 años (artículo 25
CCC).
La edad de 18 años es una pauta objetiva para valorar el grado de madurez intelec-
tual y el desarrollo físico. No se trata de un criterio rígido sino más bien valorativo, téngase
presente que hasta el año 1968 el límite de la minoridad eran los 22 años, reducido a los 21
por la ley 17.711 y rebajado nuevamente en 2009 a los 18 lo cual fue mantenido por al
CCC, en consonancia con lo dispuesto por la Convención Internacional de los Derechos del
Niño.
Adolescente
Nuestro Derecho distingue de entre los menores a los adolescentes, entendida como
toda “persona menor de edad que cumplió 13 años” (artículo 25 CCC).
La tendencia es a la baja de la edad, adquiriéndose progresivamente más capacidad
de ejercicio con menor edad. El CCC establece que el menor de edad que cuente con edad
y grado de madurez suficiente puede ejercer por sí mismo los actos que le son permitidos
por el ordenamiento jurídico (artículo 26 CCC). En tal sentido, un adolescente de hasta 16
años puede decidir por sí mismo respecto de “aquellos tratamientos que no resulten invasi-
vos, ni comprometan su estado de salud o provocan un riesgo grave en su vida o integridad
física” y, a partir de los 16 años, se considera a todo adolescente “como un adulto para las
decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo” (artículo 26 CCC); pero conste que
dice cuidado, no disposición.
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permanente o prolongada, de suficiente gravedad, siempre que estime que del ejercicio de
su plena capacidad puede resultar un daño a su persona o a sus bienes”.
Atento a la situación de los menores de 13 años no cabe la posibilidad de incapac i-
tarlo dado que ya es incapaz, o reducir aún más su capacidad de ejercicio dado que se en-
cuentra en los mínimos.
Como puede verse, para restringir la capacidad o incapacitar a una persona se exige
el cumplimiento de ciertos requisitos materiales:
Patología de base: Adicción o alteración mental.
Temporalidad: Situación de alienación permanente o prolongada.
Nivel de incidencia: Grave.
Implicancias: Posibilidad de daño a la persona o bienes de la propia persona.
Dado un caso de persona adicta o alterada mentalmente que cumpla los extremos
que hemos vistos, por regla general el juez debe “restringir la capacidad para determinados
actos” y “por excepción, cuando la persona se encuentre absolutamente imposibilitada de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por cualquier modo, medio o formato
adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad y
designar un curador”. Esto es consecuente con lo dispuesto en el artículo 31, inc. b CCC.
Vale precisar que el juicio de capacidad no puede iniciarse de oficio, sino a instancia
de parte interesada como ser la propia persona afectada, el cónyuge no separado de hecho,
el conviviente, parientes dentro del cuarto grado y dentro del segundo si fueran por afinidad;
y el ministerio público (artículo 33 CCC).
La sentencia que ordena la restricción de capacidad o incapacidad puede ser revis a-
da en cualquier momento, a petición del interesado (artículo 40 CCC). Para hacer cesar los
efectos de esa sentencia se requiere nuevamente la intervención judicial, examen de un
equipo interdisciplinario (artículo 47 CCC) y una declaración de rehabilitación que debe ser
inscripta en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas (artículo 39 CCC).
d) Incapaces
En aquellos casos en que la persona “se encuentre absolutamente imposibilitada de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por cualquier modo, medio o formato
adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad y
designar un curador” (art. 32, última parte, CCC).
En estos casos extremos, el juez dicta una sentencia que declara la incapacidad de la
persona y, por tanto, le designa un curador, que ejercerá las funciones de representación del
incapaz, en los actos jurídicos en que esta deba intervenir, administrará sus bienes y los
dispondrá previa autorización del juez. Tendrá obligación de rendir cuentas de su gestión.
Dicha sentencia deberá ser inscripta en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Per-
sonas, para ser oponible a los terceros.
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Representación y asistencia
Los representantes son fundamentales en el sistema de incapacidad, porque “las perso-
nas incapaces ejercen por medio de sus representantes los derechos que no pueden ejercer
por sí” (artículo 100 CCC).
En el siguiente cuadro es posible ver quiénes son los representantes según lo establec i-
do en los artículos 101 y 103 CCC.
Representante En su Representante
Legal defecto Promiscuo
A. Nombre
Según Rivera el “medio de identificación de una persona en la sociedad” (RIVERA,
Julio César. 2004. Ob. Cit. Pág. 593).
En el mundo antiguo, cuando solo existían comunidades poco numerosas y éstas es-
taban poco comunicadas entre sí, se estilaba tener un nombre individual. Al ir aumentando
el número de integrantes de estas comunidades se empezó a acompañar al nombre indivi-
dual de alguna característica particular distintiva, como alguna reseña de su personalidad o
su profesión (P. Ej. Alejandro Magno, Diógenes “el cínico”, los apellidos Calvo, Zapatero,
Herrero), su filiación (P. Ej. Aquiles hijo de Peleo), o su lugar de origen (P. Ej. Tales de Mile-
to).
En Roma el nombre tenía tres elementos y podía contener hasta un cuarto, el nom-
bre individual, el nombre familiar, el nombre de la rama familiar a la que pertenecía y even-
tualmente un sobrenombre honorífico. Ese era el caso del vencedor de Aníbal en las llanu-
ras de Zama, el general romano “Publio Cornelio Scipión Africano”.
En España, como en toda la península Ibérica, se siguió el mismo criterio que en el
mundo antiguo, pero a la práctica de designar a una persona con referencia a su filiación se
acostumbró a agregar los prefijos “ez” a los nombres de pila que significan precisamente
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“hijo de” y luego pasaron a ser considerados apellidos Pérez (hijo de Pedro), González (Hijo
de Gonzalo), Ramírez (hijo de Ramiro), etc.
En nuestro país se continuó con las prácticas hispánicas, al punto que el código de
Vélez Sarsfield no lo reguló en su articulado. Hasta el año 1943 esta materia se rigió por las
ordenanzas del Registro Civil, la costumbre y la Jurisprudencia. En el año 1943 se dictó un
decreto del Poder Ejecutivo Nacional, que reglamentó esta cuestión hasta llegar a la ley del
nombre (18.248) que data de 1969 que rigió hasta la sanción del CCC.
En la actualidad, el nombre está constituido por dos elementos:
Prenombre: es el conocido como nombre de pila, designado así por la pila bautismal,
sitio donde se bautizaba a los recién nacidos y se les daba un nombre individual.
Apellido: también llamado nombre de familia o patronímico que indica la familia a la
que pertenece el individuo. Es la designación común de todos los miembros de una
familia.
Tanto prenombre como apellido son partes constitutivas del nombre, y según lo dispone el
artículo 62 CCC “la persona humana tiene el derecho y el deber de usar el prenombre y el
apellido que le corresponden”.
B.Prenombre
En nuestro Derecho, el prenombre se adquiere por la inscripción en el acta de naci-
miento. Su elección “corresponde a los padres o a las personas a quienes ellos den su auto-
rización para tal fin; a falta o impedimento de uno de los padres, corresponde la elección o
dar la autorización al otro; en defecto de todos, debe hacerse por los guardadores, el Minis-
terio Público o el funcionario del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas ”
(artículo 63 inc. a, CCC)
En principio se pueden elegir cualquier prenombre, pero respetando las limitaciones
establecidas en el artículo 63 CCC. Estas limitaciones son:
Más de tres prenombres.
Apellidos como prenombres.
Primeros prenombres idénticos a primeros prenombres de hermanos vivos.
Prenombres extravagantes.
Con relación a los nombres aborígenes o derivados de voces aborígenes autóctonas
y latinoamericanas, se los pueden inscribir, siempre que no sean más de tres.
C.Apellido
Aquí es necesario distinguir distintos casos:
1. Hijos matrimoniales:
“El hijo matrimonial lleva el primer apellido de alguno de los cónyuges; en caso de no
haber acuerdo, se determina por sorteo realizado en el Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas. A pedido de los padres, o del interesado con edad y
madurez suficiente, se puede agregar el apellido del otro.
Todos los hijos de un mismo matrimonio deben llevar el apellido y la integración
compuesta que se haya decidido para el primero de los hijos.” (artículo 64 CCC)
2. Hijos extramatrimoniales:
“El hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial lleva el apellido de ese progenitor.
Si la filiación de ambos padres se determina simultáneamente, se aplica el primer
párrafo de este artículo. Si la segunda filiación se determina después, los padres
acuerdan el orden; a falta de acuerdo, el juez dispone el orden de los apellidos,
según el interés superior del niño.” (artículo 64 CCC)
3. Persona sin filiación determinada:
“La persona menor de edad sin filiación determinada debe ser anotada por el oficial
del Registro del Estado Civil y Capacidad de las personas con el apellido que está
usando, o en su defecto, con un apellido común.” (artículo 65 CCC)
4. Hijos adoptivos:
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Adopción plena (artículo 626 CCC):
“a. si se trata de una adopción unipersonal, el hijo adoptivo lleva el apellido
del adoptante; si el adoptante tiene doble apellido, puede solicitar que éste
sea mantenido;
b. si se trata de una adopción conjunta, se aplican las reglas generales relati-
vas al apellido de los hijos matrimoniales;
c. excepcionalmente, y fundado en el derecho a la identidad del adoptado, a
petición de parte interesada, se puede solicitar agregar o anteponer el apell i-
do de origen al apellido del adoptante o al de uno de ellos si la adopción es
conjunta”.
5. Persona casada:
“Cualquiera de los cónyuges puede optar por usar el apellido del otro, con la preposi-
ción ‘de’ o sin ella” (artículo 67 CCC).
6. Persona divorciada:
“La persona divorciada o cuyo matrimonio ha sido declarado nulo no puede usar el
apellido del otro cónyuge, excepto que, por motivos razonables, el juez la autorice a
conservarlo” (artículo 67 CCC).
7. Persona viuda:
“El cónyuge viudo puede seguir usando el apellido del otro cónyuge mientras no con-
traiga nuevas nupcias, ni constituya unión convivencial” (artículo 67 CCC).
D.Seudónimo
Etimológicamente significa “falso nombre”. Según el artículo 72 CCC “el seudónimo
notorio goza de la tutela del nombre”.
La ley de Propiedad Intelectual establece que los autores que empleen seudónimos
podrán registrarlos adquiriendo la propiedad del mismo.
El seudónimo es una denominación usualmente usado por artistas en reemplazo del
propio nombre y a efectos del desarrollo de su actividad. (Por ejemplo, Maluma es el seudó-
nimo de Juan Luis Londoño Arias, pero todos lo conocen por su seudónimo) No deber ser
confundido con el sobrenombre, también llamado apodo, que es una denominación común
que suele darse a una persona en el trato familiar o coloquial (por ejemplo, Tito).
A. Concepto
Es “el asiento jurídico de las personas” (CIFUENTES, Santos. Ob. Cit. Pág. 147).
El CCC no define el domicilio en general sino que se limita a determinar los distintos ti-
pos de domicilios que puede tener una persona.
Hay que distinguir entre el domicilio, que es un concepto jurídico, atributo de la persona-
lidad, la residencia, que es una definición vulgar –no jurídica- y hace alusión al lugar donde
la persona está viviendo en forma estable, y la habitación, que es el lugar donde la persona
está en forma pasajera.
El domicilio sirve para determinar “la competencia de las autoridades en las relaciones
jurídicas” (artículo 78 CCC).
GENERAL
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Real: según el artículo 73 CCC es el lugar de residencia habitual de la persona, pero
“si ejerce actividad profesional o económica lo tiene en el lugar donde la desempeña
para el cumplimiento de las obligaciones emergentes de dicha actividad”. Es un do-
micilio que se fija voluntariamente a través de la residencia.
Como principales funciones del domicilio real podemos mencionar que:
En materia de derecho internacional privado, la capacidad de la persona humana se
rige por el derecho de su domicilio (art. 2616 CCC) y determina la jurisdicción compe-
tente a los efectos de la promoción de las acciones de validez, nulidad y disolución
del matrimonio, así como las referentes a sus efectos (art. 2621 CCC).
Determina la competencia de las autoridades judiciales.
Fija el lugar donde deben dirigirse las notificaciones judiciales, antes que se haya
constituido domicilio procesal.
Si nada se ha indicado, el domicilio del deudor, al tiempo del nacimiento de la obliga-
ción es el lugar donde debe hacerse el pago (art. 874 CCC).
Legal: según el artículo 74 CCC “es el lugar donde la ley presume, sin admitir prueba
en contra, que una persona reside de manera permanente para el ejercicio de sus
derechos y el cumplimiento de sus obligaciones. Sólo la ley puede establecerlo, y sin
perjuicio de lo dispuesto en normas especiales”.
Los casos de domicilio legal determinados por el artículo 74 CCC son los siguientes:
Los funcionarios públicos, tienen su domicilio en el lugar en que deben cum-
plir sus funciones, no siendo éstas temporarias, periódicas, o de simple com i-
sión;
Los militares en servicio activo, tienen su domicilio en el lugar en que lo están
prestando;
Los transeúntes o las personas de ejercicio ambulante, como los que no tie-
nen domicilio conocido, lo tienen en el lugar de su residencia actual;
Las personas incapaces, lo tienen en el domicilio de sus representantes.
Su función es permitir realizar las notificaciones y reclamos y darlas por cumplidas
válidamente, al hacérselas en el domicilio determinado por la ley, aunque de hecho la
persona no se encuentre allí.
ESPECIAL
Contractual o convencional: “Las partes de un contrato pueden elegir un do-
micilio para el ejercicio de los derechos y obligaciones que de él emanan”
(artículo 75 CCC).
Procesal o ad litem: es el domicilio denunciado por los litigantes en el marco
de un juicio, tiene que establecerse en el radio de la jurisdicción del tribunal.
El domicilio especial tiene como función ubicar al sujeto a los efectos del ejer-
cicio de sus derechos o el cumplimiento de sus obligaciones, derivados del
acto jurídico en el cual se ha instituido dicho domicilio, únicamente (contrato,
proceso, etc.).
No resulta válido para los demás actos del mismo sujeto.
ESTADO. CONCEPTO
Es la posición que corresponde al individuo en la sociedad.
El estado se puede definir a través de varias referencias, a saber:
Respecto de la persona misma: sexo, edad, sano o insano, etc.
Respecto a la sociedad: nacionalidad (argentino o extranjero), profesión (comer-
ciante, magistrado, etc.), etc.
Respecto de la familia: casado, soltero, viudo, pariente, etc.
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FIN DE LA EXISTENCIA DE LAS PERSONAS HUMANAS
Conforme el artículo 93 del CCC, la existencia de las personas humanas termina su
muerte, siendo indiferente la causa que haya provocado la misma que puede ser por enfer-
medades, accidente, homicidio o suicidio.
El Código no dice nada al respecto, en el sentido de establecer una disposición de
alcance general que nos defina la muerte, en cambio en determinadas leyes especiales,
como la de trasplantes de órganos, podemos encontrar conceptos de muerte que resultan
válidos para su campo de aplicación.
En general se acepta la definición que considera que la muerte implica el cese irre-
versible y definitivo de funciones vitales, principalmente de los sistemas circulatorio (c o-
razón), respiratorio (pulmón) y nervioso (cerebro) (RIVERA, Julio César. 2004. Ob. Cit. To-
mo II. Pág. 144).
De todos modos, queda bajo un cono de sombras si podemos considerar muerta a
una persona en la que haya cesado una de estas funciones permaneciendo el resto en cier-
ta actividad aunque sea asistida mecánicamente. En principio podemos afirmar que aún no
ha muerto, aunque a los efectos de los trasplantes de órganos se considera que ya ha
acaecido la muerte cuando se produzca el total e irreversible cese de sus funciones encefá-
licas, vale decir la muerte cerebral. Esto se prueba al no verificarse ninguna actividad al rea-
lizar un electroencefalograma.
En definitiva, el CCC no define la muerte ni brinda pautas para su determinación, y
en consonancia con esa postura establece que “la comprobación de la muerte queda sujeta
a los estándares médicos aceptados, aplicándose la legislación especial en el caso de abla-
ción de órganos del cadáver” (artículo 94 CCC).
A. La ausencia simple
El CCyC establecen un régimen para ser aplicado a los casos de ausencia o desapa-
rición de personas por lo largo tiempo, sin tener ninguna noticia de ellas, como una forma de
poner fin al estado de incertidumbre que puede pesar respecto de su patrimonio y de su
situación familiar.
La declaración de ausencia
La simple ausencia la prevé el artículo 79 CCC y opera “si una persona ha desapare-
cido de su domicilio, sin tenerse noticias de ella, y sin haber dejado apoderado. En ese caso,
puede designarse un curador a sus bienes si el cuidado de éstos lo exige. La misma regla
se debe aplicar si existe apoderado, pero sus poderes son insuficientes o no desempeña
convenientemente el mandato.”
Para declararse la simple ausencia de una persona se requiere:
- Que la persona hubiere desaparecido del lugar de su domicilio sin que de ella
se tengan noticias (artículo 79 CCC).
- Que no haya dejado apoderado, o hubiera dejado apoderado con poderes in-
suficientes, o el apoderado no desempeñe convenientemente su mandato (artículo 79 CCC).
- Una o varias personas interesadas, con interés legítimo con respecto a los
bienes del ausente (estos pueden ser los familiares directos o acreedores), que solicitasen
la declaración (artículo 80 CCC).
- Que la solicitud se realice ante un juez competente (artículo 81 CCC).
- Que el presunto ausente sea citado por edictos durante cinco días (artículo 82
CCC).
Si cumplidos estos recaudos el ausente no se presentase -personalmente o por apo-
derado-, el Juez lo declarará ausente y le nombrara un curador a los bienes que lo represen-
te para proteger y conservar su patrimonio.
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Esta situación puede durar hasta que el ausente se presente -por sí o por apodera-
do- sea conocida su muerte, o se declare su muerte presunta (artículo 84 CCC), según el
procedimiento que veremos a continuación.
B. Fallecimiento presunto
La presunción de fallecimiento es un trámite distinto al anterior y puede realizarse
después de solicitarse la declaración de simple ausencia o en forma independiente de ella.
En el caso de simple ausencia no se duda sobre la vida del ausente. En principio se
busca dar solución a problemas urgentes y transitorios de naturaleza patrimonial, hasta tan-
to el ausente haga su aparición nuevamente. Pero con este instituto no se busca proteger el
patrimonio del ausente sino obtener una declaración de muerte presunta a los efectos de
abrirse la sucesión, que el cónyuge sobreviviente pueda recobrar su capacidad nupcial, etc.
La ley prevé distintos casos según las circunstancias que hayan rodeado la desapa-
rición de la persona y a cada uno de ellos establece un plazo de espera diferente para solici-
tar la declaración de ausencia con presunción de fallecimiento.
a) EL CASO ORDINARIO: el plazo es de tres años, contados desde de la última noti-
cia que se tuvo del ausente. No interesa si haya dejado o no apoderado, tampoco se requie-
re que la desaparición se haya producido en circunstancias de accidentes o catástrofes
(artículo 85 CCC).
b) LOS CASOS EXTRAORDINARIOS: en estos casos los tiempos de espera se re-
ducen porque la desaparición de la persona se produce en un contexto de accidente o de-
sastre.
b.1) EL CASO EXTRAORDINARIO GENÉRICO: el plazo es de dos años, contado
desde que ocurrió o pudo haber ocurrido el suceso en el cual se habría encontrado el sujeto,
cuando se trate de un desastre como incendio, terremoto, guerra u otro suceso semejante,
susceptible de ocasionar la muerte (artículo 86 inc. a, CCC).
b.2) EL CASO EXTRAORDINARIO ESPECÍFICO: el plazo es de seis meses, en ca-
so de naufragio o pérdida de un buque o aeronave en donde se encontraba la persona, a
contar desde el momento que ocurrió o pudo haber ocurrido el suceso (artículo 86 inc. b,
CCC).
En todos estos supuestos, aquellas personas que tuvieran algún derecho subordina-
do a la muerte del ausente (por ejemplo: herederos o legatarios, cónyuge, socios, etcétera),
pueden presentarse ante un juez competente, señalando la ausencia de la persona y, si
fuere el caso, que no se tiene noticia de está desde que se produjo un accidente o desastre
en el cual el ausente se encontraba.
El presunto ausente será citado por edictos una vez al mes, durante seis meses y, si
no apareciese, se declarara su fallecimiento presunto y la inscripción del mismo en el Regis-
tro del Estado Civil y Capacidad de las Personas.
Pero aquí no terminan las complicaciones; porque, una vez declarada la muerte pre-
sunta de una persona, es necesario establecer con claridad el día presuntivo del fallecimien-
to, esto es muy importante a los efectos de la sucesión. En este sentido, el CCC establece
las siguientes pautas:
En el caso ordinario, el día del fallecimiento presunto es el último día del año y medio
que se haya tenido noticia del ausente (artículo 90 inc. a, CCC).
En los casos extraordinarios, el día que ocurrió el hecho. Si éste no pudiera estable-
cerse con precisión (por ejemplo un incendio o un huracán de varios días), en el caso gené-
rico será el término medio de la época en que ocurrió o tuvo que haber ocurrido el aconteci-
miento (artículo 90 inc. b, CCC), y en el caso específico, será el último día que se tuvo noti-
cias del buque o aeronave naufragada o perdida (artículo 90 inc. c, CCC).
Una vez declarada la ausencia con presunción de fallecimiento, esto tiene importan-
tes efectos tanto desde el punto de vista personal como patrimonial.
Con respecto a los bienes, el juez mandará a abrir la sucesión y el testamento, si lo
hubiera; se hace la distribución de bienes conforme las reglas pertinentes y se hace entrega
de los bienes a los sucesores del ausente.
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Aquí hace aparición un instituto denominado prenotación; a través de éste, los bienes
que se entregan a los sucesores cuentan con una restricción inscripta en los registros co-
rrespondientes que les impide enajenarlos o gravarlos (hipotecarlos, prendarlos) sin autori-
zación judicial; vale decir que sólo pueden usarlos y gozarlos pero no venderlos, regalarlos,
hipotecarlos o prendarlos según el tipo de bien.
El dominio de los bienes prenotados quedarán plenos a partir del quinto año del día
presuntivo del fallecimiento o el transcurso de 80 años desde el nacimiento de la persona
desaparecida, lo que suceda primero, y desde ese momento se podrá disponer libremente
de los bienes (artículo 92 CCC).
En el caso que el ausente reapareciera, tiene derecho a reclamar la devolución de
todos sus bienes, si esto se produjera durante el periodo de la prenotación los sucesores
deberán entregar todos los bienes porque precisamente la anotación registral es a los efec-
tos de evitar que el ausente se vea desprovisto de su patrimonio. Pero si la reaparición se
produjera fuera del periodo de prenotación se le deberá reintegrar los bienes que existiesen
y en el estado en que se encontrasen.
C. Efectos de la muerte
La muerte tiene importantes efectos, tanto desde el punto de vista patrimonial como
extrapatrimonial, ya que importa la disolución del vínculo matrimonial, la conclusión de las
relaciones de parentesco, la pérdida de derechos políticos y civiles, la disolución de la so-
ciedad conyugal, la transmisión de los derechos patrimoniales (sucesión).
Ante la ausencia o nulidad del asiento del Registro, el nacimiento o la muerte puede
acreditarse por otros medios de prueba (artículo 98 CCC).
Para que el Registro Civil asiente el nacimiento de una persona, deberá comparecer
uno o ambos padres o persona en quien hayan delegado esa atribución, ante el Registro
Civil, con el certificado médico que acredita dicha circunstancia. En el mismo acto se proc e-
derá a inscribir el o los prenombres y el apellido de dicha persona.
Ara inscribir la defunción de una persona es necesario que se denuncie el hecho de
la muerte ante un oficial del Registro Civil. Esta denuncia debe estar acompañada por un
certificado de defunción, expedido por un médico. En este sentido podemos afirmar que una
persona se encuentra biológicamente muerta desde el cese definitivo e irreversible de sus
funciones vitales, pero estará jurídicamente muerta una vez que se le haya expedido el certi-
ficado de defunción correspondiente por el Registro Civil.
En determinadas circunstancias, probar el hecho biológico de la muerte resulta impo-
sible, principalmente porque se haya producido la desaparición del cadáver, aunque no que-
den dudas que la muerte se ha producido. En estos casos, cuando no fuera posible encon-
trar el cadáver o encontrándose éste no fuere posible identificarlo, resulta inadmisible pre-
tender hacer la inscripción conforme a las normas que hemos analizado. En estos casos, al
no poder obtenerse la partida de defunción, se obligaría a los interesados a iniciar un juicio a
efectos de conseguir el dictado de una sentencia judicial, con lo cual podrá procederse a la
apertura de la sucesión, la readquisición del cónyuge viudo de la facultad de contraer nue-
vas nupcias, etc.
Para estos supuestos, el artículo 98 CCC establece que "si el cadáver de una perso-
na no es hallado o no puede ser identificado, el juez puede tener por comprobada la muerte
y disponer la pertinente inscripción en el registro, si la desaparición se produjo en circuns-
tancias tales que la muerte debe ser tenida como cierta".
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Se trata de supuestos en los cuales resulta materialmente imposible que una pers o-
na pudiese sobrevivir a una determinada catástrofe, y no debe ser confundido con la ausen-
cia con presunción de fallecimiento.
Finalmente, la edad de una persona debe ser posible de determinar a través de las
partidas; pero, si ello no fuera posible el CCC admite la determinación judicial previo dicta-
men de peritos (artículo 99 CCC).
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