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L.A.

V BEATRIZ TORRES MARTINEZ

RESUMEN

CONCEPTOS VIAJEROS DE LAS HUANIDADES

Creación humana de valores estéticos (belleza, equilibrio, armonía...)


que sintetizan sus emociones, su historia, sus sentimientos y su cultura.

Es un conjunto de procedimientos utilizados para realizar obras, en el


cual aplicamos nuestros conocimientos Las manifestaciones artísticas
actuales parecen haber abandonado definitivamente el concepto de la
belleza, expresión que motivó las obras hasta finales del siglo XX.
Críticos y artistas coinciden en que el arte no solo consiste en crear
objetos bellos, sino que también ha de responder a los esquemas
sociales y reflejar la atrocidad o la vulgaridad de nuestra época. Para
muchos creadores, lo bello en el arte pertenece a un mundo de héroes y
santos que ya dejó de existir.

“¿Qué es pues, el arte, considerado fuera de esa concepción de la


belleza que sólo sirve para embrollar inútilmente el problema? Las
únicas definiciones del arte que intentan liberarse de la concepción de la
belleza son las siguientes:

SCHILLER, DARWIN Y SPENCER, actividad que tienen los animales y que


resulta del instinto sexual y de los juegos; VARÓN, manifestación externa
de emociones internas, producida por medio de líneas, de colores, de
movimientos, de sonidos o de palabras; SULLY, producción de un objeto
permanente o de una acción pasajera,para procurar a su productor un
goce activo y hacer nacer una impresión agradable en cierto número de
espectadores o de oyentes, dejando aparte toda consideración de
utilidad práctica.”
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El arte es un medio de comunicación con un código de signos propio,


que el artista compone para crear imágenes transmisoras de un mensaje
que el receptor-espectador descifra.

Desde los años 1980, la obra de Deleuze se ha vuelto, poco a poco, una
pauta en el campo del arte. Inspira tanto a artistas consagrados como a
grupos musicales de jóvenes, pasando por el campo de la moda y de los
artistas de graffiti en las artes callejeras. No es necesario contar el
número de compañías de teatros, grupos de rock u obras artísticas, que
utilizan la filosofía deleuzeana, valiéndose de términos como rizoma,
nomadismo, inmanencia, territorio, desterritorialización, ritornelo,
diferencia, y aun (o todavía), el consagrado “cuerpo sin órganos” –
creado por Antonin Artaud y recuperado en los escritos de Deleuze y
Guattari. La filosofía y la escritura de Deleuze, el estilo inconfundible de
su máquina de inventar conceptos, generó un número suficiente de
términos para alimentar, por un largo tiempo, el imaginario de artistas,
tanto jóvenes como expertos.

El arte del siglo XX fue y todavía es leído bajo los lentes de la


fenomenología kantiana y del ideario de Goethe. El peligro del
“pedantismo científico”, como observó el pintor Caspar David Friedrich
en su respuesta a las exigencias de Goethe de que, al pintar sus nubes,
él tuviera en consideración su “clasificación científica”.[26] Tal discurso
proto-científico fue el que guió gran parte de los estudios y críticas del
arte en el siglo XX. Tal vez por esta razón, cuando Deleuze utiliza
imágenes y conceptos de sensaciones provenientes del arte, de textos
de los artistas, de sus entrevistas sobre sus procesos de creación, hay
un corto-circuito inevitable. El lector desatento, y todavía preso al
romanticismo, rápidamente alude a las imágenes aún hilemórficas y
substancialistas, no percatándose del camino apuntado por Deleuze: la
fuerza de la conexión y consolidación en contra de la forma de
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coherencia y estructuración, el material modulable en contra de la


materia formada.

Parece oportuno cerrar este texto con la sugerencia de la relevante


distancia existente entre el pensamiento del arte en Deleuze y el pensar
sobre el arte que encontramos en las principales corrientes de la crítica
y teoría del arte del siglo XX. Además, tal vez al recordar la idea de
Nietzsche de que cada pensamiento responde a una forma de vida – o es
la respuesta que una determinada forma de vida se encuentra para
perpetuar – , podríamos dejar resonando la pregunta: ¿a quiénes tales
teorías serían precisamente necesarias? ¿A qué necesidades un
pensamiento como el de Deleuze respondería? Imaginamos que no sean
las mismas necesidades que atraviesan en uno y otro caso. Parece que
aquí hay un gran salto. Finalmente parece que algo relacionaría la
propuesta de Deleuze a aquellas de un cierto arte del siglo XX que trató
de escapar de los nombramientos, de las barrares de la significación, de
la compresión (hermenéutica), de las figuras (retóricas), de las formas y
codificaciones. Parece que su pensamiento –como vemos en una
escritura como la de Beckett, o en la escucha del silencio en John Cage–
logró regresar el libre tránsito a lo “innombrable” junto al arte y a la
escritura de los artistas: lo invivible que viene en lugar de lo vivido en
sentido fenomenológico. Tarea demasiado ardua viviendo en una
civilización que se acostumbró a clasificar, nombrar, representar y
teorizar todo. Tal vez tengamos, frente a Deleuze, el desafío de una
contra-teoría del arte, la tarea de encontrarse, cada vez, una sensación
de diferencia en donde se decía la identidad de la forma. Tal revolución
copernicana de pensar junto al arte todavía tardará algunas décadas
antes que necesitemos buscar algo más allá.

En la perspectiva de Deleuze, los conceptos no son universales, son


locales, son creados para una circunstancia concreta, una ocasión. Los
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conceptos deben poder lograr un efecto de relevo entre la teoría y la


práctica para ser capaces de afectar la vida, además han de ser
vectoriales en tanto implican una cierta manera de circular en el espacio
y en el tiempo. Los conceptos son vectores para pensar, aunque
también poseen cualidades nómades ya que viajan hacia otros campos
del saber, viven aventuras, adquieren flexibilidad al relacionarse con el
arte, al visitar una película, una obra literaria, etc. Esto implica al mismo
tiempo un cambio en la manera de cómo se escribe filosofía:
La búsqueda de nuevos medios de expresión filosófica dio comienzo con
Nietzsche, y debe proseguirse hoy en relación con la renovación de otras
artes, como por ejemplo, el teatro o el cine. (DELEUZE, 1988: 35).

Por su 'naturaleza' el concepto es un incorporal, aunque se encarne o se


efectúe en el cuerpo, porque lo hace sin confundirse con el estado de
cosas en el que se realiza. No posee coordenadas espacio-temporales,
sino solamente puntos de referencia intensivos. No posee energía sino
solamente intensidades: el concepto se define por la inseparabilidad de
un número finito de componentes heterogéneos recorridos por un punto
en sobrevuelo, a velocidad infinita. (DELEUZE y GUATTARI, 1999: 26-27).
Estas definiciones suenan bastante crípticas, pero creemos que
corresponden a una propuesta bastante seria de lo que son los
conceptos, dado que tanto Deleuze y Guattari, al escribir este libro de
'vejez filosófica', involucran un amplio ejercicio conceptual y de
pensamiento realizado tanto de manera independiente como conjunta.
De lo que se nos habla aquí no son de metáforas sobre el concepto sino
de experiencias con el pensamiento y de ejercicios de filosofía en
movimiento y de conceptualización de la filosofía en general que busca
imposibilitar la 'captura' o un encasillamiento del filosofar mismo.

Siguiendo con la caracterización de los conceptos, cabe decir que la


'materia' de los conceptos es el lenguaje. De las frases o su equivalente:
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la filosofía extrae conceptos (que no deben ser confundidos con las


ideas generales o abstractas, ya que un concepto, en su sentido más
específico, es una palabra más su definición); la ciencia extrae
prospectos (proposiciones que no deben ser confundidos con juicios) y
el arte extrae perceptos y afectos (que no deben ser confundidos con
percepciones o sentimientos, ya que los perceptos son paquetes de
sensaciones que se relacionan entre sí y que se mantienen en aquel que
las experimenta, y los afectos son devenires -relaciones de un cuerpo
con otra cosa- que desbordan a aquellos que los experimentan y
devienen otros). Esta situación corresponde al hecho de que se trata de
tres actividades distintas con objetivos diferentes: un filósofo es alguien
que crea conceptos; un científico es alguien que crea operadores y que
hace operaciones con el fin de lograr resultados empíricos y concretos;
un artista es alguien que crea imágenes visuales, sonoras o de otro tipo.
Los conceptos adquieren importancia por su relación con otros
conceptos no por sí mismos, de ahí que la coherencia de los conceptos
sea dada por la estrategia que liga a los diferentes conceptos entre sí.
La estrategia última que sustenta a los conceptos de un determinado
filósofo es su plano de consistencia o de inmanencia que constituye el
suelo en el que se asientan los conceptos y que sería como la imagen de
su pensamiento:
La historia de la filosofía es comparable al arte del retrato. No se trata de
'hacer el parecido', es decir, de repetir lo que el filósofo ha dicho, sino de
producir el parecido extrayendo al mismo tiempo el plano de
inmanencia que el instauró y los nuevos conceptos que él ha creado.
(DELEUZE, 2003: 185-186). (Las negrillas son nuestras).

Se trataría de hacer retratos mentales, conceptuales. No repetir ni volver


a decir lo que dijo un filósofo, sino de decir lo que subyace en su
filosofía: lo que el filósofo no dice pero que sin embargo está presente
en lo que dijo. (DELEUZE, 2003: 186).
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La filosofía -según Deleuze- pretende decir lo indecible, pensar lo no


pensado. Se trata indudablemente de una actividad de por sí
angustiante, porque, para este filósofo 'posnietzscheano', el hacer
filosofía implica que se esté siempre en el borde de lo pensable, de lo
decible y del lenguaje mismo. De ahí que para él los conceptos son ante
todo herramientas de trabajo para el pensamiento, y que su creación
obedece a una necesidad: la de poder llegar a pensar cosas que
necesitan ser pensadas. Por consiguiente, existe en la filosofía una
pedagogía del concepto, en tanto que todo concepto nos remite a un
problema y/o problemas sin los cuales no tendrían sentido, y que -a su
vez- son comprendidos únicamente en tanto son solucionados.

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