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El inicio de Rusiagate sucedió cuando el Kremlin emprendió un ambicioso programa de

modernización militar que incluía reforzar sus capacidades cibernéticas. Fruto de ese
programa fueron los ciberataques de 2007 en Estonia, de 2008 en Georgia y de 2014 en
Ucrania. El segundo ocurrió en diciembre de 2011, cuando Hillary Clinton dijo que las
elecciones parlamentarias rusas habían sido fraudulentas e invitó a los ciudadanos de ese
país a protestar. El resultado fue el profundo rencor de Vladimir Putin, que consideró que
ella y el gobierno demócrata de Barack Obama se habían involucrado en los asuntos
internos de su país. En julio de 2015, las agencias de inteligencia estadounidenses
detectaron por primera vez un ataque de hackers rusos a los computadores de los Partidos
Demócrata y Republicano con el fin de influir en los comicios.
El Rusiagate es importante porque existieron fuertes indicios de que Donald Trump se
benefició a través de una campaña en la que se actuó de manera coordinada con agentes
rusos para perjudicar a Hillary Clinton. Es decir, colusión e intervencionismos extranjero
en el proceso de elección del nuevo presidente de los Estados Unidos en el año 2016.
El exdirector de la CIA John O. Brennan, advirtió que los rusos tenían planes de intervenir
en las elecciones de 2020, y que, en la actualidad, estaban contactando a diferentes líderes
de opinión norteamericanos para influir al público de ese país. A su vez, hay sospechas
de que el Kremlin cuenta con información comprometedora sobre políticos demócratas y
republicanos, quienes podrían padecer campañas de desprestigio como la que sufrió
Clinton.
A ello se suman las sospechas tras adoptar políticas que favorecen los intereses de Moscú
(como el debilitamiento de la Otan), y sobre todo al tratar de frenar las investigaciones en
su contra.
Los primeros indicios de una inusual cercanía entre Putin y Trump ocurrieron en
diciembre de 2015, cuando ambos intercambiaron elogios en varias ocasiones y se
mostraron dispuestos a colaborar en varios temas, como la normalización de las relaciones
bilaterales. A su vez, durante la primera mitad de 2016 las agencias de inteligencia
registraron un creciente número de ciberataques contra el Partido Demócrata.
Sin embargo, solo hasta mediados de junio el Comité Nacional de ese partido anunció
que había sido víctima de un ‘hackeo’ masivo que incluía las cuentas de Hillary Clinton
y del presidente de su campaña, John Podesta. Durante la semana siguiente, una cuenta
vinculada a la Dirección Nacional de Inteligencia rusa filtró a través de WikiLeaks miles
de documentos sensibles, como la estrategia electoral contra Donald Trump, un análisis
de las vulnerabilidades de Clinton, e información personal sobre los donantes del partido.
A finales de julio, el entonces director de la CIA, John O. Brennan, le envió un mensaje
a Vladimir Putin advirtiéndole que su intromisión “tendría consecuencias”.
5 ¿Por qué en julio de 2016 comenzaron las sospechas sobre la campaña de Trump?
Si durante la primera mitad del año las autoridades pudieron establecer que Moscú quería
intervenir a favor de Trump, en julio se produjeron hechos que indican que a partir de
entonces su campaña y el gobierno ruso establecieron contactos. El 7 de ese mes, el asesor
de política exterior de la campaña de Trump, Carter Page, dijo en Moscú en una charla
con autoridades rusas que Estados Unidos era el responsable del mal momento por el que
atravesaban las relaciones bilaterales. Un día más tarde, el magnate dio a entender que
tenía la intención de escoger como vicepresidente a Michael Flynn, un general retirado
que pocos meses antes se había codeado con Putin en una cena de gala y que había
trabajado para la cadena prorrusa RT. A su vez, el embajador ruso en Estados Unidos,
Sergey Kislyak, sostuvo durante todo el mes una serie de reuniones con miembros de la
campaña de Trump, entre ellos el actual fiscal general, Jeff Sessions. Y para enrarecer
más el ambiente, el 27 de ese mes Trump dijo en una conferencia de prensa: “Rusia: si
escuchan esto, espero que sean capaces de encontrar los 30.000 correos electrónicos que
faltan”.
6 ¿Qué pasó tras las elecciones?
Tras la euforia que siguió al triunfo del 8 de noviembre se produjeron dos de los capítulos
más espinosos del Rusiagate. A principios diciembre, el futuro asesor de seguridad
Michael Flynn y el yerno de Trump Jared Kushner se reunieron en la torre Trump con el
embajador ruso, Sergey Kislyak. Durante el encuentro sucedieron dos hechos alarmantes.
Por un lado, Kushner le propuso al embajador crear un canal seguro de comunicación
secreta con Putin, lo que evitaría que estas fueran monitoreadas. Y por el otro, Kislyak
organizó una reunión entre Kushner y Sergey Gorkov, un hombre vinculado a los
servicios secretos rusos y muy cercano a Vladimir Putin. A su vez, en enero de este año
uno de los principales donantes de la campaña de Trump, Erik Prince, y un enviado de
Putin se reunieron en las islas Seychelles (frente a las costas de África) con el fin de evitar
a las agencias de inteligencia “que ambos bandos consideraban que eran hostiles a una
eventual mejoría de las relaciones”.
7 ¿Qué dicen las agencias de inteligencia?
Aunque desde 2015 la CIA y el FBI tenían claros indicios de que Rusia quería interferir
en las elecciones, solo expresaron esos temores a principios de 2017 para no meterse en
los comicios. En efecto, las 17 agencias de inteligencia de Estados Unidos publicaron en
enero un informe en el que acusaban a Rusia de estar detrás de haber orquestado una
campaña para perjudicar a Hillary Clinton. Este documento incluía un informe de 35
páginas elaborado por el exespía británico del MI6 Christopher Steele. Entre sus
conclusiones estaba que hubo múltiples contactos entre el Kremlin y la campaña de
Trump, que las relaciones entre el magnate y el gobierno ruso habían comenzado varios
años atrás y que el Kremlin contaba con información comprometedora de carácter sexual
sobre el magnate. Desde entonces, las agencias de inteligencia han denunciado varios
intentos de Trump de frenar sus investigaciones, comenzando por exigirles su lealtad so
pena de perder sus puestos de trabajo, como le sucedió al exdirector del FBI, a quien el
presidente echó a principios de junio.
8 ¿Quiénes están implicados?
Siete colaboradores de Trump en la mira de la Justicia. El primero en despertar sospechas
fue el general Michael Flynn, quien fue asesor de Seguridad del presidente, pero tuvo que
renunciar por mentirle al vicepresidente, Mike Pence, sobre sus relaciones con Rusia.
Otros miembros de gabinete implicados en la trama rusa son el yerno de Trump Jared
Kushner y el fiscal general, Jeff Sessions. Ambos sostuvieron reuniones con
representantes del Kremlin antes de que Trump se posesionara, pero omitieron declarar
esa información en el cuestionario de seguridad nacional que firmaron al entrar al
gobierno. A su vez, las autoridades están investigando a Carter Page y Roger Stone, dos
hombres muy cercanos a Trump y asesores de su campaña republicana. Del primero se
teme que sea un agente ruso, y del segundo que haya operado como el contacto entre los
hackers rusos y Julian Assange, que los publicó en WikiLeaks. Y a ellos se agrega Paul
Manafort, quien fue durante algunos meses el director de la campaña republicana y que
hoy está imputado por tratar de ocultar los pagos que recibió de un partido prorruso en
Ucrania.
9 ¿Qué dicen los rusos?
En general, la actitud de Rusia ha consistido en negar cualquier implicación. A veces con
cierto aire de sarcasmo. Como dijo el propio Putin a finales del año pasado: “¿De veras
alguien cree que Rusia puede influenciar la elección del pueblo estadounidense? ¿Es
acaso Estados Unidos una república bananera?”. Sin embargo, en algunas ocasiones ese
discurso ha cambiado. Dos días después del triunfo de Trump, el vicecanciller ruso,
Sergey Rybakov, aceptó que hubo contactos entre su gobierno y la campaña republicana.
A su vez, el 30 de mayo de 2017, Putin aceptó que algunos rusos podrían estar detrás de
los ‘hackeos’, pero negó de plano que estuvieran vinculados al Kremlin. Pero no todo han
sido palabras. Al mismo tiempo que Washington se desgarra, el Ejército ruso ha
incrementado las incursiones de aviones espía cerca de las costas de Alaska y del
Atlántico Norte. También, se ha beneficiado con el distanciamiento de Estados Unidos
de sus aliados tradicionales, en particular de los países de la Otan, con la que desde 2014
sostiene un duro pulso en Ucrania, el Báltico y otras regiones de Europa oriental.
10¿Por qué se habla de obstrucción a la Justicia?
La razón por la que el exdirector del FBI James Comey se convirtió en uno de los
protagonistas del Rusiagate es porque el 9 de mayo el presidente lo echó con la excusa de
que había sido demasiado duro con Hillary Clinton durante las elecciones. Pocos se
creyeron esa explicación y pronto tomó fuerza la versión de que este perdió su puesto por
rehusarse a abandonar sus pesquisas sobre los vínculos entre el Kremlin y su exasesor de
Seguridad, Michael Flynn. Un día después, el propio Trump les dio la razón a sus
detractores al decir que había descabezado al FBI debido a “esa cosa rusa”. Y en plata
blanca, eso significa que el presidente podría ser juzgado por haber impedido que Comey
hiciera su trabajo. De hecho, con ese tipo de comentarios el presidente pudo contribuir a
agravar sus problemas, pues, poco después de despedir a Comey, el Departamento de
Estado nombró un fiscal especial para que investigue su caso. Se trata de Robert Mueller,
otro exdirector del FBI que también tiene fama de plantarle cara al poder.

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