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María fue una muchacha de su tiempo.

Llevó, sin duda, la vida normal de una joven israelita, en


el seno de una familia creyente, según los usos y costumbres de su época. Creció con las
ilusiones lógicas de su edad y compartió la esperanza de su pueblo en las promesas de Dios.

- María era todavía una jovencita cuando Dios le propone la noble misión de ser la Madre del
Salvador. Dios, de esta manera, irrumpe en la vida de María cuando ella es joven, cuando apenas
empieza a abrirse al mundo, cuando su corazón está lleno de ilusiones, de proyectos y de ideales
grandes.

- Y María se entrega generosamente al plan de Dios. Le dice "SI". Firma en blanco para el Dios
sorprendente que le va a llevar por caminos insospechados y nuevos.

- María con su respuesta pone de manifiesto una gran capacidad de fe, de confianza, de
entrega y disponibilidad. Pero también muestra su ESPIRITU JOVEN por aceptar el compromiso
arriesgado, por su apertura a lo nuevo y por su corazón grande.

¿María tuvo que luchar ante las contrariedades de la vida?

Nada le resultó fácil. Ella no experimenta el pecado como realidad personal, pero vive inmersa
en un ambiente que esta signado por las consecuencias del pecado. Ella afrontó las vivencias
cotidianas de las mujeres de su época, fue ama de casa, tuvo un parto en un lugar para nada
adecuado, tuvo que huir a pie hacia Egipto cuando los perseguía Herodes, se preocupó mucho
cuando Jesús se perdió camino al censo, queda viuda de José, y sufre sobre todo cuando ve a su
hijo padecer y morir en la cruz.

Amado hijito/a:

Quise escribirte esta carta para que no te olvides que estoy a tu lado, a los pies de tu cruz
velando por ti como lo hice por mi Hijo Jesús, al que con tanto amor y a la vez tanto dolor te
regale para que pudieras salvarte.

Verás que con Jesús somos regaleros, pues estando a punto de morir me volvió tu madre, quizo
compartirme contigo porque así te ama Él, tambien lo hizo por mi, que con mi corazón
destrozado aceptaba la voluntad de Dios de ver crucificado a mi único Hijo, no quiso dejarme ni
un segundo sin su amor y entonces me dijo agonizante, con su rostro casi irreconocible..."He
aquí tu hijo" y es entonces cuando te vi y te ame; desde ese momento no dejo de pensar en ti,
no he dejado un segundo de amarte y de interceder por ti, pero tu a veces no me oyes, pues yo
soy toda silencio y calma, haz la prueba serena tu corazón y me encontrarás.

Te pido que seas paciente con eso que tanto te aflige, ¿sabes acaso cuantas aflicciones tuve que
pasar al ser la Madre del Redentor?, pero siempre creí que Dios sabía lo que hacía, aun con
aquello que no lograba entender dije "Hágase en mi", yo te invito a que tu tambien lo intentes
amado mío, aumenta tu fe en el amor de mi Hijo, ¿Acaso no recuerdas que despues de su cruz
resucitó?, ¿Acaso no recuerdas que Dios cumplió sus promesas?... que en esos momentos donde
te invada la duda y el temor recuerdes esto que te digo y puedas decir tambien como yo "Hagase
en mi".

Se tambien que muchas veces tampoco sientes a Jesús a tu lado, crees que desapareció, te
cuento que se perfectamente como te sientes, por tres dias perdi a mi bello Jesús y fue
desesperante, ¿pero sabes algo? ¡Jamás deje de buscarlo! corrí día y noche con mi esposo José
buscando a aquel que debiamos cuidar para el plan de salvación de Dios ¡y al final lo encontre!,
por eso hijito mío, no te canses de buscar a Jesús aún cuando sientas que se ha ido, el jamás se
apartaría de tu lado, simplemente se esta encargando de los planes que el Padre tiene para ti...

Ama tu pequeñez, pues a Dios le gusta que seamos pequeños y sencillos, ama tus circunstancias
y jamás te rindas en la hora de la cruz, te lo dice aquella que sufrió el martirio de alma...
recuerda siempre que se asemeja la Pascua.

¡NO TEMAS PEQUEÑO MÍO! ¿ACASO NO ESTOY YO AQUÍ, QUE SOY TU MADRE?

Acude a mi, pues Jesús no se niega a mis pedidos, acude a mi y te enseñare a amarlo, hijito yo
tambien fui humana como tu, aunque me pinten tan resplandeciente a veces, solo fui una niña
confiada en el amor del Padre, yo sólo puse mi fe inquebrantable y mi abandonado amor, Dios
luego lo hizo todo, verás que tuve problemas iguales a los tuyos: también perdí a seres queridos,
a mi compañero de vida... mi esposo José, también tuve que ser madre soltera por un tiempo,
tambien viví humildemente pero la providencia de Dios jamás se hizo faltar, también tuve
miedo, pues el ángel tuvo que decirme ¡No temas María!, también sufrí la muerte de mi hijo y
fue tan desgarrador momento... pero confié en que los planes de Dios eran mejores que los
míos, no aparte mis ojos en cosas vanas de la tierra, no quise hacer más de mi vida sino un
servicio pleno y entrega constante a Dios, verás que logré mi santidad practicando las virtudes
que tu tambien puedes alcanzar... mi pequeñez agradó al Señor, tómame de la mano y jamás te
perderás, ten por seguro que me encargaré de llevarte a Jesús...

Por favor no te apartes de mí, te amo y deseo verte feliz, ven a mis brazos y yo consuelo eterno
te daré...

Estoy aquí, esperando siempre por ti, para darte mi paz y amor, llámame a cualquier hora, pues
cuando el niño tiene miedo o angustias, para una madre no hay horarios para socorrerlo...

Aquí termina mi carta pero ¡no me voy!, me quedo a tu lado... ¡Te amo infinitamente, no lo
olvides!

Tu Mami María

Jesús, elevado en la Cruz, nos regaló una Madre para toda la eternidad. Juan, el Discípulo amado,
nos representó a todos nosotros en ese momento y luego se llevó a María con él, para cuidarla por
los años que restaron hasta su Asunción al Cielo…

María se transformó así no sólo en tu Madre, sino también en la Madre de nuestra propia madre
terrenal, de nuestro padre, hijos, de nuestros hermanos, amigos, enemigos, ¡de todos!.

Una Madre perfecta, colocada por Dios en un sitial muchísimo más alto que el de cualquier otro
fruto de la Creación. María es la mayor joya colocada en el alhajero de la Santísima Trinidad, la
esperanza puesta en nosotros como punto máximo de la Creación.

La criatura perfecta que se eleva sobre todas nuestras debilidades y tendencias mundanas. ¡Por
eso es nuestra Madre!.

La Reina del Cielo es también el punto de unión entre la Divinidad de Dios y nuestra herencia de
realeza. Nuestro legado proviene del primer paraíso, cuando como hijos auténticos del Rey
Creador poseíamos pleno derecho a reinar sobre el fruto de la creación, la cual nos obedecía.

Perdido ese derecho por la culpa original, obtuvimos como Embajadora a una criatura como
nosotros, elevada al sitial de ser la Madre del propio Hijo de Dios.

¡Y Dios la hace Reina del Cielo, y de la tierra también!. Allí se esconde el misterio de María como la
nueva Arca que nos llevará nuevamente al Palacio, a adorar el Trono del Dios Trino.

María es el punto de unión entre Dios y nosotros. Por eso Ella es Embajadora, Abogada,
Intercesora, Mediadora.

¿Quién mejor que Ella para comprendernos y pedir por nuestras almas a Su Hijo, el Justo Juez?.
María es la prueba del infinito amor de Dios por nosotros: Dios la coloca a Ella para defendernos,
sabiendo que de este modo tendremos muchas más oportunidades de salvarnos, contando con la
Abogada más amorosa y misericordiosa que pueda jamás haber existido.

¿Somos realmente conscientes del regalo que nos hace Dios al darnos una Madre como Ella, que
además es nuestra defensora ante Su Trono?.

Si tuvieras que elegir a alguien para que te defienda en una causa difícil, una causa en la que te va
la vida. ¿A quien elegirías?.

Dios ya ha hecho la elección por ti, y vaya si ha elegido bien: tu propia Madre es Reina y Abogada,
Mediadora e Intercesora.

¿Qué le pedirías a Ella, entonces?.

“Reina del Cielo, sé mi guía, sé mi senda de llegada al Reino. Toca con tu suave mirada mi duro
corazón, llena de esperanza mis días de oscuridad y permite que vea en ti el reflejo del fruto de tu
vientre, Jesús. No dejes que Tus ojos se aparten de mi, y haz que los míos te busquen siempre a ti,
ahora y en la hora de mi muerte”.

SER COMO ELLA

¿Cómo hacerlo?. ¿Cómo puedo ser aunque no sea más que un poco parecido a Ella?. Parece tan
difícil, tan inalcanzable, tanta distancia hay entre la Pureza infinita de la Madre de Dios y nuestras
debilidades cotidianas.

Y sin embargo, se puede. Y justamente ese “se puede” esconde una parte enorme del misterio de
la reconciliación de Dios con el hombre. María pudo, y tuvo un origen humano como todos
nosotros, más allá de que Dios puso en Su Predilecta un origen Inmaculado que la elevó sobre el
resto de la Creación.

Pero Ella sigue siendo en su origen tan humana como tú, como yo. María es la felicidad de Dios
encarnada, ya que más allá de todos los fracasos que hemos tenido los hombres a lo largo de los
siglos en darle felicidad al Creador, Ella es el Santuario que recuerda a todo el Cielo que
merecemos la Misericordia de Dios, porque si Ella pudo, otros podremos también.

María fue el Arca de la Nueva Alianza, porque tuvo al Espíritu Santo en Ella desde siempre, y luego
acogió al Verbo Encarnado, al que le dio vida como Hombre. María fue la Casa de Dios, el Hogar
Perfecto para el mismo Divino Niño.

Y así nosotros también tenemos que ser la Casa de Dios: nuestro corazón debe ser el hogar del
Espíritu Santo, refugio de Dios, como lo fue María en su tiempo en la tierra.
Y la Virgen también fue y es verdadera Corredentora, porque entregó todo al Padre, entregó a su
Hijo Amado, y vivió místicamente lo que Jesús sufrió frente a sus propios ojos. Ninguna Criatura
llevó jamás una Cruz más pesada que la de la Crucifixión de su Hijo.

Sólo la Cruz de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre supera, y por mucha distancia, el
sufrimiento de la Virgen.

Y así tenemos que ser nosotros también corredentores, siguiendo el camino que María nos
muestra. Tomar nuestra pequeña o gran cruz y seguirla, porque Ella nos lleva a Su Hijo, que nos
espera, sabiendo que estamos en las mejores manos.

María es la omnipotencia suplicante, es la oración hecha persona. Ella siempre oró a Dios, con sus
pensamientos, sus sentimientos y sus actos.

Todo en María fue un canto al Creador. Y ahora más que nunca, en un mundo que parece no darse
cuenta del peligro que lo acecha, Ella se nos presenta en muchos lugares para pedirnos oración:
“oren hijitos míos, oren por los pecadores”.

¿Cuántas veces escuchamos este pedido?.

Seamos como Ella una potencia suplicante, una oración cotidiana, un canto con el corazón abierto
e inflamado de amor por Cristo, nuestro amado Jesús.

María al pié de la Cruz, junto al Redentor. Y donde está el Cuerpo del Hijo, está la Madre. Ella nos
lleva a la Eucaristía, al Milagro más admirado por los ángeles. ¿Y nosotros no nos damos cuenta de
la majestuosidad del Dios de los hombres hecho Pan y Vino entre nosotros?. María nos lleva al
Cuerpo y Sangre de Jesús, para que lleguemos como Ella al pie de la Cruz, cada día, en todos los
Tabernáculos de la tierra.

María, Reina de la Creación, lleva bajo Tu Manto a todos tus pequeños niños, para que sepamos
imitarte como el verdadero modelo que Dios nos legó. Seamos como vos nos querés moldear,
seamos dóciles y humildes alumnos de tu maternal escuela. Madre, deja que seamos a vos lo que
Dios quiso que sea la naturaleza humana de Jesús: tu fiel reflejo

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