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El escritor liberal romántico1

“Era éste un joven como de veinticinco años, de gallarda y bien apuesta persona”.
Echeverría, El matadero, 1840.

“Del seno del Salón Literario se desprendió un grupo de cabezas inteligentes que,
asociándose secretamente, proponíanse formar un carbonarismo que debía echar en
toda la República las bases de una reacción civilizada, contra el Gobierno bárbaro
que había triunfado.”
Sarmiento, Facundo, 1845.

“... llegó a creer que tenía delante de sus ojos una personificación de la actualidad,
en cuya suerte podía estudiar el destino de la generación a que pertenecía”.
José Mármol, Amalia, 1850.

La literatura argentina emerge alrededor de una metáfora mayor: la violación. El


matadero y Amalia, en lo fundamental, no son sino comentarios de una violencia
ejercida desde afuera hacia adentro, de la “carne” sobre el “espíritu”. De la “Masa”
contra las matizadas pero explícitas proyecciones heroicas del poeta. Y a partir de
esa agresión inicial (....) los textos del romanticismo argentino pueden ser leídos en
su núcleo como un progresivo programa del “espíritu” y la literatura contra el
ancho y denso predominio de la “bárbara materia”. El circuito que va desde los
planteos del 37 o 38, que postulaban una síntesis entre “el espíritu” y “lo material”,
entre Europa y América, pasando al dilema excluyente de “Civilización o barbarie”,
hasta llegar al darwinismo social con que se mutila esa dicotomía y se justifica la
liquidación de la “Barbarie” entre 1860 y 80, lo evidencia. Los proyectos iniciales de
síntesis entre el escritor y las masas, entre lo europeo y lo concreto de América
Latina se desnivelan y desplazan enfatizando lo “espiritual” hasta disolverse o
deformarse: la Argentina tenía que ser el país más europeo, el privilegiado enclave
del “espíritu universal” en medio de un continente de “tierras calientes”. Podría
decirse: querían que la Argentina fuese hablada por Europa. Se trataba, para los
liberal románticos, de “humanizar” el país a los efectos de que les devolviera su
propia imagen.

Primera contradicción del libro liberal: al pretender comunicar reconociendo al


otro, pero al realizarse como autovalidación o seducción, apenas si logra que el
público se distancie respetuosamente o que quede “inmóvil de admiración”. Como
ese proyecto parte de un universal abstracto que apela genéricamente al Hombre,
al tropezar con los límites reales de las clases (...) solo se le ocurre instaurar a la
literatura como un mecanismo defensivo.”

1VIÑAS, David; 1971; Literatura argentina y realidad política: de Sarmiento a Cortázar,


Buenos Aires, Siglo Veinte editores; Capítulo 1., p.15.

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