Tópicos de capacitación para la prueba ser bachiller #2
Discernir la igualdad como principio generador de opciones y
oportunidades para todos. Igualdad es la condición característica de poseer la misma libertad, calidad, cantidad, valor o forma de compartir cualquier cualidad. Es el trato idéntico que tiene el individuo sobre aquellos de tu entorno. La igualdad es el principio primordial que rige la convivencia de las personas, ya que todos desean tener las mismas opciones y oportunidades de crecer y ser mejores, de superarse y convivir armoniosamente. Diversas corrientes de pensamiento y orden han nacido de acuerdo a lo que enarbola el concepto de la igualdad. La igualdad de oportunidades es una idea de justicia social que propugna que un sistema es socialmente digno y justo cuando todas las personas tienen las mismas posibilidades de acceder al bienestar social y poseen los mismos derechos políticos. Políticamente se opone al concepto de justicia social como igualdad de resultados. Históricamente la igualdad de oportunidades había sido preferida por la derecha política frente a la igualdad económica efectiva, o igualdad de resultados, preferida por la izquierda política, lo cual se refleja en la diferente preferencia de ambas opciones respecto a la redistribución de la renta vía impuestos, también velando su administración. La igualdad natural es un principio que establece que todas las personas, en nuestro estado natural, somos iguales. La igualdad de resultados por otra parte significa que cada persona recibe efectivamente la misma cantidad del bien social o económico que cualquier otra persona. La igualdad social es una situación social según el cual las personas tienen las mismas oportunidades o derechos en algún aspecto.
Analizar la evolución del concepto “igualdad natural”, a partir
del acceso al sufragio universal por los diferentes grupos sociales (personas esclavizadas, mujeres, analfabetos, personas privadas de libertad, migrantes, personas con discapacidad, grupos minoritarios y/o vulnerables, etc.) Igualdad natural es la que existe entre todos los seres humanos solamente por la constitución de su naturaleza. Esa igualdad es principio y fundamento de la libertad. La igualdad natural o moral está fundada, pues, en la constitución de la naturaleza humana, común a todos los hombres, que nacen, crecen, subsisten y mueren de la misma manera. Puesto que la naturaleza humana resulta ser la misma en todos los seres humanos, claro es que según el derecho natural cada cual debe estimar y tratar a los demás como a seres que son naturalmente sus iguales, es decir, que son tan humanos como él. Revolución francesa El siglo XVII trajo consigo un cambio radical en el mundo del pensamiento político, era la época del iluminismo y del Racionalismo donde cuestionaba la autocracia y la divinidad real, producto de esta nueva forma de pensar filósofos como Jean-Jacques Rousseau profundizan sobre el tema de la soberanía. Para él, la soberanía está encarnada en el pueblo donde reside el poder, los miembros de una nación son libres e iguales y el derecho de voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a los ciudadanos, es la soberanía popular que será tomada como bandera de lucha por los líderes de la Revolución francesa. Y es en esta revolución cuando se concretan estos postulados. Con la caída de Luis XVI, los revolucionarios expiden la Constitución de 1791 que establece la ciudadanía activa y pasiva, los activos eran los que poseían fortuna y pagaban impuestos, y los pasivos, aquellos que no los pagaban. Para elegir a los electores quienes a su vez eran los que elegían a los diputados a la Asamblea Nacional solo lo hacían los ciudadanos activos, la llamada Constitución girondina, por ser elaborada por la mayoría de diputados de esa tendencia política, instituyó el voto censitario y excluía a la mujer de la toma de decisiones. La Constitución de 1793, elaborada por la mayoría Jacobina, fue la que estableció el sufragio universal masculino, y establecía el derecho a la rebelión y la igualdad de derechos para todos los franceses. El propio Maximiliano Robespierre, uno de los impulsores de esta constitución, manifestaba que todos los funcionarios designados por el pueblo podían ser revocados por él. Esta carta política no entra en vigencia y el sufragio universal tuvo que esperar hasta las rebeliones de 1848 en París, donde se puso definitivamente en vigencia y además se fijó la jornada laboral en 10-11 horas y reconoció el derecho del trabajo para todos los ciudadanos. El voto para la mujer en Francia tuvo que esperar hasta 1945 mediante decreto del general Charles de Gaulle. En Inglaterra Allí se iniciaron reformas importantes en el aspecto electoral durante la llamada Reform Act de 1832, que aumentó el número de personas que podían votar. A partir de la vigencia de esa ley se fueron modificando o reformando cuantas veces fuera necesaria para lograr ampliar las bases del sufragio hasta llegar al universal. En 1918 se logra incorporar el voto de la mujer, de esa manera la sociedad británica se vuelve inclusiva. La ley también aumentó el número de individuos habilitados para votar, al incrementar la masa del electorado desde unos 500.000 hasta 813.000, permitiendo así que uno de cada seis hombres adultos votara, en una población total de 14 millones. En Ecuador Nuestro país no permaneció alejado de los cambios políticos trascendentales que se dieron desde el siglo XIX en que se convirtió en una república independiente. Dentro de estos cambios están los derechos ciudadanos para ejercer el voto. Cuando la Constituyente, reunida en Riobamba en 1830, expidió la primera Constitución del país, estableció con claridad los requisitos para ser ciudadano y por ende los que tenían el derecho al voto, para ese año el establecimiento del voto universal aún era una aspiración por concretar. En la naciente república ecuatoriana se estableció el denominado voto o sufragio censitario, es decir, solo aquellas personas que tenían propiedades, fortuna, o algún bien de valor podían ser ciudadanos y así sufragar, además de otras condiciones que se establecieron en el articulado. Como ser casado, ser mayor de 22 años, tener una propiedad, valor libre de 300 pesos, o ejercer una profesión, o tener industria útil, sin sujeción a otro como sirviente o jornalero. Otro requisito era saber leer y escribir. Estos requisitos fundacionales de la carta política del país fueron con el tiempo poco a poco eliminándose, aunque otros nuevos fueron incorporándose. Es de recalcar que a base de estos postulados se establecía una división social, segmentando a la población en aquellos que tenían dependencia y los que no, en alfabetos y analfabetos, los propietarios y no propietarios. El llamado voto censitario fue eliminado en la Constitución de 1861, en la que la ciudadanía se la obtenía sabiendo leer y escribir, ser casado y tener más de 21 años. Esto volvió en parte más inclusiva la participación de cierto sector de la población en las lides electorales. Se logra la eliminación del voto censitario, pero en la Constitución de 1869, la llamada Carta Negra, dictada en la administración de Gabriel García Moreno, se incluye un nuevo requisito que iba acorde con el pensamiento ultraconservador del presidente. En el artículo 10 se establecía en el inciso 1 que para ser ciudadano tenía que ser católico. Es decir, aquellos que fueran de otra confesión religiosa no podían ejercer el voto. El inciso en mención fue eliminado de la Constitución de 1878, pero se mantenía el de la edad, estar casado y el de saber leer y escribir. En las constituciones arriba mencionadas la ciudadanía se establecía de forma general, sin especificar género, esto se rompe en la de 1884, cuando se establece claramente que solo los varones que sepan leer y escribir y hayan cumplido 21 años o sean o hubieren sido casados gozan el derecho de ser ciudadanos, la marginación de la mujer es por demás visible. Y aunque en las otras la generalidad podía hacer creer que la mujer podía en un momento ejercer el derecho al voto, es innegable que esa situación era impensable en el siglo XIX. Habría que esperar a la Constitución de 1897 para que se eliminara esa discriminación. En el diario de debates, en la sesión del 3 de junio de 1897, se menciona: “En los primeros días de la convención se ha hecho mucho por mejorar la condición de la mujer al habérsele concedido derechos de ciudadanía, quedando en aptitud de ejercer cualquier cargo público, inclusive el de ministro de estado”. Además se elimina en esta carta magna la condición de ser casado y se disminuye la edad a 18 años. La Constitución de 2008, permitirá el voto facultativo para los jóvenes de 16 años. Voto femenino: El camino del voto de la mujer quedó abierto en 1924. Matilde Hidalgo de Procel (1889-1974) se convirtió en la primera mujer en consignar su voto, la acción es llevada a consulta y aceptada por el Consejo de Estado. La Constitución de 1929, en su artículo 13, declara que es ciudadano todo ecuatoriano “hombre y mujer, mayor de 21 años y que sepa leer y escribir”. Cien años después de instaurarse la República, el camino de la inclusión para la mujer y los no propietarios es una realidad. Los miembros de la fuerza pública participaban en las elecciones no solo como custodios del orden, sino como electores esto desde 1830. En la Constitución de 1946, durante el gobierno de Velasco Ibarra se suprime el voto de los militares y policías, disposición que se ratificó en la Constitución de 1967 en el capítulo de los derechos políticos se disponía que los elementos de la fuerza pública no podían sufragar por ser los garantes del sufragio. Esta disposición será eliminada en la Constitución de 2008. El voto universal se establece definitivamente cuando en 1978 con la Constitución de ese año se suprime la condición de saber leer y escribir, por lo que las personas analfabetas puedan ejercer el sufragio, logrando una inclusión completa de la población ecuatoriana.
Analizar el principio de igualdad natural expresado en otros
ámbitos (educativo, político, económico, social, religioso, etc.), a partir del estudio de caso y de la ejemplificación de la realidad ecuatoriana. La norma constitucional del artículo 11 numeral 2 prohíbe tanto una discriminación directa, que tiene por objeto, y una discriminación indirecta, que tiene por resultado, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos. La discriminación directa, que tiene por objeto, es una discriminación expresa, directa –valga la redundancia– y explícita; en tanto que la discriminación indirecta, que tiene por resultado, es una discriminación que a primera vista aparece como neutral o invisible, pero que es irrazonable, injusta y desproporcional. El derecho internacional de los derechos humanos no solo prohíbe políticas, actitudes y prácticas deliberadamente discriminatorias, sino también aquellas cuyo impacto es discriminatorio contra cierto grupo de personas, cuando no se pueda probar la intención directa de tal discriminación. La Corte destaca que la utilización de categorías tales como la raza, el sexo, la nacionalidad, la identidad cultural, un estado de salud, portar una enfermedad, son justificables únicamente en la medida en que el fin propuesto sea aminorar las desigualdades existentes, impidiendo que las mismas se perpetúen. Se trata entonces de un sentido inverso al uso discriminatorio de estas categorías, llamada discriminación inversa, compensando, si se quiere, un tratamiento injusto, como la única forma que el Estado y los propios particulares puedan superar ese tipo de situaciones que generan un grado de injusticia real de la que son víctimas algunos grupos sociales. Lo que se busca, en definitiva, es romper la desigualdad histórica, entendiendo que la desigualdad es una construcción social y no natural. A criterio de la Corte, la denominada discriminación inversa no utiliza los mismos criterios de los que se sirve la discriminación injusta o arbitraria. La discriminación que se encuentra prohibida es aquella que otorga un tratamiento distinto por el simple hecho de contar con una característica propia (ser mujer, ser niño, o portador de VIH, por ejemplo); en tanto que en la discriminación inversa, el trato preferencial se otorga sobre la base de que un niño, una mujer o una persona portadora de VIH ha sido tratada injustamente por el hecho de tener tal condición. Por lo tanto, la discriminación es el acto de hacer una distinción o segregación que atenta contra la igualdad de oportunidades. Arbitrariamente se usa la no discriminación para referirse a la violación de la igualdad de derechos para los individuos por cuestión social, racial, religiosa, orientación sexual, razones de género o étnico-culturales, entre otros. Es de destacarse que no toda diferenciación constituye discriminación. De acuerdo a esta óptica, se debe entender que la aplicación de determinado precepto legal a sujetos con categorías jurídicas distintas, no puede ser considerada a primera vista como un trato discriminatorio. Al respecto es importante señalar que la Corte Interamericana de Derechos Humanos, así como el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en relación al artículo 14 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, han señalado que toda desigualdad no constituye necesariamente una discriminación, y que la igualdad se considera vulnerada si esta desigualdad se ha producido sin una justificación objetiva y razonable23. En otras palabras, se genera discriminación cuando una distinción de trato carece de una justificación objetiva y razonable. Sin perjuicio de lo anterior, debe reiterarse que el hecho de que no toda diferenciación constituya discriminación, se sustenta bajo el entendido de que en las distintas actividades realizadas por las personas se generan diferenciaciones, tanto en los roles competenciales, como en aplicación de disposiciones normativas generales; en aquel sentido, la aplicación de determinado precepto legal a sujetos con categorías jurídicas distintas –condiciones contractuales– no puede ser considerado como trato discriminatorio. Ahora bien, vale la pena tener en consideración que generalmente se usa la no discriminación para referirse a la violación de la igualdad de derechos para los individuos por cuestión social, racial, religiosa, orientación sexual, razones de género o étnico culturales, entre otros. De ahí que, tomando una parte del artículo 1 de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación, se encuentra que la discriminación positiva o la acción afirmativa se produce cuando se observa las diferencias y se favorece a un grupo de individuos de acuerdo a sus características o circunstancias, sin perjudicar de ninguna manera a otros grupos; en cambio, la discriminación negativa se concreta cuando se realiza un prejuicio, una valoración previa que contradiga las observaciones científicas o las disposiciones legales con el afán de causar perjuicio. Llegados a este punto, ¿cuál es el alcance de este principio dentro del ordenamiento jurídico ecuatoriano? A manera de ejemplo, puede observarse que, en lo referente a temáticas constitucionales de origen penal, se presentan casos en los cuales es necesario resolver tras el estudio del derecho a la igualdad. Por esto, cabe señalar que cuando se trata de encuadrar la tipificación de los delitos, la misma se realiza teniendo en consideración que se trata de una conducta humana, bajo una circunstancia o contexto, acaecida bajo ciertos medios y de cierta forma, lo que genera su fenomenología. Es por ello que al aplicar una pena con un rango diferente (en cuanto a categorías dogma- ticas del área penal se refiere), no deriva necesariamente en una vulneración al principio de igualdad y no discriminación. A manera de ilustración, vale la pena revisar el caso de los delitos sexuales: según la percepción de la Corte Constitucional, la misma ha enfatizado que “existiría un trato discriminatorio y una violación al principio de igualdad en caso de que, del grupo de personas juzgadas por delito sexual, únicamente a algunas de ellas se aplicarían las circunstancias atenuantes para reducir la sanción respectiva, en circunstancias idénticas o similares. Es decir, la situación de paridad la encontramos cuando nos hallamos frente al grupo de personas juzgadas por el cometimiento de un delito sexual. De esta forma, se evidencia que tanto material como formalmente no existe una desigualdad” De otra parte, debe manifestarse que la protección igualitaria y la consecuente no discriminación consagrada en los textos constitucionales contemporáneos como principio y como derecho, así como su incorporación en una serie de instrumentos internacionales, no es más que un reflejo de un compromiso mundial de respetar y garantizar efectivamente los derechos humanos que se fundan en aquel principio. Igualmente, las diferentes cortes y tribunales a nivel internacional han desarrollado criterios y razonamientos para aplicar de manera correcta y efectiva el principio de igualdad constitucional y no discriminación, tal y como se sintetiza a continuación: 1) Algunos ven, por ejemplo, en el principio de proporcionalidad o test de razonabilidad, una medida idónea de argumentación y justificación para determinar los casos en los que no se configuraría discriminación si se opta por determinada medida a favor de un grupo de personas; 2) Otros, con diferentes matices, fundan su criterio en los denominados tipos de escrutinio, empezando por un escrutinio débil según el cual, para que un acto sea declarado constitucional, basta que el trato diferente sea adecuado para alcanzar un propósito que no esté prohibido por el ordenamiento jurídico constitucional; pasando por un escrutinio intermedio, en donde las medidas adoptadas no buscan discriminar sino favorecer –es lo que se ha denominado afrmative action–; y, un escrutinio estricto, que se aplica cuando un trato diferenciado se funda en criterios sospechosos, según el cual un trato diferenciado es justificado únicamente para alcanzar un objetivo constitucionalmente imperioso y necesario. De lo cual podemos concluir que el trato diferenciado, que se ha definido como categorías sospechosas (se abordará más adelante), necesariamente implica un mayor esfuerzo por determinar si el trato es o no discriminatorio. En este orden de ideas y llegados a este punto, ¿de qué manera se concreta según la Corte Constitucional el principio de igualdad? Se ha dicho que el precitado principio se materializa entonces en cuatro mandatos: 1) Un mandato de trato idéntico a destinatarios que se encuentran en situaciones idénticas; 2) Un mandato de trato enteramente diferenciado, a destinatarios cuyas situaciones no compartan ningún aspecto en común; 3) Un mandato de trato paritario, a destinatarios cuyas circunstancias presenten similitudes y diferencias, pero las similitudes son más relevantes que las diferencias (trato igual a pesar de la diferencia); 4) Un mandato de trato diferenciado a destinatarios que se encuentran también en una posición en parte similar y en parte diversa, pero en cuyo caso las diferencias son más relevantes que las similitudes (trato diferente a pesar de la similitud). Dicho esto, conviene en este momento precisar ¿qué se entiende por trato diferente? La Corte ha aludido que el principio de igualdad y no discriminación no implica un trato idéntico en todas las circunstancias; por el contrario, son justamente las diferencias las que convocan a un trato distinto en atención al caso. Así, un trato diferente es justificado solo en la medida en la que la finalidad sea potenciar de mejor manera la vigencia de los derechos y no al contrario. Si no hay una razón suficiente para la permisión de un trato desigual, entonces lo ordenado será un tratamiento igual; y, por el contrario, si hay una razón suficiente para ordenar un trato desigual, entonces está permitido el trato desigual. El problema está orientado a la justificación suficiente de un trato desigual en condiciones diferentes. Por esto, si el trato diferente es arbitrario, injusto e impone una desventaja que limita o anula el ejercicio de los derechos humanos de forma injustificada o irrazonable, estamos frente a una discriminación; y si, por el contrario, el trato diferente es proporcional, necesario, razonable y se justifica en la necesidad de garantizar justamente el ejercicio de los derechos en condiciones de igualdad, estamos frente a una distinción Para ilustrar lo precedente: 1) El caso de algunas disposiciones normativas en materia del derecho a la salud pública, en las que existe un trato desigual irrazonable que no encuentra justificación: no existiría una justificación para que se prohíba, por ejemplo a los médicos oftalmólogos, el participar en actividades económicas relacionadas con ser dueños, socios o accionistas de almacenes de óptica; una disposición normativa en este sentido, resultaría arbitraria y restrictiva de derechos, ya que no se puede restringir de su dirección a los médicos oftalmólogos, quienes profesionalmente están capacitados para llevar adelante estas actividades. 2) El caso de la no aplicación de las escalas salariales a los funcionarios de carrera del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración, en relación a otros funcionarios que tienen el cargo de libre remoción y contrato: en aquel sentido, se puede observar que la condición paritaria no opera por cuanto no existe una conducta discriminatoria en la aplicación de una disposición normativa, puesto que las categorías paritarias no se hallan configuradas de la administración tributaria al emitir actos administrativos no solo debe basarse en el derecho de igualdad, sino que además las disposiciones normativas componentes del ordenamiento jurídico deben ir encaminadas a dar un tratamiento igualitario a las personas en relación a la situación en que se encuentren. Por lo expuesto, es claro que la igualdad forma parte del grupo de principios jurídicos reconocidos por los Estados como mínimo de protección a los sujetos, como presupuesto para la supervivencia de la raza humana y vinculante. Este principio ha sido objeto de un gran desarrollo doctrinario, tanto en el contexto nacional como en el internacional, es así que el texto de la Constitución se nutre de todos estos avances al realizar un reconocimiento integral del mismo. Finalmente, debe aludirse que como principio constitucional (también está regulado como derecho) se aplica a todo tipo de situaciones en las que es posible generar una comparación entre dos o más sujetos individuales y colectivos. Contextualizar el nacimiento de la democracia moderna, considerando los procesos históricos que la alumbraron. Si preguntamos sobre el origen de la democracia nos hablarán de Grecia, de las ciudades estado (πολείς) y concretamente de la Atenas del siglo V a. C. Sin embargo, las diferencias entre las democracias actuales y la ateniense son sustanciales, aparte de que no se ve un hilo conductor que nos relacione, a lo largo de los veinticinco siglos de distancia, a la una con las otras. Formalmente hay tres diferencias importantes: la democracia griega era directa, no conocía el principio de representación inevitable en nuestros estados de millones de ciudadanos; desconocían los derechos humanos, cuestión decisiva que eleva sobre cualquier otra experiencia política a las democracias de hoy; por último, los ciudadanos atenienses con derechos políticos eran una minoría (¿10%?) una vez excluidas las mujeres, los menores, los esclavos y los metecos (población originaria de otras ciudades). La palabra democracia viene de «demos» (pueblo) y «kratós» (poder), pero el vocablo «demos», que designaba sólo a esa minoría descrita arriba, era ya en el siglo V a. de C. un neologismo formado por la fusión de las palabras «demiurgos» (artesano) y «geomoros» (campesino), lo que nos pone sobre la pista de que fue el dominio y la alianza de artesanos y campesinos (pequeños propietarios) lo que forzó la democracia; cómo se logró está expuesto en otro lugar. Lo cierto es que cuando las relaciones de trabajo y las formas sociales propias de las ciudades estado esclavistas desaparecen, se volatilizan con ellas sus logros democráticos. Saltemos sobre un vacío de más de dos milenios, en el que las experiencias democráticas fueron destellos puntuales y aislados, en absoluto producto de la evolución del sistema ateniense, y situémonos a finales del XVIII. La revolución liberal burguesa, que llevaría al terreno político el ascenso social y económico de la burguesía en detrimento de la nobleza, impuso el predominio del individuo y el principio de ciudadanía, puestos de manifiesto en las declaraciones de derechos y con la división de poderes; pero reservó el ejercicio efectivo del poder para una aristocracia, más o menos amplia, en la que entraba la antigua nobleza y la nueva burguesía, excluyendo a las clases inferiores, las más numerosas, mediante el uso del sufragio restringido e indirecto. El primer liberalismo renegaba de la democracia; la palabra misma tenía unas connotaciones claramente peyorativas para los liberales, los revolucionarios de entonces. Hay que esperar a 1838 para que se materialicen las primeras reclamaciones incuestionablemente democráticas: sufragio universal, el principio de un hombre un voto (ni se hablaba aún de la mujer). ¿Quién lo protagoniza? El movimiento obrero. Son los trabajadores británicos los primeros que reclamarán la participación política para todos en igualdad de condiciones, conscientes de que su marginación económica sólo se podía romper por medio del ejercicio político; concretamente, el movimiento cartista, llamado así por la «Carta del Pueblo» que se redactó para una marcha de obreros con la finalidad de ser entregada al Parlamento de Londres como una petición, que se convertiría en exigencia en las décadas siguientes y en conquista para finales de siglo en casi toda Europa; por fin, a lo largo de la primera mitad del veinte, el voto femenino, primer gran paso en la liberación de la mujer. Así pues, la democracia que conocemos tiene su origen en la lucha de clases del XIX y, más concretamente, en el movimiento obrero, hijo no deseado de la revolución burguesa, que, a su vez, no es sino la manifestación social y política de una revolución tecnológica (revolución industrial) y económica (libre mercado) que asentó las relaciones de trabajo sobre nuevas bases. El encaje de las reclamaciones políticas de las masas en la estructura de poder construida por la burguesía es la democracia moderna (nada que ver con la democracia griega, producto de otra formación social, propia de su tiempo). Cuando triunfó la revolución obrera, por primera vez hace un siglo, se rompió con la base burguesa del sistema, pero el resultado fue frustrante y efímero, allí donde se produjo. Hasta ahora solo la alianza de las clases medias y trabajadoras ha demostrado poder garantizar modos democráticos sólidos y aceptables. Posiblemente la crisis actual de la democracia con la eclosión de populismos de diferente signo, que la erosionan a ojos vista, no sea más que la degradación de esa alianza, porque los protagonistas, clases medias y trabajadoras, están perdiendo sus perfiles tradicionales, efecto de nuevos fenómenos (no sólo la crisis económica), como la globalización y la transformación del capitalismo industrial (hegemónico hasta finales del siglo XX) en financiero.
Explicar la democracia moderna mediante el análisis de su
significado radical: inexistencia de títulos para gobernar, como el principio de filiación, el buen nacimiento, el linaje, la riqueza, la edad o la meritocracia. Democracia es un concepto sociopolítico que tiene aproximadamente 2 600 años de historia; sin embargo, su aplicación más reciente data de hace 400 años, más o menos, pero no como un proceso continuo de las sociedades, sino como un fenómeno que se ha ido desarrollando de forma esporádica en diferentes lugares y épocas. Para entender su significado, debemos remitirnos al origen griego de la palabra democracia que, como ya vimos, significa ‘gobierno del pueblo’. El interés es ahora entender quién forma parte del pueblo hoy, y quién lo integraba en la antigüedad; así entenderemos quiénes podían ejercer derechos políticos para nombrar un gobierno. Sabemos que en Grecia y Roma solo un grupo de la sociedad tenía la condición de ciudadanos, quienes podían acceder a los espacios de gobierno. Ese grupo tenía derechos, mientras que los otros, los no ciudadanos, tenían una condición de objetos con fines utilitarios. Esta situación no se modificó mayormente con la Revolución francesa, que mantuvo al margen del acceso a los espacios políticos a las mujeres, junto con otros grupos que fueron invisibilizados por completo, como los niños, los adolescentes, grupos étnicos, para quienes la política fue negada así como cualquier decisión que tuviera que ver con su participación ciudadana. Hubo épocas en la historia de la humanidad en que para ser ciudadano se necesitaba cumplir la mayoría de edad, poseer una determinada cantidad de dinero o riqueza material, haber nacido dentro de un hogar legalmente constituido, ser varón, haber estudiado, haber nacido en el país, tener un linaje correspondiente con la clase dominante o haber hecho méritos, ser militar y tener cierto credo religioso como se puede observar en la Constitución de 1830. Si no se cumplían estos requisitos, no se podía gozar de los derechos de un ciudadano. La Declaración Universal de los Derechos Humanos otorga a todas las personas la condición de sujetos de derechos, es decir, que las personas, por su sola condición de seres humanos, ya tienen derechos y deberes. Por lo tanto, pueden opinar, decidir, participar y elegir, sin que medie ningún tipo de discriminación, ya sea por su condición etérea, sexo, religión, grupo étnico, color de piel, nacionalidad, idioma, filiación política o ideológica, opción sexual, estado civil, nivel educativo, lugar de residencia, etc. (ONU, 1948). Así, una democracia radical está basada en los principios de respeto total al otro, a sus normas de pensar o actuar, a la opinión ajena, a las diferencias; así como en valores como la libertad, la igualdad, la tolerancia, la participación, la justicia, la pluralidad, la interculturalidad, la solidaridad y la reciprocidad. Desde otro punto de vista, el significado radical de la democracia moderna implica básicamente la inexistencia de títulos naturales para gobernar como el principio de filiación, el buen nacimiento, el linaje, la riqueza, la edad o la meritocracia.