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Jacinto Arroyo
6 de marzo
Cuando el avión aterrizó sintió dolor abdominal, ardor en la boca del estomago y
ganas de vomitar. Estos malestares le eran familiares pues eran los síntomas que le
por lo que estaba acostumbrado a las dolencias, pero en los últimos años los dolores
eran más crónicos y agudos, de hecho en lo corrido del año estuvo hospitalizado un
par de veces por esta causa, por lo que debía seguir una estricta rutina de
alimentación y comer a las mismas horas para evitar una recaída. Miró su reloj de
pulsera y vio la manecilla gruesa en el ocho, y la delgada en algún lugar entre el tres
y el cuatro. Debía ser de noche por eso le pareció extraño que el cielo tuviera el
color de la tarde. En ese momento, por el alto parlante del avión, la azafata terminó
4 de marzo
La última comida que ingirió fue un sudado de pollo con papas, arroz blanco,
mora. Almorzó con su hijo Jaime cuando llegó del colegio pasado el mediodía.
Rubén supo que esa sería la última comida sólida que podía tener antes del viaje,
después de este almuerzo debía tener una dieta líquida. Disfrutó poder masticar
cada porción de comida que metía en su boca sin tener que tragarla, como había
estado practicando desde hace una semana. Jaime tenía el carácter de su padre.
encima al abusivo a pesar de que era más grande que él y le rompió la camisa del
colegio. Mientras almorzaban Rubén escuchaba como había sido el día de su hijo en
hubiera sido por el viaje ese hubiera sido un gran almuerzo, pero desde que había
tomado la decisión de irse cada instante estaba bordado por el hilo de la nostalgia y
mientras más se acercaba el día de la partida más fuertes eran las punzadas de la
aguja del tiempo. Se esforzaba por encontrar un gesto cercano a la sonrisa, pero en
estaba jodida, la plata no alcanzaba, los gastos no daban espera y tenía tantas
deudas que ya ningún familiar o amigo le prestaba plata. Incluso a los gota a gota se
les estaba acabando la paciencia. Mientras Rubén recogía la loza, los niños se
fueron a cambiar de ropa para no ensuciar el uniforme. Oyó girar las chapas luego el
5 de marzo
Rubén y Amanda vivan juntos y aún dormían en la misma cama, pero llevaban un
par de años separados. Rara vez tenían relaciones sexuales y cuando lo hacían,
más que cariño era un gesto de solidaridad. Pero no siempre fue así, cuando Rubén
muchacha llevó su moto de 125 c.c. porque esta tenía un ruido raro. Rubén escuchó
y observó la conversación del mecánico con el dueño de la moto y dentro de sí
diagnosticó que era necesario cambiar el kit de arrastre, pues el ruido era en la zona
manos.
muchacha.
ojos cafés, a su boca carnosa adornada con un poco de brillo, a su fino cuello, a la
voluptuosidad de sus senos cubiertos por una blusa amarilla, a su breve cintura, a
sus anchas caderas y a sus piernas, que encajaban perfecto en el bluyín. La deseó
con todo el poder de su instinto, pero en ese instante no se imaginó que ella iba a
ser la mujer de su vida, la madre de sus hijos, la mujer con la que compartiría los
días más felices y los más insoportables. Cuando el televisor se apagó como de
costumbre a las diez y media de la noche, el cuarto quedo casi a oscuras excepto
porque a través de la liviana cortina, que les había regalado su suegra, se colaba la
luz del poste que estaba junto a la ventana del cuarto. Ninguno de los dos podía
6 de marzo
Pasada la media noche fue la mujer quien rompió el silencio.
— Los hombres que han pasado a la historia son los que han enfrentado sus
del barrio por calle desierta montando una vieja bicicleta— ya todo lo he
comprarles una pinta. ¿cómo vamos a hacer el otro año para el uniforme y
para los útiles escolares? Y eso que los pasamos a colegio público y nos
genio que tengo, y que cada día es peor, me voy a terminar agarrando con
como ese joven alegre, dicharachero, emprendedor, apasionado y buen amante que
mujer — porque uno tiene que estar loco para irse de mula a Europa. Además,
¿Cómo conociste a esos matones? ¿acaso no piensas en los niños? ¿no piensas en
mí?
lágrimas de los ojos y a pesar de que ella le había logrado ablandar el corazón, él no
iba a dar un paso atrás. Le dieron ganas de besarla, de abrazarla, de decirle que lo
intentaran una vez más, que todo iba a mejorar, que pensaran en que los niños
merecían crecer con sus padres juntos… pero no lo hizo. El orgullo le pudo más.
Cuando ella aceptó, después de varias sospechas, que estaba saliendo con otro
hombre, Rubén, perdió la fe, perdió el norte, perdió el último hilo de esperanza que
jugárselo todo por el todo, o como él se decía a si mismo: nada por el todo. Sabía
que a pesar del cariño que se sentían ya no valía la pena seguir luchando por estar
juntos. La primera etapa de aquel amor fue la que más disfrutaron. Rubén detalló a
la tristeza y la impotencia por las lágrimas y mocos que se limpiaba con la manga del
saco. Entonces recordó cuando ella se tenía que escapar de casa e inventar
brazos del placer. Por se imaginaron que viviendo juntos todo iba a ser felicidad,
responsabilidad de los hijos y el dinero -sobre todo el dinero- les fueran a apagar
poco a poco la llama del amor y terminaran asfixiándose, inventado excusas para
escapar de casa.
Cuando Amanda escuchó que Rubén entró en la cocina supo que él abriría la puerta
de la nevera, supo que cogería la jarra y que tomaría un vaso de agua, supo que
vio nada, pero lo escucho todo y recordó cuando Rubén le contó cómo era el
procedimiento y fue como si lo hubiera visto todo. Luego se oyó la ducha entonces
Amanda supo que Rubén ya se había ido, hace tiempo que se había ido. Antes de
llanto. Solo entonces comprendieron cuanto se amaban, pero ya era tarde para dar
un paso atrás. Salió de la casa sin despedirse de los niños por el temor de
ignorarlo hasta el momento en que lo atacó la gastritis. Llevaba más de 12 horas sin
restaba salir del aeropuerto y entregar la droga para coronar la vuelta y darle un giro
a su vida, no se podía rendir ahora. Pero Rubén ignoraba que la misma gente que lo
contrato lo había sapiado para usarlo como distracción y que pudieran pasar las
otras diez personas que iban con droga en el mismo vuelo que él. Rubén Ignoraba