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Nuevo Nacimiento

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según


su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva,
por la resurrección de Jesucristo de los muertos”.

1 Pedro 1:3

La necesidad de la Nueva Creación


¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? Fue la pregunta de Nicodemo a Jesús
(Juan 3:3), y es también la pregunta que todos nosotros hacemos cuando nos hablan
por primera vez de Nacer de Nuevo (Juan 3:3, 5, 18, 36).
De todos los hombres que Jesucristo conoció, uno aparentemente bueno y justo entre
todos, un principal entre los fariseos, respetado entre los judíos, un hombre que
enseñaba la ley, que ayunaba dos veces por semana y oraba durante dos horas diarias
(así lo exigía la ley), celoso por conservar la sana doctrina, practicante y promotor de la
tradición y religiosidad judía, a este hombre llamado Nicodemo fue al que Jesús le dijo:
Jesús le dijo: ―Te aseguro que si una persona no nace de nuevo no podrá ver el reino
de Dios. (Juan 3:3).
“Nacer” significa traer a la existencia. “De nuevo” significa otra vez. Nacer de nuevo
significa ser regenerado por medio del nacimiento espiritual; esta experiencia nos
convierte en hijos de Dios. El nacimiento es el comienzo de la vida; nacer de nuevo es
empezar a vivir de nuevo. Por nuestra naturaleza humana nacimos contaminados por el
pecado original de Adán y Eva, formados en el pecado; por tanto, debemos ser hechos
nuevas criaturas.
El hombre por sus propias fuerzas no puede venir a Dios, no puede agradarle, ni
tampoco quiere (Romanos 8). Todos los hombres sólo han buscado su bienestar y su
propio camino, y Dios tiene que abrir sus ojos espirituales y darles vida (regeneración)
para que puedan creer. Sin embargo, Jesús llevó a Nicodemo hacia una revelación más
profunda al decirle: “...el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
Nicodemo se sabía inteligente, pero Jesús derrumbó su inteligencia mostrándole la
necesidad de “nacer de nuevo” para adquirir la sabiduría del reino. Nicodemo creía en
su discernimiento, sin embargo, toda su inteligencia no bastaba para alcanzar la nueva
vida, el nuevo nacimiento que Jesús le ofrecía. Él necesitaba comenzar una nueva vida;
debía ser enseñado, alimentado, vestido y guiado por su Padre Celestial. Así es como
también nosotros somos llamados hoy a buscar la nueva vida en Jesús dejando de lado
todos nuestros méritos
Sólo Jesucristo puede hacernos nacer de nuevo POR LA FE. Es Jesús quien dijo: “y yo
les doy vida eterna y no perecerán jamás” (Juan 10:28).
Ahora bien, para nacer de nuevo es necesario morir a nuestra vida presente
(ARREPENTIMIENTO). La Palabra de Dios nos enseña que todos los hombres sin
excepción nacemos pecadores y que no hay justo, ni aún uno, por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:10 y 23).
Sólo cuando recibimos a Jesús en nuestro corazón como nuestro Señor y Salvador se produce
el nacimiento de nuevo. En 2 Corintios 5:17-18 dice: De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. Y todo esto
procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación.
El llamado de Jesús es a dejar toda nuestra antigua vida y comenzar una nueva junto a
Él. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí;
y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y
se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20).
Es reconocer que no hay en mí, fuerza moral, ni rectitud, ni inteligencia superior, ni
capacidad para entender que se es necesario alcanzar los requerimientos de Dios. Aquél
que me dio vida espera que yo sea santo como él es santo.
Nosotros respondemos y actuamos como seres humanos, porque recibimos la
naturaleza humana de nuestros padres. De modo que para tener la naturaleza que
funciona de acuerdo con la voluntad de Dios, debemos nacer dentro de su familia y
recibir su naturaleza. Pasamos a ser parte de la familia de Dios, nos convertimos en sus
hijos. El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios
(Romanos 8:16).
Es Dios quien abre el corazón de aquéllos que escuchan el evangelio para que puedan
recibir las palabras y el mensaje de salvación.

Conclusión
El nuevo nacimiento es:
Es un efecto Divino. Que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino de Dios. (Juan 1:13). Cuando nos arrepentimos de nuestros
pecados y depositamos nuestra fe en Cristo, Dios de su voluntad envía el cambio a
nuestra vida. Es la parte Divina de la salvación. En el ejercicio de su voluntad, El nos
hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.
(Santiago 1:18).
Es un misterio. No podemos entenderlo completamente (Juan 3:8-9). “El viento sopla de
donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8).
Es un cambio radical. Tenemos nuevas esperanzas, nuevos ideales, nuevo gozo, porque
somos nuevas criaturas. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es[a]; las
cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17).
Al escuchar el Evangelio (las Buenas Nuevas) y recibir a Jesús por fe, en
nuestro corazón nacemos de nuevo y sucede lo más maravilloso que podamos
imaginar:
Se abren los ojos. El pecado mantiene los ojos cerrados. “...en los cuales el dios de este
mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del
evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4).
Conversión de las tinieblas a la luz. El pecado te lleva por caminos de oscuridad. El pueblo
que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de
muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos. (Isaías 9:2); Mi oración es que los ojos de
vuestro corazón sean[a] iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su
llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos (Efesios
1:18).
Conversión de la potestad de Satanás a Dios. El pecado de Adán nos esclavizó. “...para que
abras los ojos a los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de la prisión
a los que moran en tinieblas. (Isaías 42:7); Porque El nos libró del dominio de las
tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado (Colosenses 1:13).
Perdón de nuestros pecados. Por la fe en Jesucristo, al creer en Él. “...en quien
tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14).
Recibimos herencia. Al recibir la potestad de ser hechos hijos de Dios, pasamos a
ser coherederos de sus riquezas en Cristo Jesús. “Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17); para obtener una
herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos
para vosotros (1 Pedro 1:4).

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