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“EL CEREBRO HABLA DE CÓMO HACER A UN NIÑO MÁS INTELIGENTE”

Amanda Céspedes, neuropsiquiatra infanto-juvenil

05/08/16 por reveduc

“Una de las grandes perdedoras es la imaginación. Hoy los niños son expertos en el “touch”, pero muy precarios en el imaginar”,
afirma Amanda Céspedes, al participar en el III Congreso de Educación “Desarrollando las Mentes del Futuro”, organizado por
Seminarium Certificación. La experta pone acento en la necesidad de desarrollar en ellos competencias esenciales que van de la
mano de la creatividad. A la vez que es categórica al señalar que en los menores de cinco años la mielina, sustancia presente en el
cerebro, es determinante para su inteligencia futura y que padres y educadores pueden contribuir a la producción de ésta.

¿Por qué son tan importantes los primeros cinco años de la vida de un niño? ¿Qué se juega allí?

Los primeros diez años de la vida los dividimos en dos fases: la primaria infancia hasta los cinco años y luego, la niñez. Pero, ¿por
qué es tan importante la primera infancia? Porque es fundacional, se crean todas las redes cerebrales neuronales que van a ser la
base de lo que va a ocurrir después, los cimientos del desarrollo cognitivo y socioemocional futuro del niño.

El filósofo francés Jean Paul Sartre (1905-1980) en su obra “Las Palabras” dice que en el adulto no importa su valor, su posición
social o su actitud, “decide la infancia”. Lo que quiere decir es que el ser humano es lo que decidió su infancia que fuera. Por lo
tanto, esos primeros cinco años son claves.

Sobre estas redes fundacionales se van a montar los próximos cinco años, hasta los 10, que es cuando se sientan las bases para el
desarrollo intelectual y cultural futuro. Por lo tanto, primero ocurre el desarrollo cognitivo, el conocer, y luego el intelectual, el
conceptualizar el conocimiento. Esa conceptualización inicial, que ocurre principalmente de los siete a los 10 años, va a ser la
base para el desarrollo intelectual futuro que es ilimitado.

El desafío para educadoras de párvulos y profesores

Si consideramos que la primera infancia es fundacional, ¿cuáles son los hallazgos de la neurociencia que toda educadora de
párvulos debería conocer?

Lo esencial es que el niño viene ya antes de nacer con una red neuronal de soporte, que se desarrolló durante los últimos tres
meses del embarazo. Sobre esa red, durante su primera infancia va creando modelos internos sólidos, estables e indelebles, que
serán la base de todo lo que vendrá después. Por ejemplo: un modelo interno lingüístico, un modelo interno comunicativo, un
modelo interno social, un modelo interno de descubrimiento del mundo natural, un modelo interno del movimiento. Para ello, el
niño cuenta con tres veces más potencial sináptico que el que va a tener de los siete años en adelante. Se estima que tiene 300
billones de neuronas en la corteza cerebral, algunas de ellas vienen conectadas y otras están abiertas a la experiencia, es decir,
van a esperar la sinapsis. De estos 300 billones, entre los cinco y los siete años eliminarán al menos 100 billones, pero las redes
fundacionales se mantienen.

La magia del cerebro humano es que se reorganiza constantemente para lo que está por venir. En la historia de su evolución de
millones de años hubo un aprendizaje y el cerebro sabe que el futuro va a ser más complejo.
¿Cree que hoy en día se les habla suficiente de neurociencia a las educadoras de párvulos?

Sí. El dilema está en quiénes hablan de neurociencia, ése es el tema. Hablar de neurociencias es muy fácil, pero hablar de
neurociencias aplicadas a la educación no tanto. Requiere de una serie de condiciones que no las tiene todo el mundo. Un
neurobiólogo de laboratorio puede hablar maravilloso de neurociencias, pero de allí a aplicarlas en el ámbito de la educación, eso
es distinto. Hoy hay mucha gente hablando de neurociencias porque han ido a tres o cuatro seminarios, eso es peligroso. Es
como enseñar cocina internacional luego de ir a tres cursos sobre cómo se prepara el risotto. Yo estoy un poco preocupada,
tenemos poca expertise en el tema, pero afortunadamente recibimos extranjeros con muy buena formación que creo que son un
aporte importante. En todo caso, las neurociencias llegaron, se instalaron, y de aquí no las mueve nadie.

¿Cómo pueden los profesores de niños pequeños aprovechar todo su potencial y que, al mismo tiempo, sean felices?

Hay que dedicar tiempo a la música, el arte, los juegos, el movimiento y la creatividad. Una de las grandes perdedoras hoy día es
la imaginación. Los niños actuales son expertos en el “touch”, pero son muy precarios en el imaginar. Cuando les he pedido a
algunos chicos que inventen un animal, dicen que no se les ocurre y quieren buscarlo en google. Yo les insisto: “intentémoslo, te
voy a ayudar a imaginar”. Pero les cuesta enormemente, porque no están acostumbrados a producir.

Es decir, los profesores deben fomentar actividades que incrementen la imaginación de los niños.

Claro. Y se puede usar la tecnología digital, pero se tiene que saber usar para que esté al servicio de la imaginación, de la
creatividad, del desarrollo lingüístico y matemático. Esto no es lo mismo que pasar a los niños una tablet para que juegue, porque
ahí él no crea, no imagina.

Cómo armonizar las transformaciones del cerebro infantil con la escolarización inicial

El título de su ponencia en el III Congreso de Educación, efectuado recientemente, fue: “Los primeros y mágicos 10 años de la
vida: Armonizar las transformaciones del cerebro infantil con la escolarización inicial”. ¿Cómo se puede lograr eso?

Éste es un ámbito sobre el cual estoy insistiendo mucho: la necesidad de comprender que el concepto de escolarización de un
niño pequeño, desde que entra a primero básico y hasta que llega a cuarto básico, es muy estrecho, se centra exclusivamente en
lo cognitivo. Se da exagerada importancia a que el niño adquiera conocimientos, que se supone le van a ser útiles después para la
vida. La verdad es que esos años están para que el niño desarrolle competencias esenciales de escolarización, que más adelante
le van a servir para adquirir y comprender los conocimientos.

Por ejemplo, si a un niño pequeño se le enseña lo que es la célula, él aprenderá pero de memoria. Su cerebro no está listo aún
para entender lo que es una célula, un concepto tan abstracto. En cambio, sí puede desarrollar ciertas competencias esenciales
que le van a permitir después una buena conceptualización; me refiero a la capacidad de imaginar, crear, jugar, estar en
movimiento, escuchar música, tomar contacto directo con la naturaleza.

Howard Gadner, psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard y autor de la teoría de las inteligencias múltiples, fue el
primero en demostrar que el cerebro del niño ofrecía a la educación muchísimo más que un cerebro lingüístico-matemático. En
ese sentido, las metodologías de enseñanza deben aprovechar todo lo que el niño creó y consolidó los primeros cinco años de la
vida.

Los profesores, ¿cómo pueden despertar la curiosidad y el asombro de los niños sin dejar de lado el currículum que deben
enseñar?

Ésa es una de las tremendas inquietudes. Muchas veces cuando los profesores van a mis seminarios me dicen: “todo esto es
maravilloso, pero no se puede hacer”. Pregunto: ¿por qué no? “Porque a mí me exigen hacer planificaciones, pasar la materia,
etc”. Yo les digo: “perfecto, pero eso es lo grueso, el modus operandi, tu arte, tu vocación, hace la diferencia”. Es como el médico
del servicio público, que le dicen que tiene que atender a cinco pacientes por hora y se transforma en un robot, atiende
rápidamente y que pase el siguiente. Hay médicos que aun atendiendo a cinco pacientes por hora, ejercen el arte de la atención
integral. Esos médicos tienen una profunda vocación. Todo depende de la persona. Yo les digo a los profesores: “aunque tengas
la espada de Damocles encima, con las planificaciones por hacer y la directora pendiente de lo que estás haciendo, tú eres libre
en el aula. Cierra la puerta y has las cosas como te dicta tu corazón. Si tienes que pasar tal materia, perfecto, pero transfórmala
de una manera tal que resulte atractiva”.

Por ejemplo, si se va a hablar de la célula. ¿Por qué no comenzar contando la historia del español Santiago Ramón y Cajal (1852-
1934)? A él lo expulsaron de la escuela porque no aprendía y el padre, furioso, lo llevó donde un zapatero a quien le dijo:
“enséñele a remendar zapatos, que es para lo único que sirve”. El zapatero usaba tinturas para teñir zapatos y ahí el chico
comenzó a idear cómo usar estas tinturas. ¡Fue el primero que tiñó la neurona en el cerebro! Recibió el Premio Nobel de
Medicina en 1906 y llegó a ser campeón mundial de ajedrez. Era un genio de la neurociencia, sin sus aportes no sabríamos lo que
es una neurona. Con una historia como ésa, todo el curso se va a motivar.

La mielina y su impacto en la inteligencia

Hoy la neurociencia ha puesto énfasis en la mielina, material formado por proteínas y sustancias grasas que aísla cada nervio en
el cerebro y la médula espinal como una funda de plástico alrededor de un cable eléctrico. Su tarea es que los impulsos eléctricos
se transmitan de manera rápida y eficiente a lo largo de las neuronas. Por lo tanto, si la mielina se daña, los impulsos se vuelven
más lentos y se ven afectadas las funciones motrices y sensoriales, entre otras.

Amanda Céspedes sostiene que la producción de mielina en niños menores de cinco años es determinante en su inteligencia.

¿Qué pueden hacer los padres y educadores para incrementar la mielina en los niños?

Ésa es una pregunta importante y con una respuesta comprometedora. La mielina se forma esencialmente a partir de cuatro
elementos:

1) Los genes, que indican cómo será la formación de mielina a lo largo del desarrollo.

2) La alimentación, pues el niño debe recibir aportes nutricionales específicos para la formación de mielina. Me refiero a
proteínas de muy buena calidad, no sólo animales sino vegetales, especialmente legumbres; al aporte equilibrado de grasas
saturadas de animales que se encuentran en la leche entera y la mantequilla; grasas poliinsaturadas que entregan los frutos
secos (nueces, almendras), la palta y los vegetales; algunos peces de agua fría como el salmón y el atún, pero ojalá el salmón
austral y no el de salmonera que a lo mejor no se ha alimentado de manera tan sabia como el de Puerto Williams. A falta de estos
peces, que son caros, el jurel puede ser un muy buen aporte nutricional para un niño pequeño.

3) La posibilidad de tener sólidas experiencias motoras, ya que el movimiento es esencial. El niño debe moverse desde que nace
y a partir del año y medio en adelante, tiene que contar con espacios protegidos en los cuales pueda moverse muchísimo. Hoy
día me encanta escuchar que en las salas cuna de la JUNJI (Junta Nacional de Jardines Infantiles) se deja espacio a la sala de
gateo.

4) La afectividad, que en el niño pequeño tiene que ver con el respeto en sus cuidados cotidianos. Él es asistido en todo, para
vestirse, alimentarse y bañarse. Ésas son instancias de cuidados cotidianos y si en ellas es vulnerado, eso tiene un impacto en la
formación de la mielina. Por lo tanto, es fundamental el cuidado amoroso cuando se le baña, se le viste o se le alimenta. Y esto
adquiere importancia en las salas cuna donde cada niño debe ser atendido de manera individual, amorosamente, de modo de
crear una identidad de niño respetado y considerado. Esto es clave en la formación de estas fibras que van a ir cubiertas de
mielina y que son la base para el funcionamiento intelectual futuro.
Durante las actividades pedagógicas, ¿hay algo más que las educadoras de párvulos y profesores deban tener presente para la
formación de mielina?

Sin duda. Cuando hablé de experiencias motoras, me faltó referirme a las experiencias sensoriales y éstas tienen que ver con la
percepción: visual (formas, colores), auditiva (melodías de canciones y rondas). Un niño que crece escuchando melodías,
canciones y rondas va a ser dos veces más inteligente que el que no las escuchó o escuchó otra música. El que crece al ritmo del
reggeaton no va a tener el mismo desarrollo intelectual. Lo musical, lo visual, lo táctil, la experiencia de trabajar con arena,
macilla o plasticina, es fundamental. Pero aquí el educador o educadora tiene que tener muy claro dónde está actuando, qué
está estimulando. Si sus alumnos van a trabajar con plasticina, debe saber por qué va a realizar esa actividad, qué modelos
internos va a estar creando el niño que trabaja con eso.

El 80% de la mielina se forma antes de los cinco años de edad y el 20% de los siete a los 25 años. Por lo tanto, en ese período
tenemos la posibilidad de seguir formando mielina. ¿Cómo se debe formar? De los cinco a los 10, dándole centralidad a los
juegos, al baile, a la música, al canto, a la ejecución musical. Todos los niños debieran ejecutar un instrumento musical desde
pequeños. Y luego, a partir de los 11 o 12 años sus fuentes de producción de mielina son a través del baile, la música y otros
estímulos intelectuales como la lectura. Lamentablemente, los adolescentes también se proporcionan sus fuentes de destrucción
de mielina. Ayer realicé una charla para padres y el tema era alcohol y adolescentes; puse mucho énfasis, ojalá los adolescentes
me escucharan, de que el alcohol entre los 13 y 25 años de edad es un destructor de mielina, por lo tanto destruye
esencialmente la inteligencia.

El papel de la inteligencia emocional

¿Qué importancia tiene la inteligencia emocional en el proceso de enseñanza – aprendizaje? ¿Y cómo se educa?

Hay un dicho: “Para aprender el alma debe estar serena”, por lo tanto, el aspecto socio afectivo del niño, su armonía emocional,
es esencial. Hay una relación directa entre el desarrollo de la inteligencia y el de los aspectos socioafectivos. Cuando hago clases
a los profesores les digo que lo intelectual es como un guiso que vamos a preparar, ponemos la cacerola al fuego, pero el error
más grande sería colocar la cacerola e irse, hay que encender el fuego. Sólo así, se va a cocinar bien el guiso. Entonces, es un
error entregar y entregar contenidos a los niños sin haberse preocupado primero del aspecto emocional.

¿Cómo nos preocupamos de eso?

En los primeros cinco años de la vida lo importante para el niño es sentirse seguro, saber que lo quieren y confiar en un adulto
que ha creado un vínculo con él. La creación de ese vínculo afectivo con el niño pequeño es fundamental y se consigue a partir
del respeto irrestricto hacia él.

Muchas veces el adulto dice: “Yo lo respeto” y al rato siguiente, le está gritando. El respeto en los cuidados cotidianos, la
valoración, lo que los conductistas llamaban el estímulo positivo, cumplen un papel relevante. El acento no debe estar puesto en
“mira lo que hiciste” o “deja de hacer eso”, sino en “me encanta lo que hiciste”, “muy bien, felicitaciones”. También vale la pena
mencionar aquí la música y el juego, que son grandes fuentes de alegría para el niño.

Pero nos encontramos con un problema: hay que educar emocionalmente al adulto. En Chile, de 10 adultos que tienen que ver
con niños, ocho son analfabetos emocionales. Más que darles una serie de tips de qué hacer, creo que hay que educarlos
emocionalmente, enseñarles las claves de la relación vincular con el resto de las personas, especialmente con los niños.

¿Qué podemos hacer los adultos para subsanar de alguna manera nuestra “mala educación emocional”? Somos demasiado
estructurados, ansiosos, distímicos, etc.

Un gobierno que cree en la educación tiene que pensar en la transversalidad de todas las políticas públicas relacionadas con la
infancia y muchas de ellas pasan por el cuidado de la salud mental del adulto. Si tenemos adultos distímicos, rabiosos, frustrados,
insatisfechos, indudablemente eso va a incidir en forma directa en la posibilidad de educación de un niño.
¿Qué cosas concretas hacer? Obviamente políticas públicas que favorezcan las jornadas laborales de la mujer, que mejoren sus
salarios, que amplíen el post natal de manera que el niño no tenga que ir a la sala cuna tan pequeño, que permitan a la madre
amamantar a su hijo por lo menos año y medio porque la leche materna es uno de los mejores precursores de la mielina. En otras
palabras, políticas públicas que tengan que ver con la felicidad del ciudadano.

Y, por otra parte, hay que trabajar con los adultos para sacar de sus cabezas un sistema de creencias que están arraigadas en el
inconsciente y que les hacen mucho daño a los niños. Por ejemplo, Chile es un país donde la mayoría de los adultos cree
firmemente en el valor educativo del castigo. Esto es algo que me ha costado mucho erradicar. A veces me han entrevistado y me
han dicho: “Pero cómo, doctora, usted promueve el estilo permisivo”. No, todo lo contrario. A mí me gusta la autoridad con los
niños, pero no la autoridad centrada en el castigo, porque el castigo no enseña, no educa, reprime. Algunos adultos dicen: “A mí
me dieron una cachetada y no me pasó nada”, y replican el modelo.

Lo que hay que hacer con los profesores y educadoras de párvulos es casi una intervención quirúrgica: sacarles todos esos
sistemas de creencias. Lo primero es hacerlos conscientes de eso, pues lo que tenemos en el inconsciente no se puede modificar.
Es un trabajo enorme y lo hacen muy bien quienes dictan talleres de resolución de conflictos o de comunicación afectiva, que
apuntan justamente a remover sistemas de creencias erróneos e instalar creencias sensibles, lúcidas, sensatas.

Los talleres de resolución de conflictos deben ser transversales a todos los lugares donde hay adultos reunidos, ya sea para
abordar la relación entre adultos o con niños. Son imprescindibles en los colegios o instituciones educativas. A veces el profesor
no sabe qué hacer frente a un conflicto entre dos niños y opta por descalificarlos a ambos, amenazarlos, avergonzarlos. Cuando
uno le pregunta a ese profesor por qué humilló a ese niño, responde: “Bueno, porque cuando yo era chico así me enseñaron”.
Ahí vemos la replicación de un sistema de creencias. Hay que decirle: “así te criaron, pero no funciona, ésta es la forma”. Los
talleres de resolución de conflictos son maravillosos, enseñan muchas estrategias para abordar un conflicto.

¿Cree necesario hacer Escuelas para Padres para ayudarlos en la educación integral de sus hijos y acercarlos a las neurociencias?

Es tan fuerte mi creencia que este año inauguré una escuela para padres vía streaming, que es televisión por internet. Pretendo
llegar a muchos padres, aunque a veces ellos encuentran algún argumento para no participar. El año pasado hice una escuela
para padres una vez al mes en la Universidad San Sebastián, en la sede de Pío Nono, un lugar neurálgico donde confluyen todas
las comunas y aun así llegaban entre 16 y 20 personas.

Entonces, cuesta mucho que participen, pero es necesario que lo hagan. Debemos hacer muchísimas escuelas para padres. Esto
debería ser parte de la cultura escolar, lo que hoy día se llama la cultura inclusiva que es mucho más que integración escolar.
Todavía persiste el error de creer que inclusión es atender a la diversidad, es exactamente lo contrario. Inclusión es que no exista
la diversidad y que todos tengan los mismos derechos. Para eso hay que educar. Entonces, insisto, las escuelas para padres deben
formar parte de la cultura escolar y se deben proporcionar a los padres y apoderados todos los recursos para que ellos puedan
tener acceso.

La escuela para padres vía streaming es televisión por internet, es como el canal del fútbol. ¿Quién puede ver el canal del fútbol?
Todo aquel que pague por verlo. En nuestro caso, un padre o madre, en cualquier lugar del mundo, pagando una cuota mínima,
puede acceder a la escuela para padres en directo, el día y hora en que se transmite, y luego verlo en diferido si así lo desea. Es
decir, si quiere hacer una reunión en su casa, con varios papás, puede verlo nuevamente.

En la Escuela para Padres que usted realiza, ¿sólo participan chilenos?

Todos los padres hispanoparlantes de países como Perú, Ecuador, EE.UU. y España pueden tener acceso a esta charla. De hecho,
trato de usar un lenguaje neutro, sin chilenismos, de manera de facilitar que lo pueda ver un español, un portugués si sabe
español, etc. En estos momentos, además de chilenos, tenemos gente de Perú, Uruguay y un matrimonio de España, pero
quisiéramos llegar a muchos más. ¿Por qué razón? Porque es muy educativo. Los padres están cansados de psicología, quieren
algo más y ese algo más se lo damos desde el modelo de la neurociencia, que es fascinante.
La charla de abril fue sobre cómo potenciar la inteligencia de los niños. Desde la psicología se pueden decir cuatro o cinco cosas
al respecto, pero desde las neurociencias lo que se dice es rotundo: el cerebro habla de cómo hacer a un niño más inteligente.

En junio hablaremos sobre estrés y aprendizaje, de qué manera el estrés de la vida en Chile, sobre todo en las grandes ciudades,
está impidiendo que los niños aprendan bien. Los niños están teniendo muy bajos desempeños de aprendizaje, las pruebas Simce
a veces son lamentables, y se opta por introducirles más y más contenido en vez de pensar cómo trabajo yo en el medio y eso
tiene que ver con el estrés.

¿Hoy tenemos más niños con déficit atencional que antes?

Todo pareciera indicar que han aumentado los niños con déficit atencional, síndrome de Asperger y otras patologías. ¿Por qué ha
ocurrido eso?

En el tema del trastorno por déficit atencional sucede un fenómeno paradójico: hay un sobre diagnóstico y un infra diagnóstico.
Es decir, por un error de índole conceptual se identifican con déficit atencional muchos niños que no lo tienen y no se identifican
los que sí lo tienen.

¿Qué pasa? El trastorno por déficit de atención se origina por una inmadurez de la región última de la corteza cerebral en
madurar, que es la región prefrontal, que madura al final. ¿Qué significa madurar? Mielinizar. En otras palabras, el trastorno por
déficit de atención tiene que ver con una mielinización más lenta. Pero ocurre que la región prefrontal es muy vulnerable, muy
sensible, a factores ambientales que tienen que ver con malos hábitos de vida. Puedo dañar o perturbar el funcionamiento de mi
región prefrontal durmiendo poco o mal, alimentándome mal, viviendo en medio del estrés, jugando videojuegos de manera
compulsiva, bebiendo bebidas gaseosas con una cantidad enorme de azúcar. Todo eso altera esta zona. Hoy vemos un
incremento de niños que actúan como si tuvieran déficit atencional, vale decir, son tremendamente impulsivos y no se
concentran, sin embargo lo único que tienen son malos hábitos de vida que, al no ser corregidos, se van perpetuando.

En los adolescentes, el consumo prematuro de alcohol daña la mielina. Entonces, todo se va concatenando para aumentar
enormemente el número de niños y adolescentes que no tienen déficit atencional, pero que actúan como si lo tuvieran. Creo que
fui una de las primeras en Chile que habló en la década de los 80 del seudo déficit atencional y lo anuncié: “Esto a comienzos del
siglo 21 va a ser una epidemia”. No me equivoqué. En ese momento, aparecían los primeros Atari y videojuegos.

Al mismo tiempo, observamos que hay un infradiagnóstico, que se produce porque muchos chicos con déficit atencional no son
hiperactivos ni impulsivos, pero tienen trastornos del aprendizaje. Y al no ser hiperactivos ni impulsivos, no se les diagnostica y su
trastorno de aprendizaje se interpreta como se ha hecho por siglos: flojera. Y no se les presta la debida atención.

¿Y qué pasa con los niños con síndrome de Asperger?

La prevalencia de Asperger es la misma, no ha variado, lo que ha aumentado notoriamente son niños que tienen ciertas
características Asperger, aunque no el cuadro completo. Se piensa que estas características Asperger son producto de una serie
de neurotoxinas que actuaron de manera muy sutil en el desarrollo del cerebro del niño el último trimestre del embarazo,
neurotoxinas ambientales no del todo identificadas todavía. Algunas estarían presentes en la comida, como los aditivos químicos,
preservantes y colorantes, que serían dañinos; otras dicen relación con la presencia de metales pesados en el ambiente y el
estrés, que es una neurotoxina porque produce cortisol que es dañino para el cerebro. Es decir, hoy tenemos más niños con
características Asperger debido a una contaminación ambiental silenciosa subterránea, pero nadie le ha puesto el cascabel al
gato. Y aquí vuelve a aparecer la importancia de las políticas públicas.

También hoy estamos preocupadísimos quienes trabajamos en educación porque el uso temprano de la tablet para entretener a
niños menores de tres o cuatro años causa un deterioro gravísimo de sus habilidades comunicativas. Vamos a tener una legión
creciente de niños con características Asperger: que no miran a los ojos, que no son capaces de leer las claves del entorno y que
no entienden la comunicación no verbal. ¿Por qué razón? Porque un niño de dos años que está todo el día pegado a la tablet no
está observando el entorno. Así de simple.

Finalmente, ¿todos los niños pueden aprender o hay factores como los índices de vulnerabilidad que perjudican su aprendizaje?

Estadísticamente, los niños que no pueden aprender y que han sido llamados clásicamente no educables, es un 0.03% de la
población. Es decir, es ínfimo, corresponde a niños con multi déficit (daño cerebral, no videntes, etc.) que, en general, están
institucionalizados en lugares como el Pequeño Cottolengo. Son verdaderas tragedias humanas. Estos niños han venido al mundo
con un mensaje, lo importante es saber leer ese mensaje.

Muchos fallecen entre los 10 y 20 años, y son productos de tóxicos que han actuado de manera muy dañina en su desarrollo,
como el alcohol bebido a lo largo del embarazo de sus madres que causa desastres en los niños.

¿Entre estos niños no educables se encontrarían aquellos afectados con microcefalia? En Brasil, han nacido muchos a causa del
virus Zika.

En el caso del virus Zika y la microcefalia, todavía se discute si el responsable es el virus o un poderoso pesticida utilizado para
erradicarlo antes de que fuera epidémico. Porque llama la atención que la microcefalia se ha dado sólo en ciertos lugares de
Brasil y de otros países, no todas las madres infectadas con el virus Zika han tenido hijos con microcefalia. Entonces, se cree que
pudo ser un pesticida.

La microcefalia es la expresión de una falta de desarrollo cerebral y en el embarazo, ¿qué es lo que se forma? Las neuronas. Son
niños que vienen con muchísimas menos neuronas y sin neuronas no pueden hacer conexiones.

Pero, como decía, la proporción de niños con estos problemas tan serios es mínima. La gran mayoría puede aprender. El dilema
es, como ha dicho Howard Gadner, que “no todos los niños pueden aprender todo lo que queremos enseñarles, no todos los
niños necesitan aprender todo lo que queremos enseñarles, y no todos los niños quieren aprender todo lo que queremos
enseñarles”. Si tenemos claras esas tres condiciones, podemos afirmar con certeza: todos los niños pueden aprender, sólo que
algunos aprenderán lo que quieren, otros lo que pueden y otros de acuerdo a sus necesidades. Incluso hay niños con retardo
mental que son maravillosos en el arte de cuidar el jardín o cocinar. Eso es vida. Eso es aprender, porque el aprendizaje no sólo
es escolar.

En todo caso, no hay que olvidar que los primeros cinco años de la vida son determinantes. Las neuronas se forman en el primer
trimestre del embarazo. Luego, crecen, se especializan y finalmente se conectan. ¡Se conectan durante toda la vida! Pero los
primeros cinco años son fundacionales. Si quieres que un niño sea políglota, trabaja con él de manera adecuada los primeros tres
años de su vida; si quieres que sea bueno para la música, que escuche música. Mi hijo llegó de la maternidad escuchando radio
Bethoveen y a los cinco años ya sabía distinguir los distintos géneros musicales, los compositores. Hoy es músico, además de
cientista político.

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