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Y agregan que es tal la similitud entre ambas vírgenes, que las autoridades de la Basílica
prácticamente no quieren saber nada de la española.
El historiador Fray Sebastián García, actual cronista del monasterio, dice a Proceso: “En
México, las autoridades de la Basílica de Guadalupe no aceptan la vinculación histórica de
aquella Virgen con la nuestra, y la mayoría de los mexicanos cree que su Virgen de
Guadalupe es la única; ignoran que la original se encuentra aquí”.
–No, ninguna. Esto no quiere decir que haya hostilidad, simplemente no tenemos ninguna
comunicación. ¡No hay nada! Y nosotros no tenemos ningún ánimo de confrontar.
–Algún intercambio religioso debe haber entre los dos santuarios guadalupanos.
–No, no, ninguno. A los mexicanos que vienen, simplemente se les atiende muy bien, y mire,
aquí han llegado obispos de México a visitar a nuestra señora de Guadalupe, pues saben que
aquí está la raíz de la Virgen mexicana. Recuerdo, sobre todo, al hoy cardenal Javier Lozano
Barragán, quien, siendo Obispo de Zacatecas, realizó una visita a nuestro monasterio y
conversando nos dijo: “Aquí están nuestras raíces”. Claro que ya en público cambian su
discurso.
“En aquel tiempo, ésta era la Virgen más venerada en toda Europa Los reyes católicos,
Isabel y Fernando, solían visitar el monasterio; incluso aquí llegaron a reunirse con Colón.
De todo esto hay una vasta documentación y yo he escrito libros y artículos sobre el asunto”.
Fray Sebastián charla con los reporteros en su amplio despacho, situado en lo alto de una de
las torres del monasterio. La intensa luz entra por una ventana gótica desde la que se domina
la sierra de Villuercas. Abajo se ven los techos de teja, las casas enjalbegadas de Guadalupe;
el pequeño poblado de 2 mil habitantes que circunda al monasterio. Autor de “Guadalupe de
Extremadura en América” y “Guadalupe, historia, devoción y arte”, el religioso franciscano
es también el bibliotecario del monasterio. Tiene 76 años, y sobre su suéter azul luce el blanco
alzacuello. Deambula un momento entre los viejos óleos que decoran las paredes, luego
señala:
“El Papa Juan Pablo II vino a visitarnos en noviembre de 1982. Es indiscutible la estima tan
grande que le tiene a la Virgen de Guadalupe de México; pero se dio cuenta de que aquí están
sus orígenes, dijo que antes de haber ido a la Basílica del Tepeyac, debió haber venido aquí
para comprender mejor la devoción mexicana”.
–No, nosotros recibimos mucho menos fieles, en parte, porque estamos aislados entre
montañas. Cuando llega una peregrinación de 3 mil gentes, nos las vemos negras para
atenderla. En cambio, la Basílica de Guadalupe está en una moderna ciudad que tiene varios
millones de habitantes y cuenta con todos los servicios.
–Alrededor de medio millón; cifra muy menor a la de quienes van al santuario del Tepeyac,
cuya Virgen además se convirtió en un símbolo nacional, en un signo de la identidad
mexicana. La copia se ha hecho más famosa que la original, o podríamos decir, valga la
expresión, que la hija es más que la madre.
Fray Sebastián García refiere que, durante la conquista de la Nueva España, “familias enteras
de españoles propagaron la devoción a la Virgen en el Nuevo Mundo, al igual que los
primeros misioneros”. Sin embargo, aclara que la imagen difundida no era la de la “Virgen
titular”, sino la de la Virgen de Guadalupe que está en el coro del santuario. Dice: “La
iconografía de la Virgen del coro la reproducían los propios monjes del monasterio, que eran
habilidosos dibujantes y pintores. Ellos repartían estampas con esa imagen, que ya estaba en
el coro en 1498”.
–Porque eran muy celosos con su imagen titular. Muy reservados en ese aspecto, temían que
otros santuarios la reprodujeran con exactitud y la colocaran en sus altares. Eso pasó con la
guadalupana de México que pintó el indio Marcos Cipac, pero tomando como modelo a
nuestra Virgen del coro.
La Guadalupe del coro está situada frente al altar, hasta el otro extremo de la nave del
santuario. Mira de frente a la imagen titular, y sí, es muy similar a la Virgen del Tepeyac:
rayos dorados salen detrás de su manto, y bajo sus pies hay una luna sostenida por un
querubín; la diferencia es que ésta lleva al niño Dios en su regazo. Explica fray Sebastián:
“Es ésta una Inmaculada Concepción tallada en madera, de estilo gótico flamenco, muy
extendido en la Europa de los siglos XV y XVI”.
–Porque los misioneros vieron que los indígenas no estaban capacitados para comprender la
concepción virginal de Cristo y para no meterse en barullos, la pusieron sin niño. Por su parte,
el historiador Arturo Álvarez Álvarez, con base en documentos del siglo XVI, ha abundado
sobre los inicios de la devoción guadalupana en el cerro del Tepeyac, promovida por los
misioneros que levantaron ahí una ermita a la Virgen de Extremadura, la cual era atendida
por los religiosos del convento de Santiago Tlatelolco. En su investigación denominada “El
primer siglo guadalupano” (México, 1524-1648), Álvarez reproduce las cartas escritas en la
Nueva España por fray Diego de Santa María, por el sacerdote portugués Antonio Freyre y
por el propio virrey Martín Enríquez, en las que dan cuenta de dicha devoción. Algunos de
estos escritos están dirigidos al rey Felipe II, quien siempre estuvo al tanto de la evolución
del culto guadalupano.
“La Guadalupe de México se inspiró en ésta de España. No hay ninguna duda, y que me
perdonen si lo digo con toda crudeza, pero yo llevo más de 50 años estudiando el tema de
las dos Guadalupes, y así fueron los hechos, son irrefutables”.
–¿Y dónde queda entonces la aparición de la guadalupana al indio Juan Diego, en diciembre
de 1531?
–Ésa es una preciosa narración que, en su tiempo, nadie conocía, ni el propio Zumárraga,
hasta que fue escrita más de un siglo después, y la historicidad de Juan Diego no se puede
demostrar. Doy sólo un dato que constata que la de México se inspiró en la Virgen española:
al principio, la festividad en el Tepeyac era el 8 de septiembre, que es cuando aquí festejamos
a la Virgen extremeña; ya después se cambió al 12 de diciembre, para ajustarla con la fecha
que se pone en la leyenda de las apariciones. Dicho traslado debió realizarse por 1660.
–¿La Guadalupe de México es, entonces, obra del pintor Marcos Cipac, como sostienen
algunos historiadores?
–Sí, estoy totalmente convencido de ello. El indio Marcos fue uno de los más consumados
pintores de ese tiempo, al grado de ser elogiado por el cronista Bernal Díaz del Castillo. Se
inspiró en la Guadalupe del coro para pintar la Virgen radiada del Tepeyac.
Exaltación patriótica
Lamenta que en México no quiera aceptarse el vínculo entre las dos Guadalupes, lo cual se
debe, en gran parte, dice, a la “exaltación patriótica” que provocó la independencia de
México, luego de que Miguel Hidalgo enarboló, en 1810, un estandarte con la Guadalupe del
Tepeyac para convertirla en Virgen primigenia y símbolo nacional.
“Muchísimos mexicanos ignoran que en España está la Virgen original. Sería bueno que las
dos Guadalupes se confraternizaran, que México y España, realizaran reuniones sobre el
asunto; para nosotros es un orgullo la versión iconográfica y la fe que despierta la Virgen
del Tepeyac, que eclipsó en gran medida a la Virgen de Extremadura. Aquí hemos intentado,
en varias ocasiones, entablar una fraternidad”.
A nuestro monasterio también vino el arquitecto que levantó la nueva Basílica del Tepeyac,
Pedro Ramírez Vázquez. Lo acompañaba su esposa. Como cualquier peregrino, besó el
manto de la Virgen, recorrió el monasterio y conoció su historia. Al final, dijo: ‘Ahora
comprendo por qué en México no quieren hablarnos de esta Virgen de Guadalupe.
“Toda esta riqueza en pinturas, esculturas, libros corales y joyas sirve para provocar y
mantener la fe de un pueblo creyente”, refiere mientras deambula por los corredores del
claustro. Cuenta que del siglo XIV al XVII se vivió el esplendor del monasterio. Entonces
sólo lo igualaba el de Santiago de Compostela. Después vino una “época de abandono y
decaimiento”. Lo saqueó en 1808 el ejército invasor de Napoleón Bonaparte, y en 1835
padeció la desamortización de los bienes del clero. A partir de 1908, los franciscanos se
instalaron en él.
Mientras fray Guillermo conversa, un puñado de fieles entra en procesión al santuario, llevan
un pañuelo azul anudado al cuello. Se mezclan con un ruidoso grupo de escolares
adolescentes, controlados por una monja que trae un silbato. Turistas extranjeros fotografían
una antigua fuente circular.
“Muchas personas vienen atraídas por la historia y el arte que encierra el monasterio. Muchas
otras se acercan por devoción. Unas y otras salen al final convencidas de que el centro de
esta casa es el icono de la Virgen”, comenta el superior. Coincide en que “la Virgen de
México nació bajo la advocación de la Guadalupe de Extremadura”. Y agrega que, si lo
demuestra la historia, “al indio Juan Diego no se le pudo aparecer otra Virgen que no fuera
la de Extremadura”.
Como encargado del monasterio, fray Guillermo dice que procura mantener un
“distanciamiento respetuoso” con las autoridades de la Basílica de Guadalupe en México,
“para no abrir posibles heridas”. Ese distanciamiento se mantuvo durante todo el proceso de
canonización de Juan Diego, a quien finalmente el Papa hizo santo el año pasado. Los
franciscanos se mantuvieron al margen de la pugna entre los llamados aparicionistas y anti-
aparicionistas que discutían la existencia del indígena. El cronista fray Sebastián García
revela que Guillermo Schulenburg, el abad que fue expulsado del Tepeyac por no creer en
las apariciones de la guadalupana, un día le habló por teléfono para tratar el tema:
“Hablamos de todas esas cosas y de la posible canonización de Juan Diego Yo le dije que el
asunto de la Virgen del Tepeyac es una cuestión mexicana, que nosotros no teníamos por qué
meternos en eso”.
–No, simplemente me pidió mi opinión y yo se la di. De eso hará unos cuatro años
–Y durante la investigación vaticana para canonizar a Juan Diego, ¿los consultó, a ustedes,
la Congregación para la Causa de los Santos? ¿Envió investigadores a este monasterio?
–No, que yo sepa. Tal vez consultaron nuestros libros que se encuentran en cualquier
biblioteca de España. Quizá no les convencieron. No lo sé. Al Vaticano lo que le interesaba
era comprobar la existencia de Juan Diego y las apariciones del Tepeyac.
–¿No invalidan a esas apariciones el hecho de que la Guadalupe mexicana sea una copia de
la de Extremadura?
–La devoción mexicana salió de aquí, ¡es cierto! Construimos una ermita en el Tepeyac, ¡es
cierto! Y bueno, ya después pudo aparecerse la guadalupana, ¿por qué no? No son cosas
contradictorias. En fin, nosotros respetamos mucho la decisión del Vaticano de canonizar a
Juan Diego. El problema es que, en México, a la leyenda se le dio carácter de historia. Es una
leyenda, hasta el relato que habla de las apariciones, el Nican Mopohua.
–La aparición de la Virgen de Extremadura al pastor Gil Codero también es aquí una
leyenda
–¡Sí! ¡sí! ¡Por supuesto! Pero nosotros deslindamos muy bien lo que es leyenda de lo que es
historia. Eso de que nuestra Virgen estuvo escondida cerca del río, durante la conquista árabe,
tampoco lo podemos probar. No hay documentos al respecto ¡Pura leyenda!
–¿A usted, como religioso de este santuario, no le causa problemas el decir que las
apariciones de su Virgen son leyenda?
–Ningún problema. No pasa nada. Aquí las apariciones de la Virgen no son ningún dogma
nacional. Lo que pasa es que allá, en México, son más puristas que el Papa.