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Las Dos Guadalupanas: de Mexico y España

La Virgen de Extremadura (España) y su copia (la Virgen de Guadalupe de México)

Fuente: Revista Proceso No. 1414, 7 de Diciembre de 2003

Desde hace siete siglos, en la provincia de Cáceres, (Extremadura, España) se venera a la


Virgen de Guadalupe. Su imagen fue llevada a la Nueva España por los primeros
evangelizadores, lo que dio origen a la guadalupana mexicana. Los encargados del
Monasterio de Guadalupe están convencidos: La Guadalupe de México se inspiró en ésta de
España, y las apariciones al indio Juan Diego sólo son una “preciosa narración”.

Y agregan que es tal la similitud entre ambas vírgenes, que las autoridades de la Basílica
prácticamente no quieren saber nada de la española.

Extremadura, España. - Para historiadores y autoridades eclesiásticas de esta provincia


española, el culto a la Virgen de Guadalupe, imagen que aquí se venera desde hace siete
siglos, fue llevada a la Nueva España por los primeros evangelizadores, lo que dio origen a
la Guadalupana de México. Sin embargo, sostienen, esta imagen fue desligada totalmente de
la original mediante “leyendas” y supuestas apariciones en el cerro del Tepeyac, que incluso
la transformarían en símbolo de identidad nacional. Fue tanto el afán por desligar a la Virgen
del Tepeyac de la de Extremadura que, actualmente, las autoridades de la Basílica de
Guadalupe ni siquiera tienen contacto con los franciscanos que aquí custodian el imponente
Monasterio de Guadalupe, donde se encuentra la antiquísima Virgen española, que era
venerada por Cristóbal Colón y Hernán Cortés.

El historiador Fray Sebastián García, actual cronista del monasterio, dice a Proceso: “En
México, las autoridades de la Basílica de Guadalupe no aceptan la vinculación histórica de
aquella Virgen con la nuestra, y la mayoría de los mexicanos cree que su Virgen de
Guadalupe es la única; ignoran que la original se encuentra aquí”.

–¿No hay entonces ninguna relación entre la Basílica y este monasterio?

–No, ninguna. Esto no quiere decir que haya hostilidad, simplemente no tenemos ninguna
comunicación. ¡No hay nada! Y nosotros no tenemos ningún ánimo de confrontar.

–Algún intercambio religioso debe haber entre los dos santuarios guadalupanos.

–No, no, ninguno. A los mexicanos que vienen, simplemente se les atiende muy bien, y mire,
aquí han llegado obispos de México a visitar a nuestra señora de Guadalupe, pues saben que
aquí está la raíz de la Virgen mexicana. Recuerdo, sobre todo, al hoy cardenal Javier Lozano
Barragán, quien, siendo Obispo de Zacatecas, realizó una visita a nuestro monasterio y
conversando nos dijo: “Aquí están nuestras raíces”. Claro que ya en público cambian su
discurso.

–¿La devoción guadalupana de México salió entonces de aquí?


–Por supuesto. Y no sólo salió a México, sino a toda América, donde existen muchos
santuarios dedicados a Santa María de Guadalupe: en Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador;
Cristóbal Colón visitaba este monasterio y era devoto de la Virgen. En su honor, le puso
Guadalupe a una isla que descubrió en Las Antillas. Cada año, todavía viene al monasterio
una peregrinación de esa isla; Hernán Cortés y otros conquistadores eran de Extremadura y
veneraban también a la imagen, a la que Cortés usó en el estandarte con el que entró a
Tenochtitlán, que aún se conserva en el museo del Castillo de Chapultepec.

“En aquel tiempo, ésta era la Virgen más venerada en toda Europa Los reyes católicos,
Isabel y Fernando, solían visitar el monasterio; incluso aquí llegaron a reunirse con Colón.
De todo esto hay una vasta documentación y yo he escrito libros y artículos sobre el asunto”.

Fray Sebastián charla con los reporteros en su amplio despacho, situado en lo alto de una de
las torres del monasterio. La intensa luz entra por una ventana gótica desde la que se domina
la sierra de Villuercas. Abajo se ven los techos de teja, las casas enjalbegadas de Guadalupe;
el pequeño poblado de 2 mil habitantes que circunda al monasterio. Autor de “Guadalupe de
Extremadura en América” y “Guadalupe, historia, devoción y arte”, el religioso franciscano
es también el bibliotecario del monasterio. Tiene 76 años, y sobre su suéter azul luce el blanco
alzacuello. Deambula un momento entre los viejos óleos que decoran las paredes, luego
señala:

“El Papa Juan Pablo II vino a visitarnos en noviembre de 1982. Es indiscutible la estima tan
grande que le tiene a la Virgen de Guadalupe de México; pero se dio cuenta de que aquí están
sus orígenes, dijo que antes de haber ido a la Basílica del Tepeyac, debió haber venido aquí
para comprender mejor la devoción mexicana”.

–¿La Guadalupe de Extremadura despierta la misma devoción que la Guadalupe de México?

–No, nosotros recibimos mucho menos fieles, en parte, porque estamos aislados entre
montañas. Cuando llega una peregrinación de 3 mil gentes, nos las vemos negras para
atenderla. En cambio, la Basílica de Guadalupe está en una moderna ciudad que tiene varios
millones de habitantes y cuenta con todos los servicios.

–¿Cuántos fieles reciben ustedes al año?

–Alrededor de medio millón; cifra muy menor a la de quienes van al santuario del Tepeyac,
cuya Virgen además se convirtió en un símbolo nacional, en un signo de la identidad
mexicana. La copia se ha hecho más famosa que la original, o podríamos decir, valga la
expresión, que la hija es más que la madre.

Y a la Virgen, como al río, se le llamó Guadalupe

Fray Sebastián García refiere que, durante la conquista de la Nueva España, “familias enteras
de españoles propagaron la devoción a la Virgen en el Nuevo Mundo, al igual que los
primeros misioneros”. Sin embargo, aclara que la imagen difundida no era la de la “Virgen
titular”, sino la de la Virgen de Guadalupe que está en el coro del santuario. Dice: “La
iconografía de la Virgen del coro la reproducían los propios monjes del monasterio, que eran
habilidosos dibujantes y pintores. Ellos repartían estampas con esa imagen, que ya estaba en
el coro en 1498”.

–¿Por qué eligieron a la del coro para evangelizar América?

–Porque eran muy celosos con su imagen titular. Muy reservados en ese aspecto, temían que
otros santuarios la reprodujeran con exactitud y la colocaran en sus altares. Eso pasó con la
guadalupana de México que pintó el indio Marcos Cipac, pero tomando como modelo a
nuestra Virgen del coro.

La Guadalupe del coro está situada frente al altar, hasta el otro extremo de la nave del
santuario. Mira de frente a la imagen titular, y sí, es muy similar a la Virgen del Tepeyac:
rayos dorados salen detrás de su manto, y bajo sus pies hay una luna sostenida por un
querubín; la diferencia es que ésta lleva al niño Dios en su regazo. Explica fray Sebastián:
“Es ésta una Inmaculada Concepción tallada en madera, de estilo gótico flamenco, muy
extendido en la Europa de los siglos XV y XVI”.

–¿Por qué la de México no lleva niño?

–Porque los misioneros vieron que los indígenas no estaban capacitados para comprender la
concepción virginal de Cristo y para no meterse en barullos, la pusieron sin niño. Por su parte,
el historiador Arturo Álvarez Álvarez, con base en documentos del siglo XVI, ha abundado
sobre los inicios de la devoción guadalupana en el cerro del Tepeyac, promovida por los
misioneros que levantaron ahí una ermita a la Virgen de Extremadura, la cual era atendida
por los religiosos del convento de Santiago Tlatelolco. En su investigación denominada “El
primer siglo guadalupano” (México, 1524-1648), Álvarez reproduce las cartas escritas en la
Nueva España por fray Diego de Santa María, por el sacerdote portugués Antonio Freyre y
por el propio virrey Martín Enríquez, en las que dan cuenta de dicha devoción. Algunos de
estos escritos están dirigidos al rey Felipe II, quien siempre estuvo al tanto de la evolución
del culto guadalupano.

Estas misivas -recalca el investigador- jamás mencionan la aparición de la Virgen al indio


Juan Diego, como tampoco la mencionan en sus escritos fray Bernardino de Sahagún y el
primer arzobispo fray Juan de Zumárraga, quien, según la tradición mexicana, fue testigo
directo del milagro de las rosas. En entrevista, Arturo Álvarez dice convencido:

“La Guadalupe de México se inspiró en ésta de España. No hay ninguna duda, y que me
perdonen si lo digo con toda crudeza, pero yo llevo más de 50 años estudiando el tema de
las dos Guadalupes, y así fueron los hechos, son irrefutables”.

–¿Y dónde queda entonces la aparición de la guadalupana al indio Juan Diego, en diciembre
de 1531?

–Ésa es una preciosa narración que, en su tiempo, nadie conocía, ni el propio Zumárraga,
hasta que fue escrita más de un siglo después, y la historicidad de Juan Diego no se puede
demostrar. Doy sólo un dato que constata que la de México se inspiró en la Virgen española:
al principio, la festividad en el Tepeyac era el 8 de septiembre, que es cuando aquí festejamos
a la Virgen extremeña; ya después se cambió al 12 de diciembre, para ajustarla con la fecha
que se pone en la leyenda de las apariciones. Dicho traslado debió realizarse por 1660.

–¿La Guadalupe de México es, entonces, obra del pintor Marcos Cipac, como sostienen
algunos historiadores?

–Sí, estoy totalmente convencido de ello. El indio Marcos fue uno de los más consumados
pintores de ese tiempo, al grado de ser elogiado por el cronista Bernal Díaz del Castillo. Se
inspiró en la Guadalupe del coro para pintar la Virgen radiada del Tepeyac.

Exaltación patriótica

Álvarez fue, durante 29 años, religioso franciscano y trabajó también en el monasterio de


Guadalupe, donde se encargó de sus archivos históricos. Su pasión por el tema, lo llevó a
escribir el voluminoso libro “La Virgen de Guadalupe en el mundo”, así como “Guadalupe
en los clásicos y en los viajeros antiguos”, en el que estudia las referencias que han hecho de
la guadalupana: poetas, dramaturgos, novelistas y viajeros, como Miguel de Cervantes, Luis
de Góngora, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina y Miguel de
Unamuno.

Lamenta que en México no quiera aceptarse el vínculo entre las dos Guadalupes, lo cual se
debe, en gran parte, dice, a la “exaltación patriótica” que provocó la independencia de
México, luego de que Miguel Hidalgo enarboló, en 1810, un estandarte con la Guadalupe del
Tepeyac para convertirla en Virgen primigenia y símbolo nacional.

“Muchísimos mexicanos ignoran que en España está la Virgen original. Sería bueno que las
dos Guadalupes se confraternizaran, que México y España, realizaran reuniones sobre el
asunto; para nosotros es un orgullo la versión iconográfica y la fe que despierta la Virgen
del Tepeyac, que eclipsó en gran medida a la Virgen de Extremadura. Aquí hemos intentado,
en varias ocasiones, entablar una fraternidad”.

–¿Por qué no se ha logrado?

–Principalmente, por la reticencia de las autoridades de la Basílica de Guadalupe. No quieren


admitir a la Virgen española. Yo mismo fui testigo de ese rechazo; recuerdo, por ejemplo,
que en 1950 llegó al monasterio, el entonces arzobispo primado de México, don Luis María
Martínez, venía acompañado por un grupo de Obispos y peregrinos mexicanos. Nos traían
una imagen de la guadalupana de México que, con gran entusiasmo, colocamos en nuestro
santuario. Preguntamos al arzobispo Martínez si podríamos, en correspondencia, enviar una
escultura de nuestra Virgen para que se pusiera en la Basílica de Guadalupe, nos dijo que sí,
que con mucho gusto. De manera que encargamos la talla a un escultor de primera línea.
Resultó una imagen preciosa, a la que se le colocó corona y cetro. Antes de mandarla a
México, la imagen hizo un recorrido triunfal por todos los pueblos de Extremadura. La gente
se volcaba en procesiones, se le hicieron festivales folclóricos, misas solemnes y otros actos
devocionales. Embalada, la Virgen se embarcó a México, pero al llegar a la Basílica del
Tepeyac, se negaron a admitirla. Dijeron que ahí no podía estar. Para nosotros fue un golpe
brutal.
–¿Qué fin tuvo esa Virgen?

–No sé dónde quedaría. Al principio, la relegaron a la capilla del hospital Español de la


Ciudad de México. Yo la fui a ver en 1966. Habían desaparecido su cetro y su corona.
Después, hace apenas tres años, volví a visitarla, pero ya no la encontré. Su lugar estaba
vacío. Pregunté al capellán por la Virgen, pregunté a varias personas y todas me contestaron
que no sabían nada.

A nuestro monasterio también vino el arquitecto que levantó la nueva Basílica del Tepeyac,
Pedro Ramírez Vázquez. Lo acompañaba su esposa. Como cualquier peregrino, besó el
manto de la Virgen, recorrió el monasterio y conoció su historia. Al final, dijo: ‘Ahora
comprendo por qué en México no quieren hablarnos de esta Virgen de Guadalupe.

La leyenda, por encima de la historia

Actualmente, el monasterio está a cargo de 10 franciscanos, quienes se apoyan en un centenar


de seglares para mantenerlo. El superior de esta comunidad religiosa es fray Guillermo
Cerrato, delgado él, rostro anguloso, como salido de los cuadros de El Greco que decoran los
macizos muros; su sencilla vestimenta contrasta con la magnificencia de los tesoros que están
bajo su cuidado.

“Toda esta riqueza en pinturas, esculturas, libros corales y joyas sirve para provocar y
mantener la fe de un pueblo creyente”, refiere mientras deambula por los corredores del
claustro. Cuenta que del siglo XIV al XVII se vivió el esplendor del monasterio. Entonces
sólo lo igualaba el de Santiago de Compostela. Después vino una “época de abandono y
decaimiento”. Lo saqueó en 1808 el ejército invasor de Napoleón Bonaparte, y en 1835
padeció la desamortización de los bienes del clero. A partir de 1908, los franciscanos se
instalaron en él.

Mientras fray Guillermo conversa, un puñado de fieles entra en procesión al santuario, llevan
un pañuelo azul anudado al cuello. Se mezclan con un ruidoso grupo de escolares
adolescentes, controlados por una monja que trae un silbato. Turistas extranjeros fotografían
una antigua fuente circular.

“Muchas personas vienen atraídas por la historia y el arte que encierra el monasterio. Muchas
otras se acercan por devoción. Unas y otras salen al final convencidas de que el centro de
esta casa es el icono de la Virgen”, comenta el superior. Coincide en que “la Virgen de
México nació bajo la advocación de la Guadalupe de Extremadura”. Y agrega que, si lo
demuestra la historia, “al indio Juan Diego no se le pudo aparecer otra Virgen que no fuera
la de Extremadura”.

Como encargado del monasterio, fray Guillermo dice que procura mantener un
“distanciamiento respetuoso” con las autoridades de la Basílica de Guadalupe en México,
“para no abrir posibles heridas”. Ese distanciamiento se mantuvo durante todo el proceso de
canonización de Juan Diego, a quien finalmente el Papa hizo santo el año pasado. Los
franciscanos se mantuvieron al margen de la pugna entre los llamados aparicionistas y anti-
aparicionistas que discutían la existencia del indígena. El cronista fray Sebastián García
revela que Guillermo Schulenburg, el abad que fue expulsado del Tepeyac por no creer en
las apariciones de la guadalupana, un día le habló por teléfono para tratar el tema:
“Hablamos de todas esas cosas y de la posible canonización de Juan Diego Yo le dije que el
asunto de la Virgen del Tepeyac es una cuestión mexicana, que nosotros no teníamos por qué
meternos en eso”.

–¿Schulenburg quería que usted lo apoyara?

–No, simplemente me pidió mi opinión y yo se la di. De eso hará unos cuatro años
–Y durante la investigación vaticana para canonizar a Juan Diego, ¿los consultó, a ustedes,
la Congregación para la Causa de los Santos? ¿Envió investigadores a este monasterio?
–No, que yo sepa. Tal vez consultaron nuestros libros que se encuentran en cualquier
biblioteca de España. Quizá no les convencieron. No lo sé. Al Vaticano lo que le interesaba
era comprobar la existencia de Juan Diego y las apariciones del Tepeyac.

–¿No invalidan a esas apariciones el hecho de que la Guadalupe mexicana sea una copia de
la de Extremadura?

–La devoción mexicana salió de aquí, ¡es cierto! Construimos una ermita en el Tepeyac, ¡es
cierto! Y bueno, ya después pudo aparecerse la guadalupana, ¿por qué no? No son cosas
contradictorias. En fin, nosotros respetamos mucho la decisión del Vaticano de canonizar a
Juan Diego. El problema es que, en México, a la leyenda se le dio carácter de historia. Es una
leyenda, hasta el relato que habla de las apariciones, el Nican Mopohua.

–La aparición de la Virgen de Extremadura al pastor Gil Codero también es aquí una
leyenda

–¡Sí! ¡sí! ¡Por supuesto! Pero nosotros deslindamos muy bien lo que es leyenda de lo que es
historia. Eso de que nuestra Virgen estuvo escondida cerca del río, durante la conquista árabe,
tampoco lo podemos probar. No hay documentos al respecto ¡Pura leyenda!

–¿A usted, como religioso de este santuario, no le causa problemas el decir que las
apariciones de su Virgen son leyenda?

Fray Sebastián sonríe por la pregunta Concluye de buen humor:

–Ningún problema. No pasa nada. Aquí las apariciones de la Virgen no son ningún dogma
nacional. Lo que pasa es que allá, en México, son más puristas que el Papa.

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