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Cómo no me volví Ingeniero

Al finalizar segundo medio, cada alumno debía tomar la decisión de qué diferenciado querría seguir:
Físico-Matemático, Biólogo-Químico o Humanista. La elección en mi caso fue fácil, sabia
perfectamente que amaba las matemáticas, así que a ese lado quería irme, el único inconveniente
es que del colegio que venía antes, nunca había tenido ciencias, así que le tenía un poco de pavor a
física. Aun así, escogí ese electivo.

Una vez llegado tercero medio, todo transcurrió con normalidad hasta que empezaron los electivos,
me daba un poco de pena ser la única mujer del matemático, de todas formas, lo comencé con todo
el entusiasmo posible.

Partió la semana y la primera clase que tuve fue “matemática avanzada”, éramos pocos en el
diferenciado, 14 hombres y yo, pensé que sería útil para poder sacar más provecho a las clases, por
lo que me senté en la segunda fila, cosa que nunca hacía ya que no me sentía cómoda siendo
“observada”. Todo partió bien, el profesor se presentó y comenzó a enseñarnos algunas cosas que
yo ya había visto porque me gustaba aprender cosas nuevas.

Una vez concluida la parte expositiva, el profesor pone un ejercicio en la pizarra: - ¿Quién sabe cómo
se resuelve? - preguntó. Efusiva levanté la mano, ya que era obvia la solución para mí, pero el
profesor “no me veía”, así que nuevamente preguntó: - ¿Enserio nadie sabe cómo hacerlo? – otra
vez levanté la mano, pero sin respuesta alguna - ¿Qué tal tú Camilo? Tú debes saber cómo hacerlo
- y le pasó el plumón para que lo intentara desarrollar en la pizarra. Camilo era mi compañero de
curso, considerado el más inteligente de la generación, con un increíble promedio de 6.6, ignorando
mi promedio 6.8, pero yo, no era considerada la más prometedora.

Todo el curso fue lo mismo, mi profesor nunca me tomó atención, ni ante una respuesta, ni ante
una consulta, por lo que decidí estudiar por mi cuenta y no tomar atención a la clase, pues si bien
era la única con promedio 7.0 en el ramo, no sería tomada nunca en cuenta.

La asignatura de física fue otra cosa, partió muy bien, quien lo dictaba era una profesora que había
sido Ingeniera de la USACH y hacía clases por vocación, y se notaba, sus clases eran muy didácticas
y todos participaban, pero esta maravilla duró solo un par de meses, ya que la profesora luchaba
con una depresión que le estaba ganando. Era inicio de mayo cuando presentó una licencia de la
cual no volvería nunca, debido a esto, no tuvimos clases en todo el año, nadie la reemplazó, así que
quedamos a la deriva.

Al otro año, ya comenzaba cuarto medio cuando informaron la llegada de un nuevo profesor de
Física, dijeron que era un experto, que en su campo era el mejor – Habrá que conocerlo – pensé. Y
así comenzó el nuevo año escolar: Con el mismo profesor que me invisibilizaba en Matemáticas y
con un desconocido en Física. No quise llenarme de prejuicios, así que me levanté lo más tranquila
posible el día de la primera clase y como era costumbre llegué a las 7:55 al colegio. La primera
asignatura era diferenciado, así que debía llegar a otra sala. Fui por un cuaderno que tenía en mi
locker y al llegar a la sala, me di cuenta que la clase ya había comenzado, -Chuta, si son las ocho
justas, tendré que entrar no más – pensé, así que toqué la puerta y entré - ¿Quién es usted? – Me
preguntaba el nuevo profesor – Consuelo – dije yo - ¿Y usted qué hace en mi sala? – pregunta con
cara de menosprecio. – Soy del electivo – dije ya con vergüenza porque todos me miraban con cara
de risa. – En mi electivo no hay mujeres, así que váyase – y me hizo una seña para que me fuera –
Pero profe, si estoy en el electivo desde el año pasado, y no me he cambiado, vea la lista, yo estoy
ahí – y alzando la mano en forma de detención me dice – No me importa que estés en la lista, las
mujeres no saben ni Física ni Matemática, así que ahora, retírate de mi sala – Con estas palabras
comenzó la pelea más grande que tuve con un profesor, el hombre no me dejaba dar las pruebas,
hacer los trabajos ni nada, por lo que mi mamá tuvo que ir constantes veces a reclamar al colegio,
solo para que me dejaran entrar, hasta que un día exploté. Intenté entrar a la sala y el profesor al
verme, cerró la puerta con pestillo por dentro, por lo que yo, enojada, comencé a patear la puerta,
con toda la rabia que tenía, ya habían pasado meses y no había podido entrar a ni una clase, así que
pateé con todas mis fuerzas, hasta que el hombre abre la puerta un poco, yo la agarro, la abro hasta
atrás con un portazo y entro a la sala para proceder a sentarme en mi puesto. El profesor perplejo
trata de echarme varias veces de la sala, a lo cual yo respondí no moviendo ni un músculo, ya estaba
cansada y ni el ni nadie iba a impedir que estudiara la carrera que quería, aunque eso significara
hacerle la guerra.

Finalmente, el profesor se dio por vencido con las expulsiones de la sala, si bien me evaluó con puros
rojos (aunque en todas esas pruebas tuve realmente 7.0), no recibió mis trabajos, ni respondió mis
consultas, estuve ahí, en todas las clases que quedaron. No aprendí realmente nada, ya que era un
pésimo profesor, pero al menos quedé conforme con el hecho de no haberme rendido nunca y con
saber que no pasaría de nuevo por encima de otra estudiante.

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