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Juan Pereza Ni qué decir la furia de la pobre anciana al verlo llegar, con todos los

gatos y perros del vecindario a la siga. -¿Cómo no se te ocurrió que lo mejor


Versión de Floridor Pérez
era cargar tu paga a la espalda? - Lo haré la próxima vez. El sábado era el
Ésta era una pobre anciana campesina que se vivía quejando, y con razón. día de feria en el pueblo vecino, y Juan acompañó al hacendado. Lo único que
Solita debía salir a comprar lana, lavarla, hilarla y tejer los ponchos, no vendieron fue un burro pequeño, que Juan recibió en paga por su trabajo.
chombas, refajos y calcetas de cuya venta vivía. Y con todo eso sin dejar de Ya se imaginan cuánto le costó al mozo cargar su paga sobre la espalda, pero
atender a su hijo Juan, un mozo veinteañero que por la mañana no hacía nada era macizo y forzudo, de modo que al fin lo consiguió.
y por la tarde descansaba. A medio día devoraba trabajosamente una enorme Tomando un atajo, debía pasar frente a la casa de otro rico hacendado,
fuente de porotos y por la noche dormía. Nadie le conoció más familia que su cuya única hija había quedado muda a causa del terror sufrido una noche en
anciana madre, pero eso no creaba problema alguno, ya que, a la hora de que unos bandoleros asaltaron la casa.
nombrarlo, todos lo llamaban Juan Pereza. El doctor había dicho que sólo podría curarla una inmensa alegría o algo
Colmada ya su paciencia, la pobre anciana le dijo un día que debía ganarse que la hiciera atacarse de la risa. Pero como la mudez y la sordera andan
la vida, o al menos ayudar a su mantención. Tan en serio lo dijo que al otro juntas, en vano le habían traído a los más famosos cómicos o payasos. Como
día tempranito Juan Pereza salió a buscar trabajo y lo encontró en una todos los días, la niña no hacía más que mirar desde el balcón y en eso estaba
hacienda vecina. Le tocó acompañar al dueño a cobrar la venta de unos cuando Juan pasó con su burro a la espalda. Con sus cuatro patas al aire,
animales y en pago le dio un billete nuevo. Juan no había tenido jamás un agitadas con desesperación, y las dos de Juan caminando con pasos bajo
billete y lo llevó en la mano, hasta que al cruzar el río un zancudo lo picó en aquel peso, debían ser un espectáculo inolvidable. Y tan cómico, que la bella
la frente y por darle una palmada se le voló. - Eres un gran tonto- le dijo su joven debió afirmarse en la baranda para no caerse, en una carcajada que le
madre-. ¿Por qué no te echaste la paga al bolsillo? - Lo haré la próxima vez. cortaba la respiración. ¡Miren eso…, miren eso! –gritaba llamando a todos. Y
Al otro día el hacendado lo mandó a separar las vacas de los terneros y en todos vinieron a ver el milagro de la niña que había recobrado el habla. Pasada
pago le dio un cántaro de leche. Como había prometido, Juan se echó la paga la feliz impresión, cuando el padre de la joven comprendió la causa de la risa,
al bolsillo. - ¡Por Dios, Juan! – se lamentó su madre-. ¿Por qué no trajiste la no pudo olvidar su juramento, la manda que había hecho a la Virgen de
paga sobre la cabeza? - Lo haré la próxima vez. Andacollo de casar a su hija con el primero que lograra hacerla reír y le
Al día siguiente lo mandaron a la quesería, y en pago recibió un enorme devolviera el habla.
queso fresco. Juan lo equilibró sobre la cabeza y marchó a casa. Ustedes se ¿Qué pasó después? -Pasó que, como Juan Pereza hacía todas las cosas
imaginan cómo llegaron Juan y el queso. La madre no podía creerlo. -¿Por qué al revés, también hizo lo contrario de todos los enamorados: en vez de
no trajiste tu paga cuidadosamente en los brazos? - Lo haré la próxima vez. perder la razón en presencia de tan hermosa novia, recuperó el juicio.
Al otro día el hacendado lo envío con un arreo de cerdos y en pago le dio un Viéndolo rico y feliz, los vecinos que asistieron a la boda recuperaron
chanchito de varios meses. Juan lo tomó cuidadosamente en brazos, pero al también la vista –que siempre se nubla un poco ante la pobreza- y
cruzar el río sobre un tablón de pino, el chancho se asustó, dio un salto y reconocieron en Juan al huaso fortacho y nada mal parecido que siempre fue.
cayó al agua. Esa historia fue todo lo que Juan llevó a casa esa tarde. La El único problema pendiente parecía cómo llamarlo, pues a la hora de irle
madre se tiraba sus canosas mechas. -¿Por qué no amarraste tu paga a un a pedir prestada una yunta de bueyes, no podrían decirle “don Juan Pereza”.
cordel y te viniste tirando? - Lo haré la próxima vez. Juan había comenzado Pero aquella sociedad aldeana, tradicionalista y conservadora, dio pronto con
a trabajar el lunes, y el viernes fue mandado a la carnicería de la hacienda, la solución de buena crianza: desde entonces, y sin previo acuerdo, todos lo
que ese día entregaba la ración semanal. Por supuesto su paga fue un costillar llamaron “el señor Juan Pérez”.
de cordero. Juan lo amarró a un cordel y se fue tirando por el terroso camino. FIN

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