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FUNDAMENTOS DE DERECHO CIVIL Y COMERCIAL

CAPÍTULO 2: SUJETOS DEL DERECHO PRIVADO. PERSONA HUMANA

Cristian Piris

TEMARIO

Persona humana. Concepto. Comienzo de su existencia. Atributos: Concepto. Enumeración.


Capacidad: concepto y clasificación. Personas incapaces de ejercicio. Menor de edad y ado-
lescente. Conceptos. Ejercicio de sus derechos. El menor con título profesional habilitante.
Restricciones a la capacidad. Reglas generales. Inhabilitados. Pródigos. Incapaces. Concep-
tos. Representación y asistencia. Nombre. Prenombre y apellido. Seudónimo. Definición de
cada uno. Domicilio. Concepto. Clases. Concepto y funciones de cada una. Estado: Concep-
to. Fin de la existencia de las personas humanas. Consecuencias jurídicas.

PERSONA HUMANA

A. Concepto de persona. Evolución


El concepto de persona es sin lugar a dudas uno de los más básicos, principalmente
porque “la persona es la protagonista del mundo jurídico, como destinataria de normas que
imponen conductas o le reconocen derechos. Sólo la persona puede ser sujeto de actividad
jurídica...” (CAPILLA RONCERO, Francisco (Coordinador). 1999. Elementos de Derecho
Civil. Tirant lo Blanch. Valencia. Pág. 145).
Hoy, a la luz de años de una difícil evolución, podemos afirmar que “el ordenamiento
jurídico democrático no crea personas, sino se limita a reconocer la personalidad como una
realidad externa a él” (CARRASCO PERERA, Ángel. 1996. Derecho Civil. Tecnos. Madrid.
Pág. 58). Quizás por eso el Diccionario de la Real Academia Española (Vigésima Primera
Edición, Tomo II, Madrid 1992), se define a la persona, como “individuo de la especie huma-
na”.
La diferencia entre crear y reconocer no parece ser muy relevante; no obstante es
sustancial, dado que si el Derecho crea las personas puede negarse a darle esa condición a
algunos seres humanos, como el caso de los judíos durante el nazismo o la esclavitud de
los negros durante siglos. En cambio, si solo debe limitarse a reconocer la personalidad no
puede obviar que todos los seres humanos son personas. Esta concepción humanista es
nueva en la historia. En 6.000 años de evolución de las civilizaciones humanas, esta idea
apareció recién hace 200 años atrás.
Para algunas corrientes de pensamiento todo ser humano, es una persona. Para
otras corrientes el concepto jurídico de persona no se identifica necesariamente con el con-
cepto natural de esta, por lo tanto pueden existir seres humanos que no sean personas (por
ejemplo: los esclavos o los muertos civiles, que veremos más adelante) y personas que no
sea seres humanos (por ejemplo: las personas jurídicas).
Veamos un poco como han evolucionado las ideas en este sentido.
En primer lugar analicemos la etimología de la palabra persona. La etimología es la
disciplina que estudia el origen de las palabras, algunas veces no nos dice mucho sobre el
sentido que en la actualidad se le da a un término pero al menos nos indica el motivo por el
cual se lo creó. La palabra persona tiene una historia muy curiosa, proviene del latín per
sonare, cuyo significado original fue “resonar”. Se designaba así a una careta con la boca
abierta provista de láminas metálicas, que cubría la cara del actor cuando recitaba una es-
cena en una pieza teatral y le servían para hacer la voz más vibrante y sonora. Cada perso-
nare (máscara) representaba un personaje diferente que desarrollaba un determinado papel

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en la obra. Como la simbología era tan fuerte, pronto el término pasó del teatro a la vida
social y de allí al Derecho.
También este término halla sus raíces en la Grecia antigua, donde persona nacería
del griego prósopon (compuesto de pro "delante" y de opos "cara") que, también, significa
"máscara".
En Roma antigua aparece el concepto de persona. Para el derecho romano era claro
que no todo ser humano era una persona, para ser tal en sentido estricto se debían reunir
tres condiciones: ser libre, ser ciudadano romano y ser pater familiae; los extranjeros no
eran personas “completas” como los romanos y los esclavos directamente eran considera-
dos cosas.
Con el advenimiento del cristianismo todos los seres humanos empezaron a ser con-
siderados personas, pero de modo alguno iguales; dado que se establecieron distintas cate-
gorías y diferentes capacidades para cada una de ellas. Era normal distinguir entre europe-
os e indígenas, hombres y mujeres, blancos y negros, nobles y siervos, etcétera. Recién a
partir de la revolución francesa se empezó a reconocer que todos los hombres nacen igua-
les en dignidad y derechos, y por lo tanto son portadores de una idéntica personalidad jurídi-
ca y capacidad. Esta idea nacida al amparo de la revolución francesa recién se vio plasm a-
da a escala mundial con la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948; una con-
secuencia de las atrocidades cometidas por el nazismo durante la segunda guerra mundial.

B. Persona humana en el Código Civil y Comercial (en adelante CCC)


La Filosofía del Derecho estudia lo que se denomina la teoría de los conceptos jurídi-
cos básicos, estos son una serie de conceptos fundamentales que sirven de base para la
construcción de muchos otros. Son conceptos básicos del Derecho términos como sanción,
responsabilidad, obligación, persona, etcétera. A partir de estos conceptos primarios se ela-
boran otros más complejos que los incluyen (NINO, Carlos. 1998. Introducción al Análisis del
Derecho. Astrea. Buenos Aires. Págs. 165 y ss.).
Para la construcción de estos conceptos básicos se utilizan normalmente los criterios
vigentes en el lenguaje ordinario, al que luego se le agregan ciertas especificaciones para
reducir su vaguedad y ambigüedad, transformando así un término vulgar en otro técnico-
jurídico.
El concepto técnico-jurídico de un término podemos encontrarlo en algún artículo de
una norma o en las reconstrucciones e interpretaciones que realiza la doctrina sobre el sis-
tema jurídico.
En nuestro CCC no hay definición de persona humana. Lo trata el libro 1º, Título 1,
pero inicia directamente por el comienzo de su existencia.
Es claro que el CCC toma la postura de reconocer la personalidad jurídica del ser
humano como un ente prexistente al Derecho y, por tanto, omite conceptualizarlo. Persona
humana es el ser humano, y para poder comprenderlo en su totalidad debemos recurrir al
concepto biológico o natural, sin reparar en ningún componente jurídico.

C. Comienzo de la existencia de la persona humana


Determinar con precisión cuándo se produce el comienzo de la existencia de una
persona humana es un debate apasionante que incluye a juristas, teólogos, filósofos y hom-
bres de las más diversas ciencias; esto es así por cuanto constituye un problema tanto jur í-
dico como religioso, moral, ético, biológico, etcétera.
Veamos cómo han evolucionado los diversos sistemas jurídicos que se han ocupado
de este tema. Para el derecho romano, la existencia de una persona física comenzaba des-
de su nacimiento, esta noción fue dominante en todo derecho occidental hasta bien entrado
el siglo XIX; no obstante ello, en algunas legislaciones como el Código Civil Francés se le
brindaba cierta protección a las personas por nacer, lo cual significaba una grave incoheren-
cia desde el punto de vista que importaba reconocerle derechos a un sujeto que aún no era
persona.

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El Código de Vélez Sarsfield, con una visión avanzada para su tiempo, estableció en
su artículo 70 que comienza la existencia de las personas desde su concepción en el seno
materno. Seguramente, el Codificador consideró que con esta fórmula abarcaría la más am-
plia protección posible de brindar a los seres humanos, pero claramente no pudo prever que
el avance de la ciencia permitiría que la concepción se produjera fuera del seno materno y
que, aun así, ese ser merecería protección jurídica.
El artículo 19 del CCC es coincidente con el artículo 4º del Pacto de San José de
Costa Rica, que fue integrado a nuestra Constitución Nacional como Tratado Internacional
sobre Derechos Humanos, y establecen que la existencia de las personas comienza desde
su concepción, sin hacer diferencias si ello se producen dentro o fuera del seno materno.
De todos modos, establecer que la existencia de una persona física comienza desde
su concepción no nos deja a salvo de fuertes interrogantes ante casos concretos ; por ejem-
plo, para las ciencias médicas cabe distinguir entre un pre-embrión y un embrión. Producida
la fertilización (unión del óvulo con el espermatozoide) hasta el día 14 estamos ante un pre-
embrión, a partir de aquí se forma el surco neural y pasa a ser un embrión, y recién a partir
de este momento estaríamos ante un nuevo ser (RIVERA, Julio César. 2004. Instituciones
de Derecho Civil. Parte General. Lexis Nexis. Buenos Aires. Tomo I. Págs. 353-354). Para
otros, en cambio, el embrión aún no se constituye en un nuevo ser dotado de individualidad,
siendo el feto la instancia de la evolución que ha completado su desarrollo cerebral, produ-
ciéndose esto a las ocho, diez o doce semanas de la gestación.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el caso Artavia Murillo c/ Costa
Rica, señaló que la palabra “concepción” no es sinónimo de fecundación; de hecho, un óvu-
lo femenino puede estar fecundado por un gameto masculino, pero la mujer no estar emba-
razada porque ese óvulo fecundado no ha anidado. También un óvulo fecundado puede ser
despedido naturalmente por la mujer sin que llegara a notarlo. En el mismo sentido, si la
concepción requiere el cuerpo de una persona con órganos femeninos y un óvulo fecundado
que haya anidado, está muy claro que un óvulo fecundado in vitro, mientras no sea implan-
tado, no es persona.
La Corte Interamericana ha explicado que los derechos del feto son mayores mien-
tras más desarrollo adquiere; o sea, mientras más posibilidades existen de una vida inde-
pendiente.
En general, todo lo que implica la "obtención" de un nuevo ser de una manera no tra-
dicional como la fecundación in vitro, la fecundación asistida, la inseminación artificial, el
alquiler de vientres, los embarazos múltiples, la manipulación de embriones, etcétera, se
encuentran en una zona de penumbra donde el Derecho no puede arrimar suficiente clari-
dad. Tampoco las ciencias médicas o la biología pueden emitir un dictamen determinante en
esta materia, es por eso que se ha abierto un muy interesante campo de discusión en una
nueva disciplina, la bioética, donde se abordan interdisciplinariamente cuestiones que tienen
que ver con la vida humana, la dignidad del hombre y las influencias que sobre esto tiene el
avance de la ciencia. De las conclusiones que allí se obtengan el Derecho seguramente se
verá fuertemente influido.

D. Condición jurídica de la persona por nacer


Para nuestro Derecho, al ser que ha sido concebido pero que aún no ha nacido se le
considera persona por nacer; se trata de una persona pero con las consiguientes limitacio-
nes a su capacidad que surgen de su especial situación de dependencia orgánica de su
madre.
La persona por nacer puede ser sujeto de derechos y obligaciones; si bien es un in-
capaz de ejercicio (artículo 24 inc. a, CCC), no tiene limitaciones en cuanto a los derechos y
obligaciones de los cuales puede ser titular (artículo 21 in fine CCC).

Esto quiere decir que puede adquirir bienes a título gratuito (por donación o heren-
cia); reclamar alimentos -a través de sus padres-; ser beneficiario de un contrato de seguro
de vida, ser titular de acciones de daños y perjuicios (por ejemplo, por daños que haya sufri-

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do el feto por mala praxis, o si éstos fueran cometidos contra su madre durante la gestación,
etcétera).
Un capítulo aparte merecen los derechos personalísimos de los que gozan las per-
sonas por nacer; entre ellos los más importantes son el derecho a la vida y a la integridad
física. En especial el derecho a la vida de la persona por nacer es protegido por el Derecho
Penal, al penalizar el aborto.
Entonces, la persona por nacer es incapaz de ejercer por sí misma los derechos de
los cuales es titular; por tanto, es dependiente de su representación (sus padres, o los re-
presentantes de estos, si a su vez estos fueran incapaces). Desde el punto de vista de la
capacidad de derecho, poseen una capacidad plena (artículo 22 CCC).

E. Nacimiento de la persona humana


Para nuestro Derecho, el nacimiento es un hecho jurídico (este concepto se tratará
ampliamente en el capítulo referido a los hechos y actos jurídicos ). El CCC no define el na-
cimiento, pero según la doctrina es el momento en que el “nuevo ser es naturalmente expul-
sado o quirúrgicamente extraído de la matriz de la madre” (RIVERA, Julio César. 2004. Insti-
tuciones de Derecho Civil. Parte General. Lexis Nexis. Buenos Aires. Tomo I. Pág. 363).
El nacimiento marca la transformación de la persona por nacer en una persona física
completa y esto tiene importantes consecuencias jurídicas. Pero para que estas consecuen-
cias operen, el nacimiento debe producirse con vida.
El nacimiento con vida opera la consolidación irrevocable de los derechos y obliga-
ciones adquiridos durante la gestación (artículo 21 CCC). Si la criatura naciere muerta se
considerará como si nunca hubiese existido (artículo 21 CCC).
Jurídicamente, el nacimiento con vida es una especie de condición resolutoria de la
existencia de la persona (Cf. CIFUENTES, Santos. 2005. Elementos de Derecho Civil. Parte
General. Astrea. Buenos Aires. Pág. 115. También; ALTERINI, Atilio Aníbal. 1989. Derecho
Privado. Ed. Abeledo Perrot. Buenos Aires. Tomo I. Pág 107-108); es decir, una criatura
será considerada persona siempre y cuando hubiese nacido con vida, si hubiese nacido
muerta se considerará como que si nunca hubiera existido.
Aun así, se trata de una disposición con profundas implicancias patrimoniales. Imagi-
nemos el siguiente ejemplo, una mujer sola se encuentra embarazada de seis meses y un
amigo de la familia deja asentado en su testamento que una importante suma de dinero de
su patrimonio deberá ser entregado al niño aún no nacido. Supongamos ahora que un mes
antes del nacimiento el testador muere; si el niño nace con vida se verá beneficiado con el
legado, si el niño nace con vida y muere a los pocos minutos su madre será la heredera del
legado, pero si el niño nace muerto se considerará que nunca existió y el legado nunca se
efectivizará pasando a engrosar la herencia de los herederos forzosos , si los hubiere (este
tema se ampliará al estudiar el capítulo de Sucesiones).

F. Registro y prueba del nacimiento de la persona humana


Si el nacimiento con vida es una condición con tan importantes consecuencias jurídi-
cas, indudablemente la prueba del mismo es una de las más importantes para nuestro De-
recho.
En la actualidad los avances de la ciencia médica permiten establecer con absoluta
certeza si el niño ha nacido con vida o no. No obstante ello, el Código ha establecido que el
nacimiento con vida se presume (artículo 21 CCC), debiendo probar lo contrario quien lo
alegue.
Una vez producido el nacimiento con vida de una persona éste debe inscribirse en el
Registro Nacional del Estado Civil y Capacidad de las Personas, dentro de los 40 días de
producido el hecho. Este es el periodo normal; de todos modos el plazo de asentamiento
puede extenderse hasta los seis años, en cuyo caso deberá acreditarse fehacientemente las
causas que justifiquen la demora. Pasados los seis años del nacimiento sin haberse hecho
la inscripción se deberá recurrir a un juez para que éste ordene judicialmente la inscripción.

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Están obligados a inscribir el nacimiento en primer lugar los padres del recién nacido
y a falta o incapacidad de éstos, los parientes más cercanos o quienes estuvieron a cargo
del recién nacido; como ser parteras, encargados de establecimientos médicos, quien hubie-
ra hallado a un recién nacido no inscripto, capitanes de buques o aeronaves si el nacimiento
se produjera a bordo de éstas, etc.
Según el art. 36 del Decreto-Ley 8202/63, si la criatura naciera muerta se registra la
novedad en el libro de defunciones, y si naciera con vida y posteriormente hubiese muerto,
se asentarán estos hechos en el libro de nacimientos y en el de defunción respectivamente.

G. Consecuencias del nacimiento con vida


Hemos visto que nuestra legislación establece la condición del nacimiento con vida
de la persona por nacer para la adquisición definitiva de los derechos habidos. En este caso,
los derechos y obligaciones de los que resultare titular quedan irrevocablemente adquiridos,
aún si el niño muriese a los pocos segundos de nacido.
No tiene cabida en nuestra legislación lo que se conoce como viabilidad, esto es la
posibilidad de que el recién nacido tenga aptitud para seguir viviendo. Para algunas legisla-
ciones al recién nacido inviable, es decir, con enfermedades o defectos congénitos que le
hicieran imposible continuar con la vida se lo consideraba como que nunca existió por más
que hubiera nacido con vida. Veamos un ejemplo de un régimen jurídico distinto: para el
Derecho Español, un feto se considerara nacido con vida si tuviera “figura humana” y viviera
24 horas “enteramente” desprendido del seno materno; en caso contrario se considera que
se trata de un sujeto que no adquirió personalidad (cf. CAPILLA RONCERO, Francisco (Co-
ordinador). 1999. Elementos de Derecho Civil. Tirant lo Blanch. Valencia. Págs. 154-155)

ATRIBUTOS

A. Concepto
Los atributos de una persona son una “serie de cualidades o circunstancias que
hacen a la esencia de su personalidad y que la determinan en su individualidad” (RIVERA,
Julio César. 2004. Ob. Cit. Pág. 391), también pueden definirse como “cualidades o propie-
dades del ser jurídico, por medio de las cuales el sujeto-persona puede individualizarse y
formar parte de la relación de derecho” (CIFUENTES, Santos. Ob. Cit. Pág. 120). Ambos
conceptos son coincidentes en el hecho que se tratan de ciertas cualidades inherentes a la
persona, que son inseparables de ella y la definen en su individualidad.
Los atributos corresponden, básicamente a las personas humanas; no obstante, las
jurídicas participan de algunos de ellos con las limitaciones del caso. La principal diferencia
viene dada por el hecho que los atributos de las personas físicas son emanaciones de su
humanidad, en cambio en las personas jurídicas solo son mecanismos para facilitar el cum-
plimiento de su objeto social y el desarrollo de sus actividades.
Por ello, como regla general, a las personas humanas les son permitidos todos los
actos y derechos que no estén prohibidos (artículos 22 y 23 CCC), y a las personas jurídicas
les son permitidos todos los actos y derechos que establecen las leyes y sus estatutos.

B. Caracteres
Si bien los autores brindan varias caracterizaciones de los atributos, lo más difundidos
son los siguientes:
a) NECESARIOS: dado que toda persona los tiene y resulta imposible concebir que carez-
ca de ellos.
b) INALIENABLES: como consecuencia de ello no se pueden enajenar, trasmitir, y no pue-
den ser objeto de relación jurídica porque no están en el comercio.

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c) ÚNICOS: no se admite la pluralidad de un mismo atributo en una misma persona (tener
la misma persona dos apellidos distintos, que no sean el paterno y el materno; tener dos
estados civiles simultáneos, como ser soltero y casado a la vez).
d) IMPRESCRIPTIBLES: no se adquieren ni extinguen por el transcurso del tiempo o la
falta del ejercicio de los mismos.

C. Enumeración
Existen algunas discrepancias a la hora de enumerar los atributos. En general, todos
los autores son coincidentes en reconocer como tales a la capacidad, estado civil, nombre y
domicilio; no obstante, para otros autores también lo serían los derechos personalísimos
(RIVERA, Julio César. 2004. Ob. Cit. Pág. 391) mientras que algunos lo niegan, sosteniendo
que se tratan de categorías diferentes (CIFUENTES, Santos. Ob. Cit. Págs. 120 y 121). Este
tipo de disputas no son algo nuevo, algo similar ocurrió con el patrimonio, al cual la escuela
clásica concibió como atributo para luego ser desestimado, al punto que actualmente no lo
trata como tal ningún autor moderno.

I. Capacidad. Concepto y Clasificación


La capacidad puede definirse como la aptitud para adquirir derechos y, correlativa-
mente, contraer obligaciones y deberes jurídicos.
Hay dos tipos de capacidades jurídicas, la de derecho y la de ejercicio. La capacidad
de derecho supone la aptitud de ser titular de derechos y deberes jurídicos, y la capacidad
de ejercicio implica la aptitud de ejecutar por sí mismo los derechos y deberes de los cuales
se tiene la titularidad. Existe una relación lógica entre ambos conceptos, dado que solo se
puede gozar de aquellos derechos de los cuales se es titular, aunque no siempre una per-
sona podrá ejercer por sí mismo de todos sus derechos.
La cara opuesta de la capacidad es la incapacidad, en consecuencia también hay
dos tipos de ellas. La incapacidad de derecho implica la imposibilidad de ser titular de dere-
chos, por lo cual siempre es limitada, y es por ello que se traduce en prohibiciones puntuales
para determinados hechos, simples actos o actos jurídicos (artículo 22 CCC). En cambio la
incapacidad de ejercicio solo supone que el titular de un derecho o deber no puede ejercerlo
por si mismo pudiendo hacerlo por intermedio de sus representantes legales, por ejemplo un
menor de edad puede comprar bienes a través de su padre o tutor.
La incapacidad de derecho tiene finalidad a proteger el orden público, la moral y la
buena fe, por ello imposibilitan a de manera parcial a una persona de ser titular de derechos
en referencia a determinadas personas (por ejemplo, padres con relación a hijos) y en de-
terminadas circunstancias (por ejemplo, mientras dure responsabilidad parental).
La incapacidad de ejercicio tiene por finalidad proteger al titular del derecho, que por
su situación de debilidad (falta de madurez, enfermedad mental, etc.) puede ser objeto de
abusos, por ello el Derecho le asigna un representante legal y necesario para protegerlo.
Esta incapacidad está prevista en beneficio del incapaz para evitar que sea objeto de abu-
sos o que pueda producirse daños a su persona o patrimonio.
Según el artículo 31 CCC la restricción al ejercicio de la capacidad de ejercicio en
nuestro Derecho se rige por las siguientes reglas generales:
“a. la capacidad general de ejercicio de la persona humana se presume, aun cuando
se encuentre internada en un establecimiento asistencial;
b. las limitaciones a la capacidad son de carácter excepcional y se imponen siempre
en beneficio de la persona;
c. la intervención estatal tiene siempre carácter interdisciplinario, tanto en el trata-
miento como en el proceso judicial;
d. la persona tiene derecho a recibir información a través de medios y tecnologías
adecuadas para su comprensión;
e. la persona tiene derecho a participar en el proceso judicial con asistencia letrada,
que debe ser proporcionada por el Estado si carece de medios;

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f. deben priorizarse las alternativas terapéuticas menos restrictivas de los derechos y
libertades.”

Restricciones a la capacidad. Reglas generales


El CCC instrumenta un sistema de apoyo a las personas disminuidas, y expresa que “se
entiende por apoyo cualquier medida de carácter judicial o extrajudicial que facilite a la per-
sona que lo necesite la toma de decisiones para dirigir su persona, administrar sus bienes y
celebrar actos jurídicos en general.
Las medidas de apoyo tienen como función la de promover la autonomía y facilitar la
comunicación, la comprensión y la manifestación de voluntad de la persona para el ejercicio
de sus derechos.
El interesado puede proponer al juez la designación de una o más personas de su con-
fianza para que le presten apoyo. El juez debe evaluar los alcances de la designación y pro-
curar la protección de la persona respecto de eventuales conflictos de intereses o influencia
indebida.” (artículo 43 CCC).

a) Personas incapaces de ejercicio: Menor de edad y adolescente.

Menor de Edad
Es toda aquella persona que no hubiere cumplido la edad de 18 años (artículo 25
CCC).
La edad de 18 años es una pauta objetiva para valorar el grado de madurez intelec-
tual y el desarrollo físico. No se trata de un criterio rígido sino más bien valorativo, téngase
presente que hasta el año 1968 el límite de la minoridad eran los 22 años, reducido a los 21
por la ley 17.711 y rebajado nuevamente en 2009 a los 18 lo cual fue mantenido por al
CCC, en consonancia con lo dispuesto por la Convención Internacional de los Derechos del
Niño.

Adolescente
Nuestro Derecho distingue de entre los menores a los adolescentes, entendida como
toda “persona menor de edad que cumplió 13 años” (artículo 25 CCC).
La tendencia es a la baja de la edad, adquiriéndose progresivamente más capacidad
de ejercicio con menor edad. El CCC establece que el menor de edad que cuente con edad
y grado de madurez suficiente puede ejercer por sí mismo los actos que le son permitidos
por el ordenamiento jurídico (artículo 26 CCC). En tal sentido, un adolescente de hasta 16
años puede decidir por sí mismo respecto de “aquellos tratamientos que no resulten invasi-
vos, ni comprometan su estado de salud o provocan un riesgo grave en su vida o integridad
física” y, a partir de los 16 años, se considera a todo adolescente “como un adulto para las
decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo” (artículo 26 CCC); pero conste que
dice cuidado, no disposición.

El menor con título profesional habilitante


También debe tenerse presente que “la persona menor de edad que ha obtenido títu-
lo habilitante para el ejercicio de una profesión puede ejercerla por cuenta propia sin necesi-
dad de previa autorización. Tiene la administración y disposición de los bienes que adquiere
con el producto de su profesión y puede estar en juicio civil o penal por cuestiones vincula-
das a ella” (artículo 30 CCC). Como puede verse, cualquiera sea la edad de la obtención del
título habilitante se considera que el menor cuenta con madurez suficiente para ejercer la
profesión correspondiente, y administrar y disponer libremente de los bienes adquiridos con
su trabajo.

b) Personas incapaces de ejercicio: Adictos o Alterados Mentales


Según el artículo 32 CCC “el juez puede restringir la capacidad para determinados
actos de una persona mayor de trece años que padece una adicción o una alteración mental

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permanente o prolongada, de suficiente gravedad, siempre que estime que del ejercicio de
su plena capacidad puede resultar un daño a su persona o a sus bienes”.
Atento a la situación de los menores de 13 años no cabe la posibilidad de incapac i-
tarlo dado que ya es incapaz, o reducir aún más su capacidad de ejercicio dado que se en-
cuentra en los mínimos.
Como puede verse, para restringir la capacidad o incapacitar a una persona se exige
el cumplimiento de ciertos requisitos materiales:
 Patología de base: Adicción o alteración mental.
 Temporalidad: Situación de alienación permanente o prolongada.
 Nivel de incidencia: Grave.
 Implicancias: Posibilidad de daño a la persona o bienes de la propia persona.
Dado un caso de persona adicta o alterada mentalmente que cumpla los extremos
que hemos vistos, por regla general el juez debe “restringir la capacidad para determinados
actos” y “por excepción, cuando la persona se encuentre absolutamente imposibilitada de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por cualquier modo, medio o formato
adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad y
designar un curador”. Esto es consecuente con lo dispuesto en el artículo 31, inc. b CCC.
Vale precisar que el juicio de capacidad no puede iniciarse de oficio, sino a instancia
de parte interesada como ser la propia persona afectada, el cónyuge no separado de hecho,
el conviviente, parientes dentro del cuarto grado y dentro del segundo si fueran por afinidad;
y el ministerio público (artículo 33 CCC).
La sentencia que ordena la restricción de capacidad o incapacidad puede ser revis a-
da en cualquier momento, a petición del interesado (artículo 40 CCC). Para hacer cesar los
efectos de esa sentencia se requiere nuevamente la intervención judicial, examen de un
equipo interdisciplinario (artículo 47 CCC) y una declaración de rehabilitación que debe ser
inscripta en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas (artículo 39 CCC).

c) Personas incapaces de ejercicio: Inhabilitados. Pródigos


En este caso no estamos frente a casos de incapaces, sino de sujetos que, sin ser adic-
tos o alterados mentales, presentan ciertas anomalías en su conducta que ponen en riesgo
la pérdida de su patrimonio afectando así a cónyuge, conviviente o hijos menores o discapa-
citados.
El CCC prevé la inhabilitación para el pródigo. El pródigo es un sujeto que dilapida su
fortuna en gastos sin sentido. En principio, no constituye más que un desorden de la con-
ducta que siendo realizada por una persona capaz queda fuera del alcance del Derecho,
pero en el supuesto caso que contara con familia se justifica la inhabilitación en protección
de ésta. En este caso, la inhabilitación no se realiza en protección del pródigo sino de su
familia directa.
También, se requiere una declaración judicial, en la cual se establezca “la designación
de un apoyo, que debe asistir al inhabilitado en el otorgamiento de actos de disposición en-
tre vivos y en los demás actos que el juez fije en la sentencia” (artículo 48 CCC).

d) Incapaces
En aquellos casos en que la persona “se encuentre absolutamente imposibilitada de
interaccionar con su entorno y expresar su voluntad por cualquier modo, medio o formato
adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad y
designar un curador” (art. 32, última parte, CCC).
En estos casos extremos, el juez dicta una sentencia que declara la incapacidad de la
persona y, por tanto, le designa un curador, que ejercerá las funciones de representación del
incapaz, en los actos jurídicos en que esta deba intervenir, administrará sus bienes y los
dispondrá previa autorización del juez. Tendrá obligación de rendir cuentas de su gestión.
Dicha sentencia deberá ser inscripta en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Per-
sonas, para ser oponible a los terceros.

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Representación y asistencia
Los representantes son fundamentales en el sistema de incapacidad, porque “las perso-
nas incapaces ejercen por medio de sus representantes los derechos que no pueden ejercer
por sí” (artículo 100 CCC).
En el siguiente cuadro es posible ver quiénes son los representantes según lo establec i-
do en los artículos 101 y 103 CCC.

Representante En su Representante
Legal defecto Promiscuo

Persona por nacer Padres Tutor Ministerio Público

Persona menor de edad, no Padres Tutor Ministerio Público


emancipada

Persona con capacidad res- Apoyo/s Ministerio Público


tringida o
Curador

La Tutela es aquella institución destinada “a brindar protección a la persona y bienes de


un niño, niña o adolescente que no ha alcanzado la plenitud de su capacidad civil cuando no
haya persona que ejerza la responsabilidad parental” (artículo 104 CCC). Por ello se aclara
que “quien ejerce la tutela es representante legal del niño, niña o adolescente en todas
aquellas cuestiones de carácter patrimonial…” (artículo 117 CCC).
La Curatela se rige por las mismas reglas que la Tutela, es decir también se trata de un
representación, pero la “principal función del curador es la de cuidar a la persona y los bie-
nes de la persona incapaz, y tratar de que recupere su salud” (artículo 138 CCC). En este
caso se trata de personas mayores de edad.

NOMBRE. PRENOMBRE Y APELLIDO. SEUDÓNIMO

A. Nombre
Según Rivera el “medio de identificación de una persona en la sociedad” (RIVERA,
Julio César. 2004. Ob. Cit. Pág. 593).
En el mundo antiguo, cuando solo existían comunidades poco numerosas y éstas es-
taban poco comunicadas entre sí, se estilaba tener un nombre individual. Al ir aumentando
el número de integrantes de estas comunidades se empezó a acompañar al nombre indivi-
dual de alguna característica particular distintiva, como alguna reseña de su personalidad o
su profesión (P. Ej. Alejandro Magno, Diógenes “el cínico”, los apellidos Calvo, Zapatero,
Herrero), su filiación (P. Ej. Aquiles hijo de Peleo), o su lugar de origen (P. Ej. Tales de Mile-
to).
En Roma el nombre tenía tres elementos y podía contener hasta un cuarto, el nom-
bre individual, el nombre familiar, el nombre de la rama familiar a la que pertenecía y even-
tualmente un sobrenombre honorífico. Ese era el caso del vencedor de Aníbal en las llanu-
ras de Zama, el general romano “Publio Cornelio Scipión Africano”.
En España, como en toda la península Ibérica, se siguió el mismo criterio que en el
mundo antiguo, pero a la práctica de designar a una persona con referencia a su filiación se
acostumbró a agregar los prefijos “ez” a los nombres de pila que significan precisamente

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“hijo de” y luego pasaron a ser considerados apellidos Pérez (hijo de Pedro), González (Hijo
de Gonzalo), Ramírez (hijo de Ramiro), etc.
En nuestro país se continuó con las prácticas hispánicas, al punto que el código de
Vélez Sarsfield no lo reguló en su articulado. Hasta el año 1943 esta materia se rigió por las
ordenanzas del Registro Civil, la costumbre y la Jurisprudencia. En el año 1943 se dictó un
decreto del Poder Ejecutivo Nacional, que reglamentó esta cuestión hasta llegar a la ley del
nombre (18.248) que data de 1969 que rigió hasta la sanción del CCC.
En la actualidad, el nombre está constituido por dos elementos:
 Prenombre: es el conocido como nombre de pila, designado así por la pila bautismal,
sitio donde se bautizaba a los recién nacidos y se les daba un nombre individual.
 Apellido: también llamado nombre de familia o patronímico que indica la familia a la
que pertenece el individuo. Es la designación común de todos los miembros de una
familia.
Tanto prenombre como apellido son partes constitutivas del nombre, y según lo dispone el
artículo 62 CCC “la persona humana tiene el derecho y el deber de usar el prenombre y el
apellido que le corresponden”.

B.Prenombre
En nuestro Derecho, el prenombre se adquiere por la inscripción en el acta de naci-
miento. Su elección “corresponde a los padres o a las personas a quienes ellos den su auto-
rización para tal fin; a falta o impedimento de uno de los padres, corresponde la elección o
dar la autorización al otro; en defecto de todos, debe hacerse por los guardadores, el Minis-
terio Público o el funcionario del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas ”
(artículo 63 inc. a, CCC)
En principio se pueden elegir cualquier prenombre, pero respetando las limitaciones
establecidas en el artículo 63 CCC. Estas limitaciones son:
 Más de tres prenombres.
 Apellidos como prenombres.
 Primeros prenombres idénticos a primeros prenombres de hermanos vivos.
 Prenombres extravagantes.
Con relación a los nombres aborígenes o derivados de voces aborígenes autóctonas
y latinoamericanas, se los pueden inscribir, siempre que no sean más de tres.

C.Apellido
Aquí es necesario distinguir distintos casos:
1. Hijos matrimoniales:
“El hijo matrimonial lleva el primer apellido de alguno de los cónyuges; en caso de no
haber acuerdo, se determina por sorteo realizado en el Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas. A pedido de los padres, o del interesado con edad y
madurez suficiente, se puede agregar el apellido del otro.
Todos los hijos de un mismo matrimonio deben llevar el apellido y la integración
compuesta que se haya decidido para el primero de los hijos.” (artículo 64 CCC)
2. Hijos extramatrimoniales:
“El hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial lleva el apellido de ese progenitor.
Si la filiación de ambos padres se determina simultáneamente, se aplica el primer
párrafo de este artículo. Si la segunda filiación se determina después, los padres
acuerdan el orden; a falta de acuerdo, el juez dispone el orden de los apellidos,
según el interés superior del niño.” (artículo 64 CCC)
3. Persona sin filiación determinada:
“La persona menor de edad sin filiación determinada debe ser anotada por el oficial
del Registro del Estado Civil y Capacidad de las personas con el apellido que está
usando, o en su defecto, con un apellido común.” (artículo 65 CCC)
4. Hijos adoptivos:

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Adopción plena (artículo 626 CCC):
“a. si se trata de una adopción unipersonal, el hijo adoptivo lleva el apellido
del adoptante; si el adoptante tiene doble apellido, puede solicitar que éste
sea mantenido;
b. si se trata de una adopción conjunta, se aplican las reglas generales relati-
vas al apellido de los hijos matrimoniales;
c. excepcionalmente, y fundado en el derecho a la identidad del adoptado, a
petición de parte interesada, se puede solicitar agregar o anteponer el apell i-
do de origen al apellido del adoptante o al de uno de ellos si la adopción es
conjunta”.
5. Persona casada:
“Cualquiera de los cónyuges puede optar por usar el apellido del otro, con la preposi-
ción ‘de’ o sin ella” (artículo 67 CCC).
6. Persona divorciada:
“La persona divorciada o cuyo matrimonio ha sido declarado nulo no puede usar el
apellido del otro cónyuge, excepto que, por motivos razonables, el juez la autorice a
conservarlo” (artículo 67 CCC).
7. Persona viuda:
“El cónyuge viudo puede seguir usando el apellido del otro cónyuge mientras no con-
traiga nuevas nupcias, ni constituya unión convivencial” (artículo 67 CCC).

D.Seudónimo
Etimológicamente significa “falso nombre”. Según el artículo 72 CCC “el seudónimo
notorio goza de la tutela del nombre”.
La ley de Propiedad Intelectual establece que los autores que empleen seudónimos
podrán registrarlos adquiriendo la propiedad del mismo.
El seudónimo es una denominación usualmente usado por artistas en reemplazo del
propio nombre y a efectos del desarrollo de su actividad. (Por ejemplo, Maluma es el seudó-
nimo de Juan Luis Londoño Arias, pero todos lo conocen por su seudónimo) No deber ser
confundido con el sobrenombre, también llamado apodo, que es una denominación común
que suele darse a una persona en el trato familiar o coloquial (por ejemplo, Tito).

DOMICILIO. CONCEPTO. CLASES. CONCEPTO Y FUNCIONES DE CADA UNO

A. Concepto
Es “el asiento jurídico de las personas” (CIFUENTES, Santos. Ob. Cit. Pág. 147).
El CCC no define el domicilio en general sino que se limita a determinar los distintos ti-
pos de domicilios que puede tener una persona.
Hay que distinguir entre el domicilio, que es un concepto jurídico, atributo de la persona-
lidad, la residencia, que es una definición vulgar –no jurídica- y hace alusión al lugar donde
la persona está viviendo en forma estable, y la habitación, que es el lugar donde la persona
está en forma pasajera.
El domicilio sirve para determinar “la competencia de las autoridades en las relaciones
jurídicas” (artículo 78 CCC).

B. Clases. Concepto y funciones de cada uno


Hay varios tipos de domicilio, en principio pueden ser general o especial. El primero alu-
de a una sede donde se producen efectos jurídicos indeterminados, a diferencia de los es-
peciales donde se producen solo algunos efectos jurídicos:

GENERAL

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Real: según el artículo 73 CCC es el lugar de residencia habitual de la persona, pero
“si ejerce actividad profesional o económica lo tiene en el lugar donde la desempeña
para el cumplimiento de las obligaciones emergentes de dicha actividad”. Es un do-
micilio que se fija voluntariamente a través de la residencia.
Como principales funciones del domicilio real podemos mencionar que:
En materia de derecho internacional privado, la capacidad de la persona humana se
rige por el derecho de su domicilio (art. 2616 CCC) y determina la jurisdicción compe-
tente a los efectos de la promoción de las acciones de validez, nulidad y disolución
del matrimonio, así como las referentes a sus efectos (art. 2621 CCC).
Determina la competencia de las autoridades judiciales.
Fija el lugar donde deben dirigirse las notificaciones judiciales, antes que se haya
constituido domicilio procesal.
Si nada se ha indicado, el domicilio del deudor, al tiempo del nacimiento de la obliga-
ción es el lugar donde debe hacerse el pago (art. 874 CCC).

Legal: según el artículo 74 CCC “es el lugar donde la ley presume, sin admitir prueba
en contra, que una persona reside de manera permanente para el ejercicio de sus
derechos y el cumplimiento de sus obligaciones. Sólo la ley puede establecerlo, y sin
perjuicio de lo dispuesto en normas especiales”.
Los casos de domicilio legal determinados por el artículo 74 CCC son los siguientes:
 Los funcionarios públicos, tienen su domicilio en el lugar en que deben cum-
plir sus funciones, no siendo éstas temporarias, periódicas, o de simple com i-
sión;
 Los militares en servicio activo, tienen su domicilio en el lugar en que lo están
prestando;
 Los transeúntes o las personas de ejercicio ambulante, como los que no tie-
nen domicilio conocido, lo tienen en el lugar de su residencia actual;
 Las personas incapaces, lo tienen en el domicilio de sus representantes.
Su función es permitir realizar las notificaciones y reclamos y darlas por cumplidas
válidamente, al hacérselas en el domicilio determinado por la ley, aunque de hecho la
persona no se encuentre allí.

ESPECIAL
Contractual o convencional: “Las partes de un contrato pueden elegir un do-
micilio para el ejercicio de los derechos y obligaciones que de él emanan”
(artículo 75 CCC).
Procesal o ad litem: es el domicilio denunciado por los litigantes en el marco
de un juicio, tiene que establecerse en el radio de la jurisdicción del tribunal.
El domicilio especial tiene como función ubicar al sujeto a los efectos del ejer-
cicio de sus derechos o el cumplimiento de sus obligaciones, derivados del
acto jurídico en el cual se ha instituido dicho domicilio, únicamente (contrato,
proceso, etc.).
No resulta válido para los demás actos del mismo sujeto.

ESTADO. CONCEPTO
Es la posición que corresponde al individuo en la sociedad.
El estado se puede definir a través de varias referencias, a saber:
 Respecto de la persona misma: sexo, edad, sano o insano, etc.
 Respecto a la sociedad: nacionalidad (argentino o extranjero), profesión (comer-
ciante, magistrado, etc.), etc.
 Respecto de la familia: casado, soltero, viudo, pariente, etc.

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FIN DE LA EXISTENCIA DE LAS PERSONAS HUMANAS
Conforme el artículo 93 del CCC, la existencia de las personas humanas termina su
muerte, siendo indiferente la causa que haya provocado la misma que puede ser por enfer-
medades, accidente, homicidio o suicidio.
El Código no dice nada al respecto, en el sentido de establecer una disposición de
alcance general que nos defina la muerte, en cambio en determinadas leyes especiales,
como la de trasplantes de órganos, podemos encontrar conceptos de muerte que resultan
válidos para su campo de aplicación.
En general se acepta la definición que considera que la muerte implica el cese irre-
versible y definitivo de funciones vitales, principalmente de los sistemas circulatorio (c o-
razón), respiratorio (pulmón) y nervioso (cerebro) (RIVERA, Julio César. 2004. Ob. Cit. To-
mo II. Pág. 144).
De todos modos, queda bajo un cono de sombras si podemos considerar muerta a
una persona en la que haya cesado una de estas funciones permaneciendo el resto en cier-
ta actividad aunque sea asistida mecánicamente. En principio podemos afirmar que aún no
ha muerto, aunque a los efectos de los trasplantes de órganos se considera que ya ha
acaecido la muerte cuando se produzca el total e irreversible cese de sus funciones encefá-
licas, vale decir la muerte cerebral. Esto se prueba al no verificarse ninguna actividad al rea-
lizar un electroencefalograma.
En definitiva, el CCC no define la muerte ni brinda pautas para su determinación, y
en consonancia con esa postura establece que “la comprobación de la muerte queda sujeta
a los estándares médicos aceptados, aplicándose la legislación especial en el caso de abla-
ción de órganos del cadáver” (artículo 94 CCC).

A. La ausencia simple
El CCyC establecen un régimen para ser aplicado a los casos de ausencia o desapa-
rición de personas por lo largo tiempo, sin tener ninguna noticia de ellas, como una forma de
poner fin al estado de incertidumbre que puede pesar respecto de su patrimonio y de su
situación familiar.

La declaración de ausencia
La simple ausencia la prevé el artículo 79 CCC y opera “si una persona ha desapare-
cido de su domicilio, sin tenerse noticias de ella, y sin haber dejado apoderado. En ese caso,
puede designarse un curador a sus bienes si el cuidado de éstos lo exige. La misma regla
se debe aplicar si existe apoderado, pero sus poderes son insuficientes o no desempeña
convenientemente el mandato.”
Para declararse la simple ausencia de una persona se requiere:
- Que la persona hubiere desaparecido del lugar de su domicilio sin que de ella
se tengan noticias (artículo 79 CCC).
- Que no haya dejado apoderado, o hubiera dejado apoderado con poderes in-
suficientes, o el apoderado no desempeñe convenientemente su mandato (artículo 79 CCC).
- Una o varias personas interesadas, con interés legítimo con respecto a los
bienes del ausente (estos pueden ser los familiares directos o acreedores), que solicitasen
la declaración (artículo 80 CCC).
- Que la solicitud se realice ante un juez competente (artículo 81 CCC).
- Que el presunto ausente sea citado por edictos durante cinco días (artículo 82
CCC).
Si cumplidos estos recaudos el ausente no se presentase -personalmente o por apo-
derado-, el Juez lo declarará ausente y le nombrara un curador a los bienes que lo represen-
te para proteger y conservar su patrimonio.

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Esta situación puede durar hasta que el ausente se presente -por sí o por apodera-
do- sea conocida su muerte, o se declare su muerte presunta (artículo 84 CCC), según el
procedimiento que veremos a continuación.

B. Fallecimiento presunto
La presunción de fallecimiento es un trámite distinto al anterior y puede realizarse
después de solicitarse la declaración de simple ausencia o en forma independiente de ella.
En el caso de simple ausencia no se duda sobre la vida del ausente. En principio se
busca dar solución a problemas urgentes y transitorios de naturaleza patrimonial, hasta tan-
to el ausente haga su aparición nuevamente. Pero con este instituto no se busca proteger el
patrimonio del ausente sino obtener una declaración de muerte presunta a los efectos de
abrirse la sucesión, que el cónyuge sobreviviente pueda recobrar su capacidad nupcial, etc.
La ley prevé distintos casos según las circunstancias que hayan rodeado la desapa-
rición de la persona y a cada uno de ellos establece un plazo de espera diferente para solici-
tar la declaración de ausencia con presunción de fallecimiento.
a) EL CASO ORDINARIO: el plazo es de tres años, contados desde de la última noti-
cia que se tuvo del ausente. No interesa si haya dejado o no apoderado, tampoco se requie-
re que la desaparición se haya producido en circunstancias de accidentes o catástrofes
(artículo 85 CCC).
b) LOS CASOS EXTRAORDINARIOS: en estos casos los tiempos de espera se re-
ducen porque la desaparición de la persona se produce en un contexto de accidente o de-
sastre.
b.1) EL CASO EXTRAORDINARIO GENÉRICO: el plazo es de dos años, contado
desde que ocurrió o pudo haber ocurrido el suceso en el cual se habría encontrado el sujeto,
cuando se trate de un desastre como incendio, terremoto, guerra u otro suceso semejante,
susceptible de ocasionar la muerte (artículo 86 inc. a, CCC).
b.2) EL CASO EXTRAORDINARIO ESPECÍFICO: el plazo es de seis meses, en ca-
so de naufragio o pérdida de un buque o aeronave en donde se encontraba la persona, a
contar desde el momento que ocurrió o pudo haber ocurrido el suceso (artículo 86 inc. b,
CCC).
En todos estos supuestos, aquellas personas que tuvieran algún derecho subordina-
do a la muerte del ausente (por ejemplo: herederos o legatarios, cónyuge, socios, etcétera),
pueden presentarse ante un juez competente, señalando la ausencia de la persona y, si
fuere el caso, que no se tiene noticia de está desde que se produjo un accidente o desastre
en el cual el ausente se encontraba.
El presunto ausente será citado por edictos una vez al mes, durante seis meses y, si
no apareciese, se declarara su fallecimiento presunto y la inscripción del mismo en el Regis-
tro del Estado Civil y Capacidad de las Personas.
Pero aquí no terminan las complicaciones; porque, una vez declarada la muerte pre-
sunta de una persona, es necesario establecer con claridad el día presuntivo del fallecimien-
to, esto es muy importante a los efectos de la sucesión. En este sentido, el CCC establece
las siguientes pautas:
En el caso ordinario, el día del fallecimiento presunto es el último día del año y medio
que se haya tenido noticia del ausente (artículo 90 inc. a, CCC).
En los casos extraordinarios, el día que ocurrió el hecho. Si éste no pudiera estable-
cerse con precisión (por ejemplo un incendio o un huracán de varios días), en el caso gené-
rico será el término medio de la época en que ocurrió o tuvo que haber ocurrido el aconteci-
miento (artículo 90 inc. b, CCC), y en el caso específico, será el último día que se tuvo noti-
cias del buque o aeronave naufragada o perdida (artículo 90 inc. c, CCC).
Una vez declarada la ausencia con presunción de fallecimiento, esto tiene importan-
tes efectos tanto desde el punto de vista personal como patrimonial.
Con respecto a los bienes, el juez mandará a abrir la sucesión y el testamento, si lo
hubiera; se hace la distribución de bienes conforme las reglas pertinentes y se hace entrega
de los bienes a los sucesores del ausente.

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Aquí hace aparición un instituto denominado prenotación; a través de éste, los bienes
que se entregan a los sucesores cuentan con una restricción inscripta en los registros co-
rrespondientes que les impide enajenarlos o gravarlos (hipotecarlos, prendarlos) sin autori-
zación judicial; vale decir que sólo pueden usarlos y gozarlos pero no venderlos, regalarlos,
hipotecarlos o prendarlos según el tipo de bien.
El dominio de los bienes prenotados quedarán plenos a partir del quinto año del día
presuntivo del fallecimiento o el transcurso de 80 años desde el nacimiento de la persona
desaparecida, lo que suceda primero, y desde ese momento se podrá disponer libremente
de los bienes (artículo 92 CCC).
En el caso que el ausente reapareciera, tiene derecho a reclamar la devolución de
todos sus bienes, si esto se produjera durante el periodo de la prenotación los sucesores
deberán entregar todos los bienes porque precisamente la anotación registral es a los efec-
tos de evitar que el ausente se vea desprovisto de su patrimonio. Pero si la reaparición se
produjera fuera del periodo de prenotación se le deberá reintegrar los bienes que existiesen
y en el estado en que se encontrasen.

C. Efectos de la muerte
La muerte tiene importantes efectos, tanto desde el punto de vista patrimonial como
extrapatrimonial, ya que importa la disolución del vínculo matrimonial, la conclusión de las
relaciones de parentesco, la pérdida de derechos políticos y civiles, la disolución de la so-
ciedad conyugal, la transmisión de los derechos patrimoniales (sucesión).

LA PRUEBA DEL NACIMIENTO, LA MUERTE Y LA EDAD


El artículo 96 del CCC establece que los nacimientos y muertes ocurridos en el país,
así como sus circunstancias de tiempo, lugar, sexo, nombre y filiación se prueban con las
partidas del Registro Civil.

Ante la ausencia o nulidad del asiento del Registro, el nacimiento o la muerte puede
acreditarse por otros medios de prueba (artículo 98 CCC).
Para que el Registro Civil asiente el nacimiento de una persona, deberá comparecer
uno o ambos padres o persona en quien hayan delegado esa atribución, ante el Registro
Civil, con el certificado médico que acredita dicha circunstancia. En el mismo acto se proc e-
derá a inscribir el o los prenombres y el apellido de dicha persona.
Ara inscribir la defunción de una persona es necesario que se denuncie el hecho de
la muerte ante un oficial del Registro Civil. Esta denuncia debe estar acompañada por un
certificado de defunción, expedido por un médico. En este sentido podemos afirmar que una
persona se encuentra biológicamente muerta desde el cese definitivo e irreversible de sus
funciones vitales, pero estará jurídicamente muerta una vez que se le haya expedido el certi-
ficado de defunción correspondiente por el Registro Civil.
En determinadas circunstancias, probar el hecho biológico de la muerte resulta impo-
sible, principalmente porque se haya producido la desaparición del cadáver, aunque no que-
den dudas que la muerte se ha producido. En estos casos, cuando no fuera posible encon-
trar el cadáver o encontrándose éste no fuere posible identificarlo, resulta inadmisible pre-
tender hacer la inscripción conforme a las normas que hemos analizado. En estos casos, al
no poder obtenerse la partida de defunción, se obligaría a los interesados a iniciar un juicio a
efectos de conseguir el dictado de una sentencia judicial, con lo cual podrá procederse a la
apertura de la sucesión, la readquisición del cónyuge viudo de la facultad de contraer nue-
vas nupcias, etc.
Para estos supuestos, el artículo 98 CCC establece que "si el cadáver de una perso-
na no es hallado o no puede ser identificado, el juez puede tener por comprobada la muerte
y disponer la pertinente inscripción en el registro, si la desaparición se produjo en circuns-
tancias tales que la muerte debe ser tenida como cierta".

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Se trata de supuestos en los cuales resulta materialmente imposible que una pers o-
na pudiese sobrevivir a una determinada catástrofe, y no debe ser confundido con la ausen-
cia con presunción de fallecimiento.
Finalmente, la edad de una persona debe ser posible de determinar a través de las
partidas; pero, si ello no fuera posible el CCC admite la determinación judicial previo dicta-
men de peritos (artículo 99 CCC).

Bibliografía

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