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1 Pedro 1:3
Conclusión
El nuevo nacimiento es:
Es un efecto Divino. Que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino de Dios. (Juan 1:13). Cuando nos arrepentimos de nuestros
pecados y depositamos nuestra fe en Cristo, Dios de su voluntad envía el cambio a
nuestra vida. Es la parte Divina de la salvación. En el ejercicio de su voluntad, El nos
hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.
(Santiago 1:18).
Es un misterio. No podemos entenderlo completamente (Juan 3:8-9). “El viento sopla de
donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es
todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8).
Es un cambio radical. Tenemos nuevas esperanzas, nuevos ideales, nuevo gozo, porque
somos nuevas criaturas. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es[a]; las
cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17).
Al escuchar el Evangelio (las Buenas Nuevas) y recibir a Jesús por fe, en
nuestro corazón nacemos de nuevo y sucede lo más maravilloso que podamos
imaginar:
Se abren los ojos. El pecado mantiene los ojos cerrados. “...en los cuales el dios de este
mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del
evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4).
Conversión de las tinieblas a la luz. El pecado te lleva por caminos de oscuridad. El pueblo
que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de
muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos. (Isaías 9:2); Mi oración es que los ojos de
vuestro corazón sean[a] iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su
llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos (Efesios
1:18).
Conversión de la potestad de Satanás a Dios. El pecado de Adán nos esclavizó. “...para que
abras los ojos a los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de la prisión
a los que moran en tinieblas. (Isaías 42:7); Porque El nos libró del dominio de las
tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado (Colosenses 1:13).
Perdón de nuestros pecados. Por la fe en Jesucristo, al creer en Él. “...en quien
tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14).
Recibimos herencia. Al recibir la potestad de ser hechos hijos de Dios, pasamos a
ser coherederos de sus riquezas en Cristo Jesús. “Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17); para obtener una
herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos
para vosotros (1 Pedro 1:4).